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“Romance final”

AUTORES: Florencia Cambas, Chiara Capobianco, Simón Suñer, Lucas


Sallago, Maximiliano Berra.
Una vez más me senté en ese familiar sofá, donde por tantos años había discutido
asesinatos, robos y misterios con mi acompañante, mi amigo, la persona que poseía una
inteligencia superior a la de cualquier criminal; ni el más astuto podía compararse con la
facilidad incomprensible que tenía Theodore Umbert Kyle Anthony (más conocido como
Tuka, ya que detestaba la formalidad de su interminable nombre) para desenmascarar a
los culpables. El oscuro color de sus rizos negros contrastaba con sus claros ojos verdes
casi tanto como su profesión y su notable fama contrastaban con su corta edad. Tuka
tenía apenas veintiséis años, hacía cinco años que ejercía la profesión de detective
privado, y desde el comienzo mismo de su oficio yo lo acompañaba.

Discutíamos sobre nuestro último caso cuando un suave –toc toc- interrumpió nuestra
charla y nuestro café. Theodore, el dueño de casa, se apresuró hacia la puerta, y al abrirla
vimos a una mujer de unos treinta años, regordeta, de baja estatura, cabello castaño y
corto, unas grandes gafas negras y muy bella ropa.

_ ¿Es usted el detective Theodore Umbert Kyle Anthony? _ preguntó con una
decidida voz grave.

_ Si, aunque preferiría que me llamara Tuka. Si necesita de mis servicios como
detective por favor pase y tome asiento_ añadió señalando con elegancia el sofá a mi
lado.

La visitante se sentó pesadamente, me miró, y luego observó al detective fijamente.

_Oh, ella es mi asistente, la señorita Annie Clicket_ nos presentó Tuka en respuesta a
la inquisitiva mirada de la mujer_ Es de extrema confianza, y ha sido mi compañera por
más de cinco años. Todo lo que desee decirme puede hacerlo delante de ella. _ Saludé a
la mujer con una inclinación de cabeza y ella se tranquilizó.
_Ahora_ comentó Theodore mientras se sentaba_ me gustaría saber por qué ha
viajado tanto para encontrarse conmigo.

_ ¿Cómo sabe usted que he viajado?_ la desconocida mujer se sorprendió ante la


inteligencia de mi compañero, aunque yo ya estaba muy acostumbrada.

_Pues, su vestido posee arrugas que muestran claramente que estuvo como mínimo
tres o cuatro horas seguidas viajando. Además, las personas que viajan siempre tienen un
aspecto particular, se los nota cansados e irritados.

La mujer asintió sin darle demasiada importancia y comenzó con su historia:

_ Ayer, aproximadamente a las tres de la madrugada encontraron el cadáver de


Michael Roses, mi jefe, en la oficina de su casa de campo, que está ubicada a las afueras
de la ciudad de Londres. Yo fui la que encontró su cuerpo, desplomado sobre su escritorio
y sin rastros de violencia aparente. Me contacté con la policía, que llegó
aproximadamente entre las ocho y las nueve de la mañana. Durante ese tiempo, el
cuerpo estuvo solo en el despacho.

_Al llegar, los policías observaron todo y se marcharon un par de horas después,
alegando que podría haberse tratado de un suicidio o un ataque al corazón. Al parecer, lo
único extraño que hallaron fueron cenizas en la parte exterior de la puerta del despacho,
lo cual es muy extraño: el sobrino de mi jefe, Milo Roses, que vivía en la casa de campo
es fumador, lo que podría explicar las cenizas a no ser por el hecho de que si estuvo
fumando en la casa debió ser por la mañana, ya que a la tarde no estuvo y tampoco a la
noche. Pero de haber fumado a la mañana, la mucama debió de haberlo limpiado…
Aunque, claro, puede haber sido una simple ineficiencia de la mucama sin importancia.
Además, Milo es un excelente muchacho.

_ Yo creo que ella fue la asesina, _continuó_ su novia y futura esposa, Isabella
Montgomery. Hasta la llegada de la policía estaba a punto de irse de viaje, ¿no les parece
sospechoso? ¿Para qué quería viajar con tanta urgencia? ¡Seguramente se hubiera
fugado si no la hubiera descubierto haciendo las valijas!

Tuka escribía a una velocidad increíble en el improvisado anotador, registrando cada


mínimo detalle. De pronto preguntó:

_ ¿Y cómo era su relación con el difunto, además de la obvia relación laboral?


A juzgar por la notable incomodidad de la mujer, era justo la pregunta que ella hubiera
deseado evitar.

_Pues… soy… fui su secretaria por muchos años y llegué a apreciarlo mucho. Es…
era una gran persona, una excelente persona, y sin dudas su novia no se merecía a tan
buen hombre. _ Se ruborizó.

_ ¿Y qué hay del sobrino? ¿Tenían una buena relación?_ preguntó Theodore sin dejar
de escribir.

_Si… a veces discutían, pero el señor Roses quería mucho a su sobrino. Milo era casi
un hijo para mi jefe, y éste estaba muy orgulloso de él, sobre todo por la beca que había
obtenido para estudiar medicina en uno de los lugares más prestigiosos de la ciudad. Y
aunque a Michael le disgustaba mucho que su sobrino fumara compulsivamente, y por
ello peleaban muchas veces, le pensaba dejar gran parte de su enorme herencia.

_ ¿Parte?

_Si, por supuesto. La otra mitad iba a ser para su novia, que en muy poco tiempo iba
a convertirse en su esposa. Pero, claro está, si el señor llegaba a tener hijos el sobrino iba
a tener una muy pequeña parte de la herencia.

Tuka asintió.

_ ¿Y cómo era la relación de la señorita Montgomery con el señor Roses? ¿Discutían


a menudo?_ preguntó.

_No, de hecho casi nunca discutían. Seguramente actuaba como la inocente novia
para que luego nadie sospechase de ella. Pero hace un par de noches discutieron en la
oficina. Sólo puede escuchar que ella decía algo de Milo, el sobrino, y el negaba todo.
Luego ella dio un fuerte portazo y subió a su habitación.

_ ¿Y quiénes estaban en la casa el día del crimen?

_ Milo Roses, el sobrino; Isabella Montgomery, la novia, y obviamente yo. La mucama


estuvo a la mañana, pero se fue antes del mediodía. Como ya he dicho, esa era la casa
de campo, no donde vivía diariamente el señor. Se había mudado allí con su mujer para
estar tranquilo un tiempo antes de la boda, o al menos eso decían. En fin, la mucama
nunca limpiaba demasiado esa casa, ya que se ocupaba sobre todo de la casa principal.
Yo me había mudado allí con ellos porque el señor Roses no podía desprenderse del
trabajo, y yo iba incluida en su paquete. Soy indispensable para el señor._ sonrió la mujer.
Tuka miró los apuntes asintiendo aquí y allá

_Entonces… el crimen fue ayer a la madrugada, o al menos a esa hora se encontró el


cadáver. La policía llegó entre las ocho y las nueve de la mañana, y se fue entre las…

_Entre las cuatro y las cinco de la tarde. Tuvieron que llevarse el cuerpo... y luego fue
el entierro hasta… tal vez hasta las diez de la noche, o un poco más. _ agregó la
secretaria.

_Correcto. Ahora son las diez y veinte de la mañana, ¿Por qué vino tan rápido a
verme?

_Cuando escuché la estúpida hipótesis del suicidio casi enloquezco. Así que luego del
entierro, tomé el primer coche que encontré y me dirigí directo hasta aquí. ¡Si usted
supiera lo lleno de vida que estaba la última vez que lo vi, después de la cena! Y luego fui
a ver por qué se demoraba tanto (generalmente no trabajaba hasta tan tarde, y tal vez
necesitaba ayuda), y estaba… no se movía… ¡estaba muerto! _ La mujer comenzó a
llorar desesperadamente. Traté de calmarla, pero eso sólo lo empeoraba, por lo que la
dejé que llorara y descargara su pena.

A los pocos minutos se tranquilizó y miró a Theodore con una expresión casi infantil
en su formidable rostro:

_Me ayudará, ¿verdad? Debe ayudarme a descubrir quién mató a mi… a Michael. Por
favor. Y no solo por mí: hay dos millones de libras que podrían caer en manos de un
asesino.

_ ¿¡Dos millones de libras!?_ Preguntamos a coro Theodore y yo. _Señora, este


asunto es de más importancia de lo que supuse_ continuó Tuka_ inmediatamente
después de almorzar partiremos para el lugar del crimen. Sólo debe indicarme la
dirección.

_Como guste._ la secretaria sonrió a pesar de las lágrimas, parecía feliz de que
aceptemos. _ La dirección es Ulian Street 2846_ se levantó, nos saludó a ambos con un
gesto de cabeza y se dirigió hacia la puerta_ Nos vemos en un par de horas… ¡Oh, por
cierto! Mi nombre es Merry, Merry Lacost. ¡Adiós!

Cuando el carruaje se perdió de vista, Tuka sonrió:

_Prepara las valijas Annie, ¡este va a ser un viaje muy emocionante!


La casa de campo de aspecto solitario y macabro contrastaba con el bellísimo paisaje.
No se divisaba ninguna otra edificación cercana, a excepción de una pequeña cabaña a
unos cientos de metros, casi invisible entre la maleza salvaje. Tanta paz y tranquilidad
reconfortaba, pero a la vez resultaba inquietante.

_Annie, debes estar atenta a cualquier mínimo indicio. Hay demasiado en juego como
para cometer una equivocación_ observó mi colega.

Asentí diligentemente y avanzamos hacia la gran entrada.

Theodore golpeó la puerta con fuerza y determinación, y luego de unos eternos


minutos ésta se abrió suavemente. Detrás de la puerta se asomó vacilantemente una
mujer joven, de unos veinte años. Su cabello dorado era una catarata de tirabuzones que
bajaban más allá de sus hombros, y lucía desarreglado y desprolijo. Su vestido estaba
salpicado de lo que parecían ser lágrimas, ya que sus ojos estaban casi tan rojos como
sus labios carmesí. Su cuerpo se sacudía violentamente a causa de los sollozos, tanto
que le costaba mantenerse en pié, o tal vez eso se debía a la extrema delgadez que lucía
su ajustado vestido.

_Buenos días señorita. Mi nombre es Theodore Umbert Kyle Anthony, pero puede
llamarme Tuka. La señorita Merry Lacost ha solicitado mis servicios de detective, y ella es
mi asistente, la señorita Annie. _ añadió señalándome.

_ Si, es…taba enterada. Pa… pa… pase_ consiguió balbucear entre las lágrimas. Nos
condujo hacia una espaciosa sala de estar donde nos acomodamos en los amplios
sillones, pero ella permaneció de pie, temblando y tratando de controlar su llanto.

_ Presumo que usted era la novia del difunto Michael Roses_ comenzó Tuka.

_ Así es, ¿la secretaria les ha hablado de mí? Por supuesto que lo hizo… ella cree
que soy la asesina. _ volvió a llorar.

_Sí, eso y su anillo de compromiso me aseguró que estaba en presencia de la


señorita Isabella Montgomery.

_ Sí, es verdad… Si me disculpa, ahora no estoy en condiciones de ser interrogada…


_ más llanto_ pero la señorita Lacost está en la oficina y pueden consultarle lo que les
plazca. Mientras tanto, la casa entera está a su disposición _ nos miró fijamente y bajó la
voz hasta convertirla en apenas un susurro_ sólo quiero encontrar al asesino de mi
Michael. _ Dicho esto dio media vuelta y casi corrió hacia las escaleras.

_Extraño…_ murmuré.

Unos segundos después nos encontrábamos en el patio delantero de la casa,


recorriendo cada centímetro y ángulo mientras Tuka relataba sus hallazgos:

_En la entrada, nada extraño. Todo está en su lugar y la puerta no está forzada…
Veamos que hay en la parte occidental de la casa… ventanas fuertes, ninguna huella,
ningún rastro. ¿Y en la parte oriental?... esto se está tornando aburrido Annie, no hay
absolutamente nada. Vayamos a la parte trasera. Veamos, veamos, ajá, mmm… ¡Aquí
Annie, por aquí! _ gritó Tuka entusiasmado.

Abandoné con rapidez la ventana que estaba observando y lo encontré a Tuka en el


suelo, estirado en césped con su lupa observando con detenimiento algo totalmente
invisible a mis ojos. Me agaché a su lado y tomé la lupa, pero mi largo cabello rubio me
estorbaba la visión, por lo que me lo recogí con rapidez y observé con cuidado la hierba.

_ ¿Qué opinas querida Annie?_ preguntó mi compañero.

_ Pues… parece que alguien golpeó el suelo con un bastón o algo puntiagudo._
respondí vacilante.

Tuka suspiró con impaciencia:

_Vamos Annie, creí que tú lo entenderías más fácilmente que yo. Son huellas, pero no
cualquier huella: son de zapatos de tacón. Fíjate en como el césped se aplasta en la parte
delantera, y unos centímetros más atrás se forma el hoyo del tacón. ¿Puedes darme tu
zapato por favor?

Me avergoncé de mi escasa perspectiva femenina con respecto a las huellas, pero me


quité obedientemente el zapato blanco de taco aguja, muy poco adecuados para caminar
en la tierra ya que se hundían con mucha frecuencia.

_ Mi número de zapato es treinta y ocho _ le indiqué adivinando su idea, y observé,


como había supuesto, que Tuka colocaba cuidadosamente mi zapato contra la huella.

_ La señorita que caminó por aquí calzaba exactamente… Treinta y seis, si mis
cálculos son correctos.
Nos incorporamos al mismo tiempo y caminamos siguiendo las huellas, encorvados
con la lupa en la mano, tal y como lo hacían los detectives famosos, o como la gente creía
que caminaban. Ambos nos reímos de lo irónico de la situación y seguimos persiguiendo
las huellas del césped.

En algunas partes era muy difícil, ya que las huellas casi desaparecían, pero
continuamos caminando y descubrimos un camino improvisado, que había sido recorrido
muchas veces y desembocaba en una calle aún más desierta que los alrededores de la
casa. Había allí huellas de carruaje muy recientes.

Regresamos a la casa y prestamos especial atención en ver en dónde terminaban las


pisadas: acababan en una escalera en la parte trasera de la casa que se dirigía
directamente a un balcón del segundo piso, y a una puerta comunitaria que desembocaba
en todas las habitaciones.

_ Ahora, vayamos a la escena del crimen: la oficina. _ ordenó Theodore.

Al llegar inspeccionó cada rincón del despacho; yo observaba a su lado sin estorbar,
pero no noté nada. Al finalizar el detective dijo:

_ Al parecer, estas tazas de café son nuestra segunda pista.

_ ¿Las tazas? ¿Qué tienen? _ estaban colocadas inocentemente sobre una pequeña
mesilla, como si se hubieran olvidado de limpiarlas con el jaleo que debía haber producido
el asesinato. No les había prestado especial atención, ya que había buscado más entre
los documentos, en el escritorio y el suelo. Pero hasta el detalle más pequeño era
importante.

_Gira un poco esta taza, sólo un poco. ¡Así! ¿Lo ves ahora?_ interrogó Tuka.

Sin duda alguna, en aquel aparentemente inocente pocillo había una macha roja que
contrastaba fuertemente con su color blanco.

_ ¿Sangre? _pregunté

_ No Annie. Vamos, tú eres una elegante señorita, debes saber de qué se trata._
respondió mi detective.

Traté de observar siguiendo el extraño estilo del detective.

_ ¡Es lápiz labial! _ exclamé mientras analizaba con más detenimiento la inquietante
manchita_ pero no está en el lugar adecuado para corresponder a una mujer que tenía
labios pintados, tomó café de la taza y la manchó accidentalmente. Además está
demasiado suave y difundido, como si no fuera efecto directo de los labios de una
señorita…

_Perfecto querida Annie, ya ves que para este tipo de cosas es para lo que te necesito:
todo lo relacionado con el sentido común femenino (cosas tan normales para ustedes
como extrañas para los hombres) está completamente fuera de mi alcance. Este
descubrimiento pone en aprietos a la novia del difunto, a la que vimos recientemente con
los labios rojos, de un color bastante similar a éste, si no me equivoco.

_Pero _continuó Tuka_ también es posible que la extraña secretaria pudiera estar
mezclada en todo este asunto, e inclusive el sobrino tiene sus escasas pero existentes
chances de tener relación: ¿recuerdas las cenizas de las que habló la secretaria? Pues yo
no las he visto, lo que demuestra que alguien estuvo limpiando después del asesinato…
pero olvidó las tazas.

Ambos permanecimos en silencio haciendo nuestras propias deducciones.

_Annie, ve a descansar un momento. A las siete te espero en el living; allí estará la


novia. _Dicho esto, Theodore tomó la taza y se retiró de la habitación.

La mansión era increíblemente enorme, tanto que no pude encontrar las habitaciones,
y por temor a perderme volví a la oficina a esperar la hora indicada por mi detective. A las
siete en punto crucé la puerta y me dirigí hacia la sala.

La novia estaba sentada pulcramente en un sofá individual con un aspecto mucho


mejor que el de la mañana: al menos había dejado de llorar y temblar. Tuka estaba en el
sofá grande, con el anotador en sus manos y una pluma.

Me apresuré a sentarme al lado de Tuka para poder comenzar.

_ Señorita Montgomery, ¿Cuándo fue la última vez que vio a su novio con vida? _
preguntó mi acompañante.

Los ojos de Isabella se llenaron de lágrimas, pero aún así mantuvo la compostura.

_ Luego de la cena _ respondió

_ ¿En el despacho del señor?


_ No, no. Nos despedimos en la mesa, ya que yo debía terminar de empacar. Iba… a
irme de viaje un par de días.

_ ¿De viaje? _ la expresión sorprendida del rostro de Tuka no demostró en absoluto


que él ya estaba enterado del viaje de la señorita Isabella. Su bello rostro tenía una
increíble facilidad de adaptación; sabía exactamente cuándo y dónde debía hablar, y
cuándo debía dejar que sus expresiones hablaran por él.

_Si, pensaba irme un par de días a visitar a mi madre, pero luego la policía descubrió
a Michael muerto y ya no tuvo sentido irme…

_ ¿Y su partida tenía algo que ver con discusiones que pudieran haber tenido usted y
Michael? _ interrogó Theodore.

_ ¡No, en absoluto! Michael y yo teníamos una excelente relación. Todo marchaba tan
bien… En un par de semanas iba a ser la boda. Él era tan bueno conmigo, y yo lo amaba
tanto… La única discusión que tuvimos fue hace un par de días por su empleada, ya que
yo estaba tratando de que la despidiera. ¡Si ustedes hubieran visto como miraba esa
mujer a mi futuro marido! Esa chica estaba obsesionada con mi Michael, se los puedo
asegurar: siempre estaba vigilándolo, sabía todo lo que hacía… ¡Incluso la vi una vez en
nuestra habitación aspirando el perfume de su ropa! Además, estoy casi segura de que se
robaba mis vestidos y mis cosméticos, ¡a no ser que desaparezcan por arte de magia!
Merry estaba demente y Michael no me creía…

_ ¿Y qué hay del sobrino? _la interrumpió Tuka antes de que volviera a llorar_ ¿Por
qué no se encuentra en la casa?

_ Milo es un muchacho educado y respetuoso, aunque...Bien, hay cosas que Michael


no sabía de su vida. Pero aunque mi novio se hubiese molestado muchísimo, yo apoyaba
las decisiones de Milo… Sólo que él siempre creyó que era otro mi interés. Además nunca
se lo ve mucho por la casa, ya que pasa la mayoría del tiempo en la biblioteca, situada a
un par de cuadras de aquí, o con sus amigos, en la facultad, o estudiando en su cuarto.
Ahora creo que salió con sus amigos, aunque también puede estar fumando: le encanta
fumar en los alrededores de la casa, dice que le atrae mucho la paz del campo.

_Sólo una pregunta más: ¿Por qué iba usted a irse de viaje? _ Insistió Tuka.

Isabella frunció los labios con fuerza, muy poco dispuesta a responder durante un
eterno y silencioso minuto, y sus ojos volvieron a inundarse de lágrimas. Pero luego
suspiró y comenzó a hablar:
_ Era un secreto, pero ahora que Michael no está, claramente no habrá boda… Iba a
ir a visitar a mi madre porque ella quería regalarme su antiguo vestido de boda, que
también perteneció a mi abuela, para que lo usara en la ceremonia. La tradición familiar
era que nadie debía saber del vestido hasta el día de la boda… Pero sin Michael, no me
interesa haber roto la tradición.

Tuka se sorprendió de lo que seguramente le pareció una tremenda tontería: tanto


misterio y sospechas por un insignificante vestido. Pero aunque a los hombres no les
interesara en lo más mínimo nuestra ropa, yo entendía a Isabella: también yo esperaba
con impaciencia el día donde pudiera usar el blanco vestido perfecto.

_ Hemos terminado. Nos vemos en la cena señorita Montgomery_ se despidió Tuka.


Yo le sonreí a Isabella, y me alegró ver que a pesar de haber llorado tanto, aún era capaz
de sonreírme.

Sin palabras Tuka me condujo hacia el exterior de la gran mansión, donde volvimos a
pasar enfrente de las huellas de tacón.

_ Se detienen justo en el comienzo de la escalera, como si la persona no pudiera o no


estuviera segura de poder subir las escaleras con tacones_ murmuró Tuka, hablándose
más a sí mismo que a mí.

_Deseo conocer al misterioso sobrino… Aunque nunca lo he visto, siento que hay algo
extraño en él. _ comenté.

Seguimos caminando sin rumbo por el campo sin fin.

_Cuando te dejé sola, en realidad estaba tratando de probar algo. ¿Pudiste encontrar
las habitaciones?_ preguntó Tuka.

_De hecho no, tantos pasillos y corredores me despistaron por completo.


Seguramente podría haber vagado por horas sin encontrarlas_ respondí.

_Eso quiere decir que el asesino es un habitante de la casa.

_ ¿Por qué demuestra que era alguien de la casa?

_Verás, cuando fui a citar a la novia del difunto para el interrogatorio le pregunté
dónde se encontraban las habitaciones: aún con sus indicaciones me resultó difícil
encontrarlas y volver a la sala de estar, y casi me pierdo en más de una ocasión.
Además, la mujer me comentó “casualmente” que la puerta principal se cierra a las nueve,
por lo que el asesino o la asesina usó la puerta de la escalera trasera, que da a las
habitaciones, y sabía cómo llegar desde ellas hasta la oficina.

La sencillez de la explicación de Theodore me enmudeció.

Tuka miró el cielo y suspiró.

_ Está anocheciendo… supongo que deberíamos volver si queremos llegar a tiempo a


la cena_ Propuso mi compañero. Yo asentí sin muchos ánimos de volver.

Tuka tomó con dulzura mi mano y le dimos la espalda al sol, a la naturaleza y a la paz,
y nos encaminamos hacia la casa en donde había un asesino suelto.

Al llegar a la casa Tuka se marchó sin decirme a dónde, y no apareció en la cena.


Estábamos ya tomando el café, y había empezado a preocuparme, pensando seriamente
en ir a buscarlo cuando apareció. Saludó a la secretaria, a la novia y al sobrino del difunto
con una inclinación de cabeza y se sentó a mi lado. De improviso me tomó de la mano
otra vez, igual que lo había hecho un par de horas atrás en el campo, sorprendiendo a
todos, incluyéndome a mí. Pero esta vez, cuando retiró la mano, es su lugar había un
pequeño trozo de papel doblado en mil pedazos.

Me disculpé, con la excusa de ir al baño. Una vez allí abrí el papelito.

Había en él unas instrucciones sorprendentes, pero no podía negarme. Luego decía


con su extraña letra:

< Pide un café y espérame en la sala de estar. Tengo una muy seria sospecha. Me
ausenté en la cena porque estuve husmeando en las habitaciones de las damas. Ambas
calzan treinta y seis, pero ninguna posee un lápiz labial rojo. Haz lo que te pido por más
extraño que te parezca: es de vital importancia. Luego te explico.

Rompe esto

T.U.K.A >

Volví al living con la apariencia más natural que pude simular. Luego de unos minutos,
uno a uno se fue retirando. Merry se levantó a terminar unos importantes papeles en el
despacho; dijo que era algo muy común para ella quedarse hasta tarde trabajando, sobre
todo los viernes. Milo Roses se excusó asegurando que debía cambiarse para ir a la
biblioteca a despejarse y olvidarse del horripilante asesinato de su querido tío. Isabella se
demoró, taciturna. Buscaba cualquier tema para conversar, desde política hasta caballos;
supuse que no quería entrar en su habitación y encontrarla vacía, solitaria… Pero terminó
por despedirse. El detective me guiñó un ojo con disimulo y dijo que iba a fumar, lo cual
seguramente era verdad. Era muy normal que fumase una o dos pipas al día.

Yo debía quedarme sola, eran las instrucciones y debía obedecer.

Al cabo de unos minutos bajó Milo Roses silbando una melodía alegre. Había algo
verdaderamente extraño en él, y mi instinto femenino me lo advertía, aunque no sabía qué
podía ser.

Me incorporé con rapidez del sillón y me acerqué:

_Disculpe señor Roses, a mí también me gusta mucho la lectura, y pensaba que tal
vez podrimos ir juntos a la biblioteca_ propuse inocentemente.

_ Me temo que no será posible señorita Clicket. Antes me dirijo a la casa de un amigo
y no creo que sea muy cortés de mi parte llevar a una invitada sin avisarle.

_ ¿Podría decirme el nombre de su amigo?

_ ¿Y a usted por qué le interesa? _ respondió groseramente. Realmente me


desagradaba ese sujeto, pero por Tuka habría hecho cualquier cosa… aunque hubiera
preferido dar media vuelta e irme.

_ Pues me preguntaba cómo un joven como usted no tiene una cita con alguna
señorita un viernes en la noche_ respondí.

_ No tengo novia, por suerte. Las mujeres sólo traen dolores de cabeza_ suspiró.

_ ¿Me considera a mí también un dolor de cabeza?

_ No lo sé, no la conozco_ respondió secamente.

_ Y… ¿No le gustaría conocerme? _ Esa persona que preguntaba no era yo en


absoluto. Traté de imaginarme como una actriz, rodeada de espectadores, interpretando
mi libreto, y que realmente no estaba intentando seducir a aquel hombre tan poco
agradable.

Pero para mi sorpresa, Milo ni siquiera pestañó.


_No gracias. Adiós_ dio media vuelta y se fue casi corriendo, dejándome plantada en
la mitad de la sala, sola.

Cuando Theodore regresó insistió en mostrarme el camino a nuestras habitaciones.


Entramos en mi habitación para intercambiar información. Comencé con mi historia:

_ Hice lo que me ordenaste, aunque debo añadir que me desagradó mucho _ Tuka
sonrió pero no me interrumpió_ El sobrino no me prestó ninguna atención, parecía que ni
siquiera me veía. Estaba muy impaciente por reunirse con su amigo y negó toda invitación
por mi parte. Se fue casi corriendo, supongo que tú sabrás donde fue, ¿no es así?

_ Si, y no fue a la casa de su “amigo”, o al menos no inmediatamente. Me escondí a la


sombra de un gran árbol y vi como corría unos metros, pero luego se giró y observó
detenidamente las sombras; creí que me descubriría. Pero rodeo la casa y entró por la
parte trasera de la casa. Entró en alguna de las habitaciones de huéspedes que dan al
corredor de la escalera, y lo único que puede ver fue que al salir parecía medir unos
cuantos centímetros más, lo que casi confirma mi sospecha. Mañana, cuando salga a
fumar su pipa matutina, revisaremos las habitaciones.

_Pero lo que más confirma mis suposiciones_ continuó_ es que no hay hombre en la
Tierra que pueda negarse a conocer a alguien tan bella con tú_ sonrió, me beso en la
frente y se fue.

Horas después me hallaba tirada en la cama sin dormir, pensando en asesinos,


muertes, vestidos de boda y besos de buenas noches.

Eran las nueve de la mañana cuando subimos sigilosamente las escaleras. La novia
se había ido al cementerio, la secretaria estaba en la oficina y Milo se había ido a fumar…
Teníamos unos minutos para registrar las ocho habitaciones, pero por suerte ya habíamos
descartado las dos primeras, que eran de las señoritas y Tuka ya las había revisado, y
dos más que eran las nuestras.

Las dos siguientes estaban desocupadas, y una era la del sobrino. Todo en ella
parecía perfectamente normal, demasiado normal. Había una gran cama en el centro, una
biblioteca repleta de libros de medicina en una esquina, una mesita y un pequeño sofá.
No había nada más, nada fuera de lugar, nada desordenado, lo que era muy extraño
tratándose de un hombre. Estábamos a punto de irnos, decepcionados, cuando Tuka
propuso ir a la habitación frente a la del sobrino. Era la única que no habíamos revisado,
pero nadie más vivía en la casa, por lo que debía estar desocupada.

La puerta estaba cerrada con llave desde dentro, pero eso no es problema para un
detective, y menos para Theodore, que tenía una llave universal que podía abrir cualquier
puerta (autorizada por la policía, por supuesto… O eso suponía yo).

Tuka hizo girar la llave con suavidad, y con un ligero –clic- nos deslizamos
rápidamente en la habitación.

Jamás en toda mi vida me sorprendí tanto al ingresar a un lugar. No me hubiera


asombrado tanto si hubiera estado llena de guillotinas y cañones, pero ésto me dejó con
la boca abierta. Tuka no se sorprendió en absoluto, pero entrecerró los ojos con recelo.

Vestidos. Zapatos. Joyas. Cosméticos de todas formas, tamaños y colores. Todo


pulcramente ordenado y distribuido.

_Oh Dios mío._ susurré. Para mí era como estar encerrada en una enorme tienda de
dulces; casi el paraíso. Tuka tuvo que contenerme para no abalanzarme sobre los
hermosos vestidos; parecía la habitación que debía haber tenido una reina.

Pero mi compañero sabía lo que buscaba.

Se dirigió a una mesita llena de labiales y me mostró una carta de aspecto normal e
inofensivo… demasiado inofensiva para fijarme en ella… aquello me transportó un día
atrás, me mostró a mí y a Tuka buscando en una oficina, en una mesita, un pequeño
pocillo de café blanco, pero no del todo. En un costado tenía una manchita roja de…

_ ¡Lápiz labial! _ grité nuevamente, y no porque me acordara de las manchas del


pocillo: allí, en esa carta había una pequeña mancha roja.

_ Si Annie, esta carta estuvo en la escena del crimen. Tiene sectores en donde las
letras están corridas, como si la hubieran mojado o hubieran llorado sobre ella. Pero
veamos si podemos descifrar que dice_ dijo el detective.

Tuka leyó varias veces la misteriosa carta y luego me transmitió lo que había podido
entender de ella:

<Que bello vestido… Creo que deberías decirle a tu… no lo entiende deberías…
entender… Tú decide qué hacer con la mujer. Sería muy peligroso que lo descubriera y se
lo dijera… sin que puedas hacer nada. El dinero siempre fue, es, y va a ser nuestro… Con
amor, James>

_Bueno, esto resuelve todo_ aseguró el detective. Yo seguía distraída e ignorante,


perdida entre la belleza de tantos vestidos.

_ No sé qué es lo que resuelve, pero confío en tu buen juicio_ aseguré.

Tuka sonrió

_ A veces, cuando la presa cree que está acorralada y no hay ninguna salida posible,
termina por entregarse ella misma._ comentó con aire misterioso. Eso me confundió aún
más, pero sabía que tendría que esperar. _ Lo principal ahora es contactar a la policía:
nosotros haremos el resto_ finalizó corriendo fuera de la habitación.

Estaba muda, tenía miedo inclusive de respirar.

Theodore me había explicado todo lo que había deducido su incansable mente, y que
yo no había podido relacionar, y ahora estábamos a segundos de atrapar al asesino de
Michael Roses.

A mi izquierda estaba lady Montgomery, que me sujetaba con firmeza el brazo. A mi


derecha estaba Tuka, que me tomaba la mano, y al lado de Isabella estaba Merry Lacost,
la secretaria. Delante nuestro había cinco policías en diferentes posiciones, preparados
para atrapar el criminal. Formábamos dos tensas filas de estatuas en el frente de la casa,
esperando el inminente final de esta historia.

Vimos a Milo Roses mucho antes de que él nos viera a nosotros, ya que venía
cantando en dirección a la casa con la mirada en sus pies. Al levantar la vista se encontró
con los policías y sin salida. El asesino sonrió.

_ Qué gente más mediocre, ¿tanto tiempo tardaron en descubrir que había matado al
viejo? _ Sus ojos se posaron en Isabella y comenzó a reír a carcajadas.

Había confesado, era todo lo que hacía falta para que los policías y Tuka se
abalanzaran sobre él. Milo quedó oculto bajo una maza de brazos y piernas, y para
cuando todos se retiraron, sólo dos policías tenían a Milo sentado en el suelo con las
manos en la espalda.
_ ¿Por qué Milo? _ la voz de Isabella estaba muerta, sin vida. _ ¿Cómo pudiste hacer
esto? Yo… no te comprendo.

_ ¿No lo comprendes tía? _ se burló Milo _ vamos, tú lo sabías hace tiempo. La


bendita intuición femenina le dicen… Tú también te diste cuenta rubia, _ añadió
mirándome_ lo supiste incluso antes de hablar conmigo. Pero tú no eras tan peligrosa
como mi ex futura tía _ sonrió, y tenía una sonrisa de lo más desquiciada y paranoica.
Realmente aterrorizaba_ Planeabas decírselo a Michael, ¿no es verdad? Planeabas
contarle mis “preferencias”, como tú lo llamaste mientras practicabas en tu habitación
cómo decirle a mi tío que era… ¿raro? O travesti. Eran tus dos opciones favoritas, ¿no es
así?

Tuve que hacer un esfuerzo enorme para no abrir los ojos como platos cuando
escuche de sus labios la confirmación. Merry, la secretaria, respiró profundamente,
sorprendida.

_Ya lo sé_ continuó sin pausas_ alguien como yo en principios del siglo XIX no es
muy habitual, y para nada aceptable. Sabías que mi tío iba a armar un escándalo cuando
se enterara, iba a odiarme, a avergonzarse de tenerme de sobrino, a echarme de la casa
y seguramente jamás volvería a hablarme_ por un momento sus ojos dejaron de ser
dementes, y lo inundó una enorme tristeza al imaginar el rechazo de su tío… Pero la
mirada delirante volvió a su rostro_ No iba a quedarme sin familia, sin casa, ¡y mucho
menos sin mi herencia! Ese dinero es mío, me pertenecía, y tú lo querías todo para ti y tus
horribles y malcriados futuros hijos con mi tío.

A Isabella se le llenaron los ojos de lágrimas, pero esta vez las lágrimas reflejaban la
rabia de su interior hacia la historia de Milo.

Pero a él ni le importó, de hecho se fortaleció con la rabia de la señorita Montgomery y


su sonrisa diabólica se hizo más grande y permanente.

_Así que saqué el veneno de la facultad de medicina_ Veneno. El horror de Isabella


fue tan grande que su enorme fuerza de voluntad no alcanzó para contener las lágrimas y
tuvo que llevarse una mano a la boca para evitar los fuertes sollozos. La mano que me
aferraba el hombro se clavó en mi carne, apoyando todo su peso en mí, pero no me retiré.
Sentía una enorme lástima por aquella mujer a la que le habían destruido su amor, su
Michael, su vida.
_El veneno en un principio era para ti _ dijo Milo con total frialdad_ Si estabas muerta
no podías contarle al tío Michael nada acerca de mí, y otra ventaja era que, estando
muerta no te casarías con mi tío y la herencia sería toda para mí. Había beneficios por
todas partes. Podría seguir escapándome todas las noches a ver a mi James sin que
nadie se enterara, seguir vistiéndome de mujer con la ropa que les roba a ti y a la
secretaria, y que escondía en la habitación “rota”. Debo admitir que hasta mi tío fue muy
iluso al creerse esa historia de que se había derrumbado una parte del techo y era muy
peligroso entrar. _Milo rió encantado de su propia genialidad.

De pronto se puso serio, recordando aquel día.

_Estaba esperando una carta: era todo lo que necesitaba para poner el veneno en tu
vaso. Estuve esperando la carta de James toda la tarde, esperando su opinión, pero no
llegó. Como cualquier otro día, me “disfracé” de mujer, como dirían los ignorantes, y me
dirigí a la casa de mi novio.

_ Pero él no estaba allí_ prosiguió_ por lo que supuse que había venido aquí a traer la
carta. Volví a toda prisa; ni siquiera tuve tiempo de cambiarme en el camino como hacía
habitualmente. Subí las escaleras, me cambié y entré por la puerta principal para simular
que venía del gimnasio. En la puerta no había ninguna carta, y eso era peligroso…al
pasar frente a la oficina vi la carta abierta sobre el escritorio del tío. Ya lo sabía.

_Tenía el frasco de Isabella… pero era una decisión difícil. Estuve largo rato en la
cocina con las tazas de café en una mano y el frasco de veneno en la otra, y entonces
me decidí: vacié por completo el frasco en la taza de Michael en el segundo de impulso
asesino que se apoderó de mí. De pronto quería verlo muerto, quería acabar con él más
de lo que quería verte a ti muerta, Isabella. Pero al volver al despacho, vi en el reflejo de
una ventana que me había olvidado de despintarme los labios cuando subí a
descambiarme, así que me los limpié con la mano y continué hacia la oficina, lo que sin
duda fue mi gran error ya que manché la taza, pero no le di importancia en ese momento.

_El tío se sorprendió de verme allí de repente con dos tazas de café sin haberle
avisado siquiera mi vuelta a casa. Me senté con rapidez y tomé mi taza. Le di un largo
tragó y le dije a Michael que probara el café, que no muchas veces se despertaba en mi
interior un amable y servicial cocinero. Hizo una mueca de disgusto, pero probó un largo
trago. Fue suficiente. Ni siquiera tuvo tiempo de comenzar con el sermón; en menos de un
segundo estaba muerto.
_Fumé un par de cigarrillos en la puerta de la oficina, meditando sobre mi
comportamiento, pero como no aparecieron la culpa ni el remordimiento, subí tranquilo a
mi habitación_ el silencio mientras todos escuchábamos la historia homicida de Milo era
sepulcral, y nadie se atrevió a interrumpirlo mientras confesaba.

_Cuando desperté me hice el sorprendido, pero me di cuenta de que habían visto las
cenizas así que las limpié. No pensé en las inofensivas tazas manchadas hasta hoy, y fui
a buscarlas pero no estaban. Los policías no descubrirían nada, y yo tendría me herencia
y mi vida tranquila _sonrió ante la perfección de su mente criminal, pero luego torturó a
Tuka con la mirada_ y luego tú y tu noviecita o lo que sea que sea ella aparecieron y
arruinaron todo, ¡todo! Pero lo mataría otra vez, ¡sí señor! ¡Una vez y otra más si fuera
necesario!_ gritó furioso.

_ ¡Maldito!_ gritó Isabella a mi lado. Me soltó y corrió con la mano en alto, lista para
abofetearlo con fuerza. Pero conseguí tomarla por la cintura en el último segundo, por lo
que cuando se derrumbó en el césped, presa de llanto desesperado que desgarraba el
corazón de todos sólo con escucharlo, yo caí a su lado, y la abracé intentando consolarla,
aunque ningún abrazo podía disminuir la pena desoladora de una mujer que perdió a su
amor.

Desde el piso vimos cómo conducían a Milo a un carruaje, mientras gritaba y


reclamaba su preciada herencia.

_Mientras haya gente como yo en este mundo, los criminales como este demente
jamás triunfaran_ juró Tuka.

Ayudé a Isabella a incorporarse: ya no lloraba, pero en su expresión quedaría


marcada para siempre la pena por su amor perdido. A pesar de todo, era una mujer muy
fuerte, y lo superaría. Saldría adelante.

La secretaria tomó mi lugar al lado de Isabella, ambas podían haber amado al mismo
hombre, pero ya no había rencores, estaba segura. Juntas podrían sobrellevar la pena.

_Ahora la herencia es toda tuya Isabella_ murmuré

Ella negó con firmeza:

_No, es de ambas_ aseguró mirando a Merry. La secretaria le sonrió con melancolía y


juntas entraron a su mansión.
Tuka me tomó la mano y miramos juntos hacia el horizonte, pensando a donde nos
llevaría el destino en nuestro próximo caso.

FIN

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