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vivía Sara, una niña que era feliz al salir del colegio, con la ilusión de
que sus padres le compraran un juguete nuevo cada viernes. Pero
aquel día no estaba feliz y lo más raro es que era viernes. Todos se
preguntaban que le pasaba, pero quienes más se extrañaron fueron
sus padres, que al llegar la niña ya escondían la sorpresa de aquella
semana.
-Hola cariño- dijo su madre.
-Hola mamá- respondió ella con un tono muy triste.
-¿Qué te pasa, cielo?
Sara tomo aire y empezó a contar a sus padres lo que había pasado
en el colegio.
-Hoy ha empezado el cole como siempre y durante la clase de
matemáticas no ha pasado nada en especial, pero después del
recreo, en educación para la ciudadanía nos han explicado que
muchos niños del mundo no tienen con que jugar y desde que son
muy pequeños están todo el día trabajando pudiendo ir muy pocas
horas al colegio y apenas algunos saben leer y escribir.
En el cole van a poner una especie de contenedores para echar ropa
y juguetes para estos niños.
Mañana cada niño llevará un juguete y lo que pueda, pero todos mis
juguetes están rotos y no tengo que dar.
- Por eso nosotros te hemos comprado esto.
-¿Para dárselo a los niños que lo necesitan?
-No, para ti- contestó su padre un poco confuso.
-Pero ellos lo necesitaran más y mis juguetes se podrán arreglar-
decía Sara mientras lo habría para ver lo que era.
- Ahora es tuyo puedes hacer lo que quieras con él.
- Vale-gritó Sara mientras cogía el muñeco y la muñeca que acababa
de recibir.
Esa tarde, aprovechando que no tenía deberes escribió la siguiente
carta: