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JOHN UBERUAGA

F O R E S T A L
HEBRA EDITORIAL

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UNA VEZ LEÍDO, QUE CAMBIE DE MANO

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ser reproducidas, transmitidas o almacenadas,
sea por procedimientos mecánicos,
ópticos, químicos o electrónicos
incluídas las fotocópias.
Sírvase avisar al mail.

AGRADECIMIENTOS

FEDERACIÓN DE ESTUDIANTES
PONTIFICIA UNIVERSIDAD
CATÓLICA DE VALPARAÍSO
"Dios no está con nosotros porque odia a los idiotas".

(“El Bueno”, en “El bueno, el malo y el feo”)


PRÓLOGO

Aún era verano cuando le robamos los ojos a los árboles y


los hicimos rodar como relojes a cuerda. Era una edad de
manzana, de bicicletas rotas de ojos como ampolletas. Eran
días resbalosos como ranas recién sacadas del estero, días
sin anclas sin cables a tierra.

El jardín estaba siempre lleno de cosas sin acabar y de


árboles sin hojas.

Eran globos o círculos de humo, viejo. Era humo al fin y al


cabo.

Aún era julio cuando los malos amigos se internaban en la


selva, la mala vida les robaba el corazón o los escondían
dentro de los ojos de los callejones como si fuera
septiembre, y en la radio sonaban canciones sucias
habladas en inglés, las micros subían chillando resortes
oxidados y rancheras y en las esquinas, calladitos, los
asesinos y los pasteros recitaban poemas que no ha escrito
nadie.

Me gustaban las tardes en el cerro cuando andabas por acá


y no llamabas nunca, cuando mi vieja no elegía las mejores
flores del patio para ir a dejártelas a la tumba chica y helada
donde te dejaron.

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AQUÍ ESTAMOS.

fue en la barra de un bar. una tasca de hijos sin padre.


los días se buscaban sin hallarse, compartiendo la chaqueta,
los zapatos y hasta la misma sombra
los borrachos se fugaban por las paredes
y sus rostros se derretían.
parecían cartas quemándose en la hoguera.

“aquí estamos,
- me dice casi en secreto, un veterano del insomnio
“así de chicos, errantes, llenos de viento”

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ARRIBA EN EL CERRO.
arriba en la campana
a paloma, denís, carolina, mauro

No importa morir arriba,


con los buenos lobos ,
dándole la cara al viento.

No importa que la noche te siga con sus miles de voces


y se te llene la mirada de pájaros,
siempre amanece en los ojos transparentes.

No importa morir arriba


donde el tiempo se detiene abrazando las piedras.
Aquí no sube nadie que no venga a nacer.

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ARAÑAS

No vi las arañas que vuelven negras


las horas de los libros, y las cartas de los reos
tampoco les pedí que me siguieran ni que me contaran
secretos,
sin embargo, aquí están
en los poemas que te debo.
caminan despacio y las llamo amigas.
me han dicho que afuera ladran
y les gustaría quedarse a esperar con el viento.

A veces escucho que sonríen a mis espaldas


voz de gato acorralado
voz de niños lanzándose por la quebrada
en cartones o en autos robados.

también se que han llorado


y lloran como tacones de aguja taladrando la calle
como el ruido que hace la esperanza al cambiar de vereda.

me han dicho que afuera disparan


yo les digo que no son balas
los balazos suenan como si el cielo se comiera sus estrellas
como si a alguien le arrancaran los lunares.
En verdad, lo que aquí suena,
son desconocidos hablando en el tren de la quebrada,
gente que sube el cerro tan tarde,
que no saben por donde caminan,
los ojos y la boca llenas de arena.
manos frías y moradas,
desapareciendo en el agua negra de la noche.

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me han dicho muchas cosas,
tienen la voz de las sirenas que invocan a los náufragos
la voz que se escucha en los temporales
cuando los faros apuntan las hojas de los libros
las cartas de los reos
y los poemas que te debo.

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EL RÍO
(a Gricelle & Katy)

me acosté la noche pasada, intenté descansar


mi mente estaba muy alborotada, como un ganso salvaje
del oeste
(skip james - devil got my woman)

… y entonces miras atrás.


lejos, en los cerros más viejos, en sus casa más chuecas,
en cuartos pequeños donde dibujaron el hilo del tiempo.
lejos, donde el río nace.

es ahí donde el sol se fuga del sol


o la lluvia desaparece de si misma,
y siguen mojados
los que se escapan de los colegios y de las iglesias,
los hermanos más melancólicos y callados,
los que duermen bajo los puentes
y en las plazas de pueblos imaginarios,
abren los ojos y se miran nuevamente entre ellos.

a veces miras atrás


y vuelves a leer la corriente
el río arrastra palabras limpias como huesos y calaveras
y al leerlas se te ponen los ojos blancos,
te inunda el pecho con ruido de agua.

lejos, despertábamos sin creer las mentiras del tiempo,


sin saber tampoco, que a veces mentía,
como la primera vez que fuimos niños.
pasábamos meses, años de agua
atrapados en ese instante antes de despertar.
pasábamos como pasan los ríos por las ventanas,

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cambiando lo suficiente para volver a ser los mismos
la primera vez que fuimos niños
hablábamos como hablan los cuartos sencillos
para personas solas:

desde lejos y de a poco.


cerrando los ojos en este mundo
para abrirlos en otro.
a veces
un poco más tranquilos
un poco más secos.

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NUNCA TANTO COMO AHORA
a valpo

todos estábamos soñando en la orilla


soñábamos, a veces, con tardes húmedas
que cabían en la palma de la mano,
el mar se cansaba de morir a tus pies y se retiraba en
silencio
los cerros olvidaban sus pequeñas casas
a sus hombres atrincherados en las botillerías de la
madrugada
y ardían con el color del oro cuando no existe.

y nunca tanto,
nunca como ahora
soñar los días más pequeños en ciudades
que sólo existen en el silencio
soñar el río imaginario que cruza la memoria
soñar a los ahogados que aún respiran bajo el agua

aquí y ahora
la tarde dura una vida.
en un cuarto desalojado de tu mente, se reúnen y lloran
los desaparecidos años de la nada
una casa sola sin ventanas
una habitación tan delgada y transparente como ellos.
una tarde derretida, repartida en el recuerdo,
una tarde en el traje de todos los días;
todo el atardecer en los bolsillos,
los pantalones rotos llenos de noches intemporales
ahí están todos los que han muerto en ti,
todos los padres y las madres,

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los hermanos y los compañeros de quienes ya nadie
escribe.
resucitan uno a uno y uno a uno se van.

nunca tanto como ahora


mirarte con los ojos de la soledad,
mirarte con los ojos de las palabras
que se dicen en los reencuentros
y que se cantan a la vida,
mirarte en los ojos de los que ven volver el mar.

cada atardecer amanece


los días se cierran y cruzan la noche
son pájaros negros enamorados del aire,
bengalas en los cerros de Valparaíso.
te cubres los ojos, porque mirar a veces duele
pero los ojos se llenan de arena y agua,
porque también has llorado a la luz de una mañana limpia.

nunca tanto,
nunca como ahora
escuchar como renace el jardín de los días buenos,
antes de perderlo en los presentimientos,
como aclaran las mañanas de la noche abierta
en nuestro fin del mundo,
escuchar como llueve en secreto, sin que nadie lo note
hasta limpiar esa nada
que a veces se queda con nosotros.

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SOÑANDO FORESTAL.
Ya las luces se apagaron,
el barrio se despereza,
la noche con su tristeza
el olivo se ha tomao.
Los obreros rumbo al yugo
como todas las mañanas,
mientras que hablando macanas
pasa un tipo encurdelao.
(Los cosos de al lao - Marcos Larrosa )

las calles de este cerro viejo


se hicieron mientras la ciudad dormía

y en forestal se miraban a los ojos


mientras soñaban
esos que estaban locos y vivían arriba,
más arriba de la cima,
donde nada crece,
de donde nunca se baja.

ocultos en los paraderos soñaban estas calles


los zapateros anarquistas, los niños que exploraban
las quebradas llenas de cavernas
en busca de flores venenosas,
los siempre ebrios, los asesinos que a veces
también creían en dios.

las madres trabajaban hasta tarde,


más tarde aún que después de la última hora de la
madrugada
en las casas grises y monstruosas de la ciudad.
se refugiaban en los patios hechos de hilos de araña
que es el hilo con que se enhebran los ríos en los sueños.
casas pequeñas y mal pintadas,

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pero limpias, profundas y claras,
como el sueño de un recién nacido.

las abuelas, duermen en esos segundos


en una verdulería
en un mediodía
mi abuela
tan hermosa y morena
en los jardines de la memoria.
arrugada y celeste,
cubierta de luz
en el cieloscuro de las tormentas;
soñó, quizás, contigo.

y ahora que acá nos olvida el mar,


y no hay ningún, ningún hombre que se acuerde de
nosotros
porque esos hombres, cariño,
esos hombres que contratan policías
no sueñan con nadie.

ahora que parece ser tan tarde


debemos recordar lo que decían los muertos:
que los perros también duermen solos
mis perros negros, mis perros blancos
tarde, ya. en la noche
duermen solos
soñando las calles de este cerro viejo,
donde no es necesario dejar de soñar para estar despierto.

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FORESTAL
(a mi viejo)

las polillas se pelean furiosamente los hoyos de tus camisas


por los bolsillos rotos de tus pantalones caen
como pasajes de micro extraviados
tus viejos consejos sin filo
que no te cases nunca, que las minas
son panales de abejas asesinas
que lárgate cuanto antes de este cerro de mierda.
tus viejos consejos sin filo
caen como culebras azules del terno
con el que fuiste a tu entierro,
caen como ciempiés aprendiendo a volar
como poemas escritos por alguien que piensa que tiene frío
y que no logra recordar el funeral de su viejo.
yo lavo tus trapos sucios en la cocina
y el fantasma del perro a quien más he amado
me ladra y me menea la cola perdido aún en un río.

me preguntas como está el cerro,

está tal cual lo abandonaste


la maleza llena de espinas
llena el jardín
y tiene ese aroma venenoso a libertad
y a las 3 de la mañana,
mucho más que las flores que murieron
cuando terminó el verano.

desde mi cerro, que parece un cometa averiado,


un pedazo de tierra desprendido del planeta

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lleno de casas tontas y hechas a la rápida,
como las letras en la carta de un suicida.
veo la esmeralda reposar en su lecho de sangre hirviente,
allá en ese horizonte vagabundo de los forasteros,
las plazas sin otoños llenas de hijos sin padres,
los ridículos edificios de la ciudad
a la que bajábamos como ladrones de ganado
que jamás se llenarán de campanarios
y que además me tapan la vista al mar.

desde acá no veo tu tumba


y de ella no conservo ni una sola fotografía,
aunque me decías
que tu tumba sería el mar
yo te guardo en los bolsillos de las chaquetas que usabas
cuando aún no nos conocíamos
ni sabíamos que tendríamos que despedirnos.

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REBAÑO NEGRO
(a los cabros)

Simplemente que estas cosas


son de todo el que las sienta
y es mi voz la que las dice
mas es de todos la conciencia
Simplemente - Santiago del nuevo extremo

vi el rebaño negro
a través de sus camisas rotas
y sus ojos eran animales derramados en sonrisas
transparentes.

estrecharon mis manos en trenes disueltos,


y a mi oído confesaban
secretos de trincheras y sacrificios a la luz del alba.

venían helados de un viento ciego


un viento cargado de alacranes y cigarros,
de cerveza amarga y cicuta barata
un viento hecho de noches atadas por el pescuezo
en árboles de plazas detenidos en la historia.

lloramos el vapor de alegrías delicadas


envueltos en el resplandor de cielos intactos
como espejos temblorosos haciéndose añicos
en cuartos cerrados.

algunos parecían niños heridos profundamente,


y profundamente perdidos en bosques en llamas
otros parecían niños condenados a muerte

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vi ayer
atentamente con ellos
las lejanas luces
que caían del cielo.
guardamos las estrellas y la esperanza
en bolsillos desgastados por cigarros malos
recogidos de patíbulos y paredones en desuso.
contábamos las horas y los días
que mediaban entre nuestras manos secas
y el regreso de la marea.

algunos lanzaban desamores


como piedras contra viejas putas retiradas,
contra casas embrujadas,
habitadas solo por estudiantes desventurados.
otros subían y bajaban las escaleras de valparaíso
arrastrando un corazón lleno de balas pero luminoso,
intacto
y siempre deseando ver
en la noche opaca de ojos opacos
ojos húmedos y entreabiertos por la risa
de botillerías que solo trae la niebla.

algunos se besaban furiosamente,


en un vano intento de iluminar los rincones
que se ocultan del sol.

otros abrían sus brazos oponiéndose a la tempestad


y corrían por las praderas de la memoria
recordando cuando eran niños sin miedo a nada
saltaban al vacío de la sangre, de la vida
de las banderas que arden en la primera línea de fuego.

de vez en cuando, encontraba a uno con quien ver de cerca


los cerros difuminándose en el mar,
lentamente, sin prisa

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y hablábamos del café, de la pereza, de robos,
de suicidios y asesinatos frustrados
de revólveres brillando a la luz de los faroles,
hablábamos de hijos que jamás tendríamos
leía los poemas que me dejaba su sombra
y luego partían con el alba.

vi el rebaño negro
caminar por abismos y cementerios
y parques que jamás superarían al otoño,
y mis niños sabían perfectamente
que no hay forma de guardar estos días;
el fuego cruzado vaciará todas las balas,
el camino a la tumba de tus padres arderá de maleza salvaje
y plantas carnívoras
la lluvia traerá agua que no limpiará tu rostro.

cuando la jornada acabe


nuestra sangre y nuestra risa
serán luces que solo oirán
los que enloquecieron
mirando el río
que corre bajo los puentes.

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UNA NIÑA DE OJOS TRISTES
DUERME EN VALPARAÍSO.

ella dormía en un valparaíso


sostenido en vasos de leches
en poemas llenos de lunas llenas
en ojos repletos de pájaros ahogados.

la mitad de su sombra recorría los caminos secretos


las pequeñas eternidades de las plazas y de las olas
la otra mitad permanecía recostada en bosques
que jamás retornarían del otoño.

la conocí un día
perdido entre tantos otros:
dormía en un valparaíso
hecho con recortes de viejos diarios de vida
de cartas extraviadas
de balas perdidas.

en un valparaíso que lentamente se tiñe de rojo


me detuve en una puerta imaginaria.
pienso que todos tus sueños tienen la nostalgia
de casas antiguas que arden en el tiempo
de poemas escritos de madrugada en escaleras que nadie
sube
de los días en donde no te aceptan las guitarras
pero suenan las violetas tras cada vaso roto
y tras cada vena abierta.

dormía y un pañuelo oscuro le cubría los labios


sostenía la mirada
contra el cristal de una ventana imaginaria

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como si mirara atentamente un barco que naufraga
o un árbol que vuelve repentinamente a la primavera.
como si se mirara a si misma
soñar
en valparaíso.

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USTEDES
Mi hermano fue arrancado de mi madre, y un policía le disparó
No puedo hacer mucho más que sentarme y a veces llorar
y pensar en cómo pudo perder su vida mi pobre hermano
(Alabama Blues – JB Lenoir)

por todos los ojos del ojo,


alguien llora
lluvia de lobos

una ciudad hecha a pedazos


pedazo a pedazo
de cartas, despedidas y aullidos
todos largos y nocturnos
como mundos negros y mojados.

y tras la ciudad
otra ciudad
a veces más grande y luminosa
que el tiempo de los ríos.
a veces más pequeña y valiente
que el rostro de los amigos y de los faros.

y bajo esa luz,


se dibujan los cerros de otro viejo valparaíso
ardiendo en todos los ojos del ojo
bajo todos los cielos de cielo.

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BOSQUE EN LLAMAS

haz caminado
por un bosque extinto
de hojas y huesos y tumbas
y savia como lágrimas
o como miel.

La tierra,
sembrada de corales
y restos de estrellas
de naufragios
y restos de aviones
y perros muertos o cometas,
era un signo vacío
del olvido o la memoria
para que pensaras
que esto fue alguna vez una nube
o que aquí estuvo el mar.

y quizás las sirenas


o quizás las putas
tatuaron en las paredes
palabras
como nombres de amigos muertos,
como nombres de novias muertas,
como nombres de perros muertos.

Serrano, colón, chacabuco, mitre, …Valparaíso.

y las ninfas
o los transexuales
apilaron los cuerpos derramados
los cuerpos dormidos de bestias imaginarias.

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cerro barón es un dragón
que muere todos los días
y sus avenidas circulares y enroscadas
son el paso de una serpiente
que a cada atardecer busca devorar su propia cabeza

y la ventana desde donde miras


a este bosque en llamas
es el blanco infinito
en los ojos de los ángeles.

Haz caminado por un bosque extinto


las hojas tienen el color de ancianos perdidos
y los árboles se queman
porque todos quienes comen sus frutos
han estado locos.

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LOS ENCERRADOS
(escrito en la toma del 27 de abril, 08)

los encerrados salen del polvo


y entre puertas nunca abiertas
de los rincones fangosos
gotean de lápidas mohosas.

Los encerrados
recuerdan a sus muertos y su camino
han hecho de cada candado
una habitación abierta
de las salas de clase
una mesa redonda
de cada acantilado
un río claro bajo la luna.

los encerrados hacen un último fuego


con los escombros de oficinas arrasadas por el viento

la universidad ocupada
es la última caverna
donde todos olvidan de una vez por todas
la matemática de la vida
y quienes han sido.

y en la mirilla de la cerradura
del otro lado del candado
llegan como aviones derribados
aullidos sin forma
de otros encerrados
y de otras cadenas
que nadie ha roto.

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pero el sol nos alcanza
aun entre los balazos a ciegas
y vemos danzar nuestros rostros
barridos por noches delicadas
como pequeñas llamas inextinguibles.

los encerrados tienen el aroma de los golpes


y de las carreras entre la niebla del gas lacrimógeno
y tienen los ojos perlados
x las lagrimas
y x la locura
las manos negras x el fuego
y una sonrisa les parte el rostro

en los ocasos temblorosos


mirando desde el cielo
a la sombra de una bandera negra
los encerrados vuelven a creer en la libertad.

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CONTRA EL INSOMNIO
(a mis amigos de otros mundos)

mano a mano contra la impaciencia


los días suenan como campanadas de ring
un balde de agua fría contra el sueño.

eran las tres de la mañana


en el patíbulo de la ciencia ficción
en la cámara de gas del paraíso perdido
en el cadalso de los castillos imaginarios
en la sala de tortura de las aldeas en llamas.

Eran las tres de la mañana,


y no sabía si estaba en Valparaíso
o en el derrotero de los mercenarios
que siguen lunas llenas como locos.

Soñé que éramos flechas lanzadas


contra la oscuridad de bosques inmateriales;
bosques que pueblan las pupilas dilatadas
de los que han buscado por mucho tiempo
el amor en las cavernas
en el cuarto de mujeres siempre jóvenes
atravesadas por tallos de floripondio
y de hombres siempre niños
con guantes de vagabundo
y los bolsillos llenos de soldados suicidas.

mano a mano contra la vanidad del tiempo


los días suenan como cascos de caballos cansados
los sueños de aventuras y el insomnio
arden dentro de jarras negras,
como escudos partidos a la mitad.

28| JOHN UBERUAGA


una ráfaga de metralla imaginaria
lanzada contra toda la vida disuelta en la tempestad

(...)

quien iba a comprender


que otro mundo es posible.

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3 COSAS FINALES.

en la última hora de la mañana, en el último día de la


semana, las tripas suenan como el choque entre estrellas
imaginarias.
A mi lado alguien tiene islas perdidas en sus ojos
entreabiertos,

islas perdidas pintadas con nubes de arena.

y desde la última hora de la madrugada mira las colillas de


negros puchos abandonados en las esquinas

a mi lado alguien tiene librerías pequeñas de libros usados


en vez de ojos,
y en ellos leo las últimas confesiones de gorriones
con uniforme de ratas aladas,
todos ellos que son transparentes
como el frío de las noches de mayo
caerán cuando más creamos que vuelan
a la última hora del día
y acabarán en la misma cesta
de cachivaches y picadillo
de sacar a mil.

30| JOHN UBERUAGA


3

en un olvidado rincón de mi ojo derecho


veo fantasmas
que antes solo veía en sueños.

mi ojo izquierdo
se llenó de sangre
se llenó de viejos amigos peleando con navaja
de pesadillas tibias
ojos de madrugada
buscando la aurora

en un olvidado rincón de mis manos


caben aún
la frialdad de tus largos dedos desnudos
los relinchos de mi lápiz grafito decapitado
y el último pucho arrugado del día.

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