CLASIFICACIÓN DE LOS JUEGOS de los jugadores puede tratar de adivinar si el
número que su adversario tiene en la mano ce- La multitud y la variedad infinitas de los rrada es par o impar: y entonces las canicas son juegos hacen perder, al comienzo, la esperanza instrumento en un juego de azar. de descubrir un principio de clasificación que Sin embargo, quiero detenerme en esta úl- permita distribuirlos a todos en un número re- tima expresión. Por una vez, hace alusión al ca- ducido de categorías bien definidas. Además, rácter fundamental de una especie bien deter- los juegos presentan tantos aspectos diferentes minada de juegos. Sea al hacer una apuesta o que hay la posibilidad de múltiples puntos de en la lotería, sea en la ruleta o el bacará, es cla- vista. El vocabulario común muestra a las cla- ro que el jugador adopta la misma actitud. No ras hasta qué punto permanece vacilante e in- hace nada, sólo espera la decisión de la suerte. cierta la mente; a decir verdad, emplea diversas En cambio el boxeador, el corredor, el jugador clasificaciones opuestas. No tiene sentido en- de ajedrez o de rayuela ponen todo en práctica frentar los juegos de naipes a los juegos de ha- para ganar. Poco importa que esos juegos sean bilidad, como tampoco oponer los juegos de ora atléticos, ora intelectuales. La actitud del sociedad a los juegos de estadio. En efecto, en jugador es la misma: el esfuerzo por vencer a un caso se escoge como criterio de distribución un rival colocado en las mismas condiciones el instrumento de juego; en otro, la cualidad que él. Así, al parecer está justificado oponer principal que exige; en un tercero, el número los juegos de azar y los juegos de competencia. de jugadores y el ambiente de la partida; final- Sobre todo, resulta tentador ver si es posible mente, en el último, el lugar en que se disputa descubrir otras actitudes no menos fundamen- la prueba. Además, lo que viene a complicarlo tales, que posiblemente ofrecerían los títulos todo es el hecho de que se puede jugar a un de una clasificación razonada de los juegos. mismo juego solo o en grupo. Un juego deter- Luego del examen de las diferentes posibilida- minado puede movilizar diversas cualidades a des, propongo con ese fin una división en cua- la vez o bien no necesitar ninguna. tro secciones principales según que, en los jue- gos considerados, predomine el papel de la En un mismo lugar, se puede jugar a juegos competencia, del azar, del simulacro o del vér- marcadamente distintos: los caballos de made- tigo. Las llamo respectivamente Agon, Alea, ra y el diávolo son diversiones al aire libre; pe- Mimicry e Ilinx. Las cuatro pertenecen clara- ro el niño que juega pasivamente por el placer mente al terreno de los juegos: se juega al fút- de verse arrastrado por la rotación del tiovivo bol, a las canicas o al ajedrez (agon), se juega a no lo hace con el mismo espíritu que quien la ruleta o a la lotería (alea), se juega al pirata realiza su mejor esfuerzo para atrapar correcta- como se interpreta [francés: on joue] a Nerón o mente su diávolo. Por otra parte, muchos jue- a Hamlet (mimicry) y, mediante un movimien- gos se juegan sin instrumentos ni accesorios. A to rápido de rotación o de caída, se juega a lo cual se agrega que un mismo accesorio pue- provocar en sí mismo un estado orgánico de de tener funciones diversas según el juego con- confusión y de desconcierto (ilinx). Sin embar- siderado. Por lo general, las canicas son el ins- go, esas designaciones aún no cubren entera- trumento en un juego de habilidad, pero uno mente el universo del juego. Lo distribuyen en cuadrantes, cada uno de los cuales se rige por Con la misma intención, me he esforzado un principio original. Delimitan sectores que por llenar cada sección con los juegos al pare- reúnen juegos de la misma especie. Pero, den- cer más diferentes, a fin de hacer resaltar mejor tro de esos sectores, los distintos juegos se es- su parentesco fundamental. Mezclé los juegos calonan en el mismo orden, de acuerdo con corporales y los juegos intelectuales, los que se una progresión comparable. Así, al mismo apoyan en la fuerza y los que recurren a la ha- tiempo se les puede situar entre dos polos bilidad o al cálculo. En el interior de cada cla- opuestos. Casi por completo, en uno de los ex- se, tampoco distinguí entre los juegos infanti- tremos reina un principio común de diversión, les y los juegos para adultos; además, cada vez de turbulencia, de libre improvisación y de que pude, busqué en el mundo animal con- despreocupada plenitud, mediante la cual se, ductas homólogas. Al hacerlo, se trataba de su- manifiesta cierta fantasía desbocada que pode- brayar el principio mismo de la clasificación mos designar mediante el nombre de paidia. propuesta: ésta tendría menos alcance si no En el extremo opuesto, esa exuberancia travie- nos diéramos cuenta de que las divisiones que sa y espontánea casi es absorbida o, en todo ca- establece corresponden a impulsos esenciales e so, disciplinada por una tendencia comple- irreductibles. mentaria, opuesta por algunos conceptos, pero no por todos, de su naturaleza anárquica y ca- prichosa: una necesidad creciente de plegarla a CATEGORÍAS FUNDAMENTALES convencionalismos arbitrarios, imperativos y molestos a propósito, de contrariarla cada vez Agon. Todo un grupo de juegos aparece co- más usando ante ella tretas indefinidamente mo competencia, es decir, como una lucha en cada vez más estorbosas, con el fin de hacerle que la igualdad de oportunidades se crea arti- más difícil llegar al resultado deseado . Éste si- ficialmente para que los antagonistas se enfren- gue siendo perfectamente inútil, aunque exija ten en condiciones ideales, con posibilidad de una suma cada vez mayor de esfuerzos, de pa- dar un valor preciso e indiscutible al triunfo ciencia, de habilidad o de ingenio. A este se- del vencedor. Por tanto, siempre se trata de gundo componente lo llamo ludus. una rivalidad en torno de una sola cualidad Recurriendo a estas extrañas denominacio- (rapidez, resistencia, vigor, memoria, habili- nes, no es mi intención constituir quién sabe dad, ingenio, etc.), que se ejerce dentro de lí- qué mitología pedante, enteramente desprovis- mites definidos y sin ninguna ayuda exterior, ta de sentido. Pero, ante la obligación de reu- de tal suerte que el ganador aparezca como el nir bajo una misma etiqueta manifestaciones mejor en cierta categoría de proezas. Esa es la diversas, me ha parecido que el medio más regla de las competencias deportivas y la razón económico de lograrlo consistía en tomar de de ser de sus múltiples subdivisiones, ya opon- tal o cual otra lengua el vocablo a la vez más gan a dos individuos o a dos equipos (polo, te- significativo y más amplio posible, con el fin nis, fútbol, box, esgrima, etc.), ya se disputen de evitar que cada conjunto que examinemos entre un número indeterminado de concur- se vea marcado de manera uniforme por la santes (carreras de toda especie, competencias cualidad particular de uno de los elementos de tiro, de golf, de atletismo, etc.). A la misma que reúne, lo que no dejaría de ocurrir si el clase pertenecen además los juegos en que los nombre de éste sirviera para designar a todo el adversarios disponen al principio de elementos grupo. Por lo demás, a medida que trate yo de exactamente del mismo valor y en el mismo establecer la clasificación en la que me he em- número. El juego de damas, el ajedrez, el billar, peñado, cada cual tendrá la ocasión de darse son ejemplos perfectos. La búsqueda de la cuenta por sí mismo de la necesidad en que me igualdad de oportunidades al principiar cons- vi de utilizar una nomenclatura que no remita tituye de manera tan manifiesta el principio demasiado directamente a la experiencia con- esencial de la rivalidad que se la restablece por creta, a la que en parte está destinada a distri- medio de una ventaja entre dos jugadores de buir de acuerdo con un principio inédito. fuerzas diferentes, es decir, que dentro de la
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igualdad de oportunidades establecida en un turales que obedecen al mismo código: el due- principio, se prepara una desigualdad secunda- lo, el torneo, ciertos aspectos constantes y sor- ría, proporcional a la fuerza relativa supuesta prendentes de la llamada guerra cortés. en los participantes. Es significativo que ese En principio, puesto que no conciben lími- uso exista tanto para el agon de carácter mus- tes ni reglas y buscan sólo en una lucha impla- cular (los encuentros deportivos) como para el cable una victoria brutal, parecería que los ani- agon de tipo más cerebral (las partidas de aje- males tuvieran que desconocer el agon. Es cla- drez, por ejemplo, en las que se da al jugador ro que no podrían invocarse ni las carreras de más débil la ventaja de un peón, de un caballo caballos ni las peleas de gallos: unas y otras son o de una torre). luchas en que los hombres hacen enfrentarse a Por cuidadosamente que se trate de conser- animales adiestrados, de acuerdo con normas varla, una igualdad absoluta no parece sin em- que sólo ellos han fijado. No obstante, consi- bargo del todo alcanzable. En ocasiones, como derando ciertos hechos, los animales al parecer en las damas o el ajedrez, el hecho de jugar pri- tienen ya el gusto de oponerse en encuentros mero da cierta ventaja, pues esa prioridad per- en que, si bien está ausente la regla, como es de mite al jugador favorecido ocupar posiciones esperar, al menos hay un límite implícitamen- clave o imponer su estrategia. Por el contrario, te convenido y respetado espontáneamente. en los juegos de puja, quien ofrece al último Así ocurre sobre todo con los gatos pequeños, aprovecha las indicaciones que le dan los los cachorros de perro, las focas jóvenes y los anuncios de sus adversarios. Asimismo, en el oseznos, que gustan de derribarse guardándose croquet, salir en último término multiplica los bien de herirse. recursos del jugador. En los encuentros depor- Más convincente aún es la costumbre de tivos, la exposición, el hecho de tener el sol de los bóvidos que, con la cabeza gacha, testuz frente o a la espalda; el viento que ayuda o que contra testuz, tratan de hacerse recular el uno estorba a uno de los dos campos; en las carre- al otro. Los caballos practican el mismo tipo de ras disputadas sobre una pista cerrada, el hecho duelo amistoso y además conocen otro: para de encontrarse en el interior o en el exterior de medir sus fuerzas, se yerguen sobre las patas la curva, constituyen, dado el caso, otras tantas traseras y se dejan caer uno sobre otro con un ventajas o inconvenientes cuya influencia no vigoroso impulso oblicuo y con todo su peso, necesariamente es ínfima. Esos inevitables de- a fin de hacer perder el equilibrio al adversario. sequilibrios se anulan o se moderan mediante Asimismo, los observadores han señalado nu- el sorteo de la situación inicial, y luego me- merosos juegos de persecución, que tienen lu- diante una estricta alternancia de la situación gar mediante desafío o invitación. El animal privilegiada. alcanzado no tiene nada que temer de su ven- Para cada competidor, el resorte del juego cedor. El caso más elocuente es sin duda el de es el deseo de ver reconocida su excelencia en los pequeños pavos reales silvestres llamados un terreno determinado. La práctica del agon “combatientes”. Escogen un campo de batalla, supone por ello una atención sostenida, un en- “un lugar un tanto elevado”, dice Karl Groos1, trenamiento apropiado, esfuerzos asiduos y la “siempre húmedo y cubierto de pasto raso, de voluntad de vencer. Implica disciplina y perse- un diámetro de metro y medio a dos metros”. verancia. Deja al competidor solo con sus re- Allí se reúnen cotidianamente algunos ma- cursos, lo invita a sacar de ellos el mejor parti- chos. El que llega primero espera a un adversa- do posible, lo obliga en fin a usarlos lealmente rio y empieza la lucha. Los campeones tiem- y dentro de los límites determinados que, sien- blan e inclinan la cabeza en reiteradas ocasio- do iguales para todos, conducen sin embargo a nes. Sus plumas se erizan. Se lanzan uno con- hacer indiscutible la superioridad del vence- tra otro, con el pico al frente, y golpean. Nun- dor. El agon se presenta como la forma pura ca hay persecución ni lucha fuera del espacio de- del mérito personal, y sirve para manifestarlo. limitado para el torneo. Por ello, en cuanto a los Fuera, o en los límites del juego, se encuen- ejemplos anteriores, me parece legítimo pro- tra el espíritu del agon en otros fenómenos cul- nunciar aquí la palabra agon: hasta ese grado es
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claro que la finalidad de los encuentros no es jo, la paciencia, la habilidad, la calificación; para los antagonistas infligir un daño grave a elimina el valor profesional, la regularidad, el su rival, sino demostrar su propia superiori- entrenamiento. En un instante aniquila los re- dad. Los hombres sólo agregan los refinamien- sultados acumulados. Es desgracia total o favor tos y la precisión de la regla. absoluto. Ofrece al jugador afortunado infini- tamente más de lo que podría procurarle una En cuanto se afirma su personalidad y an- vida de trabajo, de disciplina y de fatigas. Pare- tes de la aparición de las competencias regla- ce una insolente y soberana burla al mérito. mentadas, entre los niños se aprecia la frecuen- Por parte del jugador, supone una actitud cia de extraños desafíos, en que los adversarios exactamente opuesta a aquella de que hace ga- se esfuerzan por demostrar su mayor resisten- la en el agon. En éste, el jugador sólo cuenta cia. Se les ve competir por quién mirará fija- consigo mismo; en el alea, cuenta con todo, mente el sol durante más tiempo, resistirá las con el más ligero indicio, con la menor parti- cosquillas, dejará de respirar, de parpadear, etc. cularidad exterior que al punto toma por señal En ocasiones, lo que está en juego es más serio, o advertencia, con cada singularidad que cap- pues se trata de resistir el hambre o el dolor, en ta; con todo, salvo consigo mismo. forma de azotes, de pellizcos, de piquetes y de quemaduras. Entonces, esos juegos de ascetis- El agon es una reivindicación de la respon- mo, como se les ha dado en llamar, inauguran sabilidad personal, el alea una renuncia de la pruebas severas. Son anticipo de los malos tra- voluntad, un abandono al destino. Ciertos jue- tos y la novatadas que los adolescentes deben gos como el dominó, el chaquete y la mayor soportar en la iniciación. Con ello se apartan parte de los juegos de naipes combinan el agon un poco del agon, que no tarda en encontrar y el alea: el azar rige la composición de las “ma- sus formas perfectas, sea con los juegos y los nos” de cada jugador, luego de lo cual éste ex- deportes de competencia propiamente dichos, plota lo mejor posible y de acuerdo con su sea con los juegos y deportes de proeza (caza, fuerza la parte que una suerte ciega le atribuyó. alpinismo, crucigramas, problemas de ajedrez, En un juego como el bridge, el saber y el razo- etc.), donde, sin enfrentarse directamente, los namiento constituyen la defensa propia del ju- competidores no dejan de participar en un in- gador y le permiten sacar el mejor partido de menso concurso difuso e incesante. las cartas que ha recibido; en un juego como el póquer, son más bien cualidades de penetra- Alea. Es éste el nombre del juego de dados ción psicológica y de carácter. en latín. Lo tomo aquí para designar, en opo- En general, el papel del dinero es tanto sición exacta al agon, todos |os juegos basados más considerable cuanto mayor sea la parte en una decisión que no depende del jugador, del azar y, por consiguiente, cuanto menor sea sobre la cual no podría éste tener la menor in- la defensa del jugador. La razón de todo ello fluencia y en que, por consiguiente, se trata aparece claramente: el alea no tiene como fun- mucho menos de vencer al adversario que de ción hacer ganar dinero a los más inteligentes imponerse al destino. Mejor dicho, el destino sino, muy por el contrario, abolir las superio- es el único artífice de la victoria y, cuando exis- ridades naturales o adquiridas de los indivi- te rivalidad, ésta significa exclusivamente que duos a fin de poner a cada cual en igualdad el vencedor se ha visto más favorecido por la absoluta de condiciones ante el ciego veredic- suerte que el vencido. Ejemplos puros de esa to de la suerte. categoría de juegos son los que dan los dados, Como el resultado del agon es incierto por la ruleta, el cara o cruz, el bacará, la lotería, necesidad, y paradójicamente debe parecerse al etc. Aquí, no sólo no se trata de eliminar la in- efecto del azar puro, dado que las oportunida- justicia del azar, sino que es lo arbitrario mis- des de los competidores en principio son lo mo de éste lo que constituye el resorte único más equilibradas posible, de allí se sigue que del juego. todo encuentro que posea las características de A la inversa del agon, el alea niega el traba- una competencia reglamentada ideal puede ser
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objeto de apuestas, es decir, de aleas: así ocurre lidades de demostrar su valer o, en la otra esca- en las carreras de caballos o de lebreles, en los la, exactamente de las mismas oportunidades encuentros de fútbol o de pelota vasca, en las de recibir un favor. De uno u otro modo, el ju- peleas de gallos. Incluso sucede que la tasa de gador escapa del mundo haciéndolo otro. Pero apuestas varíe sin cesar durante la partida, de también es posible evadirse de él haciéndose acuerdo con las peripecias del agon.2 otro. Que es a lo que responde la mimicry. Los juegos de azar parecen los juegos hu- manos por excelencia. Los animales conocen Mimicry. Todo juego supone la aceptación los juegos de competencia, de simulacro o de temporal, si no de una ilusión (aunque esta úl- vértigo. Karl Groos, principalmente, ofrece tima palabra no signifique otra cosa que entra- ejemplos sorprendentes para cada una de esas da en juego: in-lusio), cuando menos de un categorías. En: cambio, demasiado metidos en universo cerrado, convencional y, en ciertos as- lo inmediato y demasiado esclavos de sus im- pectos, ficticio. El juego puede consistir, no en pulsos, los animales no podrían imaginar una desplegar una actividad o en soportar un des- fuerza abstracta e insensible, a cuyo veredicto tino en un medio imaginario, sino en ser uno se sometieran de antemano por juego y sin mismo un personaje ilusorio y conducirse en reacción. Esperar pasiva y deliberadamente la consecuencia. Nos encontramos entonces decisión de una fatalidad, arriesgar en ella un frente a una serie variada de manifestaciones bien para multiplicarlo en proporción a las que tienen como característica común apoyar- probabilidades de perderlo es una actitud que se en el hecho de que el sujeto juega a creer, a exige una posibilidad de previsión, de repre- hacerse creer o a hacer creer a los demás que es sentación y de especulación de la que sólo es distinto de sí mismo. El sujeto olvida, disfraza, capaz una reflexión objetiva y calculadora. Tal despoja pasajeramente su personalidad para vez en la medida en que el niño aún está pró- fingir otra. He decidido designar esas manifes- ximo al animal, los juegos de azar no tienen taciones mediante el término mimicry, que da para él la importancia que cobran para el adul- nombre en inglés al mimetismo, sobre todo de to. Para él, jugar es actuar. Por otra parte, pri- los insectos, a fin de subrayar la naturaleza fun- vado de independencia económica y sin dine- damental y elemental, casi orgánica, del im- ro que le pertenezca, no encuentra en los jue- pulso que las suscita. gos de azar aquello que constituye su atractivo El mundo de los insectos aparece frente al principal. Éstos no logran hacerle estremecer- mundo humano como la solución más diver- se. Cierto es que las canicas son para él una gente que ofrece la naturaleza. Ese mundo se moneda. Sin embargo, para ganarlas cuenta opone punto por punto al del hombre, pero más con su habilidad que con la suerte. no es menos elaborado, complejo y sorpren- dente. Así, me parece legítimo tomar aquí en El agon y el alea manifiestan actitudes consideración los fenómenos de mimetismo opuestas y en cierto modo simétricas, pero am- cuyos ejemplos más perturbadores presentan bos obedecen a una misma ley: la creación ar- los insectos. En efecto, a una conducta libre tificial entre los jugadores de las condiciones del hombre, versátil, arbitraria e imperfecta, de igualdad pura que la realidad niega a los que sobre todo acaba en una obra exterior, co- hombres, pues nada en la vida es claro sino rresponde en el animal y, de manera más par- que, precisamente, todo en ella es confuso en ticular en el insecto, una modificación orgáni- un principio, tanto las oportunidades como ca, fija y absoluta que caracteriza a la especie y los méritos. Sea agon, sea alea, el juego es en- se ve reproducida infinita y exactamente de ge- tonces una tentativa de sustituir la confusión neración en generación entre miles de millones normal de la existencia común por situaciones de individuos: por ejemplo, las castas de las perfectas. Estas son tales que el papel del méri- hormigas y de las termitas frente a la lucha de to o del azar se muestra en ellas de manera cla- clases, los dibujos de las alas de las mariposas ra e indiscutible. También implican que todos frente a la historia de la pintura. Por poco que deben gozar exactamente de las mismas posibi- se admita esa hipótesis, acerca de cuya temeri-
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dad no abrigo ninguna ilusión, el inexplicable diversión a la que nos entreguemos, enmasca- mimetismo de los insectos ofrece de pronto rados o disfrazados, y que consiste tanto en el una réplica extraordinaria al gusto que el hom- propio hecho de estar el jugador enmascarado bre encuentra en disfrazarse, en disimularse, en o disfrazado como en sus consecuencias. Final- ponerse una máscara, en representar [jouer] a mente, es claro que la representación teatral y un personaje. Sólo que, en esta ocasión, la más- la interpretación dramática entran con todo cara y el disfraz forman parte del cuerpo, en derecho en ese grupo. vez de ser un accesorio fabricado. Pero en am- El placer consiste en ser otro o en hacerse bos casos sirve exactamente a los mismos fines: pasar por otro. Pero, como se trata de un jue- cambiar la apariencia del portador y dar miedo go, en esencia no es cosa de engañar al espec- a los demás3. tador. El niño que juega al tren bien puede ne- Entre los vertebrados, la tendencia a imitar garse al beso de su padre diciéndole que no se se manifiesta en primer lugar por medio de un besa a las locomotoras, pero no trata de hacer- contagio enteramente físico, casi irresistible, le creer que es una verdadera locomotora. En semejante al contagio del bostezo, de la carre- el carnaval, el enmascarado no trata de hacer ra, de la claudicación, de la sonrisa y sobre to- creer que es un verdadero marqués, ni un ver- do del movimiento. Hudson creyó poder afir- dadero torero, ni tampoco un verdadero piel mar que, esporádicamente, un animal joven roja; intenta infundir miedo y sacar provecho “sigue a todo objeto que se aleja, y huye de to- de la licencia ambiente, a su vez resultado del do objeto que se acerca”. Al grado de que un hecho de que la máscara disimula al personaje cordero se sobresalta y escapa si su madre se social y libera la personalidad verdadera. Tam- vuelve y se dirige hacia él, sin reconocerla, y en poco el actor trata de hacer creer que es “de ve- cambio, sigue el paso del hombre, del perro o ras” el Rey Lear o Carlos Quinto. Sólo el espía del caballo que ve alejarse. El contagio y la si- y el fugitivo se disfrazan para engañar realmen- mulación todavía no son simulacro, pero lo te, pero ellos no juegan. hacen posible y dan lugar a la idea y al gusto por la mímica. Entre las aves, esa tendencia Como actividad, imaginación e interpreta- culmina en los pavoneos nupciales, en las cere- ción, la mimicry no podría tener relación algu- monias y las exhibiciones vanidosas a las cua- na con el alea, que impone al jugador la inmo- les, según los casos, se entregan machos y hem- vilidad y el estremecimiento de la espera, pero bras con una rara aplicación y un evidente pla- no queda excluido que se acomode con el cer. En cuanto a los cangrejos oxirincos, que agon. No estoy pensando en los concursos de plantan sobre su carapacho toda alga o todo disfraces donde la alianza es enteramente exte- pólipo que pueden coger, su aptitud para el rior. Una complicidad más íntima se deja des- disfraz no ofrece lugar a duda, sea cual fuere la cubrir con facilidad. Para quienes no partici- explicación que pueda dársele. pan en él, todo agon es un espectáculo. Sólo La mímica y el disfraz son así los resortes que es un espectáculo en que, para que sea vá- complementarios de esa clase de juegos. En el lido, se excluye el simulacro. Las grandes ma- niño, antes que nada se trata de imitar a los nifestaciones deportivas no por ello dejan de adultos. De allí el éxito de las colecciones y de ser ocasiones privilegiadas para la mimicry, con los juguetes en miniatura que reproducen los sólo que se recuerde que el simulacro se trans- utensilios, los aparatos, las armas y las máqui- fiere aquí de los actores a los espectadores: los nas que utilizan los mayores. La niña juega a la que imitan no son los actores, sino claramente mamá, a la cocinera, a la lavandera y a la plan- los asistentes. Por sí sola, la identificación con chadora; el niño finge ser soldado, mosquete- el campeón constituye ya una mimicry próxi- ro, agente de policía, pirata, vaquero, marcia- ma a la que hace que el lector se reconozca en no4, etc. Juega al avión abriendo los brazos y el héroe de novela, el espectador en el héroe de haciendo el ruido del motor. Pero las conduc- la película. Para convencerse de ello no hay tas de la mimicry pasan ampliamente de la in- más que considerar la función perfectamente fancia a la vida adulta. También cubren toda simétrica del campeón y de la estrella, sobre la
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cual tendré ocasión de insistir de manera más Ilinx. Un último tipo de juegos reúne a los explícita. Los campeones, triunfadores del que se basan en buscar el vértigo, y consisten agon, son las estrellas de los encuentros depor- en un intento de destruir por un instante la es- tivos. En cambio, las estrellas son las vencedo- tabilidad de la percepción y de infligir a la con- ras de una competencia difusa donde se juega ciencia lúcida una especie de pánico voluptuo- el favor del público. Unos y otros reciben co- so. En cualquier caso, se trata de alcanzar una rrespondencia abundante, conceden entrevis- especie de espasmo, de trance o de aturdi- tas a una prensa ávida y firman autógrafos. miento que provoca la aniquilación de la reali- A decir verdad, la carrera de ciclismo, el en- dad con una brusquedad soberana. cuentro de boxeo o de lucha, el partido de fút- Es sumamente común que la perturbación bol, de tenis o de polo, constituyen en sí espec- provocada por el vértigo se busque por sí mis- táculos con trajes, inauguración solemne, li- ma: no citaré más ejemplo que el de los ejerci- turgia apropiada y desarrollo reglamentado. cios de los derviches bailadores y de los vola- En una palabra, son dramas cuyas diferentes dores mexicanos. Los escojo a propósito, pues peripecias hacen al público contener el aliento los primeros, mediante la técnica empleada, se y llegan a un desenlace que exalta a unos y de- vinculan a ciertos juegos infantiles, mientras cepciona a otros. La naturaleza de esos espec- que los segundos evocan más bien los recursos táculos sigue siendo la del agon, pero aparecen refinados de la acrobacia y de la cuerda floja: con las características exteriores de una repre- de ese modo alcanzan los dos polos de los jue- sentación. Los asistentes no se contentan con gos de vértigo. Los derviches buscan el éxtasis alentar con la voz y los ademanes el esfuerzo de girando sobre sí mismos, de acuerdo con un los atletas de su preferencia sino también, en el movimiento que aceleran toques de tambor hipódromo, el de los caballos de su elección. cada vez más precipitados. El pánico y la hip- Un contagio físico los lleva a esbozar la actitud nosis de la conciencia se alcanzan mediante el de los hombres o de los animales, para ayudar- paroxismo de una rotación frenética contagio- los, a la manera en que se sabe que un jugador sa y compartida5. de bolos inclina el cuerpo de manera imper- En México, los voladores —huastecos o to- ceptible en la dirección que quisiera ver tomar tonacas— se izan hasta lo alto de un poste de a la pesada bola al término de su recorrido. En veinte a treinta metros de altura. Falsas alas esas condiciones, además del espectáculo, en- suspendidas de sus muñecas los disfrazan de tre el público se suscita una competencia con águilas. Se atan de la cintura al extremo de una mimicry, que duplica el verdadero agon del cuerda. Luego, ésta pasa entre los dedos de sus campo o de la pista. pies, de manera que puedan efectuar el des- Con excepción de una sola, la mimicry pre- censo entero cabeza abajo y con los brazos senta todas las características del juego: liber- abiertos. Antes de llegar al suelo, dan varias tad, convención, suspensión de la realidad, es- vueltas completas, trece según Torquemada, pació y tiempo delimitados. No obstante, la describiendo una espiral que va ensanchándo- continua sumisión a reglas imperativas y preci- se. La ceremonia, que incluye varios vuelos y sas no se deja apreciar en ella. Ya lo hemos vis- empieza al mediodía, se interpreta con gusto to: ocupan su lugar la disimulación de la reali- como una danza del sol poniente, al que dad y la simulación de una segunda realidad. acompañan aves, muertos divinizados. La fre- La mimicry es invención incesante. La regla del cuencia de los accidentes ha llevado a las auto- juego es única: para el actor, consiste en fasci- ridades mexicanas a prohibir ese peligroso nar al espectador, evitando que un error con- ejercicio.6 duzca a éste a rechazar la ilusión; para el espec- Por lo demás, casi no resulta necesario in- tador, consiste en prestarse a la ilusión sin re- vocar esos ejemplos raros y prestigiosos. Gi- cusar desde un principio la escenografía, la rando rápidamente sobre sí mismo, todo niño máscara, el artificio al que se le invita a dar cré- conoce también el modo de llegar a un estado dito, durante un tiempo determinado, como a centrífugo de huida y de escape, en que el una realidad más real que la realidad. cuerpo tiene dificultad en recobrar su equili-
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brio y la percepción su claridad. No cabe du- significativa para no mencionarla. Por lo de- da de que el niño lo hace por juego y se com- más, no faltan los ejemplos cuyo carácter de place en ello. Así ocurre en el juego de la peri- juego no deja lugar a dudas. Los perros giran nola en que gira sobre un talón lo más rápido sobre sí mismos para atraparse la cola, hasta que puede. De una manera análoga, en el jue- caer. Otras veces, son presas de una fiebre de go haitiano del maíz de oro, dos niños se to- correr que sólo los abandona cuando se ago- man de las manos, frente a frente, extendien- tan. Los antílopes, las gacelas y los caballos sal- do los brazos. Con el cuerpo rígido e inclina- vajes son víctimas con frecuencia de un pánico do hacia atrás, los pies juntos y encontrados, que no corresponde a ningún peligro real, ni giran hasta perder el aliento por el solo placer tampoco al menor asomo de peligro, pánico de vacilar después de detenerse. Gritar a voz que refleja más bien el efecto de un contagio en cuello, precipitarse por una pendiente, res- imperioso y de una complacencia inmediata a balar por el tobogán, el tiovivo, siempre que entregarse a él7. Las ratas de agua se divierten gire lo suficientemente rápido, el sube y baja, rodando sobre sí mismas, como si fueran arras- si se eleva lo bastante, procuran sensaciones tradas por los movimientos de la corriente. El análogas. caso de las gamuzas es aún más notable. Según También las provocan tratamientos físicos Karl Groos, suben a los nevados y, allí, toman- diversos: la pirueta, la caída o la proyección en do cada cual impulso, se desliza a su vez a lo el espacio, la rotación rápida, el deslizamiento, largo de una abrupta pendiente, mientras que la velocidad, la aceleración de un movimiento las demás la ven hacer. rectilíneo o su combinación con un movi- El gibón escoge una rama flexible, la curva miento giratorio. Paralelamente, existe un vér- con su peso hasta que se afloja, proyectándolo tigo de orden moral, un arrebato que de pron- por los aires. Se recupera como puede y vuel- to hace presa del individuo. Ese vértigo se ve a empezar interminablemente ese ejercicio compara de buen grado con el gusto normal- inútil e inexplicable si no es por su seducción mente reprimido por el desorden y la destruc- íntima. Pero las aves, sobre todo, son amantes ción. Manifiesta formas toscas y brutales de la de los juegos de vértigo. Se dejan caer como afirmación de la personalidad. Entre los niños, una piedra desde gran altura y no abren las se aprecia sobre todo en ocasión de los juegos alas sino a unos cuantos metros del suelo, dan- de mano caliente, de prendas y del salto de ra- do la impresión de que se estrellarán contra él. na, que de pronto se precipitan y degeneran en Luego vuelven a subir, y de nuevo se dejan simple barahúnda. Entre los adultos, nada más caer. En la época de celo, utilizan ese vuelo de revelador en ese terreno que la extraña excita- proeza para seducir a la hembra. El halcón ción que continúan experimentando al segar nocturno de América, descrito por Audubon, con una vara las flores altas de una pradera o es un virtuoso aficionado a esa impresionante hacer caer en avalancha la nieve de un techo, o acrobacia8. incluso la embriaguez que llegan a conocer en Después de la perinola, el maíz de oro, la las carpas de feria, por ejemplo, destrozando resbaladilla, el tiovivo y el columpio de la in- ruidosamente montones de vajilla de desecho. fancia, los hombres disponen antes que nada Para cubrir las diversas variedades de esos de los efectos de la embriaguez y de numero- arrebatos que al mismo tiempo son un descon- sas danzas, desde el torbellino mundano pero cierto, ya orgánico, ya físico, propongo el tér- insidioso del vals, hasta diversas gesticulacio- mino ilinx, nombre griego del remolino de nes obsesivas, trepidantes y convulsas. Los agua, de donde se deriva precisamente en la mayores experimentan un placer del mismo misma lengua el nombre del vértigo (ilingos). tipo con el aturdimiento provocado por una Ese placer tampoco es privilegio del hom- velocidad extrema, como el que se siente por bre. Antes que nada, es conveniente evocar el ejemplo sobre esquíes, en motocicleta o en un mareo de ciertos mamíferos, en particular de auto convertible. Para dar a ese tipo de sensa- las ovejas. Aun cuando en ese caso se trate de ciones la intensidad y la brutalidad capaces de una manifestación patológica, es demasiado aturdir los organismos adultos, ha habido que
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inventar máquinas potentes. Por tanto, no es juego que van asociadas a él: libertad de acep- sorprendente que con frecuencia se haya teni- tar o de rechazar la prueba, límites estrictos e do que llegar a la era industrial par ver al vér- invariables, separación del resto de la realidad. tigo constituirse en verdadera categoría de Que la prueba dé además materia de espectá- juego. Desde entonces se ofrece a un ávida culo no disminuye sino que refuerza su natu- multitud por medio de mil aparatos implaca- raleza de juego. bles instalados en las ferias y en los parques de atracciones. Evidentemente, esos aparatos rebasarían su DE LA TURBULENCIA Y DE LA REGLA fin si sólo se tratara de perturbar los órgano del oído interno, de los que depende el sentido del Las reglas son inseparables del juego en equilibrio. Pero el cuerpo entero es sometido a cuanto éste adquiere lo que yo llamaré una tratos que todos temerían, si no viera a los de- existencia institucional. A partir de ese mo- más atropellarse para sufrirlos. A decir verdad, mento, forman parte de su naturaleza. Son vale la pena observar la salida de esa máquinas ellas las que lo transforman en instrumento de de vértigo. Devuelven a las persona demacra- cultura fecundo y decisivo. Pero sigue siendo das, tambaleantes y al borde de la náusea. Aca- cierto que en el origen del juego reside una li- ban de dar alaridos de terror, han tenido la res- bertad primordial, una necesidad de relaja- piración entrecortada y sentido la horrible im- miento, y en general de distracción y fantasía. presión de que dentro de sí mismas hasta su Esa libertad es su motor indispensable y per- órganos tenían miedo y se encogían para esca- manece en el origen de sus formas más com- par de un terrible asalto. Sin embargo, en su plejas y más estrictamente organizadas. Su ca- mayoría e incluso antes de tranquilizarse, se pacidad primaria de improvisación y de ale- precipitan ya a la taquilla para comprar el de- gría, a la que yo llamo paidia, se conjuga con recho de experimentar una vez más el mismo el gusto por la dificultad gratuita, a la que pro- suplicio, del que esperan un goce. pongo llamar ludus, para llegar a los diferentes Fuerza es decir goce, pues vacilamos en lla- juegos a los que sin exagerar se puede atribuir mar distracción a semejante arrebato, que se una virtud civilizadora. En efecto, esos juegos acerca más al espasmo que a la diversión. Por ejemplifican los valores morales e intelectuales otra parte, es importante que la violencia de la de una cultura. Además, contribuyen a preci- impresión sentida es tal que los propietarios de sarlos y a desarrollarlos. los aparatos, en casos extremos, hacen esfuer- He escogido la palabra paidia por tener co- zos por seducir a los ingenuos mediante el ca- mo raíz el nombre del niño y en segundo lugar rácter gratuito de la atracción. Falazmente por la preocupación de no desconcertar inútil- anuncian que “todavía esta vez” no cuesta na- mente al lector recurriendo a un término to- da, cuando en realidad así ocurre sistemática- mado de una lengua de las antípodas. Pero el mente. En cambio, se hace pagar a los especta- sánscrito kredati y el chino wan parecen a la dores su privilegio de considerar tranquilamen- vez más ricos y más reveladores, por la variedad te desde lo alto de una galería las angustias de y la naturaleza de sus significados anexos. Cier- las víctimas voluntarias o sorprendidas, expues- to es que también presentan los inconvenien- tas a fuerzas temibles o a extraños caprichos. tes de una riqueza demasiado grande, entre Sería temerario sacar conclusiones demasia- otros, cierto peligro de confusión. Kredati de- do precisas respecto de esa curiosa y cruel dis- signa el juego de los adultos, de los niños y de tribución de papeles. Ésta no es característica los animales. Se aplica de manera más exclusi- de una sola clase de juegos: se encuentra en el va al brinco, es decir, a los movimientos brus- boxeo, en la lucha libre y en las peleas de gla- cos y caprichosos provocados por una supera- diadores. Aquí, lo esencial reside en la búsque- bundancia de alegría o de vitalidad. Se emplea da de ese desconcierto específico, de ese páni- también para las relaciones eróticas ilícitas, pa- co momentáneo definido por el término del ra el vaivén de las olas y para cualquier otra co- vértigo y de las indudables características de sa que ondule de acuerdo con el viento. La pa-
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labra wan es todavía más explícita, tanto por lo con la lengua una muela enferma. También le que nombra como por lo que descarta, es de- gusta que lo asusten. Así, busca ora un dolor fí- cir, los juegos de habilidad, de competencia, de sico, pero limitado, y dirigido, cuya causa es él, simulacro y de azar. En cambio, manifiesta nu- ora una angustia psíquica, pero solicitada por merosos desarrollos de sentido en los cuales él, que hace cesar a su antojo. Tanto aquí co- tendré ocasión de insistir. mo allá son reconocibles los aspectos funda- A la luz de esas comparaciones y de esas ex- mentales del juego: actividad voluntaria, con- clusivas semánticas, ¿cuáles pueden ser la ex- venida, separada y gobernada. tensión y la significación del término paidia? Pronto nace el gusto de inventar reglas y de Por mi parte, lo definiré como el vocablo que plegarse a ellas con obstinación, cueste lo que incluye las manifestaciones espontáneas del cueste: el niño hace entonces consigo mismo o instinto de juego: el gato enredado en una pe- con sus compañeros todo tipo de apuestas que lota de lana, el perro que se sacude, el lactante son, como ya hemos visto, las formas elemen- que ríe a su sonaja, representan los primeros tales del agon: camina a la pata coja, hacia ejemplos identificables de esa clase de activi- atrás, cerrando los ojos, o juega a quién mirará dad. Interviene en toda exuberancia dichosa el sol, soportará un dolor o permanecerá en que manifiesta una agitación inmediata y de- una posición molesta el mayor tiempo posible. sordenada, una recreación espontánea y relaja- En general, las primeras manifestaciones de la da, naturalmente excesiva, cuyo carácter im- paidia no tienen nombre y no podrían tenerlo, provisado y descompuesto sigue, siendo la precisamente porque permanecen aquende to- esencia, si no es que la única razón de ser. De da estabilidad, todo signo distintivo y toda la voltereta al garabato, de la pelotera, a la ba- existencia claramente diferenciada, que permi- tahola, no faltan ejemplos perfectamente cla- tiría al vocabulario consagrar su autonomía ros de semejantes pruritos de movimientos, de mediante una denominación específica. Pero colores o de ruidos. en cuanto aparecen las convenciones, las técni- cas, los utensilios, aparecen con ellos los pri- Esa necesidad elemental de agitación y de meros juegos caracterizados: salto de rana, es- estruendo aparece antes que nada como un condidillas, el cometa, la perinola, la resbaladi- impulso de tocarlo todo, de asir, de probar, de lla, la gallina ciega, la muñeca. Aquí empiezan olfatear y luego de olvidarse de todo objeto ac- a bifurcarse las vías contradictorias del agon, cesible. Fácilmente se constituye en gusto de del alea, de la mimicry y del ilinx. Aquí inter- destruir o de romper. Explica el placer de cor- viene también el placer que se siente al resolver tar interminablemente papel con tijeras, de ha- una dificultad creada, a voluntad, definida ar- cer trizas una tela, de hacer que se derrumbe bitrariamente, de tal modo, a la postre, que el un montaje, de atravesar una fila, de llevar el hecho de salvarla no da ninguna otra ventaja desorden a un juego o a la ocupación de los de- que la satisfacción íntima de haberla resuelto. más, etc. Pronto viene el deseo de engañar o de Esta esfera, que es propiamente el ludus, desafiar, sacando la lengua, haciendo muecas, también se puede descubrir en las diferentes fingiendo tocar o tirar el objeto prohibido. Pa- categorías de juegos, salvo en aquellos que se ra el niño, se trata de afirmarse, de sentirse cau- basan íntegramente en una pura decisión de la sa, de obligar a los demás a prestarle atención. suerte. Aparece como complemento y como De ese modo, Groos informa del caso de un educación de la paidia, a la cual disciplina y simio al que le gustaba tirar de la cola a un pe- enriquece. El ludus da ocasión a un entrena- rro que vivía con él, cada vez que éste simula- miento, y normalmente desemboca en la con- ba dormir. La alegría primitiva de destruir y de quista de una habilidad determinada, en la ad- tirar fue observada en un mono capuchino por quisición de una maestría particular, en el ma- la hermana de C. J. Romanes, con una preci- nejo de tal o cual aparato o en la aptitud de sión de detalles de lo más significativa9. descubrir una respuesta satisfactoria a proble- El niño no se limita a eso. Le gusta jugar mas de orden estrictamente convencional. con su propio dolor, por ejemplo, irritándose La diferencia con el agon es que en el ludus,
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la tensión y el talento del jugador se ejercen porción, calcular el impulso dado a la canica fuera de todo sentimiento explícito de emula- que marca los puntos y dirigir su recorrido. Lo ción o de rivalidad: se lucha contra el obstácu- cual no impide que, en esos dos ejemplos, sea lo y no contra uno o varios competidores. En el azar el que decida en lo esencial, Sin embar- el aspecto de la habilidad manual, se pueden go, el hecho de que el jugador no esté comple- citar los juegos del balero, del diábolo y del yo- tamente desarmado y sepa que, así fuese en yo. Esos simples instrumentos utilizan de bue- mínima parte, puede contar con su habilidad o na gana las leyes naturales básicas; por ejem- su talento, basta aquí para combinar la natura- plo, la gravedad y la rotación en el caso del yo- leza del ludus con la naturaleza del alea11. yo, en que se trata de transformar un movi- Asimismo, el ludus se combina gustosa- miento rectilíneo alternativo en movimiento mente con la mimicry. En el caso más simple, circular continuo. La cometa se basa en cam- da los juegos de construcciones que siempre bio en la explotación de una situación atmos- son juegos de ilusión, trátese de los animales férica concreta. Gracias a él, el jugador efectúa fabricados con tallos de mijo por los niños de a distancia una especie de auscultación del cie- la tribu dogona; de las grúas o de los automó- lo. Proyecta su presencia más allá de los límites viles construidos articulando láminas de acero de su cuerpo. Asimismo, el juego de la gallina perforadas y poleas de algún meccano; o de los ciega ofrece la ocasión de poner a prueba los modelos a escala, de avión o de barco, que los recursos de la percepción sin recurrir a la vis- adultos no desdeñan construir minuciosamen- ta10. Fácilmente se aprecia que las posibilida- te. Pero, ofreciendo la conjunción esencial, la des del ludus son casi infinitas. Juegos como el representación de teatro es la que disciplina la solitario y el rompecabezas pertenecen ya, den- mimicry hasta hacer de ella un arte rico en mil tro de la misma especie, a otro grupo de jue- convencionalismos distintos, en técnicas refi- gos: constantemente apelan al espíritu de cál- nadas y en recursos sutiles y complejos. Por culo y de combinación. En fin, los crucigra- medio de esa feliz complicidad, el juego de- mas, las diversiones matemáticas, los anagra- muestra plenamente su fecundidad cultural. mas, los palíndromas y los logogrifos de diver- En cambio, así como no podría haber sos tipos, la lectura activa de novelas policíacas alianza entre la paidia, que es tumulto y exube- (es decir tratando de identificar al culpable), rancia, y el alea, que es espera pasiva de la de- los problemas de ajedrez o de bridge constitu- cisión de la suerte, estremecimiento inmóvil y yen, sin instrumentos, otras tantas variedades mudo, tampoco podría haberla entre el ludus, de la forma más difundida y más pura del lu- que es cálculo y combinación, y el ilinx, que es dus. Siempre se aprecia una situación inicial arrebato puro. El gusto por la dificultad venci- que puede repetirse indefinidamente, pero con da no puede intervenir aquí sino para comba- base en la cual se pueden producir combina- tir el vértigo e impedirle constituirse en des- ciones siempre nuevas. Éstas suscitan así en el concierto o pánico. Es entonces escuela del do- jugador una emulación de sí mismo y le per- minio de sí, esfuerzo difícil por conservar la miten apreciar las etapas de un avance del cual sangre fría o el equilibrio. Lejos de combinarse se enorgullece ante aquellos que comparten su con el ilinx, procura, como en el alpinismo y el gusto. La relación del ludus con el agon es ma- trapecio, la disciplina propia para neutralizar nifiesta. Por lo demás, como en el caso de los sus peligrosos efectos. problemas de ajedrez o de bridge, bien puede suceder que el mismo juego aparezca ya como Reducido a sí mismo, el ludus al parecer si- agon, ya como ludus. gue siendo incompleto, una especie de mal La combinación de ludus y de alea no es menor destinado a combatir el hastío. Muchos menos frecuente: se le reconoce sobre todo en no se resignan a él sino en espera de algo me- los “solitarios”, en que el ingenio de las manio- jor, hasta la llegada de compañeros que les per- bras influye aunque en menor grado en el re- mitan intercambiar, mediante un juego dispu- sultado, y en las máquinas tragamonedas [pin- tado, ese placer sin eco. Empero, incluso en el ball], en que el jugador puede, en mínima pro- caso de los juegos de habilidad o de combina-
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ción (solitarios, crucigramas, acertijos, etc.) consagra a él por entero y que, para hacerlo, que excluyen la intervención de otra persona o descuida cada vez más sus relaciones con el la hacen indeseable, el ludus no deja de alentar prójimo. en el jugador la esperanza de acertar en el si- La civilización industrial ha hecho nacer guiente intento allí donde acaba de fracasar, o una forma particular de ludus: es el hobby, ac- de obtener un número de puntos más elevado tividad secundaria, gratuita, emprendida y que el que acaba de alcanzar. De ese modo, se continuada por gusto: colección, arte por pla- manifiesta de nuevo la influencia del agon. A cer, alegrías del bricolage o del pequeño inven- decir verdad, da color a la atmósfera general to; en una palabra, toda ocupación que apare- del placer obtenido al vencer una dificultad ar- ce en primer lugar como compensadora de la bitraria. En efecto, si un hombre solitario prac- mutilación de la personalidad que trae consigo tica cada uno de esos juegos y no da lugar a el trabajo en serie, de naturaleza automática y ninguna competencia, en cualquier momento fragmentaria. Está comprobado que, en el es fácil hacer un concurso, dotado o no de pre- obrero, constituido de nuevo en artesano, el mio, que los diarios, llegado el caso, no pier- hobby tomaba la forma de construcción de den oportunidad de organizar. Tampoco por modelos a escala pero completos, de las máqui- casualidad los aparatos tragamonedas se en- nas en la construcción de las cuales está conde- cuentran en los cafés; es decir, en los lugares nado a no cooperar sino mediante un mismo donde el usuario puede agrupar en torno suyo ademán que se repite siempre, que no exige de un público en ciernes. su parte ni habilidad ni inteligencia. El desqui- te contra la realidad es aquí evidente: por lo Por lo demás, hay una característica del lu- demás, es positivo y fecundo. Responde a una dus (explicable, a mi modo de ver, por la obse- de las funciones más altas del espíritu de juego. sión del agon) que no deja de pesar sobre él: y No es sorprendente que la civilización técnica es que depende eminentemente de la moda. El contribuya a desarrollarlo, incluso a título de yoyo, el balero, el diábolo y el rompecabezas contrapeso de sus aspectos más ingratos. El de anillos han aparecido y desaparecido como hobby es la imagen de las raras cualidades que por arte de magia. Se han beneficiado de un hacen posible el desarrollo. entusiasmo que no ha dejado huella y que fue De manera general, el ludus propone al de- sustituido inmediatamente por otro. Pero seo primitivo de retozar y divertirse unos obs- siendo más estable, la boga de las diversiones táculos arbitrarios renovados perpetuamente; de naturaleza intelectual no deja de estar deli- inventa mil ocasiones y mil estructuras donde mitada por el tiempo: el rebus, el anagrama, el encuentran satisfacción a la vez el deseo de re- acróstico y la charada han tenido cada cual su lajamiento y la necesidad de que el hombre no momento. Es probable que los crucigramas y parece poder librarse: la de utilizar como puro la novela policíaca correrán la misma suerte. desperdicio el saber, la aplicación, la habilidad Un fenómeno de ese tipo seguiría siendo enig- y la inteligencia de que dispone, sin el domi- mático si el ludus constituyera una distracción nio de sí, sin la capacidad de resistir el sufri- tan individual como parece. En realidad, lo miento, la fatiga, el pánico o la embriaguez. baña una atmósfera de concurso. Sólo se man- Por ese motivo, lo que yo llamo ludus re- tiene en la medida en que el fervor de algunos presenta en el juego el elemento cuyo alcance apasionados lo transforma en un agon virtual. y cuya fecundidad culturales aparecen como Cuando le falta éste, es impotente para subsis- los más sorprendentes. No revela una actitud tir por sí mismo. En efecto, queda sostenido psicológica tan clara como el agon, el alea, la de manera insuficiente por el espíritu de com- mimicry o el ilinx pero, disciplinando a la pai- petencia organizada, que a pesar de todo no le dia, trabaja indistintamente para dar a las cate- es esencial; y no es materia de ningún espectá- gorías fundamentales del juego su pureza y su culo capaz de atraer multitudes. Permanece excelencia. Por lo demás, el ludus no es la úni- flotante y difuso o corre el riesgo de constituir- ca metamorfosis concebible de la paidia. Una se en idea fija para el maniaco aislado que se civilización como la de la China clásica inven-
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tó para ella un destino diferente. Hecha toda mente dicha: las peleas de gallos, el duelo. Se de sabiduría y de circunspección, la cultura emplea sin embargo para los juegos de baraja. china se orienta menos hacia la innovación co- En fin, el carácter tu, que en ningún caso po- mo idea preconcebida. La necesidad de progre- dría aplicarse a los juegos infantiles, designa los so y el espíritu emprendedor le parecen fácil- juegos de azar, los riesgos, las apuestas y las or- mente una especie de comezón sin fertilidad dalías. También designa al blasfemo, pues ten- decisiva. En esas condiciones, orienta natural- tar a la suerte se considera una apuesta sacríle- mente la turbulencia, el exceso de energía de la ga contra el destino12. paidia en una dirección más acorde con sus va- El amplio campo semántico del término lores supremos. Y éste es el momento de volver wan no parece por ello menos digno de inte- sobre el término wan. Según algunos, designa- rés. Antes que nada incluye el juego infantil y ría etimológicamente la acción de acariciar de toda la variedad de diversiones despreocupadas manera indefinida un trozo de jade para pulir- y frívolas, que pueden evocar por ejemplo los lo, para sentir su suavidad o para acompañar verbos retozar, juguetear, bromear, etc. Se em- un ensueño. Tal vez a causa de ese origen, saca plea para las prácticas sexuales desenvueltas, a la luz otro destino, de la paidia. La reserva de anormales o extrañas. Al mismo tiempo, se agitación libre que la define en un principio, al utiliza para los juegos que exigen reflexión y parecer deriva en ese caso, no hacia la proeza, que prohiben la prisa, como el ajedrez, el juego el cálculo y la dificultad vencida, sino hacia la de fichas, el puzzle (Tai Kiao) y el juego de los calma, la paciencia y el sueño vano. En efecto, nueve anillos13. Incluye también el placer de el carácter wan designa en esencia toda clase apreciar el sabor de una vianda o el aroma de de ocupaciones semimaquinales que dejan al un vino, el gusto de coleccionar obras de arte espíritu distraído y vagabundo, ciertos juegos o incluso el de examinar, de tocar con volup- complejos que lo emparentan con el ludus y, al tuosidad y aun de dar forma a pequeñas chu- mismo tiempo, la meditación despreocupada y cherías, lo cual lo emparenta con la categoría la contemplación perezosa. El tumulto y el es- occidental del hobby, es decir, con la manía de truendo se designan mediante la expresión la colección o la práctica del bricolage. jeou-nao, literalmente “ardiente-desorden”. En fin, también evoca la suavidad apacible Compuesto con ese mismo término nao, el ca- y reposada del claro de luna, el placer de un rácter wan evoca toda conducta exuberante y paseo en barca por un lago límpido y la con- alegre. Pero debe combinarse con ese carácter. templación prolongada de una cascada14. Con el carácter tchouang (simular), significa El ejemplo de la palabra wan demuestra ya “divertirse simulando que...” Se puede apreciar que el destino de las culturas se lee también en que coincide de manera bastante exacta con las los juegos. Dar preferencia al agon, al alea, a la diferentes manifestaciones posibles de la pai- mimicry o al ilinx contribuye a decidir el por- dia, sin que por sí solo pueda designar un tipo venir de una civilización. Asimismo, desviar la de juego en particular. No se utiliza ni para la reserva de energía que representa la paidia ha- competencia, ni para los dados, ni tampoco cia la invención o hacia el ensueño manifiesta para la interpretación dramática. Vale decir una elección, sin duda implícita, pero funda- que excluye las diversas categorías de los juegos mental y de alcance indiscutible. que he llamado institucionales. Términos más especializados designan a és- tos. El carácter hsi corresponde a los juegos de disfraz o de simulacro: cubre el campo del tea- tro y de las artes del espectáculo. El carácter chua remite a los juegos de habilidad y destre- za: pero también se emplea para las justas de [De Los juegos y los hombres, Roger Caillois. bromas o de pullas, para la esgrima, para los FCE, México, 1986.] ejercicios de perfeccionamiento de un arte di- fícil. El carácter teu designa la lucha propia- [SUPERVISÓ HW]
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NOTAS 88-89, y reproducida en el “Expediente” (p. 299). 10. Kant había hecho ya esa observación. Véase Y. 1. K. Groos, Les jeux des animaux, trad. francesa, Pa- Hirn, Les jeux d’enjants, trad. francesa, París, 1926, rís, 1902, pp. 150-151. p. 63. 2. Por ejemplo, en las Islas Baleares para el juego de 11. Sobre el sorprendente desarrollo cobrado por las pelota, en Colombia y las Antillas para las peleas de máquinas tragamonedas en el mundo moderno y so- gallos. Huelga decir que no es conveniente tener en bre las conductas fascinadas u obsesivas que provo- cuenta los montos en especie que pueden cobrar joc- can, véase el “Expediente” (p. 300). keys o propietarios, corredores, boxeadores, jugadores 12. El chino posee además el término yeu que desig- de fútbol o el tipo de atletas que sea. Por considera- na los vagabundeos y los juegos del espacio, en parti- bles que se supongan, esos precios no entran en la ca- cular la cometa, además de las grandes caminatas del tegoría del alea. Recompensan una victoria disputa- alma, los viajes místicos de los chamanes y el carácter da con pasión. Esa recompensa, otorgada al mérito, errante de los fantasmas y de los condenados. nada tiene que ver con e! favor de la suerte, resulta- 13. Juego análogo al juego de anillos: nueve anillos do de la fortuna que sigue siendo monopolio incier- forman una cadena, están metidos unos en otros y to de los apostadores. Incluso es lo contrario. atravesados por un triángulo sujeto a un soporte. El 3. Se encontrarán ejemplos de mímicas aterradoras juego consiste en soltarlos. Con experiencia, se logra, de los insectos (actitud espectral de la mantis, trance sin poner mucha atención a una manipulación a pe- de la Smerinthus ocellata) o de morfologías disimula- sar de todo complicada, siempre larga y en la cual el doras en mi estudio titulado: “Mimétisme et psychas- menor error obliga a empezar todo de nuevo. ténie légendaire”, Le Mythe et l’Homme, París, 1938, 14. Según los informes proporcionados por Duyven- pp. 101-143. Por desgracia, ese estudio aborda el dak a Huizinga (Homo ludens, trad. francesa, p. 64), problema desde una perspectiva que en la actualidad por un estudio del doctor Chou Ling, por valiosas me parece de lo más caprichosa. En efecto, ya no ha- indicaciones de André d’Hormon y por el Chinese- ré del mimetismo un desarreglo de la percepción del English Dictionary, de Herbert A. Giles, 2ª ed., Lon- espacio y una tendencia a regresar a lo inanimado, si- dres, 1912, pp. 510-511. no, como lo propongo aquí, el equivalente en el in- secto de los juegos de simulacro en el hombre. Sin embargo, los ejemplos utilizados conservan todo su valor. Reproduzco algunos de ellos en el “Expedien- te”, al final de este volumen (p. 291). 4. Como se ha observado con toda razón, los jugue- tes de las niñas están destinados a imitar conductas cercanas, realistas y domésticas, y los de los niños evocan actividades lejanas, novelescas e inaccesibles o incluso francamente irreales. 5. O. Depont y X. Coppolani, Les Confréries religieu- ses musulmanes, Argel, 1887, pp. 156-159, 329-339. 6. Descripción y fotografías en Helga Larsen, “Notes on the volador and its associated ceremonies and su- perstitions”, Ethnos, vol. II, núm. 4, julio de 1937, pp. 179-192, y en Guy Stresser-Péan, “Les origines du volador et du comelagatoazte”, Actes du XXVIIIe Congrés International des Américanistes, París, 1947, pp. 327-334. En el “Expediente”, p. 298, reproduz- co una parte de la descripción hecha en este último trabajo. 7. Karl Groos, op. cit., p. 208. 8. Karl Groos, ibid. pp. 111. 116, 265-266. 9. Observación citada por Karl Groos, op. cit., pp.