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El que juega con candela...

El caso del “fuego extraño”


Milton Acosta, PhD

El mismo día que Aaron es ordenado, dos de sus cuatro hijos, todos sacerdotes, son
descalificados de una forma que nadie olvidará. Nadab y Abiú mueren quemados en lugar de las
ofrendas que trajeron a Dios, por haber ofrecido “fuego extraño” (’esh zarah). Es el primer día de
Aaron como Sumo Sacerdote. ¡Vaya manera de concluir la ceremonia de ordenación! Qué historia tan
rara. Los detalles del relato son tan escasos que hace difícil determinar qué fue lo que ocurrió (Levítico
10:1–5). ¿Cómo puede un fuego ser “extraño”; Candela es candela. Si en esa época se usaba leña para
los sacrificios, ¿qué diferencia puede haber entre un fuego y otro? Lo extraño no es solo el fuego que
ofrecieron, sino la forma como nos han contado esta historia.
Si uno es un astuto moralista, podría elaborar un sermón con una lista de pecados que “ de
seguro” tenían los hijos de Aarón que fueron fulminados; y otra lista de la clase de vida que Dios
espera de sus ministros para que no salgan chamuscados; esa estrategia homilética no sería extraña de
algunos predicadores. Pero en realidad el texto no dice explícitamente por qué Dios mandó fuego y
quemó a estos dos; o, por lo menos no lo dice directamente. Por eso, en vez de lanzarnos a elaborar
listados, valdría la pena primero hacer un esfuerzo por entender el episodio de manera más global.
Lo primero que debemos observar es que la Biblia contiene otras historias donde se mezclan el
triunfo con la tragedia.1 La primera victoria de Israel en Canaán va seguida de la destrucción de la
familia de Acán (Josué 7). La inauguración del ministerio del gran profeta Samuel va seguida de la
destrucción del sacerdote Elí y sus dos hijos (1S 4–7). Jesús es bautizado, el Espíritu Santo desciende,
Dios dice que está complacido, y enseguida Jesús es tentado por Satanás (Mt 3–4). Pentecostés, las
conversiones masivas en la iglesia primitiva, las sanidades y la generosidad desbordada de los
primeros cristianos están seguidos de la muerte súbita de Ananías y Zafira (Hech 1–4). La historia de
Nadab y Abiú podrá ser rara, pero no está sola. ¿Habrá aquí un patrón bíblico que refleja un patrón
humano y a su vez otro divino?
Una explicación probable del caso que nos ocupa es que el fuego que usaron Nadab y Abiú
venía de un lugar ordinario (quizá de la cocina, una fogata, una lámpara cualquiera) y no del altar,
como lo demanda la norma. Se especifica en las instrucciones que la procedencia es importante porque
“de esa manera Aarón no morirá” (Lev 16:12–13).2 También existía la advertencia específica de no
ofrecer a Yavé “incienso extraño” (quetoret zarah) (Ex 30:9). Probablemente se refiere a lo mismo.
Pero ¿qué es exactamente “lo mismo”? Si fuego es fuego, incienso también es incienso.
La explicación de la procedencia indebida del fuego y del incienso tienen sentido, pero no
parece razón suficiente para un castigo tan drástico. Es cierto que hay cosas en la Biblia que uno no
entiende, pero ¿no será que hay algo más que simplemente el fuego?
Siendo que lo que se ofrece no es fuego, sino animales o cereales, el fuego parece indicar más
que la candela no más. Por eso los comentaristas coinciden en afirmar que el texto de Levítico no dice
qué ofrenda trajeron.3 De todos es sabido que el fuego no es la ofrenda. El fuego se describe de dos
maneras: es extraño y Dios no lo mandó. Siendo este un caso del típico paralelismo hebreo, podemos
suponer que se trata de lo mismo. El fuego que Dios manda no puede ser extraño y si es extraño es
porque no fue el que Dios mandó. Así pues, no nos queda duda de que para el sacerdote, el fuego no es
cosa de juego, pero todavía a este fuego le falta claridad.
Continuará . . .

1
Gordon J. Wenham, The Book of Leviticus, The New International Commentary on the Old Testament (Grand Rapids:
Eerdmans, 1979), 153. Hemos añadido otros ejemplos a los que da Wenham.
2
John Goldingay, Israel's Gospel, vol. 1, Old Testament Theology (Downers Grove: IVP, 2003), 424, John Goldingay,
Israel's Life, vol. 3, Old Testament Theology (Downers Grove: IVP, 2009), 86.
3
Paul R. House, Old Testament Theology (Downers Grove: IVP, 1998), 134.

©2010Milton Acosta pidolapalabra1.blogspot.com Pido la Palabra 91

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