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Cuando Pablo escribió este versículo, no lo hizo para establecer el mandato de levantar las
manos sino para recordar a los hombres de la necesidad de que cuando levanten sus manos
al cielo, éstas deben ser santas. Por supuesto, al referirse a las manos se está refiriendo a
toda la persona. En el contexto presente la palabra «santas» parece indicar tanto la parte
moral como la espiritual. Si tenemos pecados sin confesar en nuestras vidas no podemos
esperar una respuesta de Dios a nuestras oraciones (Salmos 66.18).
En nuestro pasaje esta postura de las manos es mencionada como un hecho y no como un
mandamiento acerca de cómo orar.
Los hombres son santos cuando son apartados para la obra de Dios. Pero también son
santos cuando evitan toda clase de acto pecaminoso y en su lugar viven vidas que agradan a
Dios. Por lo tanto, el sentido de este pasaje podría explicarse de la siguiente manera: «Los
hombres que viven vidas que son agradables a Dios y levantan sus manos…».
Es importante notar que la palabra griega para «santas» utilizada en este pasaje: «hosios»,
no se refiere a nuestra posición en Dios sino a nuestra experiencia de vida.
La oración aceptable debe partir de un corazón santo y purificado. El acto físico de levantar
las manos era importante para los judíos, pero la pureza de las manos, originalmente un
requisito físico que debía cumplimentarse antes de acercarse a Dios (Éxodo 30.19-21), se
convirtió, simbólicamente, en una condición del corazón. La iglesia primitiva entendió
dicha pureza como una condición para orar (Santiago 4.8). Cuando oramos nos estamos
comunicando con un Dios santo. Por lo tanto, Dios requiere que nosotros enfrentemos y
solucionemos el problema de nuestros pecados antes de comunicarnos con él.
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Los hombres que esperan que sus oraciones sean escuchadas y respondidas deben ser
hombres santos.
Si bien las posturas en oración no es el centro de este versículo, éstas nunca deben ser
desatendidas. Es claro que no podemos establecer una posición para orar como
bíblicamente correcta, pero sí podemos decir que nunca debemos ser displicentes. Cuando
oramos estamos ante la presencia de Dios y esa realidad siempre debe entrar en la ecuación
cuando oramos.
Creo que nos será útil mencionar las distintas posiciones mencionadas en el AT:
1. De pie – Génesis 18.22; 1 Samuel 1.26; Mateo 6.5; Marcos 11.25; Lucas 18.11, 13
(Note el contraste entre los últimos dos versículos. Nos permite ver la diferencia
entre cómo y dónde deberemos estar de pie).
2. Manos abiertas o/y levantas hacia el cielo – Éxodo 9.29; 17.11, 12; 1 Reyes 8.22;
Nehemías 8.6; Salmos 63.4; 134.2; 141.2; Isaías 1.15; Lamentaciones 2.19; 3.41;
Habacuc 3.10; Lucas 24.50; 1 Timoteo 2.8; Santiago 4.8).
3. Inclinando la cabeza – Génesis 24.48 (cf. versículo 13), Éxodo 12.27; 2 Crónicas
29.30; Lucas 24.5.
4. Levantando los ojos hacia el cielo – Salmos 25.15; 121.1; 123.1, 2; 141.8; 145.15;
Juan 11.41; 17.1; (cf. Daniel 9.3 y Hechos 8.55).
5. De rodillas – 2 Crónicas 6.13; Salmos 95.6; Isaías 45.23; Daniel 6.10; Mateo 17.14;
Marcos 1.40; Lucas 22.41; Hechos 7.60; 9.40; 20.36; 21.5; Efesios 3.14.
6. Postrados con la cara contra el piso – Génesis 17.3; 24.26; Número 14.5, 13;
16.4, 22; Deuteronomio 9.18; 25.26; Josué 5.14; Jueces 13.20; Nehemías 8.6;
Ezequiel 1.18; 3.23; 9.8; 11.13; 43.3; 44.4; Daniel 8.17; Mateo 26.38; Marcos 7.25;
14.35; Lucas 5.12; 17.16; Apocalipsis 1.17; 11.16.
7. Otras posiciones – 1 Reyes 18.42 (inclinado con la cara entre las rodillas); Lucas
18.13 (Con la cabeza gacha y golpeándose el pecho).
Como se desprende de estas últimas referencias, las posiciones indicadas pueden ser la
combinación de diferentes posturas. Es claro que el método preferido entre los orientales ha
sido y sigue siendo de rodillas para ir inclinando el cuerpo gradualmente hasta alcanzar el
suelo con la cabeza.
Es importante notar que orar con las manos levantadas no era una característica de la
oración en el AT solamente sino también en religiones paganas del Siglo I y en la iglesia
primitiva. Por lo tanto, una oración que busca acercarse a Dios debe ser una oración hecha
por alguien que busca agradar a Dios con la santidad de su vida.
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4. Levantando los ojos hacia el cielo – Indica que uno cree que la ayuda viene de
Dios y únicamente de él.
5. De rodillas – Ilustra la humildad y la adoración.
6. Postrados con la cara contra el piso – Es la manifestación visible de asombro ante
la presencia divina.
La costumbre contemporánea de cerrar los ojos y juntar las manos no tiene un origen claro.
Aunque no figura en la Biblia ni en la historia de la iglesia primitiva, la costumbre debe ser
considerada como buena si se la interpreta adecuadamente. Esta posición ayuda a aquel que
ora a evitar distracciones y a entrar en una atmósfera donde nada es más importante que
Dios.
Como nota final podemos agregar que la palabra griega que se traduce en este versículo
como «hombres» se refiere a varones exclusivamente. No es un término amplio como
«anthropos» sino el más limitado «andras». Como Pablo estaba hablando de la oración
pública hace la distinción entre los hombres y las mujeres, tan común en la sociedad del
siglo primero de nuestra era.
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