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Walter Saavedra.
Las “galletas de la fortuna” fueron –y siguen siendo, por cierto- muy populares
entre los chinos –y entre los descendientes chinos nacidos en el Perú también
fueron populares-, y la frase “combate la arrogancia con la sencillez” –que
acabo de leer en internet, dentro de una galleta de la fortuna-, hace también
alusión a algo que los chinos
apreciaban mucho: la sencillez, la
humildad, que va aneja a la
sabiduría, por cierto.
Confucio era la manifestación
totalmente contraria a la sencillez y
a la humildad. En sus "Analectas"
se aprecia esto con suma claridad.
Confucio pretendía hacerse pasar
por humilde haciendo que sus
discípulos hablaran por él. En
apariencia Confucio jamás decía
algo a favor propio, no se halagaba
y estaba contra los halagos,
seguramente, pero ¡cómo gozaba
cuando lo halagaban! Él se oponía
solamente para que los halagos
fueran hechos con mayor énfasis y
más insistentemente. Esto devenía
ya en lo que Charles Dickens
llamaba “fanfarronería de la humildad”.
Por eso Confucio buscó siempre insertarse en el aparato estatal chino, y hablaba
de honrar las tradiciones porque sus antepasados habían sido castigados
arrojándolos de la nobleza, algo que él quiso enmendar de todas las maneras
posibles. Esta era la razón última de su actuar y de su pensar.
No se trata pues de lo que Confucio pueda decir, porque muchas cosas que dice
son excelentes, sino de lo esencial de su pensamiento, que solamente puede
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que pretendía lograr. Había que hacer una contrastación entre sus palabras y sus
reaccionara el Renacimiento).
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