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OSCAR WILDE

LIBERTARIO.
"EL ALMA DEL HOMBRE EN EL
SOCIALISMO"
Desde Costa Rica, Rodrigo Quesada Monge

Presentación.

En esta ocasión, mi querido lector, me tomaré


la atribución de hablarte de aspectos poco
conocidos de la obra y quehaceres de nuestro
querido Oscar Wilde 1. No es extraño que para
autores como Borges por ejemplo2, los
aspectos políticos de la obra del imponderable
poeta irlandés hayan pasado desapercibidos, lo
mismo que su homosexualidad o su
nacionalismo para otros. Ya lo decíamos en un
trabajo anterior (ver ESCÁNER CULTURAL
No. 17): Ser irlandés, rojo y maricón, fueron
las tres grandes desgracias para un hombre que siempre creyó en que
la belleza, la lucidez intelectual y el sentido de lo cotidiano eran
fundamentales para cualquiera que, desde la contemporaneidad,
aspirara a dejar su huella en el corazón de los hombres.

Como le sucediera a muchos otros grandes talentos artísticos de


nuestro siglo XX, la calidad de su viaje hacia la actualidad se midió
por su disposición al sacrificio, por ese talante con que algunos se
atreven a pasar por las alambradas de la sevicia, la envidia y la
intolerancia.

Porque dos de las palabras fundamentales en el ideario "wildeano",


libertad y tolerancia, irían a ser completamente vaciadas de su
contenido a lo largo del siglo, por aquellos cuya brutalidad algunos
bien hubieran querido llamar elegancia, atributo del que Wilde
estaba dotado con natural abundancia.

En su extraordinario trabajo, EL ALMA DEL HOMBRE EN EL


SOCIALISMO 3, se puede hallar ingredientes de la excepcional
vitalidad de que era portador, para nuestra más cabal comprensión de
los tiempos que vivimos. Es este un pequeño ensayo de poco más de
treinta páginas en el cual se encuentran reunidas las ideas principales
de lo que consideramos la primera crítica, articulada y fértil de lo
que sería nuestra época. Ya veremos en qué nos sustentamos para
decir esto pero, mientras tanto, queremos indicarle al lector que, en
esta ocasión, nuestro trabajo se dividirá en cuatro partes, las cuales
buscan despejar con claridad la lectura que hemos hecho de este
bello texto de Wilde.

Las partes a que hacemos referencia son las siguientes:

1. Moderno o contemporáneo.

2. Perfección en el individualismo.

3. Entre ética y estética.

4. En los dominios de lo bello.

MODERNO O CONTEMPORÁNEO.

Dice un estudioso español del poeta irlandés que su ensayo THE


SOUL OF MAN UNDER SOCIALISM (EL ALMA DEL
HOMBRE BAJO EL SOCIALISMO) es uno de los menos
comentados de su rica y valiosa producción ensayística 4. Esto no es
cierto solamente en lengua española, donde conocemos poco la obra
de Wilde en cualquiera de sus múltiples dimensiones, sino también
en particular con relación a este pequeño ensayo de escasas treinta y
dos páginas. Pareciera producir escozor mucho de la vigente
argumentación que nos hace Wilde, en ese trabajo, sobre los grandes
temas de la cultura contemporánea.

Un asunto es claro: si consideramos a Wilde "el primer hombre


moderno" (léase "primer intelectual contemporáneo"), su itinerario
ideológico debería poder resumirse a partir de la instrumentalización
que hiciera de sus convicciones, prejuicios, emociones e ideas en el
quehacer cotidiano. El hombre moderno supo tender puentes entre
sus pensamientos y la realidad que lo rodeaba. El hombre griego, e
incluso el romano, fueron espléndidos en la construcción de grandes
edificios teóricos los cuales, solamente siglos después, podrían ser
considerados descripciones aproximadas de la realidad. Mientras ese
momento llegaba, los quehaceres cotidianos de los hombres, se
llenaban de mitología y religiosidad. Esto lo supo articular también
de manera espléndida la Iglesia durante la Edad Media. Pocas
instituciones a lo largo de la historia, han sido tan conscientes de su
necesidad, por razones de poder, de escamotearles a los individuos
sus posibilidades de acercarse a la vida real para transformarla. El
gran propósito precisamente de la religión estatuida es ese: impedir
que los hombres alcancen a tender el puente entre pensamiento,
emociones y vida real. Una de las salidas para que ese acercamiento
se tornara operable en términos hermenéuticos fue el propuesto por
la misma Iglesia: la racionalidad teológica. La otra fue la tecnología.

La revolución industrial, cuyos estertores más seminales se


encuentran en el Renacimiento, no es simplemente el triunfo de la
máquina, bruta y brutal al mismo tiempo, sino de manera ineludible
el triunfo de la racionalidad pragmática, es decir, una entre muchas
otras, de las formas factibles de tender el puente entre pensamiento y
vida real. El inventor resume de manera magistral ese sentido de lo
fáctico, tan propio de la racionalidad burguesa desde el
Renacimiento, porque con sus acciones traduce una cotidianidad
sobre la cual el hombre común no tiene ningún control. La máquina
hace posible ese control. Un realismo así de abrumador, al final, se
tornó en el escenario inevitable de una burguesía tan segura de sí
misma que creyó que sus valores deberían ser impuestos por la
fuerza al resto de la humanidad.

Ahora bien, es ese sentido de lo fáctico lo que le produce escalofríos


a Oscar Wilde. El ensayo que aquí comentamos es en esencia
premonitorio; nos dice: "La principal ventaja que resultaría del
establecimiento del Socialismo sería, indudablemente, que el
Socialismo nos relevaría de la sórdida necesidad de vivir para otros,
la cual, en las condiciones de hoy, presiona de manera tan fuerte
sobre todo el mundo. De hecho, nadie escapa" 5.

Las condiciones materiales objetivas de la producción capitalista, las


cuales ejercen una enorme presión sobre la vida cotidiana de las
personas, definitivamente eran para Wilde una desgracia
indescriptible. La pobreza que el poeta critica, y que presencia con
inquietante agitación, no es una elección que han hecho los hombres,
sino una condición que la sociedad burguesa les ha asignado. Por
eso, propone:

"El objetivo apropiado sería intentar reconstruir la sociedad sobre


tales bases que la pobreza sea imposible" 6.

La reconstrucción de la sociedad en este caso, no será el gesto


antojadizo de aquellos que se sienten a sí mismos depositarios de las
fórmulas correctivas correspondientes, sino sobre todo de hombres y
mujeres que han recuperado su verdadero y profundo sentido de la
individualidad: los artistas y los intelectuales en general. Bien por
ello, podemos definir a Oscar Wilde como el "primer intelectual
contemporáneo".

El poeta considera que la caridad es una desgracia. "La caridad crea


una multitud de pecados" 7, nos dice. Sobre todo porque la caridad
bloquea la plena y creativa expresión de la individualidad. Para
Wilde, el gran logro del socialismo sería precisamente despejarle a
los hombres el camino hacia el todo comprensivo despliegue de su
individualidad 8.

Pero el régimen de propiedad privada, causante principal de esta


pobreza que Wilde critica, se encuentra en la esencia misma del
perfil material que explica el estrangulamiento del alma de los
hombres en el capitalismo. En el socialismo, el alma será un asunto
de la máxima importancia porque su expansión o su destrucción son
decisiones que le pertenecen a los individuos, no a los estados,
enemigos feroces de la individualidad de las personas. "El estado
hará lo que es útil. El individuo lo que es bello" 9.

La contemporaneidad de esta obsesión por el individualismo, hace


de Wilde un profeta de los tiempos actuales. La modernidad de su
racionalismo cede lugar finalmente a la contemporaneidad de sus
emociones, cuando estas reposan más en las contorsiones
existenciales de los individuos antes que en los espasmos colectivos
de las comunidades. El socialismo de Wilde no tiene nada que ver
con una determinada concepción del Estado. En eso se nos parece
más a un anarquista. Y el pensamiento ácrata pertenece al futuro, no
al pasado. Pero además es un anarquismo individualista, para el cual
"la verdadera perfección del hombre reside no en lo que el hombre
tiene, sino en lo que el hombre es" 10.

PERFECCIÓN EN EL INDIVIDUALISMO.

De acuerdo con nuestro poeta, dos son los motivos principales por
los cuales, el individualismo no ha crecido y se ha expandido lo
suficiente: primero el Estado, y luego, el régimen de propiedad
privada. Para el anarquismo individualista, del cual Oscar Wilde es
uno de los principales representantes, al lado de figuras del calibre
de Thoreau, Tolstoi, Dostoyevsky, Stirner, Conrad y otros 11, el
desarrollo de la personalidad es el ingrediente crucial para
comprender qué clase de nueva sociedad puede construirse, con la
activa participación de individuos felices y realizados. En la página
22 del ensayo que aquí estudiamos, en su versión inglesa, Wilde nos
despliega a cabalidad su ideario anarco-individualista, sin dejar por
fuera un solo aspecto de la clase de utopía con que sueña. Entre otras
cosas anota: "La personalidad del hombre será maravillosa. Será tan
maravillosa como la personalidad de un niño". 12

Nuestro poeta sueña con una sociedad donde el Estado no exista,


donde las expresiones de la autoridad hayan desaparecido por
completo, debido a que se han vuelto absolutamente innecesarias. Ni
siquiera en un Estado socialista o de socialismo autoritario cree
Wilde, porque, sostiene, "bajo un sistema de barraca industrial, o en
un sistema de tiranía económica, nadie podrá disponer de ningún
tipo de libertad semejante" 13 a la que, según él, es posible aspirar en
la sociedad victoriana, dentro de ciertos márgenes, establecidos por
la racionalidad burguesa que nos heredó en la práctica la revolución
francesa.

Con ese criterio, Wilde nos habla de utopía dentro de los cánones
más convencionales desarrollados por aquellos sectores de la
intelectualidad burguesa que no comparte el ejercicio del poder. "Un
mapa del mundo, nos dice, que no incluya Utopía, no vale la pena ni
mirarse, porque deja por fuera el país al que la Humanidad siempre
busca llegar. Y cuando la Humanidad llegue ahí, aprenderá, y viendo
un país mejor, se hará a la vela de nuevo. El Progreso es la
realización de Utopías" 14.

En estas condiciones, el individuo podrá aprender lo que quiera,


practicar la religión que se le antoje, si necesita alguna, comer y
beber cuanto pueda, amar a quien se le ocurra y crear, sobre todo
crear, porque para Wilde la sociedad de la Utopía que él sueña, debe
darles a los hombres y mujeres la posibilidad de amar y construir lo
bello, algo que hasta ahora "la tiranía de las necesidades" ha hecho
imposible.

"En el presente, dice Wilde, debido a la existencia de la propiedad


privada, una cantidad importante de gente ha podido desarrollar
cierta dosis de individualismo. No necesitan trabajar para vivir, y
debido a ello han podido escoger la esfera de actividad que les es
pertinente y les dé placer. Ellos son los poetas, los filósofos, los
hombres de ciencia, los hombres de cultura, en una palabra, los
hombres de verdad, los hombres que se han realizado a sí mismos, y
a través de los cuales la Humanidad se ha realizado parcialmente.
Por otro lado, hay otra cantidad de gente que, sin tener ninguna
propiedad material, y siempre al borde de la más pura miseria, son
obligados a realizar el trabajo de las bestias de carga, un trabajo que
no les agrada, y que deben cumplir en virtud de la perentoria,
irracional y degradante tiranía de la necesidad. Ellos son los pobres,
y carecen de buenos modales, de encanto en el hablar, de
civilización, cultura o refinamiento en sus placeres, o de gusto por la
vida. De su fuerza colectiva la Humanidad ha ganado mucho en
prosperidad material. Pero sólo ha importado la ganancia material, y
el hombre pobre no ha tenido absolutamente ninguna importancia. Él
ha sido solamente un átomo infinitesimal de una fuerza que, si en
algo importa, lo ha aplastado. Es más, lo prefiere aplastado porque
de esta forma es más obediente" 15.

El pobre no ha podido desplegar sus talentos y su personalidad


porque la necesidad de comer, pagar una renta y educar parcialmente
a su familia, le ha consumido toda su fuerza espiritual y mental.
Estas son de alguna forma, las mismas reflexiones que por aquella
época hacían también Marx, Engels, Bakunin y Flora Tristán. Sólo
que ellos partían de la creencia de que, al introducir los cambios y
transformaciones requeridos en la colectividad, el individuo
cambiaría finalmente. Para Wilde el proceso debería recorrer un
itinerario inverso: "Fuera de lo que uno mismo lleva en sí, todo
parece carecer en absoluto de valor"16.

La recuperación de la individualidad interior de cada cual, tiene en


nuestros días cada vez una mayor significación. Las calles del
Dublín de hoy presentan los mismos problemas y desamparo, que
Wilde considerara en su momento como esenciales para diseñar el
proyecto utópico con el que soñaba. A la hora de su muerte, en 1900,
Wilde podía darse cuenta que muchas de las cosas que su madre
había denunciado de forma tan valiente y vigorosa, seguían
pendientes de solución. Por ello no hablamos de solipsismo como
hace en su extraordinaria biografía Barbara Belford 17, hablamos más
bien de individualismo, porque la articulación de las ideas políticas,
artísticas y sociales de Wilde se hizo en el contacto y la
confrontación con otros. Más aún, al individualismo de Wilde los
sofoca la homogenización social victoriana. Si nuestro poeta hubiera
practicado ideas solipsistas, su conflicto con la cultura victoriana no
hubiera ido más allá de un simple desacuerdo con relación a puntos
de vista distintos sobre el arte o la belleza. Wilde era más osado que
un obediente creyente en las bondades del egoísmo y la
unilateralidad, como predica el solipsismo. Para éste sólo lo que
ocurre en mi interior es válido. Sin embargo, a pesar de la aparente
contradicción que existe entre lo que Wilde dice y lo que hace, sus
acciones son el mejor testimonio del perfil exacto de su ideario.
Existe el individualismo perfecto cuando los seres humanos son
capaces de exteriorizar lo que llevan dentro, confrontarlo y
expandirlo a partir del contacto con otros seres humanos.

"Los dioses me habían otorgado casi todos sus dones: tenía el genio,
un nombre ilustre, una elevada posición social, la fama, el esplendor,
la audacia intelectual. Yo he hecho del arte una filosofía, y de la
filosofía un arte; he enseñado a los hombres a pensar de otra forma,
y he dado otro color a las cosas. Cuanto decía o hacía asombraba a
las gentes. Me apoderé del drama, la forma más objetiva que se
conoce del arte, y lo convertí en un medio de expresión tan personal
como una poesía lírica o un soneto, y al mismo tiempo amplié su
campo de acción con la sicología. Drama, novela, poesía en prosa y
poesía en verso, diálogo espiritual o fantástico, cuanto yo toqué lo
revestí de una belleza nueva"18

Aquella es difícilmente la actitud del solipsista, del anacoreta, del


ermitaño que poco contacto es capaz de desarrollar con el resto de
sus congéneres. "La forma de gobierno más ajustada a las
necesidades del artista, es ningún gobierno del todo" 19 argumentaba
Wilde, porque sus ideas y emociones sólo adquieren cuerpo en el
intercambio social con otras personas, sin que medien los traumas y
prejuicios que provocan todas las expresiones posibles de la
autoridad organizada. Y continúa: "Hay tres clases de déspotas. Está
el déspota que tiraniza sobre el cuerpo. El déspota que tiraniza sobre
el alma. Y el que tiraniza sobre el alma y el cuerpo al mismo tiempo.
El primero es el Príncipe. El segundo es el Papa. Y el tercero es el
pueblo"20. Por eso hay que evitar la convivencia con los Príncipes y
con los Papas. Tal vez en este aspecto es posible hablar del ilustre
anacoreta llamada Oscar Wilde, pero cuando se refería al pueblo, a
la gente común, el poeta creía que alguien los había engañado,
porque les había hecho creer que podían gobernarse a sí mismos.
Cuando el pueblo ejerce el poder se vuelve ciego, sordo, odioso,
intrigante y corrompido. El pueblo en el poder es como un payaso
con el corazón roto, decía. "El pueblo fue hecho para vivir, escuchar
y amar"21. Bien puede notarse entonces, que el individualismo de
Wilde, de fuerte bouquet aristocrático, nada tiene que ver con el
egoísmo del solipsista arrinconado en el fondo de una caverna de su
propia hechura. El individualismo de Wilde es de sustento
aristocrático, pero es de la aristocracia de la belleza de la que él nos
habla, una forma de gobierno que sólo los artistas pueden ejercer.

ENTRE ÉTICA Y ESTÉTICA.

"El arte es la más intensa forma de Individualismo que el mundo ha


conocido"22empieza por decirnos Wilde cuando decide trazar su
proyecto estético, contra el telón de fondo de la organización social
predominante de la época. Y la mayor individualidad artística de
todos los tiempos es Jesucristo 23. Sin embargo, llegará a este última
conclusión mientras cumple su condena en la cárcel. Pero no
olvidemos anotar que los ecos de este criterio se oirán todavía en los
años posteriores a la guerra de Viet-Nam. Una dimensión importante
del arte que se practicará después de la Primera Guerra Mundial,
halló en la estética de Wilde un punto de inspiración estable y
aleccionador. Por lo tanto, encontrar los enlaces que nos ligan a
Wilde, no tanto desde su humildad artística, construida en las celdas
de la cárcel de Reading, sino desde aquella otra que el poeta levanta
en su interior desde los burdeles y los antros del Dublín y el Londres
victorianos, mucho antes de su encarcelamiento, es un paso crucial
para comprender el desarrollo estético de nuestro tiempo.

La estética wildeana, si se nos permite la expresión, tiene un pie en


los trabajos del hierático y disciplinado John Ruskin, y el otro en el
volátil y desmesurado Walter Pater. Pero el puente que se puede
tender entre ambos es la poderosa figura de Charles Baudelaire. No
nos agrada por completo la afirmación que hiciera alguna vez el
teórico socialista Edward Bernstein, cuando al referirse al
homosexualismo y al decadentismo de Wilde, sostuviera que éste es
simplemente una copia "muy británica" del poeta francés, pero en lo
que respecta a que el "esteticismo" wildeano es el producto de la
decadencia que genera la ciudad burguesa nos parece una idea
interesante24.

Ruskin y Pater son los grandes teóricos de lo "sublime". Para el


primero la herencia del Renacimiento sólo tiene sentido si la
hacemos llegar a la mayor cantidad de gente posible. El arte no tiene
sentido, sostiene, si no cumple un propósito pedagógico, enseñar a la
gente a vivir mejor. Con Pater, Wilde aprende que el arte no es
utilitario. "El arte por el arte" es la tesis de quienes sostienen que el
único propósito del arte es servirse a sí mismo. La belleza crece y se
expande a partir de sus propias reglas. Se sirve de sus propios
procedimientos y el artista es el demiurgo que nos descubre el
camino hacia nuestras propias necesidades artísticas. Este tipo de
reflexiones hacían imposible imaginar algún tipo de contacto entre
ética y estética. El arte nunca es virtuoso o pecaminoso, porque el
artista tiene la capacidad de expresarlo y transmitirlo todo 25. Por eso,
si hemos de aceptar alguna forma de Estado, uno que no gobierne
sino que organice mediante una asociación voluntaria de la gente la
distribución de las mercancías necesarias para vivir, asigne jornadas
de trabajo y produzca lo necesario, la creación de cosas bellas queda
exclusivamente en manos de los artistas 26. Son ellos los llamados,
en virtud de su fuerte individualidad, a proponer que la belleza sea
una encarnación de la Utopía. "Una pieza de arte es el resultado
único de un temperamento único. Su belleza procede del hecho de
que su autor es lo que es. No tiene nada que ver con lo que la gente
quiera o no" 27. Porque a partir del momento en que el artista
empiece a preocuparse por complacer las demandas de la gente, del
público en general, como lo llama Wilde, deja de ser un artista y se
convierte en un comerciante o en un artesano, tal vez muy honesto,
pero nunca un creador de arte, es decir de belleza, la cual, nunca
tiene en cuenta las necesidades rutinarias del público.

Uno de los elementos esenciales para la cabal comprensión de la


estética wildeana, es la creación en soledad. El artista debe trabajar
solo, sin referirse en lo más mínimo a lo que Wilde llama "la opinión
pública", siempre manipulada, para invitar a los creadores a que
produzcan un arte que les guste a todos. Este es un criterio que tiene
una relación lógica y funcional con la percepción de arte sin
compromisos éticos. Como individuo el artista diseña su propia
moral, la que muy rara vez coincide con los valores de curso
corriente en la sociedad burguesa de su tiempo. El dandysmo de
Baudelaire y el de Wilde es uno de esos instrumentos con que el
artista expresa su malestar contra la moral pública, que lo quiere
meter con violencia si es del caso, en la camisa de fuerza de sus
prejuicios y sus convencionalismos.

La indumentaria de Wilde, sus gustos, sus fiestas y sus opciones


sexuales fueron una forma de articular ese dandysmo que quería ir
más allá de la dura y árida moral victoriana. Pero como artista el
hombre se queda finalmente solo. Y esa soledad, hay que plantearlo
desde ya, forma el magma indubitable que la ciudad del capitalismo
imperialista ha logrado levantar sobre las espaldas y con el trabajo
de millones de hombres y mujeres de las clases trabajadoras.

"Y debe notarse que debido al hecho de que el arte es la más intensa
forma de individualismo, el público intenta ejercer sobre él una
forma de autoridad tan inmoral como ridícula, tan corrompida como
vil" 28. Este ejercicio de la autoridad sobre el arte, la ciencia o la
filosofía, ya fuera a través de la opinión pública o de las instituciones
organizadas con ese propósito del Estado, ha sido responsable de las
peores atrocidades contra los artistas y los hombres de ciencia a lo
largo de la historia. En estos asuntos, la moral convencional, el
Estado y la Iglesia, siempre han coincidido: el artista, el hombre de
ciencia, o el filósofo que trabajen con independencia y soledad
absolutas sobre el ejercicio de sus quehaceres deben ser controlados,
y cuando se salgan del esquema deben ser aislados, condenados o
eliminados. La historia de la intolerancia occidental está repleta de
este tipo de situaciones. Sin embargo, en lo que a ciencia y filosofía
compete, el Estado y la Iglesia han retrocedido notablemente durante
los últimos cien años, pero con relación al arte, la cuestión sigue
pendiente. Tal agresión e interferencia en el quehacer de los artistas
y en particular contra su imaginación, adquieren niveles de
brutalidad insuperables sobre todo en la Inglaterra victoriana.
"Ningún país, dice Wilde, produce tan mala literatura de ficción, tan
aburridas y corrientes novelas, y tan estúpidos y vulgares dramas
como Inglaterra" 29. Los ingleses esperan indicarle a los artistas cuál
camino seguir, proveyéndolos para eso de una masa amorfa de
prejuicios, clichés, y fórmulas consabidas con el debido respaldo
oficial del Estado y de la Iglesia, quienes tendrán a su cargo la
protección de las buenas costumbres y el buen gusto. Estas son
formas de opresión, dice Malatesta 30, que casi siempre cuentan con
el apoyo del vulgo a cuya forma de ubicarse en el mundo de la
manera más confortable posible la llama "sentido común", el cual
nada tiene que ver con el sentido de lo bello, agregaría Wilde.

La diferencia central entre teoría del gusto y teoría estética, para


fines de convertir su arte (la literatura) en un instrumento decisivo de
comprensión articulada del mundo, le tomó a Wilde prácticamente
toda su obra ensayística. Trabajos de gran exquisitez teórica y
metodológica como "La decadencia de la mentira", "Pluma, pincel y
veneno"; pero sobre todo "El crítico como artista" 31, son pilares de la
crítica artística del siglo XIX y que anuncian de manera irrevocable
el trayecto que seguiría la misma al menos hasta la Primera Guerra
Mundial (1914-1918). Aceptaba que en Inglaterra durante casi todo
el siglo no había habido una sola producción artística que no hubiera
sido acusada de inmoral. La frontera, anotaba, entre el periodismo
(promotor del gusto) y las evaluaciones críticas sustentadas en un
criterio sabio y reposado era tan frágil que, cualquiera con algo de
información de segunda mano, podía dárselas de avezado conocedor
del arte y sus ramificaciones culturales. Con ansiedad veía cómo en
Francia al periodista se le limitaba con precisión su esfera de
movimiento, y al artista se le otorgaba casi absoluta libertad de
expresión. No obstante, aún en las artes decorativas y en las
discusiones técnicas sobre los materiales que el artista debía
disponer para la perfecta ejecución de su trabajo, el vulgo tendía a
opinar con la más temeraria ignorancia imaginable. La invitación de
Wilde era que el artista verdadero debía olvidarse por completo de la
existencia del público, los criterios emitidos por este ultimo sobre su
quehacer cotidiano deberían ser totalmente irrelevantes 32.
Evaluaciones de esta índole terminaron por ser cruciales en el
desarrollo de la estética del siglo XX. Pero para llegar hasta ahí,
Wilde tuvo que elaborar primero su noción de la belleza, de tal
forma que la misma no se quedara en la simple definición de
contenidos y de estructuras, sino que fuera todo eso a la vez,
imbricado en una relación dialéctica que terminara por explicar a la
larga, por qué en algunos momentos consideraba al Renacimiento
algo retardatario y más bien feo, cuando lo comparaba con el arte de
los Prerrafaelistas. Ese atrevimiento insolente y por lo demás muy
locuaz, cuando de los prejuicios estéticos de la burguesía victoriana
se trataba, se lo iban a cobrar muy caro como ya sabemos.

EN LOS DOMINIOS DE LO BELLO.

Una obra bella, una pieza "saludable" de arte es aquella que es


portadora de perfección y personalidad 33definidas en virtud de que
tengamos una concepción suficientemente razonable, sobre lo que
son el estilo y el tema. Estos ingredientes de pura eminencia teórica,
y forjados al calor de una larga historia de racionalización sobre la
belleza, serán puestos en práctica cuando se trate de combatir el
simple gusto del común de los mortales. Wilde establece perímetros
muy concretos para lo que es bello, lo que es meramente atractivo y
para lo vulgar. El mejor ejemplo al que uno puede acudir para
ejemplificar estas parcelas estéticas es EL RETRATO DE DORYAN
GRAY donde la belleza es lo perenne, lo atractivo aquello
estrechamente sujeto al buen gusto del hombre de la calle, y lo
vulgar lo que le pertenece al hombre antinatural. El verdadero artista
carece de sentimientos egoístas, por eso la autosuficiencia artística es
valiosa y tiene poder para explicar que el egoísmo y la vanidad sólo
existen en los que quisieran que los demás fueran como ellos. De
aquí que la vanidad sólo resulte atractiva en las circunstancias en que
el sujeto se esconde detrás del objeto, sin buscar servirse de éste para
expresarse en todas sus dimensiones. Y la vulgaridad reside en toda
expresión supuestamente artística que hace del objeto artístico algo
más importante que el sujeto que está detrás. Esa es la tragedia de
Doryan Gray: el paso de lo sublime a lo vulgar, sin siquiera pasar
por lo atractivo 34.

Cuando finalmente Wilde sostiene que: "El nuevo individualismo es


el nuevo helenismo" 35nos está brindando una estrategia estética para
aproximarse al siglo XX con la seguridad de quien sabe que ofrece
una pócima infalible para el nuevo paganismo que indefectiblemente
caracterizó esta centuria. Con esta visión nos resulta un tanto difícil
de aceptar el argumento de quienes sostienen que para el poeta era
más importante la máscara, la ilusión, la pieza de arte que el gestor
que estaba detrás de todos estos géneros de ficción. De haber sido así
tendríamos que reconocer que los críticos de su época tenían razón:
Wilde era un charlatán, un personaje que se había creado a sí mismo
para vivir su propia charada. ¿Es la tragedia de Wilde entonces una
especie de dramático suicidio a fin de venderle a la posteridad su
concepción del mundo? Una conclusión de esta naturaleza nos
parece descabellada, a pesar de que la farsa haya servido los
propósitos de los hedonistas, los decadentes y los rebeldes que
vinieron después de él. En este caso, la triquiñuela es
responsabilidad de otros. "La desobediencia, a los ojos de cualquiera
que haya leído un poco de historia, es la virtud más original de los
hombres. Es a través de la desobediencia que se progresa, de la
desobediencia y de la rebelión" 36.

Ahora bien, ¿qué haremos entonces? ¿Confundir las poses rebeldes


de Wilde con su ideario estético y socio-político? ¿Existe realmente
una diferencia esencial entre rebelión y revolución como dirían los
marxistas? ¿O vamos a creer con los anarquistas que es natural en
todos los hombres combatir instintivamente cualquier expresión de
la autoridad? La concepción de la belleza que Wilde alcanza a
elaborar entre 1879 y 1895 no es el producto de una simple rebeldía
contra las modas y costumbres de su época. Un tratamiento tan
frívolo rozaría apenas el bien montado juego de disfraces y artilugios
que Wilde le quiso vender a la sociedad victoriana. Y como los
victorianos terminarían por sentirse estafados, a Wilde le cobrarían
con creces su insolencia.

Conclusión.

El alma del hombre en el socialismo, según lo imaginaba Wilde, no


tenía nada que ver ni con el capitalismo rapaz, vulgar y ramplón, ni
con el socialismo rígido y árido como una piedra. El tipo de
socialismo en el que Wilde pensaba estaba más bien asentado en un
conjunto de posibilidades mediante las cuales los hombres sacarían a
la luz su espontaneidad, superarían la pobreza del que tiene mucho y
fortalecerían la riqueza del que no tiene nada.

Con una audacia temeraria y a veces descabellada, Wilde les tiró a la


cara a los victorianos su mediocridad, su descomunal burricia, y su
inapelable conservatismo. Pero entendámonos, Wilde también era
muy conservador, cuando su acercamiento a los griegos y a lo más
exquisito de la cultura clásica lo imprecaba para sostener que los
únicos valores aceptables eran los del mundo occidental, pensaba en
que la única salvación posible estaba en brazos de Homero, Platón o
Safo, es decir en algunos de los más excelsos representantes del
individualismo greco-latino.

Por eso podemos establecer que las raíces del conservatismo burgués
de corte victoriano, encontraba en quien defendía con tanto ahínco a
la cultura helenística alguien de peligro y un posible corruptor. Los
ecos del espíritu socrático se escuchaban aquí con una fuerza
abrumadora.

El conservatismo de Wilde se nutría de los griegos, el de los


victorianos de su propia molicie y de una estulticia afincada en lo
más selecto del materialismo capitalista: el culto a la tecnología. Por
eso cuando el poeta irlandés les espeta que están destruyendo lo más
noble de la herencia griega, su invocación es conservadora, pero está
muy por debajo de una obsesión con la tecnología que se queda en
los umbrales del régimen de propiedad privada.

En estas condiciones la actitud de Wilde es revolucionaria, y la de


los técnicos y burócratas victorianos emerge como conservadora
porque no reposa en los viejos criterios de la civilización occidental,
es decir los del Renacimiento, de la Ilustración o de la Revolución
Francesa, sino en los del maquinismo, que se sostienen sobre un
presentismo sin pizca del sentido de la belleza. Las máquinas son
eficaces no bellas. Tal y como sucedía con los romanos: un puente
debía ser útil no estético. Por eso es que la mayor parte de los
imperios, a todo lo largo de la historia, han confundido con una gran
ceguera y escasez de sensibilidad la abundancia con la efectividad, la
eficiencia con la creatividad, el simple buen gusto con el juicio
crítico.

Con Wilde sucede algo muy curioso: en casi todo su trabajo artístico
y crítico hay una propensión programática. No sostenemos que su
propuesta sea doctrinaria o discursiva, pero sí reposa con notable
esplendidez en su creencia de que la única forma de "estar" en el
mundo es artísticamente. Tanto así que, en su sobrecogedora DE
PROFUNDIS, el poeta todavía tiene tiempo para hablar del
Renacimiento, de Shakespeare, de Dante, Rafael y otros de los
grandes artistas de todos los tiempos. Recordemos que esta carta fue
escrita robándole horas al sueño, al descanso y a los recuerdos.

El anarquismo de Wilde, su hedonismo y su individualismo, sólo


tienen sentido a partir de sus convicciones estéticas. La
sistematización de la mentira en su teatro, sus ensayos y su poesía
sólo anuncian lo que vendría con el siglo XX, un siglo en el que la
mentira alcanzó niveles demenciales. Por eso el arte de Wilde nos
resulta siniestramente premonitorio: porque todos los grandes
esquemas artísticos del siglo que recién concluyó le deben algo. Y
reiteramos, para terminar, lo que decíamos al principio de este
ensayo: Óscar Wilde es el primer hombre moderno.
CITAS.

1 En este revista hemos publicado anteriormente otros ensayos nuestros sobre Wilde.

2 Borges escribió profusamente sobre Wilde, pero su trabajo se concentró esencialmente en


la dimensión literaria de su personalidad, y olvidó, queremos creer que de manera
inconsciente, las aristas políticas del quehacer de nuestro poeta.

3 " The Soul of Man Under Socialism". En esta ocasión utilizaremos la excelente edición de
Anthony Fothergill, University of Exeter. Oscar Wilde. PLAYS, PROSE WRITINGS AND
POEMS (London: Everyman. 1998) Pp. 15-47.

4 Luis Antonio de Villena. OSCAR WILDE. BIOGRAFÍA. (Madrid: Biblioteca Nueva.


1999) P. 37.

5 "The chief advantage that would result from the establishment of Socialism is,
undoubtedly, the fact that Socialism would relieve us from that sordid necessity of living for
others which, in the present condition of things, presses so hardly upon almost everybody. In
fact, scarcely anyone at all escapes". THE SOUL OF MAN UNDER SOCIALISM (1998). P.
15.

6 "The proper aim is to try and reconstruct society on such a basis that poverty will be
impossible". Ibidem. Loc. Cit.

7 "Charity creates a multitude of sins" Ibidem. P. 16.

8 "Socialism itself will be of value simply because it will lead to Individualism". Ibidem.
Loc. Cit.

9 "The State is to make what is useful. The individual is to make what is beautiful". Ibidem.
Loc. Cit. P. 27.

10 "The true perfection of man lies, not in what man has, but in what man is". Ibidem. Loc.
Cit. P. 20.

11 Irving Louis Horowitz. LOS ANARQUISTAS (Madrid: Alianza. 1982. 3ª. Edición.). Ver
Segunda Sección: El anarquismo como estilo de vida. Vol. I.

12 "The personality of man will be very wonderful. It will be as wonderful as the personality
of a child". Oscar Wilde. THE SOUL OF MAN...P. 22.

13 "(...)under an industrial-barrack system, or a system of economic tyranny, nobody would


be able to have any such freedom at all". Ibidem. P. 19.

14 "A map of the World that does not include Utopia is not worth even glancing at, for it
leaves out the one country at which Humanity is always landing. An when Humanity lands
there, it looks out, and, seeing a better country, sets sail. Progress is the realization of
Utopias". Ibidem. P. 28.

15 "At present, in consequence of the existence of private property, a great many people are
enabled to develop a certain very limited amount of Individualism. They are either under no
necessity to work for their living, or are enabled to choose the sphere of activity that is really
congenial to them, and gives them pleasure. These are the poets, the philosophers, the men of
science, the men of culture-in a word, the real men, the men who have realized themselves,
and in whom all Humanity gains a partial realization. Upon the other hand, there are a great
many people who, having no private property of their own, and being always on the brink of
sheer starvation, are compelled to do the work of beasts of burden, to do work that is quite
uncongenial to them, and to which they are forced by the peremptory, unreasonable,
degrading Tyranny of want. These are the poor, and amongst them there is no grace of
manner, or charm of speech, or civilization, or culture, or refinement in pleasures, or joy of
life. From their collective force Humanity gains much in material prosperity. But it is only
the material result that it gains, and the man who is poor is in himself absolutely of no
importance. He is merely the infinitesimal atom of a force that, so far from regarding him,
crushes him: indeed, prefers him crushed, as in that case he is far more obedient". Ibidem. P.
18.

16 Oscar Wilde. DE PROFUNDIS (Barcelona: Edicomunicación. 1999) P. 101.

17 Barbara Belford. OSCAR WILDE. A CERTAIN GENIUS (New York: Random House.
2000) Pp. 36-48.

18 Oscar Wilde (1999) . Pp. 98-99.

19 "The form of government that is most suitable to the artist is no government at all". Oscar
Wilde. THE SOUL OF MAN...P. 40.

20 "There are three kinds of despots. There is the despot who tyrannises over the body. There
is the despot who tyrannises over the soul. There is the despot who tyrannises over the soul
and the body alike. The first is called the Prince. The second is called the Pope. The third is
called the People". Idem. Loc. Cit.

21 "They were made to live, to listen and to love". Idem. Loc. Cit.

22 "Art is the most intense mode of Individualism that the world has known" . Idem. P. 29.

23 Oscar Wilde (1999). Pp.119-130.

24 Jean Nicolas. LA CUESTIÓN HOMOSEXUAL (México: Fontamara. 1995) P.80.

25 "The artist is never morbid. He expresses everything". Oscar Wilde. THE SOUL OF
MAN...P. 33.

26 "The State is to make what is useful. The individual is to make what is beautiful". Ibidem.
P. 27.

27 "A work of art is the unique result of a unique temperament. Its beauty comes from the
fact that the autor is what he is. It has nothing to do with the fact that other people want what
they want". Ibidem. P. 29.

28 "And it is to be noted that it is the fact that Art is this intense form of Individualism that
makes the public try to exercise over it an authority that is as immoral as it is ridiculous, and
as corrupting as it is contemptible". Ibidem. Loc. Cit.

29 "No country produces such badly written fiction, such tedious, common work in the novel
form, such silly, vulgar plays as England". Ibidem. P. 31.

30 Errico Malatesta. "Anarquismo y Gobierno". En Irving Louis Horowitz. Op. Cit. Vol. I.
P.92.

31 Oscar Wilde. "The Decay of Lying"; "Pen, Pencil and Poison"; "The Critic as Artist: Parts
1 and 2". PLAYS, PROSE WRITINGS AND POEMS. Ed. Cit. 1998.

32 Ibidem. "A true artist takes no notice whatever of the public. The public are to him non-
existent". THE SOUL OF MAN... P.39.

33 "In fine, a healthy work of art is one that has both pefection and personality". Ibidem. P.
33.

34 Ibidem. P. 43.

35 "The new Individualism is the new Hellenism". Ibidem. P. 47.

36 "Disobedience, in the eyes of anyone who has read history, is man's original virtue. It is
through disobedience that progress has been made, through disobedience and through
rebellion". Ibidem. P. 18.

20 Rodrigo Quesada Monge. OSCAR WILDE LIBERTARIO

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