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LOS ESTADOS DEL YO ANÁLISIS TRANSACCIÓNAL

El Análisis Transaccional, una herramienta imprescindible


en el conocimiento del ser humano, dice que cuando nos
manifestamos lo hacemos desde uno de estos tres
patrones de conducta o estados del yo: Padre (P), Adulto
(A) o Niño (N), y dice que es útil conocer cada uno de
ellos, para saber desde cuál estamos actuando o
manifestándonos, y así saber si estamos utilizando el
adecuado para el momento o la situación.
Podemos averiguar el origen de muchos de nuestros
pensamientos o formas de pensar, el por qué de ciertos
sentimientos, o de dónde vienen ciertas opiniones.
Esos estados del yo son tres formas distintas de estar,
pensar, sentir y actuar.

El Padre es la parte de nuestra personalidad regida por


el principio del deber. Aquí están las costumbres, la
moral, las obligaciones, los condicionamientos… aquí se
fijan las normas, y en muchísimos casos está
desactualizado. Funciona repitiendo todo, como una
grabación que se hizo en su momento y sigue repitiendo
siempre lo mismo mientras no se vuelva a hacer una nueva
grabación encima.
Se formó a partir de la información que adquirimos al ver
cómo se comportaban nuestros padres o educadores.
El Padre puede ser Crítico (PC) ó Nutritivo (PN).
En del primer caso, lo único que hace es juzgar,
amenazar, castigar, sermonear, reprobar, pero sin dar
una razón; el motivo es porque sí o porque lo digo yo.
Regaña, critica, acusa desde una especie de superioridad.
Da órdenes e impone. Actúa en base a patrones y

Francisco de Sales
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modelos cerrados. Sus respuestas están automatizadas.


No aporta nada, sino que más bien desvaloriza.
El segundo caso corresponde al Padre que educa, aporta,
cuida, protege, nutre… Advierte, sin amenazar. Confía en
el otro y cuando interviene lo hace suavemente. No
impone autoridad, aunque se hace respetar. Escucha.
Si un niño coge un plato de la mesa y se le cae, el PC le va
a reñir; le va a echar en cara que es torpe, y que por su
torpeza ha roto el plato, y le recriminará que ahora
tendrá que trabajar más para comprar otro plato, y que
lo que tiene que hacer es quedarse quieto y no hacer
cosas de mayores. Cara de enfado para el resto del día
que le hará sentirse mal al niño, le creará un complejo de
torpe, y le coartará su capacidad de seguir
experimentando en la vida, ante el temor de otra
reprimenda.
El PN le dirá, con mucho cariño, que su intención ha sido
buena y eso es lo importante, y que la próxima vez que
coja un plato será bueno que lo sujete con más fuerza
para que no se le caiga. Le dará su apoyo y le mostrará
una sonrisa de premio al final de la conversación.

El Adulto es el que piensa, el que se da cuenta de las


cosas y sabe lo que conviene hacer. Razona, analiza,
calcula probabilidades, usa la lógica, da y pide
información y, por lo menos aparentemente, no tiene
emociones, sino que es práctico.
El Adulto es sereno, calmado, actúa desde el aquí y
ahora. Sabe lo que conviene hacer. No le gusta
predominar, y sí colaborar. No responsabiliza a los demás

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de sus problemas. Sabe decir no. Tiene libertad de


opción y cambio. No se implica emocionalmente en las
decisiones que toma.
Si el Adulto actualiza sus informaciones, sus respuestas
serán acertadas. En cambio, el Padre se mantiene más
anclado en sus ideas, por lo que sus soluciones pueden
ser menos propicias. El Niño es más “irresponsable” por
lo que sus respuestas pueden ser disparatadas. Eso sí, el
Adulto tiene que tener cuidado de que ninguno de los
otros dos estados le contamine sin darse cuenta y
entonces no sea él, puro, quien al final decida. Los
estados de Padre y Niño, por sí, son estáticos, pero el
Adulto puede actualizar ambos, y eso es conveniente.
Puede conseguir, por ejemplo, que el PC no sea tan rígido,
tan crítico, que no se entrometa en los otros estados;
puede pedir su colaboración al PN en ciertos momentos;
puede pedir al Niño que salga más a menudo.
Si es el Padre quien contamina, es un prejuicio; si es el
Niño, es un autoengaño.

El Niño es el que hace en cada momento lo que le


apetece o le gusta. Lo suyo es la intuición, la parte
mágica y creativa. Es ingenuo y natural. Dice cuando algo
le gusta y lo que le disgusta. Goza, sufre, siente. Busca
cariño y aceptación. Fantasea y sueña. Es alegre,
entusiasta y vivaz. Dispone de una gran fuerza interior.

El Niño puede ser Natural (NN) y Adaptado (NA). El


Niño Adaptado puede ser Sumiso (NAS) o Rebelde
(NAR). También hay un Pequeño Profesor (PP).

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El NN es odioso o amoroso, pero es natural, espontáneo y


juguetón. Lo que uno es cuando nace.

El NAS se ha tenido que adaptar a lo que había durante


su educación, para poder sobrevivir. Seguramente no
estaba de acuerdo con las normas injustificadas que le
exigían sus educadores, y encontraba incoherencias, pero
un poco de cordura le hizo ver que si se sometía y
acataba cuanto le mandaban, eso le aseguraba seguir en
la familia y era lo que necesitaba a esa edad para seguir
vivo. Su obediencia es automática: no piensa, pero padece
una auto-descalificación continua. Se adaptó de un modo
Sumiso y acepta lo que hay.

El NAR, por contra, se adaptó a lo que había, pero no lo


acepta y se rebela cada vez que puede. Es inconformista,
agresivo, y desafiante. Tanto este como el NAS tienen
sensaciones de angustia, de que algo va mal, y se sienten
atemorizados y culpables al mismo tiempo.

El PP, en vez de reaccionar (NAR) o someterse (NAS) a


las normas, aprende a actuar desde su astucia, su
intuición o imaginación, y aporta soluciones originales
cuando se necesitan, pero conviene que las revise el
Adulto, que está acostumbrado a hacerlo basándose en
los hechos de experiencias anteriores o similares. Es
pensativo, a su modo, y creativo e imaginativo.
Según Berne, el fundador del Análisis Transaccional, “el
Adulto que hay en el Niño es un agudo y perspicaz

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estudioso de la naturaleza humana y, por tanto, se le


llama Profesor.”

Es bueno distinguir cada uno de los estados, de ese modo


si uno se sorprende utilizando el inadecuado para el
momento, lo puede cambiar.
En general, si uno está en el trabajo puede ser Adulto o
Padre, pero no Niño (salvo que trabaje de payaso o
animador infantil); si uno está jugando no debe ser
Adulto, y aún menos ser Padre, porque no le
acompañarían en su juego; si uno tiene que tomar una
decisión importante, es mejor que sea el Adulto quien se
encargue, y no el Padre ni el Niño.

Para que la comunicación con las demás personas


prospere de un modo adecuado, conviene que nos
pongamos en el mismo nivel desde el que nos están
hablando.
Si me están dando una información importante en el
trabajo, no conviene que sea Niño y me comporte como
tal; si estoy jugando con un niño pequeño no es
conveniente que lo haga desde el Padre o el Adulto,
porque ninguno de ellos sabe jugar; si estoy en un
velatorio es adecuado que sea Adulto, pero no Niño.

Los errores y conflictos en la comunicación se provocan


al hablar desde distintos estados del yo.
Para que las relaciones con los demás, y con nosotros
mismos, se desarrollen del modo adecuado, conviene

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tener en cuenta en qué estado del yo nos encontramos,


cómo debemos usarlo, cuándo, y con quién.
Debes estar en todos en el momento adecuado, pero
siendo consciente, y, sobre todo, no dejar nunca de ser
tú mismo independientemente del estado del yo en que te
encuentres.
Pero, atención, porque uno de ellos puede dominar y
excluir a los otros dos y eso no es lo correcto.
Tienes que acostumbrarte a manejarte bien en todos, y
ser íntegro cuando estés en cada uno de ellos.
Estos estados no tienen nada que ver con la edad de cada
uno. Es precioso ser Niño cuando uno ya está jubilado, y
es digno de admiración el niño que sabe ser Adulto
cuando es necesario.

RESUMIENDO
Conviene que releas el capítulo si no te ha quedado claro, o que
busques más información por otra parte, porque este es un asunto
muy importante. Si te empiezas a observar a partir de ahora, verás
cómo están bastante claros los tres estados. Te verás pasar de uno
a otro varias veces a lo largo del día, y advertirás que no siempre
estás en el adecuado. Observarás que dándote cuenta de ello, y
yendo al conveniente, te irán mucho mejor las cosas. Fíjate en los
demás cuando están contigo y practica a comprobar en qué estado
están en cada ocasión: te ayudará mucho a mejorar tu relación con
ellos.
Sé tú mismo en cada momento, pero desde el estado apropiado.

Francisco de Sales
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