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Otra vez las elecciones…

y nosotros

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La maquinaria electoral que posibilitó la llegada al gobierno
de Alfonsín, Menem, De la Rúa y los Kirchner ya está en pleno
funcionamiento. Las campañas políticas cuyos costos salen de
los bolsillos del pueblo y se financian con la miseria de millones
de argentinos han comenzado.
En circunstancias históricas como la actual, cuando el pre-
dominio de ese sistema electoral es la principal herramienta de
dominación política, aparece el reformismo con su mejor dis-
fraz.
Las elecciones cada dos años en la Argentina, parlamenta-
rias y ejecutivas alternadamente, muestran con claridad la po-
lítica de ciertas organizaciones que en los años no electorales
levantan consignas combativas pero sin ponerlas en práctica, y
en los años electorales dedican sus principales esfuerzos a las
elecciones.
Como escribió el Comandante Ernesto Guevara, las
elecciones son una oportunidad “para que el presidiario
(el pueblo) elija quién habrá de encadenarlo con una bola
menos pesada en la punta”.
Este es el marco en el que se desarrolla un fenómeno que
no es novedoso: el accionar de organizaciones políticas y so-
ciales de izquierda que en este período de discursos mentirosos
y derroche de dineros públicos, optan por ponerse sus mejores
vestidos para una costosa noche de bodas, con alguna otras
fuerzas con las que compartirán las urnas hasta el previsible di-
vorcio post electoral.
Para justificar la propia existencia del régimen electoralista
burgués, el capitalismo necesita de agrupamientos domestica-
dos de izquierda que le hagan el juego.
En definitiva, actúan como el ala izquierda del capitalismo.
El comandante Ernesto Che Guevara describía en duros tér-
minos a la izquierda del sistema electoral capitalista:
“¿Por qué estos planteamientos? ¿Por qué esta dilapidación
de las energías populares? Por una sola razón. En las fuerzas pro-
gresistas de algunos países de América existe una confusión te-
rrible entre objetivos tácticos y estratégicos. Hay que atribuir a la
inteligencia de la reacción el que haya logrado hacer de estas mí-
nimas posiciones defensivas el objetivo fundamental de su ene-
migo de clase”.
Uno de los objetivos del capitalismo para mantener a secto-
res de la izquierda en una eterna lucha por los cargos y las coa-
liciones comiciales, es obtener la legitimación del propio sistema
electoral y también mantener ocupados a sus izquierdistas en
trenzas y negociaciones banales para alejarlos de la verdadera
opción que preocupa a quienes administran el sistema: la lucha
revolucionaria en todas sus formas y el surgimiento de estrategias
que apunten a desarrollar la organización y la lucha popular hacia
la toma del poder.
No es al doble discurso sino al doble poder a lo que le temen
las clases dominantes.
Los revolucionarios no podemos prestarnos nunca a ser la
izquierda del capitalismo, sino por el contrario debemos luchar
contra el capitalismo en cualquiera de sus variantes, usando las
herramientas y métodos que desestabilicen a los enemigos de los
trabajadores y el pueblo.
Todos los militantes de buena fe saben que el voto universal
resultante de campañas financiadas por empresas privadas y por
el saqueo de los recursos estatales, solo sirve como herramienta
del gran capital local y extranjero, sin embargo algunos lo ocul-
tan deliberadamente y tratan de tergiversar esa realidad acomo-
dándola a sus necesidades personales o sectoriales.
Las únicas tribunas imprescindibles para hacer crecer las
alternativas revolucionarias de la clase obrera y el pueblo son
las fábricas, los lugares de trabajo, los barrios pobres, las or-
ganizaciones de obreros rurales y campesinos, las universida-
des, los colegios, las calles y los montes y montañas de la
Argentina.
La acumulación de fuerzas indudablemente necesaria para
fortalecer al campo popular, en las actuales condiciones, re-
quiere una profunda inserción en el seno del pueblo e influen-
ciar a vastos sectores, especialmente en el movimiento obrero,
en los barrios humildes, entre los campesinos pobres y entre
los sectores más avanzados del estudiantado.
Pasa además por el desarrollo de procesos unitarios -orgá-
nicos o en la acción-, entre diversos agrupamientos revolucio-
narios y por la aplicación concreta de líneas de acción capaces
de marcar el camino hacia la construcción de poder popular, ele-
vando al mismo tiempo los niveles de conciencia y los niveles de
enfrentamiento con nuestros enemigos.
Nada tienen que ver las elecciones capitalistas con
los intereses populares. Nada tenemos que ver nosotros
con los procesos electorales que instalan nuestros ene-
migos. Nuestra única participación en esas farsas debe
ser explicar en todas partes el carácter explotador y falaz
de sus contenidos, y promover que los más amplios sec-
tores del pueblo desafíen con todos los métodos necesa-
rios el orden burgués establecido y participen en la
construcción de poder popular que posibilite la derrota
definitiva de los enemigos del pueblo y la construcción
del socialismo.

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