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Universidad Nacional de Rosario

Facultad de Ciencia Política y RR.II


Escuela de Comunicación Social

La cena de Noriko - Noriko no


shokotaku – (2006)

Seminario de investigación sobre narrativa e imagen


de cine.
Docente: Mauricio Mayol
Alumna: Martina Joison (seminario I)
Año: 2009
Ficha técnica:

Dirección, historia y guión: Sion Sono

Producción: Yukata Morohashi, Takeshi Suzuki

Dirección de Fotografía: Souhei Tanigawa

Edición: Junichi Ito

Música: Tomoki Hasegawa

País: Japón

Idioma: Japonés

Duración: 159 minutos

Elenco (personajes principales):

Noriko Shimabara / Mitsuko: Kazue Fukiishi


Kumiko / Estación Ueno 54: Tsugumi
Yuka Shimabara / Yoko: Yuriko Yoshitaka
Tetzuo Shimabara: Ken Mitsuishi
Ikeda (amigo de Tetzuo): Shiro Namiki
Taeko Shimabara: Sanae Miyata
Mandarina: Yoko Mitsuya
“La cena de Noriko” es una anécdota dramática, lentamente, crípticamente
relatada por sus personajes principales a lo largo de 5 capítulos. Cada uno
cuenta los hechos desde la perspectiva de uno de ellos: Noriko, Yuka, Kumiko,
Tetzuo, y el capítulo final, “El cuchillo en mi bolsillo”, que le da una especie de
cierre. Una especie, porque esta película termina sin dudas dejando muchas
más dudas que certezas.

En una primera visión deja al espectador con la idea de no haber entendido


mucho, confundido y un poco perturbado. La sensación de ansiedad es
permanente y alimentada por el recurso de la cámara en mano, a veces
estática, a veces como un espía, pero siempre como un par de ojos que siguen
atentos todo lo que sucede, aunque no siempre se entienda. El montaje es
caprichoso, constantemente salta al futuro y al pasado en el medio de un
relato que nos tiene atrapados, y la constante narración en off que cambia de
voz cuando se le antoja tampoco colabora (menos ayuda aún que esté en
japonés). Si bien cada capítulo es el punto de vista de alguno de los
protagonistas, toman turnos aleatoreamente para seguir contando la historia.

“La cena de Noriko”, de Sion Sono es una secuela/precuela al clásico de culto


“Suicide Club”, ya que se desarrolla antes y después de la truculenta e icónica
escena del primer film: aquella de las 54 colegialas que saltan juntas a las vías
del tren. Esta segunda parte de una trilogía aún inconclusa intenta construir su
historia alrededor del suicidio masivo, tratando de darle la vuelta a por qué 54
chicas sonrientes se tomarían de las manos para tan despreocupadamente
saltar frente a un tren que se acerca.

La Noriko del título es Noriko Shimabara, una adolescente pueblerina de 17


años. Vive en Toyokawa, un pueblo de pescadores con sus padres y su hermana
Yuka, de 15 años. Su padre, Tetzuo, fotógrafo/reportero del diario local, “Tokai
Times”. Apasionado de su trabajo, se pasa el día relatando noticias
completamente irrelevantes, lo que le provoca una inmensa felicidad. Tan
inmerso y contento está con su vida simplona que no reconoce que sus hijas
están desesperadas por salir de ese sopor. Su madre, Taeko, simplemente se
mantiene al margen.

Mientras Noriko presenta su familia, entre imágenes actuales de todos sus


miembros se cuelan recuerdos de la niñez: niñas felices sonrientes y coloridas
se dejan ver desde películas caseras, con el típico grano nostálgico del super 8.
Esos recuerdos se repetirán a lo largo del viaje de la protagonista. Noriko y
Yuka tenían más color en ese entonces, la vida era más feliz, más simple, más
colorida. De hecho, siempre que las hermanas están juntas, siendo hermanas,
la luz será más cálida (una luz casi casi color mandarina...) mientras que todo
lo que rodea a Tetzuo es marrón, monocromo y aburrido.

En este film abundan las referencias al círculo. La primera de ellas es la


cáscara de mandarina: Noriko admira a su amiga Mandarina. Ella trabaja y es
independiente -es prostituta, pero eso no parece importarle. Mientras defiende
frente a su padre su intención de ir a estudiar a Tokyo, Tetzuo pela una
mandarina, aplasta la cáscara y la deja en un cenicero. En un primer plano, la
cáscara lentamente va tomando su forma original. Mandarina hace todo lo que
Noriko quiere y no puede hacer, Mandarina es independencia, es color, el color
es felicidad.
Mandarina es color, es madurez, es Tokyo.

En la escuela, lo único que Noriko quiere es que le permitan usar las


computadoras. Es que su único refugio está en internet, en el sitio
www.haikyo.com, el lugar de encuentro de muchas otras chicas como ella, de
todas partes de Japón, se encuentran para compartir experiencias. Estas
chicas, según ellas, llevan vidas mucho más “conectadas” que la suya.
Aquí aparece otro círculo, quizás el más importante, el que reaparece como un
flash en los momentos más cruciales de la historia. El círculo que anuncia que
la página se está cargando y a punto de aparecer. El círculo que gira sobre su
eje no tiene aristas, no tiene brazos, ni dirección alguna. No se conecta. Sin
embargo, predomina en este portal que nos cuestiona: “¿estás conectado a vos
mismo?” su giro casi hipnótico que aparece cada vez que se entra a
Haikyo.com recuerda a artilugios usados para hipnotizar, y más allá de los
caracteres japoneses, lo único que se reconoce en el foro son círculos.

El foro se convierte rápidamente en el santuario de Noriko, que se hace llamar


Mitsuko y que, como suele pasar se ha inventado una personalidad on-line
mucho más interesante. Si pudiésemos leer caracteres japoneses, podríamos
presenciar con exactitud cómo Noriko-Mitsuko se va haciendo amiga de Tullida
#5, Cuello Largo, Represa Rota, Medianoche y Estación Ueno 54, que por ahora
no tienen rostro y son sólo una visión quizás onírica, un grupo de chicas sin
cara en una habitación en sombras. Estación Ueno 54, una de sus miembros
fundadores, se convierte en su compañera más cercana.

Un buen día, durante un apagón, Noriko toma finalmente la decisión de


abandonar su pueblo, su familia, la vida como la conocía para escapar a Tokyo.
Los primeros momentos en Tokyo ya se puede apreciar la diferencia abismal
con Toyokawa, Tokyo es todo luz y metrópolis, mientras que en el pueblo que
ya quedó atrás nada brillaba demasiado. Mientras Noriko camina por esas
calles superpobladas, de a poco, muy de a poco se va convertiendo en Mitsuko.
Tiene que encontrarse con Ueno 54, y para eso vuelve a entrar en Haikyo.com,
y por ende, volvemos a ver el círculo de bienvenida. Acto seguido: más
círculos. Esta vez, hileras de círculos rojos y blancos.

Estación Ueno 54 es Kumiko, una joven bella, amigable y enérgica que, según
cuenta fue abandonada en el locker 54 de la estación Ueno al poco tiempo de
nacer, de ahí su seudónimo. Y de ahí el lugar donde se encontraron, el locker
54 de la estación. En ese casillero, Kumiko guarda cantidades de objetos que
recolectó a lo largo de su vida. Para simbolizar el inicio de su viaje, de su
aventura,el momento clave en el que deja finalmente de ser Noriko, Mitsuko
deja el hilo que cortó de su abrigo apenas bajó del tren.
El cordón umbilical de Mitsuko.

Sin dudas, su infancia tan particular le ha dado a Kumiko una visión un tanto
distorsionada de la familia, una visión que rápidamente absorbe a la naif
Noriko.

De hecho, minutos después de conocer a su heroina digital, Noriko es invitada


a unirse a la “familia” de Kumiko, en una visita a su abuela. Presenciar a esta
familia interactuar, sus padres, su hermano, su abuela, le da a Noriko una idea
de cómo deberían ser las familias verdaderas, reales, felices. Inmediatamente
decide que prefiere aparentar ser parte de esta familia que ser una parte
genuina de la suya.
Es entonces que las cosas se complican. La familia visita al “abuelo”, en su
lecho de muerte. Noriko es invitada a despedirse del anciano, y cuando éste
muere, toda la familia rompe en llanto. Kumiko, entre lágrimas, le dedica una
sonrisita cómplice a Noriko, acto seguido, el abuelo muerto abre los ojos sonrie
y dice “es buena la chica nueva”.

Resulta que la familia que Noriko tan rápidamente había adoptado como propia
no es siquiera una familia. Haikyo.com es en realidad la puerta de entrada al
negocio de Kumiko, una suerte de red (o -círculo-) de prostitución al cual la
gente solitaria de Tokyo recurre para “alquilar” familiares, recuperar hijas
perdidas, esposas, padres, abuelas, familias.
Kumiko entrena a sus actores para servir a quienes necesiten una hija a quien
gritarle, una famillia para que llore su muerte, una esposa infiel a quien
perdonar, o de la cual vengarse.
Sin pensarlo dos veces, Noriko se une a la retorcida familia de Kumiko, se muda
a su cuartel y se involucra al punto de ver a su primer cliente -un padre
abandonado, abusivo, sucio- como un padre real al que podría llegar a amar.

Noriko busca tan fervorosamente una realidad que no conoce, que hace mucho
más fácil y potente el impacto de la filosofía de Kumiko en su mente.

A lo largo de la película, Mitsuko será hija de varios padres, incluido el suyo,


todos curiosamente similares en su monotonía, todos neutrales, marrones,
beige... standard. Mitsuko, por lo contrario, se ve diferente cada vez. Es que en
el “círculo familiar” se cambia hasta de cepillo de dientes con cada cliente.
Mientras tanto, en el pueblo alejado, 6 meses después de la desaparición de
Noriko, su hermana Yuka se entera de los 54 suicidios. La prensa muestra en
sus titulares cada día más y más suicidios en masa.
Temiendo que su hermana se encontrase entre una de esas jóvenes, decide
seguir los pasos de Noriko. Todos y cada uno de ellos. Se une a Haikyo.com y
descifra el significado de los círculos rojos y blancos: son suicidios. Los rojos
son suicidios de mujeres, y los blancos de hombres. Termina huyendo a Tokyo,
no sin antes dejar pistas para que eventualmente su padre las encuentre. Le
deja mensajes por toda la casa, y escribe un diario (este recurso de la escritura
en cuadernos, en teclados y pantallas es recurrente) como previendo el
desarrollo de las acciones de su padre.
Una vez en la capital, y metida en la retorcida empresa de alquiler de
familiares, su propia relación con Noriko se desdibuja, son sólo compañeras de
trabajo, hermanas únicamente cuando un cliente paga para que lo sean.

La partida de Yuka disuelve lo poco que quedaba de la familia. Su madre se


suicida y Tetzuo decide de una vez dejar su ridículo trabajo, su hogar vacío, y
después de meses de frenética investigación, parte a Tokyo en busca de sus
hijas. Los círculos se cierran cada vez más alrededor de Tetzuo: durante su
investigación frenética sobre el Club del Suicidio llegó a recabar muchísima
información, y todas esas imágenes de círculos empapelan su estudio, que
después destroza en un ataque de angustia.
Una vez en Tokyo, mientras planea con su cómplice una movida para recuperar
a sus hijas, se distrae con dos globos rojos que un niño dejo ir en la vereda:
dos globos rojos como dos círculos rojos, dos suicidios femeninos. Dos globos
rojos que, como sus dos hijas, partieron hacía lo desconocido y se van haciendo
cada vez más pequeños, hasta desaparecer.
La presencia especial del color rojo es cada vez más notoria.

Su búsqueda lo lleva a encontrarse con un servidor de Kumiko, quien describe


al Club del Suicido “más bien como un grupo social suicida, un circulo”
(mientras dibuja un círculo en el aire con el dedo). Continúan apareciendo
círculos, que generan cada vez más interrogantes.
Con la ayuda de su amigo, Tetzuo decide contratar los servicios de Kumiko y
sus hijas, hace traer todos sus muebles originales a una casa en Tokyo para el
gran reencuentro.

Mientras tanto, las muertes empiezan a aclararse cuando presenciamos la


primera “muerte por encargo”: Represa Rota es contratada por un marido
furioso que busca matar a su mujer infiel.
“Así como los decimales de PI no tienen fin, los círculos reales no pueden ser
perfectos. Pero si dibujan un círculo en el piso con un compás y un marcador
grande -corte a detalle de la mano como un compás y círculo de loading de
haikyo- el contorno grueso lo hará parecer perfecto”.
Estas palabras salen de la boca de Represa Rota, formada en psicología,
mientras da una clase al resto de las jóvenes explicando como, para mantener
el equilibrio del mundo algunos tienen que matar, y otros ser muertos. En el
mundo, algunos son leones, y otros conejos. Como ella, como las que vendrán.

“Alfombra roja en la entrada” Menciona Kumiko cuando describe el momento


del asesinato de Represa Rota. Más rojo: “Rosa roja en flor” es el tema musical
pedido por la misma Represa Rota para musicalizar su muerte, en una
habitación de hotel con luces, claro, rojas. Esta canción, dulce y melodiosa
como todo el resto de la música de la película, es la única pieza incidental (la
encargó Represa Rota por la radio que Kumiko prende en la habitación del
hotel) -la vida de Noriko es silenciosa parece- y se extiende hasta la escena
siguiente, la famosa escena de las 54 colegialas y el tren. La escena más roja
de todas. Si bien no lo sabemos a ciencia cierta, podemos casi afirmar que el
rojo está estrechamente relacionado con la muerte.

Corte y de vuelta a la escena familiar: Tetzuo finalmente toma el lugar de su


amigo como padre de la familia, aprovechando que Kumiko había salido. La
situación es tensa, sus hijas no quieren reconocerlo- Es que ya no son sus hijas,
así de hondo cala la filosofía familiar de Kumiko.
Mientras los guardaespaldas del círculo -porque Noriko/Mitsuko lo corrobora, es
un círculo, no una empresa, ni un proyecto, ni un emprendimiento- pelean
hasta su muerte con Tetzuo, ambos defendiendo a sus chicas, Noriko alucina a
su amiga Mandarina, en la nieve, diciendo “¡todavía me gustan las
mandarinas!”, toda rozagante y feliz, sosteniendo una mandarinas, redonda,
anaranjada y brillante.
La alucinación continúa, y ahora son las tres, Noriko, Yuka y Mandarina las que
ofrecen fruta, vestidas con sus uniformes rosa y blanco de chicas picantes, en
la puerta del cabaret, decorado con globos y colores. ¿qué tienen de distinto
ésos círculos de los de Tokyo? Hay color, hay sonrisas, hay felicidad. Nadie
sonríe en Haikyo, al menos nadie sonríe gratis.

La familia decide tener una cena feliz, en familia como se debe (porque una
familia que cena unida, permanece unida), rodeados de los cadáveres de los
guardaespaldas. Y entonces se da un punto de ruptura. El monólogo de Yuka
(que ya no es más Yoko) lo dice todo: sólo quieren evitar el dolor. La huida a
Tokyo y el intento de despegarse de todo, de no tener familia y tener millones
de ellas, causa más pena y dolor de lo que pensábamos.
Yuka decide partir de madrugada, en la oscuridad, como su hermana. Lleva el
mismo abrigo que traía su hermana al llegar a Tokyo, y corta ella también un
hilo -rojo- que se desprende de la manga. El cordón umbilical, el signo de que
empieza el viaje, y camina por primera vez.

Noriko se despide de su hermana, de la adolescencia, de Haikyo.com, de


Mitsuko. Las chicas sin cara, en la sombras frente a la ventana al mar
desaparecen, se esfuman. Es hora de empezar de nuevo. Como un círculo.

El film es una retorcida invitación a una meticulosa inspección de las


conexiones que compartimos, no sólo con nuestras familias, sino con nosotros
mismos. La recurrente y casi nunca respondida pregunta que continuamente
aparece en “Suicide Club”, y que se repite en “La cena...” es un acertijo que ni
los personajes ni los espectadores logran resolver con facilidad.

La completa desconexión de la realidad y el libre albedrío es, por momentos,


horripilante. Es que se extiende mucho más allá de estas chicas y toda nuestra
generación.
Esta es la cultura de la sumisión y de la alienación que lleva a los suicidos
masivos de “Suicide Club”.
¿Qué significa el círculo? ¿Es una metáfora de la alienación que tanto quiere
Sono remarcar? ¿Es una herramienta de la conspiración de Mitsuko para lavar
la mente de jovencitas confundidas? ¿Cómo es que una simple muchacha
puede lograr que otras como ella accedan a ser asesinadas o a suicidarse con
sonrisas en la boca?

La abundancia de primeros planos enfatiza las sensaciones, remarca los


sentimientos de los protagonistas: la desesperación de Tetzuo, la abulia de
Noriko y Yuka, la pasividad de Taeko, el resentimiento de Kumiko. Las
narraciones en off de los protagonistas invitan a experimentar los eventos “de
oido”, dejando al espectador hacer sus propias conexiones, resolver los
enigmas y comprender los verdaderos horrores detrás de Haikyo.com.
Junto con los interrogantes que genera, y la dificultad de responderlos sin
elaborar otros, nuevos son una receta para alimentar la ansiedad, la
claustrofobia al máximo.
Bibliografía

Martin, Marcel: El lenguaje del cine. Caps. 1, 6 y 8


Casetti, Francesco y Di Chio, Federico: Cómo analizar un film. Cap. 2.
Carmona, Ramón: Cómo se comenta un texto fílmico. Cap. 2.

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