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En este contexto, el ámbito familiar si bien puede ser construido como una fuente
abundante y fértil generadora de pautas de interacción que promueven el
desarrollo del individuo y de la sociedad, también, cuando presenta características
disfuncionales, puede propiciar el surgimiento de factores de riesgo para el
consumo de drogas entre sus integrantes.
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El trabajo de campo se desarrolló a lo largo de seis meses y las técnicas y
estrategias utilizadas consistieron en observación focalizada, diarios de campo,
entrevistas individuales a informantes institucionales(1) y comunitarios(2),
entrevistas a grupos focales y entrevistas a profundidad, donde la participación de
las madres de familia fue mayoritaria, cuando no exclusiva respecto de los padres.
El escenario del trabajo de campo fue una unidad habitacional ubicada en el norte
de la ciudad de México. Se trata de un espacio urbano de clase media baja,
caracterizado particularmente por la existencia de relaciones vecinales construidas
sobre la base de un acentuado individualismo expresado a través de anonimato,
superficialidad, dispersión y resistencia de los habitantes de la unidad para
resolver problemas en forma colectiva.
Desde el punto de vista de los informantes llevarse bien con los vecinos significa
no meterse con nadie, así como mantener una mínima interacción entre las
personas debido a que "cada quién hace lo que quiere... no hay amistad posible,
sólo el reconocimiento de que hay que convivir".
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No obstante, son dos los sentidos en los que la comunidad identifica el consumo
de drogas, ya sea en los agentes externos a la comunidad, o bien, en el extremo
del ámbito privado de la vida familiar, considerando a este último como una de las
principales causas del consumo de drogas. Estos significados generan una
asimetría entre la percepción del problema en cuestión y sus posibilidades de
solución, donde la incertidumbre, el temor y la inseguridad señalan causas
sociales generales, como la delincuencia, mientras que las alternativas de solución
que se proponen tienen un carácter individual y aislado, como las medidas de
control y vigilancia familiar.
Este panorama forma parte del contexto en el que se entretejen las relaciones
familiares descritas por los informantes, entre quienes prevalece una
representación de la familia nuclear como una estructura normativa fundamental,
un modelo o paradigma que funciona como una suerte de gramática para darle
sentido al mundo y organizar la experiencia cotidiana de sus miembros.
Dado que en estas familias la mujer es la columna del sustento familiar, los
vecinos piensan que no pueden vigilar a sus hijos, a quienes se les atribuyen
comportamientos inaceptables como el consumo de drogas debido a la ausencia
del padre y la deficiente educación que aporta la madre en el poco tiempo que le
queda para atenderlos: "cuando la madre llega de trabajar tiene que planchar,
lavar, tiene que hacer la comida y con todo esto se le olvidan los hijos".
En esta situación, la versión de las propias madres es: "yo tengo doble trabajo,
porque aparte de ser la proveedora económicamente... educación, vestido,
calzado... comida... todo, pues me siento doblemente responsable de sacarlas
adelante yo sola, de inculcarles valores". A pesar de lo cual, para los informantes,
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la posición de la mujer queda señalada por la incapacidad para cubrir ambas
demandas sin la presencia del hombre.
Esto significa que los esquemas de pensamiento sobre el ideal de familia están
sustentados en un modelo familiar patriarcal ejercido por la autoridad/dominación
del hombre sobre toda la familia y que su ausencia apunta y define una estructura
incompleta y una experiencia no sólo difícil para la mujer y los hijos, sino
predestinada a la desintegración familiar.
La división del trabajo existente dentro de la estructura familiar está reforzada por
la idea de la determinación social basada en la diferencia sexual de la pareja. Esta
división posiciona asimétricamente tanto al hombre como a la mujer en lugares
desde los cuales se asumen y asumen al otro, con una visión estereotipada y
además contradictoria con respecto a las exigencias de la vida actual. Así, la
mujer tiene a su cargo el cuidado de los hijos, pero también el de trabajar ante la
insuficiencia de los medios económicos para sostener a la familia, lo cual ha
cambiado la dinámica familiar tradicional en la que la madre sólo se circunscribía
al quehacer doméstico y materno. Situación que también ha modificado la forma
de relacionarse con sus hijos, sobre la cual, los informantes piensan que en las
familias donde ambos padres trabajan "están formando a los hijos de manera
indiscriminada, pues llegan cansados y sin ganas de convivir con la familia",
señalando que las alternativas de estos padres son las menos adecuadas para la
educación de sus hijos, ya que se adoptan medidas ineficaces para una buena
educación, como lo ilustra el siguiente comentario: "lo más fácil es prenderles la
tele y que vean lo que quieran", o bien, "los corren del departamento, que se
vayan a jugar y de ahí pues también van a encontrar de todo, desde muchachos
que fuman y se drogan, hasta escenas pasionales y de amor que van asimilando
además ¡cómo si fuera lo más natural!".
Por su lado, los padres de familia viven como el principal sostén de la economía
familiar y como los depositarios del poder, además de legitimar la autoridad de la
madre. Una mujer comenta: "a veces mi esposo y yo no estamos muy de acuerdo,
porque no respeta mi autoridad, yo digo una cosa y si él llega no respeta la orden
que yo di, porque cuando no está él, lógicamente la que está al mando soy yo.
Entonces si él llega y le dije a los niños ¡no pueden salir!, si platican con su papá,
él los deja salir y nos hemos peleado por esta cuestión". Tanto mujeres como
hombres piensan que el padre debe ser el proveedor, pero por su parte, las
mujeres señalan que el peso de la educación de los hijos lo llevan sólo ellas:
"nosotras como madres llevamos la mayor carga porque la mayoría del tiempo
estamos con los hijos, ahí es donde surgen los problemas" y agregan: "yo creo
que la mayor parte la tiene la mujer... la mujer es el pilar más poderoso para que
esté bien la familia".
Algunas narraciones indican que los padres se involucran cada vez más en el
cuidado y crianza de sus hijos, no obstante, lo viven como una ayuda que le
proporcionan a su pareja. Mientras que las mujeres, colocan a la madre en un
importante lugar de prestigio y organización dentro de la estructura familiar, pero
dentro de los marcos que le otorga un modelo patriarcal. Puede observarse
entonces que en las actividades familiares cotidianas, se concretizan los valores
culturales asignados en función del género, y aún cuando se presentan
sentimientos de insatisfacción en la pareja, la identidad de la mujer sigue
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definiéndose como un ser para sus hijos, un ser para su esposo, un ser para su
hogar.
Por otro lado, el cuidado de los hijos es representado bajo la forma del ejercicio de
la autoridad como control, dirección, establecimiento del orden y toma de
decisiones acerca del modo de ser y hacer de los hijos. Así pues, es frecuente que
entre los padres se manifieste una constante lucha por el poder, propiciando
indefinición en los roles y, por ende, ambigüedad y debilidad de las figuras
parentales frente a los hijos.
Podemos considerar que las condiciones de vida descritas por los informantes
ponen de manifiesto los obstáculos de tipo ideológico a los que nos enfrentamos
las mujeres y los hombres hoy en día, ejemplo de esto es la actual imagen
masculina como dominante sobre la femenina, lo cual ha generado un sistema de
valores que inscribe en los sujetos estilos de vida signados por la frustración, el
sometimiento y la dependencia.
Así, la emancipación de las mujeres y las relaciones equitativas entre los sexos
quedan en buena medida confinadas al nivel discursivo, pues como lo expresan
nuestras informantes, las mujeres continúan centrando sus expectativas,
emociones, afectos y representaciones de sí mismas y del mundo en torno a su
hogar, a los integrantes del núcleo familiar y a la legitimidad otorgada por el
hombre, esto es, al ámbito privado de la vida familiar, aún cuando la existencia
femenina transcurra también en los amplios espacios de lo social, como lo es el
mundo laboral, profesional, económico y político.
En este orden de ideas, consideramos que es tarea de las instituciones fundar sus
intervenciones comunitarias, en un conocimiento capaz de incorporar la
idiosincrasia y principios de realidad propios de las comunidades. Asimismo,
deben considerarse elementos tales como la influencia de los medios de
comunicación, las medidas de control social, la cultura patriarcal y los esquemas
de pensamiento tradicional. De esta forma, se busca que los programas integren
el reconocimiento de las condiciones de vida actual, fundando en este
conocimiento la posibilidad de construir esquemas de normatividad alternativos y
dinamizando procesos de resignificación asociados con el propio sentir de los
involucrados.
En este mismo sentido, cabría fomentar críticamente una mayor adopción de los
roles femeninos por parte de los padres de familia, como por ejemplo su
participación en el cuidado de los hijos y en su formación psicoafectiva; mientras
que por otra parte, en las madres de familia debe reconocerse su apropiación de
elementos que han pertenecido tradicionalmente al rol masculino.
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Notas
1.- Se consideró como informantes institucionales a profesores, médicos, enfermeras, trabajadores
sociales, dirigentes religiosos, etcétera, residentes o que ejercieran sus funciones constantemente
en la comunidad.
2.- Se consideró como informantes comunitarios a jefes de manzana, líderes informales, padres de
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familia de ambos sexos, que conviven con sus hijos entre 10 y 18 años de edad, residentes de la
comunidad en cuestión.
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