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PANCARTAS DE LA CONFERENCIA

DEL DÍA DE CONMEMORACIÓN 2008


Necesitamos experimentar y disfrutar a Cristo
a fin de abundar en la obra de Cristo
según las tres etapas de Su ministerio completo:
encarnación, inclusión e intensificación.
Los siete Espíritus como los siete ojos de Cristo,
el Cordero, infunden a nuestro ser todo lo que
el Cordero es, a fin de que seamos transformados
a Su imagen con miras a la edificación de Dios.
Cristo, quien es el Espíritu
siete veces intensificado, está laborando
a fin de producir los vencedores, rescatándolos
de la degradación de la iglesia y trayéndolos
de nuevo al disfrute de Sí mismo
con miras a finalizar la economía eterna de Dios.
Los siete Espíritus como las siete lámparas de fuego
arden para que las iglesias como candeleros de oro
hallen su consumación en la Nueva Jerusalén,
que es el candelero de oro universal y eterno.

© 2008 Living Stream Ministry


Bosquejo de los mensajes
para la conferencia del Día de Conmemoración
23-26 de mayo del 2008

TEMA GENERAL:
EXPERIMENTAR Y DISFRUTAR A CRISTO PARA ABUNDAR EN LA OBRA DE CRISTO
SEGÚN SU MINISTERIO COMPLETO DE TRES ETAPAS:
ENCARNACIÓN, INCLUSIÓN E INTENSIFICACIÓN

Mensaje uno
Experimentar, disfrutar y ministrar a Cristo
según las tres etapas divinas y místicas de Su ministerio completo

Lectura bíblica: Jn. 1:14; 1 Co. 15:45; Ap. 4:5; 5:6; Sal. 45

I. Necesitamos experimentar y disfrutar a Cristo según las tres etapas de Su


ministerio completo, y debemos abundar en la obra triple del ministerio, a fin de
edificar el Cuerpo de Cristo—Fil. 3:8; Ef. 4:11-12; 1 Co. 3:12; 15:58; 16:10; Fil. 1:22-25;
2:30; 2 Co. 5:18-20; 6:1:
A. La primera etapa es la etapa de Su encarnación: la etapa de Cristo como un hombre en
la carne; la obra del ministerio en esta etapa produce personas redimidas—Mt. 14:19,
23; Jn. 1:14; 5:30; 7:18; 10:30; 14:30b; Sal. 109:4b; Ro. 3:24-25.
B. La segunda etapa es la etapa de Su inclusión: la etapa de Cristo como Espíritu
vivificante; la obra del ministerio en esta etapa produjo la iglesia y produce las
iglesias—1 Co. 15:45; Jn. 20:22; Fil. 1:19; Hch. 20:28.
C. La tercera etapa es la etapa de Su intensificación: la etapa de Cristo como el Espíritu
siete veces intensificado; la obra del ministerio en esta etapa produce vencedores,
quienes son el Sión actual—Ap. 1:4; 4:5; 5:6; 3:1; 2:7, 17; 3:20; 19:7-9.
II. El salmo 45 nos presenta un panorama completo, un cuadro completo, del Cristo
todo-inclusivo en Su belleza según Su ministerio completo, el cual se compone de
tres etapas divinas y místicas: encarnación (en los Evangelio, vs. 1-8), inclusión
(en las Epístolas, vs. 9-15), e intensificación (en Apocalipsis, vs. 16-17):
A. El salmo 45 es el salmo más elevado y el más excelente de todos; es uno de los salmos
de los hijos de Coré, un cántico de amor según la melodía de los lirios:
1. La gran obra de Dios consiste en restaurar el edificio de Dios que había sido asolado
y recobrar a los “hijos de Coré” al transformar a personas rebeldes —por medio de
Su ilimitada misericordia y gracia— en los vencedores de Cristo, a fin de que
lleguen a ser los constituyentes de Su novia, Su reina vencedora—Nm. 16:1-3;
Sal. 42, título; 106:16; 1 Cr. 6:33-37; Sal. 88, título; Ap. 19:7-9.
2. Si somos de aquellos que aman afectuosamente al Señor, con el tiempo llegaremos a
ser Su amor, Sus preferidos—Cnt. 1:1-4, 14-15; 2:4.
3. Un lirio denota una vida pura, simple y sencilla que confía en Dios—vs. 1-2; Mt.
6:28-29; cfr. 1 R. 7:17-19.
B. Si tenemos un amor afectuoso por el Señor Jesús, nuestra lengua será como pluma de
diestro escribiente, listo para escribir de nuestro amor por Él y de nuestra alabanza a Él,
lo cual incluye la experiencia y el disfrute que tenemos de Él conforme a todo lo que Él es
en Su ministerio completo—Sal. 45:1; Mt. 12:34b; Is. 6:5-7; 2 Co. 3:3, 6.
C. El salmo 45 alaba a Cristo el Rey según se revela en los cuatro Evangelios—vs. 1-8:
1. El salmista alaba a Cristo el Rey en Su hermosura; Cristo es más hermoso que los
hijos de los hombres—vs. 1-2; cfr. 27:4; Cnt. 5:9-16:
a. La gracia es derramada sobre los labios de Cristo—Lc. 4:17-22; cfr. Ef. 4:29-30.
b. Debido a que el hombre Jesús es bello, placentero y lleno de gracia, esto ha
motivado a Dios a bendecirlo para siempre—Ro. 9:5.
2. El salmista alaba a Cristo el Rey en Su victoria—Sal. 45:3-5:
a. A los ojos de Satanás y sus ángeles caídos, Cristo es el valiente que tiene Su
espada ceñida sobre su muslo, uno que tiene majestad y esplendor como señales
de Su victoria—v. 3.
b. En Su esplendor Cristo cabalga triunfalmente por causa de la verdad, de la man-
sedumbre y de la justicia; a pesar de lo que ocurra en la tierra, y a pesar de lo
que las naciones hagan, Cristo cabalga triunfalmente, con prosperidad; desde el
día de Su ascensión, Él comenzó a cabalgar y seguirá cabalgando hasta que
regrese en victoria—v. 4a; Hch. 5:31; Ap. 6:2; 19:11-16.
c. Su diestra ha realizado obras asombrosas; Cristo ha realizado muchas obras
asombrosas entre las que figuran Su crucifixión, resurrección y ascensión; todo
lo que el Señor Jesús hace es asombroso, no importa si es pequeño o grande—
Sal. 45:4b.
d. Sus saetas son agudas en el corazón de Sus enemigos, y pueblos caen delante de
Él—v. 5; cfr. Ap. 6:2.
3. El salmista alaba a Cristo el Rey en Su reino—Sal. 45:6-7:
a. Puesto que Cristo es Dios, Su trono permanece por los siglos de los siglos, y el
cetro de rectitud es el cetro de Su reino—v. 6; He. 1:8.
b. Puesto que Cristo es el Rey, Él ha amado la justicia y aborrecido la iniquidad, y
Dios el Padre lo ha ungido con óleo de júbilo más que a Sus compañeros—Sal.
45:7; He. 1:9.
4. El salmista alaba a Cristo el Rey en la dulzura de Sus virtudes—Sal. 45:8; cfr. 1 P.
2:9:
a. Todos Sus vestidos exhalan mirra, áloe y casia—Sal. 45:8a:
(1) Los vestidos representan las acciones y virtudes de Cristo, la mirra y el áloe
representan la dulzura de Su muerte, y la casia simboliza la fragancia y el
poder repelente de la resurrección de Cristo.
(2) La manera de experimentar a Cristo en Su crucifixión por el poder de Su
resurrección, es por medio del Espíritu mismo, que mora en nuestro espí-
ritu—cfr. Cnt. 2:8-14; Ro. 8:16; Fil. 3:10.
b. Desde palacios de marfil, lo recrean con cuerdas de arpa—Sal. 45:8b:
(1) Los palacios simbolizan a las iglesias locales, el marfil representa la vida de
resurrección de Cristo (Jn. 19:36; cfr. Cnt. 7:4; 4:4; 1 R. 10:18), y las cuerdas
de arpa representan las alabanzas.
(2) Las iglesias locales son hermosas a los ojos del Señor y son Su expresión, y
son edificadas con la vida de resurrección de Cristo, y de ellas provienen las
alabanzas que lo recrean.
D. El salmo 45 alaba a Cristo el Rey en Su alabanza a la reina, la iglesia, Su esposa, según
se revela en las Epístolas—vs. 9-15:
1. La reina tipifica a la iglesia, especialmente a los vencedores, quienes son la esposa
única de Cristo, y las damas ilustres que están cerca de la reina representan a los
invitados de Cristo, quienes son vencedores; esto indica que la novia de Cristo es, de
hecho, un grupo de vencedores—vs. 9-10:
a. Las hijas de reyes representan a los creyentes de Cristo en su realeza.
b. Las damas ilustres del rey representan a los creyentes de Cristo en su honor y
majestad.
2. El rey desea la hermosura de la reina; la hermosura de la reina representa las
virtudes de Cristo, que se expresan por medio de la iglesia—v. 11:
a. La hermosura de la novia proviene de Cristo, quien ha sido forjado en la iglesia
y quien ahora se expresa por medio de ella—Ef. 1:18-23; 3:16-21; 5:25-27.
b. Nuestra única hermosura es el Cristo que irradiamos desde nuestro interior; lo
que Cristo aprecia de nosotros es la expresión de Sí mismo—Fil. 1:20; 2:15-16;
Is. 60:1, 5; cfr. Éx. 28:2.
3. En el salmo 45 la reina tiene dos vestidos:
a. El primer vestido es de oro de Ofir, de brocado de oro—vs. 9b, 13b:
(1) Este vestido alude a Cristo como nuestra justicia objetiva, por la cual somos
salvos—Lc. 15:22; 1 Co. 1:30; Is. 61:10.
(2) El hecho de que la reina esté cubierta de oro alude a la iglesia que se mani-
fiesta en la naturaleza divina—Sal. 45:9b; 2 P. 1:4.
(3) El vestido de brocado de oro indica que el Cristo que ha pasado por la muerte
y la resurrección es la justicia de la iglesia, una justicia que satisface los
justos requisitos de Dios a fin de que ella pueda ser justificada por Él—Gá.
2:16; Ro. 3:26.
b. El segundo vestido es de telas bordadas—Sal. 45:14a:
(1) Este vestido corresponde al Cristo que se manifiesta en nuestro vivir como
nuestra justicia subjetiva, a fin de que tengamos la victoria—Ap. 19:8.
(2) Cristo, como nuestra justicia subjetiva, es Aquel que mora en nosotros para
llevar por nosotros una vida que es siempre agradable a Dios—Fil. 3:9; Mt.
5:6, 20; Ro. 8:4; cfr. Sal. 23:3.
(3) El vestido de telas bordadas indica que la iglesia será llevada a Cristo,
vestida de las acciones justas de los santos, lo cual satisfará los requisitos de
Cristo para Su matrimonio—Ap. 19:8; cfr. Mt. 22:11-14.
4. La hija del rey es toda gloriosa dentro de la morada real, y las vírgenes entrarán en
el palacio del rey—Sal. 45:13a, 14-15:
a. La hija del rey es la reina, la cual a su vez representa a la iglesia, y el hecho de
que ella sea toda gloriosa dentro de la morada real significa que la iglesia
gloriosa toma a Cristo como su morada real—v. 13a; Jn. 15:4a.
b. Nosotros tomamos a Cristo como nuestra morada, llegamos a ser Su morada, y
con el tiempo, esta morada mutua llega a ser el palacio, el cual representa la
Nueva Jerusalén—14:23; 15:5; Sal. 45:15b; Ap. 21:3, 22.
E. El salmo 45 alaba a Cristo el Rey en Sus alabanzas a Sus hijos, a los vencedores quienes
son príncipes, según se ve en Apocalipsis—Sal. 45:16-17:
1. “En lugar de Tus padres serán Tus hijos, / a quienes harás príncipes en toda la
tierra”—v. 16:
a. Aquí padres representa a los antepasados de Cristo en la carne, hijos representa
a los vencedores de Cristo, quienes son Sus descendientes, y príncipes repre-
senta a los vencedores de Cristo, quienes reinarán juntamente con Él sobre las
naciones—Ap. 2:26-27; 20:4, 6.
b. Únicamente Cristo el Rey —quien reinará sobre la tierra con los vencedores, Sus
asistentes en el reinado— puede resolver los problemas que hay en el mundo
actual—Is. 42:1-4; Hag. 2:7a.
2. El nombre de Cristo será recordado en todas las generaciones mediante los santos ven-
cedores, y Cristo será alabado por las naciones también a través de Sus santos que han
vencido y que son co-reyes junto con Él—Sal. 45:17.

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Mensaje dos
La redención efectuada por el ministerio de Cristo en la etapa de encarnación

Lectura bíblica: Ro. 3:24; Ef. 1:7; Gá. 3:13; 4:5; 1 Jn. 1:7; 1 P. 1:18-19; Tit. 2:14

I. Redimir es volver a comprar a cierto precio—Ro. 3:24; 1 Co. 6:20:


A. Nosotros fuimos escogidos y predestinados por Dios, y originalmente pertenecíamos a
Dios, pero caímos y nos perdimos a causa del pecado; por esta razón, necesitamos ser
redimidos—Ef. 1:4-7.
B. El hombre anteriormente era posesión de Dios, pero después cayó, hundiéndose en
los pecados y en muchas cosas que eran contrarias a la justicia, la santidad y la glo-
ria de Dios, por lo cual quedó sujeto a la exigencia triple de la justicia, santidad y
gloria de Dios.
C. La redención resuelve el problema de nuestros pecados al cumplir los requisitos de
Dios—Ro. 3:23-24; 8:4:
1. El peso sobre nosotros de los requisitos de la justicia, santidad y gloria de Dios
eran tan grandes que nos era imposible cumplirlos.
2. Puesto que éramos incapaces de pagar el precio, Dios lo pagó por nosotros por
medio de la muerte de Cristo en la cruz, redimiéndonos a un gran precio—1 P.
1:18-19.
3. Cristo murió en la cruz para redimirnos; Su sangre obtuvo redención eterna por
nosotros—Gá. 3:13; Tit. 2:14; He. 9:12; 1 P. 2:24; 3:18.
II. Dios nos justificó por Su gracia, por medio de la redención que es en Cristo
Jesús—Ro. 3:24:
A. La justificación es la acción divina mediante la cual Dios aprueba a las personas
según Su norma de justicia; Dios hace esto basándose en la redención de Cristo.
B. Debido a que Cristo pagó el precio por nuestros pecados y a que Su redención satis-
fizo todos los requisitos que estaban sobre nosotros, Dios, por ser justo, está obligado
a justificarnos gratuitamente—5:1; Himnos, #466.
III. Tenemos redención en el Amado por medio de Su sangre—Ef. 1:6-7; Col. 1:13-14:
A. El Amado es el Hijo amado de Dios, el Hijo de Su amor, en quien Dios se complace—
Mt. 3:17; 17:5; Col. 1:13-14:
1. En el Amado fuimos agraciados, es decir, fuimos hechos los objetos del favor y
complacencia de Dios—Ef. 1:6.
2. Como tales objetos, disfrutamos a Dios, y Dios nos disfruta a nosotros en Su gracia
en Su Amado, quien es Su deleite; en Su Amado nosotros también llegamos a ser
Su deleite.
B. En el Amado “tenemos redención por Su sangre, el perdón de los delitos”—v. 7:
1. La muerte de Cristo logró la redención para que nuestros pecados fuesen perdo-
nados—Col. 1:14.
2. La redención se refiere a lo que Cristo realizó por nuestros delitos; mientras que
el perdón se refiere a la aplicación de lo que Cristo realizó por nuestros delitos—
Ef. 1:7.
3. El perdón de los pecados es la redención que tenemos en Cristo por medio de Su
sangre; sin derramamiento de sangre, no hay perdón de pecados—He. 9:22.
IV. La sangre que redimió a seres humanos caídos es la sangre de Jesús, el Hijo de
Dios—Hch. 20:28; 1 Jn. 1:7:
A. Por ser hombre, el Señor Jesús tenía sangre humana genuina que podía ser derra-
mada por nuestra redención; y por ser Dios, Él poseía el elemento divino que hace
que Su sangre tenga eficacia eterna.
B. El Señor Jesús murió en la cruz como el Dios-hombre; por consiguiente, la sangre
que Él derramó no era simplemente la sangre del hombre Jesús, sino también la
sangre del Dios-hombre:
1. En 1 Juan 1:7 el nombre Jesús denota la humanidad del Señor, la cual era nece-
saria para el derramamiento de la sangre redentora.
2. El título Su Hijo denota la divinidad del Señor, la cual era necesaria para que la
sangre redentora tuviese eficacia eterna.
3. La frase la sangre de Jesús Su Hijo indica que esta sangre era la sangre apro-
piada de un hombre genuino derramada para redimir a las criaturas caídas de
Dios con la garantía divina como su eficacia eterna; por esta razón, la redención
efectuada por el Dios-hombre es eterna—He. 9:12.
C. Por medio de Su sangre, el Señor Jesús nos liberó de nuestros pecados y nos compró
para Dios—Ap. 1:5; 5:9.
V. Cristo nos redimió de la maldición de la ley—Gá. 3:13:
A. En la obra que Cristo efectuó en la cruz, Él se hizo por nosotros maldición y nos
redimió de la maldición de la ley:
1. Cuando Cristo quitó nuestro pecado en la cruz, Él nos redimió de la maldición.
2. Cristo no sólo nos redimió de la maldición, sino que incluso Él mismo fue hecho
maldición por nosotros—v. 13; Jn. 19:2, 5.
B. Debido a que Cristo nos redimió de la maldición de la ley al ser hecho por nosotros
maldición, ahora nosotros podemos recibir la mayor bendición, que es el Dios Triuno
—el Padre, el Hijo y el Espíritu— como el Espíritu procesado, todo-inclusivo y
vivificante que mora en nosotros para nuestro disfrute—Gá. 3:14.
VI. Cristo nos redimió de la custodia de la ley, a fin de que pudiésemos recibir la
filiación—4:4-5:
A. Cristo nos redimió de la custodia de la ley, a fin de que pudiésemos recibir la
filiación y llegar a ser hijos de Dios—3:23; 4:4-5.
B. La obra redentora de Cristo nos conduce a la filiación divina para que nosotros
disfrutemos la vida divina, a fin de que se cumpla el propósito eterno de Dios, que
consiste en tener muchos hijos con miras a Su expresión corporativa—vs. 4-5; He.
2:10; Ro. 8:29.
VII. La sangre de Cristo nos redimió de nuestra vana manera de vivir, una vida sin
sentido y sin propósito—1 P. 1:18-19:
A. Si hemos de conducirnos en temor durante el tiempo de nuestra peregrinación,
necesitamos una comprensión profunda de la redención de Cristo—v. 17.
B. La redención de Cristo nos apartó de nuestra vana manera de vivir, y ahora pode-
mos ser santos en toda nuestra manera de vivir—v. 15.
VIII. Cristo se entregó a Sí mismo por nosotros no sólo para redimirnos de toda ini-
quidad sino también para purificar para Sí mismo un pueblo para Su posesión:
un pueblo al cual Dios posee exclusivamente como Su especial y único tesoro,
Su posesión personal—Tit. 2:14; Éx. 19:5; 1 P. 2:9.

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Mensaje tres
Experimentar, disfrutar y ministrar a Cristo en la etapa de inclusión

Lectura bíblica: Éx. 30:22-25; Hch. 13:33; 1 Co. 15:45; 1 P. 1:3; Ro. 5:10; Sal. 23

I. La segunda etapa del ministerio completo de Cristo es la etapa de inclusión, que va


desde Su resurrección hasta la degradación de la iglesia:
A. La etapa de encarnación era la etapa del primer “se hizo” de Cristo, la etapa en la cual Él
se hizo carne—Jn. 1:14.
B. La etapa de inclusión es la etapa del segundo “fue hecho” de Cristo, la etapa en la cual Él
fue hecho el Espíritu vivificante—1 Co. 15:45.
C. Cuando usamos la palabra inclusión nos basamos en la manera en que usamos la palabra
inclusivo; para que Cristo, el postrer Adán, llegara a ser el Espíritu vivificante equivalía a
que Él llegara a ser el Espíritu todo-inclusivo—Fil. 1:19; Éx. 30:22-25; cfr. Gn. 17:1.
II. El ministerio de Cristo en la etapa de inclusión es Su ministerio en resurrección
como el Espíritu vivificante en nuestro espíritu; la resurrección es el pulso vital y
el factor crucial de la economía divina—1 Co. 15:12-19, 31-36, 45-49, 54-58:
A. Si no hubiese resurrección, Dios sería un Dios de muertos, no de vivos—Mt. 22:32.
B. Si no hubiese resurrección, Cristo no se habría levantado de entre los muertos; Él sería un
Salvador muerto, y no un Salvador vivo que vive para siempre (Ap. 1:18) y que nos puede
salvar por completo (He. 7:25; Ro. 5:10).
C. Si no hubiese resurrección, no habría prueba viva de que fuimos justificados por Su muerte
(4:25), ni se nos impartiría la vida (Jn. 12:24), ni habría regeneración (3:5), ni renovación
(Tit. 3:5), ni transformación (Ro. 12:2; 2 Co. 3:18) ni tampoco podríamos ser conformados a
la imagen de Cristo (Ro. 8:29).
D. Si no hubiese resurrección, no existirían los miembros de Cristo (12:5), ni el Cuerpo de
Cristo como la plenitud de Él (Ef. 1:20-23), ni tampoco existiría la iglesia como la novia
de Cristo (Jn. 3:29), y por ende, tampoco existiría el nuevo hombre (Ef. 2:15; 4:24; Col.
3:10-11).
E. Si no hubiese resurrección, la economía neotestamentaria de Dios se derrumbaría por
completo, y el propósito eterno de Dios quedaría anulado—Hch. 13:33; 1 P. 1:3; 1 Co. 15:45;
Col. 1:18.
III. Es necesario que veamos y profundicemos en la verdad manifiesta de la resurrec-
ción de Cristo en la etapa de inclusión, a fin de alcanzar la meta suprema de la
economía de Dios:
A. En la resurrección Cristo nació para ser el Hijo primogénito de Dios—Hch. 13:33:
1. Desde la eternidad pasada sin principio, Cristo era el Hijo unigénito de Dios, y como
tal, poseía sólo divinidad mas no humanidad, y no había pasado por la muerte ni había
entrado en la resurrección—Jn. 1:18.
2. En la encarnación el Hijo unigénito de Dios se hizo carne y llegó a ser un Dios-hombre,
un hombre que poseía tanto la naturaleza divina como la humana.
3. Por medio de Su muerte y resurrección, Cristo en la carne, quien era la simiente de
David, fue designado el Hijo primogénito de Dios—Ro. 1:3-4:
a. En la muerte Su humanidad fue crucificada—1 P. 3:18.
b. En la resurrección Su humanidad crucificada fue avivada por el Espíritu de Su
divinidad y fue elevada al nivel de la filiación del Hijo unigénito de Dios; así pues,
Él fue engendrado por Dios en Su resurrección, para ser el Hijo primogénito de
Dios—Ro. 8:29.
B. En la resurrección Cristo llegó a ser el Espíritu vivificante—1 Co. 15:45:
1. Antes de la resurrección de Cristo, esto es, antes de la glorificación de Cristo, “aún no
había” el Espíritu vivificante—Jn. 7:39.
2. Cristo, el Hijo de Dios, quien es el segundo de la Trinidad Divina, después de concluir
Su ministerio en la tierra, llegó a ser (fue transfigurado en) el Espíritu vivificante en Su
resurrección, a fin de liberar la vida divina que se hallaba encerrada en la cáscara de
Su humanidad e impartirla en Sus creyentes, haciéndolos los muchos miembros que
conforman Su Cuerpo—12:24; cfr. 19:34.
3. Este Espíritu vivificante, quien es el Cristo pneumático, también es llamado:
a. El Espíritu de vida—Ro. 8:2.
b. El Espíritu de Jesús—Hch. 16:7.
c. El Espíritu de Cristo—Ro. 8:9.
d. El Espíritu de Jesucristo—Fil. 1:19.
e. El Señor Espíritu—2 Co. 3:18.
C. En la resurrección nosotros, los escogidos de Dios, fuimos regenerados—1 P. 1:3:
1. El Cristo pneumático llegó a ser el Hijo primogénito de Dios y el Espíritu vivificante, a
fin de que los creyentes fuesen regenerados, los cuales vinieron a ser los muchos hijos
de Dios que nacieron juntamente con Él en un solo gran alumbramiento universal.
2. Este gran nacimiento en el cual nacieron el Hijo primogénito de Dios y los muchos hijos
de Dios en la resurrección de Cristo, tenía como fin que fuese formada la casa de Dios
y fuese constituido el Cuerpo de Cristo para ser Su plenitud, expresión y expansión, a
fin de llevar a su consumación la expresión y expansión eternas del Dios Triuno proce-
sado y consumado—Ef. 1:23; 3:19; Ap. 21:10-11.
3. En el único Espíritu todos los creyentes de Cristo fueron bautizados en el único Cuerpo
de Cristo, y a todos ellos se les dio a beber de un mismo Espíritu—1 Co. 12:13.
4. El Cristo que está en resurrección —como Espíritu todo-inclusivo y vivificante— se da
a Sí mismo sin medida al hablarnos las palabras de Dios—Jn. 3:34.
5. Todos los creyentes de Cristo son edificados para ser una morada de Dios en su espí-
ritu, en el cual Él mora como el Espíritu (Ef. 2:22), mediante el proceso de Su salvación
orgánica (Ro. 5:10), esto es, mediante la santificación de nuestro modo de ser (15:16),
la renovación (Tit. 3:5), la transformación (2 Co. 3:18) y la conformación a Su imagen
(Ro. 8:29), hasta alcanzar la glorificación (Fil. 3:21).
IV. Debemos establecer y pastorear a las iglesias por medio del Cristo pneumático, el
Cristo que es el Espíritu vivificante, junto con Su salvación orgánica:
A. El Señor Jesús ha incorporado el ministerio apostólico a Su ministerio celestial, a fin de
cuidar del rebaño de Dios, el cual es la iglesia, de la cual surge el Cuerpo de Cristo—Jn.
21:15-17; Hch. 20:28; 1 P. 5:2; 1 Co. 15:58; cfr. Gn. 48:15-16a.
B. El pastoreo del Cristo pneumático se lleva a cabo en cinco etapas—Sal. 23:
1. El disfrute de Cristo como los verdes pastos y del Espíritu como las aguas de reposo—
v. 2.
2. El avivamiento y transformación que ocurre en las sendas de justicia—v. 3.
3. La experiencia que tenemos del Cristo resucitado, el Cristo pneumático, mientras
andamos por el valle de sombra de muerte—v. 4.
4. El disfrute más profundo y más elevado que tenemos del Cristo resucitado al luchar
contra los adversarios—v. 5.
5. El disfrute que tenemos todos los días de nuestra vida del bien y la misericordia
divinas en la casa de Jehová, la meta final de la economía eterna de Dios—v. 6.

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Mensaje cuatro
Experimentar a Cristo
en la etapa de intensificación
como el Espíritu vivificante siete veces intensificado

Lectura bíblica: Ap. 1:4-5; 3:1; 4:5; 5:6

I. Apocalipsis es un libro de administración (4:2, 5; 5:6), intensificación(1:4; 3:1;


4:5; 5:6) y consumación (21:1-2; 22:1-2, 17).

II. El Cristo que vemos en el libro de Apocalipsis es un Cristo “diferente” del que
se revela en los Evangelios; en 1:13-18 Él es un Cristo “temible”.

III. Debido a la degradación de la iglesia causada por la levadura (Mt. 13:33), los
vientos de enseñanza (Ef. 4:14) y el hecho de haber abandonado el primer
amor (Ap. 2:4-5), Cristo, quien es el Espíritu vivificante, fue intensificado siete
veces y llegó a ser los siete Espíritus: el Espíritu siete veces intensificado—
1 Co. 15:45; Ap. 1:4; 3:1; 4:5; 5:6:
A. El título los siete Espíritus indica que el Espíritu fue intensificado siete veces—1:4.
B. Los siete Espíritus son el Espíritu siete veces intensificado, tipificado por las siete
lámparas del candelero—Éx. 25:31, 37; Zac. 4:2, 10; 3:9.
C. Cuando el libro de Apocalipsis fue escrito, la iglesia había caído en degradación, y
la era estaba en tinieblas; por consiguiente, el Espíritu de Dios siete veces inten-
sificado era necesario para que se pudiera llevar a cabo el mover y la obra de Dios en
la tierra.
D. El Señor reaccionó a la degradación de la iglesia intensificándose a Sí mismo siete
veces para llegar a ser el Espíritu vivificante siete veces intensificado—Ap. 4:5; 5:6.
E. Siete es el número que representa compleción en el mover de Dios, la operación de
Dios—v. 1; 6:1; 8:1-2; 16:1.
F. El número siete también representa intensificación—Is. 30:26; Dn. 3:19:
1. Puesto que el Espíritu vivificante fue intensificado siete veces, todos los elemen-
tos del Espíritu han sido intensificados siete veces para que los experimentemos—
Ro. 8:2; He. 10:29.
2. Hoy en día el Espíritu, que nos llena y satura para salvarnos orgánicamente, es
el Espíritu vivificante siete veces intensificado—Ro. 5:10; Ap. 3:1; 5:6.
IV. Apocalipsis 1:4-5 revela la Trinidad Divina: Aquel que es y que era y que ha de
venir, los siete Espíritus y Jesucristo:
A. La Trinidad mencionada en 1:4-5 es la Trinidad económica, puesto que aquí se nos
muestra la administración, el mover y la obra de la Trinidad—4:5; 5:6.
B. Los siete Espíritus son indudablemente el único Espíritu de Dios (Ef. 4:4), puesto
que ellos se mencionan como parte de la Deidad en Apocalipsis 1:4-5.
C. En esencia y existencia el Espíritu es uno solo, pero en cuanto a función y obra, el
Espíritu es siete—Ef. 4:4; Ap. 1:4.
D. En 1:4-5 el Espíritu llega a ser el segundo, el centro, de la Trinidad Divina:
1. Esto revela la importancia de la función intensificada del Espíritu séptuplo de
Dios.
2. Esto también representa lo crucial y necesario que es el Espíritu en el mover de
Dios, a fin de contrarrestar la degradación de la iglesia—2:4, 14, 20; 3:1, 15-17.
V. Cristo tiene los siete Espíritus de Dios y las siete estrellas—v. 1a:
A. Los siete Espíritus son el medio por el cual Cristo habla a la iglesia en Sardis, una
iglesia que estaba a punto de morir; una iglesia moribunda necesita que Cristo la
avive por medio de los siete Espíritus—v. 1b.
B. En Apocalipsis 3:1 se nos da a entender que los siete Espíritus son para las siete
estrellas, los hermanos responsables; a fin de ser una estrella que guía en la iglesia,
necesitamos al Espíritu siete veces intensificado.
VI. Los siete Espíritus de Dios son las siete lámparas de fuego que arden delante
del trono administrativo de Dios—4:5:
A. Las siete lámparas de fuego que arden delante del trono de Dios nos dan a entender
que el propósito de los siete Espíritus es llevar a cabo la administración de Dios,
y que ellos están relacionados con la economía y el mover de Dios—1:4:
1. Las siete lámparas de fuego que arden delante del trono de Dios iluminan,
escudriñan, descubren, juzgan y queman.
2. Dios lleva a cabo la administración de Su gobierno al iluminar, escudriñar,
descubrir, juzgar y quemar—1 P. 4:12, 17.
3. Las siete lámparas consumirán todo lo que no corresponda a la naturaleza de
Dios, y refinarán aquellas cosas que están en conformidad con Su naturaleza—
1:7.
B. Finalmente, en nuestra experiencia las lámparas de fuego que arden llegarán a ser
un fluir de agua viva; las siete lámparas llegarán a ser un solo río—Dn. 7:9-10; Ap.
4:5; 22:1:
1. En 4:5 tenemos las siete lámparas que arden delante del trono de Dios; y en 22:1
tenemos el río de agua de vida que sale del trono de Dios.
2. En nuestra experiencia, después de que somos quemados por las siete lámparas,
los siete Espíritus llegan a ser un solo fluir de agua viva.
3. El Espíritu siempre fluye después que nos quema; Su fluir siempre viene
después de Su quemar.
VII. Los siete Espíritus de Dios son los siete ojos del Cordero—5:6:
A. En la Trinidad económica, según se ve en Apocalipsis, el segundo de la Deidad,
quien es los siete Espíritus, llega a ser los siete ojos del tercero de la Trinidad—
1:4-5.
B. En la administración divina, Cristo requiere que los siete Espíritus sean Sus ojos; la
manera en que Cristo lleva a cabo la economía de Dios es mediante los siete Espíri-
tus como Sus ojos—5:1-7.
C. Los siete ojos de Cristo, que son los siete Espíritus de Dios, son la expresión de
Cristo en el mover de Dios que lleva a cabo la edificación de Dios.
D. Los siete ojos del Cordero vigilan, observan y transfunden—v. 6:
1. Cristo como Cordero redentor tiene siete ojos que observan y escudriñan para
ejecutar el juicio de Dios sobre el universo, a fin de cumplir Su propósito eterno,
el cual tendrá su consumación en la edificación de la Nueva Jerusalén—21:2.
2. Los siete Espíritus como los siete ojos del Cordero transfunden a nuestro ser todo
lo que el Cordero es, a fin de que seamos hechos iguales a Él—1 Jn. 3:1.
3. Los ojos de Cristo están sobre nosotros para que podamos ser transformados y
conformados a Su imagen con miras a la edificación de Dios—Zac. 3:9; Ro. 12:2;
8:29; 2 Co. 3:18.

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Mensaje cinco
Experimentar, disfrutar y ministrar a Cristo en la etapa de intensificación

Lectura bíblica: Ap. 1:4; 3:1; 4:5; 5:6; 2:7, 17; 3:20; 1:2, 9; 19:10

I. Las siete lámparas del candelero de oro son los siete Espíritus, los cuales a su vez
son las siete lámparas de fuego que arden delante del trono de Dios; esto significa
que las siete lámparas están absolutamente relacionadas con la administración, la
economía y el mover que Dios lleva a cabo desde Su trono a fin de ejecutar Su
política eterna—Ap. 1:4; 4:5:
A. Si queremos conocer la administración y economía de Dios, debemos recibir la luz del
candelero de oro que proviene de las siete lámparas que brillan e iluminan:
1. La luz natural no puede ayudarnos a conocer la economía, la administración ni el
propósito eterno de Dios; la luz del candelero es la luz del Lugar Santo, la cual tipifica
la iglesia—Mt. 5:14; 1 Co. 1:2; Ap. 21:23, 25; 22:5.
2. Una vez que entramos en la esfera de la iglesia, somos alumbrados para conocer el
propósito eterno de Dios, y también conocer la senda que debemos tomar para conti-
nuar en el viaje que nos conduce a la meta de Dios—Sal. 73:16-17.
B. La luz del candelero se basa en la fuerza del servicio sacerdotal:
1. En 1 Samuel vemos que la lámpara de Dios estaba a punto de apagarse debido a que
el sacerdote Elí era débil y se había degradado—3:3.
2. La luz de la iglesia local no podrá ser resplandeciente a menos que cumplamos con
nuestro deber sacerdotal, que consiste en quemar el incienso y encender las lámparas—
Éx. 25:37; 27:20-21; 30:7-8; Hch. 6:4; 1 Co. 14:24-25.
II. Los siete Espíritus son los siete ojos del Cordero redentor y de la piedra de
edificación—Ap. 4:5; 5:6; Zac. 3:9:
A. La función de los siete ojos es transfundir en nuestro ser todo lo que Cristo es como el
Cordero redentor en Su redención jurídica, y como la piedra de edificación en Su salvación
orgánica, a fin de que nosotros seamos salvos en Su vida y lleguemos a ser idénticos a Él,
con miras al edificio de Dios, la expresión de Dios—v. 9; 1 P. 2:4-5; Ro. 5:10:
1. Los ojos de una persona son la expresión de Su ser interno; transfundir es la acción en
la que una persona transmite su ser interior en otra por medio de su mirada—2 Co.
2:10.
2. Los siete Espíritus son los siete ojos mediante los cuales Cristo se expresa a Sí mismo;
mientras el Señor nos mira, Sus siete ojos nos transfunden Su propio ser.
3. La iglesia es el lugar donde el Señor nos transfunde Su ser interior a nosotros para
nuestra transformación; la transformación es la acción en la cual la preciosa persona
del Señor se transfunde en nosotros—3:16-18; Ro. 12:2.
B. Dios nos guía con Sus ojos—2 Cr. 16:9; Sal. 32:8; Pr. 15:3; 2 Co. 2:10.
III. Cristo, quien es el Espíritu siete veces intensificado, está laborando a fin de pro-
ducir los vencedores, rescatándolos de la degradación de la iglesia y trayéndolos de
nuevo al disfrute de Sí mismo con miras a finalizar la economía eterna de Dios—Ap.
1:4; 3:1; 4:5; 5:6; 2:7, 17; 3:20:
A. Los vencedores aman al Señor con el primer amor—2:4; Col. 1:18b.
B. Los vencedores disfrutan de Cristo al comerle como el árbol de la vida en la iglesia, la cual
es el Paraíso actual para que sea un candelero resplandeciente—Ap. 2:7; cfr. v. 5.
C. Los vencedores son fieles hasta la muerte al padecer pobreza y tribulaciones a fin de
recibir la corona de vida—vs. 9-10.
D. Los vencedores disfrutan a Cristo como el maná escondido, una porción especial de
suministro nutritivo, para vencer la mundanalidad de la iglesia que se degradó con la
enseñanza idólatra de Balaam y con la enseñanza herética de los nicolaítas—vs. 12-17a.
E. Los vencedores son transformados hasta ser una “piedrecita blanca”, justificada y apro-
bada por el Señor para la edificación de la casa de Dios, y también reciben un “nombre
nuevo” según la transformación que hayan tenido en vida—v. 17b.
F. Los vencedores se oponen rotundamente a la enseñanza romana de Jezabel, la cual está
llena de fornicación, de idolatría y de las profundidades de Satanás—vs. 20, 24.
G. Los vencedores huyen de la muerte espiritual, siendo vivientes en realidad sin que nada
esté a punto de morir en la imperfección y andan en “vestiduras blancas” sin ninguna conta-
minación, a fin de que su nombre no sea borrado del libro de la vida, sino que más bien, el
Señor confiese su nombre delante de Su Padre y de los ángeles de Su Padre—3:1-2, 4-5.
H. Los vencedores guardan la palabra de la perseverancia del Señor y no niegan el nombre
del Señor aun al punto de agotar todas sus fuerzas, a fin de ser guardados de la hora de la
prueba que ha de venir para probar a todos los que moran sobre la tierra, y recibir
la corona de recompensa de ser hechos columnas en el templo de Dios, sobre las cuales
está escrito el nombre de Dios, el nombre de la ciudad de Dios, la Nueva Jerusalén, y el
nombre nuevo de Cristo—vs. 8b, 10-12.
I. Los vencedores son fervientes, no tibios, pues compran oro refinado en fuego, vestiduras
blancas y colirio, a fin de no ser vomitados de la boca del Señor, sino más bien, ser invita-
dos a cenar con el Señor y a sentarse con Él en Su trono—vs. 15-21.
IV. Los vencedores disfrutan al Espíritu siete veces intensificado, y así llegan a ser el
testimonio de Jesús—1:2, 9; 19:10:
A. El testimonio de Jesús es los siete candeleros de oro como las iglesias resplandecientes, las
cuales son divinas en naturaleza, resplandecen en la oscuridad y son idénticas unas con
otras—1:11-20.
B. El testimonio de Jesús es la gran multitud que sirve a Dios en el templo celestial, todo el
Cuerpo o conjunto total de los redimidos de Dios, quienes fueron arrebatados al cielo para
disfrutar del cuidado de Dios y del pastoreo del Cordero—7:9-17.
C. El testimonio de Jesús es la mujer resplandeciente, la cual representa al Cuerpo o conjunto
total de los redimidos de Dios, y Su hijo varón, el cual representa a los vencedores quienes
son la parte más fuerte del pueblo de Dios—12:1-17.
D. El testimonio de Jesús es las primicias, las cuales representan a los vencedores que son
arrebatados antes de la gran tribulación, y la cosecha, la cual representa a la mayoría de
creyentes que son arrebatados al final de la gran tribulación—14:1-5, 14-16.
E. El testimonio de Jesús es las personas victoriosas que están de pie sobre el mar de vidrio,
las cuales representan a los vencedores que pasarán por la gran tribulación y vencerán al
anticristo y a la adoración que le rinden a él—15:2-4.
F. El testimonio de Jesús es la novia que está preparada para casarse, la cual está com-
puesta por los santos que llegan a ser vencedores durante el milenio—19:7-9.
G. El testimonio de Jesús es el ejército nupcial que pelea en unidad con Cristo —quien es la
corporificación de Dios—, y derrota al anticristo —quien es la corporificación de Satanás— y
los ejércitos de éste—vs. 14-19; 17:14.
H. Por último, el testimonio de Jesús es la Nueva Jerusalén, la gran incorporación universal
divino-humana, compuesta del Dios Triuno procesado y consumado y Su pueblo conformado
por personas tripartitas que han sido regeneradas, transformadas y glorificadas (21:2-3, 22;
cfr. Éx. 38:21); y el único candelero, la consumación de todos los candeleros, para la
expresión consumada de Dios (Ap. 21:18, 23; 22:5).

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Mensaje seis
Laborar con Cristo en la etapa de intensificación
a fin de producir candeleros de oro
los cuales hallarán su consumación en la Nueva Jerusalén,
el candelero de oro universal

Lectura bíblica: Ap. 1:12, 20; 2:1; 4:5; 21:10, 18b, 23-24; 22:1, 5

I. La economía neotestamentaria de Dios halla su consumación en los candeleros


de oro y en la Nueva Jerusalén—Ap. 1:12, 20; 21:2, 10-11, 16, 18b, 23.

II. Cristo lleva a cabo Su misión como el Soberano de los reyes de la tierra por
medio de los siete Espíritus que arden delante del trono, a fin de regir sobre la
situación mundial, de modo que el entorno sea propicio para que los escogidos
de Dios reciban Su salvación—Hch. 5:31; 17:26-27; Jn. 17:2; 2 Cr. 16:9.

III. Los siete Espíritus como las siete lámparas de fuego que arden delante del
trono de Dios no arden sin tener una meta; hay un propósito por el cual los siete
Espíritus de Dios arden, y ése es, producir los candeleros de oro, las iglesias,
con miras al cumplimiento de la economía neotestamentaria de Dios—Ap. 4:5;
1:12, 20; 2:1:
A. El Espíritu siete veces intensificado es las siete lámparas de fuego que arden delante
del trono administrativo de Dios que dirige la situación mundial, a fin de ejecutar la
economía de Dios en el universo—4:5:
1. Los siete Espíritus de Dios arden no sólo con relación a las iglesias, sino también
con relación a la situación mundial, por beneficio de las iglesias; el Espíritu
ardiente dirige la situación mundial y también purifica a las iglesias para
producir los candeleros de oro—1:11-12.
2. Dios tocará la tierra por medio de las siete lámparas, por Sus siete Espíritus, los
cuales arden, iluminan, juzgan, purifican, refinan y producen; toda la situación
mundial se halla bajo la llama ardiente de los siete Espíritus—4:5.
3. Los siete Espíritus arden para juzgar, purificar y refinar, a fin de que se lleve a
cabo la economía de Dios, para producir candeleros de oro—1:20.
B. Los siete Espíritus ardientes, que son las siete lámparas de fuego, nos instan a
levantarnos y a actuar para que se lleve a cabo la economía de Dios—Dn. 11:32b:
1. Si hemos de cooperar con Dios para que se lleve a cabo Su mover, ello dependerá
de que seamos intensificados en cuanto a Su mover—Ap. 3:1; 4:5; 5:6.
2. Todos debemos orar, diciendo: “Querida llama divina, ¡ven! ¡Ven y juzga! ¡Ven y
purifica! Ven y refina para que puedas producir el candelero de oro” (La economía
neotestamentaria de Dios, pág. 258).
IV. Las iglesias como candeleros de oro hallarán su consumación en la Nueva
Jerusalén, que es el candelero de oro universal, la suma total de todos los
candeleros—Ap. 1:20; 21:18b, 23:
A. La Nueva Jerusalén es la máxima consumación de los candeleros mencionados en
las Escrituras—Éx. 25:31-37; 1 R. 7:49; Zac. 4:2; Ap. 1:12, 20.
B. En el libro de Apocalipsis tenemos dos grandes señales: la señal de los candeleros de
oro y la señal de la Nueva Jerusalén—vs. 1, 12, 20; 21:2, 10-11.
C. Apocalipsis empieza con los candeleros y termina con el candelero—1:20; 21:18b, 23:
1. Al principio de Apocalipsis tenemos los siete candeleros de oro, los candeleros
locales de esta era—2:1.
2. Al final de Apocalipsis tenemos un candelero que es la suma total, un combinado,
el candelero universal en la eternidad—21:18b, 23.
D. La Nueva Jerusalén, un monte de oro, es el candelero de oro universal que sostiene
al Cordero como la lámpara que resplandece con Dios como luz—vs. 18b, 23; 22:1, 5:
1. La Nueva Jerusalén es un monte de oro—21:18b, 21b; 22:1:
a. Si tenemos en cuenta los hechos de que la Nueva Jerusalén es una ciudad de
oro, que ella tiene una sola calle que llega a todas las doce puertas, y que
mide doce mil estadios de altura, comprenderemos que la ciudad misma es
una montaña de oro.
b. Por ser una montaña de oro, la Nueva Jerusalén es el candelero de oro,
supremo, único y eterno, que está totalmente compuesto de la naturaleza de
Dios (el oro).
2. Dios como luz está en el Cordero, quien es la lámpara que resplandece desde la
cima de la Nueva Jerusalén, el candelero de oro universal—21:23; 22:1, 5:
a. En cima de la montaña de oro se halla el trono como el centro, y sobre el
trono está Cristo el Cordero, quien es la lámpara, dentro de la cual Dios como
luz resplandece a través de la ciudad—21:23; 22:5.
b. La montaña de oro es una base o pedestal, y sobre esta base hay una
lámpara; por lo que, la montaña de oro es un candelero de oro.
E. La Nueva Jerusalén, el conjunto total de todos los candeleros, la suma de los
candeleros de hoy, es un candelero de oro consumado y universal que resplandecerá
con la gloria de Dios en el cielo nuevo y en la tierra nueva por la eternidad—21:24.
F. Llegamos a ser la Nueva Jerusalén como el candelero de oro universal al llegar a ser
una montaña de oro—vs. 16, 18b, 21b; 22:1:
1. En la Biblia una montaña hace referencia a la resurrección y la ascensión; por lo
tanto, llegamos a ser una montaña al experimentar a Cristo en Su resurrección y
ascensión—Ef. 2:5-6.
2. Por ser una montaña de oro, la Nueva Jerusalén procede de la naturaleza divina;
por lo tanto, llegamos a ser la Nueva Jerusalén al participar de la naturaleza
divina—2 P. 1:4.
3. Toda la ciudad de oro es transparente; por lo tanto, llegamos a ser una montaña
de oro transparente al llegar a ser transparentes en la vida y la naturaleza
divinas—Ap. 21:18b, 21b; 22:1.
4. Por ser una montaña de oro, la Nueva Jerusalén es el candelero de oro único,
supremo y eterno, el conjunto de todos los candeleros; por lo tanto, llegamos a ser
la Nueva Jerusalén al vivir en la iglesia como candelero de oro y al ser parte de
ella—21:23; 1:12, 20.
G. El candelero de oro representa al Dios Triuno corporificado y expresado; cuanto más
experimentemos los aspectos del Dios Triuno que se nos describen en el candelero
—el oro, la forma concreta y las siete lámparas—, más seremos en realidad el
candelero de oro como la corporificación y expresión del Dios Triuno, y así llegaremos
a ser la Nueva Jerusalén como el candelero de oro universal—Éx. 25:31, 36-37; Ap.
1:12, 20; 21:18b.

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