You are on page 1of 3

UNIVERSIDAD DEL ISTMO

MAESTRIA EN
EDUCACIÓN UNIVERSITARIA

Nombre: Karin Gissel Sequén Pérez


Fecha: Guatemala, Abril 2010
Monografía: CONSTANTINO Y LA TOLERANCIA DEL CRISTIANISMO

Conversión de Constantino

Constantino inició su reinado como emperador romano en el 306 d.C. y asentó su poder
en el 312 d.C. al vencer a un rival en la famosa batalla de Puente Milvio. Se dice que
Constantino tuvo una visión que lo llevó a combatir bajo la protección de Dios.

Hasta ese momento, Constantino era pagano y había rendido culto al Sol Invictus. La
práctica de la doctrina cristiana era esencialmente ilegal en el Imperio Romano y de
hecho, solo unos años antes (303 a 305 d.C.), los cristianos habían sufrido una
persecución especialmente despiadada en todo el Imperio bajo el reinado de Diocleciano.

Eusebio describe en su Vida de Constantino, una descripción detallada acerca de esta


visión, y hace hincapié en que la había escuchado de boca del propio emperador.
Conforme a este relato, el emperador levantó la vista y observó que, por encima del Sol,
se alzaba una cruz luminosa con estas palabras: «en este signo, vencerás». A esta visión le
siguió un sueño, con lo que Constantino tuvo claro que se trataba de una revelación.

El futuro emperador obedeció y marcó los escudos con el símbolo de Cristo; Lactancio
describe este signo como un «staurogram» (una cruz latina con su extremo superior
redondeado en forma de P), mientras otros historiadores defienden que empleó el crismón
(monograma de Cristo que consiste en las letras griegas ΧΡ superpuestas). Constantino
venció a Majencio y como resultado, el emperador romano se convirtió de inmediato al
cristianismo, aunque no se bautizó sino hasta el final de su vida.

El Edicto de Milán

En el mes de febrero del año siguiente, Constantino se reunió en Milán con el emperador
de oriente, Licinio. El resultado de este encuentro es lo que se conoce como “Edicto de
Milán”.

En la primera parte se establece el principio de libertad de religión para todos los


ciudadanos y, como consecuencia, se reconoce explícitamente a los cristianos el derecho a
gozar de esa libertad. El edicto permitía practicar la propia religión no sólo a los
cristianos, sino a todos, cualquiera que fuera su culto. En la segunda se decreta restituir a
los cristianos sus antiguos lugares de reunión y culto, así como otras propiedades, que
habían sido confiscados por las autoridades romanas y vendidas a particulares en la
pasada persecución.
Lejos de atribuir al cristianismo un lugar prominente, el edicto es más bien una apertura a
la práctica libre de cualquier práctica religiosa, lo que coincide con el sincretismo que
entonces practicaba Constantino, quien, a pesar de favorecer a la Iglesia, continuó por un
tiempo dando culto al Sol Invicto. En cualquier caso, el paganismo dejó de ser la religión
oficial del Imperio y la Iglesia pasó a ser una religión lícita y a recibir reconocimiento
jurídico por parte del Imperio, lo que permitió un rápido florecimiento.

El edicto de Milán trajo como consecuencia profundos cambios dentro del Imperio
romano, pues permitió a los cristianos competir con los paganos para las altas
magistraturas del gobierno, así como también ganaron una mayor aceptación dentro de la
sociedad civil en general.

Primer Concilio de Nicea

A comienzos del siglo IV apareció en escena un nuevo problema especialmente atractivo


propagado por un sacerdote llamado Arrio, de Alejandría, Egipto. Arrio enseñaba que
Jesús no era perfecto Dios: era, ciertamente, la más excelsa de las criaturas de Dios, pero
no compartía con Él la identidad ni la naturaleza. Estas ideas llegaron a hacerse
rápidamente muy populares entre los seguidores de Arrio y entre los seguidores del
cristianismo tradicional.

Como resultado de todo esto, las controversias de la Iglesia, que habían existido entre los
cristianos desde mediados del siglo II, eran ahora aventadas en público, y frecuentemente
de una forma violenta. Constantino consideraba que era su deber como emperador,
designado por Dios para ello, calmar los desórdenes religiosos, y por ello convocó el
Primer Concilio de Nicea (20 de mayo al 25 de julio de 325) para terminar con algunos de
los problemas doctrinales que infectaban la Iglesia de los primeros siglos. El propósito del
Concilio era el de adoptar decisiones que afectaran a toda la Iglesia, por lo que se le llamó
«Concilio Ecuménico».

Bajo el Papado de Silvestre I, que no asistió personalmente, pero envió en su lugar a dos
representantes, más trescientos obispos, se llevó a cabo el Concilio -en el que se
determinó la fe del Imperio- en Nicea en el 325.

La consubstancialidad fue la base del primer concilio, ya que si bien a Hijo y Padre les
corresponde la misma sustancia, el misterio de la Santísima Trinidad afirma que hay una
única naturaleza divina, y tres personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo, diferentes unas de
otras.

Solamente dos obispos de los aproximadamente trescientos (el número exacto varía)
votaron en apoyo de lo que Arrio enseñaba en detrimento de Jesús. Constantino,
representado por el Obispo Osio de Córdoba, falló a favor de la consubstancialidad
propuesta por Atanasio, imponiendo su credo bajo pena de destierro. Los dos oponentes,
Teón de Marmárica y Segundo de Tolomeo, fueron exilados y anatematizados. Arrio y
sus escritos fueron también marcados con el anatema, sus libros fueron arrojados al fuego
y él fue exiliado a Iliria.

Asimismo, el concilio fijó la fecha de celebración de Las Pascuas cuyo seguimiento


determinó el calendario gregoriano de 1582.
La importancia del mismo reside en la formulación del Credo Niceno (redactado en
griego, no en latin) que esencialmente permanece inalterado en su mensaje 1700 años
después, y en establecer la idea de la relación estado-iglesia que permitiría la expansión
del cristianismo con una vitalidad inédita.

Algunos otros aportes de Constantino al cristianismo

El 7 de marzo de 321, Constantino I el Grande decretó que el domingo sería observado


como el día de reposo civil obligatorio. En los textos del concilio de Nicea (325) y en una
carta personal de Constantino dirigida a todos los obispos, documentos éstos muy
relacionados entre sí, se insta a todos los cristianos a adoptar unánimemente la práctica del
Domingo de Pascua.

Algunos mantienen que el 25 de diciembre fue adoptado solamente en el siglo cuarto


como día de fiesta cristiano después de que el emperador romano Constantino I el Grande
se convirtió al cristianismo para animar un festival religioso común y convertir a los
paganos en cristianos. Con ello se quería significar a Cristo como el verdadero Sol
invictus.

Otros apuntes

En la Antigüedad, cualquier Estado se sabía apoyado en cierto modo por el favor divino,
con la subsiguiente responsabilidad de apoyar, a su vez, a las instituciones religiosas.
Hasta Constantino, aquellas instituciones habían sido los templos de los dioses romanos.
Cuando Constantino cambió de opinión y apoyó a la cristiandad, asumió, naturalmente, la
misma actitud respecto a las instituciones cristianas, financiando la construcción de
templos e interviniendo en los asuntos de la Iglesia de un modo hoy sorprendente para
nosotros.

Por otra parte, es cierto que durante su reinado, Constantino amplió no solo la tolerancia,
sino sus preferencias por el cristianismo. Aunque se desconocen los motivos, es posible
que en parte se debiera a que deseaba unificar el Imperio, seriamente agitado durante un
siglo por las divisiones y los continuos conflictos. Ciertamente, la religión representaba un
instrumento en aquel proyecto, y, quizá, él detectaba la fuerza del cristianismo y el declive
del poder tradicional de la religión romana. Quizá influyeron los pensadores cristianos
que tenían acceso a él, y posiblemente alguien de su propia familia, pero parece que
finalmente, Constantino decidió hacer del cristianismo la única fuerza unitiva.

You might also like