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Mario Vargas Llosa y los

Derechos Humanos
7 intervenciones fundamentales 2003 -2010

“La verdad sospechosa”


Columna
26 de septiembre de 2003
Sobre el Informe Final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación.

“A la opinión pública. Salomón Lerner y los ex comisionados no están solos”


Comunicado en prensa nacional
Octubre de 2005
Suscrito por 435 personas. Encabezando la lista, Mario Vargas Llosa.

“El Ojo que Llora”


Columna
14 de enero de 2007
Sobre el atentado sufrido por el memorial y la polémica suscitada.

“El Perú no necesita museos”


Columna
8 de Marzo del 2009
Sobre la negativa del gobierno a aceptar el proyecto de un Museo de la Memoria.

“Los dictadores están advertidos”


Entrevista
2 de marzo del 2009
Sobre la importancia de la sentencia al ex presidente Alberto Fuimori por violación a los derechos
humanos

Ceremonia de entrega del terreno para la construcción del Museo de la Memoria


Discurso
16 de diciembre de 2009

Renuncia a la Comisión del Lugar de la Memoria


Carta
13 de setiembre de 2010
Carta al Presidente de la República en protesta por la promulgación de normas que promovían la
impunidad de violadores de derechos humanos
La verdad sospechosa
Así duela, el país está obligado a acoger el informe final de la CVR

A diferencia de lo que ocurrió en Argentina con la comisión presidida por Ernesto Sábato y
su informe sobre la violencia y los desaparecidos durante la dictadura militar, Nunca más,
ampliamente reconocidos en el país y con una enorme repercusión internacional, el trabajo
de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación, en el Perú, documentando los abusos a los
derechos humanos y los crímenes contra la humanidad perpetrados desde que, en 1980,
Sendero Luminoso inició la lucha armada hasta la actualidad, apenas ha tenido eco en el
extranjero y, en el Perú, ha generado una polémica en la que proliferan los ataques y
descalificaciones a la Comisión, que presidió un distinguido filósofo y rector de la
Pontificia Universidad Católica, Salomón Lerner Febres.

Sus críticos comprenden un abanico político en el que se codean los cómplices y sirvientes
de la dictadura de Fujimori, militares temerosos de ser enjuiciados, el Arzobispo de Lima,
varios partidos políticos de estirpe democrática -Acción Popular, el APRA, el Partido
Popular Cristiano- e independientes convencidos de que el trabajo de la Comisión en vez de
reconciliar a los peruanos va a ahondar aún más sus divisiones porque en su investigación y
conclusiones hay el recóndito propósito de atenuar los crímenes de Sendero Luminoso y del
MRTA (Movimiento Revolucionario Túpac Amaru) inflando desproporcionadamente los
asesinatos y torturas cometidos por el Ejército y la Policía en la lucha antisubversiva. Para
fundamentar estas acusaciones, los críticos señalan la antigua vinculación de algunos de los
miembros de la Comisión con organizaciones de izquierda.

Estas críticas son totalmente infundadas. La verdad es que la Comisión, en los dos años de
trabajo, ha hecho un esfuerzo casi sobrehumano para conocer la verdad de lo ocurrido
durante estos últimos veintitrés años, desde que, justamente cuando el Perú recuperaba la
democracia luego de doce años de dictadura militar, Abimael Guzmán y sus huestes
maoístas fundamentalistas iniciaron la "guerra popular" que nos iba a conducir a los
peruanos a un paraíso igualitario. En verdad, nos precipitó en un infierno de horrores cuyas
víctimas principales, y abrumadoramente mayoritarias, fueron aquellos campesinos
misérrimos a los que la Revolución se proponía redimir. Entrevistando a millares de
personas de toda procedencia y condición, consultando documentos oficiales y materiales
procedentes de muy diversas fuentes -incluidos los partes militares e informes de los
propios subversivos a los que pudo tener acceso-, diarios, revistas y panfletos, cruzando y
procesando esta información, los miembros de la Comisión presidida por Salomón Lerner
Febres han llegado a reconstruir una realidad que, pese a su vertiginoso salvajismo e
inhumanidad, parece expresar con un máximo de objetividad la verdad histórica de la
violencia política y social en estas últimas dos décadas en el Perú.
Las conclusiones no pueden ser más atroces. Más de 69 mil personas murieron o
desaparecieron a consecuencia de la guerra subversiva -el doble de lo que se creía-, tres
cuartas partes de las cuales eran campesinos quechua hablantes de la región andina, muchas
de ellas víctimas inocentes sacrificadas en exterminios colectivos perpetrados por Sendero
Luminoso o por las fuerzas del orden para sentar un ejemplo, escarmentar a una comunidad
o, simplemente, para que no quedaran testigos de exacciones y crímenes. La tortura fue una
práctica generalizada de uno y otro lado y de ella no se libraron ni los ancianos, ni las
mujeres ni los niños. Las matanzas, los crímenes individuales, las represalias enloquecidas,
los pillajes, los secuestros, el saqueo sistemático, están documentados en el informe de la
Comisión con una minucia tal que muchas veces quien se sumerge en ese lodo de crueldad
y degradación debe cerrar los ojos y respirar hondo, para contener el llanto y la náusea. ¿O
sea que eso es también el Perú? No me extraña que muchos peruanos prefieran no enterarse
y opten por recusar a la Comisión con descalificaciones políticas.

No es cierto que el informe atenúe la responsabilidad primera y mayor de Sendero


Luminoso en esta orgía de violencia, y la del MRTA, el otro grupo subversivo. Por el
contrario, a cada momento subraya que sin la demencial insensatez que, en un país de tan
débiles instituciones democráticas -para no decir nulas- y con los tremendos antagonismos,
frustraciones, prejuicios y odios empozados de la sociedad peruana, significaba iniciar una
guerra contra el Estado, jamás se habría producido el cataclismo sanguinario que arrasó
aldeas y pueblos, destruyó viviendas, carreteras, puestos de trabajo, empobreció aún más a
una región ya pobrísima, y, de otro lado, provocó una violencia desmesurada en unas
fuerzas del orden que, además de no estar en absoluto entrenadas ni equipadas para hacer
frente a una acción insurreccional, estaban habituadas por una larga tradición de gobiernos
militares y autoritarios a actuar con olímpica prescindencia de la legalidad. Una legalidad,
por lo demás, como muestra fehacientemente el informe de la Comisión, que no respetaban
ni los partidos políticos, ni el Parlamento, ni las autoridades, y todavía menos que nadie los
tribunales y los jueces. Una legalidad que era una simple ficción, sobre todo para un país
que acababa de emerger -una vez más en su historia- de una dictadura castrense.

Con impecable lógica, la Comisión de la Verdad reprocha al Gobierno de Belaunde Terry


haber vacilado muchos meses antes de reconocer la existencia de un movimiento
subversivo en Ayacucho y haber actuado en consecuencia. Se lo reprochamos también
nosotros, en 1982, los autores del Informe sobre Uchuraccay, cuyas conclusiones centrales
-más vale tarde que nunca- la Comisión ha terminado por convalidar. Pero las razones por
las que Belaunde se resistía a llamar al Ejército a debelar la subversión de Sendero
Luminoso no eran gratuitas. Era, simplemente, que él sabía muy bien lo que iba a pasar. A
mediados de los sesenta, la insurrección castrista del MIR y del ERL fue sofocada por el
Ejército, que luego de aplastar a los guerrilleros aplastó la democracia e inauguró la
ignominiosa dictadura del general Velasco. El estado de inseguridad que el terrorismo
propagó en la sociedad sirvió, al cabo de los años, para que una mayoría de peruanos
celebrara alborozada el golpe de Estado de Fujimori y apoyara a la cleptocracia autoritaria
que gobernó el país hasta 1999.

El Informe hace también una crítica severa a la izquierda legal -representada por Izquierda
Unida en esos años- que, pese a estar contra la acción armada y haber sido víctimas del
terrorismo algunos de sus militantes, se mostró dubitativa y confusa, sin hacer una clara
toma de posición contra la subversión y a favor de la democracia, y que, en determinadas
ocasiones, incluso contribuyó a socavar las renacientes instituciones democráticas.

¿Por qué un Informe tan visiblemente juicioso y moderado, que a cada página se esfuerza
por no extralimitarse ni sesgar sus juicios, sino mantenerse dentro de una posición serena y
de máxima imparcialidad, ha provocado la reticencia cuando no el rechazo de muchos
peruanos? No me refiero a los que por razones interesadas -los fujimoristas, los autores de
crímenes contra los derechos humanos que podrían ser procesados- condenan a la
Comisión, sino a muchos ciudadanos bien intencionados y decentes, que deberían ser los
primeros en aplaudir este gigantesco esfuerzo para sacar a la luz una verdad escondida de
nuestra historia moderna, y, sin embargo, prefieren exorcizarla. Porque la imagen que este
Informe presenta de nuestro país es espantosamente triste: la de un país sumido en la
barbarie, donde, bajo una frágil y delgada fachada de modernidad y civilización, imperan
todavía la ley del más fuerte y los instintos prevalecen sobre las razones, y tienen una
vigencia abrumadora el racismo, la ignorancia, y la brutalidad sin límites que ejercitan los
poderosos contra los débiles y los débiles y pobres entre sí.

Eso es también nuestro país y es mejor que los peruanos lo asumamos con determinación,
con vergüenza y, sobre todo, con la voluntad de superarlo. Sin proponérselo, la Comisión
de la Verdad y la Reconciliación, además de un catastro de la violencia política, ha
elaborado el más sólido y documentado testimonio sobre el subdesarrollo peruano. Este
informe deberían leerlo y estudiarlo los políticos, ser un manual en las escuelas, consultarlo
los militares y los jueces, analizarlo y discutirlo en las universidades y en los sindicatos, y
por todos los medios hacerlo conocer de grandes y chicos, de provincianos y limeños, de
costeños, serranos y selváticos, para que todos los peruanos sepan de una vez, y a fondo, lo
que es y no debe seguir siendo ya más nuestro país.

Pero este Informe en su estado actual jamás llegará a ser leído sino por un puñadito de
personas. Consta de cerca de tres mil páginas que, aun cuando se publicaran en libro,
llegarían apenas a unos cuantos lectores. Además, escrito por muchas manos, es a veces
repetitivo, pesado de leer, por momentos farragoso y aquejado en ciertas páginas de esa
jerga sociológica que desmoraliza al lector más avezado. Ese informe debe ser reducido
drásticamente y estilísticamente unificado para que tenga la claridad expositiva y la
ebullición de ideas que tiene el discurso con el que Salomón Lerner Febres lo presentó en la
Plaza de Armas de Ayacucho el 28 de agosto de 2003.

Él y sus compañeros de trabajo deben sentirse sorprendidos y afligidos con las críticas
injustas que les llueven en estos días como premio a su admirable esfuerzo. Que no se
preocupen: tarde o temprano serán desagraviados con el respeto y la gratitud de millones de
peruanos.

_________
© Mario Vargas Llosa, 2003.
© Derechos mundiales de prensa en todas las lenguas reservados a Diario El País, SL, 2003.
http://www.caretas.com.pe/2003/1791/columnas/mvll.html
A la opinión pública
Salomón Lerner y los ex
comisionados no están solos

Los abajo firmantes queremos expresar nuestra solidaridad con el Dr. Salomón Lerner
Febres, ex presidente de la Comisión de la Verdad y Reconciliación, así como con los otros
ex comisionados, quienes en las últimas semanas han sido víctimas de injurias y amenazas
cobardes y anónimas. No podemos dejar de expresar nuestra preocupación por estos
hechos, que no por casualidad coinciden con el inicio de procesos penales sobre casos
investigados por la CVR. Tampoco es casualidad que se recurra a la amenaza anónima, al
insulto racista, a la violencia; esto expresa, lamentablemente, cuán difícil es dejar atrás los
comportamientos que, finalmente, explican las miles de muertes ocurridas durante los años
del conflicto.

Más allá de las coincidencias o discrepancias que podamos tener sobre el contenido del
informe final de la CVR, reconocemos que éste constituye un esfuerzo serio y honesto, y un
aporte fundamental para la comprensión de los hechos de violencia ocurridos en nuestra
patria en el periodo 1980-2000, y para los intentos de hacer justicia y reparar a las víctimas
y sus familiares.

Exigimos al Estado velar por la seguridad personal del Dr. Salomón Lerner Febres y los
otros ex comisionados, así como de los testigos y denunciantes de graves crímenes
investigados por la CVR, que hoy aportan su testimonio en diversas investigaciones en el
poder judicial.

Llamamos a todas las peruanas y peruanos a movilizarse para detener esta campaña de
injurias y amenazas, preservar los espacios de diálogo y debate civilizado, y crear las
condiciones para que las recomendaciones de la CVR se mantengan presentes en la agenda
pública.

Salomón Lerner y los ex comisionados no están solos.

Lima, Octubre de 2005


Lo suscriben 435 personas en total. Encabezando la lista, Mario Vargas Llosa.
El Ojo que Llora

Si usted pasa por Lima, trate de ver "El ojo que llora", en una de las esquinas del Campo de
Marte, en el distrito de Jesús María. Es uno de los monumentos más bellos que luce la
ciudad y, además, hay en él algo que perturba y conmueve. Pero, apresúrese. Porque no es
imposible -el Perú es el país de todos los posibles- que una singular conjura de la
ignorancia, la estupidez y el fanatismo político acabe con él.

Consiste en una piedra instalada en el centro de un estanque, rodeado de un laberinto de


círculos de cantos rodados y senderos de grava de mármol morado que abarca un vasto
espacio de árboles donde cotorrean bandadas de loros y trinan los pájaros. La imponente
piedra de granito negro, tiene un ojo insertado -otra piedra, recogida en los arenales de
Paracas- que lagrimea sin cesar y, según la perspectiva desde la que se la mire, sugiere los
contornos de tres animales míticos de las antiguas civilizaciones peruanas: el pico del
cóndor, la boca de un crótalo y la silueta del puma.

Lika Mutal, la autora de esta escultura, una holandesa avecindada en el Perú hace 39 años,
encontró esta piedra en un cerro del norte, cerca de un cementerio prehispánico saqueado
por los depredadores de tumbas. Con grandes cuidados la trajo a su taller de Barranco y
convivió allí con ella varios años, convencida de que algo, alguien, en algún momento le
indicaría qué partido sacarle. La experiencia decisiva ocurrió en el año 2003, cuando la
escultora visitó una de las más extraordinarias exposiciones que se hayan presentado en el
Perú: "Yuyanapaq", una muestra de fotografías que documentaba con tanto rigor como
excelencia los años de la violencia política desencadenada a partir de la guerra
revolucionaria y terrorista de Sendero Luminoso, que, en una década, según las
conclusiones de la Comisión de la Verdad, provocó la muerte y la desaparición de cerca de
70.000 peruanos, la inmensa mayoría de ellos pertenecientes a los estratos más pobres y
marginados de la sociedad.

Ese mismo día, con el pecho todavía encogido por la pesadilla infernal de aquellas
imágenes de indecible crueldad y sufrimiento de "Yuyanapaq", Lika Mutal concibió el
conjunto escultórico de "El ojo que llora". La Madre Tierra -la Pachamama- diosa ancestral
de todas las antiguas culturas americanas, llorando por la violencia que han provocado y
padecido sus hijos a lo largo de la historia. En el laberinto de cantos rodados -cerca de
40.000- se inscribirían los nombres de todas las víctimas de la violencia, de modo que el
monumento sería también un símbolo de reconciliación y de paz.

Las creaciones artísticas inspiradas en buenas intenciones sociales, religiosas, morales o de


cualquier orden ajeno al propiamente estético, suelen ser esos bodrios convencionales y
cursis que generalmente afean los recintos oficiales. Pero "El ojo que llora" no es nada de
eso. Sus propósitos altruistas no le restan originalidad, elegancia, vigor, y las formas
elegidas así como la combinación de piedras que lo componen en los que las limaduras,
cortes o añadidos efectuados por la artista son mínimos, crean una atmósfera impregnada de
recogimiento y alarma, una tensa serenidad. Es imposible no sentir una enorme tristeza ante
los miles de nombres escritos por voluntarios en aquellos cantos rodados, entre los que
figuran muchas criaturas de pocos meses o pocos años, e innumerables inocentes a los que
el terror sacrificó sin el menor escrúpulo en aquellos años de odio y locura ideológica.

¿Era realista la idea de inscribir en los cantos rodados del monumento los nombres de todas
las víctimas de la violencia, es decir, juntar y mezclar a quienes cayeron bajo las bombas,
balas, cuchillos y pedradas senderistas con los asesinados o desaparecidos por las fuerzas
del orden? En un principio pareció que sí, pues cuando se inauguró "El ojo que llora" el 28
de agosto de 2005, como etapa inicial de una Alameda de la Memoria, que constaría de un
museo donde se exhibirían de manera permanente las imágenes de "Yuyanapaq", no hubo
voces discrepantes. Por el contrario, menudearon las alabanzas y el Memorial de Lika
Mutal recibió varios reconocimientos internacionales. ¿Qué ha ocurrido desde entonces
para que ahora se haya iniciado una dura campaña de críticas e improperios contra "El ojo
que llora" a la que cierta prensa llama un Monumento al Terrorismo y pide incluso su
demolición? Ha ocurrido una sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos,
condenando al Estado peruano por la matanza de 41 internos senderistas en el penal limeño
de Castro Castro, entre el 6 y el 9 de mayo de 1992. El fallo de la Corte de San José (Costa
Rica) ordena al Estado desagraviar a las víctimas, con una retribución económica a sus
parientes y familiares por una suma conjunta de cerca de 20 millones de dólares, e inscribir
los nombres de quienes fueron ejecutados extrajudicialmente en aquella ocasión en las
piedras de "El ojo que llora".

Este fallo ha provocado una tempestad de protestas. Tanto el Gobierno de Alan García
como buena parte de la oposición han rechazado una sentencia que -es el argumento
principal de los críticos- singulariza como víctimas de la violencia a los propios terroristas
fanáticos que la desencadenaron y olvida, o relega a un segundo plano borroso, a los casi
2.000 oficiales y soldados victimados por Sendero Luminoso y el MRTA (Movimiento
Revolucionario Túpac Amaru) y a las decenas de miles de civiles inocentes exterminados a
mansalva por los terroristas en su delirio mesiánico.

Sin embargo, considerando en frío, como decía César Vallejo, la violencia no es excusa
para la violencia, y que los senderistas y sus congéneres fueran unos homicidas
despreciables -yo lo sé muy bien pues también a mí trataron de desaparecerme- no justifica
en modo alguno que fueran torturados, asesinados, y las senderistas violadas (como dice la
sentencia de la Corte Interamericana que ocurrió en Castro Castro en aquella ocasión) por
las fuerzas del orden.

El Gobierno que perpetró esa matanza no era democrático ni constitucional. Era el


Gobierno autoritario de Fujimori, nacido de un auto-golpe que, apenas un mes antes de
aquella matanza, clausuró el Parlamento, e inauguró un período siniestro de crímenes y
robos vertiginosos en los que centenares de millones de dólares mal habidos fueron a parar
a cuentas secretas de medio mundo y en el que, con el pretexto de la lucha contra el terror,
se violaron los derechos humanos de los peruanos con una ferocidad y alevosía sin
precedentes en la historia del Perú.

En esos años de oprobio una de las pocas instancias con las que contaban los peruanos para
denunciar los diarios abusos de que eran víctimas era la Corte Interamericana, pues la
justicia en el Perú pasó a ser -como todas las instituciones, por lo demás- un dócil
instrumento de la satrapía cleptómana de Fujimori y Montesinos. Es difícil entender que lo
haya olvidado un Gobierno presidido por Alan García, quien, precisamente, gracias a un
fallo de la Corte Interamericana recobró sus derechos civiles, que la dictadura de Fujimori
le había violentado, y pudo regresar del exilio para ser candidato en las elecciones del año
2000. Entiendo que los supérstites y nostálgicos de la dictadura fujimontesinista pidan, con
motivo del reciente fallo, que el Perú se retire de la Corte Interamericana. Pero que también
lo pidan partidos y personas que creen en la democracia sólo muestra lo confusa y frágil
que es en el Perú la noción de lo que implica esta palabra y de lo que es la cultura de la
libertad.

Esto no significa que el fallo de la Corte no merezca críticas. Quizás el más grave de sus
errores es ordenar que se inscriban los nombres de las víctimas de la matanza de 1992 en
una escultura que no pertenece al Estado, que es del dominio privado y sobre cuya forma y
contenido ni la Corte ni el Gobierno, sólo su autora, puede decidir. Por lo demás, fuera de
ese error, hay otro: los nombres de aquellos senderistas asesinados en Castro Castro ya
figuran en aquellas piedras, pues sus parientes los habían hecho inscribir. Esta revelación
ha provocado nuevas protestas de familiares de víctimas del terrorismo, que,
comprensiblemente, no quieren semejante coexistencia de sus deudos con sus victimarios.

¿Hay alguna forma de solucionar este impasse? Sí. Dar media vuelta a los cantos rodados
con los nombres que figuran en ellos, ocultándolos temporalmente a la luz pública, hasta
que el tiempo cicatrice las heridas, apacigüe los ánimos y establezca alguna vez ese
consenso que permita a unos y a otros aceptar que el horror que el Perú vivió a causa de la
tentativa criminal de Sendero Luminoso -repetir la revolución maoísta en los Andes
peruanos- y los terribles abusos e iniquidades que las fuerzas del orden cometieron en la
lucha contra el terror, no dejaron inocentes, nos mancharon a todos, por acción y por
omisión, y que sólo a partir de este reconocimiento podemos ir construyendo una
democracia digna de ese nombre, donde ya no sean concebibles ignominias como las que
ensuciaron nuestros años ochenta y noventa.

Si eso llega a ocurrir, y la piqueta de los bárbaros no se ha cargado antes "El ojo que llora",
peruanos y extranjeros se sentirán admirados y a la vez entristecidos recorriendo el
laberinto de cantos rodados de Lika Mutal. Y pensarán tal vez en lo paradójico que son el
arte y la vida, capaces de engendrar, a partir del horror y el sufrimiento, algo tan intenso y
tan hermoso, tan sereno y tan delicado como las sombras y fulgores entre los que se cobija
esa piedra con perfiles de cóndor, puma y serpiente, en la que una mujer llora por los
desvaríos y padecimientos de los peruanos.

© Mario Vargas Llosa, 2007.


© Derechos mundiales de prensa en todas las lenguas reservados a Diario El País, SL, 2007.
Columna: Tribuna. 14/01/2007
http://www.elpais.com/articulo/opinion/ojo/llora/elpepuopi/20070114elpepiopi_5/Tes
El Perú no necesita museos

El autor de esta teoría —que el Perú no necesita museos mientras sea pobre y con carencias
sociales— es el señor Ántero Flores-Aráoz, ministro de Defensa del Gobierno Peruano. No
se trata de un gorila lleno de entorchados y sesos de aserrín sino de un abogado que, como
profesional y político, ha hecho una distinguida carrera en el Partido Popular Cristiano del
que se separó hace algún tiempo para representar al Perú como embajador ante
la OEA (Organización de Estados Americanos). ¿Qué puede inducir a un hombre que no es
tonto a decir tonterías? Dos cosas, profundamente arraigadas en la clase política peruana y
latinoamericana: la intolerancia y la incultura.

Para situar el úcase del ministro en su debido contexto hay que recordar que, entre 1980 y
2000, el Perú padeció una guerra revolucionaria desatada por Sendero Luminoso cuyo
salvajismo terrorista provocó una respuesta militar de una desmesura también vertiginosa.
Cerca de 70 mil peruanos, la inmensa mayoría de los cuales eran humildes campesinos de
los Andes y habitantes de los pueblos más pobres y marginales del país, murieron en ese
cataclismo.

Al terminar la dictadura de Alberto Fujimori (a punto de ser condenado en estos días por
los crímenes contra los derechos humanos perpetrados durante su régimen), el gobierno
democrático nombró una Comisión de la Verdad y la Reconciliación para investigar la
magnitud de esta tragedia social. Presidida por un respetado intelectual y filósofo, el doctor
Salomón Lerner, ex rector de la Pontificia Universidad Católica del Perú, la comisión
elaboró un documentado estudio de esos años sangrientos y un cuidadoso análisis de las
causas, consecuencias y el saldo en vidas humanas, destrucción de bienes públicos y
privados, torturas, secuestros, desaparición de personas y de aldeas de la violencia de esos
años. Un vasto sector de opinión pública reconoció el valioso trabajo de la comisión, pero,
como era de esperar, sus conclusiones fueron criticadas y rechazadas por círculos militares
y por las pandillas sobrevivientes del fujimorismo que, de este modo, se curaban en salud
de su complicidad con un régimen autoritario que, además de cleptómano y corrompido
hasta los tuétanos, detenta un pavoroso prontuario de asesinatos, torturas y desapariciones
perpetrados con el pretexto de la lucha antisubversiva.

La comisión organizó, con los materiales de su investigación, una de las más conmovedoras
exposiciones que se hayan visto jamás en el Perú y que todavía se puede visitar, aunque en
formato algo reducido, en el Museo de la Nación, en Lima. Llamada ―Yuyanapaq‖ (Para
recordar), muestra, en fotos, películas, cuadros sinópticos y testimonios diversos la
ferocidad demencial con que los terroristas de Sendero Luminoso y
del MRTA (Movimiento Revolucionario Túpac Amaru), y, también, comandos de las
Fuerzas Especiales y grupos de aniquilamiento —como el tristemente célebre grupo
Colina— sembraron el horror segando decenas de millares de vidas humanas inocentes y la
impotencia y desesperación de los sectores más humildes y desamparados del país ante ese
vendaval que se abatió sobre ellos desencadenado por el fanatismo ideológico y el
desprecio generalizado de la moral y de la ley.

Cuando la primera ministra alemana, Angela Merkel, vino en visita oficial al Perú ofreció
que su gobierno ayudaría a financiar un museo de la memoria, que, siguiendo las pautas
sentadas por ―Yuyanapaq‖, sería, a la vez, un documento genuino, didáctico y aleccionador
sobre los estragos materiales y morales que padeció el Perú en los años del terror y un
llamado a la reconciliación, a la paz y a la convivencia democrática. Por razones obvias,
Alemania es sensible a estos temas y no es extraño que un país que ha hecho un admirable
esfuerzo para enfrentarse a un pasado atroz con sentido autocrítico y ha conseguido
superarlo y es por eso, ahora, una sociedad sólidamente democrática, haya querido apoyar
la iniciativa de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación.

Fiel a la palabra de la canciller, el Gobierno Alemán propuso donar dos millones de dólares
al Perú para la construcción del museo de la memoria, el que cuenta ya, incluso, con un
posible terreno, en el Campo de Marte, en torno a una hermosa escultura de Lika Mutal
inspirada en ese mismo drama: ―El Ojo que Llora‖. El Gobierno Peruano, en una actitud
lamentable, ha hecho saber que no acepta el donativo alemán. Y el ministro de Defensa ha
sido el encargado de justificar semejante desaire con la teoría resumida en el título de este
artículo.

El ministro ha explicado que en un país donde faltan tantas escuelas y hospitales y donde
tantos peruanos pasan hambre, un museo no puede ser una prioridad. Según esta filosofía,
los países solo deberían invertir recursos en defensa de su patrimonio arqueológico,
monumental y artístico una vez que hubieran asegurado la prosperidad y el bienestar para
toda su población. Si semejante pragmatismo hubiera prevalecido en el pasado, no
existirían el Prado, el Louvre, la National Gallery ni el Hermitage y Machu Picchu hubiera
debido ser rematado en subasta pública para comprar lápices, abecedarios y zapatos. Y el
ministro ha refrendado las críticas que ya se habían hecho en el pasado a la Comisión de la
Verdad y la Reconciliación y a ―Yuyanapaq‖: falta de imparcialidad, mantener una abusiva
equidistancia entre los terroristas y las fuerzas del orden.

Esas críticas son de una injusticia flagrante. Nadie criticó al terrorismo de Sendero
Luminoso y del MRTA más que yo. Fui candidato aquellos años y dediqué buena parte de
mi campaña a denunciar sus crímenes y su locura fanática y a defender la necesidad de
combatirlos con la máxima energía, pero dentro de la ley, porque si un gobierno
democrático empieza a utilizar los métodos de los terroristas para derrotar al terrorismo,
como hizo Fujimori, aquellos de algún modo ganan la guerra aunque parezca que la
pierdan. Por eso, hubo dos atentados fallidos contra mi vida, uno en Pucallpa y otro en
Lima. Por otra parte, creo haber criticado con la misma constancia las contemporizaciones,
cobardías y medias tintas de los intelectuales de izquierda frente al terrorismo. Por todo ello
creo poder decir, con total objetividad, sin ser acusado de simpatías extremistas, después de
haber pasado muchas horas leyendo los trabajos de la comisión, que hay en ellos un
esfuerzo sostenido para desenterrar la verdad histórica entre el dédalo de documentos,
testimonios, informes, declaraciones y manipulaciones contradictorios que debió cotejar.
Sin duda que en esos nueve abultados volúmenes se han deslizados errores. Pero ni en sus
considerandos ni en sus conclusiones hay la menor intención de parcialidad, sino, por el
contrario, un afán honesto y casi obsesivo por mostrar con la mayor exactitud lo ocurrido,
señalando de manera inequívoca que la primera y mayor responsabilidad de esa monstruosa
carnicería la tuvieron los fanáticos senderistas y emerretistas convencidos de que
asesinando a mansalva a todos sus opositores traerían al Perú el paraíso socialista.

Los peruanos necesitamos un museo de la memoria para combatir esas actitudes


intolerantes, ciegas y obtusas que desatan la violencia política. Para que lo ocurrido en los
años ochenta y noventa no se vuelva a repetir. Para aprender de una manera vívida a dónde
conducen la sinrazón delirante de los ideólogos marxistas y maoístas y, asimismo, los
métodos fascistas con que Montesinos y Fujimori los combatieron convencidos de que todo
vale para lograr el objetivo aunque ello signifique sacrificar a decenas de miles de
inocentes.

Los museos son tan necesarios para los países como las escuelas y los hospitales. Ellos
educan tanto y a veces más que las aulas y sobre todo de una manera más sutil, privada y
permanente que como lo hacen los maestros. Ellos también curan, no los cuerpos, pero sí
las mentes, de la tiniebla que es la ignorancia, el prejuicio, la superstición y todas las taras
que incomunican a los seres humanos entre sí y los enconan y empujan a matarse. Los
museos reemplazan la visión pequeñita, provinciana, mezquina, unilateral, de campanario,
de la vida y las cosas por una visión ancha, generosa, plural. Afinan la sensibilidad,
estimulan la imaginación, refinan los sentimientos y despiertan en las personas un espíritu
crítico y autocrítico. El progreso no significa solo muchos colegios, hospitales y carreteras.
También, y acaso, sobre todo, esa sabiduría que nos hace capaces de diferenciar lo feo de lo
bello, lo inteligente de lo estúpido, lo bueno de lo malo y lo tolerable de lo intolerable, que
llamamos la cultura. En los países donde hay muchos museos la clase política suele ser
bastante más presentable que en los nuestros y en ellos no es tan frecuente que quienes
gobiernan digan o hagan tonterías.

PIEDRA DE TOQUE. Mario Vargas Llosa. Domingo 8 de Marzo del 2009


http://elcomercio.pe/impresa/notas/peru-no-necesita-museos/20090308/256015
“Los dictadores están
advertidos”
Entrevista de Pedro Escribano

Fujimori ha sido hallado culpable, ¿qué reflexión le merece el veredicto del Tribunal?

Creo que es un día histórico para el Perú y para la democracia peruana. Tiene una
extraordinaria significación. Es la primera vez en nuestra historia que un dictador es
juzgado durante un gobierno democrático por un tribunal civil concediéndole todas las
garantías del derecho de defensa, en un proceso que ha sido celebrado como ejemplar por
los observadores de todas las organizaciones internacionales y que sanciona con una pena
muy severa los abusos contra los derechos humanos que se cometieron bajo su dictadura y
su complicidad. Creo que los aspirantes a dictadores actuales y futuros lo van a pensar
muchas veces antes de destruir el Estado de derecho como hizo Fujimori, y utilizar la
violencia irracional como actuó en su gobierno para enfrentarse al terrorismo. Es un hecho
importantísimo que va a reforzar nuestras instituciones democráticas, que va a servir de
vacuna contra futuros dictadores y golpes de Estado. Toda América Latina tiene que
celebrar este hecho porque va a defendernos contra esa epidemia que hemos padecido a lo
largo de nuestra historia, que es el autoritarismo, las dictaduras, los caudillos.

¿Este fallo muestra un Poder Judicial independiente?

Hay que felicitar al Poder Judicial, que tiene que haber resistido presiones tremendas. Sobre
todo felicitar a esos tres jueces, al presidente del tribunal por la manera tan serena, rigurosa
e independiente con que ha llevado este proceso. Yo creo que la sentencia es impecable y
debe ser aplaudida por todos los demócratas, por todos los ciudadanos libres del Perú.

¿El fallo da otra imagen del Poder Judicial si pensamos en lo que era en el
fujimorismo?

Es un indicio muy claro de que hay en proceso, por lo menos, una reforma profunda en el
Poder Judicial. Imagínese lo que era el Poder Judicial cuando era un puro instrumento del
señor Fujimori y de Montesinos y que estaba allí, simplemente para manifestar en el plano
legal los caprichos, los atropellos, los abusos del poder a los que daba apariencia legal y
apariencia de justicia. Es una imagen nueva además para el Perú en el campo internacional.
Acabo de ver en la BBC de Londres los comentarios sobre el juicio y la sentencia,
realmente uno se sentía orgulloso de que se hablara de esa manera de lo que ocurre este día
en el Perú.

Keiko Fujimori dice que es un “fallo de odio y de venganza”.

Yo creo que el odio y la venganza, sobre todo, hicieron correr mucha sangre como ha
quedado demostrado en este proceso, durante la dictadura de Fujimori y Montesinos. Por el
contrario, este juicio se ha llevado a cabo con una gran serenidad, dando pues todas las
facilidades y más de las que suele conceder un Poder Judicial en el mundo al acusado. Ha
habido una transparencia absoluta, se ha permitido a su abogado defensor hablar a lo largo
de días y casi semanas. Se ha transmitido por los medios tantos los alegatos en su defensa
como el alegato del propio acusado. Creo que la sentencia, quienes la han oído, pueden
advertir el extremado rigor y la minucia y prolijidad con que todos los hechos han sido
examinados, los testimonios cotejados. Creo que la sentencia impresiona muchísimo por su
carácter desapasionado, riguroso, estrictamente legal. Sigo pensando que es un gran día
para la justicia en el Perú. Hay que pensar también que esta sentencia es un desagravio a las
tantas víctimas de los atropellos, asesinatos, desapariciones, robos, campañas de insidia,
calumnias que se vertieron en esos años de impunidad.

Siempre denunció a Fujimori y a Montesinos, ¿esperaba que un día como éste


llegara?

-Quiere que le diga que francamente, no. Yo pensaba que iba a ocurrir con esta dictadura
como había ocurrido con Odría, Velasco, que nunca se les tomó cuentas, que al final si
hubo alguna sanción fue puramente moral. Yo pensé que también en este caso los
asesinatos, los robos, los atropellos terribles, las trasgresiones a la ley, iban a quedar
impunes como tantas veces en nuestra historia. Que no haya sido así esta vez, de alguna
manera, con este fallo se sanciona en Fujimori a todos quienes medraron durante los años
de la dictadura y colaboraron con él y Montesinos, y se treparon al poder volviéndose
cómplices de crímenes terribles y de robos sin precedentes en nuestra historia, pues han
quedado no solo moral sino jurídicamente sancionados hoy día con esta sentencia.

Se marcó un precedente.

Sí, es una especie de vacuna importante contra futuros golpes de Estado, contra caudillos,
porque siempre hay, son pocos, pero hay aspirantes a dictadores. Ahora ya saben lo que
puede ocurrirles. Esto es muy importante no solo para el Perú sino para toda América
Latina donde, por desgracia, esa espada de Damocles de golpes de Estado, de dictaduras,
está siempre latente. Es un hecho muy importante que el Perú haya sido capaz, uno de los
primeros países de América Latina, en sancionar de esta manera civil, legal y democrática a
un dictador.

¿La misma suerte le espera a Vladimiro Montesinos?

-Sin duda, él fue el brazo derecho y el instrumento de Fujimori, pues lo menos que puede
ocurrir es una sentencia semejante en su caso. No hay que olvidar que este es uno de los
otros juicios que vienen en camino.
Se ha dado la sanción jurídica, ¿qué devenir tendrá la base social del fujimorismo?

Basta tener un poquito de memoria histórica para saber que todos los dictadores de la
historia moderna del Perú han generado siempre pequeñas colas, coletas, que durante algún
tiempo, algunos años, son una presencia en la vida política peruana, grupos, grupúsculos de
nostálgicos, de gentes que añoran el poder que perdieron, pero que se van luego
descomponiendo y desapareciendo. Ocurrió con Sánchez Cerro, Odría, Velasco y va a
ocurrir también con Fujimori, de tal manera que es ingenuo y completamente antihistórico
creer que el fujimorismo tiene un futuro en el Perú. No tiene ninguno, absolutamente
ninguno. Es un fenómeno absolutamente transitorio por más que las encuestas quieran,
digamos, inflar la presencia de la hija del dictador. Yo soy más optimista sobre mi país.
Creo que el Perú ha ingresado a una nueva etapa, en la que se acabaron las dictaduras. Las
dictaduras están hoy día en el banquillo de los acusados sentenciados a 25 años por sus
crímenes. Es difícil que el pueblo peruano sea tan ciego, tan insensato de dar un nuevo aval
a quien está hoy día condenado en la cárcel por sus crímenes.

Diario La República
http://www.larepublica.pe/sentencia-fujimori/08/04/2009/quotlos-dictadores-estan-advertidosquot
Lima, 2 de marzo del 2009
Discurso
Ceremonia de entre del terreno para la
construcción del Museo de la Memoria

Agradezco a ustedes honrar con su presencia esta ceremonia. Se trata de un acto sencillo
pero de alto significado cívico y simbólico mediante el cual el Perú decide enfrentar una
experiencia dolorosa de su pasado reciente con espíritu crítico y la voluntad de trascenderla
de modo que no vuelva a repetirse.

El Museo de la Memoria no será una institución arqueológica destinada solo a preservar el


pasado sino algo vivo y actual, un lugar de exposición, estudio, diálogo y reflexión que
sirva para reforzar nuestras instituciones, promover la paz y la convivencia entre los
peruanos, y enseñe a las nuevas generaciones los estragos que causan el fanatismo
ideológico y la transgresión de la ley.

Para ninguno es un secreto que la creación de este Museo o lugar de la Memoria ha sido y
es objeto de temores y controversias que me gustaría, una vez más, tratar de disipar. Sé,
desde luego, que no voy a convencer a quienes tienen las manos manchadas de sangre
porque cometieron crímenes intolerables para cualquier conciencia civilizada ni a sus
cómplices.

Pero ellos son una pequeña minoría. Me dirijo sobre todo a esas peruanas y peruanos
honestos y bienintencionados a quienes una campaña impregnada de exageraciones y
mentiras ha hecho creer que el Museo de la Memoria servirá para atenuar o justificar el
terrorismo de Sendero Luminoso o del Movimiento Revolucionario Túpac Amaru, para
atacar y desacreditar al Ejército, o para servir de refugio y tapadera a extremistas que,
blandiendo el pretexto de los Derechos Humanos, quisieran acabar con nuestra precaria
democracia.

Nada de eso es cierto. Todo eso es falso de toda falsedad. Por el contrario, el Lugar de la
Memoria servirá para mostrar, con rigor y elocuencia, la responsabilidad primera y mayor
de Sendero Luminoso y su demencial ideología maoísta fundamentalista en el estallido de
la violencia política que llenó de sangre, de muertos y de injusticia nuestra Patria a partir de
1980, justamente cuando el Perú recuperaba la libertad y el Estado de Derecho luego de
doce años de dictadura militar.
Este hecho, la responsabilidad del terrorismo de Sendero, el MRTA y otros grupúsculos
fanáticos, en la tragedia que vivió el Perú en aquellos años, quedó probado hasta la
saciedad en la investigación, muy injustamente criticada, que llevó a cabo la Comisión de la
Verdad que presidió el doctor Salomón Lerner y que muchos de cuyos objetores –dicho sea
de paso– no se han preocupado siquiera de leer.

No digo que no haya en ella vacíos o errores. Digo que, si los hubo, no fueron errores y
vacíos de mala fe, sino de falta de tiempo, de recursos o de testimonios.

Y, precisamente, el archivo del Museo de la Memoria enriquecerá y perfeccionará con el


concurso de todos los peruanos, sin excepción, el estudio de ese pasado trágico para
entender sus causas, corregirlas e impedir que se repitan como una pesadilla recurrente en
los años venideros.

Es verdad que, en la lucha contra el terror, se cometieron crímenes intolerables contra los
derechos humanos que un Estado de Derecho y una conciencia democrática no pueden
excusar ni silenciar. Ocurrió porque ni nuestra sociedad ni nuestras instituciones estaban
preparadas para librar una guerra tan feroz y tan cruel como la que desataron los terroristas
y porque una larga tradición de dictaduras hizo creer a algunos insensatos que el arma más
eficaz contra el terror revolucionario es el terror de Estado.

No es así. El fin no justifica los medios. Confiamos en que las salas de exhibición y de
estudio del Museo sirvan para mostrar, como decía Albert Camus, que en una verdadera
sociedad libre son los medios los que justifican los fines y no al revés.

Quisiera tranquilizar a los soldados, marinos, aviadores y policías que ven con aprensión la
creación de este Lugar de la Memoria. El sacrificio y el heroísmo que tantos militares
mostraron durante los años del terror estarán presentes en sus salas al igual que el dolor de
los civiles, porque el Museo será la casa de todas las víctimas sin ninguna excepción, sin
ningún prejuicio, sin ningún parti-pris ideológico o político.

Para no seguir entrematándonos por culpa de la intolerancia y el odio, necesitamos


reemplazar la irracionalidad y la inquina por el diálogo, la razón, el sentido común y la
solidaridad. Que ésta sea la casa de todos los peruanos de buena voluntad que quieren vivir
en paz y sin miedo, respetados en sus diferencias, sus creencias y sus anhelos, dentro de la
ley, la libertad y la tolerancia. De esta manera el Lugar de la Memoria nos ayudará a
alcanzar el verdadero desarrollo político y la prosperidad.

Quiero terminar con una lista de agradecimientos. Ella será algo larga pues, por fortuna,
muchas personas e instituciones han querido sumarse al empeño de crear el Museo de la
Memoria.

Muchas gracias.

Lima, 16 de diciembre de 2009


Publicado por el Diario La República
http://www.larepublica.pe/archive/all/larepublica/20091217/4/node/239017/todos/15
Mario Vargas Llosa

París, 13 de setiembre de 2010

Excmo. Señor Dr. Alan García Pérez


Presidente del Perú
Lima

Señor Presidente:

Por la presente le hago llegar mi renuncia irrevocable a la Comisión Encargada del Lugar
de la Memoria cuya Presidencia tuvo usted a bien confiarme y que acepté convencido de
que su gobierno estaba decidido a continuar el perfeccionamiento de la democracia peruana
tan dañada por los crímenes y robos de la dictadura de Fujimori y Montesinos.

La razón de mi renuncia es el reciente Decreto Legislativo 1097 que, a todas luces,


constituye una amnistía apenas disfrazada para beneficiar a buen número de personas
vinculadas a la dictadura y condenadas o procesadas por crímenes contra los derechos
humanos -asesinatos, torturas y desapariciones-, entre ellos al propio exdictador y su brazo
derecho. La medida ha indignado a todos los sectores democráticos del país y a la opinión
pública internacional, como lo muestran los pronunciamientos del Relator de la ONU, la
Comisión Interamericana de Derechos Humanos, la Conferencia Episcopal, la Defensoría
del Pueblo y representantes de numerosas organizaciones sociales y políticas, entre ellos
algunos congresistas apristas. Coincido plenamente con estas protestas.

Hay, a mi juicio, una incompatibilidad esencial entre, por una parte, auspiciar la erección de
un monumento en homenaje a las víctimas de la violencia que desencadenó el terrorismo de
Sendero Luminoso a partir de 1980 y, de otra, abrir mediante una triquiñuela jurídica la
puerta falsa de las cárceles a quienes, en el marco de esa funesta rebelión de fanáticos,
cometieron también delitos horrendos y contribuyeron a sembrar de odio, sangre y
sufrimiento a la sociedad peruana.

Ignoro qué presiones de los sectores militares que medraron con la dictadura y no se
resignan a la democracia, o qué consideraciones de menuda política electoral lo han llevado
a usted a amparar una iniciativa que sólo va a traer desprestigio a su gobierno y dar razón a
quienes lo acusan de haber pactado en secreto una colaboración estrecha con los mismos
fujimoristas que lo exiliaron y persiguieron durante ocho años. En todo caso, lo ocurrido es
una verdadera desgracia que va a resucitar la división y el encono político en el país,
precisamente en un periodo excepcionalmente benéfico para el desarrollo y durante un
proceso electoral que debería servir más bien para reforzar nuestra legalidad y nuestras
costumbres democráticas.

Pese a haber sido reñidos adversarios políticos en el pasado, en las últimas elecciones voté
por usted y exhorté a los peruanos a hacer lo mismo para evitar al Perú una deriva
extremista que nos hubiera empobrecido y desquiciado. Y he celebrado públicamente, en el
Perú y en el extranjero, su saludable rectificación ideológica, en política económica sobre
todo, que tan buenas consecuencias ha tenido para el progreso y la imagen del Perú en estos
últimos años. Ojalá tenga usted el mismo valor para rectificar una vez más, abolir este
innoble decreto y buscar aliados entre los peruanos dignos y democráticos que lo llevaron
al poder con sus votos en vez de buscarlos entre los herederos de un régimen autoritario que
sumió al Perú en el oprobio de la corrupción y el crimen y siguen conspirando para
resucitar semejante abyección.

Lo saluda atentamente,

Mario Vargas Llosa

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