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MANIFIESTO PARA EL DÍA MUNDIAL DE LOS ANIMALES

Cuando se hace necesario organizar un Día Mundial por una determinada causa es un
síntoma de que algo no funciona bien. Sea contra el hambre, la violencia de pareja o el
cambio climático, en todos los casos se nos está hablando de carencias, de injusticias,
de tragedias en las que el ser humano siendo culpable, también es una víctima más.

El desprecio a los derechos fundamentales de los animales, razón por la que hoy nos
hemos reunido aquí, motivo por el que en este 2 de Octubre millones de ciudadanos se
concentran en todo el Mundo, no es una excepción a esa dualidad en la condición del
hombre. En la condena que pesa sobre las criaturas pertenecientes a otras especies los
damnificados no son solamente toros, focas o elefantes, nosotros también asumimos
en esta brutal y desigual partida el papel de perdedores, por más que nuestra miopía
moral nos impida apreciarlo. Tal vez nuestras heridas no sangren como las de una
vaquilla atravesada por el acero, pero existen, y nos hablan de una sociedad enferma y
bárbara, porque cualquier atentado que el ser humano comete contra su entorno
revierte en su propia destrucción y lo envilece un poco más.

A los dirigentes se les llena la boca con declaraciones de intenciones aparentemente


encaminadas al respeto y la protección de una biodiversidad en la que también los
animales, todos los animales, están incluidos, no lo olvidemos, porque ecologismo y
animalismo son indisolubles y el uno sin el otro es tan solo un proyecto mutilado y
abocado al fracaso. Pero la realidad es bien distinta. Los actuales modelos de políticas
neoliberales basados en el consumo desaforado, en la especulación feroz y en el “pan
y circo” están dañando el Planeta de un modo en muchos casos irreversible, y
transformándolo en un inmenso erial sembrado con los cadáveres de aquellos que
encontraron una muerte cruel y prematura. Muertes que habrán de revolvernos las
entrañas y sacudirnos las conciencias, porque si no es así, estaremos agachando la
mirada al paso de los verdugos. Estaremos callando y consintiendo mientras se sigue
ejecutando legalmente a seres inocentes.

Hoy, conscientes de todas las personas que en el Mundo unimos nuestras voces para
explicar que los animales sienten, al igual que nosotros, para gritar que desean vivir y
hacerlo en libertad en el espacio que la naturaleza les ha otorgado, también al igual
que nosotros, podemos pensar que somos muchos los que experimentamos una rabia
infinita por su situación de indefensión a lo largo de una historia, en la que apenas se
ha hecho por eximirles de un castigo que a ningún delito corresponde, pues no puede
considerarse como tal nacer con patas en vez de hacerlo con piernas. Pero no nos
engañemos, tal vez muy pocos sientan placer ante el sufrimiento de un animal, sin
embargo, lo cierto es que por culpa de los intereses, de la indiferencia y hasta del
miedo, la mayor parte de los seres humanos nada hacen por remediar tan terribles
episodios y el silencio, al final, siempre es cómplice de la injusticia. Tal y como lo
expresó Jane Goodall en su libro “Los diez mandamientos para compartir el Planeta
con los animales que amamos” – el silencio es una traición después de todo lo dicho y
hecho.

Pero hay esperanza, claro que la hay. Y en esta jornada en la que celebramos el Día
Mundial de los animales, además de informar y de denunciar las innumerables y
espantosas maneras de explotación, padecimiento y muerte a las que estas criaturas
se ven condenadas por la acción del hombre, también hemos de sentirnos orgullosos –
que no conformes - por los logros obtenidos, logros que habrán de servirnos de acicate
para no rendirnos en esta lucha pacífica, para no tirar la toalla y seguir avanzando,
como lo venimos haciendo, por más que la lentitud en la consecución de objetivos a
veces invite al desánimo.

La reciente aprobación en el Parlamento de Cataluña de la ILP por la abolición de las


corridas de toros, es el mejor ejemplo de que el trabajo bien hecho tiene su
recompensa. Que las voces que claman por el respeto a los derechos de los animales
pueden ser escuchadas acabamos de comprobarlo, y lo que era una inquietud
compartida por millones de ciudadanos se convirtió en un hecho gracias a la valentía
de unos políticos, que supieron demostrar su compromiso con la erradicación de
conductas violentas que nos mantienen anclados a un pasado tenebroso.

Es cierto que si todos los gestores públicos hiciesen gala de la misma lucidez y coraje,
no sería necesario declarar tal fecha como hoy Día Mundial de los Animales. Es verdad
que la Ley sigue en muchos casos actuando de carta de impunidad para tradiciones o
negocios sangrientos, en definitiva, términos eufemísticos para maquillar lo que no son
más que crímenes que a unos cuantos lucran o entretienen. Sí, todo eso es así, pero si
miramos hacia atrás y comparamos la situación actual con la de no hace demasiados
años, tendremos que admitir que en esta lucha incruenta no son pocas las batallas ya
ganadas y que a medida que pasa el tiempo, los que están a favor del maltrato y
muerte de animales en cualquiera de sus formas, son cada vez menos y su capacidad
de acción se está viendo más reducida.

No vamos a lograr que mañana deje de haber toros alanceados, ensogados o


atropellados por tractores, ni tigres ejecutando números antinaturales en un circo
obligados por el miedo al castigo, tampoco vamos a conseguir que un zoológico libere
en un santuario a una elefanta enferma como Susi, o que cierren las granjas donde los
visones permanecen enjaulados hasta que les arrancan la piel, los cerdos y las terneras
estabulados hasta que los descuartizan y los monos encerrados hasta que los someten
a atroces sesiones de experimentación y vivisección. No, seguro que mañana no se
acabará con una actividad en la que se mata por matar, como es la caza, ni van a
desaparecer las siniestras perreras con sus salas destinadas al sacrificio. Tampoco se va
a condenar con pena de cárcel, como sería de justicia, al próximo que mate a pedradas
a una docena de gatos y exhiba sonriendo sus cuerpos ensangrentados en internet, ni
a los que torturan hasta la muerte a una burrita introduciéndole un palo por el ano.

Nada de eso va a ocurrir mañana, pero si ya no está permitido arrojar a una cabra
desde un campanario, si al Toro de Coria no se le pueden lanzar dardos, si las peleas
caninas están prohibidas, si ya no se importan en España productos realizados con piel
de perros y de gatos, si las corridas de toros han dejado de ser legales en Cataluña al
igual que en numerosas localidades declaradas antitaurinas, y en otras tantas se niega
el establecimiento de circos con animales, si todo lo anterior es una realidad, es
porque los que estáis aquí y otros muchos que no han podido acudir pero cuya fuerza
sentimos, decidisteis un día no seguir siendo cómplices con vuestro silencio, y
emprendisteis este camino que llevará tanto a la liberación de los animales con el
reconocimiento de sus derechos fundamentales como a la nuestra, porque nos
habremos sacudido el yugo que representa la permisividad ante la tortura y el “todo
vale” con tal de satisfacer la codicia humana. Ese día seremos más libres, pues
estaremos construyendo una sociedad en la que toda forma de violencia, sea quien
sea la víctima, constituirá un acto punible. Y no olvidemos, no lo hagamos jamás, que
es muy probable - y la historia así nos los demuestra – que quien no siente compasión
ante el sufrimiento de un perro o de un pájaro acabará por no experimentarla
tampoco ante el padecimiento de un miembro de su propia especie.

Gracias a todos por estar aquí. Pero sobre todo, gracias por seguir mañana, al igual que
ayer, al igual que hoy, contribuyendo a hacer de esta tierra un lugar en el que el
respeto hacia aquellos con los que la compartimos, llene el espacio que hasta ahora
ocupa un especismo responsable de la agonía atroz de millones de seres. No pedimos
favores, exigimos justicia, y no nos detendremos hasta lograrla, lo haremos nosotros y
lo harán nuestros hijos, porque el movimiento animalista es una realidad imparable.
Trabajemos pues, y hagámoslo unidos para que éste sea el último Día Mundial por los
Derechos de los Animales que nos veamos en la obligación de celebrar.

Julio Ortega Fraile

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