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MAESTRIA EN
EDUCACIÓN UNIVERSITARIA
Conversión de Constantino
Constantino inició su reinado como emperador romano en el 306 d.C. y asentó su poder
en el 312 d.C. al vencer a un rival en la famosa batalla de Puente Milvio. Se dice que
Constantino tuvo una visión que lo llevó a combatir bajo la protección de Dios.
Hasta ese momento, Constantino era pagano y había rendido culto al Sol Invictus. La
práctica de la doctrina cristiana era esencialmente ilegal en el Imperio Romano y de
hecho, solo unos años antes (303 a 305 d.C.), los cristianos habían sufrido una
persecución especialmente despiadada en todo el Imperio bajo el reinado de Diocleciano.
El futuro emperador obedeció y marcó los escudos con el símbolo de Cristo; Lactancio
describe este signo como un «staurogram» (una cruz latina con su extremo superior
redondeado en forma de P), mientras otros historiadores defienden que empleó el crismón
(monograma de Cristo que consiste en las letras griegas ΧΡ superpuestas). Constantino
venció a Majencio y como resultado, el emperador romano se convirtió de inmediato al
cristianismo, aunque no se bautizó sino hasta el final de su vida.
El Edicto de Milán
En el mes de febrero del año siguiente, Constantino se reunió en Milán con el emperador
de oriente, Licinio. El resultado de este encuentro es lo que se conoce como “Edicto de
Milán”.
El edicto de Milán trajo como consecuencia profundos cambios dentro del Imperio
romano, pues permitió a los cristianos competir con los paganos para las altas
magistraturas del gobierno, así como también ganaron una mayor aceptación dentro de la
sociedad civil en general.
Como resultado de todo esto, las controversias de la Iglesia, que habían existido entre los
cristianos desde mediados del siglo II, eran ahora aventadas en público, y frecuentemente
de una forma violenta. Constantino consideraba que era su deber como emperador,
designado por Dios para ello, calmar los desórdenes religiosos, y por ello convocó el
Primer Concilio de Nicea (20 de mayo al 25 de julio de 325) para terminar con algunos de
los problemas doctrinales que infectaban la Iglesia de los primeros siglos. El propósito del
Concilio era el de adoptar decisiones que afectaran a toda la Iglesia, por lo que se le llamó
«Concilio Ecuménico».
Bajo el Papado de Silvestre I, que no asistió personalmente, pero envió en su lugar a dos
representantes, más trescientos obispos, se llevó a cabo el Concilio -en el que se
determinó la fe del Imperio- en Nicea en el 325.
La consubstancialidad fue la base del primer concilio, ya que si bien a Hijo y Padre les
corresponde la misma sustancia, el misterio de la Santísima Trinidad afirma que hay una
única naturaleza divina, y tres personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo, diferentes unas de
otras.
Solamente dos obispos de los aproximadamente trescientos (el número exacto varía)
votaron en apoyo de lo que Arrio enseñaba en detrimento de Jesús. Constantino,
representado por el Obispo Osio de Córdoba, falló a favor de la consubstancialidad
propuesta por Atanasio, imponiendo su credo bajo pena de destierro. Los dos oponentes,
Teón de Marmárica y Segundo de Tolomeo, fueron exilados y anatematizados. Arrio y
sus escritos fueron también marcados con el anatema, sus libros fueron arrojados al fuego
y él fue exiliado a Iliria.
Otros apuntes
En la Antigüedad, cualquier Estado se sabía apoyado en cierto modo por el favor divino,
con la subsiguiente responsabilidad de apoyar, a su vez, a las instituciones religiosas.
Hasta Constantino, aquellas instituciones habían sido los templos de los dioses romanos.
Cuando Constantino cambió de opinión y apoyó a la cristiandad, asumió, naturalmente, la
misma actitud respecto a las instituciones cristianas, financiando la construcción de
templos e interviniendo en los asuntos de la Iglesia de un modo hoy sorprendente para
nosotros.
Por otra parte, es cierto que durante su reinado, Constantino amplió no solo la tolerancia,
sino sus preferencias por el cristianismo. Aunque se desconocen los motivos, es posible
que en parte se debiera a que deseaba unificar el Imperio, seriamente agitado durante un
siglo por las divisiones y los continuos conflictos. Ciertamente, la religión representaba un
instrumento en aquel proyecto, y, quizá, él detectaba la fuerza del cristianismo y el declive
del poder tradicional de la religión romana. Quizá influyeron los pensadores cristianos
que tenían acceso a él, y posiblemente alguien de su propia familia, pero parece que
finalmente, Constantino decidió hacer del cristianismo la única fuerza unitiva.