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TEMPLO DE SALOMON
S
alomón, hijo de David, resuelto a levantar al Eterno el templo que su padre había
proyectado, rogó a Hiram, rey de Tiro, que le proporcionara materiales necesarios
para tan gigantesca empresa. Hiram aceptó gustoso y envió a un arquitecto,
célebre por su raro talento, para que dirigiera la construcción. Este sabio arquitecto se
llamaba Hiram- Abí, y era hijo de un Tirio y de una mujer de la tribu de Nepthalí.
Hiram-Abí trató de huir por la puerta de Occidente, pero allí encontró al segundo
compañero, que le pidió la palabra de maestro. Rehusando Hiram acceder a los deseos
del oficial, éste le dio un fuerte golpe en el pecho con una escuadra de hierro.
Reunidos los tres asesinos, se ocuparon en hacer desaparecer las huellas del
crimen. Ocultaron el cadáver bajo un montón de escombros y cuando llegó la noche le
sacaron de Jerusalén y le enterraron lejos de la ciudad, en la cumbre de una montaña.
Pronto fue echado de menos el sabio arquitecto, y Salomón ordenó que nueve maestros
se ocupasen exclusivamente en buscarle. Tomaron éstos distintas direcciones, y al día
siguiente llegaron varios al Líbano. Uno de ellos, rendido de fatiga, se tendió sobre un
cerrillo y observó al poco rato que la tierra estaba removida. Participó a sus compañeros
esta observación, en vista de lo cual cavaron en aquel paraje, encontrándose un cadáver,
que reconocieron con dolor ser el de Hiram-Abí. Depositaron de nuevo el cuerpo en la
fosa, le cubrieron de tierra y regresaron a Jerusalén, donde dieron cuenta a Salomón del
resultado de las pesquisas. Para reconocer el sitio donde Hiram estaba enterrado,
cortaron una rama de acacia, que plantaron encima de la sepultura.
Salomón dispuso que los nueve maestros hiciesen la exhumación del cuerpo y lo
transportaran a Jerusalén. Les recomendó que buscasen sobre el cadáver la palabra de
maestro, y que de no hallarse, pusiesen mucho cuidado en observar el primer gesto que
se hiciese y las primeras palabras que se profiriesen a la vista del cadáver, a fin de que
fuesen en lo sucesivo los signos y palabras de maestro. Se revistieron los hermanos con
sus mandiles y guantes blanco, marcharon al Líbano e hicieron la exhumación.
Los elegidos dejaron los cuerpo de los asesinos tendidos en el campo para que
sirviesen de pasto a las fieras, llevándose las cabeza, que estuvieron expuestas por
espacio de tres días en el interior de los trabajo con los instrumentos que sirvieron para
cometer el crimen. Después fueron consumidas por el fuego y los instrumentos hechos
pedazos. Satisfecho Salomón de la conducta de los nueve maestros, les agregó otros
seis, y dispuso que en adelante llevasen el nombre de elegidos. Diose por diviso una
banda negra que se sostenía en el hombro izquierdo y terminaban en la cadera derecha,
de cuyo extremo pendía un puñal con una empuñadura de oro. Las palabras, señales y
toques de reconocimiento fueron análogos a la acción que iban a ejecutar. En lo
sucesivo su empleo fue la inspección general de los trabajo y de los masones. Cuando
era necesario proceder en juicio contra alguno de éstos, el rey los convocaba en lugar
reservado. El desconocido que les sirviera de guía en su expedición era un pastor, que
entró en el cuerpo de los masones, llegando con el tiempo a pertenecer al número de los
elegidos.
Salomón hizo practicar en la parte más oculta del templo una bóveda secreta, en
el centro de la cual colocó un pedestal triangular. Se bajaba a ella por una escalera de
veinticuatro gradas dividida en tramos de tres, cinco, siete y nueve, y no era conocida
más que del rey y de los maestros que en ella habían trabajado.
Hiram había grabado la palabra sobre un triángulo de oro puro que llevaba
siempre pendiente del cuello; colocada sobre el pecho la superficie en que la palabra
estaba grabada. Cuando le asesinaron tuvo tiempo para desprenderse de este triángulo y
arrojarlo en un pozo que estaba en el extremo Oriente, hacia la parte del Mediodía.
Salomón ordenó que hiciesen pesquisas para averiguar el paradero de la preciosa Joya.
Pasaban un día tres maestros junto al pozo en la hora del mediodía, y observaron
que los rayos del sol, que caían perpendicularmente en el Pozo, hacían brillar un objeto
en su fondo. Uno de ellos hizo que los otros dos le bajasen y encontró el delta que se
buscaba. Llenos de alegría, se presentaron a Salomón, que a la vista del triángulo dio un
paso atrás levantando los brazos y exclamando: Ya está aquí la palabra de....¡Gracias a
Dios!
Llamó enseguida a los quince elegidos y a los nueve maestros que habían
construido la bóveda secreta y acompañado de los tres que habían encontrado el delta,
descendió a la bóveda. El triángulo fue incrustado en medio del pedestal y cubierto con
una piedra de ágata de forma cuadrangular.
Este secreto quedó entre los 27 elegidos y sólo fue transmitido a sus sucesores.
juraron eterna alianza, y Salomón, en señal, des dio un anillo de oro. Después de la
muerte de este rey se gobernaron por si mismo siguiendo sus leyes dirigidas a la
conservación de la obra.
Los principales de la ciudad con sus tesoros, y el rey Sedecías con su familia, se
refugiaron en el templo; los masones intentaron una nueva resistencia, pero no pudieron
resistir ala superioridad numérica de sus enemigos. Nabucodonosor ordenó a su general
Naburzan que destruyese la ciudad y el templo hasta en sus cimientos, y fueran los
habitantes conducidos cautivos a Babilonia. Esto sucedía el año 606 antes de J.C.
Los vencedores, para humillar más a los vencidos, les pusieron cadenas de
eslabones triangulares, significando así el desprecio con que miraban el delta.
Inmenso el dolor que los masones experimentaron, no por verse cautivos, sino
por contemplar profanado y demolido el templo, la obra más grande y magnífica que la
mano del hombre levantara hasta entonces a la gloria del Gran Arquitecto del Universo.
Después de setenta años de cautiverio, Ciro concedió libertad a los judíos, y les
restituyó los tesoros del templo. Zorobabel, descendiente de los primeros de Judea,
honrado por Ciro con el título y distintivo de caballero de su Orden, se puso a la cabeza
del pueblo judío, y el 22 de marzo emprendió la marcha hacia Jerusalén.
Llegado a los márgenes que separan Asiría de Judea, hizo construir un puente
para que el pueblo pudiese pasar. Pero entretanto los pueblos de las comarcas opuestas
se coaligaron contra ellos y les atacaron s u paso por el puente, Zorobabel en la refriega
perdió el distintivo de honor con el que Ciro le había condecorado; pero armado de una
espada que sólo con la vida podía perder, y ayudado de los bravos masones que le
seguían, derrotó a los enemigos y entró en Jerusalén.
Muchos naturales de esta ciudad, escapados del cautiverio, vagaban por todas
partes en el estado más miserable. Había entre éstos algunos elegidos, que se unían en
secreto, a fin de practicar las ceremonias de su Orden y conservar las tradiciones. Al
destruir el templo, no había sido hallada la bóveda secreta. Los elegidos la buscaron y se
apoderaron del triángulo que fundieron para no verlo profanado si caía en manos de los
enemigos; rompieron la piedra ágata, y transmitieron sus secretos por tradición.
Nombraron un jefe que presidiese sus asambleas, y continuaron sus reuniones.
Después el templo fue destruido por los romanos el año 70 d.c. y los masones, si
bien permanecieron ocultos, no se desunieron., Se propagaron sí por todo el mundo,
dándose a conocer por sus nuevos trabajos.
TEMPLO DE SALOMON
Algo posterior es la propuesta del arquitecto inglés John WOOD (1704-1754), masón y
misticista, que tanto hizo desde la ciudad-balneario de Bath por la propagación del
neopaladianismo en Inglaterra. En su obra «The Origin of Building» defiende el origen
hebreo, a través de Grecia y Egipto, de la arquitectura pagana romana. Esta discutible
tesis es una manifestación tardía de la vieja idea de Villalpando de eliminar de la
arquitectura clásica toda asociación pagana a fin de justificar su uso en el cristianismo.
Con una potente concepción geométrica, casi podríamos decir que racionalista, vuelve a
la disposición rectangular con dos atrios, pero sin la presencia de los atrios interiores
cruciformes de las cocinas, reminiscencia de los grabados de Vatable. La inscripción del
Santuario dentro de sucesivos niveles de muros es clásica de las representaciones judías.
El gran arquitecto británico Christopher WREN (East Knoyle, Wiltshire 1632 - Londres
1723) es más conocido por ser el arquitecto de la reconstrucción de la catedral de San
Pablo en Londres, el hospital de Greenwich o el palacio de Kensington, pero también
tuvo relación con el salomonismo. Algunos de los tratados de arquitectura de Wren,
incluidos por su hijo Christopher en el Parentalia, se refieren a edificios antiguos,
aunque muestran escaso interés por las armonías Pitagóricas o los sagrados principios
que Dios empleó como arquitecto. Wren se interesó por el Templo de Salomón, pero no
creía que su calidad estuviera causada por su inspiración divina. Muestra su admiración
por el elegante orden corintio de Villalpando, al que define como una "fine romantick
Piece". Rechaza la asociación de Vitruvio de los órdenes con las proporciones humanas,
sino que cree que tiene más que ver con los árboles que con los hombres.
- Christopher Wren, Parentalia: or, Memoirs of the Family of the Wrens, p. 360,
Londres, 1750. La parte de Sir Christopher se editó aparte en 1903 y en facsímil en
1965: Life and works of Sir Christopher Wren from the Parentalia or Memoirs by his
son.
Aunque no hace ninguna alusión al monasterio del Escorial, es muy interesante esta
obra, ya que no abundan precisamente los tratados salomónicos en la España de la
ilustración borbónica. En esta época, el edificio de Felipe II se trataba desde el punto de
vista arquitectónico, despojándolo de toda tradición simbólica o dinástica. Se inscribía
así en una discusión más amplia sobre el clasicismo arquitectónico europeo de los siglos
XVI y XVII. Estos dos escritores, inscritos en la moda de imitaciones del Quijote y su
constumbrismo, escriben en una prosa popular, breve y asequible.
- Historia verdadera y sagrada del Rey Salomón, y fábrica del gran Templo de
Jerusalén. Sacada de la Sagrada Escritura, según Calmet, Villalpando y otros insignes
expositores, su autor Don Hilario Santos Alonso, en Madrid, en la imprenta de D.
Manuel Martín, 24 pp. (ed. 1771 Valencia, 1772 Murcia); ed. de Madrid, 1778, por
Manuel Josef Martín.
Apéndice: la Masonería
Durante la segunda mitad del siglo y todo el siguiente, sólo la masonería parece
interesarse por el Templo. De hecho, muchos de los últimos reconstructores que
acabamos de ver y la mayoría de los del siguiente capítulo eran masones. La intención
filológica y científica de Arias Montano y Villalpando se transforma en una lectura
espiritual y esotérica del Templo a partir del siglo XVIII. Todo se lee con símbolos y se
lee lo que se quiere leer. Se descubren ingeniosos trazados reguladores que
«demuestran» intenciones esotéricas en cualquier edificio medieval. Se inventan
también magníficas leyendas, como la que magnifica el papel del arquitecto Hiram en la
construcción del Templo de Salomón, según conviene a la tradición constructora de la
masonería. Se construye una tradición iconográfica propia basada en las columnas
Jakim y Boaz y la disposición tripartita del Santuario. Pero, sobre todo, se transforma a
Salomón en el mayor mago de todos los tiempos.
EL SIGLO XIX Y LOS INCIOS DEL XX: EL MARQUÉS DE VOGÜE Y
PERROT-CHIPIEZ
En este siglo las reconstrucciones del Templo se dividen claramente en dos corrientes.
Mientras algunos historiadores participan de los ideales románticos y viajeros de la
época, dibujando hermosos templos que marcaran el cénit de las reconstrucciones desde
Villalpando, los masones toman como símbolo el Templo de Salomón, al
autoproclamarse continuadores de los templarios. Considerando al rey Salomón y a su
arquitecto Hiram Abiff los iniciadores de su larga tradición esotérica, era lógico que el
Templo de Salomón y, sobre todo, sus dos columnas -Hakim y Boaz- fueran objeto de
nuevos intentos de reconstrucción.
Con una gran erudición y contínuas citas de los originales de Josefo en griego y el
Middot en hebreo, así como en árabe para las fuentes del Domo, propone un original
alzado trapezoidal con fuertes aires egipcios para el Templo de Salomón. La única
decoración que se permite son unas Jakim y Boaz propias de las modas arqueológicas,
que en su propuesta sujetan el dintel de la pared del vestíbulo, frente a otros que las
prefieren exentas delante del Templo. Especialmente originales son las secciones,
organizadas en base a trazados reguladores con líneas paralelas, basadas en la
proporción del Sancta (30x40 codos) y del alzado (75x100 codos), es decir, la cuarta o
diatesaron (3:4). Merecen ser destacadas las escaleras de acceso desde las puertas
exteriores, ya que tienen una disposición semejante a las que acceden a la terraza
superior de los frailes en El Escorial.
Así llegamos a la quasi perfección de la más que es, junto con la de Villalpando, la más
bella reconstrucción llevada a cabo hasta la fecha del Templo de Ezequiel, la del
estudiante francés de arquitectura André PERROT (1882-1912) y el arquitecto,
académico y embajador de Francia en Palestina Charles CHIPIEZ (Ródano, 1835-
1896: Schick
El investigador francés propone una densa construcción que, según Busink, representa
un retroceso hacia una visión decimonónica del Templo de Herodes. Claramente basada
en las propuestas de Vogüe, simplifica la disposición de patios perimetrales, lo que le
lleva a sustituir los patios cruciformes de las cocinas por una galería para las mujeres, a
la usanza de las antiguas sinagogas judías. En 1956 y 1962 republicó su propuesta
dentro de Jerusalem dans l'Ancien Testament (vol. II y III, J. Gabalda, París) y The
interpreter's Dictionary of the Bible.
1956
Incluye una curiosa vuelta atrás a la época de Arias Montano, ya que el Patio de las
Mujeres prácticamente desaparece, quedando un edificio ligeramente disimétrico con
tendencia al cuadrado.
1970 Th. A. BUSINK: Der Tempel von Jerusalem, von Salomo bis Herodes, 2 vols.,
Nederlands Inst., Leiden, 1970-80.
1971 Encyclopaedia Judaica, Keter, Jerusalem, 1971 (con la intervención del Pr.
Avi-Yonah).
Insistió siempre en la posición de los cuatro patios de las cocinas porque, tal vez, sea la
principal coincidencia con el esquema arquitectónico de El Escorial. Sin embargo, no
todas las reconstruciones lo incluyen, o no en posición cruciforme. Desde que Vogué lo
propuso, muchos le siguieron dejando el patio de las mujeres exento. Las fuentes más
antiguas los sitúan de forma simétrica en las esquinas de un patio mayor cuadrado,
como en la presente ilustración.
1979 Helen ROSENAU: Vision of the Temple. The image of the Temple of
Jerusalem in Judaism and Christianity, Oresko Books, London, 1979.
Entre los estudios hebreos modernos, el de este rabino acerca de los comentarios de
Rashi sobre Ezequiel destaca por su originalidad y aportación de nuevas soluciones a la
conciliación de los tres templos, El templo tendría según esta versión 312 x 317 codos
en lugar de los 500 x 500 normalmente aceptados. Tal discrepancia es consecuencia de
haber supuesto que las cámaras adyacentes a las puertas se hallaban a lo largo de los
muros [lám. 58]. Así, el cuadro «mengua» en cuatro veces 50 codos, la profundidad de
las puertas, es decir 200 codos. Los 12 y 17 codos adicionales se deben al grosor de los
muros del atrio interior. Estas «artimañas» lo significan como un intento de identificar
el Templo de Ezequiel y el de Herodes.
1988 Stanley TIGERMAN: The arquitecture of Exile, Rizzoli, Nueva York, 1988.
1996 Leen RITMEYER: The Temple and the Rock, Ritmeyer Archaeological
Design, Harrogate, England, 1996.
1997 Alec GARRARD: The splendour of the Temple, Moat Farm Publications,
Fressingfield, Eye, Suffolk, 1997.
Este libro reproduce con profusión imágenes de la maqueta que el autor ha realizado por
pura fascinación de maquetista basándose en Josefo, la Misnah, el Carta's Atlas on
Jerusalem de Dan Bahat (1983), el Ready to rebuild de Tomas Ice and Randall Price,
Bellow the Temple Mount in Jerusalem, de Shimon Gibson y David M. Jacobson, la
obra de Ritmeyer y otras fuentes.
Garrard comenzó su maqueta en 1980 sobre un tablero de 20x12 pies con auténticas
«piedras» y casi 4.000 pequeñas figuras de personas pintadas a mano, con vestidos de la
época. Existe también un doble vídeo realizado con el profesor de Biblia Rev.
Christopher Hill, que resumen ocho seminarios en cuatro horas de imágenes.