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Gobierno del estado de México SEIEM

Secretaría de educación
Servicios educativos integrados al estado de México

Dirección de educación secundaria y servicios de apoyo


Departamento de educación secundaria técnica en el valle de México

Jefatura de sector VI Ecatepec.


ESCUELA SECUNDARIA 162
ACADMIA DE CIENCIAS.

SECUENCIA DIDACTICA
BLOQUE 1
TEMA: 1. La química, la tecnología y tú

 instrument
 competencia  contenido  actividad  producto o
E.V
 a partir de un video y una lectura ,organizara las ideas sobre la
 Organiza información   La química, la tecnología y tú debate tríptico
importancia de las ciencias –química

Mediante una breve charla, el profesor comentará a los alumnos los contenidos y aprendizajes esperados del

TEMA: 1. La química, la tecnología y tú


El profesor dará a conocer los criterios de evaluación para cada una de las actividades a desarrollar.
Es importante mencionar a los alumnos, que los productos elaborados tanto de manera individual o como en
equipo, formarán parte del portafolio y deberán estar disponibles para consultarlos

Actividad 1
En equipos realiza la siguiente lectura.
El hombre existe desde hace miles de años sobre la Tierra, sin embargo, él no siempre ha sido igual. Ha ido evolucionado en el tiempo, es
decir, ha ido cambiando y adaptándose a las necesidades que se le han presentado

Como todos sabemos, la historia estudia el pasado del hombre desde que éste apareció sobre la Tierra. Sin embargo, los historiadores
acordaron organizar este pasado en dos grandes períodos: la prehistoria y la historia, señalando como división entre ambos la aparición de la
escritura, hecho sucedido aproximadamente en el 4.000 a.C. En la actualidad, esta separación es replanteada por la comunidad científica
pues los investigadores reconocen que no todos los pueblos del mundo conocieron la escritura en el mismo momento, por lo tanto, no
entraron en los tiempos históricos todos juntos.

La edad de piedra
Es la etapa más antigua de la humanidad, en ella aparece la piedra como el principal material trabajado por el hombre.
Esta edad comprende dos períodos bien definidos, el paleolítico (de paleo: “antiguo” y litos: “piedra) o edad de piedra antigua y el neolítico (de
neo: “nuevo” y litos: “piedra’) o edad de piedra nueva.. . La preocupación principal era conseguir alimentos y defenderse de los grandes
animales que recorrían la Tierra, o de cualquier otro peligro que la naturaleza presentara. La forma de vida era nómada y los hombres se
alimentaban de la carne que obtenían de animales muertos, y de los frutos, hojas o raíces que pudiesen recolectar. No producían su alimento,
sólo lo consumían. Con el tiempo aprendieron a cazar y entonces fabricaron armas y elaboraron técnicas de caza, actividad que realizaban
en cuadrillas, que requerían de una mínima organización social.
El Homo habilis fue la primera especie con un cerebro lo bastante desarrollado como para ser capaz de dar forma a una piedra: la
golpeaba para dar forma a herramientas útiles. Fue el primero que uso plenamente sus manos. Pudo haber sido más cazador que recolector.

El hombre vivía de la caza, la pesca y la recolección de frutas silvestres, y se agrupaba en pequeñas comunidades nómades, que se
movilizaban siguiendo a los animales que migraban buscando pasto o impulsados por los cambios del clima. Habitaban en cuevas que les
daban protección natural o en carpas de cuero.
Gracias al desarrollo progresivo de la inteligencia de los homínidos, fueron aprendiendo a fabricar armas y herramientas con piedras -técnica
que lentamente fueron perfeccionando- y a manejar el fuego. Además de tallar la piedra, utilizaron huesos para hacer agujas y puntas de
flechas y arpones.
El Neolítico, o Edad de la Piedra Nueva, corresponde al período en que se utilizaba la piedra pulimentada, que terminó alrededor del 4.000
a.C. en el Cercano Oriente.
El hombre logró aumentar en forma decisiva su dominio sobre la naturaleza, al aprender a pulir y perforar la piedra. Las herramientas más
finas y eficaces le permitieron cortar árboles y construir habitaciones de madera. Gracias a sus inventos y avances, el hombre pudo dar un
paso decisivo: empezó a producir sus alimentos mediante la agricultura y la ganadería; es decir, aprendió a domesticar y criar animales
-ovejas, cabras, vacunos y, finalmente, caballos- y a cultivar la tierra. La agricultura, uno de los descubrimientos más importantes de la
humanidad, surgió cuando los hombres se dieron cuenta de que las semillas puestas en la tierra brotaban y producían nuevas plantas y
semillas. Ya no dependían solo de lo que les daba la naturaleza; podían producir más de lo que necesitaban para su consumo, planificar su
futuro y permanecer en un solo lugar. Comenzó el sedentarismo.
El inicio de la orfebrería
La Edad de los metales comenzó en el cercano oriente en el cuarto milenio a.C. y constituyó la última fase de la prehistoria, inmediatamente
anterior a la aparición de la escritura.
La Edad del cobre o calcolítico
Si bien el hombre había perfeccionado cada vez más las técnicas para labrar la piedra, sus instrumentos seguían siendo toscos y su uso era
limitado, ya que se quebraban y gastaban con facilidad. Se necesitaba un material más resistente y fácil de trabajar. Fue entonces cuando
descubrieron el cobre.
En una primera etapa, le daban forma golpeándolo con un martillo, de acuerdo a la herramienta que necesitaban. Más adelante, aprendieron
a fundirlo; vaciándolo en moldes podían hacer instrumentos de cualquier tamaño y forma.
La fundición del cobre coincidió además con el desarrollo de la metalurgia del oro, la plata, el estaño y el plomo.

La Edad del Hierro

El descubrimiento del hierro en el Cercano Oriente fue parte del fin de la prehistoria -marcado por la invención de la escritura-. Aunque este
metal ya se empleaba en bruto en la ciudad mesopotámica de Ur, su fundición no se logró hasta el segundo milenio, ya que hacía falta una
temperatura superior a los 1.500° Celsius. En cambio, llamamos Tiempos Históricos o Historia a la etapa iniciada con la invención de la
escritura -hace aproximadamente 3.000 años, antes de Cristo- y que dura hasta nuestros días.
 Un hecho trascendental
La invención de la escritura es considerada muy importante para la vida de los seres humanos, ya que les permitió comunicarse en forma
escrita.
Además, la escritura se transformó en un instrumento fundamental para el conocimiento del pasado, ya que gran parte de lo que sabemos
sobre los hombres de otras épocas, lo conocemos por medio de los testimonios escritos que ellos dejaron y que se han encontrado.
La escritura nació y se desarrolló entre los pueblos del Antiguo Oriente: los sumeros y los egipcios fueron los primeros en poner por escrito
signos en tablillas de arcilla.
No hay duda de que el desarrollo evolutivo de la especie humana está muy ligado con el progreso de sus herramientas. Aparentemente, su
fabricación y utilización fue un factor clave para que el primitivo cerebro humano creciera a un ritmo vertiginoso. El desarrollo cerebral le
permitió, por medio del ejemplo y de la tradición, almacenar más información que la de sus genes. Asimismo, la invención de la escritura lo
capacitó para guardar mucha más información que la que podía retener en su materia gris; primero en papel, luego en libros, más tarde en
bibliotecas, después en computadoras y, más recientemente, en Internet. El inventar y utilizar herramientas produjo cambios en su cerebro
que mejoraron posteriormente la precisión sensomotriz manual. Al disponer de esta capacidad, el ser humano fue capaz de construir y usar
herramientas cada vez más complejas, lo cual perfeccionó aún más los circuitos cerebrales, en un proceso sinérgico coevolutivo. Con el paso
del tiempo, dicho proceso se vio notablemente acelerado con la invención de las máquinas, por lo que fue capaz de dar otro paso
fundamental: aprendió a modificar su propio entorno. De esta manera, se establece algo novedoso en el reino biológico: la lenta y armoniosa
evolución conjunta del ser humano con su entorno, sus herramientas y sus máquinas. Ya no debe adaptarse pasivamente al medio, sino que
adapta el medio a sí mismo según su propia conveniencia (por supuesto, y por ahora, dentro de ciertos límites). Se trata, en realidad, de una
adaptación mutua. No obstante, a medida que iba desarrollándose la sociedad, se hacía más imperiosa la necesidad de resolver problemas
matemáticos relativamente complejos. Las matemáticas, como cualquier otro avance en la historia de la humanidad, parte de las necesidades
del ser humano de contar, medir y determinar la forma de todo aquello que le rodeaba.
Pero si lo que queremos encontrar es un avance en las matemáticas que nos diferencie notablemente del resto del reino animal, nos tenemos
que trasladar a las primeras civilizaciones conocidas de la India, en torno al año 3.000 a.C., donde se hayan las primeras evidencias de un
sistema decimal, la aparición de ángulos rectos y formas geométricas complejas como conos o cilindros, así como reglas con subdivisiones
pequeñas y precisas para establecer mediciones. Luego llegarían las civilizaciones sumeria, egipcia y griega, cuyos avances son de sobra
conocidos.
Historia del pensamiento Científico
 
Los esfuerzos para ordenar el conocimiento se remontan a los primeros tiempos históricos (con escritura), los testimonios escritos más
antiguos de investigaciones protocientíficas proceden de las culturas mesopotámicas, y corresponden a listas
de observaciones astronómicas, sustancias químicas o síntomas de enfermedades — además de numerosas
tablas matemáticas — inscritas en caracteres cuneiformes sobre tablillas de arcilla. Otras tablillas que datan
aproximadamente del 2000 a.C. demuestran que los babilonios conocían el teorema de Pitágoras, resolvían
ecuaciones cuadráticas y habían desarrollado un sistema sexagesimal de medidas (basado en el número 60)
del que se derivan las unidades modernas para tiempos y ángulos.
En el valle del Nilo se han descubierto papiros de un periodo cronológico próximo al de las culturas
mesopotámicas que contienen información sobre el tratamiento de heridas y enfermedades, la distribución de
pan y cerveza, y la forma de hallar el volumen de una parte de una pirámide. Algunas de las unidades de
longitud actuales proceden del sistema de medidas egipcio y el calendario que empleamos es el resultado indirecto de observaciones
astronómicas prehelénicas.
Orígenes de la Teoría Científica
El conocimiento científico en Egipto y Mesopotamia era sobre todo de naturaleza práctica. 
Es de destacar que por su posición filosófica, los griegos fueron muy buenos en geometría pero no desarrollaron una "ciencia" fáctica (basada
en la experiencia basada en hechos observados). Uno de los primeros griegos, en el siglo VI a.C., que intentó
explicar las causas fundamentales de los fenómenos naturales fue el filósofo Tales de Mileto. Fue un gran
matemático que pensaba que la Tierra era un disco plano que flotaba en el elemento universal, el agua. El
matemático y filósofo Pitágoras, de época posterior, estableció una escuela de pensamiento en la que las
matemáticas se convirtieron en disciplina fundamental en toda investigación científica. Los eruditos pitagóricos
postulaban una Tierra esférica que se movía en una órbita circular alrededor de un fuego central. En Atenas, en
el siglo IV a.C., la filosofía natural jónica y la ciencia matemática pitagórica llegaron a una síntesis en la lógica de
Platón y Aristóteles. En la Academia de Platón se subrayaba el razonamiento deductivo y la representación
matemática; en el Liceo de Aristóteles primaban el razonamiento inductivo y la descripción cualitativa. La
interacción entre estos dos enfoques de la ciencia ha llevado a la mayoría de los avances posteriores.  
Por esta época — 300 a. c.— Euclides (quien probablemente estudió en Atenas con discípulos de Platón) escribe "Elementos de geometría",
es un extenso tratado de matemáticas en 13 volúmenes sobre materias tales como geometría plana, proporciones en general, propiedades
de los números, magnitudes inconmensurables y geometría del espacio..
Durante la llamada época helenística, que siguió a la muerte de Alejandro Magno, el matemático, astrónomo y geógrafo Eratóstenes, tomó la
distancia entre dos ciudades egipcias y calculó de forma asombrosamente precisa de las dimensiones de la Tierra. Por otro lado el astrónomo
Aristarco de Samos propuso un sistema planetario heliocéntrico (con centro en el Sol), aunque este concepto no halló aceptación en la época
antigua. El matemático e inventor Arquímedes sentó las bases de la mecánica y la hidrostática (una rama de la mecánica de fluidos); el
filósofo y científico Teofrasto fundó la botánica; el astrónomo Hiparco de Nicea desarrolló la trigonometría, y los anatomistas y médicos
Herófilo y Erasístrato basaron la anatomía y la fisiología en la disección.
Tras la destrucción de Cartago y Corinto por los romanos en el año 146 a.C., la investigación científica perdió impulso hasta que se produjo
una breve recuperación en el siglo II d.C. bajo el emperador y filósofo romano Marco Aurelio. Durante este breve lapso el astrónomo Claudio
Ptolomeo propuso la teoría donde la Tierra era el centro del Universo (teoría geocéntrica). También surgieron las obras médicas del filósofo y
médico Galeno que se convirtieron en tratados médicos de referencia para las civilizaciones posteriores. 
Un siglo después surgió la nueva ciencia experimental de la alquimia a partir de la metalurgia. Sin embargo, hacia el año 300, la alquimia fue
adquiriendo un tinte de secretismo y simbolismo que redujo los avances que sus experimentos podrían haber proporcionado a la ciencia.
 
La Ciencia Medieval Y Renacentista
 
Durante la edad media existían seis grupos culturales principales: en lo que respecta a Europa, de un lado el Occidente latino y, de otro, el
Oriente griego (o bizantino); en cuanto al continente asiático, China e India, así como la civilización musulmana
(también presente en Europa), y, finalmente, en el ignoto continente americano, desligado del resto de los
grupos culturales mencionados, la civilización maya. El grupo latino no contribuyó demasiado a la ciencia hasta
el siglo XIII; los griegos no elaboraron sino meras paráfrasis de la sabiduría antigua; los mayas, en cambio,
descubrieron y emplearon el cero en sus cálculos  astronómicos, antes que ningún otro pueblo. En China la
ciencia vivió épocas de esplendor, pero no se dio un impulso sostenido. Las matemáticas chinas alcanzaron su
apogeo en el siglo XIII con el desarrollo de métodos para resolver ecuaciones algebraicas
mediante matrices y con el empleo del triángulo aritmético. Pero lo más importante fue el
impacto que tuvieron en Europa varias innovaciones prácticas de origen chino. Entre ellas estaban los procesos de
fabricación del papel y la pólvora, el uso de la imprenta y el empleo de la brújula en la navegación. Las principales
contribuciones indias a la ciencia fueron la formulación de los numerales denominados indoarábigos, empleados
actualmente, y la modernización de la trigonometría. Estos avances se transmitieron en primer lugar a los árabes, que
combinaron los mejores elementos de las fuentes babilónicas, griegas, chinas e indias. En el siglo IX Bagdad, situada a
orillas del río Tigris, era un centro de traducción de obras científicas y en el siglo XII estos conocimientos se transmitieron
a Europa a través de España, Sicilia y Bizancio.
En el siglo XIII la recuperación de obras científicas de la antigüedad en las universidades europeas llevó a una controversia sobre el método
científico. Los llamados realistas apoyaban el enfoque platónico, mientras que los nominalistas preferían la visión de Aristóteles. En las
universidades de Oxford y París estas discusiones llevaron a descubrimientos de óptica y cinemática que prepararon el camino para Galileo y
para el astrónomo alemán Johannes Kepler.
La gran epidemia de peste y la guerra de los Cien Años interrumpieron el avance científico durante más de un siglo, pero en el siglo XVI la
recuperación ya estaba plenamente en marcha. En 1543 el astrónomo polaco Nicolás Copérnico publicó De revolutionibus orbium caelestium
(Sobre las revoluciones de los cuerpos celestes), que conmocionó la astronomía. Otra obra publicada ese mismo año, Humani corporis
fabrica libri septem (Siete libros sobre la estructura del cuerpo humano), del anatomista belga Andrés Vesalio, corrigió y modernizó las
enseñanzas anatómicas de Galeno y llevó al descubrimiento de la circulación de la sangre. Dos años después, el libro Ars magna (Gran arte),
del matemático, físico y astrólogo italiano Gerolamo Cardano, inició el periodo moderno en el álgebra con la solución de ecuaciones de tercer
y cuarto grado.
 
La Ciencia Moderna La Ciencia Moderna

 
Esencialmente, los métodos y resultados científicos modernos aparecieron en el siglo XVII gracias al éxito de Galileo al combinar las
funciones de erudito y artesano. A los métodos antiguos de inducción y deducción, Galileo añadió la
verificación sistemática a través de experimentos planificados, en los que empleó instrumentos científicos de
invención reciente como el telescopio, el microscopio o el termómetro. A finales del siglo XVII se amplió la
experimentación: el matemático y físico Evangelista Torricelli empleó el barómetro; el matemático, físico y
astrónomo holandés Christiaan Huygens usó el reloj de péndulo; el físico y químico británico Robert Boyle y
el físico alemán Otto von Guericke utilizaron la bomba de vacío.
La culminación de esos esfuerzos fue la formulación de la ley de la gravitación universal, expuesta en 1687
por el matemático y físico británico Isaac Newton en su obra Philosophiae naturalis principia mathematica
(Principios matemáticos de la filosofía natural). Al mismo tiempo, la invención del cálculo infinitesimal por
parte de Newton y del filósofo y matemático alemán Gottfried Wilhelm Leibniz sentó las bases de la ciencia y
las matemáticas actuales.
Los descubrimientos científicos de Newton y el sistema filosófico del matemático y filósofo francés René Descartes dieron paso a la ciencia
materialista del siglo XVIII, que trataba de explicar los procesos vitales a partir de su base físico-química. La confianza en la actitud científica
influyó también en las ciencias sociales e inspiró el llamado Siglo de las Luces, que culminó en la Revolución Francesa de 1789. El químico
francés Antoine Laurent de Lavoisier publicó el Tratado elemental de química en 1789 e inició así la revolución de la química cuantitativa.
Los avances científicos del siglo XVIII prepararon el camino para el siguiente, llamado a veces “siglo de la correlación” por las amplias
generalizaciones que tuvieron lugar en la ciencia. Entre ellas figuran la teoría atómica de la materia postulada por el químico y físico británico
John Dalton, las teorías electromagnéticas de Michael Faraday y James Clerk Maxwell, también británicos, o la ley de la conservación de la
energía, enunciada por el físico británico James Prescott Joule y otros científicos.
La teoría biológica de alcance más global fue la de la evolución, propuesta por Charles Darwin en su libro
El origen de las especies, publicado en 1859, que provocó una polémica en la sociedad — no sólo en los
ámbitos científicos — tan grande como la obra de Copérnico. Sin embargo, al empezar el siglo XX el
concepto de evolución ya se aceptaba de forma generalizada, aunque su mecanismo genético continuó
siendo discutido.
Mientras la biología adquiría una base más firme, la física se vio sacudida por las inesperadas
consecuencias de la teoría cuántica y la de la relatividad. En 1927 el físico alemán Werner Heisenberg
formuló el llamado principio de incertidumbre, que afirma que existen límites a la precisión con que pueden
determinarse a escala subatómica las coordenadas de un suceso dado. En otras palabras, el principio
afirmaba la imposibilidad de predecir con precisión que una partícula, por ejemplo un electrón, estará en un
lugar determinado en un momento determinado y con una velocidad determinada. La mecánica cuántica no
opera con datos exactos, sino con deducciones estadísticas relativas a un gran número de sucesos individuales.
 

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