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ENRIQUE SERNA. Distrito Federal, 11 de enero de 1959.

Destacado na-
rrador de vena irónica y periodista cultural asiduo en sus colaboracio- EL NACO EN EL PAÍS DE LAS CASTAS*
nes. En 1997 publicó la colección de ensayos Las caricaturas.me hacen
lloran. '•

LOS 70 PARA ACÁ, EL MOTE DE NACO SE HA ENTRONIZADO COMO UNO DE


los calificativos más hirientes del español mexicano, en buena me-
dida gracias a su ambigüedad. Empleado con un sentido a la vez
racista, clasista y esteticista, funciona como una palabra camaleón
que varía de color según el punto débil del injuriado. No está muy
clara ni lo estará nunca la línea divisoria entre los nacos y la gente
bien, quizá porque el mayor encanto de la discriminación consiste
en practicarla veleidosamente, sin un criterio selectivo bien defi-
nido. El naco pertenece por lo común a la raza de bronce, pero los
blancos no tenemos garantizada la aprobación de la casta divina,
como lo sabe cualquier güero más o menos plebeyo que haya sido
rechazado en una discoteca de moda, por no agradarle a un portero
generalmente cobrizo. La naquez siempre es un atributo que nos
llega del exterior. Ignoramos nuestra condición de nacos hasta que
alguien viene a echárnosla en cara. Y de la misma forma en que un
hombre es alto o chaparro según la estatura de quien lo juzgue,
también hay una escala móvil de la naquez, que depende de las ín-
fulas raciales y sociales del agresor.
La gente acomodada tilda de nacos a los arribistas de clase me-
dia, que a su vez miran con desprecio a la chinaca popular, donde
también existe la figura del discriminado discriminador, como lo

* En Lar caricaturas me hacen llorar, Joaquín Mortiz, México, 1997, pp. 97-104.
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han observado ya muchos novelistas y dramaturgos. De manera ciedad tuvo que recurrir a un calificativo más humillante para nom-
que en vez de provocar una corriente de afirmación racial y cultu- brar a la chusma, incluyendo en ella a la clase media en ascenso.
ral, el racismo mexicano se propaga hacia abajo por un efecto de A mi modo de ver, Monsiváis sobrestíma la influencia del peladito
cascada, sembrando discordias y antagonismos entre la masa va- cinematográfico, sin prestarle suficiente atención a la evolución
riopinta que debería oponerse al enemigo común. Hemos vuelto del pelado real, que a partir de los años 60, en virtud de diversos
así a la situación prevaleciente en tiempos de la Colonia, cuando el factores —la emigración masiva del campo a las ciudades, la pe-
castizo, el no-te-entiendo, el mulato y el saltapatrás competían en- netración cultural estadounidense, el poder inductivo del radio y la
tre sí por no descender al sótano de la escala cromática, mientras televisión— cambió de personalidad y se convirtió en otra cosa.
el hacendado español despreciaba a todos. Cuando el naco irrumpió en el escenario capitalino, México no
El vocabulario de la discriminación no cambia por capricho. era un país rico, pero había cierta movilidad social y el PIB crecía
Los ancestros del naco fueron los parias urbanos cubiertos con una más aprisa que el índice demográfico. Los años 60 y 70, compa-
sábana que la aristocracia pulquera del siglo XIX llamaba léperos. rados con el derrumbe en cámara lenta que vino después, fueron
En su Folklore mexicano, Rubén M. Campos explica el tránsito de una época de relativa prosperidad en la que había posibilidades de
lépero a pelado: "El mote de lépero que se daba antaño a los del ascenso para la clase trabajadora. Los noctámbulos deambulaban
bajo pueblo, trocóse en pelado, tal vez porque una ordenanza mu- por las calles de la ciudad sin miedo a los atracos, había una tasa
nicipal mandó que el lépero fuera pelado al rape cada vez que caía de desempleo muy inferior a la actual, las colonias residenciales
en la cárcel". Durante un tiempo, lépero y pelado se usaron-cómo no estaban amuralladas ni existían los taxistas con título universi-
sinónimos, pero nunca significaron lo mismo. Según Francisco J. tario. ¿Por qué se produjo entonces una oleada de racismo y ani-
Santamaría, autor del Diccionario de mejicanismos, lépero siem- mosidad contra el nuevo exponente del tipo popular, si en realidad
pre tuvo una carga más despectiva: "No hay que confundir al lé- no representaba ninguna amenaza para la minoría pudiente?
pero con el pelado —advierte—. El primero se tipifica por la con- Quizá la discriminación del naco fue en sus orígenes una embes-
dición moral baja, el segundo por la condición social humilde. El tida contra la masa favorecida por el precario bienestar que empe-
lépero puede no ser un pobre, el pelado puede no ser de malas cos- zaba a mitigar la desigualdad social. En los años 70, cuando el po-
tumbres". En cuanto a la sustitución de pelado por naco, generali- der adquisitivo del salario alcanza su tope histórico (Muñoz Ledo
zada a partir de los años 70, Carlos Monsiváis la atribuye al'enno- era entonces Secretario del Trabajo), el naco adopta los modos de
blecimiento del peladaje suscitado por el éxito de Cantinflas y vestir, la cultura ondera y hasta los paraísos artificiales de los ni-
Pedro Infante.' La dignificación cinematográfica del pelado pudo ños bien, como lo puso en evidencia el Festival de Avándaro. El
ser determinante para que el mote cayera en desuso —ya no cum- castigo que recibe por igualado es un mote alusivo a su pasado
plía su función denigratoria y era necesario cambiarlo por otro más. indígena (según Santamaría, naco significaba hasta 1959 "indio
insultante—, pero no explica del todo la amplitud semántica de la de calzones blancos"), el estigma que había intentado sacudirse, de
palabra naco ni aclara por qué en determinado momento la alta so- acuerdo con su ideal de superación. Al pelado se le echaba en cara
su vulgaridad, pero al naco se le reprocha también su mimetismo
agresivo. Por parte de la minoría discriminadora, el mensaje ence-
1
Véase "Lépero y catrines, nacos y yupis", en Mitos mexicanos, compilación de Enri- rrado en el nuevo mote (para ser como yo no te basta con llevar za-
que Florescano, Edil. Aguilar, 1995.
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patos de plataforma y pantalones acampanados) reflejaba una mez- El naco no sólo se distingue del pelado por su fervor imitativo,
cla de indignación y temor: indignación por haber engendrado su sino por su movilidad territorial, que le permite circular por zonas
prcfpia caricatura, temor a perder un predominio social sustentado de la ciudad anteriormente vedadas para los pobres. Como seña-
en la exhibición del Status. laba José Emilio Pacheco en un reciente Inventarío, el Metro llevó
Quien sólo vale por su aspecto necesita defenderse con uñas y el ambiente de las fritangas y los perros callejeros a lugares como
dientes cuando un sujeto al que considera inferior trata de imitarlo. la Zona Rosa, que a mediados del siglo era una colonia elegante
De ahí que los nuevos catrines emprendieran una campaña tan sa- poco frecuentada por la gente del pueblo. El naco nace junto con
ñuda contra el odiado advenedizo que al copiarles la ropa también el Metro, de ahí que algunos escritores lo vean como un invasor.
les robaba el ser. Con sus ridículos trajes de Milano, el naco no En el primer capítulo de Pasado presente (FCE, 1993), Juan Gar-
podía competir con ellos en materia de modas importadas, pero su cía Ponce describe el Distrito Federal desde la perspectiva de un
insolencia entrañaba una tentativa igualitaria. Por eso debían piso- personaje que busca entre las ruinas de la ciudad las huellas de su
tearlo. Sin embargo; el carácter .racista de la campaña era dema- pasado. Cuando el protagonista cruza la plaza de Coyoacán la-
siado evidente, por lo que fue necesario reforzarla con urr barniz; menta encontrarse "con gente cuyo aspecto en otra época hubiera
cultural, convirtiéndola en una especie de cruzada para salvar á considerado tan feo como desarrapado" y más adelante, después
México de su vulgo. Indulgente consigo misma, la élite económica de sortear "una gran estación del repulsivo Metro", desemboca en
y la clase media que trataba de seguir sus pasos podían soñar con una avenida "infinitamente atravesada por los horribles habitantes
la anexión a Estados Unidos, irse de shopping a San Antonio o re- de nuestra ciudad". Aunque no lo mencione por su nombre, es ob-
gistrar niños del otro lado de la frontera, en previsión de futuras di- vio que el autor se refiere al naco, que en los años 50 todavía no
ficultades migratorias» pero cuidado con que el naco se atreviera a arruinaba el paseo de ningún esteta porque estaba confinado en
perder sus raíces, pofque en su caso, la aculturación significaba el arrabal y sólo salía de ahí para ir al Centro, a la "villa o a La
una traición a la patria (recuerdo un furioso regaño de Margarita Merced. Testimonio de una generación y de una clase que ha visto
Michelena a los albañíles que llevaban camisetas con leyendas en' como un despojo la democratización del espacio urbano, la novela
inglés). de García Ponce contiene muchas claves para comprender el Mé-
Hasta el momento, ni la derecha conservadora ni los ultras de xico actual, donde la clausura de calles y el acordonamiento de zo-
izquierda pueden admitir que el antiguo peladito rebosante dé au- nas residenciales, más que temor a la delincuencia, refleja disgusto
tenticidad se haya convertido en un falso chicano. Su paternalismo por la omnipresencia del naco, a quien podría definirse, desde la
los inclina a ver en ello una corrupción de la identidad nacional. A parte discriminadora, como un pelafustán que nunca está en su lu-
este respecto, un antropólogo de la ENAH piensa lo mismo que el gar. Ante la proliferación del mexicano feo, la burguesía nostálgica
Jefe Diego. Ambos desearían que el grupo Bronco no llenara esta- de los tiempos en que México estaba menos revuelto asume una
dios, que la cultura Tex Mex fuera un espejismo y que el pueblo se actitud políticamente correcta. No desea exterminarlo ni abriga
mantuviera "fiel a su espejo diario", como en las películas del In- rencor contra él: se contenta con dejarlo fuera de su campo visual.
dio Fernández. Pero el naco quiere ser lo que es y no acepta cargar Hasta los cineastas que buscan solidarizarse con el pueblo tie-
sobre sus espaldas el peso de una idiosincrasia pulverizada. nen dificultades para aceptar la existencia del ñaco. En las pelícu-
las de María Novare-, por ejemplo, su imagen ha sido falsificada y
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adecentada con fines de exportación. El danzón ya es una reliquia ñas a los obrajes, las minas, las haciendas, las ciudades blancas de
musical, pero la Novaro lo convirtió en emblema de una cultura españoles. No porque en ellas la vida fuese particularmente feliz,
popular que sólo existe en su fantasía, por un afán de enaltecer en sino porque eran ámbitos más libres. Nadie lo sabía mejor que las
todo momento a los personajes que no comprende. Su visión del indias, ansiosas de tener hijos con los españoles, no por amor, sino
paria urbano o fronterizo no aporta nada al conocimiento de la po- por instinto genésico de salvación" (Siglo ae caudillos. Editorial
blación marginada, pero en cambio revela mucho sobre ella misma. Tusquets, 1994). La discriminación del naco en las grandes ciuda-
Exponente de un tipo social que ha hecho estragos en la cultura des revela que esta fuga sigue provocando escozor en las clases
mexicana —la niña rica politizada—, la Novaro tiene conflictos de privilegiadas. Por supuesto, lo más deseable sería que el indio no
culpa y en cada toma intenta convencernos de que ella s( quiere a . tuviera que abjurar de sí mismo para obtener unas migajas de bien-
los miserables, como si filmara para su propia conciencia. Pero un estar. Pero es la única alternativa que le han dejado, y lo seguirá
espectador atento descubrirá que no quiere a todos por igual. En El siendo por mucho tiempo, aun si el país recupera el ritmo de cre-
jardín del edén distribuye su afecto entre los personajes con un cri- cimiento que tuvo en los años 70.
terio filantrópico-sentimental que linda con el racismo. Los'brace- El día en que México empiece a salir del subdesarrollo, el pri-
ros la conmueven, desde luego, pero no tanto como las indígenas mer síntoma de progreso económico será una mayor preponderan-
zapotecas del restorán oaxaqueño, a las que dedica una larga toma cia del naco en la vida nacional. Pero la experiencia demuestra que
en cámara lenta. Es decir, que los grados de pureza étnica-deter- en este país de castas, cuando hemos tenido barruntos de prospe-
minan el cariño de la directora. Y como el naco es una especie de ridad, el mismo grupo impulsor del despegue capitalista repudia la
saltapatrás, un mestizo que no acaba de ser indio, sencillamente lo • .incorporación de los marginados a la sociedad de consumo. Por
deja fuera de cuadro. Si la Novaro quisiera acercarse a la esencia buenas y malas razones (desdén aristocrático a la masa, horror a la
de lo popular, le bastaría con observar a sus técnicos de sonido. subcultura populachera, esperanza en una quimérica revolución
Pero nadie en el extranjero debe saber que el verdadero represen- que devolverá al pueblo su identidad perdida) los detentadores del
tante del México actual es un ser impresentable y desarraigado qué poder cultural y económico han decidido que los nacos no debe-
escucha cumbias horribles en un radio de transistores. rían existir. El problema es que sin ellos tai npoco existe el país. La
En realidad, el mexicano humilde juzga su posición en la so- guerra silenciosa contra el naco impide cual quier intento de moder-
ciedad con una escala de valores diametralmente opuesta a la que nización, pero además puede llevamos a ur suicidio cultural. En la
subyace en las películas de María Novaro. Los indígenas envidian actualidad se advierte ya un estancamiento creativo, lo mismo en el
la suerte del naco, por sentir que al menos ha logrado integrarse campo de la música popular, que en el terreno de las bellas letras.
a la modernidad. Como la pureza étnica es el origen de todos sus Contra lo que muchos creen, nuestro cine no está muriendo por
males —miseria, enfermedades, alcoholismo, caciques opresores falta de calidad, sino por el abismo entré el México primermun-
de su propia raza— no vacila en canjearla por una vida mejor. A dista y el México pobre. Las mejores películas de los últimos años
propósito de Benito Juárez, Enrique Krauze ha observado que no han llegado a su público natural por la sencilla razón de que
desde tiempos de la Colonia, la tendencia dominante entre los in- ya no hay cines de barrio. El callejón de los milagros tuvo éxito en-
dígenas mexicanos ha sido escapar de su condición: "El mestizaje tre la clase media (logro importante sin duda) pero debió ser tam-
fue un proceso de escape. Había que huir de las repúblicas indíge- bién un éxito popular, por la sensibilidad y el acierto con que re-
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fleja las pasiones del mexicano. Es lamentable y desalentador que


una película tan importante para el país no pueda cumplir del todo
la función de acercarnos unos a otros. Por falta de retroalimenta-
ción, los directores y guionistas interesados en comprender lo que
somos tienen que intuir las respuestas del público en vez de.enta-
blar un diálogo directo con él. Su; incomunicación reproduce en pe-
queña escala el enorme vacío existente entre la masa ñinguneada
y la élite colonizada que reparte equitativamente su ignorancia en- JORGE VONZffiGLER
tre el español y el inglés. Se dice que México es un país en-vías de
colombianización, pero a juzgar por la distancia entre los guetos
raciales también nos estamos peruanizando. Nuestros cholos tie-
nen su país, los criollos el suyo y en medio están los creadores que
buscan restablecer la cohesión social, ignorados por ambos gru-
pos. Uno de los mayores obstáculos que deben sortear es la simu-
lación oficial de una concordia social inexistente, que busca hun-
dir al pueblo en su letargo, so pretexto de ennoblecerlo.
Compadecido en telenovelas, campañas gubernamentales y pe-
lículas de festival, el naco ha sido víctima de un doble lenguaje: de
dientes para afuera sus patrones:lo quieren mucho, pero cada vez
que intenta levantar la cabeza le dan un madrazo para que se vuelva
a agachar.

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