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Este reinado, que se desarrolló entre los últimos años del siglo XVIII y los primeros del XIX,
representó la agitada transición de nuestro país a la época contemporánea y estuvo condicionado tanto por
las repercusiones de un acontecimiento exterior completamente novedoso (el éxito de la Revolución
Francesa de 1789) como por las graves dificultades internas españolas. Las derrotas militares, la bancarrota
económica, la pérdida de confianza de los españoles en sus gobernantes y el imparable desmoronamiento
institucional del sistema monárquico absolutista del Antiguo Régimen fueron algunos de los problemas más
complicados que se plantearon mientras permaneció en el trono Carlos IV. Un rey débil, poco capacitado y
desinteresado por las cuestiones de Estado, que asumió la Corona cuando ya sobrepasaba los 40 años de 3
edad.
En 1789, el objetivo prioritario del gobierno dirigido por el conde de Floridablanca es aislar a
España del “contagio revolucionario” y cerrar el país a toda posible penetración de la ideología subversiva
procedente de Francia. Se temía la expansión de las nuevas ideas liberales, que eran consideradas como
una peligrosa amenaza para los principios absolutistas y católicos de la monarquía española. Por ello, se
tomaron diversas medidas defensivas y se impidió la entrada a través de las aduanas de todos los libros,
objetos, periódicos o viajeros sospechosos llegados desde el país vecino. Además, y para silenciar los
acontecimientos de Francia, se prohibió a los periódicos nacionales la inclusión de cualquier noticia o
comentario sobre los sucesos políticos que tenían lugar al norte de los Pirineos.
Poco después la situación se radicalizó aún más en Francia cuando el gobierno revolucionario
proclamó la República Francesa (1792), acuso de traición al rey y ordeno su encarcelamiento y posterior
ejecución en la guillotina (1793). La muerte del monarca Luis XVI, que era pariente del rey español, ambos
Borbones, provocó una tensión en la Corte española que llevó a la caída de Floridablanca en febrero de
1792. El Conde de Aranda se hizo cargo de la Secretaría de Despacho de Estado (casi una jefatura del
Estado), Aranda era un hombre realista, entendía las consecuencias de un posible enfrentamiento con
Francia, evitar el enemigo común: Inglaterra en América. Sin embargo, su postura neutralista era un
imposible en el contexto internacional, durante nuevos meses intento evitar la guerra al ser consciente de
la debilidad del país pero finalmente se le retiro del cargo y Godoy se convirtió en el nuevo responsable de
la política española. En aquellos momentos, las tropas de la Francia revolucionaria y republicana ya se
encontraban en combate contra los ejércitos de Austria, Prusia, Nápoles y Saboya, cuatros estados
gobernados por monarcas absolutos por derecho divino, un derecho que el pueblo francés había puesto en
cuestión.
Historia de España 2º Bachillerato Prof. Félix González Chicote
En 1792, el rey colocó al frente del gobierno al extremeño Manuel Godoy, un oficial de la guardia
real, sin estudios, pero ambicioso, que logró ascender a los más alto del poder (con sólo 25 años de edad)
gracias a su “intima amistad” con la reina María Luisa de Parma. Tras fracasar en su intento desesperado de
salvar la vida a Luis XVI, ejecutado en enero de 1793, en marzo estalló la Guerra de los Pirineos contra la
Convención.
* La Guerra contra la Convención (1793-1795).
Apoyada por el clero y el campesinado, al que se le presentó como una guerra por la monarquía y la
religión católica, y criticada por sectores ilustrados y burgueses (a los que pertenecía Aranda), la guerra fue
un desastre militar. Las operaciones militares fueron negativas para nuestro país, ya que el ejército
enemigo cruzó los Pirineos y ocupó Guipúzcoa, Vitoria, Bilbao y parte de Cataluña (Figueres, Rosas). 4
Finalmente, en 1795, España se vio forzada a firmar la Paz de Basilea. Los franceses obtuvieron Santo
Domingo, y algunas otras ventajas comerciales, a cambio de una retirada de sus tropas de la península. Por
otro lado, además de las pérdidas territoriales se perdió el prestigio militar y se acentuó la ruina económica
y fiscal. Un desastre que irónicamente le fue recompensado a Godoy con el título de “Príncipe de la Paz”.
Las alianzas diplomáticas se invirtieron totalmente en agosto de 1796 con la firma del tratado de
San Ildefonso, un pacto hispano-francés dirigido a contener a Gran Bretaña. El motivo que impulsó al
gobierno español a retornar a los acuerdos con Francia (que habían sido mantenidos durante todo el siglo
XVIII gracias a los Pactos de Familia) fue la defensa de los intereses territoriales, económicos y comerciales
en Hispanoamérica. El gobierno de Carlos IV prescindió de las anteriores discrepancias ideológicas y en su
decisión se impusieron ahora las razones estratégicas. Y es que Gran Bretaña representaba desde mucho
tiempo atrás una amenaza constante para las colonias españolas en América, pues los ataques de los
buques ingleses cortaban la navegación comercial transatlántica entre la Península Ibérica y las Indias, e
interrumpían la llegada de plata desde las minas mexicanas y peruanas. Por su parte, Francia también
sostenía un duro enfrentamiento con los ingleses por la hegemonía mundial desde hacía más de un siglo.
Así pues, la Monarquía española y la República Francesa coincidieron en su interés mutuo por derrotar a un
enemigo común.
* La guerra hispano-inglesa (1796-1805).
Como consecuencia de ese tratado, España y Francia iniciaron una prolongada guerra contra Gran
Bretaña y también contra Portugal, que mantenía una sólida alianza con los ingleses desde principios del
siglo XVIII. El resultado del conflicto fue nefasto para la flota española que, en 1797, fue destruida por los
ingleses en un enfrentamiento frente a las aguas del cabo San Vicente. Ese mismo año, Gran Bretaña se
apoderó de la isla caribeña de Trinidad y sus barcos cercaron el puerto de Barcelona, además de
bombardear Cádiz y otras ciudades canarias. Como resultado, hubo que negociar la paz por separado, y el
rey aceptó la dimisión de Godoy en marzo de 1798.
Mientras tanto, la situación política en Francia continuó cambiando de forma rápida. En 1799, un
brillante y ambicioso general llamado Napoleón Bonaparte culminó un golpe de Estado que señalo el inicio
de su dictadura personal. Posteriormente, Napoleón se autoproclamó emperador hereditario y emprendió
sus planes de expansión territorial con el ataque a Gran Bretaña y la ocupación de Bélgica, Holanda,
Alemania, Suiza y toda la Península italiana.
Desde su llegada al poder el objetivo de Napoleón es uno: someter a la potencia industrial británica
y, para ello nada mejor que dejarle sin mercados para sus manufacturas en plena Revolución industrial, esa
idea se concreto más tarde en una estrategia: el bloqueo marítimo continental para aislar a los británicos,
conseguir la destrucción de sus rutas comerciales y provocar su ruina económica.
En octubre de 1800 la presión francesa consiguió que el gobierno español firmara el Segundo
tratado de San Ildefonso. Godoy, apoyado por Napoleón, fue llamado de nuevo para la secretaria de
Estado y la dirección de un ejército que en febrero de 1801 declaró la guerra a Portugal por negarse a
cerrar sus puertos a los navíos ingleses. La llamada Guerra de las Naranjas fue un paseo militar y termino
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con la Paz de Badajoz, por la que, además de pagar una fuerte indemnización a Francia y ceder la plaza de
Olivenza a España, Portugal se comprometía a respetar el bloqueo.
Un año más tarde se firma la Paz de Amiens (1802) entre España, Francia, Inglaterra y Holanda y
España recupera Menorca. Pero las hostilidades franco-británicas estallan de nuevo y España se ve
arrastrada. En mayo de 1803 estalló una nueva guerra contra Inglaterra, que se saldó con la derrota de las
armadas española y francesa en Trafalgar (octubre de 1805). El desastre supuso la destrucción de la
Armada española, la reanudación del comercio inglés a través de Portugal y la pérdida del ya precario
control marítimo español en sus colonias americanas. Después de Trafalgar declina definitivamente la
capacidad naval del país, necesaria para garantizar su imperio colonial.
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Incapaz de cerrar los puertos ingleses para asfixiar a Gran Bretaña, Napoleón decide intensificar el
bloqueo continental contra los productos británicos. Pero una cosa era declararlo y otra muy distinta
hacerlo cumplir, desde el principio vimos como surgen problemas en varios países, y entre ellos Portugal.
Napoleón decide no ya una expedición de castigo (guerra de las naranjas) sino su ocupación. El 29 de
octubre de 1807, España y la Francia napoleónica renovaron su tratado de alianza en Fontainebleau. Por él,
España permitía que un ejército francés atravesara el territorio español rumbo a Portugal. Nos situamos,
por tanto, en la antesala del inicio de la Guerra de Independencia.
El pánico a la expansión de las ideas revolucionarias liberales en España y los repetidos fracasos
militares en las guerras contra Francia y Gran Bretaña se sumaron a otras complicaciones de carácter
interno. Las complicaciones las podemos considerar de dos tipos: En primer lugar, aquellas de carácter
estructural: Las tensiones de un modelo socioeconómico anclado en el Antiguo Régimen, cuyos niveles
productivos están limitados por una economía de carácter feudal y, donde la extracción de la renta
campesina por los privilegiados es el elemento principal. En segundo término, el problema de la bancarrota
financiera estatal y el fin del flujo financiero vía Imperio americano, consecuencia del gasto militar en
ascenso (desde Carlos III España se encuentra continuamente en guerra) y la imposibilidad de conseguir
ampliar los ingresos del Estado, en tanto que los privilegiados están exentos del pago de tributos. Son dos
cuestiones que han sido muy estudiadas por historiadores como Pierre Vilar, Ángel Sanz y Josep Fontana
entre otros y que constituyen la base para una explicación razonada del proceso dialéctico que supuso la
crisis del modelo socioeconómico y político del Antiguo Régimen y la transición del feudalismo al
capitalismo en España.
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Por otro lado, las complicaciones de carácter coyuntural serían las siguientes: La desconfianza de la
población hacia las instituciones y gobernantes y el enfrentamiento por el trono entre el rey Carlos IV y su
propio hijo Fernando, el príncipe de Asturias. Vamos a analizar cada uno de los factores.
a) Problemas estructurales:
→ Modelo socioeconómico tardofeudal: las tensiones del sector agrario. Veamos la descripción que hace
Tuñón de Lara y la gráfica de Ángel Sanz. Realiza un comentario de texto y del gráfico de forma conjunta.
“Era España, a comienzos del siglo XIX, un país que vivía dentro de los moldes de lo que se ha llamado “viejo
régimen”, o sea: un país eminentemente agrario, dominado por la gran propiedad rústica y los señoríos, en 6
que la nobleza y la Iglesia detentan la mayoría de las fuentes de riqueza. De sus 37.300.000 hectáreas de
terreno, sólo ocho millones y medio estaban dedicadas al cultivo. Más de doce dedicadas a pastos, la
mayoría silvestres, muchos de ellos hollados sólo una vez al año por los rebaños de la Mesta. Según datos
de Cabarrús 1223 familias nobles poseían 16.940.000 hectáreas, los establecimientos eclesiásticos (en
número de 32279) poseían 1380000 hectáreas, mientras que 9.160.000 hectáreas pertenecían a hidalgos.
Sabiendo que la población de España, según censo de 1803, era de 10.268.000 habitantes y de 6.650.000 de
población activa, es posible formarse una idea de la estructura social que tenía España al entrar en el siglo
XIX. En ciertas regiones, como por ejemplo Extremadura, los nobles poseían 2.149948 fanegas de tierra y el
resto de labradores propietarios sólo 741.610.
Los vestigios feudales eran tan acusados que, en multitud de casos, la propiedad de las tierras llevaba
aparejada la potestad sobre los habitantes de pueblos y tierras. De 55 millones de aranzadas de tierra
cultivada, 17.599.900 lo eran de realengo (esto es, sus habitantes estaban considerados súbditos del rey,
que era su señor), mientras que 28.306.700 era de señorío secular (los habitantes eras súbditos del señor y
propietario a la vez) y 9.093.400 eran de señorío eclesiástico (las veces de señor eran cumplidas por una
institución eclesiástica). Los núcleos de población estaban divididos así: ciudades: 124 de realengo y 3013 de
señorío; pueblos, granjas, cotos y despoblados: 13.309 de señorío y 11921 de realengo; lugares: 7856 de
realengo, 4150 de señorío secular y 2868 de señorío eclesiástico (…)
En los campos existían verdaderas relaciones de vasallaje. En las tierras de señorío los nobles tenían derecho
a nombrar corregidores, alcaldes (..) y en lugares como Baza los señores eran denominados de “horca y
cuchillo” (…) El régimen de mayorazgos (que hacía transmititr la propiedad al primogénito de cada familia)
reforzaba la concentración de la propiedad.
En esa sociedad, el poder de la Iglesia en el orden material era de primerísima importancia: 85.546
miembros del clero, 8659 familiares de la Inquisición y 92.727 frailes y monjas repartidos en 3126 conventos
daban un porcentaje de un religioso por cada 50 habitantes, el más elevado de Europa, con excepción de
Portugal. Se ha calculado que los ingresos del clero al comenzar el siglo XIX entras rentas territoriales y
urbanas, diezmos y primicias, casuales, derechos de estola y pie de altar alcanzaban la suma de
1.042.000.000 de reales por año (…) igualaba por lo menos a la mitad del producto neto de tierras y
edificios de toda España”.
El régimen de mayorazgos (que hacía transmitir la propiedad al primogénito de cada familia) reforzaba la
concentración de la propiedad agraria”
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→ Bancarrota de la Hacienda. A principios del siglo XIX, España se encontraba al borde de la bancarrota
financiera por el rápido aumento de las deudas y de los gastos militares ocasionados por 27 meses de
guerra contra los franceses y los casi siete años de guerra contra los británicos. Por contraste, los
insuficientes ingresos estatales, bastante mermados ya por las exenciones fiscales que beneficiaban a los
estamentos privilegiados (nobleza y clero), disminuyeron aún más al interrumpirse la llegada de plata desde
las minas americanas como consecuencia de los ataques de los barcos británicos. Tan agobiado se
encontraba el gobierno que suspendió el pago de sus deudas y rebajó en una tercera parte los sueldos de
todos los empleados al servicio de la monarquía. Además, las continuas subidas de precios de los alimentos
extendieron el descontento entre el pueblo. Este desbarajuste económico ponía en evidencia la ineficacia
del sistema del Antiguo Régimen.
En un primer intento por aliviar el fuerte déficit de la Hacienda Pública y solucionar los apuros financieros,
el gobierno recurrió (con escaso éxito) a los préstamos de bancos extranjeros, a la petición de donativos
voluntarios entre obispos y aristócratas más adinerados, a la emisión de deuda pública (los denominados
“vales reales”) y a la venta de “manos muertas de las instituciones eclesiásticas. Aunque estos bienes
fueron vendidos con autorización del Vaticano, su pérdida intensificó la animadversión contra Godoy.
Veamos un texto de Josep Fontana:
“Para que pudiese aumentar la recaudación fiscal del gobierno central hubiera sido necesario cambiar los
términos del reparto, lo cual quería decir que o se desviaban recursos como los de los derechos señoriales y
el diezmo hacia los impuestos, aboliendo este tipo de cargas (el contribuyente por excelencia era el
campesino, pero su capacidad para atender las demandas del estado estaba limitada por sus obligaciones
con los señores y con la Iglesia) o se hacía contribuir en mayor medida a los perceptores de estos recursos.
Las monarquías del Antiguo Absolutas no podían hacer ninguna de estas dos cosas, porque corrían el riesgo
de romper el consenso social en que se basaba su propia supervivencia. Exigir que cada uno pagase
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impuestos en proporción a sus bienes y a sus ingresos significaba destruir el motor del sistema político y
social del Antiguo Régimen, que se asentaba en el apoyo de quienes gozaban de unos privilegios que se
expresaban sobre todo en términos de exenciones y de ventajas fiscales. La resistencia de los privilegiados
tenía menos que ver con el temor a que se les fijara cargas más elevadas (que podían evadir con el fraude)
que con su oposición a lo que les parecía un intento de alterar la vieja “arquitectura de poderes (…)
¿Cuáles fueron las consecuencias para España de la pérdida de las colonias continentales? Para la
monarquía, a la larga, la conciencia de que había que abandonar cualquier ilusión de que los caudales de
América solucionasen los problemas de Hacienda, lo que obligó a enfrentarse a reformas que no podían
hacerse sin cambios políticos esenciales ..”
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b) Problemas de carácter coyuntural.
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Además de la grave crisis económica, otras tensiones políticas agitaban los círculos de poder
contribuyendo a acelerar el desprestigio y la descomposición de la monarquía hispana. El ambiente en la
Corte era caótico, ya que se producían continuas intrigas contra Carlos IV y contra su hombre de confianza,
Godoy. Los importantes enemigos que Godoy poseía entre la nobleza y el clero supieron aprovechar la
impopularidad del favorito del rey para buscar y encontrar el respaldo del mismo heredero del trono, el
príncipe Fernando, que también detestaba a Manuel de Godoy. De este modo, el hijo del monarca participó
en las conspiraciones para derribar a Godoy y destronar a su padre. El primer intento tuvo lugar en El
Escorial, en 1807, pero el complot fue descubierto y el príncipe de Asturias fue arrestado y obligado a
confesar el nombre de sus cómplices (todos ellos miembros de la alta aristocracia) para obtener el perdón
de su padre, el enjuiciamiento y posterior disculpa se conoce como el proceso de El Escorial.
Don Fernando de Borbón, Príncipe de Asturias, pide perdón a Carlos IV, su padre.
Señor:
Papá mío: he delinquido, he faltado a V.M. como rey y como padre; pero me arrepiento y ofrezco a V.M. la
obediencia más humilde. Nada debía hacer sin noticia de V.M; pero fui sorprendido. He delatado a los
culpables, y pido a V.M. me perdone por haberle mentido la otra noche, permitiendo besar sus reales pies a
su reconocido hijo.
Fernando. San Lorenzo, 5 de noviembre de 1807.
* El motín de Aranjuez.
El siguiente intento se sitúa en el motín de Aranjuez la noche del 17 de marzo, esta vez adobado
con una proyección popular. El origen, objetivos y personajes principales eran los mismos, a los que se
añade ahora el descontento popular por la mayor actividad de las tropas francesas que ya revelan una
estrategia de ocupación. Una proclama de Carlos IV de 16 de marzo, con el fin de tranquilizar los ánimos,
insistía en la actitud amistosa de los franceses y desmentía el presunto viaje de la familia real a Andalucía
para embarcarse hacia América. Detrás de Aranjuez vuelven a situarse la camarilla de Fernando y oficiales
del ejército. La novedad reside en un nuevo actor en escena: el pueblo, cuyo descontento es canalizado e
instrumentalizado contra Godoy. Y esta vez, el éxito fue concluyente: además de la sustitución del valido, el
19 de marzo Carlos IV renunciaba a la Corona a favor del príncipe.
El proceso de El Escorial y el motín de Aranjuez, dos episodios de la misma trama, son una revuelta
de privilegiados frente al poder de Godoy quien se había ganado tan poderosos enemigos por su dominio
personal del poder real de Carlos IV, la grave crisis económica y también por algunas de sus reformas
internas: desamortización de las tierras de la Iglesia y reducción del poder de la Inquisición, dos medidas
que perjudicaban directamente a los dos grandes poderes fácticos: la nobleza y el clero.
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En todo el entramado anterior debemos tener en cuenta un tercer elemento: tras la firma del
tratado de Fontainebleau, el 29 de octubre de 1807, un ejército francés atravesará el territorio español
rumbo a Portugal, objetivo del tratado, sin embargo, la debilidad de la monarquía provoca un cambio de
actitud en Napoleón, que se plantea la idea de conquistar la península. El asentamiento de tropas y la
penetración hacia Madrid de los ejércitos franceses según lo pactado en Fontainebleau es en buena medida
causa del motín de Aranjuez ya que Godoy consciente del posible cambio de actitud de Napoleón pretende
“mudar de asiento a país seguro” a la monarquía, lo que provoca el motín, su destitución y la abdicación de
Carlos IV. 11
“La expedición a España deriva de una serie de consideraciones entre las que se encuentran mezcladas la
debilidad militar del estado vecino, la complacencia de los soberanos españoles, la presión de los
fabricantes franceses, la necesidad de arrojar a los ingleses de Portugal, la enemistad del Emperador hacia
la dinastía de los Borbones, los imperativos de una estrategia política para el conjunto del Mediterráneo”
Aymés, La guerra de Independencia.
Napoleón se encuentra con la siguiente situación: aliado de una Monarquía en proceso de
descomposición va a jugar al divide y vencerás, requerido como árbitro de sus disputas por Fernando y
Carlos IV juega a dos bandas, en primer lugar, extiende sus ejércitos por la península, en segundo término
da órdenes al embajador francés Beauharnais para no reconocer formalmente a Fernando VII y, por último,
ordena al general Monthion entrevistarse con Carlos IV y conseguir del viejo rey una formal retractación de
su renuncia al trono. Veamos algunos comportamientos.
Fernando VII.
“La necesidad de contar con el apoyo externo, es decir, la protección y el reconocimiento de Napoleón
Bonaparte, era evidente dado el prestigio y poder del emperador. Por ello, Fernando VII le comunicó
inmediatamente por carta su elevación al trono tras las abdicaciones de su padre y nombró una embajada
para que confirmaran que “lejos de variar en lo más mínimo el sistema político respeto a la Francia,
procuraré por todos los medios posibles estrechar más y más los vínculos de amistad y alianza que
felizmente subsisten entre la España y el imperio francés”. Como es lógico, también se intentó tranquilizar a
los súbditos, mandando al Consejo de Castilla que procurase persuadir a las población de que las tropas
francesas venían “como amigos y con objetos útiles al rey y a la nación”.
Martínez Velasco, A, Historia de España. Madrid, Salvat, 2006.
Carlos IV
“Señor mi hermano: V.M. sabrá sin duda con pena los sucesos de Aranjuez y sus resultas, y no verá con
indiferencia a un rey que, forzado a renunciar a su corona, acude a ponerse en los brazos de un gran
monarca, aliado suyo, subordinándose totalmente a la disposición del único que puede darle su felicidad, la
de toda su familia y de sus fieles vasallos.
Yo no he renunciado a favor de mi hijo sino por la fuerza de las circunstancias cuando el estruendo de las
armas y los clamores de una guardia sublevada me hacían conocer bastante la necesidad de escoger la vida
o la muerte, pues esta última se hubiera seguido después de la de la reina.
Yo fui forzado a renunciar, pero asegurado con plena confianza en la magnanimidad y el genio del gran
hombre que siempre ha mostrado ser amigo mío, yo he tomado la resolución de conformarme con todo lo
que este gran hombre quiera disponer de nosotros y de mi suerte, la de la Reina y la del príncipe de la Paz.
Dirijo a V.M. una protesta contra los sucesos de Aranjuez, y contra mi abdicación. Me entrego y
enteramente confío en el corazón y amistad de V.M. con lo cual ruego a Dios que os conserve en su santa y
digna guardia.
De V.M.I y R. su afecto hermano y amigo Carlos. .
Mientras tanto, el nuevo rey Fernando entró en Madrid cuando la capital se encontraba ocupada
por el ejército de Murat, por lo que tanto él mismo como su depuesto padre eran realmente rehenes del
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ejército francés. Durante algunas semanas todos sus esfuerzos se encaminaron a lograr el apoyo de
Napoleón, aceptando incluso reunirse con él en dos entrevistas, en Burgos y Vitoria, a las cuales hábilmente
no se presentó el emperador. Por fin, Fernando VII recibió la orden de encaminarse a Bayona, adonde llegó
el día 20 de abril. Napoleón también había convocado allí a Carlos IV.
En la ciudad vasco-francesa tuvieron lugar las tristemente célebres abdicaciones de Bayona. Desde
el primer día Napoleón comprobó la mediocridad de sus interlocutores, que llegaron a insultarse entre sí en
presencia del Emperador. Cuando se conocieron el Bayona los sucesos del 2 de mayo en Madrid, Napoleón
aumento su presión hasta conseguir, el día 7, la renuncia de Fernando en beneficio de sus padres y la de
éstos en la Casa Bonaparte, en concreto en su hermano José.
Las únicas condiciones que consiguió incluir Carlos IV en su renuncia fueron la de la unidad de los 12
dominios cedidos al Emperador y la exclusividad de la religión católica; a cambio, obtuvo varios castillos en
Francia y una gigantesca renta de 30 millones de reales, una cifra desproporcionada que equivalía a vender
literalmente el reino.
Tampoco Fernando quedaba mal parado, y el que para los españoles se convirtió en un rey
secuestrado, el Deseado, inicio en el castillo de Valençay un exilio dorado. Napoleón decidió entonces
nombrar Rey de España a su hermano José, a la sazón Rey de Nápoles. Pero para entonces la guerra ya
había estallado.
Así pues, por un tratado firmado y ratificado, he cedido a mi aliado y caro amigo el Emperador de los
franceses todos mis derechos sobre España e Indias; habiendo pactado que la corona de las Españas e
Indias ha de ser siempre independiente e íntegra, cual ha sido y estado bajo mi soberanía, y también que
nuestra sagrada religión ha de ser no solamente la dominante en España, sino también la única que ha de
observarse en todos los dominios de esta monarquía. Tendréislo entendido y así lo comunicaréis a los demás
consejos, a los tribunales del reino, jefes de las provincias tanto militares como civiles y eclesiásticas, y a
todas las justicias de mis pueblos, a fin de que este último acto de mi soberanía sea notorio a todos en mis
dominios de España e Indias, y de que conmováis y concurran a que se lleven a debido efecto las
disposiciones de mi caro amigo el emperador Napoleón, dirigidas a conservar la paz, amistad y unión entre 13
Francia y España, evitando desórdenes y movimientos populares, cuyos efectos son siempre el estrago, la
desolación de las familias, y la ruina de todos.
Dado en Bayona en el palacio imperial llamado del Gobierno a 8 de mayo de 1808. Yo el Rey. Al Gobernador
interino de mi consejo de Castilla.
Gazeta de Madrid, viernes 20 de mayo de 1808
La marcha hacia Bayona de la familia real dejó tras de sí un vacío de poder justamente cuando se
presentaban unas circunstancias excepcionales, con el ejército de Murat ocupando realmente Madrid. Esta
situación tendrá una importancia decisiva, porque colocó a los españoles, y muy especialmente a las elites
dirigentes, ante la alternativa de acatar la legalidad -la Junta de Gobierno que dejó Fernando VII antes de
dirigirse a Bayona colaboraba con las tropas francesas de Murat-, o atender al mandato de la propia
conciencia.
El pueblo abrazó la causa de Fernando VII, a quien llamó el Deseado, y el vacío de poder fue
cubierto por instancias inferiores -el alcalde de Móstoles, Andrés Torrejón, por ejemplo- ante la pasividad o
colaboración con el invasor que se observaba en la Junta de Gobierno y en las elites de la nación, declaró la
guerra a Francia.
* El 2 de mayo y el nacimiento de las Juntas: El pueblo en armas.
El levantamiento popular se inicia en Madrid el 2 de mayo de 1808, al manifestarse el pueblo
madrileño en contra de la salida del infante Francisco de Paula para Bayona, y reprimir violentamente los
franceses, bajo las órdenes de Murat a la muchedumbre. Treinta mil soldados franceses, acantonados en
las afueras de la capital, se lanzaron en un momento sobre la población. La puerta del sol –cuyas escenas
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con plástica violencia recoge Goya- y el parque de Artillería de Monteleón se convirtieron en los centros de
resistencia popular. En el levantamiento confluyeron el descontento el descontento por la presencia
molesta de los soldados extranjeros, la experiencia del movimiento de masas que ha supuesto el motín de
Aranjuez, las noticias vergonzosas que llegan de Bayona, y posiblemente, la previsión de algunos oficiales
de artillería que desde los días anteriores han esperado la posibilidad de tal acantonamiento.
El heroísmo del pueblo de Madrid, con las innumerables víctimas del día 2 y los fusilamientos de la
noche del 2 al 3, constituye la nota relevante pero no debe inclinarnos a descuidar otras. La Junta de
Gobierno y el Consejo de Castilla actuaron de forma no precisamente patriótica. El Consejo a requerimiento
de Murat, prohibió en una proclama que se maltratase a los franceses. El ejército español permaneció
acuartelado. Solo apoyan al pueblo los oficiales artilleros, capitanes Daoiz y Velarde, teniente Ruiz, 14
mientras los militares de graduación superior se mantienen al margen. El pueblo actuó de forma
desorganizada, durante horas por medio de combatientes aislados, lo cual provocó una más cruel violencia
francesa, en la que se asesinó y saqueo a ciegas. La represión fue sangrienta. El bando de Murat prevé el
fusilamiento de los que han sido presos con armas en la mano y de lo que publiquen libelos sediciosos.
La repercusión de los sucesos madrileños es inmediata. Al día siguiente el alcalde de Móstoles
declara la guerra a Napoleón. En Asturias, Valladolid, Sevilla, Valencia y otras poblaciones, a lo largo del
mes de mayo surgen juntas de resistencia. Es un proceso de gran interés. En todas partes el levantamiento
antifrancés es de origen popular, y a su frente se ponen órganos de gobierno y personalidades nuevas que
reciben su autoridad del consenso popular. El protagonismo del pueblo y su calidad de depositario último
de la soberanía se hacen evidentes. El año 1808 refleja fenómenos de transformación sociopolítica tan
profundos en España como los del año 1789 en Francia.
Las juntas ciudadanas, las juntas provinciales y la creación de la Junta Central, tras la batalla de
Bailén representaban en sí mismas la ruptura con la situación existente antes del 2 de mayo, al mismo
tiempo que expresaban de hecho la realidad de la soberanía popular.
* Fases de la guerra:
Los seis años de guerra podrían dividirse en tres fases: el levantamiento de 1808 que frusta el
intento de ocupación; el predominio francés (otoño 1808-verano de 1812), que se inicia con la venida de
Napoleón, y que convierte a Portugal en clave de las operaciones a partir de 1809; y la retirada francesa
(1812-1814), sobre la que incide el debilitamiento del cuerpo expedicionario en la Península al producirse la
invasión de Rusia por la Grande Armée.
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Esta segunda fase, de excepcional importancia dentro de la estrategia global de Napoleón, viene
determinada por la reacción francesa ante la derrota de Bailén y por las consecuencias que de ello se
derivaron. El emperador francés había subestimado en principio la capacidad de resistencia española, debió
cambiar sus ideas al respecto, hasta el punto de concertar nuevamente una entrevista con el Zar de Rusia,
para garantizarse la seguridad en Centroeuropa y de esta manera poder concentrar sus esfuerzos en la
recuperación de la península Ibérica.
A tal efecto el Emperador organizó la Grande Armée, un poderoso ejército de 250.000 soldados
bien entrenados y dirigidos por el propio Napoleón. El día 10 de noviembre cayó la ciudad Burgos, que fue 16
sometida a un terrible saqueo, seguido de la derrota del ejército de Blake en Espinosa de los Monteros, y
del vencedor de Bailén, Castaños, en Tudela. El hecho de armas más importante fue, no obstante, la toma
de Madrid, tras arrollar la caballería polaca la tenaz resistencia ofrecida por los españoles en el puerto de
Somosierra. En el otro extremo peninsular, Zaragoza, punto clave en las comunicaciones con Francia, sufrió
el segundo sitio, más devastador que el primero, cayendo en poder de los franceses cuando era
prácticamente un montón de ruinas. Sólo Cádiz quedó libre de la ocupación, de lo que se derivaron unas
consecuencias trascendentales para la historia de España: la elaboración de la primera constitución
española.
Lo más decisivo en esta fase de la guerra fueron las innovaciones estratégicas introducidas por los
españoles, la guerra de desgaste, cuya práctica operativa se traducía en la guerra de guerrillas, expresión
máxima de la guerra popular -el pueblo en armas- y auténtica pesadilla del ejército francés.
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Las guerrillas representan un elemento nuevo en las guerras contemporáneas, porque nueva era
también la manera de hacer la guerra, a partir del siglo XIX, frente a las naciones más poderosas. A partir de
la Revolución Francesa, los protagonistas de los enfrentamientos eran los grandes ejércitos nacionales y no
los pequeños ejércitos mercenarios del Antiguo Régimen. La guerra total, que alcanzará su máxima
expresión en la Segunda Guerra Mundial, ya manifestaba a principios del siglo XIX muchas de las
características que la harían particularmente inhumana y devastadora. Ante la potencia de los grandes
ejércitos nacionales, la guerra de guerrillas era la mejor manera de oponerles alguna acción con garantías
de éxito. Era, sin ninguna duda, un procedimiento penoso, pero barato y eficaz a la hora de enfrentarse a 17
un gran ejército, invencible si se utilizaban contra él las tácticas convencionales. De la crueldad de la Guerra
de la Independencia hablan sobradamente la serie de grabados de Goya denominada los Desastres de la
guerra.
El principio acción-represión-acción induce aquí un proceso realimentado que contribuye a la
expansión de las simpatías hacia el movimiento guerrillero y al incremento de sus efectivos. La guerra de
guerrillas representa, no obstante, un inconveniente para ambas partes, y es que ninguna puede derrotar a
la otra, excepto en un caso: que la guerrilla, tras debilitar o inmovilizar a un ejército muy superior, cuente
con la ayuda de otro ejército convencional que rompa a su favor el impasse estratégico. Y éste fue
exactamente el papel desempeñado por el ejército expedicionario británico del general Wellington.
Los ejércitos angloespañoles aprovecharon esta circunstancia para intensificar su ofensiva, que
culminó con la victoria de los Arapiles (Salamanca) el 22 de julio de 1812. Este triunfo militar fue el que
marcó el principio del fin del poderío francés en la Península. El desastre de la Grande Armée en Rusia,
donde pereció de frío la mayor parte de los soldados franceses, decidió también la suerte de Napoleón en
la península Ibérica. Las tropas francesas, que temían quedar encerradas en España, iniciaron el repliegue
hacia el norte, que ya venía precedido por el del mariscal Soult al levantar el cerco de Cádiz y retirarse de
Andalucía. En su repliegue hacia Francia las tropas francesas llegaron a las cercanías de Vitoria, donde
sufrieron otra gran derrota. Con las batallas de Irún y San Marcial (31 de agosto de 1813) se completó el
acoso y la derrota del ejército francés, iniciándose a partir de ahí su persecución a través de tierras
francesas, llegando las tropas españolas hasta la ciudad de Bayona. La guerra peninsular había terminado. 18
El 11 de diciembre de ese mismo año, asediado en su propio territorio, Napoleón firmaba el
Tratado de Valençay, por el que restituía la Corona de España a Fernando VII.
* Balances de la guerra:
Del análisis de la guerra que se inicia en 1808 en España se pueden deducir una serie de notas:
a) El carácter nacional de la resistencia. Es el “pueblo en armas” en defensa de la patria, en la lucha contra
un enemigo que ha invadido su suelo. Los dirigentes son hombres del pueblo, o soldados de graduación
inferior, capitanes, tenientes. Es un movimiento espontáneo, sin organización previa, que se produce en
muchas partes por decisiones locales. Al principio faltó totalmente la coordinación de los puntos de
sublevación.
b) De su dimensión popular deriva su carácter de guerra irregular. La guerrilla y los pequeños cuerpos del
ejército, con un sistema de asedio incesante, resultan más decisivos que los grandes cuerpos de ejército y
las batallas en regla.
c) Las autoridades españolas supremas (Junta de Gobierno que designa Fernando VII antes de su salida de
España, el Consejo de Castilla) no se suman al levantamiento. Los capitanes generales y las Audiencias de
las provincias no ocupadas por los franceses intentan ponerse a la cabeza con una doble preocupación:
recabar la soberanía vacante por la marcha del rey y frenar las inclinaciones revolucionarias del pueblo.
Esta actitud recelosa provoca su desplazamiento por nuevos órganos de base popular: Juntas locales y
provinciales de resistencia, que se resistirán a ser absorbidas cuando se forme una Junta Central en
Aranjuez, más tarde instalada en Sevilla. La guerra del pueblo despierta la conciencia de soberanía del
pueblo; no se trata solamente de una guerra sino también de una revolución. El título de la obra de
Toreno, Historia del alzamiento, guerra y revolución de España resume bien este doble carácter.
d) De la colocación de los cuerpos de ejército francés y de la importancia de sus efectivos (más de 110.000)
hombres) se deduce su propósito de ocupación de España y no de simple paso para la conquista de
Portugal. Su movilidad, según la estrategia napoleónica, era mayor que la de cualquier ejército europeo.
Frente a la estrategia defensiva de ingleses y españoles sus propósitos ofensivos les proporcionarán
ventajas en algunos momentos. Para evitar los aprovisionamientos a larga distancia trataron de vivir sobre
el país; los esfuerzos de guerrilleros y ejércitos españoles se centraron en impedirlo.
e) Valor militar de las circunstancias geográficas. La derrota francesa se explica en primer lugar por la
dimensión de guerra popular, pero no menos por las características geográficas de la península. La
orografía accidentada limitaba las posibilidades de desplazamientos y comunicaciones de los ejércitos
franceses, la dilatada extensión de las costas se convirtió en un problema insoluble para una potencia que
no disponía de una escuadra similar a sus fuerzas terrestres. Aquí radicó la superioridad de la ayuda inglesa.
Los franceses estuvieron constantemente preocupados por el control de tres puertos: Barcelona, Lisboa y
Cádiz. Consiguieron el control del primero, sólo precaria y ocasionalmente del segundo, y nunca del
tercero. En un país que es montaña y mar, los guerrilleros se convirtieron en señores de la montaña
mientras los ingleses dominaban el mar, la situación logística de los franceses no pudo ser más incómoda.
→ Humanas. La guerra de la Independencia fue muy cruenta, con más de 500.000 muertos. Supone una
cifra considerable si tenemos en cuenta que el total de habitantes era de 11 millones en 1807.
→ Materiales. El conflicto supuso la destrucción de gran número de pueblos y ciudades y de una
importante cantidad del valioso patrimonio artístico español.
→ Económicas. El país quedó arruinado tras la guerra, la crisis de la industria textil catalana, las numerosas
fábricas destruidas y la ruptura del mercado colonial fueron algunos de los quebrantos para el sistema
económico, sin embargo el mayor fue la definitiva quiebra de la Hacienda pública con el vertiginoso
aumento de los gastos durante la guerra.
→ Territoriales. El desgobierno español durante los primeros años de siglo fue aprovechado por las
colonias americanas para iniciar su proceso de independencia de España. 19
- El Estatuto de Bayona se formula como concesión regia: “Hemos decretado y decretamos la presente
Constitución”, dice su preámbulo y anticipa la figura constitucional de la Carta otorgada, en la que el
soberano desprendidamente enajena una parte de la autoridad; en la Constitución gaditana se enuncia el
principio de la asunción de la soberanía por el pueblo, representado por las Cortes.
- Las Cortes de Bayona son de representación estamental; sus miembros representaban la clero, la nobleza
o el pueblo (tercer estado), lo que les aleja de la idea de representación nacional de los diputados de Cádiz.
Son dos concepciones diferentes de la soberanía: estamental y clasista.
- La confusión de poderes en la figura del rey y la imprecisión de ciertas garantías individuales tímidamente
formuladas (artículos 41 a 43) para los ciudadanos señalan otros contrastes del texto de Bayona con el de
Cádiz, en que se separan los poderes y se garantizan los “derechos legítimos de todos los individuos”.
Reforma limitada, pero en fin de cuentas, reforma; la simple existencia de un documento
constitucional representa ya un paso adelante en la estructuración de una sociedad política más moderna,
y en su articulado se recogen innovaciones tan importantes como la inviolabilidad de domicilio, la abolición
del tormento y la supresión de las aduanas interiores.
LOS AFRANCESADOS.
Había que dirigir la guerra, organizar la administración y restablecer la situación financiera. Con
José I colaboraron los llamados afrancesados, españoles que apoyaron el gobierno invasor, desde entonces
surgen el dilema ¿Son los afrancesados unos traidores a su patria o unos reformistas que desean
modernizar el país, aprovechando el cambio de dinastía? Para Artola, el mejor conocedor del tema se trata
de reformistas que conscientes de la crisis del país pretenden conservar la integridad nacional, la
independencia económica y modernizar las estructuras del Estado siguiendo el modelo francés
postrevolucionario. El fracaso de estas aspiraciones les supondría, al final de la guerra, su exilio y el de sus
familias.
21
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Ante la situación creada por la abdicación borbónica, se produce un vacío de poder real, en el
momento en que una parte considerable del país se rebela contra los franceses. Aunque la cesión de la
soberanía por Carlos IV y Fernando VII a Napoleón es jurídicamente irreprochable, los españoles lo ven
como una imposición, y reclaman a las instituciones del Antiguo Régimen que asuman la soberanía en
ausencia del Rey. Pero el Consejo de Castilla y la Junta de Gobierno, que ejercían el poder tras la marcha de 22
la familia real a Bayona, acataron la decisión de los soberanos y se pusieron bajo la autoridad de José
Bonaparte.
Fue entonces, tras el levantamiento de mayo de 1808, cuando los españoles asumieron la soberanía
nacional y formaron sus propios órganos de gobierno, rompiendo así con el Antiguo Régimen. En algunos
casos fueron las autoridades locales las que se hicieron con el poder y organizaron la resistencia. En otros,
fue la propia población la que se organizó y nombró comités para armar a los ciudadanos y reclutar
unidades.
Surgieron así por todo el país las Juntas Locales y, en pocas semanas, las Juntas Provinciales, que
gobernaron en nombre de Fernando VII, pero que en realidad estaban haciendo cristalizar la soberanía
nacional. La población eligió para formarlas a personajes de prestigio, procedentes en muchos casos de las
clases dirigentes del Antiguo Régimen, aristócratas, clérigos, intendentes, regidores, generales, pero
también a empresarios e intelectuales. De manera natural el pueblo español siguió confiando en las
autoridades para dirigir la resistencia: Floridablanca, Jovellanos, Palafox, Blake, etc..En junio existían ya
Juntas Provinciales por todo el país, y a finales del veranos se decidió organizar una Junta Central que
asumiera el papel del gobierno de la nación.
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La Junta Suprema Central estaba compuesta por personajes que representaban todas las
tendencias de la resistencia, desde aristócratas ilustrados del Antiguo Régimen, como el conde de
Floridablanca, su presidente, pasando por ilustrados moderados, como Jovellanos, hasta liberales
progresistas partidarios de cambios más o menos radicales, como Calvo de Rozas. Rápidamente se
adoptaron dos tipos de medidas: las encaminadas a organizar la resistencia (mando militar, organización de
cuerpos del ejército, fondos, conexión con el mando portugués e inglés, suministros,etc..) y las dirigidas a la
reorganización política.
Todos los miembros de la Junta eran conscientes de la necesidad de reformar el Antiguo Régimen.
Partiendo de esa coincidencia se llegó al acuerdo de convocar Cortes, para que éstas decidieran las
reformas que habían de emprender. Se formó una Comisión de Cortes, que empezó a debatir el carácter 23
que tenían que tener las elecciones y la Cámara, al tiempo que se realizaba una encuesta o consulta
nacional para conocer la opinión del país qué cambios debían hacerse. Los miembros de la Comisión
coincidieron en que las Cortes debían ser constituyentes y debían componerse de diputados elegidos por
votación, pero se enfrentaron agriamente sobre el sistema de sufragio y, sobre todo, sobre si debían ser
Cortes unicamerales o bicamerales, unitarias o estamentales, posiciones defendidas respectivamente por
liberales y partidarios del absolutismo. Por fin optaron por el sufragio universal de los varones mayores de
25 años y unas Cortes bicamerales.
En enero de 1810, se dictaron las instrucciones para proceder a la elección de la Cámara baja, y
pocos días después, la Junta, dividida y aislada en Cádiz asediada por los franceses, y desprestigiada por la
derrota en Andalucía, decide autodisolverse y entregó el gobierno a un Consejo de Regencia. Este
continuó, no obstante, las líneas trazadas por la Junta y procedió a convocar elecciones a Cortes en junio de
1810; al final se constituyó una sola Cámara, ante las dificultades que el aislamiento imponía para organizar
la votación de los estamentos privilegiados. Las elecciones se celebraron y los diputados que lograron llegar
a Cádiz asistieron a la solemne apertura de las Cortes el 24 de septiembre de 1810.
La composición de las Cortes resulta difícil de precisar, porque no se han conservado listas precisas
de los diputados. En la primera sesión sólo había 104; en marzo de 1812 fueron 184 quienes votaron la
Constitución, y al disolverse, en septiembre de 1813, había 233 diputados. Muchos de ellos sufrieron mil
penalidades para poder llegar a Cádiz, y se adopto la solución de que fueran sustituidos aquellos que no
pudieran atravesar las líneas francesas. En total hubo unos cincuenta suplentes, que fueron escogidos entre
los refugiados de las provincias de los diputados ausentes.
En cuanto a su origen social, había una mayoría procedentes de las capas medias urbanas:
funcionarios, abogados, comerciantes y profesionales. También un centenar de eclesiásticos y unos
cincuenta miembros de la aristocracia. Pero la procedencia social no siempre corresponde a las ideas. En
general, las opiniones liberales eran claramente mayoritarias, y sobre todo al principio, puesto que entre
los refugiados en Cádiz predominaban los partidarios de las reformas. En cada debate, en cada cuestión, los
diputados se alineaban con una u otra postura, en función de sus propios criterios y sin formar grupos o
partidos definidos, pero las tendencias reformistas fueron siempre mayoritarias, y el ambiente local de
sesiones, con mucho público aplaudiendo y abucheando a los oradores, presionaba siempre a favor de las
reformas. Casi todos los suplentes eran, además, de tendencia liberal.
Las ideas liberales habían penetrado en España procedentes de Francia, en los últimos años del
siglo XVIII y primeros del XIX, pese a la censura oficial. Fue la guerra, no obstante, la que brindó la
oportunidad a quienes las defendían de expandirlas más allá del limitado círculo en que habían arraigado.
El ambiente revolucionario y patriótico de Cádiz, la ciudad más cosmopolita del país y símbolo de la
resistencia, permitió que el ideario liberal pudiera concretarse en la Constitución de 1812.
Los liberales creían en la felicidad como aspiración de todos los hombres, en el progreso material y
en la libertad individual. Defendían, por tanto, la aspiración a la riqueza y la propiedad privada, individual y
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libre como derecho fundamental de los hombres, y como elemento que diferencia socialmente a los
individuos. Para que todos puedan concurrir libremente en la búsqueda de la riqueza, es necesario que
existan unas reglas que garanticen dicha libertad: son las leyes del mercado, la libre concurrencia de la
oferta y la demanda. También es necesario una situación legal que garantice a todos las mismas
posibilidades iniciales de acceso a los cargos y al poder político. De ahí la insistencia en los derechos del
individuo, y el frecuente olvido, por contraposición, de los derechos sociales o colectivos.
Los liberales postulan un régimen político libre, parlamentario, en oposición al absolutismo
monárquico. Como la sociedad se organiza en función de las diferentes capacidades de los individuos, los
liberales defienden el derecho preferente de los más ricos (quienes tienen algo que defender) y de los más
notables (o como se les llamaba en lenguaje liberal español, las capacidades) en política. Tal preferencia se 24
concreta, en su ideario, en la restricción del derecho al voto y de la posibilidad de ser elegido, mediante
sufragio censitario.
Dentro del liberalismo español pronto surgieron dos grandes tendencias ideológicas. Por un lado,
los liberales más progresistas, jóvenes partidarios de que “sin libertad no era posible la felicidad” y que
opinan que hay que hacer una revolución similar a la francesa. Por otro lado, los liberales llamados
“jovellanistas” quienes pretenden reformar y mejorar el sistema político español manteniendo elementos
de lo que llamaban la “constitución histórica”, es decir, aquellas instituciones del Antiguo Régimen que
resultaran útiles. Sus proyectos gradualistas se fundamentaban en la conveniencia de evitar una ruptura
violenta con las instituciones tradicionales y, por ese motivo, se oponían a la revolución y al principio de
soberanía nacional.
En un universo político totalmente contrario tenemos a los contrarrevolucionarios o absolutista que
fueron llamados despectivamente “serviles” por los liberales. Se oponían a buena parte de las medidas
legislativas y se empeñaban en mantener los privilegios estamentales. Para ellos los liberales eran “mocitos
que seducían y engañaban, incapaces de trabajos serios, sin experiencia ni conocimiento del mundo” y
“monstruos inmundos más soberbios que Lucifer”. Entre los absolutistas se contaban numerosos
eclesiásticos, que intentaron propagar sus ideas entre la población utilizando los sermones en las iglesias,
los catecismos y la prensa.
importante legislación ordinaria que complementó las medidas de la Constitución. Estudiaremos ambas por
separado.
- La libertad de imprenta, aprobada en noviembre de 1810, antes de ser recogida por la Constitución. Se
concebía como función al servicio de la opinión pública y se exceptuaban las cuestiones religiosas, que
serían supervisadas por Juntas provinciales de censura.
- Abolición de la Inquisición (1813). Esta medida fue recibida con hostilidad por la mayor parte del clero
católico y provocó las protestas del nuncio pontificio (el representante del Vaticano en nuestro país). Las
Cortes respondieron con firmeza ordenando la expulsión del nuncio y castigando a los obispos
desobedientes con el destierro.
- La legislación religiosa fue abundante, conscientes como eran los diputados de la necesidad de reformar 26
la Iglesia española. Las Cortes establecieron el principio de intervención del Estado y desde entonces los
planteamientos políticos y los problemas de conciencia se mezclarían al abordar la cuestión religiosa. Las
medidas de reforma buscaban combatir la desequilibrada distribución administrativa, la injusta distribución
de rentas, la desigual distribución del clero y el, en general, bajo nivel de instrucción de los clérigos. Entre
las principales medidas: incautación de los monasterios, la no provisión de vacantes de determinadas
prelaturas y la expulsión del nuncio. Siendo la más importante la abolición de la Inquisición.
- La supresión de los gremios (junio de 1813). Se decreto el derecho a disponer del propio trabajo, acorde
con los principios del liberalismo económico. Se estableció la libertad de producción, de contratación y de
comercio. Pero bajo ese principio se abría la puerta también al libre empleo, lo que podría significar abusos
y explotación de mano de obra.
Dentro de las medidas ordinarias dos de ellas deben destacarse en importancia ya que son puntos
clave para entender la transición del feudalismo al capitalismo: la abolición de los señoríos y la
desamortización.
Como ha puesto de relieve Domínguez Ortiz, la mitad de la población española vivía bajo régimen
señorial en el Antiguo Régimen; su extinción por las Cortes de Cádiz constituye, por tanto, una medida que
afecta decisivamente a la sociedad española. Durante la Edad Media los monarcas habían otorgado con el
título de señor, a nobles que habían prestado algún servicio relevante, el ejercicio de la potestad pública; la
administración de justicia y otros ámbitos que incumbían exclusivamente al rey pasaban de ser ejercidos,
por delegación, por el señor. En algunos casos el señor era en esa circunscripción territorial, además,
propietario; en otros, el rey podía otorgar a un señor juntamente tierras reales en propiedad y jurisdicción;
pero en otros el señor poseía la administración de justicia sin ser propietario. Lo específico por tanto del
señorío, no es la propiedad, sino el ejercicio delegado de la justicia real, “si no hay jurisdicción, no había
señorío”, ha concluido Sánchez Albornoz. Sin embargo, con el paso del tiempo, los señores habían pasado a
ser, o se habían considerado, todos propietarios, y esta propiedad les otorgaba ciertos derechos sobre los
campesinos, aunque poseyeran estrictamente el de administración de justicia. Es un tema de enorme
complejidad, sin embargo, en las Cortes de Cádiz se habla de dos tipos de señorío: los solariegos, que sólo
suponen un tipo especial de propiedad territorial, y los jurisdiccionales, en lo que el señor ejercita además
la administración de justicia.
En esquema en un señorío se pueden distinguir los siguientes ámbitos:
- Territorial, con dos categorías de fincas: la hacienda, de la que el señor es propietario en pleno sentido de
la palabra, y las tierras y casas de los vecinos, que en los libros de padrones de los pueblos no están
inscritos a nombre del señor.
- Jurisdiccional. Se pueden distinguir igualmente dos aspectos: el mero imperio (justicia criminal) y el
nombramiento de funcionarios (jurisdicción civil).
- Privilegios señoriales, entre ellos los que destacan los de monopolio (caza, molino, pesca, etc…)
Por cada uno de estos ámbitos al señor le correspondía la percepción de tasas, censos y rentas por
ser el propietario, multas y tasas de servicios por la administración de justicia y la administración civil,
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derechos de monopolio por la utilización del molino, permisos de caza o pesca, etc.. Eran frecuentes los
abusos.
El decreto del 6 de agosto de 1811 establece la suspensión de la jurisdicción y de los monopolios,
pero no de la propiedad, dimensión de carácter sagrado de la burguesía. La legislación sobre los señoríos
repercute de manera decisiva en la transformación de la sociedad española:
- Se decreta solemnemente que en lo sucesivo nadie se llame vasallo ni señor de vasallos.
- Se extinguen las justicias señoriales con sus posibilidades de abuso para implantar la justicia igualitaria,
aplicada por jueces y tribunales.
- Se reducen totalmente las cargas económicas de los campesinos.
27
* La obra desamortizadora de Cádiz.
Canga Argüelles, ministro interino de Hacienda, tras efectuar un estudio que constituye la base del
decreto de 13 de septiembre de 1813, que garantiza el pago de la deuda estatal con cargo al producto de la
venta de una serie de tierra: las de los afrancesados, los jesuitas, la Inquisición, las Órdenes Militares y
conventos destruidos durante la guerra, algunas propiedades reales y la mitad de los propios y baldíos
(tierras de los Ayuntamientos). El proyecto fue interrumpido por el regreso de Fernando VII, sin tiempo
para realizar un alto volumen de ventas y saldar con su producto el problema de la deuda estatal.
La sociedad estamental, montada sobre los privilegios de la nobleza y clero, recibe constantes
embates con las medidas legisladoras de las Cortes. La abolición de la Inquisición representa una pérdida de
influencia para el clero, la extinción del régimen señorial lesiona de forma irreparable la prepotencia
nobiliaria; son dos reformas, pero no las únicas, de la profunda transformación de la sociedad española en
el proceso revolucionario que protagoniza la asamblea de Cádiz. Se pasa de la sociedad aristocrática de
base campesina, ordenada jerárquicamente por estamentos, a la sociedad de clases, que postula la
igualdad jurídica y la movilidad social de los individuos.
El dominio estamental se apoyaba en fundamentos sociales (estamentos), económicos (rentas señoriales,
mayorazgos, señoríos territoriales, etc..) y jurídicos (privilegios). Todo tendía a la estabilidad de las gentes y
de la riqueza. Sin embargo, las reformas de Cádiz ponen en cuestión el orden social preexistente, la
abolición del régimen señorial da acceso a las clases burguesas a las funciones más altas sin necesidad de
demostrar títulos de nobleza. En el orden económico se reducen las prestaciones señoriales, se propugna la
libertad de trabajo y se prohíben los mayorazgos, a los que se considera perjudiciales para la economía y el
Estado. En el orden jurídico la unificación legal extingue fueros y exenciones.
La base de la sociedad clasista es un régimen de libertad: libertad para explotar las tierras, libertad
de trabajo frente a los gremios, libertad de comercio, libertad para formular contratos entre particulares,.
Es época de gran movilidad social. No debemos pensar, no obstante, en un cambio ni rápido ni total. La
sociedad estamental entre en crisis, pero subsisten muchos privilegios y la persistencia de la nobleza es
fuerte durante todo el siglo. En cualquier caso el proceso revolucionario que abre la invasión francesa
supone una conmoción para la estructura social de España.
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28
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El golpe de Estado había sido posible gracias al apoyo recibido por el Rey de parte del ejército
(generales Elio y Eguía), de la nobleza y del clero reaccionario y, también, de un pueblo llano
que creyó firmemente en la voluntad real, y que por tano apoyó las medidas reaccionarias al
grito de ¡Viva el rey! ¡Muera la Constitución!
Los más sabios políticos han preferido esta monarquía absoluta a todo otro gobierno. El hombre
en aquélla no es menos libre que en una república; y la tiranía aún es más temible en ésta que en
aquélla. España, entre otros reinos, se convenció de esta preferencia y de las muchas dificultades
del poder limitado, dependiente en ciertos puntos de una potencia superior, o comprimido en
otros por parte de los mismos vasallos [...]
No pudiendo dejar de cerrar este respetuoso Manifiesto en cuanto permita el ámbito de nuestra
representación y nuestros votos particulares con la protesta de que se estime siempre sin valor
esa Constitución de Cádiz, y por no aprobada por V. M. ni por las provincias [...] porque estimamos
las leyes fundamentales que contiene de incalculables y trascendentales perjuicios, que piden la
previa celebración de unas Cortes españolas legítimamente congregadas en libertad y con arreglo
en todo a las antiguas leyes.
(...) 20. Quisiéramos grabar en el corazón de todos, como lo está en el nuestro, el convencimiento
de que la democracia se funda en la inestabilidad y la inconstancia; y de su misma formación saca
los peligros de su fin (...) O en estos gobiernos ha de haber nobles, o puro pueblo: excluir la
nobleza destruye el orden jerárquico, deja sin esplendor la sociedad.
21. La nobleza siempre aspira a distinciones; el pueblo siempre intenta igualdades: éste vive
receloso de que aquélla llegue a dominar.
40. En fin, Señor, esta Constitución, firmada el 18 del propio marzo (...) dice: Que la Nación
española es libre e independiente y no es ni puede ser patrimonio de nadie, ninguna familia o
persona. Y el artículo 14 expresa que el gobierno de la nación española es una monarquía
hereditaria: artículos inconciliables.
134. La monarquía absoluta es una obra de la razón y de la inteligencia: está subordinada a la ley
divina, a la justicia y a las reglas fundamentales del Estado: fue establecida por derecho de
conquista o por la sumisión voluntaria de los primeros hombres que eligieron sus Reyes (...) En un
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gobierno absoluto las personas son libres, la propiedad de los bienes es tan legítima e inviolable
que subsiste aún contra el mismo soberano (...)
Madrid. 12 de abril de 1814
El texto reivindicaba el carácter limitado del poder del Rey, convertido en un ser mesiánico,
infalible, elevado por encima de sus súbditos como personaje intocable y sacralizado. Se defendía
la Alianza del altar y el trono, divisa que pasó a significar la unidad entre los estamentos
privilegiados y la Corona para detener cualquier cambio en el sistema social y político. Y se
aseguraba una supuesta conspiración de liberales, masones y afrancesados para acabar con la 31
Monarquía a la que había que combatir con todas las armas posibles.
un Rey que prefirió cambiar de ministro tras ministro sin encontrar la solución al problema y pedir
dinero prestado al exterior, lo que aumentará todavía más el problema.
* Pronunciamiento liberales.
Frente al absolutismo comienza a desarrollarse una alianza formada por la burguesía, las
clases medias y populares con tradición liberal de las ciudades, y una parte del campesinado
despojado por los señores. A ello se suma una parte del ejercito, debido a que la oficialidad, que
antes de la guerra estaba formada exclusivamente por aristócratas, cambió su composición por
exigencias de la lucha; dirigentes guerrilleros hombres de origen campesino o de la burguesía
urbana en muchos casos próximos a los liberales alcanzaron por nombramiento de la Regencia o 32
de la Cortes altos cargos militares. Por ello nos encontrarnos con los llamados pronunciamientos
militares.
Los pronunciamientos para la reposición de la
Constitución eran sublevaciones militares con
participación de destacamentos ciudadanos.
En estos pronunciamientos desempeñaban un
importante papel los núcleos liberales
agrupados en sociedades secretas.
Constituyen un importante número: Espoz y
Mina en Navarra, Porlier en la Coruña; Vidal en
Valencia. Fueron sublevaciones que fracasaron
y generaron una represión mayor, pero en
todo caso, era la expresión del malestar
político y social en los ámbitos de tradición
liberal.
Por fin, el comandante Riego se subleva en Cabezas de San Juan (Sevilla) en 1820 con las
tropas que se concentraban para sofocar la rebelión en América el 1 de enero de 1820, tiene éxito
y recibe el apoyo popular necesario para triunfar, restaurándose la Constitución de Cádiz.
señoríos y la imposición de cargas tributarias a la Iglesia y las medidas contra las manos muertas,
abolición de los mayorazgos, obligación de vender las tierras de los conventos de menos de 24
frailes y de las Ordenes Militares. La Inquisición es de nuevo abolida y ya no volverá a ser
restaurada. Se empieza a elaborar un nuevo Código Penal. Se crea la Milicia Nacional, que debe
estar formada por milicias comunales de voluntarios, pero en la realidad tuvieron bastante
dependencia del ejército y pocos voluntarios.
Acentuando la desestabilización de régimen tenemos la presión de la calle tanto de
radicales exaltados, a través de las Sociedades Patrióticas, la oposición de los Estados absolutistas
de Europa, la resistencia del propio Rey que conspiraba secretamente con sectores de la nobleza y 33
de la Iglesia, (el rey utilizaba continuamente el derecho de Veto), incomprensión por parte del
pueblo, en especial del campesinado (el cual no reconoció en la Constitución sus tradicionales
aspiraciones al reparto de la tierra y la rebaja de los impuestos, y tampoco comprendió las
medidas del régimen contra la Iglesia y la reforma fiscal, que le perjudicaban).
* Retomando la revolución liberal-burguesa: obra legislativa del Trienio.
A lo largo de estos tres años las Cortes aprobaron una legislación reformista que tenía la
intención de acabar con el Antiguo Régimen. En el terreno agrario, se emprendió una legislación
dirigida a favorecer más a los propietarios rurales y urbanos que al campesinado, cuya decepción
fue determinante para explicar la caída del régimen en 1823. Entres sus principales medidas
destacan:
- Supresión de la vinculación de la tierra (mayorazgos, tierras eclesiásticas y comunales).
- Desamortización de la tierra de propios y baldíos con el propósito de dar tierras a militares
retirados y labradores con el fin de amortizar la deuda del Estado. Fue un fracaso ya que las tierras
las compraron los propietarios más potentados, acentuando las desigualdades.
- Desamortización eclesiástica, venta de la tierra de los conventos.
- Reducción del diezmo a la mitad, los diputados no se atrevieron a eliminarlo completamente por
miedo no arruinar a la Iglesia, lo que provocó el descontento campesino.
- Establecimiento de una contribución directa sobre la propiedad que debía aplicarse a partir de
1822.
- Política religiosa: Supresión de la Inquisición, la Compañía de Jesús y supresión de las
vinculaciones de la tierra de la Iglesia.
- Ley Orgánica del Ejército que establecía la subordinación al poder civil, una mejor instrucción y el
principio de desobediencia a toda orden que tendiera e atentar contra el orden constitucional. Se
restableció la Milicia Nacional, con el objetivo de contar con un cuerpo de defensa de la
Constitución de la Constitución.
- Reglamento General de Instrucción Pública, que establecía la secularización de la enseñanza
como principio, la centralización del sistema educativo, su extensión gradual, su ordenación en
tres niveles: primaria, secundaria y superior.
Los liberales heredaron el problema de la Hacienda anterior asumiendo la deuda del
gobierno anterior e ideando una reforma a medio plazo basada en una Contribución única y
directa, un impuesto sobre la propiedad de la tierra, y en los llamados consumos, o impuestos
directos, posiblemente hubiera comenzado a resolver el problema pero se puso en marcha en
1823 y, por tanto, incremento el malestar económico de los campesinos ante la inoperancia de los
liberales.
* Movimientos Contrarrevolucionarios.
El fracaso del trienio se precipitó, en realidad, por la acción de movimientos
contrarrevolucionarios y la posterior invasión francesa. El intento de golpe militar de 1822, con la
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sublevación de cuatro regimientos de la Guardia Real, y que fue sofocado por el ejército regular y
la Guardia Nacional provocó que los radicales se hicieran con el control del gobierno, dirigidos por
Evaristo San Miguel. A partir de se incrementó la dualidad: Radicales en el gobierno y movimientos
contrarrevolucionarios (fundamentalmente partidas realistas).
La oposición al régimen liberal provoca la formación de partidas realistas que plantean una
situación de guerra civil en Cataluña, Navarra Galicia y el Maestrazgo. Los insurrectos llegan a
dominar amplias zonas del territorio y a instalar una regencia absolutista en la Seo de Urgel en
agosto de 1822. La situación se radicaliza a partir de estas fechas. Al gobierno de los exaltados
responde el Rey con una actitud provocadora dentro de su competencia constitucional y una 34
actividad conspiradora cada vez más intensa. La toma de posición de la nobleza a favor del
absolutismo y el retraimiento de la burguesía preparan la intervención de la Santa Alianza.
Las potencias aliadas deciden en el Congreso de Verona (octubre de 1822) intervenir en
España, para volver a poner al Rey en la plenitud de sus derechos, esta intervención se le encarga
a Francia y 130.000 soldados franceses, llamados los cien mil hijos de San Luis, al mando del
Duque de Angulema, atraviesan toda la península y en septiembre logran devolver el poder
absoluto a Fernando (se encontraba con el gobierno en Cádiz).
Por decreto de 1 de octubre el Rey declara
la nulidad de todo lo decidido por la Cortes y el
gobierno durante los tres años constitucionales.
No se puede dejar de ver dos características
fundamentales, en primer lugar la marcha de las
tropas francesas por el territorio ha sido un
simple paseo militar casi sin obstáculos, lo cual
nos hace pensar que el pueblo campesino es
absolutista, puesto que no lucha contra unos
extranjeros que viene a reponer al rey en sus
derechos absolutos. En segundo lugar es
necesario ver la actitud cruel y vengativa de
Fernando que ejecuta gran cantidad de liberales,
lo cual hace que se radicalicen las posturas de los liberales del país y de los que logran huir a
Inglaterra.
Inquisición, fue sustituida por Juntas de Fe, que recibieron el encargo de censurar y vigilar todas
las publicaciones y opiniones para evitar cualquier tipo de propaganda liberal.
Además de estas medidas, se creó el Voluntariado Realista formado por partidarios del
absolutismo más rígido, que sustituyeron a la abolida Milicia Nacional y actuaron agudizando la
represión en una oleada de “ajustes de cuentas” que se llevó por delante a 80.000 personas.
Carlos María Isidro, hermano del rey y su sucesor al no tener el rey descendencia. Este grupo
radical se conocerá con el nombre de Apostólicos y su lema “Dios, patria y rey”.
En 1826 aparecen partidas realistas en el norte, formadas por campesinos y dirigidas por
militares descontentos y clérigos ultrareaccionarios. Tras la aparición de un Manifiesto de los
Realistas Puros en 1826 estalló una insurrección general en el Pirineo catalán, la llamada Guerra
de los agraviados que finalmente es vencida con la participación del Fernando VII. La guerra
supone la ruptura definitiva del bando absolutista, nace el carlismo.
En 1829 Fernando VII se casa con doña María Cristina y en 1830 nace una niña, la futura
Isabel II, para que ella gobierne Fernando tiene que derogar la Ley Sálica que impedía el acceso de
las mujeres al trono, los apostólicos, dirigidos por el hermano del rey Carlos María Isidro, no
reconocerán la derogación de esta ley, y a la muerte de Fernando VII estallará una guerra entre los
partidarios de Isabel (isabelinos) y los partidarios de Carlos María Isidro (a partir de ahora se les
conocerá como carlistas, nombre que también se utiliza para designar a esas guerras).
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Durante los años que hemos estudiado se produce en América una revolución liberal e
independentista de carácter liberal similar a la producida en España, fracasado el proyecto
“federal” de Cádiz, “Españoles de ambos hemisferios” los americanos se lanzan a su
independencia política. La analizamos brevemente teniendo en siempre que es un proceso
paralelo y determinante de la política interna peninsular.
a) Motivaciones.
Los criollos serán los artífices de la independencia de las colonias y serán la élite 38
gobernante de los nuevos países independientes. Entre sus aspiraciones estaban las de conseguir
libertad de comercio con todos los países y no sólo con España, los desastres navales de San
Vicente y Trafalgar romperán las comunicaciones con América y el libre comercio será la
consecuencia más importante de este hecho. Las reformas del XVIII habían aumentado el control
de las colonias por los funcionarios españoles, desplazando a los criollos que ahora, en las nuevas
circunstancias, esperan su revancha.
Por otra parte la Iglesia será otra cantera de revolucionarios, sobre todo cuando se
conocen en América las medidas desamortizadoras de Carlos IV o algunos decretos de las Cortes
de Cádiz, estos hechos les hará decantarse por el independentismo defendido por los criollos. La
independencia de los Estados Unidos es para ellos un ejemplo a seguir.
La culta minoría criolla, cabe llamarla burguesía local, hará suyos los ideales de la Ilustración que
justificarán plenamente el levantamiento revolucionario y proporcionará la justificación ideológica
del movimiento de emancipación.
b) Precedentes.
Durante la guerra de la Independencia contra los franceses se forman en América juntas
similares a las españolas para luchar contra Napoleón, que en un principio reconocen su fidelidad
a Fernando VII. Acto seguido los criollos sustituirán a los españoles en la dirección de esas juntas y
éstas evolucionarán hasta convertirse en foros para la independencia, contarán con la oposición
de funcionarios, indios y españoles, el enfrentamiento posterior es, por tanto, una guerra civil
entre americanos.
c) Desarrollo.
* La primera fase y su fracaso.
En 1810 en México Hidalgo y Morelos se levantan por la independencia, sofocado el
levantamiento son fusilados por las autoridades españolas. También en 1810 Saavedra proclama
la independencia de Argentina. En 1811 Bolívar y Miranda convocan el Congreso de Caracas para
la independencia de Venezuela. En 1812 se sublevan en Chile los hermanos Carreras. Tras la
Guerra de la Independencia se manda a América al general Morillo para que aplaque los
levantamientos, pacifica casi todo el continente, aquí acaba esta primera fase. El esfuerzo español
ha sido enorme y dejan de llegar refuerzos.
* La segunda fase y el triunfo.
Se inicia a mediados de la segunda década del XIX. En 1816 el Congreso de Tucumán
declara nuevamente la independencia de Argentina. El general San Martín atraviesa los Andes y
derrota a los españoles en Ayacucho, este hecho marca la independencia de Chile. Mientras tanto
Perú sigue fiel a España, está en manos del virrey Abascal, pero no podrá aguantar mucho tiempo.
En 1820 Riego, con las tropas destinadas a pacificar América, se levanta en Cabezas de San
Juan, tal y como hemos visto, a América no llegan refuerzos y Morillo, solo, no tiene más remedio
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que pactar con los rebeldes. En España los liberales no le dan importancia al asunto y los
españolistas en América quedan aislados. Estados Unidos reconocerá rápidamente a las nuevas
repúblicas.
En 1821 Bolívar vence a los españoles en la batalla de Carabobo. También en ese año
Iturbide declara la independencia de México. Cuando en 1823 interviene la Santa Alianza en
España para restaurar a Fernando VII como rey absoluto, el presidente Monroe de los Estados
Unidos, ante el temor de que tropas europeas vayan a América, está dispuesto a intervenir si es
necesario para ayudar a los rebeldes, se inicia con este hecho algo que será una constante en la
política de los Estados Unidos, considerar a los países hispanoamericanos como zona exclusiva de 39
su intervención imperialista (América para los americanos).
VOCABULARIO BÁSICO:
- Absolutismo: Sistema político en el que el rey ostenta en teoría el poder único y total del Estado y es a la
vez fuente de todo poder y de toda ley.
- Afrancesado: Término con el que se designó a los españoles partidarios de José I Bonaparte y de la
Constitución de Bayona. Aristócratas e intelectuales en su mayoría, fueron rechazados por los liberales y por
los absolutistas, debido a su colaboración con los franceses.
- Amortización, propiedad: Nombre que reciben los bienes inmuebles o rústicos que estaban en posesión de 40
las llamadas “manos muertas” por pertenecer al clero, nobleza y municipios. Estaban sujetos a alguna
vinculación que no permitía su venta, división ni libre disposición para ser transformados en propiedad
privada.
- Antiguo Régimen: Sistema económico, social y político que procedía de la descomposición del feudalismo
medieval. El término Antiguo Régimen fue la expresión que utilizaron los revolucionarios franceses de 1789
para designar la sociedad que querían cambiar. Designa, pues, el conjunto de normas, estructuras sociales y
formas de gobierno y propiedad que si dieron en Europa hasta las revoluciones liberales iniciadas a fines del
XVIII.
- Bayona, abdicaciones de: Nombre que recibe la renuncia de Fernando VII y de su padre, Carlos IV, al trono
español a favor de Napoleón, tras lo cual el emperador nombró rey a su hermano José I Bonaparte, el día 7
de junio de 1808, en la ciudad francesa de Bayona.
- Burguesía: Grupo muy amplio que ocupaba la mejor posición dentro del tercer estado o pueblo llano.
Incluía a comerciantes, propietarios de los talleres y otros negocios, rentistas, funcionarios, profesionales,
médicos, artistas, hombres de letras y científicos.
- Cortes de Cádiz: Asamblea política que se reunió en Cádiz entre los años 1810-1814, durante la guerra de
la Independencia. Fue convocada por el Consejo de Regencia para restablecer la Constitución de la
monarquía. Los cien diputados que asistieron en representación de todas las provincias de España y de la
América española juraron la soberanía nacional con expresa abolición de la monarquía absolutista. En estar
Cortes se suprimieron las bases jurídicas del Antiguo Régimen y se elaboró la Constitución de 1812, donde
quedaron plasmadas las ideas liberales de gobierno (libertad de imprenta, abolición de los derechos
señoriales y de la Inquisición, desamortización eclesiástica, etc.).
- Desamortización: Nombre que recibe el conjunto de leyes y reales decretos sobre la incautación de los
bienes eclesiásticos con el fin de ponerlos en venta y con su montante sanear la Hacienda pública y
liberalizar el mercado de la tierra.
- Deuda Pública: Préstamo que pide el Estado para conseguir ingresos que equilibren los gastos. Una de las
formas de obtener ingresos consiste en emitir unos papeles impresos, llamados títulos, que los ciudadanos
pueden adquirir por un precio determinado y que se le devolverán al cabo de un tiempo con intereses. Uno
de los problemas de España fue la imposibilidad de devolver el dinero de la deuda a quienes habían
adquirido títulos.
- Estamento: Cada uno de los grupos sociales en los que se dividía la sociedad del Antiguo Régimen. Cada
estamento tenía sus propias leyes y un régimen económico diferenciado.
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- Guerrilleros: Término que se aplica a los civiles armados que se reunían en pequeñas partidas para luchar
contra un ejército. La lucha de guerrillas supuso un nuevo concepto de la guerra en la que todo estaba
permitido: asaltar por sorpresa, envenenar las aguas, etc. Guerrilleros famosos en la guerra de la
Independencia española contra Francia fueron Juan Martín conocido como el Empecinado, que actuó en
Castilla; Francisco Espoz y Mina, en Navarra; el cura Merino, en Burgos; Julián Sánchez, el Charro, en
Salamanca.
- Liberalismo: Doctrina política surgida en el siglo XVIII (Locke, Montesquieu, Rousseau) y movimiento
político que se desarrollo durante el siglo XIX con el objetivo de construir sistemas políticos basados en a
libertad individual, en unas constituciones elaboradas por representantes políticos de los ciudadanos y en el
control del poder ejecutivo por los poderes legislativo y judicial.
- Monarquía absoluta: Forma de gobierno en la que el poder supremo está en manos de una sola persona
llamada rey, soberano, emperador, monarca o príncipe.
- Manifiesto de los Persas: (1814) Documento dirigido a la opinión pública y firmado por un grupo de
diputados de las Cortes de Cádiz que se oponían al liberalismo. En él se pedía a Fernando VII que instaurase
el absolutismo y le proponían una convocatoria a Cortes no parlamentarias. El nombre del documento
deriva de su primera frase (ver texto). Se admite que el autor pudo ser Bernardo Mozo de Rosales, marqués
de Mataflorida y diputado a Cortes por Sevilla.
- Privilegio: El privilegio o ventaja jurídica era la base de la división social durante el Antiguo Régimen.
- Pueblo llano: O tercer estado, era uno de los tres estamentos en que se dividía la sociedad del Antiguo
Régimen. Comprendía la mayoría de la población y carecía de privilegios jurídicos y económicos. Tenía, por
tanto, que pagar impuestos y su trabajo sustentaba al conjunto de la sociedad.
- Señorío territorial: El señor poseía la propiedad de la tierra. Los campesinos debían pagar al señor unas
rentas por la explotación de sus parcelas.
- Señorío jurisdiccional: El señor ejercía la justicia, nombraba cargos o percibía impuestos por el uso de los
monopolios señoriales (horno, molino, bodega, pasos, etc.). Este derecho permitía al señor juzgar a los
habitantes de sus lugares, tener inmunidad respecto al poder del rey y dictar órdenes y normas en ese
territorio.
- Separación de poderes: Principio defendido por Montesquieu, siguiendo el modelo inglés, con el fin de
evitar el abuso de poder. El poder legislativo, que elabora las leyes, correspondía a los Parlamentos, en los
que debían estar representados todos los grupos sociales. El poder ejecutivo, que hace cumplir las leyes,
debía estar en manos del rey. Y el judicial, que administra la justicia, debía ser independiente.
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