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Monseñor FELIX HENAO BOTERO

T R A T A D O DE LOGICA

K A A
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UPB A

E d i t o r i a l
"UNIVERSIDAD PONTIFICIA BOLIVARIANA"
Midal ín - Colombia
Universidad Pontif. Bolivarian
*M! C M L V I
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Ó TV W ^ ' ^ ' A .vrrtttS POUVARAMOS


Inst. de Administración
OMiVlSf^O
IMPRIMATUR
TIBERIUS, Archiepiscopus Medellensis

D i e XVII februarii A. D. MCMXL

NIHIL OBSTAT
Gulielmus Gómez, Cationicus Censor

Die XVII februarii A. D. MCMXL


A D V E R T E N C I A S

Esta obra, fruto de la experiencia relizada sobre un am-


biente de estudiantes, eclesiásticos o universitarios, durante
treinta años, se propone interesar a los alumnos por la Filoso-
fía y llevarles al ánimo la idea de que todos los acontecimien-
tos y estudios tienen nexos imprescindibles con ella.
Hemos querido suprimir lo que consideramos propio de
especialización y nos hemos propuesto la tarea de darles a co-
nocer esa cadena de pensadores y pensamientos relativos a la
Lógica, desde Sócrates y Platón hasta Husserl y Maritain, a
fin de realizar modestamente el lema "Nova et Vetera".
El mundo actual lucha en tres campos: el marxista des-
tructor; el kantista laico y el que, siguiendo a Santo Tomás,
llega hasta León XIII y Billot. Nosotros, tomistas por forma-
ción y convencimiento, creemos honradamente servir a nues-
tra causa exhibiendo las teorías contrarias con absoluta hones-
tidad y refutándolas sin dejar de reconocer por ello lo ver-
dadero que encierran o el mérito de sus autores.
Hemos creído necesario extendernos sobre Kant cuyo in-
flujo continúa en el mundo científico, constitucional y filosófi-
co; y en la inducción para reinvindicarla como creación de la
ESCUELA, asunto éste no siempre esclarecido por los mis-
mos tratadistas de nuestro lado.
El mérito puede estar en ser adaptada a nuestro medio.
Ni todo lo antiguo ni sólo lo nuevo: no creemos estar equi-
vocados al decir que la escolástica es la filosofía que convie-
ne a Colombia y entienden los universitarios.
Hemos procurado, en la segunda edición que hoy aparece,
esclarecer puntos obscuros y llenar lagunas. Nos pareció con-
veniente dar a conocer someramente las doctrinas recientes,
pasajeras pero importantes. Hicimos una síntesis de la doctri-
na del conocimiento según Santo Tomás, que se echa de me-
y /
—5 — omi;-:
\\
1
AUTORES «CHIVARIAMOS fc ^
MONSEÑOR F É L I X H E N A O BOTERO

nos en no pocos tratados de Lógica. Finalmente, en la meta-


física de la historia expusimos mejor el concepto providencia-
lista de la misma.
Agradecemos a los colegios y universidades que nos han
honrado aceptando el libro como texto.
TERCERA EDICION

Hemos clarificado algunas nociones obscuras y añadido


gráficos y ejemplos para hacer más comprensible la Lógica.
Agotadas las dos primeras ediciones, publicamos la terce-
ra para conmemorar el vigésimo aniversario de la fundación
de la Universidad Pontificia Bolivariana.
Hemos recibido estímulo de todo el país; de España, Mé-
xico, Argentina y Chile, tanto de Prelados como de universi-
dades, seminarios, colegios y revistas. Nuestro sincero y emo-
cionado agradecimiento.
EL AUTOR
INTRODUCCION A LA FILOSOFIA

Actualidad de la filosofía. — El estudiante que llega por


primera vez al estudio de la filosofía, trae generalmente un
concepto demasiado brumoso o inadecuado respecto a la im-
portancia, a la actualidad y trascendencia de los estudios filo-
sóficos. No pocos jóvenes han oído despreciar la filosofía en
discursos parlamentarios o en folletines de moda; otros se i-
maginan que solamente los eclesiásticos deben estudiar tal a-
signatura; quiénes conceptúan que esta edad nuestra no está
para las lucubraciones de la metafísica ni para emplear el
tiempo en una gimnástica intelectual, buena para los tiempos
en que no existían los adelantos de la mecánica, de la física,
de la química y de la biología. De ahí que sea preciso decirle
al alumno desde la primera clase, cómo es importante y ac-
tual el conocimiento de lo que los filósofos antiguos y con-
temporáneos han dicho acerca de los más graves problemas
que vienen agitando el pensamiento humano.
Un estudiante de bachillerato no puede desentenderse de
las luchas sociales, ideológicas, políticas, universitarias y aca-
démicas que acontecen actualmente en la vida humana. Pero
es lo cierto que quien desee darse cuenta sobre un régimen
totalitario y sus conveniencias y peligros; sobre un régimen
corporativo y sus aplicaciones al mundo moderno; sobre un
régimen marxista y la razón de ser de su materialismo; o a-
cerca de las distintas concepciones de la democracia, tendrá
indispensablemente que adquirir nociones filosóficas relativas a
la familia, al Estado, a la propiedad, a los derechos de las es-
cuelas y universidades, de los sindicatos y de las asociaciones
gremiales.
Además, el estudiante de hoy sabe prácticamente que des-
de su ingreso a la universidad se le hacen test para calcular
su capacidad nemotécnica, su facilidad de atención, la perspi-
cacia de su espíritu. Y esos test evaniun son un resultado de
la psicología experimental, que es una parte de la filosofía.
^ —7—
AUTCKE5 POUVAWANOS
UNIVERSIDAD PONTIFICIA BOLIVARIANA
MONSEÑOR FÉLIX HENAO BOTERO

Otras veces, los padres de familia tienen que dar datos


precisos de toda la historia del niño o del joven desde que
fueron concebidos, en el día del nacimiento, en los primeros
días de la infancia; porque una concepción defectuosa o tara-
da, una gestación en medio de zozobras maternales, un alum-
bramiento prematuro o lleno de dificultades, deficiencias del
sistema glandular, en la nutrición, en el ambiente familiar,
tienen un influjo a veces desastroso en la posterior evolución
de la inteligencia y de la voluntad. Ahora bien: los lazos que
tiene la biología con la filosofía son tan estrechos que ni el
naturalismo del siglo pasado, ni el laboratorio positivista pu-
dieron romperlos. La filosofía enseña la honestidad de las cos-
tumbres, la trascendencia del matrimonio, el origen de la vi-
la, los derechos del niño, las obligaciones paternas, el influjo
del medio familiar, de la educación religiosa, etc., por lo cual
^os higienistas contemporáneos están aceptando hasta con pla-
cer espiritual el principio del gran pedagogo belga Hovre:
"Nadie es biólogo si no es filósofo y teólogo" (1).

La historia y la geografía no pueden prescindir en mane-


ra alguna de los principios filosóficos. Un comunista dirá que
la historia obedece solamente al factor económico; un positi-
vista como Taine enseñará que el medio ambiente determina
físicamente el acontecer de los hechos humanos; un diletantis-
ta como Renán afirmará que la historia es una mentira con-
vencional; y un católico demostrará que no obstante el influ-
jo del factor económico, del medio ambiente y de la heren-
cia, presiden los destinos humanos la Providencia divina y la
cooperación de la libertad individual y social. Tanto la geo-
metría como la antropogeografía tienen que saber el por qué
de ciertos cambios en fronteras territoriales, de numerosas in-
vasiones efectuadas en los distintos continentes, del influjo
que tuvo determinada religión o una especial filosofía sobre
la constitución de un imperio, la desmembración de una pa-
tria o la demarcación territorial de un pueblo independiente.
Y esa búsqueda de causas pertenece a la filosofía unas veces
y otras a la sociología, que se nutre de principios filosóficos
o no es sociología. . • Vv
En el mismo año en que el estudiante empieza, la filoso-
fía se empeña en iniciar o profundizar conocimientos sobre
química, física o matemáticas. Ahora bien: las nociones de mo-

1) — "Nemo biologus nisi philosophus, nisi teologus".


TRATADO DE LÓGICA

vimiento, espacio, tiempo, dimensión, unidad, límite, etc., que


son imprescindibles y básicas en la física, se enseñan en filo-
sofía; los conceptos sobre cambios, reacciones, mezclas, con-
versiones, sustancia, accidente, permanencia de la materia y
cambios en la forma, que ocurren a cada paso en la química,
se esclarecen por la filosofía; qué son el número, la unidad,
la diversidad, la multiplicidad, la infinitud, el límite, la exten-
sión, el espacio, las dimensiones, como se pregunta a cada
paso en álgebra o geometría, no pertenece a ellas dilucidarlo,
sino a la ciencia de las causas, que es la filosofía.
El transformismo trasciende hoy tanto al laboratorio co-
mo a la política, y la verdad científica o el error manifiesto
de dicho sistema lo dilucida por inducción o por deducción
el filósofo, acompañado del naturalista y del sociólogo.
El estudiante que frecuente nuestra biblioteca podrá dar-
se cuenta cabal de que el derecho civil, el comercial, el cons-
titucional, y sobre todo el penal, varían de un pueblo a o-
tro y de un régimen al opuesto, al menos en las cuestiones
positivas. Y es porque unos admiten el derecho natural y o-
tros lo niegan; unos gobiernos son positivistas o materialistas
y otros son católicos o al menos espiritualistas; aquéllos pre-
fieren la autoridad a la libertad y éstos practican lo contra-
rio. Mas, las ideas sobre derechos, deberes, libertad, autoridad,
estado, nación, patria, familia, individuo, persona física o mo-
ral, se dilucidan en la filosofía. Y ya dijo el pensador italiano
de Cremona: "La historia es un silogismo; las universidades
son las premisas y el pueblo la consecuencia". No en bald^
Bonaparte, Stalin, Hitler, entre otros, se han dado cuenta de
que la autonomía universitaria, especialmente en los estudios
jurídicos, era un impedimento para sus regímenes imperialis-
tas. Por eso mismo quitaron los fueros a las universidades y
eliminaron la libertad de pensamiento, que estaban consagra-
dos en los estatutos de los respectivos centros culturales y e-
ducacionistas de sus estados.
El pensamiento moderno investiga con pasión las tradicio-
nes aborígenes sobre la vida, la propiedad, la creación, la e-
xistencia de Dios, la forma del matrimonio, a fin de sacar da-
tos inductivos para demostrar la veracidad o falsedad del e-
^olucionismo. Pero a nadie se le oculta que esa ansia de co-
nocer tales experiencias obedece a la natural dialéctica de1
espíritu humano.

— 9 —

AUTORfS ^OLIVARIAMOS
CAPITULO I

DEFINICION DE LA FILOSOFIA

Definición. Aunque el estudiante ignora todavía las leyes


de la definición y sus distintas clases, sí tiene una noción sen-
cilla y clara de lo que significa definir.
Nominalmente filosofía quiere decir amor a la sabiduría,
(Philein*. amar; Sophia: sabiduría). Según una tradición que
refiere Diógenes Laercio (I, 12; VIII, 8), Pitágoras fue el pri-
mero que sustituyó la palabra sabiduría por la de filosofía,
porque como refiere Santo Tomás (In Ium. Metaph., 1, 3)
como los antiguos sofistas solieran llamarse simplemente sa-
bios, Pitágoras, interrogado acerca de su profesión, no quiso
llamarse con la presuntuosa denominación de sus antecesores
sino solamente con el nombre de filósofo, es decir amante de
la sabiduría.
Realmente considerada la filosofía puede definirse: "Cien-
cia de todas las cosas por sus últimas causas y principios, co-
nocidos por la luz d e la razón" (1).
Explicación: Se dice ciencia, que es: "Conocimiento cierto
y sistemático de las cosas por sus causas universales" (2).
A) Se dice cierto para distinguirlo del conocimiento conjetu-
ral; B) Sistemático, con lo cual se indica que los conocimien-
tos filosóficos y científicos han de ser ordenados y metódi-
cos; C) Por las causas, ya que el conocimiento científico no
se obtiene solamente en la observación de los hechos, sino
que de éstos asciende hasta dar con las causas próximas o

1) — "Scientia omnium rerum per altissimas causas et principia


natural! rationis lumine comparata".
2) — "Cognitio certa et systematica rerum per causas universales".
MONSEÑOR F É L I X HENAO BOTERO

remotas; D) Universales, porque como dice Aristóteles (Met.,


I, 1) "No hay ciencia sino de lo universal. Lo particular no
es objeto del conocimiento científico".
Se dice de todas las cosas porque no hay objeto creado
ni increado, sustancial o accidental, existente, posible o me-
ramente lógico, que no caiga bajo el estudio de la filosofía.
Por sus últimas causas. Y qué es causa? Causa es el ser
en acto que influye en el ser de otro. Las causas pueden ser
de cuatro especies, a saber: eficiente, formal, material y fi-
nal. Con ejemplos se esclarecerá la división anterior.

CAUSAS
PRIMERA
Incausada DIOS

eficiente
Principal. formal
final
(Obra en virtud de su ser) material
SEGUNDA ejemplar

Causada
Instrumental
el lápiz
(Obra movida la máquina de escribir.
por el agente principal)

La estatuta de Bolívar hecha por Tenerani tiene por cau-


~,a eficiente al autor de la misma (id a quo). La causa efi-
ciente de nuestro ser son nuestros padres y la remota Dios.
Causa material es aquello de lo que se hace una cosa
'id ex quo), como el mármol de la estatua de Bolívar, como
las células en la formación del hombre.
Causa formal es aquello por lo cual una cosa es lo que
es, determinado en su ser, y por lo tanto, distinta de todo lo
que no es ella v. gr.: el hombre es una especie determinad' 1
por el alma racional; el animal es un género definido debido
a la sensibilidad; la planta ocupa una categoría especial por la
vida que la distingue de los inorgánicos. Por lo tanto causa
formal es aquello por lo cual el ente es lo que es (id quo ens
est id quod est).
— 12 —
TRATADO DE LÓGICA

Causa final es la razón que induce a obrar (id cuius gra-


tia aliquid fit). Así, u n estudiante se dedica a profundizar
materias para hacer una carrera brillante, o para darles gus-
o a sus padres, o para cumplir con su deber, o para ganar
dinero, o con el solo objeto de ilustrarse, todo lo cual cons-
tituye una causa final.
En la metafísica se verá que los anticausalistas son nume-
rosos y que la causalidad eficiente, formal, material y fina i
de las criaturas tiene una demostración perentoria. Se demos-
rará asimismo que los más furiosos enemigos de la causali-
dad, como son Marx, Freud y Ferri, la admiten y aun exa-
geran sin pretenderlo. Y cuando el estudiante de bachillerato
siga una carrera, especialmente si es la de derecho, verá co-
no el problema d e las causas tiene una trascendencia defini-
tiva en el civil, en el penal, etc.
Dijimos no solamente causas sino últimas causas, puesto
que la filosofía no se contenta con buscar las causas próxi-
mas, como lo hace el científico; ella va hasta las últimas ra-
zones, los constitutivos supremos de las cosas. Así, en Teodi-
cea inquirirá sobre el origen de los seres, en psicología sobre
la razón última de la imputabilidad humana, en metafísica
respecto al constitutivo de todo ser creado o de todo ser cor-
póreo, en lógica sobre las causas de los errores y de los dis-
tintos sistemas, etc.
Principios. El principio es: "aquello por lo cual una cosa
es, sucede o se conoce" (3). V. gr. el punto es el principio
de la línea, Dios es principio de las criaturas, el principio de
contradicción es uno de los principales de toda ciencia, el
principio de causalidad es otra de las bases del conocimiento
filosófico, conocido u n principio general en matemáticas se sa-
can las conclusiones.
Conocidos por la luz de la razón. Cuenta la historia que
la habitual serenidad de Santo Tomás se vió perturbada cuan-
do su contendor Siger de Bravante pretendió hacer creer que
el Angélico Doctor involucraba los argumentos filosóficos con
pruebas tomadas de la Revelación. Y en verdad, en el prólo-
go de la "Summa contra gentiles" advierte el gran filósofo
cristiano que sus pruebas para la conversión de los paganos
on elaboradas por la razón humana. Los teólogos católicos

3) — "Id quo aliquid est aut fit aut cognoscitur".


MONSEÑOR FÉLIX HENAO BOTERO

laman Teodicea al tratado que estudia a Dios y sus atributos


por la luz de la razón, y Teología al que investiga y razona
apoyado en las pruebas tanto de la Revelación como de la ra-
zón; así como denominan Etica al estudio de las costumbres
con las luces humanas y Teología moral a la investigación de
las mismas con la doble prueba de la Revelación y de la ra-
zón.
LOS GRANDES PRINCIPIOS

19 De identidad = La verdad es
la verdad.
29 De contradicción = La verdad
Deductivos -< no es el error.
3? De equivalencia = Dos verdades
que coinciden con una tercera,
coinciden entre sí.
LOGICOS

De razón suficiente = Nada


sucede sin razón suficiente.
Inductivos 29 De las leyes = Las leyes de la
naturaleza son constantes.
3*? De causalidad = No hay efecto
sin causa.

De identidad = Lo que es, es.


De contradicción = Una cosa no puede ser y
no ser al mismo tiempo.
METAFISICOS De equivalencia = Dos cosas iguales a una
tercera, son iguales entre sí.
De razón suficiente = Todo lo que sucede, tiene
razón suficiente.

1? Haz el bien y evita el mal.


MORALES 29 No hagas a otro lo que no quieras para tí.
39 Da a cada uno lo que le pertenece.

19 Ama a Dios sobre todas las cosas.


RELIGIOSOS 29 Ama al prójimo como a tí mismo, por Dios.

Fije el estudiante estos principios para la vida

— 14 —
CAPITULO II

DIVISION DE LA FILOSOFIA

Aristóteles la dividió en dos grandes ramas: especulativa


y práctica. La especulativa trata de las cosas como son; y la
práctica de las cosas como deben ser. Por eso con frecuencia
oiremos hablar de las cosas del ser y de las cosas del deber
ser.
La filosofía especulativa o real se subdivide en física y
metafísica; aquella, llamada igualmente filosofía natural, bus-
ca las últimas causas de las cosas materiales, tanto de todas
en general (cosmología) como especialmente de los vivientes
(psicología). Esta, o sea la metafísica, considera las cosas in-
materiales, bien praecisive, esto es, aquellas que pueden estar
o no con la materia, como ente, uno, verdadero, bueno, cau-
sa (metafísica general u ontología), o bien negative, esto es,
las cosas que no puedan tener materia, v. gr. Dios (Teodicea).
La práctica se subdivide en lógica y ética. La lógica es-
tudia los actos de la mente para obtener la verdad; y la éticr
os actos humanos en orden a la felicidad.
r
Ontología El ser
Especulativa Cosmología Mundo corpóreo
S (Del ser) ] Psicología El alma
Teodicea Dios

Actos de la mente
Actos humanos

Escolio. — Por cuál de las distintas ramas de la filosofía


debemos empezar? No es una la respuesta a este interrogante
por parte de los distintos filósofos : unos empiezan por la
MONSEÑOR F É L I X HENAO BOTERO

psicología experimental, por considerarla más fácil y atracti-


va; otros por la lógica, por distintas razones, entre las que
sobresale la apuntada por Santo Tomás (in-Boeth. De Trini-
tate, c. VI, a. 1, ad 3 m.): "En el aprendizaje empezamos por
aquéllo que es más fácil, a no ser que la necesidad requiera
otra cosa. A veces es necesario no principiar por lo más fá-
cil sino por aquello de lo cual depende el conocimiento de las
cosas que siguen. Por esto al estudiar filosofía conviene em-
pezar por la lógica, no por ser ella más fácil que las demás
ciencias, sino debido a que las demás ciencias dependen de
ella, puesto que la lógica enseña el modo de proceder en to-
das las ciencias". "Es preciso saber primero el modo de la
ciencia que la ciencia misma" (1).

1) — "Oportet enim primum scíre modum scientiae, quam scien-


tiam ipsam" (Santo Tomás de Aquino).

— 16 —
CAPITULO III

DE LA LOGICA

Definición. — La lógica es la "ciencia de los actos de la


razón en orden a conseguir la verdad" (1).
Explicación: Se dice ciencia de los actos de la razón. Y
la razón es el mismo entendimiento en cuanto procede por
discurso de lo conocido a lo desconocido. Y su propio acto es
el raciocinio; mas como el raciocinio consta de un juicio, y el
juicio de aprehensiones, son tres los actos de la razón: sim-
ple aprehensión o idea, juicio y raciocinio.
Una misma ciencia puede tener un objeto material co-
mún con otras, porque objeto material es aquello que se con-
sidera o estudia. La lógica y la psicología, por ejemplo, tienen
un mismo objeto material: los actos de la mente; pero se di-
versifican en el objeto formal, esto es en el modo o respecto
peculiar que cada una de esas ciencias considera. Así la psi-
cología estudia los actos de la mente en su naturaleza, en su
causa eficiente y en sus principios contitutivos, y la lógica los
estudia con el fin de que le sirvan para encontrar la verdad.
Se dice en orden a conseguir la verdad, puesto que el es-
tudio que se hace en este tratado sobre idea, juicio y racio-
cinio; métodos inductivos y deductivos; sistemas, hipótesis y
analogías; posibilidad de conocer, y distintos criterios para dis-
tinguir la verdad del error, va encaminado exclusivamente a
descubrir la verdad, a demostrarla o a evitar los errores.
Trata la lógica de las segundas intenciones o del ente de
razón y no de las primeras intenciones, que pertenecen a la

1) — "Scienti^ ^ctuum rationis in ordine ad veritatem invenien-


dam".
MONSEÑOR F É L I X H E N A O BOTERO

metafísica. Son segundas intenciones aquéllas que la razón


encuentra en las cosas, no como existentes en ellas sino co-
mo consecuencia de la consideración que la razón hace de las
mismas. De esa manera hablaremos en lógica de especies, gé-
neros, raciocinios, predicables, que no existen propiamente en
la naturaleza de las cosas, auncuando la mente nuestra tiene
necesidad de fijarse en ellas a fin de formarla. No puedo de-
cir, v. gr. Pedro es especie, pero sí puedo afirmar que el
hombre es especie. Especie es una segunda intención; y si di-
go: Pedro es hombre, hombre es una primera intención. Cuan-
do lleguemos al problema de los universales, básico en toda
filosofía, sabremos con mayor claridad lo que significa la idea
universal metafísica y la idea universal lógica.

División. La lógica se divide en formal y material. Llá-


mase formal la que considera la forma misma, esto es, las o-
peraciones del pensamiento, haciendo abstracción de todo con-
tenido particular. Se la puede definir: "La ciencia de las con-
diciones generales de la verdad", o bien, "la ciencia de la
concordancia del pensamiento consigo mismo". Fúndase en los
grandes principios de identidad y de contradicción, de los cua-
les se sigue: 1) Que todo lo que es idéntico a lo que ya está
pensado es necesariamente verdadero, siempre que lo pensa-
do sea asimismo verdadero. Y la razón es que todo juicio o
izonamiento en este caso representa al espíritu la necesidad
2) Que todo lo que es contradictorio es necesariamente fal-
so, puesto que toda idea, todo juicio y todo raciocinio repre-
senta en este caso al espíritu la imposibilidad. 3) Que todo
lo que no es ni contradictorio, ni idéntico a una verdad pre-
supuesta no es ni necesariamente verdadero, ni necesariamen-
te falso, ya que toda idea, todo juicio, todo raciocinio en este
caso representan al espíritu simples posibilidades (Boirac, Lo-
gique, ch. I, 2).
Las reglas formuladas por la lógica formal derivan por lo
tanto de la esencia del pensamiento y son la condición pri-
mera de las operaciones intelectuales. Tienen la ventaja de
ser universales, esto es, válidas para todos los espíritus y pa-
ra todos los casos; y son relativamente a priori porque, no
suponiendo otra cosa que el conocimiento del espíritu huma-
no, no exigen la noción previa de los objetos particulares que
se quiere estudiar.
Lógica material, llamada así porque ella considera el pen-
samiento en relación con los objetos variados que forman su
materia y consecuentemente establece las reglas diferentes
— 18 —
TRATADO DE LÓGICA

que el espíritu debe aplicar a los diversos órdenes del cono-


cimiento. Se la define: "La concordancia del pensamiento con
los objetos reales". Las reglas de la lógica material son parti-
culares, puesto que se aplican a diversos objetos de la misma
índole; y son a posteriori por suponer alguna noción previa
de los objetos particulares. Esas reglas especiales se denomi-
nan métodos, o sea los caminos que es preciso seguir para lle-
gar a la verdad.
Lógica crítica, es el tratado de los criterios de certeza y
de la validez del conocimiento.
Algunos autores como Kant, Müller, etc., pretendieron
restringir toda la lógica a la formal, y establecer entre ésta y
la material un antagonismo completo. Pero aunque se distin-
gan, como un fin común las reúne, no se oponen; ese fin es
la verdad por descubrir. Una lógica ausente de la verdad (la
lógica formalista moderna y el logicismo a ultranza) absolu-
tamente divorciada de la realidad, sería un estudio inútil y
falso. Además, la lógica material depende estrechamente d^
la lógica formal, porque el espíritu no puede encontrar la ver-
dad si no está de acuerdo consigo mismo.
Por lo tanto, para tener seguridad de la verdad, dos con-
diciones son necesarias y suficientes: que el espíritu esté de
acuerdo consigo mismo (lógica formal), y no tenga contradic-
ción el pensamiento con los objetos reales (lógica material).
Otra división. — Más clara que la anterior y más adap-
tada al estudiante es la célebre división tradicional en dialéc-
tica, metodología y criteriología. Trata la dialéctica del meca-
nismo de los actos de la mente (idea, juicio y raciocinio); ver-
sa la metodología sobre los caminos que deben seguirse para
encontrar la verdad (inducción, deducción); y estudia la cri-
teriología tanto la posibilidad del conocimiento como los di-
versos criterios o fuentes de la verdad (evidencia, razón, au-
toridad, sentidos internos, etc.).
Lógica natural y lógica artificial. — Aquélla es la natu-
ral capacidad del hombre normal para descubrir la verdad: y
ésta es aquella misma capacidad estudiada a fondo por los
sabios y dotada de reglas y principios científicos en orden a
la posesión de la verdad. No basta la lógica natural, porque
ella no conoce los sistemas, ignora las reglas del silogismo
difícilmente desentraña los sofismas o adquiere suficiente ha-
bilidad para no dejarse involucrar por los errores o arrastrar
— 19 —
MONSEÑOR F É L I X HENAO BOTERO

por los idola de que hablaron Platón y el frustrado canciller


Bacon.
Escolio. — La lógica será ciencia o arte? Participa tanto
de la naturaleza de la ciencia como de la del arte, pero más
de aquélla que de ésta. Es ciencia porque su fin es descubrir
la verdad y sus causas, lo mismo que el error y sus conse-
cuencias; es arte (recta ratio factibilium) puesto que posee la
lógica reglas y métodos para obrar, lo cual es patrimonio del
arte. Sin embargo es arte analógicamente, porque su objeto
propio no son las cosas particulares y reales sino las formas
o intenciones del pensamiento.

Breve historia de la Lógica. — La lógica como ciencia


autónoma es una creación del genio griego. El mérito de ha-
ber establecido por primera vez la doctrina lógica, con cla-
ra conciencia de sus problemas, pertenece a Aristóteles cuyo
Organon es uno de los monumentos imperecederos de la inte-
ligencia humana. Pero Sócrates, contra los sofistas, ya se ha-
bía aplicado a la indagación de conocimientos objetivamente
válidos y a encontrar conceptos universales independientes
la opinión y del arbitrio. Y aunque se le considera como el
descubridor del concepto y de la definición, no formuló la
teoría del conocimiento ni estatuyó una doctrina lógica. Pla-
tón con su doctrina d e las ideas distingue ya diversas opera-
ciones lógicas: la conceptuación, la definición, la deducción y
la división.
Mas el sistematizador de la lógica f u e Aristóteles. Sus dis-
cípulos reunieron sus escritos admirables con el título de Or-
ganon, con las siguientes partes: categorías, hermenéutica,
primeros analíticos, últimos analíticos, tópicos y refutación de
los sofistas. Pero la designación de lógica no es de Aristóte-
les sino acaso de Zenón, fundador de la escuela estoica. En
la Hermenéutica trata la proposición y el juicio; en los Pri-
meros Analíticos el silogismo (su tratado principal); en los
Ultimos Analíticos estudia la demostración, la división y e1
conocimiento; en las Categorías analiza los términos y los
conceptos generales (categorías) bajo las cuales caen todos
los demás; los Tópicos examinan el razonamiento dialéctico o
probable; y en la Refutación de los Sofistas discute y refuta
las argumentaciones que tienen especie de verdad. Aristóteles
(384-322 a. J . C.) es el verdadero fundador de la lógica; y
desde entonces dió orientaciones a fin de que ella no fuera
u n mero arte sin razonamiento o una ciencia de lo concreto
sin aspiraciones a las causas supremas o un mero deporte in-

— 20 —
TRATADO DE LÓGICA

telectual sin objetos válidos o principios aplicables a la rea-


lidad. Su lógica está unida a la metafísica sin confundirse con
ella.
La Edad Media trabaja tenazmente en la silogística y se
agita con el gravísimo problema de los universales, mucho
más actual hoy de lo que creen comunmente los tratadistas y
filósofos. El mundo moderno se debate entre los positivistas y
materialistas, de u n lado (nominalistas), los conceptualistas,
del opuesto (neohegelianos, neocríticos) y en medio el rea-
lismo moderado que sigue generalmente la filosofía católica.
Una especie de logicista medieval fue Raimundo Lulio en
su Ars magna et ultima, quien pretendió organizar un sistema
de principios supremos de los cuales deberían extraerse los
subalternos por medio de un cálculo conceptual.
Por otro lado aparecían Alberto Magno y Bacon a quie-
nes más tarde siguieron Vinci, Bacon y Galileo. La doctrina
de los hechos y de la experiencia tratada por Bacon en el
Novum organon y en la obra De la dignidad y aumento de
las ciencias, es una doble reacción contra la escolástica por un
lado y contra el formalismo de Lulio por otro.
Con Descartes empieza la llamada filosofía moderna, no
sólo por el influjo que ha tenido en la filosofía posterior, sino
también por su método criteriológico radicalmente distinto a
los tradicionales; con él empiezan intensos estudios sobre filo-
sofía crítica.
Después de Descartes aparece Kant con su idealismo ló-
gico y su formalismo apriorístico. Pero no se crea que Kant
ertenece al psicologismo: "En verdad, dice, hay lógicos que
suponen en la lógica principios psicológicos; pero es tan ab-
surdo introducir tales principios como derivar la moral de la
conducta de la vida". Kant es normativista y su lógica está
explicada en su Manual de lógica y en algunos trabajos mo-
nográficos. Si Francisco Bacon es esencialmente inductivo,
Kant es esencialmente apriorista y deductivo; en el medio se
debaten los filósofos católicos.
En el siglo X I X J u a n Stuart Mili, siguiendo las huellas
de Bacon, afirma el valor experimental de la lógica; y para
Mili aun las verdades matemáticas proceden de raíces induc-
tivas. En el mismo siglo X I X aparece el psicologismo, que
hace depender la lógica de la psicología; con matices muy di-
ferentes, encarnan el psicologismo Lipps y Wundt y otros. I-
dealistas contemporáneos estudian los objetos lógicos por sí

— 21 —
MONSEÑOR F É L I X HENAO BOTERO

mismos y aun cuando no nieguen el valor normativo de las


regulaciones lógicas ven en la lógica una ciencia teórica que
investiga determinados objetos, así como la matemática estu-
dia los objetos matemáticos por sí mismos. Tales son Husserl
y Pfánder, etc. Finalmente con Lotze y Windelband la noción
del valor en la lógica crea una escuela que hoy ocupa la a-
tención del mundo de la filosofía.
En el siglo presente descuellan entre los grandes escolás-
ticos de la lógica Matiusi y Billot en Roma; Maritain en Fran-
cia, Mercier en Bélgica, Yves Simón en Estados Unidos de
Norteamérica, Derisi y Sepich en Argentina, Oswaldo Robles
y Vasconcelos en México y no pocos en Colombia, amén de
numerosos tratadistas que exponen victoriosamente la filosofía
peripatética y las grandes tesis tomistas.
No obstante las innumerables vicisitudes que ha sufrido
la lógica, el Organon de Aristóteles continúa siendo el máxi-
mo tratado en esta materia.
Entre los modernos filósofos de la lógica citamos final-
mente a dos que representan escuelas de verdadero imíujo en
las generaciones actuales: Hegel, con su dialéctica conceptual,
quien estatuye como básico que "toda realidad es razón y
sólo lo racional es real"; pero la dialéctica hegeliana rechaza
todos los principios tradicionales y asienta un evolucionismo
logicista que se mueve por tesis, antítesis y síntesis, aplica-
bles según él a todo orden de conocimientos. Las categorías
hegelianas son las formas de la evolución del ser lógico. Y
Mercier, cuya criteriología reivindica la filosofía trascenden-
1al, profundiza el problema del conocimiento y confronta la
inducción contemporánea con las grandes bases deductivas.

— 22 —
CAPITULO IV

DE LA IDEA Y EL TERMINO

La idea (del griego idein: ver) es la primera operación


de la mente. Nuestra mente tiene una visión semejante a la
de los ojos corporales, pero mil veces más lúcida porque es
abstracta, y prescinde por lo tanto de los actos particulares.
Se le llama también concepto, ya que toda idea es un engen-
dro mental; simple aprehensión, porque capta el objeto en la
mente sin afirmar ni negar; verbo mental, para distinguirla
del verbo oral; intención, porque es el acto mediante el cual
la mente tiende al objeto. La idea es la representación de la
naturaleza de los seres, que puede desempeñar bien el oficio
de sujeto, bien el de predicado. Como sujeto de una propo-
sición es siempre, en último análisis, individual (Mercier),
porque el primer objeto del pensamiento es tomado de la ex-
periencia sensible, incapaz de percibir otra cosa distinta a la
realidad individual y concreta; y porque sólo el individuo es,
en el sentido riguroso de la palabra, sujeto. Aristóteles le lla-
ma proté usia (sustancia prima), la cual es incomunicable a
ningún otro sujeto. A este sujeto individual el pensamiento
atribuye todos sus predicados, de donde se originan dos gran-
des y trascendentales problemas dialécticos: 1) Qué represen-
ta y qué dice el predicado del sujeto? He aquí el estudio de
las categorías o predicamentos lógicos; 2) Cómo se une al su-
jeto y cómo se le atribuye? Es el estudio de los predicables.

De los Predicables. — Porfirio, discípulo de Plotino (si-


glo III después de J. C.), prologó los libros del Estagirita con
su Isagoge o introducción a los predicables, en la cual reunió
toda la doctrina peripatética de esta cuestión. Suelen definirse
los predicables diciendo que son: "los distintos modos como
una naturaleza universal puede tener relación con sus inferio-
res y predicarse de ellos unívocamente", o también son "las
MONSEÑOR FÉLIX HENAO BOTERO

universalísimas clases como las ideas generales se predican de


los inferiores".
Los modos de predicabilidad son cinco: género, especie,
diferencia, propio y accidente. Cuando una idea general se
predica de los inferiores como esencial y determinable, se lla-
ma género; si se predica como esencial y determinada se de-
nomina especie; si se predica como esencial y determinante,
toma el nombre de diferencia. Si se predica como necesaria
pero no esencial, se llama propio; si como contingente, recibe
el nombre de accidente.

Género Determinable.
Especie Determinada.
IDEAS PREDICABLES < Diferencia Determinante.
Propio Necesaria, pero no esencial.
Accidente Contingente.

Del Género. — El género es una idea determinable apta


para estar en muchos. El género se determina en varias es-
pecies, las cuales a su vez son formadas por la reunión del
género y la diferencia. V. gr. animal es un género; las dife-
rencias racional e irracional constituyen, al determinarlo, dos
especies: el hombre y el bruto, es decir, el animal racional y
el animal irracional.
El género se divide en supremo, intermedio e ínfimo. Es
supremo el que no tiene otro género sobre sí, por ejemplo
substancia; intermedio el que está colocado entre el supremo
y el ínfimo, por ejemplo viviente; a ínfimo el que no tiene
debajo de sí sino especies, v. gr. animal.
De la Especie. — Especie es una idea universal común y
determinada, apta para estar en muchos individuos. Dijimos
que el género era determinable, y que la especie es determi-
nada por la diferencia, que es determinante.
Los géneros intermedios pueden también ser considera-
dos como especies en relación con el género anterior; y así
la especie que sigue inmediatamente al género supremo es
suprema; especie intermedia es la que está colocada entre la
suprema y la especialísima y especie especialísima es aquélla
que no tiene bajo sí sino los individuos. Cuerpo es especie
suprema; viviente y sensitivo, son intermedias y hombre es
la especie especialísima, por constar del género ínfimo y di-

— 24 —
TRATADO DE LÓGICA

ferencia específica. Un poco más adelante veremos que la de-


finición esencial consta de género próximo y diferencia espe-
cífica.
Género Supremo Substancia
Género Intermedio ... Cuerpo .. Especie Suprema.
Género Intermedio ... Viviente . . Especie Intermedia.
Género Infimo Sensitivo . Especie Intermedia.
Hombre . Especie Especialísima.

La especie tiene gran trascendencia en dialéctica y meto-


dología, en la clasificación científica, metafísica y en derecho
y ciencias naturales. Desde ahora advertimos que la incomple-
ta o inexacta definición de especie ha sido una de las causas
de los errores transformistas.
De la Diferenci.a — La diferencia de una idea universal
común y determinante. Determina al género en especies. Tan-
to el género como la especie y la diferencia se predican de
los inferiores unívocamente, es decir, en significación total-
mente idéntica.
La diferencia es también suprema, intermedia o ínfima,
según que determine el género supremo, intermedio o ínfimo.
La diferencia es parte constitutiva de la esencia y es siempre
algo positivo, auncuando se exprese con fórmulas negativas,
como irracional, insensible. Finalmente la diferencia es más
noble que el género, puesto que lo determinante es más no-
ble que lo determinable, lo propio que lo común. La diferen-
cia suprema es v. gr. corpórea e incorpórea; la intermedia es
v. gr. sensitiva e insensitiva; la ínfima es v. gr. racional e
irracional. Hay una diferencia llamada específica que al jun-
tarse con el género próximo constituye la especie ínfima o
la especialísima.
Del Propio. — Vistos ya los predicables esenciales, pase-
mos a los que no lo son, es decir a los que no constituyen el
ser sino que lo acompañan, necesariamente (propio), o con-
tingentemente (accidente).
Los griegos hablaron de género (guenos), especie (eidos),
diferencia (diaforá), propio (idión) y accidente (symbebecós).
El propio es una idea universal común, necesaria pero no e-
sencial: "Proprium dicitur quod convenit soli aliqui speciei,
omni et semper". Así: un propio en metafísica será la risibi-
lidad en el hombre, la incorruptibilidad en los seres inmate-
riales, la limitación en todas las criaturas; y un propio lógico
— 25 —
MONSEÑOR F É L I X HENAO BOTERO

será la univocidad de todos los predicables, y la necesidad en


toda proposición apodíctica, la alteridad en el derecho, la in-
disolubilidad del matrimonio.
Del Accidente. — Llámase accidente predicable (distinto
del accidente, categoría lógica, como ya lo veremos), una i-
dea universal común y contingente; v. gr. amabilidad, belleza,
distinción, nobleza de modales, blancura, en el terreno meta-
físico; claridad u obscuridad de una idea, en el terreno lógi-
co. Por no distinguir lo accidental de lo propio en el terreno
científico, se han originado numerosas equivocaciones, espe-
cialmente entre los transformistas; de tal suerte que para
muchos de ellos es más importante el ángulo facial o el peso
del cerebro que la misma racionalidad.
Escolio. — No pueden ser sino cinco los predicables por-
que una idea puede predicarse de los inferiores o esencial o
accidentalmente. Si esencialmente, lo puede ser como deter-
minable, determinante o determinada, lo cual constituye el
género, la diferencia y la especie. O bien, no esencialmente, y
entonces se predica como algo inherente mas no constitutivo,
o como algo meramente contingente, es decir, que pueda estar
o no estar en el sujeto del cual se predica. En este caso ten-
dremos, respectivamente, el propio y el accidente. Mas como
no hay término medio entre lo esencial y lo que no lo es,
sigúese que solamente son cinco los predicables.

DE LOS PREDICAMENTOS O CATEGORIAS. — Son


las distintas maneras como el predicado se atribuye al sujeto.
Aristóteles enumeró diez géneros supremos de predicados o
atributos cuyo total equivale virtualmente a todos los tesoros
del pensamiento humano, y bajo los cuales haya cabida cual-
quier concepto. Y son: substancia y accidente. El accidente se
subdivide en cantidad, cualidad, relación, acción y pasión,
tiempo, lugar, sitio y hábito.
A) DE LA SUBSTANCIA. — Santo Tomás la define di-
ciendo que es: "aquéllo a lo cual compete estar en sí y no en
otro como en su sujeto" (1).
Suele dividirse la substancia, con Aristóteles, en primera
y segunda; la primera (proté usía) es aquélla: "que de nin-

1) — "Id cui debetur esse in se et non in alio tanquam ín subiecto".

— 23 —
TRATADO DE LÓGICA

gún sujeto se predica, ni está en sujeto alguno" (2). Como


este hombre, este caballo, y lógicamente este sujeto, este pre-
dicado: son substancias primeras los individuos. La sustancia
segunda (deutere usía) es: "aquélla que no está en sujeto
alguno pero se predica de u n sujeto" (3). Por ejemplo, gé-
nero, especie, etc.
La sustancia primera se subdivide en completa e incom-
pleta en el orden de sustancia y en el orden de especie. Com-
pleta en el orden de substancia es la que puede subsistir por
sí misma, v. gr. el alma humana; incompleta en el orden de
substancia es la que no puede subsistir sin otro coprincipio,
como el alma del bruto.
Substancia completa en el orden de especie es la que
puede desempeñar todas las operaciones específicas, v. gr. el
hombre, que tiene conjuntamente todas las operaciones de la
especie humana, cuales son: nacer, crecer, multiplicarse, pen-
sar, querer, morir, etc. Incompleta en el orden de especie es
la que no puede ejercer todas las operaciones específicas aun-
cuando sea subsistente, v. gr. el alma humana. Es obvio ad-
vertir que no podemos poner ejemplos lógicos de la substan-
cia primera por ser ella una primera intención, que se aplica
sólo a los individuos reales.
La substancia tiene otras denominaciones unívocas, a sa-
ber: esencia, o sea lo que constituye un ser en su especie
quiddidad, porque la substancia responde a la pregunta quid
est hoc?; naturaleza, porque es principio radical de las ope-
raciones; forma, porque es lo principal en los constitutivcs
del ser; y especie, porque es la substancia, y no los acciden-
tes, lo que la constituye.
B) DEL ACCIDENTE. — Se define: "aquéllo a lo cual
compete estar en otro como en su sujeto de inhesión" (4). El
estudiante se preguntará fácilmente si el alma humana, que
está en el cuerpo, es un accidente. Pero él mismo podrá sa-
ber sin gran dificultad que el alma no está adherida al cuer-

2) — "Quae nequae de subiecto aliquo dicitur, ñeque in subiecto


aliquo est".
3) — "Quae non est in subiecto, sed dicitur de subiecto".
4) — "Id cuius quiddidate debetur esse in alio tamquam in subiec-
to inhaesionis".

— 27 —
MONSEÑOR F É L I X H E N A O BOTERO

po sino informándolo, vivificándolo y determinándolo a una


especie superior al cuerpo mismo, que es la humana.
1) De la Cantidad. — Se define: "el accidente extensivo
de la substancia y la fuente de la divisibilidad de la misma".
Este predicamento tiene una gran importancia por ser la ba-
se de las ciencias matemáticas y físicas, por tener aplicación
en el problema teológico de la permanencia de la cantidad en
la transustanciación, y porque desde Descartes todos los me-
canicistas la han confundido con la substancia material. Desde
ahora advertimos que u n cuerpo dado puede cambiar de can-
tidad y de extensión permaneciendo una la substancia, lo cual
es suficiente para declarar que la cantidad y la substancia
material se distinguen realmente. La cantidad se divide en
continua, contigua y discreta. Continua es aquélla cuyas par-
tes se unen con un término común físico, v. gr. un kilóme-
tro; decreta es aquélla cuyas partes se unen con un término
común moral v. gr. el número, una clase, un ejército; y con-
tigua es aquélla cuyas partes no tienen hiatos y existe en el
mundo físico por lo menos en los electrones.
La cantidad es base de la extensión, de la divisibilidad,
del número, de la línea, de la superficie y del término del vo-
lumen. En la cantidad se funda el célebre principio de equi-
valencia: "Dos cantidades iguales a una tercera son iguales
entre sí", base del silogismo metafísico. El número aplicado
a los espíritus pertenece a otra cantidad que se llama tras-
cendental y no es predicamento.
2) De la Cualidad. — L a cualidad es el accidente que
modifica la sustancia en su ser o en su operación. Implica la
cualidad u n modo de la substancia y una determinación de lo
abstracto por lo concreto. La cualidad se divide en hábito y
disposición. Hábito es una cualidad difícilmente movible, pro-
pia de los seres racionales en sus facultades superiores, como
son la inteligencia y la voluntad.
El hábito es sustantivo cuando modifica el ser mismo, v.
gr. pensar; y operativo cuando modifica la operación del ser,
como estudiar con tenacidad. Hábito operativo bueno cuando
perfecciona la operación del ser, v. gr. la abstinencia; operati-
vo malo cuando va en detrimento del mismo ser que obra, v.
gr. la embriaguez.
El hábito es difícilmente movible porque nuestras facul-
tades superiores se adhieren con más tenacidad que la sensi-
bilidad, que es versátil.

— 28 —
TRATADO DE LÓGICA

El hábito se crea con la repetición de actos de la misma


naturaleza y se desarraiga con actos contrarios a los que lo
crearon.
El hábito tiene mucha trascendencia en los problemas de
la conciencia, de 1? psicología, de la pedagogía, de la imputa-
bilidad, en los actos humanos. Un moralista, un médico y un
penalista tienen que hacer estudios especiales sobre la natu-
raleza del hábito y el aumento o disminución de la imputabi-
lidad para poder tratar a los reincidentes, a los enfermos y
a los delincuentes consuetudinarios. El hábito engendra igual-
mente la costumbre que es una de las más bellas fuentes del
derecho y ha precedido generalmente a la legislación escrita.
Por los hábitos de los primitivos se está conociendo la etnolo-
gía moderna, la prehistoria de la humanidad.
La disposición es una cualidad fácilmente movible, propia
de la sensibilidad: u n caballo domesticado, un perro educa-
do, el pugilista, tienen disposiciones que fácilmente se olvidan
o aminoran con la suspensión aún temporal y corta de los e-
jercicios que las crean. El estudiante sabe que un deportista
tiene que entrenarse siempre que va a la pista, y que un ca-
ballo de carrera tiene que estar sometido a un régimen que
demanda numerosos cuidados, so pena de perder lo adquiri-
do.
Divídese también la cualidad en potencia e impotencia;
en pasión y cualidad pasible; en figura y forma.
La potencia es la cualidad que dispone a la substancia
para obrar o reaccionar, y es por lo tanto un principio pró-
ximo de la operación, distinto de la naturaleza que es el prin-
cipio radical. Las potencias del alma se cuentan en esta ca-
tegoría, lo mismo que las potencias del ver, oír, sentir, etc.
La impotencia significa u n a potencia operativa débil o defec-
tuosa, como la del niño para andar, la del anciano para ver.
La pasión significa una cualidad que determina en el su-
jeto un cambio corporal o un movimiento del apetito sensiti-
vo. Son pasiones el amor, el odio, la esperanza, el deseo, la
ira, etc. Y la cualidad pasible son ciertas modalidades del ob-
jeto sensible que provocan en nosotros reacciones pasionales
como lo dulce y lo amargo.
La figura y la forma contituyen la cuarta especie de cua-
lidades. Llámase forma la disposición artificial de un cuerpo,
como la que tiene la estatua de Bolívar. Y figura es la dis-
posición natural de las partes cuantitativas de la materia, v.
— 29 —
MONSEÑOR F É L I X H E N A O BOTERO

gr. la figura del hombre y la del castor, o la de los Farallones


del Cauca.
3) De la Relación. — Tan difícil es este predicamento que
ya el mismo Aristóteles se quejaba de tenerlo que tratar a
pesar de la repugnancia que sentía en la explicación de pro-
blemas poco accesibles a los alumnos. Pero como la relación
es u n hecho real, es imprescindible tratarla tanto en lógica
como en metafísica. El estudiante de un instituto católico ten-
drá que investigar a fondo el problema de la relación, por-
que los constitutivos de las personas divinas son relaciones
subsistentes reales. Aristóteles la definió: el accidente "ad a-
liquid". Su ser es totalmente respectivo.
Hay relaciones de igualdad, como las que existen en dos
líneas parelelas A-B y C-D, cada una de las cuales mide un
metro; de cantidad, como el número cuatro es el duplo de
dos; de cualidad, como la que se tienen dos hermanos geme-
los cuyos rasgos fisonómicos se parecen; de causalidad, como
la que existe entre el vapor y la máquina; de finalidad, v. gr.
el ojo que dice relación a la visión. Podemos añadir la re-
lación que existe en todo derecho, ya que, según Santo To-
más, el derecho dice intrínsecamente alteridad. Por eso mis-
mo dicen los latinos y repiten los moralistas el principio "ne-
mo sibi iniustus", nadie es injusto consigo mismo.
La relación tiene dos propiedades: la nota in y la nota ad.
Por la nota in la relación de las criaturas, que es siempre
accidental, adhiere al sujeto; y por la nota ad es un predica-
mento aparte, que denota un respecto entre dos términos, un
orden de uno a otro.
Hay relaciones reales y lógicas, mutuas y no mutuas.
Real es la relación que existe en la naturaleza de las cosas,
prescindiendo de la inteligencia humana que las descubre, v.
gr. la que existe entre el padre y el hijo; lógica, aquélla cuya
existencia es totalmente fruto del pensamiento, v. gr. las que
hay entre figuras geométricas que hay en mi mente. Mutua
es aquella cuyos términos dependen uno de otro, v. gr. entre
el maestro y el discípulo, puesto que no hay maestro sin dis-
cípulo y, viceversa, no hay discípulo sin maestro: no mutua,
cuando solamente uno de los términos depende: el Creador no
depende de la criatura, pero la criatura depende del Creador.
4 y 5) De la Acción y de la Pasión. — Santo Tomás de-
finió la acción "actus huius ab hoc", o sea el acto del agente
— 80 —
TRATADO DE LÓGICA

en otro, como calentar el agua. Y la pasión es "actus huius ut


in hoc", como ser calentado.
6) Del Tiempo. — Lo definió Boecio: "Numerus motus
secundum prius et posterius", número y medida del movi-
miento corpóreo, según un antes y un después. El tiempo su-
pone los cuerpos de los cuales es accidente; una relación entre
varios como el sol y la tierra; una sucesión de movimientos,
y por lo mismo una anterioridad y posterioridad,
En metafísica se demostrará que el tiempo no es una ca-
tegoría subjetiva como quiso Kant, ni un atributo de la divi-
nidad como pretendieron Fenelón y Clarcke.
La duración de los espíritus se denomina evo, y la de
Dios eternidad, que suele definirse con Boecio, el gran autor
"De consolatione philosophiae" y maestro eximio, "posesión
total, simultánea y perfecta de una vida interminable" (5).
El evo se define: "una duración de los seres inmateriales, que
tuvieron principio pero no tendrán fin".
7) Del Lugar. — El lugar es: "Extrema superficies corpo-
ris continentis, inmovilis, prima", la superficie externa e in-
móvil que rodea a un cuerpo. Pero el lugar interno son las
partes fuera de partes, y por lo mismo depende de la exten-
sión interna.
8) Del Sitio. — El sitio es la disposición y orden de las
partes en el lugar. Así: estar en pie, de rodillas, acostado.
9) Del Hábito. — Fue definido por Alberto Magno: "Cor-
poris et eorum quae circa corpus sunt adiacentia". Así, el
tener porte militar, el estar vestido de monje, de deportista,
es tener el predicamento de hábito, distinto totalmente del
hábito cualidad.
A NTEPREDICAMENTOS. — Llámanse así las condicio-
nes necesarias para que una idea universal o un ser se ca-
talogue entre los predicamentos. Son tres: A) Que sea unum
psr se, es decir, que tenga una sola esencia y una sola exis-
tencia; de otra manera sería imposible que perteneciese a un
solo predicamento. B) Que sea simpliciter finitum, ya qu e lo
infinito no puede catalogarse. C) Que sea logice univocum,
pues si fuera equívoco o análogo no podría predicarse de los
inferieres d e una manera idéntica.

5) — "Interminabilis vitae tota simul et perfecta posesio".


TRATADO DE LÓGICA

ARBOL PORFIRIANO. — Los escolásticos tomaron de


la Isagoge de Porfirio una síntesis admirable, denominada ár-
bol porfiriano, que sirve para que el alumno tenga un resu-
men claro de toda la doctrina anterior:
SUBSTANCIA
V V
Corpórea Incorpórea
-A

CUERPO
A
V V
Animado Inanimado
^ ... . sr -
VIVIENTE
A
V V
Sensitivo Insensitivo
a
•\r
ANIMAL
V
_ _ .. , A V""
Racional Irracional

HOMBRE

DIVISION DE LA IDEA. — La idea s e divide en clara


y oscura, cuando con ella se representa un objeto que se pue-
de distinguir de otro o no. En distinta y confusa, cuando se
tiene noticia de las principales notas que represente una idea
o no se tiene. En completa e incompleta según que represen-
te todas las notas, aún las más simples, o no. En comprensiva
y meramente aprehensiva, según que conozca la cosa en cuan-
to es inteligible, tanto en sí misma como relativamente a to-
das las demás a las cuales dice orden, o real o posible. Es
manifiesto que tener ideas comprensivas es patrimonio de
Dios. Y puramente aprehensiva en el caso contrario.

DEL TERMINO

El término es la manifestación externa de la idea, distin-


to del término mental, que es el mismo concepto.
El término oral se puede dividir de la siguiente manera:
A) en significante y no significante, según que fuera de sí
mismo represente algo distinto de sí, o no. Así: blitri es no
significante, y especie es significante. B) en fijo y vago: el
— 32 —
MONSEÑOR F É L I X H E N A O BOTERO

primero representa algo constantemente, v. gr. Dios; el se-


gundo puede tener varias significaciones al arbitrio de quien
lo pronuncia, como naturaleza. C) en unívoco, equívoco y a-
nálogo. Unívoco es el que se aplica a varios en significación
totalmente idéntica como hombre; equívoco, el que se aplica
a varios en significación totalmente diversa, como accidente
en categoría y en predicable; y análogo, el que "se predica
d e varios en significación parte igual y parte diversa", v. gr.
el ser (6).
Subdivídese la analogía en de atribución y de proporcio-
nalidad. Analogía de atribución es la que se aplica a varios
en orden a uno, al cual le compete principalmente, v. gr. sa-
no, que se aplica propiamente al animal y se atribuye a la
medicina, al color, al líquido, a las costumbres. Y analogía
de proporcionalidad, cuando la razón significada por el térmi-
no análogo está en muchos, según alguna proporción; así por
ejemplo:
DIOS CREATURA
(Increado) = (Creado)
SER SER
Convienen en que Dios y la creatura tienen ser; difieren
en el modo de ser.
La analogía de atribución es propia, como en el caso an-
terior; e impropia cuando interviene la metáfora. Así cuando
digo que el hombre ríe como el prado ríe, aplico una analo-
gía impropia o metafórica.
Cuando tenemos ideas análogas permanece en nosotros
cierta oscuridad. Así, todas las ideas que tenemos de Dios, de
su ser, de su naturaleza, de las personas divinas, de los atri-
butos, son analógicas. De ahí que necesariamente, con necesi-
dad metafísica, para nuestra razón siempre habrá misterios
en Dios. Quien los niegue nada sabe de Dios.
El término, tanto mental como real, se divide:
1) En término de primera intención y de segunda inten-
ción. Aquél es el que significa la cosa según sus predicados
reales, conocidos por la mente por conocimiento directo, co-
mo hombre en esta proposición: "Pedro es hombre". Este tér-

6 — "De diversis predicatur secutidum rationem partim eandem


partim díversam" (Santo Tomás, In XI Met., 1. 3.).

— 33 —
TRATADO DE LÓGICA

mino se llama también en metafísica universal directo, real,


metafísico. Y de segunda intención es aquél que significa la
cosa, según los predicados que le competen, en cuanto que
es entendida y se conoce por aprehensión refleja, como hom-
bre en esta proposición: "El hombre es especie".
2) En positivo y negativo; el primero significa una forma,
como justo, sabio, sujeto, predicado; el segundo, la carencia
de una entidad, como ceguera.
3) En concreto y abstracto, según que signifique un com-
puesto de sujeto y forma, como blanco, que consta de sujeto
y blancura, o de la forma removida del sujeto, como blan-
cura.
El concreto se dice lógico o real, según que la forma se
distinga del sujeto por la sola consideración de la mente e
independientemente de la misma. El primero es puramente ló-
gico, por ejemplo Dios, que se distingue del acto puro sólo
mentalmente. Y el segundo es metafísico, porque tiene fun-
damento en la realidad, v. gr. hombre se distingue de risible.
4) En absoluto o connotativo; aquél significa lo que es por
sí, como Pedro, banca y todos los sustantivos; y éste signifi-
ca lo q u e adyace a otro, como estudiante, correcto, etc.
5) En categoremático y sincategoremático; el primero pue-
de por sí ser sujeto o predicado de la proposición, como hom-
bre, sabiduría; el segundo no puede desempeñar esos oficios
sino unido a otro, como todo, alguno, etc.
6) En singular y común; el singular significa un solo in-
dividuo: "Singulare est cuius essentia est incommunicabilis",
el singular es aquel cuya esencia es incomunicable (Santo To-
más In Im. Sent., D. 24, q. 2, ad. 5 m.), v. gr. Pedro; el co-
mún es el que significa muchas cosas, analógicamente o uní-
vocamente, v. gr.: hombre, especie.
7) En colectivo y distributivo; el primero se aplica a mu-
chos, pero no puede predicarse de cada uno, como ejército;
pero sí el segundo, como discípulo.
8) En trascendental y no trascendental; compete el pri-
mero a todas las cosas, y son res, ens, unum, bonum, aliquid y
verum; el segundo, se aplica a una clase o categoría, como
substancia, cantidad, hábito.
COMPRENSION Y EXTENSION DE LOS TERMINOS'. —
Llámase comprensión de un término el complejo de propie-
— 34 —
MONSEÑOR F É L I X HENAO BOTERO

dades o atributos del mismo; así hombre tiene las siguientes


propiedades: racional, animal, viviente, sensitivo, corpóreo, sus-
tancia, ente; y ente no tiene sino una comprensión: el ser.
Extensión de una idea o de un término es el número de
individuos a quienes se puede atribuir; así el ente se dic e de
todos los individuos, y Dios se dice sólo de uno.
PRINCIPIO DE LA COMPRENSION Y LA EXTEN-
SION. — "A mayor comprensión, menor extensión; a máxi-
ma extensión, mínima comprensión; y viceversa". Dios tiene
máxima comprensión y mínima extensión; el ente tiene má-
xima extensión y mínima comprensión. Y a medida que se
baja en el árbol porfiriano crece la comprensión y decrece la
extensión.
Este principio debe grabarlo el alumno con sumo cuida-
do, porque es uno de los puntos básicos de la lógica, y el no
aplicarlo con exactitud da pie para numerosos sofismas.

Máxima Todas las perfecciones.


comprensión

DIOS
Mínima Un solo Dios.
extensión

Máxima Todos los seres son entes.


extensión
ENTE

Mínima El ente no dice sino una perfección: ser.


comprensión

Ejemplo práctico de las categorías para que el estudiante


las descubra:
Bolívar, pequeño de cuerpo, nervioso, dictaba continua-
mente, se emocionaba. Nació en Caracas; fue padre de cinco
repúblicas; luchó veinte años sin descanso. Dormía en hama-
ca y tenía u n porte entre majestuoso y arrollador. Sus esta-
tuas se multiplican en Europa y América.

— 35 —
CAPITULO V

DEL JUICIO Y LA PROPOSICION

DEL JUICIO. — Aristóteles (III de An. c. 6) lo definió:


"La oración por la cual el entendimiento dice algo de otro a-
firmando o negando" (1). Los modernos suelen definirlo: "El
acto por el cual la mente expresa la identidad o desigualdad
de dos ideas". Esta definición es recta con tal que la palabra
idea se tome con un concepto objetivo.
DIVISIONES DEL JUICIO. — Se divide el juicio:
1) En afirmativo y negativo como: "El hombre es racio-
nal". "El animal no es racional".
2) En verdadero y falso, según q u e la inteligencia com-
ponga y divida lo que hay que componer y dividir, o al con-
trario. V. gr. "Dios es justo". "El predicable es análogo".
3) En necesario y libre, según que en la enunciación del
juicio usemos de la evidencia de la cosa o del arbitrio de la
voluntad (Cfr. Remer). V. gr. "La línea recta es la más cor-
ta de las líneas". "Yo estudiaré filosofía".
4) En prudente e imprudente, según que al juzgar ten-
gamos sólido fundamento, o nó. Por ejemplo: "Estados Unidos
son una nación rica". "Todo hombre es justo".
5) En a priori y a posteriori según que el predicado se
diga del sujeto independientemente de la experiencia o depen-
dientemente de ella. V. gr. "Dos cosas iguales a una tercera
son iguales entre sí". "La Universidad Pontificia Bolivariana
intensifica los estudios de filosofía". Los antiguos escolásticos

1) — "Oratio qua intellectus aliquid dicit de altero aífirmando vel


negando".

— 37 —
MONSEÑOR F É L I X H E N A O BOTERO

llamaban a posteriori al juicio que procedía del efecto a la


causa, y a priori al que iba de la causa al efecto.
6) En analítico y sintético; el primero procede del análi-
sis de las nociones; el segundo de la experiencia o de la au-
toridad. V. gr. "La línea es mayor que el punto". "El efecto
supone una causa". "Ningún contingente es necesario". "Los
libertadores estudiaron en colegios católicos". "Sucre fue cas-
to". "Bolívar murió católicamente". Kant define el juicio a-
nalítico: "Aquel cuyo predicado está contenido formalmente
en la comprensión del sujeto". Más adelante al estudiar la
doctrina kantiana, veremos la importancia que tiene fijar con
exactitud la significación del juicio analítico. Advertimos que
las proposiciones que contienen definiciones esenciales no se
consideran propiamente como juicios analíticos, ya que vienen
a ser puramente lógicas las distinciones entre el sujeto y el
predicado.
REGLAS FORMALES DEL JUICIO. — 1) En virtud
del principio de identidad, es verdadero y legítimo todo juicio
cuyo atributo esté contenido en la comprensión del sujeto
(Cfr. Bossuet, L. II). Por ejemplo: "La parte es menos que
el todo".
2) Por el principio de contradicción es falso y absurdo
todo juicio cuyo atributo sea contradictorio al sujeto: v. gr.
"La criatura no es creada".
3) Puede ser verdadero todo juicio cuyo atributo no es
idéntico ni contradictorio al sujeto. V. gr. "El sujeto es pre-
dicable".
Las dos primeras clases de juicios pertenecen a la lógi-
ca formal, que se ocupa solamente de juicios analíticos. La
tercera ley pertenece a la lógica aplicada, que se ocupa de
juicios sintéticos o experimentales.

DE LA DEFINICION Y DE LA DIVISION

DE LA DEFINICION. — Aristóteles dijo de ella: "La o-


ración que significa lo que es la cosa" (2). Oración, porque
consta de muchas voces que indican la esencia de la cosa. Lo

2) — "Oratio significans quod quid est".

— 38 —
TRATADO DE LÓGICA

que es la cosa, por ser propio de la definición decirnos lo que


es la cosa.
PARTICION DE LA DEFINICION: — En nominal y
real. La primera significa la etimología de la palabra, v. gr.
epistemología: tratado de la ciencia; axiología: tratado de los
valores; ginecología: estudio de las enfermedades d e la mu-
jer; biología: tratado de los vivientes.
La segunda consiste en explicar la naturaleza de una co-
sa y determinar lo que ella es (to tí éstin) como dijo Aris-
tóteles; y se subdivide en esencial, causal y descriptiva.
La definición esencial explica la cosa por los constitutivos
intrínsecos, físicos o metafísicos. Físicos, v. gr. "El hombre
consta de alma y cuerpo"; metafísicos, v. gr. "El hombre es
animal racional"; "La planta es un cuerpo viviente". Hay que
anotar de nuevo que la definición metafísica esencial consta
de género próximo y diferencia específica, como en las enun-
ciadas.
La causal explica la cosa asignándole las causas extrínse-
cas de la misma, es decir, la eficiente, la final o la ejemplar.
Así: El alma humana se definiría: "La forma q u e es produci-
da por Dios de la nada" (eficiente); "La forma capaz de fe-
licidad eterna" (final); "La forma producida a imagen y se-
mejanza de Dios" (ejemplar).
Finalmente la descriptiva define la cosa por sus acciden-
tes propios, como "El hombre es un animal risible" (Cfr. Ge-
ny).
LEYES DE DEFINICION. — Ya Aristóteles había adver-
tido en lo Tópicos que la definición debe tener sus reglas, en-
tre las cuales enumera la primera:
1) Que la definición sea más clara que lo definido, ya que
a eso tiende la definición. Pecan contra esta regla quienes
definen lo mismo por lo mismo y los que emplean metáforas
para definir.
2) Que sea breve, para retenerla fácilmente y en bien
de la claridad.
3) Que no sea negativa, a no ser que se trate de definir
el defecto de una cosa o de contradictorios. Cuando se dan
definiciones negativas sabemos qué no es la cosa, pero no qué
s la cosa.
— 39 —
MONSEÑOR F É L I X H E N A O BOTERO

4) Que sea recíproca, es decir, que el sujeto pueda re-


emplazarse por el atributo, tratándose de definiciones esen-
ciales.
5) Que nada redunde ni nada falte. Así en las definicio-
nes esenciales es superfluo enunciar las propiedades del sér,
ilógico enumerar las propiedades del ser, e ilógico enunciar
los accidentes.
CONSECUENCIAS. — A) No podemos definir el ente,
ya que sobrepasa a todos los géneros y diferencias. B) Ni los
individuos, ya que ellos no tienen diferencias específicas, y
se distinguen entre sí sólo por caracteres accidentales. C) Ni
a Dios, porque es infinito.

DE LA DIVISION. — Dividir es partir el todo en sus


partes: "Oratio totum aliquod in suas partes distribuens". Lo
q u e se divide se llama dividendo, y las partes divisiones.
Lo que se divide puede ser nominal o real, según que
sea una partición de la voz en varias significaciones o de la
cosa en varios miembros.
PARTICION DE LA DIVISION REAL. — Santo Tomás
(1^ p, q. 76) distinguió tres clases de todos: universal, inte-
gral y potestativo, de los que se siguen tres clases de defini-
ciones reales.
Todo universal es el que tiene partes subjetivas en las
que la forma o la virtud está en cada una, v. gr. el hombre
cuya esencia y cuya virtud está en cada uno de los individuos.
Todo integral es el que consta de partes integrantes en
el cual la forma no está toda, ni en cuanto a la esencia ni en
cuanto a la virtud, en cada uno de los individuos, como una
familia, la Universidad Pontificia Bolivariana.
Todo potestativo es aquel en el cual la forma está toda
en cuanto a la esencia pero no en cuanto a la virtud, en ca-
da una de las partes. Así el alma humana está toda en cuan-
to a la esencia en el sensitivo y en el vegetativo, pero no en
cuanto a la virtud.
Hay también todo lógico, todo físico y todo metafísico
cuando las partes son respectivamente lógicas, físicas o meta-
físicas.
— 40 —
TRATADO DE LÓGICA

REGLAS DE L A DIVISION. — 1) Que se haga en po-


cos miembros, los cuales, si fuere necesario pueden subdivi-
dirse: Así el animal lo dividimos en racional e irracional; y
a éste en volátil, acuático y terrestre.
2) Que sea adecuada, es decir, que ni sobren ni falten di-
videndos.
3) Que ninguno de los miembros sea igual al todo; y
4) Que se haga, en cuanto sea posible, por partes subs-
tanciales, o al menos por las principales. Sería mala una divi-
sión lógica como ésta: los predicables son género y diferencia;
las definiciones son descriptiva y causal; la filosofía es metafí-
sica y ética; la lógica trata de criteriología y silogismo, etc.
Recapitulando podemos decir: A) Que la definición de-
senvuelve la comprensión de la idea y la extensión se esclare-
ce en la división.
B) Para definir es suficiente enumerar el género próxi-
mo y la diferencia específica; y para dividir es suficiente e-
nunciar los grupos inmediatamente anteriores.
C) Siendo el individuo indefinible por su comprensión i-
limitada, no cae bajo las definiciones esenciales.

DE LAS PROPOSICIONES

La manifestación externa del juicio se llama proposición,


que puede definirse con el filósofo: "La oración en la cual hay
verdad o falsedad" (3).
PARTICION DE LA PROPOSICION. — En simple y
compuesta. La primera es aquella "en la cual se enuncia una
cosa de un sujeto", como "Dios es santo". Compuesta es aque-
lla en la cual se enuncian varias ideas que se unifican por la
unidad" (4), como "Santo Tomás es santo, filósofo y conduc-
tor".
PARTICION DE LA PROPOSICION SIMPLE. — Se
divide en necesaria, imposible y contingente, según que el

3) — "Oratio in qua venim vel falsum est".


4) — "In qua enuncíatur plura quae coniunctione fiunt unum".
MONSEÑOR F É L I X HENAO BOTERO

predicado exprese algo que puede convenir o nó al sujeto. E-


jemplos: "El género es predicable" (necesaria); "La especie
es análoga" (imposible); "El hombre es rico" (contingente).
En afirmativa y negativa, según que el predicado se a-
decúe al sujeto o se remueva del sujeto. Ejemplos: "Animal
es género", "Hombre no es género".
EXTENSION DE L A S AFIRMATIVAS Y NEGATIVAS.
— Regla primera: En la proposición afirmativa el predicado
se toma siempre en toda su comprensión, pero no en toda su
extensión. Lo primero, porque de lo contrario se afirmaría
falsamente la identidad entre el sujeto y el predicado y lo
segundo, porque el predicado puede aplicarse a otros distintos
del sujeto. Así en "hombre es especie" quiere decir que tie-
ne todas las notas de la especie; pero en "hombre es mortal"
no significa que todo mortal sea hombre, sino que éste es uno
de los mortales. E n las definiciones esenciales es obvio que
el sujeto y el predicado son recíprocos.
Regla segunda: En la proposición negativa se toma el pre-
dicado en toda su extensión, pero no en toda su comprensión.
Lo primero, p o r q u e de lo contrario falsamente se removería
el predicado del sujeto. Así cuando digo: "Ninguna sustancia
es accidente", quiero decir que entre todos los accidentes no
hay uno que sea substancia. Lo segundo porque para que u-
na cosa no sea igual a otra no se requiere que discrepen en
todo; así cuando digo que "ningún bruto es hombre" no pre-
tendo enunciar que entre el hombre y el bruto no hay pro-
piedades comunes.
Se divide también la proposición simple en universal, sin-
gular, particular e indefinida, según que el sujeto sea un tér-
mino universal, singular, particular o indefinido. Ejemplos:
"Todo predicable es unívoco". "Pedro es individuo". "Algún
viviente es sensitivo". "Hombre es especie".
PARTICION DE LA PROPOSICION COMPUESTA. —
Se llama rigurosamente proposición compuesta la enunciación
que contiene varias proposiciones simples (Cfr. Lovaina y Port
Royal). Son las siguientes:
A) Copulativa, que contiene varios sujetos o varios atri-
butos unidos por u n a conjunción afirmativa o negativa, y o
ni. Esta proposición es verdadera sólo cuando todas sus par-
tes lo son; v. gr. "El género ni es análogo ni equívoco". "El
hombre es risible y racional".

— 42 —
TRATADO DE LÓGICA

B) Disyuntivas, las que establecen una incompatibilidad


y una alternativa a la vez, y se unen por la partícula o; v. gr.
"O es de día o es de noche". Para que sea verdadera es pre-
ciso que los términos de la disyuntiva sea de tal manera o-
puestos, que entre ellos no pueda haber contradicción; por e-
jemplo: "O es finito o infinito". "Una proposición es verdade-
ra o falsa".
C) Condicionales, las que comprenden dos partes unidas
por la partícula si, una de las cuales (condicionado) depende
de la otra (condición). Para que sea verdadera, es preciso
que haya consecuencia entre el antecedente y el consecuente;
v. gr.: "Si el alma humana es inmortal, es espiritual". "Si es
criatura, es finita". "Si Dios es Creador, es omnipotente".
E) Relativas, las que expresan un orden o respecto; v, gr.:
"Tal la vida, tal la muerte". "De tal palo tal astilla". Son ver-
daderas cuando entre ellas existe un verdadero nexo.
F) Adversativas, aquellas que comprenden varios juicios
diferentes unidos por partículas discrepantes; v. gr.: "No es
sencillo pero sí útil el estudio de la lógica". La verdad de
estas proposiciones depende de la verdad de las partes y de
la oposición que entre ellas se establece (Cfr. Mercier).
PROPIEDADES DE L A PROPOSICION. — Se llaman
propiedades de las proposiciones las que competen a las mis-
mas en cuanto que se comparan entre sí. De esa comparación
surge fácilmente la verdad o aparece claramente la falsedad
y son varias, entre ellas la oposición y la conversión.
DE L A CONVERSION. — Acuérdese el alumno de las
leyes acerca de la extensión y comprensión y fácilmente con-
cluirá lo siguiente:
1) Que toda proposición universal afirmativa se convier-
te en particular afirmativa; porque el predicado de las afir-
mativas tiene extensión menor y debe conservar la cualidad
de afirmativo.
2) La proposición particular afirmativa se convierte sin
cambio, porque como ambas son particulares y afirmativas
conservan la cualidad y la extensión. V. gr. "Algún hombre
es virtuoso". "Algún virtuoso es hombre".
3) Las proposiciones universales y negativas se convier-
ten en universales negativas. V. gr.: "Ningún género es aná-
logo". "Ningún análogo es género". Porque estando el predi-
— 43 —
MONSEÑOR F É L I X H E N A O BOTERO

cado de la proposición negativa en toda su extensión, debe


convertirse en universal negativa para que conserve la exten-
sión y la cualidad.
4) La proposición particular negativa no se puede con-
vertir, ya que como el predicado de la negativa tiene exten-
sión mayor, debería pasar a universal negativa; pero es claro
que de un particular no sale un universal; luego, no se puede
convertir.
La conversión consiste, pues, en deducir una proposición
de otra, transponiendo los términos.
DE L A OPOSICION. — Se llaman opuestas las proposi-
ciones que, teniendo unos mismos sujeto y atributo, difieren,
bien por la cualidad, bien por la cantidad o por ambas a una.
Las proposiciones opuestas se llaman contradictorias cuan-
do difieren en cualidad y cantidad. Son contrarias, cuando,
siendo ambas universales, difieren sólo en cualidad. Son sub-
contrarias dos particulares que difieren en cualidad. Y subal-
ternas las que difieren sólo en cantidad.
Todo predicable CONTRARIAS E Ningún predicable
es unívoco es unívoco
S N S
U R U
B R B
A A 1 A
L D C L
T I T
E D C E
R R
N R N
A R A
S N S

Algún predicable I SUBCONTRARIAS O Algún predicable


es univoco no es univoco

Nota. — A, significa universal afirmativa; E, universal


negativa; I, particular afirmativa, y O, particular negativa.
VERDAD Y FALSEDAD DE LAS OPUESTAS. —
1) Las contrarias pueden ser ambas falsas, porque admiten
término medio; pero no ambas verdaderas, porque se violaría
el principio de contradicción al afirmar la una todo lo que la
otra niega.
— 44 —
TRATADO DE LÓGICA

2) Las proposiciones subcontrarias pueden ser ambas ver-


daderas cuando el predicado es contingente; una verdadera y
otra falsa cuando el predicado es necesario; y son el término
medio de las contrarias. No pueden ser ambas falsas, porque
entonces las correspondientes contradictorias, que son contra-
rias entre sí, serían ambas verdaderas, lo cual demostramos
ser falso.
3) Las proposiciones subalternas no son propiamente o-
puestas, ya que la universal encierra a la particular, y ambas
tienen la misma cualidad.
4) Las proposiciones contradictorias tienen que ser una
verdadera y otra falsa, porque si nó se violaría el principio
de contradicción.
Nota. — Algunos autores suelen colocar las propiedades
de las proposiciones en el raciocinio, y las llaman deducción
inmediata, porque, dada una proposición, se sabe inmediata-
mente la verdad o falsedad de la otra.

PRIMEROS PRINCIPIOS LOGICOS

Toda proposición demostrable descansa en un principio


evidente, y todo raciocinio de las ciencias particulares se ba-
sa en premisas que no pueden ser demostradas, porque de o-
tra manera sería preciso admitir una serie infinita de demos-
traciones, lo cual repugna en sí y contradice a la conciencia
que es un criterio umversalmente válido para escolásticos, fe-
nomenístas y positivistas.
Tres son los grandes principios lógicos que son presupues-
tos de todo raciocinio, pero no pueden servir de premisa ma-
yor: el de identidad, el de contradicción y el de alternativa.
Se enuncian así: "Cuando en un juicio el concepto sujeto es
idéntico, total o parcialmente al concepto predicado, el juicio
es necesariamente verdadero". V. gr. "Todo triángulo tiene tres
ángulos".
El principio lógico de identidad se funda en el correspon-
diente principio ontológico "Lo que es, es", porque una lógica
que prescinda de la realidad es pura ficción.
El principio de contradicción se enuncia: "Un juicio no
puede ser verdadero y falso simultáneamente". Como e l an-
terior, el principio de contradicción se funda en el correspon-
— 45 —
MONSEÑOR F É L I X H E N A O BOTERO

diente principio ontológico que se enuncia así: "Una cosa no


puede ser y no ser simultáneamente".
El principio de alternativa o de tercero excluido dice:
"Entre dos proposiciones contradictorias no hay medio". El
principio de contradicción sostiene que dos juicios contradic-
torios no pueden ser ambos verdaderos. El de tercero excluí-
do dice que uno es verdadero y otro falso, necesariamente.
Pero el principio de tercero excluido no decide cuál es el ver-
dadero y cuál el falso.
CAPITULO VI

DEL RACIOCINIO

Así como el juicio consta de ideas, el raciocinio se com-


pone de juicios. Llámase raciocinio intuitivo, el inmediato de
que hablamos hace poco y discursivo, o simplemente racioci-
nio, aquel acto tercero de la mente mediante el cual de una
verdad conocida sacamos otra desconocida: "Processus mentís
quo unum ex alio cognoscimus". Y es llamado por Santo To-
más "Discursus secundum causalitatem", porque las proposi-
ciones deben ser entre sí como el principio y el principiado.
De tres partes consta el raciocinio: de aquello ele lo cual se
infiere (antecedente); de aquello que se infiere (consecuen-
te), y del nexo que intercede entre el antecedente y el con-
secuente (consecuencia).
Es obvio que el consecuente debe contenerse en el ante-
cedente. Mas, a fin de que no sea una repetición, debe estar
contenido sólo implícitamente.
La manifestación externa del raciocinio se llama argumen-
tación, y la argumentación más perfecta se llama silogismo.
Consta un silogismo de dos partes: premisas y conclusión o
consecuente. En las premisas hay dos términos llamados ma-
yor y menor que se comparan con otro llamado medio, a fin
de obtener una conclusión, según aquel principio: "Dos ver-
dades que coinciden con una tercera coinciden entre sí".
El silogismo tiene materia y forma. La materia son las
premisas (próxima), y los términos (remota). La forma es
la disposición de los términos apta para concluir.

REGLAS DE LA ARGUMENTACION
1) De lo verdadero no se sigue sino lo verdadero; de lo
falso se puede seguir lo falso y lo verdadero. Lo primero por-
— 47 —
MONSEÑOR F É L I X HENAO BOTERO

que como el consecuente se contiene en el antecedente, si és-


te es verdadero tiene que serlo aquél. Lo mismo cabe decir
cuando de lo falso se sigue lo falso. Y cuando se sigue lo ver-
dadero de lo falso es porque no hay consecuencia. Así de es-
ta proposición falsa: "El hombre es asno", se sigue como ver-
dadera la siguiente: "Luego, el hombre es animal"; y como
falsa: "El hombre es cuadrúpedo".
2) De lo necesario no se sigue sino lo necesario; pero el
necesario se puede también seguir del contingente y de lo im-
posible. Lo primero, porque si se siguiera lo contingente o lo
imposible, de la verdad se podría seguir la falsedad, ya que
lo necesario siempre es verdadero. Y lo segundo, porque con
algún extremo necesario puede estar unido un medio contin-
gente. Y lo tercero, por la regla que sigue.
3) Del imposible se sigue cualquier cosa, pues como el
imposible es falso, y yá hemos demostrado que de lo falso se
puede seguir lo verdadero o lo falso, luego etc.
4) De lo contingente se puede seguir lo contingefite y lo
necesario, pero no lo imposible. Lo primero y lo seguido por-
que puede haber conexión entre un contingente y otro, o de
un contingente con un necesario. V. gr.: "El filósofo disputa,
luego existe"; "El mundo existe, luego Dios existe".
Recuerde el estudiante los principios lógicos que hemos
estudiado al fin de las proposiciones, y tenga muy presente
que el raciocinio se funda en esos mismos principios.

LEYES DEL SILOGISMO


Como la materia del silogismo es doble, remota y próxima,
cuatro leyes dicen orden a los términos y otras cuatro a las
proposiciones. Las reglas del silogismo están comprendidas en
las siguientes síntesis:
la. Tum re tum sensu, triplex modo terminus esto.
lia. Aeque ac praemissae extendat conclusio voces.
Illa. Nunquam contineat médium conclusio oportet.
IVa. Aut semel aut iterum medius generaliter esto.
Va. Utraque si praemissa neget, nihil inde sequetur.
Vía. Ambae affirmantes nequeunt generare negantem.
Vlla. Nil sequitur geminis ex particularibus unquam.
Villa. Peiorem sequitur semper conclusio partem.
— 48 —
TRATADO DE LÓGICA

EXPLICACIONES DE LAS LEYES CON RAZONES Y


EJEMPLOS. — Primera ley: "Tanto en la cosa como en el
sentido tiene que haber sólo tres términos". La razón de la
ley anterior está en la estructura misma del silogismo, en el
cual se establece la comparación de dos verdades con una
tercera. Ahora bien, si hubiere más de tres términos, esa
comparación no sucedería. Peca contra esta regla el siguien-
te silogismo: "Algún predicable es especie; algún predicable
es género; luego algún género es especie", porque "algún pre-
dicable" tiene dos suposiciones, de las cuales la una no en-
vuelve la otra implícitamente.
Segunda ley: "La conclusión no debe tener mayor exten-
sión que las premisas". Porque la conclusión no es sino el
resultado de la comparación de las premisas, y nadie da de
lo que no tiene. Es falso el siguiente silogismo: "Todo animal
es sensitivo; todo animal es substancia; luego, toda substancia
es sensitiva"; porque "substancia" en la proposición menor,
como es predicado de afirmativa tiene extensión menor, y por
lo tanto no puede ser sujeto universal en la conclusión.
Tercera ley: "El término medio no debe entrar en la
conclusión". Porque ya sirvió de punto de comparación con
los extremos, su presencia en la conclusión sobra. V. gr. es
falso el siguiente silogismo: "Pedro es pequeño; Pedro es quí-
mico; luego, Pedro es u n pequeño químico".
Cuarta ley: "El término medio debe estar tomado en to-
da su extensión, al menos en una de las premisas"; de otra
manera los extremos no se compararían con uno sino con dos.
Por eso no es válido el siguiente silogismo: "Todo caballo es
mortal; todo elefante es mortal; luego, todo caballo es elefan-
te".
Quinta ley: "De dos negativas no se puede concluir".
Porque si dos discrepan con un tercero, no s e puede concluir
la concordancia en el consecuente. De ahí que sea malo el ra-
ciocinio: "Ninguna idea es imagen; ningún principio es ima-
gen; luego, ningún principio es idea".
Sexta ley: "Si ambas premisas son afirmativas, no se
puede sacar u n a conclusión negativa". Porque si los extremos
convienen con u n tercero, no se puede afirmar la discrepan-
cia en la conclusión. Así es inválido razonar: "Toda defini-
ción esencial es por género y diferencia; "el hombre es un
animal racional", es una definición esencial; luego, no es por
género y diferencia".
— 49 —
MONSEÑOR F É L I X HENAO BOTERO

Séptima ley: "Si ambas son particulares no se puede con-


cluir". Porque si ambas fueren afirmativas, el término medio
estaría tomado en ambas particularmente, o si ambas negati-
vas, de dos negativas no se puede concluir; o si una afirma-
tiva y otra negativa, las premisas no contendrían sino un so-
lo término universal, el predicado de la premisa negativa; pe-
ro como la conclusión habría de ser negativa, su predicado
debería ser universal, y siéndolo, en la conclusión debería
también serlo en las premisas; por consiguiente, el término
medio —que no puede ser idéntico al predicado de la con-
clusión— sería particular en las dos premisas. Esta ley- pue-
de reducirse a la primera.
Octava ley: "La conclusión sigue siempre la peor parte".
Y por lo mismo, si hay una premisa particular, particular de-
be ser la conclusión; y si hubiere una negativa, la conclusión
debe ser negativa. Porque si no, en el primer caso se peca-
ría contra la segunda ley, y si hay una negación, hay una
discrepancia que debe aparecer en la conclusión.

SILOGISMO CONDICIONAL

Es aquél cuya premisa mayor es condicional, y la menor


categórica.
REGLAS P A R A LA VERDAD. — Afirmada la condición
se sigue el condicionado; ya que, purificada la condición, el
condicionado pasa a absoluto. V. gr. "Sí hay criaturas, hay
Creador; es así que hay criaturas; luego, hay Creador". O
bien, uno lógico: "Si hay juicios, hay ideas; es así que hay
juicios; luego, hay ideas".
Negado el condicionado, debe negarse la condición. Por
ejemplo: "No hay Creador; luego, no hay criaturas". "No hay
juicios; luego, no hay ideas".
Pero hay que advertir que:
A) De la negación de la condición no se sigue la nega-
ción del condicionado, como en éste: "Si el mundo existe, Dios
existe; pero el mundo no existe; luego, Dios no existe" (fal-
so).
B) Ni por la afirmación del condicionado se puede infe-
rir la afirmación de la condición. "Dios existe, luego el mun-
do existe" (falso).
— 50 —
TRATADO DE LÓGICA

SILOGISMOS IRREGULARES

Llámanse así los que aparentemente tienen menos o más


de tres términos. Son:
A) El entinema (de en-zymeiszai: reservar). Es un silo-
gismo en el cual se sobreentiende una premisa o la conclu-
sión. V. gr.: "El propio es predicable; luego es unívoco".
B) Epiquerema. Cuando cada una de las premisas tiene en
sí la razón de ser, v. gr.: "Es lícito dar muerte al injusto a-
gresor: La ley natural y la positiva lo autorizan. Ahora bien:
Clodio ha sido injusto agresor de Milón: Sus antecedentes, su
escolta, sus armas lo prueban. Luego, era permitido a Milón
dar muerte a Clodio" (Cicerón Pro Milone).
C) Polisilogismo. Es aquel razonamiento que encadena di-
versos silogismos, de tal suerte que la conclusión del primero
sirva de premisa mayor del que sigue, y así sucesivamente.
V. gr.: "El hombre debe conocer sus causas eficiente y final;
es así que Dios es la causa eficiente y final del hombre; lue-
go, debe conocerlo. El conocer a Dios es adquirir una perfec-
ción; el que adquiere una perfección se ennoblece más a sí
mismo; luego, el que conoce a Dios se ennoblece a sí mismo",
etc.
D) El sorites (sorós: montón) es una serie de proposicio-
nes encadenadas de tal suerte que el atributo de la preceden-
te se convierte en sujeto de la siguiente, y así sucesivamente
hasta que se unen el primer sujeto y el último predicado. Por
ejemplo: "El alma humana es inteligente; el inteligente es es-
piritual; el espiritual es incorruptible; el incorruptible no tie-
ne materia; luego, el alma humana no tiene materia".
E) El dilema (Dis-lemma: dos proposiciones), llamado por
Cicerón complejo y por San Jerónimo silogismo cornudo, es
una argumentación en la que, propuestas dos proposiciones
disyuntivamente, se acosa al adversario con cada una de ellas.
Tal era el de Tertuliano para demostrar que Trajano era in-
justo con los cristianos cuando Plinio le preguntaba si era
preciso interrogar a los cristianos, a lo cual el emperador ha-
bía respondido: "No les preguntes; pero, si son llevados a tu
tribunal, condénalos". De lo cual Tertuliano argumentó con-
tra el emperador: "Los cristianos son malos o inocentes: si ma-
los, por qué prohibes preguntarlos; si inocentes, por qué man-
das condenarlos?". Hay que procurar que el dilema no pue-
da ser retorcido por el adversario, y que no deje un término
— 51 —
TRATADO DE LÓGICA

posible de escape entre las dos alternativas, es decir, que no


admita término medio.

SOFISMAS

Se llama falacia, paralogismo o sofisma la argumentación


que toma por verdaderas y ciertas, premisas er: óneas o du-
dosas; o aquella en que se saca de las premisas una conclu-
sión que lógicamente no dimana de ellas. Son numerosos:
1) Sofismas de inducción, cuando se hace una observa-
ción falsa, como la de los evolucionistas, con Haeckel a la ca-
beza, al afirmar la existencia de las móneras. O cuando se
hace una interpretación errónea de los datos observados; co-
mo la que hicieron con la mandíbula de Heidelberg o con el
"homo sinensis".
2) Sofismas de deducción. Se dividen en dos clases: los
de dicción, en los que la equivocación está en los términos; y
de extradicción, cuando la falacia está en el sentido.
Sofismas de dicción:
A) Los que toman una palabra en distinto sentido, como
sucede a menudo con la palabra democracia, que tiene un
significado distinto empleada por los comunistas, por los libe-
rales o por los demócratas cristianos.
B) Tránsito de sentido compuesto a sentido dividido. E-
¡emplo: las palabras de Jesús en el Evangelio: "los ciegos ven,
los cojos andan, los sordos oyen", son verdaíderas tomando
estas cosas separadamente; pero no en sentido compuesto.
Sofismas de extradicción:
A) Petición de principio. La hay cuando se supone esta-
blecido lo que se va a demostrar. Así Marx supone que la
materia es eterna, mas no lo demuestra. Así el positivismo se
declara agnóstico respecto a la vida sobrenatural y a los mi-
lagros de Cristo, pero no quiere demostrar, por estar seguro
del fracaso quizás, que los hechos del Evangelio no son histo-
ria. Los positivistas niegan a priori los milagros y nosotros
los demostramos a posteriori.
B) Círculo vicioso. Cuando se demuestra una cosa por o-
ra que no está demostrada. Ejemplo: Descartes demuestra la
— 52 —
MONSEÑOR F É L I X H E N A O BOTERO

veracidad divina por la evidencia, y la evidencia por la vera-


cidad divina.
C) Sofisma del accidente. Consiste en confundir lo acci-
dental con lo esencial. Tales los transformistas que basan cam-
bios específicos en mutaciones accidentales.
D) Non causa pro causa. Cuando se toma la sucesión co-
mo causalidad. Así los mismos transformistas que encontraron
huesos de hombre cercanos a huesas de animales dedujeron
precipitadamente que el hombre procedía de las especies in-
feriores.
E) Ignorancia de] elenco. Ocurre cuando el raciocinio
prueba demasiado o no prueba lo suficiente, o prueba otra co-
sa distinta de lo que se quería demostrar. También acontece
cuando dos disputan ignorando los términos mismos de la con-
troversia. Así es frecuente que los enemigos de la Iglesia a-
firmen contradicción entre la fe y la filosofía, a pesar de que
numerosos de ellos ignoran la filosofía. Los que niegan la Tri-
nidad sin saber qué es naturaleza, persona, relación, etc.

FIN DE LA DIALECTICA

— 5S —
CAPITULO VII

NOCION GENERAL DEL METODO

Hay u n lazo necesario entre la lógica formal y la lógica


aplicada o metodología. La lógica general aporta sus elemen-
tos a la metodología, y esta no hace sino darles una inflexión
especial, una aplicación , a los distintos modos del conocimien-
to. La noción del método acompaña a todo saber que preten-
da ir más allá de la experiencia vulgar. El método otorga al
saber su firmeza, su coherencia, su validez; es como su prin-
cipio organizador y su garantía. Pero es preciso que el méto-
do siga dominado por la lógica formal, que le suministra prin-
cipios universales a fin de poseer validez y seguridad.
Podemos definir el método con Lahr: "El conjunto de
procedimientos que debe emplear el espíritu humano en la
búsqueda y la demostración de la verdad".
A los métodos verdaderamente científicos han precedido
siempre, como es natural, los métodos empíricos. Los procedi-
mientos sucesivos llevados a cabo por los investigadores y
que han tenido buen éxito, estudiados luego por los filósofos,
han dado lugar al nacimiento de una metodología verdadera-
mente científica y racional.
Algunos autores se contentan con una exposición y de-
mostración de los métodos válidos, formales, lógicos y univer-
sales. Tales son, v. gr. De María, Geny, Remer, Boyer, y o-
tros eminentes profesores romanos. Otros, por el contrario,
son demasiado sucintos, tanto en la metodología general como
en la aplicada, como sucede en el texto de Lovaina. Entre
los textos americanos nos referimos especialmente a la Lógica
de Francisco Romero y Eugenio Puccíarelli por ser de las más
modernas y por seguir paso a paso la filosofía de Husserl, to-
dos logicistas, y u n poco al margen de las grandes concepcio-
nes metodológicas construidas en la edad media. En ellos, la
— 55 —
MONSEÑOR F É L I X HENAO BOTERO

tendencia especial en este campo es llevar la lógica material


o aplicada a la criteriología. Los dos célebres profesores fran-
ceses, Lahr y Sortais, amplían demasiado la metodología es-
pecial en cada ramo del saber, lo cual no parece justificarse
si se tiene en cuenta que cada ciencia posee métodos peculia-
res, dirigidos por los grandes métodos generales, que a ellas
corresponde especializar. Nosotros vamos a procurar seguir en
esto, como en todo, el justo medio, que es el gran derrotero
de los escolásticos.
Método viene de las palabras griegas metá, odós, o sea ca-
. mino para seguir; el método científico es por lo tanto el ca-
mino que conduce a la ciencia.

UTILIDAD E IMPORTANCIA DEL METODO

19 — Siendo el método u n camino ya trazado con gran-


des esfuerzos mentales y con experiencias, fracasos y victo-
rias de muchos siglos; habiendo intervenido en su estudio y
discriminación sabios de diversa índole; y sabiendo que hay
métodos probados ya, y conquistados definitivamente para la
investigación ulterior, nosotros, los que en el siglo X X estu-
diamos estas cuestiones, debemos agradecer a los pensadores
de otros siglos el que nos hayan economizado pérdida de tiem-
po y de energía.
2? — Las mismas experiencias pasadas nos indican que
hubo edades preferentemente deductivas, otras en que predo-
minó la inducción; éstas en las que, siguiendo a Descartes, se
extremó de tal manera el método matemático que se quiso
aplicar el método deductivo a la física; y otras en que los cien-
tífistas llegaron hasta querer cuantificar lo psíquico, mas fue-
ron felizmente refutados por Eucken, William, Liberatore, Ge-
melli, Spalding, Boutroux, Henry Poincaré, Bergson, Maritain,
Hovre y otros muchos. Hoy día el biologismo, el naturalismo
y el cientifísmo marchan a la deriva, mientras la metafísica
regresa al pensamiento contemporáneo.
3° — El genio griego intuyó y analizó no sólo la deduc-
ción sino también la inducción, mucho más profundamente de
lo que se cree generalmente y se afirma en numerosos tra-
tados de la inducción. Adelante veremos cómo Maritain en
su tratado sobre la Lógica ha reivindicado como grandes in-
ductivos tanto a Aristóteles como a Alberto Magno y Santo
— 56 —
TRATADO DE LÓGICA

Tomás. Pertenece al mismo Maritaín el haber logrado que el


mundo contemporáneo de la filosofía se interese por conocer
al gran filósofo d e Lisboa Juan de Santo Tomás, el cual, de
haber sido seguido, estudiado y popularizado a su tiempo, le
hubiera evitado a la filosofía y al mundo científico el influjo
cartesiano, que tantas desviaciones produjo y produce todavía.
4 9 — Los genios tienen gran necesidad del método, ya
que su imaginación vivaz, su intuición rápida, su espíritu
creador, sin Un freno metodológico, fácilmente se salen del
camino que conduce a la verdad. La vida práctica nos está
enseñando que un hombre mediocre, metódico y tenaz, llega,
o~más rápidarrwhte o con mayor certidumbre," al descubrimien-
to de la verdad que un hombre genial desordenado. Ya lo
había anotado el autor del Novum Organon: "Claudus in via
antecedit cursorem extra viam". Y el autor del Discurso del
Método anotaba con razón que los que no andan sino lenta-
mente pueden avanzar mucho más, siempre que sigan el ca-
mino, que aquellos que corren y se alejan del mismo. Otros
sabios, anotaba Fontenelle, rompen el puente después de ha-
ber pasado el río, queriendo ser admirados más bien que se-
guidos.
Por otro lado no hay que pensar que el método supla el
talento, aunque sí sea grande su ayuda. El intento de Bacon
de pretender que las altas verdades se mecanicen y se con-
viertan en un laboratorio maquinal, no solamente recorta las
alas al pensador sino que ello nos llevaría a sacar de nuestras
facultades superiores el menor partido posible.
El mas difícil de los métodos, por ser el más encumbra-
do, es el de la "experiencia mística", cuyos máximos expo-
nentes son Santa Teresa y San Juan de la Cruz, los dos ma-
yores psicólogos de la historia, según lo afirman pensadores
de las más disímiles corrientes. Ambos siguieron las doctri-
nas de Santo Tomás enseñadas en Salamanca.

— 57 —
CAPITULO VIII

Métodos Generales:

ANALISIS Y SINTESIS

La orientación acorde con el pensamiento humano y con


el sentido común en los estudios metodológicos, está clara-
mente sintetizada por Santo Tomás (la. p., q. 85, a. 8, ad lm);
" . . . en la adquisición de la ciencia no siempre los principios
y elementos son los primeros, puesto que algunas veces de
los efectos sensibles nos elevamos al conocimiento de los prin-
cipios y causas de los inteligibles: pero adquirida ya por com-
pleto la ciencia de los efectos depende siempre del conoci-
miento de los principios y elementos; porque, como dice tam-
bién Aristóteles (ibid.), "creemos que sabemos, cuando pode-
mos referir los efectos a sus causas".
La palabra análisis, de analío, es u n procedimiento que
va de lo compuesto a lo simple, que estudia las partes del to-
do, que descompone el todo en sus partes. Y síntesis, de syn-
íizemi (componer), es la reconstrucción del todo descompues-
to por el análisis. El que divide, analiza; el que define, sinte-
tiza.
NECESIDAD DEL ANALISIS Y DE LA SINTESIS. —
Es indispensable el análisis por la complejidad de los objetos;
por la falibilidad de nuestra inteligencia: por las numerosas
causas que intervienen en la producción de un mismo efecto;
por las dificultades que ofrecen las relaciones de causa a e-
fecto, de principio a consecuencia. De donde procede la urgen-
cia de dividir las facultades a fin de reducirlas. Por lo tanto
todas las ciencias analizan: el físico estudia las leyes del mo-
vimiento, de la electricidad, del sonido, de la luz, separada-
mente; el químico, los metales, los metaloides, los elementos,
individualmente; el botánico, clasifica las plantas por las flo-
res; el psicólogo estudia, una después de otra, las facultades
— 59 —
MONSEÑOR FÉLIX HENAO BOTERO

del alma, sus propiedades; el historiador divide las épocas y


períodos lo mismo que el literato; y así en las demás cien-
cias. Con este mismo método analítico muchas ciencias que
antes se habían incorporado a la filosofía o a las matemáticas
tienen hoy una autonomía relativa; tales son la física, la so-
ciología, la hermenéutica, etc. Sin análisis, la síntesis es im-
posible; y Cousin escribió con razón: "Done synthese, sans a-
nalyse, science fausse et imaginaíre; analyse sans synthese,
science incomplete. Mieux vaut sans doute une science incom-
plete qu'une science fausse; mais ni l'une ni l'autre ne sont
la vraie science".
Es igualmente imprescindible la síntesis; porque si es ver-
dad que sin análisis el conocimiento es superficial y vago, sin
'a síntesis será necesariamente incompleto. En efecto: la cien-
cia no se detiene solamente en el conocimiento detallado de
las partes; ella pretende aún saber qué puesto desempeña ca-
da una de ellas en la acción total y cómo funcionan todas
ellas unidas. Los conductores de los pueblos han sido general-
mente hombres de ideas síntesis; así Moisés, Solón, Licurgo.
T^ene una importancia manifiesta en la vida científica el des-
cubrir la relación que liga los hechos a las causas y las cau-
sas a los efectos: este segundo método es lo que se llama sín-
tesis. Habiendo estudiado nosotros el silogismo y sus leyes tan
severas como aplicables, basta recordar su estructura para
irse cuenta de la importancia que tiene la síntesis en la in-
vestigación, y la síntesis es deducción.
DOS CLASES DE ANALISIS Y SINTESIS. — Se dis-
tinguen análisis y síntesis experimentales y síntesis y análisis
racionales. Los primeros estudian hechos o seres concretos, es-
pirituales o materiales; los segundos, ideas o verdades más o
menos abstractas o generales.
ANALISIS Y SINTESIS EXPERIMENTALES. — Pue-
den ser de dos maneras: por separación o reunión real de las
partes, si se trata de substancias materiales, o por separación
o reunión mentales, si de substancias espirituales o fenóme-
nos suprasensibles (Lahr).
El análisis experimental real lo lleva a cabo el químico
cuando descompone el agua en sus elementos; el físico al des-
componer el color blanco en morado, azul, verde, anaranjado,
rojo e índigo; el anatomista cuando hace la disección de un
cuerpo animal para comprobar el lugar de los órganos, su
funcionamiento y m u t u a subordinación.
— 60 —
TRATADO DE LÓGICA

La síntesis experimental real es practicada por el quími-


co cuando del ázoe y del hidrógeno forma el amoníaco; por
el físico, cuando recompone la luz blanca, haciendo converger
todos los rayos del espectro sobre un mismo punto.
Hay análisis experimental mental cuando en psicología se
distinguen los hechos emocionales, intelectuales y volitivos;
cuando en sociología se discriminan las instituciones, las le-
gislaciones, los acontecimientos, con el fin de desentrañar las
leyes que presiden el origen y el desenvolvimiento de las so-
ciedades.
Hay síntesis experimental mental cuando el historiador re-
sucita el pasado coordinando los acontecimientos de una épo-
ca; cuando el naturalista reconstruye idealmente las plantas y
los animales, coadunando los elementos orgánicos descubiertos
por el análisis.
ANALISIS Y SINTESIS RACIONALES. — A) Análisis
racional: se hace no por descomposición sino por resolución. Y
consiste esencialmente en reducir la cuestión propuesta a u-
na cuestión más simple, ya resuelta, como cuando se estable-
ce una cadena de proposiciones, comenzando por aquella que
•>e quiere demostrar, terminando por una proposición conoci-
da, y de tal manera que partiendo d e la primera cada una
sea una consecuencia necesaria de la que le sigue; de ahí re-
sulta que la primera es una consecuencia de la última y, por
lo tanto, verdadera como ella. El análisis no es pues otra cosa
que un método de reducción (Duhamel. Métodos en las cien-
cias de razonamiento).
B) Síntesis racional: Es la marcha progresiva del pensa-
miento que va del principio a la consecuencia, de la condición
al condicionado, del principio a la solución del problema, del
general al particular, del mas simple al más compuesto.
Por ejemplo, en la demostración de un teorema geométri-
co ocurren conjuntamente ambos procedimientos, análisis y
síntesis.

w D

A C E
— 61 —
MONSEÑOR FÉLIX HENAO BOTERO

Se va a probar que los tres ángulos de un triángulo su-


man 1809; para ello se reduce este enunciado a proposiciones
más simples, a otros teoremas ya demostrados en el encade-
namiento de la geometría euclidiana. Tómese el triángulo
ABC; trácese por el punto C la paralela CD a la línea AB y
prolongúese la recta AC hasta el punto E.
El ángulo b es igual al ángulo b' por alternos internos
respecto de la recta BC.
El ángulo a es igual al ángulo a' como correspondientes
respecto de la línea AC.
Sumando los términos de estas dos ecuaciones ordenada-
mente, tenemos:
Angulo a más ángulo b es igual a ángulo a' más ángulo b'.
Pero, ángulo a' más ángulo b' igual a ángulo ECB.
Luego: ángulo a más ángulo b igual a ángulo ECB.
Ahora bien: ángulo c más ángulo ECB igual a 1809, por-
que la suma de los ángulos construidos sobre una línea recta
vale 1809.
Luego ángulo a más ángulo b más ángulo c igual a 180°
que es lo que se iba a demostrar.
Nota. — Para que el análisis y la síntesis valgan, deben
ser completos y graduales. Completos, es decir, que el análi-
sis llegue hasta los elementos simples o irreductibles a fin de
que de allí parta la síntesis; y graduales, porque de otra ma-
nera sucedería lo que anotó Descartes en Las reglas para la
Dirección del Espíritu: "Como un hombre que al pie de un
edificio pretendiera lanzarse hasta la terraza, despreciando la
escalera o no percibiéndola".
EMPLEO Y ANALISIS DE L A SINTESIS. — Ninguna
de las dos es suficiente por sí misma, y ambas se suplen a
una y se controlan. Hay ciencias eminentemente analíticas, co-
mo las naturales; y otras preferentemente sintéticas como la
geometría. En esta ciencia, cuyos principios son perfectamente
claros, es más práctico enunciar las leyes generales a fin de
deducir de ellas las aplicaciones y consecuencias, con lo cual
se simplifica el trabajo. En otras, como en la metafísica, cu-
yos principios son difíciles, dará mejor resultado proceder a-
nalíticamente de las consecuencias a los principios.
— 62 —
TRATADO DE LÓGICA

ESPIRITU ANALITICO Y ESPIRITU SINTETICO. —


El espíritu analítico es minucioso, preciso, exacto, detallista; y
el sintético es comprensivo, arrojado y gusta de la visión de
conjunto. El primero describe con precisión y conoce fácil-
mente las diferencias que distinguen los objetos observados;
/ el otro descubre analogías, afinidades y construye. En los
grandes períodos analíticos los genios se ocupan en preparar
el material, y en los sintéticos se procede a la edificación. La
Edad Media, observa con firmeza Sortais, se caracteriza por
espíritu de síntesis; y el siglo XVIII por el espíritu de aná-
lisis.
El abuso del análisis engendra una miopía intelectual y
evita sacar conclusiones y leyes útiles para la ciencia; el abu-
so de la síntesis engendra una ciencia vaga, conceptuosa y po-
co cimentada.
Hay genios como Santo Tomás, en los cuales ambos mé-
todos se coordinan, pero preside la síntesis; otros, como Pas-
teur, en los cuales el análisis es predominante, sin que la
síntesis sufra menoscabo. Algunos como Cuvier, demasiado a-
nalíticos; y otros como Saint Hilaire, excesivamente sintéticos.
Nuestro siglo está reaccionando fuertemente contra el descui-
do de la síntesis y contra la tendencia mecanicista y positivista
de los dos siglos anteriores.

- 63 —
CAPITULO IX

METODOS INDUCTIVOS Y DEDUCTIVOS

Objeción. — Siendo el método deductivo el procedimiento


del espíritu que procede de principios a consecuencias, de cau-
sas a efectos y de leyes a fenómenos; y el inductivo el que
va del fenómeno a la ley, del efecto a la causa, de la conse-
cuencia al principio, parece lógico que a nadie se le haya o-
currido confundirlos o negar el valor lógico de la inducción
o de la deducción. Sin embargo Stuart Mili pretendió demos-
trar que la deducción se reducía a la inducción, con el argu-
mento siguiente: "El silogismo está totalmente en la mayor; y
como la mayor es el resultado de una inducción, se sigue que
la deducción se reduce a la inducción". Para Mili la proposi-
ción menor es absolutamente inútil. "Todo raciocinio deducti-
vo, dice el filósofo inglés, puede reducirse a esta fórmula clá-
sica: Todos los hombres son mortales; es así que Cayo es hom-
bre, luego Cayo es mortal". Tal raciocinio es inútil y nada
nos enseña; encierra, además, siempre una petición de princi-
pio. En efecto, para afirmar que todos los hombres son mor-
tales es necesario que sepamos con certeza que Cayo es mor-
tal; para que se pueda enunciar la mayor, hay que estar cier-
to de la conclusión. Siendo así, a qué viene semejante racio-
cinio? Y no se diga que la conclusión está contenida implíci-
tamente en las premisas, porque afirmar implícitamente una
cosa es afirmarla sin saberla, y si no se sabe, con qué dere-
cho se afirma luego explícitamente?
Respuesta. — Esta objeción que pretende hacer nugatorio
el método deductivo en favor de la inducción, ha sido resuel-
ta admirablemente por el cardenal Mercier (véase el texto de
Lovaina): "No es verdad, dice, que el ejemplo citado por
Stuart Mili sea tipo del raciocinio: presentado en esta forma
justifica todas las objeciones del filósofo inglés. Parecería, en
efecto, que la mayor del silogismo es una proposición colecti-
— 65 —
MONSEÑOR F É L I X H E N A O BOTERO

va, una forma abreviada que resume todos los casos particula-
res.
"Mas la mayor de un verdadero silogismo ni siquiera es
una proposición actualmente universal, que contiene la con-
clusión como caso particular, sino una proposición en la que
se enuncia, de un concepto abstracto, una propiedad general.
Mediante la menor, se aplica luego en la conclusión esta pro-
piedad abstracta a un sujeto particular que participa de la
naturaleza del concepto abstracto del sujeto de la mayor.
"He aquí, pues, cómo debe enunciarse el citado ejemplo:
La naturaleza humana está sujeta a la muerte. Es así que
este individuo, Cayo, posee la naturaleza humana. Luego Ca-
yo es mortal.
"De este modo la mayor no contiene actualmente la con-
clusión ni implícita ni explícita, pero es la causa eficiente de
la formación de este juicio (non est id ex quo elicitur conclu-
sio, sed id quod generat conclusionen).
"En resumen, el error de Stuart Mili está en suponer que
en todo raciocinio la mayor es una proposición colectiva que
contiene un conjunto de proposiciones particulares. La esen-
cia del raciocinio, por el contrario, consiste en hacernos ver
que un predicado que conviene naturalmente a un sujeto abs-
tracto, conviene, por vía de consecuencia, a tal sujeto concre-
to y particular".
Pero tampoco se puede pretender reducir la inducción al
silogismo, como lo pretende el mismo cardenal Mercier. Para
no ser aprioristas soltaremos esta dificultad cuando hayamos
estudiado a fondo en qué consiste el procedimiento inductivo.

DE LA INDUCCION

Aristóteles definió la inducción: "Una operación del espí-


ritu que consiste en ir de lo particular a lo general".
Precipitadamente dividió Lahr la inducción en socrática,
aristotélica y baconiana. Porque Sócrates lo que realizó pro-
piamente fue generalizaciones; Aristóteles en su ejemplo de
los Analíticos no hizo una enumeración completa ni solamen-
te habló de la inducción en aquel pasaje; y no fue Bacón el
creador o sistematizador de la inducción. Ya demostraremos,
con Sor tais y Maritain entre otros, que Aristóteles, Santo To-
— 66 —
TRATADO DE LÓGICA

más y Alberto Magno fijaron claramente la estructura de la


inducción y dieron los principios que sirvieron a Bacon y Mili
para completar su estudio. Nosotros creemos que la induc-
ción no debe llevar apelativos, ya que su significación, su e-
ficacia para probar, las leyes que la rigen, los procedimientos,
y su técnica, pertenecen a innumerables sabios y son el de-
sarrollo del sentido común y de la natural capacidad que tie-
ne nuestra mente para ir buscando las causas y leyes y prin-
cipios, observados los efectos, fenómenos y consecuencias.
ETAPAS DE L A INDUCCION. — Como la inducción
versa sobre hechos, fenómenos y consecuencias, es preciso par-
tir de la observación, continuar con el estudio de la hipóte-
sis, proseguir con la verificación de la misma por medio de
nuevas observaciones y esperimentaciones para luégo sacar de
allí la enunciación de leyes y causas generales.
A) DE LA OBSERVACION. — Observar es considerar
atentamente seres, hechos o fenómenos para descubrir sus cau-
sas y leyes. No tratamos aquí de la observación interna o psi-
cológica sino de la física y externa sobre los fenómenos del
mundo circundante que percibimos por las sensaciones, con-
dicionadas por los órganos de los sentidos. El gusto contri-
buye reconociendo algunas substancias químicas; el olfato nos
advierte la presencia del gas; aprecia el oído los sonidos mu-
sicales; el tacto nos da a conocer la extensión, la forma, la
resistencia, la temperatura; y la vista, los colores, las distan-
cias, las formas y figuras, la extensión, etc.
Para observar son precisas ciertas condiciones físicas, co-
mo órganos sanos y medio sano; se requieren instrumentos
para suplir la insuficiencia de los sentidos mediante el aumen-
to de su capacidad, como el telescopio y el microscopio; o de
su precisión como el dinamómetro y el higrómetro.
Un observador debe ser curioso; "la curiosidad es el co-
mienzo de la ciencia", escribió Aristóteles. Newton, Galvani,
Volta, Caldas, Mutis, fueron hombres de una curiosidad per-
manente. Sagaz, a fin de distinguir lo esencial de lo acciden-
tal. Imparcial, para que no obren los prejuicios sino la ver-
dad. Atento, para que haya reflexión. Y paciente hasta salir
con el descubrimiento de la causa buscada. Se cuenta que
Pasteur observó cincuenta mil gusanos d e seda antes de des-
cubrir la naturaleza de la epidemia que amenazaba arruinar
la agricultura. La precipitud y los prejuicios perjudican seria-
mente la observación científica y encadenan al hombre a su
— 67 —
MONSEÑOR F É L I X H E N A O BOTERO

opinión, impidiéndole buscar la verdad: "Non quia vera sed


quia sua est" escribió San Agustín en las Confesiones.
La observación debe proceder con orden, con precisión,
con exactitud; de otra manera, o se escapan fenómenos que
deben ser observados, o no se encuentra la verdadera causa
i e los mismos.
Sirve la observación para constatar el hecho, para fundar
las experiencias, para formular hipótesis, para crear espíritus
tenaces y muchas veces ella ha sido causa de grandes des-
cubrimientos científicos. Un parlamentario, un médico, un psi-
quiatra, que carezcan de fineza en la observación, fracasarán
fácilmente. Y hoy día el laboratorio funda sus grandes éxitos
en la paciencia de los observadores.
El observador adquiere con frecuencia una probabilidad,
base de la conjetura y de la hipótesis, que es la segunda eta-
pa de la inducción.
"El resultado de la observación tiene alcance meramente
individual y descriptivo: la observación se refiere a objetos
singulares y termina con la enunciación de lo percebido en
ellos" (Cfr. Francisco Romero).
B) DE LA HIPOTESIS. — La hipótesis es como una
anticipación a la experiencia, pero nunca una creación arbi-
traria. Suele definirse: "La suposición de una causa o de una/
ley destinada a explicar provisionalmente un fenómeno, has-
ta que los hechos la confirmen o contradigan".
No proviene generalmente la hipótesis de una intuición
sino de un saber en potencia, de una ciencia acumulada en
observaciones, a la cual le faltaba una razón causal.
Teóricamente coordina resultados, suministra explicaciones
y aguijonea el espíritu para continuar buscando la verdad: y
prácticamente oriente al experimentador al sugerirle nuevas
investigaciones.
No se diga que la hipótesis es un proceso anticientífico
por basarse en suposiciones, ya que ella por sí misma no a-
firma tesis sino que plantea problemas que deben ser resuel-
tos con la experiencia; tan cierto es esto, que hombres tan
amantes de la verdad como Santo Tomás, empiezan todas sus
cuestiones con el utrum célebre de la escolástica, y que el
gran jurista de Bolonia, Graciano, tiene entre una de las par-
tes principales de su Decretum, la hipótesis.

y — 68 —
TRATADO DE LÓGICA

División de la hipótesis. — Divídese la hipótesis en par-


ticular y general, en representativa y explicativa.
Las particulares se reñeren a una ley elemental, como
cuando alguien opina sobre algún movimiento de la tierra; las
generales reúnen varias leyes elementales en una ley que las
comprende a todas unifórmente; v. gr. la hipótesis de la ne-
bulosa primitiva de Laplace o la unidad de las fuerzas físicas
de Sechi. Son representativas las que permiten introducir en
un conjunto de hechos cuya causa se desconoce una ley pro-
visoria que facilite su estudio, y son explicativas las que no
solamente facilitan la representación de los fenómenos sino
que también pretenden dar la razón de ser de los mismos; v.
gr. la teoría de las ondulaciones en física.
Ventajas y daños de la hipótesis. — Para que una hipó-
tesis sea útil es preciso que el hecho que se trata de explicar
sea verdaderamente real; que la hipótesis sea posible por no
contradecir ningún hecho cierto; y que sea sencilla: de otra
manera se involucrarían los resultados y los estudios.
Puesto lo anterior, las hipótesis desempeñan un papel im-
portante en la ciencia: el descubrimiento del pararrayo por
Franklin, de la fermentación por Pasteur y otros, han sido
precedidos de hipótesis geniales. Con razón Claudio Bernard
la llamó el primum movens del racionamiento científico. A-
demás como la hipótesis agrupa hechos diversos, establece fá-
cilmente comparaciones y elimina las causas que no intervie-
nen ciertamente en la producción de los hechos.
Si se abusa de la hipótesis cuando se pretende imponer-
la sobre la verdad o cuando se rehusan las experiencias que
la confirmen o rechacen, se llegará fatalmente al error.
C) EXPERIMENTACION. — Puesta una hipótesis que
f u e precedida de la observación, deb e continuar lógicamente
la confirmación de la misma, mediante nuevas observaciones
o la experimentación, a fin de que ella pase al dominio de la
ciencia o sea descartada por inútil, ineficaz o falsa.
El observador es pasivo, y activo el experimentador, por
lo cual a la experimentación la llaman observación provocada.
Pero no es esa sola la diferencia, porque la atención del ob-
servador y los instrumentos que usa provocan observaciones
en que el hombre no es un mero espectador; la diferencia es-
pecial está en que la experimentación provoca un fenómeno
que no se presenta naturalmente.

— 69 —
MONSEÑOR F É L I X HENAO BOTERO

El experimentador debe tener todas las condiciones del


observador, de que ya hemos hablado, mas una imaginación
creadora que engendre la idea directora con la ayuda de la
inteligencia.
Hay cuatro modos de experimentación fundados en aque-
llos principios célebres de la Escuela: Posita causa, ponitur
effectus. Variata causa, variatur effectus. Sublata causa, tolli-
tur effectus. Los que Bacon aplicó así: A) Variatio experimen-
ti, como cuando se cambian las condiciones de la materia, de
la temperatura, del lugar, para verificar una ley o ensayar
u n remedio. B) Productio experimenti, o sea repetir la expe-
riencia en proporciones mayores, como cuando el médico e-
leva la dosis para curar un enfermo, o cuando se quiere con-
firmar la dilatación de los cuerpos por el calor, elevando más
y más la temperatura. C) Inversio experimenti, o hacer la
contraprueba. Por ejemplo, después de descomponer el amo-
níaco, rehacerlo por síntesis. D) Sortes experimenti; suceden
cuando los grados anteriores no han servido, y entonces se
hacen tanteos para ver el resultado, como cuando el médico
aplica inyecciones, que cree tóxicas, sobre un animal.
Hay ciencias que pertenecen a la observación, como la as-
tronomía, la geología; y otras a la experimentación, como la
física, la química, la fisiología. No todas las experimentacio-
nes son lícitas, y por eso se ensayan inyecciones peligrosas in
anima vili.
D) BUSQUEDA DE L A S CAUSAS. — En lo que lleva-
mos visto no se ha llegado a la etapa final de la inducción
que consiste en el descubrimiento de las causas, es decir, de
"los antecedentes necesarios y eficaces de un fenómeno". Es
difícil buscar las causas por la complejidad de la naturaleza,
porque intervienen muchos antecedentes en la producción del
fenómeno o porque es difícil discernir lo que es verdadera
causa de lo que es simple condición. Y como la causa no se
encuentra por simple inspeción, pertenece a la inteligencia
descubrirla por medio del razonamiento inductivo, valiéndose
de los indicios eliminatorios llamados método de la coinciden-
cia constante y de la coincidencia solitaria.
METODO DE L A S COINCIDENCIAS CONSTANTES. —
Consiste en que un consecuente vaya constantemente unido a
un antecedente, valiéndose de las tablas de comparación de
Bacon, a saber: 1) Tabla de presencia, cuando se anotan to-
das las circunstancias que producidas traen la aparición del
— 70 —
TRATADO DE LÓGICA !

fenómeno. 2) Tabla de ausencia, cuando se anotan todas las


circunstancias que desaparecidas hacen desaparecer el fenó-
meno. Y 3) Tabla de grados, cuando se anotan todas las cir-
cunstancias que crecen o decrecen en proporción con el fenó-
meno (Cfr. Novum Organon). Así eliminados todos los ante-
cedentes que no llenan las condiciones, quedan sólo aquéllos
que las cumplen, y éstos son la causa.
El método anterior ofrece dificultades, por ser vago, por
ser indefinido y muchas veces incierto, ya que difícilmente
sorprenderá ciertos antecedentes fortuitos. Además, la extre-
ma complejidad de los fenómenos hará multiplicar las expe-
riencias indefinidamente.
METODO DE LA COINCIDENCIA SOLITARIA. — Co-
mo riguroso, corto y determinado prefieren los científicos el
método de la coincidencia solitaria, que carece de los defec-
tos del anterior y posee precisión científica. Consiste en dejar
un solo antecedente en presencia de un solo consecuente, y
como no hay efecto sin causa, aquel antecedente es la causa
verdadera. Fue Mili, en su Sistema de Lógica, quien ideó los
modos prácticos para llevar a cabo el método de la coinciden-
cia solitaria. El primer modo se llamó de concordancia, cuan-
do una sola circunstancia es común a todos los casos en que
u n fenómeno se produce; de esta manera se ha descubierto
que la causa de la sensación de un sonido es la vibración. El
segundo es el de la diferencia; ocurre cuando en un caso se
presenta un fenómeno y concurren varias circunstancias, y en
otro caso en que aquel fenómeno no se presenta, concurren
todas las circunstancias menos una: esta es la causa del fenó-
meno. El tercero, o de las variaciones, sucede cuando varía el
fenómeno y varía uno solo de los antecedentes. Así, en el
método anterior basta quitar la vibración para quitar el soni-
do; y en el presente, se intensificaría para que se intensifique
el sonido. Y por último el método de los residuos, como cuan-
do para explicar las irregularidades en los movimientos del
planeta Urano, Leverrier descubrió la causa: el planeta Nep-
tuno.

FILOSOFIA DE LA INDUCCION

Hasta ahora no hemos tratado sino de los métodos, de la


técnica inductiva; y nos falta unlversalizar las relaciones ave-
riguadas, generalizar la experiencia y sacar del particular la
— 71 -
MONSEÑOR F É L I X HENAO BOTERO

ley general por medio de la operación del espíritu, como fue


definida la inducción en los Tópicos por Aristóteles.
VERDADEROS CREADORES DE LA INDUCCION. —
Antes habíamos advertido que algunos filósofos, aun escolás-
ticos, reivindicaban para Bacon y Mili el método inductivo y
la teoría general de la inducción. Y que Maritain y Sortais,
entre otros, estaban revaluando este concepto y demostrando
que tanto Aristóteles como Santo Tomás, Alberto Magno y
J u a n de Santo Tomás son los verdaderos filósofos de la in-
ducción. Sin razón, Lahr llama inducción completa la aristo-
télica e incompleta la baconiana. Llama inducción completa
i a mera enumeración de todos los individuos o hechos para
concluir a una ley; e incompleta la enumeración de algunos,
que comprende virtualmente la de todos. Aristóteles conocía
perfectamente la inducción incompleta: "Loin de avoir une
notion de l'induction plus etroite que la notre, Aristote avait
d'elle une notion plus large et plus compréhensive" (Mari-
tain) .
Aristóteles trata del mecanismo lógico de la inducción en
los Primeros Analíticos (I.II., c. XIII), en los Tópicos (I.XII)
y en los Segundos Analíticos (I.XVIII). Y cuando él enseña
que para que la inducción sea válida en su integridad hay
que enumerar las partes contenidas bajo el universal, enten-
día, como ya lo explicó el mismo Averoes, que esa enumera-
ción podía ser formal o virtual. Y quien lea el capítulo XXII
del segundo libro de los Primeros Analíticos, se dará cuenta
de que el filósofo puso u n ejemplo de inducción incompleta:
"El hombre, el caballo, la muía, viven largo tiempo; es así
que el hombre, el caballo y la muía son animales sin hiél;
¡uego, los animales sin hiél, viven largo tiempo". Pero Aris-
tóteles no quiso hacer una enumeración completa, porque él
muy bien sabía que en las ciencias de la naturaleza sería i-
rrealizable, como lo prueba el hecho de que hizo preceder la
enumeración de los animales sin hiél de la expresión: tales
como (oión). Además, en los Ultimos Analíticos enseñó clara-
mente que se puede suplir la enumeración y legitimar el pa-
so de casos observados a la totalidad de los casos, con tal de
que sean de la misma naturaleza. Finalmente en la Historia
de los Animales (IV, 66) enumera muchos otros animales sin
hiél, como ciervos, focas, delfines, etc. Santo Tomás por su
parte entendió de esta manera a Aristóteles en sus Comenta-
rios a los Segundos Analíticos (II, 4) y en el libro In VI Eth.
(lee. 3) al tratar claramente del silogismo y de la inducción
con las siguientes palabras: "Conviene que toda doctrina o
— 72 —
TRATADO DE LÓGICA !

disciplina se haga partiendo de lo conocido. Porque no pode-


mos llegar a lo desconocido sino por lo conocido. Existe sin
embargo una doble vía para llegar a lo conocido: una por in-
ducción y otra por silogismo. Por la inducción nos inducimos
a conocer algún principio o algún universal al cual llegamos
por la experiencia de los singulares. En tales universales así
conocidos procede el silogismo. Conclúyese que existen algu-
nos principios de los cuales procede el silogismo y que no se
verifican por el silogismo. De otra manera se procedería en
infinito. Conclúyese que el principio del silogismo es la in-
ducción".
Por su parte Alberto Magno no sólo reivindicó la auto-
nomía de la inducción sino que además abordó la teoría de la
inducción incompleta en u n comentario a los Primeros Analí-
ticos (I.II Tract. VII, c. 4), y en otro a los Tópicos (I.I. Tract.
III c. 4). E n el siglo XVIII el gran filósofo portugués Juan
de Santo Tomás trató en la Lógica y en numerosos artículos,
de la significación de la inducción virtualmente completa, de
su estructura y valor probatorio.
Bacon en su Novum Organon y en De Dignitate, además
de haber hecho los procesos de que hemos hablado y señala-
do el método de eliminación que sirvió para las explicaciones
de Stuart Mili, inició u n gran movimiento, al menos con su
influjo. Pero como ya lo anotaba un autor francés en el exa-
men de la filosofía de Bacon (De Maistre), antes de él, Vin-
ci, Galileo, Keppler, Gilbert, practicaron admirablemente el
método experimental "done Bacon n'a jamais pu se servir".
VALOR LOGICO DE L A INDUCCION. — a) La induc-
ción se funda en el principio de las leyes que se formula de
tres maneras: "La naturaleza es regida por leyes. Las causas
obran de una manera uniforme. Las mismas causas producen
siempre los mismos efectos". Por su parte el principio de las
leyes se funda en el principio de razón suficiente, que se e-
nuncia así: "Todo tiene razón de ser" o "Todo lo que suce-
de, sucede con razón suficiente". Como se demostrará en me-
tafísica, el acaso, la fortuna y el hado, son quimeras, y toda
causa segunda tiene una determinación a producir efectos de
u misma naturaleza.
b) Los que negaron el valor probatorio de la inducción
se fundaron en que nuestros sentidos jamás nos dan cuenta
sino de los fenómenos, casos o hechos particulares; pero no
quisieron advertir que es patrimonio de la razón humana, por
— 73 -
MONSEÑOR F É L I X H E N A O BOTERO

medio de la reflexión, buscar las causas, la naturaleza, la e-


sencia, que no caen bajo el dominio de los sentidos. Respuesta:
Ya hemos visto en el procedimiento inductivo, cómo por la
observación, la hipótesis y la experimentación, se preparan los
materiales con el fin de que podamos averiguar la causa efi-
ciente, el antecedente constante, la razón del acontecer de un
fenómeno. Además sería ilegítimo concluir de unos pocos ca-
sos observados a u n a ley para todos, si la observación hecha
por nosotros no perteneciera a la naturaleza del sujeto, que
es idéntica en toda la especie. Sin embargo, sabiendo que las
causas producen los mismos efectos, que la naturaleza es cons-
tante en sus manifestaciones, que las especies de todos los
órdenes tienen una estructura substancialmente idéntica, es
no solamente lícito sino absolutamente lógico concluir de un
dato que pertenece a la naturaleza para aplicarlo a todos los
individuos que poseen la misma. Con varios ejemplos se es-
clarece la cuestión. Cuando Volta vió que por el cruzamiento
de dos metales se movían las ranas disecadas; cuando Pasteur
demostró que en las fermentaciones verificadas por él exis-
tían amibas que las provocaban; cuando Montoya y Flórez
descubría en algunos casos observados, la causa del carate;
cuando Caldas observando cómo la temperatura de ebullición
del agua disminuía a medida que la altura sobre el nivel del
m a r aumentaba, descubrió u n barómetro para medir dicha
altura; cuando Miguel Servet descubría la circulación de la
sangre en algunos individuos, pudieron enunciar con razón las
leyes aceptadas por todo el mundo científico, basados en la
constancia de la naturaleza.

c) No puede reducirse la inducción al silogismo, porque


la fuerza probatoria de este último reside toda en la conexión
de los términos o conceptos entre sí. U n silogismo no se prue-
ba por la experiencia sino porque el término mayor y el me-
nor coinciden con un tercero, que es el punto de compara-
ción. El silogismo está colocado en un plano de ideas univer-
sales y se basa en los principios que ya hemos considerado,
de identidad, contradicción y tercero excluido. Al contrario la
inducción actúa en un plano de lo concreto, y su razón de ser
está en la enunciación suficiente de individuos o fenómenos
esenciales, para concluir a la ley de la naturaleza. En la in-
ducción no hay término medio, y el que ocupa su lugar es
la enumeración de individuos o de partes.

d) Por el siguiente cuadro comparativo se advertirán más


fácilmente las diferencias existentes entre el silogismo y el
— 74 —
TRATADO DE LÓGICA !

razonamiento inductivo (M, significa término medio; T, térmi-


no mayor, y t término menor):
INDUCCION SILOGISMO
M M T
Pedro y Santiago están dotados Todo sér está dotado
y Pablo y Juan de la palabra razonable de la palabra
(Y el universal que se realiza en)
M M
Pedro y Santiago son hombres Es así que es un sér
y Pablo y J u a n el hombre razonable

T
Luego el hombre está dotado Luego está dotado
de la palabra el hombre de la palabra

El anterior cuadro pertenece a Maritain, quien agrega:


"En los dos casos se tiene una conclusión que expresa una
verdad general y que une dos conceptos entre sí. Pero en el
silogismo la mayor expresa la conveniencia entre un concep-
to (Pr.: dotado de la palabra) y otro concepto (S.: el hom-
bre); en la inducción, al contrario, se expresa la conveniencia
e n t r e un concepto (Pr.: dotado de la palabra) y una serie de
individuos tomados individualmente (Pedro, Santiago, Pablo,
Juan)".
La tarea de reducir la inducción al silogismo, al menos
en la forma aparente, no es nueva. Ya Alberto Magno había
estudiado el problema y dado una solución sintética diciendo:
"La inducción no se reduce al silogismo formalmente sino ma-
terialmente, es decir que la forma de ambos es semejante"
(1) (Prior., 1, II tract. VII, c. IV).
SOFISMAS SOBRE LA INDUCCION. — Respecto de la
inducción se han dado distintos modos de apreciarla, inexactos
unos, falsos otros e incompletos los más. Para no alargarnos
demasiado vamos a analizar brevemente las teorías de la es-
cuela escocesa, con Reid a la cabeza; las de Ravaisson y Clau-
dio Bernard, a quien siguen de cerca Wundt y Jevons, y las
de Stuart Mili.

1) — "Inductio in syllogismum reducitur materialiter et non for-


maliter, ita quod forma inductionis reducatur in forman syllogismi".

— 75 -
MONSEÑOR F É L I X HENAO BOTERO

La escuela escocesa. — Tomás Reid en su "Ensayo sobre


las facultades intelectuales del hombre" afirma que la induc-
ción no es u n resultado de la razón sino de un instinto ciego
y primitivo de nuestra naturaleza y que sobre nuestro espí-
ritu ejerce presión determinante el axioma: "Efectos semejan-
tes proceden necesariamente de la misma causa". Según él,
el razonamiento inductivo será así: "Las leyes de la naturale-
za son estables y generales; es así que nosotros hemos con-
firmado tal ley por la experiencia; luego, esta ley es estable
y general".
Desde ahora anotamos lo que diremos en criteriología:
que un instinto ciego no puede ser criterio de verdad. Y la
teoría de Reid es falsa porque la experiencia no nos da leyes
estables y particulares, sino la razón; y porque él no hace si-
no plantear la| cuestión pero no resuelve el problema de por
qué dada una relación se prueba una ley.
Teoría de Ravaisson y Claudio Bernard. — Según ellos la
inducción es una deducción condicional que, verificada por la
experiencia, pasa a una deducción definitiva.
Pero ya hemos dicho y probado que la inducción ni es
deducción, ni es silogismo. Y si Claudio Bernard invoca el
principio del determinismo absoluto de los fenómenos, que él
cree hijo de la constitución de nuestra inteligencia, ese prin-
cipio es más bien la uniformidad de la naturaleza, fundamen-
to próximo de la inducción; y esa uniformidad no es una crea-
ción de nuestra mente sino un hecho científico incontestado.
El empirismo de Stuart Mili. — Para la escuela asociacio-
nista, y especialmente para Stuart Mili (Sistema de Lógica
Inductiva y Deductiva), cuando dos fenómenos se presentan
juntos en nuestra conciencia, adquieren para ella el carácter
de antecedentes y consecuentes. La asociación continua, crea
un hábito que, aunque a veces lo contradice la experiencia,
logra formar la convicción de la generalización. En este pro-
blema parece que Stuart Mili ha dado impulso a ciertos a-
güeros populares de asociar a un ruido, a la aparición de un
animal, a un número determinado, un acontecimiento próspe-
ro o fatal.
"La inducción, escribió Hume, que nos hace creer que la
misma causa sea seguida de los mismos efectos, es un simple
hábito producido por la repetición constante de la misma ex-
periencia, la cual nos lleva a creer naturalmente y sin el au-
- 7 6 -
TRATADO DE LÓGICA !

xilio de ningún principio, que el porvenir se asemejará al


pasado".
Respuesta. — Pertenece a la psicología demostrar la fal-
sedad del origen empírico del principio de causalidad. Por lo
pronto debemos tener en cuenta que si la inducción es pro-
ucto del hábito, el anciano, como tal, debería tener una gran
dosis de inducciones, y el niño ninguna. Además esa asocia-
ción no nos da sino probabilidades, mientras las leyes induc-
tivas son ciertas. Finalmente no hay razón para asociar la ex-
periencia presente a la futura, siendo así que la experiencia
es esencialmente contingente, particular y mutable, y no nos
puede revelar las distintas sensaciones de otros, hombres en el
futuro.

LA ANALOGIA
La inducción procede de idéntico a idéntico, mientras que
la analogía va de lo semejante a lo semejante. La inducción
produce certeza, y la analogía engendra sólo probabilidad.
Hay analogías espontáneas, procedentes de simple asocio-
ción de ideas; y analogía refleja, que surge en virtud de un
razonamiento, mediante el cual pasamos de un caso a otro se-
mejante. Tal es el caso de Marte, cuyas características son
bastante iguales a las de la tierra, y sin embargo apenas te-
nemos probabilidad de la existencia del hombre allá.
Para que la analogía esté exenta de errores es preciso
que la inducción previa no sea supuesta sino demostrada; y
que la deducción subsiguiente se haya fijado suficientemente
en las diferencias y no pretenda concluir sino a lo que la a-
nalogía puede darnos: la probabilidad.
Hay casos en que la analogía está prohibida, como pasa
en la punibilidad de los delitos semejantes, ya que los códi-
gos penales estatuyen: "Nuila poena sine lege".
Tiene la analogía ventajas que son sumamente útiles pa-
ra explicar la transformación de un gran número de formas
verbales y para las comparaciones, metáforas y alegorías de
la literatura. En las ciencias físicas ha dado origen a numero-
sas hipótesis; y en las psicológicas es el fundamento de nues-
tros juicios sobre los demás. Tiene peligros como el juicio te-
merario, que de ella emana fácilmente; y perjudica a la idea
— 77 -
MONSEÑOR F É L I X HENAO BOTERO

cuando la ofuscan las imágenes. Para que sea legítimo su u-


so es preciso fijarse en semejanzas serias, no despreciar las
diferencias ni pretender que ella sea una inducción.
Pero Darwin y los evolucionistas han procedido de analo-
gías accidentales entre el mono y el hombre para concluir que
éste procede de aquel. Lo cual es falso e ilógico.

— 78 —
CAPITULO X

DE LA CIENCIA

Podemos definir la ciencia con Mercier: "Un conjunto de


proposiciones evidentes y ciertas, necesarias y universales, sis-
temáticamente organizadas, deducidas mediata o inmediata-
mente de la naturaleza del sujeto y que dan la razón intrín-
seca de sus propiedades y de las leyes de su acción".
Por la ciencia el hombre quiere saber el por qué de las
cosas y el cómo de las mismas. En el por qué averigua las
causas, y en el cómo las leyes. Y cuando Bacon escribió: "Ve-
r e scire per causas scire", reprodujo el pensamiento aristoté-
lico de los escolásticos, sintéticamente enunciado así: "Scien-
tia est cognitio rerum per causas", la ciencia es el conoci-
miento de las cosas por sus causas.
CARACTERES DEL CONOCIMIENTO CIENTIFICO Y
V E N T A J A S DE L A CIENCIA. — Para que una ciencia lo
sea verdaderamente, debe ser, como ya lo dijimos al princi-
pio de la lógica.
A) Cierta, que repose sobr e principios evidentes y que
no saque las consecuencias precipitadamente ni las afirme co-
mo ciertas cuando son probables.
B) Con objeto formal, en virtud del cual la ciencia se es-
pecifica, ya que el objeto material las une muchas veces. A-
sí la física y la astrología convienen en demostrar la redon-
dez de la tierra; y la teología natural (teodicea), y la teolo-
gía dogmática, convienen en demostrar la existencia y las per-
fecciones de Dios; pero se distinguen en los métodos de la
demostración y en el objeto formal que considera cada una
de ellas.
C) Encadenada y metódica, porque la ciencia es un lazo
entre proposiciones, seres o hechos. Conocer científicamente
— 79 —
MONSEÑOR F É L I X HENAO BOTERO

es "hacer de muchos, uno" o reducir la diversidad a la uni-


dad como afirmó Platón. Y Balmes escribió que "mientras u-
na inteligencia es más elevada, más decrece el número de i-
deas, porque esa inteligencia superior encierra en un peque-
ño número de ideas lo que las inteligencias de un grado infe-
rior distribuyen en un número más grande. El número de i-
deas se va reduciendo en las inteligencias creadas a medida
que ellas se aproximan al Creador, y El, la Idea por excelen-
cia, el Sér infinito, la Inteligencia infinita, ve todo en una so-
la idea: idea simple, única, inmensa, idea que no es otra cosa
que su esencia misma" (Balmes, Arte de llegar a la verdad.
C. 26).
D) Universal, ya que los individuos y fenómenos son li-
mitados en el espacio y en el tiempo; aparecen y desapare-
cen: "Non datur scientia de individuo" escribieron los escolás-
ticos, siguiendo a Sócrates y Aristóteles, no se da ciencia de
individuo.
CLASIFICACION DE LAS CIENCIAS. — Pueden divi-
dirse las ciencias en especulativas y prácticas. Las especulati-
vas se subdividen en física, matemática y metafísica, porque
hay tres grados de abstracción: la del movimiento (física), la
del número (matemática) y la del sér (metafísica). Y las
prácticas por su parte se subdividen en lógica y ética, que
tratan respectivamente del modo de ser de los actos de la
mente para encontrar la verdad, y del modo de ser de los ac-
tos humanos para llegar al Sumo Bien.
Las ciencias antedichas son todas subordinantes, porque
usan de principios propios, no deducidos de ninguna otra cien-
cia, y tienen objeto formal totalmente diverso de las demás.
Los tratadistas de lógica olvidan clasificar la sagrada teo-
logía en el número de las ciencias, siendo así que es la prin-
cipal, la más bella y la más difícil. El cardenal Newman en
su Estudio sobre las Universidades, lo demuestra perentoria-
mente; y no hay que olvidar el principio de San Anselmo:
"La fé busca la inteligencia"; y aquel otro del Espíritu Santo:
"Es razonable la fé" (1).
Entre las muchas clasificaciones que se han dado de las
ciencias preferimos, por su claridad y sencillez, la siguiente
de Sortais, un poco adicionada:

1) — "Rationabile obsequium fidei".

- 80 —
TRATADO DE LÓGICA !

CIENCIA DE LAS CIENCIAS: SAGRADA TEOLOGIA


METAFISICA GENERAL: ONTOLOGIA

1) Geometría.
n ,
2) Aritmética.
CIENCIAS 3) Algebra.
MATEMATICAS 4) Cálculo integral y diferencial.
5) Mecánica.
6) Astronomía.

1) Paleontología.
n 2) Botánica.
CIENCIAS 3) Zoología.
4) Patología.
BIOLOGICAS 5) Etnología.
6) Fisiología.

ra 1) Geología.
2) Geografía Física.
CIENCIAS < 3) Mineralogía.
4) Física.
FISICAS 5) Química.

CIENCIAS PSICOLOGICAS

1) Psicología Experimental. — 2) Lógica. —


3) Etica. — 4) Estética.
TV
CIENCIAS J CIENCIAS SOCIALES O POLITICAS

MORALES * ,
1) Filosofía. — 2) Economía Política. —
3) Derecho. — 4) Política. — 5) Derecho
de gentes. — 6) Historia. — 7) Geografía
Política. — 8) Sociología.

V r
METAFISICA ESPECIAL
CIENCIAS ^ A.
1) Cosmología racional. — 2) Psicología
METAFISICAS racional. — 3) Teología racional.

— 81 -
MONSEÑOR F É L I X H E N A O BOTERO

El siglo X I X se caracterizó por la profusión de clasifica-


ciones: D'Alembert, Ampere, Compte, Spencer, Claudio Ber-
nard, y otros muchos, hicieron esquemas de clasificación, ba-
rridos hoy por el reaparecer de la metafísica y el quebranto
intelectual del cientifismo naturalista y del positivismo a ul-
tranza.
Para que haya una clasificación científica debe hacerse
de acuerdo con los objetos de la naturaleza y no según los
caprichos del pensamiento o los prejuicios de escuela. "La
ciencia —escribió Aristóteles— se divide como la cosa, esto
es, como su objeto". Por eso mismo la ciencia debe proceder
d e lo simple a lo compuesto, de la generalidad a lo comple-
jo, de lo superior a lo inferior, y ha de guardar la jerarquía
de los valores intelectuales. La clasificación que aceptamos
con las adiciones de la Sagrada Teología y de la sociología,
procede por orden natural, porque empieza con la extensión
y los fenómenos físicos, continúa con los fenómenos biológi-
cos y psicológicos, para llegar a lo que es más íntimo: la na-
turaleza, la esencia de los seres, esto es, de la materia, del
alma y de Dios; y marcha por orden de complejidad crecien-
te, porque las abstracciones de la metafísica general y de las
matemáticas son menos complejas que los fenómenos físicos,
éstos menos que los biológicos, los biológicos menos que los
psicológicos; éstos menos que los sociales y los sociales menos
que el estudio de la naturaleza de los seres. Y finalmente in-
dica la perfección creciente de los objetos por conocer, ya
que comienza por el estudio de las abstracciones, pasa al es-
tudio de la materia no organizada, continúa con la vida ve-
getativa y animal, luego con la vida psicológica y social y fi-
nalmente se eleva al estudio de la naturaleza del mundo, del
alma y de Dios.

F I N DE L A METODOLOGIA

— 82 —
CAPITULO XI

DE LA VERDAD

PRELIMINARES. — En la Metafísica del conocimiento


expuso el profesor alemán Nicolai Hartman un acucioso aná-
lisis de lo que sucede cuando conocemos, e hizo una descrip-
ción del conocer como un hecho. El influjo de Hartman en
este campo se hizo sentir en Müller, Hessen, Romero-Puccia-
relli y Messer. Vamos a tratar de dar una síntesis sencilla y
corta del pensamiento de Hartman.
El conocer es una relación entre dos miembros, sujeto y
objeto, que permanecen distintos entre sí. Esa relación es una
correlación, pues el término sujeto sólo lo es en cuanto el
otro es objeto suyo. Pero esa correlación no es recíproca, por-
que es propia función del sujeto captar y aprehender, y del
objeto ser aprehensible y ser aprehendido. El objeto no cam-
bia por virtud del conocimiento, pero sí el sujeto, porque en
él se produce la conciencia del objeto. "Esta conciencia del
objeto puede ser considerada como el hecho de trasladarse al
sujeto la constitución del objeto". Todo conocer se orienta ha-
cia un ser independiente del sujeto cognoscente, y está ade-
más convencido de haberlo captado.
Ambos pueden existir por sí, sin esta correlación. Pero
sin ser sujeto ni objeto el uno para el otro. Al deshacerse la
correlación, el objeto deja de serlo para el sujeto; pero el su-
jeto sigue siendo sujeto, pero no cognoscente sino acaso suje-
to que siente y quiere. (Cfr. Pucciarelli, pág. 104). Ya Santo
Tomás había dicho que conocer es adueñarse y que todo co-
nocimiento dice relación del sujeto al objeto.
DISTINTAS POSICIONES RESPECTO AL PROBLEMA
DEL CONOCIMIENTO. — En el decurso de la criteriología
estudiaremos a espacio las teorías de Kant, Descartes, los po-
sitivistas, los escolásticos antiguos y nuevos y los aprioristas

— 83 —
MONSEÑOR FELEX H E N A O BOTERO

ingenuos. Pero a fin de que el estudiante tenga un concepto


global de lo que vamos a discriminar, damos una breve sín-
tesis de las distintas posiciones respecto al problema del co-
nocimiento.
El escepticismo real duda realmente de la veracidad de
nuestros conocimientos y no quiere salir de esa posición sino
que sostiene su duda respecto a todos los actos de la razón hu-
mana y de su misma aptitud para conocer la verdad.
La duda metódica de Descartes no niega que podamos lle-
gar a la verdad, pero pone dicha duda metódica como posi-
ción inicial del espíritu; y, partiendo del enunciado "yo pien-
so, luego soy", que él cree primera base inconmovible y cier-
ta, pretende hallar la verdad.
Kant en la Crítica de la razón pura afirma que nuestro
conocimiento es de los solos fenómenos elaborados por la men-
te bajo la acción de los noúmenos, sin que de éstos podamos
tener conocimiento alguno cierto. Entre las cosas en sí y las
formas a priori de la mente no tenemos relación conocida.
Conocemos sin embargo los noúmenos por la razón práctica,
impulsada por el imperativo categórico. El sujeto, por tanto,
crea su objeto, y el entendimiento posee moldes propios, dis-
tintos ellos, que imprime en la posterior elaboración de los
hechos, mediante instrumentos apriorísticos que se llaman ca-
tegorías, actividades y funciones sintéticas aptas para organi-
zar y constituir la experiencia.
El empirismo sostiene que no hay otra materia de cono-
cimiento que la experiencia sensible; niega por lo tanto las
verdades universales, los principios lógicos y el fundamento
filosófico de la inducción. Todo razonamiento se reduce en úl-
tima instancia a juicios de experiencia sensible. Para el empi-
rismo, pensar es clasificar.
La escolástica sostiene con Santo Tomás que la verdad
está en los sentidos materialmente, y que nada hay en la in-
teligencia que no haya pasado por los sentidos; que el hom-
bre conoce por una especie de intuición las primeras verda-
des, porque hay verdades indemostrables, o de otra manera
tendríamos una serie infinita de demostraciones. La experien-
cia no nos proporciona sino fenómenos reales, y pertenece a
la razón descubrir causas, leyes y principios mediante la in-
ducción. Las verdades metafísicas están en el modo de conce-
birlas en la inteligencia que abstrae, y lo que se concibe de
las mismas, en las cosas. Las verdades lógicas o de orden i-
TRATADO DE LÓGICA !

deal, como los principios matemáticos y las segundas inten-


ciones de la lógica formal, están en la inteligencia, tanto en
lo que son como en el modo de concebirlas, pero el funda-
mento remoto está en las cosas. Husserl refuerza la tesis es-
colástica al afirmar que la intuición sensible da ocasión para
que funcione la intuición ideal, y que es prerrequisito para
que haya abstracciones mentales.
El cardenal Mercier y Sertillange, aceptando todas las
grandes tesis escolásticas, difieren en el método de la demos-
tración, parten de una definición meramente lógica de la ver-
dad y de una voluntaria abstención de juzgar sobre nuestra
capacidad para conocer o no la verdad, y así combaten con
sus mismas armas a los idealistas kantianos y a todos los que
niegan la experiencia sensible.
El realismo ingenuo o dogmatismo exagerado afirma a
priori que nosotros debemos presuponer a todo conocimiento
tres verdades primitivas: el sér que piensa, el principio de
contradicción y la aptitud del espíritu para conocer la ver-
dad. No se trata propiamente de admitir la existencia de ad-
hesiones espontáneas necesarias como hecho psicológico, ya
que tales adhesiones las admiten todas las filosofías. El pro-
blema que se trata de averiguar aquí propiamente es si la
necesidad de admitir esas adhesiones, es ciega o reflexiva.
Santo Tomás habló de verdades indemostrables, precisamente
por la claridad lógica de las mismas y la evidente relación en-
tre el sujeto y el predicado.
El idealismo de Berckeley. Como reacción contra el es-
cepticismo de H u m e y el sensualismo de Locke, conceptuó que
nosotros no podemos tener conocimiento del mundo sensible
y que nuestros conceptos respecto al mundo exterior no re-
presentan las cosas en sí mismas, sino que las ideas sólo re-
presentan las mismas ideas. Y para explicar el problema de
cómo vienen las ideas a nuestra mente, recurre a una inter-
vención inmediata de Dios, quien vacía en el espíritu nues-
tro ciertas especies madres, de las cuales se deduce la ciencia.
Para Bergson hay u n conocimiento analítico y racional y
una intuición filosófica. El primero capta lo inorgánico, lo
práctico, lo utilitario; pero no conoce propiamente. Conocer es
propio de la intuición filosófica, "especie de simpatía intelec-
tual por la cual nos transportamos al interior de un objeto
para coincidir con lo que tiene de único y, por lo tanto, de
inexpresable".

— 85 -
MONSEÑOR F É L I X HENAO BOTERO

El tradicionalismo aniquila la capacidad de nuestra inte-


ligencia para conocer la verdad, al conceptuar que el único
criterio de verdad es la revelación divina.
Para Spengler la historia es el único saber, porque el
saber científico y la cultura representan un saber de segundo
grado, derivado de aquella: "No hay verdades sino con rela-
ción a un determinado tipo de hombres. Mi filosofía es ella
misma expresión y reflejo del alma occidental, a diferencia,
por ejemplo, de la antigua y de la india; y lo es sólo en su
actual estado de civilización". La filosofía de Spengler, a quien
sigue Dilthey, s e llama relativismo historicista. Ortega y Gas-
set es de tal escuela.
El psicologismo de Wundt conceptúa que todas las cate-
gorías y leyes lógicas son meras leyes empíricas y normas
psíquicas, calcadas sobre u n desfile de hechos, producto de
nuestra inteligencia, y elaboraciones contingentes. Los valores
lógicos y los principios no son otra cosa que la encarnación
de las aspiraciones humanas, carentes de objetividad (Por a-
quí despunta la razón práctica de Kant y aparece, traslada-
do a la lógica, el inmanentismo de los modernistas).

LA VERDAD

Distintas definiciones se han dado respecto de la verdad,


según que ella se realice como manifestación de la inteligen-
cia (veritas vocum), y así la definió San Agustín: "Veritas
est qua ostenditur in quod est". O también puede definirse
por razón del fundamento que tiene en la cosa (veritas rei),
y por eso dijo el mismo San Agustín: "Verum est id quod
est". O, finalmente, por la conmensuración que tiene la inte-
ligencia con la cosa (veritas cognitionis), y en ese sentido San-
to Tomás la definió: "La verdad es la adecuación del enten-
dimiento a la cosa" (1). Y el filósofo judío Isaac: "Adecuatio
rei et intellectus".
La verdad puede ser in essendo, metafísica o trascenden-
tal, que pertenece a todos los seres como propiedad inheren-
te, y de ella trata la metafísica; in significando, que depende
de la aptitud de las palabras para significar lo que la inteli-

1) — "Veritas est adecuatio res ad intellectum".

— 86 —
TRATADO DE LÓGICA

gencia conoce de las cosas, y pertenece al tratado de ideas y


términos; o de la intención del que habla, en cuanto que in-
tenta manifestar o no su conocimiento, lo cual constituye la
verdad moral o veracidad, cuyo estudio pertenece a la ética;
y finalmente la verdad formal, porque la forma d e la verdad
compete per se a la inteligencia y es suya propia, y puede de-
finirse: "La adecuación de la inteligencia con su objeto". La
verdad lógica es un término interior de la operación intelec-
tual.
La verdad trascendental se divide en substancial y acci-
dental. Es substancial en cuanto que se conforma con la inte-
ligencia divina creadora, ya que la inteligencia divina es men-
sura rerum. Y accidental por cuanto que es medida de nues-
tra inteligencia.

Substancial: Conformidad de las cosas con la


inteligencia divina. No falla nunca.
Trascendental
o Metafísica Accidental: Conformidad de las cosas con la
<
Q inteligencia humana. Puede fallar nuestra
mente al captarla.
Q
«
Conformidad de la inteligencia consigo misma.
W Lógica
> Admite error.

Conformidad de lo que pienso con lo que


Moral digo. Se le opone la mentira.

veraau se aic e primero de la inteligencia que de la


cosa, porque en la inteligencia es donde primero se encuen-
tra la razón formal de la misma, consistente en la conmensu-
ración intencional entre la inteligencia y la cosa.

La verdad material o trascendental del ente se identifica


con el ente mismo, del cual sólo se distingue racionalmente.
E n ese sentido los filósofos afirman: "La verdad y el ente se
convierten" (2).

2) — "Verum et ens convertuntur".


rsidad Pontlf. BoHvariana
]\ ONSENOR F É L I X H E N A O BOTERO
B P T -PT?-', A
, Formalmente a verdad lógica, ya lo dijimos, está en la
' iméKjénciá 1 ,^orqu > el entendimiento tiene por fin ser actua-
"" ~~ctcTpor las semejanzas de las cosas, y de esta manera "fieri in-
tencionaliter omnia". La inteligencia nuestra, puede no sola-
mente representar la entidad abstracta de una cosa, sino tam-
bién indirectamente la misma cosa existente y singular. La in-
teligencia humana, por una composición del juicio, junta en
ella misma ambos términos, de los cuales resulta la adecua-
ción, la razón formal de la verdad.
Desde ahora anotamos que la verdad no consiste formal-
mente en la cosa ni en el acto de la inteligencia, sino en una
adecuación entre el sujeto y el objeto, real o no. Esa adecua-
ción suele llamarse "constitutivo formal de la verdad o con-
mensuración entre la inteligencia y la cosa".

— 88 —
CAPITULO x n

POSICION INICIAL DEL ESPIRITU


RESPECTO A LA VERDAD

A) El escepticismo universal es falso

Trataremos de averiguar en este primer problema crite-


riológico si la posición inicial del espíritu respecto a la verdad
debe ser el escepticismo universal, o la duda metódica, o el
dogmatismo exagerado, o el realismo moderado.
Pirro en la antigüedad, y más tarde Agripa y Sexto Em-
pírico, afirmaron que de hecho nadie había llegado a conse-
guir la verdad, y que por lo tanto era preciso desconfiar ab-
solutamente de la capacidad de nuestra inteligencia.
En la Edad Media Nicolao de Ultricuria sostuvo la mis-
ma tesis; y en la Edad Moderna Montaige, Bayle, Hume y o-
tros mantuvieron la misma posición de duda real y de escep-
ticismo total.
Los argumentos de los escépticos se reducen a dos:
1) La conciencia atestigua que frecuentemente nos enga-
ñamos. Por lo tanto, en un caso dado, es razonable suponer
siempre que nos engañamos.
2) Argumento del diadelo. Por el cual los antiguos dia-
lécticos hacían ver el círculo vicioso de afirmar una proposi-
ción cualquiera justificándola por otra, ambas inciertas y os-
curas; y después la segunda por la primera.
En primer lugar, los escépticos prejuzgan, al suponer a
priori la ineptitud de la inteligencia para conocer la verdad.
Además los escépticos violan la ley d e la lógica que prescri-
be no tener una conclusión más extensa que las premisas; y

— 89 —
MONSEÑOR F É L I X H E N A O BOTERO

ellos, de las frecuentes equivocaciones de nuestra inteligencia,


deducen la total incapacidad de la misma.
Respuesta. — El argumento del diadelo supone arbitraria-
mente que nosotros tenemos que probar toda suposición por
otra, y así indefinidamente. Pero hay principios que se justi-
fican, porque el acto de la inteligencia que conoce el sujeto,
conoce el predicado simultáneamente, de los cuales dice San-
to Tomás: "Es propio de tales principios que no sólo son ver-
daderos de suyo sino que también reluce su verdad" (1).
Quien enuncia por ejemplo el principio de sentido común: "El
todo es mayor que cada una de las partes", no necesita re-
currir a una demostración posterior, porque quien comprende
el sujeto todo, sabe que no equivale a una de las partes; y
quien sabe qué cosa es parte, inmediatamente se da cuenta
de que no es el todo.
El escepticismo, o afirma su doctrina, o la niega, o duda
de ella. Si lo primero o lo segundo, ya tenemos ahí una con-
tradicción, porque quien afirma o niega, ya no duda; y si du-
da de su doctrina podemos contestarle con San Agustín (De
Trinitate, 1, 10, 14): "Si duda, entiende que duda; si duda, sa-
be que no sabe; si duda sabe que no debe consentir temera-
riamente. El que duda, por otra parte, de todas estas cosas
no puede dudar; las cuales si no fuesen así, no podría dudar
de cosa alguna" (2). De lo cual se concluye que el escepticis-
mo se contradice como sistema.
Finalmente, aquellas proposiciones respecto a las cuales
nosotros tenemos adhesiones espontáneas, no negadas por nin-
gún sistema, nos dan testimonio de que nosotros algo pode-
mos saber, al menos espontáneamente; pero ya demostramos
que también las podemos conocer reflexivamente; luego, la po-
sición escéptica del espíritu es falsa, contradice los datos de
la conciencia, y carece de validez lógica.

1) — "Proprium est horum principiorum, quod non solum necese


est ea per se vera esse, sed etiam necese est videri quod sint per se
vera" (In Im Pst. An., 1. 19).

2) — "Si dubitat, dubitare se inteligit; si dubitat, scit se nescire;


si dubitat, indicat non se temere consentiré oportere. Quisquís igitur
aliunde dubitat, de is ómnibus dubitare non debet; quae si non esent,
de ulla redubitare non posset".

— 90 —
TRATADO DE LÓGICA !

Además, la conciencia psicológica que no falla porque no


juzga, nos dice que conocemos.

B) La duda metódica es insostenible

Para que no se crea que nosotros prejuzgamos a Descar-


tes, vamos a copiar literalmente sus principios, a fin de po-
der hacer una crítica serena y criteriológica. Hé aquí los prin-
cipios del método cartesiano:
1) Hay que empezar por la duda de todas las cosas, aun
de los principios matemáticos; y principalmente, porque oímos
que Dios puede todas las cosas que quiere; por consiguiente,
quizás nos quiso hacer falibles aún en las cosas que creemos
conocer ciertamente.
2) De esta duda universal debemos exceptuar la existen-
cia del sujeto que piensa y duda. Por ello el principio "cogi-
to, ergo sum" es el primero de toda filosofía: "Por lo tanto,
yo pienso, luego yo soy, es la primera y ciertísima cognición
de todo orden filosófico" (3).
3) De este principio se infiere que todo aquello es ver-
dadero: "quod valde clare et distincte percipimus". Porque
después de aquel principio, afirma él, inquirió qué sería pre-
ciso para que tengamos una enunciación como verdadera y
cierta. Y como ya había encontrado una verdad cierta, juzgó
que semejante a ésa había otras certezas percibidas como ella,
clara y distintamente. Por lo cual: "Todo aquéllo que muy
clara y distintamente concebía, era verdadero". (Discours de
la méthode c. 4).
4) Entre las cosas que yo veo clara y distintamente se
distingue Dios como existente y veraz. Y de esta verdad se
deducen las demás; porque "Video omnis scientiae certitudi-
nem et veritatem ab una vera Dei cognitione pondere, adeo
ut, priusquam illam nossem, nihil de ulla re scire potuerim"
(Med. V*).
Refutación. — Es absurda la duda cartesiana, porque aun
cuando él afirm e que no asienta sino un hecho de conciencia
al decir "cogito, ergo sum", la veracidad de la conciencia es

3) — "Ergo ego cogito, ergo sum est omnium prima et certísima


cognitio, quae cuilibet ordine philosophandi ocurrat" (Princ. Phil. p. I,
N<? 7 et 15).

— 91 -
MONSEÑOR F É L I X H E N A O BOTERO

juzgada por la inteligencia y la razón a fin de que no ha-


ya alucinaciones; pero quien duda de la inteligencia y de la
razón, no puede juzgar de la veracidad de la conciencia. Y si
el "cogito, ergo sum" no es u n raciocinio, qué significa el er-
go? Ahora, si por la simple intuición de la mente se conoce
la existencia del sujeto que piensa, cómo se hace el tránsito
a la segunda afirmación de "quod valde dilucide et distincte
concipitur est verum"? Además, la existencia de Dios no es
una verdad de conocimiento inmediato sino mediato; tan cier-
to es, que todos los conocimientos que tenemos de Dios son
analógicos. Finalmente, si dudó de nuestra naturaleza, funda-
mento de todas nuestras facultades y fuente de todas nues-
tras actividades, no es lógico sustraer un acto determinado al
alcance de esta duda. Si u n genio maligno puede engañarnos
en ciertos casos, es ilógico decir que estamos al abrigo de sus
falacias en el momento en que decimos: Pienso, luego soy
(Cfr. Mercier).
En cuanto al argumento del diadelo ya probamos que no
toda verdad necesita demostrarse, puesto que las hay eviden-
tes por sí mismas, y ésto vale también contra Descartes.

C) El dogmatismo exagerado

Hay filósofos demasiado dogmáticos y aprioristas en sus


construcciones, cuyas teorías pecan generalmente por petición
de principio. Así Kant admite a priori las categorías de la
sensibilidad y el entendimiento, y afirma dogmáticamente que
pensar es una consecuencia fatal de nuestra naturaleza. Así,
Descartes confunde a priori los primeros principios con las ver-
dades demostrables. Así, el positivismo afirma a priori la in-
cognoscibilidad de la metafísica. Así, Marx asienta, sin pro-
bar, la eternidad de la materia.
Pero suele llamarse dogmatismo exagerado la tendencia
criteriológica que presupone la aptitud del espíritu para co-
nocer la verdad, la existencia del lógico que examina la cer-
teza y la preexistencia del principio de contradicción de toda
otra verdad, tomándolo como fuente inexhausta de otro cono-
cimiento.
Crítica. — Es verdad que en el orden ontológico es im-
posible una demostración si no existe un hombre capaz de
conocer la verdad. También lo es que el principio de contra-
dicción es la verdad primitiva, un primer principio sin el cual
nada podríamos afirmar. Y nadie puede negar que si no exis-
— 92 —
TRATADO DE LÓGICA !

tiese la aptitud del espíritu en el orden ontológico, jamás a-


quél llegaría a obtener u n conocimiento verdadero.
Pero, a ú n prescindiendo de la afirmación de la existencia
del sujeto que piensa, las verdades de orden ideal son váli-
das y ciertas. "El todo es igual a la suma de las partes", es
una verdad absoluta que vale y es verdad, aunque no hubie-
ra ningún hombre sobre la tierra.
El principio de contradicción es el presupuesto de toda
verdad, su base y sustentáculo. Pero ese principio, como ya
lo hemos dicho, no puede ser la premisa mayor de un silogis-
mo sino más bien u n prerrequisito para que esa mayor sea
válida (Véase el final de nuestro capítulo V).
Es evidente que en el orden ontológico es indispensable
presuponer la aptitud del espíritu para conocer la verdad ló-
gica. La verdad lógica es propia del espíritu humano, ya que
Dios es verdad substancial, y los animales y las plantas tie-
nen ineptitud ontológica para conocer la verdad lógica. Pero
concluyamos con Mercier: "Es por ésto necesario que, en el
orden lógico, el conocimiento de la causa preceda al del efec-
to? Es evidente que no; antes al contrario, por el efecto ve-
nimos lógicamente en conocimiento de la causa. La afirma-
ción, pues, de la aptitud para conocer la verdad no precede
lógicamente a la afirmación de otras verdades, aunque estas
sean en la realidad, efectos de esta aptitud en ejercicio". A-
ñ r m a r a priori la aptitud del espíritu para conocer la vérdad,
sin un atento examen de la misma, es suprimir el problema
de la certeza y toda criteriología fundamental, tanto escolásti-
ca como crítica.
D ) El realismo moderado

Aun cuando la filosofía de Aristóteles y de Santo Tomás


ha sido llamada la filosofía natural del espíritu humano, ello
no significa que los sistemas de los dos grandes genios sean
aprioristas o carezcan de todo sentido crítico indispensable pa-
ra una construcción lógica. Ambos sabios afirman y demues-
tran que todo conocimiento empieza por los sentidos y se per-
fecciona en el juicio; uno y otro conceptúan y prueban que
las primeras verdades de orden lógico no necesitan demostra-
ción, porque el predicado está comprendido en el sujeto cono-
cido; uno y otro refutan victoriosamente a los escépticos; y
ambos a una son antidogmáticos en el sentido de que toda
demostración la hacen preceder de una duda táctica, a fin de
comprobarla o por la experiencia o por la deducción.
— 93 -
MONSEÑOR F É L I X HENAO BOTERO

El realismo moderado no prejuzga ni la incapacidad fun-


damental de la razón humana ni su aptitud general para co-
nocer la verdad; y su posición es una abstención voluntaria,
a fin de ver si las adhesiones espontáneas a las verdades in-
mediatas se justifican por la reflexión. Nosotros sabemos por
psicología que el objeto primero inmediato de nuestra refle-
xión no es la potencia, que conocemos mediante los actos su-
yos; se trata pues de averiguar si las adhesiones espontáneas,
admitidas por los escépticos como un hecho, son meramente
espontáneas, o son reflejas. En cuanto a los principios inme-
diatos, ya demostramos que el análisis reflexivo del sujeto y
del predicado nos muestra su identidad. Y en lo referente a
los juicios que no son de evidencia inmediata, la natural po-
sición del espíritu debe ser una prudente duda hasta que la
demostración, o sea la reducción a juicios más simples, nos
muestre que son verdaderos o falsos. En esta sentencia se in-
cluyen dos problemas que abordaremos en el capítulo siguien-
te al estudiar la teoría de Kant sobre el conocimiento, a saber:
que nuestros juicios de orden lógico son objetivos y que por
lo tanto no son una ley fatal de la naturaleza, sino el resulta-
do de la comparación entre el predicado y el sujeto. Y que,
como lo demostramos al tratar de los problemas universales,
nuestros juicios, aún los meramente lógicos, tienen un funda-
mento próximo o remoto en la realidad.

Doctrina de Santo Tomás de Aquino sobre el conocimiento

l 9 — Cuando el alma conoce parece transformada en la


cosa.
2° — La cosa está en mi inteligencia ad modum recipien-
tis.
3° — Nada hay en la inteligencia que no haya pasado por
los sentidos.
4 9 — Antes de toda especie inteligible (idea) existe una
expecie sensible (fantasma).
5Q — La potencia cognoscitiva es d e suyo tabulla rasa. Se
actúa con el conocer que es un modo de ser.
69 — La realidad exterior entra en nosotros, se hace
nuestra sin dejar de existir fuera. La representación interior
nos lleva afuera sin dejar de quedarse dentro de nosotros.
7 9 — La idea universal está, como real en el objeto del
— 94 —
TRATADO DE LÓGICA

cual se extrae; como abstracta en la única facultad abstracti-


va que es la inteligencia.
89 — Todo en el mundo es particular y contingente. Pe-
ro las esencias metafísicas y lógicas no cambian. Los sentidos
nos entregan lo contingente y la inteligencia abstrae lo subs-
tancial del ser, que no cambia.
— El conocer supone el ser; no se conoce lo que no es.
9
10 — El ser del conocer es intencional pero tiene funda-
mento en la cosa de la cual se extrae.
119 — e j universal directo (hombre), lo que se con-
cibe está en la naturaleza; el modo de concebirlo está en la
inteligencia porque es abstracto y la única facultad abstracti-
va es la inteligencia. En el universal reflejo (especie) lo que
Se concibe está en la inteligencia y lo mismo el modo de con-
cebirlo. Pero el fundamento está en la cosa.
129 — El error y la verdad están en el juicio que es el
acto que compone y divide, afirma o niega.
139 — La conciencia psicológica no falla porque no juzga;
ella nos testifica infaliblemente que el mundo exterior existe;
que podemos conocer; que tenemos ideas abstractas; qu e nos
sometemos a la evidencia, y en el orden moral, que somos li-
bres.
149 — Hay entre nosotros y los seres una fraternidad
misteriosa por la cual nos son cognoscibles.
159 — Todo ser es cognoscible (Los positivistas ignoran
el ser abstracto y los idealistas desconocen el ser concreto.
Santo Tomás enseña que podemos conocer lo abstracto y lo
concreto, luego es más audaz su filosofía).
169 — La cognoscibilidad de las cosas les viene de que
ellas proceden del Conocimiento Supremo y no son otra cosa
que su Pensamiento puesto en el ser (La ciencia de Dios es
la causa de las cosas).
179 — E n el hecho del conocimiento, el sujeto en el acto
y el objeto en el acto son idénticos.
189 — Toda cosa es creada dos veces: una vez en sí mis-
ma; otra vez en la inteligencia (repite con San Agustín).
199 — El criterio último es la evidencia porque con ella
descansa la mente y no pide otro fundamento para asentir.
MONSEÑOR FELEX H E N A O BOTERO

209 — La sensibilidad es pasiva. El entendimiento agente


abstrae e ilumina. Forma el entendimiento conceptos genera-
les y ciertos axiomas generales evidentes, más claros que la
demostración. De ello, mediante el hábito de los primeros prin-
cipios, deduce los conocimientos mediatos.
219 — Los primeros principios lógicos o metafísicos son
más claros que la demostración porque conocido el sujeto, co-
nozco el predicado. V. gr. cuando digo: el todo es mayor que
la parte, al saber qué cosa es parte, sé que no es el todo.
Cuando digo que la verdad no es el error, es como si afirma-
ra que la adecuación y la inadecuación se oponen, lo que es
evidente.
229 — Todo conocimiento de Dios es analógico; luego ne-
cesariamente tendrá Dios misterios para el hombre.
239 — Mientras un ser es más inteligente tiene menos i-
deas porque tiene más síntesis. El ángel tiene menos ideas
que el hombre y la única idea de Dios es el Verbo.
249 — Los primeros principios de la deducción son: a)
Lo que es, es (de indentidad); una cosa no puede ser y no
ser simultáneamente (de contradicción); nada sucede sin ra-
zón suficiente (de razón suficiente).
259 — Los de la inducción son: No hay efecto sin causa;
todo en la naturaleza es constante; las mismas causas, en las
mismas circunstancias, producen los mismos efectos.
269 — L a mayor del silogismo es generalmente inducida;
pero el silogismo desentraña de la proposición mayor, la me-
nor, para sacar la conclusión.
279 — El silogismo trabaja con ideas; la inducción con
hechos.
CAPITULO XIII

LA CRITICA TRASCENDENTAL

Nacido Emanuel Kant el 22 de abril de 1724 en Koenigs-


berg, capital del ducado prusiano entonces, recibió educación
religiosa en el pietismo, tendencia fría respecto a los dogmas
de la fe y cuya orientación se dirigía sobre todo a tratar de
conservar la paz, la calma y la serenidad de espíritu, según
lo que entonces llamaban "cristianismo puro". Admitido en el
Collegium Fridericianum de su ciudad, en donde fue discípu-
lo del profesor de filosofía Alberto Schultz, quien trataba de
reconciliar el racionalismo, la filosofía de Wolff y el pietismo.
Adquirió conocimientos en lenguas antiguas y en latín y so-
bresalió por su espíritu reposado y sus costumbres austeras.
Ingresó en 1740 a la universidad, en donde dió preferencia a
los estudios de filosofía, de matemáticas y de ciencias natura-
les. Wolff imprimió desde entonces, a través de sus seguido-
res, en el ánimo de Kant una profunda impresión, sin dejar
por eso de sentir cierta simpatía por el empirismo inglés.
Muerto su padre salió de la universidad y se dedicó a pre-
ceptor privado de familias ilustres. La influencia de Hume so-
bre Kant operó en él dos actitudes polares: la una de tornar-
se cada día más antidogmático, y la otra de combatir el es-
cepticismo radical de aquél. Rousseau es otro de los mento-
res intelectuales de Kant, como éste mismo lo confiesa; las
huellas del Contrato Social de Rousseau se marcan claramen-
te en la Crítica de la razón práctica; si Rousseau propende
por una libertad natural del hombre primitivo, Kant conside-
ra la autonomía completa de la razón práctica. Ambos son los
mentores del liberalismo filosófico. Graduado en filosofía en
1757 fue pronto admitido como profesor en dicha asignatura
en su misma ciudad natal; y sus lecciones continuaron duran-
te muchos años.

En su período precrítico escribió varias obras entre las


— 97 —
MONSEÑOR F É L I X HENAO BOTERO

cuales destacamos la Historia General de la Naturaleza y Teo-


ría del Cielo, considerada por algunos como precursora del
sistema de Laplace. Y como continuaba siendo pietista escri-
bió tratados sobre teología natural y moral. Nombrado profe-
sor numerario de lógica y metafísica, empieza para él lo que
los autores llaman su período crítico. En este período escribe
tres obras pricipales: La Crítica de la razón pura, que plan-
tea el problema del origen y validez del conocimiento y cons-
truye sus categorías de la sensibilidad y el entendimiento; la
Crítica de la razón práctica, que trata de la dirección de
nuestra conducta, estatuye una norma de moralidad autónoma
y establece los postulados de la misma que son: la existencia
de 3a ley moral, de la libertad, de la inmortalidad del alma,
de un Dios y de la primacía de la razón práctica. Y la Crítica
del juicio, en que trata de conciliar las dos primeras críticas
por medio del juicio teológico y del juicio estético. En el pri-
mero trata de la finalidad objetiva del mundo sensible con-
templado; y en el segundo estudia la finalidad subjetiva por
la cual conocemos los fenómenos que procuran armonía a
nuestras facultades y cuyos atributos son lo bello y lo subli-
me, meramente representativos por supuesto, según Kant.

Crítica de la razón pura

El estudio de la Crítica de la razón práctica pertenece a


la ética, y el del juicio sobre la finalidad a la metafísica. A-
quí trataremos únicamente de la Crítica de la razón pura.
La ciencia, dice Kant, está en los conocimientos o juicios
necesarios y universales; pero para esos conocimientos se re-
quiere la intervención de la sensibilidad, de la inteligencia y
de la razón. Esa universalidad y necesidad no puede venir de
la experiencia sino de la inteligencia que aplica las propias
formas ingénitas a una materia recibida de fuera. "Todo co-
nocimiento resulta, pues, de la actividad propia de la mente
que constituye su objeto, bajo la acción de la cosa externa,
en sí totalmente desconocida".
Kant divide los juicios de esta manera: analíticos a priori,
sintéticos a posteriori y sintéticos a priori. Los juicios analíti-
cos a priori son meramente explicativos, porque el predicado
está contento en el sujeto; por ejemplo, el principio de iden-
tidad A = A; y el juicio: "Todo cuerpo es extenso". No sir-
ven para la ciencia estos juicios, porque no engendran un
nuevo conocimiento.
— 98 —
TRATADO DE LÓGICA !

Los juicios sintéticos agregan al contenido del sujeto u-


na nota no contenida en él, y por lo tanto proporcionan un
nuevo conocimiento. Se dividen en sintéticos a posteriori y a
pricri. Los primeros tampoco sirven para construir la ciencia
debido a que se basan en la experiencia, de suyo mutable y
contingente. No restan entonces más que los juicios sintéticos
a priori, como éste: "La línea recta es la distancia más corta
entre dos puntos". Sobre estos juicios se funda el conocimien-
to científico.
La facultad del conocimiento se subdivide en conocimien-
to sensible, donde están los materiales de preparación de la
ciencia: conocimiento intelectual, que la realiza; el cual es
completado por el conocimiento de la razón que unifica los
datos del entendimiento.
1) DE LA SENSIBILIDAD. — Los hechos externos y
los íntimos se reciben en el espacio y en el tiempo respecti-
vamente. Pero las formas o categorías de la sensibilidad, es-
pacio y tiempo, son moldes apriorísticos, sellos de nuestra con-
ciencia. El espacio y el tiempo son formas de nuestra sensi-
bilidad e intuiciones puras de la misma. Lo que nos llega por
los sentidos externos es espacial, y nada real podemos con-
cebir sin colocarlo previamente en el espacio; y toda nuestra
percepción íntima es temporal, porque ningún hecho interno
del yo puede ser aprehendido sino mediante la categoría del
tiempo. Para demostrar Kant que el espacio y el tiempo no
son conceptos empíricos sino formas universales a priori de la
sensibilidad, da los siguientes argumentos:
1) No podemos referir las impresiones a algo fuera de
nosotros, sino encajándolas dentro del espacio y del tiempo;
luego éstos son formas a priori.
2) Podemos imaginarnos un espacio vacío, libre de todo
contenido, y lo mismo el tiempo; por lo tanto, el espacio es
una intuición absolutamente necesaria del sujeto y una condi-
ción previa para percibir los objetos.
3) El espacio es representado como un volumen dado in-
finito. Pero no hay concepto alguno que pueda ser concebido
como si contuviera una cantidad infinita de representaciones;
luego la representación primitiva del espacio es una intuición
a priori (Cfr. O Külpe).
La universalidad y necesidad de las categorías de la sen-
sibilidad se deducen de que toda impresión sensible debe es-
tar catalogada dentro del espacio y el tiempo, necesaria y u-
— 99 -
MONSEÑOR F É L I X H E N A O BOTERO

niversalmente. Esas formas son objetos por ser universales y


necesarias; pero su valor es fenomenal porque no tienen más
que u n valor de representación y no nos revelan las cosas
en sí sino tal como aparecen. La cosa representada se deno-
mina noúmeno, y la representación fenómeno. El noúmeno se-
rá siempre una incógnita desconocida e incognoscible, porque
entre las cosas y las formas de la mente no hay ninguna re-
lación conocida.
2) DE LA INTELIGENCIA. — La operación de la inte-
ligencia, acerca de los elementos suministrados por los senti-
dos, es de análisis y síntesis. Pero los juicios analíticos a prio-
ri y los sintéticos a posteriori quedan descartados según vi-
mos; y por lo tanto, sólo puede construirse la ciencia sobre
las categorías de la inteligencia, a fin de formar los juicios
sintéticos a priori. En estos juicios, el predicado, que contie-
ne universalidad y necesidad, se atribuye al sujeto, y existe
en la mente la fuerza para producir tales predicados cuando
se le ofrecen los objetos; y esa fuerza de la mente son cier-
tas formas llamadas categorías, que establecen entre las sen-
saciones, relaciones múltiples. Estas categorías se agrupan en
cuatro clases, según la siguiente tabla:

TABLA DE LOS JUICIOS TABLA DE LAS CATEGORIAS

I - Cantidad (del sujeto). I - Cantidad.


1 - Individual. 1 - Unidad.
2 - General. 2 - Pluralidad.
3 - Universal. 3 - Generalidad.

II - Cualidad (del predicado). II - Cualidad.


1 - Afirmativo. 1 - Realidad.
2 - Negativo. 2 - Negación.
3 - Indefinido. 3 - Limitación.

III - Relación (entre el sujeto III - Relación.


y el predicado).
1 - Categórico. 1 - Substancia - Accidente.
2 - Hipotético. 2 - Causa - Efecto.
3 - Disyuntivo. 3 - Reciprocidad.

IV - Modalidad (relación IV - Modalidad.


con el pensamiento).
1 - Problemático. 1 - Posibilidad - Imposibilidad
2 - Asertórico. 2 - Existencia - No existencia
3 - Apodíctico. 3 - Necesidad - Causalidad.

— 100 —
1
TRATADO DE LÓGICA

Las categorías kantianas son funciones del sujeto que go-


biernan la elaboración de los hechos del conocimiento; mas
ese sujeto, del cual no podemos evadirnos, es supraindividual,
trascendental y base de la objetividad de los juicios, a priori
e incognoscible en sí mismo. Los juicios son objetivos, porque
necesaria y umversalmente encajan en las categorías antes a-
puntadas. Hay que anotar finalmente que los juicios sintéti-
cos a priori son posibles en las matemáticas y en la física,
pero jamás en la metafísica. Por lo tanto los juicios no tienen
realidad ontológica ni la metafísica racional es posible.
Las intuiciones de la sensibilidad sin conceptos, son cie-
gas; los conceptos sin intuiciones, son vacíos: sólo la combina-
ción de ambos produce u n conocimiento y u n juicio sintético
a priori.
3) DE L A RAZON. — El conocimiento científico verifi-
cado en los juicios se extiende no más que al mundo sensi-
ble; lo suprasensible es incognoscible; pero tenemos necesidad
de concebirlo para relacionar los fenómenos relativos con rea-
lidades absolutas, en las cuales se unifican todas las catego-
rías de la sensibilidad y todos los juicios de la inteligencia. E-
xisten entonces unas formas a priori de la razón, meramente
subjetivas, dentro de las cuales se unifica la totalidad de los
fenómenos, y se denominan ideas, las cuales no tienen intui-
ciones ni nada de objetivo, aun cuando son de utilidad prác-
tica para mejor investigar la experiencia. Si la mente trata
de considerarlas como objetivas, caerá en insolubles antino-
mias (Cfr. Klinke: Historia philosophiae). Esas ideas son tres:
idea de la totalidad de los fenómenos internos o alma, de la
cual sale la psicología; idea de la totalidad de los fenómenos
externos o mundo, de la cual sale la cosmología; e idea de
la Causa Prima o Dios, de la cual surge la teología natural.
CONCLUSIONES
1) Las ciencias de los solos fenómenos elaborados por la
mente bajo la acción de las cosas y de sus mutuas relaciones.
2) Las categorías de la sensibilidad, espacio y tiempo, son
formas a priori de la misma sensibilidad.
3) Los juicios sintéticos a priori son la única base de la
ciencia, pero son objetivos.
4) Nada podemos saber de lo que sean las cosas en sí,
porque entre éstas y las formas de la mente no existe rela-
ción conocida.
— 101 —
MONSEÑOR FELEX H E N A O BOTERO

5) Como Dios, el mundo y el alma trascienden los fenó-


menos, nada sabe de aquéllos la razón especulativa; aún más:
el mundo como cosa extensa, ciertamente repugna; Dios y el
alma son meros noúmenos.
(5) Pero de ellos nos da cuenta la razón práctica median-
te el imperativo categórico que puede enunciarse asi: "Obra
de tal manera que tu modo de obrar pueda ser norma para
los demás", o bien: "obra por la ley, porque es ley".
7) Ese imperativo categórico o ley moral implica condi-
ciones para ser posible, a saber: la libertad, porque la volun-
tad no depende de ningún móvil exterior, sino de la ley; la
inmortalidad del alma, porque la observancia del saber es dig-
na de la felicidad y la exige; la cual, como no se consigue en
la vida presente, debe existir en una vida futura, en la cual
se colme nuestra felicidad y haya un Dios Justiciero, libre,
pero sin obligación.
8) La moralidad del acto está en la intención, y por lo
tanto el derecho natural es independiente de la moral, ya que
la moral es íntima y el derecho es externo. La razón prácti-
ca tiene primacía sobre la teoría y el querer es superior al
conocer. Como la razón práctica tiene postulados suprasensi-
bles como certidumbres, a saber: el deber, la inmortalidad,
etc., surge una antinomia con la razón especulativa, cuyas a-
tribulaciones jamás van más allá de lo sensible. Mas esa an-
timonia se vence por la primacía de la razón práctica (Las
teorías voluntaristas de Hartman y Schopenhauer tienen aquí
su fundamento, lo mismo que el voluntarismo de Nietzsche y
de Unamuno).
9) Cristo no existe como ser histórico; pero debe existir
como modelo que llena las más bellas exigencias del alma y
los postulados más exquisitos de la virtud.

Crítica de la teoría kantiana


Con Remer, S. J., podemos decir: "Aunque rechazamos
la solución kantiana, de ninguna manera negamos que ella
sea muy sutil e hija de un genio muy agudo. De otra manera
no se explicaría su fortuna" (1).

H i J.) "Dum tamen solutionem kantianam reiicimus, minime negamus


eam 6sse valde subtilem atque auctoris ingenium arguere: si secus
esset, níyi lexplicaretur eius fortuna".
TRATADO DE LÓGICA !

LOS JUICIOS SINTETICOS A PRIORI. — Los juicios


científicos de Kant ni son puramente a priori ni sintéticos;
porque, aun cuando la experiencia no pueda darnos por sí
relaciones necesarias ni universales, nos suministra naturale-
zas dotadas de existencia, sobre las cuales abstrae la inteli-
gencia y forma relaciones. Así, la experiencia nos muestra lí-
neas quebradas y rectas, y el entendimiento al considerarlas
ve y deduce que el camino más corto entre dos puntos es la
recta: no son pues juicios a priori.
Ni tampoco son sintéticos sino analíticos, porque para que
el juicio sea analítico, basta que nos manifieste que, dada la
consideración simultánea de los dos términos, surja una ne-
cesaria relación, ya que proposiciones analíticas son las que
tienen materia necesaria. Y no se requiere que el predicado
esté formalmente contenido en el sujeto, sino que comparado
aquél con éste, haya un lazo necesario entre ambos. El prin-
cipio: "La existencia de u n sér contingente requiere una cau-
sa", no se puede negar sin contradecirse, y sin embargo el
predicado no está contenido en el sujeto, porque aun cuando
el comenzar a existir en el tiempo es sin duda u n indicio de
contingencia, no es evidente a priori, que todo sér contingen-
te haya comenzado a existir en el tiempo. Las esencias me-
tafísicas de las cosas son de suyo necesarias, inmutables y e-
ternas; dada una esencia no se induce inmediatamente su
contingencia. Las esencias lógicas de las segundas intenciones
tampoco cambian; así: género, especie, diferencia, son inmuta-
bles. Hay cualidades inmutables cuya esencia es invariable,
como virtud, justicia, clemencia, caridad, etc. Luego, los jui-
cios sintéticos a priori de Kant, ni son sintéticos, ni son a
priori. En una palabra, tampoco le deberían servir para la
ciencia.
DEL ESPACIO Y DEL TIEMPO EN KANT. — Al
primer argumento sobre la aprioridad del espacio y del tiem-
po, puede contestarse: No todas las sensaciones se refieren
inmediatamente a algo exterior a nosotros; así v. gr. las sen-
saciones de oído, olfato y gusto no se refieren al espacio si-
no mediatamente, en especial por las representaciones del tac-
to y de la vista a ellas asociadas, como puede verse en la
percepción de un acorde, de un olor compuesto y del gusto.
Por consiguiente la forma del espacio no es previa, ni uni-
versal, ni inmediata. La noción del tiempo tampoco es previa,
porque el tiempo es una sucesión d e cuerpos y un orden en-
tre los mismos que no es apriorístico sino existente, efectivo,
experimentado. Podemos concebir la idea de un tiempo se-

— 103 -
MONSEÑOR F É L I X H E N A O BOTERO

parado de los cuerpos, pero sólo abstrayendo, y la abstracción


es posterior y no previa. Además, Kant falla al considerar la
temporalidad como una determinación general de nuestras
sensaciones internas, siendo que también lo es de sensaciones
externas.
29 Al segundo argumento kantiano oponemos: como las
intuiciones de espacio y tiempo son sensibles, es imposible que
nuestra imaginación pueda aislar el espacio, libre de todo con-
tenido, o el tiempo prescindiendo de las cosas. Porque una
distancia, una figura, un espacio, una sucesión imaginados re-
quieren cuerpos necesariamente. Y no se diga que podemos
concebirlos, porque la concepción intelectual, según el mismo
Kant, es posterior a la intuición sensible: no es a priori ni
previa.
3 9 El tercer argumento versa sobre la concepción del es-
pacio y del tiempo como infinitos. Pero Kant confunde infi-
nito con indefinido; lo infinito rechaza la extensión, el límite,
la distancia, el volumen, la figura y no cae bajo el dominio
de la imaginación. Al contrario, el indefinido está sujeto siem-
pre a aumentos y disminuciones, a mensuras y cambios. Por
consiguiente no podemos representarnos un espacio ni un
tiemDO infinitos.
Analizados uno a uno los argumentos de Kant vemos cla-
ramente que sus contradicciones y errores provienen de con-
fundir los espacios real, ideal e imaginario.
<*9 Cuando nos hallamos en presencia de un cuerpo, abs-
traemos la noción de posición; de dos cuerpos abstraemos la
noción de distancia, que es la primera relación espacial; tres
relaciones espaciales (longitud, latitud y profundidad) nos
dan la noción completa de espacio. Si los cuerpos entre los
cuales considero dichas relaciones son reales, el espacio es
real; como los cuerpos reales son limitados, el espacio real es
limitado. Pero como la inteligencia concibe que hay infinidad
de cuerpos posibles, saca de ellos la noción de un espacio po-
sible ilimitado; éste es el espacio ideal. Además, la imagina-
ción puede construir u n espacio situado entre cuerpos imagi-
narios, que carece de límites fijos, pero que puede ser agran-
dado indefinidamente: espacio imaginario.
5 9 Cosa semejante pasa con el tiempo, cuya primera no-
ción la abstraemos del movimiento interno o externo.
De modo que los argumentos de Kant sólo tienen aplica-
ción al espacio ideal, y a veces al imaginario; pero no al es-
— 104 —
1
TRATADO DE LÓGICA

pació real. Y el análisis detenido que hemos hecho demues-


t r a que ambas nociones no son anteriores a la experiencia si-
no que proceden de ella.
Sobre la existencia del mundo exterior podemos argumen-
tar así: o sabe Kant que es contingente o no sabe. Si lo pri-
mero, lo conoce; si lo segundo, cómo puede afirmar a priori
que sí lo es? Este dilema es apodíctico.
L A S CATEGORIAS DE LA INTELIGENCIA. — Kant
pone entre las categorías algunas que no son géneros supre-
mos de sus inferiores; porque, o son razones sólo analógica-
mente comunes, como causa, efecto y accidente; o cualidades
de la enunciación, como afirmación y negación; o sus modos,
como posibilidad e imposibilidad, necesidad y contingencia, los
cuales pueden aplicarse también al ente en cuanto ente; por
lo tanto no son formas a priori.
Otras categorías kantianas que ciertamente lo son, o se
estudian malamente como la relación, que en la construcción
kantiana no es predicamental, porque puede decirse de todo
trascendental hábito entre la potencia y el acto; o se colocan
mal como la substancia, que de suyo es absoluta, y sin em-
bargo Kant la coloca bajo la categoría de relación; y la can-
tidad, que es por naturaleza posterior a la substancia, se po-
ne sin embargo primero que aquélla; y finalmente el acciden-
te se cataloga en la categoría de relación, aun cuando no to-
do accidente sea relativo (Cfr. De Mandato).
Podemos concluir de lo anterior que ni todas las catego-
rías de Kant son tales categorías, ni todas son a priori, ni to-
das guardan la importancia y jerarquía que lógicamente les
corresponde.
Finalmente, la teoría de que los juicios se construyen por
una ley fatal de la naturaleza, se refuta por el hecho psicoló-
gico de la duda, admitido por escépticos, positivistas, kantia-
nos y católicos. Pero la duda, que proviene de que yo no veo
"n el objeto de mi juicio la relación de identidad entre dos
términos, no puede existir lógicamente dentro del sistema
kantiano. Si el juicio científico se forma por una ley fatal del
espíritu, ante un predicado y un sujeto, sólo caben dos po-
siciones: la afirmación y la negación ciertas y necesarias; y la
duda excluye la certeza y la necesidad. Es más noble y lógi-
co decir con Santo Tomás que la verdad está en el juicio que
compone y divide reflexivamente, y no en una fatalidad ciega,
apriorística, brumosa y contradictoria. Y si se nos objeta que
— 105 —
MONSEÑOR F É L I X H E N A O BOTERO

la duda es también una ley fatal del espíritu, es imposible


explicar entonces el tránsito de la duda a la certeza, que nos
atestigua muchas veces nuestra conciencia íntima, lo que es
u n hecho psicológico que no niega Kant.
En cuanto al problema de que los juicios corresponden de
hecho a una realidad objetiva y que por consiguiente son
ontológicamente válidos, lo resolveremos al tratar d e los uni-
versales. Y allí mismo probaremos la existencia de los noú-
menos y su posibilidad. Por lo tanto, allí se refutará que la
idea de la existencia de Dios y del alma son meras exigen-
cias de la razón sin realidad objetiva.

— 106 —
CAPITULO XIV

DE LOS UNIVERSALES

ACTUALIDAD. — Con su clara visión sintética los filó-


sofos escolásticos de la Edad Media englobaron el problema
de los universales, cuya actualidad hoy es tan manifiesta que
en el derecho civil, penal, internacional y en la filosofía del
derecho, lo mismo que en la sociología, se sigue indudable-
mente una de aquellas orientaciones. El positivismo jurídico,
por ejemplo, es nominalista. Hay totalitarismos de tipo hege-
iiano y otros de carácter materialista. La ciencia penal se
debate en torno a hechos o conceptos; y en ella hay concep-
ciones formalistas que prescinden de Dios como legislador y
de la naturaleza humana como punto de partida, y otras que,
afirmando la universalidad e inmutabilidad del derecho, par-
ten de la base ontológica de un Dios, justicia substancial, y
de una naturaleza humana como norma de la conducta. No
es por lo tanto el problema de los universales un mero aje-
treo mental o una gimnasia sutil de la inteligencia, sino un
tema que se presta a serias meditaciones, entre otras razones
por ser de una aplicación inmediata en nuestro tiempo; el
transformismo, por ejemplo, ha querido saturar toda suerte
de conocimientos; y el transformismo es un nominalismo. Kant
marca huellas en todo el mundo constitucional de los siglos
posteriores a él, y Kant es un conceptualista. León XIII indi-
ca a Santo Tomás como el supremo mentor de las sociedades
modernas, porque con más agudeza que nadie interpretó el
espíritu cristiano, y Santo Tomás es realista moderado.
HISTORIA DEL DEBATE SOBRE LOS UNIVERSALES.
— Universal es "un concepto que está en muchos o que es
apto para estar en muchos y predicarse de muchos, de una
manera unívoca". Si solamente tiene aptitud y potencialidad
se llama material, porque siendo una sola abstracción es su-
jeto apto para recibir la forma de universalidad. Se llama i-
— 107 —
MONSEÑOR F É L I X H E N A O BOTERO

gualmente directo, porque termina inmediatamente la simple


aprehensión; metafísico, por considerar la ciencia metafísica
y las naturalezas abstractas de los individuos, y negativo, por
no tener intensión de universalidad, sino simple aptitud. Hom-
bre, naturaleza humana, son universales directos.
El universal lógico o reflejo o formal, es la misma natu-
raleza o forma abstracta, considerada por el entendimiento en
su actual relación a muchos, como predicable de ellos unívo-
camente. Como género, especie, diferencia, etc. Es lógico que
el universal reflejo sea sólo ente de razón, porque al excluir
la singularidad positivamente, sin la cual ningún sér real pue-
de existir, no tiene otro sér que el intencional. También el
universal directo cuando recibe la forma o intención de uni-
versalidad, pasa a ser reflejo. Por ejemplo hombre en la si-
guiente proposición: "hombre es especie".
COMO EMPEZO EL DEBATE. — Un texto oscuro de
la Isagoge de Porfirio y los comentarios precisos de Boecio
dieron pie para la gran polémica que perdura en nuestros
días. Preguntaba Porfirio de los géneros y las especies: "o
subsisten o son meras formas intelectuales" (1). Y los filóso-
fos responden de distinta manera: unos afirmaron que eran
meros conceptos; otros que eran palabras vacías (flatus vo-
cis); éstos dijeron que la doctrina de Platón, del realismo e-
xagerado, era la única respuesta; y Santo Tomás y su escue-
la, siguiendo a Aristóteles, demostraron que el universal es-
taba parte en las cosas y parte en la inteligencia. Fueron rea-
listas exagerados Platón, en la antigüedad, quien pretendió
que las ideas separadas de los individuos eran subsistentes;
y Guillermo de Champeaux en el siglo XII, quien enseñó que
no había sino una esencia en todos los individuos, los cuales
por lo tanto no se diferencian sino por accidentes. Fueron
nominalistas los discípulos de Heráclito, los socráticos y los
cínicos; en la Edad Media, Roscelino; en los tiempos moder-
nos todos los empiristas, sensistas y materialistas, como Ber-
keley, Hume, Stuart Mili, Augusto Compte, Hipólito Taine,
Haeckel, Carlos Marx, etc. Defendieron el conceptismo los es-
toicos griegos; en la Edad Media, Guillermo de Occam; y en
la edad moderna, Kant, Hegel y todas las escuelas que de
ellos se derivan. Los modernos filósofos, Croce y Gentile, son
conceptualistas, lo mismo que los neokantianos y neohegelia-

1) — "Sive subsistant, sive in nudis intellectibus posita sint".

— 108 —
1
TRATADO DE LÓGICA

nos (Cfr. "II veleno kantiano" de Guido Matiusi y "Kant" de


l'Universitá Católica del Sacro Coure). Los realistas modera-
dos tienen por jefe a Aristóteles en la antigüedad, y por de-
fensores máximos a Alberto Magno y Santo Tomás de Aqui-
no; el realismo moderado es hoy tesis general de la escuela
y del tomismo, de nuevo en auge.
EL NOMINALISMO ES FALSO. — Los nominalistas
enseñaron que el universal no designaba alguna naturaleza
común a muchos individuos sino una palabra vacía. El argu-
mento es que no puede haber una idea sin determinaciones
individuales; así todo triángulo es equilátero o isósceles o es-
caleno; la idea de triángulo que prescinda de tales determi-
naciones no es tal idea sino una palabra vacía, porque, qué
es u n triángulo que no sea equilátero, ni isósceles, ni esca-
leno?
Es falso el nominalismo: A) Porque la conciencia nos re-
fiere que tenemos conceptos universales como hombre, ani-
mal, en los cuales no significamos este hombre o este animal
sino que prescindimos totalmente de individuos. Así en el e-
jemplo del triángulo, la idea triángulo prescinde de determi-
naciones individuales, pero sí significa algo: lo que constitu-
ye la esencia misma del triángulo, o sea tener tres lados y
tres ángulos.
B) La experiencia nos confirma que sin estar de acuerdo
muchos hombres, al ver u n objeto determinado lo llaman pie-
dra, árbol, animal, casa, río, hombre, etc. Ahora bien: eso
prueba la objetividad de las ideas universales, porque de o-
tra manera cada uno lo llamaría con nombre distinto, si fue-
r a cierto que los universales son nombres vacíos de sentido.
C) Nadie niega la existencia de las ciencias, y nosotros
hemos demostrado el valor lógico de la inducción y la obje-
tividad de las leyes y los principios a que ella da origen. A-
hora bien, tales principios y leyes son universales, y son rea-
les como las ciencias. Luego, los universales no son meros
nombres.
EL CONCEPTUALISMO ES ERRONEO. — Opinan los
conceptualistas que los universales no son meros nombres si-
no verdaderos conceptos, pero sin fundamento en las cosas.
El conceptualismo es erróneo: A) Parten los conceptua-
listas de u n error, porque ellos creen q u e si la experiencia
no nos puede dar sino contingentes y concretos y particula-
res, los conceptos universales no pueden existir sino solamen-
— 109 —
MONSEÑOR F É L I X HENAO BOTERO

te en la inteligencia. Pero ya hemos demostrado que no es la


experiencia sino la inteligencia la que abstrae esas nociones,
fundándose en la permanencia de las esencias y de las leyes
naturales. Además, el universal directo o de primera intención
no es propiamente universal sino una mera abstracción, po-
tencial y aptitudinalmente universal. A la psicología pertene-
ce demostrar que "nada hay en la inteligencia que no haya
pasado por los sentidos" (2).
B) Hemos demostrado contra Kant que las categorías no
son a priori, tanto las de la sensibilidad como las del enten-
dimiento. Luego, queda igualmente demostrado que nuestros
conceptos y juicios ni son meramente subjetivos en el sentido
escolástico, ni objetivos en el sentido kantiano.
C) Las ciencias son reales; ahora bien, no se da ciencia
de individuo sino a los universales; luego, así como las cien-
cias son reales, con mayor razón su contenido, que son los
universales. Por lo demás al mostrar la tesis realista mode-
rada se probará que las cosas individuales, origen de la cien-
cia, son reales y cognoscibles.
EL ULTRARREALISMO ES FALSO. — Sostiene esta
teoría con Platón, que los universales existen y subsisten, in-
materiales e inmóviles, en sí, separados de las cosas singula-
res. Y Guillermo de Champeaux conceptuó que el universal
es una substancia única existente en la cosa, que se determi-
na en varios individuos por los accidentes.
A) Pero si los universales existieran aparte, separados de
los singulares, excluirían simultáneamente la multiplicidad nu-
mérica y no la excluirían. La excluirían, porque lo que exis-
te separado de otros, como es numéricamente uno, excluye
de sí la multiplicidad numérica. Y no la excluirían, porque
la razón formal de universal es no excluir la multiplicidad
numérica sino incluirla. Ahora bien: estas cosas Se contradi-
cen; luego, los universales no pueden existir formalmente fue-
ra de la mente.
B) Con razón anotaba Santo Tomás (1 p. q. 84, a. 1) que
al introducir Platón universales per se subsistentes, inmate-
riales e inmóviles, había quitado el objeto propio de las cien-
cias naturales, que es la materia y el movimiento.
C) Esta teoría conduce al panteísmo (la de Champeaux),

2) — "Nihil est in intellectu quod prius nos fuerit in sensu".

— 110 —
1
TRATADO DE LÓGICA

porque si se da una naturaleza específica universal que exis-


te la misma en muchos, también se puede afirmar que hay
un solo cuerpo, una sola substancia y un solo ente, que se di-
versifican sólo por los accidentes determinantes, lo cual es
puro monismo panteísta.
EL REALISMO MODERADO ES LA SENTENCIA VER-
DADERA. — El realismo moderado sostiene que la experien-
cia no nos suministra sino datos concretos, pero que median-
te la inteligencia se verifican la abstracción primero y la re-
flexión después, para elaborar con fundamento en los datos
sensibles el universal directo, primero, y el reflejo más tarde.
Sostiene además que las cosas existentes fuera de nosotros,
son singulares y cognoscibles; que el modo d e ser de las co-
sas es distinto del modo de ser de la inteligencia que las co-
noce, porque las cosas tienen una existencia concreta, singu-
lar y contingente; y en la inteligencia las cosas son inmateria-
les (precisive y negative) y espirituales. El universal directo
existe en lo que se concibe (id quod concipitur) en las cosas
y en el modo como se concibe (modus concipiendi) en la in-
teligencia. El universal reflejo existe tanto en lo que se con-
cibe como en el modo de concebirlo en la inteligencia (por-
que es ente de razón); pero el fundamento del universal re-
flejo está en las cosas, que fueron base primero para el di-
recto y luégo para el reflejo.
El realismo moderado es verdadero. A) Demostramos
contra los nominalistas que los universales no son meras pa-
labras; ni meras ideas, como sostienen los conceptualistas; ni
realidades existentes en sí como quieren los ultrarrealistas.
~juego sólo queda el campo libre para aceptar que existen
~>arte en la cosa y parte en la inteligencia.
B) La aparente antinomia entre lo concreto y lo univer-
sal, entre el carácter de la idea y el de las cosas, se resuelve
con recordar que la universalidad no es inherente al concep-
to, como esencial, ya que lo esencial del mismo es ser abs-
tracto, despojado por la inteligencia d e las notas determinan-
tes e individualizantes. Para que ese concepto abstracto sea
universal se requiere una reflexión que manifieste "la aplica-
bilidad de la nota abstracta a u n número limitado de suje-
tos" (Mercier).
C) Las cosas son realidades concretas, y el objeto de
nuestras formas inteligibles está contenido en las formas sen-
sibles.
— 111 —
MONSEÑOR FELEX H E N A O BOTERO

Que el objeto de las cosas sensibles está dotado de rea-


lidad se demuestra por el testimonio de la conciencia (admi-
tido por kantianos, positivistas y escolásticos); pero nuestra
conciencia nos dice que nosotros somos pasivos para recibir
las impresiones; y como nuestras sensaciones son contingen-
tes, deben tener una razón de su existencia; ahora bien: esa
causa o razón no puede ser el yo, puesto que la conciencia
me dice que soy pasivo (y así lo admiten Kant, los positivis-
tas y los escolásticos); luego el objeto de nuestras sensacio-
nes es real.
Y que el objeto de nuestras formas sensibles contiene el
de nuestras formas inteligibles, porque como muy bien lo a-
nota el cardenal Mercier: "El objeto de las formas sensibles
está revestido de notas determinantes: veo este hombre, de u-
na talla especial, de tal color, etc. Ahora bien, es imposible
la existencia de notas determinantes sin un algo que sea de-
terminado por ellas, sino un sér, un sujeto, una sustancia de-
terminada. Luego el objeto de una forma sensible representa
a la vez formas inteligibles".
Para aclarar más la sentencia de Santo Tomás, recorde-
mos lo que dice (In XII m. Met., 1. 4. - 2): "Aquellas cosas
que son idénticas en especie, son diversas, no por especie si-
no por números, como una cosa es tu materia y otra la mía.
Pero según la universal razón, son lo mismo. Porque alma y
cuerpo son materia y forma del hombre; y de este hombre,
esta alma y este cuerpo". Y en otra parte (II m. Post. Anal.,
lect. ult. 5 9 ): "El universal según el sér, está en todos los
singulares unum et idem, no ciertamente por el número, co-
mo si fuese la misma humanidad numéricamente la de todos
los hombres, sino según la razón de la especie".
El conocimiento consiste para él en cierta analogía entre
el sujeto cognoscente y el objeto conocido. El sujeto recoge
en sí la forma en cuanto que es aprehendida por los órganos
de los sentidos, en virtud de un movimiento que parte de los
objetos y descansa en impresiones sensoriales; y puede ser in-
teligible, cuando el pensamiento, con base en la especie sen-
sible, aprehende la esencia general del objeto.
Según Santo Tomás, la especie no es lo conocido ni el
objeto del pensamiento sino un medio de conocimiento, lla-
mado por él intentio, representatio. Fuera del sujeto los obje-
tos existen individuales y concretos, y también son concretas
e individuales las especies sensibles; en cambio la especie in-
teligible aprehende el sér universal de las cosas.
TRATADO DE L Ó G I C A 1

La sensibilidad es pasiva, porque recibe las sensaciones


de fuera. Pero el entendimiento agente, "intellectus agens",
abstrae, subsume, liga y separa. Es propio del entendimiento
formar conceptos generales, categorías, y ver inmediatamente
ciertos axiomas generales evidentes. De tales axiomas, que
desarrolla fácilmente el entendimiento, por el habitus princi-
piorum, la razón (ratio) deduce otros conocimientos que no
son inmediatos (Cfr. Messer, "La doctrina tomista del cono-
cimiento").

Cómo &e f o r m a el Uniuereal

1 nte 11 fl(?nc¡a.
Inteligencia
Ojo Tanta.6ia
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telele cepto material.

TÍSICO. Concreta, C oncreta , W>»trae, Compone ^


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SENVBLR, particular, 1 materialilumina.
concreto. orgánica, Lbpecie-Umu«r»al
[loica. rejlejo. lógico,
jormal.

L S Pi r i t u a l

En el universal directo, lo que se concibe está en la co-


sa, el modo en la inteligencia. En el reflejo, lo que se conci-
be es abstracto, luego está en la inteligencia; el modo es más
abstracto todavía; luego con mayor razón está en la inteli-
gencia.
L a filosofía moderna no parte de la metafísica sino de la
lógica, del contenido intencional o sea de la idea, o bien de la
experiencia sensible pasivamente recibidas, declarándolas una
realidad y la única realidad.

— 113 —
CAPITULO XV

ESTADOS DE LA MENTE
RESPECTO A LA VERDAD

Nuestra mente puede encontrarse respecto a la verdad


en estado de ignorancia, de duda, de opinión y de certeza.
IGNORANCIA. — Es el estado de la mente en el cual
no se tiene ningún juicio de la verdad de la cosa. Suele dis-
tinguirse de la nesciencia que es "carentia scientiae non de-
bitae". En todo conocimiento analógico tenemos cierta igno-
rancia; y como el hombre no tiene generalmente ideas ade-
cuadas de las cosas, es metafísicamente necesario que su en-
tendimiento finito ignore. Los mismos filósofos de los valores
admiten que los valores del conocimiento y de la ética no
pueden ser conocidos con plenitud.
La ignorancia puede ser vencible e invencible, según que
podamos salir de ella o no; crasa o supina cuando se perma-
nece en ella por negligencia; y afectada cuando voluntaria-
men se ignora lo que es preciso saber. El estudiante sabrá
más tarde que la ignorancia invencible quita la imputabilidad
y que la afectada la aumenta, como todo ciudadano sabe que
la ignorancia de la ley no excusa de ella.

Crasa - Culpable.
Vencible
IGNORANCIA •< Afectada - Más culpable.

Invencible - No culpable.

NESCIENCIA No culpable.
MONSEÑOR F É L I X HENAO BOTERO

DUDA. — La duda es una suspensión del juicio o fluc-


tuación del ánimo entre dos ideas o hechos contradictorios.
La duda es negativa cuando no se inclina la mente a un la-
do más que a otro por defecto de motivos; y positiva cuando
los motivos se equilibran. Ya nosotros hablamos extensamen-
te de la duda metódica de Descartes y demostramos que el
fundamento de su teoría es falso y que no puede dudarse de
las primeras verdades, cuya evidencia aparece a la mente de
una manera inmediata. Y dijimos igualmente que el método
aristotélico-tomista de la duda táctica respecto a las verdades
mediatas, era el verdadero sistema metodológico. Un médico
no puede obrar con duda práctica, ni un juez puede conde-
nar al reo cuando permanece la duda de la culpabilidad; ni
un sacerdote puede absolver al fiel cuando duda de las dis-
posiciones requeridas. Todos ellos tienen que salir de la du-
da hasta la certeza, para proceder con licitud y a veces con
validez (Cfr. q. XIV de Verit., a. 1).

Escéptica.
Metódica.
Negativa.
Positiva.
Táctica o tomista respecto a las verdades mediatas.

OPINION. — La definió Santo Tomás "la adhesión de la


mente con temor de la opinión contraria" (1). Hay pues en
la opinión una adhesión y una reserva: la adhesión la dife-
rencia de la duda, y la reserva la distingue de la certeza. Es
pues un estado intermediario entre la duda y la certeza. En
la opinión influyen poderosamente los factores psíquicos; un
optimista opina bien de la gente en general, al contrario del
pesimista. La opinión mal fundada, precipitada, hija de la pe-
reza o de la pasión, da lugar a los juicios temerarios. Ya
Bacon habló de los distintos idola, que tuercen nuestras opi-
niones, las engendran defectuosas o inconsistentes. La pasión,
el interés, el egoísmo, son causa frecuente de opiniones erró-
neas, y aún perversas. La cualidad que mueve a opinar se
llama probabilidad y la probabilidad engendra numerosas hi-
pótesis. En la inducción hemos hablado de las hipótesis y sis-
temas y luego dijimos algo acerca de la analogía.

1) — "Actus intellectus, cui fertur in unam partem contradictionis


cum formidine alterius".

- 1 1 6 -
1
TRATADO DE LÓGICA

Parecida a la duda y a la opinión es la sospecha. Convie-


ne con la duda en cuanto no se da verdaderamente asenti-
miento; y con la opinión en cuanto tiene cierta proclividad
o inclinación al asentimiento. Pero va más allá de la duda y
menos lejos que la opinión. El superior, los órganos ejecuti-
vos del poder, la prensa, tienen necesidad de usar prudente-
mente la suspicacia. Pero la suspicacia como norma general
para los hombres los convertiría en enemigos mortales: "ho-
mo homini lupus".
CERTEZA. — Es el estado más perfecto de la mente, es
una seguridad de poseer la verdad y es un estado de ánimo
de tranquila posesión: excluye por lo tanto la duda, la proba-
bilidad, la opinión y la sospecha. Santo Tomás la definió: "La
firmeza de la adhesión de la virtud cognoscitiva en su cog-
noscible" (2).
Dos cosas se requieren para la certeza: necesaria cone-
xión del acto cognoscitivo con el cognoscible; de otra manera
habría error. Firme adhesión de la mente en la verdad co-
nocida; de lo contrario habría opinión o error de mala fe. La
necesaria conexión del acto cognoscitivo con el cognoscible se
realiza por el motivo que excluye el opuesto con el conoci-
miento de que lo excluye. No hay por lo tanto en la certe-
za las lagunas de la ignorancia, la suspensión del ánimo de
la duda, el miedo del contrario de la opinión y probabilidad.
Por eso Santo Tomás en el comentario a las sentencias la
llamó "determinatio intellectus ad unum", A la certeza se
puede llegar del efecto a la causa o de la causa al efecto. Po-
demos ir a ella mediante el silogismo o por la inducción; por
el análisis o por la síntesis. El profesional (sacerdote, médi-
co, abogado, químico, arquitecto, ingeniero) que no tien e cer-
teza de conocer los casos comunes de su profesión esta inhi-
bido en conciencia para ejercer mientras adquiere tales cono-
cimientos. Y el mismo profesional, repetimos, debe obrar siem-
pre con conciencia cierta.
Suele dividirse la certeza en subjetiva y objetiva. La pri-
mera es la adhesión de la mente sin temor del contrario; y
la segunda es la dignidad de las razones intrínsecas o extrín-
secas que procuran el asentimiento firme. También se llama
adecuada la que reúne tanto la subjetiva como la objetiva;

2) — "Firmitas adhaesionis virtutis cognoscitivae in suum cognos-


cibile" (In Im Sent., D.XXVI, q. 2, a. 4).

— 117 —
MONSEÑOR F É L I X H E N A O BOTERO

y esa es la verdadera certeza. Porque si faltaren las razones,


periclita la adhesión; y si la mente no las posee con firmeza,
fácilmente el entendimiento dejará oscurecer su posición ne-
ta respecto a la verdad.
Según la distinta conveniencia del predicado con el suje-
to, varían las especies de certeza. Toda certeza implica una
necesidad. La cual pued e ser absoluta, cuando se funda en las
mismas esencias de las cosas, que nunca pueden cambiar, y
entonces se llama certeza metafísica; por ejemplo la de este
enunciado: "El todo es igual a la suma de las partes". O la
necesidad puede ser hipotética, emanada del orden constituí-
do entre las causas naturales y sus efectos, el cual puede cam-
biar o suspenderse sólo por milagro, y se llama certeza física.
Hay otra necesidad hipotética originada de la gran dificultad
de variar ciertas normas de conducta moral elementales del
hombre, y se denomina certeza moral. Con ejemplos se escla-
rece más la cuestión.
Certeza metafísica: El todo es mayor que la parte.
Certeza física: Los cuerpos se dilatan con el calor.
Certeza moral: La madre ama a sus hijos.
Un principio de certeza metafísica es invariable en cual-
quier hipótesis, y en ella se fundan las ciencias matemáticas
y metafísicas; uno de certeza física puede variar sólo por mi-
lagro, como sucedió en la división de las aguas del mar Ro-
jo; y uno de certeza moral admite excepciones, aún sin mila-
gro, y en ella se fundan las ciencias morales y sociales, como
la sociología. En ese sentido, decía Santo Tomás: "Lo necesa-
rio, es de una manera en las cosas naturales... y de otra en
la disciplina, ésto es en las matemáticas, las que siempre son
verdaderas. Porque en las matemáticas la necesidad es a prio-
ri y en las ciencias naturales a posteriori" (3).
Ya nosotros hemos demostrado que el escepticismo radi-
cal es falso; que el kantianismo es erróneo y que el cartesia-
nismo peca contra la lógica y hemos probado también la va-
lidez del silogismo, de la inducción y de los juicios ideales,
lo mismo que la existencia del mundo exterior y su cognos-
cibilidad. En esas pruebas queda incluida la posibilidad de la
certeza.

3) — "Neccsarium aliter est in naturalibus... et aliter in disciplinis,


id est in mathematicis, quae sunt semper vera. Nam in disciplinis est
necessitas a priori, in naturalibus a posteriori" (In Im Post., 1. 42).

— 118 —
1
TRATADO DE LÓGICA

COROLARIOS. — 1) La certeza no es un complejo de


probabilidades, porque el todo no puede ser de distinta natu-
raleza que las partes; ahora bien: si en todas las partes hu-
biera la formido oppositi, también la tendría la certeza, lo
cual pugna con la definición de la misma y con la propia con-
ciencia.
2) En el elemento negativo de la certeza, o sea en la ex-
clusión del temor, la certeza no admite grados en el elemen-
to positivo, ya que los motivos que originan nuestra adhesión
imperturbada pueden ser más o menos fuertes.

METAFISICA - No admite error.


CERTEZA FISICA - Admite.
MORAL - Admite.

DEL ERROR
"El error es tener cosas falsas como verdaderas" (4). El
error añade sobre la ignorancia, el que éste da una falsa sen-
tencia de las cosas que ignora, mientras que la ignorancia no
incluye la afirmación de una sentencia.
No es el error un conocimiento incompleto, como opinó
Spinoza, ni solamente una permutación del signo propio de
una cosa con el signo de otra, como lo quiso Platón. El error
no puede ser adecuación de la mente con la cosa. El error es
una inadecuación entre la mente y la cosa, así como la ver-
dad es una adecuación entre las mismas. Tampoco es cierto
que el error sea patrimonio exclusivo de la voluntad, como lo
quiso Descartes. La sentencia científica afirma que el error
procede tanto de la inteligencia como de la voluntad. De la
inteligencia por la ignorancia, por la oscuridad de las cosas y
por la angustia de nuestra mente; y de la voluntad por las
pasiones, la pereza o la precipitación.
Hay error substancial cuando versa acerca de la natura-
leza de las cosas e invalida los contratos por derecho natural
y positivo. Así, quien por error involuntario recibe un obje-
to como donación siendo una permuta, está obligado a resti-

4) —"Error est aprobare falsa pro veris" (De Malo, q. III, a. 7).

— 119 —
MONSEÑOR F É L I X H E N A O BOTERO

tuírlo. Es error accidental el que versa acerca de las cualida-


des y no invalida los contratos por derecho natural aunque
algunas veces los hace írritos el derecho positivo. Ningún error
es físicamente necesario para la inteligencia humana; no sólo
porque el objeto necesario de la inteligencia es sólo la verdad,
sino porque no existe el objeto del error. El que yerra, dice
Santo Tomás, "falsam sententiam fert de his quae nescit"; es
decir, que en el juicio erróneo atribuímos a la cosa una pro-
piedad o cualidad que ella no tiene. En metafísica se demos-
trará que todo ente es verdadero; y en psicología, que el ob-
jeto propio de la inteligencia es la verdad.
Bacon en el Novum Organon expone los impedimentos
más frecuentes para la recta adquisición de la verdad, en u-
na valiosa teoría psicológica del error, que se llama idola, y
son:
A) Idola tribus, o sea los errores de los sentidos y de la
razón, provenientes de la naturaleza de aquéllos y de ésta en
todos los hombres; es decir, procedentes de los defectos, del
medio y de la falibilidad de nuestra mente en las verdades no
evidentes. Bacon imitó a Platón.
B) Idola specus, o sea los errores procedentes de la cos-
tumbre, de la educación.
C) Idola fori, ésto es los que emanan del lenguaje, que a
veces forma palabras sin contenido real, usa anfibologías o e-
quivocaciones.
D) Idola teatri, los provenientes de las corrientes filosó-
ficas, de los partidos políticos, etc.
A esas causas debemos añadir las provenientes de la vo-
^ n t a d , que son la vanidad, la envidia, la sensualidad, el ho-
rror a estudiar las cosas difíciles, la pereza, la precipitación.
Hay errores de mala fé y errores de buena fé; y por lo
tanto podemos tener certeza cuando hay un error de buena
fé. No toda certeza es verdad, sino sólo aquélla que antes lla-
mábamos adecuada, por reunir tanto la adhesión sin temor co-
mo la conformidad de nuestra adhesión con la realidad.
Así como la verdad no está en la sensibilidad ni en la
simple aprehensión, porque ni la simple aprehensión ni la sen-
sibilidad afirman o niegan sino que solamente aprehenden, a-
sí también la falsedad está en el acto de la mente que compo-
ne, afirma y niega, que es el juicio.

— 120 —
CAPITULO XVI

Verdadero Criterio Ultimo:


LA EVIDENCIA

Llámase criterio último el motivo final de la certeza, la


razón indiscutible y la condición de que debe gozar el obje-
to para que aparezca la verdad, se determine el asentimiento
de la mente y se distinga lo verdadero de lo falso.
El último criterio debe tener tres condiciones: A) Que a-
cerca de él no pueda darse error; B) Que no suponga nin-
gún otro, y C) Que venga naturalmente. Lo primero porque
si hay error no será el último fundamento de la verdad; lo
segundo, porque si supone otro, no es la base primordial de
todo conocimiento; lo tercero, porque si no se adquiere inme-
diatamente, se fundará en demostraciones y estas carecerán
de un punto de apoyo sólido e infalible.
Vamos a demostrar que ni la divina revelación, ni el con-
sentimiento del género humano, ni un ciego instinto de la na-
turaleza, ni un interior afecto del alma, ni el testimonio de
la conciencia, ni una idea clara y distinta del objeto, son cri-
terio último. Pero advertimos que pueden ser algunos de
ellos criterios mediatos de verdad.

I — El criterio último no puede ser extrínseco, y por lo


tanto el tradicionalismo es falso. — Ludovico de Bonald en
su libro "Recherches philosophiques sur les premiers objects
des connaissances morales" conceptuó que la razón, el pensa-
miento y el juicio son efecto del lenguaje, y no éste signo de
las ideas. Y como la lengua fué necesaria antes del uso de la
razón, no pudieron los hombres adquirirla sino que Dios de-
bió comunicarla por la revelación. Consecuentemente las ideas
nos provienen todas originariamente por revelación, e inme-
diatamente por la tradición. De ahí que la fé sea fundamento
— 121 —
MONSEÑOR F É L I X HENAO BOTERO

necesario de la filosofía y condición indispensable para toda


ciencia, aún natural. Toda certeza descansa, según él, en un
acto de fé. Y trata de probar su teoría valiéndose de las de-
bilidades y errores de la inteligencia.
De manera semejante Roberto de Lammenais en el "Essai
sur l'indifference en materie de religión" profesó un tradicio-
nalismo rígido valiéndose de las mismas razones de su com-
patriota De Bonald. Según él las razones de los escépticos
radicales son válidas y Dios debió comunicar al primer hom-
bre las verdades primitivas, que transmitidas por la tradición
se hicieron patrimonio del consentimiento universal. Por lo
tanto la fé en la autoridad de Dios que revela, es condición
indispensable para poder conocer la verdad, contra los racio-
nalistas que negaban la cognoscibilidad y el hecho de la reve-
lación. Lammenais afirmaba desde el polo opuesto la revela-
ción como única base de conocimiento. Pero Lammenais, ad-
vertido por Roma, se separó de la Iglesia y en su libro "Pa-
roles d'un croyant" torció hacia el racionalismo de Schelling
y Hegel; de tal manera que quiso explicar los grandes mis-
terios cristianos por la sola razón.
Tradicionalista mitigado fue Bautain, en su tratado de
"L'enseignement de la philosophie en France au XlXme. sie-
cle", y es mitigado el suyo, porque admite la necesidad de
la revelación primitiva para las verdades sobrenaturales y pa-
ra las verdades sobrenaturales y para las más altas del or-
den natural, pero, dada la revelación, la razón humana puede
demostrar las verdades. Bautain se sometió al juicio de Ro-
ma el 8 de septiembre de 1840. Son moderados igualmente
Bonneti, Ventura de Raulica, quienes creyeron ser necesaria
la revelación, no para el simple conocimiento, sino para la cla-
ra noción de las grandes verdades, como la existencia de
Dios, la espiritualidad del alma, la obligación moral. Todos
ellos se habían apartado de Santo Tomás, que demostraba, en
tesis revaluadas y admiradas hoy, la necesidad hipotética y
moral de una ayuda divina para que todo el género humano
conociera y practicara todas las verdades del orden moral na-
tural. Y tales autores habían olvidado el gran tratado filosó-
fico "Summa contra gentiles", en el cual combatió a los ára-
bes y paganos con las solas luces de la razón.
Es falso el tradicionalismo: A) Porque antes de conocer la
revelación debemos saber que Dios existe, que tenemos ca-
pacidad para conocer la verdad, que es posible una revela-
ción y que de hecho Dios la dió.
— 122 —
1
TRATADO DE LÓGICA

B) Porque la impotencia de la razón humana no es ab-


soluta sino relativa. Ya hemos refutado a los escépticos sufi-
cientemente.
C) Una palabra sin pensamiento anterior es un flatus vo-
cis; y no es necesario ni histórico admitir la enseñanza di-
recta del lenguaje por parte de Dios. Basta con que El lo
haya creado racional y le haya dado una estructura filosófi-
ca capaz de expresar las ideas para que el lenguaje se haya
ido desarrollando desde la aparición del hombre.
D) Ni se diga con De Bonald que por la enseñanza so-
cial se han transmitido nuestros conocimientos, ya que ella
entrega a la posterioridad tantos errores como verdades.
E) Ni el consentimiento universal puede ser criterio últi-
mo, porque supone otros, a saber, la evidencia de que una
cosa es de consentimiento universal, la dificultad para saber
que una verdad es admitida por todo el género humano, y
por qué el acto de fé se funda en un motivo o no. Si lo pri-
mero, la fe no es último criterio; si lo segundo, la fe es una
adhesión ciega y no un fundamento racional.
II. — El criterio no puede ser subjetivo y yerran, por lo
tanto la escuela escocesa, Jacobi y los neokantianos o neo-
criticistas. — Contra los sensualistas Berkeley y Hume, sos-
tenedores de la incapacidad de nuestra inteligencia para co-
nocer las substancias inmateriales, numerosos filósofos pre-
tendieron salvar la validez de nuestros conocimientos recu-
rriendo a impulsos subjetivos, pretederminantes. Tales son:
la escuela escocesa de Reid, Jacobi y los neokantianos, con
Renouvier a la cabeza, quienes pretender afirmar la primacía
de la razón práctica sobre la razón especulativa, por cuanto
nuestra voluntad nos fuerza a admitir las verdades. Conocer
es creer.
Para la escuela escocesa de Reid, nuestros conocimientos
son el efecto de un instinto natural, llamado sentido común,
mediante el cual los primeros principios son admitidos por no-
sotros por un ciego instinto natural, sin que de ellos podamos
dar ninguna razón. En esto es hijo de la teoría kantiana so-
b r e los juicios sintéticos a priori.
Es insostenible la teoría de Reid desde que coloca en la
base de nuestros conocimientos un instinto ciego; fuera de
que dicha teoría deja sin solución el problema de la certeza.
Los mismos escépticos a quienes él pretendió combatir, admi-
— 123 —
MONSEÑOR F É L I X H E N A O BOTERO

ten las adhesiones espontáneas. Toda la cuestión está en sa-


ber si tales adhesiones son ciegas o justificadas.
Jacobi conceptuó que nuestros conocimientos dependen de
un sentimiento o disposición afectiva del espíritu, en lo cual
es discípulo de Kant por un lado y de un fideísmo subjeti-
vista por otro. Para saber que su sistema es falso basta tener
en cuenta que el principio de los conocimientos y el soporte
de la certeza jamás pueden tener su fundamento en lo más
variable que hay, que es el sentimiento.
En cuanto a los neocriticistas, seguidores de Kant, nos re-
mitimos a lo dicho sobre el filósofo de Koenigsberg en la crí-
tica de la razón pura, a quien siguen y contradicen. Lo si-
guen en la tesis del predominio de la razón práctica sobre la
especulativa; y lo contradicen por cuanto para Kant sólo co-
nocemos por la razón pura, y para los neocríticos la razón
práctica es la fuente del conocimiento. Además es imposible
sostener que un imperativo categórico, variable como las o-
piniones de los hombres, que rechaza a priori la ley eterna
como norma suprema, la ley natural como norma inmediata
de los actos y la naturaleza humana como punto d e referen-
cia de nuestras acciones, pueda ser una norma inmutable y
universal de la que emanen principios científicos.
III. — El criterio no puede ser mediato y yerran por lo
tanto Descartes y los ontólogos. — Si el tradicionalismo erró
por deprimir las fuerzas naturales, el ontologismo se equivo-
có al darles una preeminencia y fortaleza que no tienen. Los
ontólogos, cuyas bases filosóficas arrancan desde Platón, Plo-
tino, Spinoza, Schelling y Hegel, sostuvieron que el concep-
to de lo infinito era imperfecto y negativo, y por lo tanto de-
bíamos conocer primero lo finito y lo perfecto. Ahora bien:
mediante la experiencia no podemos llegar al conocimiento de
lo perfecto; luego, es necesario que la razón humana intuya
a Dios. Fueron ontólogos en el siglo pasado Maret, Gratry,
Rosmini, Gioberti, Terenzio, Della Róvere y Luigi Ferri. En
teodicea se demostrará que el conocimiento de Dios es a pos-
teriori y analógico, y por lo tanto no puede ser criterio últi-
mo de verdad el que supone otros, como son la evidencia, el
valor de nuestros propios juicios y la misma existencia de
Dios que es preciso probar. Además, aun cuando es verdad
que en el orden ontológico Dios es el primer ente, no han
probado los ontólogos que en el orden del conocimiento sea
el primer objeto conocido. Una teoría gratuita que peca por
petición de principio no puede dar base a un sistema filosó-
— 124 —
1
TRATADO DE LÓGICA

fico. Por lo demás Lepidi, Ballerini, Zigliara y otros muchos


dieron muerte al sistema ontológico.
En cuanto a Descartes, que parte para toda certeza, co-
mo ya lo dijimos, del "cogito, ergo sum", saca de este prin-
cipio que todo lo que clara y distintamente concebimos, es
verdadero. Esto último, como se ve, es la evidencia. Pero la
y se refiere a los primeros principios, en los cuales se deter-
mina necesaria y firmemente la adhesión del mismo. Mediata
evidencia, como pasamos a demostrarlo, es el criterio último,
y no puede basarse en otros criterios anteriores.

VERDADERO CRITERIO ULTIMO: LA EVIDENCIA

La evidencia, tomada en su acepción más general, es la


perspicuidad del objeto que mueve necesariamente a la poten-
cia cognoscitiva para percibirlo. Divídese la evidencia en in-
mediata y mediata. La primera es propia del entendimiento
o científica es la que por demostración resuelve la conclusión
en los primeros principios, que son claros de suyo. En la pri-
mera intuímos; en la segunda raciocinamos.
Divídese también en material, o sea la cosa evidente; for-
mal, o el lumen intellectuale, el cual es el mismo objeto in-
teligible en cuanto está ilustrado en acto por el lumine inte-
llectus, y subjetiva, la intuición de la mente de una verdad
objetivamente evidente. En intrínseca y extrínseca, según que
conozcamos el enunciado por intuición o discurso en el pri-
mer caso, o por un motivo externo, como la autoridad, en el
segundo.
La evidencia es ciertamente el último criterio de verdad:
1) Porque la evidencia es manifestación tan clara de la con-
veniencia del predicado al sujeto, que la inteligencia descu-
bre abiertamente la conveniencia entre ambos. Ahora bien:
ver la conveniencia objetiva del predicado con el sujeto y ad-
herirse sine formide oppositi, es lo mismo, porque de otra
manera la inteligencia vería y no vería simultáneamente tal
conveniencia; luego, la evidencia es causa de la certeza.
2) O se trata de los primeros principios, evidencia inme-
diata, o de las verdades en demostración. Es así que en am-
bos casos la evidencia es criterio último de verdad, luego es
verdadera nuestra tesis.
— 125 —
MONSEÑOR F É L I X H E N A O BOTERO

Y demostramos por partes: A) En los primeros principios,


como "el todo es mayor que cualquiera de sus partes", quien
ve claramente lo que significa todo, sabe por lo mismo cla-
ramente, sin necesidad de raciocinios, que no es igual a la
parte. Luego, en los primeros principios la evidencia es crite-
rio último.
B) Si se trata de verdades de demostración científica, e-
videncia intrínseca mediata, y entonces sólo pasamos de la
duda o la probabilidad a la certeza cuando se despeja la in-
cógnita, es decir, cuando vemos claramente que la conclusión
está ciertamente en los principios. Luego, también la eviden-
cia es criterio último de certeza para las verdades mediatas
intrínsecas.
C) O se trata de verdades que se fundan en el testimonio
fidedigno, como en los hechos históricos o como en las cau-
sas y procesos criminales, y entonces adherimos a una afirma-
ción, por ejemplo que Bolívar murió en Santa Marta, o que
Cristo resucitó a Lázaro, solamente cuando tenemos absoluta
seguridad de que los testigos tienen autoridad y no han men-
tido (fidedignos). Ahora bien: eso significa que solamente
cuando tenemos evidencia del testimonio, nosotros descansa-
mos en la afirmación. Luego, la evidencia es el último criterio
para las verdades de fé o autoridad.
3) Los estados sucesivos de la mente, de que ya hemos
hablado, nos dicen a nosotros que pasamos de la duda y de
la opinión a la certeza. Ahora bien: la duda proviene sola-
mente de que yo no veo claramente en el objeto de mi jui-
cio, la relación de identidad entre los dos términos; si esa re-
lación se ve claramente, yo tengo la certeza y admito la tesis
o el sistema necesariamente.

— 126 —
CAPITULO XVII

DE LOS CRITERIOS PARTICULARES

Hemos demostrado en el capítulo anterior que el único


criterio último es la evidencia, y probado además, que las o-
tras teorías sobre el último criterio son erróneas. Pero eso no
quiere decir que no haya otras fuentes de certeza distintas de
la evidencia. Los filósofos suelen llamar criterios particulares
o mediatos a los que, sin ser el último motivo de la certeza,
con todo, son fuentes de la misma.
I. — LA HISTORIA
La palabra historia (Istoría: Información) es la ciencia del
pasado de las sociedades humanas, definida descriptivamente
por Cicerón así: "Testis temporum, lux veritatis, vita memo-
riae, magistra vitae, nuntia vetustatis" (De oratore, II, 9).
La historia se basa en los testigos y se diversifica según
los motivos formales. Hay historia de las artes, de las letras,
de las ciencias, de las religiones, de los sistemas, de la civili-
zación, del mundo económico y jurídico, todas las cuales son
ramas de una misma ciencia llamada historia en general.
Se diversifica la historia de las demás ciencias, porqu e los
fenómenos que ella observa no pueden ser reproducidos por
medio de la experimentación. Por eso la memoria, como ma-
nifestación de la inteligencia, reproduce las cosas pasadas co-
mo pasadas, al contrario de la imaginación que las reproduce
como presentes.
El testigo es aquél que manifiesta a otro una cosa cono-
cida; y la cosa manifestada se llama testimonio. El testigo es
divino, si Dios mismo es el que manifiesta la verdad, como
sucede con las Sagradas Escrituras; y humano, cuando es el
hombre el que rinde testimonio. Es histórico si cuenta con
hechos; y dogmático si refiere doctrinas; oral, cuando de vi-
— 127 —
MONSEÑOR F É L I X H E N A O BOTERO

•a voz nos entrega una verdad; y escrito cuando lo hace por


monumentos o documentos; es mediato el que refiere el tes-
timonio de otro, e inmediato el que cuenta lo que oyó o vió
personalmente; testigo visual es quien vió el hecho, y auricu-
lar quien lo oyó referir.
Se llama fe el asentimiento de la mente por la autoridad
del testigo. Y quien presta fe se llama creyente. La cosa creí-
da es el objeto material de la fe; y el motivo por el cual cree-
mos, o sea la autoridad de quien lo atestigua, es el motivo
formal. Llámase credibilidad, la cualidad que hace una cosa
creíble, y puede tener muchos matices según la autoridad del
testigo.
Respecto a la historia se han dado varias tendencias. Los
pitagóricos y a veces algunos aristotélicos, no bien orientados
por los grandes maestros escolásticos, introducían como razón
final de sus doctrinas el magister dixit. Por otra parte, Rou-
sseau y Renán desconceptuaban la historia y el testimonio,
fundados en la falibilidad de los hombres y en los errores de
la historia y de la filosofía. Otro extremo, que comentaremos
adelante, es el de Oswaldo Spengler quien reduce toda la fi-
losofía a un pragmatismo de tipo evolutivo historicista.
Respecto a los pitagóricos, ya Santo Tomás había obser-
vado que la razón fundada en la autoridad humana est infir-
missima; y San Agustín había escrito que cualquiera que fue-
se la santidad y la excelencia de la doctrina, no juzgaba co-
mo verdadera una cosa por lo que otros habían pensado.
Es errónea la orientación de Descartes de no admitir nin-
gún conocimiento de autoridad sino solamente las experien-
cias personales. Toda generación se sirve de las experiencias
pasadas, y adelante veremos cómo se hace una crítica histó-
rica racional que dé fundadas garantías de autenticidad y cre-
dibilidad. Los trabajos de los antiguos y de los de las épocas
anteriores a nosotros son un medio, un punto de apoyo y un
testimonio, a veces cierto, para los conocimientos históricos.
Antes de Descartes, Bacon, y en los últimos tiempos Joufroi,
han querido hacer tabla rasa del pasado e imponer a cada
hombre la tarea imposible de verificar por sí propio todos los
acontecimientos pretéritos.
CRITICA DEL TESTIMONIO. — Para tener un conoci-
miento moralmente cierto de un testimonio es preciso esta-
blecer que los testigos ni son falaces ni han podido engañar o
engañarse.
— 128 —
1
TRATADO DE LÓGICA

Cuando uno solo es el testigo, es preciso conocer su ca-


rácter o su veracidad, y conocer si lo han influido parcialmen-
te las pasiones o los intereses particulares, de momento, de
partido, de negocio, de odio, etc.; y testificar además que su
inteligencia estaba normal y sus sentidos sanos. En un solo
testimonio fidedigno se fundan los indicios, y hay veces en
que u n solo testigo hace prueba, como el caso del notario, del
párroco, etc. los cuales se llaman testigos cualificados. Cuan-
do son múltiples los testimonios y muchos los testigos, se es-
tudia primero si están de acuerdo y si no se debe a un en-
tendimiento previo entre ellos, a comunidad de intereses o de
pasiones. Cuando no intervienen tales factores, el testimonio
merece credibilidad; cuando están en desacuerdo, es preciso
excluir primero a los testigos ciertamente parciales y falaces
y luego averiguar si la desavenencia entre los demás es apa-
rente o real; si subsiste el desacuerdo real, se prefieren los
testigos competentes y sinceros, auncuando sean menos nume-
rosos (Cfr. Sortais, "Mandato", De Gredt, "Mendive", Bal-
mes, "El Criterio", etc.).
No hay que juzgar inverosímiles los hechos por ser ex-
traordinarios, o imposibles por ser sobrenaturales. Los hechos
históricos de orden natural, extraordinario o sobrenatural, son
hechos, y como tales hay que estudiarlos. Los racionalistas los
niegan a priori y nosotros los demostramos a posteriori.
Hay cosas inverosímiles, como las que violan los princi-
pios metafísicos y la certeza metafísica. De tal modo es esto
cierto que ni siquiera el milagro cambia las leyes metafísicas.
Otros inverosímiles en el orden físico, como numerosos he-
chos del ocultismo y del espiritismo, violatorios de las leyes
naturales, engaños a sabiendas; como por ejemplo el que los
médium por su sola energía hablen lenguas que ellos ignoran
y también los concurrentes. Tales hechos son de orden pre-
ternatural. También hay cosas inverosímiles en el orden mo-
ral, aun cuando menores y menos sólidas, pero a veces cier-
tamente inverosímiles. Los poquísimos escritores que se han
atrevido a dudar de la santidad de Cristo, son un caso de in-
verosimilitud moral.
LA CRITICA HISTORICA. — Se funda la historia en
tradiciones orales, monumentos y documentos.
A) La tradición es una transmisión oral de un hecho de
generación en generación. Es una fuente no siempre sólida,
porque la imaginación popular, el ardor patriótico o el inte-
rés de otra índole, fácilmente introducen la ficción. La teoría
— 129 —
MONSEÑOR F É L I X H E N A O BOTERO

mítica alemana que intentó demostrar que los Evangelios fue-


ron transmitidos oralmente, y sólo en el siglo III fueron es-
critos, ha quedado descartada definitivamente por obra de la
crítica más ardua y científica, especialmente de los padres be-
nedictinos. También Adolfo Harnack, jefe de los hipercríticos
racionalistas alemanes, adhirió, después de pacientes estudios,
a la tesis tradicional, según la cual los Evangelios son histó-
ricamente auténticos y fueron escritos en el primer siglo cris-
tiano.
Para que la tradición sea fuente cierta, es preciso que
tenga universalidad, es decir, que no haya voces severas con-
tradictorias; que sea constante, es decir que no haya sufrido
interpolaciones o mutilaciones y que cuente hechos importan-
tes, públicos y de interés común.
B) Los monumentos. Se llaman así los objetos materiales
que conservan el sello deí pasado, como arcos, monedas, ar-
mas, columnas, tumbas, templos, estatuas, inscripciones, etc.
Para averiguar su autenticidad se requieren técnicos que in-
vestiguen si pertenecen a dicho tiempo, si no han sido adul-
terados, si cuentan los hechos tales como sucedieron, lo cual
se verifica también cuando concuerdan con tradiciones, docu-
mentos y otros monumentos serios. Es preciso también averi-
guar su sinceridad, porque el espíritu de partido, el orgullo
humano, el sectarismo, han podido influir para dejar los mo-
numentos históricos falsos. Un arco de Londres atribuía el in-
cendio de la ciudad a los católicos; y en los conflictos entre
las naciones, el odio ha suscitado monumentos falaces. Hoy
día la etnología, la sociología y la arqueología son ciencias de
gran prestigio, de suma utilidad y de actualidad.
C) Los documentos, como memorias, cartas, procesos, pe-
riódicos, libros históricos, etc., constituyen una tercera fuente
para el historiador.
Para averiguar su autenticidad es preciso estudiar los ca-
racteres intrínsecos, como son la conformidad de las ideas y
del estilo con el autor, la ausencia de contradicciones, la ho-
mogeneidad de la gramática, el acuerdo con las costumbres,
usos y creencias de la época; y los caracteres intrínsecos, co-
mo son el testimonio de historiadores posteriores, el acuerdo
con otros documentos y tradiciones, etc. Esta tarea es difícil
y requiere constancia, imparcialidad y conocimientos a veces
profundos. También debe averiguarse por la integridad, fide-
lidad y veracidad de los testigos, no sea que la mala fe, la
inexactitud o las alteraciones nos den unas fuentes espúreas.
— 130 —
1
TRATADO DE LÓGICA

La historia misma es obra de arte y de ciencia, de crítica


y de filosofía. Los antiguos oradores abusaron algunas veces
de la historia haciéndola sierva de la elocuencia. Y ciertos mo-
dernos hipercríticos la convierten en una yuxtaposición pesa-
da de documentos y monumentos. Es preciso que el historia-
dor concilie la nobleza de la dicción con el espíritu crítico y
el espíritu filosófico. De esa manera la historia será agrada-
ble, erudita y fuente de numerosas verdades y de la certeza.
No es una mera narración la historia, ni un mero espectá-
culo. El historiador debe agradar, instruir y conducir; pero
para esto se requiere que haya dotes de escritor y que exis-
tan el espíritu crítico, la imparcialidad y el espíritu filosófico.
Hay que advertir finalmente que la historia nos da una cer-
tidumbre moral, no una certeza matemática o metafísica.
METAFISICA DE LA HISTORIA. — Cuando se intenta
reducir a la unidad el plan de todos los acontecimiento huma-
nos, se hace por medio de la metafísica de la historia, la cual
busca las leyes últimas y las causas finales a la misma. Al
respecto se han dado distintas concepciones metafísicas:
La positivista de Hipólito Taine, expuesta en la "Historia
de la literatura inglesa" y en la "Filosofía del arte". Según
Taine los acontecimientos humanos obedecen a la acción com-
binada de las razas, del medio ambiente y del momento. Por
lo tanto las guerras, las artes, las religiones, son producto me-
cánico de aquellos factores, sin que intervengan la libertad
del hombre ni la Providencia Divina.
Carlos Marx, siguiendo la metafísica de Hegel, evolucio-
nista, y su dialéctica, hizo depender todos los actos históricos
de una sola causa primordial como es el factor económico. Se-
gún Marx, la aparición de las cruzadas, el arte griego, el mo-
vimiento cristiano, el renacimiento, son consecuencia lógica del
factor económico, de una manera fatal, mecánica y materia-
lista.
Para San Agustín ("Ciudad de Dios") y Bossuet ("Dis-
curso sobre la historia universal") tres factores intervienen
en la historia de las naciones: Dios, que envía su Verbo para
que lo glorifique, y salve la humanidad; la voluntad humana,
caída y redimida, pero libre, y la naturaleza en que el hom-
bre fue colocado y que influye ciertamente en las determina-
ciones humanas.
Examen
La primera teoría es deficiente, porque si Dios no es pro-
vidente, tampoco es Dios, y porque la libertad humana es un
— 131 —
MONSEÑOR FÉLIX HENAO BOTERO

postulado científico. En Antropogeografía verá el estudiante


cómo influyen el medio ambiente, la raza, el clima, la alimen-
tación, las leyes de la herencia, las corrientes filosóficas, la
cercanía o lejanía de los mares, en los pueblos, en su forma-
ción, crecimiento y desaparición; y en Teodicea lo mismo que
en Apologética, sabrá que la Providencia Divina es un hecho;
y cuando estudie Psicología demostrará que los determinismos
cósmico, psicológico, estadístico y mecánico carecen de funda-
mento sólido.
En cuanto a la teoría de Marx (Cfr. Henao Botero: "La
cuestión social"), se pueden aducir razones deductivas e in-
ductivas. Marx es apriorista en cuanto a la eternidad del mun-
do y la no asistencia del espíritu y de Dios. El marxismo no
puede explicar el movimiento que apareció en la historia con
Cristo, porque precisamente Cristo reaccionó contra el medio
ambiente. Además, ha habido muchos pueblos sin lucha de
clases, pero sí con luchas de religiones o de razas, como en
la India antigua, en Grecia, etc. El naturalismo y el mecanis-
mo histórico son incapaces de explicar el heroísmo, la santi-
dad, el desinterés, el patriotismo y los factores morales y re-
ligiosos. No es que el factor económico tenga escaso influjo
en los acontecimientos humanos; pero los hay en que él ocu-
pa una categoría inferior, y en otros es uno de tantos factores.
Si existe la Providencia Divina, si el hombre es libre y
responsable, si consta de alma y cuerpo y vive en un clima,
en una geografía, en una patria, dentro de unas instituciones
y en una época, es lógico concluir que en la historia intervie-
ne Dios como Creador, Conservador y Providencia; concurre
la voluntad humana, que influye sobre los sistemas políticos,
jurídicos y estatales y coopera la acción de la naturaleza, den-
tro de la cual el hombre se mueve y agita, sufre y ambiciona.
Nadie puede medir la historia sin una suprahistoria. Na-
die puede valorar la vida humana descontando lo eterno en
el hombre. Dios no tiene historia porque es eterno. El bruto
no tiene historia por carecer de responsabilidad y de razón.
El hombre es histórico por lo cual la sociedad tiene his-
toria.
Santo Tomás sostiene que la sociedad es una unidad de
composición o de orden en la cual todos son ineludiblemente
responsables del bien común, por cuyo medio la persona hu-
mana logrará la perfección. Sostiene además que la persona
humana logrará la perfección en el orden correlativo de las
— 132 —
1
TRATADO DE LÓGICA

criaturas. Y añade: "La justificación de las partes reside en


el todo, y el bien particular de las partes es para realizar el
bien de todo el universo".
La actitud individualista o egoísta es llamada por San
Agustín: "actividad contraria al amor social, la cual es un a-
mor turbulento y envidioso".
De ahí que todos los pueblos den su contribución a la
historia. Jerusalem, Grecia y Roma; el Templo y el Pesebre;
la Acrópolis, el Capitolio y el Vaticano son la entelequia es-
piritual del occidente. América heredó ese espíritu caudaloso a
través de Colón y los misioneros, y ella está aportando al fon-
do de la cultura ciertos valores de esperanza y de creación
nuevos para el mundo antiguo.
Hemos de amar con amor social, añade San Agustín, pa-
ra hacer historia. Sin la intervención divina, "el género huma-
no, enfermo desde oriente hasta el occidente, se vería sumido
en el caos".
El espíritu que preside los acontecimientos humanos es la
Providencia con quien colaboramos los hombres para el pro-
greso del orden universal. "Toda actividad histórica, ha escri-
to Max Scheller, remata, no en mercancías, no en obras de
arte, ni siquiera en el progreso infinito de las ciencias positi-
vas, sino en este ser del hombre, en esta noble y perfecta for-
ma del hombre, en esta colaboración del hombr e con Dios pa-
ra la realización de lo divino".
El hombre puede alejarse o nó de la dirección de la Pro-
videncia en la historia, pero no podrá jamás reemplazarla por-
que Dios nunca abandona sus criaturas y está presente en el
desenvolvimiento de las naciones.
Fuera de aquella Providencia que desconocieron los pa-
ganos, tenemos los cristianos una nueva relación con la Divi-
nidad. La Encarnación nos hace consanguíneos con Dios y so-
mos el Cuerpo Místico cuya cabeza es Cristo. Somos miem-
bros de un organismo superior en donde todos vivimos para
todos, en donde todos estamos comprometidos en redimirnos,
viviendo para gloria de la comunidad, solidificada en el Ver-
bo hecho carne y hecho Iglesia. El Padrenuestro puede por
si solo perfeccionar a la humanidad en la comunión con el
Verbo que es la luz del mundo, la sal de la tierra y la vida
del alma.
Dice San Agustín que nuestro Mediador se portó como
— 133 —
MONSEÑOR F É L I X H E N A O BOTERO

u n mercader: dió y recibió; recibió lo que en esta vida abun-


da, esto es, nacer, padecer, trabajar y morir; y dió lo que en
esta vida falta: renacer, resucitar y eternamente reinar.
Solamente el amor hace posible la tragedia de la historia,
cuando el amor va unido con la fe y la esperanza. El cristia-
no sabe que ahora es la historia de una peregrinación men-
dicante y que el Mediador al asumir nuestra naturaleza, ha-
ce que nosotros coexistamos místicamente con quien habitó
entre nosotros por nuestra salud.
"El Cristo total" es la Iglesia q u e nos exige sufrimientos
como una redención por la humanidad caída y redimida. El
cristiano trabaja por todo el mundo, como solidario, especial-
mente con sus hermanos. Ningún cristiano está nunca solo.
La Ciudad de Dios se enriquece con nuestras virtudes y su-
f r e con nuestras caídas, pero las caídas pueden ser reparadas
en la penitencia.
"Así que dos amores fundaron dos ciudades (dos amores:
santo el uno, inmundo el otro; social el uno, privado el otro),
es a saber: la terrena, el amor propio, hasta llegar al despre-
cio de Dios; y la celestial, hasta llegar al desprecio de sí pro-
pio. La primera puso la gloria en sí misma, y la segunda en
el Señor. El triunfo final será de la ciudad de Dios, en el se-
no de Dios, donde nuestro sér no tendrá muerte, donde nues-
tro saber no padecerá error, donde nuestro amor no sufrirá
ofensas" (Civ Dei, lib. XIV, Cap. 27; Lib. XI, cap. 28).
LA HISTORIA SERA CIENCIA? La controversia no es
nueva. Los hegelianos, la escuela sociológica y los determinis-
tas en general, exageran la afinidad de la historia con las
ciencias. Por otro lado los bergsonistas, Meyer y otros, parti-
darios de un evolucionismo universal y amigos de exagerar la
contigencia y la libertad, pretenden quitarle a la historia el
carácter de ciencia fija y segura. Los escolásticos difieren más
en el modo que en la forma, y v. gr. Pesch afirma la validez
de la historia como ciencia mientras que Franchi sostiene la
tesis opuesta.
Los que dicen que la historia no es ciencia se fundan en
los siguientes argumentos:
A) Los acontecimientos humanos son particulares, y no
se da ciencia de individuo.
B) No se repiten, y por lo tanto no pueden ser norma del
futuro.

— 134 —
1
TRATADO DE LÓGICA

C) El objeto de la ciencia es lo que se sabe, y la base de


la historia es la creencia.
D) La ciencia averigua causas necesarias, pero la historia
tiene que contar con la libertad humana y la volubilidad del
hombre.
E) Nadie puede penetrar, fuera de Dios, en las íntimas
intenciones de los hombres, que son actores en el desenvolvi-
miento de la historia.
Los que afirman que la historia es ciencia se fundan en
las siguientes razones:
A) La historia tiene u n objeto formal distinto de las de-
más ciencias, o sea el pasado como pasado.
B) La historia nos da una certeza moral siempre que
sean previos el estudio de las fuerzas y los testimonios.
C) La naturaleza humana no varía a través de las épo-
cas, y las mismas causas producen en iguales circunstancias
efectos similares.
D) Hay ciertos principios como "la violencia engendra
violencia", "el respeto a la naturaleza humana por parte del
Estado es fuente de prosperidad", etc., cuya validez nadie o-
sará negar.
Nosotros creemos con Mandato ("Lógica maior", p. 273)
que la historia no es ciencia propiamente dicha, pero en mu-
chas cosas es afín de la ciencia. Y no es ciencia propiamente
dicha, porque no averigua evidencia intrínseca de verdad, ni
estudia universales, ni busca causas necesarias.
Pero es afín de la ciencia, porque procede metódica y or-
denadamente, porque usa de otras ciencias como la lógica, la
paleografía, la filología, la geografía, la numismática, etc.; por-
que busca causas, es decir, averigua las razones que determi-
naron o influyeron los acontecimientos humanos, y finalmen-
te porque es verdad que la naturaleza humana con sus pasio-
nes y su libertad, es una a través de la edades.
TEORIA DE SPENGLER. — Spengler distingue con
Bergson entre el conocimiento intelectual y la intuición vital.
Toda historia es un fieri que podemos sentir, experimentar
intuir, pero no conocer. Hay una máxima oposición entre la
historia y la naturaleza: podemos aprehender aquélla por u-
na intuición poética. Y la naturaleza es sólo un símbolo de la
— 135 —
MONSEÑOR F É L I X H E N A O BOTERO

realidad histórica. Y así como la historia y la naturaleza, es


preciso también distinguir la intuición y la inteligencia, el ha-
do y la causalidad, la libertad y la necesidad, la cultura y la
civilización. El hado, la libertad y la cultura pertenecen al
vivo acontecer histórico; la causalidad, la necesidad y la civi-
lización a la naturaleza muerta. Es defecto del materialismo y
determinismo históricos, confundir la cultura y la civilización.
Toda cultura es un cuerpo vivo de la humanidad, mientras
que toda civilización es un cuerpo muerto. Pero así como to-
do organismo, toda cultura tiene sus estados de juventud, vi-
gor viril y edad decrépita. Desde 1800 estamos en estado se-
nil, en la mera civilización: de ahí el ateísmo y el socialismo,
que no son manifestaciones de cultura sino señales destructo-
ras de una civilización muerta. Porque la cultura es diversa
y en un organismo viviente se dan tantas religiones, morales,
artes, lógicas y matemáticas, cuantas culturas haya. No hay
otro conocimiento distinto de la cultura. Pero conocer no es
sino saber por una intuición lo que una cultura representa
en determinada época. No hay por lo tanto verdades absolu-
tas ni verdades separadas de un determinado acontecer histó-
rico, dentro de un determinado período de la historia.
Como nosotros hemos refutado ya el escepticismo radical
y el cartesiano, y así hemos probado el valor objetivo de los
actos de la inteligencia y la validez y realidad de los grandes
principios lógicos, conceptuamos que es superfluo combatir a
Spengler en este capítulo, ya que él es un relativista y un
escéptico en último análisis.
n . — LA CONCIENCIA

Es la facultad que tiene por objeto la experiencia interna,


o sea el conocimiento de los actos congnoscitivos, volitivos y
los recuerdos.
Que la conciencia es fuente de certeza, es tan cierto que
negar su credibilidad es admitirla, porque quien niega un he-
cho de conciencia, afirma que posee el hecho de la negación.
En efecto: si recurriéramos a premisas de orden ideal para
demostrar una verdad de experiencia interna, no obtendría-
mos sino conclusiones de orden ideal; pero no la certeza de
un hecho. Tampoco podemos recurrir a premisas de orden real
"puesto que la certeza del mundo externo descansa en la cer-
teza de la conciencia; luego la prueba de la legitimidad de la
conciencia como fuente de certeza, se demuestra por la impo-
sibilidad de no admitirla".
— 128 —
1
TRATADO DE LÓGICA

Además, Kant, los positivistas y los escolásticos admiten


el hecho de la conciencia; y como $llos representan las gran-
des corrientes encontradas en filosofía, es lógico concluir que
la conciencia es testimonio de verdad.
Conoce la conciencia sus actos propios de una manera in-
mediata y directa. Igualmente cae bajo el dominio de la ob-
servación interna el orden de las voliciones, puesto que, tan-
to la inteligencia como la voluntad, tienen raíz en la misma
común substancia y son intrínsecamente inseparables. No hay
acto de la voluntad que no vaya precedido de un acto de la
inteligencia: "Nihil volitum nisi praecognitum". También la
conciencia me da cuenta de mis actos pasados y los localiza
en el tiempo por medio de actos sucesivos que se llaman el
recuerdo. Es un hecho que todos los hombres nos damos cuen-
ta de nuestros actos de inteligencia, de voluntad y de memo-
ria; por eso, poner en duda el testimonio de la conciencia es
afirmar el mismo testimonio, como dijimos al principio.

i n . — LA AUTORIDAD DIVINA
Hemos demostrado el valor de la fe humana al hablar de
la historia; y si "testimonium hominum accipimus, testimo-
nium Dei maior est".
También hemos probado que la autoridad divina no es
el último criterio, por suponer otros, como son la evidencia, el
conocimiento de la existencia de Dios, la posibilidad de la re-
velación y el hecho de la misma. Tampoco es la revelación
un criterio de evidencia inmediata, ya que la demostración de
los preámbulos de la fe (existencia de Dios, posibilidad de la
revelación y hecho de la revelación misma) es un mecanismo
complicado y constituye todo un tratado de teología. Y el co-
nocimiento de los motivos de credibilidad (milagros y profe-
sías) requiere u n estudio paciente, científico y de larga de-
mostración. Luego la revelación ni es criterio inmediato ni
criterio último.
Pero la revelación se liga con la evidencia, porque es ver-
dad que el motivo formal de la fe es la autoridad de Dios, que
no puede engañarse ni engañarnos. Luego el asentimiento de
la fe, al fundarse en la evidencia de esa verdad, no puede ad-
mitir la más mínima vacilación.
Por la fe conoce el hombre verdades a que nunca ha lle-
gado la filosofía, como los misterios de la Trinidad, de la En-
carnación, d e la Redención, de la presencia real, de la resu-
— 137 —
MONSEÑOR F É L I X H E N A O BOTERO

rrección de los cuerpos, de la visión beatífica, los cuales cons-


tituyen un mundo infinitamente más bello, ennoblecedor y
real que el mismo mundo físico y que las verdades de orden
filosófico. A los que predican que la Iglesia no enseña sino
utopías les podemos contestar: ella se basa sobre el hecho de
la Revelación, sobre el hecho de la Encarnación, sobre el he-
cho de la Redención y sobre el hecho de la Eucaristía. Por
supuesto que para creer las verdades de la fe es metafísica-
mente necesario la gracia elevante y cooperante, porque sien-
do el acto de la fe meritorio para u n orden que supera onto-
lógicamente todas las fuerzas de la naturaleza, necesita ser e-
levado intrínsecamente por Dios a ese mismo orden, lo cual
nos viene mediante la obra de la Redención.

IV. — EL CONSENTIMIENTO UNIVERSAL


Si bien es cierto que el consentimiento universal no es
el último criterio, como lo dejamos claramente establecido
contra Lammenais, es igualmente verdadero que las verdades
de sentido común o consentimiento universal son criterio par-
ticular de certeza, con tal que cumplan estas condiciones:
A) Que tengan universalidad en cuanto al tiempo y el
lugar;
B) Que sean necesarias para la vida del hombre;
C) Que no se pueda signar causa de error, como la igno-
rancia, las pasiones, la ilusión;
D) Y que mientras más se examinen, con mayor luz res-
plandezca su verdad.
Tales son la existencia del deber, el respeto a la natura-
leza humana, "hay que hacer el bien y evitar el mal", la e-
xistencia del mundo exterior, etc.
Que el consentimiento universal es criterio de certeza de
estas verdades fundamentales, se demuestra de la siguiente
manera: la naturaleza humana está de suyo ordenada a la
verdad, de tal manera que necesariamente y con facilidad de-
be poder adquirir aquellas verdades que se derivan de los
principios naturales y son indispensables para la vida moral y
social. Ahora bien: si la naturaleza humana se equivocara res-
pecto a tales juicios, habría que decir que estaba ordenada
per se a la falsedad, lo cual iría en detrimento de la sabiduría
divina y de las leyes de la naturaleza. Luego las verdades de
consentimiento universal son criterio particular de certeza.
— 138 —

Al l
CAPITULO XVIII
«

DOS POSICIONES MODERNAS


RESPECTO A LA LOGICA

No queremos dar término al tratado de la lógica sin re-


ferirnos, aunque sea brevemente, a dos filósofos contemporá-
neos que influyen poderosamente en la filosofía de boy. En-
rique Bergson y Edmundo Husserl, francés el uno y alemán
el segundo.
FILOSOFIA DE HUSSERL

Edmundo Husserl, discípulo de Francisco Brentano, que


f u e profesor de filosofía en Viena, ha sido a su vez profesor
de la misma materia en Gotinga y Friburgo. Se ha empeñado
en la tarea de combatir el psicologismo de Wundt y el empi-
rismo lógico, al mismo tiempo que ha tratado de demostrar
la universalidad y validez de los conceptos. Según Husserl, los
actos psíquicos no son el objeto de la lógica sino los juicios en
sí, o sea las proposiciones. La lógica es independiente de la
psicología y tiene una naturaleza apriorística independiente
de los hechos y de la realidad, y a ella pertenece mostrar las
esencias y formas universales que son necesarias para toda
ciencia; pero es una disciplina meramente formal que para
nada se cuida de la realidad. Los juicios y conceptos tienen
u n propio sér lógico e ideal, sér intencional, en lo cual se a-
cerca vehementemente a la teoría escolástica.
Después de que está preparado el camino para la pura
lógica, entra la fenomenología que debe desarrollarla para que
la filosofía tenga una dignidad científica cuasimatemática. Y
la femenología en Husserl es ciencia "eidética" o sea de las
esencias de las cosas. Su método no es la intuición mística,
anti-intelectualista, sino la inmediata aprehensión de la esen-
cia en los fenómenos. Así, v. gr. si oigo un sonido, en ese he-
— 139 —
MONSEÑOR F É L I X H E N A O BOTERO

cho de experiencia individual y concreto aprehendo por la in-


teligencia la esencia del sonido, en oposición al color, a la ex-
tensión, al calor. Tal esencia no es ni universal ni individual,
ni puede probarse, ni necesita de demostración, pero puede
verse con evidencia. La ciencia eidética, distinta de la ciencia
de los hechos, vale independientemente de toda experiencia.
Así, v. gr. que el triángulo tiene tres ángulos, y que el todo
es mayor que una de sus partes, tienen valor necesaria e in-
variablemente. Toda experiencia contiene una esencia, y la
ciencia eidética no es independiente de la experiencia. Sin em-
bargo las esencias no son algo real físico o psíquico, sino que
pertenecen a un tercer orden ideal, al orden de los valores,
del cual no hay que preguntar si existe o no existe, sino si
vale o no vale. Ese valor no debe ser confundido con los noú-
menos kantianos o con las realidades metafísicas en sentido
moderno.
Así como Husserl es discípulo de Brentano, él ha influido
en otros filósofos modernos, como Bertrand Russell, Max
Scheller y Couturat.
Husserl se acerca a grandes pasos a la filosofía escolásti-
ca, puesto que defiende la validez de los primeros principios,
la universalidad e inmutabilidad de la verdad, la necesidad
de la experiencia, la validez de los juicios ideales, la realidad
de la iluminación y abstracción por parte del entendimiento
agente y la racionalidad de nuestras adhesiones a tales princi-
pios. Antiescéptico, enemigo del empirismo lógico, biológico o
psicológico, lo mismo que del intucionismo pseudomístico, co-
mo es la escuela. Sin embargo su logicismo es una especie de
conceptualismo mitigado y por eso consideramos que es sufi-
ciente respecto a él, lo que hemos dicho antes acerca del con-
ceptualismo.

LOGICA DE BERGSON

El intuicionismo de Enrique Bergson distingue una doble


vía para conocer u n objeto: la primera rodea el objeto, usa de
símbolos, permanece en lo relativo y emplea conceptos, jui-
cios, silogismos, análisis y síntesis, inducción y deducción, es
decir, el método tradicional. La otra entra en la cosa misma,
arrebata la esencia interna, busca el absoluto y usa de la in-
tuición. El primero de estos métodos da lugar a las diversas
escuelas filosóficas, y con él nunca llegaremos a la verdad ab-
soluta. La intuición es u n acto violento, un esfuerzo vital la-
borioso, la suprema facultad del filósofo a la cual difícilmen-
— 140 —
Al ITODFC cril l\/A Di A M/-\r
1
TRATADO DE LÓGICA

te se llega hoy, pero podrá ser en el futuro una facultad or-


dinaria; y entonces desaparecerán todas las filosofías ante la
intuición del sér absoluto. Las teorías, las doctrinas y los dog-
mas son elaborados por la inteligencia con un fin práctico, y
sólo tienen verdad relativa. En Bergson han influido el no-
minalismo y el simbolismo de Machii y Duhem, el humanis-
mo de Schiller, el pragmatismo de William James, el biologis-
mo y el relativismo.
Hay algunas cosas que sólo puede aprehender la inteli-
gencia, única facultad libre de la materia, las cuales nunca
encuentra, porque se dirige no a las cosas mismas sino a las
ralaciones de las mismas. Esas podría encontrarlas el instinto,
pero el instinto ni reflexiona ni especula; de ahí la necesidad
de unir el instinto con el entendimiento en una sola facultad;
de lo cual se origina la intuición vital.
Creemos nosotros que en la exposición de la lógica y en
las pruebas que hemos dado de todas las afirmaciones de la
Escuela, queda refutado el sistema bergsoniano. En efecto: de-
mostramos que el nominalismo es insostenible; que podemos
conocer por deducción e inducción las esencias de las cosas;
que nuestros juicios ideales tienen valor objetivo; que la ver-
dad evidente no puede cambiar; que los sistemas filosóficos
se refieren no precisamente a los primeros principios sino a
las conclusiones o aplicaciones; que no puede ser un instinto
ciego el último criterio de verdad. Además, pertenece a la teo-
logía demostrar que la visión beatífica, que supera ontológi-
camente a todas las fuerzas creadas y creables, se debe sólo
al lumen gloriae sobrenatural; y en psicología sabrá el estu-
diante que el ontologismo al pretender conocer a Dios inme-
diatamente, se equivoca.
Ni es inútil advertir que en la mayor parte de los neo-
críticos o neokantianos, intuicionistas y pseudo-místicos, ha in-
fluido poderosamente la teoría kantiana de la primacía de la
razón práctica sobre la razón pura. De ahí el escepticismo in-
telectualista y el apego a imperativos categóricos de numero-
sos pensadores contemporáneos.
Gastón Sortais en la revista "Etudes" y "L'Obsservatore
Romano" han venido agitando las tesis bergsonianas en con-
traposición o concordancia con la filosofía católica. Cuando se
sepa a ciencia cierta lo que entiende precisamente por sér ab-
soluto Bergson, y conozcan sus discípulos mejor la filosofía
escolástica, podrá suceder lo que ha pasado a Stamler y Del
— 141 —
MONSEÑOR F É L I X HENAO BOTERO

Vecchio: que por caminos distintos llegaron a muchas conclu-


siones, por lo menos análogas a las de la Escuela, como llegó
Bergson, cuya muerte f u e la del cristiano.

FIN DE LA CRITERIOLOGIA

APROBACION DE LA 3?" EDICION:

Gobierno Eclesiástico
Arquidiócesis de Medellín
I - II - 56
Puede Imprimirse
José J. Ramírez U.
Vicario General

— 142 —
AUTORES ROIIVARIANOS
I

I N D I C E

Advertencias 5
Introducción a la Filosofía - Actualidad 7
CAPITULO I. — Definición de la Filosofía - Causas 11
CAPITULO II. — División de la Filosofía 15
CAPITULO III. — De la Lógica - Definición - División - Historia 17
CAPITULO IV. — De la Idea y el Término - Definición de la I -
dea - De los Predicables - De los Predicamentos o Cate-
gorías - Antepredicamentos - Arbol Porfíriano - División
del Término - Comprensión y extensión de los Términos. 23
CAPITULO V. — Del Juicio y la Proposición - Definición del
Juicio - División - Reglas formales del Juicio - Definición
y División - Partición, leyes y consecuencias de la Defi-
ción - Partición y reglas de la División - De las Propo-
siciones - Partición - Extensión - Proposiciones - Primeros
principios lógicos 37
CAPITULO VI. — Del Raciocinio - Reglas de la argumentación -
Leyes y explicación del silogismo - Figuras del silogismo -
Silogismo condicional - Silogismos irregulares - Sofismas. 47
CAPITULO VII. — Noción General del Método - Utilidad e im-
portancia 55
CAPITULO VIII. — Métodos Generales: Análisis y Síntesis - Ne-
cesidad - Clases - Análisis y síntesis experimentales y
racionales - Empleo del análisis y de la síntesis - Espíritu
analítico y sintético 59
CAPITULO IX. — Métodos Inductivos y Deductivos - De la In-
ducción - Etapas - División de la Hipótesis - Método de
las coincidencias constantes y de la coincidencia solitaria -
Filosofía de la Inducción - Sus creadores - Valor Lógico
de la Inducción - Sofismas - La Analogía
CAPITULO X. — De la Ciencia - Caracteres del conocimiento
científico y ventajas de la ciencia - Clasificación de las
ciencias 79

— 143 —
CÁPITULO XI. — De la Verdau. - posiciones respecto al
problema del conocimiento - La Verdad 83
CAPITULO XII. — Posición inicial del espíritu respecto a la ver-
dad - El escepticismo universal - La duda metódica - El
dogmatismo exagerado - El realismo moderado - Doctrina
de Santo Tomás de Aquino sobre el conocimiento 89
CAPITULO XIII. — La Critica Trascendental - Crítica de la razón
pura - De la sensibilidad - De la inteligencia - De la
razón - Conclusiones - Crítica de la teoría kantiana - Los
juicios sintéticos a priori - Del espacio y el tiempo - Las
categorías de la inteligencia \ 97
CAPITULO XIV. — De tos Universales - Actualidad - Historia
del debate - El nominalismo es falso - El conceptualismo
es erróneo - El realismo moderado es la sentencia verda-
dera - Cómo se forma el universal. 1GT
Kid' {-
CAPITULO XV. — Estados de la mente respecto a la verdad -
Ignorancia - Duda - Opinión - Certeza - Del error. . . . . 115
CAPITULO XVI. — Verdadero Criterio Ultimo: La Evidencia -
El criterio último no puede ser extrínseco y por lo tanto
el tradicionalismo es falso - El criterio no puede ser Sub-
jetivo y yerran por lo tanto la escuela escocesa, Ja col i y
los neokantianos o neocriticistas - El criterio no puede
ser mediato y yerran por lo tanto Descartes y los Ontó-
logos - La evidencia 121
CAPITULO XVII. — De los criterios particulares - La Historia -
Crítica del testimonio - La crítica histórica - Metafísica
de la historia - La historia es ciencia? - La Conciencia -
La Autoridad Divina - El Consentimiento Universal 127
CAPITULO XVIII. — Dos posiciones modernas respecto a la ver-
dad - Filosofía de Husserl - Lógica de Bergson 139

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— 144

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