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Érase una vez, hace ya varios años, una ciudad de España en la que

vivía Sara, una niña que era feliz al salir del colegio, con la ilusión de
que sus padres le compraran un juguete nuevo cada viernes. Pero
aquel día no estaba feliz y lo más raro es que era viernes. Todos se
preguntaban que le pasaba, pero quienes más se extrañaron fueron
sus padres, que al llegar la niña ya escondían la sorpresa de aquella
semana.
-Hola cariño- dijo su madre.
-Hola mamá- respondió ella con un tono muy triste.
-¿Qué te pasa, cielo?
Sara tomo aire y empezó a contar a sus padres lo que había pasado
en el colegio.
-Hoy ha empezado el cole como siempre y durante la clase de
matemáticas no ha pasado nada en especial, pero después del
recreo, en educación para la ciudadanía nos han explicado que
muchos niños del mundo no tienen con que jugar y desde que son
muy pequeños están todo el día trabajando pudiendo ir muy pocas
horas al colegio y apenas algunos saben leer y escribir.
En el cole van a poner una especie de contenedores para echar ropa
y juguetes para estos niños.
Mañana cada niño llevará un juguete y lo que pueda, pero todos mis
juguetes están rotos y no tengo que dar.
- Por eso nosotros te hemos comprado esto.
-¿Para dárselo a los niños que lo necesitan?
-No, para ti- contestó su padre un poco confuso.
-Pero ellos lo necesitaran más y mis juguetes se podrán arreglar-
decía Sara mientras lo habría para ver lo que era.
- Ahora es tuyo puedes hacer lo que quieras con él.
- Vale-gritó Sara mientras cogía el muñeco y la muñeca que acababa
de recibir.
Esa tarde, aprovechando que no tenía deberes escribió la siguiente
carta:

Esta carta va dirigida al niño o a la niña que reciba mi juguete, no se


si sabrá leer, pero seguro que se la podrán leer, espero que se lo pase
muy bien y que sus amigos también

Sara. C/ Palacio real nº 23 Madrid

Cuando termino la metió en la caja del juguete y muy contenta de sí


misma lo envolvió con cuidado.
Esa noche Sara soñó con juguetes que hacían felices a los niños
mientras jugaban con ellos en una ludoteca con el nombre de su
colegio.
Al despertarse, fue más rápida que nunca en prepararse para ir al
colegio. Estaba muy contenta, pues iba a ayudar a aquellos niños y
niñas que necesitaban su ayuda.
Con mucha alegría se dirigió a su clase, pero antes de abrir la puerta
escuchó unas vocecitas que salían de su mochila. Con mucho cuidado
abrió su mochila y sacó la caja del muñeco y la muñeca que no sabían
que hacer, ya que Sara había descubierto su mayor secreto ¡tenían
vida! Sara se quedó de piedra, ahora parecía ella la muñeca.
Superado el susto, Sara entró en clase y la profesora empezó a
recoger las cosas para el Tercer Mundo. El muñeco y la muñeca no
sabían lo que pasaba pues estaban envueltos, pero sí sabían que
tenían compañía. La bolsa de juguetes fue llevada al almacén del
colegio.
Pasaron los días y Sara se preguntaba si los juguetes estaban ya en el
camión que los llevaría a su destino.
Un día por fin la profesora dijo:
- Los juguetes ya están de camino para hacer felices a muchos
niños.
- ¡Bieeeen!!!- gritaron todos los niños
En efecto, aquel camión cargado de ilusiones ya había partido y no
sólo estaban muy contentos los niños, también los juguetes estaban
que daban volteretas (si no fuera porque iban en cajas).
Pasaron unas semanas y el camión descargó en un barco y del barco
a otro camión. Pasado más o menos un mes, un montón de niños se
encontraron con un montón de juguetes. Todos los niños empezaron
a mirar entre los que estaban sin envolver, que eran la mayoría.
Pero un grupito de unos siete niños y niñas decidieron probar suerte
con los paquetes, entre los que estaba los muñecos de Sara. Este fue
elegido por una niña llamada Shalma, quien al abrirlo se puso muy
contenta y más al ver que había una carta. La pena era que aún no
sabía leer, así que fue corriendo a su casa, pero su madre no sabía
leer español.
Sólo tenía una oportunidad, fue a preguntar a un gran amigo suyo
que había viajado mucho. Este, por fin pudo leer la carta, mientras
Shalma escuchaba atentamente.
Pasaron los días y Shalma estaba tan contenta que, con ayuda de su
amigo, escribio una carta para Sara:

Hola Sara, tus muñecos son encantadores, me divierto mucho


con ellos. Te agradezco mucho lo que has hecho por mí.
Gracias.
Shalma
Sahara ÁFRICA

Rápidamente, la echó en el buzón.


Pasaron los meses y para la sorpresa de Shalma, Sara fue a visitarla
con un nuevo juguete y una buenísima noticia: iban a construir una
ludoteca en su pueblo.
Y así fue como gracias a un juguete Sara y Shalma fueron grandes
amigas para siempre.

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