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Quienes se plantean esta cuestión se ven obligados previamente a interrogarse


sobre qué se entiende por economía y qué se entiende por ciencia.

La solución de ambos interrogantes ha suscitado opiniones encontradas. En el


campo concreto de la economía se mantienen en cuestión aspectos tan
elementales como el objeto o el método, por no citar un sinfín de cuestiones, lo
que ha impedido hasta el momen to alcanzar una opinión unánime sobre su
carácter científico.

La discrepancia no tendría mayor importancia si no fuera porque de las


distintas concepciones sobre la ciencia y la economía han surgido diversas
percepciones y diagnósticos sobre la ciencia económica.

En síntesis, el modo de concebir el objeto y el método de la economía se ha


polarizado entre la corriente denominada, por un lado, de tradición marxista, y
por otro, la de tradición capitalista, dentro de la cual a su vez se yuxtaponen o
se suceden distintas escuelas de pensamiento. Este marco de discusión se
suscita, en todo caso, en el ámbito propio de los economistas y entre
economistas.

No sucede lo mismo con la polémica entre lo que es o no es ciencia, que se


presenta desde un comienzo como problema marcadamente filosófico, del que
no han rehuido polemizar intelectuales como Kant, para quien el problema está
en determinar la demarcación entre ciencia y metafísica, que sólo es posible
establecer a través de criterios lógicos, puesto que para é l al conocimiento
científico se llega a través de un ejercicio de lógica.

Abundando en esta interpretación la profesora J. Robinson niega el pretendido


carácter científico de la Economía ya que, argumenta, como ciencia social que,
carece de criterios generalmente aceptados sobre las hipótesis, lo que le
confiere, en su opinión, un sentido más tecnológico que científico. Admite la
posibilidad de que con el tiempo pueda adquirir carácter científico, si bien, dice,
por ahora lo que hay en ella no es más que u na caja de herramientas.

Para otros autores como Schumpeter, que mantienen una concepción más
amplia ± más sociológica si se quiere- sobre la ciencia, la Economía lo es. En
su interpretación ³es ciencia cualquier campo de conocimiento que haya
desarrollado técnicas especiales para el hallazgo de hechos y para la
interpretación o la inferencia (análisis)´ ï. Bajo este criterio la cuestión se hace
meridiana, pues resulta evidente qu e la economía se vale de técnicas que no
son de uso común para el público, siendo, por otra parte, muchos los
economistas que las cultivan.

Una forma generalmente aceptada de determinar el carácter científico de una


teoría es a través de la refutación de las hipótesis. En el caso de la economía el
problema estriba en la falta de unos criterios mayoritariamente asumidos sobre
la forma de realizar esta refutación. Como señala Mark Blaug ³la gran dificultad
para verificar las teorías económicas, -antiguas o modernas, no es tanto la
imposibilidad de la realización de experimentos controlados para refutar así las
teorías en forma definitiva, sino más bien el hecho de que, por carece de
condiciones de laboratorio adecuadas, los economistas (y por supuesto todos
los científicos sociales) no pueden ponerse de acuerdo sobre los criterios
empíricos precisos que deben emplearse para refutar una hipótesis´ 

En última instancia, la dificultad para calificar de científica una determinada


teoría económica es que rara vez ésta conduce a conclusiones inequívocas de
política económica, más bien al contrario, los economistas encuentran en ella
respaldo a recomendaciones de política económica diametra lmente opuestas.

Incapaces de llegar a un acuerdo, e indagando en la vertiente científica de la


economía, la cuestión se ha intentado resolver profundizando en el propio
contenido de la misma. Surge así la polémica sobre ciencia positiva y
normativa, con la consiguiente implicación sobre juicios de valor o la presencia
de ideología en la economía.

El tema de los juicios de valor no es exclusivo de la economía ni de las ciencias


sociales. Pero no se debe minimizar el papel que juegan en este disciplina.

En las ciencias naturales, por ejemplo, el objeto de estudio, la materia, no tiene


juicios de valor y el científico carece en muchas ocasiones de un sentido
finalista porque no tiene un interés especial en conducir la investigación hacia
un objetivo socialmente determinado.

El pensamiento económico tradicional ha mantenido la preocupación por lograr


una ciencia económica desprovista de juicios de valor y principios ideológicos.

Bajo el pensamiento económico clásico, ortodoxo y neoclásicos se mantuvo,


con mayor o menor unanimidad, el principio de diferenciación entre
proposiciones positivas y normativas . Desde el punto de vista conceptual esta
distinción parece clara. En palabras de M. Friedman: ³ la primera se ocupa de
cómo se resuelve el problema económico mientras que la teoría normativa de
cómo se debe resolver´ . La dificultad surge en el campo de la Política
Económica, dado que la Economía es una disciplina en la que, a diferencia con
otras como la física, el objeto de estudio son las interrelaciones entre los seres
humanos ± entre los que se incluye obviamente el propio investigador -
cualquier valoración sobre una determinada acción parte de las consecuencias
previstas en los principios positivistas bajo los que se analiza aquélla, las
cuales podrán suscitar, dependiendo de la persona de que se trate, su
aceptación o rechazo.

Schumpeter propone separar la Economía Científica (que para él si es ciencia)


de la Economía Política (que no lo es). Esta pretensión es muy criticada por los
economistas heterodoxos, que mantienen que la ideología está en la misma
raíz del análisis económico. Por lo general, lo s defensores de la conexión entre
economía e ideología añaden el calificativo de política al término economía. Así
hablan de Economía Política y no de Ciencia Económica; término que usan
quienes ven a la economía libre de condicionamientos ideológicos. Rob bins es
particularmente explícito en este sentido cuando separa los medios de los fines
en el ámbito científico, con el objeto de lograr una neutralidad científica  .

Entre los críticos a la concepción admitida tradicionalmente de una economía


libre de juicios de valor, se argumenta que la ideología está en la base misma
del trabajo analítico ya que la selección de los datos se hace según la particular
visión que cada cual tiene d e las cosas, y esa visión es fruto de la ideología,
cuya presencia ±se admite- puede afectar a la validez de los resultados.

Schumpeter considera que tan ciertas como estas ideas es la existencia de


unas reglas de procedimiento analítico, desarrolladas a través del tiempo y al
margen de la ideología, que tienden a contrarrestar ese ³error´ ideológico del
que partimos. Con esta alegación intenta combatir las críticas a la validez
objetiva de los métodos y resultados del análisis económico  .

Muy distinta opinión mantiene la señora Robinson que considera que la


economía ha sido siempre en parte un vehículo de la ideología dominante en
cada momento y en parte un método de investigaci ón científica, siendo tarea
del economista lograr la separación entre ambos  . Separación que,
evidentemente, presenta no pocas dificultades, ya que todo sistema económico
se apoya en la existencia de un conjunto de reglas, fruto de una concepción
ideológica determinada que el individuo asume y que el economista se
encuentra arrastrado a justificar.

M. Blaug no cuestiona la presencia permanente de la propaganda y la


ideología, si bien, en similitud con Schumpeter, proclama frente a ellas las
reglas del procedimiento científico incorporado a lo largo del tiempo a la
Ciencia Económica, que actúan corrigiendo los ³sesgos´ del pasado.

Es innegable que, al igual que la generalidad de l as ciencias sociales, la


economía no se encuentra libre de juicios de valor  . Es más, ni tan siquiera
cabe alegar una actitud moralmente neutral frente a un problema económico,
puesto que la misma indiferencia comporta en si una determinada postura
moral. Esta circunstancia no cierra la posibilidad de teorías económicas
intrínsecamente objetivas, si bien tal cualidad habrá de probarla mediante el
sometimiento a la crítica y la comprobación de que sus predicciones no se
compatibilizan con todos los resultados posibles.

Al subrayar Oskar Lange la importancia del cambio sobrevenido en el


pensamiento económico tras la muerte de Ricardo escribe: ³...la burguesía dejó
de interesarse por el ulterior desarrollo de la economía política. A medida que
la economía política, ahora utilizada por el movimiento obrero, fue resultando
inconveniente y hasta peligrosa para la burguesía, se desarrolló la tendencia a
liquidarla en cuanto ciencia que es tudia las relaciones económicas entre los
hombres, y a sustituirla por una apología, esto es, por la justificación del modo
de producción capitalista´ 

Prescindiendo del carácter (genético) agresivo y teologal con que se expresan


ciertos herederos de Marx, es claro que la economía (o economía política) es
usada a menudo con justificación de actuaciones poco neutrales.
Entre los economistas se ha legado en cierta medida a sumir que la teoría
económica puede estar en gran parte libre de juicios de valor, situación que no
se puede dar en la política económica, lo que de hecho supondría su principal
caracterización por entender que lleva implícitos juicios morales. Esta distinción
lleva unida una gran contradicción: la de admitir que las verdades objetivas que
el economista puede descubrir en su tarea investigadora se convertirán en
juicios morales al utilizarlas para asesorar a los políticos.

Tal contradicción puede que no exista, y que de hecho todos (o casi todos) los
enunciados económicos, tanto de política como de teoría económica, sean de
una u otra forma prescriptivos (normativos) y no descriptivos (positivos). No
obstante, si bien es evidente que las prescripciones políticas pueden encubrir
juicios morales, es igualmente lícito pensar que ello no ha de producirse
inevitablemente.

La discusión sobre hasta qué punto es posible el conocimiento objetivo, libre de


subjetividad o apreciaciones ideológicas, ha dificultado la aplicac ión práctica
del saber económico, haciendo de las recomendaciones de política económica
un motivo permanente de discrepancia entre los economistas.

Estas discusiones tienen por regla general un trasfondo más político que
económicoïº . Mientras esto ocurra hemos de ser forzosamente pesimistas
sobre un próximo desenlace de la polémica y no será descabellado concluir
que en tanto haya ideologías económicas opuestas existirán necesariamente
discrepancias sobre el resultado práctico de la s aplicaciones de los principios
económicos.

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Dr. D. José Piernas Hurtado

Exposición de la nomenclatura y de los principales conceptos de esa ciencia.


Ê . ² Esta palabra derivada del griego, quiere decir
etimológicamente régimen ó administración de la casa, y tiene en nuestro
idioma diversas acepciones: sirve para indicar el buen orden y parsimonia en
los gastos; expresa también la relación armónica de las funciones ó elementos
que constituyen alguna cosa, y así se dice: economía animal, humana, social,
etc., y si se emplea, sobre todo en el plural, como sinónima ó e quivalente de
ahorro. Ni aquel origen ni estas acepciones justifican el que se haya adoptado
la voz Economía como nombre de la ciencia que estudiamos, porque no da
idea del asunto que ésta se propone, y no guarda, por lo tanto, relación alguna
con su objeto.

El valor de esa denominación es puramente histórico, y se funda en el hecho


de haber llamado Jenofonte Êconomía ó Êconómicos á un libro en que se
ocupaba principalmente de la gestión de los asuntos domésticos.

La mayor parte de los economistas, reconociendo los graves males que


produce á la ciencia, y la confusión que introduce en ella ese titulo arbitrario
que, en vez de mostrar, oculta su contenido, han intentado remediarlos, unos
buscando nombres nuevos, y tratando otros de corregir y enmendar la
impropiedad del antiguo, por medio de calificativos que ampIiasen la
significación original del sustantivo Economía; pero estos esfuerzos han
resultado inútiles y aún contraproducentes: las denominaciones propuestas, en
número de más de veinte, responden todas á la manera particular de concebir
la ciencia que tenían sus autores, y así han pretendido que se llame
Crematística--ciencia de la riqueza²Cataláctica, ²ciencia del cambio,²
Ponología ² ciencia del trabajo, etc., sin conseguir una fórmula exacta ó que
por lo menos fuese aceptada: por su parte, los que preferían una adición han
hecho nombres compuestos menos afortunados todavía y han apellidado á la
ciencia: Êconomía pública, nacional, política, etc., aumentando las dificultades
y complicando en vez de simplificar la nomenclatura. Ya se ha desistido, sin
embargo, de nuevas invenciones y se ha comprendido que es vana tarea la de
buscar nombre adecuado para un objeto cuya naturaleza no es aún bien
conocida: cuando se logre determinar de un modo concluyente el asunto propio
de la ciencia económica, y sea por todos visto del mismo modo, fácil será
acordar un título que le convenga, si es que aún entonces, no se cree preferible
respetar la tradición; entre tanto, lo mejo r es atenerse á ella y aceptar, con las
salvedades necesarias y fijando su sentido, el nombre que empló Jenofonte y
ha consagrado la historia.

Estas consideraciones serian bastantes para desechar la denominación de


Êconomía política, que es admitida generalmente por los escritores franceses y
españoles, si no tuviéramos otras más fundamentales que hacer en contra de
ella: designando así á la ciencia, se alimenta el error de aquellos que la
atribuyen un carácter esencialmente público ó social, y se comete, a demás, la
impropiedad de calificar al todo por lo que conviene una sola de las partes.
Político quiere decir lo que se refiere al Estado y si bien es cierto que la ciencia
estudia la vida económica de los Gobiernos, no se ocupa de ella primera y
exclusivamente, sino mirándola como una de tantas manifestaciones ó esferas
de la actividad en ese orden: por eso, si hay una Economía que es y debe
llamarse política -la que comunmente se dice ciencia de la Hacienda pública ²
habrá que distinguir de igual manera otra que será individual, familiar, etc., por
razón de la persona ó sujeto que considera, y será también preciso reconocer
que, sobre todas estas manifestaciones ó aspectos especiales, hay algo común
que expresa su unidad, está lo económico en sí mismo, en sus leyes
generales, que es lo fundamental y más interesante del asunto.
De suerte que Economía es la denominación propia de la ciencia total, y
aceptándola como genérica estamos en aptitud de modificarla luego para
calificar todas las variedades que ofrece lo económico, ya por virtud de las
entidades ó esferas á que puede referirse, en cuyo sentido diremos que la
Economía es individual, doméstica, nacional, política, etc,; ya atendiendo á la
consecución de fines especiales, que nos darán una Economía agrícola,
industrial, mercantil, etcétera.

Mucho más importante que la cuestión del nombre de la ciencia es la de


determinar su concepto, porque siendo ésta la primera y fundamental de
nuestro estudio, su solución influye necesariamente y de un modo decisivo en
todas las investigaciones posteriores.

Las divergencias, sin embargo, entre los maestros y cultivadores de la


Economía son en este punto mayores que en otro alguno, pues aún aquellos
que forman escuela, por hallarse de acuerdo en principios secundarios,
discuten y no se avienen para definir la ciencia. Creemos que es de escasa
utilidad, y además impropio de nuestro objeto, un examen minucioso de las
muchas fórmulas que han pretendido fijar el concepto de la Economía, y nos
limitaremos por eso á repetir aquí lo que en otra parte hemos dicho acerca del
mismo asunto (1).

«Lo único en que convienen los conceptos históricos y reinantes, profesados


acerca de la Economía, es en la afirmación que implícitamente hacen todos
ellos, de que lo económico expresa una relación, y relación humana, porque
luego al definirla cada escritor se ha fijado exclusiva ó preferentemente, ya en
el sujeto, ya en el objeto, en el modo ó en el fin de esa relación, sin q ue
ninguno de ellos, en nuestra humilde opinión, haya logrado comprender todos
los elementos que contiene.

Atendiendo al sujeto, se ha dicho que la Economía es la ciencia de la


actividad ó del trabajo; por consideración al objeto se ha definido como ciencia
de la utilidad ó la riqueza: en razón, sin duda, del modo ó forma de aquella
relación, se dice que son objeto de la Economía el cambio ó la propiedad; y por
último, cuando se mira el fin inmediato, se afirma que estudia la manera de
satisfacer el interés personal ó la prosperidad de los pueblos, y cuando se
atiende al fin mediato, se da como asunto propio de la ciencia la investigación
de los medios que sirven para el progreso y cumplimiento del destino humano .

Que la Economía se ocupa de la actividad y del trabajo, es cosa fuera de


duda; mas también parece claro que los considera bajo un solo y determinado
aspecto, porque hay muchas clases de actividad y trabajo ²-el de quien estudia
ó reza, por ejemplo ²que nunca tenemos por económicos.

La idea de utilidad excede también á la de Economía, porque, siendo aquella


la cualidad que tiene el medio de servir para el fin, se da donde quiera que
existe un medio, y por consiguiente, lo mismo fuera que dentro del mundo
económico; y en cuanto á la riqueza, si entendemos por ella una suma de
bienes, estamos en caso igual al anterior, porque hay otros bienes que los
económicos, y si la tomamos en el sentido de conjunto de valores, entonces,
además de que se señala como objeto de la ciencia un mero resultado, sin
examinar para, ni por qué se obtiene, se comete el error de suponer que la
acumulación es la que hace entrar á determinadas cosas bajo la acción de la
Economía.

De igual manera el cambio es fórmula general de las relaciones humanas en


todas las esferas, y aún tomándole en acepción más restringida, el cambio
como hecho, no es el primero ni el fundamental del orden económico; antes es
producir que cambiar, y si se dice que se trabaja y produce para el cambio,
además de no ser esto absolutamente cierto, nosotros añadiremos que se
cambia para el consumo, por donde éste vendría á ser lo culminante para la
Economía. Por otra parte, el cambio, como principio, coloca desde luego á la
ciencia en el terreno social, y prescinde de la consideración general de lo
económico y de su esfera individual. Más expresiva la propiedad, no creemos,
sin embargo, que pueda satisfacer enteramente, presentada como objeto de la
Economía, porque reduce su asunto á las cosas de la Naturaleza, eliminando
los actos ó servicios humanos, que indudablemente se hallan también
comprendidos en la relación económica.

Atribuir como fin á la Economía el perfeccionamiento ó la realización del


destino humano, no es decir nada para precisar su objeto, porque no puede ser
otro que ese el que todas las ciencias se proponen. Y finalmente, poniendo á
cargo de la Economía la satisfacción del interés, ya personal, ya nacional, se
deja la misma vaguedad en el concepto, porque el interés es móvil general de
la actividad; todo bien interesa, y así hablamos diariamente de intereses
religiosos, políticos, etc.; esto aparte del peligro que conocidamente existe en
reconocer el interés propio corno único motivo de las acciones, siquiera sea en
cierto círculo, cuando, al mismo tiempo, se deja al arbitrio y capricho del sujeto
la fijación de su interés.» (V. Interés personal.)

Partiendo de las anteriores consideraciones y de la idea, común á todos los


conceptos de la ciencia, que afirma lo económico como una relación humana,
podemos observar, analizándola, que esta relación presenta los siguientes
caracteres:

1.º Que es el sujeto nuestra actividad.

2.º Que con su objeto las cosas y los actos de los otros hombres, útiles para
nuestro fin.

3.º Que la cualidad, por tanto, del objeto en la relación económica, es la


utilidad.

4.º Que la utilidad, el medio, sólo son económicos en cuanto dependen de la


actividad humana.

5.º Que el fin de la relación es nuestro bien.


>.º Que el bien, bajo este aspecto, ó sea el fin económico consiste en la
adquisición y empleo de los medios materiales, que sirven para satisfacer
nuestras necesidades.

Y armonizando ahora todos estos datos diremos que la Economía es ciencia


del orden de relaciones que la actividad establece con la Naturaleza y con
nuestros semejantes, para conseguir los medios materiales que reclaman las
necesidades de la vida humana.

Esta definición reconoce explícitamente el valor económico de los actos ó


servicios, y considera dentro también del objeto de la ciencia las necesidades
del espíritu, en tanto que los me dios materiales se aplican á satisfacerlas. ²En
la adquisición de un libro, por ejemplo, ú en la retribución dada á un maestro,
vemos como los medios económicos sirven para fines del espíritu.

En cuanto la reducción de lo económico á los medios materiales, lejos de ser


una novedad en la ciencia, es precisamente la doctrina de sus fundadores. No
hablemos del sistema mercantil, ni de la escuela fisiocrática, cuyas
concepciones son por todos conocidas; pero Adam Smith atribuye á la
Economía, como objeto, el de procurar al pueblo una buena renta ó una
subsistencia abundante; Sismondi el bienestar físico del hombre, y el mismo
Say y todos los que la definen como ciencia de la riqueza, se refieren sin duda
á la suma de los bienes materiales. Si después se ha querido extender la
esfera económica á la obra entera de la actividad y ha encontrado partidarios la
doctrina de Dunoyer, que habla de productos y riquezas inmateriales, es
porque no se precisa bien el carácter económico de los servicios y de las
llamadas profesiones ó industrias, que obran sobre el hombre mismo.

Es verdad que todo acto²por interno y subjetivo que sea ² tiene un aspecto
económico y ejerce alguna influencia en el orden de los bienes materiales; pero
esto, que es consecuencia de la solidaridad humana y de la unidad de nuestro
fin, no quiere decir que toda aplicación del trabajo haya de dar directa ó
inmediatamente productos económicos.

El sacerdote no es, como pretende Du noyer, un industrial que produce


ceremonias religiosas, ni el maestro un fabricante de conocimientos, ni el
médico un productor de hombres sanos: la religiosidad, la sabiduría y la salud,
no indican una acumulación de productos económicos inmateriales; exp resan
conceptos muy diferentes del de riqueza; y que no es lo mismo ser sabio ó ser
virtuoso que ser rico, nos lo dicen bien claro el lenguaje común y la experiencia.
El hombre instruido y de costumbres morales se halla indudablemente en
mejores condiciones para el ejercicio de la actividad económica que el
ignorante ó vicioso, y en este sentido depende el progreso económico de la
moralidad y la cultura; pero deduciendo de aquí que la educación es una
riqueza inmaterial, cometemos el mismo error que si consideráramos los que
se llaman bienes de fortuna como conocimientos y virtudes en forma material, y
al hombre acaudalado como bueno y erudito, porque dispone de medios que
puede aplicar al desarrollo y mejoramiento de su espíritu.
Las relaciones que median entre la esfera económica y las demás de la vida,
no impiden su distinción, y la actividad que obra en ellas, con ser una y siempre
la misma, ofrece aspectos diversos por razón del fin particular á que
directamente se aplica. El orden que estudia la Economí a se enlaza con el
religioso, el moral, el científico y el jurídico, porque aquél da á éstos ciertos
medios comunes, que son precisamente los medios materiales, los que ellos
por si mismos no pueden adquirir. Sin decir que sea industrial el trabajo del
sacerdote, del profesor ó el magistrado, podemos reconocer que tiene carácter
económico en tanto que sus servicios se retribuyen en forma material; pero ese
cambio de cosas económicas por actos que corresponden á órdenes
diferentes, no constituye una operación productiva, sino más bien de consumo
ó aplicación de la riqueza á la satisfacción de necesidades determinadas, al
cumplimiento de los fines que tienen á su cargo aquellas profesiones.

Esa confusión de esferas ha dado lugar á que la ciencia económica se h aya


visto, unas veces acusada con fundamento de invasora, y otras veces negada
ó invadida; pero reduciendo su acción al orden de los bienes materiales, la
Economía se libra de toda vaguedad en su concepto, fija su posición al lado de
las otras ciencias, y asegura su dignidad é independencia, porque nadie podrá
negarla con justo título un dominio que no cede á ningún otro en extensión é
importancia.

Desde este punto de vista, es, en efecto, muy sencillo de resolver para la
Economía el interesantísimo asunto de sus relaciones con las demás ciencias,
como veremos comparándola con la Moral, el Derecho y la Política, que son las
ramas del conocimiento con que, por razón de la proximidad, tiene mayor
conexión.

La Moral es ciencia del bien como motivo de la actividad, y siendo éste el


único móvil legítimo, todos los actos entrarán en ella, y serán buenos
moralmente cuando se dirigen al bien y malos cuando se apartan de él y le
contradicen.

El Derecho se refiere á la condicionalidad de la vida, es ciencia del bien de


cada uno relacionado con el de los demás, y considera la actividad en tanto
que dependen de ella las condiciones del fin humano. El hombre ha de obrar
siempre atendiendo al bien de los otros séres, con ánimo de prestarles esas
condiciones y todos los actos tendrán por consiguiente, carácter y valor
jurídico.²Por eso se dice que la Moral y el Derecho abrazan la vida entera que
estudian formas totales de la actividad humana.

La Economía comprendo solamente aquellos actos con que el hombre


procura adquirir los medios materiales que necesita. Lo económico no es, por
tanto, una cualidad común á todas las manifestaciones de la actividad, sino el
contenido particular de algunas de ellas.

El fin moral se cumple en la intención del sujeto, el jurídico por medio de


prestaciones, y el fin económico por la adquisición de ciertos medios.
La unidad está en que las tres ciencias se ocupan de la actividad, de una
relación suya.

La distinción consiste en que esa relación es diferente: la Mora l atiende al


bien absoluto en la voluntad; el Derecho al bien, en cuanto depende de
condiciones que han de ser puestas por la actividad humana; la Economía al
bien, que se consigue con la obtención de medios determinados.

La armonía nace de esta considerac ión común del bien como término y
objeto de la actividad.

Las consecuencias que se derivan de esa manera de concebir la relación del


orden económico con el moral y jurídico, no pueden ser más trascendentales.
En vista de ello, ya no cabe considerar lo econ ómico como un principio aislado
y suelto, regido únicamente por la utilidad y el interés, en oposición, ó
disidencia al menos, con esos otros fines de la vida, sino que aparece enlazado
armónicamente, subordinado y referido á ellos, sin dejar por eso de tener
acción y esfera propios. El acto económico es primeramente moral y jurídico,
porque ha de ir encaminado al bien y á la justicia; los preceptos de la Moral y el
Derecho no tienen en el orden de los bienes materiales sentido ni eficacia
distintos de lo s que reciben con aplicación á otros fines, y las ideas de lo
bueno, lo justo y lo económico no son, en último término, más que aspectos
diversos del bien único, que halla el hombre en el cumplimiento de su destino.

La Economía, separándose de la Moral y e l Derecho, se ha visto luego en el


caso de pedirlas que moderen los extravíos del interés personal; pero no
logrará evitar los choques y conflictos con esas ciencias, hasta que no vuelva á
vivir dentro de la órbita que ellas tratan á todo lo que es humano.

La Política, ciencia del Estado que examina su naturaleza, su fin, y la


organización de los medios necesarios para cumplirle, tiene comunidad de
asunto con la Economía: 1.º, porque ésta considera también al Estado como
sujeto de vida económica, y dando lu gar á una esfera particular y á fenómenos
especiales respecto de la adquisición y empleo de los bienes materiales; y 2.º,
porque á su vez la Política ha de tomar en cuenta los principios económicos
para determinar las relaciones, que el Estado, debe manten er con este orden.

Ê ALlámase así al acto de poner en circulación un documento de


crédito. Esta facultad, que no depende de la ley positiva, sino de la confianza
que se obtiene en el mercado, debe ser libre, y respetada. Por eso cuando se
otorga á establecimientos ó empresas determinadas el monopolio de emitir
algún título de crédito, como el billete de Banco, se comete una injusticia, se
desconoce la naturaleza del crédito mismo y se daña gravemente á la
circulación de la riqueza.
Ê
 AForma de la producción, que consiste en el establecimiento de
la industria por cuenta y riesgo de un individuo ó colectividad, que dispone de
los medios necesarios para ello; y en otro caso, los acumula asociando el
capital y el trabajo ajeno, á los cuales abo na una retribución independiente del
resultado que ofrezcan las operaciones productivas.

La empresa tiene la ventaja de que da grande unidad á la industria,


excitando vivamente el interés de los que la dirigen; pero en cambio el
concurso del trabajo es en ella pasivo y poco eficaz, porque no le afectan los
resultados del negocio.

Las funciones del empresario son do organización y dirección de los


elementos productivos, y constituyen no más que una aplicación particular del
trabajo; su retribución, por tant o, que depende del éxito de la industria, se rige
por los mismos principios de todas las retribuciones eventuales, y no exige una
denominación especial, como han pretendido algunos economistas, llamándola
provecho, é introduciendo en la nomenclatura de la ciencia un nuevo término
que, además de no ser necesario, recibía una significación poco adecuada. (V.
Interés y Salario).

Ê
 -Es el nombre que particularmente se da á los préstamos
recibidos por los Gobiernos.

Las principales clasificaciones que se hacen de los empréstitos son: por la


época del reembolso, en temporales y perpetuos; por la cantidad que el
Gobierno percibe de aquella que representan los títulos que entrega, en
empréstitos á capital real y á capital nominal, y por la manera de contratarlos,
según que se emplea la emisión, la suscripción ó la adjudicación.

En los empréstitos temporales el Gobierno se obliga á devolver el capital en


un plazo fijo, ó á pagar una renta á los acreedores por espacio de cierto
tiempo.² Esta última forma, que era antes la más usada, dió lugar a las
llamadas anualidades, rentas vitalicias, rentas viajeras y tontinas. En los
perpetuos, el Gobierno se compromete únicamente á satisfacer el interés
convenido; pero esto no quiere decir que no haya de devolver nunca el
empréstito, sino que se reserva la elección del momento en que le sea posible
ó favorable hacerlo.

Se dice empréstito á capital real, aquel en que el Estado recibe integra la


suma que se expresa en los títulos, sea cuando éstos se emiten á la par; y á
capital nominal, el en que confiesa recibir una cantidad mayor de la que percibe
realmente. La invención del capital nominal es un artificio que no tuvo más
objeto que ocultar al país el verdadero estado de su crédito, y fingir que á su
nombre se recibía el dinero barato, aunque costase muy caro. Para ello, se ha
adoptado siempre un tipo muy bajo de interés, menor del 5 por 100
generalmente, en épocas en que era mucho más alto el precio del capital, y
como los capitalistas no podían prestar á ese tipo, daban por el solo 50
unidades en vez de 100. Resultado, que el 5 viene á ser interés de 50, que el
verdadero precio es 10 por 100, y que habiendo de entregarse 100 en títulos
por cada 50 efectivos, la operación sale á 10 por 100 de interés y 50 por 100 de
capital, puesto que se reconoce doble del recibido. Conocido ya ese juego, los
empréstitos han continuado, sin emba rgo, haciéndose de manera tan ruinosa
para conservar un mismo interés á toda la Deuda. Esta unidad tiene sin duda
grandes ventajas; pero no puede justificar el absurdo del capital nominal,
porque, con ese sistema, perjudica á las naciones la subida de su c rédito, que
convierte en efectivas y obliga á satisfacer sumas puramente nominales en su
origen.

Los empréstitos se contratan por emisión, llevando al mercado los títulos de


la Deuda y colocándolos al precio que éste fija; por suscripción, señalando el
Gobierno la cantidad que necesita y los tipos á que recibirá el dinero que los
particulares le entreguen; y por adjudicación, que puedo ser directa, y entonces
el Gobierno arregla las condiciones del préstamo con una casa de banca ó
Compañía, y en subasta, cuando el empréstito se cede al que hace mejores
proposiciones.

Ê A En su acepción política, esta palabra significa la institución


encargada de realizar el derecho en la sociedad civil.

El Estado se relaciona con el orden económico, primero, de igual suerte que


con todos los otros aspectos de la vida, y luego más especialmente, porque
tiene necesidades que han de ser satisfechas por medios materiales.

Como órgano y cumplidor del derecho, el Estado ha de prestar esa condición


á la actividad económica, garantizando el libre ejercicio del trabajo y del
cambio, la adquisición y el disfrute de la propi edad: él no ha de contribuir
directamente á la producción de la riqueza; pero su acción no es tan sólo
negativa en el sentido de que haya de limitarse á no crear obstáculos y á
separar los que nazcan de ataques á la justicia. El Estado no puede ser
indiferente para con ninguno de los fines humanos; tiene que hallarse en
comunicación con todos ellos; y para mantener el derecho económico necesita
hacer afirmaciones, penetrar de algún modo en esa esfera, sin menoscabo de
los esfuerzos individuales, que son los llamados á constituirla con el auxilio de
la asociación voluntaria y respetando en todo caso su independencia. No le
toca la dirección de la industria, ni la reglamentación del comercio; pero está
dentro de su fin cuando limita, por ejemplo, el trabajo de las mujeres y de los
niños á lo que es propio de su condición; cuando prohíbe la amortización de la
propiedad, castiga el juego, etc.; y esas atribuciones, que es preciso
reconocerle, las ejerce á nombre y en cumplimiento de principios económicos.
Por otra parte, el Estado, que debe conseguir por medio de las relaciones
jurídicas la armonía y el equilibrio entre las demás instituciones sociales, es hoy
al mismo tiempo la más adelantada de todas ellas, la que mejor y más
extensamente realiza la unidad, la q ue más se aproxima al concepto de la
Sociedad, y estas condiciones históricas determinan también en él funciones
como de protección y ayuda, cierta misión de estímulo y complemento para con
los otros organismos menos desarrollados y las fuerzas individuale s en todo
aquello que muestre la necesidad de la acción colectiva que representa.

Sea cualquiera la misión que se atribuya al Estado, ello es que necesitará


medios con que cumplirla, y estos medios, en tanto que consisten en bienes
materiales, entran en el asunto de la Economía.

El Estado no puede satisfacer por sí mismo las necesidades económicas


que siente, porque su actividad, encaminada á otros fines, no es á propósito
para el ejercicio de la industria, y carece del móvil del interés personal. Los
Gobiernos han de recibir, pues, sus medios de existencia del trabajo de los
particulares, y la producción para ellos consiste en tomar de la riqueza privada
una cuota, que se denomina impuesto.

La aplicación de los bienes materiales á las necesidades del Estado no se


diferencia esencialmente de la que realizan los individuos. Todo consumo de
riqueza, sea cualquiera el sujeto que le verifique, es una destrucción de valor, y
su legitimidad depende de la satisfacción á que se dirija.

Sin embargo, los economistas partidarios de la doctrina que admite una


riqueza inmaterial, suelen considerar al Estado como un industrial de la misma
clase, bajo el aspecto económico, que un agricultor ó un fabricante, porque
produce seguridad y justicia, y declaran que todos los consumos que él verifica
tienen el carácter de productivos. El Estado, dicen, contribuye á la formación de
la riqueza con las garantías que presta á la propiedad y al trabajo. Pero igual
auxilio da á todos los demás órdenes de la vida, y sin confundir lo que es
condición de la actividad económica con la actividad misma, no podemos
calificar al Estado de industrial, porque mantiene el derecho, como tampoco
afirmamos que sea creador de la moralidad ó de la ciencia, aunque también
sirve a sus fines.(V. Gastos públicos, Individualismo, Impuesto y Socialismo).

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  . ²Comercio que lleva al extranjero los productos de un país.

La exportación, representa lo que cada pueblo da en el cambio internacional


y es correlativa de la importación, con que las naciones se reintegran ó reciben
productos equivalentes. Las antiguas preocupaciones del sistema mercantil
hacen creer todavía, que interesa á cada país que la exportación exceda á las
importaciones, cuando, lo que habría de convenirle es precisamente lo
contrario, esto es, que tuviese menos valor lo que da, que aquello que recibe, y
lo que en realidad sucede, es que en ese, como en todo cambio ha de haber
necesariamente una compensación ó equivalencia que no excluye el mutuo
beneficio. (V. Balanza de comercio, Libre cambio y Proteccionismo.)

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      ² Son cursos abiertos para dar á conocer los
resultados que obtiene el trabajo y premiar á los productores más hábiles. Las
exposiciones son especiales, locales y universales, según que se limitan á los
productos de alguna industria determinada, á cierto país ó región, ó
comprenden á todas las industrias y los pueblos todos.

Aunque con la facilidad que hoy alcanzan las comunicaciones de todo


género, han perdido mucho de su interés esos certámenes industriales, todavía
las exposiciones, universales sobre todo, tienen grandísima importancia porque
someten á la observación y al estudio un número inmenso de hechos, que
sirven de comprobación y de dato para las investigaciones científicas, reflejan
la vida económica de la humanidad entera, y son el primer paso dado para
unificar y relacionar directamente todos los esfuerzos, que se dedican á los
bienes materiales.

   
      
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El objeto de la Economía lo constituyen los bienes y servicios que conjugan las modalidades de ser
escasos y útiles para satisfacer necesidades. La tarea de transmutar la naturaleza humana no debe
confundirse con la de manejarla" señaló acertadamente Keynes, el economista que quizá con mayor
lucidez aprehendió el carácter real, profundo, de su disciplina, en su Teoría General de la Ocupación, el
Interés y el Dinero. Ahí, el autor fue inequívoco en cuanto a la asunción de la economía como doctrina de
la conducción, la guía, la orientación y dosificación, el gobierno, el control de los hilos Ɯy en ningún caso
discurso de ilustración, iluminación o mejoramiento de las almas. La reflexión keynesiana, dedicada a
tratar "del sistema económico en conjunto y de lograr la ocupación óptima de todos los recursos del
sistema", fue caracterizada precisamente por su creador, como un "arte práctico de gobernar". La
economía es, pues, desde siempre pero con especial agudeza después de Keynes y hasta nuestros días,
un discurso y una práctica de la gobernabilidad: del manejo de los hombres y sus conductas; del
encuadramiento, tasación y predicción de sus acciones, del disciplinar. No es obvio, sin embargo, por qué
y cómo las teorías económicas constituyen, o aún pueden constituir, un dispositivo de control, ya que, en
su base Ɯen su "fundamento", se hubiera dicho en otro tiempoƜ pareciera estar vedada esa posibilidad,
toda vez que los
sujetos de lo económico, los actores de la teoría, deleznables como pudieran ser a veces desde una
perspectiva moral, son racionales: cumplen en todo momento con la "Ley de la Demanda" (consumen
hasta que su utilidad marginal iguala a sus costos marginales), calculan y persiguen, siempre, lo que les
conviene. ¿Por qué sería necesario Ɯya que son tales los sujetos que la economía autopostula para sí,
para llevarse a efecto ella mismaƜ conducir a esas entidades, gobernarlas, guiarlas a algún sitio y
constituir una teoría
para eso? ¿Cómo se construye y justifica la teoría de la gobernabilidad que la economía es? ¿A qué se
dirige, cómo opera? El mercado, núcleo central de las teorías económicas, puede ser visto como un
entramado de comportamientos. En cierto sentido, ha observado Robert
Heilbroner, lo mercantil no es otra cosa que la manera en que los individuos actúan. En la forma de un
diálogo imaginario expone el autor en El Capitalismo del Siglo XXI:

p  


El análisis económico estudia el uso eficiente de recursos limitados para satisfacer las necesidades de los
individuos, la em presa o la sociedad. Los gerentes y profesionales de negocio usan información económica
para tomar decisiones y distribuir los recursos de la empresa de una manera que maximice los beneficios a
sus inversionistas. El análisis económico ayuda la gerencia a entender su posición competitiva y el entorno
en el que opera. Les permite identificar las variables claves que pueden afectar el negocio y utilizar dicha
información para planificar el crecimiento futuro de la empresa. Los gobiernos también utilizan el an álisis
económico para la formulación de política publica y el manejo del crecimiento económico. Es sumamente
importante que los gerentes entiendan las implicaciones de la política gubernamental para su organización
en particular y la economía en general

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