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Una docena de rosas rojas yacía en el comedor y ella no hacía más que mirarlas pero no solo

miraba las flores veía toda la habitación que era iluminada con una luz tenue, veía la mesa que
años atrás había elegido con alegría para comenzar una nueva vida, la que siempre había deseado.
Veía las llaves en el llavero y se miraba las manos, las mismas que día con día abrían la puerta con
cuidado como con temor a herirla para ella esa casa era un ser viviente que sabia todas las alegrías
y también las penas que ahí se habían vivido. Sabia y estaba bien segura de quien venían y es lo
que mas temía, temía volver a caer en aquel juego pero que podía hacer si lo amaba contra todo
aun cuando se lo negase y aun cuando el muchas veces le mostraba lo contrario, que no la amaba.
Quiso acercarse y tocarlas, sentir la suavidad y tener la certeza que él no había perdido el toque al
elegir las flores, recordó como durante sus primeros años de noviazgo jamás le dio una rosa y el
día que lo hizo fue cuando le pidió que se casara con él, estaban en un pequeño parque cerca de
su casa, el parecía nervioso e incluso tartamudeo cuando vio pasar al niño con las flores, en cuanto
el chico se acerco toco cada una de las rosas como si fuesen muñecas de porcelana, las olio y fue
así como eligió la primera rosa que le dio, y sabia que siempre que llegaba a casa y había flores ahí
todas habían pasado por lo mismo. También recordó como fue con esa flor con la que acaricio su
cuerpo desnudo la misma noche en que se la dio, y sintió ganas de tocar los pétalos para ver si
eran tan suaves como los de aquella vez para ver si se parecían a sus manos, apretó los labios un
momento y bufo como reprochándose a sí misma el hecho de traer a su memoria tales recuerdos.

Camino hacia su bolsa y tomo una cajetilla de cigarros y el encendedor prendiéndose uno y
suspirando mientras daba la primera calada, se quedo parada en la esquina de la entrada a su
comedor contemplado las flores, eran grandes y hermosas y el olor inundaba fácilmente la
habitación. ¿Hacia cuanto que no recibía flores de él? Había perdido la cuenta, sonrió de manera
natural porque aunque se lo negara estaba emocionada, ni siquiera sé como describir el brillo en
sus ojos cuando entro por la puerta y miro el ramo de flores, el color de sus mejillas podía
compararse con el color de los pétalos, pero también sintió como si le hubiesen picado el corazón
con una de las espinas, se sentía vulnerable y de cierto modo impotente, quería tomarlas y tirarlas
a la basura pero no en su bote, quería ir a uno, el que estuviera lo suficientemente lejos como para
no volver después de tirarlo, sin embargo se quedo ahí parada donde estaba y se mordió el labio
inferior dándole una calada mas al cigarro, ya no tenía que preocuparse por el olor porque
simplemente no había nadie más en esa casa, nadie más que ella y eso era lo que más le dolía de
ver las flores ahí, le dolía el cinismo que tenía él para enviarle unas flores después de haber dejado
tanto su casa como su alma vacía.

No solo le había arrebatado su presencia sino que también se había llevado parte de su vida con
él, habían estado diez años juntos, su perro durante los primeros 4 años fue su única compañía y
ambos lo trataban como si fuese su hijo, creo que jamás he visto un perro tan juguetón y
consentido como ese. Y conforme caminaba por la desolada casa sentía un vacio aun mas grande
en el pecho, todos los días pasaba por el mismo pasillo pero hoy con esas flores en la mesa con
cada pisada sentía como lo que dejaba atrás se venía abajo, como con cada parpadeo le encajaban
un cuchillo por la espalda y cuantos cuchillos sentía esta noche ¿qué era lo que él pretendía o más
bien que es lo que quería de ella si ya se había llevado todo de sí? No lo odiaba porque odiarlo a él
seria odiar las cosas que la hicieron feliz por tantos años, quince años de su vida con él y lo único
que había ganado era eso, decepción, vacio y un dolor inmenso que la acompañaría por el resto de
su vida.

Al fin llego frente a una puerta blanca sin ningún tipo de mancha, tenia ciertos detalles de los años
sesenta aun así no dejaba de ser moderna, la perilla era plateada y de esta colgaba un pequeño
listón azul, apretó los puños y miro la puerta con temor precisamente hoy se cumplían dos años de
no entrar en aquella habitación, aun recordaba los últimos días en que entraba siguiendo al perro
para calmar el llanto del pequeño en la cuna, como el animal miraba al bebe con ternura como si
supiera que tenía que protegerlo, ella siempre había admirado eso de su mascota era fiel y
amoroso con los niños pero desde que ese pequeño llego a la casa el perro había cambiado la
comodidad de la cama matrimonial por el fino tapete que yacía al pie de la cuna; Giro la perilla con
nostalgia aunque sonriendo al hacerlo, tomo una gran bocanada de aire y por fin abrió las puertas
de par en par todo estaba como lo había dejado, la cuna seguía ahí aunque había uno que otro
juguete regado por el piso señal de que habían estado jugando con él, la mecedora de caoba con
el gran cojín azul parecía invitarla a sentarse ahí, y así lo hizo camino despacio hasta ella y se sentó
con dificultad desde ahí podía ver toda la habitación y sin embargo solo había algo que llamaba su
atención del gran espacio, un mueble del mismo material que la silla con un portarretratos encima
el cual tenía la fotografía de un hermoso bebe con cabellos cenizos y una mujer tan bella que es
imposible describir su rostro, sus cabellos castaños hacían juego con sus ojos color esmeralda y sus
rizos caían sobre sus hombros como el agua de una cascada sobre las rocas.

Comenzó a mover sus dedos sobre el respaldo derecho de la mecedora y se quedo mirando la
fotografía, era la única que le quedaba para saber que no todo había sido un sueño para
recordarse a sí misma que un día lo dio todo y por la misma razón le fue arrancado de las manos
sin permiso. Sus ojos se llenaron rápidamente de lágrimas, y sus mejillas fueron adquiriendo un
tono rosado como cuando tenía fiebre. De pronto se dio cuenta que no estaba sola, que el bebe
estaba dormido en la cuna y que el perro le lloraba a su “padre”, se levanto de la silla y salió a su
encuentro pero se dio cuenta que efectivamente se había levantado de la mecedora pero ella veía
todo desde afuera que podía verse y ver lo que aquellos ojos grises le gritaron, se quedo atenta a
cada uno de sus propios movimientos y suspiro porque la mirada de él había cambiado, era fría y
sus ojos grises eran como un bloque de cemento duro y difícil de traspasar, no hubo lagrimas de su
parte, le grito que jamás quería saber nada de ella que todo estaba terminado tal vez y tengo la
certeza que no fue su abandono lo que más le dolió sino el hecho de que con todo el cinismo del
mundo tomase los tesoros más preciados que le quedaban en el mundo y los llevara consigo, tal
vez si se hubiese ido solo, el ramo de flores no la estaría matando por dentro, pero no le basto
porque así como una vez la amo con todo su ser y la lleno de vida, ese día había decidido
abandonarla y llevarse a su hijo y a su perro con él. Vio como ambas figuras desaparecían frente a
sus ojos y como las lágrimas habían mojado sus manos, las seco con su suéter e hizo lo mismo con
sus mejillas y ojos. Se levanto y salió con rapidez dejando la puerta abierta detrás de ella, apresuro
el paso y llego al comedor, tomo el ramo de flores y junto con él una o unas mil toneladas de valor
mientras caminaba hacia la puerta tomando su bolso del perchero.
Bajo rápidamente las escaleras en forma de caracol hasta que sintió como el frio viento invernal
chocaba contra su rostro y despeinaba un poco su rizada cabellera, apretó el botón del llavero del
auto y entro rápidamente poniendo las flores sobre el asiento del copiloto, arranco y piso el
acelerador con prisa pero sin dejar de ser precavida, había estado observando las casas cuando se
adentro en aquel fino vecindario, sonrió con algo de tristeza porque no sabía si lo que hacía estaba
bien pero nada de lo que hiciera jamás sería tan malo como lo que él le había hecho a ella.
Finalmente encontró la casa que buscaba y bajo del auto llevando el ramo de flores consigo, el
sonido de sus tacones resonaba en el cemento y no pudo más que reír porque la banqueta le
recordó a los ojos de él. Tomo una bocanada de aire y toco el timbre, se mordió el labio inferior y
apretó el ramo de rosas contra su pecho cerrando los ojos por un momento para abrirlos
sobresaltada al escuchar su voz, ella con esa sonrisa cautivadora y con esos ojos que brillaban mas
bajo la luz de la luna y el con esa voz varonil y sus ojos de cemento, se miraron por un par de
segundos hasta que la firme voz de ella lo hizo agachar la mirada hacia las rosas.

-Vine por mi hijo y no acepto un no o tus flores por respuesta.

Fue lo último que dijo antes de ponerle el ramo en las manos y sintiéndose satisfecha porque en
ese preciso momento estaba recuperando su vida.

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