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1.

La hora de la comida cambiaba de tono cuando las andanzas de mi tío Efraín

llegaban a la sobremesa. No sé qué magia poseía, pero lo transformaba todo,

tenía tal luz, que la comida se convertía en una obra de juglares. En voz de mi

madre, que a propósito de recibir noticias del hermano, convocaban a

reuniones donde el principal tema eran las noticias de Efraín:” el cuñado de

Elías”, o “Efraín el hermano de Aurora”. Nunca pensé que era mi madre la que

le daba ese tono heroico. Sus narraciones eran extraordinarias y nos ubican en

el contexto preciso, en el momento y lugar ideal.

Mi madre, ufana, por un lado y aliviada por el otro, reunían a los amigos y

esparcía, ligeramente engrandecidas, las noticias del hermano. Así que yo, a

través de ella, había aprendido a conocerlo tanto o más, que si hubiésemos

vivido juntos.

La última vez que estuvo en casa, yo era apenas una niña de cinco años, y

nada recordaría de él , sino fuera por las cosas que escuchaba acerca de su

persona y en mi mente , mi tío era todos los personajes que yo quise atribuirle.

Y si narraba como lo hacía mi madre, debía ser como un héroe mítico lleno de

virtudes, sin temores, con una valentía sin medida, excelente orador y

narrador, tal vez un caballero del Medievo, que galopando iba en búsqueda de

causas que salvar y así llenarse de honor.

Pero esta vez, no era mi madre la que relataba, sino mi tío Efraín que había

llegado de madrugada, cargando dos bultos de ropa, Llegó del norte, de las
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tierras que por deudas de guerra, dejaron de pertenecer a México y ahora, el

dueño era vecino país del norte, hecho histórico que logró lo que nadie había

logrado, que los mexicanos se sintiera parte de un territorio y al mismo tiempo

despojados de algo que nos pertenecía. Pero las cosas son así y los políticos

eran también así.

Mi tío llegó cansado, enfermo y casi huyendo. Siempre que regresaba, era

porque ya no podía más. Porque el tiempo se le hacia un nudo en su cabeza y

le urgía sentir el calor de su tierra. Decía que debía regresar cuando la tierra le

llamaba en sueños. Entonces, no trataba de analizarlos, solo recogía sus

muchas o pocas pertenecías y dependiendo de la latitud, tomaba un tren, un

barco, la carreta, el caballo o lo que fuera necesario para regresar.

La tierra siempre le acogía gustosa y los brazos de su familia siempre estaban

abiertos. Claro que cada que regresaba las cosas habían cambiado, el

panteón ocupaba más espacio, los niños eran jóvenes casaderos y su hermana

se veía mas mayor y envejecida. El tiempo no se detiene y en ese pequeño

lugarcito de la Cd. De México, donde ni las calles parecían las mismas, todo

avanzaba. El tiempo se escurría rápido, se había ido a California por el año de

1849 y ahora transcurría 1856, en un suspiro se había ido ese pedazo de

vida. Y precisamente sobre sus correrías de todos esos años eran las

anécdotas.

-No puedo creer todo lo que nos comentas Efraín. Cómo es posible que en un

mundo tan civilizado como el nuestro, aún existan esas barbaries, es

intolerable que en esta actualidad, se den esas masacres, ¿qué no hay ley que

detenga a esos indios?, ¿qué tan fuerte pueden ser… un grupo de


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aborígenes embrutecidos… que el ejército no pueda contra ellos? Es

indignante lo que cuentas, ni debías traer esas espantosas historias a la

sobremesa…

Mientras mi padre despotricaba, mi tío miraba por el ventanal hacia la calle. No

parecía la de siempre, ahora lucía un empedrado majestuoso, las jacarandas

crecían entre las buganvilias, y daban un tono especial a la tarde, parecía que

el sol tenía un nicho entre las enramadas y se metía a saborear el paso del

tiempo. A esa hora, no había ni un alma en la calle, el único movimiento

perceptible era el meneo de las colas de los caballos y el movimiento de las

orejas de las mulas espantándose las moscas.

Mi tío miraba, a través de la ventana, sin prestar atención, el sol caía con

fuerza, pero él acostumbrado al clima del desierto, no sentía calor.

Habían pasado muchos años, desde la noche que se despidió, se había ido

con otros dos amigos a buscar oro. Dispuestos y ambiciosos, pensaron que

sería, además de atrevido, una aventura para recordar siempre. Sus dos

amigos habían llegado hasta el norte de Canadá y ahí se había perdido en los

fríos páramos.

Efraín suponía que al final de cuentas, si habrían encontrado oro, pero él

nunca tuvo la intención de viajar tan lejos, lo mismo encontraría oro en

california que en Alaska y había decidido quedarse ahí tras lomita, como

decían los indios. Padeciendo otro clima y otros peligros.

Cuando él y sus amigos, aún en la ciudad de México, escucharon sobre la

fiebre de oro, no pensaron que era una de tantas y tantas historias que la gente
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traía y llevaba, sin meditarlo se pusieron de acuerdo, empacaron sus cosas y

marcharon. Iban emocionados e ilusionados, y solo mi tío regresó. Tal vez no

con la misma ilusión con la que había marchado, pero si, esperando encontrar

en su casa, con su familia, la tranquilidad que tanto anhelaba.

Solo fue entrar en la ciudad y supo que las noticias que le llegaban eran

ciertas, que las cosas no iban tan bien como querían hacer creer, cuando leyó

que la violencia seguía paseándose entre los poblados del país, pensó que tal

vez, los periodistas, amañados, distorsionaban las noticias para crear falsas

perspectivas, pensó que eran notas malintencionadas atacando a los gobiernos

liberales que habían conseguido acceder al gobierno. Mencionaban que aún

había revueltas y grupos armados en algunos pueblitos de la provincia,

aunque a su paso por los lugares, él no vio nada significativo, el campo parecía

apacible, con sus campesinos, mujeres e hijos trabajando la tierra. Pero nada

más entrar en la ciudad de México, un extraño sentimiento le oprimió el pecho,

no supo que era, tal vez el cansancio, la desesperación de llegar pronto o quizá

era, que andando por tierras inhóspitas y agrestes, donde se había topado

frente a frente con la muerte, le habían cambiado interiormente o quizás se

había vuelto más susceptible. Tal vez fue el olor del aire.

La noche estaba muy avanzada, el sereno ya había hecho su última ronda y

había cantado:

- ¡las doce y todo sereno!

Las personas decentes ya estaban en casa y durmiendo.


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En esas calles solitarias, solo se escuchaba ocasionalmente el relinchido

apagado de algún caballo, o en la lejanía, el canto de un gallo, ni un alma

paseando por las calles oscuras y llenas de sombras, mi tío sintió frío y temor.

Pero no era la clase de temor al que estaba acostumbrado desde hacia 7 años.

Durmiendo a medias, con un ojo cerrado y el otro abierto, esperando que en

cualquier momento lo asaltaran y lo mataran. Este sentimiento era diferente, se

lo transmitía la soledad y el silencio de las calles.

México era una ciudad grande y parecía un pueblo muerto. Al menos, mi tío,

no la recordaba así, y eso que cuando se marchó las cosas no estaban nada

tranquilas, los políticos no lograban ponerse de acuerdo y estábamos pasando

por el periodo de la guerra contra los Estados Unidos. Texas se quiso

independizar del territorio mexicano, utilizando el tema de esta revuelta

independentista, Estados Unidos mandó del ejército so pretexto de ayudar a los

texanos a independizarse, el país sufrió una intervención extranjera y a raíz de

ello entramos en guerra con el vecino país.

Sin armas, ni municiones, con un ejercito dividido, aunada a la división interna

entre liberales y conservadores, nos hicieron débiles, el ejército enemigo

desembarcó por Veracruz, tomó Puebla y después entro en la plaza mayor,

directo al Palacio Nacional. Perdimos una guerra más, y con ello la mitad del

territorio que fue vendido por Santa Anna, un golpe muy duro para una nación

que luchaba por recomponerse y fincarse. La capital permaneció tomada

durante 9 meses, y después de esta venta territorial nada estaba tranquilo, los

problemas bélicos no cesaban en su totalidad, la inestabilidad social y política

no daba tregua. Parecía un cuento de nunca acabar, las personas terminaron


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acostumbrándose y aparentaron que todo marchaba bien, pero por debajo, las

masas parecían en ebullición dispuesta a explotar a la menor provocación.

Estos movimientos bélicos, políticos, sociales temas comunes y de diario no

evitaron que los tres amigos prepararan su viaje, sin pensar en otra cosa más

que en hacerse ricos. Sabían que era una aventura de alcances

insospechables, pero la tenacidad y la enjundia de la juventud les hacía creer

que sería sencillo. Los tres amigos, irían hasta el final.

Pero algo pasó en el camino, sus amigos y él se separaron y en esta

separación fue que mi tío tuvo que encontrarse a si mismo, su carácter y

entereza debían ser demostrado a cada paso, era uno de las miles de

personas que luchaban por sobrevivir y que a pesar de todos los obstáculos, se

lanzaban en pos de un algo que les diera una mejor vida. En el camino,

afrontando las todos los peligros y vicisitudes , comprendió que no se puede ,

ni se debe viajar solo, por parajes desconocidos, que siempre habría que

buscarse un buen guía o una caravana donde cobijarse.

Camino a California padeció de todo, desde hambre, frio, sed, calor,

enfermedades y casi muere en el desierto, pero para su buena suerte unos

criadores de cabras que iban camino al rancho, lo encontraron tendido, con

quemaduras de segundo grado, deshidratado y delirando, ellos lo socorrieron y

lo tuvieron en su casa hasta que se recuperó, Todos los sucesos que vivió

durante siete años, transformaron su carácter, su visión de las cosas, se volvió

mas reflexivo, analista y de manera muy imperceptible, maduro. Tal vez, era

esto, lo que le permitió sentir ese sentimiento de temor que le oprimió el pecho.

Perdido en sus pensamientos no se dio cuenta que mi padre seguía


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despotricando contra los indios, insultando la inteligencia de todos los presente,

dando por hecho que era inhumano el canto de guerra de los nativos, peleando

por algo que les pertenece y que les era arrebatado de la manera mas absurda.

Ellos defendían con mas honor y mas presencia su tierra, algo que no hicimos

nosotros al perder la mitad de nuestro territorio. Claro, las cosas ya habían

pasado y había que conformarse. Mi tío tuvo la fortuna de conocer la fiereza de

algunos grupos guerreros que perdidos en las praderas se negaban a darse

por vencidos. Otras tribus abatidas y cansadas , casi extintos, habían optado

por firmar tratados de paz y fueron encerrados en reservaciones con el pretexto

de conservar sus tradiciones y su cultura, una especie de prisión al aire libre.

Aun quedaban indios peleando, resistiéndose, y mi tío conocía esta resistencia

de manera muy directa y pensaba que tal vez en México los nativos no tenían

esa rabia, ese encono que se necesitaba para defender lo que les pertenece.

Era otra raza, otras maneras, otra cultura.

-Elías, ¿has notado como la gente en las calles se ve llena de ira y de miedo?

-¿Qué dices? ¿Qué tonterías dices?- le cuestionó con fastidio. Mi tío no era

santo de su devoción, lo aguantaba porque no había de otra y porque tío era el

dueño de la fortuna, la persona que nos mantenía económicamente.

Me parecía cómico, ver a mi padre, tan propio, tan educado y digno,

pecando de lambiscón, pero no era cosa de sorprenderse, muchos hombres

tenían que ser así con los parientes ricos, mendigando de una manera muy

educada, sin que se notara, aguantándose y mordiéndose el orgullo. Mi padre

no podía olvidar que Efraín le había ayudado a salvar los cafetales de su

hacienda veracruzana. Ni siquiera mi madre era dueña de algo, no poseía un


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peso, pero no lo necesitaba, ella manipulaba la fortuna de mi tío, mientras que

él, vagabundeando como siempre, no podía hacerse cargo de los negocios,

tenía plena confianza en mi madre, sabía que ella no despilfarraría el dinero, al

contrario, sabía que haría crecer los bienes y así había sucedido, mi madre

trabajó de tal manera que empezó a creer que el dinero era de ella y no de mi

tío y a él, esto no le importaba, mientras pudiera vivir cómodamente por los

caminos que visitaba.

Mi padre seguía despotricando:

- no entiendo porque aseguras que la gente padece miedo…solo has estado

unas horas en la calle. Efraín…eso solo es una tontería!

Mi tío, cabizbajo, suspiró con suavidad, y con voz modulada, dijo:

- desde niños y no podrás negarlo, hemos crecido en un país lleno de ajustes y

desajustes, donde lo único que tenemos seguro es que no estamos seguros,

solo que tú o ustedes no se dan por enterado. Las secuelas del movimiento

independentista que se generaron en la provincia, siguen vivas, parece que en

la capital tenemos rumbo, pero no lo hemos podido encontrar en el resto del

país. Creo que 1857 presentará grandes desafíos, yo sé que tú eres

conservador y te lo respeto, pero no solo los ricos tienen derecho a vivir, la

gente del pueblo también necesita salir del hoyo donde ha vivido por siglos.

- Claro que necesitan salir del hoyo, para eso estamos nosotros, los el poder,

nosotros que hemos crecido cerca del que sabe mandar y dirigir. A quién se le

ocurre escoger como presidente del tribunal de justicia a un indio, sabes que si

el presidente Comomfort, se retira del poder, Juárez sería el presidente


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interino, ese indio oaxaqueño, ya estaríamos muertos si le dejásemos en la

presidencia. Estos tipos y sobre todo Benito Juárez, pretenden modificar la

constitución, hablan de garantías individuales. ¿Sabes lo que significa eso?

-Claro que lo sé…significa libertad…

- ¡si claro!, libertad para los delincuentes, protegidos y agazapados por las

leyes.

-Elías, detén tu carruaje… Las garantía individuales, solo persiguen la idea de

hacer una sociedad más justa, y no me refiero a la clase rica, a la que

pertenecemos nosotros, me refiero a todo mexicano que viva, y produzca en

México. Las constituciones deben servir al pueblo, no a un grupo de personas,

en ella todo individuo debe encontrar una razón de derecho pero también de

obligaciones. Es justo que viviendo en un mismo suelo, las leyes sean iguales

para todos. Además la constitución tiene la finalidad no solo de normal, sino de

dirigir y unir

-¡pamplinas de liberales!, como veo que ya eres tú…hablas de garantías, de

libertades, de miedo…acabas de llegar a la ciudad, has estado a los sumo 4

horas de paseo, buscando a tus amigos, y percibes qué...¿miedo? – mi padre

estaba enojado, en realidad, el tema político le apasionaba. Le enfadaba pero

en el fondo le aterraba, sabía que mi tío decía la verdad. Porque las noticias no

eran halagüeñas, había muchas poblaciones donde aun se percibía el encono

Y solo

Hacia falta una provocación para que estas poblaciones regresaran a las arma,

En ese momento, éramos incapaces de entrar en el nuevo movimiento de paz


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convocado por el presidente Comonfort y por Benito Juárez en La Suprema

Corte de Justicia. La población no creía en nada ni en nadie, engañados y

utilizados siempre, estaban asqueados de los políticos.

-¿miedo, dices Efraín?¿ qué sabes tú, de miedo? Precisamente tú, que has

estado desde los 16 años yendo y viniendo por el mundo?¿ qué puedes saber

de este México actual? ¿Qué? ¿Te crees visionario? No pretendas saber algo

si aun no pasas un solo día en la ciudad…cuando tengas toda la vida como

nosotros, entonces dime algo, pero mientras tanto hazme el favor y calla… que

no estás enterado de nada!

Mi padre estaba disgustado, siempre le encolerizaba que la gente criticara lo

que no conocía. Era muy nacionalista, cuando le convenía, porque bien que

había apoyado la venta del territorio, le pareció buena la cantidad que el país

recibió a cambio. Se ponía irascible cuando no se le otorgaba la razón ni se

estaba de acuerdo con él. Pero si mi tío notó su enfado no hizo caso, solo dijo:

- Es cierto que desconozco directamente, pero esta tierra es noticia en el norte,

y no creo que exageren ni engañen. Además no todo es simple o sencillo

Elías. He padecido mucho miedo, mucha zozobra, - se detuvo un poco,

mientras escogía las palabras-, ustedes no saben la cantidad de veces en las

que no tenía la seguridad de llegar al día siguiente. Había días, que ni siquiera

sabía si esa noche dormiría sobre mi cama. En ocasiones, llegué a pensar que

mi traje serviría para mi servicio fúnebre… no sé Elías, conozco tanto de

miedo, que aquí me ha resultado sencillo percibirlo, además las últimas

noticias, dejan entrever que la cosas van directo a otro movimiento armado, ya

sabes que los movimientos armados son el desencuentro de interés golpeados,


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los que luchan por lo que es justo dependiendo del punto de vista de cada

grupo. Nosotros tememos perder el control y el poder y los otros temen no

obtener parte del poder para de alguna forma darle al pueblo lo que se

merece….- Mi tío, volvió a pensar en voz alta - las deudas con el exterior nos

tienen hasta el cogote y aún así, escucho a mis amigos comentar, que de ser

necesario acudirán a Europa para que les apoye, incluso… aceptarían traer un

gobernador europeo, ¿acaso ,no hemos tardado siglos en echar de casa a los

españoles? Es una burla que ahora quieran traer a un austriaco o a un

francés para gobernarnos ¿Qué clase de inteligencia puede creer que volver al

pasado es lo mejor? Tenemos que avanzar, estar a la par del mundo, tenemos

que buscar liberarnos de nuestros opresores….Ya tenemos un presidente

electo y si llegase a pasar algo..uno de los nuestros elegidos bajo las leyes

entraría de interino…que importa si es indio o no, es uno de los nuestros.

-De los nuestros? – Mi padre soltó una carcajada entre fastidiado y mordaz-

¡estás loco! Un indio dándose ínfulas de presidente. No me hagas reír,

nosotros, la gente de bien, no toleraremos ser gobernados por un indio y sobre

todo porque se atreve a meterse con la iglesia, con Dios, con los portavoces de

Dios. ! Es intolerable! Quiere dejar a la iglesia a merced de la pobreza,

retirándole todos los derechos civiles, dice que las leyes deben tener un

apartado donde se clarifique que la educación debe ser laica ¡laica! ¿Qué sería

de nuestros hijos sin educación eclesiástica?

- serían hombre libres- respondió mi tío- no tendrían maniatados sus

pensamientos. ¡Ay, Elías!, me parece que escucho a mi abuelo alegar- mi tío

suspiró y dijo en tono bajo- todos esos clérigos son unos vándalos y sus

seguidores, unos mojigatos ¿Qué dios les dio el título de representantes


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divinos? ¡Que va, cuñado! Son hombres todos, poseen doble moral, los de la

iglesia y ustedes que son como la piel de Judas, creen que estando metidos en

la iglesia tienen perdonados todos sus pecados. Pero la historia nos muestra

que más que seres santos, son hombres con uniforme que están detrás del

poder, de la esclavitud, de las riquezas. Manipulan al hombre engañándolos y

amenazándolos con perder el paraíso, somos unos ingenuos, todos lo somos

Conforme lo escuchaba hablar, mi tío Efraín iba reafirmándose en esa especie

de héroe mítico, lo más glorioso que mis ojos podía ver, tenía una elegancia

innegable, un porte distintivo, esa clase que viene en los genes, la que no

necesita de ropajes, ni sombreros, aunque vestía humildemente, destacaba en

la multitud, no sé si era el metro con ochenta de estatura o sus movimientos

elegantes. Además, proyectaba con sus palabras y sus actitudes todas las

correrías por el mundo, no había lugar que no hubiese pisado, ni movimiento

social que no hubiera presenciado…los cuentos de mi madre se habían

quedado cortos, porque además, si era un narrador maravilloso, cada historia

que contaba era increíble.

Mi tío Efraín era un vagabundo, un explorador, en las venas tenia esa

necesidad de recorrer el mundo, de ir por donde nadie, en esta enorme Ciudad

de México, hubiese ido, tenía la posibilidad monetaria, y la libertad de no tener

familia propia. Para él, el dinero era un medio y lo utilizaba.

Enfrascados en la discusión política no se percataban que eran como dos

guerreros defendiendo su posición, cada uno su verdad y su realidad. En fin,

como decía mi nana, la verdad no es total, solo es una parte de la realidad,

nadie posee la verdad completa, todos somos pequeñas partes de ella, pero no
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somos absolutos. Y como decía ella, cada quien decide que verdad que quiere

tener, y nadie más sabia que mi nana. Mi nana era una mujer de pensamiento

liberal, era una mujer diferente a cualquier mujer, no necesitaba de ningún

hombre, solo de si misma, se tenía a ella misma, lo demás eran tonterías.

Pasaba largas horas leyendo y escribiendo y me hacía leer a mi, y me ponía a

escribir mis reflexiones, luego las revisaba y hacia comentarios sobre lo leído

y me pedía mi punto de vista, en ocasiones me dejaba muda pero así, día a

día, yo aprendía mas cosas que en el colegio.

Pensando en mi nana, no me di cuenta que mi tío había cambiado de tema,

ahora contaba cosas más impersonales, menos delicadas, cuando puse

atención, mi tío comentaba:

- El sol estaba en el medievo, buscábamos un lugar para acampar y esperar

que el calor menguará un poco, el propósito en sí era descansar, se los

aseguro y es que había sido una larga jornada, llevábamos caminando desde

las cuatro de la mañana aprovechando la luna llena y que los caminos estaban

visibles, no es fácil atravesar terrenos semidesérticos ,con el sol cayendo con

furia, mucho menos cuando se lleva tanto peso . Los caballos necesitan

mucha agua, y no se diga de los niños. Eso de mudarse con la casa completa

es muy complicado. Ingleses, irlandeses, escoceses arrastran sus muebles

desde Inglaterra, entran por la ciudad de Boston y sin informarse, todo está

embarcado en el tren , llevan sus muebles por todo el territorio, se niegan a

abandonar sus raíces que van grabados en esa madera pesadas y pasadas de

moda. Es incomprensible como las personas nos aferramos a las vanidades, a

las cosas materiales. Pero bueno, cada quien su historia y esos colonizadores,

creen que le hacen un favor a esa tierra, sin saber todo lo que les esperaba
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antes de llegar al oeste-. Mi tío, hizo una pausa, se acercó al balcón y miro de

nuevo la calle. 1856, parecía un año complicado para el pueblo mexicano,

podía olerse, solo los necios y ricos no se daban cuenta

-Sabes cuñado- mi tío miró a mi padre y continuó con su historia- muchas

familias fueron defraudadas, engañados con la idea que les vendía el paraíso y

cuando llegaron, se encontraron con que era poseedores de nada, o

simplemente el paraíso que les habían ofrecido no existía. Se dieron cuenta de

que eran dueños de terrenos improductivos, desérticos, donde lo único que

prolifera son los animales ponzoñosos y la arena. Muchos compraron al vacio,

sin ninguna garantía, perdieron su dinero. Los demás o muchos se

encontraron con los indios en los caminos, como nos paso a nosotros aquel

miércoles. Íbamos desolados, perdiendo las esperanzas, el agua se había

acabado. Esas 10 carretas, cargadas de las más extrañas cosas, les digo,

estas personas cargan hasta sus bacinillas hechas de plata, ¿pueden creerlo?

Con el escudo de la familia grabado por dentro, como si las eses también

tuvieran abolengo. En fin, todos éramos colonizadores, hasta yo, que solo

quería encontrar oro, no por ambición, ni avaricia, sino por la emoción que

implica andar buscando metal en las montañas, algún día seré minero

- ¡Ay, Efraín! Cada día estás más loco,-le dijo mi madre-, lo que debes hacer,

es dejar de andar por todos lados como si no tuvieras responsabilidades acá en

México ¡Ya establécete! ¡Ten novia! ¡Cásate!

- Hermanita, hermanita- le sonrió el tío mientras le pellizcaba con suavidad la

mejilla- pensé que me querías, cómo puedes desearme la muerte.

- ¿Cómo que la muerte?- mi madre replicó con enfado-.


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- ¿Acaso, no quieres casarme?- le pregunto mi tío, mi madre afirmó con la

cabeza-. Entonces…es como si me mandaras al cadalso, directo a la muerte.-

se rió mientras miraba el asombro en la cara de su hermana, después

continuo.- Y bueno, íbamos ahí, todos en esa caravana enorme, 10 carretas

llenas de las más absurdas y extrañas cosas. De pronto, frente a nosotros,

apareció una arboleda, les juro que todos sentimos alivio, hasta los caballos

relincharon del gusto que les dio ver ese verdor. Lástima que el alivio nos duro

muy poco. Porque de ahí, salieron cabalgando los indios, con sus gritos de

guerra, sus flechas y sus hachas. Algunos hasta traían rifles. Aquello se volvió

una locura, no pudimos hacer nada para repeler la agresión, las carretas iban

muy pesadas y no pudimos congregarnos para protegernos.

-Dios mío!- sollozó mi madre, tapándose la boca hizo un gesto, como si fuera a

desmayarse, pero mi tío estaba absorto en sus recuerdos y no se percató de

que mi madre estaba en su colapso diario. Porque eso de desmayarse era una

manía. Todos los días, por alguna razón que siempre encontraba, tendía a

desmayarse, le traían las sales, le mojaban la cara y la revivía. Era como su

pequeño acto, de nótenme, estoy aquí. Esta vez no le funcionó, mi padre

fumaba su habano y no perdía detalle de la historia.

-Efraín, cuando cuentas cosas como ésas. ¿qué tanto inventas?- mi padre

quiso sonar mordaz con la pregunta..

-Cuñado,-respondió mi tío-, que no tengo tanta imaginación. Ojalá fueran

cuentos…¡Ojalá!- Después de hacer un silencio, como si no pudiera mirar el

pasado, continuo contándonos-. Los indios no eran muchos, pero en ese

momento parecía un ejército. No pudimos razonar , nos tomaron por sorpresa,


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ellos llevaban armas listas para atacar, nosotros estamos sorprendidos y

asustados. Uno a uno, fuimos cayendo desmayados o muertos, las mujeres

empezaron a gritar y entre grito y grito alcanzaron a esconder a los niños,

algunas carretas empezaron a incendiarse. Las personas saltaban de ellas

para escapar del fuego y en su escape se encontraban con la férrea locura de

los jinetes y sus hachas. Algo me pegó en la cabeza, caí del caballo y quedé

inconsciente. Cuando volví en si, el camino estaba lleno de cadáveres, vi que

los indios seguían ahí. Fingí estar muerto ..¡si! y aunque hubiera querido

moverme ,el terror me tenía paralizado. Miré como algunos indios

desmontaban y con sus hachas, les iban arrancado el cabello a los hombres y

luego pegando unos brincos y unos alaridos muy extraños, danzaban

festejando las muertes. Estaban eufóricos, no sé …como fuera de si,

enloquecidos . Volvieron a montar, se llevaron nuestros caballos… hasta los

perros se fueron detrás de ellos. Algunos niños quedaron ahí, llorando,

solitarios, perdidos, huérfanos y bueno creo que a mi me dieron por muerto,

¡estaba aterrado!, Sentí tanto miedo, como no recuerdo haber sentido antes.

Pensé que iba a quedar ahí como todos. El miedo no salvo la vida. No sabía si

llorar de pena o de alivio. No sé cuánto tiempo pasó, hasta que logré

incorporarme. Con las piernas temblorosas, me acerqué a los niños, algunos

de ellos se abrazaban a sus padres llorando desconsolados. Como pude, los

retiré del lugar, recuerdo que había una niña con unas trenzas muy rubias y un

vestidito blanco lleno de sangre, se abrazaba a su mamá con tal fuerza que no

podía arrancarla de su lado. Pobrecitas criaturas vivirán con ese recuerdo

eternamente….
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-¡Ay, dios mío!- mi madre sollozó y debajo de la manga de su vestido sacó un

pañuelo fino y se secó las lágrimas que le caían silenciosas- que cosas tan

tristes pasan en esta vida. Efraín no tienes perdón de Dios, ponerte en peligro

sin necesidad, ¿Qué tal que mueres? ¿Qué sería de nosotros?

-Pues hermanita, si yo muero, tú serías muy rica.-le dijo con cinismo.

-¡Eres un idiota!-sollozó con más fuerza-

-La tierra del norte es maravillosa,- continúo mi tío-, las praderas son enormes,

los ríos son rápidos y vastos, hay miles y miles de hectáreas sin cultivar, llenas

de todas las clases de animales silvestres y salvajes. En una ocasión, me tocó

acampar en un ranchito escondido en una cañada. Me lleve una grata

impresión cuando vi los corrales, repletos de caballos salvajes, listos para ser

domados. Que osadía de jinetes, arriesgando su vida, se amarran al caballo

hasta que éste se agota y deja de reparar, cediendo ante la fuerza del jinete.

No saben que impresionante es ver a esos hombres sobre los caballos,

poniendo en riesgo su vida. Me contaron, que algunos vaqueros habían

muerto al caer de cabeza, desnucándose. Es una actividad impresionante,

esos hombres son muy rudos, pero al mismo tiempo, son muy cordiales. El

dueño del rancho me contaba que esa caballada había sido un golpe de suerte,

que la habían encontrando pastando a la orilla de un rio y que mucho temía

que perteneciera a alguna tribu, que pasaba noches de insomnio cuidando en

las sombras, esperando que, de un momento a otro, los indios fueran al rancho

por los animales, y que si eso pasaba seguramente sería la muerte.

La verdad que el tema de los indios es terrorífico y más para los que lo han

enfrentado, los demás solo son cuentos de pájaros nalgones.


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Me bebía las historias de mi tío Efraín, no perdía detalle de sus palabras y de

sus gestos, cada frase lo convertía en mi héroe. Creo que estaba enamorada

de él.

Parecía que jamás se hubiera ido de la casa, que siempre había compartido la

mesa conmigo, pero en realidad, mi tío no me había dedicado una mirada,

simplemente para él yo no existía. Pero a mi no me importaba, yo le veía alas y

era como un ángel, que llenaba de luz toda la habitación. Parecía que nunca

había dejado de verlo, que lo conocía no solo de habladas. Así que para mi,

nadie era más valiente, ni más conocedor, ni más intrépido, que él.

Mi tío y mi madre no parecían hermanos. Eran dos polos completamente

opuestos .Mi madre, que era modosita, delicada, sumisa, retraída, pero detrás

de esa máscara era una mujer muy astuta y sagaz, una tejedora de historias,

donde los principales actores éramos, entre otros, el párroco de la iglesia, Don

Roque, y nosotros tres. Y mi tío no se molestaba en esconder ni su miedo, ni

sus debilidades, era una persona abierta. En cambio mi madre, escondía un

mundo entero, quien la miraba no podía creer que esa mujer tan educada y

propia pudiera tener un romance con otro que no fuera su marido. Yo lo sabía

pero no decía nada, ni la cuestionaba, no era mi papel, yo solo era la hija. Pero

lo supe desde siempre…mi madre tenia un romance con don Roque.

El padrecito don Roque, era un sacerdote joven a comparación a todos los

eclesiásticos de la región, recuerdo muy bien la primera vez que visitó en

compañía de otro párroco, nuestra casa. Los dos con sus sotanas largas y sus

sombreros en la mano, se sentaron frente a mi madre y hablaron sobre cosas


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de huérfanos. Mi madre, que es como mi padre y que creen que el reino de los

cielos se abre con dinero, los escuchaba atentamente. El anciano, que parecía

tener más experiencia llevaba la batuta de la petición o en el ruego como le

llamaba él. Necesitaban de una cantidad módica, para poder comprarles

zapatos a los huérfanos de la diócesis, y ellos sabedores del buen corazón de

mi madre no perdieron tiempo en acudir a solicitarle su ayuda. Mi madre,

permanecía muda y con una sonrisa a medio mostrar. Quién sabe que estaría

pensando, pero yo, que la conocía tan bien, sabía que algo tramaba, nunca

daba paso sin huarache. Alguna idea maquiavélica cruzaba esa cabecita tan

bien peinada.

Siempre me asombró lo diestra que mi madre era con los peines, lograba con

su cabello los más extraños y elaborados peinados, yo quería peinarme como

ella, pero mi madre decía que necesitaba crecer, que no tenía edad. Mi nana,

era la encargada de peinarme y siempre, me hacía esos espantoso bucles que

me hacían ver regordeta y enferma. La verdad es que yo no tenía ningún

atributo físico, mis padres pensaban que estaba pasando por esa edad donde

se es fea antes de ponerse bella. No sé de donde habrán sacado esa estúpida

idea, pero esta afirmación los tranquilizaba muchísimo.

Mi nana pecaba de dulce y tierna, siempre me decía que me veía preciosa,

pensaría que yo no tenía ojos y que no me miraba al espejo. esa imagen

reflejada me hacia sentir un poco de lastima de mi. Pensaba que cuando

estuviera en edad casadera, si mis padres no me compraban un marido,

seguramente sería una solterona para siempre. Sabía por buena fuente, que

en ocasiones, ni las más grandes fortunas podían conseguir maridos, así

mismo les había pasado a las tías de mi padre, que decididas a salir de casa
20

en carruaje y vestidas de blanco, habían intentado comprarse un marido en la

provincia. Una de ellas lo logró, salió de blanco y en carruaje pero el marido le

había resultado más femenino que la esposa. Con tal ejemplo, las otras dos

hermanas, desistieron de casarse y optaron por permanecer solteras y esperar

el final de la vida sentada en el porche de su casa, tejiendo toallitas de crochet

para las mesas del salón, llego un momento en que tenían tantas toallitas que

pensaron regalarlas a los amigos, pero lo reflexionaron muy bien y cambiaron

de opinión así que mejor pusieron un pequeño establecimiento donde se

vendían toda clase de ornatos para los hogares, incluyendo esas toallas y los

manteles que tan afanosamente y durante meses habían tejido, esperando que

pasara el tiempo. Sin saberlo habían dado inicio a un tipo de establecimiento

innovador en México, pero aun así ellas seguían siendo las tías solteronas de

mi padre y detrás de esos vestidos sobrios y de esa actividad comercial, dentro

de su mente había otros intereses más fuertes que casarse o vender.

-Me preocupa lo de tus tías- un día oí que mi madre le decía a mi padre- dicen

que la soltería se hereda. Imagínate a cuquita solterona, que cosa tan horrible,

prométeme que no permitirás que se quede solterona, Elías.

- qué tonterías dices,- mi padre se enfadó-, además, mis tías están mejor

solteras que casadas. Siempre me dicen: “estamos mejor vistiendo santos, que

desvistiendo borrachos”. Y ellas son muy cuerdas, no hablan solo por hablar.

Mis padres tenían muchas preocupaciones, para agregarse el problema de mi

probable soltería, cosa que aun no era confirmada, tenían que pasar muchos

años más para saber la suerte que yo correría. Además siempre estaban
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preocupados en ayudar a sus amigos ricos, problemas de vicios, de mujeres,

de juego. Cómo iban a perder el tiempo pensando en su pequeña hija.

Mis padres tenían fama de misericordiosos, así, que no era novedad que de

vez en cuando acudieran a nuestra casa, a solicitar alguna ayuda monetaria .

Mojigatos, monjas y sacerdotes, se acercaban a mis padres en busca de

algún donativo. Y ese día no era la excepción. El objetivo, mi madre.

Mientras los sacerdotes tomaban su te, seguían elogiando las dotes caritativas

de Doña Aurora Gándara de Arizmendi, mi madre, y seguramente mi madre se

lo estaba creyendo porque empezó a esponjándose como pavo real, le brillaron

los ojos, y hasta se permitió sonreír mas abiertamente. Incluso mostró sus

perfectos dientes blancos. Otra cosa más, que me gustaba de mi madre: sus

dientes. Para mantenerlos limpios usaba una mezcla de agua oxigenada en un

vasito con poquita agua, metía la punta de una jerga y uno a uno se los

limpiaba con la sustancia. Me parecía sorprendente la manera en que los

mantenía tan sanos. Después de pasar la jerga por todos los dientes, hacia

gárgaras con lo que le sobraba del líquido. No cabía duda, mi madre era toda

una dama, esponjada como pavo real y con las mejillas coloreadas de la

vergüenza que esos dos curas le estaban haciendo pasar con tantos elogios.

Esa fue la primera vez que vi a don Roque, el cura de la parroquia, sentado en

el silloncito de la estancia ,pero no fue la única vez que el párroco visitó la

casa, lo hizo muchísimas veces más; siempre con el pretexto de confesar a mi

madre. Pero no conforme con ello, al despuntar el día, mi madre salía

apresurada a misa de seis, la misa de las señoras recatadas, ancianas y más

ocupadas del lugar. Pero luego, regresaba a misa de doce y por la tarde,
22

cuando mi padre salía al club a beberse una copita de coñac francés, don

Roque venia a casa a confesar a mi madre y de paso a comerse unas

galletitas recién horneadas.

Un día, los encontré tomados de la mano, ella tenía los ojos llorosos y él, el

rostro lleno de asombro. Fue el inicio del fin, porque las visitas se hicieron

menos frecuentes, cada semana el Cura iba menos a visitarnos. Las galletitas

recién horneadas fueron todas para mi, así que tomé más peso, en mala hora

el padrecito dejo de ir por casa.

Mi madre se la pasaba sentada frente al ventanal mirando sin mirar, perdida en

su inconsciencia. Mi padre estaba perdiendo la paciencia, no entendía que

pasaba con su mujer, ya ni a misa iba, tan santa que se estaba volviendo, Y de

paso lo mal acostumbró, dejándole la casa para el solo y para mi, pero yo no

contaba, la casa y las habitaciones todas para el y para la Juana, la mucama.

Mi padre tenia una aventura con la sirvienta, cosa normal entre ricos, no se era

tan rico y no aprovecharse de ello, para seducir a las sirvientas. Pero ahora,

con mi madre todo el día metida en casa, no había manera. Así que mi padre

fue a donde el párroco y le pidió que fuese a hablar con Aurora y le ayudara a

encontrar su camino.

Al principio Don Roque se negó tajantemente, pero termino cediendo. Tomó su

sombrero y a paso largo siguió a mi padre, que le dejó casi a solas con mi

madre. Todo fue que se miraran, para lanzarse en brazos el uno del otro y

comenzaran a besarse. Mi madre había olvidado que en una esquina de la

habitación, me encontraba leyendo.


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Desde el principio, dejé le libro de lado y miré como se abrazaban, se tocaban

y como se besaban. Nunca había visto a dos personas en esa actitud, me

pareció extraño, me sentí incomoda e interesada no podía apartar la vista, me

los comía con los ojos, por intuición supe que no era correcto lo que miraba, no

era propio de dos personas respetables.

No quería poner atención a lo que pasaba frente a mi ojos, pero la intensidad

de la visión y los sonidos eran algo que me atraparon. Mi madre estaba

besándose con el párroco de la iglesia. Yo no atinaba a comprender qué

pasaba ahí. Qué tipo de confesión era aquella.

Después de los montones de besos, ella se levantó del sillón y con la mano de

don Roque entre la suya, lo invito a salir por la puerta frontal, rumbo a las

habitaciones, jamás notaron mi presencia, ni se dieron por enterados.

Después de eso, mi madre recobró la alegría y hasta empezó a cantar, Don

Roque volvió a la casa todas las tardes a tomarse las galletitas horneadas y mi

padre , agradecido con el párroco que le había devuelto a su antigua aurora, le

hacía llegar los donativos mas gruesos de la comunidad. Mientras mi madre,

todas las tardes, se encerraba con el sacerdote, mi padre aprovechaba esos

momento para seguir a seduciendo a la Juana, la correteaba por todas las

habitaciones, incluso, hasta llegaron a usar la mía.

Mis padres pasaban de mi, tal vez pensaba que era idiota, pero no, me fijaba

en todo, de manera silenciosa veía como mis padres jugaban cosas de manitas

calientes. Cosas que no eran correctas.


24

Un día , alguien notó que Juana estaba perdiendo la figura, que estaba gorda,

mi madre averiguo el asunto, esa tarde solo se oía los gritos desaforados de mi

madre gritándole de todo a mi padre. No supe más de la Juana, la echaron a la

calle acusada de robo y mi padre que había jugado con ella, no hizo nada por

defenderla. Yo le miré directo a los ojos, entonces mi padre supo que estaba

enterada de todo, bajó la mirada y me dio la espalda. Jamás me volvió a ver a

los ojos. Qué clase de padre era ése.

Pobre mujer, pero era común que eso pasará, las sirvientas soñaban con

convertirse en la querida del señor y ser mantenidas para siempre, pero muy

pocas lo lograban.

En casa no se habló más de Juana, y después de ese incidente, mi madre no

atinaba a mirar a mi padre. Pero mi padre si que era un sinvergüenza, siguió

buscando placer en los sirvientas de la casa,

-… por muy humildes que son, todas ellas son mejor en la cama que mi mujer,

- le escuché decir un día a su compadre Macario-,Aurora , no pierde la

propiedad ni en la cama,- a mi padre jamás se le ocurrió preguntarle al

padrecito que tal era su mujer en la cama-, nada más falta que se ponga

cinturones de castidad compadre, y uno pos.. es hombre, me canso de que

siempre le duela la cabeza o me acuse de que nada más pienso en eso, pos la

verdad si.

Que sorpresa se llevaría, mi padre que estaba ocupado con las tetas de las

sirvientas, si hubiera sabido que las tetas de su mujer cabían en otras manos.

Yo era muy joven, pero me daba cuenta de cómo mi padre correteaba a las

mujeres por las habitaciones, para meterle las manos debajo de las enaguas, y
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también me tocó ver a mi madre dejarse arrinconar por el párroco. Que de

santo no tenía ni el nombre, más bien tenía nombre de tendero y además, con

tal cinismo que cada que se topaba conmigo, ponía su mano para que se la

besara, como si en realidad fuera un hombre santo. Bien decía mi tío que todos

los clérigos eran unos mojigatos con doble moral, que no merecían llevar la

bienaventuranza porque su boca estaba llena de mentiras, eran unos

profanos, para muestra lo que hacia con mi madre, que nada de santo tenia,

mas bien eran cosas terrenales, muy terrenales. Mira que conducir a mi madre

por la vereda del pecado, moriría quemada en el averno. Y solo el padrecito

don Roque tendría la culpa.

Por eso, que razón tenía mi tío Efraín, cuando decía:- curitas vemos, debajo

de las sotanas no sabemos.

2.

- -¡Corre niña!- me apremió mi nana- camina más de prisa, tenemos que

llegar pronto a casa. ¡Corre!

- Ese día, habíamos estado paseando por el centro de la ciudad, visitando

almacenes. Mi madre me dijo que era tiempo de que comprara mi primer

sombrero y le pidió a la nana que se encargara del asunto, puesto que

ella esperaba una visita. Ya sabíamos que visita esperaba mi madre,

pero ninguna de las dos hicimos comentario alguno.

- Mi nana era una persona muy reservada y evitaba meterse con temas de

la familia, porque no quería perder el trabajo y alejarse de mí. La verdad,


26

parecía ser la única persona interesada en mi, por eso le perdonaba los

espantosos bucles con los que me peinaba todos los días, me quedaban

horribles. No entendía porque ella no podía verlo, creo que todos lo

sabían, no creo que el amor ciegue de tal manera.

- Pero esa tarde todo iba a cambiar, porque mientras íbamos de almacén

en almacén, probándome sombreros, por fin se dio cuenta, que el

peinado no iba conmigo y mucho menos con los sombreros. Además,

para qué demonios, quería yo un sombrero, ¿quién le dijo a mi madre

que su hija cuquita ya tenía edad para llevar sombrero?

- Pero bueno, ninguna de las dos respingó al recibir la orden, nos serviría

de paseo, nos distraeríamos. Podría mirar lo que yo quisiera, sin tener la

mirada de mis padres encima de mí, criticando todo lo que hacía.

Pasando de tienda en tienda llegamos al Mercado Volador, ahí nos

perdimos entre los puestos y los tendidos, aquello estaba lleno de

algarabía, las voces sonaban por todos los rincones:

-¡Papayas!, ¡melones! ¡Cómprenloooos! , ¡cómprenloooos!

- ¡la mejor tela traída de los telares chiapanecoooos!, pero si busca

manta, la tenemos en todos los bordados, ¡pásenleee…

páaaaaasenleeeeeeeee!

- ¡jacarandas en flor! ¡Jazmines! Todos los aromas….

- desde Francia la seda… ¡arrímense!

- ¡tamalitos! ¡agua de horchata! ¡tepache! ¡Pozole! ¡Birria de norte!

¡Barbacoa de chivo! ¡Molletes! ¡Sopes!


27

- ¡Canarios! ¡Canarios! Lleve a su hogar el canto de las aves…

¡Acérquense!

-¡Los manteles! ¡Los manteles!- gritaba otra mujer.

Que manera de invitar a gastar sonaba en ese bullicio. Nunca había

estado en un mercado, no tenía idea de como los colores, los acentos,

las enaguas a la par con el taparrabos, se mezclaban. Que combinación

multicolor podía observarse ahí. Si hubiera llevado mi paleta y mi lienzo,

seguramente me tomaría todas las horas sumergida en el ambiente,

- Nana, ¿dónde puedo estudiar pintura? Me encantaría pintar este

paisaje...

Mi nana se reía, mientras me conducía con suavidad a la entrada de un

bodegón lleno de sombras. Aquel lugar era un poco tenebroso, pero

solo bastó un momento para que mis ojos se adaptaran. Me dí cuenta de

que nos encontrábamos en un mundo mágico, llenos de pañoletas,

sombrillas, paraguas y sombreros de todos los tipos, de raso, de paja,

de fieltro, de terciopelo, de seda. Todos los sombreros pasaron por mi

cabeza.

Pensé que mi nana estaba de acuerdo con lo que yo veía en los

espejos, la fealdad no era tanto de los sombreros, sino de la manera en

que no coordinaban sus líneas con las líneas de mí rostro. Pero me

confundía la insistencia de ella, parecía que tenía a fuerzas que

comprarme un sombrero. Olvidé que mi nana cumplía órdenes, y tenía

que obedecerlas Lejos de lo que yo pensara, ella tenía un encargo y


28

debía cumplirlo. No sabía qué ideas bailan en la cabeza de mi nana. A

un sombrero que se veía feo, seguía otro que se veía peor.

Confirmándome, lo que ya sabía desde media mañana, los sombreros

no iban ni conmigo, ni con mis bucles.

Después de mucho tiempo, cayó sobre mi cabeza el más espantoso

sombrero de raso azul celeste pálido, de copa muy alta, adornado con

flores de un amarillo huevo, espantoso, tenía entre las flores unos

chupamirtos, simulando que volaban. Al verlo puesto sobre mi cabeza,

recordé a los espantapájaros de la hacienda de mi padre, seguramente

con este sombrero, mi nana terminaría convenciéndose de que los

sombreros no son lo mío.

Me sorprendí mucho al escucharla decir:

- ¡Genial, niña! Con este sombrero te ves preciosa.-me dijo.

Poniéndose a mi espalda y mirándome a los ojos a través del

espejo... Pareces salida de un cuento… ¡una princesita!

No podía creer lo que mi nana decía, ¿princesita de un cuento? ¡Si! pero

de un cuento de terror y protesté:

- Nana, ¡que es horrible! - Hice un puchero-, ¡Es espantoso!- casi

me echo a llorar ahí.

- -Nada de horrible, tonterías. Serás toda una señorita de sociedad

cuando pasees en la calesa con tus padres, ellos se sentirán muy

orgullosos de ti. Se darán cuenta de que hermosa hija tienen y

cuán afortunados son.


29

Definitivamente mi nana sería una mujer muy leída, muy culta, pero de

moda no tenía idea. Además, no sé porque seguía insistiendo que mis

padres se sentirían orgullosos de mí, nunca se habían sentido orgullosos

y no creo que ahora fueran a comenzar y menos con este sombrero.

Definitivamente mi nana era una dulce y maravillosa persona, pero para

la moda, no tenía el más mínimo sentido de lo estético, de lo bello, de la

línea.

- Me doy por vencida nana, ¡compra lo que quieras! Yo no puedo

más, estoy cansada, me duelen los pies. La gente me pone

nerviosa- me quejé-¡quiero una limonada! ¿Podemos tomarnos

una, nana? Anda por favor...vamos a tomar una limonada.

Paga y vámonos...

- Claro que si- mi nana, pagó el sombrero y me condujo hacia un

puesto de aguas frescas.

Ahí nos sentamos durante un buen rato, admirando el panorama.

Observamos pasar a las mujeres con sus redes, con sus rebozos,

llevando a sus críos a la espalda sujetos por el rebozo caminando entre

los tendidos...regateando los precios, ¡qué arte tenían para regatear!

Lograban convencer al vendedor de bajar el precio. Los hombres con

sus pantalones y sus camisas de manta bordada a mano. Habían,

también, los que se vestían con pantalones de fieltro pegaditos a las

piernas, y sus camisas bordadas en el frente. Estaba sumergida en un

mar de colores y diversidades culturales, ahí todos eran distintos y

similares, ojos castaños, azules o verdes, pieles canelas, blanca,


30

amarillas, unos caminaban mirando al frente y otros con la mirada

agachada.

- En los mercados, Cuqui, podrás ver el reflejo del México nuestro, del

pueblo, de su idiosincrasia, de su manera de tratar, pelear y lograr lo

que quiere. Mira, por cierto, ahí en el centro, en la placilla del

mercado…Ya hace algunos años, el general López de santa Anna

mandó poner su monumento. Su figura muy erguida sostenida en un

pedestal muy alto. Tenia el brazo derecho extendido como señalando

al norte, hacia un lugar en particular. Unos dijeron que señalaba a

Texas, amenazando:

- ¡primero vendida que cedida!

Otros decía que no, que con su brazo extendido señalaba rumbo la casa

de la moneda.

Estaban por el mismo rumbo. Claro que Texas se encuentra mucho más

lejos que la casa de moneda. Ahora que recuerdo que en 1844, cuando

Santa Anna apenas había inaugurado el monumento, las cosas no

estaban en calma, bueno desde que tengo recuerdos no he visto que

nuestro país esté en calma, cuando no es una cosa es otra, que total

parece que no encontramos rumbo, y menos con estos gobernantes que

un día quieren una cosa y al día siguiente quieren otra, nos traen como

sus pendejos, con tu perdón, niña. Bueno al presidente, que en ese

entonces era presidente por no recuerdo cuantos períodos más, se le

ocurre disolver el congreso, no te imaginas como se puso la turba.

Enfurecidos, se lanzaron a las calles buscando la manera de vengarse


31

de Santa Anna, corrían por las calles, destruyéndolo todo, lo poco o lo

mucho que hemos logrado hacer.

Corriendo, corriendo, la multitud llegó hasta el panteón, buscaron el mausoleo

donde descansaba en paz, la pierna de Santa Anna, la desenterraron y la

trajeron arrastrándola por las calles, dándole puntapiés, pero esto en lugar de

calmarlos, los encendió más. Así que llegaron hasta el teatro Santa Anna

donde se encontraron con una de sus estatuas, se lanzaron contra ella,

primero la degollaron y después la destrozaron,.. A raíz de esto, la estatua del

mercado que estaba aquí, desapareció. Ve tú a saber, en donde habrá

quedado. El pueblo estaba muy enojado con Santa Anna, todos veíamos que

las cosas empeoraban en lugar de mejorar, a un conflicto político seguía otro,

el país no lograba consolidar la paz… Y la gota que derramo el vaso, fue el

problema con Texas y los Estados Unidos

- Nana ¿fue culpa de Santa Anna, lo de Texas?

- todos decimos que sí, porque no lograba controlar los gastos, no había

manera de organizar los impuestos, la recaudación era casi nula. Los

ricos más ricos y los pobres más pobres, como siempre. Además era un

despilfarro total. Con referencia a la intervención de los gringos todo lo

acusa, incluso cuando los gringos empiezan a llegar al zócalo, Santa

Anna sale con el ejercito y a distancia lo disuelve, fue como entregar la

patria misma. Estos héroes que tenemos son de pacotilla, se ufanan y

luego nos damos cuenta que son de lodo

Lo que pasa en la ciudad de México nadie lo entiende, es 1856 ahora

Comonfort es el presidente de México, Benito Juárez es el presidente


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de la suprema corte de justicia, la iglesia y el ejército se encuentran

sumamente molestos con Juárez porque ha proclamado un nueva ley

donde rescinde todos los fueros y derechos del ejercito y de la iglesia.

Esto, como ya es costumbre, divide la nación, unos a favor: los liberales

y otros en contra: los conservadores.

- nana, me sorprendió leer sobre la palabra gringos.- le comenté.

- -Pues no sé de dónde viene la palabra, Podría inventarte

cualquier cosa, pero al final de cuentas, te darías cuenta de que

miento.- me dijo mi nana

- Nana, pensaba que la palabra tiene su origen en aquella canción

que cantaban los soldados norteamericanos…green grow the

liles...

- Ahora que lo mencionas, era como un himno…nos parecía que

decían: “-aquí vienen los gringos” Fíjate que es probable, muy

probable. ¡Ay mi niña! Que bonita época para crecer, -me dijo la

nana en tono sarcástico, mientras reflexionaba- El país….lleno de

maleantes que se llaman héroes. Vivimos entre mentiras.

Patrañas vestidos con trajes elegantes y plumeros en el cabello.

Los únicos que sentimos esta pesadillas, somos nosotros, los

pobres, los que no tenemos en que caernos muertos y que a

pesar de trabajar y trabajar, seguimos sin tener algo, subyugados

y sometidos. Yo solo espero una época donde pueda mirarme

libre, y comenzar a creer. Ahora mi única esperanza se llama


33

Juárez, pero me da miedo que con el tiempo, resulte como todos

los demás. Así como hizo Santa Anna cuando perdió su pierna,

- ¿Y qué hizo ese santa Anna?- le pregunté

- Enterró su pierna en un mausoleo precioso, con los máximos

honores

- ¡ah si, es cierto! Pero ¿Con los máximos honores?- cuestioné

- Si, niña. Cuando alguien importante, al servicio de la nación,

muere. Lo entierran con todos los honores, la banda de música

toca en el cortejo fúnebre, el ejército hace guardia de honor y

lanzan salvas en su honor, recordándole a los ángeles que

alguien importante ha partido al otro mundo. Pero solo si muere

un general, un líder nacional, si tú o yo morimos, dando la vida

por la patria, ni las gracias nos dan. Pues, así mismo fue como

enterraron la pierna de santa Anna, con todos los honores de

guerra.- se rió a carcajada abierta- y todos o casi todos fueron a

presenciar el cortejo fúnebre. ¿puedes creerlo?

-¿Y dónde fue que perdió la pierna?- pregunté cada vez mas intrigada

- ¡Ay, niña! Con Santa Anna hemos pasado de todo. Perdió la pierna en

Veracruz intentando detener a los franceses que venían a invadirnos

para cobrarnos una deuda, que sus soldados habían contraído con una

pastelería. Una pastelería que pertenecía a unos franceses establecidos

en Veracruz ¿Puedes creerlo? y ¿sabes qué pasó a raíz de que perdió

la pierna? Todos le aclamamos como héroe. ¡No cualquiera pierde una


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pierna defendiendo la tierra! –Mientras me contaba, sus ojos se

iluminaban llenos de burla y risa-, ¡Santa Anna se sentía Dios! – Ahora

se reía a carcajada abierta-. cuando se presentó el problema con Texas,

Santa Ana se desapareció exiliado en cuba. Cuentan, no estoy segura,

que tiempo atrás había querido invadir cuba, -mi nana seguía riendo- es

que es de dar risa. Bueno… del exilio fue traído a gritos y sombrerazos,

para que defendiera lo que el había ocasionado con tanto despilfarro,

pero el ejercito mal armado no logró éxito alguno y Santa Anna salió

huyendo y se exilió en Colombia, pero antes, vendió todo el territorio por

15 millones de dólares.

-Pero no entiendo nana, a pesar de todo eso como es que lo eligieron de

nuevo presidente...

-¡Ay, hija!, ¿Que sé yo? Seremos estúpidos y nos dejamos manejar por

los demás y no conforme, todavía regresa en el 1853, vende la mesilla.

Es increíble, este hombre se hizo llamar su alteza serenísima y no temía

a nada, ni a sus oponentes, ni a las críticas. Se sentía todo poderoso y

se dedicó a auto fabricarse monumentos por todo el país. Monumentos

como el que estaba en este mercado. En el 1849 se convocó a

componer el himno nacional, y dicen que se enojó mucho, porque

ninguna composición lo incluía como héroe nacional. Es nuestra historia,

la que vamos construyendo cada día, y la construimos entre todos,

porque al no hacer algo para solucionarlo, al ser tan pasivos nosotros

también colaboramos a que sea de esta manera, Bueno finalmente este

hombre se alejó de México, dejando paso a otras maneras de gobernar


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- Espero que Juárez no te defraude, nana.-le dije.

- Eso mismo espero yo- me respondió, mientras suspiraba.

Pasamos parte de la tarde mirando los escaparates, aprendiendo un

poco de historia, de esa historia que va de boca en boca, poco mítica e

irreal pero que en el fondo es la única que cuenta la verdad. La vida

estaba llena de juglares que cantaban las hazañas de los héroes y los

no tan héroe, protagónicos y antagónicos.

Pero fue un día sensacional, caminar al lado de mi nana, escuchando

sus noticias, me hizo sentir mucha energía. Siempre me mostraba

usando sus palabras, un México del que yo era parte, a pesar de mi

edad y gracias a que mi nana sabía que no era tonta, todos los días, se

encargaba de darme todo el material para que fuese comprendiendo la

actualidad que estaba viviendo y que me tocaría vivir. Me mostraba que

la vida no era solo lo que estaba dentro de las paredes de mi casa, que

el mundo era diverso y que todos los pueblos buscaban su manera

particular de ser gobernados. Unos tenían siglos en la búsqueda,

Nosotros teníamos poco tratando de ser libres y gobernados por los

mejores, No había sido así, los celos políticos no dejaban trabajar a

nadie, y si alguien empezaba a hacerlo bien, saltaba otro que le

organizaba un golpe de estado y de la noche a la mañana ya formaba

parte de la historia.

Ese día, cuando mi madre le pidió a mi nana que me llevara a comprar

un sombrero, a mi me pareció un regalo divino, últimamente en casa no

había paz y el padrecito con sus visitas, me estaba cayendo muy mal.
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Empecé a enfermarme para no ir a misa y no tener que verle la cara.

Esa cara besuqueada por mi madre, me daba asco, incluso cuando

llegaba de visita, si yo le abría le portón, lo dejaba con el saludo en las

boca, eso y más se merecía. Y todavía se paraba y fingía ser santo para

dar la misa, ponía los ojos aguados, en verdad que se creía santo ese

hombre. Que persona mas mustia y mas doble era ese párroco, un

hipócrita.

Era la muestra más fehaciente de la doble moral de las personas. Me

daba rabia comprender que mi madre era idéntica a él y que mientras se

dedicaba a señalar las imperfecciones y los pecados de los demás ella

preparaba el camino para morir fundida en los calores del infierno.

Así que, salir de casa y pasar el rato en la calle al lado de mi nana, era

genial, me tomaba de la mano, me abrazaba, me acomodaba los rizos,

me hacía sentir importante.

El color y el bullicio que reinaban en ese lugar, nos fue adormilando,

para mi era una novedad encontrar ese mágico lugar. Era placentero

saberme parte un pedazo de tierra, donde no parecía existir diferencias.

Sentadas ahí, pérdidas en nuestros pensamientos al tiempo que

bebíamos una horchata. De pronto, sin darnos cuentos, nos vimos

arrancadas de las sillas, empujadas por una torva, caímos al suelo sin

atinar a entender que estaba pasando.

La multitud corría despavorida, chocando unos contra otros, algunos

caían al suelo y eran pisoteados por la muchedumbre, muchos no


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pudieron levantarse. Yacían desmayados o muertos, con los ojos

abiertos me miraban.

Sin rumbo y sin precaución los niños eran separados de las madres,

hombres, mujeres y niños convertidos en una columna que huía

despavorida entre los puestos y sobre los tendidos del mercado.

Mi nana logró sostener mi mano y abrazarme contra ella, sin perder la

cordura ni dejarse llevar por el pánico. Logro protegernos

momentáneamente contra el poste de la candela.

Las personas seguían chocando unos contra otros. Se escuchaban

gritos, llantos. Como pudimos nos pusimos de pie, y fuimos arrastradas

por el gentío, Éramos parte de ese maremoto que se movían por la

explanada, impulsadas por el miedo, corriendo casi a la misma

velocidad, sin nada en las manos, solo el pensamiento de ponernos a

salvo. MI nana no me soltaba de la mano, la sentía amarrada a ella

como una garra, me enterraba los dedos en la palma de la mano,

En su carrera, la chusma lo destruía todo. Mi nana buscaba como

zafarnos de la turba, yo solo me dejaba arrastrar, una de las veces

tropezamos, algunas personas pasaron sobre me pisándonos,

afortunadamente mi nana pudo hacerme poner en pie de nuevo, si no,

quién sabe que suerte hubiera corrido. Pero al momento de caer, pensé

que moriría debajo de las piernas de la muchedumbre. Corríamos sin

saber a donde solo nos dejábamos llevar. En un momento, no sé como

tuvimos un momento de paz, y aprovechándolo logramos ponernos a

salvo. Mi nana logro mirar un lugarcito esquinado y hacia ahí me empujó


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con un golpe seco. Hechas un ovillo, logramos guarnecernos ahí,

mirando muertas de miedo como la gente pasaba desbocada, huyendo

sin rumbo.

Amarrada a su cintura, veía pasar montones de colores, el alarido era

aterrorizante, entre los cuerpos que pasaban a toda prisa frente a mis

ojos, yo podía distinguir muchos cuerpos tendidos. Alguno podía

saltearlo o bordearlos, pero los demás seguían pisándolos, como si

fueran un bulto sin valor, como si fueran papel.

Los tenderos cerraron los negocios y lograron poner a salvo su

mercancía. Mientras la turba arrasaba con todo lo que se ponía en su

camino.

No tengo idea de cuanto tiempo pasó, pero de repente todo quedó en

silencio, solo el galope de algunos caballos se escuchaban a lo lejos. La

muchedumbre en su carrera había destruido el mercado. Lo poco que

lograron salvar, estaba metido en los comercios con las puertas y los

aparadores cerrados.

Poco a poco, algunas personas empezaron a regresar buscando lo que

habían perdido mientras huían, el miedo se anidaba en sus rostros, los

ojos llorosos e incrédulos.

Se escuchaba el llanto de algunos niños que estaban dispersos por el

mercado, abandonados o extraviados, muchos cuerpos yacían sobre el

terreno, no sé si desmayados o muertos, muchos, boca abajo

cubriéndose la cabeza con sus brazos. Por vez primera pude oler la
39

muerte, el terror: Comprendí como el pueblo estaba susceptible al menor

grito.

¿Qué había ocasionado tan desbandada? Que brutalidad había

propiciado que la muchedumbre se lanzara en esa huída. El terror

pintado en su rostro, la conciencia imposibilitada a razonar, las personas

desfiguradas, perdían a sus hijos, sus cosas, su familia, lo único que

importaba era ponerse a salvo. Una turba similar a una manada

desbocada. Rostros sucios, desfigurados, llorosos.

Mi nana y yo quedamos muchos ratos ahí, escondidas, pasmadas, sin

lograr salir el miedo que también nos embargaba, Nos temblaba el

cuerpo y teníamos los ojos llorosos.

De aquel mundo lleno de color y algarabía, no quedaba otra cosa más

que un silencio roto por un llanto sepulcral.

Pude sentir como se paseaba la muerte. Mi nana me obligó a mirar

hacia otra parte protegiéndome. Sabía que esto solo era una pequeña

muestra del miedo que hacia presa del pueblo.

México estaba buscando su rumbo, pero ya eran décadas de constantes

movimientos políticos y sociales y no se conseguía avanzar con certeza.

Sin embargo, mi nana quería que yo me diera cuenta de lo que se

avanza y que a pesar de lo difícil que es continuar. El pueblo nunca deja

de tener esperanza y fe y antes que cualquier mal gobernante, en las

calles, llenas de vida, estaba México luchando por encontrar su rumbo y

la paz. Supe con certeza, que México era más que un grupo de ricos
40

que vestían trajes y sombreros costosos, que subían en calesas para

pasear por los parques mostrando a los demás, lo ricos y poderosos

eran.

Mi nana quería que yo conociera más del México del que formábamos

parte, y que fuera integrando esa idea con los movimientos mundiales

que se mencionaban tardíamente en los diarios. Que no éramos un país

aparte sino un pedazo del mundo.

Además, no sé si ella quería hacer de mi, un ser pensante, alguien que

decidía por decisión propia. Todos los textos que ponía en mis manos

podrían sonar subversivos, liberales. Pero me mostraba, con los libros,

que nada está en manos divinas, son las manos de los hombres que se

rebelar y afrontan las consecuencias, los que modifican y guían el futuro

de un pueblo. Que Dios nada tiene que ver en estos menesteres,

aunque se le utilice como bandera.

Ni mis padres, ni sus amigos, tenían idea de que esta niña de doce años

había leído más libros que todos ellos juntos, y mis clases particulares

estaban llenos de textos franceses e ingleses. Que los filósofos griegos

eran el inicio de mi acervo cultural.

La realidad que vivíamos todos en esa casa y en ese grupo social

distaba mucho de ser la totalidad del mundo, como ellos creían serlo,

pensar que todo gira a su alrededor es el peor pecado de egocentrismo

que se puede tener. Sin embargo era un ejemplo de cientos de grupos

esparcidos por el mundo. Esos que pasan sobre la moral y la ética que

deben regir un movimiento para conservarlo intacto y sin servilismo.


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Grupos que someten y que esclavizan aunque enarbolen la bandera de

la libertad.

Esa tarde, muchas ideas quedaron en su lugar. A pesar de todo lo leído

no entendía como las personas no podían seguir reglas tan simples de

convivencia, nadie me menciono que los intereses son de tal tamaño y

tan realeza que es imposible escapar a ellos.

Que los tratados solo son tratados mientras nadie trate de ponerlos en

práctica y me di cuenta de que todo es tan utópico que es rechazado

Antes de esa tarde, sabía que había pobres, pero no sabía que se podía

convivir con ellos, y hasta ese momento no me intereso que pudieran

padecer o sentir. Era como si pensara que todos fueran otros y yo era un

mundo diferente.

Que no tenían nada que ver conmigo. Hasta mis padres, pensaba que

no tenían que ver conmigo. Claro, esto es porque convivíamos poco, nos

veíamos a la hora de las comidas, pero era como si no nos viéramos,

ellos charlaban lo más elemental y yo, parecía una silla más.

Para ellos, tener una hija, fue un suceso del que no pudieron escapar,

sabía que los hijos vendrían porque así lo habían observado

constantemente con los otros matrimonios, sabían que era algo

inevitable. Tenían una hija pero no era importante, era un objeto más

que les pertenecía. Una hija, era eso, una silla más en el arca de la

familia. Además era fea y eso los desilusionaba mucho, aunque

esperaban que con el tiempo, mi aspecto mejorara.


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Tal vez era mi fealdad lo que los mantenía apartados.

Esa tarde cambio todo para mi, supe que México no esta lejos de nada,

que el diablo sigue paseando por las calles, que no podemos saber

cuanto nos duren los malos políticos, y que los soñadores son también

malos políticos.

Y también supe que yo podía correr cuando se necesitaba, pero la

realidad del mundo siempre me alcanzaría. Además me quedó muy claro

que en mi vida, si tengo a alguien que se preocupe por mi, mi nana.

-no vuelvas la vista!…camina…camina…- me ordenó.

Yo no quería ver más, pero no podía evitarlo. Caminaba rápidamente

tomada de la mano de mi nana. Íbamos sucias, los vestidos rotos, lo

mejor de todo es que esa boruca había perdido el sombrero recién

comprado, ni el chupamirto había sobrevivido. Eso lo valía todo, al

menos por el momento.


43

- 3

- ¿Qué te puedo decir, Clemencia?- dijo mi madre.

- Las cosas no tienen ni pies ni cabeza, tú sabes que tengo, desde hace más de

dos meses pidiéndole una cita. Ahora que nos pudo recibir, le expongo de

manera muy concisa, nuestros planes para ayudar a los orfanatos. Como ya

lo habíamos comentado entre todas. Marujita puso todo su dramatismo, le

pintó la desolación que azota esos lugares, le contó que los niños carecen de

todo, enfermos y hambrientos. Te juro que lo hizo de manera tan sublime, que

se me salieron las lágrimas. Le habló con tan vehemencia que apunto estuve

de desmayarme de la impresión-.

La señora Clemencia, otra de las amigas ricas de mi madre, no perdía el tiempo sin

detallar toda charla que había sostenido con el obispo, al mismo tiempo que

hablaba se comía las pastas francesas, que le traían a mi madre desde Veracruz,

especialmente para el padrecito Roque.

- ¡El cara de papa! ¡perdón! el señor obispo, nos miraba con esos ojos de

rapiña que tiene. Nos ofendió muchísimo, no sabe cómo tratar a unas

damas. Es un indio vestido de sacerdote. Sabes Aurora, me han llegado


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noticias sorprendentes de que el obispo, está aliado con esos

reformistas.-

- ¡No!.. No lo puedo creer, eso es imposible. – Mi madre respingó-,

aunque pensándolo bien m es tan feo, que puede ser cierto lo que dices.

- Además, nos preguntó que desde cuando nos interesábamos por los

huérfanos,- Las dos damas bufaron ante tal ofensa.

- -¿Cómo se atreve a preguntar eso?- recalcó Clemencia- Nosotras

siempre hemos estado interesadas. Desde que nos dimos cuenta de que

existían lugares como esos, supimos que debíamos encargarnos de

ellos. Como buenas cristianas que somos, es un llamado de Dios. Ya te

decía yo, que Marquitos Valencia, comentaba con mi marido que parecía

que este obispo es parte de los rebeldes que se mueven para imponer lo

de las garantías individuales.

- ¡ah, vaya! ¡Solo eso me faltaba escuchar! que alguno de los propios afectados

se aliara con el enemigo. ¡No te digo! ¡Estamos rodeados de ignorantes! Y más

rápido que el canto de un gallo, ¡estaremos en manos de delincuentes! Pero lo que

me ofendió de lo que me cuentas, es que te dijo que volvieras a casa a cuidar de tu

familia, que el buen zapatero por su casa empieza. Y que las demás debíamos

hacer lo mismo ¿Cómo puede tener tal descaro?- replicó mi distinguida madre.

- Cómo si no nos hiciéramos cargo de la casa y de la familia, pero también

tenemos derecho a distraernos un poco. Y qué mal podemos hacer si

queremos hacernos cargos de los huerfanitos, los más beneficiados

serán ellos, nosotros no buscamos ningún pago, solo queremos ayudar,


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que no buscamos beneficios. ¡Por Dios! Debió pensar lo peor de

nosotros ¡Habrase visto!- concluyo la Señora Clementina.

- -Tan linda que es nuestra lucha, Clemencia- no puedo creer que no nos

apoyen.

En ese momento la puerta del salón se abrió y Lupita le informó a mi madre

que el padrecito don Roque esperaba en la otra habitación.

- -hazlo pasar Lupe, ya te dije que el padre no necesita ser anunciado, es

uno mas de la casa.

Clemencia miró con fijeza a mi madre y si ella notó lo mismo que noté yo, lo

disimuló muy bien. El padrecito entró con un paso muy elegante, se dirigió con

mucha decisión hasta el lugar que ocupaba mi madre, ésta se levantó de un

saltito y luego se inclino haciendo una reverencia, ese gesto le avisó al

padrecito que mi madre no estaba sola, así que detuvo su alocada. Al llegar

hasta ella, le ofreció su mano y mi madre le dio un ligero beso en el anillo,

Clemencia también se había acercado y le reverenciaba.

- Señoras que afortunado soy de encontrarlas a las dos en este mismo

lugar, así podré darles la noticia a las dos al mismo tiempo.

- Claro Padre,- le dijo mi madre, al tiempo que le invitaba a tomar asiento-,

por favor tomé asiento, ¿que prefiere, te o café?

Don Roque era guapo, no cabía duda, tenía unos ojos azules .muy grandes,

una nariz de corte muy clásico, era un hombre atractivo, desde su llegada a la

diócesis, las feligreses habían aumentando exageradamente, tenía una voz

muy gruesa y varonil, y emocionaba hasta el mas anciano de los caballeros.


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Los hombres decían que tenía porte de general, que había equivocado la

profesión y él les respondía que era un soldado de dios, y así mismo se veía.

Los hombres celaban de su hermosura y de que siempre era tema de charla en

las reuniones. No era propio de un enviado de dios ser notado de esa manera.

Además quién dijo que los sacerdotes no podían ser jóvenes y guapos.

Y sentado ahí comiendo las pastas de todos los días, esas galletitas que mi

madre las tenía especialmente para él, con las que ahora se atragantaba la

amiga de mi madre. Los tres guardaban un silencio bochornoso, nervioso. Mi

madre temerosa de que se le notara el amor, Clemencia era muy astuta y

cualquier detalle, ella lo plantaría como semillita de enredadera, y lograría que

cundiera, como hierba mala lo haría crecer, se haría un chisme y sería el

hazme reír de todo México. Y más que perjudicarle, tenía que evitar que los

rumores comenzaran a correr y perjudicar la carrera eclesiástica de Roque.

Aunque ya muchos conocidos habían notado que el padrecito llegaba con

mucha frecuencia a la casa de los Gándara Arismendi. Miraban con burla

contenida a mi padre, que presumía de ser muy hombre, muy galán y

conquistador.

- Bueno padre, que noticias nos trae- preguntó mi madre-.

- Bueno, me tomé la libertad de ir esta mañana a tratar el asunto del grupo

de beneficencia que ustedes de manera tan noble pretenden comenzar,

como me hizo el favor de comentarme ayer, a la salida de la misa.Doña

Aurora, me preocupó mucho, el hecho de que hayan sentido de manera

errónea que nuestro obispo se haya mofado de ustedes. Es una persona

santa, incapaz de burlarse de sus feligreses.


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- si padre…pero nosotros no somos sus feligreses, somos los vuestros.

- bueno , que él no imparta la misa, no quiere decir que nos sean sus

feligreses, que lo son, puesto que pertenecen a su diócesis. ¿Me

explico?

- Bueno padre- intervino Clemencia- ¡Al grano! ¿Qué le dijo el Obispo?

- Pues, solo me dijo que le diera unos días, que lo pensaría. Que eso de

las ferias era una manera más de sangrar al pueblo, que ya mas

empobrecido no puede estar y todavía hacerles pagar el sostenimiento

de los orfanatos, no le parece justo, Que en su propuesta, él no notó

que ustedes aportarían alguna cantidad, puesto que pedían a la iglesia,

un capital para iniciar el proyecto.

- ¿Cómo que nada aportaremos? ¡ Aportaremos nuestro trabajo! ¡eso

aportaremos!

- El obispo se refiere, doña Clemencia, a dinero. Que ustedes quieren que

la iglesia les abra el proyecto, que les dé el dinero para iniciarlo y que

ustedes serán las únicas beneficiadas y que el único que dejara su

dinero en esas ferias, será el pueblo. Que no están para dejar el dinero

en ferias. Bastantes penas y pobreza tienen ya.

- y ¿qué le importa al obispo, donde dejen los pobres el dinero? Preferible

que sea ahí y no en las cantinas. ¡Habrase visto!

- Pues le importa, Doña Clemencia. Ustedes no ven que el agua está

como para chocolate y el Obispo no quiere cargarles mas la mano,

ahora, si ustedes abren el proyecto con dinero propio, haciendo


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recolectas entre sus amigos y que entreguen a los orfanatos el dinero

integro, sería una manera muy honesta de obrar

- ¡¿Qué padre?! ¡¿Qué significa lo que está diciendo usted?!¿Que somos

deshonestas?- reclamó Clemencia poniéndose de pie.

- No, Doña Clemencia, no me mal interprete, por favor. No quise decirle

eso.

- -¡Clemencia!- le llamó mi madre con voz alta.- ¡contrólate! El padre solo

nos comenta lo que dijo el obispo, de haber sabido que te ibas a poner

así, no le dejo que hable. Perdónenos padrecito, creo que Clemencia

está indispuesta y necesita tomar sus sales en su casa. ¿Verdad,

Clemencia?- le indicó con voz severa.

Clemencia se detuvo en seco, miró asombrada a mi madre, levantó su

sombrero, su sombrilla y sin despedirse salió enfurecida de la habitación.

- Creo que no debí decirles nada.- exclamó don Roque.

- No te preocupes Roque, Pero entre nosotros, el obispo peca de liberal,

como recomendarnos que nosotros donemos el dinero, eso es

inconcebible.- dijo mi madre.

- No lo veo tan inconcebible- replicó el sacerdote-, Puesto que a ustedes

les sobra el dinero, unos cuantos reales ¿qué daño puede hacerles?

- -No estamos para regalarle el dinero a nadie Roque.


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- ¡Ves! Ahí estriba lo falso de su proyecto, ustedes se suben el cuello

cuando son otros los que pagan el mantenimiento de los orfanatos. Le

doy la razón al Obispo.

- ¿Te pones en mi contra Roque?- cuestionó mi madre.

- Pues no lo sé. Ahora que lo veo desde ese punto de vista, no me gusta

mucho la conversación. Me muestra un lado tuyo que no me gusta, lo

poco caritativa que sueles ser. Si no recibes algo a cambio, no obras,

eso me inquieta un poco.

- Bueno, ya sabes, o te acostumbras o terminas- dijo, arrogante mi madre.

- ¿Así? ¿Tan simple?-su voz sonó ronca, sorprendido la miró a los ojos.

- ¡Claro! Yo no voy a dejar el dinero por los rincones de esta tierra, me

quedaría muerta de hambre y quién vería por nosotros.

- Aurora, te oigo y no lo creo. Si tú tienes dinero hasta para pudrirte, lo

mismo que tu amistades.

- ¿Y qué? ¿Por eso tenemos que regalarlo? ¡Estás loco!

Don Roque se quedó muy serio, miraba la taza del te. Él ignoraba que mi

madre era más pobre que él, que no tenía donde caerse muerta; que el dinero

era de mi tío Efraín. Nadie lo sabía y aunque mi madre disponía a su antojo,

era sumamente cuidadosa con él y no pretendía despilfarrarlo.

Don Roque se sentía dolido, pensaba que siendo lo que era para Aurora,

podría de alguna manera convencerla. Pero la reacción de ella lo incomodó

mucho, se sentía fuera de lugar, deshonesto y desleal.


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- ¿Quieres más té o te vas, Roque?- preguntó con sarcasmo mi madre.

Don Roque se levantó de prisa y fuerza y despidiéndose con la cabeza, salió

por donde había llegado, detrás de Clemencia

Mi madre al verlo marchar se echo a llorar sobre la codera del silloncito.

Que difícil debía ser para mi madre estar ahí postrada, fingiendo lo que no era,

callando lo que le pasaba. Apurándose a pasos agigantados al infierno. Yo no

sabía quien llegaría primero. No sabía si mi padre sería primero en llegar y

después llegaría mi madre o viceversa. Pero conforme conocía a sus amigos,

creo que cuando muriesen, todos se volverían a ver la cara en el averno.

Cometían severos y graves pecados y como no caer en ellos. Qué podían

entender de ser buenos si nadie se los explicaba. No decían que la iglesia era

la encargada de educar moral y religiosamente a las personas, pero como

podía ser esto, si la misa estaba en latín, y los rezos también. Qué enseñanza

podían tomar sin no entendían el latín. Si hablando en su idioma poco

comprendían y poco lograban aprender.

- -mamá- le llamé, mientras me ponía a su espalda, para darle tiempo a

limpiarse las lágrimas.

Ella se enjugó el llanto y se irguió:

- Desde hace cuánto estás ahí Cuqui?- preguntó con la voz quebrada

- Ahora que entre le oí llorar, mamá, ¿pasa algo?-mentí.

- Anda a tus cosas, y no preguntes lo que no te interesa- me ordenó seca-

¡Ah! Ni una palabra de esto a tu padre.


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No hacía falta que me diera esa indicación, mi padre y yo teníamos meses sin

cruzar palabra. Parecía que no existiéramos. Al principio me dolió la

indiferencia de ellos, pero después comprendí que no era culpa mía. Incluso

pensé que no era culpa de ellos, tampoco. Es la vida que nos pone en lugares

equivocados, pero de lo que si estaba segura ,es que definitivamente,

alguna misión tenia yo que cumplir en este mundo, no en vano Dios me había

puesto en esta familia. S¿Algún designio maravilloso tendría que llevar a cabo,

porque tanto martirio no tenía explicación.

En ocasiones, optaba por pensar cómodamente, que todo estaba en manos de

Dios, lo bueno y lo malo, que nosotros éramos unas simples marionetas,

vueltos por los hilos divinos, que todo ocurría porque estaba previsto por los

designios divinos Tal vez era más cómodo esta manera de pensar. Pero

después pensaba que había cosas que ya eran así y que de mi dependía que

cambiaran. La resignación que me daba el pensar que todo era obra de dios,

terminaba con un arrebato de incomprensión y rebeldía. Simplemente estaba

dejando de creer en Dios; empecé a comprender que en este mundo, uno esta

solo, sobre todo yo, que teniendo estos padres, era tratada por ellos, como un

mueble más. Con fastidio y porque no hay más, un objeto más

Una vez en la mesa, mi madre empezó a hablar de mí, como si yo no estuviera

sentada, ahí al lado de ellos. Hablaban acerca de mi matrimonio, de que ella no

quería que me quedara como soltera como las tías de mi padre. Mi padre

apenas prestaba atención a lo que mi madre le decía, contestaba con

monosílabos, mi madre no se daba cuenta, o no quería darse por enterada. Mi

madre estaba obsesionada; le aterrorizaba que fuese una solterona más. Se


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había propuesto de comprarme un marido, aunque fuera muy feo y pobre, lo

importante es que yo no siguiera las condiciones hereditarias de la familia.

Las tías solteronas de mi padre, Tencha y Lilia, eran personas con alcurnia,

muy finas y con mucho abolengo. Se quedaron solteronas porque nadie les

pareció lo suficientemente bueno. Solo la tía lidia se casó y el marido el resultó

afeminado, maricón, como le llamaban los chismosos.

Las tías eran gloriosas, llenas de energías, vigorizantes, siempre alegres,

bulliciosas, tenían un ánimo, me enseñaron a bordar y a tejer, eran unas

maestras, Les ayudaba a hacer los cuellos redondos de crochet, me decían

que uno día esos cuellos estarían en moda. Y yo les creía porque ellas si que

tenían sentido de lo fino, del buen vestir, ya querían yo que mi nana fuera en

ese aspecto como ellas. Además tenía un algo que las envolvía en el misterio

más novelesco. Además había cosas de ellas que no lograba entender,

actitudes únicas, una complicidad entre ellas que las hacía parecer como un

roble.

Aunque mis tías no eran nada cultas y a duras sabían leer y escribir, daban la

impresión de tener la misma educación de mi nana. Ellas hablaban de todos

los temas con una propiedad, como si en verdad conocieran. Mi tía Tencha me

decía:

- Tú, habla con seguridad, mirando de frente, parpadea ligeramente y que

no te tiemble la voz, te darás cuenta que los convences a todos. YO no

permito que duden de mí decir.


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- Además, -le interrumpió Lila-, nadie sabe más que tú. Es más… estoy

segura que tú sabes más cosas que nosotras dos juntas. Pero como

hablas poco, ni como enterarnos.

- Lila, esta niña es más tímida que el perro de los García Estrada.

Figúrate Cuqui-hizo una pausa y después en voz alta, se preguntó- ¿a

quién se le habrá ocurrido ponerte Refugio?- se preguntó en voz alta,

después mirando a mi tía lila le dijo: - Lila, ¿Te acuerdas de Refugio la

de los Fonseca que siempre iba de blanco, ella decía que vestía así,

porque tenía que mostrar su pureza, que en toda la ciudad no había

señorita mas pura que ella.-miré como les brillaban los ojos, mis tías

eran encantadoras.

- ¡si, recuerdo! –, la tía lila comentó con su voz delgada y eufórica-.La

vestían con pura gasa y seda francesa e italiana, los zapatos más finos

y mas delicados que pudiésemos imaginar, tenía unos cabellos rubios

que le llegaban mas debajo de la cintura, se los trenzaban y le hacían

unas diademas primorosas, yo me consumían de envidia, ella era una

verdadera muñeca de porcelana.

- ¡Si, sus padres estaban orgullosísimos de ella! Y todo para qué- Mi tía

tencha intervino

- Pues si, Tencha, ¡¿para qué?!- concluyó.

- Pues ¿que pasó con Refugio, tías?- me apuró saber.


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- ¡Ah, si! Pues por aquel tiempo había llegado un circo muy afanado, su

espectáculo era de caballos… no recuerdo si eran ingleses o

alemanes... ¿Tú recuerdas lila?

- ¡Qué va! Pero eran europeos todos, se les notaba a doscientas varas de

distancia, ¡que porte!, ¡que gracia! Todas nos quedábamos bizcas

mirándolos caminar, dos o tres de las muchachas, delirábamos con

ellos. Hasta yo, lo reconozco. Ya estábamos en edad casadera y esos

hombres eran solteros todos., pero actores circenses, sin clase; aunque

por su trabajo eran como los príncipes azules que todas esperábamos.

¡Ay, tencha! Que épocas aquellas, a pensar de que el país estaba en

guerra, nosotras éramos felices

- Así es…había dos México en aquel entonces, el que estaba en guerra y

el que estaba en paz y los dos de la mano. Mientras mi padre andaba

con el ejército, nosotros permanecíamos en casa, con mi madre y mis

abuelos. Bueno Cuqui, como siempre ya nos salimos del tema…Refugio

Fonseca se enamoró del mas guapos de los circenses, alto... muy alto,

moreno, de ojos muy azules. Y se fugó con él.

- ¡Si! La madre casi muere de dolor y vergüenza. Y fueron la comidilla de

aquellos años. Luego se consolaron un poco cuando supieron que el

yerno provenía de una familia Austríaca con mucho abolengo, creo que

era primo del rey. Al menos eso decían ellos, también comentaban que

el hombre había salido de su país, huyendo de la guerra o sea que era

un cobarde, y mira vino a caer en un país en guerra.-suspiró nostálgica,


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mi tía tencha.- Recuerdo que lo mataron en un lugar de Guanajuato, no

recuerdo dónde.

- Los García Estrada tenían un perro de raza indefinida, - intervino mi tía

lila- nadie sabía conocía esa raza. Era un joven anciano…estaba tan

delgado que la piel le quedaba exageradamente grande y se le

formaban pliegues…esos pliegues le escondían los ojos, caminaba poco

porque pisaba la piel y se iba de bruces dándose en el hocico, pobre

dodo, tenía el hocico todo abollado Era cómico, porque todo el que

llegaba a la casa y lo miraba y decía:- Anda que extraño animal ¿qué

raza es?-. “Fastidiados de no tener respuesta para la pregunta,

empezaron a decir que la raza era pliéguense, por lo de los pliegues, -

mis tías se reían de la anécdota y seguían contándome entre risas- y

todos comentaban:-¿han visto el perro pliéguense que tienen los García

Estrada? ¡Es sensacional! Bueno Cuqui, este perro parecía que no

tenía ojos porque los pliegues de la piel se le venían encima y se los

cubría. Todos creíamos que era ciego, ¿recuerdas Tencha? Que todos

creíamos que era un pobre perro ciego

- ¡Si! y nos daba mucha pena que un perro estuviera ciego,- mi tía

Tencha, hizo pucheros con la boca- no se lo merecía. Que sorpresa nos

llevamos cuando el niño le jaló de los pliegues y le descubrió los ojos.-

las dos tías soltaron una risa menuda, como acostumbran reír. Entonces

armándome de valor me atreví a decir:

- Shar pei.

- ¿Cómo?,- preguntaron al mismo tiempo. ¿Cómo dices Cuqui?


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- -Si, shar pei. Son perros chinos utilizados para la caza del jabalí, y en

algunas regiones de china, los usan en peleas de perros, pero mas

antiguamente los utilizaban para cuidar los lugares sagrados como las

tumbas- les dije de corrido- de cachorros, la piel está en pliegues pero

conforme van creciendo la piel se estira y queda más al tamaño

Mis tías me miraron asombradas, les reían los ojos y los labios. Alcancé a

mirarles de nuevo.

- -¡Ya ves, Lila!- exclamó mi tía tencha- yo digo siempre, detrás de esos

ojos oscuros se esconde la promesa de una mujer distinta, alguien que

pondrá en alto nuestro apellido ¿no te lo digo siempre Lila?, Cuqui nos

pondrá en la historia.-luego me miró a los ojos y me dijo con firmeza-. Si

te dicen que no eres hermosa es que no han mirado tus ojos, ni la

claridad de tu piel, ni han observado la clase que tienen tus

movimientos. Llegará un momento, Cuqui, en que no necesitaras mirarte

un solo momento al espejo. Que no te importara que piensen o que

hablen de ti. Tú tienes una fuerza encerrada en ese cuerpecito. Nosotras

lo hemos notado y estamos seguras de que harás historia, a donde

vayas y llegues siempre serás una mujer integra y fuerte.

Yo les sonreí tímidamente, nunca había escuchado que alguien hablase así de

mí. Era tan poca cosa, que pasaba desapercibida. Mis tías me habían hecho

sentir bella e inteligente y se los agradecería de por vida.

Me gustaba ir de visita a casa de mis tías solteronas. Tenía una casa llena de

recuerdos, con olores a naftalina combinados con el de las flores de los

jardines. Todos los familiares colgando en las paredes. Mis lugares favoritos
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eran la escalera, desde donde podía mirar todos los rincones de la sala y sus

retratos y la buhardilla donde encontraba en físico los recuerdos. ¡Cuántas

cosas guardaban ahí mis tías! Y ese olor a pasado y a encierro me hacía sentir

parte de una época que desconocía, la sensación era muy agradable. Así que

siempre que podía subía hasta la parte mas alta de la casa para alcanzar la

habitación y con ello, entrar en un mundo que no estaba a mi alcancé porque

había muerto.

- Nos da mucho gusto Cuqui, que vengas a casa todas las tardes, además

nos ayudas mucho con todos estos detallitos que nos surgen,

escribiendo con tu bella letra lo que te pedimos, y que ya sabes es un

secreto entre nosotras tres... No sabemos a qué santo agradecerle el

asunto, pero estamos en deuda con él, tú nos haces sentir vivas e

importantes.

Yo pude haberles dicho que el santo se llamaba Roque y que, con tal de no

verlo, iría al infierno. ¡No! mejor al infierno no, porque allá me encontraría a

todos los caciques y a su parentela completa. Pero solo sonreí, la verdad que

yo también debía agradecerle a Roque, puesto que por huir del asco que me

producía, me había hecho acercar, refugiarme y conocer verdaderamente a mis

tías. Pude, realmente, escucharles hablar de sus recuerdos, de sus amigos

muertos. Sabía que en esa casa yo si tenía un lugar importante, mis tías eran

cariñosas y solícitas conmigo. Eran dadivosas, humanas, detrás de sus

hermosos vestidos había dos señoras dignas de admiración.


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- A ellas no les interesaba nada de lo que ocurría en mi casa, nunca me

preguntaban ni por mi padre, ni por mi madre, como si para ellas no

existieran.

Que agradable era esa casa, me sentaba en la escalera de madera, tallada a

mano por los mejores ebanistas de México y ahí en silencio, dejaba que

transcurriera la tarde.

Mis tías, tenían muebles muy antiguos, del siglo XVIII. Muy cuidados, muebles

que pasan de generación en generación, herencia familiar. Imagino que estos

muebles pasaran a manos de mi padre, que seguramente los echará en los

sótanos de la casa, o los venderá.

Desde la escalera, podía ver los ventanales abiertos de par en par dando a los

jardines, solo las ventanas que dan al jardín de la calle, tienen barrotes de

aceros, eran una enrejada nueva, por seguridad, para evitar la entrada de los

extraños. Las cortinas de terciopelo corridas hacia los lados permitían que el

canto de los pájaros entrara en la habitación, el olor de las flores y la tierra

mojada, que delicia. Era como estar en un lugar propio, en mucho se parecía a

mi casa, solo que aquella parecía vacía, a pesar de estar llena de sirvientes. En

esta casa solo estaba maría, era una anciana, que desde jovencita servía a la

familia. Mis tías ya la veían como una hermana más, tan así, que ahora que

estaba vieja y enferma, mis tías cuidaban de ella. Prodigándole todo el amor y

las atenciones que la anciana necesitaba. Yo solía llegar a su habitación, la

más amplia e iluminada de la casa, ella tenía sobre el buro un libro de recetas y

me pedía que se las leyera y yo le leía y ella se dormía escuchándome. Así que

un día, tomé la iniciativa y de la biblioteca de mi casa, tome el primero de los


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tomos del quijote y todas las tardes, hasta que se dormía, le leía un trozo.

María se emocionaba con don Quijote y me decía que tal vez, en alguna época

ella había tenido un esposo como Sancho, solicito, comprensivo y leal. Y

leyendo a don quijote por tercera o cuarta vez, iba comprendiendo que

nosotros somos constructores de nuestro destino, pero que tampoco estamos

exentos de ser maniatados y conducidos por sucesos externos a nosotros. Me

encantaba ver la sonrisa que afloraba en la cara de María cada vez que me

veía llegar con el quijote debajo del brazo.

- Niña… ¿este señor, existió?- todos los días me preguntaba lo mismo. Y

yo le respondía que si, que era real y que existió, ella se emocionaba

mucho, se le llenaban los ojos de agua y le temblaban los labios

- Entonces Sancho también es real y seguramente si fue mi esposo en

algún tiempo.-concluía ella.

Me hacía gracia este pensamiento, en definitiva, todos tenemos capacidad de

pensar e imaginar lo que queramos, me llamaba la atención, que María aun

enferma y vieja no olvidaba su condición servil y el reflejo de sentirse atraída

por otro sirviente, como si solo sirvientes pudieran existir en la vida de las que

sirven en casa...

Y María gozaba esta lectura y a mi me permitió volver a leer, pensar, y

analizarla.

Todos los días, sobre las cuatro de la tarde, comenzaba a llover, el sonido del

agua cayendo entre los arboles y en el jardín nos hacía sentir muy relajadas, el

olor a tierra mojada inundaba las habitaciones. María que dormitaba por
60

minutos, sollozaba detrás de algún sueño, se estremecía y volvía a quedar

dormida. Tenía 86 años, y guardaba cama desde hacía seis años haberse

quebrado la cadera en una caída, los médicos hicieron lo posible pero la poca

disponibilidad de la anciana no ayudó mucho, así que estaba postrada en

cama, detenida de un hilo de la vida.

Mis tías se coordinaban para ir a la habitación, primero una y después la otra,

porque al lado de la casa habían abierto un comercio de decoración y mis tías

eran las encargadas. Era un local con mucho renombre, la alta sociedad

acudía a esa tienda si tenía que decorar alguna habitación. Mis tías habían

comenzado con toallitas y manteles hechos a mano, pero ahora tenían de todo.

Lámparas, para exterior e interior, pinturas de todos los tamaños, de

desconocidos o de pintores renombrados. Litografías hechas a mano, tapetes

hechos a mano por artesanos mexicanos o los tenía también importados de

Europa. Muebles, vasijas, copas, cortinas, ropa de cama, ropa de baño,

utensilios para cocina y comedor. Y en la parte posterior del almacén estaban

las plantas de ornato, tan solicitadas. Mis tías tenían un negocio próspero,

acrecentando su riqueza con su trabajo. El desván estaba lleno de artículos

que esperaban ser exhibidos y vendidos, además de cosas que pertenecían

por generaciones a mis tías.

- -Tú, Cuqui, debes procurar, tener un negocio propio .Las mujeres no

debemos estar sometidas a los hombres. No es para demostrarles que

podemos solas, que quede claro, sino para demostrarnos a nosotras

mismas que la vida no es tan difícil y que no necesitamos de hombres

para vivir. Ni siquiera se necesita contraer matrimonio para ser feliz. Tal

vez, de cuando en cuando, nos da pena no tener hijos. Pero, después,


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cuando vemos lo que padecen algunos amigos por culpa de los hijos,

casi le agradecemos a dios no haber tenido la oportunidad de procrear.

Ser madre y esposa no lo es todo en la vida Cuqui, grábate muy bien

eso, que las señoras de hoy creen que si no se casan o no tienen hijos

son unas fracasadas y el hazme reír de las personas. Que no es cierto

eso que dicen que si no te casas y no procreas no has cumplido tu

misión. Esas son payasada que se inventaron los hombres para

someternos.

- -¡Buenas tardes! ¿Hay alguien en casa?- la voz de mi tío sonó a la

entrada de la casa, mis tías saltaron de gusto al oír la cantarina y varonil

voz de mi tío Efraín.

- -Efraín, que gusto- dijeron al unísono las tías- ¡Pasa! ¡Pasa!

- La tarde estaba cayendo sobre la ciudad, la temperatura bajaba también

y se sentía frío el viento que empezaba a soplar, conforme el sol se iba

escondiendo. Hacía una hora que mis tías habían cerrado el almacén,

habían entrado en la habitación de María para comprobar que dormía y

me habían invitado a venir con ellas al salón, mientras llegaba mi nana.

Pero en su lugar había llegado mi tío. ¿Acaso vendría por mí?, sería

mucha suerte que fuera así.

- ¿cómo están las damas más elegantes y guapas de todo México?-

preguntó simpático mi tío. A lo que Tencha respondió:


62

- Esperándote malcriado. Ya tienes semanas de haber regresado y no te

habías dignado en visitarnos. Enfadadas contigo debíamos estar.

¡Desconsiderado!

- Tencha de mi alma, ya sabes que soy débil y como soy todo un

caballero, debo mantenerme lejos de las tentaciones- dijo mientras

sonreía y provocaba que mis tías se sonrojaran- como bien lo saben,

siempre me he sentido enamorado de las dos mas bellas,

esplendorosas, divertidas y cordiales hermanas que conozco. Pero

como no me puedo casar con las dos

- -Porque no quieres! – Riéndose, interrumpió Lila- siempre has sido un

coqueto y los años no te cambian en lo absoluto.

- Así es… Árbol que nace torcido. ..- mi tío versó.

- Jamás su rama endereza- concluyó, tencha.

Mis tías tenían el rostro lleno de colores, se notaba que entre broma y broma

había un poco de verdad en lo que se decían.

- Efraín que los años te hacen como los vinos- le dijo la tía Tencha

- -¡Ai, eso mismo iba a decir yo!- dijo Lila- Como los buenos vinos,

siempre como los buenos vinos Efraín, que pena que no te decidieras

por alguna de las dos.

- Recuerda lo que dijo Tencha…” Efraín eres muy joven para nosotras”, y

yo les insistí mucho, pero ustedes son más tercas que las mulas de don

Juan el hostelero.- se carcajeo mi tío.


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- Pues es verdad, pero- las dos suspiraron- al verte soltero y tan gallardo,

nuestros corazones de pollo brincan emocionados.

Fue entonces que mi tío reparó en mí.

- Mira nada más a quien tenemos a aquí- se mofó mi tío-a la admirada

Cuqui.

- Hola, tío, ¿cómo está usted?- le dije al tiempo que sentía como mi cara

se encendía.

- Bien, bien Cuqui,- respondió mi tío con indulgencia-, tu madre, al saber

que venía de visita, me pidió que te regreso te lleve conmigo, Tu nana

se sintió enferma y se metió en cama.

- Bueno, pero primero te tomas una taza de café. Lila saca los puros

cubanos que le tenemos guardados- urgió la tía.

Mi tía Lila entro en su habitación y sacó una cajita dorada:

- Ten Efraín, esperando que vinieras a visitarnos, encargamos estos

puros, especialmente para ti.- le informó, luego lo invitó a sentarse-,

cuéntanos de ti, al menos eso nos merecemos, ¿no te lo parece?

- Estimadas damas, este hombre cansado y aburrido, lo único que sabe

es deleitarse con su belleza. Aunque no sé- tomó un sorbo de café

mientras meditaba antes de preguntar- Tal vez… ¿ustedes sabían que

los cafetales de Elías estaban perdidos?

- ¿cómo que perdidos?- cuestionaron con interés.

- Hoy en el club, se me acerco Ramón Astorga...


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- ¡Ese chismoso!- sonaron las dos al unísono.

- Bueno, el caso es que me comentó que la situación en Veracruz es muy

delicada, que para muestra bastaba ver como los campesinos se

habían apropiado de la finca de Elías y se la habían repartido, todo esto

bajo el auspicio del gobierno federal. ¿Sabían algo?

- No claro que no. Elías solo viene a casa si tiene que cubrir alguna deuda

de juego, mientras no sea así, no nos visita. Es nuestro único sobrino,

pero parece más extraño que el más extraño

Los tres se acordaron de mí, fue mi tía tencha la que me preguntó:

- Cuqui, ¿desde hace cuánto no va tu padre a la finca de Veracruz?

- No lo sé tía, yo no voy desde que tenía siete años y me mandaron con

mi nana.

- Eso solo significa- concluyo mi tío- que Elías no ha ido para allá en

muchísimos años, entonces no me sorprende que le hayan quitado la

hacienda.

- Pero esa hacienda prácticamente es tuya, Efraín. Tú aportaste el capital

para sanearla. Tienes que reclamarle.

- Lo pensaré, primero le preguntaré, después veré que acciones tomo. –

Poniéndose de pie, me dijo- ¿estás lista Cuqui? Debemos partir.

- si tío

- ¡ay, que pena que tengan que irse tan pronto! Cuqui, preciosa mía…

mañana te esperamos, si la nana sigue enferma pídele a Vicente que te


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acompañe, tú sola no salgas a la calle, ya ves lo que es paso el otro día

cuando fueron a comprar el sombrero.

- Si tía, despreocúpese, eso haré. – le respondí

Acompañada de mi tío salí a la calle, abroché la chaquetita que llevaba en los

hombros. Caminamos en silencio, cada uno sumergido en sus pensamientos.

Casi llegando a casa escuché la voz de mi tío que me preguntaba:

- Qué les pasó el otro día, Cuqui.

- Bueno estábamos en el mercado volado, y de pronto la multitud

comenzó a correr huyendo de algo, nunca supimos de qué…

- -¿Estaban ustedes en ese atolladero, donde murieron tantas personas?

- Si, tío. Mi madre nos mando a comprar un sombrero.

- Lamento mucho que hayas pasado este susto, niña

- No es nada, nos asustamos, es cierto. Mi nana se asustó más, porque

tenia la responsabilidad de protegerme y regresarme a casa sana y

salva, y yo pude constatar que las ondas que se desatan sin motivo

aparente son muestra de que algo no marcha bien,

Mi tío me miró sorprendido, como si no atinara a comprender lo que dije, así

que le aclare:

- Las experiencias vividas en otros años, la guerra, los conflictos bélicos,

la perdida de los seres amados, los malos momentos que se vivieron y

se viven, dejan una huella en la memoria y ésta reacciona a la menor


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provocación, eso quiere decir que en México, estamos muy propensos a

reaccionar desfavorablemente y con terror, sin tomamos tiempo para

razonar y cuando hay terror, tío… los desastres son inestimables. Bueno

lo aprendí de mi nana, y lo pude constatar ese día…

Los ojos de mi tío se abrían más y más conforme me escuchaba hablar:

- Por cierto -le confirmé-. Los cafetales, los perdió mi padre en una partida

de póker.

- Gracias por decírmelo Cuqui.-me sonrió con sorpresa, como si acabará

de descubrirme y yo le respondí como si no tuviera importancia.

- No creo que sea un secreto tío. Ha sido tema de sobremesa desde hace

más de un año.

- Pues te agradezco que me lo digas, así no pecaré de tonto, más tiempo.

Luego seguimos en silencio, caminando uno al lado de otro, él sumergido en

sus pensamientos y yo en mis más extraños sentimientos. Nunca había

hablado con mi tío, simplemente para él yo no existía, bueno era una niña qué

importancia puede tener una niña en un mundo de adultos.

Pero el mal de ser niño se quita con el tiempo, no sabía si quería llegar a

adulto, al menos no quería ser un adulto como los que me rodeaban. Esa

clase de adultos no quería ser, pero no sabía como evitarlo. Incluso, sabía que

cuando creciera olvidaría que no quería ser adulto y sería como todos,

desfavorablemente idéntica.
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Capitulo 4

Que calor hacía. En la mesa se cernía un silencio pesado, solo se escuchaban

los cubiertos sobre la porcelana. Comían en silencio, sumergidos en sus

pensamientos. Estaba segura, que conocía sus pensamientos, no necesitaba

adivinar. Mi tío pensaba como sacarle la verdad a mi padre, mi padre como


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evitar que mi tío se enterase de la perdida de la hacienda, y mi madre...Ella

estaba enamorada.

Y los tres tenían el ceño fruncido, las miradas perdidas, ausentes. Mi madre

regresó de su mundo interno y preguntó:

- Puedo saber ¿qué está pasando?

No le respondieron. La pregunta cayó al vacio. Pero mi tío, levantó la mirada y

mirándome, informó:

- Este sábado iré a Perote. En la región hay unas tierras que me venden,

después bajaré a Puebla para ver las propiedades del rumbo y

aprovecharé para llegar a los cafetales; quiero ver como marcha todo

allá. Me han dicho que los campesinos andan levantados y

aposentándose en las tierras de los hacendados. No podemos

permitirnos perder los cafetales, Elías.

El silencio se hizo más pesado, mis padres se atragantaron, mi madre

discretamente miró a mi padre y él desvió la mirada, mi tío aparentó que no

se daba cuenta de nada y seguía hablando

- Supongo que tú has estado pendiente de todo, ¿verdad, Elías?

- Si, claro, como debe ser- contestó mi padre.

Mi tío entrecerró los ojos mientras esperaba la confesión de mi padre,pero la

espera fue en vano, mi padre no se atrevió.

- -Tal vez quieras ir conmigo Elías, me podrías conducir. Hace tanto que

no voy que seguro me perderé.


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- ¿Cómo te vas a perder, Efraín? Todos en la región conocen la

hacienda, solo es cuestión que preguntes.- le sugirió a mi tío.

- He tenido un terrible día- intervino mi madre, intentando cambiar de

tema- las cosas no terminan de aclararse, todos están intranquilos,

revuelos por todos lados, el asesinato de los hermanos Castillo, nos

tienen bastante preocupados. Parece que estamos a merced de las

turbas embrutecidas. Tal vez haya mas revueltas de nuevo. Las

muchachas están intranquilas, me parece que algo extraño pasa en el

campo.

- -Te enteras poco, Aurora. El país está en revuelo, no sé porqué piensan

que estamos en paz. Ustedes parecen que lo ignoran todo. Seguimos

acomodándonos, pero creo que aún falta mucho para que encontremos

el camino. Las cosas no marchan. Y sobre el asesinato de los hermanos

Castillo, todos los días las personas mueren, pero como no tienen

apellido ilustre o carecen de una montaña de dinero, pues no nos

interesa; México se está construyendo sobre la sangre de muchos, sus

cimientos está lleno de personas que creyeron y lucharon. Nosotros,

cómodamente sentados aquí, desconocemos como se está armando

este país, solo atinamos a sentir miedo, a criticar enfadados, a ser parte

de una lluvia de rumores que solo atinan a detener los proyectos. Pero

de qué les hablo, estoy en la misma situación, aquí sentado, creyendo

que tengo la solución para todo; pero, al menos para lo que me

concierne si la tengo, por eso mismo, quiero ir a Perote. Porque me han

llegado historias que mas que alarmantes, me desilusionan y quiero ver

por mis propios ojos, qué tan ciertas son estas noticias.- luego, miró
70

directamente a mi padre- ¡Elías!- reclamó su atención- ¿tienes noticias

de que los cafetales fueron invadidos y que los campesinos se

repartieron la tierra, creando una unión a la que llaman ejido?

.Mis padres se quedaron mudos, se miraron entre ellos.

Mi tío espero un momento esperando alguna palabra, se dio cuenta que no

lograría que se revelarán; se levantó impulsado por el enfado, lanzó la servilleta

en la mesa, mientras me preguntaba

- Cuqui ¿Quieres que te lleve con las tías?- se dirigió hasta mi lado,

mientras me preguntaba

Le miré a los ojos y vi su encono.

- Si, gracias.- respondí y dirigiéndome a mi madre, le pregunté:-¿Me

necesita esta tarde, mamá?

- ¿Para qué te puedo necesitar? ¡De nada me sirves! Ve con tus tías, allá

al menos te ocupas en algo- Ella respondió de la misma manera que

siempre, con fastidio, molesta, cortante.

Sin causa aparente, mi madre era intolerante conmigo. Yo quería creer que

ella vivía en un mundo oscuro, sintiéndose incómoda por no soportarme.

Pobre madre mía; por eso, me tomaba la delicadeza de evitarle ese malestar,

procuraba no someterla al hecho de tener que compartir conmigo. Si no me

veía, no tenía que lidiar con el malestar que mi figura y mi presencia le

provocaban. Así que evitaba encontrarme con ella, pero no podía evitar que

esto me doliera, era mi madre y necesitaba de ella. Aparentaba indiferencia y


71

aunque creía que me había acostumbrado a sus desprecios y a su coraje, la

verdad es que sus desprecios me dolían mucho.

Con hijos de sus amistades solía ser dulce, cálida y generosa. Cariñosa en

extremo, no sé qué le pasaba conmigo. Pero ella intentaba cambiar, había

ocasiones en que lograba esconder ese desprecio, entonces yo pensaba que

las cosas mejorarían. Pero su cambio, únicamente se debía a la compañía de

otras personas, para no quedar en mal, para que la vieran como una buena y

cariñosa madre.

Pero a solas, el sentimiento salía de nuevo a flote. Mi nana era la única que

notaba esos desplantes y quería protegerme de ella. Pero mi madre era así

desde siempre. Pero esta vez me asombró que no escondiera su aversión

hacia mi, como si hubiera olvidado que mi tío estaba ahí y la miraba. Y mi tío

en realidad la observaba por primera vez después de muchos años.

Mi mirada se detuvo, por un instante, en los ojos fríos y verdes, de mi madre.

La miré directamente, sin miedo, casi retándola. Sus ojos eran grandes y muy

claros, casi borrados, con un halo dorado alrededor de la pupila, sus pestañas

eran negras, largas y tupidas. El color castaño claro de su cabello no

contrastaba con el color de su piel, mas bien parecía una continuación de su

rostro. Siempre se quejaba de lo pálida que se veía y sobre todo, se abrumaba

con las pecas, único color en sus mejillas. Sus labios eran gruesos y carnosos;

mi madre era preciosa. Menudita, bajita, delgada, su porte, no era tan

elegante como el de mi tío, pero no dejaba que desear, sabía caminar y

moverse entre la gente y se notaba su presencia. Tenía gracia y frescura; lo

malo era su protagonismo, esos aparentes desmayos, que ponía a todos en


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alerta, prodigándole todas las atenciones. Una manera muy propia de atraer la

atención, aunque con la aparición de don Roque, mi madre se había vuelto

mas mesurada en sus acciones. Menos protagonista.

Apenas tenía 29 años de edad, dos años menos que mi padre. Mi padre me

parecía un mediocre sin moral. Comparándolo con mi madre, salía perdiendo

siempre y sobre todo si se ponía al lado de mi tío.

Mi padre era todo lo contrario a mi madre. Tenía la piel morena, con manchas

oscuras en los pómulos y en la frente. Ojos color miel que cambiaban de tono,

según su estado de animo; poco pelo, pero sin ser calvo, un poco pasado de

peso, llevaba una barba mal cuidada, que le daba aspecto desaseado, de

estatura baja, solo dos o tres centímetros mas alto que mi madre. Era torpe y

explosivo. No soportaba que nadie se le enfrentara o le objetara los

comentarios. Sin embargo trataba de ser simpático y siempre lo conseguía,

tenía ingenio y sabía bromear. Pero era un hombre común y corriente, sin

atractivos, no le lucía la ropa y cuando se calzaba el sombrero, perdía lo poco

que ganaba con el casimir.

Mis padres, eran una pareja muy común, como todos en su círculo social. Pero

se distinguían del montón porque eran divertidos, contagiosos, vibrantes y

todos pensaban que eran muy ricos. Vivian sometidos bajo las apariencias, con

el yugo de aparentar lo que no es real. Porque las apariencias solo engañan

a quien quiere ser engañado. .

Además, en el círculo que frecuentaban mis padres, no importaba si eran altos

o bajitos, gordos o flacos. Si poseían abolengo, las puertas se abrían con

facilidad; el dinero no parecía tener importancia. Por ahí, iba la creencia que el
73

dinero no da linaje; aunque, de que sirve el linaje si no hay dinero. No todos

lograban aparentarlo, como lo hacían mis padres, que sin tener dinero, se

miraban a la cara con cualquiera.

Eran cómodos y de alguna manera habían convencido a sus amigos, de que

el dinero les pertenecía. Así que navegaban con bandera ajena fingiendo ser

adinerados y aunado a la clase que da la estirpe, podían pertenecer a la mejor

sociedad.

La diferencia estribaba en eso, en saber llevar las apariencias. Todos estaban

sometidos bajo la convicción de creer que el abolengo lo era todo, aunque

estuvieran sumergidos en las deudas y al borde de la quiebra. Pero, esto no

era completamente real. Había distinciones, no todos eran iguales, ni gozaban

de los mismos privilegios; dentro del club también había rangos. Todos estaban

invitados a las fiestas, porque de eso se trataba, de no dejar fuera a nadie.

Todos aportaban en su medida a la causa. Todos eran distinguidos, pero los

que se sentaban al frente eran los mas ricos, y mis padres siempre estaban

sentados ahí, en primera fila.

Todos intentaban aparentar y aunque fuera un secreto a voces, los demás

fingían no darse por enterados. Pero cuidado si faltaban a las reuniones

sociales, porque entonces si que eran la comidilla de todo el mundo. Aunque

después todo fuera sonrisitas y palmaditas en la espalda. En ese medio se

permitía de todo, menos el atrevimiento de aspirar a meterse en la familia del

acaudalado. Ellos se daban el lujo de compartir el vino, la mesa, la charla, pero

tratándose del capital, era impensable. Los adinerados aceptaban a los menos

a su lado tomando un café, porque necesitan rodearse de la crema y nata de la


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sociedad, rodeados del donaire que aportaban los demás. Pero eso era una

cosa, otra cosa muy diferente era que un pobretón, por mucho abolengo que

ostentara, quisiera meterse a beber de las arcas del burgués, para eso se

requería de una buena dote, o de una aclamada fortuna.

Si, por una extraña razón o alguna circunstancia se ponía en peligro el buen

nombre y la fortuna de los amigos, entonces si, de nada servirían, ni las

apariencias, ni el abolengo. Un dicho muy común y dado por hecho, era el que

sobresalía grabado sobre la verja de la casa de los Mejía Beltrán: “No te metas

con lo mío, si lo haces, te sacaré los ojos”.

Al principio, los amigos se sintieron ofendidos por este letrero, labrado en la

verja. Era un lema tan conciso y directo y todos se habían sentido aludidos,

pero después, los mismos amigos lo habían tomado como una regla de grupo,

y cuidado con aquel que osara no darse por enterado o tuviera el mal día de

atreverse a aspirar a más. Un rico venido a menos no se atrevería a poner sus

ojos en la hija de un poderoso, mucho menos a pensar en matrimonio, si no

tenía algo que ofrecer a cambio. Extraños y vanos amigos tenían mis padres.

Todos los sábados al caer la noche, llegaban a beberse las botellas de coñac,

lo mismo pasaba con los bocadillos y con la cena. Todo salía de la alacena y

de la cava de la casa. Y era, en esas reuniones, al calor de las bebidas que

los amigos ahí reunidos, se reían y mofaban de los que no asistían.

Los chismes también salían de La Casa Rosada. No había mejor manera de

hacer correr los chismes que ir de fiesta a la casa de los Gándara Escamilla;

aun recuerdo cuando Chelo Estrada, huyó con su caporal.

Fue un escándalo total, sus padres montaron en cólera, la desheredaron.


75

Entonces Chelo supo lo que era tener hambre y dolor, porque el caporal de

tanto amarla la dejó abandonada en un jacal. Por el rumbo de Acatlán. Hasta

allá, mandaron sus padres por ella. Luego avergonzados y humillados, la

llevaron a Huetzocingo y la dejaron encerrada en el convento. Escondida y

castigada por el excesivo cariño de sus padres. Fue ahí, después de unos

meses, que murió de pulmonía.

Todos comentaron que esa muerte había sido un respiro a la dignidad de la

familia y durante meses, el suceso fue ampliamente comentado en las

reuniones de mi madre. Y como siempre, aprovechando que los amigos no

estaban presentes. Detrás de la conmiseración que aparentaban se escondía

la más oscura y secreta burla. Se mofaban de esa familia, con un dolo

increíble. Como les brillaban los ojos al tiempo que soltaban toda clase de

palabras acerca de esa desdicha. Después de maltratarlos, terminaban

disfrazando su burla en compasión.

Así eran con todos, sin prestar atención que la vida da muchas vueltas y un

día, las circunstancias pueden cambiar drásticamente y pasar de golpeadores

a ser los golpeados.

El concepto de amistad no estaba correctamente definido; pero, ¿qué cosas

estaban definidas en este momento de la vida? Peleados con los vecinos, con

los pueblos cercanos, en manos de brigadas desconocidas al mando de

generales sin nombre, ni prestigio; el país sumergido en la pobreza y en el

terror. Sin rumbo claro, con los intereses golpeando a los marginados.

Entonces, no era de extrañarse que los amigos se movieran por intereses y

falsos preceptos.
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A los amigos se les aprecia, se les protege, se les conduce, se les acepta y no

se les rechaza, eso lo leí muchas veces, no creo que el concepto varié de una

cultura a otra, de un país a otro, de una época a otra. Pero en este medio social

y este tiempo, las cosas parecía que no funcionan así.

Mi tío, aunque pertenece a esta gente, no es igual; algo lo hace distinto. Tiene

más dinero que muchos, pero no es ni presuntuoso, ni pedante; sus maneras

y su clase son incomparables, no se parece a ninguna de las personas, ni

siquiera por el dinero o el ilustre apellido, nadie podía compararse con mi tío.

Tiene bajo su protección a la familia, pero no se ufana, ni lo presume; no le

importa que todos crean que él es el arraigado. Es una persona noble, solicita,

de modales impecables, con una educación innegable y un mundo al hablar.

Mi tío me llenaba de orgullo.

- ¿Quiere que le de algún recado a las tías, mamá?- le pregunté mientras

miraba como mi madre me rehuía la mirada, pero antes de hacerlo, le

noté la repugnancia que sentía por mi persona, su sentir era tan grande

que no podía esconderlo, y prefería no mirarme.

- Dile a tencha, Cuqui- dijo mi padre- que mañana temprano iré a

desayunar con ellas.- luego mirando a mi tío le aclaró- les prometí

desayunar con ellas-. Mi tío indolente le sonrió, al tiempo que asistía con

la cabeza.

- muy bien, padre, así mismo les diré.

Me encaminé al lado de mi tío, como siempre, cada uno de nosotros,

sumergidos en sus pensamientos.


77

El sol estaba en lo alto, pero ya no calentaba tanto, el viento empezaba a

soplar y pasearse en las alamedas que se extendían a todo lo largo de la

avenida.

- Lloverá- afirmó a mi tío -.

- Seguramente si, tío. Siempre llueve.- le comuniqué yo.

- Fuiste a ver a tu nana, cuqui?

- Si, tío. Estuve con ella toda la mañana, hablamos de Juárez.

- ¿de Juárez?- preguntó asombrado

- si- le respondí de manera escueta.

- Tu padre tiene razón, conozco tan poco de este México que esta

creándose. Que no sé ni que pensar.

- Bueno, tío. ¿Quién puede conocerlo? Ni los que vivimos aquí lo

conocemos, vemos un pedazo de la tierra. Por ejemplo yo, miro por la

ventana y veo la plaza, las caballerizas, la gente. Se escuchan rumores,

nos llegan noticias, pero eso no es México, solo es una parte, una

fracción. No importa que tan lejos o que tan cerca estemos, la visión

siempre seré la misma, totalmente parcial. Y ya sabe que, no tenemos

ninguna certeza en nada.

- ¿Cuántos años tienes, cuqui?- me preguntó

- doce años, tío. Cumplidos en marzo.


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- ¿doce? ¡Vaya! ¿Y dónde has aprendido todo eso? Parece que estoy

hablando con un caballero de cierta edad.

Yo le sonreí comprendiéndolo, ni yo atinaba a saber porque me atrevía a tanto

con él.

- Mi nana es muy buena maestra. Pasamos todo el tiempo juntas, algo le

debí aprenderle.- le respondí emocionada.

- Si, ya veo, ¡Ya veo! ¿Cómo van tus clases en el colegio?- me preguntó

- Creo que bien, hablo poco, observo mucho. Las monjas creen que soy

un poco retrasada.

- y eso… ¿Por qué creen eso?- me preguntó, mirándome fijamente.

- Tal vez por no me interesa que me conozcan-. Me encogí de hombros,

mientras reflexionaba-. Nada que haya en ese colegio es de mi interés,

mis compañeras… son absurdas, vanidosas y egoístas,-hice una pausa

y luego me disculpe- discúlpeme tío, no debo ser tan insolente al

respecto. Ellas no tienen la culpa de lo que son, pero, yo tampoco la

tengo. Este mundo no es el mío, no concuerdo en nada, no encajo con

nadie. Y no les hago fácil encajar conmigo.

- no te das una oportunidad, cuqui- me dijo.

- Si, puede ser, pero no creo cambiar, así soy yo, tío. No hablo mucho,

pero observo, trato de analizar, de comprender, de aprender, de

memorizar, al final de cuentas, como dice mi nana, solo me tendré a mi

misma. Además, no quiero ser como mis padres, ni como los amigos de
79

mis padres, pero tampoco quiero ser como esas sirvientas que se dejan

mangonear o maltratar. No quiero depender de la fortuna de un marido,

o del que dirán. No quiero fingir que no me lastima el desprecio de los

seres a los que debiera amar y que no amo. De todos aprendo un poco,

esta vida está llena de enseñanzas. Quiero tener una moral, la mía

propia, no quiero ser como todos ésos que llevan una doble moral, que

dicen:”- si lo hago yo está bien, si lo hacen los demás es pecado”. Todos

los días al levantarme quiero y anhelo poder ser consecuente, que mis

actos sean reflejo de mis pensamientos. No pensar una cosa y hacer

otra, para después ufanarme de que hice lo correcto, porque si uno no

sigue su credo, ¿qué queda de cierto en nosotros?

- A veces no se puede ser tan consecuente, Cuqui.- le escuche decir con

suavidad-, que maravilloso fuera que uno pudiese obrar siempre

conforme a las convicciones. Las cosas no siempre son todas blancas,

ni son todas negras,..Es muy difícil renunciar, siempre estamos

peleándonos entre dos polos movidos por el si y el no. Por lo general el

no, nos trae más complicaciones. Claro de momento, porque después, a

la larga nos aligera todo el camino. Pero bueno, también depende de las

circunstancias. Como te digo nadie es completamente bueno o

completamente malo... Y a veces uno, puede ser malo

- Lo sé tío, pero hay que buscar inteligentemente la manera de no fallarse

a si mismo. No cuestionó la manera de vivir de los demás; pero, no me

gusta, y como no me gusta, intentaré no seguirla. Estos cánones

impuestos son un engaño, son ridículos. Lo peor de todo, es que

intentan hacernos creer que si no los seguimos, estaremos obrando


80

contra el buen nombre de la sociedad; ni siquiera en perjuicio de nuestra

persona; ¡no! a ellos no les interesamos como individuos, a menos que

podamos aportar, solo les importa el grupo y lo que puedan aportar a la

sociedad. Es cierto lo que dice, tío, nada es completamente blanco o

negro, pero ¿no ha notado que eso es lo que nos hacen creer?…o te

vas por acá porque si lo haces por otro lado, caerás de la gracia divina

- ojalá nunca te veas en una situación comprometedora, que tu camino

siempre sea recto. Ojalá sea así- me dijo, cada vez más sorprendido de

lo que oía- Pero no olvides, Cuqui, que muchas veces lo que

quisiéramos que fuera y que pasara, dista mucho de la realidad.

- Los caminos deberán ser como uno se esfuerce que sean, el destino no

existe, solo las coincidencias y las oportunidades. Los caminos están

sujetos a nuestro libre albedrio, nos equivocaremos al construirlo, pero

será por decisiones mal tomadas, no porque el destino nos haya

engañado.-Le respondí. Sorprendida de poder hablar con él. No era

habitual que me explayara con las personas, si estas personas no eran

mi nana o María. Con mi nana porque era mi guía, me impulsaba a

reflexionar y a dialogar tratando de exponer mis criterios y con María,

porque estaba tan sorda y tan senil que nunca se daba por enterada.

- Nosotros podemos,- continúe- hacer de nuestra vida lo que queramos,

siempre y sencillamente si así lo queramos, si no vamos como caballos

amansados al corral; claro que hacer lo que a uno le nazca no es simple

y hay que renunciar a muchas comodidades. Ser diferente, no siempre

es agradable. ¿Acaso, no es como hace usted, tío? Tiene la


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oportunidad y la toma, deja detrás todo lo que supuestamente debiera

interesarle. No se detiene con mortificaciones ni preocupaciones, decide

y marcha. Si se equivoca no se queda lamentándose, ni fingiendo que

no pasa nada, simplemente retoma el camino, si es preciso regresar,

regresa, como lo ha hecho muchas veces.

La aparición de mis tías detuvo la charla, me volví a sumergir en el silencio.

- Divinos los ojos, preciosas damas,- mi tío agitó vigorosamente la mano,

saludando a mis tías, que venían de dar un paseo, y nos encontraron-.

- condenado Efraín que bueno que nos haces el favor de traer a Cuqui.-

Tencha le abrazo primero, después Lila hizo lo propio. Después me

besaron y me abrazaron, sonriéndome.

- El favor me lo hace la nana que sigue enferma. Así tengo la oportunidad

de hablar con esta niña, que tiene completamente sorprendido.

Mis tía le sonrieron complacidas, como diciéndole en silencio, que les agradaba

que así fuera.

- Mira Efraín, Cuqui es una niña muy moderna, muy cabal, medida,

inteligente, es una niña que hará historia, acuérdate que te lo digo yo.

Pancha debe estar enferma del susto del otro día, ya sabes esos sustos

afloran con el tiempo.

Mis tías se sujetaron a los brazos de mi tío, una a cada lado y sonriendo

comenzaron a caminar rumbo a la casa. Yo les seguía los pasos, mirándolos

con cariño. Tres maravillosos personajes.


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Al llegar a la casa, mi tía tencha giro la cabeza para mirarme

- Hoy estás preciosa, Cuqui- yo me sonrojé, el cumplido era sincero, pero

yo sabía que era el cariño lo que motivaba esos piropos, le miré con

bochorno- si ya vas con María…

- si tía, voy con ella… ¡ah! Por cierto, mi padre les manda decir que

mañana vendrá a desayunar con ustedes.

- ¡Vaya! Tendrá alguna deuda de juego, solo así viene- luego se rió como

invitando a los demás a seguir la broma. Pero los cuatro sabíamos que

eso probablemente era verdad.

- ¿Pasas, Efraín?- Preguntó mi tía lila-

- No Lila, me sigo al club, tengo que tantear cómo está el camino al

Perote.

- ¿Vas a Veracruz?

- Bueno, Cuqui me confirmó que su padre perdió la hacienda en el póker

- Entonces ¡es verdad!- respingaron al mismo tiempo.-Pero si esa

hacienda es tuya, todo el capital.

- La verdad no me importa que la tengan los campesinos, si le dan buen

uso, lo que me molesta y mucho, es que Elías no tenga la decencia de

notificármelo. Me parece muy deshonesto de su parte y de Aurora

también, que le sirve de tapadera. Ahora mientras comíamos, les di la

oportunidad para que hablásemos del tema y Elías solo atinó a cruzar
83

unas miradas complicadas con mi hermana. Eso me enfada como no

tengan idea.

- Te comprendemos muy bien. Tú sabes que es sencillo engañar, robar y

lanzar improperios, y de eso veníamos charlando Lila y yo. Y no sé

porque razón caímos en cuenta de Cuqui y su situación en casa, que

desconocemos a ciencia cierta, pero pensando en lo irresponsable y lo

despilfarrador, que es Elías. Lila y yo hemos pensado muy seriamente,

poner nuestras cosas en orden, cambiar nuestra fortuna al extranjero.

Porque en México, nada es seguro, quien te dice que mañana no

tengamos un movimiento de armas generalizado. Si nos pasa algo no

queremos que Elías toque un real de lo que tenemos. Hemos decidido

mover nuestro capital a algún banco europeo, nombrar heredera de

todos nuestros bienes a Cuqui – Por un momento se quedaron en

silencio-. ¿Crees que somos injustas?- le preguntaron y sin esperar

respuesta, siguió diciendo-. Pero así, les quitaremos la oportunidad de

gastarse todo el dinero y que dejen a cuqui desprotegida. Claro que no

somos tan perversas de dejarlos en la miseria, le haremos llegar una

cantidad. Pero no tocaran un solo real mientras estemos vivas.

- Hacen bien,-aprobó la decisión- es más yo seguiré su ejemplo, mañana

antes de irme a Perote haré todos los trámites. Y que quede claro que

no lo hago porque esté enfadado. ¡Que lo estoy! pero pienso como

ustedes, ellos no cuidaran de Cuqui. Esa niña es como un libro cerrado.

- Es una chica muy inteligente, Efraín. Ya ves, todas las tardes viene a

acompañar a María. Le lee, le hace compañía. No recuerdo que día


84

llegó por primera vez, acompañada de Pancha, nos pidió que la

dejáramos pasar las tardes en casa, nos sorprendió que una niña

buscara refugio en esta casa de viejas, pero nos encantó que se haya

animado. Nosotras, la verdad no se nos hubiera ocurrido invitarla. Algo

está pasando en esa casa, ¡tu casa Efraín!

- Eso es verdad Efraín, Cuqui viene de tarde en tarde, Pancha se queda

acá con nosotros, nos ayuda mucho, es una mujer muy independiente,

muy perspicaz, es muy mesurada en sus comentarios, no suelta prenda.

Y eso que nosotras somos buenísimas para sacar secretos al aire…

¡reconócelo! Para ese menester, Tencha y yo nos pintamos solas- se

rieron a la par-¿o no es verdad, Tencha?

- ja ja ja. Lo es lila, lo es- mis tías seguían riendo

- Desde que Cuqui viene a casa, nosotras somos mas felices; con sus

silencios, sus pasos menudos, con su mirada limpia y profunda. Mientras

nos acompaña a tomar el te, son sus sonrisas y sus largas miradas, las

que nos endulzan el momentito que compartimos con ella. Además

tiene una letra primorosa, ¿verdad tencha?- preguntó Lila sonriendo

perspicaz-. Y además crece, ya nos pasa de la cabeza, seguramente

será mas alta que Elías

- Ay lila!- se mofó mi tía Tencha- todos son más altos que Elías- siguieron

riendo.

- Soy un completo un idiota,- mi tío se lamentó- en definitiva también peco

de lo mismo que mi cuñado y mi hermana, Seis semanas en casa, y no


85

he sido, hasta estos dos últimos días, capaz de darme cuenta de que

una niña solitaria merodeaba por la casa. Es tan callada y tan silenciosa

que pasa desapercibida.- luego dijo para si mismo, justificándose-, No es

que esté metido mucho todo el tiempo en casa, pero, es que , ni a la

hora de las comidas, me percaté de su presencia, ¡es inconcebible! Y lo

que más me avergüenza es sentir que ella, tan jovencita, lo sabe todo

de nosotros, nos compadece al tiempo que nos comprende.

- Nosotras también la conocíamos poco; tan poco como tú y como todos

los demás, ella es la que nos dio la oportunidad, si no nos busca…

nosotras, tampoco la hubiéramos tenido en cuenta. Pensamos que ella

es la que nos concedió el privilegio, la oportunidad. Lila, ¿qué tanto hace

que viene a casa, la Cuqui?- preguntó.

- Más de seis meses, María recién se había quebrado la cadera. ¡No, casi

un año! ¡Ya será un año! Porque en marzo, el día que cumplió años, le

horneamos un pastel, y le regalamos los zarcillos.

- Le encantaron los zarcillos, nos lo dijo, se los puso de inmediato, pero

algo de frialdad notamos. Y como nos sorprendimos ¿verdad Lila? Si,

nos sorprendimos muchísimo cuando abrió el obsequio de Pancha. ¡Era

un libro viejo! ¡Muy…pero muy viejo!

Lila se detuvo y de manera pensativa comentó:

- Es verdad, pecando de presuntuosas pensamos qué ridículo regalo era

ése, además era usado. Pero cuando la vimos echarse en sus brazos y

llenarle la cara de besos, comprendimos que el libro tenía más valor que
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nuestros zarcillos de 24 quilates. Fíjate que María, así tan anciana y

senil se quitó del cuello su escapulario y se lo regaló. ¡María que en su

vida nunca hizo regalos! ¡Estábamos perplejas! Efraín, es como si

Cuqui, escogiera con quiere estar, no pierde el tiempo con banalidades.

Es una niña diferente, carece de vanidad. Desprecia pero tolera y lo

asume. Un extraño caso es Cuqui

- Tencha concluyo la plática:

- Si muy extraño caso. ¡Efraín!- Tencha llamó su atención- ¿cómo ves

este país que lejos de estar en paz, tiene constantes desencuentros por

llamarlo de alguna manera? Este presidente que no puede consolidarse,

se le voltean los generales, se le enfrentan, ya ves lo que pasó en

Puebla a principios del año. Luego Juárez y su ley de abolición de fueros

que tienen a la iglesia al borde de un rompimiento con el gobierno de

Comonfort; tener a la iglesia como enemigo es muy delicado. La iglesia

es el intermediario entre los gobiernos y Dios. Dicen, que en el vaticano

están muy enfadados. Porque nos osamos creernos mejores que dios.

- De toda la vida, Tencha,- comentó mi tío-, nos hicieron creer que eran

los mensajeros divinos que debían estar en todo, sea del orden que sea.

La religión no lo es todo. Lo que tiene temeroso a la iglesia es la noticia

de que leyes muy importantes pretenden recobrar tesoros de la nación

que están debajo de las enaguas de los obispo. Esa ley de libre culto, es

una amenaza muy real, puesto que el pueblo sabrá que la católica no

es la única religión en el mundo, hay muchísimas más y todas creíbles y

factibles y todas cumplen la misma función, controlar a las masas.


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Antes, era impensable, que un pueblo completamente oprimido por las

leyes divinas, tuvieran la oportunidad de saber que se puede escoger el

credo que se quiera o nos llene. Así Tencha, es normal que los católicos

reaccionen y no lo vean correcto. Cómo estarán de apurados por no

perder el control, que ahora empezarán a dar el sermón en castellano,

cuando siempre ha sido en latín. Y todo para qué, Pues, para

asustarnos, para ponernos en contra, para mal informarnos. Y como

somos unos cobardes, no queremos arder en el infierno repudiados por

Dios. Ya es tiempo que la iglesia deje de meter las manos en las arcas

del pueblo, ya es tiempo de que deje de exprimirles el seso a los indios,

y a las mujeres persignadas. Hay mas dogmas, Tencha, antes que la

católica, ya existían otras...

- Es que… ¡Efraín! si somos católicos desde el amamantamiento, ¿cómo

vienen unos individuos, que han de ser apostatas o ateos, a decirnos

que pueden practicarse otras religiones? ¡Es inaudito!- resopló mi tía-

¡cómo si hubiera otras religiones!

- Es que las hay, Tencha, las hay; los católicos solo tiene 1856 años de

existir; antes, mucho antes, otros credos han maniatado a las personas,

porque solo para eso sirve la religión para maniatar, embrutecer y

nosotros como borreguitos. ¡Por favor, como si no tuviéramos

conciencia! Solo espero que el congreso retome el tema, y que aboguen

por hacerla ley, es increíble que muchos por no ser excomulgados no

hayan tenido el valor de concederle voto


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- ¿Cuando se acabarán estas luchas Efraín? ¡no tenemos un minuto de

paz!

- Estos que no se ponen de acuerdo, con su batallitas por las ciudades,

toman plazas y las pierden. Estamos en una marejada, no sabemos ni

para donde mirar. ¡Ya ves! Ya es octubre y en todo lo que va del año,

hemos pasado por exilios, tomas de plazas, muertes de ilustres

personajes, Comomfort expropiando comunidades religiosas, recuerda

lo que hizo con el convento de San Francisco. Con qué arbitrariedad

mandó construir una calle que atravesaba el convento de San Francisco,

sin acordarse, que ahí yacen en descanso póstumo los misioneros

franciscanos. Se los paso por todititos los huevos… y abrió su calle

Independencia. Seguramente, a ése no lo amamantaron...porque solo

uno que no fue amamantado puede ir contra su iglesia y contra sus

creencias. Lo peor es que nosotros como comunidad católica, no

hicimos nada para evitarlo.

- Tencha- interrumpió mi tío-, no tiene que ver con que fuiste o no

amamantado. México avanza y en estos movimientos se generara la

libertad de todos.

- Eres un iluso Efraín, este pueblo nunca será libre. Porque las peores

cadenas nos la imponemos nosotros mismos, dejando que los demás

hagan, lo que les viene en gana. Y cómo se atreven a pensar que

México necesita otras creencias, otros guías espirituales. Es ir contra

Dios, seguramente, todos seremos excomulgados.

- No seas exagerada Tencha- dijo mi tía Lila.


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- ¿Cuántos mexicanos necesitan morir para que México encuentre su

camino…?-preguntó.

- -No lo sé, Tencha… ¿los que sean necesarios?

El viaje en barco era desastroso, el mar estaba picado. En cuanto puse pisé

proa, mi cabeza empezó a sentir los estragos del movimiento. En el estómago

sentía mariposas amenazando salir por mi boca. No lograba recordar cómo y

en qué momento, había llegado hasta ese barco. Un velo gris oscurecía mi

visión y también embrutecía mi pensamiento. Mi mente estaba bloqueada.

A lo lejos, muy a los lejos, escuchaba de manera muy vaga y lejana, a mi

nana llamándome; entre la espesa niebla no atinaba a encontrarla, no

distinguía nada.

Tenía frio. Miré mis pies tratando de cubrírmelos y me di cuenta que estaba

descalza y en ropa de dormir. ¿Cómo me habían permitido salir de casa sin

mudarme de ropa? ¿A quién se le ocurrió dejarme viajar en pijama y

descalza?

Tenía mucho frio y trataba de avanzar por la proa del barco tratando de

encontrar a mi nana que seguía llamándome, cada vez con más apuro y con

más urgencia.
90

Los pies estaban ateridos y no atinaba a deslizarme sobre la madera mojada,

sentía que en cualquier momento, las olas me sacudirían lanzándome contra

los sillones. Las piernas no me obedecían y mis ojos no lograban

acostumbrarse a la oscuridad de la niebla.

Alguien, primero, golpeo mi hombro y después lo sacudió con fuerza, al tiempo

que una voz me decía:

- Cuqui, ¡despierta…despierta!

Esa voz, la reconocería a mil metros de distancia, pero en ese momento no

sabía a quien le pertenecía. Si embargo, mi mente reconoció la orden;

confundida, abrí los ojos para mirar, en la oscuridad, a una señora que se

movía entre mis cosas quitando y poniendo en unas bolsas de viaje.

- Cuqui ¡despierta! Debemos irnos.-mi nana de nuevo.

De inmediato, regresé de mi sueño. No estaba en el barco. Era mi cómoda

habitación, que placer sentí, dormida en aquella cama mojada. ¿Mojada? Me

erguí y miré en la oscuridad, mi nana seguía moviéndose con un quinqué

como única luz-

- Nana- le llamé- ¿qué pasa?

Escuché la lluvia pegando en los cristales, seguramente habían cerrado la

ventana para que no me mojara, pero debió haber sido muy tarde, porque parte

de la cama estaba empapada. Mi nana solo volvió a ordenarme que

despertara y que me vistiera. Dormida aún, me puse de pie, empecé a

vestirme, mientras empezaba a despertar completamente. Aún era de noche,


91

de madrugada, una pregunta surgió callada en mi cabeza:-¿a donde íbamos

tan temprano? ¿Qué necesidad de levantarme cuando aún no salía el sol?

MI nana tenía apuro, en las bolsas de viaje vaciaba, de manera descuidada y

rápida, el contenido de los cajones.

- ¿estás lista?…-preguntó sin verme- ¡Sígueme!- me urgió la nana y yo la

seguí sin coordinar ideas, solo atendiendo la orden.

Salimos por la puerta del servicio, solo se oía la lluvia golpeando con fuerza

los tejados y los cristales. La noche era fría, las copas de los arboles se

meneaban al golpeteo de las gotas de agua. El terreno estaba fangoso y

estuve a punto de caer varias veces. Estaba desconcertada y aun medio

dormida; no entendía que hacía a esa hora, con mi nada, cruzando los jardines

traseros rumbo a las caballerizas.

Unos ruidos extraños se escuchaban a lo lejos; eran estruendo que sonaban

de cuando en cuando, produciendo luz; como si fueran truenos de tormenta.

Cada que retumbaban, mi nana se detenía en seco, como si esperara alguna

fatalidad. La lluvia arreciaba, y caminar debajo de ella, hacía más lentos

nuestros pasos. Mi vestido ya estaba mojado y lleno de lodo, los zapatos de

la misma manera se habían enlodado inconvenientemente, dificultaba mis

pasos. Mis pies se pegaban al lodo y me pesaban, la falda del vestido también

empezó a pesarme, la humedad y el lodo se encargaron de ello. El agua de la

lluvia me escurría por la cabeza y mojaba mis hombros; mis dientes empezaron

a tiritar con mucha fuerza, no podía contenerlos y me contagiaron el cuerpo

que comenzó a estremecerse. Por fin llegamos al resguardo de las


92

caballerizas, donde encontramos a Vicente, el jardinero, esperando por

nosotras.

- Vicente, ¿pusiste los baúles que te dije?-le preguntó la nana.

- Si niña, los baúles están protegidos y preparados para viajar con

nosotros, Présteme las bolsas. -pidió.

- ¿Qué llevarás, tú, Vicente?- le preguntó mi nana.

- Pocas cosas tengo de valor, niña. Solo dos mudas de ropa, mis

sandalias, mi sombrero y solo eso, no haremos bulto, Niña pancha.-

respondió mientras acomodaba las bolsas de vieja- Ya está lista la

calesa, para que viajen protegidas, y yo las seguiré con la carreta.

Yo los oía y los miraba, mientras seguía temblando de frio y con los dientes

castañeando con fuerza; ocupados con las cosas de la carreta, no atendía a

mi presencia. Sin embargo yo creía que mis dientes hacían tanto escándalo

que se escucharía por encima del ruido de la lluvia y de los estruendos en la

lejanía. Por más que quería apretar la boca, los dientes tenían voluntad

propia, y no se diga de mi cuerpo que titiritaba al ruido de los dientes.

Mientras mi Nana y Vicente buscaban donde poner las bolsas de viaje,

sumergidos en un pesado silencio, yo luchaba por controlar las maracas de

mi cuerpo.

No entendía qué pasaba y no quería a preguntar, temerosa de lo que me

fueran a responder. Intuía que era algo muy malo, y en ese momento no

tenía valor para investigarlo.


93

Por fin, mi nana dio por hecho que las cosas firmemente aseguradas, ya

estaban en su lugar. Alcancé a mirar los dos baúles, de inmediato los

reconocí. Uno de ellos, era el baúl que mi tía tencha había llevado a mi

casa con el pretexto de que ahí guardara mis libros y el otro era el que mi

madre tenía en su salita de estar. Y ahora estaban ahí acomodados y

sujetados por cuerdas de henequén.

Mi nana se detuvo un momento, recuperando la respiración entonces me

recordó, dirigió la vista hacia mi y notó mi precario estado físico; de la

calesa tomó una capa de algodón negro y la puso sobre mis hombros,

agradecí el detalle, porque sentía que mi cuerpo se deshacía a pedazos con

tanto escalofrío. No entré en calor de inmediato, pero mis dientes si

dejaron de castañear.

Siguiendo las indicaciones de mi nana, monté en la calesa, y me senté a su

lado.

Mi nana tomó con mano firme la rienda de la calesa y con un chasquido del

látigo sobre el lomo de los caballos los mandó marchar. Vicente conducía la

carreta y nos seguía de cerca

Me día cuenta que la noche no estaba tan avanzada, aún no eran las doce

de la noche. En las calles, había revuelo; las personas iban de un lado a

otro, tratando de escapar o de protegerse. NO sé si ellos nos rodeaban o

nosotros pasábamos entre todos sin detenernos; mi nana con la vista fija

en el camino, no le temblaba la mano llevando las riendas, sabía

exactamente a hacia donde dirigirse. Yo miraba como la gente corría en las

calles llevando en sus manos, a pequeños niños llorando y mas chilpa yates
94

agarrados a las enaguas. Recordé aquel día en el mercado, a la gente

desbocada, ahora no pasaba igual, no iban en tropel corriendo sin motivo ni

razón, sin embargo, la situación era muy similar. A pesar de que la gente

iba de prisa, no se empujaban ni se lastimaban. Las sombras cubrían los

rostros de las personas que apuradas cruzaban a nuestro lado, pude intuir

su miedo, sus sobresaltos. Yo, como ellos, también dejaba mi casa, con

rumbo desconocido; volví la vista y por última vez pude distinguir mi casa

en completa oscuridad, entonces algo detonó en ella, comenzó a

incendiarse por la zona rosa de los invernaderos. En cosa de segundos la

casa ardía completamente. Sentí mis lágrimas bajando por las mejillas;

sollozando empecé a sentir pena por mi, mi familia y mi vida, en un

momento creí que mi corazón se caía a pedazos. En mi inconsciencia sabía

que ése era un viaje sin retorno. Miré a mi nana, que seguía atenta a los

caminos, su gesto adusto, preocupado; ella estaba como yo, con el corazón

encogido y pero su llanto no brotaba, por mi no se daba ese gusto.

Los estruendos seguían sonando, unos cerca de nosotros. Y otros más

lejos. Con las carretas enfilamos con rumbo desconocido hacia las afueras

de la ciudad.

- ¿Y mis padres, nana?- le pregunté. Mi voz sonaba llorosa y ronca, un

nudo en mi garganta me evitaba respirar con facilidad. No era sencillo

saber que a mis espaldas mi casa era consumida por las llamas y

además desconocía que había pasado con mis padres y mis tías, no

había pensado en ellos hasta ese momento. Sabía que en casa no

estaban, puesto que habrían salido con nosotros, no nos iban a dejar

desprotegidas y abandonadas, al menos mi tío no. Entonces recordé


95

que mi tío no estaba más, que aquellos días cuando viajó a Veracruz,

había sufrido un accidente con su caballo.

Cuando iba con rumbo a Perote, había tenido la mala suerte de

encontrarse en medio de una revuelta. En el camino se encontró en

medio de dos fuegos; el caballo asustado se desbocó, tomándolo

desprevenido. En carrera, el caballo lo lanzó por el aire, al caer, la

cabeza de mi golpeó contra una roca, muriendo instantáneamente. Al

recordar el hecho empecé a llorar. Lloré con fuerza, con dolor, con

angustia y abandono. Lloré como loca, desquiciada, sin control. Mi nana

me miró asustada y trató de consolarme, creía que lloraba por mi casa,

qué me importaba mi casa si no tenía vivo a mi tío Efraín. La mano

suave de mi nana me acaricio por momentos la cabeza, pero como iba

conduciendo tuvo que sostener de nueva cuenta la rienda con las dos

manos. Pero su gesto en lugar de consolarme, me hizo sentir más

abatida.

- Tus padres, están bien cuqui, no te angusties, no llores así. - Me dijo con

su voz delicada y dulce. Ese sonido me hizo llorar con más

desconsuelo. Me recosté en sus piernas mientras sollozaba. Ella, de

nueva cuenta, me acarició el cabello tratando de consolarme. Yo solo

atinaba a llorar. Con tanta lágrima me congestioné y no podía respirar,

mi nana me pasó un pañuelo que olía a mi tío. Saber que no estaba con

nosotros, me hizo seguir llorando mucho tiempo, casi hasta que vi como

el sol se asomaba en el oriente. Somnolienta y sollozando, escuché que

mi nana me decía:
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- Esto no es algo eterno Cuqui. Tus padres se reunirán contigo pronto, no

sé cuando, no te voy a mentir ahora, no sé cuando será eso... Yo estoy

atendiendo las indicaciones de tus tías, que vinieron esta noche. Ellas

decidieron que teníamos que sacarte de la ciudad. Ellas también

marcharon, solo que van al puerto de Veracruz, ahí trataran de salir

hacia Cuba. Pasado un tiempo, regresarán y nos alcanzarán hasta

donde estemos.

- ¿A dónde vamos?- insistí- ¿porqué no me llevaron con ellas, nana?

- Vamos al norte, a la Sierra de Chihuahua, hacia Santa Bárbara, donde

tengo parientes. Tus tías, pensaron que lo mejor era separarnos, para

no ponerte en peligro, para evitar que fueran detrás de ti…

- ¿de mi? ¿Por qué de mí? ¿qué hice? ¿A dónde vamos?

- A la sierra de Chihuahua Cuqui, ya te lo dije...

- ¡Que lejos vamos, nana!- el mundo se me vino encima.

- Y si fuera necesario, iríamos mas lejos- dijo tajante.

Quedamos en silencio pensando en lo que nos estaba pasando, y yo aun sin

entender qué era, ni porque habíamos tenido que salir así de la ciudad. No

éramos rebeldes, ni reaccionarios. Simplemente éramos personas que vivían

sin complicarse ni complicarle a nadie la vida.

Mis padres siempre se jactaban de vivir bien, pasara lo que pasara en el país.,

no teníamos ninguna clase de problemas. Pero hoy, algo cambió, algo que no

comprendí. Entre lágrimas miraba como las sombras de la noche se extendían


97

y encogían sobre el camino sin trazos que seguíamos; la noche y la

inseguridad de los caminos me llenaron de miedo. No sabía que nos deparaba

la vida, ni a cómo era el lugar a donde íbamos. ¿Qué sería de nosotros?

Los sollozos me ahogaban y me hacían sentir mas miserable. Me percaté que

de la mañana a la noche, mi vida había cambiado por completo. En ese

momento no sabía que me dolía más, si salir en huída, abandonándolo todo o

la muerte de mi tío.

No recordaba sus funerales, ni haberlo visto con su traje de gala, tendido entre

los cirios, en el centro del salón de la casa. No recuerdo sus exequias. Pero si

recuerdo la última vez que se sentó a mi lado para despedirse, como me tomó

de las manos y me dio un beso en la frente, luego me miro a los ojos y me

pidió que me cuidara mucho, que no dejara de estudiar y que no permitiera que

nadie truncara mi destino, que buscara apoyo en Tencha y en Lila, que ellas

velarían por mi siempre. Me hablaba como si presintiera su muerte, como si

supiera que jamás iba a regresar. Yo sentí su apremio y supe que era un adiós.

En definitiva, la relación con mi tío había mejorado mucho. Todas las mañanas

se sentaba con nosotras en el salón de estudios, decía que así él también

aprendía.

¿Quién no iba a aprender con la nana de maestra? Era una lectora asidua,

tenaz, con una claridad mental que sorprendía al mas ilustrado, sus tendencias

feministas tan poco proclamadas en nuestros días, la hacían una mujer fuerte,

no rechazaba su condición de ser mujer y sus actividades concedidas por

tradición y herencia , pero reconocía que, además de eso, existían millones de

posibilidades a las que la mujer tiene derecho. Pero esto que no era
98

pronunciado en voz alta, ya se estaba dejando sentir. En ciertos círculos las

mujeres renegaran de su condición dentro del hogar y de la sociedad,

sintiéndose una parte más del mobiliario, como un objeto de decoración,

utilizadas y sin el menor valor social e humano.

MI nana hablaba conmigo exponiendo sus pensamientos irreverentes y

liberalistas; sin otro objeto que aclararme que no todas las mujeres son

idénticas, que dentro de las similitudes, existían aquellas que renegaban de

que los demás pensasen por ellas. Que la capacidad racional es por igual para

todos. Y que algún día, estas mujeres levantarían sus voces y se dejarían

escuchar, hartas de ser nada.

- Te aseguro Cuqui, que un día llegarán a ser gobernantes de un país

- No sueñes Nana- le respondió mi tío.- No quiere decir que no sean

capaces, pero eso si que iría en un sentido muy importante en contra de

lo que los hombres piensan y han dejado marcado.

- No sueño, ¡ojala, podamos estar vivos para verlo.! Claro, sé que en

estas condiciones, para que se de un hecho de tal magnitud, deben

pasar muchas décadas, siglos quizá- concluyó mi nana, sonriéndole al

tiempo a mi tío. Sonrisa que fue correspondida ampliamente.

Mi nana siempre me decía que los obstáculos no debían detener mis pasos, y

que de nada servía rodearlos, porque al paso del tiempo volvería a tenerlos

enfrente complicándome mucho más la vida; desde el primer momento tenía

que resolverlos, de ser preciso de una manera determinante y sin oportunidad

de que retomen fuerza. De una vez por todas; aprender de ellos, para no
99

repetir la experiencia, para que asiera, si por mala suerte o casualidad, que la

vida da muchas vueltas, si se me presentara una situación similar, yo ya

tendría una enseñanza adquirida y de esta manera podría actuar y resolverlo

de manera simple y eficaz. Que los problemas no hay que echarlos de lado,

que al final del camino, serán tan pesados que costará mucho esfuerzo

deshacerse de ellos.

Yo me bebía todos sus consejos, ella era la única que se detenía a mi lado,

pasaba su mano sobre mi cabellera. Era la única que secaba mis lágrimas y

conocía mis silencios, mis temores, y mis desilusiones sin necesidad de

nombrarlas.

El cambio de actitud de mi tío para con nosotras, nos llenó de ilusión. Mi nana

se ponía radiante en cuanto lo veía entrar en la habitación, él siempre fue muy

cortes y cordial, después de un tiempo muy amigable, y después parecían una

pareja de casados, charlando y esquematizando los pormenores de la vida

cotidiana. Comentaban las noticias diarias, y las viejas también, tratando de

encontrar el círculo vicioso en el que los políticos y México habían caído. No

resolvían nada terminaban enfadados con las personas o riéndose de todos y

de todo.

Lo que más les entretenía eran las reformas a la constitución que en el periodo

de Ignacio Comonfort, presidente de la república y de Benito Juárez, presidente

del supremo tribunal de justicia, estaban tratando de lograr. Se enfrascaban

analizando las conductas de los diputados que rechazaban tales reformas,

oponiéndose al avance de México.


100

Lo que más les atraían eran las modificaciones a los artículos referentes a la

educación y a la religión, sin olvidar lo de las garantías individuales que

correspondían a los artículos sobre el trabajo, la libre expresión, y la

convivencia humana, o sea la regularización de las leyes judiciales.

Todas estas modificaciones a la constitución tenían en jaque al país. Los ricos

y la iglesia se sentían despojados de sus derechos que por tradición poseían.

La constitución intentaba ponerlos en orden a todos, sin excepción.

La iglesia dejaba de tener participación en la educación y en la manera de

impartirla, la constitución promovía que la educación fuese laica y gratuita;

también le ataba las manos, sacándoselas de los asuntos internos del país, los

clérigos perdían algunos derechos civiles, como los de influir y opinar sobre

asuntos políticos, y no podían ser candidatos a puestos públicos ,ni políticos;

además, todo el patrimonio , los templos, el mobiliario, las arcas, fueron

expropiados , pasaron a manos del gobierno. Por otra parte, la libertad de culto

también era estipulada en estas reformas constitucionales, dándole

oportunidad a otros grupos religiosos a pronunciarse abiertamente por el país.

Los párrocos empezaron a cerrar los templos, como protesta abierta a lo que

consideraba el despojo más grande que se hubiera tenido en tiempos. Era un

caos porque éramos un pueblo típicamente católico, y resultaba impensable

que en país existieran otros cultos; los había, pero de manera privada, bajo el

agua. Cultos que se debían llevar en la clandestinidad, bajo el temor de ser

acusados de herejía. Bajo el pretexto de que cada quien tiene el derecho de

elegir la religión que quiere profesar y hacerlo con seguridad y apego a la ley.

Esta reforma, en el fondo, pretendía de una manera muy clara, retirar a la


101

iglesia y su influencia del gobierno limitando y excluyendo su participación en

los asuntos nacionales, que la iglesia se dedicara a los asuntos de dios y el

gobierno a los asuntos de lo vivos. Esta reforma que limitaba de manera tajante

al clero, beneficiaba de manera contundente a la nación.

Desde la evangelización, antes de que México fuese México, los habitantes de

esta tierra aprendiendo a mamar como única religión el catolicismo, había sido

una parte importante para colonizar e unir a las comarcas, siguiendo el ejemplo

llevado por los reyes católicos que habían impuesto la religión para unir los

pequeños feudos, y de allá, al tiempo que se importaba la religión , también se

importó la santa inquisición, para lograr el cometido y por supuesto que estos

hechos dieron resultado. Así que, el pueblo solo conocía por única religión la

católica. Y claro es que esta nueva ley del libre culto, tenía muy molesta a la

iglesia y a los señores que tenía mucho interés en que el pueblo siguiera

maniatado a través del credo.

Mis padres entre ellos, los primeros que despotricaban en contra de las

modificaciones, y cuando su parroquia cerró las puertas en protesta, mis

padres abrieron el salón principal de la casa para que se oficiaran las misas.

Don Roque escondido en la casa, las oficiaba con mucho temor; el nerviosismo

hacía presa de la congregación, los primeros días el salón se llenaba, pero,

poco a poco fueron llegando menos, hasta que casi, en el culto no quedo

nadie.

Tal vez, pensaron que no era una lucha propia, en parte, porque los

directamente afectados habían sido los clérigos. Entonces que buscaran quien

diera la cara por ellos.


102

Sin embargo, si había personas dispuestas a dar la vida por su iglesia, no sé si

mis padres tenían ese valor. No sabía si ellos estaban enterados del lio en el

que se estaban metido al permitir que en casa oficiaran misas, oponiéndose

abiertamente a un gobierno que pretendía, sobre todo interés imponer el

derecho de los más desprotegidos. Al principio manejaron que no era posible

que a la par de permitir los nuevos cultos, también pretendieran retirar la

doctrina de las escuelas, consideraban muy relevante este hecho, un pueblo

sin educación religiosa no marcha como debe.

Hablando de estos temas pasábamos todas las mañana, encerrados en esa

habitación, yo evitando encontrarme al padrecito por los pasillos, a veces,

manoseando a mi madre o besuqueándola , que cada día eran mas

descarados, no comprendía como nadie en esa casa se daba cuenta; ellos dos

se sabían descubiertos por mi y me rehuían; pero para mi mala suerte no

había manera de evitar verlos, así que opté por encerrarme en la biblioteca

con mi nana; ya por la tarde, después de la comida, donde no podía evitar ver

de lejos al párroco, que comía como si fuera dueño de la casa, con tal

desvergüenza y cinismo, que me asustaba, la nana y yo íbamos con mis tías ,

donde solía pasar la tarde acompañando a María, que cada día estaba mas

senil, y se la pasaba dormida, ya ni esperaba mis lecturas, sumergida en un

sopor, no atendía ni mi saludo.

Y cuando notaba que estaba dormida, me escabullía rumbo a la escalera y

subía hasta el ático, para pasar las horas mirando las cosas llenas de polvo.

Cuantas cosas guardaban ahí, vestidos enormes, con crinolinas del tamaño de

una carpa, tocados enormes y pesadísimos, las lunas de los espejos, todos

cubiertos con sabanas, protegiéndolos. Tal vez ahí había muebles de tres
103

casas viejas, pero dos cosas eran lo que mas me gustaba, primero el olor a

viejo y húmedo. Me daba la sensación de pertenecer a algo, y después, aquel

baúl lleno de cosas, de papeles, de cartas, de collares y pendientes, también

había abanicos hechos y pintados a mano, pañuelos bordados, mantillas

hechas a gansillos, y pequeñitos cuadros hechos a punto de cruz, verdaderas

reliquias y antigüedades, ahí perdía horas y horas. Esa casa a la que sabía no

volvería jamás

Que triste noche era está, lloviendo y nosotros huyendo. Entre mis sollozos,

escuchaba el chapaleo de los caballos trotando, que nos conducían lejos. Mi

nana no dudaba, sabia lo que hacia y porque lo hacía. Si se trataba de tomar

decisiones ella las tomaba, pero yo sentía que lo perdía todo, aunque a ciencia

cierta no sabía en que consistía tal perdida.

Después de que no pude llorar más, un enorme vacío se apoderó de mi

cuerpo. Mi nana, me apremiaba para que durmiera, pero no podía hacerlo; solo

miraba la oscuridad, escuchaba la lluvia golpeteado la calesa y el trote de los

caballos. Y recordé aquella mañana cuando salimos a despedir a mi tío,

prometió traerme un loro, muy verde y con muchas plumas. Como siempre

guapo y gallardo. Algunas veces, retrasó el viaje pretextando que tenía

negocios en la capital y que debía dejarlos solucionados antes de partir.

Nunca comentaba que clase de negocios y nosotros no preguntamos. Si algo

estaba tramando mi tío, tenía que ver con mis tías, porque los tres salían

juntos y duraban horas por los locales del centro, por el zócalo, en palacio

nacional. Entrando y saliendo de bancos.

Una tarde, mi tía Tencha me llamó y me dijo:


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- Cuqui, este baúl ¿lo reconoces?- me preguntó y al afirmarle con un

gesto, me comunicó- en este baúl va toda la historia de la familia, su

riqueza, su herencia, este baúl es tuyo, deberás cuidarlo con el alma,

jamás dejes que nadie lo abra. Ni tu padre, ni tu madre tienen derecho a

meter mano en él. Todo que va dentro es tuyo.

Me sentí como niña premiada por alguna acción bien hecha, el baúl que mas

me gustaba de toda la casa, era mío. Di por hecho que dentro llevaba todas las

cosas maravillosas del ático, eso si era tener suerte.

- Aún no te lo llevaras a tu casa, yo te lo llevare y le diré a tu padre que es

un regalo mío para que guardes tus libros y los mantengas protegidos

Mi nana había obedecido expresamente la orden de mi tía:- este baúl, Pancha

debe ir a donde vaya cuqui, con tu vida lo defenderás, puesto que ahí va la

herencia de la familia. Dentro de él está todo lo que cuqui necesita, solo ella y

nada mas ella deberá abrirlo.

No sé que entendería mi nana por herencia, tal vez pensó que dentro había

lingotes de oro, monedas, joyas, el tesoro de la familia. Pero se tomó muy en

serio la orden, y nadie abriría ese baúl, a menos de que ése fuera yo, o muerta

ella. En realidad yo no sabía lo que contenía y no me interesaba en lo absoluto,

lo único que me importaba es que ya no estaría en mi cama, que al final de

cuentas, haría lo que muchas veces pensé hacer, tirarme a la aventura, sin

fortuna, ni dinero, ni ropas costosas. Dejar atrás todo con lo que no

concordaba y ser yo misma. Ese era mi sueño, en mi inconsciente sabia que

sería difícil realizarlo. Y ahora sin esperarlo estaba obligada a ello. Las
105

circunstancias me habían puesto en el camino y ahora no habría manera de

retroceder. Era hacia adelante el camino y solo hacia adelante.

El relinchido del caballo me despertó, estaba amaneciendo, yo seguía

dormitando sobre las piernas de mi nana, me levante con suavidad.

- -¿Estás mejor?- me pregunto mi nana.

- -Si, gracias.

- Estamos buscando un lugarcito con sombra para descansar, hemos

viajado durante toda la noche y estamos cansados. También debemos

comer algo. ¡Que delicioso huele el campo!- me sonrió.

- ¿Qué camino es este nana? No es el camino principal.

- No, este no es el camino principal. Venimos por caminos vecinos, menos

importantes, menos transitados. Es lo más conveniente.

Miré a mí alrededor, aspiré con gusto, olía a todo. El silencio era roto por el

croar de las ranas y los aleteos tempraneros de los insectos. Unas liebres

cruzaron el camino. El sol comenzaba a asomarse por el oriente; su resplandor

ponía el cielo de todos los colores, rojos, naranjas, amarillos. En lo alto del cielo

las águilas volaban usando las corrientes del aire para desplazarse sin mover

las alas. A un lado del camino se veían charcas de todos los tamaños, en ellas

se reflejaba el amanecer. Con la lluvia de la noche, los arroyitos habían cogido

agua y zigzagueaban entre las rocas. La hierba estaba húmeda y los arboles

brillaba con la brisa aposentada en sus ramas.


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- Nana, ¿quién construyo esas bardas de piedras que suben por los

cerros?

- -¿Cómo qué quién?- preguntó y de inmediato se respondió-. Los

hombres, las cercas son las delimitaciones de las propiedades.

- -Pero Nana ¿los cerros tienen dueños?

- En esta vida, todo tiene dueño. Ya te irás dando cuenta. Mira allá,-

señaló con su dedo- ¿ves el rio?- en ese momento decidió-. Vamos para

allá. Descansaremos y comeremos algo.

Diciendo esto, maniobró las bridas, dirigiendo a los caballos. Salimos del

camino y nos internamos en el campo, buscando la arboleda que rodeaba al

rio. Vicente nos siguió y dejo estacionada la carreta debajo de los arboles, fue

hasta los caballos y les quito los arneses para dejarlos descansar, después

hizo lo mismo con los caballos de la calesa. Los llevo al rio y ahí los dejo

bebiendo. Mientras tanto, nosotras habíamos extendido una manta sobre el

terreno, debajo de los arboles. El viento soplaba suavemente y el sonido de las

abejas se dejaba escuchar.

Vicente sacó de la carreta una cesta llena de viandas, panecillos de levadura,

huevos cocidos, mantequilla, requesón, leche.

Sin esperar a que la cesta quedase vacía, nos lanzamos sobre los alimentos.

Yo le tenía cierta repulsión al pan de levadura, pero este día su sabor me

resultó delicioso. Vicente se sentó debajo de un árbol, lejos de nosotros,

mirando el cauce del rio. Ató un cigarrillo y se sumergió en el silencio.


107

Conocía a Vicente porque era el jardinero de la casa. Tenía, a dicho de mis

padres, unas manos santas, todo lo que plantaba se daba por cientos. Tenía y

sentía tanto amor por las plantas que hacerlas vivir, era normal en él. Pasaba

todo el día en los invernaderos y en los jardines podando, fumigando, dando

forma. Luego entraba en los salones para limpiar las plantas de ornato que

siempre estaba pulcras y brillantes. Un día observé que pasaba un paño

húmedo sobre cada una de las hojas, quitándoles el polvo y luego, ya limpias,

las frotaba con suavidad con la mitad de una naranja. Como era una labor muy

entretenida le tomaba todo el miércoles. Solo ese día, Vicente se permitía

entrar en la casa, los demás días se quedaba en los jardines.

Un día, aprovechando que mi tío andaba mirando los rosales, Vicente se le

acercó y tomando valor, se atrevió a decirle que necesitaba un ayudante, que

él solo ya no daba abasto; el tío le dijo que no había problema que consiguiera

uno. Así fue, como llegó a la casa Vicentito, aunque se llamaba Cirilo, pero le

apodaron Vicentito, porque llego de la mano de Vicente.

Era un jovencito alto, muy flaco, parecía una garrocha; los pantalones le

quedaban cortos y las camisas de la misma manera le quedaban cortas de las

mangas. Tenía una tez muy oscura, sin ser mulato, su cabello era de color

azabache y le azuleaba de lo negro. Sus ojos oscuros, redondos y grandes

estaban rodeados con largas pestañas que caían como tejavanes sobre sus

ojos, cubriéndole la mirada. Se pasaba las horas entre las pajareras o debajo

del sol, cantando y chiflando. Mi madre le mandaba callar, pero el niño,

procuraba cantar mas suavecito para no molestar.

Todas las mañanas, le escuchábamos desde la biblioteca, a veces se asomaba

por el ventanal y nos daba los buenos días. Tenía una sonrisa amplia y
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contagiosa, no pasaba de trece años, y su pasión no eran las plantas, sino los

pájaros. Le gustaba cantar y lo hacía en otro idioma, algo incomprensible para

nosotros; cantaba una canción en especial, una canción triste, melancólica, con

un sutil dejo de nostalgia; parecía que sollozaba por alguna perdida o tal vez

hablaba de abandono. Aunque no entendíamos lo que cantaba, igualmente

nos transmitía ese sentimiento. La voz de Cirilo inundaba con su tristeza los

rincones del jardín y de la biblioteca

- ¿Qué es lo que cantas?- le pregunté un día.

- una canción- me respondió.

- Si, ya lo sé,- le respondí y seguí insistiendo-¿pero qué dice esa

canción?-le pregunté

- Bueno, niña, esta canción me la enseñaron allá por Yucatán, pos no sé

bien cómo decirle. Mi tata dice que habla de un pájaro que se tiene

metido en el corazón, que ese pájaro es azul como el sentimiento del

alma, que a veces canta y a veces llora. Mi tata dice que el alma se pinta

de colores a según como se siente. Azul cuando está triste y si el alma

está triste, el pájaro también está así, azul de triste.

- -¿Y qué lengua es ésa en la que cantas? nunca lo había escuchado. No

te entendemos ni una palabra.

- Pos Maya, niña. Allá en el ranchito hablamos maya, muy poco de

español. Mis tatas solo hablan maya, y pos… solito, el idioma de los

uazangos llegó a mi boca, porque cuando me acercaba a Tho, naiden

me entendía. A mi entender lo aprendía o sería de los menos


109

- ¿tho?-pregunté

- Ci u t’ann, niña-me dijo él

- ¿cómo dices?

- Pos niña, que no entiendo.

- si, ¿qué es Tho?

- güeno niña, los uazangos le dicen Mérida

- ¿eres de Yucatán?

- si, de un ranchito allá por Actunchen.

- ¡ah!- solo atiné a decir.

Más tarde sentada frente a mi nana, le pregunté sobre Yucatán. Y ella me dijo

que era una tierra lejana rodeada de agua que no sabía si pertenecía a México

o no. Que los políticos aún no se ponían de acuerdo. Había un conflicto étnico

y la Yucatán quería formar parte del imperio, pero había partes del territorio

que querían independizarse. Así que mientras se aclaraba la situación era la

república de Yucatán, conformada por Quintana Roo, Campeche y tabasco,

pero luego Tabasco se separó de esta capitanía.

- Y ahí andan tratando, como todos, - me comento la nana- de encontrar

su soberanía. No tengo idea en que va a acabar todo. Yucatán está muy

lejos y llegan pocas noticias, por cierto muy confusas todas.

- Este país está lleno de noticias Nana, no sabemos a ciencia cierta qué o

quienes somos.
110

- No, en eso te equivocas, cada día que pasa- dijo ella-, sabemos mejor

quienes somos. Solo así podemos soportar esta lucha. Todos estos

períodos por los que pasa el país nos están creando una manera muy

especial de percibir la tierra donde nacemos y vivimos, pertenecemos a

esta tierra y no es la tierra la que nos pertenece. Es esta pertenecía la

que nos mantiene en pie, deseando que pronto, todo el país esté en paz.

Me parecía un verdadero disparate que los hermanos se pelearan el poder y

las tierras. Me parecía ilógico que un pueblo que estaba dando a luz el

concepto de nacionalidad no pudiera trabajar en unión para la mejoría de las

situaciones. No sabía que desde tiempos remotos, cuando los conquistadores

llegaron a nuestra tierra, venían con el propósito de no solo de conquistar,

colonizar, sino de importar todo lo de valor que encontraran, en nombre de la

corona y de sus reyes. Creyendo que lo que habían encontrado les pertenecía

por derecho, como si los nativos de estas tierras no fueran los dueños de sus

lugares.

Cirilo, Vicentito como lo había nombrado en casa, era un nativo maya que

había permanecido junto a su familia en un pequeño e insignificante lugar

selvático, donde escaparon de la colonización a base de las armas y de los

dogmas franciscanos y jesuitas. Sus propios dioses seguían actuales, no

habían sido reemplazados por otro dios.

Pero cuando creció, comenzó a ir por los caminos con sus productos para la

vendimia, así fue como llego a Mérida y de ahí a la ciudad de México. Lo

llevaron junto a otros nativos en una carreta con barrotes, como esclavos a

venderlos a la Cd de México. La esclavitud estaba prohibida, pero en algunos


111

lugares hacían caso omiso de las leyes; las personas pasaban de un lugar a

otro buscando quien les comprara la mercancía.

Cirilo no entendía que pasaba, los indios que iban en la carreta se miraban con

desconfianza y hoscamente. No confiaban ni en su propia raza, menos en los

blancos que no entendían el idioma maya y que ni les importaba entenderlo.an.

Se dejaron conducir, permaneciendo sumisos e indiferentes, como si no les

importara el destino que les esperaba.

Ya en la ciudad grande…en una plaza cerca del zócalo, la carreta paró. Los

grandes personajes de la sociedad, se acercaron al lugar, empezaron a

inspeccionar a los indios. Les miraban la dentadura, como si fueran caballos,

las manos, los pies e incluso a algunos de esos señoritos, les ordenaban que

les mostraran sus partes nobles para verificar que no tuvieran alguna

enfermedad y cuando terminaban de inspeccionarlos, ofrecían una cantidad

por el lote y se daba inicio a la subasta para obtenerlos. Seguramente, Miguel

Hidalgo y Costilla y José María Morelos y Pavón, se revolcaban en sus tumbas

cada vez que un aborigen era vendido.

Las malas costumbres tardan en ser desarraigadas, siempre hay nefastos que

se oponen a ello. Las garantías individuales no eran iguales para todos, y

siempre, en este México que construíamos, eso era notado todos los días.

Cada persona tenía un valor distinto, sin importar que todos éramos

mexicanos.

- -Vicente- gritó mi nana- acércate a desayunar, ¡anda!


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Vicente que estaba sentado del otro lado, con el sombrero echado sobre la

cara, protegiéndolo de los insectos, pareció no oírla. Así que tomé unos

bocados y se los llevé hasta allá.

- Vicente- le llamé con suavidad- toma unas viandas, debes estar muy

cansado.

El levantó el sombrero y con los ojos somnolientos, me sonrió tímidamente, y

alcanzo el plato, yo le sonreí, me di la vuelta y me senté al lado de mi nana.

- Nana, cuéntame de tus parientes, de dónde dijiste que eran

- De Santa Bárbara. No les conozco mucho, son parientes de mi madre;

son mineros, y viven allá por lo mismo, las minas. Esa región tiene

algunas de las minas más ricas del país, se da muchísimo oro y plata.

Mi familia ha sido minera toda la vida, solo que escarban para que otros

se hagan ricos.

- Es una profesión peligrosa esa, ¿verdad?

- Muy peligrosa, puedes morir en un derrumbe o tísico. Pero alguien tiene

que hacerlo. Cuqui, no conozco la región. Como tú, yo tampoco he

salido de la Cd de México. Ya veremos que nos depara el destino.

- Vicente se paro frente a nosotros, traía un pequeño puerco en los

brazos.

- Miren lo que me ha encontrado- nos dijo- llegó hasta mi lado

olfateándome. Que tal que nos lo llevamos.

- Pero, ¿no tiene dueño?- pregunté.


113

- Niña Cuqui, usted ve a alguien por aquí.- Yo miré para todos lados

buscando, no se veía a naiden más.

- Pues no, ¿Podemos quedárnoslo Nana?- miré a mi nana con ansiedad,

ella lo pensó un poco

- Chente ¿no será un poco enfadoso llevarlo?

- Claro que no, niña. Acuérdese, no tenemos muchos alimentos. Y este

cochinito nos cayó del cielo, podemos irnos haciendo de cositas así. Hay

que ver que dios provee. Quién le dice a Usted, que este marranito no lo

mandó diosito, para alimentarnos- le dijo Vicente.

- Dios provee, cuanto hace que no oía esa frase- suspiró mi nana, me

parecía que ella estaba muy triste. Como si llevaba una carga muy

pesada sobre sus hombros.

- -saben voy rio abajo, tratare de darme una remojada, necesito despertar,

me siento tan cansada que no puedo ni pensar con claridad. ¿quieres

venir conmigo cuqui?

Me levante de un salto y la seguí río abajo. Mientras mi nana se quitaba el

vestido para bañarse con su fondo de algodón puesto, yo me senté en la

orilla del rio y sumergí los pies. El agua fría estaba revuelta, bajaban con

rapidez, llena de corrientes encontradas. Era agradable chapalear contra la

corriente.

Me gustaba como sonaba el rio, era un sonido uniforme, rozando las

piedras de las orillas sonaba melódico. El arrullo me relajó de tal manera,

empecé a dormitar, se me cerraban los ojos, hipnotizada por el suave


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murmullo del agua. En lo frondoso de los arboles, las torcacitas emitían un

gorjeo pausado, rítmico. Se escuchaba los zumbidos de los insectos que

volaban por encima del rio. Un viento suave empezó a soplar meneando,

sobre el rio, las ramas de los sauces llorones.

Me obligué a desperezarme y comencé a lanzar piedritas en al agua. Las

piedras brincaban sobre la corriente para al finar caer dentro del rio, Un

sonido más agregado a ese silencio roto por los sonidos de la naturaleza.

Que solos y asustados estábamos los tres. Tratando de pensar lo menos,

tratando de engañarnos, pensando que era un día de campo como otro.

- Cuqui ven a bañarte, el agua es muy relajante- Yo me lancé dentro del

rio con el vestido puesto, mientras caminaba la tela de vestido flotó y

aproveché para tallarle la tierra seca y pegada a los bordes.

- ¡Ay no, Cuqui!- me gritó- ahora a ver si no te enfermas, que el agua está

demasiado fría y el vestido tardará mucho en secarse.-Le sonreí

tratando de tranquilizarla, pero su rostro estaba seco y enfadado, sus

ojos no brillaban, como siempre, estaban apagados. Nunca me había

tocado verle esa expresión. Siempre creí que era una mujer que no se

enfadaba. Salí del agua, y seguí hasta el árbol donde había dejado la

capa...la eché sobre mis hombros y me quité la ropa. La capa era

bastante amplia y me cubría muy bien, puse el vestido sobre unos

arbustos donde le daba directo el sol. Y después me senté recargada

en el tronco del árbol y me quedé dormida.

Debajo de otro árbol, Chente armaba una jaula para el puerco. No me di

cuenta cuando mi nana se recostó a mi lado, quedándose dormida. Un


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momento después, chente hizo lo mismo, se recostó y dormitó. Así pasaron

las primeras horas de la mañana.

- -¿Se rompió?- preguntó mi nana.

- Si… está rota. – Vicente estaba de cuclillas, observando

cuidadosamente la rueda de la calesa. Al final de cuentas, después de

muchos intransitables caminos, había cedido-.La rueca, está reventada,

no sirve más.

Mi nana, se erguió. Puso sus manos en la cintura y miró el campo, midiendo el

lugar. Estábamos a mitad de la nada. En ambos lados del camino, bordeados

por sicomoros, sembradíos de maíz, verdeaban con algunos tintes amarillos,

destellando entre las matas que seguían el vaivén del viento. En su

movimiento, la siembra emitía un sonido lleno de soledad y añoranza; en este

vaivén y sobre el viento parecía que se asomaban la luna y algunas estrellas,


116

que ya se veían sobre el cielo aun claro; confundiéndose con las cimas de los

cerros; amenazante, la noche con su cola de rojos y naranjas pintaba el

horizonte.

- NI modo Vicente –le dijo- deberemos quedarnos aquí. Ya está

poniéndose el sol, no tardará en anochecer. Busquemos leña y hagamos

una fogata. Tú, Cuqui, busca un lugar donde podamos hacer una fogata.

- Muy bien.- le dije.

Miré en el camino, al borde de las Acacias que crecían entre los sicomoros.

Estaba aprendiendo a sorber el silencio; la soledad tenía rostro verde y tintes

de luciérnagas que brillan en la oscuridad. Podía permanecer para siempre ahí,

escuchando como el viento se pasea entre las matas, mirando como se

extiende la noche al compás del croar de las ranas, entre el zigzagueo de los

mosquitos. Como la vida calla y se queda tendida al compás de un reloj que

tiene arena. Me dirigí hasta las acacias que parecían cambiar de color. Era el

milagro, entre lo grisáceo y plata de sus hojas que bailaban en las ráfagas del

viento.

Teníamos una semana de camino, solo nos deteníamos lo necesario para

comer y descansar. El viaje había sido simple, sin complicaciones. De cuando

en cuando, nos encontrábamos con algunos pequeños rebaños de cabras y

ovejas. Vicente se había convertido en nuestro proveedor, aprovechando todas

las oportunidades. Cuidando que no hubiera pastores, saltaba las cercas y

ordeñaba, ya fueran vacas o cabras, lo mismo le daba. Llenaba las garrafas, y

las ponía a la sombra o dentro del rio para que se mantuvieran fresca.
117

Teníamos días sin probar un huevo. Además la dotación de galletas, de pan y

de avena, ya estaba terminándose.

Por lo demás, Vicente se encargaba de conseguir los alimentos; un día era

pescador, al otro día, cazador o recolector. Lo que se presentara al paso,

conejos, víboras, liebres caía en sus manos y en los comales. En uno de los

caminos terminamos con una parvada de guajolotes, porque dijo que

necesitábamos carne de aves y atrapó a unos cuantos. Les armó unas jaulas,

lo mismo que le hizo al puerco .Y montó las jaulas con los cóconos dentro y

sobre mis baúles. Estos animalejos irreverentes no respetaron lo majestuoso

de mis baúles, ni el tesoro que guardaban con tanto celo, los llenaron de

excremento, manchándolos. Pero bueno, todo era válido si de comer se

trataba.

Pero ahora, además de alimentarnos a nosotros tres, también teníamos que

alimentar al puerco y a los guajolotes. Las obligaciones habían aumentado.

Parecíamos una granja ambulante.

Pasábamos muchas horas en silencio mirando y esperando que sucediera algo

que nos hiciera regresar, pero conforme fueron transcurriendo los días, nos

dimos cuenta de que no nos seguía, ni nos extrañaban; tal vez pensaron que

habíamos marchado con mis tías a Cuba. Comenzamos a tener cierta calma,

los caminos eran largos y solitarios y nosotros habíamos caído en ese

mutismo, donde cada quien llevaba sus pensamiento o simplemente no se dice

nada. Yo me enfrascaba en el paisaje, en las maravillas de una tierra casi

virgen.
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Este camino ya había obrado en mí, me estaba cambiado. Ya no llevaba más

esos espantosos bucles. Mi cabello caía en una trenza; las crinolinas debajo de

mis faldas habían desaparecido; ahora viajaba más ligera, mas libre; la

experiencia me estaba gustando. Eso de sentir el sol sobre la cara, el viento

metiéndose en mi cabello. La lluvia azotando nuestra ropa, el sol quemándonos

el rostro, la noche llenándonos de frío; el tronido de la leña entre el fuego, el

olor a café confundiéndose con el olor de la tierra y la hierba mojada.

Estaba preparando el lugar donde haríamos la fogata y donde dormiríamos. Yo

estaba muy entretenida hasta que unos gritos alarmados me regresaron a la

realidad.

- ¿Quién grita?- pregunté. Nana soltó la leña y salió corriendo siguiendo

los gritos. Yo corrí detrás de ella, siguiéndole los pasos. Reconocimos

los gritos, y supimos que era Vicente, él que gritaba

- -¡No…no! ¡No… burro!- Chente trataba de ponerse de pie al mismo

tiempo que intentaba subirse los calzones que le caían por debajo de las

nalgas con una mano y con la otra mano extendida, trataba de

contener a ese burro que lo embestía. El burro se le echaba encima

tirándolo, Chente pegaba unos saltos y volvía a gritar:

- ¡No, burro, no!

El burro estaba fuera de si, arremetía contra él, lo lanzaba por el suelo.

Chente aferraba los calzones para que no se le cayeran por completo.

Al ver la situación nos frenamos en seco. Observamos como Vicente tenía los

calzones a medio subir, con gritos intentaba espantar al burro en celo, que se
119

le iba encima. Que situación tan bochornosa y cómica estaba pasando. Y

Vicente, no sé de donde sacaba fuerza para detener al burro poniendo la mano

en la cabeza del jumento. El asno se enojaba y rebuznaba con fuerza mientras

embestía de nuevo, tratando de tumbarlo. No sabíamos que hacer,

seguramente Vicente al vernos se llenaría de vergüenza; pero, si no le

ayudábamos terminaría preso de esa fuerte y terca bestia.

- ¡Ucha!- empezó a gritar mi nana…tratando de atraer su atención-

¡Uchá! Burro, uchá! – pero el burro seguía arremetiendo contra

Vicente y no prestaba atención a los gritos de mi nana. A cada paso

arremetía con más tesón y con más fiereza.

El rostro de Vicente estaba desfigurado por la impotencia y la perdida de

fuerza. Pensaba que nada le salvaría de ser maltratado por ese animal feroz y

salvaje. Por más que hacía, no podía sacárselo de encima; no sabia si reír,

llorar o darse por vencido. Cada vez estaba más débil y más alarmado.

Nosotras, al menos yo, no sabíamos porque ese animal se había puesto así. Ni

entendía qué veía en Vicente, para quererlo perjudicar.

Mi nana reaccionó, corrió a la carreta. Tomó una cubeta de ahí, lo llenó con

agua y lo más rápido que pudo, llegó hasta donde estaban, en pleno romance,

Vicente y el burro. Con fuerza y tomando impulso, lanzó el agua sobre el lomo

del burro; éste sorprendido, por un instante se quedó frio. Vicente aprovechó

el momento, logró subirse los calzones, pudo correr y saltar la cerca,

poniéndose a salvo. MI nana se dio la vuelta y tomándome de la mano me

arrastró con ella rumbo a las carretas.


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Vicente se quedó allá atrás; tomando fuerzas y recuperándose de la impresión

y del momento tan bochornoso que acababa de pasar.

La noche cayó por completo, las sombras lo llenaron todo, solo la fogata

encendida proveía luz, pero era escasa y no nos dejaba ver hasta el lugar

donde hacía un rato habíamos dejado a Vicente con su lío y su vergüenza.

Todo estaba en silencio solo los grillos se escuchaban de cuando en cuando.

Al dejarlo allá atrás, recuperándose, tratando de no pensar en lo que acaba de

pasar. Nos ocupamos encendiendo la fogata, preparando los alimentos;

pusimos el café de olla, que como siempre olía delicioso. Como días atrás, las

dos en completo silencio, empezamos a cenar.

Yo, ya no tenía en qué pensar y tampoco sentía muchas ganas de hablar. Creo

que a mi nana le pasaba lo mismo.

Al final de cuentas, se había dado cuenta que había dejado su lugar de

residencia para sacar y poner a salvo a una chiquilla que ni siquiera era su

pariente. Nunca pensó que se vería complicada en situaciones que no le eran

propias, que en todos los libros que había leído, no le habían ensañado a como

evitar sentir coraje en contra de una niña que no había pedido que la liberaran.

O bien, mi nana era como yo y se le habían terminado las ideas y no tenía

necesidad de hablar solo por hablar.

En silencio nos sentamos a contemplar como trepidaba el fuego. Tomamos el

café y comimos unas galletitas, para asosegar el hambre, la sed y el cansancio.

Había transcurrido un largo tiempo cuando sentimos llegar a Vicente. Sin

mirarnos, pasó de largo frente a nosotros. Detrás de él, amarrado con un


121

mecate, venía el burro. Lo sujetó a la carreta y después con paso firme llegó

hasta la hoguera, se sentó frente a nosotros, tomó una taza y mientras se

servía café, despreocupadamente nos dijo:

- Un burro nos será necesario. Si antes, ahí había un burro,- dijo al tiempo

que señalaba la siembra-, ahora el burro está acá.- señaló la carreta-. Si

anda por ahí haciendo maldades, es mejor que nosotros aprovechemos

su energía. ¿No les parece?- luego son sonrió.

Nosotras le sonreímos primero y después soltamos las carcajadas.

- Qué cosas pasan, niñas- dijo mientras sorbía el café y sonreía- me

quedé allá pensando como hacer para atraparlo y de pasada a que se

saliera el susto. Después de que pude ponerme a salvo, le burro se

acercó a la cerca, me miró fijamente retándome. Y yo pensé:- ¿Por qué

no?-. Así que me quedé ahí, pensando como hacer para atraparlo.

- ¿Y cómo hiciste, Vicente?- preguntamos al unísono.

- Bueno… primero. No entendía porque el burro me atacó. Entonces, me

acordé de las vacas del mediodía, creo que su olor quedo impregnado

en mi ropa, eso es lo que lo tenía enjundioso. Pensé que el olor estaba

en mi camisa, entonces me la quité y acercándome lentamente se la

puse en la cabeza; el burro se quedó inmóvil, también me ayudó que ya

estaba bajando el sol y había poca luz. Brinqué la cerca, me quité el

mecate y se lo amarré al cuello; el asno no se quedó tranquilo, se agitó

un poco, se echó para delante y para atrás, pero luego sintiendo mi


122

mando, me siguió a todo lo largo de la cerca hasta que di con la puerta.

Fue muy simple. Y ahora niña cuqui, Usted tiene un burro.

Yo le sonreí, pero no se me ocurrió decirle que teníamos un burro, o que él

tenía un burro. Ellos daban por hecho, que todo lo que caía en las manos de

Vicente por lógica era mío, aunque yo no hubiera movido un dedo para

conseguirlo. Tal vez después habría que aclararlo todo. Las cosas son de quien

las busca y las consigue, además ellos dos iban conmigo sin percibir un

céntimo.

Nos fuimos a dormir, yo miraba con los ojos entrecerrados, como trepidaba la

fogata. En se momento sentí que mi nana se levantaba y caminaba hacia la

oscuridad. Durante un buen rato, miré hacia las sombras, hasta que mis ojos se

acostumbraron a la oscuridad y pude ver a mi nana y a Vicente, sentados muy

cerquita, hablando. Y entonces me quedé dormida.

El olor del café me despertó. Vicente y mi nana revisaban la rueda de la calesa.

- Cuando lleguemos a un pueblo, debemos reparar esta rueda y comprar

otra, Panchita, porque el camino es muy largo y se puede romper de

nuevo.

Mi nana asintió con la cabeza, al tiempo que decía

- Tenemos pocos pesos Chente, tenemos que ser muy medidos. Lo

bueno es que tenemos un repuesto, ya veremos que hacemos al llegar

al pueblo. Si es que llegamos a alguno, ¿estaremos cerca de algún

pueblo? ¿cuánto tenemos sin encontrar rancherías, ni jacales?


123

- No tengo idea, ni siquiera sé por donde venimos. Salimos hacia el norte,

pero no sé que hay al norte. Oye Panchita, ¿crees que tenemos que ir

tan lejos? Podríamos quedarnos por acá, ya ves, tenemos algunos días

caminando y no hemos visto un alma.

- Tenemos que llegar a chihuahua, se lo prometí a las tías de cuqui; así

cuando regresen de Cuba podrán dar con nosotras con facilidad.-le

aclaró.

Al escucharlos hablar, reparé en todo lo que no quería pensar. Primero no

lograba entender porque mis tías habían seguido otro camino. No comprendía

donde estaban mis padres; cada vez que preguntaba, la nana solo decía que

nos alcanzarían en el camino. Pero la verdad, lo dudaba. Tal vez habían

aprovechado las circunstancias para dejarme de lado, desaparecer y

olvidarme. Total qué difícil podría ser olvidar a una niña.

Yo no sabía que aquella noche en la que mi nana había salido conmigo de la

ciudad. Habían detenido a mis padres en la casa del Hernández Guzmán. Los

obispos de algunas diócesis oficiaban una misa por los caídos en Puebla. El

ejército les tomó por sorpresa, a unos cuantos se los llevaron detenidos y a los

demás los dejaron libres. Entre los detenidos iban mis padres, mis tías lograron

escapar a tiempo, por una casualidad.

Mi tía tencha se sentía desmejorada, el estomago le gruñía y le dolía, le dijo a

Lila que se marchaba y mi tía Lila en solidaridad se marchó con ella y por ese

motivo no habían estado en la misa. Y habían escapado de la redada que

habían hecho la policía y el ejército.

Se alarmaron mucho cuando, de inmediato, les llegaron las noticias de que los

detenidos serían trasladados a san Juan de Ulúa, allá en Veracruz. San Juan
124

gozaba de una fama nada alentadora, era una de las prisiones más segura,

terrible y deprimente de México.

Entonces, no pensaron en otras coas más, que en ponerme a salvo, así que

aprovechando la noche se había deslizado a la casa de los sobrinos.

Despertaron a Pancha, que a su vez mando despertar a Vicente y a los demás

sirvientes.

Las tías pusieron a los sirvientes en antecedentes y los enviaron a sus casas.

De esta manera la casa quedo completamente sola; a merced de los vándalos

y del gobierno. Además, el peligro inminente empezó a manifestarse casi a la

media noche, cuando los dos bandos empezaron a enfrentarse al sur de la

ciudad. El enfrentamiento era feroz, y los dos ejércitos defendían su posición,

los que querían entrar en la ciudad de México y lo que defendía a la ciudad de

México.

Las personas salieron de sus hogares buscando refugio, no importaban que

las explosiones sonaran muy a la distancia. La gente se alarmó, tomó sus

cosas y a sus hijos, salieron con rapidez de sus hogares, dejándolo en

completo abandono.

Pero yo no sabía nada y mi nana era una muda respecto al tema.

San Juan de Ulúa era una palabra mayor, en el siglo XVI la había sido

construido para proteger a Veracruz del azote de los piratas que invadían las

costas del golfo de México. Piratas ingleses, españoles y franceses, paseaban

sus naves por todo el atlántico y llegaban hasta las tierras mexicanas, atacando
125

puertos como el de Veracruz y los de Quintana Roo y Yucatán. Terribles

leyendas recorrían los puertos hablando de la furia y la maldad de los piratas.

Después de muchos años, San Juan de Ulúa había sido rescatada y nombrada

penitenciario a mediados del siglo XIX y hasta allá enviaban a los peores

delincuentes y a los presos políticos. Su fama era terrible y desmoralizadora, él

que llegaba allá, difícilmente salía.

Así que, no iban a decirme que mis padres estaban presos por aquellos

lugares, sería terrible pensar que el mismo rumbo me había arrancado primero

a mi tío y después a mis padres.

Que delicioso era el olor del café recién hervido, se mezclaba con el olor de la

leña quemada, el de la tierra mojada. Los olores se mezclan de manera

sublime, que bonitos recuerdos de aquellas mañanas, acostada a un lado de la

fogata intentando mantener el calor corporal. Percibiendo el sonido de la

mañana. Entre los murmullos de la nana y Vicente, lograba escuchar el cloqueo

de los guajolotes y los gruñidos del cerdo. A lo lejos se oía el canto de un gallo,

los mugidos de las vacas, los perros salvajes ladrando y sobre mi cabeza, el

aleteo de los pájaros llegando a las ramas de los arboles, luego sus trinos

alegres y exagerados; el arrullo de una tórtola sonaba melódica y pausada

entre todos los sonidos, su arrullo sonaba como campanada. Desde pequeñita,

escuchaba este arrullo a través de la ventana, no sé si las torcaz son aves

solitarias, pero el arrullo sonaba solitario y triste. Y siempre que me asomaba a

la ventana buscándola entre las ramas de los árboles, nunca tuve la suerte de

observarla. Sin embargo, ese sonido formaba parte de mi infancia y el


126

sentimiento que me inunda cuando lo escucho, no cambia. Siempre trae a mí

esa soledad, esa tristeza a la que me he acostumbrado.

Vicente y mi nana seguía mirando la rueca que se había quebrado, tenía

reparación, pero tendríamos que llegar al pueblo para buscar quien hiciera ese

trabajo

- Bueno, voy a cambiar la rueda,-le dijo Vicente a la nana-, mientras

preparas el desayuno. Buenos días cuqui- me miró al tiempo que me

daba los buenos días y me sonreía. Seguí a mi Nana, y me puse a

ayudarle en el desayuno. Mi nana apenas me había mirado,

últimamente sumergida en sus pensamientos, trataba de mantener la

calma.

- ¿Oyes, cómo mugen las vacas?- le pregunté, tratando de romper el

silencio.

- - si, por el otro lado de la cerca, hay una manada.- me dijo y después se

volvió a concentrar.- Vicente nos trajo leche, tenemos suerte, así que

hoy desayunaremos avena.

- ¡Avena! ¡qué rico!- me encantaba la avena.- ¿qué haces nana?

- Haré unas tortillas, aún queda harina, pero tenemos que llegar pronto a

un pueblo para abastecernos ,


127

- ¿Desayunaremos con tortillas? ¡bravo, que buena noticia!- di pequeños

saltitos mientras aplaudía.

- ¡Estate en paz, Cuqui!, que no pasa nada.

- Si nana… ¡si!..me estoy quieta

Me senté a su lado mirando como preparaba la harina. No sé, saber que

comería tortillas de harina me hizo sentir en casa, me hizo creer que no

todo estaba perdido, mientras se pudieran cocinar las tortillas, todo estaba

salvado.

Las tortillas de harina se habían hecho parte de la alimentación de mi

familia. Desde aquella vez que mi tío se trajo del norte a una india que las

hacía todos los días. Estas tortilla suplantaron en gran parte a las tortillas de

maíz, tan típicas del centro de la república, yo las comía desde pequeña.

Muchas veces cuando era muy pequeña, llegaba a la cocina y Domitila me

daba una tortilla recién hecha untada con mantequilla o con mermelada de

piña o fresa. Ahora mismo se me antojaba una así.

- Cuqui- me dijo mi nana- asómate a la jaula de las gallinas y busca

huevos.

Yo me levanté y me dirigí a la carreta. Las dos gallinas que teníamos, la

había conseguido, como todo lo demás, Vicente. Las gallinas salvajes,

picoteaban a la orilla del camino cuando Vicente las miró, sin pensarlo dos

veces, saltó de la carreta y las correteo hasta atraparlas.

Dos gallinas que no sabíamos si ponían huevos. Pero mi sorpresa fue

mayúscula, cuando vi seis huevos en la jaula


128

- Las gallinas son ponedoras, nana!- le grité

- Tráetelos, Cuqui.- ordenó.

Que feliz me hizo saber que las gallinas ponían huevos, pero la orden

implicaba meter la mano en la jaula y eso ya no me agradó mucho. Meter la

mano debajo de los animales, no era algo que me atrajera mucho, Además,

por experiencia sabia que esos animales eran carnívoros, que tal que les

gustaba mi mano y me la comían a picotazos.

Un día, la maestra de quinto año nos pidió que le escribiéramos un cuento

sobre nuestro corral. Yo me acorde´ de aquellos días en que fui a los cafetales,

allá por Veracruz. Mis padres me habían enviado de vacaciones. La casa era

diferente a la nuestra, en la Cd de México. Era una casa con unas habitaciones

muy altas, muy blancas, con pisos de tierra, empedradas, las paredes estaban

encaladas y en algunos de los techos se mostraba las vigas crudas, pero en

otros, los cielos eran rasos de manta blanca.

Era la primera casa en toda la región con preparación para energía eléctrica y

la instalación iba por fuera de las paredes. Pero no la usaban porque no había

aun corriente eléctrica, el cableado aun no había sido extendido, así que

seguían con quinqués y veladoras. En esa casa entraba el viento por todos

lados, los ventanales eran enormes, desde el suelo hasta casi rozar con el

techo, los cristales estaban grabados, con los escudos de la familia de mi

padre.

Esa casa estaba llena de sirvientes. En la propiedad vivían familias completas,

no en la casa principal, pero si en chozas independientes extendidas a lo largo


129

y ancho de toda la hacienda; era una pequeña comunidad, viviendo dentro de

los límites de la propiedad. Todos los que ahí habitaban, se alimentaban de lo

que producía la tierra, desde tomates hasta carne. Era una tierra muy

productiva; de comer y de beber no faltaba nunca. En la misma hacienda había

una tienda de raya donde se abastecían de vestimentas, veladoras, zapatos, y

todo lo que no producía la tierra

Pues ahí en los cafetales los corrales eran enormes, había de todo, gallos de

cruza, gallos de pelea, gallinas, pollitos, gansos, patos, cóconos, pavo reales,

conejos, marranos, caballos viejos que también servían de alimento. Cabras y

ovejas, además de vacas y toros. Bueyes que los usaban con las yuntas,

yeguas y caballos.

Desde un principio me llamaron la atención los gallineros, eran enormes

galeras de madera con ventanitas a lo alto de las paredes. Adentro las gallinas

se echaban a poner huevos, por el día salían a pasearse por el corral,

correteadas por los gallos, mezclándose entre los gansos y los cóconos, se

toleraban bastante bien

En un recipiente muy largo y de poca profundidad les daban de comer, pero a

los pollitos había que darles de comer a parte. Eso era para evitar que los

pisaran y los mataran. Estaban en una sección aparte, y a ellos si había que

alimentarlos.

Edelmira era la encargada de tal menester. Salía al corral, tomaba un guare y

lo recargaba de granos de trigo, entraba en la enorme jaula, y rociaba sobre el

piso los granos de trigo. Los pollitos se arremolinaban a sus pies, comiéndose

los granos. Esa visión me provocaba una sensación muy fuerte; me llenaba de
130

temor, de un pánico que me paralizaba las piernas, sentía la urgencia de

correr, pero mis piernas inmóviles permanecían ahí firmes. Todos los días era

lo mismo,

¿Qué intentaba yo al repetir la experiencia? Tal vez, ver que por fin, Edelmira

se quedaba sin pies. Siempre creí que los pollitos se comerían los pies de

Edelmira, pero nunca ocurrió, por más veces que se repitiera la visión, los pies

de Edelmira seguían completos.

Sin embargo, algo de esas experiencias se habían quedado grabados en mi

inconsciente y no me dejaban meter la mano debajo de las gallinas.

- ¡Apúrate Cuqui, trae los huevos!- me apuró la nana-

Me armé de valor, cerré los ojos y metí la mano en la jaula; lo primero que

tomé, fue la pata de la gallina. La gallina se espantó, cacareó asustada y,

empezó a aletear con fuerza al mismo tiempo que picoteaba mi mano intentado

soltarse...

Claro que yo con los ojos cerrados no atendí a evitar este atropello, ni soltaba

la pata de la gallina, ni podía abrir los ojos. Y al tiempo que la gallina cacareaba

yo lanzaba mis gritos desaforados, llenos de miedos. Cuál de las dos hacía

más ruido, no me quedó claro.

Vicente fue el primero en llegar a mi lado, se reía con tal fuerza que no atinaba

a ayudarme. Y yo, más gritaba y la gallina más me picoteaba y cacareaba.

- Por Dios, Cuqui… ¿Qué estás haciendo? – la voz de mi nana sonó al

tiempo que me sujetaba de la mano para sacarla de la jaula. ¿qué te


131

pasa niña?, ¡mira nada mas todas las heridas que te hizo la gallina! ¿A

quién se le ocurre agarrarla de las patas?-

Yo no podía hablar, las lágrimas resbalaban por mis mejillas, la mano me

dolía pero no tanto como la sensación de saber que había estado a punto

de quedarme sin ella. Me imaginé manca, mi mano perdida por el pico de

una gallina. Ni siquiera en una guerra o en una batalla o en una pelea. Mi

mano casi muerta a picotazos por una gallina que estaba tan o mas

asustada de que yo. Todo un compendio de historias se coló en mi mente,

todas las que imaginé de pequeña, allá en los cafetales, cuando miraba

como aquella mancha amarilla, escondía los pies de Edelmira.

- Finalmente- Vicente no podía hablar. Seguía riendo, se tomaba el

estómago con ambas manos, se le llenaron los ojos de lágrimas por el

esfuerzo y yo le miré dolida por su burla, pero él no se percató de que

lastimaba mis sentimientos, apurado trataba de contener la risa, sin

lograrlo. Al final de cuentas, la nana también se reía mientras me

secaba el llanto.-

-No sé quién estaba más asustada si la gallina o tú Cuqui. Te veías

risible con los ojos cerrados sin soltar la pata – me dijo.

-Ya Vicente, que me duele- le reclamé.

- ¡ay niña! Que cosas te pasan a ti. Ven que te tengo que curar.-Mi nana

me condujo a un lado de la fogata.

- Me hiciste recordar a mi tío Maclovio- dijo mi nana- mi tío Maclovio tenía

una gallo muy pintoresco. Era de plumaje rojo…un rojo muy intenso,
132

pero alrededor del cuello tenía plumas azules y verdes, y la cresta era

amarilla. Bueno este gallo se creía persona, se sentaba en una de las

sillas de la cocina. Ahí permanecía sin moverse, y solo bajaba de esa

silla para ir al patio a cagar. Después dándose importancia regresaba a

la cocina y ocupaba su trono, a la cabecera de la mesa familiar.

Nos llamaba la atención, porque mis tíos y mis primos le dejaran

sentado ahí, como si él fuera el amo y señor de la casa. Además comía

con la familia, al unísono de todos, hubiera o no, invitados, él se paraba

sobre sus dos extrañas y flacas patas y de manera muy educada comía

al mismo tiempo que la familia. Les digo que comía de una manera tan

educada, si emitir un solo sonido, ni un solo aleteo; no tiraba ni una sola

migaja fuera del plato.

Mi abuela decía:

- miren a Santiago.

- Santiago era el gallo- aclaró mi nana-,

- aprendan a Santiago- continuo la nana-, que bien portado y que

educado es siempre. Ustedes distan mucho de ser como Santiago-.

Y parecía que el gallo sabía que mi abuela hacia referencia a él,

porque se esponjaba mucho y se sacudía la cresta, era un gallo por

demás vanidoso.

Un día, de Cuernavaca, llegó a pasar unos días con ellos, la tía

Clotilde. Y ella llevaba una cesta de mimbre, detenida en los brazos, en

esa cesta venían 4 gatos.


133

Que gatos tan desagradables, fastidiosos, engorrosos, de esos que se te

enredan por las piernas y no te dejan caminar, te los sacudes y más se

amarran a ti. Se encaramaban en todos los muebles, si los bajaban se

enojaban y te gruñían. Siempre estaban echados sobre las camas o

sobre los sillones, llenándolo de pelo todo. Para buena suerte de

Santiago estos espantosos gatos, no habían descubierto la cocina. Así

que él seguía cómodamente habitando ese espacio. Pero muy pocos

días le duro su paz.

La tía tenía un terrible problema gástrico, padecía de gases; al menos,

ella decía que sus flatulencias no eran desagradables porque no olían, ni

sonaban. Bueno ésta era una verdad muy propia y personal. Lo que

pasaba es que cuando le convenía era sorda y hacía años que por la

edad, había perdido el sentido del olfato. Aunque se la pasaba diciendo,

que horrible huele aquí, o bien, que delicioso aroma.

La verdad es que las flatulencias era muy olorosas y apestaban todo el

vecindario, todos le llamábamos la mil olores.

Mi tía decía que todo este problema era la comida, que era o muy

picante o muy desabrida. Era el tema de todos los días, porque en

ocasiones estando sentados a la mesa, el inoportuno sonido de su

cuerpo, rasgaba el sonido de las cucharas, llenándolo todo de un

espantoso olor fétido.

Sentarse a comer con ella era una penitencia, el comedor se ponía

rancio, en esa mesa pocos podían evitar el asco que el olor les producía.
134

Desde que la tía Clo había desembarcado de la carreta con sus gatos en

la cesta, la familia comía en el comedor, que para mi, era la pieza mas

hermosa de esa casa, pero bueno, dejaron en la oscuridad de la cocina

a Santiago, una manera muy personal de evitarle malos encuentros con

los gatos, dejándolo al resguardo y comiendo con las cocineras.

Una madrugada, para hacerle una infusión de laurel, la tía Clo se coló

hasta a la cocina y detrás de ella, como acostumbraban, iban los gatos.

Santiago dormitaba en la silla de siempre, escondiendo parte de su

cabeza en el cuerpo, no se inmutó cuando escucho el ruido.

Santiago desde su silla, abrió un ojo, después el otro; los miró con

indolencia como diciéndoles:- si no me molestan, yo no los molestaré-.

Y como era muy condescendiente pretendió seguir durmiendo.

Pero la tía, al verlo soltó un gritito, haciendo aspavientos con las manos

lo quiso asustar para sacarlo de la cocina. Claro que Santiago seguro de

su lugar en esa casa, no se inmutó, ni hizo intento de bajar de la silla. Se

irguió, sacudió su plumaje y cantó tan fuerte como él sabia. Los gatos se

pusieron en alerta, se quedaron mirándolo fijamente. En total alerta,

tratando de medir al enemigo. Santiago desde su postura, tenía que

bajar la vista para verlos, pero era tan presuntuoso que dejaba que ellos

le miraran primero, que aprendieran a distinguir quien era quien en esa

casa. ¿Acaso nadie les había informado quien era él?

El era Santiago el gallo de la casa, y unos extraños bichos no vendría a

desplumarlo ni a quitarle el trono.


135

Pero los gatos, midiendo fuerzas se lanzaron sobre él, tratando de

atraparlo. Santiago empezó a cacarear y a aletear por toda la cocina, la

tía clo, pegaba de gritos y saltaba de un lado para otro, tratando de

esquivarlos. Empezaron a volar plumas rojas por todos lados.

Los gatos se habían vuelto locos, tal vez pensaron que Santiago era una

bola de estambre o solo fue el instinto. En cuestión de minutos, Santiago

yacía muerto entre las patas de los gatos.

La desgracia había caído en esa casa, sin Santiago la cocina no sería lo

mismo. Los primos lloraron toda la noche, nada sería lo mismo sin él

sentado a la cabecera de la mesa de la cocina.

Aquel día, en la mesa del comedor, todos en silencio, se comieron a

Santiago en mole.

- Que buena historia Panchita- le dije y ella me sonrió.

- Pero ustedes no saben la historia de crispidas, el gallo de pelea de mi

tito Tomasito. Esa si que es un historia memorable.- dijo Vicente, al

tiempo que se sentaba a nuestro lado-, mi tito Tomasito, era un niño

cuando se encontró un huevo allá por el camino del despeñadero, al

lado de la barranca de la llorona. Mi tita, todas las mañanas, salía a

cazar conejos, porque el hambre era mucha y la carne de conejo muy

güena. Pos una mañana se encontró un huevo rojo con pintitos blancos.

A los alrededores no había mas que arboles y hongos y el huevo ese;

así que mi tata se lo quedó, pero no le dijo nada a naiden. Lo puso a un

lado de su petate y lo cubrió para que naiden lo mirara, aunque su tata


136

era muy lista y pos luego se lo encontró. Pero como mi tata estaba

encariñado del huevo ese, pues se lo dejaron tener y nada de coserlo al

fuego. Pos pa´ no hacerla mas larga. El huevo reventó y salió un polluelo

todo raro, casi sin plumas, mojado, como si hubiera estado en el arroyo,

una pelusa que tenía.

- Que pollo tan feo-, le dijo la tata a mi tito Tomasito.

Pero mi tito se encariñó mucho con ese pollo feo, lo cargaba siempre en

su morral, mi tito era un indio pata rajada, como tantos que habemos por

aquí; yo lo soy, solo que calzo. Pos’ mi tito solo llevaba unas sandalia de

cuero curtido, amarrados por unos lacitos del mismo cuero.

Usaba una guaripa raída hechas con ramas de álamo, cada que salía de

caza, le acompañaba guasón, que era un perro corriente, que mi tito

había adoptado, un día que se lo encontró con la pata quebrada. Pos

desde entonces eran uña y mugre, y había resultado muy buen perro

cazador. Cuando encontraban las madrigueras se ponía en una posición

especial, se paraba en seco, después apuntaba hacia el lugar con el

hocico y flexionaba una pata en señal de ya estamos aquí.

Bueno con ellos iba el horrible pollo ese. Eran compañeros

inseparables, hasta el perro ya se había acostumbrado a él, y lo mismo

le pasaba al pollo, acostumbrado al perro, siempre buscaba su calor

para dormirse. Guasón le daba resguardo y ahí los dos dejaron pasar el

tiempo. Cuando el pollo dejo de ser pollo y se convirtió en crispidas, era

un gallo muy mal amansado, tantas horas jugando con el perro lo había

convertido en un cabrito. Era peleonero y correlón, siempre detrás de las


137

gallinas, y echando del camino a los demás gallos. Crispidas era un

gallo de pelea… bueno, guasón tenia mucha culpa de ello, porque entre

los dos había una conexión se la pasaban jugado. El perro era muy

grande y crispidas había tenido que aprender mañas para escapar de él;

estos juegos lo habían hecho muy bravucón y fanfarrón. No dudo en

nada, que de la actitud de este gallo venga ese dicho que últimamente

he escuchado por las pulquerías. “¿a poco eres muy gallito?

Pos, Crispidas era un presuntuoso y cuando se peleaba, se paraba

sobre el gallo muerto y cantaba ufano. La tata de mi tito Tomasito,

pensaba en hacerlo caldo o mole; porque ya los había metido en serios

problemas con los del pueblo y es que era tan adúltero y enjundioso,

que se metía con las gallinas de todos los gallineros, no distinguía color,

ni edad. Les daba duro a todas, y pobre de aquel gallo que osara

ponerse en su camino, caía bajo la fiereza de sus patas.

Como el guasón y él, tenían una amistad incompresible, dormían juntos,

comían del mismo plato, bebían de la misma agua. Como si esto no

fuera suficiente, el guasón era cómplice de las correrías de crispidas.

Las personas se asombraban de verlos juntos y les parecía cómica la

situación hasta que lo veían metidos en los gallineros.

Eran como delincuentes, acechando detrás de las bardas, esperaban el

momento propicio para atacar el gallinero. Como si fueran de cacería,

se ponían en posición de alerta. Guasón parado muy firme con las patas

muy abiertas, mirando con ferocidad a los plumíferos y retándolos a que

se le enfrentaran, esos momentos críticos eran aprovechados por el


138

gallo para asaltar el gallinero. Todos los días era lo mismo, ni llevarlos

de cacería los cansaba, después de las largas caminatas por el campo,

este par de sinvergüenzas hacían de las suyas.

Crispidas aprendió de guasón a ser cazador y era muy bueno porque

siempre era el primero en hallar las madrigueras o los nidos de patos.

Adoptaba la misma posición del perro, se paraba casi encima de la

madriguera, una de las patas firmemente en la tierra y la otra pata la

subía de una manera extraña señalando la entrada. Al principio mi tito se

sorprendió y le causo gracia, pero después se acostumbró a verlo así.

La cacería se le facilitaba más con dos expertos sabuesos

acompañándolo. A veces no solo llegaba con conejos, sino también con

pichones o patos salvajes, dependiendo de la temporada.

Crispidas empezó a envejecer pronto y ya no quería salir a sus

correrías. Guasón bailaba frente a el para animarlo, pero no lo lograba y

paulatinamente él también cedió al tiempo, se echó a su lado a esperar

la muerte. Hasta que Crispidas amaneció muerto, no pudieron enterrarlo

porque guasón no les dejaba acercarse. Se ponía en posición de pelea y

gruñía mostrando sus enormes colmillos. Durante días quisieron

quitárselo con los mismos resultados, hasta que una mañana ya no

estaban, habían desaparecido.

No supieron que les pasó. Guasón no regreso a la choza, y nadie lo

buscó

- Que bonita historia Vicente- le dije.


139

- Los animales, en ocasiones son más leales que los seres humanos-

concluyó mi nana.
140

- -¡Cleofás!- gritó el hombre- jala la carreta y lleva a los caballos al

abrevadero- le ordenó.

La anciana se acercó a los animales, tomó las correas y los llevó hasta el

cobertizo de paja que estaba al final del corral.

Los cuatro, en silencio, la miramos pasar llevando a los caballos. Su falda vieja

y que en otro tiempo debió ser negra tenía rasgadas algunas partes, su

cabellera gris y en su piel denotaba el correr del tiempo. Seguramente esa

anciana debía estar sentada en una mecedora tomando el fresco debajo de los

sauces y no llevando a los animales a beber agua. Pero bueno, cada cabeza

era un mundo.

- así que vienen de paso- afirmó el hombre.

- -Pos’ si, vamos rumbo al norte, a ver si por ahí encontramos un terrenito

para levantar un jacalito- dijo Vicente.

- -¡Uyy!- el hombre se quitó el sombrero y se rascó la cabeza- es harto

difícil encontrar lugares así, ¿de onden vienen? – nos preguntó-.

- -De la capital- respondió Vicente- queremos hacer labor por ahí, hacer

una juntilla, trabajar unas tierritas, hacernos de unos maicitos.

- -¡Uyy!- repitió el hombre rascándose de nuevo la cabeza- no creo que

naiden quiera hacer nada acá. Los caporales del rancho El Saláis,

quisieron hacerse labriegos. Pero terminaron siendo curtidores. Luego

pusieron su tiendita allá por el centro del pueblo, junto a la placita.


141

- No, pos si nosotros no queremos aquí, amos pa’ el norte. Dicen que ahí

hay hartas tierras sin dueños

- -Uyyy! Pue’ que si. Pos tardaran muchas lunas en llegar. Y pos´ además

es rete peligroso, dicen que hay hartos indios de esos que train flechas

y rifles, que asaltan los caminos y sacan los corazones pa’ comérselos al

caer el sol. Naiden juye de ellos…naiden

La piel se me erizó escuchando al hombre. Recordé las historias de mi tío

Contando todo lo que se decía de los indios, los más bravos eran, pero no se

ponían da acuerdo.

-Habían tantos, -eso decía el tío- y todos igualitos. Por uno que hiciera fama,

todos los demás resultaban ser idénticos. Por eso, lo mejor era mantenerse

alejados de ellos. Nos contaba de la manera en que asaltaba y se robaban a

las a las mujeres y mataban a los hombres. No todos los indios lo hacían, pero

no se tenía tiempo para averiguar cuales si y cuales no.

Hablaba de su fiereza, de su actitud, de sus maneras, del terror que sembraban

a su paso. Y además me sorprendía escucharle el tono de admiración hacia

esos guerreros que llevaban en alto la disposición de no dejarse vencer. Pero

cada día eran menos y cada día era más y más reprimidos. Por lo mismo había

indios rebeldes que se regocijaban destruyendo al sikaj.

Me admiraban las historias, pero al mismo tiempo, me dejaban sobre encogida

de miedo. No quería tener nada que ver con esa clase de indios y todas las

noches, al acostarme, le rogaba a todos los santos que los apartaran del

camino por donde cruzábamos. Hasta ese día, los santos habían escuchado

mis ruegos, porque no habíamos encontrado ni un solo indio. Al menos no


142

como ésos que contaba mi tío, que iban medio desnudos, con el pecho al aire y

llevando plumas en el cabello. También nos contaba que los guerreros se

pintaban el rostro con unas líneas de colores y se ponían sobre el pecho un

peto de carrizo o de hueso, esos eran los guerreros, y entre sus cabellos se

ponían plumas de águilas. Eran el azote de las regiones planas. Y todos temían

de ellos. Ni el ejército había podido aún someterlos.

Vicente y el hombre seguían conversando

- Ahí tras lomita, por ahí donde se mira la mula, camino al rio, esta el

potrero de los Juanes, necesitan jornaleros.- decía el hombre-. Si

queren, ahí les dan providencias pa’ continuar. Pos, sino, pueden

quedarse en el granero, ahí no tendrán frio. Se acomodan por ahí entre

los granos. Traen hartos animalitos, pos ahí también pueden meterlos.

- Pos se me hace que si le tomamos la palabra, - respondió Vicente- Qué

dicen niñas- nos preguntó pero no espero la respuesta- si no le

incomoda, prepararemos una fogata en la esquina del zaguán, pa no

molestarlos.

- -No, pos no, pero esta noche cenan con nosotros. ¡Cleofás!- grito el

hombre –Oiga Cleofás, ¿los frijoles son suficientes?

La mujer que seguía a un lado de abrevadero, liberando a los caballos. Hizo

un gesto de afirmación con la cabeza. Y siguió haciendo su labor en completo

silencio. Sin levantar la cabeza. La miré largo rato, tratando de encontrarle los

ojos. No pude hacerlo ni una sola vez, la mujer bajaba la vista escondiéndola.

Mirando el polvo del camino.

Habíamos encontrado a esta pareja en el trayecto, unas horas atrás; él iba

montado en una mula parda, cargada de leña y la mujer, a pasitos rápidos,


143

caminaba detrás de ellos. Y acompañando su marcha, iban algunos perros

flacos.

La mujer llevaba sobre su espalda un hatajo de leña que sostenía con una

banda que pasaba sobre la frente y el peso de la leña reposaba sobre su

espalda.

Caminaba ligeramente encorvada, haciendo palanca con el cuerpo, se

inclinaba hacia adelante, para soportar el peso de la leña. El hombre le gritaba

que no se quedara atrás, que caminara más aprisa. Pero la mujer con tal peso,

no atinaba a obedecerlo, se notaba que a cada paso sus piernas parecían

tropezar. Milagrosamente no caía, aunque se veía débil se le notaba la firmeza.

Con sus manos firmemente sujetas a la banda que sostenía la leña, seguía

despacio y con cansancio a la caravana.

El hombre, llevaba una vara larga en la mano y azotaba con ella las ancas de

la bestia, obligándole a trotar más de prisa. La mujer, a cada paso, se

rezagaba, el peso sobre la espalda le impedía caminar más deprisa. El hombre

detuvo la yegua, se apeo y caminó con enfado hacia la mujer, parecía que la

quería golpear, fue entonces que mi nana se atrevió a intervenir.

- Disculpe, su merced. Puede decirnos si estamos cerquitas del pueblo.

- Pos…nomas ahí tras lomita, está Regulo de los pastores. No tardan más

que dos o tres partes del día. Como a las tres lo divisan- respondió el

hombre con fastidio.

- ¿tan lejos? No habrá un lugar para descansar.-preguntó Vicente-.

El hombre, vestido con ropa de manta, huaraches y sombrero de paja, nos miró

con desconfianza, midiéndonos. Tenía el rostro ajado, los párpados caídos, los
144

labios delgados y resecos, la mirada miel, el cabello oscuro, la piel del color de

la tierra. Ladeó la cabeza y después, frotó su mentón con la mano izquierda

- Uyyy , pue´que si- respondió- en mi ranchito, pueden esperar el día. Si a

sus mercedes les conviene.

- -¿Hay que caminar mucho?- preguntó mi nana.

- no, no, -respondió con apuro-, ahí detrás de los arbolitos está el jacal.

Se echó sobre la mula, nos hizo seguirlo y detrás de la carretera, caminado

lentamente, la mujer cargando los ato de leña

Seguimos al hombre, que se meneaba con sutileza sobre el lomo de la mula,

en vaivén como si el viento estuviera sobre la copa de los arboles, haciendo

sus travesuras.

Estábamos exhaustos, completamente agotados, pero mirando a aquella mujer

arqueada, con la espalda cargada de leña, como si fuera una bestia de carga,

sentí un agobio terrible, una vergüenza ajena e incomparable. Me conmovió la

Pobre mujer.

No pude imaginar, desde cuando ella tenía que ir por esos caminos en

huaraches, faldones largos y llenos de polvo, sudando, agotada, callada,

resignada. La palabra podría ser, resignada.

Y aunque jamás levantó la mirada, supuse que algo debía pensar y sentir. No

me cabía en la cabeza que una mujer fuera tratada como animal de carga,

En ningún momento levantó la vista del camino, sus ojos gachos escondían

todos sus dolores, el hatajo de leña debía pesar una barbaridad y ella sacando

fuerzas, no sé de dónde, seguía caminando, como si fuera un animalito preso y

sin importancia
145

Apretaba fuertemente los labios, como si se tragara su protesta o su dolor. Me

sorprendí y me horroricé, no comprendí porque esa mujer tan pequeña y tan

anciana debía llevar ese bulto de leña anclado a su espalda.

¿La suerte de todas las mujeres sería permanecer bajo el yugo de un hombre

con una vara en la mano?

Al verla al lado del abrevadero, soltando los amarres de los caballos, me

anime, y caminando despacito me fui acercando.

- -Ustedes… ¿tienen pollos? – le pregunté.

- Ella afirmó con la cabeza, pero sus ojos no me miraron y su boca no

pronunció sonido.

- -ustedes…tienen gallos de pelea.-insistí

Ella negó con la cabeza, mientras seguía desatando los amarres...

- Me llamo Cuqui- le dije- venimos por el camino desde hace casi dos

meses.

Y aunque ella no me respondió considere noble de mi parte quedarme ahí al

lado suyo acompañándola. No se me ocurrió ayudarle con los caballos, al final

de cuentas la sirvienta era ella, no yo.

Parecíamos dos par de mudas y sordas, bueno sorda solo ella, yo escuchaba

muy bien. Entonces tuve la idea de hacerle más llevadera la labor y comencé a

contarle todo el viaje, La verdad, que no habíamos tenido ni una sola aventura,

solo la del burro que se enamoró de Vicente, pero aún así me esforcé para

que cada una de mis palabras sonaran como esos libros de la biblioteca. Al

poco rato, me aburrí de estarle hablando, ella si que era sorda y muda,

Por fin desistí y regresé al lado de los míos. Eso de ser buena samaritana no

se me daba muy bien


146

- Nana…la mujer será muda- le aclaré.

Mi nana me sonrió. Y no me respondió.

Me había tocado ver de todo durante dos meses de viaje. Como aquella

mañana cuando nos asaltaban, en el camino de Los reyes. Eran como las diez

de la mañana, camino abajo, cerquita de un manantial, Vicente se había

detenido para hacer cosas. Nosotras continuamos en el camino, observando

como se ponía la vida, y como frente a nuestros ojos, iba levantando el sol. Los

caminos estaban solitarios pero vivos, abundaban los conejos y las liebres que

salían por todos los rincones del camino. Todas las mañanas soplaba un ligero

viento que meneaba las copas de los arboles y agitaba las cosechas. Mi nana y

yo dejamos de ser de tez blanca, en nuestro rostro se habían montado el color

de la tierra y del sol. Nuestro aspecto es muy saludable.

Viajamos en silencio, se nos acabaron los temas de conversación, ya era

costumbre viajar así, calladas, bebiéndonos el camino.

Esa mañana hacía calor teníamos cierto bochorno a pesar de ser temprano.

Habíamos desayunado antes de que saliera el sol, y a las seis ya estábamos

sobre la carreta tratando de avanzar. Era temporada de cosecha, el maíz y el

frijol reventaban en las matas, Las parcelas estaba repletas de grano, se

notaba que había sido buena temporada de siembra. El viento se paseaba

como siempre y producían un arrullo musical que nos producía más sopor y

ganas de dormir. De pronto, de una de las siembras surgieron un grupo de

jinetes. Se plantaron frente a la carreta, mi nana no parpadeo, tal vez no había

alcanzado a impresionarse.

Solas, no tendríamos manera de defendernos, podrán robarnos, desvestirnos y

hasta ultrajarnos, y no podríamos recibir ayuda alguna


147

Si mi nana estaba asustada no lo noté. Los jinetes rodearon la carreta.

Habíamos oído sobre los asaltadores de los caminos, y teníamos la

intranquilidad de pensar que tal vez un día no pudiéramos escapar de ellos. Y

ese día fue el justo, sumergidas en nuestro mutismo, mirándolo todo sin ver

algo en concreto, nos encontramos rodeadas por un grupo de hombres

montados a caballos Tenía un aspecto además de andrajosos, llenos de polvo,

tenía en el rostro un gesto incomprensible, entre furiosos, cansados, abatidos,

fastidiados y necesitados. Detuvieron los animales cerca de la carreta, y sus

caras cambiaron dramáticamente. Sus gestos se volvieron grotescos horribles,

de imponer y dar miedo

Sus ropas estabas llena de polvo, los sombreros les caían sobre la espalda, el

sol les daba de lleno en el rostro. Eran oscuros, sus cabellos lucían más largo

de lo normal, y sus ojos estaban medio escondidos por mechones de pelo.

Nos miraron despectivamente si decir nada. Uno de ellos, acercó el caballo a la

carreta y inclinándose sobre el lomo del animal. Nos miró más de cerca

En la mente de mi nana solo había una preocupación, podía perder los baúles

y entonces si sería el acabose de todo

Aún recordaba la voz autoritaria de mi tía Tencha que le decía:

- Bajo ningún pretexto pierdas estos baúles, en ellos va toda la herencia

de Cuqui. Su salvación y la preservación de nuestro linaje

Y solo pensar que su niña perdiera el linaje, le espantaba el sueño.

Con cada día de camino, era más grande la necesidad de llegar a Santa

Bárbara o a donde fuera, con tal de llegar a un lugar remoto, donde

pudiésemos hacer una nueva vida. Lejos de los peligros del centro, lejos del

oscurantismo del poder que perseguía a los creyentes.


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Aunque dicho de paso, a nosotros nadie nos perseguía. Desde aquella noche

lluviosa cuando partimos atacados por el miedo y las ordenes de mis tías.

Habíamos tenido un viaje demasiado soso y tranquilo. Ni un alma por los

caminos, a menos que encontráramos algún ranchito escondido a la orilla de

los ríos.

Los pájaros en el viento, las urracas y los cuervos en las cercas vigilando

nuestro paso, el murmullo del viento, la luz del sol y el sonido del agua bajando

en el rio, eran nuestros compañeros más leales.

Sumergidas en ese ritmo donde no pasaba nada, cualquier cosa distinta por

mínima que fuera nos dejaría sorprendidas, como pasó, cuando de la nada,

brotaron esos jinetes enfurecidos y amenazantes, además de apestosos.

Se detuvieron frente a la carretera y nos hicieron frenar el paso. El más gordo,

se puso al frente de los forajidos; su caballo parecía pandearse por el peso del

enorme hombre, gigantesco como un personaje de cuento infantil. Éste miró a

mi nana como si fuera una vaca y después me miró a mí, pero sin ponerme

atención. Lo dicho, ni siquiera unos bandoleros sucios y harapientos

reparaban en mi. Ya debía estar acostumbrada, pero al menos, así como el

viaje me había quitado las crinolinas, los bucles y todas esas babosadas que

me hacían usar en casa. Tal vez, también debían dejarme que me notaran un

poco. Pero no, si esos asquerosos no repararon en mi, no esperaba que nadie

más lo hiciera. Y en esta ocasión, no sabía que tan afortunada era yo, de tal

cosa.

Encontrarse por el camino, con unos bandoleros era en extremo peligroso.

Forajidos con aspectos tenebrosos, hambrientos.,

- Qué train ahí- preguntó el que parecía el jefe.


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- Pos ónde?- dijo mi nana

- Pos ahí- respondió el mas gordo de todos los jinetes

- Pos nada- le respondió la nana

- Pos nada...- la remedó el hombre y luego girando el cuerpo les dijo a los

compañeros- ¿oyeron dice la yegua que nada train? ¡Vieja tenía que ser!

Los demás se rieron de las viejas que éramos nosotros y que nada traíamos.

Pero ellos no conocían a mi nana. No sabía lo que pensaba, ni lo que tramaba.

Era extraño, pero mi nana siempre mostraba una pasividad ante todo, y en

esta ocasión no era distinto. Yo si estaba asustada; ver a ese gigantón

hurgando en nuestras cosas era asqueroso.

- ¡Caray, viejas! No train más que guajolotes, gallinas y puerco. ¿’on ta’ el

licor?

Mi nana le miró directo a los ojos e impasiblemente encogió los hombros.

- Pos no traimos naida siñor, solo esos animalitos que llevamos pal jacal

- ¡Carajos! Que jodides, unos cóconos nomás. Ya ni la chingan. Vámonos

muchachos que no esta la cosa pa´ más.

- Nicanor- le llamó uno de los muchachos harapientos- y si nos llevamos

los animalitos…tenemos harta hambre.

- Tas jodido, pos a las viejas no se les roba.- él miro a mi nana, mientras

decía- ¿naide le niega un bocado a un pobre peregrino?

- No naide debe negarle comida al hambriento.

Entonces mirando a los otros, gritó:

- ¡Muchachos, agárrense los cóconos! .- se volvió de nuevo, miró a mi

nana , le dio las gracias tocándose el sombrero y salió galopando

camino abajo y los demás jinetes le siguieron.


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Nosotras permanecimos ahí, mirando como se alejaban. Detenidas en el

camino, por largo rato. Esperando y temiendo por Vicente. Bastante tiempo

llevaba ya, cuando lo vimos aparecer por la curvita del maizal, dimos un

respingo de tranquilidad. Yo no sabía pero Pancha al ver como los jinetes

marchaban camino abajo, de inmediato pensó en Vicente, se los toparía y

entonces no volveríamos a saber de él. Pero ahora ya lo veíamos acercarse,

todo regresaba a la normalidad. Mi nana achuchando a los caballos los lanzó

por el camino, no solo para continuar sino para que Vicente no viera la

preocupación en los ojos.

La luna estaba llena, las estrellas titilaban en el manto negro de la noche, Nana

y Vicente estaba sentados al lado de la estufa de leña. Yo miraba por la

ventana y escuchaba el arrullo de la noche. Apenas eran las siete de la tarde y

ya todo estaba oscuro. Los quinqués estaban encendidos, pero la poca luz que

emanaba de ellos solo producían una sensación de soledad, las sombras

danzaban débiles y yo trataba de encontrarles forma y nombre. A un lado de la

puerta por fuera del jacal el hombre fumando permanecía en silencio. A la

mujer no la vi después de la cena. Siempre callada y con el rostro escondido,

quise buscarle los ojos y la sonrisa, pero era de un hermetismo total, no

levantaba la cara para absolutamente nada.

Mas que la mujer del hombre , era su criada.

- Cuqui – dijo mi nana a mi espalda- ven y tómate un atole. Éste de canela

está muy sabroso

Yo me acerqué a ellos y tomé de sus manos la taza que me ofrecía.

- -qué distinta es la vida en el campo- me atreví a decir-Nunca

terminaremos de aprender . ¿verdad, Nana?


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- No hija, toda la vida es eso, una completa enseñanza.

- ¿Recuerdas la Hacienda de Perote?

- si claro que la recuerdo, la última vez que fuimos me encantó, su gente,

sus paisajes, el clima. Lástima que tu padre la haya perdido en esas

apuestas de juego.

- Mi tio Efraín estaba enfurecido por esa irresponsabilidad. Pero, después,

cuando le llegaron las noticias de que los campesinos la había ocupado

y se había repartido las tierras entonces, de una manera muy extraña,

se sintió contengo y me dijo:

- Entre nosotros Cuqui, me alegro mucho de que haya pasado eso, al

menos las tierras están en manos de quienes las trabajan, como debe

ser, el que vive de la tierra merecer posesionarse y ser poseído por ella..

Y así, quiso normalizar la situación de los campesinos, pensaba recuperar la

hacienda y repartirla en parte iguales pero de una manera legal, con papeles y

todo. Nunca te he contado Nana, pero de noche mi tío viene a visitarme. Se

sienta a mi lado, ahí se queda mudo y mirándome, con la cabeza

ensangrentada y un pitillo en la boca. Yo miró su sangre seca al lado de la

cara.

Mientras les contaba, La nana y Vicente me miraban alarmados, sin poder

pronunciar palabra

- -Yo le preguntó lo mismo todas las noches: “tío ¿qué le pasa? ¿Qué

quiere?” Pero él solo hace un movimiento con la cabeza como negando

algo, toma el cigarro de los labios y lo lanza lejos de nosotros, entonces

su figura se desvanece. Lo más extraño es que su presencia no me da

miedo, al contrario me hace sentir segura.


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Vicente y mi Nana perplejos me escuchaban. No atinaban a pronunciar palabra

alguna. Yo les miré y pregunté:

- ¿creen que sea un fantasma?

Vicente tomo un sorbo de su café y hablando para si mismo, dijo:

- -No me extraña que él venga a buscarte, cuando murió, usted niña,

debió ser la última persona en la que él pensó. Dicen, que cuando se

van con pendientes, se regresan para velar por los que les preocupan.

Me recuerdo de una historia que contaba mi apa .Allá por el pueblo,

cerquita de Ixtlán, había una ranchería donde vivía pura familia. Eran

montones de hermanos y hermanos, primos, primas, y Doña Conchita

era la matriarca. Pos nada se hacía en esa ranchería si Doña conchita

no quería, sembraban lo que ella decía, se casaban como ella decía,

una verdadera jefa. Un día amaneció muerta, fue un golpe terrible, en

lugar de llorar, aullaban…las mujeres se daban golpes en el pecho y se

arrancaban el cabello, una verdadera locura….se peleaban por bañarla,

por vestirla y peinarla, la velaron en su jacalito…en medio de cirios,

como se acostumbra los hombres se pusieron con el pulque ebrios y las

mujeres todas vestidas de negro rezaban y lloraban. 4 días duraron así,

los hombres tumbados en el suelo inconscientes de ebrios. Las mujeres

sin dormir. Desde el pueblo, llegó montado en un burrito, el padrecito,

tan anciano el pobre que parecía que en el viaje se le había escapado la

vida, llego gris, lleno de tierra, con el gesto adusto. Nada más bajarse

del burro empezó a despotricar, a darle de patadas a los borrachos,

mientras los obligaba a levantarse acusándolos de pecadores.


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- Los hombres aún ebrios se levantaron y junto a las mujeres se

prepararon para oír la misa, el padrecito estaba enfurecido, y soltaba

una sarta de palabrotas, Cuando la misa terminó y el padre echó fuera

toda la rabia que traía; llegó la carreta con la caja pal muerto, entre los

mayores, tomaron el cadáver y lo depositaron en el cajón.

- Antes de clavar la tapa, le llenaron de flores el cajón, y cuando ya iba a

tapar la caja, la muerta se sentó, en silencio, sin entender que pasaba,

los miró a todos. Todos los indios lanzaron un grito de espanto y salieron

corriendo aterrorizados. Una de las mujeres se acerco y le preguntó

- -amá.. amá ¿cómo se siente?.

Y la mujer le respondió:

- -Ya estaba allá por el camino, cuando un hombre me dijo:- aún no es tu

tiempo, regresa. Pa luego escribirme en la mano la fecha en que debo

morir.

- Luego mostró la mano y ahí se veían unos números, a según el

padrecito la fecha decía 20 de noviembre de 1848, y aún faltaba diez

años para eso.

A la conchita le decían la resucitada, ¡pobrecita! , naiden se le acercaba, le

tenía miedo. A según sus hijas, pasaba el día sentada debajo de un sauco

tejiendo su mortaja y que parecía interminable, se hizo un chal y se hizo un

vestido negro, una de sus hijas platicaba, que su ama le decía…solo tengo

nueve años para hacer mi mortaja.

Pos bueno, unos días antes de la fecha a que según se iba a morir, mandó

llamar a sus hijas mayores y le dijo que fueran poniendo en orden el pulque,
154

que mataran gallinas y las tuvieran lista para el mole. Que ya tenia el traje que

se pondría en su velorio y que ahora solo le faltaba despedirse uno a uno de

sus parientes. Así que su hija menor fuer la encargada de llevarla de una casa

a otra para que su ama se despidiera.

Claro que en los ranchos aunque seamos muy pobres siempre tenemos un

maicito, un atolito, para ofrecer a la visita. Ese día solo le alcanzo para

despedirse de 6 familias, porque en cada parada debía comer y beber lo que le

ofrecían. Bueno así fueron pasando los días entre visitas y comidas. El 20 de

noviembre se levanto se fue pa el arroyo, se bañó, se puso su ropa nuevecita,

una de las hijas le ayudo a peinarse. Mandó llamar a todos los hijos, les dio su

bendición, se echó sobre el catre y se quedó muerta. Pero cuentan que desde

ese día su espíritu vaga entre los jacales de sus hijos vigilándolos y

espantándoles el sueño.

Vicente guardó silencio, nosotras, sumergidas en nuestros recuerdos, no le

mirábamos. Yo pensaba en mi padre y en todas esas historias de espantos que

él contaba en la sobremesa, era un tema muy socorrido para atraer la atención.

Mi padre gozaba espantando a crédulos e incrédulos. Mi madre le mandaba

callar, pero eso era como echarle mas leña al fogón. Contaba historias tan

inverosímiles que no sabía si eran ciertas o invención de su mente.

- Saben que mi madre pocas veces hacía labores de casa, gustaba de

bordar y pasaba el día cociéndose la vista con esos bordados- le

escuché decir-,aquella tarde en especial, estaba yo jugando a su pies

con un trenecito de madera que me había regalado Crecencia, la criada

de la casa- todos seguían con mucha atención las palabras de mi padre,


155

que seguía relatando, yo observaba como las personas se ponían

tensas, disimulaban, pero el cuerpo y los ojos los delataba-,había salido

a un encargo de mi madre y tardaba en regresar, mi madre levantó la

vista del bordado y me pidió que la acompañara al patio a recoger las

mantas porque ya era casi el punto del sereno y no quería que las

mantas se perjudicaran. Me tomó de la mano y juntos salimos hacia el

patio, donde las mantas se agitaban movidas por el viento de la tarde,

estaba nublado y la lluvia amenazaba gris en el cielo. Ella comenzó a

bajar las mantas del tendedero y mientras yo miraba por aquí y por allá.

A lo lejos, el jardín en todo su esplendor también era movido por el

viento. Y entonces me fijé en el pozo. A la orilla de la noria, una mujer

vestida de velos blancos agitados delicadamente por el viento, levantaba

un brazo y me llamaba con la mano, movía la mano con suavidad como

si no quisiera que nadie mas se diera cuenta. Sin mirar a mi madre le

pregunté quién era aquella señora que me llamaba desde la noria. No

había terminado de preguntar cuando me arrancaron del suelo, junto a

mi madre que me llevaba en vuelo, salimos disparados rumbo a la casa.

Yo seguía mirando como la mujer vestida de blanco me llamaba con la

mano sin moverse de la noria. Entramos apurados en la cocina, mi

madre cerró de golpe la puerta y no conforme, también la atrancó. No

bien había puesto la tranca, cuando empezaron a empujar la puerta-

escuché el ¡oh! suave de las personas reunidas y atentas a la charla de

mi padre- la empujaban con tal fuerza que parecía que se rompería la

tranca, de pronto, silencio, mi madre me miró, estaba blanca de terror.


156

Entonces, no sé porque razón miramos hacia la ventana y ahí detrás del

cristal estaba ella...

- Oh- dijeron todos, en cada cara se leía la historia que cada uno se

habían ido creando conforme escuchaban la voz tenebrosa de mi padre.

- Era Crecencia que había entrado por el corral dispuesta a quitar las

mantas antes de que cayera el sereno. Tocó en el vidrio y mi madre

corrió a abrir la puerta para que entrara. No había terminado de entrar

cuando escuchamos que alguien tocaba de nuevo en la ventana, los tres

miramos y vimos como una mujer se desvanecía frente a nuestros ojos.

Era la misma ventana y el mismo cristal donde, escasos minutos antes,

Crecencia había estado tocando.

Las preguntas salieron de todas las bocas, unas llenas de incredulidad y

otras llenas de espanto, incomprensibles hechos fantasmales le pasaban a

mi padre, y casi todos creían que era cuentos de ultratumba que cargaba en

la memoria, escuchados de otras voces, en otros momentos. Solo mi padre

sabía la verdad, pero yo le veía serio, comprometido con lo que narraba. Y

aunque muchos le tachaban de loco no se perdían de sus cuentos.

Esa era mi relación con los seres del más allá, relatos y más relatos de mi

padre y últimamente la visita de mi tío que todas las noches se sienta a mi lado

a fumarse un cigarrillo, con su cara ensangrentada y la mirada perdida.

Pero lo mi nana es otra cosa. Yo no lo supe sino hasta muchos años después,

cuando una tarde sentadas en el portal del ranchito que con mucho esfuerzo

levantamos entre los tres, mirando como el trigo pardeaba el terreno, ella

comenzó a contarnos de su infancia, de esa casa llena de veladoras, velas,

imágenes de santos y vírgenes, un santo para cada causa decía su madre san
157

Pedro para los poseídos del diablo, para conseguir novio el efectivo era San

Antonio de Padua, para las causas perdidas, San Judas Tadeo; para los

maleficios, Dan Bruno y así por muchos santos. Además hacia limpias y leía las

piedras y el tarot según fuera el gusto y preferencia de los arrepentidos.

Los arrepentidos, como les llamaba la mamita de mi nana. Mi nana recordaba

los olores, esas sombras maléficas rondando por la casa aunque fuera de día.

Parecía que todos los espíritus sin paz, había ido a refugiarse a esa casa.

Incluso pensó que su madre era una bruja negra porque le había observado

coser en pañuelo con cabellos el nombre de alguien mientras rezaba una

oración, le escuchaba rezar mientras preparaba brebajes que vendía a muy

alto precio y debían ser efectivas porque venían a comprarlas de todas partes

de la región, incluso de mas lejos. Elegantes damas y carruajes llegaban hasta

las puertas de la casa, siempre protegidos por las sombras de la noche,

temerosos de que pudieran ser descubiertos. Le tocó ver como mujeres

desnudas se retorcían de manera impresionante mientras su madre pasaba

algunas ramas de arboles para limpiar el cuerpo y liberarlo de las malas

pasiones. Mujeres que acudían por algún favor especial, algunas querían

robarle el marido a las amigas, o hacer que tal o cual persona se enamora de

ellas. Los caballeros incurrían porque necesitaban quitarse a alguien de encima

o buscaban su ayuda para quitar los maleficios que sus mujeres tenían victimas

de la amante o del querido. Y muchos, por no decir todos en el inconsciente

pensaban que si morían sería mucho mejor. Solo que la muerte hablada de

frente no era tema honesto.

Su mamita provenía del Yoruba, que por causas que no conoce a ciencia

cierta, salieron de Cuba. Haciendo memoria recordó haber escuchado a


158

medias algunos detalles, por esos datos ella intuyó que a su madre le había

acusado de brujería y de haber matado con sus brebajes a una niña, hija de

personajes importantes de la región, que perseguidos para ser enjuiciados y

ejecutados, a escondidas habían podido embarcarse rumbo a Veracruz

Desde pequeña había crecido en un lugar de la ciudad de México donde

abundaba la brujería

La señora recibía en casa a una clientela selecta, siempre entre el olor y el

humor de las veladoras, la cera y los rostros de los santos la perseguían en

muchos sueños llenándola de temor. La santería era una actividad de pocos y

usada por muchos. La nana no se atrevía a contar todos los hechos

fantasmales que vivió, quería olvidar, decía. Y de su boca jamás salió narración

alguna.

Yo no estaba convencida de que los muertos regresaran, aunque mi tío se

sentara a mi lado a fumar un pitillo cuando yo dormía. Y siempre era lo mismo,

era su presencia lo que me despertaba, no tenía miedo, solo le miraba fumar

en silencio,

- Ah, es usted tío. ¿Le duele?- le preguntaba cuando miraba su rostro

ensangrentado. Pero él jamás me respondió incluso hasta la fecha.

jamás me ha respondido.
159

Mirando por la ventana hacia los pastizales, me doy cuenta de que ha pasado

el tiempo. Ya no soy esa adolecente que viajaba en carretas, transportando

cajas y personas: Empecé y dejé de arriar animales por los caminos,

sumergida en la melodía de los días que levantan y caen casi imperceptibles,

crecí mucho mientras caminaba, mi figura se adelgazó y cobró altura, mi piel se

puso tersa y dorada. Mis ojos estaban limpios y en excelente condición física.

Aprendí a ser autosuficiente, a tomar decisiones, a sentirme parte de un todo,

cosa que de pequeña no sentía. Dejé de extrañar mi cama y los suspiros y

sonrisitas traviesas de mis tías cuando vendían algún extraño adorno. Mis

padres dejaron de dolerme, dejé de preguntarme que habría pasado con ellos.

Los caminos se fueron haciendo más angostos e intransitables. En ocasiones

pasamos semanas enteras acampando a la orilla de una cañada esperando

que los ríos perdieran creciente. Desconociendo que caminos estábamos

cruzando y hacia donde nos llevaban.

Con el tiempo y en cada estación que hacíamos se nos fueron agregando

algunas personas que necesitaban un lugar para quedarse. Algunas se

acercaron con temor y timidez, solicitando unirse al grupo. Otras simplemente

llegaron y caminaron con nosotros.

La primera, fue una india Pima que llevaba cargando en la espalda a un pibe

de meses y tomaba de la mano a una pequeña niña de cabello negro y largo.

Los ojos mas oscuros y mas limpios que he visto en toda mi vida.
160

Iban huyendo tratando de esconderse en el bosque, cuando se toparon con el

campamento. Sin detenerse a pensar, tal vez motivada por el hambre y la sed,

se acercó a la fogata y nos miro con esos ojos oscuros y callados. Al principio

nos sorprendimos y buscamos detrás de ella a otros indios, pero Domitila solo

llevaba con ella, a María y a Cerapio. Por deducción, se acercó a Vicente, que

la miró de arriba abajo, le sonrió al momento que le ofrecía un jarro de atole.

Ella se sentó sobre sus pantorrillas, le ofreció el jarrito a su hija y desató el

chal donde llevaba envuelto al niño y lo tomó en su regazo. Nos sonrió con

timidez sin mirarnos a la cara, después de eso Domitila y sus hijos se

quedaron con nosotros. Los niños viajaban con nosotras en la carreta.

Mi nana encontró una nueva manera de entretenerse, se había propuesto que

Domitila debía aprender el español, solo así podríamos convivir en armonía.

Mientras caminaban por largos tramos, Domitila y mi nana entablaron una

amistad sincera y de apoyo mutuo. Las dos mujeres eran jóvenes y

empeñosas.

Después de un corto tiempo, se agregó Cenobio y sus seis niños, eran

huérfanos de madre. Al pasar los días, nos enteramos que camino a la mina

de asunción, hicieron un alto en el camino para dormir , una víbora de

cascabel había mordido en el cuello a la madre de los niños y no pudieron

hacer nada para salvarla y la había enterrado ahí tras lomita, porque no la

podía llevar arrastrando hasta el pueblo. Los mas pequeños de los niños, se

agregaron a María y cerapio que viajaban, desde hacía días, conmigo en la

carreta. Con Cenobio surgió la esperanza de llegar a santa Bárbara, porque él

sabía que rumbo teníamos que tomar para llegar al pueblo.


161

Pero el pueblo, en lugar de ser Santa Bárbara eran tres casuchas

abandonadas y destruidas por los aguaceros, nada que ver con la población

minera que buscábamos. Aún así, Cenobio fue de gran ayuda para Vicente

que ya pudo apoyarse en un cazador con experiencia. Porque además las

bocas que alimentar habían aumentado y se necesitaba mas comida.

En una ranchería encontraron a un pobre mendigo y le invitaron a venir con

nosotros. No sé que les motivó para hacerlo, a mi parecía que ya éramos

demasiados los que íbamos, que no podíamos atender a mas personas. Pero

Vicente y mi nana empezaron a tener una visión distinta del viaje, y claro como

yo era muy mocosa, no me la compartieron. Yo solo atinaba a mirar como la

caravana de tres, días a día aumentaba de manera asombrosa.

Este hombre andrajoso, al que habían invitado a venir, me daba muy mala

impresión, estaba sucio y olía bastante mal. Como si sobre él se hubieran

orinado toda una familia de zorrillos.

Pero cuando salió del rio, recién bañado, su aspecto mejoró notablemente,

hasta se le veía normal. Desde ese día fue como si hubiera renacido. Le

cambiaron de nombre y le llamaron cochero y lo sentaron a mi lado. Mis días,

semanas o meses del futuro, serían al lado de ese hombre que para acabarla

de fregar, era mudo y analfabeto. Lo de analfabeto era común por todas partes,

además, muchos ni siquiera hablaban español solo su lengua nativa que era

parte de su vida cotidiana y yo tuve que aprender a entenderles y sin darme

cuenta, como me sucedía siempre, terminé hablando como todos ellos. Una

lengua que no era la mia.


162

¡Cuanto tiempo ha pasado ya!

Vicente y pancha viven, ya mayores, en una casita que se construyeron a un

lado del potrero. Nunca pudieron tener hijos y eso lejos de molestarlos, los

impulsó a tener una especie de albergue para los indios huérfanos. Pancha, mi

nana, se encargaba de instruirles y Vicente los encaminaba en las labores del

campo. Eso si, siempre bajo mis ordenes, que como siempre, sin darme

cuenta, también terminé siendo la patrona de todos esos indios.

Cuando llegamos a esa planicie, tomamos un descanso; al fondo se iniciaba la

sierra, los abetos se cernían amenazantes contra el cielo. Yo, la verdad me

sentía muy agotada, ya teníamos en camino más de un año y medio, y la

afamada Santa Bárbara no aparecía en el sendero. Sabía que ese era el

objetivo a alcanzar, pero cada día que pasaba , me parecía que ese pueblo

era mas invención de mi nana que otra cosa. Ya era mucho el tiempo y a cada

ranchería que llegábamos, no era santa Bárbara y nadie sabían darnos razón

qué camino tomar, porque no sabían donde estaba ese poblado.

Buscar el pueblo, en lugar de ser un objetivo, se volvió un obstáculo terrible, yo

ya quería quedarme donde fuera, qué importaba si los indios llegaban y nos

quemaban el jacal, qué me importaba que los borregos en estampida

atropellaran a las gallinas y a los marranos. Qué me importaba que los

soldados, que nunca había visto, llegaran y nos apresaban. Qué me interesaba

si se perdían los baúles de mis tías, que no me permitían abrir y que ni parecía

que fueran mis baúles, sino los baúles de mi nana.

Mi nana era tan firme a tal aspecto , que ni mencionar la petición de abrirlos.

Porque de inmediato se montaba en su burro y ni quien la bajara


163

-¡Nada de abrirlos! ¡Nada, hasta que aparezcan las señoritas!

.Y yo me rebelaba y me quejaba pero mi nana era determinante:

- ¡Pero Nana, si son míos! ¿A que viene tanto remilgo?

- ¡¿A qué?! A que fue un encargo de ellas y yo soy muy obediente!

La verdad, yo no entendía nada de nada. Desde que habíamos salido de la Cd

México, corriendo…huyendo, no tengo muy claro, de qué. Con dos baúles que

seguramente estaba repletos de todos esos cuadros que veía de diario en la

buhardilla, pero ni como saberlo, era un tema prohibido.

Parábamos en todos los ranchitos desconocidos y miserable, los habitantes

siempre fueron cordiales y nos ofrecían un plato de lentejas o de nopalitos.

Luego no se porque razón terminaban dejando su jacal y marchaban con

nosotros.

Cuando la noche nos alcanzaba en el camino, terminábamos encendiendo más

fogatas, porque una sola hoguera ya no era suficiente para todos y después de

comer algo caíamos muertos de cansancio y con un sueño pesado de tan

agotados.

Conocí mucho de mi tierra, cosa que les agradezco a los que nos hicieron huir.

De pronto mirando hacia atrás, me acordé de mi tío Efraín, de aquellas

ocasiones cuando nos contaba de las caravanas; quién iba a decirme que

terminaría siendo parte de una caravana, una que se había formado con los

días y mientras cruzábamos los poblados.


164

Muchas veces, mi tío Efraín se sentaba entre el mudo y yo, yo le miraba de

reojo, ya me había acostumbrado a él, se había vuelto muy cínico, ya no solo

aparecía en mis sueños, también se colaba durante el día en la carreta,

mirando al camino mientras se fumaba su cigarrillo. Sé que el mudo lo sentía

porque se ponía tenso y no dejaba de mirar el camino, tratando de disimular su

miedo.

Mi tío se volvió un común diario, lo veía tiempo atrás sentado al lado de mi

petate, fumando en silencio, sabía que algo le incomodaba y no le dejaba

marchar, pero por mas que le pregunté, él continuaba en silencio. Y yo me

cansé de preguntar y opté por acostumbrarme. Así que muy arrejuntados

viajábamos los tres. Pobre mudo no entendía que hacía ese espíritu sentado

en la carreta, incomodándolo, pero al igual que yo, termino acostumbrándose, y

hasta parecía que sostenían amenas charlas y no me extraña, dos mudos

hablándose a señales, se hablaban cosas que yo no entendía, pero de la nada

el mudo parecía que se divertía incluso hacia sonidos parecidos a las de una

risa. Hasta en esa carreta me empecé a sentir excluida, terminé viajando en la

parte trasera, leyendo algún libro rescatado de los bultos de mi nana, ignorando

a los niños que se amotinaban a mi lado, cansados y aburridos del viaje.

Cuando llegamos a Durango nos alcanzó el invierno.

Jamás había sentido tanto frío, entre Vicente y otros dos hombres, levantaron

una cabaña donde nos guarnecimos durante semanas.

Las nevadas eran intensas, cubrían la visión y el campo cambiada en minutos

de color. Nunca había visto nevar de esa manera, al principio gozaba del

espectáculo, pero conforme pasaron los días me fastidié. Tanto frio, era
165

insoportable, todos metidos en esa cabaña, casi dormíamos unos encima de

otros. Mi tío ni se incomodaba ni se fastidiaba, él seguía mudo, fumando a un

lado de la chimenea, el mudo le hacía compañía, ahí se quedaban los dos

viendo trepidar las llamas, un madero detrás de madero consumido por el

fuego.

Dos de los niños enfermaron seriamente, mi nana saco de su recuerdo todos

los remedios posibles para sanarlos, pero fue imposible, una mañana

amanecieron muertos. Me sorprendió ver que los padres lloraron solo un

momento, envolvieron los cuerpos en unas cobijas y en silencio, salieron

juntos, sin decir una palabra. Los enterraron bajo los abetos, ahí a un lado de

la tumba recién hecha se quedaron sentados, pasando frio, tratando también

de morir de frio, como los hijos.

Ni Vicente ni mi Nana les convencieron de regresar a la cabaña. Yo los miraba

a través de la ventanita. Y es una imagen que se me quedó muy grabada.

Todos los días salíamos temprano a conseguir agua, por lo general el arroyito

estaba congelado, así que teníamos que caminar camino abajo hasta encontrar

encima de la ladera que bajaba hasta el rio un manantial de aguas termales.

Que solitarios y abandonados se veían los parajes blancos, alguna que otra

despistada ave se atrevía a volar por los cielos helados y llegaban hasta las

enramadas secas y pelonas de los arboles. El frio se encajaba en la piel y la

quebraba, nos ardían las mejillas al momento de ponerse rojas, mi nana hacia

un ungüento que oía a rayos, pero que era mágico. Las pestañas se nos

cuajaban y tratábamos de caminar con la vista sobre el piso, para aminorar el

rigor del viento


166

Un día, nos llevamos un susto mayor. Al lado del rio, por la misma rivera por

donde bajábamos todos los días, se había establecido una tribu. A primera

vista parecían apaches, pero no estábamos seguros. Tal vez eran comanches

en cosa de horas se habían asentado. De sus tipis, hechos de cuero, salían

columnas de humo.

Un día antes no estaban ahí, de dónde habrían salido, por donde habían

llegado que nos los vimos, claro que desde la caballa poco se distinguía y

menos con esas nevadas que estaban cayendo. Mirando la pequeña aldez, nos

quedamos serios, como paralizados. Temerosos, ¡si, temerosos! porque eran

tantas cosas malas las que se oían de los indios del norte, que no sabíamos

que resultaría de este encuentro.

Estábamos muy al sur para que fueran apaches, pero con los revuelto del

mundo todo podía pasar, a la mejor eran unos cuantos huyendo, así como

nosotros, tratando de pasar desapercibidos. Y que mejor lugar que la sierra y

los bosques para esconderse.

Se sabían de historias estremecedoras. Los norteamericanos trataban de

desaparecer estas etnias, muchos formaron alianzas para defenderse del robo

al que eran sometidos; los nativos sabían moverse por los terrenos, sin

embargo, el poderío se fue extendiendo a pesar, como contara mi tío, de las

tribus guerreras que eran hostigadas y obligadas a defenderse. Y de ahí las

masacres que narran tantos historiadores.

Las historias de sangre y muerte abundaban en el argot de los colonizadores y

aunque mucho de razón tenían en esos cuentos, nunca mencionaban todas las

muertes y los castigos a los que habían sometido a estos nativos, pero mi tío
167

justificaba las acciones de los indios y su manera de defenderse porque decía

que era razonable que como pudieran se defendieran ; no podían hacer

mucho contra carabinas y los revólveres, y a pesar de su fiereza eran

desplazados, perdiendo sus territorios, destruyeron sus aldeas y dividieron las

tribus,.

Los norteamericanos no tenían por finalidad comprender nada, ellos solo

querían colonizar, y para ello mandaban a cientos de personas en caravanas.

El oeste era un territorio casi virgen, con la adquisición de nuevo México, de

california y Texas la expansión estaba encaminada, las treces colonias se

extenderían como nación.

Como los indios de mi país, los indios de aquel país quedaban en nada, y

aunque no estaban metidos en reservaciones como en norteamericana,

muchos estaban sometidos bajo los yugos de los poderosos. Aunque como

decía mi padre, los indios son los indios.

Pero recuerdo que mi tío mencionaba que los indios del norte seguían luchado

cosa que no pasaba ya en el México actual. Que en México la colonia había

triunfado sobre los nativos de las regiones, sometidos bajo el hambre, la

muerte y la religión habían terminado con su resistencia. Al norte pasaba algo

similar, solo que los indios se resistieron y se movían de un lugar en otro

dejando desconcertado al ejército. El hombre terminaría venciendo, era el

colonizador, pero aún así los nativos se resistían, luchaban, morían o se

escondían.

Tal vez ese grupo que acampaba a ambas orillas del rio, eran parte de esos

indios que escapaban de las reservas. Lugares que se habían creado y hacia
168

donde llevaban a todos los indios que habían firmado los tratados de paz, ahí

se le limitaba, se le controlaba y se les legislaba, de acuerdo a las leyes de

las trece colonias. Muchos indios no estaban de acuerdo en ello, así que

preferían huir o morir antes de quedar presos de su limitado suelo.

Pero para qué especular, lo mejor era regresar sobre nuestros pasos, tan

callados como habíamos llegado. No nos dimos cuenta que no habíamos

pasado desapercibidos, pecando de ingenuos. Antes de llegar a la cabaña ya

teníamos compañía, claro nosotros íbamos a pie y ellos montados en caballos,

nos alcanzaron con rapidez. Nos rodearon, solo éramos seis los que nos había

tocado esa mañana ir al rio. Los demás estaban dentro de la cabaña, mirando

por la única ventanita que daba al campo. Aún más asustados que nosotros.

Verlos llegar y rodearnos fue impresionante. De pronto me sentí parte de todos

aquellas historias de mi tío Efraín, a punto de morir bajo la furia de las hachas y

las flechas.

Los indios sobre los lomos de los caballos se veían gigantescos, sus caras

oscuras y hoscas, se veían más asustados que nosotros, además tenían un

aspecto demacrado. El cansancio suele ocasionar ese desgaste, lo sabíamos

nosotros que ya teníamos meses sin poder quedarnos en algún lugar.

Impetuosamente, mi nana salió de la cabaña. Se metió entre los caballos, y

frente a los indios, se puso las manos sobre la cadera, retándolos. El que

parecía ser el jefe, la miró con curiosidad, ladeo la cabeza analizándola. La

verdad que mi nana era tan valiente, había que reconocerle ese atributo. Si no

de qué manera se explicaba, que sobre todos los peligros se hubiera hecho

cargo de mi, cuando no tenía ninguna obligación.


169

- ¿Qué es lo que quieren?- preguntó mi nana, con voz potente y femenina.

- Estamos enfermos, - escuchamos la voz gruesa del hombre-, no hemos

podido avanzar más

- ¿Necesitan ayuda?- preguntó mi nana.

- ¿Pueden ayudarnos? Los niños están muy enfermos.

Mi nana me miró y me ordenó:

- Vamos.- de inmediato resolvió

Yo no sé que pensaba mi nana, de medicina no sabía más que los remedios de

sus antepasados. Efectivamente los niños ardían de fiebre, tenían sarampión,

- Cuca – me dijo.- lo primero que tenemos que hacer es bajar la fiebre.

- ¿Y cómo haremos eso?- le pregunté con la voz temblorosa, llena de

imágenes de matanzas.

- A ver …probemos,- mientras miraba a su alrededor, pensaba que hacer,

me miró de nuevo y me dijo-, corta de tu falda un pedazo de tela, ahora

saca de ese pedazo,-me indicaba mientras me quedaba sin falda.- Sal al

arroyo y trae pedazos de hielo, envuélvelo en la tela...que sean 4

pedazos de hielo en 4 pedazos de tela.

Yo le obedecí, el mudo me acompañó al arroyo y el mismo cortó el hielo. Así

mismo se lo llevamos a mi nana que lo puso en los sobacos de los niños.

- Esperemos que esto de resultado- dijo en voz alta.


170

La fiebre empezó a ceder, cuando los rostros dejaron de tener mucho color, se

oyó el respiro aliviado de mi nana. Debemos hacer guardia, Cuca porque esto

no es tan simple, me parece que es sarampión y eso mata. Si toda la tribu

tiene el mal, puede que tengamos algunos muertos, incluso podríamos

enfermar nosotros.

- -¿nosotros? Pero nana….

- ¡Nada…nada! Ellos nos necesitan no podemos dejarlos.

Los días siguientes estuvieron cargados de cansancio y de preocupación,

bajando constantemente hasta el rio para traer agua fría, preparando infusiones

con hierbas que Domitila consiguió entre las cañadas. Afortunadamente, el

sarampión que les había atacado era controlable y de cierta manera benigno.

No se dieron decesos, y en cuestión de días todos estaban recuperados.

Lo que nos falta, el agradecimiento de los indios hacia nosotros, los hicieron

quedarse con nosotros y seguirnos, abultando el número de la caravana.

El tiempo siguió avanzando, las nieves seguían cayendo y el frio no cesaba, en

las laderas de los cerros se oía el aullido de los lobos y el ronronear del aire frio

que se paseaba con su cola de colores.

Ya estaba harta de ver tanta nieve y de padecer tanto frio, le pedí a mi nana

que nos estableciéramos ahí, que ya estaba cansada de caminar, que Santa

Bárbara no aparecía y que yo estaba completamente agotada. Que ya no

quería seguir. La nana tan comprensible que era, me dijo que me tomara un

descanso que me echara a dormir y que después hablábamos. Claro que ese

después no llegó nunca.


171

Cuando la nieve empezó a derretirse, la nana ordenó que recogiéramos todo y

continuáramos el viaje, que Santa Bárbara ya debía estar cerca.

Estábamos en un terreno muy agreste, mucha montaña, muchas veredas

peligrosas, muchos acantilados, muchos desfiladeros, y nosotros cada vez

éramos más, entre personas mayores, adultas y niños, ya sumábamos más de

40 personas. Unos en caballos, otros a pie y algunos más en las carretas. En

continua peregrinación buscando el lugar señalado, como en otro tiempo

habían hecho los aztecas, la historia se repite, solo que nosotros no

buscábamos un águila parado en un nopal, nosotros íbamos en busca de

Santa Bárbara, una población que aún no aparecía en nuestro camino

- Nana ¿que tal que por este camino no llegamos a Santa Bárbara?

- ¡Nada!, por este camino podemos llegar hasta el mismito paraíso.

El mismito paraíso no parecía llegar, cada día parecía que nos alejarnos más y

más. Ni siquiera podíamos dar con un pueblo de regular tamaño, y

seguramente debían existir algunos. Lo que yo ignoraba es que íbamos

rodeando las poblaciones grandes. MI nana aun sentía temor de que nos
172

estuvieran buscando. Además le cayó de maravilla la idea de ir agregando a la

caravana a las personas, eso significaba que los baúles de mis tías estarían

más protegidos e incluso, cuanta mas gente se agregara, la posibilidad de ser

asaltado, era menor.

Y además que los indios vinieran con nosotros, imponía cierto respeto a quien

nos viera pasar. Incluso yo, sentía ese miedo, prefería estar un poco retirada

de ellos; no era mi culpa, era culpa de todas esas charlas de sobremesa y de

mi tío muerto que seguía sentado a un lado del mudo, fumando su pitillo. No

podía dejar de pensar en esos relatos, con el tiempo el miedo fue

disminuyendo, inclusive pude charlar con la mujer de rayito, el jefe de la tribu.

Azucena se llamaba ella, era una mujer regordeta con ojos sonrientes, sus

cabellos largos y negros estaba trenzados detrás de la espalda, con una voz

dulce y enérgica. Ella tenía dos hijas muy pulcras y lindas, un poco

pretenciosas, al menos así me lo parecía a mi; pero debía también debía ser

que me daban celos, tan delgadas y hermosas, con ese tono canela de piel,

sus ojos negros y grandes, eras hermosas, todos las miraban pasar,

Bueno qué esperaba, a mi ni un cinco me tiraban. Me miraban y me saludaban

porque a según ellos era la dueña; no sé de dónde habrán sacado que soy el

ama, la dueña de la caravana. Que soy la mesma patrona de todos. Pero me

saludan con respeto y con miedo y yo no sé porque razón se comportan así. Si

soy como todos, un refugiado buscando un lugar para vivir en paz.

- Si quieres cuca, puedo decirle a Rigoberto que traiga a John y a Mick,

para que los conozcas-.


173

Regreso de aquellos lugares pasados y me percato de que Carmen esta ahí

hablándome, me había olvidado de ella. ¿De qué cosa me hablaba Carmen?

Cuánto tiempo llevaría sentada frente a mí, muy modosita con su vestido de

lunares azul celeste. Le sonreí ligeramente, dándome tiempo a recordar, de

nuevo le intenté llenar la taza de café, pero ella puso su mano sobre la boca de

la taza, indicándome que no quería más café. ¿cuántas tazas le habría servido

ya?.

Ella me miraba expectante y yo no sabía porqué, es que no sabía de qué

estábamos hablando. La culpa también la tenía mi tío Efraín que estaba

sentado al lado de Carmen. Gracias a Dios, ella no lo presentía, pero de pronto

tosía, era por el humo del cigarro de mi tío. ¿Cuánto tiempo más permanecería

mi tío conmigo?

Entonces recordé el tema del que me trataba Carmen. Y con él vinieron a mi

cabeza los recuerdos de aquel sacerdote que tenía un romance con mi madre,

ese hombre puro y lleno de divinidad al que mi madre le hacía el favor

amándolo.

Tenía mucho tiempo sin pensar en ellos. Hacía tanto tiempo desde que

pasaron las cosas. No en vano, yo ya tengo 62 años, mucha correría con gente

pero sola. Miré sobre el hombro de Carmen, detrás de su hombro estaba la

ventana abierta por donde podía mirar los sembradíos de maíz.

Cómo habíamos llegado hasta ahí. Pues resultó que Santa Bárbara, al final de

cuentas, apareció frente a nosotros, ¡por fin! Era un poblado pequeño,

enclavado en la sierra, la gente era cordial y amable, pero por alguna razón mi
174

nana no se sintió cómoda entre esa gente. Tal vez era que ya se había

acostumbrado a las andadas y al polvo del camino.

Así que pasadas dos semanas, se acercó a mi y me dijo que nos

marchábamos mas para el norte, que en esa población muchos de nuestros

amigos no eran bien recibidos y que teníamos que ser leales para todos

aquellos que confiando en nosotros se nos habían unido en el camino. Qué

podía decir yo, al final de cuenta terminaríamos haciendo lo que ella quería y

así fue, una tarde dejamos las carretas preparadas y salimos de madrugada.

El cielo estaba poblado de estrellas, se oía el ulular de los búhos metidos entre

los pinos. Avanzamos con los niños dormidos sobre las carretas, con los indios

entre nosotros el caminar ya no era difícil, los caballos lo agilizaban todo, solo

las mujeres iban a pie por el camino, a veces calladas y otras hablando. De qué

hablaban tanto las mujeres, parecía que nunca se cansaban. Cuando

encontrábamos un claro descargábamos, se levantaba el campamento. Las

mujeres preparaban las viandas y los hombres se encargaban y de los

animales.

Los alimentos erala parte más cordial del camino, ahí todos éramos iguales,

ellos dejaban de verme como la patrona, me sonreían y se atrevían a dirigirme

la palabra.

Pero solo azucena se acercaba a mi, me ayudaba a peinarme el cabello, me

sonreía y me abrazaba. La sentía más madre de lo que sentí nunca a mi

madre. Sus hijas nos miraban con celo, tal vez pensaban que les robaba el

cariño de su madre.
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- Sabes, Carmen. Estaba recordando épocas. Y no logró captar en que

momento me convertí en la madamas del pueblo- miré a Carmen directo

a los ojos, ella no pudo sostenerme la mirada, disimuló que se ponía

nerviosa conmigo y que no entendía la pregunta.

- Bueno, este pueblo se fincó a tu alrededor, tú fuiste la primera en fincar

una casa en este terreno.

- Lo sé. Pero no vine sola, éramos muchos. Mi nana y Vicente, ellos

fueron los principales incursores.- aseguré

- Ya son muy ancianos Cuca.- me dijo.- volviendo al tema de los pastores.

Sabes que una población no puede estar sin fe, que más da si son

clérigos, pastores, diáconos. Lo que necesitamos es una casa en donde

reunirnos para oir la palabra de Dios. Quieras o no, eso ayuda a la

gente. Creer en algo nos levanta todas las mañanas y es muy bueno

que este pueblo olvidado de Dios tenga su iglesia. Que importa si son

metodistas, católicos, mormones. Los muchachos ofician en la plaza

bajo el sol, la lluvia, el frio, son momentos de paz, de unión. Todos

esperamos el domingo para ponernos los mejores trapos, e irnos al

sermón. Y estamos puntuales a las diez de la mañana, Es un momento

de unión de encuentro, nos alimentamos espiritualmente. Ayuda mucho

tener alguien que nos recuerde que hay un dios, y mas ayuda que no

tenemos que bajar por caminos inhóspitos hasta la población mas

cercana que ya sabes no está nada cerca. No sé porque no quieres

acompañarnos en el sermón, nos harías muy dichosos a todos-

concluyo.
176

- ¿Los haré dichosos? Y quién me hará dichosa a mi, ya sabes lo que

pienso de los predicadores, sean de la religión que sea, yo tengo mi

propio Dios, bueno o malo, pero es mío. No ando en busca del dios de

nadie. Ni comparto rezos que no me dicen nada, porque los dicen de

memoria sin pensarlos. No, Carmen, no iré de sermón. ¿quieres mas

galletas?- le pregunté. Carmen me miro desesperanzada y sus ojos me

dolieron mucho

- ¡esté bien!- le dije con fastidio- Apoyaré la construcción del templo, les

daré el terreno que está contra esquina de la plaza, pero no haré nada

más. Ni me pidas que vaya de sermón, creo que dándoles el terreno

contribuyo mucho con la fe del pueblo-.

- ¡Gracias, Cuca! No sabes lo que este regalo significa para todo el

pueblo. ¡Me voy!- dijo apurada- debo contarle a Reyes que podemos

comenzar a planear la iglesia.- Se levantó me plantó un beso en cada

mejilla y se marchó.

Miraba como los indios codo con codo con los otros, iban levantando las

cabañas que serían nuestras casas para el resto de nuestra vida.

La mía era la más grande, con tres recamaras, un saloncito de estar, la cocina

y el comedor. Era una cabaña amplia y con olor a bosque. Sus enormes

chimeneas eran un extraño detalle de esas habitaciones, una chimenea para

cada habitación. En una de las recamaras los dos baúles cerrados, ni aun en

esa casa me daban permiso para abrirlos, conforme fue pasando el tiempo, los

baúles fueron un adorno mas, ya ni me intrigaba saber que contenían.


177

Pesaban mucho y tenían que cargarlos entre varias personas para moverlos

de lugar, por eso, desde que los pusieron en esa habitación, en ese mismo

lugar había permanecido por décadas. Solo les bordé unas toallitas para que

sirvieran de adorno. Los baúles en si ya eran un adorno. Pero siempre los

mismos adornos terminan por pasar desapercibido, ya los dábamos como un

algo desaparecido. De tan visuales. terminan pasando desapercibidos y

olvidados, aunque los veamos y los toquemos.

Habían pasado décadas desde que llegamos a esa planicie, el gusto que me

dio escuchar a mi nana diciendo que habíamos llegado. Que desempacáramos

y empezáramos a hacer vida.

Era una planicie que se extendía a todo lo largo sobre el rio. Este seguía un

camino mas abajo, donde terminaba la barraca. Para llegar a él, solo teníamos

que bajar la ladera, el rio se deslizaba mustio y callado, dentro de sus aguas

profundas se podía esconder la muerte.

De manera natural los demás se fueron asentando, para levantar sus casas,

los indios escogieron un paramo que estaba cruzando el arroyo, no estaban, ni

lejos ni cerca de los demás, simplemente a distancia prudente. Los mestizos si

se quedaron cercanos a mi casa.

Con el tiempo lo que había comenzado como una ranchería próspera y que

atrajo a otros, fue cambiado de aspecto, a las cabañas se les agregaron

edificios hecho de adobe, con vigas de madera y techos de manta blanca. Aun

no logramos traer la luz, las lámparas de alcohol eran las preferidas de las

personas de las casas, dejando un poco olvidadas las velas, los caminos no

estaban trazados y el pueblo no aparecía en el mapa, aún cuando era el más


178

próspero de la región. Algunos de las personas se internaron en el bosque y

pusieron un aserradero. La madera era la empresa del futuro. Y aunque no

había tanta armonía entre los habitantes, lo disimulábamos muy bien.

Los ricos eran los ricos y los pobres eran los pobres. No entiendo en que

momento se estableció esta división de clase, si todos habíamos comenzado

de la misma manera, solo que algunos de forma más cómoda no quisieron

batallar y se quedaron a trabajar para otros, en lugar de trabajar para si

mismos.

Con el tiempo fuimos cambiando el aspecto, la ranchería se hizo pueblo, y

entonces empezaron a llegan los demás…se asentaron por doquier entonces

delimitamos la plaza en el centro el pueblo. Para evitar que se apropiaran de

ese terreno. Fueron muy acertadas mis suposiciones porque no habían pasado

meses, cuando una familia completa llego y sin preguntar empezaron a fincar

sus casas alrededor del terreno. Llegaron como dueños y señores, como si la

tierra fuera de ellos. Y todos pensamos que tal vez si lo eran, pero pronto

estuvo claro que no era así Lo que pasa es que eran un montón de

usurpadores, estafadores y vividores, pero en el pueblo no lo sabríamos sino

mucho tiempo después, cuando ya nos habíamos acostumbrado a convivir con

ellos. De ese tipo de personas eran todas, desde las mujeres que hablan con

un tono cargado y autoritario como si todos fuéramos sus sirvientes. Parecía

que estaban acostumbrados a mandar y a ser obedecidos.

Todos, a los alrededores, pensaron que se habían instalado ahí porque tenían

poder y dinero, entonces serian los importante del pueblo: lo que pasa es que

cuando uno es atrevido, audaz y aprovechado, pues se hace de buenas cosas,


179

echaron mano de sus pretensiones reaccionaron ante la oportunidad, la

supieron ver y ahora estaban en el pueblo dándose de baños de grandeza.

Pero con ese pensamiento los otros habitantes del pueblo pensaron y siguen

pensando que esas personas son los importantes del pueblo y de tanto creerlo

lograron que también todos se lo crean

Los mejía y yo no tenemos muy buenas relaciones, son fantoches y gustan de

hacer mucho ruido. Se visten de seda y pegan a los jornaleros con el látigo del

desprecio. No soporto esta deferencia, siendo lo que se es, un simple mortal

que habita, además , de qué se jactan si son unos venidos de menos que se

hicieron de unas tierras que no eran de nadie. No les costó mayor esfuerzo que

el de apropiárselas, como yo. Mismamente como yo.

En aquellos tiempos, la tierra parecía ser de nadie, hasta donde alcanzara la

vista podía ser tuyo si te lo proponías y si pasabas algún tipo de soborno. La

permanecia otorgaba título y nosotros, digo nosotros por no decir los demás,

empezamos a trabajar la tierra, las cosechas se daban de muy buen manera, al

principio las siembras eran solo para nosotros, para subsistir durante todo el

año. Pero después, las galeras empezaron a abarrotarse y fue imposible tener

mas cosecha almacenada, empezamos a comercializar. Buscamos las

poblaciones más cercanas, y hacia allá empezamos a mandar el producto,

éramos prácticos y lo poco que nos daban lo gastábamos en semillas y en

árboles. Entonces pasados unos diez años tuve sobre mi mano la primera

manzana que se cosecho por aquellos lugares. No éramos expertos

manzaneros, pero a base de equivocarse se aprende. Desde el inicio

empezamos a conocer el clima y el terreno, nos acomodamos a los ciclos de la

siembra. Ahora espero ver como cae la noche y siento el arrullo de las
180

arboledas que vibran cargadas de manzanas. Más allá, la siembra de maíz se

pone verde, lista para ser cosechada-.

Me siento, como todas las tardes, en la mecedora que está en el pórtico

esperando el anochecer, me tomó un cafecito de olla que preparó Gertrudis, la

señora que me atiende y me ayuda en la casa. Ella se queda conmigo y se

recarga sobre la pared, sentada en la barandilla del lugar.

- Cada que anochece no puedo evitar recordar a mis tías. ¿qué habrá sido

de ellas?- me pregunto en silencio, rumiando mis recuerdos y todas las

preguntas que siguen sin contestar a pesar del tiempo que ha pasado.-

Gertrudis, debemos hacer algo en esta casa, me parece tan rancia, el

color tan desabrido, me voy a morir y no me voy a atrever a pintarla de

otro modo. Tenemos que cambiar de muebles, de cortinas, de piso, de

todo.

- ¡Ay , niña! ¿Pa´qué quiere cambiar si naiden la visita? Debíamos hacer

algo para que los amigos del pueblo suban a saludarla.

- ¿Para qué quieres que me visiten? Solo vienen a pedir cosas, dinero,

permisos, estoy harta de todos ellos. Necesito hacer algo más. Qué se

me hace que me voy a Chihuahua a comprar muebles.

- ¡a Chihuahua! Pero si está harto relejos- me dijo-

- Si, a Chihuahua o a El Paso, la cuestión es salir de aquí.

De la nada escucho la voz de la nana que en las sombras viene acercándose

por el camino.
181

- No seas niña, Cuca.¿ Qué tienen de malo tus muebles?

- ¡Nana!- le dije-. A ti, tengo que preguntarte algo.

- Pregunta reina, que estoy aquí pa’ responder a todo

- Hoy me puse un madrazo con el baúl de la esquina, había olvidado que

ahí estaban los baúles. Ya han pasado los años tenemos que abrirlos

- Primero muerta que abrirlos, son un encargo de tus tías..

- Pero nana- le interrumpí- mis tías desde hace añales deben estar

muertas y enterradas y yo quiero ver que hay dentro de los baúles,

además son míos… ¿qué esperamos? ¿a que me muera?

- Tus tías dijeron que en esos baúles iba toda tu herencia, que bajo

ningún pretexto debía permitir que algún desconocido se hiciera de ellos

y mucho menos los abriera.

- Pero nana ¿qué desconocidos ves aquí? Son míos y no los puedo abrir

¡es el colmo!

- ¡Ya, ya, no reniegues! Ya llegara el día, no comas prisas.-me dijo la

nana

A veces aborrecía a mi nana, tan autoritaria. A pesar de su enorme edad

parecía una jovencita, yendo de un lado para el otro con su marido que estaba

mas enfermo cada día, pero ni enfermo dejaba de trabajar. Miré con fiereza a

mi nana mientras le preguntaba:

- ¿Esperar 50 años es comer prisa?


182

Mi nana solo se encogió de hombros.

Gertrudis nos oía muy atenta, dentro de su cabeza empezaba a entender la

existencia de esos baúles, tal vez tuvieran plata, o lingotes de oro, joyas,

porque pesados si que estaban, porque nunca los pudo mover-.

No supe que esos baúles eran la comidilla en el pueblo, todos preguntaban que

contenían y fue, precisamente, Gertrudis la que les aseguró que dentro de

ellos, toda la herencia de mi familia permanecía en espera de que esos baúles

fueran abiertos.

No faltaba reunión en donde la intriga que ocasionaba la existencia de mis

cerrados baúles , no fuera mencionada. Sin pensarlo, la existencia de los

baúles se fue se fue haciendo como una especie de leyenda y muchas

cabezas pasaban horas y horas pensando como podrían saber lo que contenía,

- Si yo lo dije siempre, Cuca debe ser muy rica- aseveró Carmen. Los

predicadores que merendaban todas las tarde con ella, ponía mucha

atención en el tema- porque si no fuera así. Como es que Cuca puede

tener tanto y tanto sin haber trabajado en toda su vida. ¡claro la herencia

de las tías!

- Muy interesante el tema- continuo Reyes- ¿Acaso eso de acumular

riquezas no es pecado capital, pastores?

Los pastores se miraron en silencio y no emitieron comentario. De por si la

existencia de los baúles ya los había confrontado. Ellos miraban en esos

baúles la oportunidad de retirarse del servicio, estaban cansados de andar de

pueblo en pueblo levantando miserias y llevando la palabra de Dios, en la que


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cada vez les costaba mas creer. Sabían que podían llegar a los baúles si se

acercaban a mi, pero yo no iba a permitir que dos predicadores se acercaran a

mi persona, bastantes malos ratos había pasado en el ayer para todavía tener

que soportar a dos desconocidos llamados religiosos, ¡sobre mi cadáver!

10

Por aquellos días, la construcción de la iglesia tomó demasiada importancia. En

el pueblo pasaban tan pocas cosas, que cualquier detalle provocaba una

animosidad desconocida. Por pequeña que fuera la causa, las clases sociales

se unían para trabajar codo con codo para lograrlo. Después, cuando se

alcanza el objetivo, cada quien regresaba a su casa y volvían las diferencias.

Yo no sabía desde cuando existían esas diferencias sociales que se


184

levantaban como una barrera impenetrable. Los de la otra banda, aunque

pertenecían al mismo pueblo, parecía que eran de otro poblado y daba la

impresión de que no poseían los mismos derechos.

No sé si fue por la inercia o porque la misma gente así fue adaptándose. Es

como si vivir en la loma fuera un pecado o un modo degradante de vivir. Pero

en aquellos linderos estaban mis más cordiales y viejos amigos.

Las diferentes culturas de las que procedíamos, tenían diferencias muy

notables, pero esto lejos de aniquilar la amistad, la acrecentaba. No era

cuestión de dinero, ni de clase, tenía que ver con el lugar de nuestra

procedencia. Las diferencias tenían que ver con nuestros antepasados y la

educación que habíamos recibido. Y nuestras creencias eran ciertas, fuéramos

criollos o indios. Todos legalmente, éramos iguales, viviéramos en la banda

que viviéramos.

Antes, todos frecuentaban mucho el rancho, pero de pronto, desconozco el

motivo, dejaron de venir. Entonces yo empecé a bajar la colina para cruzar el

arroyo y sentarme a tomar el café con azucena que ya era una anciana y sus

dos hijas que ya estaban casadas. Vivían una a cada lado de la casa materna.

Cenobio había muerto de una manera similar a la de mi tío Efraín, cayó de un

caballo y se fracturo el cráneo. Las muchachas se parecían mucho a su madre,

regordetonas y sonrojadas, con los hijos, siempre pegados a las enaguas. Me

gustaba ir con Azucena , además de mi nana y Vicente, eran lo mas cercano

que tenía a una familia.

Pero entonces , una mañana azucena amaneció muerta, el duelo se extendió

a mi corazón durante muchos meses. Lloré por ella y por todos los muertos
185

que nunca había llorado. Y como suele suceder, en esas familias donde muere

la madre, los hijos se empiezan a desperdigar, así mismo nos pasó a nosotras.

Al principio iba de cuando en cuando, a ver a las muchachas; pero ellas no me

tenían el mismo afecto y yo resentí, así que dejé de ir y ellas, que nunca habían

venido a mi casa, ahora menos venían.

Las diferencias con los de la otra banda, se habían creado por razones

absurdas y ya olvidadas, tonterías de poco sustento, pero que dejan marcas

irremediables. Si los amigos de la otra banda podían evitar venir al centro del

pueblo, lo hacían. So tenía que cruzar el pueblo para salir al camino, preferían

rodear, aunque les tomara mas tiempo llegar a su destino. Solo los sábados

por la noche se olvidaban los malos entendidos y los hombres de la otra banda

se acercaban a la cantina y pasaban las horas metidos en ese lugar. Ningún

pueblo que se digne llamarse pueblo, puede estar sin una cantina.

La cantina del pueblo pertenecía a Moisés Mejía Valdez, Como todos

nosotros, él también había llegado en una carreta, acompañado solo por su

perro.

Como siempre, empezaron los rumores acerca de su llegada por la noche,

contaban que venía huyendo de la ley. Dicen, que por el rumbo de Sacramento

había matado a dos soldados y que, había llegado al pueblo para esconderse,

Si esto era cierto Moi, había escogido mal lugar para venir a esconderse, aquí

en este pueblo todos los secretos son a grandes voces y además recorren las

distancias en tiempo de nada.

Ya establecido, logró abrir la cantina y empezó a socializar. Pasados unos días


186

conoció a Eustolia con la que se casó , tuvieron tres hijos, mas feos que la

fregada. Y para el colmo uno de ellos era sordomudo. Este chico apodado el

Tito, se pasaba los días metido en el corral de los caballos, aprendiendo los

menesteres del oficio, era el más simpático de los tres hermanas, tal vez

porque no podíamos entenderle nada. Era mi caporal, un joven de ojos color

miel y andar elegante, debió sacarlo de Eustolia, porque Moi era chaparro y

gordo, con un vientre que le media un metro de diámetro, a tal grado que no

podía mirarse la punta de los zapatos, si, parece que exagero pero no es así,

Moi parecía que estaba preñado de 8 meses y de gemelos. Hasta se le

dificultaba caminar, a cada paso bufaba y se agitaba. Le tuvieron que hacer

una silla con ruedas, y sobre ella iba feliz a todas partes o simplemente a

cantina, donde ponía en orden o era el principal argüendero del lugar,

dependiendo de que tan bien lo hubiera tratado ese día Eustolia.

Pues Tito era el menor de todos los hijos y lo descubrí un día, cuando él tenía

doce años y estaba en su casa, escondido detrás de la puerta que da a la

calle, ahí en la calle principal, del otro lado de las vías del tren. En la que mas

que hogar era su prisión, miraba por la puerta de alambre hacia la calle,

precisamente cuando yo pasaba rumbo a la tienda a comprar zapatos. Le

saludé y le miré los ojos de espanto que puso al ver mi saludo. Claro que se lo

dije a Eustolia:

- Pero que hace ese chiquillo metido en tu casa, cuando debía estar en el

rio con los demás críos, Eustolia? ¿ quién es?

Eustolia se frenó en seco, me dio la espalda y tosió un poco, de espaldas a mi

me dijo:
187

- ¿No sé de qué chico me hablas?

- ¿No sabes? ! Pero si está metido en tu casa! ¿cómo no vas a saberlo?

- Pues no, no lo sé- contestó la mujer.

En su espalda oscura le miré la culpa, seguramente era tito, ya me habían

contado que el niño era especial y que los padres no gustaban de verlo con

los demás chicos. La verdad es que yo no le noté nada extraño. Pero

bueno, en fin, padres.

Cuando salí del almacén con mis nuevos zapatos de carnero hechos a

mano, noté que la puerta de la casa ya estaba atrancada. Eso fue suficiente

para incomodarme e inquietarme. No suelo ser metiche, ni preguntona..

Pero si algo llama mi atención, me aplico a las cosas hasta resolverlas.

La vida de este pueblo es común a la vida de todos los pueblos; debajo de

las sonrisas hay las mas extrañas oscuras intensiones.Los saludos pueden

esconder los mas negros pensamientos o también los mas honestos, pero,

de una manera extraña, las cizañas y las envidias son la nota que da calor

a los pueblerinos.

Me hice cargo del chico cuando enfrenté directamente a Eustolia,

aclarándole porque ese niño debía estar con los demás niños y hasta me

atreví a cuestionarle ( cosa que reconozco no me atañe, quien soy yo para

decirle como debe tratar a sus hijos ) porqué se atrevía a maniatarlo,

esconderlo y además como era capaz de a avergonzarse del muchacho. Le

supliqué que lo dejara vivir en el rancho para que Vicente lo hiciera un


188

hombre capaz de valerse por si mismo. Que ella no le iba a durar toda la

vida y hacerlo un inútil no haría mas sencilla la vida de tito.

En los pueblos, entre el chismorreo y la genuina preocupación que a veces se

proyecta. No falta que haya por ahí , alguna persona que sea muy envidiada

y a la que atacan con mas fierezas las habladas. No importa el género las

habladas atacan lo mismo a hombres que a mujeres.

Una nota muy importante, la dan esas mujeres que se quieren quedar con los

maridos de las otras ¡Claro que en este pueblo, como en todas partes también

hay resbalosas y casquivanas !. No podíamos escapar de ello, es parte de la

humanidad.

Margarita, siendo muy jovencita, llegó a vivir con sus abuelos. Era una

señorita estudiada, que había quedado huérfana hacía poco.

Para entretenerse en este pueblo aburrido, empezó a darle clase a los hijos

de los campesinos. La noticia de que había maestra en el pueblo, se

esparció como pólvora y en menos que canta un gallo, las personas le

acondicionaron una escuelita en la parte trasera de la casa de sus abuelos.

Los abuelos le abrieron una puerta que daba a la calle donde estaba la

estación de tren para que por ahí ingresaran los niños y así no tenerles

que ver cruzando la sala de estar, siempre con el pendiente de que se les

fueran a extraviar los costosos adornos de la habitación que habían traído

desde Nuevo Leon.

Los abuelos de Margarita era personas que habían llegado desde Nuevo

León y venían cargando toda su riqueza. Poseían apellidos muy


189

rimbombantes.. Arispe Mendías. Margarito y Crecencia, estas personas se

distinguían de todos en el pueblo, porque ellos si , que eran distinguidos, se

les notaba en el andar y en el hablar.

Se mudaron al pueblo porque por mucho tiempo fueron azotados por una

ola de hurtos, pero lo que derramó el vaso, fue aquella emboscada, donde

les mataron a su hija y a su yerno .Entonces con todo y luto, guardaron lo

que les quedaba y se marcharon hacia rumbo desconocido, mismamente

como yo.

Y cuando llegaron a la región entraron por el lado de mi rancho, ahí pasaron

algunos días. Por fin, pude hacer uso de las habitaciones para los invitados.

Tenerlos en mi casa, me daba tal placer que me hice adicta a ellos. ,Era

como si hubiera recuperado un poco, aquellas reuniones que hacia mi

madre, a costa de las noticias de mi tío Efraín.

Pero a mi tío Efraín no le gustó tener invitados en casa, la niña empezó a

decirles que a su habitación entraba un hombre y se sentaba frente a su cama

mientras se fumaba un cigarrillo, que le daba miedo porque tenía toda la cara

ensangrentada.

- ¡Tío, no me jodas! ¡deja en paz a la niña!- mascullé entre dientes.

El fantasma de mi tío se había instalado, lo mismo que yo, en la casa. Se

paseaba por todas las habitaciones y muchas veces se sentaba junto a mi, en

la salita de estar donde yo me ponía a tejer, o a bordar o simplemente a leer. Y

recordaba aquel día, cuando mi tío recién llegó a la casa y nos hablaba de la

barbarie que se vivía al norte. Mirándolo ahí, a veces le preguntaba:


190

- ¿Qué es lo que no te deja descansar tío?- Pero mi tío nunca me

respondía. Así que dejé de preguntarle

Mi tío era como los baúles, de tanto verlos los da uno por hecho, de por si,

nunca me había tanto miedo para dejar de notarlo. Yo no sabía que las

personas dejaron de venir al rancho a visitarme por culpa de mi tío. Los pocos

que llegaban a la casa lo hacían de día, temerosos de encontrárselo sentado

en la salita o en el comedor. Era el común de esa casa, mi tío era el primero en

estar delante de los visitantes, después me contaron que muchas veces lo

vieron cuidándome las espaldas, paradito muy cerquita a mi cuerpo. Los ojos

se le encendían y el rostro se le distorsionaba.

Y yo de tan sola que estaba, empecé a charlar con él cuando comía o cuando

iba por los sembradíos. Mi tío era el único que me escuchaba.

Las personas al principio me notaron rara, pero después fueron pensando que

tal vez, con tanta soledad me estaba volviendo loca y por eso hablaba sola.

Yo no sabía que esto pasaba a mis espaldas, Porque yo me sentía una

persona común y corriente, con ganas de trabajar y de sentir la vida.

De todos estos rumores, me enteré mucho tiempo después: ahora a mis 62

años ya no le tomo importancia. Pero en aquellos tiempos, fue un golpe bajo

muy doloroso.

Un día escuché a los niños, referirse a mi persona, como Cuca la loca. Eso sí

fue como un cuchillazo en mis costillas, pero en la actualidad eso ya me da lo

mismo. Ni estoy loca, mis pocos amigos lo saben, lo saben todos en el rancho.

Y lo sé yo, que es suficiente.


191

Pero mi tío si me espantó a los Arispe Mendías, al menos, de la casa, porque a

sus cenas de viernes, siempre me invitaban y yo procuraba ir cada vez que me

invitaban, hasta que me aburrí. Iba, no porque me gustara estar con tanta

gente, sino para no desligarme de ella. Todo lo que se escuchaba en esas

cenas podía servir.

Entonces a la nieta de los Arispe, le pusieron la escuelita del pueblo y de

inmediato se llenó de mocosos.

Todos revueltos, los hijos de los peones, con los hijos de los ricos del pueblo.

Juntos, sentados en los mismos mesa bancos. De ahí surgieron buenísimas

amistades y los más acérrimos enemigos. Los niños no hacían distinción, ni

eran tan pretenciosos como muchos de sus padres.

Entonces observé que era necesario traer más maestros. De ese modo llegó

de Cd, Madera Rigoberto García, un jovenzuelo inquieto, medio socialista,

apasionado de la historia, admirador de Don Benito Juárez y enemigo

encarnizado de los clérigos. A quienes acusaba de ser los directamente

culpables del mal que ataca al país.

Con su llegada, las noches del sábado tomaron color y calor, en la cantina se

armaban tamañas las discusiones que les ponía la sangre a hervir, a veces

salieron a relucir las pistolas. Llegó a tanto el agite que el comandante Teófilo,

tomó la resolución de llegar, todos los sábados a la de la cantina, Se ponía

firme a la entrada para quitarles las armas. Decía que era para protección de

ellos mismos.
192

Al principio, todos protestaron, decían que ser tocados por un varón no era

digno, pero después se acostumbraron.

Religiosamente, después de las confrontaciones verbales, abandonaban la

cantina enfadados y amenazando con no regresar jamás. Pero siempre

regresaban y el ánimo volvía a caldeándose. El profesor disfrutaba del lío que

armaba, le gustaba provocar a los pueblerinos. Con el tiempo el comandante

ya no tuvo que pararse delante de la puerta, porque los hombres optaron por

dejar las armas en casa. Los pleitos sobre religión y política se hicieron algo

común y lo disfrutaban al máximo.

El desgarbo del maestro, que al principio le atrajera envidias y rencores, se

hizo natural, la cuña que el solía poner a disposición de todo aquel que quisiera

participar se había hecho normal y necesario. El profesor se hizo famoso, y las

familias le invitaban a sus casas a comer y las jovencitas casaderas se

disputaban su amor.

Solo Margarita permanecía inmune a sus encantos, y esto hacia dudar al

profesor. Rigoberto cada día se fijaba más y mas en la maestra, pero ella no se

daba por enterada.

Pensando que se le iba el carro, y que si seguía así, Margarita terminaría

casada con otro. Así que sin pensarlo más se atrevió, fue directo y se le

declaró, ella lo miró por primera vez. Nunca pensó que ese hombre estuviera

enamorado de ella. En verdad lo dudaba, además ni siquiera le importaba lo

que él sentía por ella, porque ella estaba enamorada de Tito, mi caporal.
193

Los muchachos se veían a escondidas en los limites de la huerta de manzanos.

Ella llegaba montada a caballo y siempre encontraba a tito esperándola.

Algunas veces yo les vi tomarse de la mano y caminar en silencio uno al lado

del otro. Me parecía que aquello no tendría buen final, pero, quien era yo para

intervenir, solo dejé que los jóvenes disfrutaran lo mucho que se querían.

Pero en aquel pueblo nada era secreto, ni siquiera que Moi estaba muriendo de

una extraña enfermedad llamada obesidad. Era un caso raro, y el nombre de la

enfermedad aun era más raro. Lo habían llevado al Paso, Texas para que los

médicos de allá le miraran. Para nada confiaron en el doctorcito que venía en

caballo una vez al mes y que les había dicho que Moi estaba enfermo de

gordo, pero a los hijos y a Eustolia no les gusto el nombre, y en lugar de cuidar

su alimentación, lo montaron en una carreta y lo llevaron a Texas. Donde les

dijeron exactamente lo mismo, solo que con otras palabras.

Desde que regresaron, Moi yacía en una cama, sin entender porque seguía

engordando si comía muy poco.

Ningún remedio ha daba resultado. Sin embargo, no perdía el animo y seguía

tomando sus cervezas de barril y fumándose sus puros. Mientras continuaba

mirando por la ventana, como la vida del pueblo seguía estuviera o no

estuviera en la cantina.

Así como todos sabían de la enfermedad de Moi , de mis baúles , lo de mi

herencia y lo del fantasma de mi tío. No tardarían en enterarse del romance

entre la maestra y el caporal.


194

Como pasó aquel día cuando Gerónimo cruzaba el camino, lejos de la huerta,

rumbo a Madera. Pero por una extraña razón miró hacia la cerca y lo que

observo ahí lo sorprendió mucho. Se le olvidó que iba a ver a la novia, se

regresó el pueblo, tocó a la puerta de los abuelos y les dijo lo que había visto.

Margarita se casó con Rigoberto pasado apenas un mes, ella llevaba en vientre

un niño. Todos murmuraban a su espalda:

- pobre Rigoberto tiene que mantener a un hijo que no es de él.

Seguramente, él lo tenía claro, pero además de estar muy enamorado, había

hecho un buen matrimonio. Pensaba que los abuelos eran muy ricos y pues la

heredarían cuando murieran. Pero eso nunca lo pudieron ver sus ojos, porque

una noche cuando salía de la cantina alguien lo balaceo por la espalda, quedó

tendido a mitad de la calle. Todos decían que había sido Tito que enloquecido

de celos, lo había matado, pero solo fueron suposiciones porque nadie supo si

esto era cierto.

Margarita quedo viuda con un hijo de pecho. Entonces, se fue a vivir al rancho,

ahí con tito construyeron una casita y al lado hicimos una escuela. Los niños

tenían que caminar más y así lo hicieron. Los abuelos de Margarita le cerraron

la puerta y no quisieron saber más de ella.

Que Margarita se fuera a vivir con tito, le dio a ella la oportunidad de ser feliz

con el hombre que amaba y a tito lo hizo convertirse en un hombre deseado

por todas esas resbalosas que solo andaban mirando a que mujer bajarle el

marido. De pasar desapercibido, Tito se convirtió en el hombre más asediado

de la región.
195

Incluso los domingos, con el pretexto del paseo, las mujeres venían desde

otros poblados a buscarlo. Tito sordo mudo y un poco feo, de pronto se sintió el

más guapo de toda la región y esto lo perdió. Empezó a resbalar en las camas

de otras mujeres, de uno para otro lado, ocupado siempre con alguna tipa

prontona,

Margarita de pronto soportó un poco, pero lo que derramó el vaso, fue

enterarse que su marido se había revolcado con Petronila, la mujer mas vulgar

que existía por el rumbo de Las Varas, las mas burda y puta de las mujeres.

Eso si que la dejo en una total solución.

Una tarde al salir de la escuelita, se subió en su carreta y se perdió camino a

las curvas del sauz. Desde ahí se lanzo hacia el vacio. La hallaron destroza y a

medio devorar por los lobos.

11.

El día estaba nublado, probablemente la nieve se dejaría sentir al llegar la

noche, por lo general sucedía así. Las mañanas se ponían completamente

blancas y nevaba tanto que quedábamos atrapados e incomunicados, alejados

de todo el mundo. Afortunadamente, éramos muchos lo que vivíamos en el

rancho y nos hacíamos compañía.


196

Los días se volvían eternos, las mujeres se encerraba en las cocinas a

preparar comida, envasábamos todo tipo de fruta y de alimento. Los hombres

se dedicaban a cortar leña y a alimentar al ganado, Era tal la monotonía que

terminábamos odiándonos los unos a los otros. Yo aprovechaba el tiempo para

tejer o bordar, leía los libros que me mandaban desde la ciudad de México y

que me llegaban por tren una vez al año. Domitila era la encargada de

enviármelos. Creo que mi biblioteca era la única en todo el estado, empecé

apilando volúmenes detrás de mi cabecera, pero después los cambio para la

salita de estar, era un precioso adorno. Ni el pueblo y creo que ni en toda la

región alguien tuviera una biblioteca como la mía. De entre todos los textos

había uno que me acaba de llegar y que me cautivó desde la primera línea,

terminé llorando amargamente sobre la novela, era de tal romanticismo con un

amor tan puro y entregado, tanto como el amor que siempre esperé sentir y

que sintieran por mi. María era un libro ingenioso, lleno de amor y para esta

mujer solitaria. No fue la primera novela de amor que había leído pero si la que

se robó mi corazón, el volumen permanecía a un lado de mi cama en la mesa

de noche, a un lado de Quinqué. A veces con mi camisón largo y blanco

pensaba que yo podría ser la María de Jorge Isaacs, me dormía sintiendo en

mi pecho ese amor tan infinito que sentía la niña. Pero al despertar la realidad

me arrancaba de la cama.

Aunque amenazaba nieve, yo tenía que bajar al pueblo, por la noche, mi nana

y Vicente me comentaron que Carmen y otros andaban por todas las casas

exigiendo cooperación monetaria para la construcción de la iglesia, pero dos

cosas me pusieron de mal humor. Primero porque por sus propias pistolas, a

los peones les había quitado parte de la paga para meterlo a la construcción
197

de la iglesia. Los peones no podían protestar porque temían que les echaran a

la calle. Y la otra cosa que me molestó es que la cooperación la exigían en mi

nombre. ¿Qué pensaba esta tipa?, que no me daría cuenta.

Así que ensillé un caballo y lo más rápido que pude bajé al pueblo, el viento

calaba en mi cara quemándomela, el frío era extremoso, mis manos se

pusieron moradas, a pesar de llevar guantes de ternera

- me hubiera puesto pantalones- pensé.

El pueblo no quedaba lejos pero con esta temperatura me pareció lejano.

Lejano como todos los años vividos en la Cd. México, alguna vez tendría que ir

de regreso.

Domitila, en una carta, me comentaba que la dirección que yo le había dado,

ya no existía. Que ahora ahí existía una plaza. Que mi casa había

desaparecido, que nadie en los alrededores recordaba que ahí hubiera estado

una casa…La casa rosada, como la bautizaron mis padres. Leyendo la carta de

Domitila me entró una urgencia de buscar en los baúles algún papel que me

sirviera de referencia. Busqué en los cajones las llaves de los baúles, pero en

ningún cajón estaban. Fui a la cocina y tomé el llavero, ahí seguramente

estarían, pero ninguna llave funcionó, así que fastidiada, fui por un cuchillo. Los

abriría así me quedara sin manos, pero pasadas unas dos horas, me di por

vencida. Esos baúles eran míos pero parecía que le pertenecían a mi nana.

Que rabia me daba, no poder disponer de las cosas que eran mías. MI nana

me decía:

- no comas ansías….
198

Pero las ansías últimamente me comían a mi. Cada día me acometía una

ansiedad nueva. ¿Qué habría en esos baúles? Dice mi nana que mi herencia,

pero acaso mi herencia cabe en dos baúles. Pensé que éramos de los mas

ricos, al menos mi tío Efraín si lo era.

Por cierto ahora que recordaba, mi tío Efraín tenía días sin aparecer, que cosa

tan extraña, porque desde que desmontamos en la región no existía un día que

no apareciera. Bueno a la mejor, por fin, decidió irse a descansar, qué era eso

de andarme espantando a los pocos visitantes que yo tenía. Por culpa de él

nadie subía al rancho, nosotros ya estábamos acostumbrados pero los demás,

claro que no.

- -¡cabrón que frio hace! ¡¿Qué se estará pensando Carmen que no me

iba a dar cuenta?! ¿Tan estúpida me cree?

El pueblo apareció frente a mi, me seguí de largo, las calles vacías y

silenciosas, las ventanas cerradas y por los tubos de las chimeneas salía el

humo blanco sin emitir sonido alguno.

Solo se escuchaba el trote de mi caballo. Seguramente por las ventanas a

medio entornan se asomaría uno que otro rostro, averiguando quien era él que

se atrevía a andar por las calles, con este frío.

Llegué al salón de actos. Entré en silencio y me encontré en pleno a la planilla

mayor del pueblo, Carmen la primera de todos, don Tomás Ávila, Gustavo

Óranos, José Ahumada, Lola Macareno, Doña Crecencia y su esposo

Margarito y por no quedarse atrás mis dos compadres, Agustín García y Elías

Elizondo.
199

-eje- hice el sonido con la boca para atraer la atención. Todos quedaron en

silencio y miraron hacia mí. Estaban perplejos, no entiendo porque, sería acaso

porque sabían que ya había averiguado las tranzas que estaban haciendo en

mi nombre.

Carme reaccionó:

- Cuca que milagro! ¿Qué te trae por estos lugares..?¡Bienvenida!- , con la

mano me invitó a que me uniera a ellos.

- Solo – dije con voz baja y amenazante- quiero que me expliquen dos

jodidas cosas, si se puede…digo…si pueden- les señalé con el dedo.

Todos se quedaron mudos y asustados, como pajaritos desplumados, y eso

que aún no alzaba la voz.

- Me pueden decir, ¿por qué canijos retiraron la paga de los peones?

¿quién cabrones se creen ustedes, para hacer tamaño robo?

- No…- intento aclarar mi compadre Agustín

- ¡No qué compadre…! ¡No qué! ¿Qué se creyeron? que estas personas

no tienen quien los defienda. ¿De quién fue la pinche idea de hacer

eso…sin pensar que esas personas necesitan comer mucho antes que ir

a una iglesia? Me extraña de ti, Carmen. ¡Me extraña de ti! ¿Por qué

cabrones andas usando mi nombre para recabar dinero, ¿quién

chingados te dio permiso de usar mi nombre?


200

- Cuca , cuquita- dijo doña Crecencia- entiéndenos….solo el nombrarte la

gente se vuelve dadivosa. Tu nombre nos ha hecho mas fácil la

recolección, la iglesia será por fin un don de Dios

- Doña Crecencia…- le miré con fiereza- no me venga con patrañas,

¿Cómo que un don de dios? si todos ustedes están robando a las

personas, les están mintiendo y estafando, SI quieren una iglesia

constrúyanla ustedes con su dinero que para eso tienen mucho, No le

quiten al pobre lo que no tiene, lo que necesita para sobrevivir. Y por mi

padre les juro que o devuelven todo lo que con mi nombre han recabado

o yo misma les quemaré la iglesia cuando esté construida. Y ya saben

que no amenazo en vano. Y regrésenles a sus peones el salario, ¡Nada

más eso me faltaba! Que me crean estúpida y que no me iba a dar

cuenta…en este pueblo lleno de chismosos…hasta cuando se tiran

pedos nos enteramos todos.

- ¡Cuca!- me levantó la voz la carmencita- no necesitas ser tan vulgar..

- Vulgar? Pue’ que si…pero ladrona y mentirosa ¡jamás! Hagan lo que les

digo porque si no…se las verán conmigo….¡se los prometo!

Diciendo esto, di la media vuelta, me monté en el cabello y enfilé rumbo

a mi rancho.

El corazón me palpitaba con muchísima rapidez, parecía que me faltaba la

respiración. De pronto no supe más de mi hasta que desperté en mi cama. Al

lado la cara de mi nana y de Gertrudis, las dos mujeres con el rostro

desencajado por el miedo y el susto.


201

-¡caray! ¿Qué me pasó?- les pregunté

- ¡Ay, Cuca! No sé, venías desmayada sobre el caballo. Gracias a dios

ya estás acá. ¡qué susto nos pusimos!

Les sonreí con suavidad, tranquilizándolas. Al pie de la cama mi tío Efraín sin

cigarrillo, y su cara ensangrentada. Me miraba directo a los ojos, entonces sentí

miedo. Era como una premonición, como que estaba avisándome de algo.

- Habla tío, habla yo seré una bruja pero no soy adivina. Si no me diriges

la palabra cómo voy a saber que quieres decirme.

Pero mi tío como siempre, sin contestar, se desvaneció.

Por la mañana todo el terreno amaneció nevado, como sabíamos que sería, a

un lado de la cama mi nana leía la novela de maría y se enjugaba una

lagrimita.

- Que dulce novela, en realidad se me hizo de agua el corazón-´me dijo.

- Si es muy bella. Seguramente por todo el mundo habrá muchos casos

parecidos.- le respondí- Nana, tu estuviste enamorada de mi tío Efraín

La nana me miró con fijeza, era una mujer muy delgada, fuerte, por ninguna

parte se le notaban sus 72 años, sus ojos eran limpios, solo su cabellera

estaba llena de canas, pero por el resto , ni enferma ni achacosa, seguía

siendo el mandamás del rancho.

- Hace tanto de eso, Cuca- me respondió y puede ver como sus ojos se

llenaban de agua- tu tío compartió conmigo muchas cosas, fue un

caballero ante todo, me respetó, y me dio mi lugar. Nunca me habló de


202

amor. Pero yo sabía lo que sentía por como me miraba. Me dolió mucho

su muerte, pero bueno, la vida sigue

- Tú sabes, lo que dicen en el pueblo de mi casa

La nana se puso muy seria:

- Ya sabes como son los del pueblo, unas víboras, que hacen leña de

cualquiera. No pongas atención a los dimes y diretes.

- Has oído del fantasma, ¿verdad?

- Si , son estupideces , no pongas atención

- Nana , es verdad

Mi nana soltó un soplido de atención:

- Cómo qué es cierto?

- Ya te lo había dicho aquella vez cuando te comenté que por las noches

mi tío se sentaba al lado de mi tendido.

Mi nana se puso tensa, le noté el sobresalto en los ojos pero continúe:

- Siempre ha estado, lo que dicen en el pueblo es verdad. Algunas

personas lo han visto, incluso han dejado de venir, sabes quien lo veía

también Margarita la maestra

- La que se lanzó al vacio?- preguntó.

- Si ella. Por eso Crecencia y Margarito jamás regresaron, bueno al

principio no le creyeron pero después algo pasó y ellos lo vieron


203

también. No entiendo porque tú que lo quisiste tanto, no lo has mirado

nunca

- Siempre creí que eran cuentos de pueblo, tantos años viviendo aquí y ni

por asombro me paso nada, ni una sospecha.

- Porqué me lo cuentas ahora?

- Es que desde que abrí los ojos, mi tío me miraba fijamente desde el pie

de la cama. Bueno ya se fue, pero ¿significará algo?

Mi nana solo encogió los hombros, se levanto de la silla y abandonó la

habitación. Me quedé escuchando el trepidar de las llamas en la chimenea

Esperando a que regresara, cualquier persona que viniera será bien recibido

ese día.

Cerré los ojos y empecé a dormitar:-

- si caminas por aquí Cuca, no pises los flecos de la cortina, que fueron

hechas a mano y traídas desde Francia ¿ verdad Lila?

- Así es Tencha- contestó la hermana.- serán un éxito total, como todo lo

que vendemos.

Me vi caminando en la tienda de decoración que mis tías tenían a un costado

de su casa. En verdad tenía producto selecto y solo para gente rica. No

cualquiera podía pagar el precio de ese jarrón egipcio, hecho en vidrio. Me

sorprendía la astucia de mis tías, a cada objeto le agregaban una historia en

particular, lo escribían en una tarjetita, como sello de identidad, no supe si ellas

lo inventaban o era verdad , ellas me hacían escribir sobre la tarjeta, algo asi
204

como un título de originalidad. Donde se declaraba que el producto en cuestión

era único en su ramo, y además nombraba las características que lo

autenticaban y la historia que le antecedía.

La gente buscaba esos productos por mas caros que fueran, tener la sensación

de que poseen algo único los hacía sentir importantes.

La tienda de las tías era exclusiva, muy cara y no todos podían darse ese lujo,

entrar en ella era símbolo de distinción y riqueza. Solo gente encopetada y muy

rica lo hacía, y parecía que en esa época tumultuosa, los ricos no abundaban

pero los hechos dejaban muy en claro, que pasará lo que pasara en el mundo,

Los ricos eran una clase social que no sería eliminada jamás, como las

cucarachas que sobrevivían a todos los venenos, así mismo sobrevivían ellos,

las revueltas solo movían a los de abajo, los de arriba podían correr protegerse,

lavarse las manos, proteger su patrimonio, mientras los de abajo se daban de

golpes tratando de cambiar el mundo, después de cada movimiento social que

era lo que quedaba, solo lo mismo mas que cambiado de lugar, los pobres mas

pobres, los de la clase media tratando de ascender y los ricos, sonrientes y

gloriosos gozando de sus bienes.

Tantas muertes, de las que oí en esas reuniones de gente bien. Las mujeres se

asustaban y se tapaban la boca para evitar la salida un gritito de alarma, los

hombres se ponían serios, pero en el fondo, la cabeza bullendo de ideas

buscando la manera de sacar provecho del movimiento. Como dice el dicho a

rio revuelto, ganancia de pescadores. Todos ellos eran así, muchos adornos en

el cabello no hacían mas que esconder la suciedad de la conciencia, no dudo


205

que hubieran inocente pero a fuerza de tanto roce terminarían como los demás

sucios y burdos, vestidos de trapos franceses.

Mis tías eran atípicas, pero seguramente, de la misma calaña, porque me

parece que falsificaban esas tarjetitas, eso si las escribían de una maravillosa

manera con una letra de artista. Mientras Tencha le dictaba , lila se reía un

poco . No sé, como que gozaban con lo que hacían. De esas damas tan

dignas, nadie dudaría jamás, ni siquiera mi tío Efraín. Ahora lo veía claro, ni

eran jarrones egipcios, ni las cortinas eran hechas a mano en Francia.

- Ladrón que roba a ladrón- Un día escuché que mi tia tencha que le

decía a su hermana.- La tía Lila se sonrió con picardía y asintió.


206

12

La carta decía lo siguiente

“Mi querida Cuca, con el firme propósito de encontrar restos de tu vida pasada,

como me lo has encargado. He caminado por todos los edificios

gubernamentales en los que se me ha ocurrido que podría encontrar datos de

tu familia. Lamento decirte que no he podido encontrar documento alguno

sobre ti y tu familia. En concreto ni tú. ni tu familia existieron. Pero como esto

es imposible de ser cierto seguiré buscando algo que me indique en que

momento, ustedes desaparecieron de México. Lo que si encontré fue la tienda,

y venden puras antigüedades, el dueño es un árabe que llegó de España. Le

compré la pintura que te agrego a continuación, es la pintura de dos damas

muy elegantes y que el hombre me dijo que no sabía de quienes se trataba,

pero a mi me hicieron recordarte. Además te compré un fonógrafo, este

artefacto está de moda en la ciudad, tendrás que leer muy bien las

instrucciones que parecen bastante complicadas, ahí mismo me dieron un

regalo que va encima del aparato, ya sabrás como usarlo. Por el precio no te

preocupes, es bastante elevado pero vale la pena, ya te darás cuenta por ti


207

misma. La colección de libros que me encontré en el mercado, está un poco

húmeda, si para cuando los recibas siguen húmedos ponlos a secar antes de

hojearlos. La razón de esto es que no sé si sepas pero los canales de la ciudad

colapsaron hace unos días, por tanta lluvia, dicen los periódicos que cayó una

tromba en Netzahualcóyotl y arrasó con todo a su camino, los canales no

dieron abasto, rompieron los diques y todo estaba bajo el agua. Pero ya las

aguas ya están regresando a su nivel, sin embargo el desastre que dejó es

terrible. La librería que me surte los libros quedó en deplorables condiciones y

aunque tus libros no estaban bajo el agua, si alcanzaron a humedecerse.

Lamento no tener más noticias favorables hacia el tema que me trajo a la Cd

de México. Cambiando de tema te cuento que en los cafés, como siempre,

solo se habla de política. Se murmura de movimientos sociales. Ya sabes que

Porfirio es un poco o muy mucho cansino, tal vez, tantos años de presidente ya

tiene fastidiados a muchos, así que los rumores sobre luchas armas es

bastante fuerte. Por acá se menciona mucho a Francisco I Madero, a un tal

Venustiano Carranza y se les ve en la calle y en los cafés más importantes,

reunidos con personalidades. En fin no sé lo que depara el futuro, pero sea el

que sea debemos tomar al toro por los cuernos. Salúdame a Panchita y a

Gertrudis.

Te mando noticias pronto, disfruta de tus regalos. Sin otro asunto mas por el

momento.

Tu querida amiga
208

- ¡ Vaya!- me dijo Nana- eso de que no existes es algo, sorprendente.

- Nana, a mi no me sorprende nada, tú nunca me has querido hablar de

aquello, y ya tengo muchos años , creo que tengo la suficiente madurez

para conocer los hechos.

- Los hechos,-pensó en voz alta-, no están muy claros… ya han pasado

tantos años, que algunos recuerdos se me han borrado. Recuerdo a tus

tías llegando de noche, vestidas de negro, en la carreta traían los baúles

y me dijeron que debía sacarte de la ciudad, que tus padres habían sido

apresados juntos a otros, mientras estaban en una ceremonia religiosa

en recuerdo en casa de quién era la misa. Yo me alarmé mucho por ti.

Esa noche llovía mucho y no atinaba que cosa hacer, ni a donde partir

contigo..Ellas mandaron llamar a todos los criados y los despacharon a

sus casas, para que cuidaran de su familia. No supe como Vicente vino

con nosotras, cosa que agradezco. Recuerdo que ellas dijeron que

zarparían a cuba para protegerse y que mandarían por ti. No supe más

de ellas, hasta este día.

- Pero Nana, ¿no sabes quien apresó a mis padres o a dónde los

llevaron?

- No sé nada de eso. Me imagino que los llevarían a Veracruz, a San Juan

de Ulloa, de donde, según dicen, no sale nadie vivo

Cuanta historia y ahora resultaba que ni mis padres ni yo existíamos, no

atinaba a comprender como la historia de una familia completa podía

desaparecer. A quién le interesaba borrarnos de un todo a todo.


209

Empezamos a sacar los paquetes que me llegaron de México, los libros ya

no estaban húmedos, la caja del fonógrafo atrapó mi atención. No tenía

idea de qué era un fonógrafo, además venía desarmado, con razón decía

que leyera muy bien las indicaciones.

Vicente se hizo cargo del armado, a cada pieza que colocaba mas dudas

nos entraba, para qué serviría esa caja de madera, y ese cuerno ancho por

un extremo y angosto por el otro extremo como el cono que usaba don

Evaristo para oír, era similar solo que enorme.

- ¿Será un aparato para oír…como el de Evaristo?.

- No puede ser, si es enorme, quien va a soportar el peso de este cuerno

- Parece el cuerno de la abundancia ja- se rió Vicente

- Qué de cosas inventan, no cabe dura la modernidad nos ahogara tarde

que temprano.

Intenté levantar el otro paquete que venía agregado pero pesaba mucho y

no pude, así que me agache para abrirlo. Seis cajas de mediano tamaño ,

saque uno y lo abrí. Que cosa venía dentro era como tubos..con grabados

en la superficie.

- Mira nana... ¿qué es esto?

Mi nana, lo tomó con las dos manos y los revisó.

- Parecen envases sellados….que serán estos dibujitos que tienen por

todos lados

- ¡Listo!- permítanme esos cilindros…- dijo Vicente.


210

- ¿cilindros?- preguntamos al mismo tiempo

Observamos como Vicente colocaba uno de los cilindros dentro de la caja,

entonces dio vueltas a la palanca que venia a un lado de la caja de madera, y

de la nada empezó a sonar…

- ¡Música!- dijimos al tiempo los tres.

Estuvimos ahí mirando como se movía el cilindro y maravillados con tal invento

no atinábamos a decir palabras, Gertrudis se asomó por la puerta y lentamente

se acercó a nosotros, abrió ojos como lechuza

- Es mágico- resolló.

- ¡Claro que no! Es la modernidad, que cosas tan ingeniosas inventan,

una caja que hace música. Me recuerda esas cajitas musicales que

vendían mis tías y que decían venían de Viena, eran tesoros, había una

esfera que estaba llena de nieve. Cuando le daban cuerda sonaba Claro

de luna, creo que de Beethoven, al menos eso creo recordar que dijeron

mis tías, pero era una preciosa melodía y me llenaba de melancolía. Los

hombres solían comprarlas para regalarlas a sus amadas esposas.

De nueva cuenta, mis tías regresaron a mi pensamiento, últimamente las

recordaba mucho. Es mala seña recordar a los que se fueron y no

regresaron. Las miraba sentada delante de mi bebiendo su te, y

contándome cosas de las familias, ellas se conocían la historia de todos en

los alrededores, desde los menos ricos hasta los mas ricos. Solo ricos

conocían ellas, los ricos eran lo que importaba porque eran los que

compraban. El mercado estaba abierto solamente para ellos. Últimamente


211

como que me molestaba mucho el término de rico, como que los que eran

ricos me estaban dando urticaria.

Todos en ese pueblo creían que yo era rica, que tenía muchísimo dinero, no

sé de dónde sacaban esas ideas, lo único que yo poseía eran esas tierras y

todo lo que de ellas se obtenía servía para mantenerlas y mantener a los

que vivíamos en ellas. Entre peones, sirvientes, contaba cerca de 25

personas que vivía, comían y subsistían en el rancho. Nadie pagaba

alquiler, recibían una parte proporcional de lo que se cosechaba y recibían

su ayuda semanal de alimento. Desde el principio eso funcionaba de

manera perfecta. Todos nos sentíamos en paz y no sé si felices, pero si en

paz, y vivíamos como una familia protegida y progresando. Que cosas, loca

y rica….¿a quién se le ocurría?

Así que mi riqueza estaba limitada a esos baúles que tenía en mi

habitación, Traté de que todos entendieran que no era rica, pero me cansé

y entonces dejé que lo creyeran, lo malo era que de tanto estarlo repitiendo

yo también me lo estaba creyendo.

Tenía que abrir esos baúles, me moriría sin saber su contenido, quería

saber que me habían dejado mis tías.

- Es increíble Cuca…este fonógrafo está fuera de toda comprensión.

- Lo mismo pienso, es que, por mas que pienso no sé como fue a

ocurrírseles. En que consiste que las personas sean tan inteligentes,

porque no podemos serlo todos. Atenidos a los inventos de otros, que no

podremos inventar algo nosotros.


212

- Sabes… este fonógrafo sonaría maravillosamente en la fiesta que

haremos para inaugurar la iglesia. Podrías, si no es molestia ,

prestárnoslo.

- Compadre, claro que te lo presto, si tú te haces cargo. Yo aún alucino.

¿No me digas que la fiesta será en el templo?- le pregunté-.

- ¡Claro que no! Será en la casa de doña María, ella tiene dos galerones

vacíos y los puso a nuestra disposición.- dijo mi compadre- ¿Vendrás

Cuca?- me preguntó

- Pues, si me invitas tú ,compadre, seguro que voy.

- Dentro de tres domingos, nos reuniremos en la casa, cada familia llevara

viandas, ya sabes, como siempre nos organizamos.

- Me parece perfecto… ¿Qué te parece que lleve un dulce de durazno?

Este invierno embasamos mucho durazno.

- Lo que quieras llevar…mi vieja ya esta preparando el licor, ya sabes que

es amante de hacer licor de manzana y también llevaremos el rompope.

Oye Cuca tengo que hablar muy seriamente contigo, podemos

sentarnos un momento, ahora que no hay mas personas.

Mi compadre Agustín era un tipo joven y delgado que se agregó a la caravana

cuando pasamos bordeando la ciudad de Durango. Lo encontramos escondido

en una cueva, andaba huyendo desde rio colorado.Lo habían querido colgar

por abigeo, un delito muy grave por aquellos lugares, no era de buena

educación robarse el ganado de otro. MI nana le dijo que se viniera con


213

nosotros, que el cambio de vida le habría llegado por milagro representado en

nosotros.

En el camino nos contó que era huérfano y que se había escapado de un lugar

en donde le daba muy mala vida, desde entonces no encontraba lugar donde

quedarse, nadie confiaba en él y como no conseguía que le dieran trabajo, opto

por buscarse una manera de sobrevivir, se robo un becerro, pensó no venderlo,

sino en comérselo, pero antes de poderlo matar, lo atraparon con las manos

en la masa y hasta ahí llegó su vida de abigeo.

Agustín era muy simpático y cantaba muy entonado. Su voz era clara y

hermosa. Nos contó que las monjitas lo ponían a cantar en las misas, y que

era lo único que sabía cantar, así que cuando le daba, oíamos toda la música

sacra que se sabía. La nana decía que cantaba como los mismos ángeles.

Antes de llegar a santa Bárbara se hizo novia de luz Elena, la hija mayor de

Sebastián y Clara, dos personas muy silenciosas y nerviosas. Cuando tuvieron

a su primer hijo me lo ofrecieron y lo bautice de muy buen agrado. El sentir

parte de una familia me hacía sentir maravillosamente bien. Además el

chiquillo de nombre Miguel Agustín, en sus primeros años fue muy apegado a

mi, pero pronto descubrió el placer de las mujeres, se subió en un tren y jamás

habíamos vuelto a saber de él. Agustín y Luz Elena tenían otras dos hijas.

- Mira, ha surgido en el pueblo la idea de que debemos formar una

cooperativa. La idea suena descabellada, pero analizando la propuesta

es muy buena idea.- comenzó a explicarme- la cooperativa es para que

todos estemos agremiados a un grupo, donde encontremos además de

sustento técnico, protección contra los usurpadores de propiedades. La


214

semana pasada fui a Guerrero, el presidente municipal Don Elías, me

comentó que en esa región los campesinos, los madereros y los

ganaderos ya estaban buscando la manera de unirse por gremios.

Pensé que nosotros podemos agregarnos a estos grupos, no se trata de

dejar nada dentro sino… - lo interrumpí y le pregunté:

- ¿Tú crees que te dejaran hacerlo? No te dejarán

- Me dejaran, Cuca .Si tú apoyas mi idea.

- ¿Yo? ¿por qué lo crees?

- Acá todos confían en ti. Te metes poco en los asuntos de otros pero

cuando lo haces pones orden, no eres manipuladora, ni mentirosa, no

eres avariciosa. Solo basta mirar como marchar las cosas en este

rancho.

- Bueno lo del rancho es cosa que se ha dado desde principio, no porque

me lo haya propuesto. Seguimos normas que han funcionado y bueno…

no es descubrir el hilo negro. Es difícil, la gente está acostumbrada a

estar bajo el yugo de los fuertes.

- Pero Cuca, eso tiene que cambiar, tenemos que ir contra la corriente, los

campesinos están desesperados y desesperanzados. Ya esté bueno de

tanto abuso, el pueblo está cansado de ser maltratado ¿Por qué

tenemos que quedarnos a callados ante todas las injusticias de la vida?

Gertrudis se detuvo en la puerta, detrás de ella dos hombres desconocidos

venían a verme. Agustín se paró con rapidez y se apuro a recibirlos..


215

- Cuca, te presento a los pastores.

- Vaya, -el más alto se adelantó y me dijo- por fin tenemos el placer de

conocerla. Todos en el pueblo hablan maravillas de usted.

- No ha de ser para tanto – le interrumpí- ¿a qué asunto debo su visita?

les cuestioné. No podía ser suave, pero tampoco quería ser descortés

aunque no quisiera tener nada que ver con gente de esa calaña

Pude observar los ojos azules de los pastores, ahora no me importa recordar

sus nombres, porque lo que pasé con ellos es para olvidarlo. Jamás pensé que

una dama como yo pudiera levantar tan grado de apasionamiento, al menos

eso pensé, hasta que vi las claras intensiones de los caballeros. Su

atrevimiento, su pasión, su manera tan única de cortejarme no llevan otro

propósito más que quedarse conmigo

- Todo lo que han dicho de Usted se ha quedado corto-dijo John

De reojo, miré a mi compadre Agustín que se había quedado mudo y perplejo

al ver como los predicadores se lanzaban sobre mi, en una clara cacería. La

verdad es que primero me sentí abochornada y después halagada. No

cualquier mujer tiene al mismo tiempo dos jóvenes pretendientes. De menor

edad que la mía, pero eso a ellos no parecía importarles, por consiguiente a mi

tampoco debía importarme, incluso, estaba dispuesta a olvidar que eran una

especie de clérigos. Hombres santos que se merecían todo el respeto de los

presentes.

Agustín era muy buen compadre, pero como todos, era un lengua suelta, y el

sábado en la cantina soltó la noticia de que los pastores pretendían mi mano.


216

Fui la comidilla y la burla de los ebrios del pueblo. Pero no conforme con ser un

chisme de cantina, algunos de los hombres para callar el enfado de la mujer,

optaron por narrarles, con puntos y comas y algún que otro agregado, lo que

pasaba o estaba a punto de pasar con los predicadores. En la cantina las

apuestas subían de tono, y mientras apostaban hacían burla de mi persona,

Ellos que creían que no me daba cuenta de lo que pasaba, de todo me

enteraba yo, incluso de las mofas de esas personas sin provechos, ni lealtades.

Mientras todos seguían con creciente interés el desarrollo de los hechos, los

predicadores parecían inmunes a los chismes. A lo que iban ..Iban y yo, tonta,

por un momento, pase por alto, que era una anciana, una vieja solitaria

necesitada de algunas palabritas de amor. Qué `podían mirar en una mujer de

62 años, dos jóvenes rozagantes y atractivos. Olvidé mi condición y

simplemente fui una mujer que de la nada se volvió joven, se me iluminaron los

ojos, se me estiró la piel, se me puso lozana, me dio por cantar. Que estúpida

les habré parecido a todos. Cambié el color de mis vestidos, sonreía como

idiota a todo con él que me tropezaba.

Mi nana, me observaba en silencio, pero no estaba preocupada, ella sabía que

tardé que temprano yo recobraría la cordura, solo esperaba que en ese

retornar no sufriera mucho.

Mick y John parecía que habían hecho un trato, por la mañana me visitaba uno,

y por la tarde el otro y se iban intercambiando los horarios, Yo confundida no

sabia cuál de los dos me gustaba mas. Mick era candoroso, apasionado, me

besaba las manos que apresaba entre sus manos. Me acariciaba la cara y me

acomodaba el cabello. John era apacible, sus ojos azules me adormilaban y


217

me hacían sentir la mujer mas bella sobre el universo. Nunca en mi vida me

había sentido de esa manera, una mujer adorada, venerada y deseada. Que

ilusa, que dolor y vergüenza pasé.

Para la iglesia puse las bancas de caoba, como deseaban, total que era un

poco de dinero más. No me acordé que el dinero no era mío sino de los que

vivían y cosechaban en el rancho. No me acordé que nada en ese rancho me

pertenecía únicamente a mi.

El día del primer sermón yo no fui a la iglesia, pero detuve la carreta frente a la

puerta del templo y desde ahí esperé hasta que vi salir a las personas,

entonces me encaminé a la casa de doña María, en donde sería la fiesta y el

festejo. Tener una iglesia, no era sencillo, y el pueblo a pesar de todo lo había

logrado.

El fonógrafo estaba en una de las habitaciones de la casa. Una casa que doña

María conservaba a su gusto. Los pisos eran de tierra bien aplanada, tan

aplanada que parecía que podía pasarle el trapo mojado y solo se levantaría

el polvo.. Las habitaciones estaban a ambos lados de un pasillo largo que

conducía a la cocina. La habitación donde estaba el fonógrafo daba de frente a

otra habitación que también había sido acondicionada para el baile. Todos los

invitados empezaron a llegar y a abarrotar las dos habitaciones. Venían

vestidos con sus mejores galas, No había muchos momentos como ése, así

que los aprovechaban al máximo.

Agustín mi compadre, grito:


218

- ¿El baile va a comenzar! ¡Tomen sus parejas!…- diciendo esto hizo una

señal con la mano. Vicente dio vueltas a la manivela y el fonógrafo

empezó a sonar. Agustín detenido en el pasillo frente a las puertas de

las dos habitaciones, escucho la melodía y grito:- ¡vals sobre las olas! E

inmediatamente para la población de la habitación contraria a donde se

encontraba sonando el fonógrafo, empezó a tararear el vals, y al ritmo

del tarareo, las parejas empezaron a bailar. El sonido del fonógrafo no

llegaba hasta la otra habitación, así que mi compadre Agustín, tenia que

tararear las melodías que sonaban. Después de cuatros vals, mandaron

detener el baile, para rosear con agua el suelo, porque entre polvo que

se había levantado y el sudor del baile no se podía continuar. Ya

húmedo el suelo , las personas volvían a tomar su lugar en la pista y

Agustín continuaba gritando:

- -¡ Vals el Danubio azul!....¡ Polka la quinta de rosales!

Y así transcurría la noche y el baile. Mientras tanto, yo charlaba con algunas

amistades,

En el rancho dos hombres, aprovechando que todos estaban de baile,

habían entrado en la casa, con el único objetivo de llevarse los baúles. En el

baile, nadie había notado que los predicadores no estaban. Habían llegado

con todos a la fiesta pero se dispersaron y sin que nadie lo notara

desaparecieron del lugar.

No fue difícil entrar en la casa, en el pueblo seríamos de todo, desde

chismoso, metiches, envidiosos, cizañeros, pero no había ladrones, al

menos no se sabía de algún caso. Así que con la tranquilidad que da vivir
219

entre personas de bien, teníamos la suficiente tranquilidad para dejar las

casas solas, sin trancas. Y así fue como encontraron mi casa, sin tranca y

fácil de acceder a ella. A oscuras pretendieron llegar a mi habitación pero

no les fue simple, así que se acercaron a un quinqué, lo encendieron y

cuando lo pusieron frente al pasillo para mirar el camino que iban a tomar,

lo primero que miraron fue el fantasma de mi tío Efraín que les miraba de

frente con su cara ensangrentada y sus ojos llenos de vacío. Los

predicadores sintieron recorren en sus espaldas un frio que los aterrorizo,

sin volverse quisieron correr hacia la puerta. Pero la puerta estaba

atrancada.

¿Qué paso? A ciencia cierta no lo supimos.

De regreso al rancho después de haberla pasado muy bien sin echar de

menos a los predicadores hasta ya casi al final nos preguntamos que había

sido de los pastores, que no se les veía por ninguna parte. Las personas

querían despedirse de ellos pero no aparecieron .

Y no fue, sino hasta la mañana siguiente que al grito de Gertrudis los

encontramos muertos encima de los baúles. Las versiones se corrieron por

mil, decían que tenían los ojos abiertos y llenos de terror , que seguramente

los había matado el fantasma. De la noche a la mañana nos quedamos sin

predicadores y yo sin pretendientes.

Viéndonos ahí encima, supe en realidad lo mío había sido una pantalla,

ellos en realidad venían por mis baúles.


220

Y cuando en el pueblo se supo de la muerte de los pastores, a todos les

quedó muy claro que los baúles estaban malditos, y quien se atreviera a

robarlos, terminaría como los predicadores.

Después sintieron pena y se compadecieron de mi, porque mi historia de

amor, había sido del conocimiento de todos, después del velorio se pagaron

las apuestas. Y la única que salió perdiendo aquí fui yo.

13

- Ja- Gertrudis- sentada en la mecedora a un lado de la ventana,

dormitaba. Yo le miraba y le escuchaba, seguramente estaba dormida y

soñaba.

Gertrudis era una clara muestra de que nadie estamos lo suficientemente

preparados para vivir. Cuando llegó a vivir al rancho, ya venía arrastrando una

larga cadena de perdidas. Su marido y su hermano, había cogido las armas y

andaban, Dios sabe por donde.

Un día llegaron unos revoltosos pregonando que marchaban a la revolución y

entre tanta alharaca, los dos hombre de Gertrudis se fueron para no volver.

Mas que cuñados parecían hermanos, eran un par de mujeriegos que recorrían

las rancherías levantando amores. Gertrudis estaba tan acostumbrada a ello

que hasta llevaba los cuernos con una dignidad envidiable, ¡total! Él siempre

regresaba a su cama y llegaba tan cansado que no la molestaba para nada.

Rafael era un tipo común, pequeño, delgado, rostro ajado y un poco avejentado
221

en su andar, pero por cosas raras de la vida, tenía un don de palabra que

embrutecía a la más sagaz. Andaba por aquí y por allá, siempre procurando no

meterse en los terrenos de su cuñado. Le gustaban las casadas porque eran

menos respondonas y complicadas y en varias ocasiones estuvo a punto de

ser atrapado por los maridos, pero tenía tan buena suerte que lograba

esquivarlos. Estas correrías, en las que se movía el hombre, permitían a

Gertrudis descansar de sus atenciones, cuando llegaba la noche lo que menos

quería la señora, era tener que atender las necesidades físicas de su marido,

así que, ella respiraba aliviada, porque sabía que su marido, volvía a la cama

pero sin ganas de tocarla, y así ella podía reponer fuerzas.

Sus días eran lentos y llenos de labores, no era simple trabajar para mi, pero

yo pensaba que ella era feliz trabajando en mi casa, se metía de lleno en la

cocina, la conservaba pulcra y muy bien provista. Tenía una manía por la

limpieza, cada tercer día lavaba a manos todos los pisos. Hasta me daba pena

pisarlos, de tan limpios que quedaban. Solo era atenderme a mi y a la casa y

parecía que en casa vivíamos un ejército, nunca paraba, siempre encontraba

cosas sucias, y telas que lavar. Estaba un poco enferma, su obsesión era la

limpieza, a veces ,me pesaba tenerla en casa, porque no podía estar en paz en

ningún lugar, siempre detrás de mi con una jerga Y además era tan

parlanchina, siempre tenía cosas que decir y cosas que contar. Me contaba

montones de anécdotas. No le paraba la boca, parecía que le pagaban por

palabra pronunciada. Me agobiaba con sus charlas e incluso llegaba a

marearme.
222

Un día estábamos en el establo, ella ordeñaba mientras yo cepillaba el pelaje

de las vacas, Las vacas se tranquilizaban al tiempo que yo también me

tranquilizaba. Era una manera de pasar la mañana, tratando de olvidar

- Entonces- me contaba ella-. Petronilo le dijo a mi marido:- no, pos no

Rafita, no podemos seguir así. Hasta hoy, no hemos tenido problema

alguno, pero imagínate que un día tengamos que ir por ahí ,a la misma

hora, Quién se va a poner el pantalón. Yo ya ni sé de quién es. Una

tarde lo trais tú y pa’ la noche lo traigo yo. Pobrecitos, me daban harta

risa patrona, dos camisas y un pantalón, es la rejodidez, esta miseria,

cuando Rafa se ponía el pantalón, le teníamos que subir bastilla, ya ve

que era mas chaparro, luego cuando Petronilo se lo ponía, pos a bajarle

la bastilla, a tanto y tanto se le jueron haciendo unos hoyotes. Se

miraban rete miserables por via de dios…

Yo le miré y me sonreí, Gertrudis, de mañana, era genial, tenía unas charlas

muy amenas y hablando con ella se me iba el tiempo en dos por tres, pero ya

al atardecer me tenía cansada . No le paraba la boca un solo momento, al final

de cada tarde, invariablemente, me daban ganas de ahorcarla.

Gertrudis era como una caja de recuerdos a la que se les da cuerda , de un

momento insospechado empiezan a saltar de par en par, a una historia

siempre le seguía la otra. Parecía que tenía vividas mil vidas al mismo tiempo.

Cuando sus hombres se marcharon a la bola, le prometieron regresar, pero

nunca regresaron. Pero ella les seguía esperando, segura de que un día se

aparecerían por ahí, como si no se hubieran ido. Y volverían a sus correrías por

las rancherías.
223

La vida seguía corriendo por el rancho. Nada pasaba por el camino, éramos

poco frecuentados, Las arcas malditas del tesoro, le llamaban todos en el

pueblo. En el pueblo se contaban las mas absurdas historias a cerca de los

baúles.

Una noche, muy de noche llegó una carreta acompañada de tres jinetes,

Vicente había salido a recibirlos, ellos querían un lugarcito para pasar la noche,

que los caminos por aquellos tiempos eran difíciles, y había mucha gente

armada por ellos. Y temían andar de noche. Vicente les dio alojo, en el establo

del sur, que en esos días estaba vacio, porque los caballos estaban en el cerro

del zopilote, era temporada de celo, y buscábamos aumentar la camada. Los

desconocidos entraron en el granero y se dispusieron a pasar el tiempo,

mientras esperaban que en el rancho todo mundo durmiera. La nana y yo

acostumbrábamos sentarnos en el portal , escuchando la música del

fonógrafo , eran momentos muy agradables en compañía de mis mas allegados

familiares, Nana y Vicente pasaban los últimos momentos del día sentados

conmigo, charlábamos de las cosas diarias , de lo que pasaba en el rancho, de

las cosas del día siguiente , últimamente ya no hablábamos del ayer, pero por

mucho tiempo , siempre terminábamos contando cosas del pasado, De ese

viaje que hicimos juntos y que nos llevo hasta este momento. Ese día en

especial tardamos mucho sentados en el portal, mirando la noche y

compartiendo el diario. Cuando nos marchamos a dormir pasaban de las nueve

de la noche.

Cuando me despedí de la nana y de Vicente, miré a mi tío Efraín que estaba

ahí sentado en el barandal de madera, con su cara ensangrentada, como

siempre, impasible y mudo.


224

- Vámonos para la cama tío, echa a andar.- le dije

Él nunca me obedecía, ni me atendía, pero era una costumbre, le trataba como

si en realidad estuviera vivo y todos pudieran verlos. Como, para variar no me

atendió, me levanté de la mecedora, me dirigí a la entrada de la casa, cerré las

puertas y me fui a dormir. Un ruido atrajo mi atención, venía del cuarto de atrás

tomé un quinqué y fui a ver que sonaba, seguramente alguna rata . Era

temporada y teníamos plaga de ratas,

Cuando entré en el cuarto, me agarraron por la espalda, me taparon la boca,

me apretaron fuerte y no supe que estaba pasando. Unos hombres estaban en

la pieza y e intentaban llevarse los baúles, sacándolos por la ventana. El tipo

en cuestión me apretó tanto, que me desmayé. NO supe cuanto tiempo estuve

desmayada, pero al volver en si y recordar, mire que los baúles ya no estaban.

Trastabillando me dirigí a la casa de Vicente…

- Vicente!!!- le grité- ¡Vicente..!

La puerta se abrió y apareció Nana …

- Nana, se llevaron los baúles…eran unos hombres!!!

Pensé que mi Nana se volvía loca, porque al escucharme empezó a correr y a

gritar….

- ¡los baúles!! – gritaba- ¡los baúles!! – Vicente al escuchar los gritos y el

llanto enloquecido de su mujer, salió rumbo al granero. Se dio cuenta

que los hombres esos ya no estaban…tocó la campana de emergencia y

los peones bajaron hasta el establo, Montaron en sus caballos y

salieron a todo galope a perseguir a los ladrones.

- Que tonta soy…que tonta- aullaba mi nana.- Ahora si!! Tus tías me

matan!
225

- Nana!!- la alcancé y la abracé- tranquilízate nana, mis tías no vendrán!!

- Sí!!! ¡vendrán! Y yo no tendré perdón ¡perdí los baúles…tu herencia

cuca…tu fortuna ...toda esta metida ahí!

- ¿Mi fortuna? ¿qué fortuna?- le pregunté- ¿hay dinero ahí? ¿ qué hay

ahí, nana?

La nana me miró y me dijo:

- No lo sé...tus tías me dijeron que toda tu fortuna estaba ahí dentro, toda

tu herencia…. ¡No sé!!- y seguía llorando como si se le hubiera muerto

alguien

Total que los baúles esos, no se porque razón permanecían cerrados. Y ahora

se los habían robado. Vaya suerte la mía, esos baúles tenían conmigo mas de

50 años, las llaves habían desaparecido, y los baúles con el tiempo también

habían desaparecido, de tanto estar ahí ya ni nos acordábamos que estaban

hasta que sucedían cosas como éstas.

Tiempo atrás, entraba de cuando en cuando en la habitación, me sentaba

encima de los baúles y les decía

- A ver baúles , ¡háblenme!¡díganme algo!!- pero los baúles no me

hablaban. Nada mas de pensar que me hubieran hablado..

Después de la muerte de los predicadores, y de padecer las sospechas de todo

tipo, no sé si yo sospechaba que sospechaban de mi, me sentía culpable, me

sentía la asesina.

Eran ideas mías, tal vez , en el pueblo ni decían eso. Pero yo me sentía

culpable y ese sentimiento me hacía sentir señalada y perseguida. Estos

sentimientos no eran extraños, pero ahora los sentía de una manera mas vieja,

porque yo estaba más vieja . Vivía una lucha interna entre mi conciencia y mi
226

estomago, tratando de no prestar oídos a mis nervios que se hacían bolas en

mi estomago y me espantaban el sueño, muchos días me encontró el sol sin

haber pegado los ojos. Efraín, mi tío, con su rostro ensangrentado se sentaba

a mis pies sobre la cama y ahí, muchas horas de muchas noches, permanecía

mudo y fumando.

Desde que el comandante vino por los muertitos, yo había evitado bajar al

pueblo. Gertrudis era la encargada de ir y de paso contarme todos los

chismes. Ella fue la que me entero que Pascual se había levantado en armas y

se había unido a Madero en esta lucha que estaba tomando auge por todo el

territorio.. Lo que no sabíamos era porque después, las tropas de Madero

estuvieron persiguiendo a Pascual tratándolo de matar.

Una vez con Vicente y mi nana llegamos al rancho de santa Inés, ahí fue donde

yo debí conocer a pascualito, pero no lo recuerdo.. Había tantas personas en

aquella cena. Doña María la esposa don Rafael estaba sentada en un sillón,

impecable y sin mirarnos, perdida en sus más oscuros pensamientos. Su único

hijo corría entre los sillones, sin obedecer a la orden de que se estuviera

quieto. Que extraña me parecía aquella escena familiar. Me sorprendió ese

rancho, era enorme, para donde mirara pertenecía a don Rafael, un hombre

cabal, delgado con sus ojos claros, color miel. Tenía un porte muy elegante y

distinguido. Contrastaba mucho con la personalidad oscura y amarga de su

mujer. Su silencio la hacía parecer déspota Tal vez ,no nos consideraba de la

altura social para estar sentados a su mesa. La gente de los ranchos a fuerza

de tanta soledad nos hacemos parte del silencio, hasta hablar nos da flojera…

cuando se pueden hacer las cosas, para que perder el tiempo hablando. Tal

vez eso le pasaba a doña María, porque se veía tan inmersa en si misma,
227

parecía una desgraciada, tal vez sufría. Ocasionalmente pronunciaba un si o un

no.

Pos de ahí había salido Pascualito, de esa hacienda. Gertrudis supo, a unos

cuantos meses que Petronilo y su marido se había ido con Pascual a la

revolución, y que los perseguían como si fueran ladrones y asesinos, por eso

no podían regresar al rancho, temerosos de que los cazaran y los mandaran al

merito infierno. Infierno era lo que vivían ahora, al acecho de las traiciones y

del cambio de bando. La revolución nos tenía confundida, nos hablaban tanto

de ella, pero a mi rancho no llego ni uno ni otro bando. La revolución era como

un cuento maravilloso contado por algún idiota que no tiene otra cosa que

hacer. Porque historias como esas, llenas de incoherencias y de vanidades y

egos no pueden ser reales.

Así nos llegaban las noticias todas tergiversadas. No sabíamos qué creer y si

no hubiera sido por el hecho de que los hombres de Gertrudis se habían ido a

la revolución, como nos contaron, nosotros creeríamos , que efectivamente,

que la revolución se trataba de un cuento inventado por algún idiota sin

beneficio.

Para finales de 1915 nos llegó la noticia de que pascualito había muerto, en

manos de desconocidos que se había enfrentado con el y algunos hombres

mas por cuestiones de ganado en el otro lado de la frontera. Debí haber

conocido a pascualito, pero no lo recuerdo. Pascual se murió y no supimos

más.

La revolución fue una especie de calca., había días que los pueblos se

vaciaban huyendo de algún general loco, o de montones de soldados.

Generales y soldados que nunca me tocó ver.


228

A raíz de este asunto de los baúles, que sin saber porque , cuando los peones

y Vicente salieron en persecución de los ladrones, en una brecha antes de

tomar el camino principal, se encontraron milagrosamente con los baúles,

abandonados y cerrados, de los ladrones ni sus señas, Como pudieron los

regresaron al rancho . MI nana no podíamos dar crédito al hecho de que los

hubieran abandonado en pleno camino . Cuando vivimos aparecer a los jinetes

mi nana se desmayó, y estuvo en cama sin volver en si una semana completa.

Después, Gertrudis nos trajo del almacén el cuento de los baúles malditos y la

historia de que eran propiedad de un fantasma. Le contaron, que los hombres

habían los echaron en una carreta y así ya con ellos se fueron del rancho, iban

a todo galope, cuando de entre las sombras del camino alcanzaron a divisar a

un hombre. La luna estaba en lo alto, era noche era muy clara, Y cuando

miraron al hombre, recordaron el cuento del fantasma que había matado a los

predicadores. En un momento el conductor de la carreta azuzó a los caballos

para que corrieran más de prisa, pero los caballos, de manera inoportuna, se

frenaron, alzaron las patas delanteras y en este movimiento los baúles

resbalaron. Desde , los caballos salieron encabritados, los jinetes asustados

olvidaron los baúles y salieron disparados camino abajo, detrás de la carreta

que iba sin control. A raíz de ese asunto, mi Nana empezó a sentirse mal.

Para mediados del 1916, Gertrudis recibió la visita de una mujer que le traía

entre las ropas unas cartas, dijo que llevaba viajando todo el año, intentando

dar con ella. Las cartas eran de su marido y de su hermano. Esta mujer pidió

alojo en la casa, y Gertrudis le dio cobijo a ella y a los dos hijos…uno de niños

era hijo de Petronilo y otro, hijo de Rafael, ella le contó que habían muerto en

batalla, aunque en realidad los había matado el tren. Gertrudis recibió a estas
229

personas como si fueran un regalo divino, a los niños los quería como si fueran

propios. Y después de unos días, Lilia se vino con Gertrudis y las dos se

hicieron cargo de mi casa. Esto me vino muy bien a mi, porque ella y Lilia se

entretenían con sus charlas, y yo podía leer o bordar sin tener el sonsonete

constante de Gertrudis a mi lado.

Después de aquel susto, mi nana se negaba a dejar la cama, decía que no se

sentía nada bien. Así que hice costumbre ir a pasar las tardes con ella, empecé

a notar que mi nana perdía movilidad, como si se fuera quedando invalida. Me

alarmé y convencí a Vicente de que la lleváramos a Cd Guerrero.

En ciudad Guerrero, el médico no supo de que padecía,:

- extraña enfermedad padece la señora,- nos dijo- curémosle con bebidas

de epazote, y ponga a fermentar alcohol con peyote para que se la unté

en las piernas..

- Peyote, doctorcito?- le pregunté

- Si, peyote , es un remedio muy efectivo . Una india, allá por San Juanito

me lo dio un día, a mi me da resultado… pruébelo Usted también.

- ¿Cree que se cure?- le pregunté con temor.

- Si no se cura…pos se muere.- concluyó el médico.

Estos doctorcitos de pueblo, estaba tan borracho que no le creí nada, pero mi

nana dijo que probáramos que los borrachos y los niños siempre dicen la

verdad

Mi pobre nana un día me dijo que le hormigueaban harto las puntas de los

dedos, después se le quedaron dormidos y después ya no los sintió , poco a

poco se le fueron durmiendo otras partes de las piernas y así le fue subiendo el

mal.
230

Mi nana decía que la Chona le había echado el ojo y que por eso estaba así,

sin poderse mover. De Naica mandamos traer a doña Crucita, famosa en la

región por sus curas, pero ni Crucita la pudo aliviar..

- ¡hombre! A esta mujer le pusieron un mal muy juerte..- me dijo Crucita-,

alguna prenda de ella debe estar enterrada en alguna panteón en la

tumba de alguien que en vida fue muy malo. Hay que buscar en todos

los panteones …lo malo es que puede estar aquí cerquitas o retelejos..

Así que mandé a Gertrudis a preguntar en el pueblo quién era el más malo de

la región. Y dijo que las noticias eran muy confusas, que unos decían que

Arcadio porque golpeaba hasta casi matar a Leoncia. Pero había otros que

decían de José Elías, porque cuentan que ahogó a sus seis hijos y a su mujer

le cortó la lengua para que no fuera a delatarlo. Pero, por ahí , unos

mencionaron a Lalo , el hijo del puerquero, porque a según todos era un

pervertido y tenia sexo con las marranas, que dos que tres ya lo habían

mirado…ése si que era un puerco. Pero había una mujer que les ganaba a

todos, la tal Lucrecia, era una mujer rubia que había llegado un día con los

gitanos, muy alta y delgada, diría que casi dos metros de alto, su cabello casi

tan largo, como su cuerpo, era trenzado para bajar hasta el infierno, donde

bebía agua, por eso es que no envejecía. Se hizo construir una casita del otro

lado del arroyo, un poco más atrás del cementerio. Algunos fuereños llegaban

hasta su casa, y no eran vueltos a ver. Se corría el rumor que ella los mataba y

se los comía a pedacitos,. Pero porque esa mujer le iba a poner un mal a mi

nana, si ni la conocía. Así que descarté la idea y simplemente pensé que

estaba enferma.
231

Cuando Gertrudis terminó de ordeñar, regresamos a la cocina, nada mas entrar

divisé, a un lado de la mesa sentado muy tieso a mi tío Efraín, con su cara

ensangrentada. Entonces sentí una necesidad imperiosa de ir a donde la nana,

dejando los envases con la leche, me quité el mandil, me pasé una mano por el

cabello y le dije a Gertrudis…

- Vamos a donde Nana, no sé, pero siento que algo pasó.

- ¡Vamos!- me dijo y sin quitarse el mandil, camino a mi lado.

Íbamos lo mas rápido que mis piernas permitían, últimamente los reumas me

aquejaban mucho, y me ponía lenta al caminar. Al llegar a casa…frente a la

puerta, en la sala de estar, yacía Vicente, lo giramos y vimos que estaba

muerto. Corrí a la habitación mi nana estaba dormida, no sabía nada. Pero asi

dormida no dejaba de llorar.

- ¿Qué pasa?- me preguntó cuando abrió los ojos y me miró llorando y se

sintió llorando- ¿murió en paz?- preguntó sin esperar mi respuesta. Solo

atiné a sonreír y a afirmar con la cabeza.

- Ahora deberás venir a vivir conmigo nana…en esta casa no te puedes

quedar sola.

- Si- dijo ella y se volvió a dormir. Así dormida las lágrimas siguieron

corriendo por las mejillas.

Vicente el hombre, el único padre que tenía desde hacía años, estaba ahí

tendido en mi casa. En su honor y para hacerle un velorio digno, mande sacar

los cirios de oro blanco que un día alguien me había dejado a cambio de un

caballo.

Al tiempo de tomar el caballo, me dijo:

- uno nunca sabe en que momento se puedan necesitar.


232

Mientras preparábamos el cuerpo para velarlo, mandé traer a nana a mi casa,

en el cuarto de los baúles puse su cama y sus pocas pertenencias, vestidos

llenos de polilla, sus libros perfectamente cuidados, algunos cuadernillos

donde hacía anotaciones. Me traje las fotografías de Vicente para colgarlas en

la pared, pero mi nana, no quiso que las pusiera, así que las guardé en el

ropero. Le vestí la cama con la mejor ropa, se veía preciosa, desde el momento

que supo de Vicente había muerto no había dejado de llorado, pues aún así

llorosa se veía preciosa. Nunca había notado lo linda que era ella. Mientras me

movía entre las ropas y los cómodas , Efraín entró en la habitación y se detuvo

al pie de la cama, mirándola fijamente..Me atreví, me acerqué y le dije:

- Es bella, verdad tío.- pero como siempre el permaneció en silencio.

Desde ese día yo tomé por costumbre ir a pasar las tardes a la pieza de Nana,

ahí charlamos las dos, yo le leía mientras ella dormitaba. Uno de esos días,

abrió los ojos y me susurró.

- Dile a Efraín que me vaciará la cama, que se siente en la silla, que me

incomoda mucho, tenerlo a los pies .

- Por qué no se lo dices tú, nana- le contesté

- Efraín-la nana alzó la voz- siéntate en la silla, ahí te da el sol y tienes

menos frío.

Efraín se desvaneció, entonces mi nana me preguntó

- Se habrá ofendido Cuca?

- Bueno, no lo creo, pero si se ofende es su problema. No te preocupes ya

volverá.

Mi nana cada día estaba mas enferma, más inmóvil, muchos días la descubría

llorando me comentaba que sentía mucha pena por si misma. Que Vicente
233

había sido muy buen hombre, pero que ella toda la vida estuvo enamorada de

mi tío Efraín.

Que le daba rabia escuchar en el pueblo cuando lo hacían aparecer como

ánima en pena. Que era inaudito que un hombre tan bueno no pudiera

descansar en paz. Que le dolía el alma cada que le miraba ahí, observándola,

que no tenía miedo, solo una inmensa tristeza, que muchas veces le preguntó

que podíamos hacer para que él se fuera con Dios.

- Tal vez no es con dios que quiere estar, Nana.- le dije.

- ¿Cómo no va a querer estar con Dios?- reclamó- si para eso nos

morimos, para vivir a su diestra.

- A de tener muy grande diestra que todos se quieren ir para allá.- le

respondí.

- ¡No seas atea, Cuca!- me regañó.

- Pero ,Nana ¡si tú me enseñaste a ser atea ¡, ahora quieres que cambie.

- Cuando el final está cerca…solo dios nos queda como idea de paz.

- ¡ay, nana de mis amores!…Dios no existe, si existiera crees que dejaría

que mi tío caminara entre los vivos. ¡claro que no!

- No siento mis brazos, - se lamento mi nana-, mi cuerpo se va quedando

dormido, ni dolor siento solo esa incomodidad de parecer que solo soy

un pedazo inmóvil. Estaba recordando cuando cerca del abrevadero,

estamos con los peones charlando, mientras almorzaban. Recuerdo que

Joaquín…¿ te acuerdas de Joaquín?- me preguntó-, Ese chico pelirrojo

que nos encontramos viviendo con los apaches, aquella mañana de

invierno
234

- Como me voy a olvidar, fue el primero y único muchacho que se acercó

a mi y me dijo:- cuquita tienes los ojos mas hermosos y miedosos del

mundo. No sabes cuantas noches pasé mirando a la oscuridad soñando

que me robaba y me llevaba pa’ los montes. Entonces yo no sabia a que

iban al monte, pero igual quería ir. Creo que estaba medio enamorada

de él.- le confesé

Cuando conocí a Joaquín era un chiquillo, al igual que yo. Los indios lo habían

encontrado colgando de una horca, en el camino de los mezquitales allá por el

rumbo de Parral. Su cuerpo se movía como si fuera un péndulo, y ellos

pensaron que estaba muerto pero que no debía tener mucho tiempo

colgando. Así que lo bajaron, le quitaron la cuerda del cuello y cuando se

habían montado en los caballos para marcharse, el chico tosió, esto alertó a los

indios que de inmediato desmontaron y se acercaron a verlo. Milagrosamente

el chico estaba vivo, así que lo arrastraron con ellos, esperando que cuando

estuviera repuesto, se fuera. Pero Joaquín lejos de quererse ir, decidió

quedarse. Ninguno de nosotros sabíamos a ciencia cierta su edad, parecía un

chico no mayor de 14 años, delgado e insignificante, sus pecas en el rostro lo

hacían verse muy infantil. No teníamos idea de que era un joven de 23 años.

Uno de los pistoleros más buscado por todo el sur de estados unidos.

Tan insignificante parecía que así lo creíamos, un crío sin familia y venido a

menos. Cuando me contó su historia, inteligentemente se saltó muchos de

esos años. Así que era huérfano, los Cheyenne habían sido un pedazo de su

familia allá por el rumbo de Colorado. Una historia completamente distinta a la

que nos contaba mi tío Efraín. Joaquín describía a la tribu como apacible, llena
235

de gente bondadosa y leal, gente que caminaba las planicies buscando

alimento, detrás de las manadas de búfalos. Que la maldición cayó con esos

hombres montados en caballos, que la guerra se declaro porque de la nada

fueron expulsados del territorio, convertidos en nada, llevados a pequeños

lugares llamadas reservaciones donde de pronto se miraron compartiendo

techo y comida con los mas acérrimos enemigos.

Tratando de olvidar, cosa casi imposible, enemistades añejas, de no ser así no

se podría sobrevivir. Tuvieron que cambiar el sistema porque efectivamente la

enemistad no se olvidaba de un día para otro. El había estado en estos

lugares, hasta que los soldados lo obligaron a salir de la reserva. Lo llevaron a

Aspen, un pueblito colorido y lleno de gente de muchas naciones. Y ahí lo

dejaron a la deriva. No supo cuando ni cómo, comenzó a trabajar para un

herrero, se hizo experto en errar caballos, eso le dio oportunidad de conocer

mas personas, de aprender un oficio que tanta falta hacía. Me contó que

conoció pistoleros importantes y buscados por el ejercito, jamás me dijo que

era uno de esos pistoleros.

- Yo me encariñe mucho con él, sus pelos rojos y sus pecas me atraían ,

creo que fue mi primer amor, porque nada mas verlo me venían todos

los colores a la cara.-le comenté a mi Nana.

Mucho tiempo después supimos que su nombre no era Joaquín sino Tim.,

Mientras yo recordaba a Joaquín .escuchaba sin prestar atención la voz de

Nana que me contaba algo también, pero yo estaba ocupada poniendo y

moviendo cosas de la habitación. Moví un poco el ropero para meter el

sacudidor, cuando algo resbalo me golpeo la cabeza y cayó a mis pies.

Un paquete envuelto en un cartón especial.


236

- Ay carajo! – grité al sentir el golpe- ¿Quién pondría este paquete ahí y

desde cuando estaba escondido o guardado ahí.- pregunté en voz alta.

Nana giro la cabeza y me vio,

- ¡vaya!- la voz de ella sonó demasiado alta- ¡vaya! Lo había olvidado

Miré el bulto y después a mi nana

- ¿Qué es esto, nana?

- Uyy, Cuca esto llegó por tren, hace añales.

- ¿Cómo que añales?- dije-, ¡¿cómo no me había enterado yo?- pregunté.

- ¡No! si te diste cuenta, solo que no le pusiste atención

- Nana, ¿a quién se le ocurre que no le voy a poner atención a un paquete

de este tamaño?¡ desapercibido no podía haber pasado!- repliqué

- Es que llegó el mismo día del fonógrafo- me dijo- recuerdas que

estuvimos ahí en la cocina con Vicente, armándolo.

- Ahora recuerdo., bueno vamos abriéndolo, quién sabe que venga dentro.

Diciendo esto, retiré el empaque de papel. Era una pintura a tamaño real

- ¿Ves, nana?- le pregunté. Mi nana había girado la cabeza y empezó a

llorar.

- Son tus tías Cuca..¡tus tías!


237

14

No es propiedad mía ni conocimiento de mi hermana, que yo escriba estas

memorias. En algo debo confesar los hechos tan pecaminosos que estamos

llevando a cabo, Sé que es por un bien, un gran bien, pero no dejan de ser

pecados, estamos quebrantando algunos mandamientos divinos. Como dice

Tencha, ellos no atendieron nuestra petición, les suplicamos, casi nos

arrodillamos, pero no pudimos tocar sus corazones. Su buena fe terminaba

cuando les tocan el monedero. . No podíamos seguir observando tanta miseria,

niños huérfanos mendigando, viviendo en la basura, alimentándose de la

basura, sin ropa, pasando frio, con la carne llagada. Todos se jacta de ser

buenos cristianos, claro que lo son, pero se olvidan de serlo en cuanto les

tocan los bolsillos. La rabia fue creciendo por mucho tiempo en nuestros
238

corazones. Comprometimos nuestra herencia, vendimos nuestras propiedades.

E invertimos todo en esos orfanatos, pero el dinero se acaba y el nuestro se

estaba acabando,. No era en si preocupante que nos quedásemos pobres, lo

que nos preocupa es el hecho que después de que el dinero se vaya, como

vamos a hacer para seguir sosteniendo los hogares. ¿Quién se comprometería

con nosotras? Ya estaba visto que nadie.

Así que , con lo poco que nos quedaba armamos un plan. Un plan salido de la

mente perfecta de mi hermana tencha. Durante dos tres o 4 meses ella viajó

por Europa recopilando objetos únicos en su especie. Y entonces con todas

esas maravillas guardadas en el ático, empezamos a darle pies y cabeza a

nuestro el proyecto. Lo primero fue crear una casa de antigüedades…

- Nana- miré a mi nana al tiempo que le llamaba, pero mi nana estaba

dormida.

Cada día era mas difícil para ella, los periodos de sueños se hacían mas

largos, apenas comía, no hablaba. Ella me pedía señalando con un dedo, que

le leyera algo, y al ritmo de mi voz se quedaba dormida siempre. De pronto, se

había hecho una bolita seca , menuda y pequeñita, donde lo que mas

sobresalía era su cabeza con poco cabello. Abría poco los ojos, y ya teníamos

que darle de comer en la boca, su cuerpo inmóvil por completo se fue secando,

solo movía los ojos y el dedo índice de su mano derecha. Me daba pena verla

ahí, tan frágil, tan callada, Ya ni Efraín venía a verla, como si hubiera cumplido

con ella. La miré un poco tratando de sofocar el dolor que se me clavaba en el

pecho al verla en ese estado. Ella había sido mi madre siempre, había

sometido el ritmo de su vida a mi persona, se hizo a mi manera, y se quedo a


239

vivir conmigo, sin mencionar jamás sus deseos de regresar con la familia.

Como si al paso del tiempo, realmente hubiéramos olvidado quiénes éramos y

solo hubieran quedado una madre y una hija. No era sencillo estar ahí,

fingiendo que no pasaba nada, cuando estaba pasando de todo, y a cada día

estaba perdiendo a la persona más importante de mi vida. Mi Nana siempre

fue una mujer integra, inteligente, valerosa, con un animo desmedido y verla

ahí convertida en nada, no era justo. No era justo que fuera muriendo de poco

en poco, .al menos Vicente murió de inmediato victima de un infarto. Pero mi

Nana, que había sido tan buena, estaba muriéndose a pedazos. Y aún su

conciencia se negaba a ceder a la enfermedad

Con el cuadro de mis tías que no recordaba haber mirado nunca, fui

encontrando recuerdos que traía extraviados. Entre ellos, el tiempo que pasaba

en casa de mis tía huyendo de mi madre y su romance, pero además de ese

amorío, recordé con claridad el desprecio con el que era tratada, mis padres

viéndome como un objeto raro y estorboso, ni lastima me tenían, solo pasaban

de mi. Y entonces encontré en el calor de mis tías un hogar, y después cuando

mi tío Efraín llegó de las tierras del norte, encontré un ser amoroso y cordial, y

mi nana…mi bella nana que hizo de mi la mujer pensante que soy en estos

días.

- Cuca- llamó mi tía tencha-. En el gabinete del centro, debajo de la manta

hay un cajón ábrelo y tráeme la tinta y la pluma.

Yo le obedecí de inmediato, mis tías tenían horas trazando letras sobre papel

común y corriente, como si practicaran un baile.

- Caray Lila, no me quedan. Parece que trazo patas de gallo, se ven

horrorosas…que letras tan espantosas…


240

- Si si..ya lo sé. La caligrafía nunca ha sido nuestro fuerte, además

parecemos campesinas escribiendo así. Cuantos adornos deben llevar

para ser inteligibles. Oye, Cuca ¿a ti, no te dan caligrafía en el colegio?

- Si tía- les respondí yo.

Las dos se miraron con complicidad.

- Mira Cuca, necesitamos que nos escribas algunas tarjetitas. No es

mucho, pero nosotros somos muy tontas y no hemos podido lograr el

encanto de las letras.

- Si , ya me di cuenta- les dije.

- ¿nos ayudarías? Es por un bien

- Si tía, claro que si- les respondí

De pronto me vi escribiendo pergaminos y tarjetas en papel de arroz, fina y

elegantemente lacrados. Yo no sabía qué estaba haciendo, pero me parecía

que era una especie de alguna obra de teatro, donde estábamos falsificando,

me sentía parte de una banda de ladrones, donde el alma maestra era mi tia

Tencha, mi tia Lila la reformadora y filosofa del grupo.

…..ya le he dicho a Tencha que no es correcto que usemos a Cuca para estos

fines, pero como dice ella, no nos queda de otra, porque nosotros somos muy

atarantadas para membretar. Y Cuca tiene un arte, y sus tarjetas enamoran y

terminan por convencerlos a todos.

Nunca pensamos que nuestra casa de decoración y de antigüedades diera

tanto de que hablar, las piezas eran peleadas por todos, y eran consideradas

una especie de trofeo. Creían que venía de lugares tan exclusivos y elegantes
241

de Europa que pagaban un dineral por obtenerlas. La verdad es que nosotras

tenemos, por el rumbo de Chilpancingo , un taller de hilos y alfarería. Ahí los

artesanos crean para nosotras, piezas únicas en su género. Las pagamos

bien , tampoco se trata de estafar a los que no tienen, por eso es que ellos

trabajan de manera perfecta y hacen figuras preciosas, a cada una sigue una

mas hermosa. Pero aun pagando bien cada pieza, nosotras podemos sacarle

mas del precio…las personas terminan desembolsando tanta cantidad de

dinero sin saber que de alguna manera están cubriendo el sostenimientos de

diez huérfanos.

Creo que he olvidado que estamos robando a estos pobres ricos que en su

afán de tener el mejor y mas caro objeto de adorno en su casa, pagan lo que

sea.

A nosotras la constante competencia entre las mujeres de la alta sociedad nos

ha beneficiado enormemente. Hemos podido, de dos orfanatorios, tener diez

casas mas, donde atendemos a niños y niñas de escaso recursos y

huérfanos. Esto nos alegra mucho, nos hace sentir que hacemos lo correcto. Y

de cierta manera, no son tan robados, porque las piezas son hermosas y

únicas en su género. Tenemos que etiquetarlas en otros idiomas para que

paguen más, si supieran que se crean en un taller de tierra caliente, ni por dejar

las mirarían. Mucho menos, las comprarían, ni pagarían los estrafalarios

cantidades que desembolsan.

- ¿Que es eso que hacen tía?- pregunté un día

- Niña- me dijo tencha- lo mejor que puedes hacer, es no preguntar; que

te ayude saber que colaboras con nosotras para sostener algunos


242

orfanatos. No te imaginas cuantos niños sin padres, que se pierden por

los basureros y los callejones, hemos podido rescatar, alimentar e darles

educación para que el día de mañana sean hombre de provecho y no

delincuentes.

- Como nosotras- susurro mi tía Lila.

- Nosotras? – preguntó con voz alta, la tía- nosotras solo le quitamos un

poco a todos esos ladrones que valiéndose de los desprotegidos se

hacen mas y mas ricos. cuando Miguel Hidalgo declaro que los seres

que vivíamos en la nueva España, debíamos ser libres y no esclavos. Y

que en realidad así se generó ese movimiento independista. Muy bonita

la teoría, pero poco real. Se removerá en su tumba cuando vea cuantos

esclavos hay metidos en las hacienda, donde no se les paga mas que

son semillas y licor. El licor para embrutecer la conciencia y olvidar que

son infelices y las semillas, para matar el hambre a base de tortillas.. y

esos trasgresores de la ley son todos éstos, que vienen y compran los

objetos sin saberlo ayudan a la causa. Y tú bien sabes Lila, ninguno de

ellos quisieron aportar un solo peso para sostener y ayudar a esos

pequeños. Entonces tuvimos que tomar el asunto en nuestras manos y a

nuestro modo, de esa manera, estamos ayudando a esos pequeños, mi

conciencia no perece ni fenece, al contrario se enriquece. Ahí andan

todos tratando de ayudar a los sacerdotes con el asunto del cierre de las

iglesias, los párrocos que están cuajados en dinero, y que ni siquiera

ellos ven por esos niños. Terribles lideres espirituales tenemos que no

predican con el ejemplo.


243

- Estamos rompiendo las reglas divinas, faltando a los mandamientos,

hay noches que la conciencia no me deja dormir…- dijo con suavidad y

bajando los ojos, mi tia.

- A mi me pasaba igual Lila, pero después aprendí a callarla con la sonrisa

de un niño. Esa sonrisa que nace en su cara, al ponerse unos zapatos

nuevos, o tomar un vaso de leche bronca. Esa sonrisa calla mi

conciencia, o la renueva y la reforma una conciencia que me alienta a

seguir por este camino hasta que se pueda, si se puede toda la vida,

toda la vida lo haré.

…..Hoy llegó Efraín, nos alegró el día, viene más elegante y más gallardo, se

muestra muy asombrado del México que encontró. Nos comenta que pensaba

que los diarios en el norte, exageraban sobre lo que decía, pero ya se daba

cuenta de que todo era real. Está sorprendido de la miseria que ve en las calles

y la exageración y el alarde de dinero que hacen todos…que no se tientan el

corazón al ver tanta hambre.

Nosotras nos atrevimos a señalar algunos detalles de las familias mas

prominentes, de cómo llenaban sus haciendas de hambrientos a los que

esclavizaban de manera ilegal y al arropo de las autoridades y de la iglesia.

Que les llenaban el cerebro con licor y los mal alimentaban, y todavía se

ufanaban de ser buenos cristianos. Hablamos también de los problemas

políticos, de lo que se deja sentir y lo que percibíamos que estaba por llegar

con esas reformas que se querían implementar en toda la región. Las leyes de

reforma nos tenían atemorizados a todos, una cosa era romper con algunos
244

mandamientos pero romper con algunos sacramentos era algo más delicado.

Pero Efraín estaba de acuerdo con las propuestas de Juárez, nos dijo que la

religión es el opio del pueblo.

Lo que menos esperaba era saber que Efraín era un ateo, un ateo en mi familia

que horror.

Con el paso de los días le hemos mencionado lo mucho que nos preocupa

Cuca, que sus padres no ven en ella mas que a un estorbo y que necesitamos

poner en orden todos nuestros asuntos para que de esta manera podamos

protegerla hasta de sus padres, que son las personas mas nefasta que

conozco, desgraciadamente no me gusta hablar mal de nadie, pero no puedo

evitar pensar mal de esa sobrino mío. Y si nos comentó, que él haría lo mismo,

que le preocupaba mucho lo que pudiera ocurrirle, que nadie tenemos la vida

comprada y conforme estaban pasando las cosas, no sabíamos que destino

nos esperaba.

Le pregunté a Tencha que si podíamos pedirle a Efraín ayuda en este asunto

de los orfanatos, pero tencha no se siente muy segura de hacerlo. De cierta

manera, perderíamos un poco de su consideración al ver que somos unas

ladronas de guantes blancos. Puede alarmarse e incluso alejarse, lo mejor es

tenerlo aparte de estos hechos, no queremos que las consecuencias le

alcancen también a él.

Hoy vino Estelita Elías Villasana, le avisamos que sus abanicos había llegado

desde Japón, está encantada de poderse hacer de unos de ese tipo, pintados a

manos por los mejores artesanos japoneses, con esa seda de exportación. Se

quedó paralizada al ver como se aparecían ante sus ojos, saliendo de su


245

empaque, la verdad que los abanicos son divinos, preciosos, finamente

pintados a mano. Puedo apostar que yo también hubiera sido presa del

engaño…

Mi tia Lila había hecho estas anotaciones como una especie de confesión para

limpiar en algo la conciencia, era una persona devota que no podía vencer a su

conciencia, aunque supiera que lo que hacían era por un bien noble y humano,

ella parecía que solo veía actos de hurto en todo lo que vendía, se tenía que

callar porque en su silencio iba que los niños pudieran seguir teniendo un

hogar, uno cómodo y acogedor, no como esos orfanatos que manejaban los

frailes y que estaban llenos de oscuridad, agua fría, y azotes, Según ellos para

purificar el alma.

Recordaba las charlas de mi nana hablándome de esos orfanatos, de cómo las

mujeres de la sociedad intentaban ayudar en algo, claro sin aportar nada de

sus bolsillos, era imposible que alguien mas siguiera su ejemplo.

Nunca supe si mi nana estaba enterada de las cosas que hacían mis tías. Me

parecía sorprendente enterarme en algo, de esa parte de mi vida que tenía en

el olvido. Recordar como pasaba horas enteras sentada en la escalera de la

casa mirando hacia el jardín, reflejándome en los ventanales.

“…..Hemos puesto todo en los baúles…no puedo escribir más, guardaré estas

notas donde nadie las encuentre, por si un día te podemos regresar… No sé

dónde esconderé todas mis lágrimas, mi corazón no deja de sufrir al pensar en

la manera tan desafortunada en la que murió Efraín.


246

Y no sé, si se habrá puesto en orden con dios. Rezare por él, todas las noches,

Espero que Dios le haya dado cobijo. Hoy nos toca ir de misa a la casa de mis

sobrinos, espero que no haya peligro, pero últimamente estoy muy asustada,

Tencha y Efraín dejaron bien estipulados los reglamentos de los orfanatos,

crearon ese fideicomiso, para hacerlos funcionar en caso de que nos pase

algo, Ya ves, Efraín murió. No sabemos cual de nosotras dos nos toque morir

primero. Eso si, nos moriremos con la certeza que las cosas legales de los

orfanatos están claramente establecidos, al menos nos iremos sin ese

pendiente.

Tencha me ha obligado a seleccionar lo más valioso que tenga. Me dijo que

todo lo tenemos que empacar en las petaquillas para llevarlas a lugar seguro.

No sé que lugar seguro sea ése. Ya me lo dirá cuando sea el tiempo. Solo se

trata de prevenir, la prevención nos hace ganar tiempo y nosotras estamos

acostumbradas a ir adelante del tiempo, así todo nos sale a la perfección…”

Los baúles que me pertenecían desde aquella noche lluviosa y que aun no

había podido abrir, porque mi nana aseguraba que mis tías regresarían algún

día. Y así esperando ese día, fuimos olvidando los baúles y pasaron los años y

los baúles seguían sin abrir. Al paso del tiempo, también dejé de insistir para

abrirlos. Lo que tenían dentro, seguramente serviría y continuaría ahí. Quién se

iba a atreverse a robarlos. El fantasma del tío Efraín era un constante obstáculo

para todo aquel que llegaba al rancho con la intención de abrirlos o robarlos. Y

después, ya no vino nadie. Los baúles eran un cuento de chismosos. No era


247

cierto que existieran esos baúles, ni que tuvieran al fantasma de Efraín.

Aunque muchos los habían visto.

Levanté la vista de la carta y miré a mi tío, frente a mi. Cosa rara, no estaba

fumando y ahora corría sobre su rostro un carril de agua..Entonces volví la

vista y me di cuenta de que mi nana había muerto. Se fue sin una despedida,

sin un te quiero nana del alma. Creo que jamás le agradecí lo que hizo por mi,

Nunca, ni por error, le di las gracias, ni le hablé del cariño que sentía por ella.

Se había quedado dormida para siempre. Convertida en nada. Siempre serena

y juiciosa.

15.

- Mira Cuca, las cosas no son tan simples, estas personas necesitan un

resguardo, Que importa si son indios del norte o indios del sur. Lo único que

interesa es que debemos ayudarles, tenemos obligación moral. Todo el

tiempo, desde que salimos de México, todos esos días debieron

enseñarnos algo. Sé que temes. Que los indios te dan miedo, pero en el

camino se nos han agregado y no dan problemas. Es justo que ellos que

han hecho el recorrido con nosotros, también tengan un pedazo de tierra

aquí. Por un momento, pensé que esos miedos te habían abandonado. La

culpa la tiene tu tío que les contaba todas esas historias…

Y yo recordaba a don Mateo, con su ropa negra y su bigote peinado de forma

extraña con las puntas hacia arriba. Aquella plática me dejó un sabor muy

amargo en el cuerpo. El había llegado de san Francisco, una ciudad que


248

apenas crecía y que estaba llena de gente que llegaban en buques de todas

partes del mundo.

Lo escuchaba decir:

- Me parece ver saltando cabezas por aquí y por allá, la sangre me

ensució los zapatos, cabezas de mujeres y de niñas rodando por el

camino. Primero el aullido de las mujeres suplicando…el llanto de los

niños y después el silencio. ¡¡Estos asesinos!!- gritaba el hombre

poniendo mano sobre su frente…- son la cosa mas terrible que yo jamás

haya visto…esas cabezas rodando por el camino….¡las degollaron!

¡peor que si hubieran sido animales!- luego me miró fijamente- ¡jamás

niña, jamás aceptes a un indio en tu casa! Porque esperando que

duermas…te cortará la cabeza.

Mi nana seguía hablándome de las cosas correctas. Y yo miraba hacia los

pinos, temerosa de que los indios de mateo con la cara pintada salieran

montados a caballo.. Y al mismo tiempo, escuchaba la asquerosa voz de don

Mateo, sentenciándome…:

- Porque esperaran a que duermas para córtate la cabeza- le recordaba

señalándome con el dedo, de manera amenazante.

- Bueno nana, que sea como tú dices. Pero no es por las cosas que

contaba mi tío, sino porque lo que decía, aquel amigo de mi papá, Don

Mateo ¿lo recuerdas?

- ¿Don Mateo? ¿El merolico? Ese que decía que era médico y un día nos

lo encontramos en una plaza vendiendo ungüentos.


249

- ¡Si!... ¡ése!! ya no me acordaba que era merolico. ¡Era merolico!. Ahora

recuerdo que se quedó mudo y rojo al vernos. Pero siguió pegando de

gritos…era bueno, ¿verdad?

- Si, que lo era, pobre hombre no volvió por casa, pensaría que lo

delatamos. ¿tú dijiste algo?

- No. Pero, Nana, él si regreso. Y fue esa misma noche, no sé porque tú

no estabas, creo que habías ido a la casa de tu abuela. Don Mateo,

llegó con la misma ropa negra que siempre llevaba, se fue directo hacia

mi. Me miro con esos ojos que parecían canicas, parecían ojos de

muerto, sin luz, su mirada estaba vacía

- Si, si – me interrumpió- me hacía recordar a un lagarto que nos

encontramos en el último viaje que hicimos a la hacienda, ése que

estaba sobre el camino tomando el sol .

- Bueno Don Mateo se me acercó- le interrumpí- y mirándome me dijo:

confío en tu discreción niña. Yo no pensaba decir nada, pero

seguramente él no lo sabía. Luego se metió en el salón y se perdió entre

la gente. Pobrecito lagarto, nana, no podían moverlo, estaba cual tablón,

inmóvil y sin vida. Nunca más volví a ver un lagarto, decían que era

extraño ver lagartos por ese camino. ¿Te acuerdas de Teo, el capaz de

cafetal? … Teo me contó que ahí no era lugar de lagartos, que

lagartonas si había y muchas, pero que no era tema para una niña,

¿Qué son lagartonas, nana? – le pregunté


250

- ¡Ah, que Teo! -dijo la nana, al tiempo que se reía-. siempre tan brillante,

con ese ingenio, sin pudor, ni vergüenza,

En los cafetales se decía que Teo era hijo de mi papá, que por eso era el

encargado de todos los terrenos, era el único que podía tomar decisiones sin

consultar al patrón. Además Teo se parecía mucho a mi papá, solo que era

más alto y delgado.

Era muy simpático, con ojos brillantes, enamorado de todas y de ninguna

muchacha en especial. Siempre vestía de lino, pantalones color arena, su

madre doña Estela, era una mujer delicada de salud, que pasaba los días

tomando el sol, abanicándose con hojas de plátano. Era una mujer callada, y

resignada, postrada en una cama o en una silla de ruedas. La última vez que

fui a la hacienda, me detuvo y se puso a hablar conmigo. Debía estar muy

aburrida que se conformaba en hablar conmigo. Me preguntó de mi madre, de

sus criadas, por último y como no queriendo la cosa, preguntó por mi padre. Y

yo le contesté todo lo que ella quería saber. No sé si se quedó intrigada o

tranquila, pero me tomó la mano y me pidió que regresara otro día, y yo

regresé muchas veces durante ese mes. Teo me llamaba su pequeña niña, me

acariciaba la mejilla y me daba un beso en la frente, siempre me decía:

- se buena siempre, pero no dejes que te hagan pasar por tonta.

Le tenía mucho cariño .

Después de esa temporada, no volví a verlo, ni a saber de él.

Mientras yo me hallaba a cientos de kilómetros, mirando mis recuerdos, mi

seguía diciendo,
251

- Siempre me sorprendió como las damas se arremolinaban alrededor de

Don Mateo. Tan oscuro como era… sin personalidad. El único tema de

conversación que tenía era sobre esas cabezas rodando. Y las mujeres

enloquecían con él; bueno que se puede esperar, así eran todas ellas.-

afirmó mi nana- lo bueno de todo es que no tuvieron tiempo de hacerte

de esa manera.

- ¿De qué manera , nana? Si ni me notaban.

- Mira, Cuca, la belleza depende en mucho de la percepción de las modas

que se viven. Tal vez esas estiradas veían en ti una belleza más

peligrosa, la que proviene del alma. Ninguna de esas mujeres, por más

joyas que llevaran encima, podrían ser lo inteligente, lo culta y bien

portada que eres tú. No necesitas de adornos, el único adorno que

tienes tú se llama …..olvidé la palabra.

- Mediocridad.- le dije.

- ¿tú, ¡mediocre!? ¡Que equivocada estás! Ni mediocre, ni conformista.

Siempre con esa ansia de conocer mas, de ser justa y ecuánime. Eres

sincera, honesta y siempre quieres hacer lo correcto. Y es por eso que te digo

que debemos asilar a estas personas que viene huyendo de tan lejos, que al

menos en este pedazo encuentren un poco de paz. Que retomen la vida y que

vivan en paz. No puedes negarles ese derecho.

Cuando me di cuenta de que mi nana estaba muerta, y que yo, como siempre

metida en mis remembranzas le daba la espalda, mi espalda era lo ultimo que


252

había visto de mi. Esa idea me llenó de culpa …me acerqué a la cama y me

metí en la cama con ella, me abracé a su pequeño y seco cuerpo y lloré con un

dolor que nunca había sentido. La soledad se extendió en la habitación y

permanecí ahí, llorando hasta que llego la noche. Entonces, me separé de ella,

salí de la habitación y después de la casa.

Me dirigí a la loma donde vivían Gertrudis y Lilia con los dos niños. Toqué a la

puerta. Lilia me abrió muy sonriente y lozana, estas dos mujeres habían

encajado perfectamente.

Ninguna de las dos me miró el rostro, entré hasta la cocina, ahí me ofrecieron

un café y entonces se los dije:

- Mi nana murió esta tarde .-se me quebró la voz, aunque no quería

que me vieran llorar no pude evitarlo.

Ellas me miraron sorprendidas y después se echaron a llorar, se abrazaron

confortándose y después se abrazaron a mi. No supe en que momento se

sentaron a mi lado y permanecimos en silencio, tomadas de las manos, no sé

por cuánto tiempo. No sé que pensaban ellas, pero yo recordaba el

movimiento de sus manos, cuando le decía hasta pronto a mi tío Efraín.

Esa sonrisa que se le fue apagando con la enfermedad.

Recordé como iba cambiando su rostro conforme avanzábamos en el camino

buscando el pueblo de Santa Bárbara y su asombro al escucharme decir que

nos quedábamos aquí.

- ¿En medio de la nada, Cuca?


253

- Si. nana…aquí debemos quedarnos, esta planicie es enorme, hay agua,

está el rio. Y yo ya estoy cansada de andar y vivir preocupada sin

nada seguro.

Ella cedió, tal vez solo esperaba mi decisión para hacerlo. La planicie nos daría

cabida a todos, se acabaría las noches al descubierto debajo del cielo

estrellado, quería tener una cama. La cama que una mujer me regalo en

prenda de gratitud. Aun no sé que me agradecía la mujer, pero esa cama venía

conmigo desde lejos.

Y al decidir que ese era el lugar correcto no me imaginé que a los dos días,

desde la pineria, llegarían otra decena de indios y que me parecían aguerridos

y sedientos, pero a pesar de mi temor, llegaron y se quedaron,.

Entre todos empezamos a construir las casas, el establo, los graneros, los

corrales, hasta yo metí mis manos, me enseñaron a hacer adobones, me

divertía con esa actividad, me sentí útil y feliz. En menos de lo que pensamos,

armamos un caserío que después las personas bautizaron como rancho.

Nuestra edificación atrajo a mas personas que se fueron estableciendo mas

allá de la curva de los muertos. Gente que como nosotros buscaba un lugar

para echar raíces.

En cosa de nada , el rancho y el pueblo estaban en forma. Después, tuvimos

que organizar una comisión para que nos dieran identidad política para el

nombre del pueblo apareciera en el mapa. Primero fuimos a Cd Guerrero, de

ahí nos mandaron a Cuauhtémoc y terminamos en Chihuahua, nos tomó

mucho tiempo darle formalidad a este asunto. Y cuando conseguimos la


254

identidad política y demográfica, empezaron a llegar los políticos, los

estafadores, los predicadores, los comerciantes y los traficantes. A pesar de

esto aún no éramos tan importantes para nos mandarán ni profesores ni

médicos. Ni siquiera teníamos una oficina de registro civil. Antes de abrir una

escuela, se inauguró la cantina.

Y aunque ni nana se volvió educadora por convicción, la escuela no se pudo

abrir. Tuvieron que pasar algunos años, hasta que llegó Margarita.

Pero años antes no lográbamos que las personas cooperaran , porque era un

pueblo de retardados, nadie le veía provecho el mandar a los chavalos a

estudiar y no lográbamos convencerlos . Pero Nana, tan empeñosa como

siempre, todos los días bajaba al pueblo, y a la orilla del rio, debajo de un

sauz llorón, congregaba a los niños y les daba clases. No le importaba si los

padres estaban de acuerdo o no, ella de igual manera les invitaba y los niños

lo tomaban como un juego, todas las mañanas pasaban horas, debajo de aquel

sauz.

Esos niños de antes y hasta algunos ya eran abuelos, estaban ahí, al lado del

cuerpo, haciendo guardia. Mostrando su respeto y su cariño. Pero ahora ya

muerta de qué servía. Mientras estuvo enferma pero viva, nadie se atrevió a

visitarla. La dejaron con nosotros, solo Lilia, Gertrudis y yo pasábamos los días

con ella, bañándola, cambiándole la ropa de la cama, alimentándola, mirando

como se iba consumiendo. Pero desde mucho tiempo antes la dejaron sola.

Nana me decía que los niños crecían, se hacían adultos y de tanto y tanto se

sumergían en un ritmo de vida, que nada ni nadie rompía. Si la miraban en el


255

pueblo, la saludaban de lejos. Pero pasaban semanas, meses, incluso años,

sin verles la cara.

Mientras duró inválida, muriéndose poco a poco, no recibió ninguna visita, pero

no creo que Nana esperará algo de la gente del pueblo, cuando hizo cosas por

la gente fue porque ella lo decidió así. Nunca recibió un pago, a veces le

mandaban una reja de manzanas, o de elotes, algún gallo, huevos y gallinas.

Pero ese día, como pólvora se corrió la noticia: Francisca Beltrán viuda de

Aguilar, había muerto.

Ahora si, todo el pueblo en procesión rumbo al rancho. con carretas llenas de

flores, velas, imágenes de santos, y un montón de comida.

Unos detrás de otros se acercaban y me daban el pésame. El pésame era

sincero, se les notaba en los ojos y en el apretón de la mano, Y yo no podía

evitarlo a cada apretón me brotaban un camino de lágrimas, sentía que la

respiración se atoraba en la garganta, me faltaba el aire. Por momentos

pensaba que las piernas no me sostendrían.

No me di por enterada que a mi lado, sosteniéndome la espalda estaba

Gertrudis:

- Quieres ir a descansar Patrona- me preguntó con voz baja.

Yo me sorprendí al oírla, no atine a responderle nada. La verdad es que no

quería irme del lugar y al mismo tiempo, quería irme. Entre el ir o quedarme,

miraba a toda esa gente murmurando cosas de la vida, los chismes, algún

recuerdo que compartían.


256

Toda esa gente acomodándose en la pequeña habitación, poniendo sobre el

cuerpo de mi nana, ramos de gladiolas y geranios blancos., No se sorprendían

de verla tan poca cosa, como si la hubieran visto siempre. Algunas mujeres, le

dejaron un beso en la frente. No sé quièn le puso una corona de flores blancas

en la cabeza. La habitación antes llena de muerte, ahora olía a flores y a cera.

Miraba esa escena como si yo no perteneciera a ella, A mi lado, Gertrudis me

sostenía de un brazo. No sé que apariencia tendría porque Gertrudis tenía el

miedo dibujado en los ojos. Le miré y me sonrió con timidez,

- ¿Quieres descansar, patrona?- me preguntó de nueva cuenta.

Mi nana se hubiera sorprendido a ver tal cantidad de personas en su velorio,

siempre fue una mujer que buscaba ayudar a los demás, de la manera que

fuera posible. No importaba si para hacerlo debía quitarse un pedazo de pan de

la boca. No esperaba reconocimiento más que el suyo propio, sabiendo que

hacía lo correcto.

Siempre, desde el primer momento en que entró en mi casa y se hizo cargo de

mi educación, más que una mentora, fue mi conciencia y mi guía. Me

observaba desde lejos, de manera pertinente y delicada, buscando de alguna

manera, con algún detalle que sus enseñanzas hubieran echado raíces

correctas en mi persona. Todo lo que yo era, todo lo que yo pensaba y actuaba

tenía inicio en ella misma; yo era un reflejo de esa mujer que buscaba hacer de

mi, alguien que no dependiera de nadie. Una mujer que revolucionara la vida,

que trascendiera de manera importante en el mundo. Debió ser doloroso y

desilusionante, verme remitida a ese rancho. Sin esperar más, sin anhelar nada
257

más. Sin un hombre que me haya hecho hijos, al final de cuenta, solterona

como mis tías.

Una mujer sin historia, una que cuando muriera sería primero eso, una mujer

muerta, después el olvido haría de mi alguien que no existió. Como le pasó a

mi familia, que de un borrón desaparecieron. Y eso que eran personas

importantes, defensores de la iglesia y de sus curas, personas que se afanaban

por hacerse sentir, de la manera que fuera y no les valió de nada. Si no fuera

por mi persona, hasta yo dudaría de la existencia de esas personas.

Desde que llegué a ese lugar había sido menos que ninguna. Las personas

me miraban con respeto, porque creían que era la dueña de toda la tierra, que

los terrenos donde estaba fincado el pueblo eran míos, y que de tan bondadosa

como era, se los había cedido sin pedirles nada a cambio.

A veces me tocaba tomar decisiones que , en el pueblo, les parecía justo que

yo tomara, pero todas esas decisiones eran pensadas y discutidas con mi

nana y con Vicente. Excepto la de aquella ocasión, cuando bajé al pueblo a

reclamarles que usaran mi nombre para recabar dinero. Ahí fue cuando conocí

mi verdadero carácter.

Recuerdo que con Altagracia organizamos una verbena en el centro de la

plaza, con pasteles, rompope y asados y esas cosas que se usan de cotidiano

en el hacer fiestas de pueblo. Colgamos papelitos de colores y contratamos a

una banda de ancianos que tocaban por el rumbo de Temosachic. Nos

inventamos una excusa para hacer la fiesta, pero la historia real era otra.
258

Una noche hablando con Altagracia, cuando aun me visitaba, me comentaba

que el pueblo pasaba por una crisis, que las familias pasaban de largos sin

saludarse, como si cada quien viviera en un lugar distinto, que debíamos tomar

el asunto en nuestra manos y resolverlo. Que antes de desunirse por envidias

o tragedias, debíamos encontrar la manera de unir a esa gente., la pobre y la

no tan pobre, que fuera un verdadero pueblo

Entonces, nos inventamos un patrono. ¡Que mejor pretexto para obligar a las

personas a salir a la calle, interactuar entre ellos, sentirse parte de un todo, que

salir a celebrar el día de un santo, y mucho mejor si era el patrono del pueblo.

Los motivos religiosos obraban milagros, debe ser que la gente seguía siendo

temerosa de Dios.

A mi, la verdad, me costó una verdadera epopeya ir a la plaza a festejar un

patrono que ni siquiera existía. Usamos una mentira blanca para unir un pueblo

y dio resultado porque a raíz de esa fiesta, todos los años sobre la misma

fecha, la verbena se seguía celebrando. Y el patrono se había quedado y

adueñado del pueblo.

La gente empezó a convivir, el resultado mas importante fue la construcción de

la escuela, con la que tuvo que ver personalmente Margarita. Solo eran dos

cuartuchos acondicionados para que la maestra o el profesor dieran clase. Era,

en el salón de clases, donde los hijos de todos empezaron a crear una nueva

manera de pueblo. Un día, de pronto la escuela estaba a un lado del vergel,

entre los manantiales, ahí en el rancho, la maestra Margarita se fue a vivir ahí

después de casarse con tito.


259

Pero, en el rancho, duró muy poco, después de su muerte, la escuela regresó

al pueblo y todo continuo como si nada hubiese pasado. Como si Margarita no

se hubiera metido de lleno a construir la escuela, las personas olvidaron que

el dolor que la maestra padecía. Un dolor que la condujo a la muerte.

Recordando cosas, me vino a la memoria aquel día cuando salí al mediodía,

rumbo al pueblo. Llevaba la carreta porque quería surtirme de granos, Moi me

había mandado avisar que los granos nuevos habían llegado muy de mañana .

Yo quería ser la primera en comprarlos. Así que sin pensarlo dos veces,

preparé la carreta y me lancé camino abajo hasta llegar al pueblo.

Las calles, como siempre, estaban calladas y vacías. Era lo típico, las

personas salían muy de mañana a las tierras de labor y no regresaban hasta

pasadas las cinco de la tarde, cuando empezaba a bajar el sol. En esta zona

las tierras eran muy bondadosas con nosotros, la lluvia y el abono no faltaban

nunca.

Al pasar por el frente de la casa de Moi y Eustolia, me fijé que pegado a la

puerta de alambre, había un niño asomándose a la calle. Recordé una escena

parecida, No era Tito, el hijo que yo conocía, además tito se había marchado

del pueblo, después de la tragedia .Entonces pensé que era algún visitante o

algún pariente. Se lo pregunté a Moi que solo atinó a cascarear. Fue Eustolia

la que me dijo:

- Es mi nieto. El hijo de tito y de margarita… ¿recuerdas?


260

Yo le miré asombrada, nunca había pensado en aquel niño que se había

quedado sin madre. ¡Que erro tan grande! Cuando su madre murió, el niño era

aún un bebe de brazos. No recuerdo haber pensado en él una sola vez.

- ¿Por qué lo tienes encerrado?- le pregunté- ¿No debía estar en la

escuela?

- El no está bien, Cuca, es un poco retrasado. Además es mudo.

- ¿Por eso lo escondes? ¡Es tu nieto! ¿No le quieres así? No recuerdas

que mal le fue a Tito por tenerlo escondido. Como sufrió desaires y

humillaciones. ¿quieres que le pase lo mismo? ¿Vas a repetir la

historia?

- ¡Claro que no quiero repetir nada! Solo lo protejo del mundo, de sus

burlas, de sus maldades. Es lo único que me queda. Tito, solo dios sabe

dónde está, solo me queda este niño. Tengo que protegerlo. Como no

lo hice con Tito.

- Y cuando no estés tú para protegerlo, me puedes decir ¿quién lo

protegerá? Tienes que darle armas, enseñarlo a enfrentar las cosas, que

su mudez y su retardo no es importante si le enseñas a manejarlo

¿dónde está su padre? ¡Qué comodidad, irse dejando un niño!

- Es muy fácil para ti decirlo, no tienes hijos… ¡No puedes saber que dolor

lleva mi muchacho! El pensó que estaría mejor conmigo, que ir con un

padre borracho. . No sabes nada Cuca, no tienes porque venir ni a

criticarlo ni a decir que hago mal. ¿Qué sabes de la vida? ¡No sabes

nada! Te puedo apostar que harías lo mismo que yo...


261

- Perdóname, pero no, yo no haría lo mismo... ¡esconderlo! ¡bah! Esas

son babosadas… ¡esconderlo! y cuando él ya no quiera estar

escondido, ¿qué harás? Préstamelo- le dije- y te demuestro que haría

yo con ese niño, si por obra divina de Dios fuera mi hijo.

Al día siguiente muy de mañana, Eustolia y el niño estaban en el rancho. Nana

y yo los recibimos, entre sorprendidas y contentas, se llamaba Tomás era un

chico tímido y temeroso, con sus cabellos rojo, sus ojos azules, la nariz y los

pómulos llenos de pecas.

- Me hiciste reflexionar Cuca y tienes razón, él solo me tiene a mí, porque

su abuelo, hace como que no existe, como si no fuera su nieto. Y si un

día me muero lo dejaré más solo que una rata, no toleré imaginarlo en

manos de quién sabe quién sin saberse defender. Sin saber como

proporcionarse lo mínimo. Te lo dejo…tú me dirás cuando debo venir por

él.

Nana y yo nos hicimos completo cargo del niño, con paciencia y esmero le

enseñamos lo más elemental. Por las tardes al caer el sol, como si fuera un

encuentro más, nana se sentaba al lado de él y le leía poco a poco. Tomás

pronto quiso aprender a leer por si mismo. Nos sorprendió lo rápido que

aprendía. Era un chico muy inteligente, no sé de dónde sacaban que era

retardado, su único problema era la mudez. Pero el niño sabía darse a

entender y nosotros estábamos encantados con él. Nos seguía a todas partes,

aprendió las labores del campo. Como se debe ordeñar una vaca, como

encender una hoguera. Aprendió sobre cultivos, los ciclos de la siembra, sobre

ganado, temas referentes al rancho y la labor del campesino.


262

Vicente y Nana encontraron en Tomás un aliciente, se enamoraron del niño, lo

veían como si en realidad fuera su hijo.

Pasaban los días y siempre había algo nuevo que aprender. Eustolia venía a

verlo por las tardes. Mientras nos tomábamos un café, yo observaba como se

le coloreaban las mejillas viéndolo trabajar hombro con hombro con los

hombres del rancho. Justino, le había regalado un collar que traía consigo

desde tiempo remotos, le contó que ese collar se lo había regalado su abuelo y

que él quería regalárselo para que lo protegiera en el camino

Luego cuando regresó a casa de sus abuelos, les prometió a todos que vendría

de diario a verlos. Y lo fue cumpliendo, pero un día al caer la tarde y pensando

que este día Tomás no había venido, vimos llegar a Eustolia, el miedo en los

ojos, nos alertó. Venía por Tomás pero Tomás este día no había venido.

Ella pensó que el niño, después de haber peleado con el abuelo, en un

arranque de rabia, había tomado un caballo y salió a todo galope por el camino.

Eustolia pensó que había venido al rancho y quiso dar un tiempo hasta que se

normalizara las cosas.

Por eso había venido hasta caer la tarde, pensó que ya era el tiempo

pertinente. Pero Tomás no estaba en el rancho, nos asustamos. Organizamos

unas cuadrillas de búsqueda, esperando encontrarlo con bien, pero los días

pasaban y nada sucedía.

Al tercer día dieron con el caballo que pastaba y aun llevaba la silla de montar

en el lomo. Con este descubrimiento, ahora si estábamos seguros de que algo

había pasado, la angustia y la desesperación, amenazaban con hacer mella. Al


263

cuarto día, los zopilotes nos dieron a entender que allá por el rumbo de los

maderales había un cadáver.

Por primera vez, le pedí a dios, que no fuera el niño, sino el cadáver de algún

animal. Pero todo fue inútil, lo encontramos muerto, pensamos que tal vez, el

caballo se había desbocado y había lanzado al chico por los aires, cayó sobre

una roca, desnucándose.

Jamás volví a pedirle nada a dios. Tomás estaba muerto y no sabíamos como

sanar este dolor. Para Vicente y Nana fue un golpe mortal, un duelo terrible de

que ya no se repusieron. Lo lloraron siempre, todas las semanas iban al

panteón a ponerle flores. Las demás personas, incluso los abuelos ,ya había

dejado al niño en el pasado, pero Vicente y mi nana, no.

Cuántas cosas me había enseñado la nana, de historia, de literatura, de

filosofía….Pero jamás me dijo qué debía hacer el día que ella faltara. Yo creía

que mi nana nunca se moriría, que era eterna. Lo di por hecho. Ella que

siempre estuvo, aún enferma, aunque fuera en silencio, con su tenue sonrisa,

compartiéndolo todo. Desde el más simple pensamiento.

Las velas en los cirios trepidaban amenazando apagarse, el viento entraba por

la puerta y las ventanas. Miré a Gertrudis y le encargué que estuviera atenta

que yo iría a descansar un poco y me fui buscando la habitación donde

pasamos muchos meses, primero charlando, luego leyéndole, después en

silencio.

La luz del día se fue acabando y yo seguía sentada en la mecedora,

recordando cosas, algunas no estaba tan segura de haberlas vivido, más bien
264

parecían parte de un sueño. La recamara se lleno de sombras, no quise ni

encender el quinqué, quería estar a solas con mi lastima.

Que oscura era la casa, a otros les imponía pero yo ya estaba acostumbrada,

cerré los ojos y dormité.

Hacía ya tiempo que habíamos intentado llevar la electricidad al rancho pero el

costo era tremendo, así que seguimos con lámparas de alcohol.

Los que venían de la ciudad contaban que aun en muchos lugares de la ciudad

seguían a sombras, que las lámparas de kerosene estaban de moda. Que el

sereno había dejado de escucharse, porque a los dos últimos de ellos, los

habían hallado muertos en una esquina. Todos decían que era la maldición del

fantasma del río. Que los pobres hombres murieron de miedo. Y quién no se

muere con tales cuentos. Yo por experiencia propia, tenía un fantasma

personal, uno con el que había crecido y me había hecha vieja, ya estaba

acostumbrada a él, pero los demás no. Si se lo topaban lo menos que les podía

pasar era orinarse en los pantalones. Y eso que el tío era un fantasma serio,

no era dado a hacer travesuras.

Un día me encontré a Gertrudis, muy de mañana, hablando a solas, estaba

contándole a alguien una de sus tantas historias.. al final de cuentas ella

también se había acostumbrado a mi tío. Y lo usaba de confidente, y mi tío

permanecía sentado a la mesa, fumando y oyendo las historias de Gertrudis


265

Antes de que se pusiera el sol, llevamos el ataúd hasta el cementerio. Le vi

bajar en aquel hoyo y recé, después de muchos años de no haber rezado, pedí

que mi nana no sufriera el encierro.

Mientras íbamos en el cortejo, el cielo se cerró y empezó a caer una lluvia

menuda. Ya en el panteón mientras cubrían el féretro con la tierra, la lluvia

empezó a arreciar. Todos corrieron a protegerse, menos yo que quede ahí a un

lado de la tumba, queriendo morir con ella.

Cuando dejo de llover las personas empezaron a regresar al pueblo, solo

quedamos Gertrudis y yo.

Ella me convido a que caminara, pero yo no quería dejarla sola en ese pedazo

húmedo, me resistía a dejarla ahí en ese paraje solitario y silencioso.

Sentí que nada era real, que yo estaba dormida en mi cama y que tenía tan

solo doce años.

Escuche la voz cantora de Vicentito hablándoles a los pájaros en esa lengua

tan especial que solo él conocía.

16

- Dicen que este lugar esta embrujado…

- ¡Ay. si! ¡que miedo me da!- tres voces contestaron a coro.


266

- ¡Si! - continuó la mujer-, Además . dicen que hay un fantasma que no

deja que nadie se acerque. Un espíritu maligno que ronda a todas horas,

sacándoles el corazón a todos los que se atreven…

- ¡Pamplinas!- interrumpió un hombre ya mayor- Ningún espíritu puede

hacer eso, además… ¡qué fantasmas, ni que ocho cuartos! ¡Martita, los

fantasmas solo están tu cabeza..!

- ¡Que no, Ignacio! ¡que no! ¡entiende! Por una vez en tu cochina vida

ponme atención.

- ¿Y cómo nosotros si pudimos acercarnos?- preguntó la otra mujer.

- ¡Eso! ¿como nosotros si podemos acercarnos?- la secundó

- ¡Nunca me ponen atención! Siempre piensan que soy una estúpida.-

Martita, hizo pucheros con sus labios pálidos. Sus ojos verdes se

llenaron de agua y la frustración se aposentó en su rostro.

Siempre tuve gusto por las personas jóvenes y estas personas me parecían

ligeramente infantiles y conocidas. Bueno, mi criterio estaba un poco oxidado

porque últimamente, venían pocas personas por el rancho, así que todos me

recordaban a alguien, todos se me hacían conocidas y jóvenes.

-¿Te recuerdan a alguien?- le pregunté a mi tío que seguía sentado sobre los

baúles, sin responderme, como siempre-. No sé porque te pregunto si nunca

me contestas.- Me indigné.
267

-¡María ven!!! ¡Vengan! – gritó uno de los hombres que habían llegado hasta

mi casa

Por la ventana abierta, se asomaron los cuatro desconocidos.

-Pero... ¿Qué es esto? ¡Cuánta tierra!...

- vean al fondo ¿que ven? ¿son unos baúles? – preguntó el hombre.

Es cierto, el polvo y los escombros se había ido acumulando, no solo en mi

habitación sino por todo el rancho. La maleza lo invadió todo. Por algunos

lugares se veían algunas matas verdes con flores amarillas, que siempre

nacían con el día, pero que se secaban al caer la tarde.

Las cuatro personas buscaron la manera de entrar en la habitación sin

preocuparse de nosotros dos, que los veíamos caminar a tropezones, casi a

oscuras entre la maleza y los escombros.

Tantos años sin recibir visita, sin contar con la presencia de mi tío, permanecí

completamente sola en aquella casa, sin ánimos ni de cocinar, Me asomaba

por la ventana y miraba como el sol seguía brillando sobre los pastizales a la

orilla del camino.

Los días transcurrían vertiginosamente. Tan rápido que perdí la cuenta y ya

no lograba distinguir si era de día o de noche. Yo seguía sentada ahí en esa

mecedora, sin ganas de salir a caminar o de platicar con las personas, pero

con cuáles personas iba a platicar, si desde que se fueron Gertrudis y Lilia, los

únicos hombres que habían llegado al cerco, se regresaron despavoridos, la

culpa como siempre, había sido de mi tío Efraín que no cesaba de molestar e
268

intranquilizar a medio mundo. No me di cuenta, pero desde entonces cada vez

que alguien intentaba llegar al rancho, mi tío increíblemente celoso, lo evitaba.

Y de pronto me doy cuenta de que nada es igual, el tiempo se había quedado

en las paredes y colgaba de las vigas, con los techos antes blancos caigan

rasgados por toda la habitación. Desde que el techo se había sumido y caído

sobre la cama de mi nana, las cosas empezaron a caerse, y a agrietarse, pero

qué importaba. Total, nadie venía de visita y no se daban cuenta.

El techo se cayó un día antes o ¿fue hace un año? ¿ o hace diez? No

recuerdo, estaba sentaba, como siempre mirando la ventana y la pintura de mis

tías cuando una parte del techo se vino sobre la cama de mi nana, aquella

cama donde había pasado sus últimos meses, Pero no le di importancia. No

me importó que el techo se hubiera echado a dormir en esa cama, y me

intereso saber que por el hueco que había quedado encima de mi cabeza se

metiera el sol, la luna o la lluvia. También se colaron algunas ratas y además

anidaron entre los escombros, de repente se asomaba alguna ave.

Las ratas y mi tío Efraín eran mis únicos acompañantes, nadie más iba por el

rancho. La última vez que hablé con alguien, había sido a principio de qué año.

No lo recuerdo.

Era inútil limpiar y que importaba la cama, total ,desde que se murió mi nana a

mi , ni de dormir me daban ganas. La última vez que me acosté, fue aquella

tarde que me abracé al cuerpo frio de mi nana muerta. Desde el sepelio, no

recuerdo haberme levantado de esta mecedora.


269

Y hoy me estaba dando cuenta de que había culebras debajo de la cama. Pero

tampoco me importaba.

Recuerdo la última vez que charlé con mi nana, el cielo estaba encapotado y

oscuro. La tierra lucía completamente blanca y helada, el frio se colaba por

todos los rincones, pero yo no lo sentía. La chimenea se había apagado casi al

mediodía, un poco después de que Gertrudis y Lilia salieron refunfuñando de

mi habitación. fue aquel día, cuando mi nana se paró en la puerta de la

recamara y me pidió que la acompañara, me informo que teníamos que

viajar. Y cuando me tomó de la mano recordé mis baúles cerrados

- Nana , no podemos dejar mis baúles aquí, Aún no sé qué tienen dentro.

- Cuca, a dónde vamos, no podemos llevar tus baúles, ¡Déjalos! Ya no

tiene importancia, lo que haya en ellos, ya no nos sirven.

- Pero Nana, ahí está toda mi herencia. Acaso ¿ no te lo dijeron mis tías?

Mi nana me miro y dijo:

- Todos estos años pudimos vivir sin abrirlos… Es señal de que nada de

lo que ahí se guardara nos hacía falta. Pero tuviste razón al

recriminarme… Creo que pequé de extravagante al no permitirte

abrirlos, pero debo confesarte algo, sumamente delicado….mucho antes

de llegar a Santa Bárbara, perdí las llaves.

Yo me detuve un momento para mirarla. Se veía tan pálida, tan etérea, tan

transparente, Esa corona de gardenias en la cabeza, se parecía tanto a la

corona de flores que le habían puesto el día que la velamos. Mi Nana se

había muerto, es cierto. No recuerdo cuando se murió, solo recuerdo como se


270

escuchaba las paladas de tierra sobre el cajón de madera y después, como

sonaba la lluvia que caía torrencial sobre la tumba.

De la nada, perdí las ganas de todo. No veía caso que estuviera en ese pedazo

de tierra sin tener alguien a quien pertenecer ó a quien amar.

Los años se me vinieron encima de un golpe, el pelo se puso blanco y perdió

brillo y vida. Mi piel , que a pesar de la edad se conservaba lozana y tersa, en

cuestión de horas se le hicieron canales , se arrugó y perdió frescura. Mis

ojos se quedaron opacos:. Perdí las ganas de comer, de caminar, de hablar, de

vivir .

Me encerré en la habitación de mi nana, protegiéndome con la mecedora de

madera, el único recuerdo, además de los baúles, que tenía de mi infancia.

Dejé de ver como venían y se iban los días. A veces creía escuchar a mi nana

que me contaba historias, mientras me arropaba o me ayudaba a vestirme.

El retrato de mis tías, nos miraba desde la pared y permanecían inmutables e

indolentes. Yo no quería hacer nada, solo tenía ganas de seguir así, sentada.

Toda mi historia estaba íntimamente ligada a Vicente y a mi nana, Y si no

estaban ellos, ya nada me importaba, ni siquiera mirar la angustia y la

preocupación de Lilia y de Gertrudis.

Ellas también se sentían abandonadas y agotadas. Muchas veces intentaron

regresarme con ellas. Pero mi tiempo era otro y aunque en la ventana se veían

oscuras las nubes, Yo solo veía ese esplendoroso sol que se paseaba entre las

parcelas verdes a la orilla del camino, mientras buscábamos el pueblo de Santa

Bárbara.
271

El rancho sin mi presencia empezó a venirse abajo, La mano recia que

controlaba a los labriegos y a las mujeres, ya no estaba presente. Y todos ellos

empezaron a resentir la falta de mando. Para terminar de complicar la

situación, granizo con tal fuerza y furia que destruyó las cosechas y destrozo

las huertas.

Gertrudis y Lilia de cierta manera agradecían que yo, perdida en mi semi

inconsciencia, no me diera cuenta de la gravedad de la situación. No

necesitaban mentirme, simplemente no me lo dijeron y aunque me lo hubieran

dicho, ni las hubiera comprendido, ni me hubiera importado, Ya no me

importaba nada..

A raíz de esta situación, los campesinos sin saber decidir, empezaron a pasar

los días sentados en los pórticos de sus casas, hasta que la comida y el dinero

se fueron terminando. Entonces, tomaron sus liachos, los echaron en las

carretas, se llevaron las gallinas, los puercos, los caballos y hasta las vacas

marcharon.

Gertrudis y Lilia se mudaron conmigo a la casa, no tenía caso que viviéramos

en diferentes lugares. De igual manera fue cosa de ellas, a mi ni me molestaba,

ni me alegraba, simplemente para mi, ellas no existían.

Por muchas semanas nos quedamos solas en el rancho. Ellas trataban de

hacerse cargo de todo lo que aun tenía salvación, pero poco a poco se fueron

hastiando , no encontraban ningún provecho y nada de lo que hacía daba

frutos, es como si una maldición se hubiera cernido sobre la tierra


272

Pero ellas intentaban no claudicar. Tal vez, pensaban que ahora que todos se

habían marchado, podrían quedarse como dueñas y señoras del lugar. Por eso

se esforzaban y luego recordaron que yo había mencionado un lote de dinero,

Así que pasaban horas enteras buscando el escondite donde supuestamente,

yo tenía guardado el dinero.

Y si , yo tenía dinero guardado, porque no sabía cuando los desastres iban a

hacer mella en nosotros; Nunca estábamos exentos de una sequia , de alguna

inundación o de heladas. Por eso, y por tal motivo, la nana y yo

Decidimos, hacía mucho tiempo tener una reserva monetaria y estaba muy

bien guardado en el buró , al lado del baúl con impresos crepé. Vicente le

había construido un fondo oculto que se abría con un gancho numero 1 que yo

usaba para tejer

Solo ellos y yo conocíamos el lugar. No es que fuéramos desconfiados, lo

hacíamos para evitar la avaricia de algunas personas.

Gertrudis y Lilia sabían del dinero, porque en una ocasión, mientras

tomábamos el café de todas las tarde, nos lo habían oído comentar , Pero por

mas que buscaban no lograban dar con él.

Gertrudis llegaba y me decía:

- Cuca tenemos urgencias….¡muchas urgencias! necesitamos dinero para

salir de estos problemas.

Yo solo la miraba sin entender lo que ella me decía. Como si Gertrudis me

hablara en otro idioma. Al paso de los días, ya no logré escucharla. como si


273

ella hubiera quedado muda. Se lo iba a mencionar, pero me dio flojera abrir la

boca. Así que ella siguió sin enterarse de que era muda.

- ¡No sé donde chingados esté el dinero, Lilia ¡¿dónde está escondido el

dinero?! ¡carajo!, ¡Piensa Lila! ¿ Piensa!

La soledad y la miseria se iban extendiendo con una extraña rapidez, como si

se fuera a acabar un capitulo de la vida. Entonces, un día, abatidas y vencidas

Gertrudis y Lilia pensaron que también debían irse, Ya no había más que

hacer , ni que más cuidar.

A tanto buscar pensaron que lo del dinero había sido una mentira y no tenía

caso seguir buscando.

Las casas vacías se convirtieron en madrigueras, la tierra sin quien la

trabajara, dejo de producir.

Las huertas también resintieron la falta de cuidado y empezaron a decaer.

Además dos mujeres solas no podían con todo el trabajo, y nadie quería venir

a trabajar al rancho, Todo era por causa de mi tío y del rumor que se corría por

las calles del pueblo, diciendo que yo había enloquecido y era peligroso

acercarse hasta allá.

Por más que Lilia y que Gertrudis decían que esto no era cierto, nadie estaba

dispuesto a creerles y por ende la ayuda no llegaba,

- Cuca, tenemos que irnos,-Gertrudis había tomado mi cara entre sus

manos y me obligo a mirarla, ella movía la boca como diciéndome algo,

pero ella era muda y yo no sabía que me decía-, en esta soledad

estamos muriendo. Mira, patrona, este es el ultimo pedazo de leña que


274

te puedo poner en la chimenea. Tú no nos dices dónde está el dinero. Lo

necesitamos, porque en el pueblo ya no nos quieren dar crédito.

Estamos arruinadas. Si nos quedamos, moriremos de frio o moriremos

de hambre. Tenemos que marcharnos, patrona. Aquí no hay nada mas

que hacer..

Yo las veía ir de un lado a otro, echando cosas en las petacas. Gertrudis

movía las manos, se detenía frente a mi cara, algo me decía. Pero no podía

oírla y aunque la oyera no le entendería.

Cuando intentaron levantarme para llevarme con ellas, yo me amarré a los

barrotes de la mecedora

- ¡¿Qué intentan hacer?! – creí que les preguntaba, pero de mis labios no

salía sonido. Ellas se empeñaban en arrancarme de la mecedora, pero

primero muerta que dejarme. Mi cuerpo se puso duro y pesado, fui una

parte mas de esa silla.

- Gertrudis…- llamó Lilia- ¡dejémosla, ella no quiere ir!

- Pero si la dejamos morirá de frio. - concluyó .

- ¿acaso no está ya muerta?- dijo Lilia

Gertrudis me miro con suma tristeza, se le rodaron las lágrimas y entonces se

acercó a mi oído

- Cuca nos llevamos lo poco de valor que hay en esta casa. Es para

volver a comenzar en otro lugar. ¿Me entiendes, verdad? Quiero llevarte


275

conmigo patrona, pero no te dejas levantar. Y me obligas a decidir entre

quedarme y morir o marcharme y vivir. Las opciones son muy claras.

Cansadas y hambreadas, no pudieron esperar más días, con sus pertenencias

en una carreta marcharon rumbo al pueblo. En la casa del presbítero hicieron

un alto, a grandes rasgos le explicaron la situación y después continuaron su

viaje.

Esa noche cayó la última nevada de febrero y fue tan intensa que los caminos

quedaron cerrados.

- Nana, todos se fueron

- Si. Cuca, nosotros también tenemos que irnos.

- ¿Por qué nana? ésta es mi casa y aquí está mi herencia, no puedo

marcharme sin mis baúles.

- Tienes que dejar los baúles Cuca.

- No. Nana. ¡No quiero dejar mis baúles!

Afuera seguía nevando, el frio se había detenido o yo no lo sentía, solo

escuchaba como susurraban los copos de nieve sobre los techos de las casas.

Mi nana se quedó conmigo algunos días, pero después se marchó y me dejo

ahí sentada en esa mecedora.

Durante una semana, la nieve siguió cayendo. En el pueblo las personas

empezaron a preocuparse. Las entradas a las casa estaban obstruidas, el

ganado en el campo empezó a morir, El río estaba congelado.


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En el rancho la nieve también había subido hasta la altura de la ventana y las

puertas estaban atrancadas por el peso, el viento no menguaba y el techo

crujía con el peso de la nieva acumulada, Pero yo ajena a todo eso, seguía

mirando a través de los cristales el sol esplendoroso que se paseaba entre las

cosechas que estaban a la orilla del camino.

En el pueblo las preocupaciones aumentaban conforme avanzaba el tiempo,

los alimentos estaban escaseando y se intuían que el desastre sería

incontable. Aunque lo importante era conservar la vida, lo material también era

importante y de manera muy cruel

- Mira si son unos baúles!

- Vaya!!! ¡¡miren unos baúles!! ¿de qué época serán estos baúles?

Los dos hombres corrieron y se acercaron a las mujeres

- tío- le dije - ¿crees que puedan abrir los baúles?

Mi tío me miró, sacó el cigarrillo de su boca y dijo:

- ya es tiempo…ya es tiempo.
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