Professional Documents
Culture Documents
Para Víktor
Hablamos un rato de nosotros, cada uno contó al otro lo que había sido
de él. Sabía de mi fama como saxo tenor, incluso había escuchado algunas de
mis grabaciones. Poco a poco la conversación declinó, no teníamos más que
decirnos. Antonio se quedó abstraído contemplando un árbol y, a los pocos
segundos, volvió a mirarme. Mientras yo pensaba en la forma de despedirme, él
hizo el ademán de hablar. Me preguntó, con la voz dubitativa de aquel que no
sabe si pregunta una impertinencia, qué había sido del violín con el que yo
había comenzado a tocar y que había construido con tanto amor. Yo,
avergonzado, le dije que lo había roto, que lo había reventado contra el suelo.
Él, sin apenas cambiar el gesto, me preguntó por qué. Para escuchar su crujido
contra el suelo, la madera astillándose, el eco sordo de su caja de resonancia, las
cuerdas silbando al saltar de las clavijas, respondí sabiendo que no podía
mentirle. Con una sonrisa en la boca y otra vez contemplando al árbol, Antonio
sólo dijo dos palabras: Bien hecho.