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Contenidos
Agradecimientos 3
Introducción 4
PARTE PRIMERA
UN BOSQUE EN EL BOSQUE
A pie, sin rumbo ni brújula 9
La cultura de uno y la de los demás 15
El hoy como ayer y el ayer como hoy 19
La cultura como tragedia 32
PARTE SEGUNDA
PREGUNTAS, OBRAS, JUICIOS Y
TEATRALIDAD
Las preguntas 45
Las obras 48
Los juicios 54
La teatralidad de las artes visuales 60
NOTAS Y REFERENCIAS 66
Anexo 1
Lista de obras expuestas en el MBA
Anexo 2
Hemerografía
Portada: Ernesto ESPINOZA, La piernona, 2004, Xilografía, 100 x 66 cm. Gabinete de dibujo y estampa, MBA.
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ISABEL HUIZI CASTILLO ARTE VENEZOLANO DEL SIGLO XXI
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Agradecimientos
A Marialuz Cárdenas por sus aportes críticos a los enfoques aquí propuestos. A Jacqueline
Rousset, Esmir Soto, Jesús Sosa, Miguel Ángel Muñoz y al Departamento de Documentación
del Museo de Bellas Artes de Caracas, por su apoyo durante la tarea realizada. Especial
agradecimiento a María Eugenia Sánchez por una atenta lectura, sus orientaciones y
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Introducción
El claro del bosque es un centro en el que no siempre es posible entrar; desde la linde se le mira y el aparecer de
algunas huellas de animales no ayuda a dar ese paso. Es otro reino que un alma habita y guarda. Algún
pájaro avisa y llama a ir hasta donde vaya marcando su voz. Y se la obedece; luego no se encuentra nada, nada
que no sea un lugar intacto que parece abierto en ese solo instante y que nunca más se dará así. No hay que
buscarlo. No hay que buscar. Es la lección inmediata de los claros del bosque: no hay que ir a buscarlos, ni
tampoco buscar nada en ellos. Nada determinado, prefigurado, consabido.
A lo largo del recorrido por este bosque, la polémica Megaexposición II, con la única ayuda del
desconocimiento. Nuestro ver se orientó por algunos llamados que, a modo de pájaros que
cantan en altas ramas, dirigieron y dieron sentido a algunas de las cuatrocientas ochenta y
nueve obras que cierran, o abren, el paso a quien recorre Arte venezolano del siglo XXI. Segunda
obras, hechas por dos mil doscientos cincuenta y ocho artistas1, expuestas en siete museos de
Caracas y varios espacios en otras ciudades del país. Como todo bosque, pareciera haberse
hecho a sí misma. Los museos, esta vez, han permitido que se hiciera evidente un valor notable
y poco frecuente: el respeto hacia la propuesta del ver al otro, al extranjero, al lejano,
artísticas que tienen lugar en la periferia de los “centros” de la Cultura. Si algunas de las
semillas esparcidas en las salas del museo tienen o no potencia germinativa, está aún por verse.
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Quien visita esta exposición en el Museo de Bellas Artes de Caracas, recibe la impresión que de
que las obras se hubiesen abierto paso por sí mismas, que ellas mismas hubiesen encontrado
sus lugares angostando o ensanchando salas, construyendo plazas y calles, creando espacios en
los que el esfuerzo museístico se difumina, para quedar casi como borrado. La exposición, al
parecernos hecha por ella misma, entonces nos llama la atención hacia lo invisible, hacia esa
idea de un museo invisible, inexistente, donde la obra reina por encima de todo lo demás y en
el que todo esfuerzo museístico retrocede y se oculta. Las obras parecen quedar como
suspendidas en medio del bosque de Los Caobos, puestas allí únicamente para el mirar de
quienes ven desde otros lugares culturales, desde no-lugares, libres de determinaciones,
prejuicios y antejuicios.
María Zambrano habla de “quedar en suspenso”, y lo tomamos como una propuesta para
incesante preguntar sería una forma de empezar a ver de una manera que permita reflexionar,
meditar y recordar a partir del ojo, con la memoria del ojo. Al suspender momentáneamente en
el juicio, ¿será posible ver? Tal vez esto parezca pueril a alguien, pero al perdernos en el bosque
y suspender el juicio quizá encontremos algún pájaro que canta en una rama alta y que
desparece apenas intentamos verlo. La Megaexposición II nos invita a dejar atrás una conciencia
histérica o profética, que pregunta incesantemente y niega antes de ver. Invita a abrirse paso a
un mirar diferente y a dejar que las obras que se “colearon” en la exposición se burlen o se rían
de nosotros, nos hagan muecas, nos digan palabras obscenas, o nos canten desconocidos
poemas visuales. La exposición invita a que sintamos repulsión y mareo, pues hay propuestas
que nos dejan casi ciegos. La muestra exige que abramos espacios de nuestro ver a formas
extrañas, a imágenes demasiado familiares, para dejar que nos asalten, repugnen o fascinen. Y
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es así como la muestra tiene la virtud de hacernos percibir cómo operan nuestros censores
internos y así podemos vernos a nosotros mismos en el acto de hacer juicios estéticos,
condicionamientos culturales y permitir que las obras pasen frente a sus ojos sin,
necesariamente, esperar que pretendan dejar huella, sin aspirar a que las obras se empeñen en
tornarse canónicas o inscribirse en alguna historia. ¿Volveremos a encontrarnos algún día con
algunos de los artistas presentes en esta exposición? ¡Quién puede decirlo! Si las semillas
sembradas en las salas del Museo de Bellas Artes fecundan o no la sensibilidad de quien las ve,
logrando así que la conciencia se canse de preguntar maníacamente y se anime, se deje invadir
por el anima, y si no que al menos se aparte mientras dura el recorrido por este cerrado bosque
visual, sin amparo de lógica, tal vez sea posible llegar a compartir algo de la alegría, tristeza,
riqueza o miseria, pasión o poesía, torpeza o dolor, que parecen vivir y respirar en las obras
que pueblan los escasos espacios de las salas y rampas del museo. Mientras anduvimos a
tientas en ese bosque estuvimos atentos a los balbuceos, cantos, gemidos o gritos de esas otras
vidas, esas otras miradas que se asomaban en las obras y que parecían mirarnos para,
desconocer. Tal vez el miedo a ser lo que somos se empeña en ocultarlo. ¿Es el museo el sitio
para ello?
Si todo discurso es expresión de relaciones concretas de poder, entonces ¿por qué no hablar
del poder desde el museo, del poder del museo o de los museos como espacios de poder? ¿Es
real ese poder? Hasta ahora todos los discursos que han circulado sobre la Mega II ─y sobre los
museos─ son periféricos, dan vueltas en círculo e intentan no dejar de ser meta-políticos. Sólo
que desde tales entelequias, supuestamente críticas, no resultará ningún discurso ni ninguna
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acción consistente, ninguna propuesta concreta. Hablemos entonces de las artes, la cultura y
las relaciones de poder, sin tapujos y con integridad, asumiendo nuestras posiciones desde
dentro y fuera de los museos, desde la Cultura y desde las oposiciones que, irremediablemente,
nos unen. Sólo así podremos hablar de arte y de museos en un intento serio y sincero por
entrar y salir de la Mega II, sin perdernos irremisiblemente en su laberinto y sin seguir dando
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PARTE PRIMERA
UN BOSQUE EN EL BOSQUE
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Nada puede estar más lejos de un auténtico arte de nuestro tiempo que la idea de una ruptura con una
continuidad. El arte es – entre otras cosas- continuidad y resulta inconcebible sin ella. Sin el pasado del arte, y
la necesidad y la compulsión por mantener sus estándares de excelencia, el arte moderno carecería tanto de
sustancia como de justificación.
El gusto camp da la espalda al eje bueno-malo del juicio estético ordinario. Lo camp no invierte las cosas. No
argumenta que lo bueno es malo, o que lo malo es bueno. Lo que hace es ofrecer al arte, y a la vida, un conjunto
diferente –sustitutivo- de referencias.
Para desarrollar el concepto de camp, Susan Sontag ha debido ver numerosas producciones
“artísticas” que retaban lo canónico-bueno. Tuvo, necesariamente, que ver obras que, juzgaba,
debían ubicarse en el ámbito de lo diferente-malo, uno de los extremos del eje del juicio estético
ordinario, según esta autora. Eso que Sontag ha llamado lo diferente-malo sería algo que
como malo-diferente por quienes formulaban juicios estéticos ordinarios. Hablar, por ejemplo, de
kitsch inconsciente2 ya no sólo sería un juicio estético ordinario sino que parecería, más bien, una
contradicción en los términos. Pero, no necesariamente todo arte diferente es malo o camp ─ o, si
se prefiere, kitsch. Queda pendiente la cuestión de si en el arte camp, o en el kitsch, está presente
autores sería la presencia o ausencia de ese rasgo la característica definitoria de la obra de arte,
Los estudios culturales y sus enfoques han redefinido muchos de los conceptos y términos con
los que operamos en los campos de la estética, la semiótica5 y la historia del arte. Cómo
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resultado de ello, las preguntas que habría que formular a la hora de intentar aproximaciones
como el de viraje cultural puede resultar útil a la hora de emprender caminos críticos en
global o más bien local, sólo pueden ser comprendidos a través del
Venezuela de mediados de la primera década del siglo XXI, de la necesidad de nuestro viraje
cultural, de que este pasaría, necesariamente, por muchos actos de vernos con la finalidad de
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Si nos detenemos un poco y vemos la manera en que se concibe la Cultura ─siempre con
mayúscula─ en el modelo propuesto por la semiótica de la cultura, tal como la han pensado los
podremos observar que ésta es representada, de manera esquemática, por dos cuadrados que se
Como casi todos los modelos, este es una simplificación; en tanto representación gráfica es
también un signo icónico basado en la semejanza que tiene como función la de ser
Podemos ver entonces que la semiótica entiende la Cultura como conjuntos de mecanismos
que operan para producir textos y también para incluir, excluir o deformar los textos de otras
culturas. El término “texto” se entiende en este contexto no únicamente como algo verbal, sino
como cualquier obra deducida de cualquier sistema semiótico a la que la Cultura asigna algún
como inseparable en sus relaciones con algo externo, con una no-cultura. La semiótica de la
cultura considera que oposiciones tales como Naturaleza vs. Cultura, lo artificial vs. lo no-
artificial, etc., son variantes dadas históricamente de operaciones tales como inclusión o exclusión:
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Afuera
Intercambio de
información
Mecanismo de inclusión
Repertorio de
textos
Adentro vs. Afuera
Fig. 1. Representación gráfica del modelo de la Cultura según la Escuela de Semiótica de la Cultura, Universidad
de Tartu - Estonia (Tomado de Sonesson).
Una cultura, entonces, siempre es positiva para sí misma: es el orden que organiza el caos
algunos de los no-textos mientras que otros son rechazados y mantenidos fuera. Pero los que
son asimilados, incluidos en la Cultura, antes deben ser “traducidos”, lo que a menudo
conduce a deformaciones y distorsiones de sentidos, dado que los textos “extranjeros” son
leídos desde la Cultura receptora con sus propios códigos. Así, a medida que transcurre el
los sentidos de los textos importados y otras no. Este modelo de la Cultura canónica de la
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semiótica de la Cultura, se puede utilizar para explicar cómo, por ejemplo, en la cultura de las
artes visuales, unos textos que en un comienzo fueron definidos como no-textos (por ejemplo,
canónica de las artes visuales y así, la Cultura ganó territorios a los espacios de la no-cultura.
Pero, cuando esto ocurre, al mismo tiempo en el territorio de la Cultura se pierden territorios a
favor de la no-cultura, pues se dejan entonces de producir textos que eran anteriormente
valorados por la Cultura, los que como resultado de las nuevas valoraciones y de la inclusión de
nuevos textos, dejan de producirse y se pierden en el olvido. Es sin duda ingenuo pretender
modelo de la semiótica de la Cultura, operando en las interacciones entre los textos que se
incluyen y/o excluyen de nuestra Cultura contemporánea venezolana. Se postula entonces que
en la Mega II, estarían operando visiblemente esos mecanismos y fuerzas, a través de no-
textos que empujan para ser incluidos como textos culturales en el ámbito de la Cultura.
Resulta también obvio que ese modelo canónico es demasiado simple para explicar todas las
complejas interrelaciones que hoy es posible observar en los intercambios entre las culturas y al
interior de las prácticas artísticas que operan hoy en Venezuela, tanto dentro como fuera de la
Cultura. Hemos visto que, según este modelo, cada cultura se concibe a sí misma como un
orden opuesto a algo exterior, y que ese algo exterior es considerado como caos, desorden y
“Naturaleza” incluirá también otras culturas no reconocidas como tales por la Cultura Este
modelo nos dejar ver también, con una relativa claridad, que esos mecanismos operan sobre
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“conservadoras”), es decir, las que están cercadas por las fronteras más “duras” y que incluso
han sido codificados en algunas lenguas. Sabemos, por ejemplo, que los griegos consideraban
bárbaros a aquellos que no podían hablar su idioma: a la gente que balbuceaba o hacía sonidos
que no solamente no eran significativos, sino que carecían de organización y sentido y cuyos
En el bosque de la Mega II ¿podemos decir que hay obras que nos colocan ante una barbarie
artística o ante no-textos que no comprendemos y que piden ser “traducidos” a la Cultura?
¿Los autores que realizaron esos no-textos, acaso comprenden los que realizan quienes,
supuestamente, manejan los códigos de la Cultura? ¿Son esos códigos en posesión de quienes
comparten la Cultura necesarios para el desciframiento de los idiomas de las artes visuales
en la Cultura visual contemporánea en Venezuela, a comienzos del siglo XXI? A juzgar por lo
que hay en las salas del museo, pareciera haber varios autores de no-textos tocando con fuerza
la puerta, que parecerían estar concientes de que, como dice el refrán, tocar no es entrar. Es
decir, que algunos de los no-textos no se habrían “coleado” pero, a pesar de estar invitados,
aún no han sido incluidos, no han entrado a la Cultura. Si debían haber sido invitados o no, es
otra historia, pues pareciera que nadie hizo una selección. ¿O sí? ¿No es la “convocatoria
autoridades del Ministerio de la Cultura y del CONAC, que organizaron la exposición, parecen
más bien haber invitado a un “open house” artístico, pues se invitó “a todo el mundo” y no se
rechazó a nadie, por lo que no se justificaría pensar que el concepto de la exposición pueda
remitir a algún modelo expositivo del tipo “salón de rechazados”. Lo más lejano posible a la
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alternativas que, hasta la experiencia de la Mega II, hoy no se habían querido convocar desde la
La “visión desde ninguna parte”, la objetividad que reclama una epistemología fundacional, es vista como
sospechosa debido a su identificación con la cultura occidental junto a la dominación de las razas blancas, los
sesgos de la masculinidad y los prejuicios de las clases medias. El conocimiento producido durante los siglos
XIX y XX, en los que las disciplinas de las humanidades fueron fundadas, ahora se concibe como una de las
maneras de entender el mundo y no como la manera en que el mundo puede ser comprendido.
podamos referirnos a los otros como los demás. Los otros, entonces, parecerían estar de-más, lo
que equivale a decir que sobran y, con la arrogancia cultural que nos caracteriza, hemos llegado
a pensar que nos bastamos a nosotros mismos. Un investigador sueco, Goran Sonesson11,
entre el modelo de la persona y el de la cultura, que durante este recorrido expositivo no está
de-más revisar: el modelo de la cultura sería un origo, un centro portátil, por medio del cual los
miembros de la Cultura "toman posesión de" la semiósfera., vale decir que por donde quiera que
cultura”.
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Paralelos entre los modelos de la persona y la cultura se habían ya establecido tanto dentro
como fuera de la semiótica y en sus primeros trabajos, Mijail Bajtín (18895-1975) 12 notable
estudioso ruso de la literatura y filósofo de la cultura, se preocupaba por las diferencias entre el
uno mismo y el otro a menudo disfrazadas en la literatura bajo las “figuras” del autor y el
héroe. Bajtín precisaba que es solamente el otro el que puede (y tiene que) ser visto desde el
exterior y que, por esa razón, siempre es percibido como una unidad completa y acabada pero
que percibir el uno mismo (el self), es un proceso continuo que nunca llega a comprenderse
completamente, pues el uno mismo no es otra cosa que ese fluir permanente de la conciencia que
percibe, que solo cesa con la muerte. Sólo el cuerpo del otro puede ser visto en su totalidad.
En el caso de uno mismo, la imagen siempre carece de alguna de las partes de nuestro cuerpo,
inclusive cuando nos vemos en un espejo. El otro, a diferencia de uno mismo, siempre está
afuera y no dentro de nuestros límites, los ha transgredido. Con todo, Bajtín admite que es posible
ubicarse, con ayuda de la imaginación, en el punto de vista del otro respecto a nosotros
mismos, aunque lo que se obtenga con esa operación de externalización solamente sea
apreciado después que la visión es reintegrada al flujo de la propia conciencia, al proceso del
En uno de sus últimos textos, Bajtín sugiere que se puede establecer un paralelo entre el
encuentro del uno mismo con el otro y la interpretación de las otras culturas. En ambos casos, el
entender otra cultura no sería posible como identificación con la cultura interpretada. Ese entender,
según Bajtín, sólo sería posible mediante un ingreso a esa otra cultura para luego volver a una
posición exterior a ella. A efectos de nuestra tarea, hemos querido hacer este preámbulo ya que
al ver algunas de las obras expuestas en la Mega II pudiéramos pensar13 que pertenecen a un
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“fuera de lugar”. Esta observación podemos llevarla a cabo bien sea apoyándonos en nuestra
propia cultura artística: la Cultura, la de “uno mismo” como referencia, o conversando (dialogando)
vendrían a ser aquellas con las que la Cultura –la de uno mismo- puede “entrar en diálogo". La
“no-cultura”, en el mejor de los casos, sería algo de lo que los interlocutores pueden incluso
estar hablando pero que, en realidad, “no existe”. En esta perspectiva dialógica dada por Bajtín a
la semiótica cultural, la misma se convierte en lo que Milton Singer (1912-1994)14 llamó “la
observación de los mecanismos que tienen lugar en una conversación entre culturas.” Podemos
decir entonces que, desde esta perspectiva, en la Mega II podría estar teniendo lugar, sin que
(1839-1914) propuso que el modelo del Otro tendría la misma configuración que el de Uno
mismo: también representaría una corriente de conciencia que no se detiene hasta la muerte.
Pero, si para Bajtín el Otro es estático y cerrado, para Peirce sería solamente otro-uno-mismo. De
allí vendría la imposibilidad de comprender y dialogar con el Otro a menos que actúe, piense y
opere con los mismos códigos que uno mismo. Es allí donde, a nuestro entender, se aloja una
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de algunos de los sujetos que comparten sus códigos─ para relacionarse en y con la diferencia.
Por lo que para nuestra indagación la importancia del pensamiento de Jaques Derrida y otros
penadores postestructuralistas como Roland Barthes, Jacques Lacan y Michel Foucault, quienes
humanística, el sujeto que pensaba que podía conocer al mundo y a sí mismo, fue un iluso
sueño de la Ilustración europea15 . Dado que muchos de quienes han insurgido en contra del
de, por ejemplo, un artista como John Cage, pueden aullar en contra de lo aleatorio o la
improvisación; o que quienes dicen sentir admiración y respeto por la obra de artistas como
Jackson Pollock o Marcel Duchamp, vociferen y aúllen no contra obras concretas expuestas en
la Mega II, sino contra el “concepto” de una exposición que ni siquiera han visto.
Charles Peirce también afirmaba que no puede haber ningún acceso directo al conocimiento de
uno mismo, exactamente por la misma razón que no hay acceso directo al conocimiento de
nada. El conocimiento del Uno mismo y del Otro sólo es posible indirectamente, a través de
signos y son los signos los que expresan. Si el ego y el alter no se presentan entonces como
diferentes y el uno mismo es visto como algo inconcluso, ambas descripciones no operarían
sino con un mismo modelo, que serviría para representar tanto al Otro como a Uno mismo.
Entonces, describir una cultura como carencia de Cultura sería operar como lo hizo, por
ejemplo, Cristóbal Colón ─ y como siguen haciéndolo aún muchos “descubridores” de artistas
en los siglos XX y XXI─ que aplican la misma hermenéutica que el Almirante de la Mar
Océano aplicó al “Nuevo Mundo” (Sonesson, 2000). Diferente habría sido la actitud de
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Hernán Cortés, quien deseaba entender la otra cultura, ─no por sus posibles valores ni para
conservarla ni asimilarla a la propia, sino precisamente para cambiarla─ y así lo primero que
hizo al llegar a México fue buscar una intérprete indígena. Colón habría operado sobre el eje de
la referencia a su propia cultura y Cortés sobre el eje de la conversación con la otra cultura, aunque
teniendo en mente una radical reconversión cultural. En lo que hemos visto hasta ahora de
reacciones ante la Mega II, sólo hemos registrado negación referida a la Cultura, la propia y no
un deseo de entenderse con la otra cultura, con la otra visualidad, deseo de conversar con el otro,
Los actos de ver son actos culturales, y están culturalmente condicionados. Cualquier aproximación a la
visualidad que hoy ignore esta determinación compleja –pues se alimenta autorecursivamente- está condenada a
incurrir en una miopía analítica. Cualquiera sea nuestra orientación interpretativa, la asunción del carácter
cultural, construido, de los actos relativos a la visualidad parece hoy una propedéutica epistémica forzosa.
Hoy en día, en nuestro país, sigue siendo “críticamente correcto” ─aún entre “intelectuales”
supuestamente muy bien formados─ pensar que los modelos miméticos de representación
aparecidos durante el Renacimiento han sido “superados” y así lo expresan muchos discursos
críticos sobre las artes visuales, que se fundamentan en modelos evolucionistas, al postular que
gratificación a nuestros ojos y emociones. Así, se piensa entonces, que los tiempos que corren
demandan ─algunos llegan incluso a pensar y a prescribir casi con carácter de norma estética─
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drama de las comparaciones, hemos podido ver gracias a la Mega II, episodios que ameritarían
(1916). No cabe duda de que en la Mega II no se ha visto al arte con el debido detenimiento, tal
vez debido a una incomprensible valorización de una velocidad irreflexiva de sus procesos
organizativos, pero resulta interesante ver que en medio de la confusión y sin discurso
curatorial para apoyar o proponer lectura alguna, se crean relaciones que señalan direcciones:
muchas de las obras parecen andar a caballo entre géneros y estilos, para no mencionar medios
y técnicas. ¿Será que se puede hablar tal vez de un “mestizaje”, de la acción de influencias no-
artísticas sobre obras pretendidamente artísticas? ¿No es así cómo han venido operando las
comparativo entre los que son los rasgos comúnmente tenidos como característicos de las
obra de los autores presentes en el Museo de Bellas Artes, en ocasión de la Mega II. Si una de
las primeras de tales características es la de oponerse a las estéticas “naturalistas” resulta muy
difícil encontrar en la Mega II, salvo excepciones claro está, obras a las que pueda adjudicarse
este rasgo: la búsqueda de estilos “naturalistas” parecería ser una constante. En cuanto a que
pueda considerarse que la gran mayoría de las obras presentes en la exposición se encuentren
alejadas de “lo popular” y que sean apreciadas sólo por minorías, es muy difícil saberlo aún
pues no se conocen cifras de asistencia y tipo de publico, estratificado según las convenciones
de la sociología del arte, pero aparentemente y a juzgar por la numerosa asistencia de jóvenes y
niños al Museo, las obras no proponen ningún desafío de decodificación a escolares de niveles
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básico o medio. En cuanto a que las obras sean efímeras, o que sus sentidos remitan a
nociones como la fugacidad o la acción del tiempo, tampoco están presentes en la Mega II
obras de este tipo, muy por el contrario, parecen casi todas, claro está que con excepciones,
haber sido hechas para durar mucho tiempo, con materiales y soportes duraderos. En cuanto a
las exigencias que la conciencia de los autores debería supuestamente colocar a las demandas
expresivas, éstas no parecen situarlos frente a grandes retos expresivos o técnicos. Claro está
que es posible encontrar algunos ejemplos en los cuales se observa que ha habido necesidades
pero una de las cuestiones más desconcertantes que surgen de la observación de las obras
creadora, de esas percepciones interiores con las que un artista llega a ser capaz de captar por
anticipado lo que plasma en su obra, o su capacidad para reconocer y representar, más allá de
las expresiones convencionales de una iconografía inculcada por una “educación artística”
general en la exposición, obras en las que el problema expresivo, crucial en los lenguajes
visuales en tanto y cuanto medios de expresión, sea tratado con la seriedad y profundidad que
las artes visuales y sus productos demandan. Por todo lo observado y dicho, una cosa está
clara, al menos para quien escribe, y es que las obras que están expuestas en la Mega II, no
primera década del siglo XXI venezolano, ni que tampoco pueda decirse que dan testimonio
posible también observar que algunas de las obras expuestas pueden incluso mezclar elementos
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“cultos”, icónicos o formales, que pueden adscribirse a diversos estilos y géneros ─ que en
algunos casos pueden resultar incluso incompatibles─ y que esos tipos de obras en los que
encontramos múltiples elementos estilísticos y de géneros reunidos en una sola ─por ejemplo,
estilos tan diferentes como puntillismo y estilo naïve, o un bodegón que aspira a la abstracción
estilo o género artístico, o clasificadas por ningún discurso “críticos” que pudiera llegar a ser
motivado a partir de la Mega II. Muchas de las obras expuestas pudieran ser ubicadas dentro de
categorías que postulan relaciones de referencia a producciones canónicas, con las que
pudieran, efectivamente, algunas de las obras vistas en la Mega II relacionase, pero sólo de
manera metafórica, metonímica o incluso mimética. Esos géneros o estilos canónicos con las
que pudieran relacionarse algunas de esas obras serían, por ejemplo, el paisaje impresionista o el
desnudo fauve o expresionista, o el retrato pop, así como algunas obras que pudieran considerase
ubicados en algún locus urbano, o fantasías de criollas arcadias realizadas en estilos que remiten
tanto al impresionismo como a los estilos que se nutren de técnicas e imágenes más
escuelas de arte de fines del siglo XIX o comienzos de XX. Estas retóricas visuales también
pueden remitirnos, mimética o ingenuamente, a ese ambiguo gusto nuestro que, sin mucho
rigor, llamamos “modernista” o “criollista” a la manera de artistas como, por ejemplo, Pedro
Centeno Vallenilla o incluso Francisco Nárvaez. También algunas de las obras que podemos
paródicas de objetos y figuras que mantienen relaciones miméticas con los mundos de lo
cotidiano o del entretenimiento16, o con los “usos del tiempo libre” así como con los “masajes”
macluhianos que aplican los medios masivos, tal como pueden verse en el pop-art
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“posmodernas”, la autora de Sobre la fotografía o El sida y sus metáforas, vincula el camp con el pop.
Según su enfoque, ambos movimientos hacen un uso paródico de las representaciones, pero
evidente intención paródica como La Mona de la artista zuliana Mandy Toro? Es esta una de
las obras expuestas de mayor interés por su independencia frente a ciertas tradiciones plásticas
supuestamente popular.
Fig. 1. Mandy Toro. La Mona, 2004. Técnica mixta, 57 x 47 cm. Sala 6, MBA, Caracas.
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Otra de las obras expuestas en la Mega II que invita a la reflexión en esa misma dirección es
Paisaje con cráneo de buey de Picasso (2004) del artista, también zuliano, Juan Mendoza.
Fig. 2. Juan Mendoza, Paisaje con cráneo de buey de Picasso, 2004. Acrílico sobre tela, 100 x 60 cm. Sala 6, MBA,
Caracas.
Si como nos dice Clement Greenberg la “esencia del modernismo está…en el uso de los
métodos característicos de una disciplina para criticar esa misma disciplina”17 y de allí el énfasis
de las operaciones críticas en los lenguajes de las artes, no obstante, para el cumplimiento de
nuestra tarea crítica habría que preguntarse cómo hoy, en Venezuela, tienen lugar y cuáles son
las motivaciones para que ocurran, si es que ocurren, cambios técnicos que definirían los
artística, vale decir los signos que estarían inscritos en una temporalidad artística propia de una
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Sería necesario entonces observar en Venezuela cómo tales cambios pudieron darse
determinada dinámica cultural y social delimitada18. ¿Para qué y por qué los artistas introducen
cambios técnicos? ¿Cómo se relacionan los cambios en los “estilos” con los cambios en las
“ideas” artísticas y éstas con los cambios técnicos y tales cambios con la Cultura, o con las
técnicas ni los “nuevos conceptos” proporcionan absolutos estéticos, ni siquiera cuando se han
dado, previamente, cambios profundos en los esquemas conceptuales que los artistas
proponen a través de sus obras. Lo que podemos ver en la Mega II, entonces no va por la ruta
mayoría de las obras remiten a la historia canónica del arte o de la pintura, o a tradiciones
populares o religiosas, realizadas con técnicas que no apelan a ninguna de las tecnologías de
reciente desarrollo19. La Mega II da la impresión de ser una cápsula de tiempo, clausurada entre
el final del siglo XIX y la primera mitad del XX que contiene una visualidad represada ─
Ahora bien, entre las preguntas obligadas al intentar aproximarse a una visualidad de partida
desconocida pero que, en la medida en que nos acercamos, remite a la memoria de signos e
situaciones que al ser visitadas desde un “hoy” impreciso en sus caracterizaciones, nos pueden
aparecer como remotas y poco pertinentes para una inicial descripción. Esa desconocida
visualidad expresada en esos otros textos o no-textos culturales que emergen en la Mega II parece no
tener cabida al intentar caracterizar la compleja realidad cultural venezolana de ese “hoy” de
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inevitables, por ejemplo y en primer lugar a aquellos que pueden dar origen a una pregunta del
tipo ¿cómo pudo expresarse una sociedad revolucionaria, por ejemplo, la de la Rusia de
comienzos del siglo XX, de manera tan fuerte y elocuente, a través de signos tan
evidentemente elementales como una figura geométrica negra sobre un fondo blanco? o
¿cuáles pueden ser las condiciones que lleguen a determinar las formas de la representación
no se trata de decodificar los supuestos sentidos de las obras, ni de intentar descubrir el misterio
de las intenciones de los artistas, ni de la no menos misteriosa recepción de las mismas por
parte de las audiencias, aunque sí, tal vez, de intentar un atisbo de la sinergia de todas estas
del siglo XX no se “expresó” a través de un artista como Malevich20 sino que ─pasivamente─
fue expresada a través del realismo social impuesto como la “estética” oficial del estalinismo. En
otras palabras, dadas las condiciones políticas existentes en Rusia entre 1905 y 1923, año de la
muerte de Lenin, y a partir de la consolidación del Estado Soviético bajo Stalin, desde la
década de los treinta y en ese caso histórico concreto, no puede hablarse propiamente de que la
sociedad rusa se haya expresado a través de sus artistas sino de que el todopoderoso Estado
fácilmente que nada más alejado de un “arte oficial” que lo que puede verse en la Mega II. Lo
que, obviamente, no quiere decir que lo que se muestra sea ni bueno ni malo, sino que lo que la
exposición alberga está muy lejos de la homogeneidad “totalitaria” que algunos han pretendido
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ver en esta y otras iniciativas culturales del momento político venezolano. Esto podría
llevarnos a conjeturar que si las políticas culturales de la llamada IV República brillaban por su
ausencia22 y que si la política cultural explícitamente imperante durante más de cuatro décadas
fue una no-política, la actual no llegaría a ser una no-política sino más bien una de ensayo y
error cultural, en la que caben experimentos del tipo de la Mega II; ensayo que aún no sabemos
socialista, por ejemplo, no puede verse como un “error” del Estado soviético, sino como una
de una icnonicidad única. El realismo social fue sin duda una “política cultural” y la creación
del aparato burocrático del Estado, sino a la voluntad y poder del mismo para instrumentar esa
política, junto a una de simulación icónica de “la realidad socialista” vista a través del filtro de
una “ideología revolucionaria” cuyo propósito era la producción continua de textos culturales
autorreferenciales.
Habría que decir, antes de continuar, que no pretendemos ni remotamente llegar a ningún
paradigma explicativo del estado de las artes en la Venezuela del año 2005, a partir de lo visto
en la Mega II en el Museo de Bellas Artes de Caracas. ¿Es esta una postura post-moderna o meta-
política? No necesariamente.
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Si, en vez de preguntarnos ¿qué significó el cuadrado negro de Malevich para la sociedad
revolución? O, más bien ¿es que la sociedad rusa de los años de la revolución y el socialismo
“real” pudo expresarse artísticamente de alguna manera como no fuera a través de la abstracción
geométrica?
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Tal vez la Mega II, permita construir un camino de indagación a través de los desconocidos
territorios de “la otra” visualidad venezolana de los comienzos del siglo XXI, para así intentar
comprender ─desde una aconsejable distancia de lo otro─ lo que sea posible de ser observado
en las complejas relaciones culturales y artísticas que se dan en nuestra sociedad en este
momento, dada la calidad y profundidad de los cambios al interior de los campos culturales y
de las prácticas artísticas. Tratar de precisar los contornos y perfiles de algunos de los
mecanismos que operan en las conversaciones entre las culturas venezolanas23 de hoy y las
expresiones de sus visualidades alternas parecería ser una tarea necesaria. Si el canon de la
modernidad en artes visuales prescribió la experimentación técnica como uno de sus rasgos
definitorios, entonces los cambios en las técnicas artísticas ─en particular pictóricas─ deberían
servir como hilo conductor en el laberinto del bosque para la construcción de un camino hacia
Venezuela de comienzos del siglo XXI no parecen estar muy preocupados con los
procedimientos de las artes y, además, este punto de vista formalista resultaría tan inoperante
como cuando desde una supuesta postmodernidad, se utiliza para observar las supuestas
modernidades locales. Pero no están ausentes en la Mega II obras que se inscriban en algo
parecido a un campo de analogías con los movimientos antiartísticos de comienzos del siglo
XX. Si los referentes del Dada y el anti-arte, la rebelión contra la estética académica en el
espíritu del Manifiesto de Tristan Tzara, llamando a crear un arte “de la calle” en vez de un arte
“de museos” y negando valores como la introspección del artista romántico o la expresión de
la angustia individual, la moral y la hipocresía burguesas, con sus llamados a vivir el arte desde
la calle o el cabaret y a producir “arte de protesta”, la Mega II es el lugar para encontrar obras
que nos remiten a estos referentes aunque sea por muy retorcidos senderos. Sin embargo, la
obra El museo es la calle, la calle es el museo, de Oscar Sotillo, quien participa en la muestra en
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calidad de artista invitado, remite a esos códigos y resignificaciones desde una propuesta “neo-
Fig. 4. Oscar Sotillo. El museo es la calle la calle es el museo, 2005, papel impreso. Hall MBA, Caracas
Sin duda, convendría precisar algunas de las maneras en las que un número no determinado
de personas piensan acerca del arte, en general, a saber: a) que “el arte” o “lo artístico” en
ningún caso puede referirse o representar valores absolutos, supra o transhistóricos, que
todas las clases sociales e individuos por igual; b) que gran parte de las obras más famosas del
arte moderno y contemporáneo no son obras maestras; c) que las artes de nuestros tiempos
tienen más que ver con discursos críticos que con virtuosismo y talento artístico; d) que una
gran parte de las obras de arte moderno han sido fácilmente imitadas –y muchas veces
quienes son tan capaces técnicamente o más que los “maestros” pero que están condenados al
circulación no sólo de la obra de arte en sus procesos de producción, difusión y consumo, sino
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fenómenos culturales, vale decir ficciones culturales y políticas, más centrados en la cuestión
de los nombres, las personalidades, las firmas y los precios que en la calidad de las obras; y f)
que, a medida que se producen cambios significativos en la Cultura del gusto y se construyen
desmoronarse, tal como ha sucedido con otros períodos de la historia del arte.
Este trabajo no tiene ninguna pretensión de ser un registro definitivo, ni mucho menos único,
de una experiencia cultural bastante inusual en nuestro país, aunque no en países de larga
necesariamente deducimos que sea también así en sus implicaciones artísticas. Muchas de las
obras que vemos en la exposición, ciertamente, han venido “de abajo” o de “la periferia” de la
Cultura pero el mero hecho de que ahora se encuentren en las paredes de los museos no
significa que sean obras de arte contemporáneo, aún cuando se relacionen con otras manifestaciones
culturales urbanas tales como, por ejemplo, la música de rap o hip-hop, el reggaeton u otras
constituye una de las sorpresas de la Mega II es que hay una gran cantidad de obras que
parecieran estar en el otro extremo del continuo cultural y pertenecer a una estirpe
competitivo, no aparecen como rasgos frecuentes en estas corrientes de algo que pudiera ser
un arte folk contemporáneo ─en sentido de popular─ que tiene una presencia numerosa en la
muestra. No está demás recordar también que la propuesta de la Mega II tampoco tiene nada de
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muy novedosa. El Salón de los Independientes, organizado en Francia a fines del siglo XIX
por los propios artistas, carecía de jurado de selección. Es obvio que no es posible trazar
paralelos entre las obras de las vanguardias artísticas presentes en aquellos salones y las de los
participantes en la Mega II, pero sin duda parece poco equitativo que hoy en día, en Venezuela,
los artistas – quienes lo sean, o deseen o pretendan serlo en el siglo XXI─ que quieran exhibir
sus obras, tengan que depender casi exclusivamente de un sistema de galerías comerciales de
poco alcance y poco público, siendo estos los espacios que, hasta la apertura de la Mega II ,
servían casi como único lugar de encuentro a esos artistas y no-artistas del no-museo y a sus
perdemos en el intrincado bosque de la Mega II, es posible que la exposición sí pueda decirnos
algunas cosas interesantes, pero para escuchar es recomendable entrar a pie y sin rumbo ni
brújula.
(…) Nada que sea grande entra en los hombres sin alguna maldición.
como importante, porque este filósofo y sociólogo astuto y observador, vivió y produjo su
obra en medio de las más importantes corrientes del pensamiento y el arte así como en medio
de cambios artísticos y culturales profundos. Simmel vivió y trabajó entre los siglos XIX y XX
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y en el contexto de la cultura alemana donde sus ideas fueron compartidas por esos "amigos
del espíritu realmente dotados para la filosofía", la brillante generación de artistas, filósofos y
Según Simmel el conocimiento se adquiere en virtud de los beneficios que nos reporta
individualmente, más que a partir de pautas socio-culturales colectivas. Simmel estudió los
interacciones entre los individuos y la formación de la cultura social, la imitación y la moda, así
como la importancia del dinero en la conformación de las relaciones sociales entre los
individuos. Conceptos suyos como el de “lo extranjero”, o “lo extraño”, lo que “viene hoy y se
queda sólo hasta mañana”, han hecho que Simmel sea considerado por diversos autores como
que se han desarrollado al final del siglo XX y comienzos del XXI. Desconocido en el mundo
anglosajón hasta mediados de los setenta y mal traducido durante años, pasó a ser considerado
a fines de esa década como el “primer sociólogo de la modernidad”. Una de sus principales
espíritu pero fue Wilhelm Worringer (1881-1965) su alumno en Berlín, quien reconoció en una
obra ya clásica Abstraktion und EinfühIung, (1908)24 que las ideas para esa obra le habían sido
como “comunidad de discursos” comprenderemos con mayor facilidad cuáles eran esas ideas
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comunes que Simmel compartía tanto con Georg Luckács como con José Ortega y Gasset,
Ernst Cassirer, Marc Bloch y Teodoro Adorno, las que fundaban un nuevo pensamiento. Para
que tanto él como sus “amigos del espíritu” penaban que era característico de la vida en las
grandes ciudades, con sus aspectos que encarnaban los defectos y virtudes de la era
hombre de la cámara” (1929) del cineasta soviético Ziga Vertov o de Charles Chaplin de Tiempos
que puede leerse en sus fragmentados, relativistas y acrobáticos ensayos, parecen justificar que
ulteriores.
Entre 1900 y 1918 Simmel desarrolló una filosofía de la vida fundamentada en una peculiar
interpretación del neokantismo y de categorías conceptuales tales como vida, forma, alma, cultura,
interioridad y exterioridad. Trataba así de abordar el problema de cómo puede ser formada la vida,
o, más precisamente de cómo puede captarse la fluidez y continuidad de la vida, sin disecar su
riqueza y su inaprehensibilidad, en formas culturales también vivas. Las relaciones de la vida con la
forma y con el alma fueron expuestas por Simmel en diversos ámbitos de indagaciones tales
(…) toda la estética se basa en una dirección y significado último de la vida, es decir, en una
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(…) el refinamiento, es decir como las formas intelectualizadas de la vida. (…) La sociedad crea
acaso la figura más consciente y, desde luego, la más general de una forma fundamental de vida
[consistente en] que el alma individual no puede estar en un nexo, sin estar al mismo tiempo
fuera de él, ni puede estar incluida en ningún orden sin hallarse al mismo tiempo colocada frente a
él. (Ídem).
perspectiva de que
determinaciones que subsistan una junto a la otra ─aunque en ocasiones así sea y puedan llegar
hasta una hostilidad recíproca─ sino que ambas caracterizan la posición unitaria del hombre que
formas de captación del mundo por el individuo, él mismo proporcionó diversas aplicaciones
de su metodología vitalista a muchos otros ámbitos donde clarificó y ejemplificó algunas de sus
ideas más abstractas y complejas. Así, frases complicadas y aparentemente oscuras como
(…) la vida sólo puede ser expresada en formas pero no puede alojarse en ellas porque siempre las
rompe y las rebasa, o la vida es siempre más vida de la que cabe en la forma (…). (Ídem.)
resultan ser no solamente más claras y atractivas, sino también mucho más iluminadoras
cuando Simmel nos las presenta configuradas, no mediante formas metafísicas, sino con formas
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para aclarar algunos de sus conceptos e ideas. En la introducción a su Sociología (1908) Simmel
reconocía que sus exposiciones alcanzaban una mayor claridad cuando presentaba sus ideas
sintéticos:
Espero que la metodología sociológica que aquí se ofrece, resulte más segura y aún más clara en las
metodología de Simmel, el "alma" siempre aparece como el sujeto creador de formas o, más
bien como el agente que a partir de la vida, crea las diversas formas culturales, estéticas, lógicas
y vitales. A efectos de las explicaciones en este caso, los elementos de ejemplificación más
eficaces los proporcionaba a través de la reflexión estética o cultural, más que a partir de
de alma como creadora de formas, sea su descripción de lo que hace un actor en una
representación teatral:
Partiendo de las facultades que residen únicamente en su alma [el actor] realiza una forma que
le es exterior y ajena, con una vida y una animación que corresponde total y absolutamente al
complejo que le es objetivamente dado; lo equipa con el alma propia de la forma poética que, sin
embargo, nunca puede llevar a cabo la suya, es decir, como siendo su propia alma [porque su
creación inicial proviene de otra alma]; cuando el dramaturgo configura sus criaturas con rasgos
esenciales y las hace mover por impulsos que únicamente, en el instante de esta creación misma,
nacen de él, pero que, por decirlo así, no se detienen en él, sino que están al mismo tiempo en
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aquellas formas en cuanto formas, en todos los fenómenos de esta especie el más patente de los
cuales es el actor- una forma objetiva está soportada o configurada por un alma inmanente a
ellos y su expresión, mientras que el alma del creador que la trasciende es la que otorga la
Aquí Simmel no solamente nos dice que el alma es el agente creador de las formas sino que nos
muestra la manera en la que las formas culturales adquieren y desarrollan un proceso autónomo
frente a los creadores. Tal proceso de autonomía de las formas culturales fue una preocupación
constante en los escritos de Simmel y los describió tanto como oposición entre vida y cultura
como entre lo que llamó cultura objetiva y cultura subjetiva, además, planteó el problema que surge
que la cultura pueda ser algo “más-que-vida". La generación de autonomía de las formas
culturales sería también para Simmel un rasgo esencial en la caracterización de una cosmovisión
nuevo tipo de forma cultural, ya que una representación dramática es algo distinto a un texto
escrito por un dramaturgo. Con este ejemplo Simmel reforzaba su concepción pluralista de la
teoría de las formas, al mismo tiempo que sugería, en ese caso concreto, la relevancia del
Simmel definió la cultura como el refinamiento de las formas intelectualizadas de la vida y consideró
que el poder superior de la cultura objetiva sobre la cultura subjetiva de los individuos era un
resultado de la unidad y autonomización que la cultura objetiva ha conseguido en los tiempos modernos. Así, en
el último capítulo de su testamento filosófico La filosofía del dinero (1900), Simmel desarrolla
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plenamente su concepción de la "tragedia de la cultura" sobre la que basaría todos sus ensayos
aparecidos en Philosophische Kultur (1911) concepto que repetiría en diversas obras.26 En todas
Simmel concibe a la cultura como forma y el mundo de las producciones culturales como una
dialéctica entre la vida y las formas, Simmel considera la cultura como una síntesis del
contenido de la vida, donde se interceptan el alma, en cuanto sujeto creador, constituido por las
energías y fuerzas de la vida y la pluralidad de las formas irreductibles en las cuales se expresa la
vida y que acaban por desarrollar una autonomía objetiva frente a sus creadores. A partir de
última estaría constituida por el mundo de las formas culturales y sus productos, mientras la
cultura subjetiva lo está por la vida del alma y la personalidad individual, en tanto en cuanto
representantes de una síntesis de esas formas autónomas. La cultura objetiva sería, pues, el
ámbito de dominio de los objetos que funcionan en calidad de instrumentos para el cultivo y
desarrollo del individuo; el camino de formas objetivadas que un individuo debe recorrer
durante su existencia para adquirir cultura. La cultura subjetiva, en cambio, sería más bien el
estado de la personalidad, o del alma individual, como resultado de tal proceso. La cultura sería
entendida como el valor que ha sido agregado al individuo por el proceso de formación
individual, cuyo ejemplo más plástico y exuberante sería la Bildung ─el construirse, o crearse o
Todos los días y por todas partes la riqueza de la cultura objetiva estaría incrementándose, pero
la mente individual sólo sería capaz de enriquecer las formas y contenidos de su propio
poder desarrollar, a un ritmo mucho más lento, su propia cultura. El trabajo de agregación de
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valor realizado por incontables generaciones de individuos estaría incorporado como espíritu
objetivado a la lengua, las costumbres, las instituciones, las constituciones políticas, las
doctrinas morales o religiosas, la literatura, las artes y la tecnología, y de esa acumulación todos
pueden tomar tanto como quieran o lo que su capacidad les permita, pero ningún individuo
será capaz de agotarlo todo. Entre lo acumulado global en ese tesoro cultural y lo que es
tomado por un individuo, existen las posibilidades más diversas y fortuitas. Simmel dice que
cada avance de la cultura objetiva implica que el dominio del valor objetivo se hace cada vez
más complejo, poderoso e inaccesible a la cultura subjetiva de los individuos. El fin definitivo
los individuos, ya que los valores objetivos no estarían más en la posición de meros
contradicción entre vida y forma se expresará entonces en una dinámica del desarrollo de la
cultura, tanto en la objetivación de la cultura como en la enajenación del individuo con relación
El espíritu que se ha materializado en un libro escrito, está sin duda en él, puesto que puede ser
sacado de él. Pero ¿cómo puede estar allí? Lo que el libro contiene es el espíritu de su autor, el
contenido de su proceso psíquico. Pero si el autor está muerto, su espíritu, como proceso psíquico no
puede existir. Es, por tanto, el lector quien, con su dinamismo psíquico, hace surgir el espíritu de las
líneas y caracteres impresos en el papel. Pero esto está condicionado por la existencia del libro, con
todo, de una manera más inmediata y en principio distinta de como está condicionado, por ejemplo,
por el hecho de que el sujeto que reproduce el espíritu respire o haya aprendido a leer. El contenido
que el lector reproduce en sí como proceso vital está contenido en el libro de una manera objetiva y el
lector sólo lo extrae. Pero si el lector no lo extrajera, el libro no perdería por ello tal contenido y
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evidentemente que su verdad o falsedad, su elevación o vulgaridad son independientes del hecho de
que el sentido del libro sea reproducido por los espíritus subjetivos con mayor o menor frecuencia,
entendiéndolo o sin entenderlo, [subsistiendo así] como espíritu que de hecho nada tiene que ver con
la materialización sensible; como espíritu objetivo cuyo significado real permanece intacto al ser vivido
subjetivamente en esta o aquella conciencia. Esta categoría que permite absorber lo supramaterial en
este espíritu objetivo permite a la humanidad conservar los resultados de su trabajo por encima de las
Al referirse al "espíritu objetivo", Simmel advertía cómo la lógica inmanente de las creaciones
objetivas se desarrolla al margen de los propósitos originales de aquellos actores o "almas" que
las engendraron. Sólo que tal autonomía cultural no se expresa únicamente en las bibliotecas y
los materiales escritos, también lo hace en el caso de las estructuras jurídicas, políticas, artísticas,
autonomización y eventual enajenamiento. Una vez creadas tales estructuras ─tal vez incluso
sería posible, según Simmel, controlar totalmente las direcciones en las que éstas se
desarrollarán:
Aunque las hayamos generado, deben seguir las directrices de su propia necesidad interna, la
cual no está más preocupada con nuestra individualidad que lo que están las fuerzas físicas y
sus leyes. 27
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el hombre se convierte en el mero portador de la fuerza por la cual esta lógica domina su desarrollo
(…) cuando las fuerzas destructivas dirigidas contra un ser nacen de las capas más profundas de
este mismo ser; con su aniquilamiento culmina un destino inicialmente implícito en él, destino que
no es sino el desarrollo lógico de aquella estructura con la que el ser ha construido su propia
positividad.
del dinero y replanteados en su Schopenhauer und Nietzsche (1907) para elaborar una versión de
aquello que otros célebres pensadores posteriores denominaron "la dialéctica de la racionalidad
tema relativo a cómo los medios se transfiguran en fines con una lógica propia, la cual acaba
por oprimir a los agentes a quienes tales medidas debían servir, original y supuestamente, en
explicar el caso de los mass media en las sociedades contemporáneas pues al ocurrir semejantes
enajenantes que confinan la “libertad del individuo” en las sociedades capitalitas desarrollas,
Tal análisis de Simmel parece haber ejercido una profunda influencia en dos preocupaciones
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burocracia ─recordemos que Simmel fue profesor de Max Weber en su cátedra en Berlín─
como un medio original que se transforma en un fin en sí mismo y acaba por encerrar las
que el expresionismo y otros movimientos artísticos futuristas pugnaban por exteriorizar la vida
mediante una negación radical de las formas artísticas existentes. Al igual que el naturalismo
(…) el expresionismo actual, sustituye la imagen inmediata del objeto por el proceso anímico y su
(…) sin consideración a su propia forma, ni a normas objetivas válidas para ella;
Esto equivalía a decir que la exteriorización de la vida se quería ofrecer en su desnudez libre de
formas con el fin de que no se viera oprimida por el peso autónomo de las formas de la cultura
objetivada existente. Simmel encontraba de esa manera, tanto en el expresionismo como otros
movimientos artísticos de comienzos del siglo XX, como en movimientos religiosos místicos
de la modernidad tales como la teosofía, un impulso común para extemalizar las energías
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vitales, basándose en una radical negación de las formas culturales existentes en Europa para
ese momento:
apasionado querer expresar-se de una vida que ya no encuentra acomodo en las formas
tradicionales y que aún no ha encontrado nuevas formas, y que, en esta medida, quiere encontrar
anunciar, sugerir o mostrar mundos visuales, culturales y sociales posibles, sin aún ser capaz de
expresarlos plenamente, o de describirlos en todos sus detalles, lo que representaría acaso una
comienzos del siglo XXI, tanto ausentes como presentes en la Mega II, pues parecería verse que
muchos de los medios actuales de expresión resultan insuficientes o incómodos para que
artistas y creadores puedan expresar una energía vital de externalización que, como lo dijo
Simmel busca nuevas formas que por ahora sólo se anuncian como sospecha o inexplicada facticidad, como
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PARTE SEGUNDA
PREGUNTAS, OBRAS, JUICIOS Y TEATRALIDAD
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Las preguntas
¿Por dónde se mueven, qué caminos transitan, qué visiones persiguen, qué formas y maneras desenvuelven, qué
motivos aceptan nuestros artistas, cómo responden a su tiempo y a su lugar, en todos los rincones del territorio?
¿Cuál es la complejidad del universo colectivo que están creando? ¿Y cuáles con, en ese universo, las galaxias,
las vagas nebulosas, las supernovas, las gigantes rojas, los cometas errantes o los planetas y asteroides solitarios?
¿Cómo se va configurando la bóveda celeste del arte venezolano en estos cinco años ya transcurridos del siglo
XXI?
Ante la invitación a pensar y debatir, es de esperarse que quien recorra con atención la Mega II
intente responder si no todas, al menos algunas de las preguntas que fueron formuladas como
buscar algunas respuestas deben haberse emprendido en cada uno de los museos que albergan
la muestra, además de las que puedan haber movido el interés particular de algunos
investigadores. Como todo significa29 y los silencios son también actos de habla, los
consideraremos junto a los juicios explícitos y también los que vayan agarrando palabra, en un
intento por buscar algunas posibles respuestas a las preguntas explícitas formuladas por los
convención astronómica─ de una imagen, algo parecido a la gestalt de una galaxia, la de las
artes visuales de Venezuela a mediados de la primera década del siglo XXI que, pensamos,
aún no resulta visible, pues tal tarea requeriría al menos la potencia de los lentes del telescopio
Hubble para su detección y registro. Una de las ventajas de la metáfora astronómica es que
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puede prestarnos, también, unas dimensiones temporales que ayudan enormemente a la hora
de pensar un universo, en este caso de las artes visuales en Venezuela, pues son estas
dimensiones las que nos permiten caer en cuenta de que no parece posible que se produzca un
fenómeno como la creación de una nueva galaxia artística visible en sólo cinco años. Esta
expectativa parecería, sin duda, utópica. Por otra parte, la pregunta postula también la
existencia de una indeterminada situación en el campo de las artes visuales, anterior al presente
que, por motivos hasta ahora no definidos, se supone transformada y del cambio darían
testimonio o demostración las obras que se muestran aquí y ahora en la exposición Arte
Venezolano del siglo XXI. Segunda Megaexposición en homenaje a Jesús Soto, en el Museo de Bellas
Artes de Caracas, inaugurada el 17 de abril de este año 2005. La pregunta postula entonces que
los movimientos, caminos, visiones, formas, maneras, motivos, tiempos, lugares, rincones y
territorios que puedan haber habitado, recorrido, aceptado, propuesto o desarrollado los
artistas presentes en la exposición, han cambiado a partir del año 2000 y que tales cambios
deberían evidenciarse en obras producidas durante dicho lapso 2000-2005. Quedan aún por
dilucidar las razones para establecer el año 2000 como un hito en una periodización de la
historia de las artes visuales contemporáneas de nuestro país cuyo modelo desconocemos, lo
que no invalida para nada la selección de dicho hito temporal sino que nos coloca, al menos,
proceso de creación por los artistas, es problemática debido a que nos remite a una entidad que
no se ha objetivado aún, ni mucho menos construido como objeto de investigación pero que
sería, sin duda, necesario construir para investigar y establecer una taxonomía, ya no
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cómo, entendemos que los modos o maneras en las que se pueda ir configurando la actual
bóveda celeste de las artes visuales, en otras palabras el cielo visible desde nuestro lugar en el
planeta que sirve como punto de observación. No obstante, es necesario recordar que este
cielo cambia según la posición del planeta tierra, tanto con respecto a su propio eje así como
en su posición con relación al centro del sistema. Nuestro cielo es uno, pero como los antiguos
cabalistas seguimos hablando no de uno sino de varios cielos, dado que el único que vemos,
pensamos, “está en permanente cambio” ya que nos ofrece diversas vistas, desde distintos
puntos de observación, pero en realidad no está cambiando, sino que somos nosotros los
observadores los que no hemos movido junto con nuestro planeta. Con nuestro sentido de la
vista, intentar ver una galaxia exterior más allá de nuestro sistema, resulta imposible y para ello
ha sido necesario construir poderosísimos telescopios y cartografiar mapas celestes según las
Independientemente de que no aparezca ninguna galaxia nueva ante nuestros ojos, celebramos
la invitación al, sin duda, astronómico esfuerzo por cartografiar las galaxias de nuestras
actuales artes visuales propuesto por las autoridades culturales, pues estas han sido
relativamente poco estudiadas y tal vez sea posible que se encuentren aún en las vísperas de su
estupor o en activa resistencia, ante la evidencia de que los planetas giran alrededor de un
centro llamado sol, una estrella, una súper nova o gigante roja, que nos aglutina
centrífugamente con sus poderosas fuerzas electromagnéticas. Así que entonces, bienvenida la
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den entre lo viejo y lo nuevo, si es que alguna innovación está presente en algún rincón de las
galaxias artísticas cuya luz esté viajando hacia nuestros ojos sin aún haber llegado a herirlos.
Las obras
¿Que es la belleza?
Todo artista auténtico redefine los criterios de la belleza. La obra de arte es siempre un
gesto moral porque supone una escala de valores. Mejor dicho, dos. Presupone una
diferencia entre lo que es bello y lo que no lo es y, también, la diferencia entre lo que era
bello y aquello que no lo era. Es también un gesto político, porque ofrece estas escalas de
valores al juicio de un público y de una comunidad y así la transforma.
La mayor parte de las obras que se pueden ver en la Mega II, en el Museo de Bellas Artes de
Caracas, ya sean poderosas, inocuas, débiles, ya sea que pertenezcan o no a la categoría de obra
de arte, muestran imágenes de gran interés. Muchas de ellas son objetivas, ineficaces, efímeras,
divertidas, insulsas, anacrónicas o pertenecen a la categoría de las que han sido infinitamente
replicadas por los medios masivos de comunicación. Podría decirse que muchas de las
imágenes que contienen una gran cantidad de las obras expuestas, proceden de diversas
tradiciones iconográficas y artísticas que se remontan al menos a dos siglos atrás y que
pequeño grupo, característico, marcado por débiles trayectos iconográficos que pudieran
proceder de tradiciones artísticas que pudieran referirse a unas relaciones de mucha intimidad
entre tales imágenes y sus autores: vemos en algunas obras imágenes que dan la impresión de
entornos domésticos, así como también imágenes que remiten a sensibilidades que sorprenden
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por su anacronismo formal y modos de expresión. Vemos en la Mega II obras que proponen
configuraciones icónicas que se han manejado, tanto en las artes visuales en nuestro país como
en el arte “universal” y en la cultura “de masas” desde hace, por lo menos, unos doscientos
años o incluso más. En el contexto de la muestra en el Museo de Bellas Artes, se puede decir
que la primacía la tienen las imágenes de los “géneros” pictóricos, tal como éstos han sido
codificados en las artes visuales en la tradición de la Cultura occidental. Las preguntas por los
significados, la eficacia, la calidad estética o incluso por la pertinencia de las imágenes en las
cuestiones a dilucidar sería cuáles, de los elementos presentes en las imágenes que contienen las
obras expuestas ─si alguno─ proceden de tradiciones artísticas y visuales de nuestro país y de
o contemporánea, que junto a imágenes de la historia del arte “universal” o de la cultura “de
masas”, pudieran hacer suponer que hayan dado aportes específicos a las producciones
artísticas y a la visualidad que vemos hoy en la Mega II. También podríamos preguntarnos si, a
partir de esas supuestas especificidades aportadas por las diversas corrientes iconográficas,
observables como aportes de tradiciones de visualidades canónicas presentes en las obras, sería
por parte de los autores como en la recepción de los públicos expuestos a las obras y a las
imágenes presentes en la exposición. Este y no otro parece ser el meollo de la cuestión cultural
que se plantea en la Mega II, o sea la cuestión cultural de fondo. ¿De dónde salen las imágenes
presentes en las obras que vemos en la Mega II y por qué las obras están hechas como están
hechas? ¿Cuáles y de dónde proceden las vertientes iconográficas, técnicas y estilísticas que
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Relacionar la producción artística presente en la Mega II con discursos críticos que postulan el
eje conservador/reaccionario (“bueno”) revolucionario/crítico (“malo”) ─polos que sin duda pueden
invertirse sin que nada sea afectado─ que puedan surgir como efecto inmediato de las actuales
polarizaciones, tal vez no sea el camino adecuado para contribuir a desarrollar prácticas críticas
y teóricas algo más liberadoras que las que hemos llevado a cabo en el pasado reciente. En
político”, su inexistencia puede tal vez simplemente estar mostrándonos que el mismo
carecería de pertinencia, al menos para los artistas cuyas obras fueron enviadas al Museo de
Bellas Artes. En este punto de análisis no hay que dejar de lado el papel de los medios masivos
baste sólo recordar los comportamientos mediáticos durante el período 2002-2003 de nuestra
historia reciente. La importancia / irrelevancia del llamado arte político en los contextos de las
revoluciones, para sólo pensar en las ocurridas en Europa entre 1648 y 1917, nos obliga a
recordar que antes del mediados del siglo XX no existían los sistemas de medios masivos que
de contenido político, en prácticamente todas las sociedades y no sólo en las del “Primer
articulada por los actuales sistemas de medios masivos de comunicación, resultaría sin duda
impacto ya que únicamente lograría hacer visible un intento de burda propaganda política y
de contenidos ajenos a los propuestos por los propios artistas. Aún en el contexto de una
Mega II al centro de estas parecen estar aún las ideas de creación y contemplación que,
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tradicionalmente y desde hace varios siglos, han estado vinculadas al concepto de obra de arte.
Creación y contemplación serían los dos conceptos que están operando en muchas obras que
artístico. Estos dos términos, de origen teológico, han pasado desde la Ilustración a ser usados
en contextos profanos y parecen todavía dominar la escena artística en la Mega II. No hay que
olvidar que en muchos ámbitos culturales aún se concibe el arte desde el paradigma
creacionista y que este es un paradigma teológico, lo que hace que algunas sociedades y
tradicionalmente, casi como una de las variedades de la experiencia religiosa30 que la noción de
Georges Bataille, proponía que el arte sería un modo de producción y recepción de imágenes
que recoge una cierta experiencia de intimidad entre el hombre y sus visiones, de esas íntimas
relaciones con las imágenes se establecerían las relaciones hombre/arte y que las mismas
característico del arte. Otros modos de la relación hombre / imagen, por ejemplo, serían los que
un espectador establece con los medios que operan en la esfera del entretenimiento y la
información, en los que, según Bataille, no cabrían ni el arte ni la intimidad. Sólo en el arte
habría, para Bataille, la posibilidad de intimar con la imagen, de convertirla en algo que pasa a
formar parte de nuestra subjetividad y tal relación no sería posible fuera del arte sino
imágenes artísticas hayan sido también sagradas, y que se hayan investido de un aura, no
implica que hayan estado protegidas de usos instrumentales y políticos, ni que las obras de arte
sacro hayan sido políticamente neutras, pues tanto el poder artístico como el religioso y el
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político, indivisos en algunos momentos del devenir de occidente, las han explotado y
organizado a partir de ellas sistemas simbólicos de dominación, que a juzgar por lo visto en la
Mega II, continuarían operando desde los tiempos de conquista y colonización de nuestro país
por España. Con el advenimiento de la modernidad, el arte o las artes visuales, pasaron a ser
recepción icónica pues casi todos los proyectos modernos de dominación política su fundaron
y apoyaron en los recién articulados sistemas de medios masivos de comunicación, lo que hizo
que debido a la fuerza y eficacia de las imágenes mediáticas los territorios de las artes visuales
El arte, o el campo de las artes visuales, constituiría hoy una especie de reserva cultural, donde
las imágenes son producidas y percibidas de otra manera, no ya como portadoras de sentidos
vinculados a lo político, sino como valores en sí mismas y casi que independientemente de sus
de la Mega II debería llamar nuestra atención en el sentido de que las imágenes que muestra no
parecen sino continuar involutivamente cadenas de tradiciones iconográficas con muy pocas
ausencia de las imágenes de una visualidad alternativa, sino el de la presencia persistente de las
contemporaneidad. La pregunta entonces que habría que formular sería ¿En la actual guerra de
hoy, pueden las artes visuales tener un papel verdaderamente activo y no sólo testimonial, o de
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que visita el museo”? Al hablar del teatro como arte, Artaud32 decía que el teatro nunca podría
entrar en la corriente de la “normalidad” cultural sin dejar de ser teatro. Según Artaud el teatro
no podía estar nunca en el ámbito de lo aceptado, sancionado y canonizado, para él, el teatro
siempre era escándalo o no era teatro. Lamentablemente, las obras de la Mega II que se
muestran en las salas de los museos no han suscitado escándalo verdadero sino débiles
aullidos, aunque lo que sí parece haber hecho escándalo en nuestra descreída época ha sido “el
concepto de la exposición”. Una de las posibles conclusiones de esta experiencia pudiera ser
que, dadas las obras vistas en la Mega II en el Museo de Bellas Artes, tal vez haya llegado el
momento de abrir aún más las puertas de las fortalezas y templos del arte y dejar que entren
aquellos que traen en los morrales supuestamente nuevos y más eficaces saberes artísticos. Si es
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Los juicios
El horror al vacío se traduce por la necesidad de colmarlo con un juicio de valor. Se dice que la obra es buena o
mala con respecto a la moral, las leyes, los diversos sistemas de valores. Se considera lograda o defectuosa con
respecto a las reglas, hoy muy precarias, que pueden constituir las instancias de una estética, en realidad, simple
impresiones de un gusto más o menos refinado o de una ausencia de gusto más o menos vigorosa. Se la considera
rica o pobre, en relación con la cultura que la compara con otras obras, que acrecienta o no su saber, que la
incorpora al tesoro nacional, humano, que sólo ve en ellas un pretexto para hablar o enseñar.
Nunca antes nuestro país había tenido una crisis existencial como la presente, por la simple razón de que el
componente social principal, la mayoría del pueblo venezolano, había vivido reprimida, subsumida dentro de un
proyecto civilizatorio que se asumía como verdad única, como expresión eterna de la realidad venezolana.
Tal vez sea conveniente antes de enjuiciar nada, decir que en el estado actual de saturación
teórica de la crítica del arte y del pensamiento sobre las artes en general, apelaremos para
expresar nuestras visiones más que a una postura que intente acercarse a lo profundo
identitario, a una desde donde nos coloquemos en el lugar de la interrogación a la obra desde la
Mega II. Se trata de encontrarnos cara a cara con cada obra. Para ello tuvimos que deslastrarnos
de mucho de lo asfixiante y normativo y respirar profundo antes de ver cada una de ellas. Esta
fue una condición que nos impusimos y que, sabemos, no hace desaparecer ningún riesgo
Uno de los mayores errores en nuestros actos de ver, sería a nuestro juicio el de creer que es
posible fundar nuevas identidades artísticas desde el museo y, a partir de cualquier exposición en
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general, por el sólo hecho de denominar artistas ─en uno de esos supuestos procesos de
Mega II, pues entraríamos así, de cabeza y de lleno, en el juego de los tropezones, oposiciones,
tensiones y polarizaciones que se han creado en los últimos años en Venezuela, por supuesto
no sólo en el campo de las artes visuales, sólo que en éste han tomado últimamente una
sorprendente virulencia ¿signo de su vitalidad y/o de un negarse a ver más nada que lo ya
visto?. Dejaremos en suspenso la respuesta y que cada quien la responda con sinceridad, si es
que puede. Las expresiones publicadas recientemente en diversos medios impresos, han
las armas y la heráldica legitimadora. No se ha producido aún en nuestro país un debate serio
sobre la supuesta necesidad o no, tanto para una acercamiento al conocimiento del “estado de
las artes” como para la crítica del arte y de la cultura en los actuales momentos, de operar en
una exposición como la Mega II con categorías como las de artista, o la de obra de arte. Pareciera
que un fenómeno como el de esta exposición está exigiendo otras, más operativas y
conceptualmente más sinceras, como, por ejemplo, creadores, recreadores y replicadores, ya que una
actividad como la de replicar, mucho más frecuente de lo que imaginamos desde nuestros
siempre y cuando se replique “citando” el original. Si hace unos diez años, los aires de la
galaxia teórica se refrescaron con la crítica a la categoría de sujeto, ahora pareciera que
hubiésemos retrocedido al menos diez años para movernos incómodamente entre certezas y
verdades absolutas desde el yo. Pareciera que las operaciones críticas más libres y de mayor
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apertura no pueden ni siquiera ser sugeridas sin correr el riesgo de “deslegitimar” a quien las
categorías como arte y estética en el contexto de exposiciones como la Mega II, en las
sociedad y la cultura venezolana de hoy, no parece haber hecho aún aparición en el campo de
la teoría y la crítica de las artes de nuestro país, salvo por algunos notables intentos vinculados
salvaje del hacer y el ver contemporáneos, donde cada incursión visual que se pretenda crítica se
torna en una peligrosa exploración, sin ninguna garantía de resultado, ni pepitas de oro, ni
guacamayas ni monos que llevar de regreso ante las coronas públicas o privadas que financian
las expediciones.
Sin embargo, los antecedentes de este tipo de procesos de luchas por la inclusión / exclusión
en el campo de las artes abundan en otras latitudes y tiempos. Para operacionalizar los
procesos de valoración y legitimación estética, los responsables de las políticas culturales del
gobierno Nazi, en Alemania entre 1933-1945, establecieron un eje, en el cual uno de los polos
de valoración era el del no-arte34, vale decir el arte no-alemán, opuesto al del arte alemán, que
debía estar al servicio de la idea de la superioridad de la raza aria, expresada en un realismo que
que se inscribían dentro de la modernidad o en las llamadas vanguardias artísticas y que tenían
lugar durante el mismo período en muchas ciudades alemanas, tales como el expresionismo, el
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cultural del Estado, con posterioridad a la muerte de Lenin, entraba en conflicto con todo tipo
de representación que no estuviera dentro del canon del realismo socialista35, doctrina de la
cultura oficial de la sociedad soviética estalinista.36 En este caso, los polos sobre los que se
en uno de los extremos el del arte revolucionario y en el lado opuesto el del arte
contrarrevolucionario, dentro del cual se incluían desde las producciones de los simbolistas
hasta las de las vanguardias. Todos por igual serían candidatos a gulags, como efectivamente lo
Como todos sabemos, los juicios estéticos son siempre subjetivos y arbitrarios lo que no
significa que no sean válidos, o que no los hayamos formulado en el caso de las obras
expuestas en la Mega II, pero no podemos olvidar que son y siempre han sido descendientes
directos de la teología y la metafísica. Fueron los alemanes quienes primero intentaron dar a la
estética su pretendido estatuto científico, pero como nos mantenemos aún en la incredulidad
encuentra confinada ni al interior de los museos ni de los sistemas de las bellas artes, o de las
“disciplinas” artísticas, hoy parece totalmente fuera de lugar, salvo que tenga fines
ineficazmente “políticos”, pensamos que preguntas como ¿Debe el Estado venezolano abrir
más y mejores escuelas de arte? ¿Deben los museos de arte de Venezuela desarrollar verdadera
investigación estética para estar en capacidad de valorar y difundir adecuadamente las obras
que albergan sus colecciones? ¿Son estas colecciones representativas de las artes, los artistas,
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los movimientos y los períodos de la historia del arte que pretenden representar? ¿Estaría
justificada cualquier iniciativa de investigar, evaluar y enjuiciar desde los museos lo que hay en
la Mega II cuando aún gran parte de sus colecciones de obras, junto a los artistas representados
en ellas, salvo por excepciones notables, permanecen sin ser estudiadas a fondo con
herramientas teóricas y críticas más actuales? Es conveniente advertir con insistencia que no
estamos diciendo que en Venezuela no haya habido excelente y fructífera investigación en artes
visuales, pero la misma pareciera no haber llegado a los niveles de toma de decisiones donde se
formulan las políticas públicas y cada día parece haber menos investigación en los museos de
arte. Hoy pareciera que esta crucial actividad hubiese desaparecido casi totalmente. Ni para qué
mencionar la inexistencia de una investigación social en el campo de la cultura, que tenga por
Hoy consideramos, más que nunca, que estamos ante la muy compleja y difícil situación de
tener que pensar el arte y, en particular, pensar los museos de arte de Venezuela desde posturas
más abiertas y no erigiendo fronteras duras entre las posiciones, opiniones o puntos de vista
que puedan surgir. En este momento, en nuestro país no operan ya más los clichés ni los
refritos teóricos, ni ningún canon teórico impuesto a la fuerza, pues parece haber llegado la
hora, al fin, de que los museos dejen de ser templos sectarios de culto a ídolos artísticos
acceso” a las artes─preferimos el plural─ a “todos” sino a aquellos para los que este tipo de
experiencias significan algo a lo que otorgan valor y sentidos plurales. Pensamos que esa
especie de “imperialismo artístico”, esa forma de pensar que a todo el mundo “le hace bien” el
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arte, o que de alguna manera, “todos necesitan el arte”, no sólo es utópica sino que puede
homologarse a la que postula que la “la libertad” y la “democracia” son también obligatorias.
Faltaría, antes que nada, ponernos de acuerdo acerca de lo que entendemos por arte, aquí y
ahora, y de allí en adelante, tratar de aceptar la realidad de que sea lo que sea que
consideremos arte, eso no interesa a todo el mundo y, justamente, de lo que se trataría un esfuerzo
serio de formular políticas culturales, sería el de no hacer nada desde el estado que no estuviese
sustentado en una investigación sería y sostenida, que arroje luces para la formulación de
políticas claras y efectivas en el área de las artes visuales. Toda improvisación en política se
paga cara y en política cultural tiene además el efecto inevitable de alejar la acción cultural del
Por todo lo expuesto no someteremos las obras exhibidas en la Mega II al juicio público, más
allá del que cada uno de tres investigadores, de manera independiente, formulamos para todas
y cada una de las 489 obras que vimos cara a cara en el MBA. Que cada visitante saque sus
conclusiones y haga sus propios juicios estéticos, ordinarios o extraordinarios. Baste decir que
no todo lo expuesto en el MBA es arte si lo vemos desde una perspectiva de rigor estético
un museo de arte, sino más bien a ver lo que un número considerable de personas que se
piensan a sí mismas como artistas consideran como arte, es decir, vinimos a ver cómo se
expresan esas muchas identidades esencialistas en esta Venezuela de hoy. La de artista es una
tiempos cuestionadas por las teorías de la performatividad37. El arte, como lo ha dicho Jens
Andermann, es artificio discursivo, una ficción política y cultural38 y en Venezuela, para sólo
mencionar nuestro caso en el conjunto de la América Latina, aún tenemos pendiente mucha
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reflexión, entre las que una verdadera reflexión sobre “la cuestión nacional”39 en las artes
Es tu Autor Soberano.
De mi voz un suspiro,
de mi mano un rasgo es quien te informa,
y a tu obscura materia le da forma.
En los estudios culturales no serían los medios masivos de comunicación sino el teatro lo que
proporcionaría un ámbito teórico de referencia, desde la semiótica de lo teatral, para las artes
visuales contemporáneas. La modernidad en las artes visuales, en el sentido que daba Clement
Greenberg a ese término, habría llegado a su fin para dar paso a una teatralidad. Es cierto que
las artes visuales han absorbido otras esferas de lo icónico y lo visual fuera del arte, pero estas a
su vez habrían sido absorbidas también por otras prácticas artísticas significantes. Tanto las
artes visuales como el teatro son partes de la Cultura y también de lo que Habermass llamó la
esfera pública, ambas áreas de actividad cultural y artística nos colocan públicamente ante cosas
significadas.
así también los signos-de-objetos se transforman en signos-de-signos: una “obra de arte” (que
es también un signo o un conjunto de signos) una vez que es colocada arriba de un escenario
escenario, La Gioconda de Leonardo dejaría de ser La Gioconda para ser un signo-de-La Gioconda.
Arriba del escenario y durante el tiempo que dura la escena, los signos-de-los- objetos operan
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únicamente como signos secundarios, “signos de fondo” para contextualizar sígnicamente a los
signos principales: los actores. Esa separación entre actores (signos principales) y objetos
Atribuirle teatralidad a las artes visuales (o a todo aquello que no sea teatro, como por ejemplo
la política) tal vez no quiera decir que esos ámbitos de actividad hayan sido tragados por el
teatro, sino que en estos pueden darse situaciones, apariciones de objetos y realización de actos
que, en general, pueden ser característicos del teatro pero que, también, hacen aparición
cuando y donde no se los espera, vale decir, fuera del teatro. Podemos comprender entonces que
la teatralidad no es algo exclusivo del teatro sino de lo público, pues la esfera de lo público ─ya
Pero los espectadores, el público, también desempeña roles. Hoy en día, contrariamente a lo
que sucedía en las interacciones diarias entre individuos en una “escena” cualquiera de la vida
pública, por ejemplo la de una ciudad europea del siglo XVIII, en la que es fácil ver que los
individuos “actuaban” roles rigurosamente prescritos por la sociedad, podemos también ver
que muchos comportamientos de ese “hombre público” de los tiempos de la Ilustración han
desaparecido, como por ejemplo el uso del rapé 40, las pelucas empolvadas, levitas y gorgueras,
o besar las manos a las damas y hacer reverencias; como han desparecido también algunos
comportamientos ritualizados de los que poseemos una memoria más cercana, tales como la
moda de usar sombrero y guantes para ir al café. Así en los espacios urbanos de las ciudades de
hoy cada vez serían menos frecuentes los encuentros públicos ritualizados y algunos estudiosos
llegan a postular que las sociedades en occidente parecerían estar moviéndose desde la esfera
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pública hacia la de la absorción concentrada del individuo en sí mismo. La televisión y los demás
medios de información y comunicación parecerían hacer cada vez menos necesarios los
contactos públicos entre las personas, en las sociedades occidentales del presente. A menos
que estemos en el rol de turistas, ya vamos poco a Sabana Grande a la tertulia con los amigos,
psicoterapeuta. Cada vez más, nuestras relaciones con el otro son menos personales y cercanas y
más especializadas y cada día que pasa habría menos tipos de actuaciones públicas colectivas.
En los estudios semióticos se han usado modelos dicotómicos para distinguir el teatro de otros
tipos de actuaciones colectivas, tales como el circo, la liturgia religiosa, un concierto de rock o los
deportes. Modelos dicotómicos del teatro, cada vez más ricos y menos esquemáticos, se fueron
formulando a medida que las vanguardias rusas y europeas proponían, entre 1917 y 1927,
mayores complejidades teatrales41. Hoy en día, se ha pasado a una descripción tricotómica del
teatro que incluye: a) los límites entre el escenario y el auditorio, que pueden estar marcados o
misma, que puede estar orientada hacia adentro o hacia afuera. A partir de estos rasgos,
cultura, una tendencia de la modernidad de absorber todo lo que está afuera para convertirlo en
arte, y otra que sólo acepta como arte lo que pueda ser reducido a su mínimo denominador y,
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habría que observar en la Mega II, sino que la comprensión de su significado como acto nos
de la teatralidad de las artes visuales: esas franjas de comportamientos en las que se dan por
actuados como signos de tales actos, valores u objetos. Esos valores, comportamientos y
objetos pueden resultar mucho más visibles cuando ocurre la realización de un espectáculo que
se percibe como estando fuera de su lugar, en este caso, la Mega II, en la que el lugar del
La realización de la teatralidad fuera del teatro fue estudiada por Lotman y Uspenski42, quienes
la utilizaron para su estudio de los poetas de los períodos romántico y revolucionario en Rusia,
a fines del siglo XIX y comienzos del XX. Quienes estudian los fenómenos culturales de la
postmodernidad ─y rechazan los límites duros entre lo popular y lo culto─ ven los actos de
Madonna o Michael Jackson como actos teatrales. Pero si las artes visuales contemporáneas
tienden a ver los comportamientos estandarizados a través de maneras en las que pudieran ser
vistos por un espectador, la función de creación en las artes visuales, la función del artista, se ha
convertido en un comportamiento que puede ser visto también como un rol, actuado en el
desde los tiempos románticos, en la personificación del rol “poeta romántico” a la manera de
Byron, o del “poeta maldito”, o del “artista loco” del antiarte Dada y el Surrealismo, a la
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Al tratar el tema del artista emerge, inevitablemente, el problema de los sujetos y del poder que
poseen y ejercen, problema que para la Escuela de Tartú y la de Praga no tuvo mucha
importancia pero que sí la tuvo para Michel Foucault, y que aparece ahora como crucial, pues
los sujetos que están actuando ─en el sentido teatral del término─ como artistas que envían sus
obras a una exposición, la Mega II, en muchos casos intentan convertir el no-arte en arte y eso
demanda una gran dosis de poder: presentar un urinario en una exposición de arte es un acto
de poder y todo artista lleva a cabo algún tipo de lucha de poder con curadores u
organizadores cuando expone sus obras. Hoy en día, los artistas canonizados tienen una dosis
de poder mucho mayor que la que tuvo Marcel Duchamp. Un “artista” después que ha sido
canonizado, tiene el poder de “hacer arte”, tiene el poder de “crear” y todo lo que haga a partir
que se ha responsabilizado por la “creación” del cielo y la tierra. Es decir, los artistas pasan a
actuar en el ámbito del poder teológico-ideológico, además de convertir sus firmas y obras en
Podemos entonces ver que si algo no desaparece con la “postmodernidad” es el sujeto. Pero lo
que sí cambió radicalmente con la modernidad fueron las estructuras de poder cultural, que
artística”, en los países del primer mundo, se articuló en una compleja red de coleccionistas
Esta red, articulada laxamente a comienzos del siglo XX se desarrolló y llegó a consolidarse de
primermundista en los años ochenta del pasado siglo esas articulaciones se diversifican y se
hacen cada vez más fuertes. Pero la “sociedad de la afluencia” no llegó nunca a nuestros países
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latinoamericanos y mucho menos a Venezuela, pues fue, justamente, esa la década del “viernes
negro” y cuando se desploman los precios del petróleo, lo que, entre muchas otras cosas,
permitió que se hicieran más visibles en nuestro país las profundas grietas del maltrecho
precios petroleros con sus conocidas consecuencias de desmoronamiento del sistema político,
en las postrimerías de los ochenta y durante los años noventa que, en Venezuela los sistemas
de la Cultura y las artes visuales débilmente conectados a los sistemas culturales, artísticos y
estéticos del primer mundo, entran en crisis. Comienzan entonces a observarse signos de una
Para nosotros, la Mega II, como proyecto cultural, cerraría un ciclo de esa teatralidad confusa y
caótica que caracterizó y sigue caracterizando las manifestaciones de las artes visuales
contemporáneas en nuestro país desde los años ochenta y no nos referimos únicamente a la
confusión existente al interior de las “prácticas artísticas” en un sentido estricto, sino también y
muy particularmente a la que se refiere a figuras periféricas, tales como las de curador, director de
museo, crítico de arte, etc. Postulamos que estaríamos en una especie de interminable casting, para
seleccionar desde la Cultura, a aquellos privilegiados elegidos para representar no sólo el papel
de artistas en la escena cultural de nuestra actual V República, sino para encarnar todos los roles
y personas dramáticas que la representación del actual drama de las artes visuales y la cultura está
pidiendo.
Con la Mega II se habría tratado de montar una operación cultural destinada a engendrar nuevos
sujetos artísticos convencionalmente aptos para desplazar a aquellos que ocuparon los roles en la
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Mega II un intento por romper con la práctica del star system de las artes visuales
contemporáneas canónicas, sólo que esta vez se ha dado un inédito cambio de escala.
En cuanto a las obras que vimos en la Mega II en el Museo de Bellas Artes de Caracas, desde
nuestro enfoque no se trata de enjuiciarlas para sentenciar si son o no arte, o arte “bueno” o
“malo”, esas obras en las paredes del museo pueden también ser vistas como signos, signos-de-
obras-de- arte, que gritan a todos aquellos que las ven que son obras de arte, primero porque
están en un museo de arte y segundo porque, aunque no lo parezcan totalmente, no puede caber
ninguna duda de que lo sean, pues fueron hechas por artistas y, porque, además, están colgadas
en las paredes de un museo de arte que no sólo es el lugar del arte sino un espacio público, y están allí
para la vista de los espectadores que vienen a verlas y se comportan como lo hacen las personas
que van a los museos a “ver arte”. No hay duda de que tienen argumentos, pero parecen algo
ingenuos por convencionales. Pero esos signos-de-obras-de-arte son también signos del drama
de feroz lucha de poder que tiene lugar hoy al interior de la Cultura entre dos bandos en
conflicto: los que sostienen y promueven la tendencia a absorber todo lo que está afuera para
convertirlo en arte y la que sólo acepta como arte lo que puede ser reducido a su mínimo
denominador. El drama es que pareciera que ambas tendencias luchan por la existencia de un
sólo tipo de arte, (decir todo tipo de arte es no decir nada) un arte único y dominante. Entre
Polifemo y Cronos, nos sentimos a punto de ser devorados por el titán o por el cíclope.
Esperamos, sinceramente, que se destruyan el uno al otro y que nos dejen en paz a nosotros
mortales, para preservar y continuar creando nuestras caras y plurales ficciones artísticas,
culturales y políticas.
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NOTAS Y REFERENCIAS
1“Todosadentro” Semanario cultural de la República Bolivariana de Venezuela, Nº 58, Año 2, Caracas 28 de
mayo, 2005, p. 3.
2NAVARRETE, José Antonio. El Nacional, Papel Literario, “El parto de los montes: la Megaexposición II”,
Caracas, 2005.
3El historiador de arte austriaco Alois RIEGEL (1858-1905) así como los demás integrantes del la Escuela de
Viena ( M. Dvorzk, J. Schlosser, E. Faure) así como los del Círculo de Warburg (A. Warburg, E. Cassier, E.
Panofsky). afirmaban que “la voluntad –kunstwollen- de producir un resultado estético es la esencia del trabajo
artístico” Cf. Franz BOAS, Primitive Art, Dover Publications, Nueva York, 1955, pp.9-16. Un autor como
Herbert Read no participa de esta convicción y distingue la intencionalidad de la voluntad en el sentido dado al
término por Schopenhauer. Cf: Herbert READ. Orígenes de la forma en el arte. Editorial Proyección, Buenos Aires,
1967.
4 Un estudio publicado por Gene BLOCKER resume ocho atributos generalmente asociados al arte que estarían
ausentes en el no-arte: 1) el objeto es apreciado estéticamente; 2) está hecho por un profesional competente o
semi-competente; 3) el objeto es juzgado según criterios críticos y estéticos; 4) el objeto está separado de la vida
cotidiana; 5) generalmente, el objeto implica la representación de algún atributo o experiencia del mundo; 6) el
objeto es visto como algo que ha sido creado con la intención de que fuera apreciado estéticamente, o como una
representación simbólica; 7) pertenece a un género o a una tradición y puede tener innovación o novedad al ser
apreciado contra unos antecedentes; 8) su realizador puede ser considerado como un innovador creativo, o como
un excéntrico, o como alguien, de alguna manera, poco adaptado a una determinada sociedad. BLOCKER dice
que el concepto de arte en nuestra cultura es muy fluido y texturizado. En nuestro uso occidental del término arte
abarcamos desde la artesanía hasta una idea original, desde lo tradicional hasta lo creativo, desde lo utilitario hasta
lo no-utilitario, y no está nada claro cuánta innovación, o cuánta tradición deba tener un objeto de arte, o cuán
mecánico o expresivo deba ser un artista para que su obra sea considerada como arte. Cf: BLOCKER, Gene H.
The Aesthetics of Primitive Art. Lanham, Maryland: University Press of America, 1994.
5 La semiótica se ocupa de cómo algo significa, en otras palabras, de la manera en que un objeto se convierte en un
significante (expresión) de otro objeto, que por lo tanto resulta su significado (contenido). La “ciencia de los signos”
deriva de la lingüística saussureana y de la filosofía del norteamericano Charles Sanders Peirce. La semiótica es,
fundamentalmente, un enfoque peculiar de los objetos y de sus comportamientos significantes: una perspectiva
que consiste en preguntarnos a nosotros mismos cómo los objetos, o los actos, se tornan en portadores de
sentidos. La tarea de la semiótica exige la definición de criterios que puedan servir para discriminar a los diferentes
tipos de signos de otras clases de significaciones. Una instancia conocida de tales tipologías es la de las tricotomías
de Charles Peirce: icono/índice/símbolo, así como la oposición entre lo analógico y lo digital. Sin duda, hoy en día
estas distinciones resultan, ambas, insuficientes, o inadecuadas, al ser confrontadas con los actuales sistemas de
significación. (G. SONESSON).
6Cf. Peter TOROP, “Translation as translating as culture”, Sign System Studies, 30-2-2002
Departamento de Semiótica, Universidad de Tartu – Estonia
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Escuela de Tartú-Moscú se han dedicado a refinar los detalles de una teoría de la cultura aplicada a las tipologías
de la literatura y la cultura rusa.
9 Para la Escuela de Tartu y en general para la semiótica de la cultura, un texto es cualquier objeto creado en el
contexto de una cultura al que esa cultura valoriza y da importancia. Cf. SONESSON, 2004.
10 La modernidad, como fenómeno cultural, así como la posibilidad de que esta haya sido sucedida por algo
frecuentemente llamado postmodernidad, raramente es discutida al interior de la semiótica de la cultura. Si es cierto
que la semiótica se desarrolla a partir del formalismo ruso, y que pasa por las formulaciones teóricas
estructuralistas de la Escuela de Praga y la Escuela de Tartú, además de sus vertientes originales saussureana y
peirciana, los estudios sobre los fenómenos de la modernidad y la postmodernidad se han mantenido en el campo
de las teorías llamadas postmodernas o postestructuralistas, pues para la semiótica la postmodernidad es,
simplemente, una nueva fase de la modernidad.
11 Goran SONESSON nació en Malmo, Suecia, en 1951, egresado de la Universidad de Lund, culmina su
doctorado en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de la Universidad de París bajo tutoría de Algirdas
J. Greimas. Es profesor asociado de semiótica pictórica y semiótica cultural en la Universidad de Lund. Su obra
más conocida es Pictorial Concepts (Lund University Press, 1989) y sus trabajos resultan de gran importancia tanto
para el análisis semiótico de la cultura como de lo visual.
12 Mijail BAJTÍN fue una de las figuras más destacada del postformalismo ruso. Nacido en 1895, estudió filosofía
y letras en la Universidad de San Petersburgo. Figura clave del ‘”círculo Bajtin”, fue detenido en 1929, siendo
deportado a Kazajstán durante siete años. Posteriormente inició su actividad como docente en Saransk
(Mordovia), de donde emigró en 1937 hacia Savalevo, huyendo de la gran purga estalinista. En 1941 leyó sus tesis
sobre Rabelais en el Instituto Gorky de Moscú. Después de la Segunda Guerra Mundial regresó a Saransk, de cuya
Universidad fue catedrático hasta su jubilación en 1961. Murió en 1975. Cf. La cultura popular en la Edad Media y en
el Renacimiento, Alianza, Madrid, 1998 y Yo también soy. Fragmentos sobre el otro. Taurus S.A., México, 2000.
13De hecho, así lo expresan muchos de los críticos y detractores que, con mayor o menor volumen, publican sus
aullidos, opiniones y profecías sobre la Mega II.
14Cf: Milton SINGER. "Personal and Social Identity in Dialogue." En Psychosocial Theories of the Self. Editado por
B. Lee, 129-177. Nueva York, Plenum Press, 1982.
15Keith MOXEY. The History of Art after the “Death of the Subject”. ( IN) VISIBLE CULTURE. AN
ELECTRONIC JOURNAL FOR VISUAL STUDIES, No. 1, Octubre 1998.
16 En ese sentido, es tarea nuestra comprender el lugar que el entretenimiento ocupa en la configuración de las
subjetividades, e identidades o motivos preformativos, de los artistas plásticos urbanos de hoy en Venezuela y de
todos los que vivimos en grandes ciudades, en general, para desde allí repensar el quehacer de los creadores,
recreadores o replicadores en el campo de las artes visuales.
17Clement, GREENBERG, “The Present Prospects of American Painting and Sculpture”, en The Collected Essays
and Criticism, ed. by John O’Brian, Chicago, The University of Chicago Press, 1986-1993, v. II, p. 168.
18 La idea de una sociedad que no esté en permanente cambio es ajena a las ciencias sociales de hoy. Las viejas
teorías que postulaban que las sociedades se “estabilizan” y luego, debido a la acción de diversos factores
“ocurren” los cambios, ha desparecido para dar paso a un pensamiento dinámico que postula el cambio y la
transición metasistémica de los sistemas sociales como constantes. Ver: Anthony WILDEN. System and Structure.
Essays in Communication and Exchange. Tavistock Publications, Nueva York, 1980.
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19Salvo el caso de la obra en video de la artista invitada Nan GONZÁLEZ, El viaje interior, 2003, los medios
utilizados por los autores presentes en la Mega II son la pintura y la escultura tal como estas disciplinas se han
venido practicando desde hace mucho tiempo. El uso del acrílico en la pintura parece ser la “innovación” más
frecuente en esta disciplina.
20 Kasimir Malevich. (1878-1935) Artista ruso nacido en Ucrania fue una destacada figura de la abstracción. Es a
partir de 1912 cuando comienza a desarrollar su propio estilo y a fundar el suprematismo, y en 1913 produce su
famoso Cuadrado negro sobre fondo blanco (1913). Ese movimiento artístico intentaba reducir la pintura a elementos
geométricos, y son esos principios los que rigen la producción de Maliévich, o Malevich, quien aplica a los
elementos geométricos el mismo color, o el blanco y el negro. Su abstracción geométrica llega a la culminación
con su composición suprematista Cuadrado blanco sobre fondo blanco (1918), actualmente en la colección del Museo
de Arte Moderno, MOMA, Nueva York, y es parte de una serie de pinturas blancas sobre blanco.
21 Cf. Spencer GOLUB, The Recurrence of Fate. Studies in Theatre History and Culture, University of Iowa Press, Iowa
City, 1992. pp. 234, Golub dice: “Entre 1920 y 1930, el prometeísmo revolucionario tan promovido por el nuevo
orden soviético, fue desafiado tanto por la iconografía como por la iconoclasia del estado y de la intelligentsia.
Finalmente, el estado había “resuelto” los problemas culturales del país, el de las clases sociales y el de las
inconmensurables distancias interiores y exteriores así como el de las diferencias, a través de la inercia
corporeizada y del anonimato carismático de los cadáveres vivientes, la policía secreta, y los hombres-máquina
(apparatchiki). A medida que se endurecía la iconicidad, hasta llegar a convertirse en idolatría después de 1917,
surgía una “oposición entre la estatua viviente y el hombre en vías de desaparición”. Los artistas y los intelectuales
soviéticos, necesariamente, luchaban por identificar, extraer y representar el pathos emocional contenido en el
corazón del monumentalismo que el estado estaba construyendo con el propósito de separar la expresión de la
emocionalidad de la condición estática y de silencio que ese monumentalismo codificaba y producía. A pesar de
que, por una parte, bajo la Nueva Política Económica (NPE) estaba surgiendo una cultura propagandística que
promovía la franqueza en la expresión y hasta permitía la sátira a la NPE, por la otra, se desarrollaba una vigilancia
panóptica de la que no se hablaba y en la que ese especial talento ruso para “tener la boca cerrada” era explotado.”
22En su ensayo “La obra de arte en era de la reproducción técnica”, Walter Benjamín hablaba de la estetización
de la política y la despolitización del arte, como características de nuestro tiempo y muy especialmente de los años
en que se define el régimen nacional-socialista, en la década de los treinta del siglo veinte europeo. La humanidad
autodestruyéndose que, en los tiempos de Homero, era el espectáculo preferido de los dioses olímpicos, se ha
convertido progresivamente en un espectáculo para sí misma y su estado actual de enajenación le permite vivir su
propia destrucción como goce estético. Este es el esteticismo de la política que el fascismo propugna y al que el
comunismo soviético respondió con la politización del arte. No pareciera ser una mera coincidencia –ideológica-
que en los tiempos que se ha dado en llamar de la IV República, en Venezuela, se produzca el fenómeno de una
“despolitización” de la cultura, o de una “no-política” cultural, tenido como uno de los valores de la “cultura
democrática” de ese período. Ver: Walter BENJAMIN. Discursos Interrumpidos I, Taurus, Buenos Aires, 1989 y
Goran SONESSON. “De la Reproducción Mecánica a la Producción Digital en la Semiótica de las Imágenes” en
RP. Razón y Palabra. Abril Mayo 2004, en
www.cem.itesm.mx/dacs/publicaciones/logos/anteriores/n38/gsonesson.html
23 No se trata de descalificar o desconocer la noción de “diversidad cultural”, pero consideramos que para operar
con mayor claridad en el contexto del análisis que nos ocupa, resulta de mayor eficacia usar el término cultura en
su amplia acepción semiótica, independientemente de las conceptualizaciones etnológicas o antropológicas. A
efectos de las dinámicas culturales que operan actualmente en Venezuela y de la construcción de las múltiples
identidades que han construido históricamente sus pobladores y que siguen construyendo en la actualidad, el
concepto de RECONVERSIÓN CULTURAL, vinculado al de HIBRIDACIÓN, parece una opción conceptual
pertinente pues conduce a relativizar la noción de IDENTIDAD. El concepto de HIBRIDACIÓN nos alerta
sobre la pretensión de establecer o valorizar identidades “puras” o “auténticas”, en las regiones, los países o las
comunidades, con lo que se correría el riesgo de delimitar identidades autocontenidas, que pueden pretender
afirmarse –o “validarse” como “propias”, en este caso estéticamente- por identificaciones acríticas con “lo
nacional”, “lo latinoamericano”, y por posiciones tajantes a “lo occidental”, lo “norteamericano”, lo “europeo”
o incluso a las tendencias artísticas actuales producto de los procesos de globalización cuando éstas son
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La obra se ha traducido al castellano como “Abstracción y empatía” y también como Abstracción y Naturaleza: Ver
WORRINGER, Wilhelm. Abstracción y naturaleza. Fondo de Cultura Económica. México, 1953.
25 Charles BAUDELAIRE es el “descubridor” de la modernidad. Usa esa palabra en 1859, para expresar lo que
caracteriza al artista moderno. Baudelaire diría en 1863 que "la modernidad es lo transitorio, lo fugitivo, lo
contingente, que es la mitad del arte, cuya otra mitad es lo inmutable". El componente eterno está presidido por
los principios estéticos de Aristóteles: armonía, orden, simetría, ritmo. Las formas, por su fugacidad, son
expresión del fondo espiritual del que derivan. A partir de Baudelaire se establece en el siglo XIX una conciencia
nueva de la temporalidad: menos que la oposición entre lo actual y lo pasado, se percibe una ruptura respecto de
la continuidad temporal y, en consecuencia, una imagen discontinua del tiempo es adoptada por los modernos.
26Cf. Georg SIMMEL: Principales problemas de la filosofía (1910), "El conflicto de la cultura moderna" (1918), "De la
esencia de la Cultura" (1908), "El futuro de nuestra cultura" (1909) y "Transformaciones de las formas culturales"
(1916).
27Borges dijo: “le somos indiferentes al cosmos”. Ver: Jorge Luis BORGES, Ficciones, Emecé Editores, Buenos
Aires, 1956.
28 Cf. Jurgen HABERMAS. Mientras en Marx la acción y la racionalidad instrumental se relacionan con el trabajo,
la acción y la racionalidad comunicativa se relacionan con la interacción. Cuando la acción comunicativa se basa
en argumentaciones racionales y tiene pretensiones de universalidad se denomina discurso. Jurgen HABERMAS.
TEORÍA DE LA ACCIÓN COMUNICATIVA Y RACIONALIDAD DE LA ACCIÓN Y
RACIONALIZACIÓN SOCIAL, Taurus, Madrid, 1999.
29 Gregory BATESON. Vers une écologie de l’esprit, Editions du Seuil, París, 1977.
30 William JAMES. The Varieties of Religious Experience. Mentor Books. Nueva York, 1958.
31 Georges BATAILLE. Oeuvres complètes I. Premiers Écrits 1922-1940, París, Gallimard, 1970.
32 Antonin ARTAUD. El teatro y su doble. Trad. de E. Alonso y F. Abelenda. Editorial Hermes. México, 1992.
33Cf. La extensa obra teórica, crítica y de investigación de Mario Sanoja O. e Iraida Vargas A., en el campo de la
antropología cultural, etnohistoria e historia de la cultura en Venezuela.
34 Llamado “arte degenerado” (Entartete Kunst). El término entart (degenerado) había sido tomado de la biología
por los funcionarios culturales del Nacional Socialismo y ya se utilizaba en 1933 para referirse a tipos humanos en
los que se manifestaba una supuesta inferioridad racial, física, mental, sexual o moral. El término se ha traducido
como “degenerado” o “decadente” y su uso biológico se refería a plantas o animales que habían mutado tanto que
ya no era posible continuar adscribiéndolos a la especie en la que habían sido clasificados pues ya resultaban
inclasificables. Ver: Stephanie Barron et al. “Degenerate Art”. The Fate of the Avant-Garde in Nazi Germany. Los
Angeles County Museum of Art/Harry N. Abrams, Inc. Nueva York, 1991, pp. 9-23.
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35 El término “realismo socialista” aparece por primera vez el 25 de mayo de 1932 en un número de la Gaceta
Literaria (Literturnaya gazeta) y entró al lexicon oficial luego de que fuera atribuido a Máximo Gorky y después que
Stalin lo utilizara en una “reunión secreta” con escritores soviéticos, realizada en el apartamento de Gorky, el 26
de octubre de 1932. El hombre de confianza de Stalin para la cultura era Andrey Zhdanov, escribió en Crítica
Literaria (Literaturny kritik) en 1933, que el realismo socialista intentaba ofrecer una “presentación histórica de la
realidad concreta en su desarrollo revolucionario” a través de “una serie de opciones de formas, estilos y géneros
diversos”, que manifestasen a plenitud la iniciativa artística. Originalmente, esta nueva política cultural había sido
diseñada para desmontar el intento de la Asociación Rusa de Escritores Proletarios (AREP) de establecer la supremacía
proletaria en la cultura soviética de los años veinte. A pesar de que la definición de Zhdanov fue formalizada en el
Primer Congreso de Escritores de Moscú en 1934, y que completaba y codificaba la iniciativa social de la
literatura y la crítica rusa del siglo XIX, Lenin y su comisario cultural Lunacharsky habían argumentado en los
años veinte a favor de la diversidad artística y contra la “nivelación” (uravnilovka), el “gobierno de la mayoría sobre
la minoría”. Stalin también se oponía a la nivelación pero con la intención de solidificar sistemáticamente la
autoridad jerárquica en una estructura piramidal. Como algunos intelectuales pensaban que el nuevo arte y la
nueva cultura iban a ser “tendenciosos” (Mayakovsky ya había hablado de un “realismo tendencioso”) el objetivo
principal del realismo socialista era el de combatir la atomización formalista y la alieneación. Según esta doctrina,
las imágenes fragmentadas desplazan el poder autenticador e integrador de la conciencia de lo colectivo hacia lo
individual. Se creía que la armonía y la vitalidad eran valores relacionales y que esa reintegración traería como
consecuencia la redefinición del trabajo como base orgánica de la cultura. Para la cultura soviética, la
especialización representaba la fragmentación profesional y se identificaba con las sociedades capitalistas. Las
tipificaciones – los “tipos”- de carácter y de circunstancias, significaban una realidad esencial (temporal y de clase)
que se opondría a la fijación del realismo burgués que se basaba en la irracionalidad de la psiquis individual.
Federico Engels había definido el realismo como “verdad en la reproducción de personajes típicos en
circunstancias típicas”. A través de “la totalidad” y de “la tipificación” el realismo socialista aspiraba a combinar
“el gesto heroico y legendario con las formas veristas y similares del realismo y la representación.” Cf: GOLUB
Spencer, op cit.; y Herman Ermolaev, Soviet Literary Theories 1917-1934: The Genesis of Socialist Realism, Berkeley y
Los Angeles, University of California Press, 1963, citado por GOLUB.
37 El concepto de performatividad puede resultar clave a efectos de una crítica del esencialismo tanto nacional
como artístico y procede de los estudios de género y sexualidad. La performatividad se refiere a la relación entre la
identidad y su expresión semiótica, relación que ofrece un ángulo insospechadamente legible pero suficientemente
ambivalente para su aplicación semiótica a la cultura y las teorías de las artes “nacionales”. Teorizando acerca de la
identidad de género, Judith Butler sostuvo que tal identidad consiste precisa y únicamente en su propia expresión:
no existe el género, dice, más allá de la propia expresión del género. Esta concepción radicalmente anti-
esencialista ha servido para que las categorías fijas, estáticas e inmutables como la feminidad y la masculinidad
hayan dejado de condicionar el surgimiento de nuevas identidades que prefieren evitar esos modelos, y también
para que las mujeres y los hombres dejen de ser rehenes cautivos de modelos de género forjados por el
patriarcado, a su imagen y semejanza. Podemos postular la necesidad de una revisión de las identidades esenciales
en el campo del arte, en la que tanto identidades como las de artista, o coleccionista, y la de obra de arte
misma, sean producto de modelos de las artes acuñados en situaciones de dominación social en las que la función
principal de las artes y de los artistas, reproducía las ideas dominantes de cada época y operaba como expresión de
la identidad en tanto signo del estatus social tanto del “creador” (artista) como del propietario (coleccionista) de
la “creación” artística (obra de arte). Cf. BUTLER, Judith. Gender trouble: feminism and the subversion of identity. Nueva
York, Routledge. 1990.
38 Jens ANDERMANN, J. Mapas de poder. Una arqueología literaria del espacio argentino. Rosario. Beatriz Viterbo.2000
39 El esencialismo nacional ha sido pocas veces subrayado satíricamente en los aspectos más folklóricos de la
venezolanidad (recordar la seriedad del Juan Bimba de los adecos). Ese esencialismo está presente en muchas
fiestas y celebraciones públicas y pone de manifiesto la naturaleza fundamentalmente escénica y ritual de las
esencias patrias. El nacionalismo venezolano y en general todo nacionalismo, postula la existencia de una esencia
transhistórica de la venezolanidad que se expresa en rituales, tales como el himno nacional, los símbolos de la patria y
en manifestaciones culturales como el joropo, estos son símbolos y también signos donde las esencias nacionales
se ponen en escena y se representan por y para el pueblo. Si aceptamos el principio performativo, podríamos
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pensar que la nación no existe más allá de la propia expresión de la nación, más allá de sus signos. Las teorías
post-coloniales, fundamentalmente anti-esencialistas, se oponen a la formulación nacionalista tradicional,
romántica, que concibe la nación como una entidad situada por encima de los cambios de la historia y por
encima de los pueblos, los que presuntamente derivan el sentido su propia existencia de la de la nación.
Cf. The Invention of Tradition (Cambridge, 1987) Eric HOSBAWM rastrea el desarrollo de las tradiciones para
mostrar, precisamente, que estas son generadas mediante prácticas sígnicas continuamente inventadas y
reinventadas y no de esencias inmutables.
39 Cf. Richard Sennet, sociólogo y profesor de la London School of Economics es autor de algunos de los ensayos
más provocadores, arriesgados e incisivos de nuestro tiempo sobre el trabajo, la familia y las clases sociales. Ver:
La Corrosión del Carácter Anagrama. Barcelona, 1999.
39Konstantin Stanislavsky, por una parte y Berthold Brecht, por la otra así como Erwin Piscator, Gordón Craig,
Vsevolod Meyerhold, entre otros.
39 Ver nota Nº 8.
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