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LIDERAZGO CRISTIANO: UNA CUESTIÓN DE SERVICIO

Por

Zabdiel David Rodríguez

Proyecto

Entregado a la Facultad

En Cumplimiento Parcial de los Requisitos para

LDR3012/3

Pautas para el liderazgo, segunda edición

Global University

Septiembre, 2010
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Liderazgo: Una cuestión de servicio

Parte 1: EL LIDERAZGO CRISTIANO. CARACTERÍSTICAS.

De acuerdo con J.R. Clinton, el liderazgo cristiano implica “una capacidad dada por

Dios con una responsabilidad dada por Dios para influir un grupo específico del pueblo de

Dios hacia el cumplimiento de los propósitos de Dios para el grupo”.

Queda claro en este concepto (y los de liderazgo en general) que el líder debe poder

influir en los seguidores –de otro modo no los tendría–, pero ¿Para qué influir? Para alcanzar

las metas comunes. El líder sabe adónde quiere (necesita) ir el grupo, y sabe cómo llegar.

Un gran líder es capaz de leer las circunstancias por eso se hará que éstas jueguen a su

favor y de su equipo. Sea en lo social, lo político, lo deportivo y, por supuesto, en la Iglesia, el

líder debe saber adaptarse a su ambiente y a sus seguidores sin perder de vista el objetivo.

El liderazgo llevado correctamente no abusa del poder que se le ha delegado. Sabe que se

debe a la tarea, y al bienestar de su gente. Tener claro que debe rendir cuentas no le permitirá

sacar mayor provecho de los demás, sino servirlos. Jesucristo dijo a Poncio Pilato: “Ninguna

autoridad tendrías sobre mí, si no te fuese dada de arriba” (Juan 19:11 RV60); eso nos

recuerda de quien procede el don que tenemos.

Parte 2: SED DE HONRA VS DESEO DE LIDERAR.

La motivación de liderar es algo muy importante que Dios toma en cuenta. Algunos

movidos por el deseo de servir a Dios y a las personas se envuelven en el trabajo de la iglesia

u obras sociales, llegando a las necesidades de la gente y siendo buenos embajadores de la


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causa del Reino de Dios. Sin embargo, algunos otros se involucran en el trabajo de la Iglesia,

estudian en institutos bíblicos para llegar a ser “grandes hombres de Dios”, respetados y

reconocidos por los demás.

Todos podemos tener cualquier de estas dos motivaciones. Ahora bien, con la primera

honramos a Dios, con la segunda somos más parecidos a los fariseos que Cristo criticaba por

su doble discurso.

Muchas personas anhelan el poder del liderazgo más que la oportunidad de servir

liderando. Bien sea por los beneficios que trae consigo o por el simple hecho de ser visible,

asumen la responsabilidad, pero su corazón está lejos de la tarea, y más lejos de las personas.

Esta motivación errónea da lugar a abusos de poder, celos y envidias, que a la larga terminan

en lamentables desenlaces: seguidores heridos, traicionados, entre otros.

Pero si abrazamos el liderazgo motivados por el privilegio de dirigir a las personas hacia

donde Dios quiere llevarlas el ambiente a nuestro alrededor cambia. Tal vez haya oposición,

como siempre, pero habrá optimismo y se contará con el apoyo incondicional del grupo. La

gente que va a una cafetería sabe cuando quien les sirve lo hace de buena o mala gana. Los

seguidores también notarán el empeño del líder en bendecirlo o aprovecharse de ellos.

Esto es un punto a nuestro favor si tenemos el deseo de liderar para el bien de la gente, en

vez de aprovecharnos de nuestro cargo para “hacernos un nombre”.


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Parte 3: SERVICIO, LA CLAVE DEL LIDERAZGO EN CRISTO.

Los discípulos de Jesús entraron en conflicto después de que dos de ellos rogaran al

maestro tener puestos de privilegio en el reino venidero. Cristo tomó la palabra y resolvió el

asunto al decirles:

“Como ustedes saben, los que se consideran jefes de las naciones oprimen a los súbditos,

y los altos oficiales abusan de su autoridad. Pero entre ustedes no debe ser así. Al contrario,

el que quiera hacerse grande entre ustedes deberá ser su servidor, y el que quiera ser el

primero deberá ser esclavo de todos. Porque ni aun el Hijo del hombre vino para que le

sirvan, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos” (Marcos 10:42-45 NVI)

En el reino de Dios las cosas difieren un tanto de lo que vemos en nuestro mundo. Lo

usual es que un presidente o mandatario crea que todos sus “súbditos” existen para

beneficiarle. Jesucristo voltea las cosas –más bien, las ordena– y declara que el Rey de Reyes

vino a servir a los que ama, y ese debe ser el sentir de todo líder en su reino. De modo que en

la Iglesia de Dios el que preside debe buscar el bienestar del pueblo de Dios, no el suyo. No se

trata de la posición que se tenga, sino de la oportunidad de bendecir la vida de otros que están

mi cuidado.

Es eso lo que diferencia el liderazgo cristiano (bien llevado) del liderazgo en

corporaciones u otras instituciones. Nuestro líder supremo nos ha dado ejemplo de ello.

También el Apóstol Pablo nos exhorta así:

“La actitud de ustedes debe ser como la de Cristo Jesús, quien, siendo por

naturaleza Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse. Por el contrario,
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se rebajó voluntariamente, tomando la naturaleza de siervo y haciéndose semejante a los

seres humanos” (Filipenses 2:5-7 NVI)

El Maestro lavó los pies de sus discípulos, una labor destinada al siervo más bajo. Con

esto sentó un precedente, de que en el reino de los Cielos se haría así, el mayor servirá a los

demás. Jesús no espera otra cosa sino que sigamos sus pisadas, eso incluye el servicio. De esto

se trata ser cristiano, de tomar la cruz y seguirle; de esto se trata el liderazgo “en Cristo”, amar

a los demás como a nosotros mismo, servirles como nos gustaría ser servidos. Sin duda, esto

rompe los paradigmas humanos.

Parte 4: EL ALTO PRECIO DEL LIDERAZGO.

De ninguna manera Dios podría envidiar a los actuales monarcas del mundo y sus

aburridas vidas: todos girando en torno a ellos, y ellos sin hacer algo significativo por alguien.

No cuesta mucho tener muchas personas sirviéndote, pero cuesta bastante servir a

muchas personas. Pienso que Dios nos llama a lo segundo, pues él mismo vino al mundo a

servir de modelo de siervo. Este es el Dios que sirve, el Dios de amor.

El liderazgo en Dios se basa en el amor (el Camino de Dios en sí). Así que si cuesta

muchísimo amar a otro, el liderazgo en Cristo cuesta muchísimo. Para ser un gran líder, el

líder servidor que Dios espera, tenemos que invertir la vida en las demás personas. Tiempo,

dinero, desvelos son sólo algunas aristas del precio de liderar.

Pablo usó una imagen para referirse a la relación de pareja, que me permito usarla para

ilustrar el liderazgo cristiano. El apóstol escribió: “Porque nadie aborreció jamás su propio

cuerpo, sino que lo sustenta y lo cuida, así como también Cristo a la iglesia” (Efesios 5:29
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LBLA). Así como procuramos nuestro bienestar, debemos procurar el de nuestros seguidores.

Es lo que se espera de un líder nacido de nuevo.

Tomando en cuenta el costo: el abandono de uno mismo por lograr la voluntad de Dios

para el grupo, y el cruel sacrificio del “yo”, insisto que no es fácil ser el líder servidor que

Dios espera que sea. No obstante, es un precio muy bajo a la luz de la aprobación de Dios a tu

trabajo. ¡Cuán tremendo sería que Dios te considere entre los grandes! Pues, el camino a

tomar es en bajada… y vale la pena para gloria del Nombre de Dios.


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LISTA DE REFERENCIAS

KIRKPATRICK, John W. Pautas para el Liderazgo. Segunda Edición. 2004,


Universidad ICI.

La Santa Biblia, Nueva Versión Internacional. 1999, Sociedad Bíblica Internacional

Santa Biblia, Versión Reina-Valera. 1960, Sociedades Bíblicas Unidas.

La Biblia de las Américas. 1997, Lockman.

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