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DECLARACIÓN PÚBLICA

ANTE EL CIERRE Y DESALOJO DEL CENTRO FAMILIAR DE


HUECHURABA
NO SOMOS ARTEFACTOS DE UN INVENTARIO

“El poder está en todas partes; no es que lo englobe todo,


sino que viene de todas partes (…)
El poder no es una institución, y no es una estructura,
no es cierta potencia de la que algunos estarían dotados:
es el nombre que se presta a una situación estratégica
compleja en una sociedad dada”
(Michael Foucalt)

El día miércoles 3 de noviembre del año 2010, en la historia de la Fundación


de la Familia, institución perteneciente al Gabinete de la Primera Dama, se
generó un quiebre tan evidente entre trabajadores(as) y la Dirección
Ejecutiva que no podemos obviar.

Ese día, los(as) siete trabajadores del Centro Familiar de Huechuraba, sin
ningún tipo de aviso previo o formalidad alguna desde la Fundación de la
Familia, nuestro empleador, o del Municipio de Huechuraba, dueño del
terreno, (ambas instituciones vinculadas a la génesis del conflicto), fueron
desalojados desde lo que hasta ese momento era su lugar de trabajo,
poniéndose de esta manera fin a su “vínculo” con la Fundación,
argumentando la necesidad urgente del uso del terreno para ejecutar otros
programas sociales.

Es importante señalar, que este Centro Familiar, ubicado en la Población La


Pincoya, realizó su quehacer desde el año 1992, con énfasis en un fuerte
trabajo comunitario y en la promoción y prevención de situaciones que
afectan a las familias más vulnerables de nuestro país. Hasta el momento del
desalojo, treinta organizaciones de la comunidad hacían uso de dicho Centro;
traducidas en número de personas participando, hablamos de sobre
doscienta cincuenta personas.

El cierre y desalojo de los trabajadores del CF, se llevó a cabo, como si se


tratara de un vulgar trámite, algo que resolver rápidamente, intrascendente;
como si el tiempo, las energías, la disposición, los afectos puestos en el
trabajo desarrollado hasta ese momento, no fueran razón suficiente para
mirar y comprender la clara vulneración de derechos desde el puntos de
vista humano, social y ético que allí se estaba cometiendo.

No se consideró el desempeño de los funcionarios ni las evaluaciones previas


de los mismos, argumentándose que “las nuevas políticas de la empresa no
eran reubicar a nadie ni abrir nuevos CF en otros lados sin que existan
estudios previos que ameriten su apertura”; sin embargo, tampoco hay
estudios presentados que ameriten el cierre del CF. Llama la atención esta
declaración, pues extraoficialmente, se nos había informado que no era
política de la nueva gestión despedir al personal. Lo sucedido en
Huechuraba, nos sume en una profunda desconfianza, ¿alguien nos asegura
que atropellos como el sucedido no volverán a repetirse?

Esencialmente, los trabajadores y trabajadoras de la Fundación de la Familia


desempeñamos nuestra labor en las diversas dimensiones del trabajo social
y comunitario, o si se prefiere del área social. Es ahí donde logramos dotar de
sentido nuestro quehacer, es en ese espacio donde la vinculación y
construcción con la comunidad, las personas, las familias cobra una
importancia vital para cada uno de nosotros(as) y viceversa. Este vínculo de
años fue transgredido brutalmente. La comunidad de La Pincoya fue
violentada una vez más por una institución que promulga el trabajo con las
familias más vulnerables. Ni el Municipio ni la Dirección Ejecutiva de la
Fundación de la Familia consideraron esta profunda dimensión y actuaron
socavando la confianza puesta por la comunidad en un proyecto institucional,
gubernamental.
Cabe mencionar además, la falta de respeto hacia la dirigencia del Sindicato,
pues, si bien se nos informó del término de la relación contractual de los
compañeros(as), en ningún momento se dejó entrever la forma humillante,
irrespetuosa y violenta en que se llevaría a efecto dicha “desvinculación” y
claramente se nos hizo parte de una maquinaria perversa.

En la actualidad, las instituciones pertenecientes al Estado y/o gobierno, han


expresado la intención de desarrollar una labor social en pos de los más
desvalidos y desprotegidos. Estos principios debieran revisarse
profundamente. No se puede mirar en función de los “beneficiarios”, cuando
a los propios trabajadores parece considerárseles un artefacto más en el
inventario de los centros familiares. Aquí “no hay un nuevo trato”, ni una
“nueva forma de gobernar”.

De artefactos, nada. Esta acción, no es sólo un atropello hacia nuestros


compañeros(as) de Huechuraba, es un atropello a nosotros mismos, a cada
uno(a) de los trabajadores(as) de la Fundación de la Familia, a nuestra
dignidad como personas y a la propia comunidad del sector.

Hacemos un emplazamiento público a la Primera Dama Cecilia Morel,


Directora Nacional de la Red de Fundaciones y a la Directora Ejecutiva de la
Fundación de la Familia, Catalina Recordón, a que den explicaciones claras a
la comunidad de Huechuraba y a los compañeros(as) despedidos, donde se
deje constancia de las responsabilidades individuales e institucionales
(nombres y cargos) respecto de lo ocurrido.

Exigimos además, una disculpa pública de la Dirección Ejecutiva hacia


nuestros compañeros(as), por la forma en que fueron violentados(as) en sus
derechos como personas y como trabajadores. Demandamos un
pronunciamiento formal de parte de nuestro empleador de que situaciones
como la ocurrida no volverán a producirse.
Jorge Gajardo H. Herbert Guajardo P. Gabriel Valdes O.
Presidente Secretario Tesorero
SINDICATO DE TRABAJADORES FUNDACIÓN DE LA FAMILA

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