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El arte de conversar. Apuntes filosóficos para una estética del habla
El arte de conversar. Apuntes filosóficos para una estética del habla
El arte de conversar
Apuntes filosóficos
para una estética del habla
Osvaldo Dallera
EdicionEs dE La iLustración
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El arte de conversar
Índice
0. Presentación
1. Introducción
2. ¿Qué es la conversación?
3. Dimensiones de la conversación
a. Dimensión histórica
b. Dimensión social
c. Dimensión lingüística
d. Dimensión estética.
4. El alcance pedagógico de la conversación. La
conversación como recurso para favorecer la
sociabilidad.
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Apuntes filosóficos para una estética del habla
Presentación
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El arte de conversar
1. Introducción
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El arte de conversar
Por último, un interlocutor devaluado se caracteriza
también por su falta de estilo. El arte de la conversación es
más una cuestión de forma que de contenidos y dentro de
la crisis de interlocutores se aprecia de inmediato una gran
carencia en el cuidado de las maneras. El tacto, el tono, el
recato, la cortesía, el buen gusto, la galantería, los buenos
modales han pasado a ser poco menos que piezas de
museo. En el lugar de esas cualidades se han instalado la
grosería, la ordinariez, la vulgaridad, la falta de ubicación,
la desmesura y tantas otras formas que menosprecian
cualquier posibilidad de establecer un intercambio
placentero entre las personas que se encuentran para
conversar.
¿Qué hacer ante la evidencia de lo raída que está
esta práctica en vías de extinción? En verdad no creo que
se pueda responder a la paulatina pero casi inexorable
desaparición de las formas clásicas de este género apelando
al recurso del voluntarismo. Acaso, en cambio, sea posible,
para los que todavía seguimos apreciando sus bondades,
refugiarse en los pocos momentos que disponemos para
disfrutar la atmósfera que genera el encuentro con quienes
valoran la convesación como nosotros.
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Apuntes filosóficos para una estética del habla
2. ¿Qué es la conversación?
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El arte de conversar
En cuanto a los participantes en la conversación, es
decir los conversadores, deben cumplir con dos requisitos.
Por un lado, evidenciar la posesión de determinados
atributos. Entre los más importantes sobresalen el ingenio
para que lo que dicen resulte agradable, sorprendente o
novedoso; el tacto, tanto para medir la profundidad de lo
que dicen como para saber detenerse allí donde lo dicho
puede resultar hiriente, imprudente o fuera de lugar; la
ubicuidad para reconocer la conformación de cada grupo
de conversadores y adaptarse a ellos y para alternar entre
la seriedad y la ligereza que deben impregnar la
conversación; el buen humor para introducir, en los
momentos adecuados, dosis de amenidad y diversión y la
inteligencia (sobre todo práctica) para hacer atractivo e
interesante los contenidos.
Por otro lado, el conversador que posee esas
cualidades se deja guiar por las reglas que gobiernan el
uso de ellas. Esas normas regulan aspectos tanto de forma
como de contenido. En cuanto a las formas, por ejemplo,
una regla es la mesura que prescribe “hasta que punto
puede sostenerse con insistencia una opinión y cuándo
debe cambiarse de tema”2 o hasta dónde se puede llegar
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con las bromas para que el buen humor no se convierta en
agresión, grosería u ordinariez. Respecto del contenido, la
pauta indica lo que cada participante puede decir, o lo que
conviene que omita dadas las circunstancias.
En resumen, entre los requisitos que hacen posible
una verdadera conversación se destacan la elección de un
lugar propicio, la necesidad de contar con tiempo disponible
(el ocio), la amistad, la búsqueda de construir un momento
agradable y, sobre todo, contar con buenos conversadores.
En todo caso, el buen conversador no debe perder de vista
que aquello que gobierna la conversación es la búsqueda
del placer de hablar con los otros. Por eso, todas sus
cualidades deben estar regidas por ese principio, para que
la ausencia o algún exceso de ellas no perturbe el objetivo
estético.
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3. Dimensiones de la conversación
a. Dimensión histórica
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la vanidad, la impostura y el conjunto de males que
constituían el origen de la corrupción humana, propia del
proceso de civilización de la vida social. Otra crítica es la
de quienes sostienen que al ser pura ilusión se termina por
no conocer a nadie e incluso no saber quién es uno mismo.
Como antídoto, estos autores recomendaban la búsqueda
de la soledad.
b. Dimensión social
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El arte de conversar
Dicho esto, advertimos que el análisis de la
dimensión social de la conversación nos permite observar
que el uso de la lengua se organiza en sistemas de
diferencias que reproducen en el orden simbólico el sistema
de las diferencias sociales. Por eso, hablar es expresar y
poner de manifiesto en los discursos, las distinciones
sociales. En los usos de la lengua, como en los estilos de
vida, sólo hay definición relacional. Esto significa que las
diferencias se reconocen por oposición. En el caso del habla
como hecho social, la excelencia (o la decadencia)
lingüística se expresa, según Bourdieu, en estas oposiciones:
“distinguido”-”vulgar”; “raro”-”común”; “riguroso” (o
“noble”)- “descuidado” o “libre”.
La conversación entendida como un género “alto”
es una forma de interacción lingüística que, tal como la
venimos considerando, exhibe lo que Bourdieu denomina
un uso práctico de la lengua legítima. La lengua legítima
es una lengua semiartificial que se construye sobre la base
de un trabajo permanente de corrección de las formas
realizado, sobre todo, por las instituciones especialmente
preparadas para este fin y que introduce en el dominio de
ese “artificio” a los locutores singulares.9 En este sentido,
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la lengua legítima viene dotada de un estilo que es provisto
a quienes la usan en sus prácticas habituales.
Cuando hablamos no hacemos circular “la lengua”
entendida como una capacidad técnica y neutra sino que
lo que circula son discursos estilísticamente diferenciados.10
Si conversar supone una manera de hablar, entonces esa
manera le exige al conversador apropiarse de uno u otro
de los estilos expresivos ya constituidos por el uso y
objetivamente caracterizados por su posición en una
jerarquía de estilos que expresa la jerarquía de los
correspondientes grupos sociales que los utilizan. Ya hemos
dicho que conversar no es simplemente “hablar” y que la
conversación exige el dominio de ciertos recursos y el
conocimiento de ciertas restricciones que la ubican en un
lugar diferente del resto de los tipos de intercambio
lingüístico. El estilo, por lo tanto, sólo existe en relación a
agentes dotados de esquemas de percepción y de
apreciación que permiten constituirlo como conjunto de
diferencias sistemáticas que se aprehenden con el uso y se
aprenden en los lugares en los que se la frecuenta. Estos
estilos dejan su huella en quienes se los apropian y la
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El arte de conversar
estilística espontánea expresa clases sociales a través de
las clases de índices estilísticos.11
Para resumir: la conversación como práctica social
exige el respeto y el cultivo de un estilo emparentado con
el uso de la lengua legítima, lo cual implica el respeto por
determinadas reglas y formas que regulan su desarrollo, la
ubican dentro del espacio de lo distinguido y la separan
de otras prácticas vulgares u ordinarias. En este sentido, la
práctica social de la conversación es un aporte o una
contribución a la estilización de la vida entendida como la
formalización de prácticas que privilegian en todos los
ámbitos y en todos los espacios sociales, la manera, el estilo,
y la forma en detrimento de la función12. Lo importante
dentro de esta relación entre conversación y sociedad es
que nuestras formas de conversar indican nuestra posición
en la estructura social. Dime cómo conversas y te diré a
que sector social perteneces.
c. Dimensión lingüística
d. Dimensión estética.
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El arte de conversar
4. El alcance pedagógico de la conversación. La
conversación como recurso para favorecer la sociabilidad.
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El arte de conversar
¿Será posible entonces que la escuela pueda
distribuir las reglas de la sociabilidad?20 Si acordamos con
la idea según la cual la competencia lingüística es uno de
los componentes del capital cultural y éste es el resultado
del nivel de instrucción alcanzado y de la trayectoria social
recorrida, entonces, de acuerdo con Bourdieu y a los efectos
de lograr educar en y para la sociabilidad, uno de los
objetivos pedagógicos debe ser que los jóvenes incorporen
a sus hábitos, en situaciones de interacción, reglas cultas
provenientes de la práctica de los profesionales de la
expresión escrita mediante una labor de explicación y
codificación. En este caso, que la escuela se proponga
enseñar (tanto teórica como prácticamente) las reglas de
la conversación puede resultar una buena forma de educar
para la sociabilidad.
Sin embargo, ese recorrido puede presentar algunos
obstáculos. En primer lugar, ya hemos dicho que la aptitud
para el diálogo o para la conversación requiere un cultivo
específico y una adecuada disciplina, que en el estado
actual de la cultura escolar puede que no resulte del todo
fácil instrumentar. En segundo lugar, como señala Bollnow,
“una conversación en su sentido estricto y elaboradamente
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Apuntes filosóficos para una estética del habla
definido está fuera de lugar en la enseñanza. Pues a ésta le
falta la situación distendida del ocio que es conditio sine
qua non para que pueda desarrollarse una conversación
auténtica y, a la inversa, la enseñanza perdería su seriedad
si entrara en la disolución de una mera conversación....Ni
siquiera tenemos en cuenta el hecho de que la enseñanza
no dispone del tiempo imprevisible que requiere el
despliegue de una conversación despreocupada.” 21
¿Se puede enseñar a conversar? Sí, si asumimos
estas dificultades y si aceptamos que enseñar a conversar
requiere una guía, una dirección y que entonces, desde el
lugar de la escuela, sólo se puede aspirar a lograr una
conversación conducida, orientada por la observación de
determinado rumbo, contando con la presencia
disciplinadora del docente.
Tal vez no sea mucho, pero para los tiempos que
corren intentar hacer ingresar a los jóvenes en la senda de
la sociabilidad puede resultar un aporte significativo a la
lucha por disminuir las desigualdades culturales y los altos
niveles de agresión y vulgaridad que hoy por hoy se
aprecian en las maneras de estar unos con otros. Como
dice Craveri:
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El arte de conversar
“Este ideal de conversación, que sabe conjugar la ligereza
con la profundidad, la elegancia con el placer, la búsqueda
de la verdad con la tolerancia y con el respeto de la opinión
ajena, no ha dejado de atraernos nunca; y cuanto más nos
aleja de la realidad, más sentimos su falta. Ha dejado de
ser el ideal de una sociedad, se ha convertido en un “lugar
de recuerdo”, y no hay rito propiciatorio que nos lo pueda
devolver en condiciones favorables; lleva una vida
clandestina y es prerrogativa de muy pocos. Aun así, no es
imposible que un día vuelva a darnos la felicidad.” 22
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Notas
1
Bollnow, Otto Friedrich, (1974). página 65
2
Bollnow, O. (1974), pág. 67
3
Burke, Peter (1996), pág. 123
4
Craveri, Benedetta (2004), pág. 15
5
Habermas, Jürgen (1997) Cfr. Pág. 69 a 73
6
Bourdieu, P.(1985).
Pág. 43
7
idem. Pág. 53
8
idem.
Pág. 57
9
idem. Pág. 34-35
10
idem. Pag. 12-13
11
Bourdieu idem. Pág. 28
12
idem. Pág. 59
13
van Dijk, Teun A (1983): pág. 257
14
Craveri, B: op. cit pág. 406
15
Cfr. Craveri, B. idem., pág 414
16
Madame de Staël en De l´Allemagne.. Citado por
Craveri, B (2004), pág. 439
17
Simmel, Georg (2003)
18
Cfr. Bourdieu, Pierre y Passeron, Jean Claude (2004)
19
idem.
20
Cfr. idem. Pág. 36
21
Bollnow, Otto F. Op cit. pág 85
22
Craveri, Benedetta: op. cit. pág. 18
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Bibliografía consultada
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