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UMSNH

Facultad de Filosofía Samuel Ramos Magaña


Ensayo “El amor en Octavio Paz y la transmutación de la persona”
S.A.T. VII Octavio Paz
Edgar Oliver Lorenzana Medina

La elección del tema del amor para este ensayo puede parecer en un primer momento
ingenua y poco pertinente en un contexto crítico de violencia social, política globalizada
y catástrofe ecológica. Es decir, puede parecer que este tema tiene poca o nula
importancia práctica en la actualidad ya que la concepción del amor contemporánea,
cuando no es una idealización utópica en sentido peyorativo e infantilizada, una
proyección de las expectativas forjadas a expensas de la experiencia directa, se vuelve
un artilugio críptico, un mecanismo de poca importancia que nada nos dice, pues.
Inmerso y empapado en esta situación me topo con Octavio Paz y su libro “la llama
doble” donde despertó mi interés no tanto la historia del surgimiento y evolución del
amor como su relación fundamental a propósito del contexto antes descrito. El cómo
hemos llegado aquí cede el paso a la pregunta de qué hacer para remediar nuestras
vicisitudes actuales y es de capital importancia reconocer entonces la relación que existe
entre el socavo de la noción de amor gracias entre otras cosas a la actitud científico-
técnica del mundo occidental (ahora global) que promulga un pansomatismo decrépito y
la progresiva deshumanización de la actual sociedad humana.
El ensayo de Octavio Paz se centra en la relación entre sexo, erotismo y amor, desde la
perspectiva histórica hasta la inmediatez de la vida cotidiana. Para entender de qué
manera afecta tan radicalmente este socavamiento conceptual a nuestra cultura es
preciso puntualizar primero de qué estamos hablando. ¿Qué es el amor? o bien, ¿qué es
el amor para Paz?
Este autor hace la distinción entre la sexualidad animal y el erotismo: “El erotismo es
sexualidad transfigurada: metáfora. El agente que mueve lo mismo el acto erótico que al
poético es la imaginación. Es la potencia que transfigura al sexo en ceremonia y rito, al
lenguaje en ritmo y metáfora. La imagen poética es abrazo de realidades opuestas y la
rima es copula de sonidos; la poesía erotiza al lenguaje y al mundo porque ella misma,
en su modo de operación es ya erotismo. Y del mismo modo: el erotismo es una
metáfora de la sexualidad animal. Como todas las metáforas designa algo que esta más
allá de la realidad que la origina, algo nuevo y distinto de los términos que la
componen.1”.
El acto sexual es un soliloquio cuyo único tema es la reproducción. El erotismo es la
praxis del sexo que suspende la finalidad originaria de la función sexual. En la
sexualidad, el placer es siervo de la procreación; en los rituales eróticos el placer es un
fin en sí mismo o tiene fines alternos a la reproducción.
Antes de seguir adelante me parece pertinente introducir para una posible aclaración
posterior, la noción de Nietzsche al respecto del origen metafórico del lenguaje.
La definición de Nietzsche de la palabra consiste en transponer una excitación nerviosa2
a una imagen (primera metáfora) y de ahí transformar la imagen en sonido articulado
(segunda metáfora), transposición que carece de causalidad alguna pues lo que une a
una esfera con otra no es la necesidad en sentido estricto, sino más bien la fantasía pues
el motor que mueve la metáfora es la creatividad ya que se trata (la metáfora) de la
expresión de una idea por el signo de otra. Es decir, es un ejercicio de la imaginación
que se ve atemperado por la adecuación al uso, el convencionalismo y el contexto socio-
histórico. Kantianamente nos recuerda que la enigmática X de la cosa en sí se presenta
primero como excitación nerviosa, después como imagen y finalmente como sonido
articulado; razón de más para decir que en su origen, el lenguaje no sigue un proceso
lógico.
Esta distinción me parece que puede servir para recalcar la noción de erotismo en Paz
ya que es “metáfora de la sexualidad animal” y por lo mismo, ya que esta mediado por
el lenguaje, no es solo sexo sino que ha sido transfigurado de alguna forma digamos,
poética.
Paz atiende a la relación de la poesía con el lenguaje, que es semejante a la del erotismo
con la sexualidad. También en el poema, el lenguaje se aleja de su fin original:
comunicación. La poesía pone entre paréntesis la comunicación como el erotismo la
reproducción.
Es evidente la necesidad de discernir al amor, propiamente dicho, del erotismo y de la
sexualidad. La relación entre ellos es tan inextricable que resulta fácil confundirlos. El
acto erótico se desprende del acto sexual: es sexo y algo más. Sexo, erotismo y amor
son epifenómenos de la vida. El más antiguo de los tres y el más amplio y básico, es el
1
Octavio Paz, La llama doble. Seix Barral, Barcelona España, 1993, Pág.10
2
Debido entonces a que se trata de la percepción de algo absolutamente subjetivo la pregunta de
Nietzsche: “¿cómo podríamos legítimamente decir: la piedra es dura, como si conociésemos lo “duro” por
otros procedimientos y no simplemente como una excitación totalmente subjetiva?” resulta de lo más
pertinente.
sexo. Aún así, es tan solo parte de un reino aun más grande: la materia animada. A su
vez, la materia viva es sólo una parcela del universo.
El erotismo y el amor son formas ramificadas de la sexualidad animal por lo cual se
puede decir que abandonan el tronco en direcciones tan distintas (sublimaciones y
perversiones por poner un ejemplo) al punto de transformar la sexualidad, desafiando el
conocimiento conceptual.
Ahora bien, el próximo paso es detenernos en las fronteras entre sexualidad y erotismo.
El erotismo es exclusivamente humano: es sexualidad socializada y transmutada por la
imaginación y la voluntad. El erotismo es invención, variación incesante; el sexo es
siempre el mismo. Los animales se acoplan siempre de la misma manera; los humanos
se miran en el espejo de la universal copulación animal; al imitarla, la transforman y
transforman su propia sexualidad. Aterradora y prodigiosa monotonía que se vuelve en
el humano aterradora y prodigiosa variedad.
Paz menciona que entre la sexualidad animal y el erotismo humano, estriba la insalvable
distancia de la imaginación ya que en el erotismo humano uno o varios de los
participantes puede ser un ente imaginario. En todo encuentro erótico hay un personaje
invisible y siempre activo: la imaginación, el deseo. Más lejos aún, la perspectiva del
psicoanálisis lacaniano afirma que hay sexualidad pero no hay relación de los sexos, lo
cual no se refiere al acto de cópula (o como dice Octavio Paz acoplamiento) sino a la
relación de las posiciones sexuales, por lo cual no hay relación directa, sin mediaciones
a través del lenguaje entre la posición sexual masculina y femenina. El Otro del
lenguaje es el tercero que media entre ellos; en efecto, la relación instintiva se terminó
desde que la sexualidad esta marcada por el “significante” (que viene a entronizar el
orden simbólico y la ley de la cultura, que regula la sexualidad y el linaje entre sujetos).
El mentado orden simbólico carece de la proporción adecuada de las partes a un todo
por lo cual no hay un significante de la mujer que corresponda simétricamente a
hombre.
“De ello se colige que la relación sexual entre hombres y mujeres no puede ser
armoniosa. El amor es una ilusión que por un tiempo aspira a reemplazar la ausencia de
armonía entre los sexos (sea en el sentido mítico como en El Banquete o en el
psicoanalítico según Balint, como amor genital). Y es que las pulsiones no se dirigen a
una persona total sino hacia objetos parciales, por lo que sólo hay relación entre dos
sujetos y un objeto parcial. Para el hombre el objeto a, objeto causa del deseo, ocupa el
lugar de la compañera faltante, produciendo el fantasma, la relación de conjunción-
disyunción (relación analógica, poética, según Octavio Paz) del sujeto con el objeto de
su deseo (la mujer solo existe para el hombre como objeto de su fantasma, causa de su
deseo, pues la mujer para el hombre sólo puede funcionar sexualmente como madre)3”.
De hecho Paz menciona que “sólo podemos percibir a la mujer amada como forma que
esconde una alteridad irreductible o como substancia que se anula y nos anula 4”.
Metafóricamente me parece comprensible que la segunda percepción de la mujer amada
concuerda más con el discurso psicoanalítico citado, ya que se relaciona a lo que Paz
reconoce en la novela de James Joyce Ulises sobre el personaje Penélope-Molly. “La
mujer de Bloom es todas las mujeres o, más bien, es la mujer: la fuente perennal, el gran
coño, la montaña madre, nuestro comienzo y nuestro fin5”.
El hecho subsistente de que el lenguaje medie metafóricamente el acto sexual y lo
convierta en erotismo tiene que ver con nuestra abscisión de la “naturaleza” tal como la
conocemos ejemplificada en la sexualidad animal, es decir dominada por el instinto.
La especie humana padece una insaciable sed sexual (producto del calor que emana la
llama de la sexualidad animal) y no conoce, como los otros animales, períodos de celo y
de reposo. Una de las particularidades del ser humano como ser vivo queda expuesta al
examinar su sexualidad ya que no dispone de una regulación fisiológica y automática.
El erotismo es represión y es licencia, sublimación y perversión. La función primordial
de la sexualidad queda subordinada a otros fines, unos sociales y otros individuales. El
erotismo defiende a la sociedad de los asaltos de la sexualidad y al mismo tiempo niega
la función reproductiva. El erotismo como metáfora sublimada de la sexualidad animal
es un escudo del misterio de lo real del sexo. Sometidos a la descarga sempiterna del
sexo, los humanos inventaron un pararrayos: el erotismo. Al hacerlo su creación ha sido
equívoca como es acostumbrado pero ahora sirve a la sociedad como proveedora de
vida y muerte. El desprendimiento del erotismo a propósito de la sexualidad es también
un regreso: los involucrados vuelven al mar sexual y se mecen en su oleaje infinito y
apacible recobrando la inocencia de las bestias. Lo cual es bastante curioso pues
justamente el lenguaje ha provocado la abscisión, luego sirve de escudo frente a lo real
inefable y finalmente sirve de puente para retornar a lo real pero ahora con la
posibilidad de vivir en la antes intolerable intensidad de su presencia.
En el capítulo “Eros y Psiquis” Octavio Paz nos dice que de las primeras apariciones del
amor en sentido estricto una de ellas es el cuento que lleva el nombre del capítulo, el
3
Rosario Herrera Guido. Poética del Psicoanálisis. Siglo XXI, México DF, Pág. 107-108
4
Octavio Paz, La llama doble. Seix Barral, Barcelona España, 1993, Pág.205
5
Octavio Paz, La llama doble. Seix Barral, Barcelona España, 1993, Pág.31
autor es Apuleyo. Es la primera historia de un dios enamorado de un mortal en la cual
figura la atracción por el alma de la persona amada. La presencia del alma en una
historia de amor es un eco platónico6 y lo mismo la búsqueda de la inmortalidad
conseguida por Psiquis, al unirse con una divinidad. En el mito, Psiquis castigada por su
curiosidad –ser esclava y no la dueña de su deseo- tiene que descender al reino de Hades
y Perséfone, reino de los muertos pero también de raíces y gérmenes: promesa de
resurrección. Pasada la prueba, Psiquis recobra su amante: Eros.
La transgresión, el castigo y la redención son elementos constitutivos de la concepción
occidental del amor.
Ante todo, debe distinguirse entre “sentimiento amoroso” y la “idea del amor” adoptada
por una sociedad y una época. El primero es ubicuo y pancrónico7; en su forma más
simple e inmediata no es sino la atracción pasional que sentimos hacia una persona entre
varias. Amor es la misteriosa inclinación pasional hacia una sola persona, es decir,
transmutación del “objeto erótico” en sujeto libre y único.
Por otra parte, la idea del amor cambia con tiempo y lugar, el ejemplo expuesto es la
diferencia fundamental que encuentra Paz a propósito de la idea del amor en Oriente y
Occidente; en el primero el amor fue pensado dentro de una tradición religiosa por lo
cual no fue autónomo sino derivación doctrinal, el amor fue vivido y pensado dentro de
la religión; pudo constituir un pecado, pero nunca ser una herejía. En Occidente, la
filosofía del amor fue concebida y pensada fuera de la religión oficial y a veces frente a
ella, retándola. El amor occidental es hijo de la filosofía y del sentimiento poético que
transfigura en imagen todo lo que toca. Por eso ha sido para nosotros un culto.
Asimismo las concepciones de destino y libertad son substancialmente dispares por
parte de Occidente y Oriente. Parece ser que el amor equivale al destino en la
perspectiva de Paz sobre la concepción del amor en Oriente, al relacionarlo como
producto del karma. El amor es un destino impuesto desde el pasado. En Occidente, el
amor es un destino escogido voluntariamente, por lo cual a pesar de la fuerza de la
predestinación, para poderse manifestar, el destino necesita la complicidad de los
amantes. Destino y libertad se encuentran enlazados inexorablemente por un nudo
llamado amor.

6
La referencia viene del Fedro de Platón. Al respecto de la historia Psiquis y Eros, Pierre Grimal dice que
el alma individual (Psiquis) imagen fiel del alma universal (Venus), se eleva progresivamente gracias al
amor (Eros), de la condición mortal a la inmortalidad divina.
7
Si lo ubicuo es algo que está presente a un mismo tiempo en todas partes. Propongo que lo “pancrónico”
sería lo que se encuentra en una misma parte, presente en todos los tiempos.
El sentimiento amoroso es una excepción dentro de una gran excepción (el erotismo
frente a la sexualidad animal). No obstante, dicha excepción aparece en todas las
sociedades y todas las épocas. Las expresiones artístico-culturales a propósito de un
argumento en el cual el encuentro entre dos personas, su atracción mutua y los trabajos
y penalidades necesarios para unirse, se pueden considerar presentes en cualquier
civilización. Dicha idea del encuentro es una exigencia de dos cosas contradictorias.
Todo se resuelve en la pregunta del destino versus voluntad. Es decir, la atracción que
experimentan los amantes es involuntaria, nace de un magnetismo secreto y
todopoderoso; al mismo tiempo, es una elección.
El afán de todos los enamorados es la búsqueda del reconocimiento de la persona
amada. Reconocimiento8 quiere decir dependencia en el sentido de confesar, una
subordinación o vasallaje respecto de otro. La paradoja: el reconocimiento es un acto
voluntario. Reconocimiento de estar ante un misterio palpable y carnal: una persona. El
reconocimiento aspira la reciprocidad pero es independiente de ella. Es una apuesta que
nadie está seguro de ganar porque es una apuesta que depende de la libertad del otro.
De hecho, desde la vertiente existencialista de Sartre se puede decir que dicha apuesta
“es una empresa contradictoria condenada de antemano al fracaso. El hombre, que en el
sistema de Sartre es el «ser para sí» (conciencia) es también «ser para otro». El otro
aparece en el ámbito de la conciencia como alguien que contempla desde fuera nuestra
propia subjetividad. La fuerza de su mirada desconcierta y tendemos a hacer del otro un
objeto de conciencia, hundiéndolo en la subjetividad, para evitar sentirnos sometidos a
su mirada. Como la libertad del otro es irreductible, debemos asumir, como proyecto la
idea de hacernos amar por el otro: si deseamos poseer a los demás, no basta poseer el
cuerpo, hay que adueñarse de la subjetividad, es decir, del otro sujeto en cuanto ama.
«Amar es, en esencia, el proyecto de hacerse amar». La empresa es imposible y siempre
condenada al fracaso, porque hacerse con la subjetividad del otro es hacerse con su
libertad, y ofrecerse a la libertad del otro es constituirse en objeto, alienar la propia
libertad. Es una empresa de dioses, imposible para el hombre, y por eso «el hombre es
una pasión inútil»9”.

8
Sartre apela a la dialéctica del señor y del esclavo para explicar la necesidad que tiene la conciencia
humana de surgir por mediación -por el reconocimiento-del otro, en un proceso en que uno se siente
objeto del otro que, a su vez, sentimos como objeto nuestro.
9
“Amor”. Diccionario de filosofía en CD-ROM. 1996. Empresa Editorial Herder S.A., Barcelona.
Autores: Jordi Cortés Morató y Antoni Martínez Riu.
La paradoja del amor único reside en el misterio de la persona que se siente
invenciblemente atraída por otra persona, con exclusión de las demás. “Los poetas
también podrían haber dicho que el amor nace de una atracción involuntaria que nuestro
albedrío transforma en unión voluntaria. Esto último es su condición necesaria, el acto
que transforma la servidumbre en libertad10”. Por el puente del mutuo deseo el objeto se
transforma en sujeto deseante y el sujeto en objeto deseado. Se representa al amor en
forma de un nudo; un nudo hecho de dos libertades entrelazadas. El nudo entre libertad
y destino es el eje entorno al cual giran todos los enamorados. Al enamorarnos,
escogemos nuestra fatalidad, por lo cual la fatalidad queda libremente asumida.
Este nudo también puede representar una relación dialéctica entre la aspiración a la
eternidad y término absoluto que constantemente es negado y el reclamo de las
necesidades materiales de la existencia corporal.
La realidad de la dialéctica no es otra que la de la praxis humana, y ésta es la superación
de las condiciones materiales dadas de cara a un fin que el hombre individual libremente
se propone como un proyecto. Esta praxis, la realización del hombre como individuo, se
concreta en una sucesión de enfrentamientos entre libertad y necesidad.
El amor es atracción hacia una persona única: a un cuerpo y a un alma. El amor es
elección; el erotismo, aceptación. El erotismo es la forma visible que entra por los
sentidos y sin éste no hay amor pero el amor traspasa el cuerpo deseado y busca al alma
en el cuerpo y en el alma, al cuerpo. A la persona entera.
“El tránsito de la sexualidad al amor se caracteriza por la intervención de Psiquis. La
sexualidad es animal; el erotismo es humano. Es un fenómeno que se manifiesta dentro
de una sociedad y que consiste, esencialmente, en desviar o cambiar el impulso sexual
reproductor y transformarlo en una representación. El amor, a su vez, también es
ceremonia y representación pero también purificación, como decían los provenzales,
que transforma al sujeto y al objeto del encuentro erótico en personas únicas. El amor es
la metáfora final de la sexualidad. Su piedra de fundación es la libertad: el misterio de la
persona11”.
Una aclaración importante que hace Paz a propósito de su noción de persona es la del
alma, o como se le llame a la psiquis humana, no sólo es razón e intelecto sino también
sensibilidad. El alma es cuerpo: sensación; la sensación se vuelve afecto, sentimiento,
pasión. Es la línea que sigue el origen metafórico del lenguaje: tras un impulso nervioso

10
Octavio Paz, La llama doble. Seix Barral, Barcelona España, 1993, Pág. 74
11
Octavio Paz, La llama doble. Seix Barral, Barcelona España, 1993, Pág. 106
al cual se le adjudica una imagen y de ahí ésta se transmuta en sonido. La creatividad y
la imaginación juegan un papel fundamental para la representación metafórica.
El elemento afectivo nace del cuerpo pero es algo más que la atracción física. El
sentimiento y la pasión son el núcleo del alma enamorada.
Octavio Paz nos dice desde una perspectiva histórica que el amor humano, tal como lo
conocemos y vivimos en Occidente desde la época del “amor cortés” en el siglo XII,
nació de la simbiosis del platonismo y el cristianismo, así como de su correlato, es decir
las oposiciones. El amor humano, es decir, el amor “real” que es verdaderamente
experimentable, es imposible que niegue al cuerpo o al mundo. El amor es amor no a
este mundo sino de este mundo; está atado a la tierra por la fuerza de gravedad del
cuerpo, que es placer y muerte. Sin alma no hay amor pero tampoco lo hay sin cuerpo.
Hasta ahora los aspectos esenciales de la relación amorosa quedaron expuestos en razón
del nudo entre libertad y predestinación o entre vida mortal e inmortalidad. Octavio Paz
menciona estos tres rasgos distintivos de nuestra imagen del amor: la exclusividad,
amor a una sola persona; la atracción, que es fatalidad libremente asumida; la persona,
que es alma y cuerpo.
Hay que tomar ésta noción en cuenta cuando damos la cara hacia el futuro inminente de
la barbarie tecnológica como lo llama Paz. Este brusco cambio de perspectiva deja de
ser tan áspero cuando se considera que dicha situación ha sido provocada por dos
aspectos: la confiscación del erotismo y del amor en pos de los poderes del dinero y la
destrucción de su condición sine qua non: la persona. Nos hemos vuelto humanos
errantes en un mundo errante. Según Paz hay una relación directa entre la concepción
que reduce la persona a un mero mecanismo y los campos de concentración.
Paz nos recuerda que la modernidad desacralizo el cuerpo y la publicidad lo ha utilizado
como un instrumento de propaganda. El erotismo se ha transformado en un
departamento de la publicidad y en una rama del comercio. La pornografía y la
prostitución han asumido un carácter mecánico e institucional.
El alma ha sido subsumida por el cuerpo como epifenómeno desde la perspectiva
científico-técnica de la actualidad. Las consecuencias han sido funestas. La ciencia
comenzó por desplazar a Dios del universo; después, entronizó a la historia, ahora
coloca en su lugar al científico y al técnico, al fabricante de máquinas más inteligentes
que su creador. La imaginación religiosa concibió a un Dios superior a sus criaturas; la
imaginación técnica ha concebido a un Dios-ingeniero inferior a sus inventos. El eclipse
del alma provoca una duda ontológica sobre la persona humana.
La persona humana que había dejado el derrotero de la divinidad ahora deja de ser
resultado de la evolución natural y ha entrado en el orden de la producción industrial, se
ha vuelto una fabricación, un producto.
Octavio Paz nos invita a hacer una, en primera instancia, improbable comparación en el
sentido de que le pueda ayudar a su argumento: la hecatombe provocada por los estados
totalitarios y la inquisición; no obstante, para Paz ésta sale bien parada, ya que al menos
nunca olvidó que sus victimas eran personas: la intención, aún en los momentos más
salvajes de ciego dogmatismo religioso era matar el cuerpo, salvar el alma. Es decir,
según Paz hay una virtud moral en el sentido de la consideración del alma como
finalidad justificante de actos abyectos; tan sólo recuérdese que uno de los primeros
fundamentos para defender a los “indios” de los conquistadores españoles era que
tenían alma. ¿Defensa patética? Paz dice: defensa al fin.
La deshumanización de las víctimas, corresponde a la deshumanización de los
verdugos; los del estado totalitario no se veían a sí mismos como educadores del género
humano sino como ingenieros12. Sus cortesanos llamaron a Stalin “ingeniero de almas”.
Víctima y verdugo son palabras inexistentes en el vocabulario del totalitarismo, se
emplean más bien términos como raza o clase. Para definir esta nueva categoría política
que no encajaba con las manifestadas en el pasado, se utilizó con frecuencia el término
ingeniero en la época de Stalin. Por lo cual dice Paz que el Estado totalitario es el
primer poder desalmado en la historia.
Hegel y Marx estudiaron una variedad de deshumanización fundada en la enajenación,
en ambos casos se le hurta a la persona humana una parte de su ser, se reduce al ser
humano al estado de cosa e instrumento. Los nazis y los comunistas llevaron a su
conclusión final estos rituales de masoquismo psíquico.
“La referencia a la política al respecto del amor deja de resultar extraña al reparar que el
amor y la política son los dos extremos de las relaciones humanas: la relación pública y
la privada, la plaza y la alcoba, el grupo y la pareja. Amor y política son dos polos
unidos por un arco: la persona13”. Y prosigue: “La crisis de la idea del amor, la
multiplicación de los campos de trabajo forzado y la amenaza ecológica son hechos
concomitantes, estrechamente relacionados con el ocaso del alma. Amor y política

12
Recuérdese la polémica por la reforma educativa de la RIEMS respecto a la desaparición de la materia
de la filosofía en las preparatorias públicas, acaecida el año 2009.
13
Octavio Paz, La llama doble. Seix Barral, Barcelona España, 1993, Pág. 170
dependen del renacimiento de la noción que ha sido el eje de nuestra civilización: la
persona14”.
La palabra persona es de origen etrusco y designaba en Roma a la máscara del actor
teatral. Detrás de la máscara esta el espíritu humano, el alma o ánima. La persona es un
compuesto de un alma y un cuerpo. Según Nietzsche interpretado por Stella Accorinti
“todo lo que vivimos es humano, demasiado humano, y en esta búsqueda del origen
árjico perspectivístico de un origen desfondado, lo único que podemos hallar con
nuestra máscara es máscara. No hay piel última. No hay piel. No hay rostro verdadero,
ni rostro de la verdad15”.
La pregunta de si el alma existe o no es irrelevante en este contexto, a lo que hay que
atender es a la noción crítica de creatividad e imaginación que enlaza el origen
metafórico del lenguaje con la metaforización de la sexualidad animal. En otras palabras
encontremos o no algo detrás de la máscara lo que es evidente es que ésta existe, es
decir existe la persona. Hay que tomar en cuenta lo evidente que es que ésta no sea
solamente corporalidad por lo cual nuestras características esenciales no pueden
reducirse a epifenómenos de una noción que es incapaz de contener lo que se supone
define.
“Los científicos modernos han vuelto al problema sobre el tema de la libertad, es decir,
la predestinación y el albedrío. Stephen Hawking postuló la ahora probada existencia de
los agujeros negros, una singularidad física, en otras palabras se trata de una excepción
o accidente respecto a las leyes de espacio-tiempo que rigen nuestro universo. Esta idea
sometida a crítica rigurosa resulta inconsistente, se parece a las antinomias de Kant,
insolubles. No obstante los agujeros negros existen así como la libertad. La libertad es
una dimensión de la necesidad16”.
La solución, según Paz la encontraremos al reinventar el amor, es decir, al reinventar el
ser humano. El diálogo entre la ciencia, la filosofía y la poesía podría anticipar la
resurrección de la persona humana y por lo tanto, la reconstitución de la unidad de la
cultura.
El amor humano es la unión de dos seres sujetos al tiempo y sus accidentes: el cambio,
las pasiones, la enfermedad, la muerte. Por lo cual todo amor, incluso el más feliz es
trágico. Y aunque no nos salva del tiempo, lo entreabre para que aparezca su naturaleza
contradictoria.
14
Octavio Paz, La llama doble. Seix Barral, Barcelona España, 1993, Pág. 171
15
http://la-palabra-ha-muerto.blogspot.com/2006/02/stella-accorinti-nietzsche-y-mascaras.html
16
Octavio Paz, La llama doble. Seix Barral, Barcelona España, 1993, Pág. 164
La historia de Filemón y Baucis contada por Ovidio en el libro VIII de las metamorfosis
(un par de ancianos amantes que no quisieron hacerse inmortales aceptaron su
condición humana al someterse al tiempo y volvieron a la naturaleza para compartir las
transformaciones sucesivas de todo lo vivo) nos ofrece una lección. El amor puede ser
como en el pasado una vía de reconciliación con la naturaleza. Aunque no podamos
cambiarnos en fuentes o encinas, pájaros o toros podemos reconocernos en ellos. Por
esto, las imágenes poéticas transforman a la persona amada en naturaleza – montaña,
agua, nube, estrella, selva, mar, ola- y, a su vez, la naturaleza habla como si fuese la
persona amada.
Ahora bien, para abordar las nociones de la muerte y la apertura del tiempo en una
perspectiva más matizada me sirvo de nuevo de Sartre: “Nadie puede amar por mí, si se
entiende por ello hacer esos juramentos que son mis juramentos, experimentar las
emociones (por triviales que fueren) que son mis emociones. Y el «mis» no concierne
aquí en modo alguno a una personalidad conquistada sobre la trivialidad cotidiana (lo
que permitiría a Heidegger replicarnos que, precisamente, me es necesario ser «libre
para morir» para que un amor que experimento sea mi amor y no el amor del «Se» en
mí). Así, desde este punto de vista, el amor más trivial es, como la muerte,
irreemplazable y único: nadie puede amar por mí17”.
El tiempo es continua escisión y no descansa nunca, la escisión no se cura con tiempo
sino con algo o con alguien que sea no-tiempo. No obstante la salida se vislumbra en
algunos momentos en que el tiempo se entreabre y nos deja ver el “otro lado”. Estos
instantes son experiencia de la conjunción del sujeto y el objeto, del yo soy y el tú eres,
del ahora y el siempre, el allá y el aquí. Estos instantes no son reducibles a conceptos y
sólo podemos aludir a ellos con paradojas y con las imágenes de la poesía.
“Más allá de felicidad o infelicidad, aunque sea las dos cosas, el amor es intensidad; no
nos regala la eternidad sino la vivacidad, ese minuto en el que se entreabren las puestas
del tiempo y del espacio: aquí es allá y ahora es siempre. En el amor todo es dos y todo
tiende a ser uno18”.
Aunque esta concepción del amor puede ser tomada como análoga a la experiencia
mística hay que recordar que Paz las discierne en razón de que el amor esta dirigido
hacia una criatura mortal y la mística a un ser intemporal que encarna

17
Jean Paul Sartre, El ser y la nada, Losada, Buenos Aires 1976, traducción de Juan Valmar, Pág. 652-
654.
18
Octavio Paz, La llama doble. Seix Barral, Barcelona España, 1993, Pág. 131
momentáneamente en alguna forma. Por ejemplo, la noción de “cifra” de Karl Jaspers
puede ilustrar esta perspectiva ya que se trata de un “símbolo de la trascendencia, en el
sentido de que el mundo y las cosas del mundo constituyen un lenguaje ambiguo,
«cifrado», de lo absoluto. Todo en el mundo puede referirse enigmáticamente a lo
absoluto; falta saber interpretarlo a través de la experiencia individual. Son cifras las
formas artísticas, los mitos religiosos, los dogmas, cualquier ser humano, la misma
filosofía. Cifras y «situaciones-límite» son los dos modos como se revela la
trascendencia en el mundo, denominada también lo «envolvente», lo «abarcador», lo
«circunvalante»”19. La cifra, me parece que puede afirmarse con comodidad, esta en
cualquier cosa pero no esta en una cosa cualquiera.
Ya que hay que hacer el intento por lo menos de reinventar estas nociones (amor y
persona) propongo la metáfora de la “singularidad” del amor como portal20. Es decir,
para poder reconocernos y reconciliarnos con la naturaleza hemos de transformarnos a
nosotros mismos, la excepción de las excepciones. Un portal se define tan solo por su
actividad de transformación de la conciencia y lo que se nos revela en ese cambio es una
vivacidad que transforma el tiempo, a nosotros mismos y por extensión a la sociedad,
reencontrándonos en una relación con la naturaleza y la alteridad pero con la posibilidad
de regresar a una modalidad de relación cotidiana ya que como se ha mencionado el
amor no busca algo más allá de sí mismo.
Me parece entonces pertinente adoptar la postura de Pico Della Mirandola en un
contexto transhumanista –y debería añadir transmodernista- (puesto en medio del
mundo, libre por naturaleza y hacedor de sí mismo, adopta la forma que decide ser) a
propósito de la noción de amor y persona ya que como hemos visto la relación entre el
amor y el cambio social es mucho más fuerte y recíproca de lo que se había anticipado.

19
“Cifra”. Diccionario de filosofía en CD-ROM. 1996. Empresa Editorial Herder S.A., Barcelona.
Autores: Jordi Cortés Morató y Antoni Martínez Riu.
20
La noción fue tomada de Paul Laffoley tal como aparece en el capítulo 6 de su libro The
Phenomenology of Revelation

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