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Para Nietzsche “la naturaleza” es el hombre que juega el juego del mundo al estilo de
Heráclito. La naturaleza forma figuras y las rompe y las rompe, es un incesante proceso
creador en el que triunfa lo vital lleno de poderío, y no lo adaptado. Sobrevivir no significa
todavía ningún triunfo. La vida triunfa en la profusión, cuando se derrocha, cuando vive con
exultación. Pág. 78.-
Hay algo que, según Nietzsche, caracteriza a todos los hombres, y ello es el impulso a
dominar. Toda voluntad voluntad es voluntad de poderío, de apropiación. Este impulso
alrededor del que gira la naturaleza del hombre, es la voluntad de poder. Esa voluntad de
poder es algo más que el deseo de sobrevivir; es un impulso interior que lleva a la expresión
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Pero suponiendo que esa lucha exista -y de hecho se da-, termina, por desgracia, al revés de
como 'sería lícito' desearlo con ella: a saber, en detrimento (en prejuicio) de los fuertes, de
los privilegiados, de las excepciones afortunadas.
Las especies no van creciendo en perfección: los débiles dominan una y otra vez a los
fuertes, -es que ellos son el gran número, es que ellos son también más astutos (más
sagaces); los débiles tienen más sentido de la manipulación. Hay que tener necesidad de la
astucia para llegar a adquirirla –se la pierde cuando ya no se tiene necesidad de ella.
la evolución de las especies, pues la historia muestra que no siempre los individuos
superiores logran imponerse a los débiles, ya que estos son más en número y tienden a
oponer virtudes que son
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contra la calidad, de los individuos débiles contra los individuos superiores. El triunfo de los
débiles
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es pues posible y puede perpetuarse, y así es posible en una especie una evolución a peor,
al menos
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Puntualizaciones:
1.- En el capítulo séptimo del Crepúsculo de los ídolos, que Nietzsche titula Los
mejoradores de la humanidad, realiza una distinción fundamental entre cría y mejora [del
"animal" humano]: “En todo tiempo se ha querido “mejorar” a los hombres: a esto sobre
todo es a lo que se ha dado el nombre de moral. Pero bajo la misma palabra se esconden
tendencias diferentes. Tanto la doma de la bestia hombre como la cría de una
determinada especie hombre han sido llamadas mejoramiento [...] llamar a la doma de un
animal su “mejoramiento” es algo que a nuestros oídos les suena casi a broma.”
2. -En Más allá del bien y del mal, Nietzsche dice que ha descubierto dos tipos
primarios de moral, “La moral de los jefes y la moral de los esclavos” . Están mezcladas
en todas las civilizaciones superiores y elementos de ambas pueden hallarse incluso en el
mismo hombre. Pero es importante distinguirlas. En la moral de los jefes o moral
aristocrática “bueno” y “malo” equivalen a “noble” y “ plebeyo”, y los epítetos son
aplicados más a los hombres que a las acciones. En la moral de los esclavos, la norma
es lo que es beneficioso para la sociedad del débil e importante. Cualidades tales como
simpatía, bondad y humildad, son ensalzadas como virtudes, y los individuos fuertes e
independientes son considerados como peligrosos, y por lo tanto como “mal”. La moral
de los esclavos es, pues, una moral gregaria. Sus valoraciones morales son expresión de
las necesidades del rebaño.
− Por tanto, lo que vemos en la historia de la moral es el conflicto de dos actitudes morales.
Desde el punto de vista del hombre superior, en cierto sentido, puede la coexistencia de
ambas. Esto es, podrían coexistir si el rebaño, incapaz de cualquier cosa superior,
estuviera dispuesto a mantener sus valores por sí mismo. Pero, por supuesto, no quiere
hacerlo. Intenta imponer universalmente sus valores. Y según Nietzsche, así sucedió, al
menos en el occidente, en la cristiandad. Nietzsche no niega todo valor a la moral
cristiana. Admite, por ejemplo, que ha contribuido al refinamiento del hombre. Pero ve en
ella, al mismo tiempo, una expresión del resentimiento característico del instinto del
rebaño, o moral de los esclavos. Y el mismo resentimiento es atribuido a los movimientos
democráticos y socialistas que Nietzsche interpreta como consecuencias del cristianismo.
Nietzsche sostiene, por lo tanto, que el concepto de un sistema moral uniforme universal
y absoluto, va a ser rechazado, pues la moral de los esclavos es el fruto del resentimiento
y representa la visa inferior, la vida humillante, la degradación, así como la moral
aristocrática representa el movimiento de la vida superior. Y en lugar del concepto de un
sistema moral universal y absoluto (o de diferentes clases de valores, si cada clase se
considerara abarcando a todos los miembros de la sociedad) podemos establecer el
concepto de una graduación de rango entre los diferentes tipos de moral. El rebaño tiene
a su disposición su propia clase de valores, ya que no posee la fuerza de imponerlos al
hombre superior artífice, a la vez, de sus propios valores que le capacitarán para
trascender su actual condición.
Por lo tanto, cuando Nietzsche habla de una posición más allá del bien y del mal, está
pensando en superar la llamada moral del rebaño, que en su opinión reduce a todos a un
nivel vulgar, favorece la mediocridad e impide el desarrollo de un tipo superior de hombre.
No quiere decir que deba abandonar todo respeto a los valores, ni que toda autolimitación
deba ser arrojada por la borda. El hombre que rechaza la fuerza valiosa de lo que
normalmente se llama moral puede ser tan débil y degenerado que se destruya a sí
mismo. Solamente el tipo superior de hombre puede ir con seguridad más allá del bien y
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del mal, en el sentido en que se usan estos términos en la moral del resentimiento. Y lo
hace así para crear valores que serán, a la vez, una expresión de vida superior y un
medio de intentar trascenderse a sí mismo hacia el superhombre, hacia un nivel superior
de existencia humana.
Desde entonces el bueno era el no egoísta, el que renunciaba a imponerse, el que quería
vivir para otros, para los débiles, los pobres, los caídos; y éstos, los que sufren, los que
carecen, los que no logran imponerse, eran los “buenos”, los bienaventurados a quienes
quedaba reservado el reino del Señor. La consecuencia de ello es que hasta los fuertes,
los destinados por la naturaleza a mandar, los independientes externa e internamente, no
osan desarrollar en forma natural sus cualidades sino sólo con remordimientos de
conciencia, de los que sólo se salvan presentándose como ejecutores de mandatos
superiores de las autoridades, del derecho, de la Constitución o de Dios; así, los que
dominan fingen las virtudes de los que sirven. Este desplazamiento hacia abajo de los
intereses morales, esta transformación de la dignidad moral, según la cual ya no
corresponde ésta a la elevación de la vida, a su plenitud, belleza y originalidad, sino al
renunciamiento en favor de los débiles, a la cesión de los más altos en favor de los más
bajos, tiene que producir sin remedio una humillación del tipo general humano
conduciéndolo a la mediocridad. El animal de rebaño “hombre” se ha convertido en el
vencedor de los más altos ejemplares, convirtiéndose a sí mismo, es decir, a la mayoría,
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a los sometidos y retrasados, en contenido del deber de los mejores. Mientras el sano
instinto de vida busca el crecimiento de las fuerzas y alimenta la voluntad de poder,
mientras la especie sólo puede desarrollarse obedeciendo a estos impulsos, el
desplazamiento hacia abajo ha enervando los instintos y fuerzas que empujaban hacia
arriba a la especie. Los conceptos de valor cristiano democrático-altruistas quieren hacer
del fuerte el servidor del débil, del sano el servidor del enfermo, poderosos descenderían
al nivel de la masa, y toda la aparente moralidad del bien., de la humillación, de la
renuncia, provoca una decadencia cada vez mayor del tipo humano y de aquellos de sus
valores que lo impulsan hacia arriba.
− Pág 27 [Más allá del bien y del mal] Poco a poco se me ha ido manifestando qué es lo
que ha sido hasta ahora toda gran filosofía, a saber: la autoconfesión de su autor y una
especie de memories [memorias] no queridas y no advertidas; asimismo, que las
intenciones morales (o inmortales) han constituido en toda filosofía el auténtico germen
vital del que ha brotado siempre la planta entera. De hecho, para aclarar de qué modo
han tenido lugar propiamente las afirmaciones metafísicas más remotas de un filósofo es
bueno (e inteligente) comenzar siempre preguntándose: ¿a qué moral quiere esto (quiere
él -) llegar? Yo no creo, por lo tanto, que un “instinto de conocimiento” sea el padre de la
filosofía, sino que, aquí como en otras partes, un instinto diferente se ha servido del
conocimiento (¡y del desconocimiento!) nada más que como de un instrumento. Pero
quien examine los instintos fundamentales del hombre con el propósito de saber hasta
que punto precisamente ellos pueden haber actuado aquí como genios (o demonios o
duendes -) inspiradores encontrará que todos ellos han hecho ya alguna vez filosofía, - y
que a cada uno de ellos le gustaría mucho presentarse justo a sí mismo como finalidad
última de la existencia y como legítimo señor de todos los demás instintos. Pues todo
instinto ambiciona dominar: y en cuanto tal intenta filosofar. - Desde luego: entre los
doctos, entre los hombres auténticamente científicos acaso las cosas ocurran de otro
modo - “mejor”, sise quiere-, acaso haya allí realmente algo así como un instinto
cognoscitivo, un pequeño reloj independiente que, una vez que se le ha dado bien la
cuerda, se pone a trabajar de firme, sin que ninguno de los demás instintos de hombre
docto participe esencialmente en ello. Por esto los auténticos “intereses” del docto se
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El valor supremo es la vida, que es al mismo tiempo principio y centro de gravedad de toda
su filosofía. La imposición de la razón llevada a cabo por Platón como única vía para
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Todos los valores que hasta este momento han caracterizado la cultura occidental toman la
vida como una enfermedad, la niegan, y proponen el olvido o desvaloración del cuerpo y los
sentidos como necesarios para alcanzar el conocimiento, el bien, la verdad. Es en la moral
donde se objetivan y jerarquizan los valores; por eso Nietzsche se plantea el buscarlos en su
origen (La genealogía de la moral).
En Más allá del bien y del mal afirma que la moral es “el lenguaje de signos de las pasiones”
y que todo sistema de valores es una jerarquía encubierta de los instintos que dominan la
vida: de los plenos de vida o de los de vida débil. Según que sean unos u otros los que
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dominen, tendremos una moral de individuos o una moral de rebaño, una moral de señores o
una moral de esclavos, una moral de los fuertes o una moral de los débiles La primera opera
con la contraposición entre bueno y malo, pone al individuo como el máximo valor y
jerarquiza; es creadora, individualista, conquistadora, se asocia con el superhombre y está
de acuerdo con el darwinismo. La segunda opera con los conceptos de bien y mal, tiende a
igualar a todos los hombres supeditándolos a sus principios, se forma a partir de
resentimiento, culpabiliza a los fuertes, es asociativa y gregaria y se encuentra con los
valores ante sí. Es, en definitiva, la oposición entre lo dionisíaco y lo apolíneo que ya había
resaltado en El nacimiento de la tragedia. De hecho él se consideraba el último discípulo de
Dionisos. La moral cristiana, moral que impregna toda la cultura occidental, es el más claro
ejemplo de la moral de los débiles, como también lo son la socialista, la comunista y la
humanista, todas ellas deudoras de la escala de valores judeo-cristiana. El Anticristo y
Crepúsculo de los dioses son los textos donde critica y denuncia esta moral mostrando como
exalta la caridad, la humildad, la resignación, la debilidad, y como, desde esos valores, se ha
secuestrado la vida, se la ha sofocado, se la ha intentado controlar, anticipar, aprisionar, y
por eso es necesario negarlos “filosofar con el martillo”, aniquilar todos esos viejos
fantasmas, y llevar a cabo una verdadera transvaloración de los mismos, cambiarlos por
otros que tengan como valor supremo y rector la afirmación incondicional de la vida. Toda
filosofía es para Nietzsche un problema de valores y la posición de estos valores en la vida
es una manifestación de la voluntad de poder
Grande do Sul, Brasil. Director de Revista Observaciones Filosóficas. Profesor visitante en la Maestría en
Filosofía de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Profesor visitante Florida Christian University
USA y Profesor Asociado al Grupo Theoria –Proyecto europeo de Investigaciones de Postgrado– UCM.
Académico Investigador de la Vicerrectoría de Investigación y Postgrado, Universidad Andrés Bello. Artista
conceptual. Ha publicado recientemente el Libro: Peter Sloterdijk; Esferas, helada cósmica y políticas de
climatización, Colección Novatores, Nº 28, Editorial de la Institución Alfons el Magnànim (IAM), Valencia,
España, 2008.