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Acercamiento a la noción de FILOSOFÍA.

La idea que se ha hecho corriente, según la cual la filosofía es algo complicado, oscuro e inútil,
responde entre muchas cosas, por una parte, a ciertos prejuicios generados por una aburrida
enseñanza filosófica. Y por otra, a algo que le es propio, porque ya lo dijo Hegel: “la filosofía,
desde el punto de vista de la sana razón humana, es el mundo al revés”.

Y es que la modalidad reflexiva y crítica, característica del quehacer filosófico, no se conforma


con lo que aparece como “cierto” en primera instancia, con la evidencia ingenua de que 1+1=2,
o que el verde es verde, sino que exige ver y poner “el mundo al revés”, desestructurarlo para
reestructurarlo, comprenderlo, cambiarlo.

REFLEXIONES A PARTIR DE LA ETIMOLOGÍA DEL TÉRMINO FILOSOFÍA.

El término “FILOSOFÍA”, proviene del griego y está compuesto por dos raíces: “philo”, que
significa aspiración, simpatía, amor; y “sophía” que significa sabiduría. Se admite pues que es
término puede interpretarse como “aspiración, búsqueda de sabiduría” lo que se diferencia de
un estado de “posesión de la sabiduría”, que como es obvio, terminaría con la búsqueda y la
aspiración.

En esta raíz etimológica del término, está encerrada la cuestión de la “actitud filosófica”. Una
actitud de búsqueda cuyo objetivo es la sabiduría. Sabiduría que se diferencia de <saber>,
término que denota más un conjunto de conocimientos teóricos de los cuales tenemos
garantía de su certeza; en tanto que <sabiduría> apunta más a una práctica sabia de la vida,
cuidadosa y reflexiva tanto en el plano teórico del conocer como en el plano práctico del
hacer.

Una actitud que porque <aspira> es <abierta> y <relativa> puesto que se desarrolla como
camino de búsqueda en lugar de proponerse en sí misma como acabada y completa en
relación a su fin, es decir <absoluta>. Una actitud que recoge lo más característico de lo
humano: su indefinición e insatisfacción a la vez que su anhelo de alcanzar metas. Para el caso
la meta es la <sabiduría>, que se abre como un horizonte de <plenitud> o <completitud>.

Que el hombre contemporáneo filosofe porque aspire a la <sabiduría> (en el sentido griego),
puede ser dudoso. Pero de lo que no cabe la menor duda es de que filosofa porque sigue
aspirando a conocer y conocerse, a transformar y transformarse, todo lo cual surge de esa
necesidad de <completitud> que marcábamos.

El hombre no ha saturado su capacidad de ASOMBRO. Y del asombro nace la PREGUNTA, y con


la pregunta el PROBLEMA, y con el problema el intento de resolverlo: en esta secuencia va esa
aspiración siempre renovada de conocimiento y sabiduría.

Tampoco hemos dejado de vivir y experimentar lo que el filósofo K. Jaspers divulgó con la
expresión <situaciones límite>: el nacimiento y la muerte, el fracaso y el azar de las
circunstancias, la experiencia del dolor, el sin-sentido, la enfermedad, la vejez, etc. Situaciones
negativas, <limitadoras>, que al enfrentarnos con nuestras posibilidades e imposibilidades nos
inducen a reflexionar, a profundizar sobre nosotros mismos y el mundo que nos rodea. Las
<situaciones positivas> no consideradas por K. Jaspers, también pueden ser ocasión para la
reflexión, aunque no <invitan> de forma espontánea a esta búsqueda del sentido.

Por otra parte, la humanidad actual tampoco ha dejado de vivir en la duda e incluso en la
incertidumbre radical acerca de su destino, puesto que las conquistas científico – tecnológicas
lo han colocado frente a la posibilidad del auto – exterminio y el exterminio de toda la vida en
el planeta.

Hemos caracterizado la actitud filosófica como una búsqueda sin término de aquello que
satisfaga en el hombre de hoy el asombre, la incertidumbre, que le sigue generando su
existencia en el mundo. Hemos afirmando también que <del asombro nace la pregunta y con la
pregunta el problema y con el problema el intento por resolverlo> y sostenemos que en esta
secuencia trascurre el evento filosófico.

PROFUNDIZANDO EN LAS FUENTES DE LA ACTITUD FILOSÓFICA.

Los autores destacan la significación filosófica de la incapacidad de inquietarse frente a los


conocimientos, de vivenciar un cierto desasosiego, de re-vivir la percepción como si el
espectáculo, aún de lo cotidiano, se presentara por primera vez. Sólo a partir del ASOMBRO se
dispara cualquier esfuerzo de reflexión. El ASOMBRO se nos manifiesta como condición
necesaria aunque no suficiente de la actitud filosófica. Es generador de interrogantes que
dinamizan el diálogo del hombre consigo mismo y con el mundo.

La actitud contrapuesta al asombro es la <indiferencia>. Es improbable el desinterés absoluto.


Sin embargo, es frecuente el interés circunscripto (restringido) sólo a lo vital. El individuo
permanece como anestesiado frente a cualquier circunstancia del mundo que ponga en juego
su presente inmediato, e por tanto, incapaz de maravillarse e involucrarse en profundidad con
las cosas.

La <conciencia asombrada> deviene en <conciencia que interroga>, que busca respuestas, y la


interrogante se organiza en <un problema a dilucidar>. A partir de ahí surgirán hipótesis más o
menos plausibles. El sujeto se dinamiza, sondea el objeto de interés, interactúa con él. El
proceso de indagación pone en juego las tres dimensiones en que el hombre se mueve y que
caracterizan la praxis: dimensión cognoscitiva, práctica y axiológica. Es decir, el hombre como
un ser capaz de conocer, transformar y valorar. Y estas posibilidades se involucran entre sí al
punto de tener autonomía.

La <indagación> tendrá como resultado alguna respuesta a las interrogantes que ha generado
el <asombro>. Si el hombre toma estas respuestas como definitivas e inapelables, si las maneja
como supuestos rígidos de su conocimiento y su acción en el mundo, incurre en lo que
filosóficamente se denomina <actitud dogmática>.

El dogmatismo es una postura anti – filosófica por excelencia. Pues si supongo que estoy en
posesión de la verdad absoluta, se vuelve estéril (ineficaz) la indagación. Sin embargo, es
necesario reconocer que el dogmatismo no es extraño a la historia del pensamiento filosófico.
Muchos filósofos, si bien parten de una reflexión crítica y revulsiva respecto a otros
pensadores, terminan por plantear su alternativa como la verdad última. Es decir, a veces en
forma inadvertida, el filósofo resulta traicionado en el camino que el mismo ha emprendido.

Al dogmatismo se contrapone el ESCEPTICISMO, aplicación rigurosa de la duda crítica. No en el


sentido desviado que el término ha tomado hoy en el lenguaje vulgar, como <un no creer en
nada>. Desde su etimología la postura escéptica supone escrutar las verdades, hacerse
cuestión de las cosas, problematizarlas allí donde otros creen haber llegado a hacerlas
incuestionables.

La conciencia de los límites del conocimiento humano y sus contradicciones, conduce, en


ocasiones a un escepticismo radical. En este caso, el sujeto se limita a marcar la imposibilidad
de que el hombre pueda alcanzar cualquier certeza y a revelar la duda y la suspensión de todo
juicio como las únicas posturas coherentes. Esta modalidad de escepticismo también es
negadora de la filosofía, pues la concibe como una empresa inútil.

Hay, sin embargo, un escepticismo que es inseparable de la Filosofía. Como dice Martha López
Gil, <es el que trata de resguardarla suprimiendo todo acabamiento, toda palabra última, toda
determinación final>. Es casi una exigencia ética para el filósofo aplicar su mirada lúcida,
haciendo uso de la duda como un método orientado a echar abajo y reconstruir la
argumentación. En este sentido, la seguridad, la comodidad intelectual no son compañeras de
la filosofía. La conciencia filosófica es corrosiva, vive en desasosiego, en conflicto consigo
misma.

VICISITUDES DE UN TÉRMINO: de ALETHEIA a “AMOR A LA SABIDURÍA”.

Posición de J. Ortega y Gasset.

La formación del término “filosofía” tiene una historia determinada dentro de la cultura.
ALETHEIA es el primer que se utiliza para designar el tipo de <actividad indagadora> que
posteriormente sería la filosofía.

El término ALETHEIA –utilizado por los primeros filósofos griegos- significa VERDAD pero en un
sentido especial: como DES-CUBRIMIENTO, DE-VELAMIENTO (quitar velos). O sea, con este
término se designa <la activa averiguación de la realidad desnuda tras los ropajes de falsedad
que la ocultan>.

En la medida que esa actividad de indagación, que practicaban ciertos hombres, comienza a
ser conocida y pasa a ser una <ocupación social> identificable <desde fuera>, la situación varía
y: “entonces la palabra ALETHEIA, <averiguación, tan ingenua, tan exacta, tan trémula y niña>,
empiezan a <pasarle cosas>… Inventado el nombre de ALETHEIA para uso íntimo, era un
nombre en el que no estaban previstos los ataques del prójimo y, por lo tanto, indefenso”
(Ortega y Gasset).
Cuando la nueva <fauna de pensadores> empieza a ser conocida, empieza a ser juzgada su
actividad; empieza a ser criticada por los grupos sociales que tenían otras ocupaciones. ¿Qué
averiguan, qué des-cubren los filósofos? ¿Qué peligro social encierra esa averiguación de la
<verdad desnuda tras los ropajes de la apariencia>?

“… ellos tuvieron que abandonar aquel nombre, tan maravilloso como ingenuo, y aceptar otro,
de generación espontánea, infinitamente peor pero… más práctico, más cauteloso”.

¿Cuál fue la razón de este cambio? ¿Por qué se produjo?

Ortega plantea que para poder contestar estas preguntas hay que rastrear el modo en que,
durante el siglo V a.C. en Grecia se había formado un “tipo nuevo de hombre: el pensador”.

“…la vaguedad de esta palabra es oportuna porque la realidad que denomina también es vaga.
Que sea propiamente el pensador, no va a precisarse hasta un siglo después en la Academia
platónica…era menester que esta figura humana del pensador la practicase toda una serie de
individuos para que aquella ocupación se desindividualizase y se convirtiera en típica,
modelando todo un tipo de hombre y algo así como un oficio…”.

Ya Heráclito y Parménides tienen una conciencia clarísima de que su pensar, al ser un pensar
“frente a la doxa era constitutivamente PARADOXA”. Este carácter paradoxal -repárese en el
vínculo entre <ir contra la opinión consabida> y el significado del término <paradoja>- ha
perdurado, dice Ortega y Gasset, a lo largo de toda la evolución filosófica.

La socialización de la figura del <pensador> se produce a lo largo del siglo V a.C. y tan pronto
como el <demos> (pueblo) percibió la “figura del pensador” como aquel cuya misión era
sostener y defender “para-doxas”, es decir, IDEAS PROPIAS Y OPUESTAS A LA DOXA, la
situación de este cambia radicalmente, porque la reacción social frente a él es NEGATIVA y no
tiene más remedio que contar en su actuación con ciertas precauciones defensivas.

Esta nueva y difícil situación pública del pensador, es la que dio origen al nombre “FILOSOFÍA”.
La palabra FILOSOFÍA surgió como un término de compromiso: había que encontrar un nombre
que fuese a la vez <defensivo> frente a la opinión pública aceptada (doxa) y <ofensivo> frente
a otras formas de “pensamiento” que se daban en la época.

La palabra <filosofar> y <filósofo> existían en la lengua griega desde el siglo VI a.C. pero el
sustantivo FILOSOFÍA, hace su aparición (según Ortega y Gasset) hacia la mitad del siglo V a.C.,
en la década del año 440: de vocablo impreciso, se transformó en Platón en un término preciso
y riguroso.

“…esta conversión tiene lugar en Platón. Su obra entera es un denodado esfuerzo para dar a la
palabra <filosofía> un sentido riguroso. Pero el hecho de que desde sus primeros escritos
aparezca tan preocupado con este nombre, prueba que su predilección por el mismo es cosa
heredada de Sócrates…”

Con Sócrates, el primer ciudadano ateniense que en forma más pública aparecía ocupándose
con las nuevas ideas, fuese para exponerlas o para criticarlas, se puso de manifiesto la
“PELIGROSIDAD de la ocupación filosófica”.
¿Y cuál era el mensaje de Sócrates, que Platón va a recoger?

Era un mensaje sumamente paradójico. Frente a los saberes que pomposamente se


ostentaban por entonces en Atenas, el saber que Sócrates pretendía poseer era un “saber que
no se sabe”, una DOCTA IGNORANTIA.

Por otra, le importaba diferenciarse -frente a la opinión pública- de los <naturalistas> y


<retóricas>. Y debía irritarle que se le llamara <sofista> (“maestro de los saberes de la época”).

“…es la formal repulsa a considerarse como sabio, menos aún como maestro de saberes o
sofista. Precisamente, porque su saber es negativo, lo deja lleno de anhelo por lo que le falta.
Al descomponer la palabra (filo: amor, búsqueda; Sofía: sabiduría) debió encontrarse Sócrates
con la más exacta expresión de lo que él quería aparecer siendo: afanoso, anheloso de
saber…”.

*Extraído del libro “MATERIALES PARA LA CONSTRUCCIÓN DE CURSOS DE FILOSOFÍA”

Autores:

Marisa Bertollini

Mauricio Langón

Mabel Quintela

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