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Cambio de aires
Sergio Aguayo Quezada Reforma
saguayo@colmex.mx 03 de noviembre de 2010

En solidaridad con Jorge Medellín, periodista amenazado.

Buena noticia. Crece el número de lectores que también esperan de los


intelectuales recomendaciones sobre qué hacer para enfrentar y corregir el
desastre nacional. También aumenta el número de académicos comprometidos.
Se insinúa un cambio de aires.

¿Cuál es el papel del gremio encargado de producir conocimiento especializado?


La pregunta es viejísima y hay tantas respuestas como arrugas tiene la
experiencia humana. En la función de los intelectuales influye la tradición y el
momento histórico, la cultura y los valores de la sociedad, la educación y los
humores de los gobernantes. Es una relación siempre cambiante.

¿Consejeros o cortesanos del príncipe? El intelectual que analiza el poder se


siente atraído y rechazado por éste. No quiere asumir la responsabilidad de los
cargos, pero sí desea influir sobre los poderosos. Nicolás Maquiavelo es el
patrono de esta tradición desde que escribió su famoso manual político dedicado
al príncipe. El estadista sí sabe cómo incorporar el conocimiento especializado a
su gestión; la mayoría de los gobernantes escucha sin atender, aunque simulen
interés, porque siempre buscan adornar la mesa o la tertulia con las opiniones y
reflexiones del especialista. Queda bien.

La norma oficiosa mexicana es que los intelectuales sirven para floreros.


Echeverría llenaba aviones con académicos a los que paseaba por el mundo para
seducirlos y presumirlos; a juzgar por los resultados nunca atendió sus
sugerencias. Vicente Fox cortejó al "círculo rojo" cuando era candidato pero lo
aborreció con toda su alma desde que llegó a Los Pinos. Felipe Calderón
tampoco es permeable a las sugerencias aunque al igual que sus predecesores
organiza encuentros públicos o privados con selectos grupos de académicos.

El intelectual y la sociedad. En este terreno sí se están alterando las tradiciones.


En el pasado, los intelectuales que escribían dándole voz a la sociedad mantenían
una cierta distancia frente a ella. Se sentían y actuaban como los oráculos o el
faro que indica a los demás cómo actuar... desde lejos.

La actitud se observa en textos como el escrito por José Vasconcelos cuando


anunció en Guaymas que dejaba México después de la fraudulenta elección de
1929. Refugiándose en la tercera persona anunció que "el presidente electo [es
decir él] se dirige al extranjero, pero volverá al país a hacerse cargo directo del
mando tan pronto como haya un grupo de hombres libres armados que estén en
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condiciones de hacerse respetar". Su llamado fue ignorado llenándole el ánimo


de amargura.

La lejanía está siendo modificada por los avances tecnológicos. En entrevista el


francés Michel Winock, un intelectual que ha escrito un libro sobre el gremio,
aseguró que el internet está gestando una nueva época: "antes la palabra estaba
monopolizada por unos pocos, ahora hay un intelectual colectivo que puede
expresarse cada día y lo hace por muchos medios" (El País, 28 de octubre de
2010).

Lo he constatado. Mi incorporación a las nuevas tecnologías ha hecho que el


lector deje de ser una categoría brumosa para convertirse en presencia cotidiana;
por medio de la pantalla llegan comentarios elogiosos o críticos sobre lo escrito o
dicho. Esperan precisiones, respuestas, posicionamientos. Rastrean historiales
para hacer una evaluación permanente que es inmediatamente compartida con el
resto de la comunidad virtual. Desde el año pasado he detectado una
modificación en las exigencias. Además de crónicas bien documentadas sobre los
errores y despropósitos del poderoso piden respuestas al qué hacer frente al
agotamiento de una élite política que arrastra al país hacia el precipicio.

También he observado que aumenta el número de académicos que se deciden a


buscar respuestas junto a la sociedad. Es un fenómeno que trasciende ideologías
y clases sociales pero que es claramente observable. Mantienen un pie en el
cubículo o el laboratorio pero se acercan a dialogar con grupos sociales que se
organizan para defenderse de los abusos de los poderosos. En etapas previas de
nuestra historia el cambio se potenció en el momento en que convergieron
movimientos sociales con intelectuales y periodistas.

Es imposible anticipar cuándo y por qué surgen las grandes protestas que
provocan cambios de rumbo de una sociedad. Sí es factible detectar los factores
que las hacen posibles porque en la historia se alternan la calma y las
turbulencias. Sostengo que por entre los resquicios del desánimo está filtrándose
tímidamente un cambio de aires. Ignoro si se transformará en el diluvio que
limpie la mugre pero al menos hay esperanza.

La Miscelánea

La Universidad Nacional Autónoma de México está organizando un justificado


homenaje a Rogelio Naranjo, el intelectual que tiene décadas expresándose por
medio de la caricatura. Se realizará el próximo lunes 8 de noviembre a las 12:30
horas en el Antiguo Colegio de San Ildefonso (Centro Histórico).
www.sergioaguayo.org

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