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Jean-Claude Margueron Los mesopotamicos SEGUNDA EDICION CATEDRA HISTORIA/SERIE MENOR Introducci6n ‘Mesopotimicos? {No existent, dirin algunos y no sin excelentes razones, Sumetios, acadios, asirios, hurritas, siios... si, pero en. el pais del Tigris y del fufrates nunca nadie se identifico ‘como mesopo- timico. En realidad, mientras que el término Mesopotamia para designar la cuenca hidrografica formada por los dos rios esti consagrado por el uso y el de civilizacion mesopotémica no molesta a nadie, no es habitual designar a sus habitantes con el vocablo elegido como titulo de este libro. Por encima de los imperativos editoriales de esta colec- cién —y el titulo, desde luego, es uno de ellos— existe también, y ‘quizis sobre todo, una Optica particular y una ambicién que quisiera impregnar el conjunto de esta obra con una idea simple, dirigir su ‘economia ¢ indicar su color desde el titulo. Ia ptica es la de un arquedlogo de campo al que una experien- cia de treinta afios le ha llevado naturalmente a comprender la civil zaci6n estudiada en los tells a base de los restos materiales encontra- dos y definidos en su especificidad de origen. La ambicin es la de utilizar esta experiencia de la excavaciOn para presentar el marco de ‘una civilizacién para la que hasta una fecha reciente se preferian, ins- tintivamente, los conocimientos inducidos por los textos, Entiéndase que en esta tltima proposicion no existe por mi parte ningtin dnimo de polémica: arque6logos y epigrafistas concurren am- bos, por diferentes caminos pero con el final coméin, a encontrar el pasado de Mesopotamia y las experiencias recientes prueban que ‘cuando ambas disciplinas caminan concertadamente, en equipos s- trechamente fundidos, los progresos son espectaculares. Sin embar- 0, cada especialista debe conservar la originalidad de su vision y debe poder presentar su propia sensibilidad respecto a la civilizacion del Pais.de los Dos Rios. 15 Igualmente, es de forma deliberada el que yo pretenda bosquejar aqui un cuadro de la civilizacién mesopotémica partiendo, tan siste- maticamente como sea posible, de los restos que nos proporcionan los tells. Pero no debe tomarse como signo de materialismo por mi parte. Yo no reduzco, en absoluto, el oriente antiguo a sus compo- nentes fisicos, los vestigios que han sobrevivido, normalmente de forma fortuta, a la aniquilacién que engulle individuos y colectivida- des, Detrés de la materia esti el espititu: la suerte de la civilizacién, mesopotémica estriba en haber utilizado para la transmisién de su pensamiento un soporte, la arcilla, que ha permitido su conservaci6n. Nos es, pues, posible ir mas allé del aspecto material de las cosas y no necesitaré reconocer en cada ocasi6n que esto facilitard la com- prensi6n. ‘Asi, en principio, la intencion es la de poner en evidencia las condiciones materiales de la vida de los mesopotimicos y de su acti- vidad. Una de las consecuencias de esta elecci6n seri que se minimi- zarin los problemas ligados a las caracteristicas étnicas, desde el mo- mento en que éstas no son totalmente perceptibles en los hechos aportados por la excavaci6n, mientras que es sobre esta diversidad €inica donde se ha puesto el acento la mayor parte de las veces, in- cluso involuntariamente, desde principios de siglo: un vistazo sobre las publicaciones més significativas indica que la investigacin, entre otras cosas, se ha aplicado a definir lo que era propio de los sume- ros, babilonios, acadios, asirios, hurritas.. En orientalismo, es éste un objetivo antiguo, fundamental y siempre de actualidad. Pero me parece, por el contrario, que las formas de vida, a pesar de sus variantes, unisian mas que separarian 2 los diferentes grupos humanos que han coexistido, se han sucedido y se han mezclado en este PrOximo Oriente de méltiples facetas raciales. En estas condicio- nes, y sin desconocer la realidad de estas diferencias, yo insistité més en lo que une a los pueblos y 2 las regiones que en lo que los separa. ‘Ademds, al intentar caracterizar a los habitantes del Pais de los Dos Rios como mesopotimicos, quiero también poner el acento en una particularidad de nuestro acercamiento a esta civilizaci6n que proviene, como es natural, de su descubrimiento hacia la mitad del si- ‘glo pasado: antes de las primeras excavaciones no se la conocia mas que por un texto escrito, la Biblia; seguidamente, la aparicién de los Primeros palacios asirios, fue acompafiada por la de tablillas que pu- dieron descifrarse con bastante rapidez. Se ha asociado, pues, de forma espontinea, muy estrechamente, texto y arqueologia, es decir, escritura y civilizacién. Desde Iuego, fueron los textos los que sirvie~ ron para definir los pueblos y los perfodos conocidos en las épocas historicas, como Sumer y Akad, lo que no era escandaloso, en abso- luto, ya que eran téminos que se habian usado en la antigdedad. 16 Pero no ¢s sino a partir del tercer milenio, o sea, con la aparicién de los primeros documentos escritos cuando esta practica se hace real- ‘mente legitima: no lo es para los tres o cuatro milenios precedentes de los que se ignora su lengua. Se ha llegado, asf, a marcar como con ‘una cesura este momento privilegiado de la apariciOn de la escritura y a considerar que la civilizaci6n mesopotamica nacia realmente en ese ‘momento, lanzando a las tinieblas todo Io anterior y que, no obs- tante, formaba buena parte de la misma civilizacién material. Me ha parecido més justo, histéricamente, usando el término de mesopoté- micos, marcat la continuidad y la unidad profunda de una civilizacion ue se forja en el Neolitico para morir a finales del primer milenio. Tal vez sea éste un aspecto esencial de la elecci6n realizada. Por- ‘que Mesopotamia es un ejemplo, si no excepcional en cualquier caso elocuente, de un pais que ha conocido una civilizacién cuyos compo- nentes generales forman un todo coherente a través de la duracién de su existencia: esto no significa que haya habido un sistema cerrado como en Egipto, sino que las transformaciones progresivas estn con- tenidas en germen en la situacién de partida y en los desarrollos que ella engendra, Intentaré, en las paginas que siguen, precisar esta toma de posicién que a algunos puede parecer excesiva. ‘Queda todavia insistir en un cardcter propio de esta civilizacién ‘mesopotimica, que es su larga duraci6n. Las investigaciones hist6ri- ‘cas recientes inciden poco en la duracin de las civilizaciones: Ia in- dispensable especializacién del historiador conduce, como en todo Ambito de investigaci6n, a una parcelacién del saber, se pone gusto- samente el acento en las cortas oscilaciones de la historia y en aspec- tos particulares. Pero, como hemos visto, Ia antigua Mesopotamia no es solamente los tres milenios marcados por el uso de la escritura, descubrimiento ciertamente fundamental pero que no le es espect fico: es también la larga lucha que acompafa a la puesta a punto de tun pais particularmente inhéspito en principio; los hombre que lo han levantado se han enfrentado a problemas de supervivencia hasta entonces desconocidos y ellos han encontrado las respuestas origina- Jes que definirfan Mesopotamia hasta el final del primer milenio. 2s excesivo pensar que ella ha sido también un laboratorio en el que se hhan elaborado las caracteristicas fundamentales de las civilizaciones de Ia antigiedad, e incluso los fundamentos técnicos de todas aque- las que han existido hasta la revolucién industrial y tecnolégica que se inicia en el siglo xvit? Pero no es éste nuestro propésito. Para no- sotros, uno de los intereses excepcionales de Mesopotamia es el de ofrecer un campo de estudio para la génesis, maduraci6n y envejeci- miento de una civilizaci6n y, por tanto, permitimnos una reflexion so- bre el fenémeno cultural que recubre este término, a veces ambiguo. ‘Aunque pretenda definir el conjunto de la civilizacién mesopoti- Ww mica mediante sus componentes unitarios no he de olvidar, en abso- Into, sus fermentos de diversidad: tan cierto es que el marco impone algunas constantes como que el hombre crea un remodelado casi permanente, No se incurre en menosprecio del tiempo, es decir, de la historia, incluso aunque el deseo sea e! de insistir sobre una logica del desarrollo més que, sobre la incidencia de fenmenos historicos aparentemente mAs accidentales. Cuando las primeras aldeas se insta- laton en el valle no era seguro que evolucionaran en la forma que lo hicieron, pero esta evolucién de las formas materiales estaba, no obs- tante, contenida en las potencialidades de origen. Ello implica, pues, tuna logica del desarrollo, es eso lo que quisiera poner en evidencia. Se podré criticar mi elecci6n, pero al hacerlo, habra que recordar con Plotino que las formas son los reflejos de las ideas: no hay, me parece, mejor justficacion para un enfoque arqueol6gico de una civi- lizacién, 18 El medio fisico y el historico i 4 t El espacio ‘Comenzar por la descripciGn del espacio geogrifico y el andlisis de sus componentes no es sacrficarse a una mod, es una necesidad absoluta si se quiere comprender su desarrollo y lo que ha informado su originalidad. No hay en este punto de partida ningin determinis- ‘mo geogrifico primario y simplificador, si, s6lo, el deseo de definir una de las bazas que predispusieron a este pais para su. prestigioso destino, asf como las debilidades que explican quizis, el marasmo fi- nal de la civilizaci6n mesopotémica y, sin duda, su desaparicién. 2QuE es Mesopotamia; qué ha hecho de ella una entidad geogri- fica? Se la tomaba por tal en el transcurso de su exstencia? De hecho, sus limites no son faciles de determinar con precisi6n, El pais no ha tenido munca unos limites claramente definidos en la antigiiedad: la naturaleza no se los ha proporcionado explicitos y el concepto de frontera, demasiado modemo, no es vilido. En realidad, es la cuenca hidrogréfica la que ha aparecido en todo tiempo constituyendo el +asgo fisico esencial; la que ha permitido explicar la génesis del pais y su evoluci6n; la que ha proporcionado el verdadero factor de unifica- cién y es ella, por Gltimo, la que ha permitido la instalacién de hom- bres en un universo que sin la cual s6lo serfa un desierto. En esta cuenca, dos rfos y sus afluentes: al orste ef Bufrates y al este el Tigris. Ambos descienden del coraz6n de las montafas de la Anatolia oriental donde nacen a escasa distancia uno de otro, pero to- mando al salir direcciones diferentes; s6lo después de largos recorti- dos independientes retinen sus aguas para formar, antes de introdu- cirse en el golfo Pérsico, el delta pantanoso del Chatt-el-Arab. Rios con cursos independientes, ciertamente, pero unidos por las condi- ciones climaticas de su lugar de nacimiento: la considerable capa de nieve que cubre en inviemo las montaias de Anatolia les va a asegu- rar un aprovisionamiento, suficiente como para pemitirles franquear a mar Mediterréneo 2, EL TIGRIS .. © Didjla en arabe, derivacion de Tila, o la Flecha, en la anighedad, [Nacico en el Sureste de Turgufa es un torrente montanes cuando entra en DDjezié con un curso salpicado de gargantas y ripidos; a su llegada a la la- ‘ura aluvial en Samar, se ha spaciguado. Bs aerecido entonces por el Gran y-el Pequeno Zab G92 y 400 km), por el Adhalm (230 km), por ef Diyala G86 im, que desempena un importante papel en deterininads Epocashis- torieas, todos ellos sfluyendo por la orl izqulerda provenientes de los Za {0s. A partie de Kut comlenza 2 discurie con dificultad entres los aluviones y llega a tna zona pantanosa, donde acaba por reunise con el Fuates de ppuGs de haber recibido al Kherka, que proviene del Khuzistin. Bs mis cauda oso que el Bufates, pero también mis brutal, con crecidas mas devastadoras. No ha tenido en la historia del Proximo Oriente antiguo un papel tan impor tance como el del Sufrates, EL BUFRATES ..0 El Furat en drabe, palabra derivada del aso Pura es un ro de mas de 2800 km de longiud, que nace en Turqui; est formado a su sida por la reunién del Kara-su, de 450 kan de longitud, al que coménmente se acepta como el Kufrates verdadero y del Murad-su, de 650 km de largo. Despuss de lun curso montafioso, sale de Turquia y hace cree que va a difgise hacia el Meditersineo, pero anos 160 kin de st costs, tn ligero accidente det terreno le hace girar'su curso hacia el sureste y se dirige ya defintivamente hacia el {golfo Pérsico. Su recorrido por Sia, altededor de 650 km, donde exeava un valle sobre la meseta, es el inicio de su curso en la 23a esteparia y mds tarde desértica. A pesar de la aporacion de aguas del Balish, y despues Ise del ‘Khabur, pierde cerea de 200 mi/sg ce los 900 m¥/sg que levabe a su entrada fn Sira. En Ht en lak, entra en la llanura aluvial donde discurre cada ver [peor entre los ahviones. A partir de ahi, su curso ha conocido durante los {ikimos milenios numerosos cambios. Después de aproximarse al Tigris se lea de 4, se divide en dos brazos ef Hila el antiguo lecho mayor hasta el Siglo 20%, y el Hindiya; entra seguidamente en un terreno muy pantanoro donde sus aguas se mezclan con las del Tigris para formar el Chat-el-Arab. ES ‘su gran caudal el que fe permite franqueas la zona desérica, pero es también tun Ho muy imegular que mueve mds de la mitad de su volumen en tes meses, ‘de abi a junio, cvando se funden les nieves en Turguia. 24 Jos centenares de kilometros de estepas o de desiertos que se extien- den entre los contrafuertes del Tauro y el mar. Elentomo parece muy simple de definir: la cuenca se inicia en el norte, en el macizo del Tauro que se contin hacia el este por las ca- denas montafiosas del Kurdistin, de los Zagros y del Luristén. Esta larga y potente ondulaci6n individualiza a la cuenca mesopotamica fen relaci6n a sus vecinos anatolios e iranios. Hacia el oeste, e5 un ac- Gidente climatico, agravado por la barrera montafiosa que bordea al Mediterraneo, el que marca el limite: las estepas sirias, que se extien- den al norte y que atraviesan el Eufrates, se transforman hacia el sur en.un desierto mis y més vasto y mas y més drido hasta la peninsula aribiga. Asi, montafias al norte y al este, estepas y desiertos al oeste y suroeste forman los limites naturales de una cuenca cuya salida es el gollo Pérsico. ‘Mis alld de estos bordes se extienden otras regiones que han ‘mantenido estrechas relaciones con el mundo mesopotamico. Al oes- te, la costa mediterrdnea esté bordeada por las cadenas montafiosas del Amanus, de los Alauitas, del Libano, del Anti-Libano y por los ‘montes de Galilea, conjunto de alturas que van a retener una parte de las influencias climéticas mediterrineas; detris de esta barrera co- menzan rapidamente la estepa y el desierto, que algunos oasis salpi- can cuando se han podido instalar algunos cursos de agua: valle del Jordan, Gotta de Damasco o valle del Orontes. Hacia el norte/nor- este ¥ gracias a la penetracion del Eufrates, se pueden establecer re- laciones con las lanuras de la Anatolia inferior. Hacia el este, mas allé de las cadenas de los Zagros y del Luristn, se alzan las mesetas del Trin, especie de plataforma més o menos desértica, alrededor de la cual se articulan las estepas y después las altas cadenas del Asia cen- tral, prolongadas hacia el sur por el subcontinente indio con el valle del indo. ‘Todas estas regiones no estin aisladas las unas de las otras: las ‘montafias estin cortadas por los rios, el Eufrates y el Tigris hacia el norte como se ha visto, pero también sus principales afluentes, en ge- neral todos de la orilla izquierda, Balikh y Khabur, para el primero, Gran Zab, Pequefio Zab, Diyala y Kherka, para el segundo. En cuanto al desierto, se pueden encontrar vias en'las que los puntos de agua son suficientes para permitir el paso de las caravanas. En summa, una regi6n marcada por la diversidad: cuenca hidro- grifica, mesetas, pais de colinas, montafias y desiertos se articulan alli y dan nacimiento a las principales entidades regionales. 25 "MESOPOTAMIA: PALABRAS Y REALIDADES En este ensayo, es a la cuenca hidrogrifica engendrada por el Ti- aris y el Bufrates, una vez que han salido de las montafas, ala que se aplicari el término "Mesopotamia". Pero hay que reconocer que es tuna definici6a en sentido amplio, que no es la de los geégrafos, ni in- cluso la de todos los historiadores; presenta, no obstante, la ventaja de corresponderse con una unidad geogréfica que acoge los fenéme- ‘nos culturales homogéneos y de mayor interés para el objeto de este estudio, Por lo demés, la palabra Mesopotamia no se ha aplicado siempre la misma regi6n. Usada por primera vez por los griegos, designaba entonces, conforme a su sentido etimol6gico “el pais entre rios", es decir, la regin que se extiende entre el Eufrates y el Tigris, pero sélo Ja parte septentrional de la cuenca. Ha sido un uso mas reciente lo «que ha llevado a incluir la regi6n babil6nica y el pais sumerio y, hasta incluso, otras regiones limitrofes en esta expresion topogrifica Esta modificacion semantica (la designaci6n del todo por una de sus partes) ha llevado a enmascarat un aspecto esencial de la realidad ‘geogrifica, la division regional que los especialistas, con raz6n, po- nen por delante: —en el norte, el Djeziré, zona de mesetas que los rios cortan, a veces profundamente, dando lugar a valles bien encajados; estas me- setas acaban engarzéndose con los contrafuertes de las cadenas sep- tentrionales. —en el sur, la llanura aluvial, seguida por la llanura del delta y después por una zona muy pantanosa; es a esta region a la que los ‘ge6grafos modemos dan mas frecuentemente el nombre de Mesopo- tamia, a diferencia de los griegos de la antigttedad; es una llanura de acumulaci6n de sedimentos provenientes de las montafias de Anatolia © de los Zagros; es también la llanura de inundacién de ambos rios. Esta visiGn regional aparece bajo miiltiples facetas y puede con- llevar consecuencias humanas muy opuestas e incluso contradicto- fias, En el Djeziré, desde que se alejan los contrafuertes, las ins- talaciones humanas se concentran a lo largo de rios y riveras que apa- recen en las regiones desérticas como verdaderos oasis lineales: ademds, la profundizacién de los rios en las mesetas desde el fin del terciario entraiia una permanencia del trazado de los cursos fluviales, lo que proporciona un sentimiento de inmutabilidad de la organiza cién del conjunto, Por consiguiente, cuanto més hacia el sur se va, mas se difumina la idea de permanencia para dar lugar a la impresién de una modifi- 26 Pantano en el pais sumerio. J6n continua. Ya desde la entrada en la llanura aluvial, los clos rios Se desembarazan de una parte cada vez mayor de su carga; lenden a clevar sus aluviones y finalmente a dominar en algunos metros la Ila- nura colindante. Estos son los diques levantados durante siglos, in- cluso milenios, y sobre los que se han instalado las aglomeraciones, hhasta que una crecida, més grande que las precedentes, lleva el rio fuera de su curso y le obliga a abrirse una nueva via cuando las aguas se retiran, Periddicamente se crean, pues, nuevos trazados y se en- tiende que en estas condiciones el emplazamiento de los rios haya conocido grandes variaciones en el transcurso de la historia, que las, ciudades que los bordeaban hayan quedado marcadas por el sello de una gran precariedad, y que esta continua inseguridad se haya tradu- ido entre los habitantes por un pesimismo profundamente anclado fen su espiritu, Los estudios en curso, efectuados por arquedlogos y sgebgrafos de la Universidad de Gante, penmiten sir fos antiguos dt {ques y las ciudades que se escalonaban en la antigiedad a lo largo de aera Gs a na zona de 200 km de este oes y de 600 ken de nor tea sur,a la que se extiende esta llanura aluvial, con civdades nume- rosas pero errantes, lo que ha valido a Babilonia el sobrenombre de « de capitales. * Orato me se avanza haa el sur mis gece oe sentient de idumbre: en la zona de los pantanos el agua se mezcla con tiara en una inexticable red de vas Mules, donde la barea es el 2 A ANApmNA”TTT.CFK__ | _ finico medio de comunicaci6n. Las condiciones apenas si se prestan a | Ja vida de las grandes ciudades y se sale de las regiones urbanizadas MESOPOTAMIA, EL PAIS DEL EDEN? i para alcanzar por este pais, informe y mutable, el ambito del golfo “EI Sefior Dios plant6 un jardin en Edén, al oriente, y alli colocé al hombre. cae ‘qe habit formadoH Senor Dios hizo geri dell te bol de a. eco srayeatey bueno pars comes, oc de avs en et ein ‘el écbol de la ciencia del bien y del mal. Un tf salia de Edén para regar el jar. ‘PRINCIPALES DATOS DEL CLIMA ding de ahi ac pana par fox ctr branos Uno de ellos se Inaba? Sen. H send ote lamabs Guifin.. lec se laa Tg some al EI medio fisico, tanto en el interior de la cuenca como en sus IEbIECIs ea el aint del Me oe ee Co bordes, aparece pues, muy diversificado y representa la primera cau- at Suey ac eter al seco oe See oe to pa sa de las diferencias regionales, Pero el cima interviene también. para radisiaco, la tradicién hebrea parece haber colocado el paraiso en Mesopota. marcar con fuerza las regiones de Mesopotamia. ‘mia. Y apenas si se puede comprender tal localizaci6n. La idea de Iujuriosidad, Globalmente, la cuenca hidrogrifica del Tigris y del Bufrates per- implictamenteasociaa a cel jardin del Edn, no parece que pueda wade tenece a la gran diagonal arida del hemisferio norte que prolonga el bajo humano a han pocklo tanaiouner is comes grees ne desierto del Séhara al Pr6ximo Oriente. Sin embargo, la presencia del ‘mesopotimiea podolepar a ser sinOnime Se riquees agit, Fer, eh nee mar Mediterréneo y, en menor grado, la del golfo Pérsico, introducen Bana tin cies sfndadee con Bdén tan es, dese t's importantes modificaciones en el esquerna bisico; la implantacion de tepa, con una visién muy negativa, como espacio improductivo, lugar de Ia Jas cadenas montafiosas conlleva nuevos factores de variaci6n. vila salvaje y dominio de los némadas que apareian con feewendi como t La barrera montafiosa que Heri el Mediterraneo eee eee sande ena propia Mesopotamia por fo ave | vias importantes en la vertiente maritima y verdadera aridez. en el in- ratadores Sl Gea coke eal peace eee eae se oe | terior. Bs por esto por lo que el desierto y la estepa comienzan desde sentido, en el que edén equivale a delicia 0 placer, se estima por lo general i Ja misma vertiente oriental del Anti-Libano. Por lo demés, las tierras ue ellos tenian en mente la imagen de parques de recreo, costosamente lo- altas de Arabia, las cadenas montafiosas del Tauro y, en menor me- ieadon, come costae con a dures del ose ‘Tiendas de némadas en la estepa sil a 29 Vegetacion de la estepa si dida, las de los Zagros, son accidentes del relieve que provocan pre- cipitaciones. Asi, son las zonas de los margenes las que quedan rega- das por Ia lluvia, mucho mas que la cuenca propiamente dicha; pero esta situacién no es enteramente negativa, pues las alturas, a menudo considerables, de las zonas donde caen las Iluvias permiten, gracias al hielo invernal, la conservacién de este agua en el momento en que es abundante y su redistribuci6n a lo largo del afto como efecto del fun- dido de las nieves, redistribuci6n que, ciertamente, no queda repar- tida con regularidad en el conjunto anual. No obstante, gracias a las nieves de las altas montafias y al agua que almacenada en las rocas calizas resurge en las zonas de piedemonte, el Eufrates y el Tigris, en- grosados por sus afluentes de Ia orilla izquierda provenientes de las montafias y de régimen que a menudo es exclusivamente pluvial, pueden franquear el desierto que los separa del golfo Pérsico. Este dispositive, que regula a lo largo del afio el suministro del agua caida en invierno, posibilita la instalacién del hombre en la ‘cuenca, pues desde que uno se aleja del arco montafioso las precipi taciones disminuyen répidamente hacia el norte y hacia el este. Si llueve alrededor de 900 mm en Beirut, Damasco, a 100 km al este, al ‘estar aislada por la cadena del Libano, no recibe mas que 200 mm; en Ia llanura del Khabur se pasa, en menos de 40 km, de 450 mm al pie 30 del Tauro a 277 en la'ciudad de Hassaké. Y el conjunto de la cuenca apenas si zecoge anualmente 200 mm de lluvia. En cuanto a la region desértica que forma las avanzadas septentrionales del desierto aré bigo recibe menos de 100 mm. A esta extrema debilidad general de las precipitaciones, que de por si explica la dura realidad del pais, hay que afiadir, como circuns- fancia agravante, la concentracién exclusiva de las lluvias en el perio- do de invierno y el escaso ntimero de dias de! afto en los cuales la lluvia cae en forma de violentos aguaceros tempestuosos, asi como las grandes variaciones que se dan de un afio a otro. Buenos y malos afios se suceden por ciclos, y una mala serie se traduce con frecuen- cia por un proceso de desertificacion de zonas marginales habitadas ¥, por tanto, por condiciones de vida extrernadamente dificiles, hasta catastr6ficas, como las recientes y dramaticas experiencias del Sahel nos permiten imaginarnos sin dificultad. ‘Asi, el Préximo Oriente aparecia formado por la reunién de me- dios diversos y cliramente individualizados que han dado lugar, como era de esperar, a géneros de vida diferentes. A la montafia, que forma con un arco de circulo el limite de la cuenca, relativamente bien regada y bordeada por unas estribaciones de colinas, ricas en fuentes y fértiles, dominio predilecto de los agricultores, le sucede tuna meseta esteparia donde pozos y fuentes son escasos y cuya ari- dez aumenta progresivamente hacia el sur. Es el dominio predilecto y de peregrinacién de los ndmadas, Por el lado occidental esta estepa Paisaje de la lamura del delta, 31 Palmeras, zarifé, barca: los tres componentes de un paisaje de la Mesopotamia meridional, se transforma insensiblemente en un verdadero desierto, que se ex- tiende a continuacién al conjunto de la peninsula de Arabia; sin em- argo, al este, el desierto se desvanece ante los aluviones y la hume- dad aportados por los dos grandes rios; all, la agricultura y la civiliza- ci6n urbana consiguieron imponerse. Estas caracteristicas fundamentales del espacio oriental permiten explicar numerosos hechos de Ia historia, mAs © menos lejana, y del presente. Pero estamos seguros de que los rasgos morfolégicos o cli- miticos no han conocido transformaciones mayores desde la antigtie- da? A este respecto hay que revisar cuatro facetas de este problema: 1.— Bl relieve, en sus lineas generales, no ha conocido efectiva- mente grandes modificaciones: las montaflas, mesetas, llanuras y va- lles estin en su lugar ahora como hace tres, cinco u ocho mil afos. Por el contrario, no puede asegurarse que, en detalle, la situacién haya sido inmutable, Asi pues, los sistemas de terrazas en los valles han podido reacondicionarse repetidas veces como consecuencia de la variacion del nivel de base. Se han levado a cabo numerosas in- vestigaciones para definir la importancia de esas variaciones. Se ha sabido recientemente que en la region de Mari, en la €poca neolitica, el lecho del Eufrates ocupaba el total de la anchura del valle gracias a una reticula de canales formando asi la terraza del holoceno; mis tat- de se hunde en esta terraza, que tuvo gran protagonismo en el apro- 32 vechamiento del terreno agricola de la ciudad en los finales del cuarto y principios del tercet milenio. Son estas terrazas de formacion reciente, a veces hasta de €poca histbrica, las que pueden haber sufti- lo modificaciones notables desde la antigtiedad. 2.—En la llanura aluvia! o en la zona del delta se encuentra otro tipo de modificaciones impulsadas por el cambio del curso de los rios de acuerdo con el proceso que hemos visto. Se comprende facilmen- te, que si los rasgos fundamentales del paisaje no se han renovado desde hace milenios, por el contrario, el desplazamiento de los rios y el abandono de los rebordes de la orilla hacen que el paisaje antiguo, en un lugar determinado, no se corresponda con el actual. Se han in ciado investigaciones edafolégicas con gran éxito, por ejemplo, como la citada més arriba en la regi6n de tell ed-Der por la misi6n arqueo- logica de la Universidad de Gante para estudiar la configuracion anti- gua del terreno. Como ademis, se sabe que e! Eufrates se ha desdo- blado en el siglo pasado, desplazéndose hacia el oeste, se puede ima- ginar Ficilmente lo que la geografia hist6rica puede ganar con un mejor conocimiento de la antigua organizacién de la red fluvial meso- otimica. 3.— En tercer lugar, debe estudiarse Ia relacién entre la Ianura del delta y el goifo Pérsico. La ausencia de todo asentamiento impor- tante al sur de Us, lleva a pensar en la posibilidad de un avance del delta en el Golfo en época historica, y a evalvar en unos 150 km la progresién del rio desde la antigitedad. Pero esta tesis no esta confir- mada en absoluto; ademas de que el nivel marino ha variado de for. ‘ma importante en épocas recientes: segiin P. Sanlaville, de acuerdo con ciertas observaciones podria haber habido una invasion del mar hace menos de diez mil afios, con un maximo en la época de Obeid Gv milenio), seguida de una vuelta de la progresién del delta, y como ésta es una zona de acumulacin de materiales detrticos, la evalua- in del carécter permanente 0 cambiante de las tierras més 0 menos emergidas es muy aleatoria. No obstante, el conocimiento exacto de las relaciones de Mesopotamia con los paises del Golfo en las dife- rentes épocas de la antigtedad pasa por un conocimiento exacto de la configuraci6n de la costa. Parece, pues, que si bien es bastante ve- rosimil que el sur estuviera ocupado, antes incluso de la aparicion de las primeras aldeas, los fenémenos de transgresion en el Neolitico y el potente aluvionamiento ocurrido han hecho desaparecer los ras- 1105 de posibles instituciones humanas. 4— El tltimo aspecto, aunque no por ello menos importante, nos lleva a revisar si el clima ha variado de forma notable desde la an” tigiiedad. Se entiende que en un pais drido, o en el limite de la aridez, Ja variaci6n de las precipitaciones desde los primeros desarrollos de Ja eivilizaci6n sea una cuestiOn esencial para comprender los meca- 33, nismos que se han puesto en juego. Ha podido establecerse, que en- tre el 12000 y el 8000 a. C., y después de quince mil afos de un clima muy seco, hubo unas condiciones climéticas particularmente favora- bles para los cereales silvestres y para la vegetaciOn arbustiva, robles y pistachos, en todo el Creciente Fértil, circunstancia que ha tenido ‘un importante papel en el proceso de sedentarizaci6n. Pero una nue- va sequia ha conducido, inmediatamente después, a condiciones mas duras para los recientes sedentarios, que vuelven a escasear; se han sucedido fases secas y fases himedas segiin ciclos que oscilan entre cinco y quince siglos. Su intensidad esta mucho menos marcada y no es facil conocer, incluso ya en época historica, la trascendencia de las, variaciones, Parece verosimil, sin embargo, que si bien se puede ad- mitir una cierta tendencia a la desecacién y por consiguiente, un em- peoramiento de las condiciones generales, la situaci6n actual no es ‘muy distinta de la que habia hace cuatro 0 cinco mil afios. Pero aunque esto sea asi, hay dos circunstancias que han suftido severas modificaciones desde la antigedad y que han entrafiado condiciones de vida diferentes: — por un lado, la cobertura vegetal se ha degradado considera- blemente por la actuacién del hombre: sus necesidades de calefac- ci6n, el uso de la madera para los materiales de la vida doméstica y la prictica del pastoreo, agravada por la accion de las cabras, han hecho desaparecer los drboles de alli donde crecfan esponténeamente hace ahora tres o cuatro mil aftos; — algunos enclaves con agua en la zona de la estepa han po- dido quedar secos como consecuencia de la desaparicién del arbo- lado y de la transformacién de los suelos, resultados de una sobre~ explotacién de la capa fredtica. 34 Los ritmos El esbozo que sigue no pretende mis que presentar el marco his. tético en el que se'ha desarrollado la civilizacion mesopotimica. Al poner el acento en algunos hechos principales de la culnara material ¥ en los acontecimientos hist6ricos més sobresalientes de las épocas En las que éstos son accesibles por medio de la documentacion es~ ‘rita, se ha intentado, ante todo, definir algunas lineas maestras de la evolucién y los momentos que parecen ser més importantes. La bre- ‘Yyedad de esta presentacion se explica porque cada uno de los capitu- Jos que siguen insistira en los grandes perfodos que le afectan par- ticularmente, ANTES DE LOS TEXTOS Las investigaciones de los diltimos cincuenta afios, y de forma es- pecial, las de los dos sltimos decenios, han conseguido identificar las, Giferentes fases de la prehistoria de Mesopotamia. Este descubri- miento progresivo ha ido acompafiado por la atribuci6n de nombres, 2 cada Una de las épocas reconocidas relacionados con los emplaza ientos que habjan proporcionado la primera documentaci6n de tal (© cual cultura 0 su manifestaci6n mas evidente, De estz. manera, los ‘establecimientos ep6nimos han sido promovidos a una rotable digni- dad, lo que no parece siempre satisfactorio en la medida en que se identifica excesivamente con ciertos focos unos fendmenos cuya am- plitud es mucho mayor. Debido a esto, el equipo de prehistoriadores Ge Lyon ha propuesto una nueva clasificacion cronol6gica (vid. cua dro pag. 61), aunque conservaremos la denominaci6n usual ya con- sagrada, 59 La marcha bacia el Neolitico De entrada, hay que dejar bien establecida Ia situaci6n muy par- ticular de Mesopotamia, que entra tardiamente en el proceso de neo- litizaci6n, mientras que al principio, s6lo las zonas que la bordean quedan afectadas. En una primera etapa, el desarrollo crucial que tiene lugar entre los milenios xa y x y que ve cémo los cazadores-re- colectores se transforman en agricultores-ganaderos, es decir, c6mo los predadores se hacen productores, tuvo lugar en la zona de colinas que se extiende al pie de la cadena del Tauro y a lo largo del mar Me- diterrdneo. Es en este sector, llamado por los especialistas la “zona nuclear”, donde se expandié, en un medio favorable, un cereal silves- tre que, al principio, los hombres se limitaron a recoger. Tal ha sido ¢l punto de partida del proceso de la neolitizacién que comprende la sedentarizaci6n de los hombres y, por tanto, el nacimiento de un bitat fijo y de una arquitectura y, a través del paso por una protoagri- cultura y una protoganaderia, el nacimiento de la agricultura y gana- deria verdaderas. Fue en Palestina (Mallaha, Jeric6) y en el norte de Sitia (Murey- bed, en el kebariense y, sobre todo, en el natufiense (10000-8300), donde se observaron los primeros pasos de la evoluci6n. Mis tarde, centre los afios 8300 y 4400 dominan en Palestina (Jeric6 y Beidha) y en Siria (Mureybed) las formas protoneoliticas, mientras que en Ana- tolia yen los Zagros comienza a notarse el proceso. os inicios del Neolftico en Mesopotamia El cambio en Mesopotamia se sittia entre el afio 6000 y el 5600. Bs en el transcurso de este milenio cuando la agricultura y la ganade- se dominan y cuando comienza el verdadero Neolitico. Se obser- va, también, la salida de las nuevas técnicas de la zona nuclear y su expansion hacia terrtorios nuevos, y entre ellos, hacia el valle del Enfrates. De esta manera, se funda Bugeas, més hacia el este Umm. Dabagiyah y Yarim tepe. A partir de ahi, Ia cuenca mesopotimica se id ocupando progresivamente desde las colinas que la bordean y mis tarde se ird descendiendo a lo largo del curso de los ros. 1a cul- tura de Samarra ilustra esta nueva situacién con tell es-Sawwan, cerca del Tigris, y Choga Mami en la region de Mandali. En.ta segunda mi- tad del sexto milenio también se desarrolla la potente cultura de Ha- laf, cuyo nombre lo toma de un emplazamiento del norte de Sitia, ca- racterizada por una cerémica con decoraci6n geométrica que se en- 60 EL PROXIMO ORIENTE DEL 14000 AI. 3700 a.C. (16000-5700 BP) 'Periodo 0 (14000-10000) Periodo 6 (5600-5000) Levante: Biblos (neo, anuiguo fina), Ras Levante: hebariense ‘Shama V A, fase Sba’ar, Hagolam Zapos: zarciense. aan che cade 300008500) 1 aa Hal Somer, es teat: noe aa ag EE cut uct a seen ra ain eee rues oa sido 2 (63007600 ert 7 (50004500) SibPaeton promation PFU Qo Lease ibn (rm mado) Ys Shame ature Wea tame esp il fll Obi Fesoda 37600660) See ie cus mc Seesoasind, Cogs Sitios rvndess, neon), MEE aS, Sula acco Sointaclameclaate yo, SaaS Zagros, Ganj ‘Dareh, Ali Kosh (Bus Mor- —Turkmenistin: Anau IA. Periodo 4 (6600-6000) oe cau) Sets PP ala ey, TRE, BOS Geo, rece), PRB Bugis, Hamad fas Shamra VC, ADU yest. pet I Gosh, ear) Zagroe Kui, Mobmab, Daina, Si- Ast Ga HK OXE00, Can Ha e's lan mage Site abxouy, se THRIENN i eg i Cal Ros) Periodo 9 (41003700) esiodo 5 (6000-5600) ‘Levante: Biblos (eneo, antigo), Amu E, Mesopotamia: Obeid IV ZagrowKhuzistin: Bayat, Susiana tardio (Gusiana d) ‘Turkmenistan: Namazga I SiniPalestina: Biblos (neo, antiguo), ‘Ras Shamma V2. Anatolia-Cieia: Gatal HoyOk (VAD, ‘Amug A. ‘Mesopotamia: Umm Dabagiyah, Yarim I Ga. agoos-Khuzistin: All Kosh (Mobammed “affar), Choga Mish (Sustana arcat- ‘oD. [NBs datos sedan aC, calls sobre a bse de la ide mei “cor” Libby) no eaibrados Cusco cronologico dela prehistoria oriental segin la Escuela de Lyon (en Frebistoire du Levant, Col. Int. da CNRS. 1980). a cuentra desde Hassuna hasta la costa mediterrénea y que presenta afinidades con la de Samarra La época de Bl Obeid Hacia el afio 5000, acaso antes incluso, aunque las condiciones ‘geolégicas han hecho desaparecer las primeras huellas, Mesopotamia ‘quedo completamente dominada. Comienza entonces la época de El ‘Obeid, cuyo nombre corresponde al de un poblamiento meridional cercano a Ur, donde se reconoci6 por primera vez la cerémica que caracteriza a este periodo, Durante un milenio y medio, esta civilizaci6n se mantuvo como dominante y sus caracteristicas fueron extendiéndose répidamente a Un ejemplar de documento de tipo histérico: un ladillo inscrito encontrado cen el gran templo solar llamado E-babbar de Lars, 62 Bl edifcio de pieda (Sceingebatide) de la mitad o principios de la segunda ‘parte del 1v milenio, al pie de la terraza del Templo Blanco, ssa funcion permanece desconocida. gran parte del Préximo Oriente. Hasta aproximadamente el afto 5000, Mesopotamia parece que no habia hecho mas que recibir influencias externas, pero en el transcurso de este periodo de Obeid se invierte esa tendencia. Se observa, no s6lo un desarrollo particularmente vi- goroso de esta civilizaci6n en la misma Mesopotamia, sino también luna no menos vigorosa expansién —a no ser que se trate de una transformaci6n global— de las formas materiales hacia las regiones de alrededor, desde la Susiana hasta las costas mediterréneas. Este periodo aparece asi, como la asuncién por Mesopotamia de su des- tino, y esta iradiaci6n es el signo més verosfmil de una profunda mo- dificacién de las fuerzas en juego. Este perfodo marca los comienzos de una potencia que se va a establecer durante mas de cuatro mi- lenios. Este momento se caracteriza, en particular, por el desarrollo de la agricultura y por la adopci6n de técnicas de fegadio, sin las cuales el progreso de Mesopotamia no se podtia comprender. Las aldeas son siempre el marco normal de la vida humana, pero se van trans- formando en aglomeraciones més importantes cuya estructura no quedaba nunca anquilosada, 6

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