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LLAMBRÍA, LA ESCALADA, LA
SAOLLA Y LES CUERRIES
A los pocos metros pasamos junto a un antiguo molino y el cruce con un camino que por la
derecha proviene del centro del pueblo. Un poco más arriba dejamos de lado otro empedrado
camino que se desvía hacia la izquierda, y que fue por donde en una anterior ocasión realizamos la
ruta de subida hacia el Tiatordos.
Continuamos la subida de frente por este camino de bastante buen trazado, que
progresivamente se va apartando del cauce del río Taranes.
Miramos hacia
cotas más altas y parece
que la niebla lo envuelve
todo, no dejándonos
apenas ver los peñascos y
picos que constriñen la
foz por donde discurre el
río. Hacia atrás
contemplamos
perfectamente el pueblo
de Taranes, que aún
mantiene encendido el
alumbrado de sus calles.
El sendero prosigue ladera arriba hacia la cabecera del valle, ocasionalmente diluido y
difuminado por la vegetación de monte bajo y helechos que lo enmascaran. La cortina de
densa niebla entra y sale caprichosamente tanto por las cumbres de la montaña como por el fondo de
los valles, y tan pronto
parece como que se va
abrir un claro, como que
al instante lo vuelve a
invadir todo sumiéndonos
en un impenetrable reino
de penumbras. Sin
embargo, ocasionalmente
esos pequeños claros nos
dan ocasión de
contemplar los fabulosos
Puertos de Taranes, y la
crestería del
Campigüeños, y a
nuestras espaldas va
desapareciendo la
apretada foz de La
Escalada.
© by Santos J. Álvarez (Principáu d´ Asturies) Página - 5
Como fantasmas emergiendo de un reino de tinieblas, se nos van apareciendo las ruinas de las
cabañas de la majada de Daón, distribuidas por la verde pradería de la ladera, y al cobijo de
varios fresnos. Aprovechamos el cobijo que nos ofrecen para hacer una breve parada para
tomarnos un pequeño descanso y comernos unas galletas y unos frutos secos.
Bajamos por esa pequeña ladera boscosa para retornar otra vez al cauce del río, que ahora ya
es el Samedón, que vamos recorriendo por un sendero que discurre por la margen derecha. Si
hasta ahora hemos disfrutado de unos parajes y unos paisajes extraordinarios, sin embargo, a partir
de aquí comienza lo que considero un deleite
para los sentidos, una “delicatessen” de la
naturaleza. La foz se va estrechando
progresivamente hasta encajonarse
definitivamente entre sendos enormes
peñascales que la constriñen por ambos
lados, y donde una enorme roca está
encajada en mitad del cauce del río,
formando por delante una pequeña charca,
mientras que al otro lado cae el agua en
cascada formando una poza de mayores
Inmediatamente salimos y
dejamos atrás la foz para
comenzar una bajada por una
ladera boscosa, a través de un
difuminado y casi inexistente
sendero, que inicialmente nos aleja
del arroyo, para luego retornar
nuevamente a él, en lo más
profundo del Monte Agüera. En
otro de esos parajes de ensueño y
fábula, donde la frondosidad del
bosque de hayas apenas deja pasar
los rayos del sol y donde la
Ese camino nos lleva a enlazar con otro más ancho y mejor conservado por el que alcanzamos
el Collado Valleyu. Desde aquí es solamente seguirlo, en una prolongada subida que nos lleva
directamente al Collado Llués.
Ya intuimos el final de la
foz y la carretera, pero la
guinda final la pone una empinada
bajada por una “canaluca” con
mucha vegetación y muy húmeda,
y en algún corto tramo con tierra
suelta, corriendo el riesgo de dar
con las “posaderas” en el suelo; a
la mitad, una especie de escalones
de cemento ayudan a que la bajada
sea más cómoda, alcanzando
finalmente la carretera en el lugar
donde tiene el inicio/final la foz y
donde habíamos dejado aparcado
uno de los coches.