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Apuntes filosóficos para una estética del habla

El arte de conversar
Apuntes filosóficos
para una estética del habla

Osvaldo Dallera

EdicionEs dE La iLustración

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El arte de conversar
Índice
0. Presentación
1. Introducción
2. ¿Qué es la conversación?
3. Dimensiones de la conversación
a. Dimensión histórica
b. Dimensión social
c. Dimensión lingüística
d. Dimensión estética.
4. El alcance pedagógico de la conversación. La
conversación como recurso para favorecer la
sociabilidad.

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Apuntes filosóficos para una estética del habla
Presentación

El presente trabajo es la versión completa de la


ponencia presentada en las Primeras Jornadas de Filosofía
del Arte realizadas por la Universidad Nacional del Litoral
en la provincia de Santa Fe, en mayo 2004.

Este breve recorrido por los senderos de la conversación


pretende acercarle al lector cuatro perspectivas diferentes
desde las cuales puede abordarse este objeto de estudio.
La primera es una perspectiva semiólógica que busca ofecer
una definición y una descripción somera de los rasgos
propios de este desprendimiento oral de la literatura. La
segunda mirada se descompone en múltiples dimensiones
desde las cuales, de manera sucinta, se abordan las
complejidades de este arte hoy poco valorado. Una tercera
perspectiva consiste en indagar sobre la posibilidad de
incluir la conversación dentro de los contenidos
procedimentales del currículum en la enseñanza media,
evaluando su beneficios y sus riesgos. La última perspectiva
focaliza el objeto buscando la utilidad social que puede
tener la recuperación estética (pero también ética) de la
conversación.

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El arte de conversar
1. Introducción

¿Se puede enseñar (aprender) a conversar? ¿La


conversación es un género en vías de extinción? ¿Puede la
conversación integrar el currículum escolar en la enseñanza
media? ¿Cuál puede ser el beneficio social de cultivar el
arte de la conversación, especialmente entre los jóvenes?
A la crisis de sentido por la que atraviesan algunas
formas de interacción hay que agregarle otra, un poco más
encubierta, que llamaré la crisis de los interlocutores. Se
percibe, en la vida social, una dificultad creciente para
encontrar personas con las cuales conversar de una manera
amena y, a la vez, edificante. En efecto, hoy en día pueden
observarse distintas formas de encuentros entre personas
en los que se usa el habla para decirse cosas unos a otros,
pero no a todas esas formas se les puede llamar
conversación. Pues como intentaremos mostrar, la
conversación hay que entenderla como una forma más alta
del entretenimiento, de un arte de sociabilidad, que puede
aprenderse y cultivarse como tal...1
¿Cómo reconocer un interlocutor devaluado? Una
primera señal es la pobreza temática que suele acompañar
los intentos de conversación que se propone. Uno podría
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Apuntes filosóficos para una estética del habla
recordar aquí a Heidegger y repetir con él aquellos rasgos
que caracterizan a la existencia inauténtica: la charla, el
chisme y la curiosidad. Los temas del interlocutor devaluado
son la autorreferencia, los demás, los asuntos de moda (el
“se dice” heideggeriano), los escándalos mediáticos, los
espacios comunes o compartidos y poco más. Todos sus
temas están impregnados de trivialidad y simpleza. Pero,
lo que más los deteriora, es la falta de “vuelo” que hay en
ellos.
Otro signo de la pobreza discursiva de algunos
interlocutores es su insuficiencia retórica. En general
exhiben una modestia estilística que es resultado de la falta
de recursos para tornar atractivos los temas que se tocan.
Mencionaremos solamente algunos: repetición de modos
y giros; ausencia de metáforas, comparaciones u otras
figuras que enriquecen lo que se dice; exceso de literalidad;
falta de imaginación; dificultades para establecer nexos y
lazos con otros discursos o fragmentos de discursos;
pobreza interpretativa que pone límites a la deriva o al
encadenamiento temático que dinamiza la conversación y
la hace variada; humor liviano, vulgar o, directamente,
escaso.

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El arte de conversar
Por último, un interlocutor devaluado se caracteriza
también por su falta de estilo. El arte de la conversación es
más una cuestión de forma que de contenidos y dentro de
la crisis de interlocutores se aprecia de inmediato una gran
carencia en el cuidado de las maneras. El tacto, el tono, el
recato, la cortesía, el buen gusto, la galantería, los buenos
modales han pasado a ser poco menos que piezas de
museo. En el lugar de esas cualidades se han instalado la
grosería, la ordinariez, la vulgaridad, la falta de ubicación,
la desmesura y tantas otras formas que menosprecian
cualquier posibilidad de establecer un intercambio
placentero entre las personas que se encuentran para
conversar.
¿Qué hacer ante la evidencia de lo raída que está
esta práctica en vías de extinción? En verdad no creo que
se pueda responder a la paulatina pero casi inexorable
desaparición de las formas clásicas de este género apelando
al recurso del voluntarismo. Acaso, en cambio, sea posible,
para los que todavía seguimos apreciando sus bondades,
refugiarse en los pocos momentos que disponemos para
disfrutar la atmósfera que genera el encuentro con quienes
valoran la convesación como nosotros.
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Apuntes filosóficos para una estética del habla
2. ¿Qué es la conversación?

La conversación es una forma de entretenimiento


que facilita el desarrollo de la sociabilidad entre quienes
participan en ella. Quienes saben conversar son personas
sociables que disfrutan de la compañía de los otros y
aprovechan esa circunstancia para cultivar su personalidad
poniendo en práctica y desplegando las cualidades
necesarias para pasar un momento agradable.
Desde otro punto de vista, hay un relativo consenso
entre los autores que se ocupan del tema en reconocer a la
conversación como una rama oral de la literatura. En este
sentido puede concebirse como un subgénero, con todos
los atributos y especificidades que le caben a los géneros
mayores. Esto significa que también en la conversación es
posible dar cuenta de rasgos temáticos, retóricos y
estilísticos que le son propios. Dicho en otras palabras, la
conversación presenta un qué se dice, acompañado de un
cómo está dicho que la distingue de otras formas de
interacción oral (por ejemplo, la negociación, la discusión
o el debate). Sobre todo en el cómo, hay un alto
componente estético con significativas derivaciones éticas
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El arte de conversar
(por ejemplo, cuando se es cordial con el otro o cuando se
pone en práctica el hábito de la cortesía). Esa pluralidad de
rasgos en cada uno de los tres órdenes mencionados se
pueden desgranar o percibir a través del estudio de las
distintas dimensiones desde las que puede estudiarse la
conversación tomada como objeto.
Empecemos por decir que toda conversación ofrece
o presenta un texto. En el texto de la conversación, en lo
que dice cada uno de los que hablan, no sólo se expresa
un contenido, sino que también se ponen de manifiesto
las formas en que esos contenidos son dichos y las maneras
que tiene cada uno de los interlocutores de decir las cosas.
Pero además de presentar un texto, la conversación
exige un contexto que presente o que esté provisto de
requisitos bien precisos. Sólo a título ilustrativo
mencionaremos algunos de los principales requisitos que
exige el contexto de una conversación: un lugar apropiado,
un tiempo laxo y distendido, un tipo de relación específica
entre los interlocutores, un estado de disponibilidad de
todos los que participan en la conversación y ausencia de
objetivos, metas o finalidades que vayan más allá del mismo
deseo de conversar.
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Apuntes filosóficos para una estética del habla
Si volvemos la mirada hacia atrás veremos que el
lugar propicio para cultivar el arte de la conversación fue
el salón y el “ir de visitas”. El momento era el de la tertulia
o la sobremesa El vértigo de nuestra época hizo que esos
momentos y esos espacios se fueran perdiendo como
ocasiones para reunirse y conversar. Si nos fijamos en el
vínculo existente entre los conversadores advertiremos que
el más adecuado es el de la amistad. Aún cuando se iba (o
se va) de visitas a lo de un pariente, no se va a lo de
cualquier familiar, sino a la casa de aquellos con los que se
tiene más empatía o afinidad.
¿Y cuál puede ser el pretexto de la conversación?
Podríamos decir rápidamente, “tener ganas de conversar”.
En efecto, entre el lugar (que se trata de hacerlo acogedor
y receptivo), el tiempo disponible (que debe ser sin
urgencias) y la relación afín entre quienes conversan (en la
que debe predominar la amistad) nos damos cuenta que la
única meta de la conversación es construir un momento
agradable para todos los participantes. Esa es su única
finalidad; ahí radica su estética: en hacer del lugar, del
tiempo y de la relación, algo placentero.

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El arte de conversar
En cuanto a los participantes en la conversación, es
decir los conversadores, deben cumplir con dos requisitos.
Por un lado, evidenciar la posesión de determinados
atributos. Entre los más importantes sobresalen el ingenio
para que lo que dicen resulte agradable, sorprendente o
novedoso; el tacto, tanto para medir la profundidad de lo
que dicen como para saber detenerse allí donde lo dicho
puede resultar hiriente, imprudente o fuera de lugar; la
ubicuidad para reconocer la conformación de cada grupo
de conversadores y adaptarse a ellos y para alternar entre
la seriedad y la ligereza que deben impregnar la
conversación; el buen humor para introducir, en los
momentos adecuados, dosis de amenidad y diversión y la
inteligencia (sobre todo práctica) para hacer atractivo e
interesante los contenidos.
Por otro lado, el conversador que posee esas
cualidades se deja guiar por las reglas que gobiernan el
uso de ellas. Esas normas regulan aspectos tanto de forma
como de contenido. En cuanto a las formas, por ejemplo,
una regla es la mesura que prescribe “hasta que punto
puede sostenerse con insistencia una opinión y cuándo
debe cambiarse de tema”2 o hasta dónde se puede llegar
10
Apuntes filosóficos para una estética del habla
con las bromas para que el buen humor no se convierta en
agresión, grosería u ordinariez. Respecto del contenido, la
pauta indica lo que cada participante puede decir, o lo que
conviene que omita dadas las circunstancias.
En resumen, entre los requisitos que hacen posible
una verdadera conversación se destacan la elección de un
lugar propicio, la necesidad de contar con tiempo disponible
(el ocio), la amistad, la búsqueda de construir un momento
agradable y, sobre todo, contar con buenos conversadores.
En todo caso, el buen conversador no debe perder de vista
que aquello que gobierna la conversación es la búsqueda
del placer de hablar con los otros. Por eso, todas sus
cualidades deben estar regidas por ese principio, para que
la ausencia o algún exceso de ellas no perturbe el objetivo
estético.

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El arte de conversar
3. Dimensiones de la conversación

La conversación como objeto de estudio presenta


múltiples dimensiones desde las cuales puede ser abordada.
De esa multiplicidad nosotros hemos seleccionado para la
elaboración de este informe las que a nuestro juicio
sugieren mejores elementos para el análisis y la reflexión.
Esas dimensiones son: la dimensión histórica, la dimensión
social, la dimensión lingüística y la dimensión estética.

a. Dimensión histórica

Suele decirse que la conversación es un invento de


la nobleza francesa de los siglos XVI y XVII. Sin embargo,
las preocupaciones sobre este divertimento encuentra
antecedentes en la Italia renacentista y proyecciones en
Inglaterra en el siglo XVIII. Según Peter Burke (1996)3, la
preocupación por la manera de hablar en diversos tipos de
ocasiones, públicas y privadas, coincide con la época en
que aparece la imprenta. A partir del siglo XVI comienzan
a aparecer en Italia, y más tarde, entre los siglos XVII y XVIII,
en Francia, y Gran Bretaña, manuales que tratan sobre la
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Apuntes filosóficos para una estética del habla
manera en que se deben cultivar los buenos modales. En
ellos se trataban cuestiones tales como la buena conducta,
buenas maneras, cortesía, urbanidad o civilidad. También
se interesaban por la interacción del modo de comunicación
oral y del modo de comunicación escrita. Entre los tópicos
que se destacaban en esos manuales corresponde
mencionar la cortesía, el lugar de las bromas, la jactancia,
el cambio de registro, la acomodación (la sensibilidad a la
situación), navegar entre la afabilidad y la gravedad, entre
la necesidad de divertir y la igual necesidad de no ofender,
adaptarse a los contertulios presentes, comportarse de
manera diferente según las personas, usar eufemismos para
disminuir el riesgo de las disputas, etc. Los ingleses pusieron
el acento en la esfera de las ceremonias y el cumplido y
también hubo controversias entre la necesidad de ser
formal o más informal en la conversación. En cuanto a las
ocasiones en que parecen pensar los autores de los tratados
eran situaciones semiformales, entre la intimidad de la
familia y el escenario público. Entre esas ocasiones
sobresalen los banquetes y las reuniones semipúblicas como
las veladas entre amigos, reuniones académicas, y
encuentros en salones y clubes.
13
El arte de conversar
A partir de fines del siglo XVI se fundó en Francia
una serie de academias o círculos literarios, siguiendo el
modelo italiano y también interesadas en el lenguaje
correcto. El siglo XVII fue la edad de oro de los salones en
París. Como los franceses en ese momento no tenían ni un
sistema representativo ni un espacio institucional donde la
sociedad civil pudiese manifestar sus opiniones, la
conversación en esos lugares se convirtió en el mejor
recurso de la sociedad civil para desplegar el debate
intelectual y político. Durante ese período se destacó en
Francia la presencia y la influencia de las mujeres en las
pautas que guiaban la conversación. En ese contexto la
conversación se practicaba como un entretenimiento, como
un juego que disponía de reglas que garantizaban “la
armonía en un plano de perfecta igualdad” y cuya única
finalidad era distraer a sus participantes y brindarles placer.
Sus temas procedían de la curiosidad mundana, pero
también de la literatura, la historia, la filosofía, la ciencia o
de la evaluación de las ideas. Según Benedetta Craveri,
esa amplitud temática era regulada por normas de claridad,
de mesura, de elegancia y de respeto por el amor propio
ajeno. El talento para escuchar era más apreciado que el
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Apuntes filosóficos para una estética del habla
talento para hablar, y una exquisita cortesía frenaba la
vehemencia e impedía el enfrentamiento verbal. El avance
de la ilustración y el gusto por la novedad no alejaron a los
franceses de la observación y el respeto por la formalidad,
los buenos modales y el regodeo estético que debía imperar
en toda conversación.4
En el siglo XVIII se acentuó la informalidad en
Inglaterra y la conversación como arte empezó a practicarse
en nuevas instituciones sociales como el café, la asamblea
y el club. Los ingleses del siglo XVIII pugnaron por un estilo
de conversación más libre y desenvuelto que el que
cultivaron los franceses del siglo XVII. Según Burke, mientras
que en Francia la conversación olía a corte, en Inglaterra
olía a campiña. Esta diferencia obedecía, en general a una
reacción contra la formalidad que alcanzaba también a otros
campos de la vida social. Según Burke el primer café
londinense data de 1651 y los recintos de asambleas
públicas se difundieron en las ciudades del interior de
Inglaterra alrededor de 1700. Allí la lectura de los periódicos
alternaba con discusiones o con conversaciones inconexas.
Esos eran lugares en los que la conversación se fue
constituyendo en práctica frecuente. Los clubes ofrecían a
15
El arte de conversar
los hombres una forma cada vez más importante de
sociabilidad. El mismo autor especula acerca de los posibles
efectos que tuvieron los clubes en el arte de la conversación
y se pregunta si influyeron en el reemplazo del modelo
francés más femenino de buena conversación por un
modelo más masculino.
Para Habermas los salones en Francia y los cafés en
Inglaterra se constituyen en los lugares de encuentro de la
aristocracia con la intelectualidad. De ese encuentro surgió,
se potenció y tomó forma la idea de lo público, dando lugar
a los orígenes de lo que hoy se conoce como opinión
pública. Con diferencia de matices, imperaban en esos
lugares un clima de raciocinio y de respeto por la
orientación temática brindando una tendencia hacia la
conversación entre personas privadas.5
Sobre todo en Francia, la práctica de la conversación
también tuvo sus detractores. Ya Pascal señalaba que, según
fueran buenas o malas, las conversaciones podían formar
el intelecto y el sentimiento o los podían destruir. Para
Rousseau, detrás del brillo, la elegancia, el chiste y la
seducción que se exhibían en la conversación se escondían

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Apuntes filosóficos para una estética del habla
la vanidad, la impostura y el conjunto de males que
constituían el origen de la corrupción humana, propia del
proceso de civilización de la vida social. Otra crítica es la
de quienes sostienen que al ser pura ilusión se termina por
no conocer a nadie e incluso no saber quién es uno mismo.
Como antídoto, estos autores recomendaban la búsqueda
de la soledad.

b. Dimensión social

En el análisis de la conversación es posible identificar


algunos factores en los que la incidencia de lo social
permite explicarnos la relevancia que esta práctica tiene
en el desarrollo de la sociabilidad de las personas y,
consecuentemente, el valor que esa incidencia adquiere
en la ubicación de los sujetos dentro de la estructura social.
Algunos de esos factores son la competencia lingüística, la
construcción social de los discursos, el hábitus lingüístico,
el uso de la lengua legítima y la apropiación del estilo.
La capacidad de hablar en tanto que capacidad
biológica es un patrimonio de todos los seres humanos.
Pero una cosa es la posibilidad biológica de poder hablar y
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El arte de conversar
otra cosa es la capacidad social de poder hacerlo. Para
hablar es necesario contar con alguna competencia
lingüística. La competencia se adquiere por la práctica y
como hablar es un hecho eminentemente social, la
competencia lingüística es una competencia social. El
hablante competente, además de dominar el uso práctico
de la lengua debe dominar las situaciones en las que ese
uso es socialmente aceptable . Por otra parte, y
contrariamente a lo que se cree, la mayor o menor
competencia lingüística es una capacidad social que suele
venir acompañada de una capacidad técnica, y no al revés.6
Dicho de otra forma, esa competencia social depende del
patrimonio social y cultural del hablante. Por lo tanto hay
un uso de la lengua que, antes de mostrarse comunicativo,
es social.
Los productos derivados del uso de nuestras
competencias lingüísticas adquieren la forma de discursos.
La forma y el contenido de los discursos dependen de la
relación entre un hábitus y un determinado espacio social.
Por un lado, los discursos son siempre (o intentan ser)
adecuados al espacio social dentro del cual tienen cabida.
Ahora bien, como cualquier espacio, los espacios sociales
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Apuntes filosóficos para una estética del habla
están demarcados por límites que separan a unos de otros.
En el caso del uso del lenguaje los límites del espacio social
son las sanciones o los señalamientos que indican la
“corrección” y la “formalización” necesaria para
comportarse y hablar “como es debido” dentro de ese
espacio7.
Pero, además del espacio social, también el hábitus
juega un papel decisivo en la producción de los discursos.
Para Bourdieu el hábitus es lo que hay de social en nosotros
y que se expresa en cada una de las cosas que hacemos,
funcionando como una guía práctica para la acción social.
De acuerdo con esta idea, el hábitus está formado por
esquemas de percepción y esquemas de evaluación
adquiridos en los procesos educativos de los cuales ha
formado parte el sujeto (principalmente dentro de la familia
y en la escuela). En el caso que estamos analizando, es una
guía que nos indica cuál es, para cada uno de nosotros, la
manera correcta de hablar en el espacio social en el que
nos desenvolvemos. Por lo tanto, lo que se expresa a través
del hábitus lingüístico es la posición que se ocupa en la
estructura social.8

19
El arte de conversar
Dicho esto, advertimos que el análisis de la
dimensión social de la conversación nos permite observar
que el uso de la lengua se organiza en sistemas de
diferencias que reproducen en el orden simbólico el sistema
de las diferencias sociales. Por eso, hablar es expresar y
poner de manifiesto en los discursos, las distinciones
sociales. En los usos de la lengua, como en los estilos de
vida, sólo hay definición relacional. Esto significa que las
diferencias se reconocen por oposición. En el caso del habla
como hecho social, la excelencia (o la decadencia)
lingüística se expresa, según Bourdieu, en estas oposiciones:
“distinguido”-”vulgar”; “raro”-”común”; “riguroso” (o
“noble”)- “descuidado” o “libre”.
La conversación entendida como un género “alto”
es una forma de interacción lingüística que, tal como la
venimos considerando, exhibe lo que Bourdieu denomina
un uso práctico de la lengua legítima. La lengua legítima
es una lengua semiartificial que se construye sobre la base
de un trabajo permanente de corrección de las formas
realizado, sobre todo, por las instituciones especialmente
preparadas para este fin y que introduce en el dominio de
ese “artificio” a los locutores singulares.9 En este sentido,
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Apuntes filosóficos para una estética del habla
la lengua legítima viene dotada de un estilo que es provisto
a quienes la usan en sus prácticas habituales.
Cuando hablamos no hacemos circular “la lengua”
entendida como una capacidad técnica y neutra sino que
lo que circula son discursos estilísticamente diferenciados.10
Si conversar supone una manera de hablar, entonces esa
manera le exige al conversador apropiarse de uno u otro
de los estilos expresivos ya constituidos por el uso y
objetivamente caracterizados por su posición en una
jerarquía de estilos que expresa la jerarquía de los
correspondientes grupos sociales que los utilizan. Ya hemos
dicho que conversar no es simplemente “hablar” y que la
conversación exige el dominio de ciertos recursos y el
conocimiento de ciertas restricciones que la ubican en un
lugar diferente del resto de los tipos de intercambio
lingüístico. El estilo, por lo tanto, sólo existe en relación a
agentes dotados de esquemas de percepción y de
apreciación que permiten constituirlo como conjunto de
diferencias sistemáticas que se aprehenden con el uso y se
aprenden en los lugares en los que se la frecuenta. Estos
estilos dejan su huella en quienes se los apropian y la

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El arte de conversar
estilística espontánea expresa clases sociales a través de
las clases de índices estilísticos.11
Para resumir: la conversación como práctica social
exige el respeto y el cultivo de un estilo emparentado con
el uso de la lengua legítima, lo cual implica el respeto por
determinadas reglas y formas que regulan su desarrollo, la
ubican dentro del espacio de lo distinguido y la separan
de otras prácticas vulgares u ordinarias. En este sentido, la
práctica social de la conversación es un aporte o una
contribución a la estilización de la vida entendida como la
formalización de prácticas que privilegian en todos los
ámbitos y en todos los espacios sociales, la manera, el estilo,
y la forma en detrimento de la función12. Lo importante
dentro de esta relación entre conversación y sociedad es
que nuestras formas de conversar indican nuestra posición
en la estructura social. Dime cómo conversas y te diré a
que sector social perteneces.

c. Dimensión lingüística

Desde el punto de vista lingüístico la conversación


es una forma especial de interacción cuyo producto es una
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Apuntes filosóficos para una estética del habla
unidad textual que se forma con una serie ordenada de
enunciados. Según van Dijk, la conversación puede
estudiarse desde un punto de vista global (o
macroestructura) y desde una perspectiva microestructural.
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La macroestructura de la conversación está


compuesta por lo que podríamos denominar “grandes
bloques” que se presentan regularmente cada vez que tiene
lugar una conversación. Los grandes bloques que
componen la conversación y que se identifican con mayor
frecuencia son: a. apertura (en general los componentes
de este bloque son el saludo, y los factores que inciden en
el tipo de apertura: grado de formalidad, mayor o menor
intimidad, tiempo transcurrido entre un encuentro y otro,
etc.); b. orientación (preparación del tema o los temas de
conversación); c. objeto de la conversación (es el contenido
de la conversación, que incluye lo que efectivamente se
dice y la función o el para qué se dice); d. conclusión
(apunta a la terminación del tema) y e. terminación (se
refiere a la finalización de la conversación).
Por otro lado, la estructura global de la conversación
exhibe distintos tipos de funciones: funciones psicológicas
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El arte de conversar
(manifestación de anhelos, deseos, sentimientos, planes,
etc.), funciones sociales (exposición de roles, jerarquías,
estatus, de los hablantes, etc.), funciones sociopsicológicas
(extensión y distribución de conocimientos sociales
intuitivos, rumores, opiniones, posturas, estereotipos,
prejuicios, etc.) y funciones pragmáticas (la principal de
estas funciones está relacionada con el principio de
cooperación. Las personas, cuando hablan entre ellas,
buscan ser eficaces en sus comunicaciones: si uno habla,
quiere que el otro lo atienda, que lo entienda, que no lo
interrumpa, etc. Además, la cooperación no es o no debe
ser solamente de la persona que habla sino también debe
estar presente en el que interpreta la emisión: cooperan
mutuamente, tanto el que dice como el que recepciona.
Aún cuando en las conversaciones están presentes el uso
de ironías, de metáforas o de usos retóricos en general,
esto no significa que los participantes están buscando la
producción de ciertos efectos que los alejan de la
cooperación. Más bien, si el efecto se produce, quiere decir
que el principio de cooperación sigue funcionando.
Con el análisis de la microestructura de la
conversación se pretende dar cuenta de la coherencia lineal
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Apuntes filosóficos para una estética del habla
de este tipo de intercambio lingüístico, a través del análisis
de los enunciados individuales y sus relaciones. Incluye
aspectos tales como las propiedades paratextuales de la
conversación (gestos, miradas, mímicas, distancias,
cercanías (tocar al otro, abrazarlo, etc.), los factores
cognitivos (la capacidad de comprensión de los enunciados
proferidos por los demás, las suposiciones, implicaturas
conversacionales, etc.), los factores sociales de la
interacción (el rol de cada participante, el status, las
jerarquías, etc.) y las estrategias de los hablantes (estas
estrategias suponen el conocimiento de las características
de los interlocutores, para poder anticipar o prevenir
posibles reacciones o futuras intervenciones de los otros
en la conversasción).
Otro aspecto sustantivo de la conversación, es el
que está relacionado con los turnos para hablar. Según van
Dijk, el concepto de turno o la secuencia de turnos es una
categoría estructural-funcional que implica que las
unidades de conversación están marcadas para diferentes
hablantes, lo cual supone la noción de cambio de turno.
Las marcas que identifican el comienzo o el final de
un turno en la conversación pueden adquirir la forma de
25
El arte de conversar
reglas sintácticas, reglas morfológicas, reglas semánticas y
reglas pragmáticas. Estas reglas determinan lo que podría
denominarse una gramática de la conversación compuesta
por un conjunto de formas entre las que se destacan:
a. La organización lineal. En general habla uno por vez y
de manera alternada.
b. La limitación temporal (aún cuando los turnos no tienen
una extensión establecida, si son demasiado largos pueden
interrumpirse o sancionarse). La interrupción viene indicada
por unidades sintácticas y semánticas o marcadas por rasgos
de entonación. Por ejemplo, un turno puede interrumpirse
mediante el comienzo de otro enunciado por parte de otro
hablante, a través de la realización de un gesto (levantar la
mano) o pronunciando alguna expresión específica (si; de
acuerdo, pero; escuchá...; etc.).
c. La cesión del turno. los turnos se ceden a otros hablantes.
Dos maneras frecuentes de hacer esta cesión es mediante
la formulación de una pregunta o indicando la finalización
de la propia secuencia. En general para ceder un turno en
la conversación se acude al uso de “pares lingüísticos” del
tipo pregunta/respuesta, saludo/devolución, felicitación/
agradecimiento, oferta/rechazo-aceptación, etc.
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Apuntes filosóficos para una estética del habla
d. La Triple coherencia. Los turnos deben cumplir con
exigencias de una triple coherencia: estilística (hablar de
la misma manera), semántica (hablar del mismo tema, o, si
se cambia de tema, evidenciar alguna relación con el tema
anterior mediante el uso de recursos tales como “a
propósito...” o “justamente”) y pragmática (mantener el
objeto o la finalidad de la conversación).

d. Dimensión estética.

Como quedó dicho, la cultura de la conversación


se plasmó en un conjunto de manuales producidos en
Europa, sobre todo en Francia, en las postrimerías del
antiguo régimen. De esos escritos y de las recomendaciones
que allí abundan pueden extraerse los principales rasgos
que contribuyeron a configurar una estética de la
conversación y que aún hoy pueden resultar adecuados
para reflotar la existencia de este arte y devolverle su
estatuto en la necesidad de reconstituir los lazos sociales a
partir del cultivo de una nueva “sociabilidad”.
Para esto, lo primero que hay que advertir es que se
puede intentar una educación para el mundo a través del
27
El arte de conversar
cuidado de las formas estimulando las aptitudes y
capacidades de las personas con vistas a “pulir” sus hábitos
en las prácticas de interacción. Desde este punto de vista,
entonces, la conversación adquiere la función de un
instrumento puesto al servicio de la obtención de un doble
objetivo: Por una parte, un objetivo estético: procurar
placer y diversión a través del uso de la palabra concebida
como un instrumento musical del que se pueden obtener
composiciones bellas y armoniosas. Por otra parte un
objetivo ético: mejorar la interacción, mejorando o
haciendo sentir bien recíprocamente, a cada uno de los
participantes. En este sentido y tal como fue concebida la
conversación en las cortes y los salones del antiguo régimen
es posible todavía extraer de aquellas prácticas numerosas
“formas de actuar” que pueden resultar aplicables para
hacer más atractivos los encuentros interpersonales y,
todavía más, para utilizarlos como recursos pedagógicos
en la tarea de enseñar y estimular el uso de este arte.
Para esto Craveri nos recuerda que ya en Francia, la
necesidad de conversar es común a todas las clases sociales
y que en 1634 Guez de Balzac, un escritor de la época, le
asigna a la conversación un estatuto literario y la sitúa en
28
Apuntes filosóficos para una estética del habla
el gran ámbito de la retórica antigua.14 Dentro de ese
marco, dominar el arte de la conversación supone no sólo
capacidad para improvisar sino también disponer de un
conjunto de saberes (contenidos) y competencias (formas).
Pero ¿conocer qué?, ¿sólo temas y contenidos? Más
que eso. Como de lo que se trata es de resultar agradable,
hace falta, entre otras cosas, “intuir la personalidad de aquel
con quien uno desea departir, lo que implica, de algún
modo, disponer de alguna ciencia psicológica”, para que
cada cual reciba lo que espera encontrar cuando conversa.
De este modo, el buen conversador es capaz de dejar brillar
a los otros, gratificando el amor propio de las personas con
las que habla. Además el conversador avezado despliega
su talento animando a los otros a conversar. En ningún caso
está ávido por disponer del monopolio de la palabra.
Este saber “psicológico” se complementa con la
exhibición de otras capacidades tales como la prudencia,
el tacto y el recato. En el ámbito de la conversación estos
tres ingredientes operan como virtudes que le agregan a la
estética de este arte un condimento ético que no deja de
tener en cuenta al otro en sus cualidades y en sus
posibilidades. Como dice Craveri, se trata de edulcorar la
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El arte de conversar
realidad acudiendo a la mentira a través de la seducción,
la cortesía y la galantería. Con la conversación o en la
conversación se puede (y se debe) hacer sentir bien al otro.15
El uso de las bromas y el buen humor también tienen
un doble valor ético y estilístico. En la conversación se
puede bromear sin que la broma llegue a herir o mortificar
a los interlocutores. Cuando esto sucede, la armonía del
grupo que conversa se resquebraja y sobreviene el conflicto
y la tensión. Ser ingenioso (tener esprit) es otra condición
que va de la mano con la condición ociosa de la
conversación, lo cual supone un alejamiento de la
afectación tanto como del deseo de aparentar ser culto o
de tener intenciones de persuadir al otro. Se considera mejor
el ingenio que el uso de citas, proverbios o ejemplos.
También el silencio juega un papel importante. Se
trata del silencio cargado de expresividad y significados.
Con el uso del silencio en una conversación, el buen
conversador puede cumplir varias funciones: puede
aprobar, pero también puede condenar; puede ser burlón,
pero también puede ser respetuoso. La técnica de la
supresión y de las pausas forma parte de la enseñanza
retórica. En otro sentido, “un arte de callar que consiste
30
Apuntes filosóficos para una estética del habla
en hacer hablar al silencio”, sirve para dar muestras del
placer que sentimos con la conversación del otro.
Como último (pero no menos significativo) recurso
retórico en la configuración estética de la conversación
juega un papel importante la elocuencia del cuerpo. En
algunas ocasiones, y como conviene recordar, el uso de la
mirada, los gestos y la expresión del rostro, dicen más que
las palabras. Del mismo modo, el tono, la modulación y el
volumen de la voz contribuyen a modelar, en un sentido o
en otro, la estética de la conversación.
Si estos son los recursos y dispositivos retóricos y
estilísticos que hacen a la buena conversación, también es
necesario saber cuáles deben ser los componentes
temáticos de este arte. Aunque no hay ningún tema que
no pueda ser tratado dentro de una conversación, el
anfitrión valora las aptitudes de sus invitados y los incita a
hablar de lo que más les gusta. Por eso, en general, los
temas más convenientes resultan ser los asuntos cotidianos
y las cuestiones galantes. En este contexto una cuestión
galante puede ser cualquier excusa para adular al otro
siempre y cuando la adulación no conlleve ninguna
finalidad oculta para obtener un beneficio ulterior. El
31
El arte de conversar
objetivo es que el otro se sienta genuinamente bien con el
elogio y la galantería. Allí termina o debe terminar la retórica
de la adulación. En cuanto a los grandes temas, aunque no
deben excluirse, tampoco son indispensables para que una
buena conversación cumpla con sus objetivos. Para decirlo
con palabras de Craveri: “el gran secreto reside en hablar
noblemente de las cosas bajas, más bien sencillamente de
las cosas elevadas y muy galantemente de las cosas
galantes, sin excesos de fervor y sin afectación.”
Un buen resumen del aporte estético que hace la
conversación al cultivo de la sociabilidad está contenido
en esta cita que Craveri reproduce del manual de Madame
de Staël: “ La clase de bienestar que ofrece una
conversación animada no consiste precisamente en el
argumento sobre el que se habla, ni las ideas, ni los
conocimientos que se pueden desplegar constituyen el
principio de interés, sino cierto modo de actuar uno sobre
otros, de agradarse recíprocamente y con celeridad, de
hablar en el acto mismo de pensar, de gozar al instante
uno mismo, de ser aplaudidos sin esfuerzo, de exhibir el
ingenio con todos sus matices por medio del acento, los
gestos, la mirada. De producir, en suma por tu propia
32
Apuntes filosóficos para una estética del habla
voluntad, una especie de electricidad que irradia y alivia a
unos por el mismo exceso de su vivacidad, despertando a
otros de una penosa apatía” 16

33
El arte de conversar
4. El alcance pedagógico de la conversación. La
conversación como recurso para favorecer la sociabilidad.

Socializar es una cosa, sociabilizar es otra. Se puede


socializar de diversas maneras. La socialización puede ser
violenta o apacible, rústica o delicada, por confrontación
o por acercamiento, etc.. Pero hay una sola forma de
sociabilizar. Para Simmel “la sociabilidad es la forma lúdica
de la socialización” y se caracteriza por las cualidades que,
quien la practica, pone en juego en cada encuentro con el
otro: cultura, amabilidad, cordialidad, cortesía, “buenos
modales”, etc. 17
Se comprende, entonces, que la
conversación pueda constituirse en un vehículo
inmejorable para sociabilizar a las personas desde los años
de la adolescencia.
Pero el asunto es saber cómo y dónde se adquieren
esas formas y esas competencias. Aunque todos los espacios
en los que circula ese “saber hacer y saber comportarse”
son sociales, podemos pensar que quienes lo reciben dentro
del ámbito familiar se impregnan de esas costumbres casi
naturalmente, porque así viven y conviven todos los días.
Los jóvenes más favorecidos heredan saberes y un saber-
34
Apuntes filosóficos para una estética del habla
hacer, gustos y un “buen gusto” cuya rentabilidad
académica y social, aun siendo indirecta, sigue siendo
evidente.18
Más difícil es para aquellos cuya vida cotidiana no
está precisamente inmersa en ambientes en los que el
cultivo de la sociabilidad es una práctica habitual. Para los
individuos provenientes de sectores más desfavorecidos,
la educación sigue siendo el único camino de acceso a la
cultura y esto en todos los niveles de enseñanza. En estos
casos enseñar a conversar en la escuela podría convertirse
en uno de los tantos buenos caminos para democratizar la
cultura haciendo llegar al mayor número no sólo
conocimientos, sino también hábitos que de otro modo
quedan reservados como patrimonio exclusivo de las clases
altas. Dicho de otra forma, sólo la escuela puede hacer algo
por disminuir las desigualdades iniciales ante la cultura,
siempre y cuando no caiga en las trampas que le tienden
los que le reprochan que el trabajo académico es demasiado
académico y los que desvalorizan la cultura escolar
favoreciendo a los que por sus condiciones aventajadas
heredaron el buen gusto, la “gracia”.19

35
El arte de conversar
¿Será posible entonces que la escuela pueda
distribuir las reglas de la sociabilidad?20 Si acordamos con
la idea según la cual la competencia lingüística es uno de
los componentes del capital cultural y éste es el resultado
del nivel de instrucción alcanzado y de la trayectoria social
recorrida, entonces, de acuerdo con Bourdieu y a los efectos
de lograr educar en y para la sociabilidad, uno de los
objetivos pedagógicos debe ser que los jóvenes incorporen
a sus hábitos, en situaciones de interacción, reglas cultas
provenientes de la práctica de los profesionales de la
expresión escrita mediante una labor de explicación y
codificación. En este caso, que la escuela se proponga
enseñar (tanto teórica como prácticamente) las reglas de
la conversación puede resultar una buena forma de educar
para la sociabilidad.
Sin embargo, ese recorrido puede presentar algunos
obstáculos. En primer lugar, ya hemos dicho que la aptitud
para el diálogo o para la conversación requiere un cultivo
específico y una adecuada disciplina, que en el estado
actual de la cultura escolar puede que no resulte del todo
fácil instrumentar. En segundo lugar, como señala Bollnow,
“una conversación en su sentido estricto y elaboradamente
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Apuntes filosóficos para una estética del habla
definido está fuera de lugar en la enseñanza. Pues a ésta le
falta la situación distendida del ocio que es conditio sine
qua non para que pueda desarrollarse una conversación
auténtica y, a la inversa, la enseñanza perdería su seriedad
si entrara en la disolución de una mera conversación....Ni
siquiera tenemos en cuenta el hecho de que la enseñanza
no dispone del tiempo imprevisible que requiere el
despliegue de una conversación despreocupada.” 21
¿Se puede enseñar a conversar? Sí, si asumimos
estas dificultades y si aceptamos que enseñar a conversar
requiere una guía, una dirección y que entonces, desde el
lugar de la escuela, sólo se puede aspirar a lograr una
conversación conducida, orientada por la observación de
determinado rumbo, contando con la presencia
disciplinadora del docente.
Tal vez no sea mucho, pero para los tiempos que
corren intentar hacer ingresar a los jóvenes en la senda de
la sociabilidad puede resultar un aporte significativo a la
lucha por disminuir las desigualdades culturales y los altos
niveles de agresión y vulgaridad que hoy por hoy se
aprecian en las maneras de estar unos con otros. Como
dice Craveri:
37
El arte de conversar
“Este ideal de conversación, que sabe conjugar la ligereza
con la profundidad, la elegancia con el placer, la búsqueda
de la verdad con la tolerancia y con el respeto de la opinión
ajena, no ha dejado de atraernos nunca; y cuanto más nos
aleja de la realidad, más sentimos su falta. Ha dejado de
ser el ideal de una sociedad, se ha convertido en un “lugar
de recuerdo”, y no hay rito propiciatorio que nos lo pueda
devolver en condiciones favorables; lleva una vida
clandestina y es prerrogativa de muy pocos. Aun así, no es
imposible que un día vuelva a darnos la felicidad.” 22

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Apuntes filosóficos para una estética del habla
Notas
1
Bollnow, Otto Friedrich, (1974). página 65
2
Bollnow, O. (1974), pág. 67
3
Burke, Peter (1996), pág. 123
4
Craveri, Benedetta (2004), pág. 15
5
Habermas, Jürgen (1997) Cfr. Pág. 69 a 73
6
Bourdieu, P.(1985).
Pág. 43
7
idem. Pág. 53
8
idem.
Pág. 57
9
idem. Pág. 34-35
10
idem. Pag. 12-13
11
Bourdieu idem. Pág. 28
12
idem. Pág. 59
13
van Dijk, Teun A (1983): pág. 257
14
Craveri, B: op. cit pág. 406
15
Cfr. Craveri, B. idem., pág 414
16
Madame de Staël en De l´Allemagne.. Citado por
Craveri, B (2004), pág. 439
17
Simmel, Georg (2003)
18
Cfr. Bourdieu, Pierre y Passeron, Jean Claude (2004)
19
idem.
20
Cfr. idem. Pág. 36
21
Bollnow, Otto F. Op cit. pág 85
22
Craveri, Benedetta: op. cit. pág. 18

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El arte de conversar
Bibliografía consultada

Bollnow, Otto Friedrich (1974): Lenguaje y educación.


Buenos Aires, Editorial Sur.
Bourdieu, Pierre(1985): ¿Qué significa hablar? Economía
de los intercambios lingüísticos. Madrid, Editorial Akal/
Universitaria.
— (2004)Los herederos. Los estudiantes y la cultura. Buenos
Aires, Editorial Siglo XXI. Burke, Meter (1996): Hablar y
callar. Funciones sociales del lenguaje a través de la historia.
Barcelona, Editorial Gedisa.
Craveri, Benedetta (2004): La cultura de la conversación.
Buenos Aires, Segunda edición en español. Fondo de
Cultura Económica.
Habermas, Jürgen (1997): Historia y crítica de la opinión
pública. La transformación estructural de la vida pública.
España. 5ta. Edición, Ediciones Gustavo Gilli.
Simmel, Georg (s/f): La sociabilidad. En: Cuestiones
fundamentales de sociología . Capítulo 3. Apunte
proporcionado por la cátedra del profesor Esteban Vernik
para el dictado de la asignatura Georg Simmel. La
cosificación de las sociedades modernas. Universidad de
Buenos Aires, Facultad de Ciencias Sociales, carrera de
Sociología. Buenos Aires, 2do. cuatrimestre de 2003.
Van Dijk, Teun A.( 1983): La ciencia del texto. Barcelona,
Editorial Paidós.

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