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Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos, Ni estuvo en camino de
pecadores, Ni en silla de escarnecedores se ha sentado; 2Sino que en la ley de Jehová está su delicia, Y en
su ley medita de día y de noche. 3Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas, Que da su fruto
en su tiempo, Y su hoja no cae; Y todo lo que hace, prosperará. 4No así los malos, Que son como el tamo
que arrebata el viento. 5Por tanto, no se levantarán los malos en el juicio, Ni los pecadores en la
congregación de los justos. 6Porque Jehová conoce el camino de los justos; Mas la senda de los malos
perecerá.
El hombre que carece del temor reverente a Dios, vive en abierta rebelión contra él. El
hombre malo se habitúa al mal, y así endurece el corazón, se vuelve escarnecedor, desprecia lo sagrado,
se burla de la PIEDAD (virtud que inspira por el amor de Dios, amor entrañable a quienes respetamos y
también es misericordia, RAE) y le parece poco el pecado. Es un insubordinado (rechaza sujetarse al
orden de Dios), no se somete a ninguna norma, sino que se deja llevar de todo mal deseo. En cambio la
persona piadosa ve con tristeza las malas actitudes de aquellos cuyos criterios son tan opuestos e
insensatos a los suyos y de Dios. Por lo tanto, no anda según los consejos y criterios de ellos, no sigue sus
principios no toma el camino de ellos, ni se sienta para participar con los burladores, lo cual equivaldría a
asociarse con quienes promueven el reino de Satanás.
Las personas sin el conocimiento de Dios, que viven en completa oposición a su Palabra
los llama con varios calificativos, pecadores, malos, impíos, necios, insensatos, rebeldes. El
comportamiento de ellos se debe a la influencia de factores negativos de su infancia; entre ellos la falta de
una disciplina adecuada y de aplicación de principios éticos. La Biblia menciona algunos como la raíz de
amargura acumulada en ellos, de la que brota toda maldad. En su vida hay ausencia del temor de Dios; la
maldad y la corrupción originan el ateísmo práctico; el impío se lisonjea con el pensamiento de que su
iniquidad no será descubierta. Esto le lleva a una tremenda inversión de tiempo para maquinar y llevar a
cabo secretamente sus fechorías (malas acciones). También se elogia y se regocija pensando que actúa
sabiamente sin acertar a ver el mal y peligro de sus malvadas obras, llama bien al mal, y al mal, bien;
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llama libertad a su libertinaje, inteligencia a sus fraudes, justicia a la persecución que emprende contra los
buenos ciudadanos. Más no piensa que efectivamente llegará el día en que será descubierto en su actual
delito.
El impío desafía a Dios, habla iniquidad y fraude, está decidido a obrar el mal aún
cuando intente cubrirlo bajo pretextos aparentemente plausibles (digno de aplauso). En él se han
extinguido las chispas de virtud, se ha derrumbado sus mal cimentadas convicciones y sus buenos
comienzos han quedado en nada y reconoce diciendo: he dejado de ser recto y de hacer bien (Salmos
36:3,4). Los malos maquinan maldad sobre su cama. Tan pronto dejan de hacer el bien, comienzan a
practicar el mal. Al obrar ellos el mal, no les desagrada verlo en otros; como aborrecen el bien, se
agradan del mal y quedan satisfechos cuando ven en a otros tan malos como ellos.
Es el hombre que tiene una conducta divina, el justo. El piadoso (justo), para poder
hacer el bien, se somete a la dirección de la Palabra de Dios y se familiariza con ella. El conocimiento de
Dios por medio de su Palabra produce un inmenso deleite dentro en el corazón, y afuera en la vida,
produce un estado de paz y seguridad, dicha y prosperidad en todos los aspectos. La aplicación de los
principios bíblicos en su diario vivir es observable en su sujeción voluntaria a la voluntad de Dios. Su
Palabra es el camino hacia la felicidad, es delicia del hombre piadoso reflejado en el Salmos 119. La
palabra meditar del versículo 2 habla de musitar (susurrar o hablar entre dientes), leer y dialogar consigo
mismo sobre las grandes enseñanzas que hallamos en el Biblia para fijarlas en la mente y el corazón,
experimentando así el sabor y el poder de ellas.
El hombre piadoso disfruta con seguridad las bendiciones de Dios en salud, necesidades
suplidas, la vida con menos problemas, una economía estable, cuidado de peligros, del mal, un hogar
pacífico. La bondad y la santidad no sólo nos conducen a la felicidad, sino a la felicidad misma de tener
una conducta divina.
III.- ¿CÓMO PODREMOS LOGRAR TENER UNA CONDUCTA DIVINA (SER JUSTOS) QUE NOS
AYUDARÁ A CONOCER LA RECOMPENSA DE DIOS QUE TIENE EL PROPÓSITO DE MOTIVAR
NUESTRA CONCIENCIA Y DESTINARLA PARA HACER EL BIEN?
Para lograr tener una conducta divina debe existir primeramente el convencimiento y el
deleite por obedecer los mandamientos de Dios, así demostramos que su temor no es de un esclavo, sino
de un hijo, que los lleva en el corazón y por eso no le resultan gravosos ni pesados (Mateo 11:30; 1 Juan
5:3) Dios llama dichoso y bendito al recto que procede con rectitud e integridad en todos sus asuntos con
los demás, sin hipocresía, leal hacia Dios y los hombres. Si no hay sinceridad no hay verdadera religión.
Un ejemplo de rectitud es la generosidad del creyente, está dispuesto a hacer favores, prestar al
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necesitado, él es favorecedor y compasivo con sus semejantes. La caridad (actitud solidaria con el
sentimiento ajeno) debe obrar con prudencia.
Otra VENTAJA DE LOS JUSTOS es que viven estables y satisfechos, es que no son
zarandeados, pues disfrutan de una buena y segura reputación, sus obras les habrán ganado un
recuerdo duradero, en la aparición del Señor tendrán alabanza, gloria y honra (1 Pedro 1:7). Se
recordará la generosidad de ellos por parte de los pobres favorecidos, por el empleo del dinero en
causas dignas.
Por otro lado los malvados viven en miseria e insatisfacción, son atormentados por la
felicidad de los rectos. Se irritan al ver que aquellos a quienes odian, tienen en poco y tratan de arruinar,
son los favoritos del cielo. Por lo tanto, su miseria perecerá con ellos, pues lo que deseaban y se
apoderaron por medios injustos, les será arrebatado (según el libro: Las promesas de Dios para el
creyente).
CONCLUSIÓN.
El tipo de conducta que tomemos, será la fuerza que nos pondrá en el camino de la
prosperidad o en el de la miseria. Ser justo, es el resultado de una vida próspera que ha llevado con valor
los padecimientos de la obediencia que perfeccionan su carácter en el amor a Dios. Ser impío es el
resultado de evadir el dolor y la responsabilidad por la cobardía de vivir escondiendo su miseria.
LLAMADO.
Si quieres ser prospero (a) en todas las áreas de tu vida, entonces tú necesitas entregar
tu vida al Señor Jesús. El es tu gloria, el que levanta tu cabeza.
MINISTRACIÓN.
Los justos necesitamos más valor para mantener la conducta divina en el corazón, que
conformarnos en hacer cosas buenas. Para ser prósperos necesitamos dejar de pensar en nosotros
mismos, para tener una confianza total en Dios.
Oremos.
Señor gracias por enseñarme que solamente prosperare si soy sinceramente justo
delante de Ti, por lo cual te pido perdón porque he fallado muchas veces al ocultar pecados como el impío,
me arrepiento y te pido que hagas prosperar mi camino conforme crezca en mi conducta divina en el
nombre de Jesús, pacto contigo de deleitarme en Tu Ley y de llevar mucho fruto motivándome en Tus
promesas en el nombre de Jesús, AMÉN.
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Líder: José Luis Núñez Sánchez
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