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Liderazgo en el 

aula

Revista Mexicana de Pedagogía. Enero – febrero. No. 93. 2007. México.}

Los grandes líderes nos inspiran a ir a lugares que nunca iríamos y a hacer cosas que jamás
pensábamos que podíamos hacer. 

Anónimo. 

Resumen

Desde la década de los noventa, diferentes organismos han comenzado a estudiar el papel que
debería tomar el docente en el siglo XXI; casi todos coinciden en que el rol debe ser más activo y
permitir mayor interacción con el alumno. Pero, por otro lado la sociedad demanda líderes que no
respeta y, degrada la profesión docente a un oficio en donde no se reconoce al líder pedagógico y
social. 

Desarrollo

Existen muchas definiciones de lo que es o debería ser un líder, pero la mayor parte de dichas
definiciones se enfocan al ámbito empresarial u organizacional, sin tomar en cuenta el desarrollo
humano como parte de la formación de un líder. Tenemos entonces que considerar que los
primeros encuentros con el liderazgo se tienen en la familia; los primeros dirigentes, buenos o
malos, son los padres, cuya relación mutua inculca valores, estilos y estrategias, impulsan
actividades y ponen límites de conducta. Posteriormente el individuo entra en el sistema escolar,
donde los maestros dirigen a sus alumnos, tratando de potencializar sus habilidades, para que
posteriormente sean de ayuda en la elección de una profesión u oficio.  
Por lo tanto, el liderazgo se vuelve una condición humana universal que unos individuos logran
desarrollar más que otros.  Según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua un líder es:
(Del ingl. leader, guía). Persona a la que un grupo sigue reconociéndola como jefe u
orientadora. Miguel Angel Cornejo[1] hace una distinción, un jefe y un líder son dos cosas
totalmente opuestas; para él, un jefe es aquel que piensa que la autoridad es un privilegio de
mando y un líder en cambio, piensa que la autoridad, es un privilegio de servicio; el jefe ordena, el
líder dice aquí sirvo yo; el jefe empuja al grupo y el líder va al frente comprometido con sus
acciones. He de mencionar de manera personal, que aunque no coincido del todo con las ideas de
Cornejo, ésta en particular acerca del líder me hace reflexionar sobre el papel del docente en el
aula. 

Los gobiernos, las autoridades educativas y la sociedad exigen líderes y personas integrales, pero
eso no se logra sin tener en las aulas líderes; las corrientes educativas que actualmente están
adoptando los sectores educativos, están  encaminadas a que el papel del profesor sea más activo
dentro del aula. Actualmente y retomando a Cornejo podemos decir que, tenemos más jefes en
todos los ámbitos de la administración educativa, desde el Secretario de Educación hasta el más
sencillo de los docentes. Tenemos personas que imponen, mandan y ordenan a veces sin la
mínima pizca de sentido común y lo peor sin los mínimos conocimientos de lo que debería ser la
educación. En la educación se tienen hombres y mujeres con poder y autoridad, pero hay escasos
líderes. 

El informe Delors[2], comenta que la fuerte relación que se establece entre el docente y el alumno
es la esencia del proceso pedagógico; señala además que para los alumnos que todavía no
dominan los procesos de reflexión y de aprendizaje, el maestro sigue siendo insustituible y una
imagen con quién identificarse, incluso a quién admirar. El docente se vuelve por la cantidad de
tiempo que pasa los alumnos en la escuela en una figura fundamental no sólo en la adquisición de
conocimientos y desarrollo de habilidades; también en la formación de ideas y pensamientos. 

Por otro lado, tomando las ideas de Alexander Ortiz[3], donde hace un análisis del papel del
docente y de un líder pedagógico, comenta que la diferencia entre docente y líder pedagógico
radica en el origen de la autoridad de cada uno, ya que ella constituye la premisa de la relación
dominio – subordinación. La autoridad del docente proviene de los niveles superiores en la
institución educativa, en relación con el nivel que ocupa respecto a los estudiantes. Es autoridad
oficial. La autoridad del líder pedagógico proviene siempre de los estudiantes con los cuales
interactúa y con quienes comparte su posición, normas y valores. Es autoridad moral. Por lo que
entonces nos encontramos con que la figura más aceptable para hacer agradable el proceso
enseñanza – aprendizaje es la del líder pedagógico. 

Por ende, se puede decir que el concepto de líder pedagógico siempre implica la existencia de un
determinado vínculo entre el docente y los estudiantes, caracterizado por la existencia de una
ascendencia más o menos estable del profesor sobre sus educandos, donde tal ascendencia
resulta mayor que la que posee cualquier otro docente sobre el grupo de estudiantes. Se debe
subrayar, además, que el atributo más diferenciable en el líder pedagógico, es decir, su autoridad,
proviene de un acuerdo voluntario y tácito entre el docente y los estudiantes. La condición de un
profesor como líder pedagógico dentro de un colectivo docente descansa en la autoridad moral o
real que éste ostenta ante el grupo de estudiantes. Por tanto, no tendría sentido pensar que tal
atributo puede ser adjudicado desde fuera o autoadjudicado por algún docente.  

La esencia del liderazgo pedagógico está en aumentar la influencia educativa (autoridad) sobre los
estudiantes por encima del nivel de obediencia mecánica a las órdenes rutinarias venidas de la
institución educativa. Líder pedagógico es el docente, liderazgo es el propio proceso que desarrolla
el docente que es líder. Liderazgo pedagógico es el proceso de ejercer una influencia mayor que lo
que permite la estructura de dirección u organización de la institución educativa, hasta lograr que
los estudiantes también sean líderes.  
Lo anterior es explicado de una forma más sencilla por Jaime Grinberg[4], que presenta a un líder
educativo que debe poseer el entendimiento, el conocimiento, la visión, los hábitos de pensamiento
y acción, la disposición de indagar, cuestionar y problematizar, la inclinación a tomar riesgos, a
experimentar y evaluar consecuencias; tener las habilidades para crear espacios y prácticas que
sean cuidadosas, dedicadas, respetables, respetuosas, confiables, estimulantes, preocupadas, y
que contribuyan a desarrollar comunidades de aprendizaje donde se favorezcan la democracia, la
equidad, la diversidad y la justicia social. 

Por lo que para Grinberg, el liderazgo educativo es la capacidad de articular, conceptualizar, crear
y promover espacios y posibilidades para un cambio crítico y efectivo de las condiciones que
inhiben el mejoramiento de todos y para todos. El líder educativo es aquél que tiene la habilidad, en
un sentido foucaultniano[5] de problematizar prácticas y propuestas de reformas que son dadas por
sentadas, que no son cuestionadas, y que presentan muchas veces lógicas internas basadas en
principios que si bien mantienen una ilusión científica, tienden a generalizar supuestas soluciones,
ignorando la complejidad de las condiciones locales, contextuales y contingentes. 

El líder educativo debe ser también, un visionario que sueña solo y con otros, un pragmatista que
evalúa con cuidado las consecuencias de sus acciones. Debe tener un hábito indagador,
investigador, debe ser un constante estudioso de la escolarización, de la enseñanza y del
aprendizaje, con un espíritu aventurero y una actitud humilde. Un líder educativo en el nuevo
milenio es, en esencia, un practicante sofisticado. Un docente preocupado que se pregunta como
Freire[6] sugería, a favor de quién o de qué estamos educando. Un buen liderazgo demanda la
creación de condiciones que aseguren una participación amplia, constante y prolongada. Esto
incluye respeto, escuchar, intercambio, posibilidad de que todos enuncien sus perspectivas
eliminando lo más posible las diferencias que surgen por razones de edad, de género, de nivel
educativo, de cultura, de etnia, de habilidad, entre otros aspectos. 

Quizá lo que estoy planteando sea considerado un ideal, pero de algo que si estoy convencida es
que la figura docente debe ser reivindicada al papel de líder moral de una sociedad sedienta de
guías, conocimiento y cultura, que a su vez rebaja la profesión más noble a un oficio vergonzante y
sin mérito alguno. Recordemos que las naciones se hicieron precisamente porque hubo personas
dispuestas a enseñar y transmitir lo que sabían – bueno o malo -, pero casi siempre con la
intención de mejorar la calidad de vida de su entorno. La gran fuerza de los docentes es la del
ejemplo que dan al manifestar su curiosidad y su apertura de espíritu, y mostrarse dispuestos a
someter a la prueba de los hechos sus hipótesis e incluso a reconocer sus errores. Su cometido
ante todo es el de transmitir la afición al estudio. Por lo que eso los convierte en líderes.

[1] Colegio de graduados en alta dirección. www.cornejoonline.com. México. Noviembre. 2005[2] Delors J. La educación
encierra un tesoro. UNESCO. 1996

[3] Ortiz Ocaña Alexander Luis. Centro de Estudios Pedagógicos y Didácticos (CEPEDID). Barranquilla. Noviembre. 2005.

[4] Grinberg Jaimer. Desafios y posibilidades para el futuro de la educacion.  El papel del docente lider. Primer Coloquio
Universidad Torcuato Di Tella – The University of New Mexico: ”El rol del docente en la escuela del nuevo milenio”. Octubre.
1999.

[5] El autor hace alusión a los discursos sobre el poder de Michel Foucault

[6] En su libro “Cartas a quién pretende enseñar” como en muchos otros, Freire se pregunta siempre por el objetivo de la
educación y a favor de quién debe estar.
Liderazgo docente en las aulas
Enviado por Benedicto González Vargas el 19/10/2007 a las 10:54

Hace once años se inició la Reforma Educacional en Chile, buscando


generar un nuevo modelo educativo. Un modelo donde no solo algunos
contenidos cambiaran sino que, fundamentalmente, se esperaba que
cambiara también la relación entre profesor y alumno, pasándose desde una
en la cual el docente ostentaba la iniciativa y protagonizaba la acción
pedagógica, hasta otra en la que se espera que sea el estudiante el que
asuma su propio aprendizaje en una relación donde se pone más énfasis en
el aprendizaje que en la enseñanza.
Así las cosas y entendiendo el nuevo trato en el cual se esperaba que los profesores fueran
capaces de sacar lo mejor de sus estudiantes, no fueron pocos los que esperaron que la
escuela repitiera los procesos de liderazgo empresarial como si el docente fuera un gerente
que tuviera que obtener el máximo de productividad de sus funcionarios. Quienes
extrapolaron literalmente el ejemplo, bien pronto comprendieron que no podía replicarse y
que el método termina en un fracaso profundo. Peor aún, estos fracasos entregan cada día
más argumentos, a manera de casuística, a quienes vieron en la reforma una amenaza y en
el objetivo de cambiar de la autoridad al liderazgo docente, una insensatez.

Pero, en lo personal, soy un profundo convencido de que el docente debe ser un líder en su
aula, pues tiene la obligación moral de buscar las actividades significativas que
desencadenen aprendizajes y reconocer y encontrar las formas de aprender de cada uno de
sus alumnos. Debe también, por lo demás, como en todas las actividades profesionales,
hacerse responsable de los resultados académicos que obtiene. Es verdad que hay otros
factores que tal vez como profesores no podemos controlar, como lo es la familia, por una
parte, y la disposición que tengan los estudiantes en el aprendizaje, pero seguramente en un
fracaso escolar los análisis no deben detenerse ahí. ¿Asumen los profesores su
responsabilidad ante el hecho de que alguno de sus alumnos no aprenda? No, casi nunca.
No se asume en lo personal y, a menudo, las instituciones tampoco lo piden. Es una de las
pocas profesiones en que el fracaso en la labor encomendada es responsabilidad de otros.
¿Está esto bien? Ciertamente que no, pero la Responsabilidad en Educación es un tema que
espero abordar pronto. Por ahora, pretendo referirme al liderazgo que todo docente debe
tener en el aula, para ello hay que primero señalar que deben reconocerse por separado dos
conceptos que, lamentablemente, en muchas evaluaciones educacionales a profesores
suelen confundirse: Gestión y Liderazgo. Ambos necesarios, importantes y
complementarios, pero distintos.
Lo primero que debe tener un docente líder para sus alumnos es una alta expectativa en
ellos, en sus talentos y aptitudes, en creer verdaderamente que ellos pueden alcanzar
grandes logros. Un docente líder es aquel que se compromete a fondo profesionalmente y
busca y utiliza todos los mecanismos que le permitan alcanzar la meta colectiva e
individual de los alumnos a su cargo.
Un interesante estudio (1) de Waters, Marzano y Mc Nulty (2003 ) reconoce 21
responsabilidades asociadas al liderazgo docente, vale la pena conocerlas:
- Cultura
- Orden.
- Disciplina.
- Recursos.
- Currículo, Enseñanza, Evaluación.
- Enfoque.
- Conocimiento del Currículo y Enseñanza y Evaluación.
- Visibilidad.
- Estímulo cotidiano.
- Comunicación.
- Relaciones con el entorno.
- Incorpora / Participa.
- Afirmación.
- Relaciones.
- Agente de cambio.
- Optimizador.
- Ideales / Creencias.
- Monitores / Evaluadores
- Flexibilidad
- Conciencia de la situación.
- Estimulación intelectual.
No alcanzo ahora a referirme por separado a cada uno de estos aspectos, pero los abordaré
en un artículo próximo, sin embargo, me parece, la mayoría de estos conceptos nos hablan
por sí solos y nos hacen plantearnos hasta qué punto estamos siendo verdaderamente líderes
en nuestras aulas. Un liderazgo docente, eficiente y oportuno, no solo provocará
sustanciales cambios en el aprendizaje de nuestros estudiantes, sino que, además,
posibilitará positivos cambios al interior de las unidades educativas, cambios que rescaten
lo mejor de la cultura de una institución y las proyecten en el tiempo y el desarrollo con los
cambios necesarios para potenciar esas fortalezas y dejar atrás las debilidades.
Si queremos una verdadera Educación para el Emprendimiento necesitamos líderes en cada
sala de clases. Líderes capaces de generar preguntas significativas, motivadoras y
desencadenantes. Solo así estaremos dando soluciones reales y concretas a los problemas
de calidad de la educación, pertinencia de la enseñanza, significación de los contenidos,
desarrollo de habilidades útiles para el siglo XXI y todo el conjunto de temas que marcan la
diferencia entre una educación formal útil para el futuro de nuestros niños y jóvenes y una
anquilosada en el pasado, incapaz de ser un aporte a la sociedad de la que forma parte

Notas:

(1) Estudio realizado en 2003 que requirió la revisión de estudios de casi 1.100.000
estudiantes, 14.000 docentes y casi 3.000 colegios.

Temas Relacionados:
En la búsqueda de un liderazgo significativo

Hoy, más que nunca se necesita con urgencia un


verdadero liderazgo docente en las aulas que sea
capaz de cambiar el modelo arcaico con el que
estamos haciendo clases, por uno moderno y
significativo. De la inmovilidad de los contenidos
sacralizados, a la dinámica movilidad de generar
interrogantes significativas que desencadenen
búsquedas del conocimiento. Por eso pienso que el
docente no puede ejercer un liderazgo real si no
asume verdaderamente esta tarea comprendiendo, en
primer lugar, que los paradigmas antiguos deben caer y que lo único
de ellos que debe mantenerse es su compromiso con la profesión y, por ende, con sus
alumnos.

El tinglado valórico debe estar, como siempre, muy firme, porque la dedicación al trabajo,
la honestidad, la responsabilidad, el orden, el respeto, la tolerancia, la generosidad, el
trabajo en equipo y tantos otros que nos empeñamos en desarrollar en nuestros niños y
jóvenes, nunca pasarán de moda. Más aún, hoy más que nunca deben estar presentes.
No es posible, sin embargo, construir ningún liderazgo docente desde la tranquila seguridad
de las respuestas validadas durante tanto tiempo por el uso. Un profesor que no se cuestiona
a diario y que no genera cuestionamientos en sus alumnos, podrá quizás ejercer una
docencia algo anticuada y aparentemente útil, pero malamente podrá ejercer liderazgo. Y,
por cierto, está muy lejos de hacer algo por cambiar la sociedad.
¡Cuántas cosas debemos cambiar nosotros primero como docentes!, Juan garza Treviño, del
Instituto de Valores Éticos del Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey,
ha señalado los siguientes:
La improvisación. “ Es un talento nacional que se refleja en la cultura. Necesitamos
aprender el valor del método, por lo que en el aula se deben enseñar metodologías” .
La visión de corto plazo. “No tenemos una dimensión de futuro, muchos no tenemos un
proyecto de vida”.
La excusitis. “Somos creativos para inventar excusas para todos”.
La pérdida de tiempo. “No nos damos cuenta de que es un recurso no renovable ni
acumulable”.
La velocidad de respuesta. “Necesitamos aprender a hacer las cosas pronto y de buenas”.
La subjetividad. “Aprendemos muchas cosas, pero no las compartimos. Esto impide
crecer”.
Imposible estar en desacuerdo con él. Es más, la realidad que el vislumbra en su país no es
distinta de la que tenemos en Chile o en el resto de Latinoamérica.
¿Y entonces?
Debemos cambiar nosotros como docentes, debemos superar estos problemas y debemos
entender que el mundo del futuro, en el que vivirán nuestros actuales alumnos, será
esencialmente cambiante.
Las tecnologías digitales de la información llegaron para quedarse y no podemos esconder
la mirada para ignorarlas. No podemos seguir pensando que pertenecen a dominios
distintos de los nuestros, porque nunca más las ciencias, ni las artes, ni la religión, incluso,
serán iguales a como las conocimos. Las ventanas están abiertas al mundo y nuestros
alumnos, seguramente, saben bastante más que nosotros en algunas áreas.
Vuelvo a repetir la pregunta: ¿Y entonces?
Creo que la única posibilidad de ejercer un verdadero liderazgo docente es bajar del
pedestal autoasignado que nos da el cartón de profesor y enfrentar a nuestros aprendices
con la mirada limpia y honesta del que sabe que buscando ha de encontrar.
En Atinachile decimos “Queremos una escuela que nos enseñe a hacer preguntas” y una
escuela así será una escuela líder. Un docente que entregue más preguntas que respuestas,
que se cuestione permanentemente, que esté dispuesto a aprender cada día y a transmitir
eso a sus educandos, que tenga en alta estima los talentos de sus estudiantes y por ello tenga
una alta expectativa de ellos, que esté dispuesto a ser creativo y a generar creatividad, que
transmita a sus estudiantes la pasión por la vida y por la búsqueda de oportunidades,
probablemente sea incapaz de entregar recetas docentes (que tanto nos gustan a los
profesores), pero de seguro estará en camino de un liderazgo auténtico o, como me gusta
decirlo, de un liderazgo significativo.

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