You are on page 1of 12

REPRESENTACIONES SOCIALES, IDENTIDAD Y CAMBIO

Jorge Daniel Moreno


Teresa Moons

En este artículo nos proponemos establecer un nexo entre problemáticas sociales


que se manifiestan en comportamientos potencialmente nocivos para la salud y las
representaciones sociales. Consideramos que estas últimas son elementos
constitutivos de la identidad, y que le otorgan a los comportamientos, en particular
aquellos que son avalados grupalmente, un viso de normalidad que dificulta
cualquier tipo de consideración crítica sobre los mismos, sus riesgos y
consecuencias.

In this article we aim to establish a connection between social representations and


those social problems which take the form of behaviour that is potentially damaging
to health. We argue that the former are constitutive elements of identity which
make behaviour, particularly that which is susceptive to peer pressure, appear
normal, making it difficult to be critical of such behaviour and its risks and
consequences.

REPRESENTACIONES SOCIALES

Las representaciones sociales no constituyen un conocimiento claramente definido


y consciente que, a manera de manual de instrucciones, indica la forma de
interactuar ante situaciones sociales específicas, sino que más bien establecen un
saber implícito, una forma de sentido común compartida por un grupo. Al
analizarlas nos instalamos en la aprehensión del sentido de la acción y de las
maneras en que los actores sociales las significan. Son principios organizadores
de las posiciones adoptadas entre actores sociales, posiciones que van ligadas a
las maneras en que estos actores se insertan específicamente en un conjunto
definido de interacciones (Doise, 1986). Bourdieu sostiene que en este tipo de
significaciones se va estructurando el “habitus”, un sistema de disposiciones que
funciona estructurando las experiencias pasadas con las presentes, conformando
una matriz formadora de las percepciones y generadora de actos.

En suma, el concepto de representación social se refiere a una forma de


conocimiento en virtud del cual no sólo se interpreta la realidad, sino que también
se juzga (personas, objetos, conductas y situaciones), se proponen guías de
comportamientos ante situaciones específicas y se explican y sostienen actos y
posiciones.

Las representaciones sociales nos proponen un mapa para relacionarnos con


situaciones sociales específicas, y dicho mapa es compartido por otros. Mediante
ellas se elabora cognitivamente un objeto social en derredor del cual se estructura
una trama de comunicación compartida y una manera de actuar, se regulan
comportamientos, tanto intragrupales como intergrupales y, desde su prisma, se
puede dar cuenta de los conflictos que surgen dentro del grupo o fuera de él.

-1-
Representaciones sociales, identidad y cambio. Jorge Daniel Moreno y Teresa Moons
Redes 10, pp. 51-69. Diciembre, 2002

Emergen, en sus múltiples dimensiones, de un colectivo grupal así como también


lo reflejan, y a la vez median en la relación de ese grupo con su medio ambiente.

La hinchada de un club de fútbol tiene una manera particular, acordada, de


entender, disfrutar o sufrir las vicisitudes del equipo que los representa. Ante cada
partido ponen en juego acciones compartidas, en ocasiones ritualizadas, mediante
las cuales interactúan tanto entre ellos como con otros grupos, tanto en la
situación específica del partido como en las preliminares, los festejos por el triunfo
o las reacciones ante la desazón de la derrota. La representación social
compartida por los miembros de la hinchada conlleva una manera de “vivir” el
fútbol en función del modo en que sus miembros se amalgaman y delinean una
identidad común. Quien forme parte de la hinchada deberá compartir muchos de
los rasgos que la caracterizan e identifican. Uno de los puntos de anclaje para
estos rasgos que vehiculizarán emociones y comportamientos individuales,
maneras de significar las acciones, es la representación social, lugar donde se
constituye un modo de entender y relacionarse con el fútbol según “los colores del
club y la tradición de los hinchas”. La representación compartida por la hinchada
no es sólo la matriz donde precipitan creencias, valores y percepciones, también
es el lugar a partir del cual ese modo de “vivir el fútbol” se entiende y a la vez se
construye, se actúa en múltiples situaciones.

Considerada desde una distancia que permita ver un campo más amplio, la
representación social manifiesta creencias, en su doble cariz de prefiguración y
consideración de acciones, siempre valoradas ideológicamente.

Las representaciones pueden ser compartidas por grandes grupos sociales o por
otros pequeños, marginales, pero todas cumplen la función de defender la
identidad social de los sujetos que pertenecen al grupo. Todas, siempre, explican
hechos y justifican interpretaciones, emociones y comportamientos desde un
horizonte compartido (Páez, 1991).

El origen de las representaciones sociales es colectivo, reflejan el modo en que un


grupo elabora cognitivamente un fenómeno. Y en este punto una aclaración: de
ninguna manera constituyen un conocimiento abstracto. Tienen un fin práctico,
referido al uso social del fenómeno que iluminan, tanto en relación al modo de
entenderlo como de interactuar con él (Moscovici, 1984).

Sintetizando: tanto desde su origen como por su función, la representación social


siempre nos remite al grupo. Manifiesta una forma de relación entre sus miembros
y de éstos con el entorno, proponiendo modos de relación pautados. Todo ello se
vincula con una forma de conocimiento compartido (de ciertos objetos sociales) y
marcos cognitivos que se vinculan íntimamente con la identidad social.

-2-
Representaciones sociales, identidad y cambio. Jorge Daniel Moreno y Teresa Moons
Redes 10, pp. 51-69. Diciembre, 2002

REPRESENTACIONES SOCIALES E IDENTIDAD

Sabemos que la identidad social también nos remite a un contexto cognitivo y


afectivo. El proceso de identificación no ocurre en el vacío sino en una situación
social específica que corresponde a necesidades particulares de los individuos
(Rebolloso,1996). Identificarse con un grupo implica pertenecer al mismo, y desde
esa determinada localización social pautar no sólo las interacciones con los
demás, sino también los modos de entender situaciones.

Hablamos de un proceso dinámico, donde el miembro de un grupo se atribuye a sí


mismo criterios de identidad compartidos, algunos de los cuales serán parte de su
propia identidad individual. El proceso es complejo. Quien se define como
miembro de una hinchada de fútbol aprende pautas grupales y las hace suyas.
Esas pautas lo redefinen como parte del grupo, a través de él se relaciona con el
medio a la vez que legitima sus maneras de comprender el mundo; en este caso,
el fútbol. Y no sólo de comprenderlo, sino también de actuar. En esa manera de
percibir, sentir y participar en situaciones relacionadas con el fútbol, el miembro de
la barra se verá reflejado (y algunos elementos de ese reflejo confluirán con otros
para constituir rasgos de su identidad individual).

Tajfel(1984) define la identidad social como aquella parte del autoconcepto de un


individuo que deriva del conocimiento de su pertenencia a un grupo social, junto
con el significado valorativo y emocional asociado a dicha pertenencia. En ese
autoconcepto el individuo se refleja y encuentra, y a través de él se construye
socialmente.

Si bien somos una síntesis más o menos homogénea de múltiples facetas y


carices en los cuales nos identificamos, ejercida en roles y modos de vivir en
diversos escenarios y circunstancias, en diferentes contextos grupales ponemos
en juego (y/o reprimimos) ciertas características y no otras, que si bien son
individuales, se reafirman en la identidad social que esos contextos activan. El
ingeniero puntilloso de traje y corbata semanal se transforma en el hincha de
fútbol desbordado en la tribuna, los festejos callejeros o la conversación con
amigos del café. La tímida secretaria se libera de sus inhibiciones en la obra de
teatro vocacional de la escuela a la que concurre su hija. Esa síntesis, en la cual
todos nos sabemos nosotros mismos, constituye nuestra identidad, pero tiene
muchas partículas que en ciertos medios grupales germinan y florecen, y en otros
se desdibujan o se apagan.

IDENTIDAD SOCIAL, REPRESENTACIÓN Y RIESGO

Existe una interacción dinámica entre los procesos de identificación que se ponen
en juego en la pertenencia a un grupo, el reconocimiento del sí mismo, y la
aceptación y asimilación de las representaciones que ese grupo tiene para definir
situaciones específicas, en el sentido de valorarlas y actuar en ellas. Esta
cognición incluye una manera de considerar los riesgos (Breakwell,G.M.1993).

-3-
Representaciones sociales, identidad y cambio. Jorge Daniel Moreno y Teresa Moons
Redes 10, pp. 51-69. Diciembre, 2002

En muchos trabajos de campo se observa que el consumo de alcohol en jóvenes


no está asociado a un peligro para la salud, sino que constituye un atributo de
identidad que de ninguna manera considera y evalúa el riesgo de la ingesta
alcohólica (Calvez, 1994. Páez, 1991). La representación social del grupo modela
la relación de sus miembros con el alcohol, oscureciendo los riesgos que acarrea
su ingesta excesiva. Podemos comentar aquí un hecho del que tenemos
conocimiento directo: un grupo de adolescentes mujeres reunidas en la casa de
una de ellas consumió abundante cantidad de bebidas alcohólicas durante una
reunión. Una de las chicas se durmió profundamente y ninguna de sus amigas
consideró la posibilidad de nada anormal en ese sueño profundo, que en verdad
era un coma alcohólico agudo por el cual murió. Nadie valoró en ese sueño la
posibilidad de una intoxicación. La representación social que enmarcaba la
situación no incluía el probable riesgo. “Se durmió”, dijeron al verla, y el significado
de la palabra “durmió” quedó incluido en el interjuego (perceptivo y de acciones)
que la representación dictaba. El hecho, la percepción del mismo y el modo de
conducirse frente a él estaban coloreados por lo que se entendía en términos de
diversión, donde una de las partícipes se había dormido, y nadie consideró otra
posibilidad, en particular, alguna relacionada con la cantidad de alcohol que
habían ingerido.

Siempre manteniéndonos dentro del territorio de la identidad, queremos


incursionar brevemente en su dimensión más individual y menos social, para dejar
planteadas algunas preguntas que exceden los límites de este trabajo pero que
consideramos significativas. Entre los miembros de un grupo con una
representación de la ingesta alcohólica asociada con la diversión, ¿por qué
algunos terminarán siendo alcohólicos y otros no?, ¿por qué la representación,
asociada a la identidad social, calará en la constitución del self de algunos
miembros del grupo? De todos los miembros de una hinchada de fútbol, algunos
hacen de ella su medio de vida y otros se acoplan esporádicamente. Como si
pasara de un cuarto a otro, el ingeniero se pone la camiseta del club y se
transforma pero luego vuelve a su traje, trabajo y familia. Otros, en cambio,
desarrollan su vida dentro de la hinchada, en ella encuentran el espacio donde
predominantemente se desenvuelven. Las respuestas a estas preguntas exceden,
como ya dijimos, las intenciones de este trabajo. Las planteamos porque nos
parecen importantes y porque queremos dejar abierta la inquietud, pero por sobre
todo porque nos permiten definir claramente el horizonte de nuestra observación:
la representación social y las identificaciones en contextos grupales, donde el
individuo se nutre y recrea, articulándose y desarrollándose dentro de formas
socialmente acordadas, a través de las cuales se sitúa frente a los hechos.

Nuestro punto de vista considera aquellos comportamientos nocivos para la salud


que se enraízan en marcos cognitivos sostenidos grupalmente, y propone que la
representación social es una instancia que les otorga un viso de normalidad desde
donde se justifican, siendo, entonces, muy poco permeables a la crítica, a ser
considerados desde otro ángulo valorativo, incluso a la posibilidad de evaluar el
riesgo.

-4-
Representaciones sociales, identidad y cambio. Jorge Daniel Moreno y Teresa Moons
Redes 10, pp. 51-69. Diciembre, 2002

PRÁCTICAS NOCIVAS Y REPRESENTACIONES SOCIALES

El lector que nos ha seguido hasta aquí seguramente intuirá que cuando
mencionamos prácticas o conductas nocivas que se sostienen y validan en ciertas
dinámicas grupales pensamos, entre muchas otras, en las adicciones, la violencia,
la ingesta alcohólica episódica, el tabaquismo, los trastornos alimentarios,
etcétera.

En este punto, nos parece importante aclarar que de ninguna manera reducimos la
complejidad de dichos problemas a una dimensión social, como hemos aclarado
antes. Decimos “prácticas o conductas nocivas” no por un reduccionismo
conductista sino porque preferimos no hablar de “enfermedades” para no incurrir
en lo que Bateson llamaría un error epistemológico. Al decir “enfermedad” nos
ubicaríamos predominantemente en un territorio individual, y no es ese el
horizonte de nuestra observación, que de ninguna manera tiene un cariz etiológico
o etiopatogénico. Nuestra observación prefiere referirse a formas de conocimiento
grupales que involucran actitudes y comportamientos.

Consideramos las conductas de riesgo en función del marco cognitivo que las
significa, distinguiendo en él a la representación social, como un elemento muy
importante en su constitución. Creemos que representación e identificación social
ocurren en una dinámica interactiva. Pensamos que cuando este proceso connota
como normal un peligro o un daño para la salud merece ser tenido en cuenta para
diseñar abordajes para estas problemáticas. Creemos, y en esto volvemos a
Bateson, que el abordaje de un problema será más eficaz si considera la suficiente
cantidad de elementos que expliquen el contexto en el cual ocurre.

Cuando se reduce la óptica para instrumentar medidas, ya sea preventivas o


terapéuticas, sobre un trastorno alimentario, por ejemplo, a un contexto individual,
se dejan de lado elementos que, a nuestro entender, merecen ser tenidos en
cuenta. Pensamos en el escaso efecto que produce la información acerca del
peligro de la ingesta excesiva de alcohol en quienes la consideran un rasgo de
identidad social y en derredor de él se agrupan. A nuestro entender muchas
campañas preventivas se dan de narices con representaciones sociales donde el
peligro de un hábito, como por ejemplo el de fumar, ha sido hábilmente
desplazado mediante inteligentes campañas de márketing a deportes de riesgo,
como ha hecho durante años una muy conocida marca de cigarrillos. Parecería
que no hay riesgo en el fumar sino en pilotear un automóvil a más de 200 km por
hora o tirarse con un trineo por una barranca a velocidad semejante. Gran
cantidad de avisos publicitarios proponen una representación social donde el
consumo de bebidas alcohólicas se asocia a la diversión y el alegre esparcimiento.

Consideramos que el abordaje de problemáticas individuales sostenidas en


identificaciones sociales que se asocian con ciertas representaciones ha de
hacerse en los términos de la complejidad en la cual se constituyen, tanto en el
terreno de la prevención primaria como de la secundaria. De hecho, quienes
trabajan en la recuperación de adictos bien saben que la primera medida a tomar

-5-
Representaciones sociales, identidad y cambio. Jorge Daniel Moreno y Teresa Moons
Redes 10, pp. 51-69. Diciembre, 2002

con un consumidor es aislarlo de su grupo de pertenencia. Si los desbordes de


violencia de una hinchada de fútbol se justifican en su manera de “vivir el fútbol”
(tanto en el éxito como en la frustración), hay muy pocas posibilidades de cambio
de la conducta individual de sus miembros.

Recapitulando: hemos relacionado la representación con la identidad social en


tanto ambas se recrean dinámicamente en una interacción que expresa aspectos
de la identidad de un grupo, mencionando apenas que algunos de esos aspectos
pueden constituir partes del self de sus miembros. En ese interjuego entre
representación e identidad se dibuja un marco cognitivo que pauta maneras de
entender y actuar sobre situaciones específicas. Considerando esos
comportamientos y el grupo donde se sostienen y legitiman subrayamos aquellos
que son nocivos o implican riesgo para la salud. A nuestro entender, este contexto
dificulta la crítica individual, ya que hacerla implicaría poner en tela de juicio las
representaciones sociales del grupo y, por ende, rasgos de la identidad social, en
tanto sea parte del grupo.

LA LEGITIMIDAD DE LA REPRESENTACIÓN SOCIAL

No es suficiente que los individuos amenazados por un peligro para la salud


conozcan el riesgo para evitarlo, lo indispensable es que no ignoren el proceso por
el cual los riesgos son construidos como aceptables o no (Calvez, 1992). Pero no
es posible considerar los elementos con los cuales se construye la valoración del
riesgo con el simple tratamiento cognitivo de la información, porque ésta se halla
mediatizada por un contexto cultural específico y propio de cada grupo social.
Piénsese en este sentido en el trabajo que hacen los grupos de alcohólicos
anónimos, discriminando constantemente el riesgo y proponiendo día a día la
ausencia de alcohol.

Siempre que hablamos de realidad social nos manejamos con el concepto de


realidad de segundo orden, donde el sentido y la significación de las cosas (su
valor social) surge de la intersubjetividad, mediatizada por un proceso
comunicativo donde se producen códigos que articulan y unifican los modos en
que es creada y a la vez se comprende. Berger y Luckmann (1989) proponen la
existencia de un proceso de legitimación, mecanismo que no sólo explica este
orden sino que también atribuye validez cognoscitiva a significados objetivados, es
decir, a significados que, siendo producto de la actividad humana, adquieren
carácter de objetividad. Según los autores, la legitimación aparece cuando un
ordenamiento entendido como realidad objetiva debe transmitirse a una nueva
generación. En ese momento, el orden debe ser explicado como si fuera el
legítimo. Nosotros utilizaremos ese concepto en el contexto grupal: pensamos que
la legitimación opera, tanto en sus dimensiones cognoscitivas como normativas,
sobre las pautas grupales acordadas acerca de la manera de comprender y actuar
sobre situaciones específicas, en el nivel de distinción que nos ocupa, o sea,
sobre comportamientos potencialmente nocivos. Proponemos que la
representación social del grupo está legitimada.

-6-
Representaciones sociales, identidad y cambio. Jorge Daniel Moreno y Teresa Moons
Redes 10, pp. 51-69. Diciembre, 2002

Veamos ahora algunos aspectos de este proceso en el ámbito grupal. Hasta el


momento, toda vez que nos hemos referido al grupo lo hicimos desde su
dimensión presente. Extendámonos a su historia y mitología, a la memoria
colectiva, recreada constantemente, donde se acrisolan afirmaciones sobre
maneras de conducirse, esquemas explicativos, pautas de intercambio intra y
extragrupal, y en algunos casos hasta rituales distintivos. Pues pensamos que
todos estos elementos, que se fueron tejiendo en una temporalidad histórica,
constituyen una cosmogonía propia del grupo, que valida sus representaciones
sociales.

Cuando hablamos de una historia común la consideramos en tanto es expresada y


reconstruida en una narración, que se nutre permanentemente con nuevas
anécdotas, hechos, interpretaciones. La médula de dicha narración se legitima y
funciona como una suerte de matriz generadora de significados y marco de
referencia de actos. Sobre la base de esa legitimación las representaciones
sociales se transmiten a los nuevos miembros del grupo, que al acordar con ellas
toman también una identidad social. Hay grupos que tienen rituales de admisión
y, a través de ellos, el nuevo integrante se inicia en prácticas que manifiestan a la
representación en su dimensión activa. A nuestro entender, entrelazada con la
identidad social, la representación legitimada obstaculiza cualquier ejercicio crítico
individual. La membresía al grupo presupone maneras de interpretar y
comportarse de un modo predefinido.

Las representaciones sociales que aparecen en la narración que el grupo tiene de


su historia discriminan y significan un aspecto del paisaje, distinguiéndolo como si
fuese el único posible, y no sólo eso, sino también prefigurando y validando las
maneras de transitarlo.

Muchos desmanes posteriores a un partido de fútbol son justificados


intragrupalmente como maneras de festejar o rechazar un resultado. La historia
de la hinchada así lo explica. La pertenencia al grupo conjuga una confluencia de
individualidades en las dimensiones de una particular identidad social. La lectura
de la situación deviene en manifestaciones y actos que no son observados
críticamente, y es muy probable que muchas anécdotas surgidas de los hechos
posteriores a esos actos reafirmen la narración que expresa las características del
grupo (o la redefinan).

REPRESENTACIÓN SOCIAL E INTERDEPENDENCIA

Al hablar de identidad social e individual estamos mencionando implícitamente los


procesos de socialización e internalización, en tanto aprehensión e interpretación
de un acontecimiento que se vuelve subjetivamente significativo en el ámbito de
una sociedad. Berger y Luckmann han hablado extensamente de este proceso y
lo presentaron en términos de un continuo dialéctico, que no ocurre en una
secuencia temporal, sino de manera simultánea en múltiples vertientes y variables.
Nosotros proponemos que las representaciones sociales son uno de los

-7-
Representaciones sociales, identidad y cambio. Jorge Daniel Moreno y Teresa Moons
Redes 10, pp. 51-69. Diciembre, 2002

elementos que vehiculizan esta dinámica, en términos de significaciones surgidas


de acuerdos que ocurren en la interdependencia.

La última afirmación nos ubica en el territorio del construccionismo social, porque


considera que esta forma de conocimiento ocurre en un intercambio relacional
constante, que se renueva en cada momento de la interacción y que es
mediatizado por el lenguaje (Lax, 1996; Pierce y Cronen, 1980). Según esta
óptica el concepto de individuo se ubica en el contexto relacional. (El concepto
mismo de “self” se desplaza al ámbito relacional). Me reconozco a mí mismo en
tanto los demás me reconocen. Y no sólo eso; ese reconocimiento no es de
ninguna manera estático, sino que deviene en una dinámica de relaciones que me
constituyen y devuelven, sostiene Gergen (1992). Autor que llega a afirmar que el
individuo no preexiste a la relación, sino que es a la inversa: soy yo únicamente en
virtud de una relación, y sólo puedo saber lo que pienso y lo que siento gracias a
mi participación en una cultura. Esta conclusión lleva a que toda prelusión aislada
(gesto, marca, signo) adquiera significado cuando se coordina con una acción
suplementaria.

Lo interesante de la óptica construccionista es que así como los significados


emergen en el proceso de la relación también están sujetos a un proceso de
reconstitución continua (lo cual abriría distintas instancias de abordaje).

Ahora bien, si el concepto de individuo se refiere al ámbito social, el “yo” deja de


ser una estructura narrativa privada para constituirse como un relato inteligible en
el seno de las relaciones vigentes, donde se sostiene, intensifica, amplía o retrae.
Y todo ello en una cultura que pauta características generales (Gergen, 1996).
Esta recontextualización del self amplifica considerablemente las maneras de
entenderlo e interactuar con él.

Volviendo a nuestro tema, sin duda que la pertenencia a un grupo (más


significativa e importante en determinados momentos de la vida, por ejemplo
durante la adolescencia) prefigura rasgos de identidad que nosotros sugerimos se
relacionan en el proceso de identificación grupal con las representaciones sociales
compartidas. Podríamos ejemplificar con la representación “embriaguez igual
diversión” en adultos jóvenes, y de cómo la potencia de dicha identificación social
y la pertenencia al grupo predeterminan la actuación, y de cómo en algunas
personas esa actuación deviene en relación a ciertas características propias y se
constituye en un comportamiento habitual y “normal”.

Sugerimos entonces que las representaciones sociales legitimadas por un grupo,


entendidas en términos de significados surgidos de la interdependencia,
constituyen un contexto desde donde es posible comprender (y también operar)
sobre las cogniciones y los comportamientos que hemos señalado. Nos atrevemos
a afirmar que si las representaciones sociales de un colectivo no son examinadas
críticamente, las posibilidades de cambiar las maneras de entender y actuar los
hechos y situaciones que ellas iluminan son muy pocas. No creemos que la
información racional sobre el riesgo, en el cual hacen eje muchas campañas

-8-
Representaciones sociales, identidad y cambio. Jorge Daniel Moreno y Teresa Moons
Redes 10, pp. 51-69. Diciembre, 2002

preventivas, sea suficiente para modificar la representación y así la práctica, o a la


inversa, que prohibiendo o castigando la acción se modifique la representación
social en la que se inscribe, entiende y encuadre. Ya hemos mencionado
repetidamente que unas y otras se asocian con el proceso de identificación y
constituyen sistemas complejos, donde el saber racional no está integrado de una
manera directa sino según lógicas compatibles con los valores que conforman y
estructuran a los grupos.

IDENTIDAD SOCIAL Y CAMBIO

Las representaciones sociales se componen de un conjunto estructurado de


elementos, algunos de los cuales juegan un rol preponderante, un “sistema
central” (Abric, 1994), que deriva de procesos de objetivación y está determinado
por condiciones históricas e ideológicas. Este núcleo impregna a la representación
y tiene una fuerte impronta en la memoria colectiva del grupo, integrándose a su
sistema de normas y valores. Los comportamientos se validan en él, no mediante
mecanismos racionales sino en función de significados. Todo cambio en las
conductas de los miembros del grupo se relaciona con la posibilidad de abrir
instancias críticas en este núcleo, que funciona como una matriz de significados.

Habiendo llegado al punto anterior creemos necesaria una aclaración. Hemos


ubicado a las representaciones sociales en el territorio del lenguaje, entendido en
los términos del construccionismo social y, por ende, surgidas, redefinidas y
mantenidas en una dinámica relacional. Pero, a la vez, hablamos de un núcleo
central que las tiñe de un determinado colorido y funciona como una matriz de
significados, o sea que, de alguna manera, las diferencia de la interacción misma
en la cual ocurren. Pues no creemos que ambas afirmaciones sean
contradictorias. Las ubicamos en diferentes niveles lógicos. Si bien pensamos que
las representaciones se constituyen en la interacción, también creemos que
decantan un nivel que podríamos considerar cercano a la creencia, que esa
misma interacción valoriza de un modo diferente. Este núcleo no se ajena del
interjuego relacional sino que tiene un sesgo distinto, lo que en términos de la
Teoría General de los Sistemas (Francois, 1997) se llamaría una propiedad
emergente, característica que lo hace menos permeable al devenir cotidiano de
las relaciones. A él nos referíamos cuando dijimos que las conductas entendidas
en la red de significados que provee la representación (y aún el riesgo) son poco
abordables por la reflexión crítica.

Volviendo ahora al interjuego relacional donde aparecen los significados: las


representaciones, también vinculadas con pautas culturales más amplias, modelan
tanto como son modeladas en esa trama. Pero adquieren un cierto grado de
objetivación, porque manifiestan ciertas posiciones desde donde el grupo divisa y
transita un horizonte, un mapa, una narración común en derredor de la cual sus
miembros se identifican y amalgaman.

Cuando decimos “pautas culturales más amplias” nos referimos al tejido social en
el cual existen, de ninguna manera entendemos que son un mero producto grupal

-9-
Representaciones sociales, identidad y cambio. Jorge Daniel Moreno y Teresa Moons
Redes 10, pp. 51-69. Diciembre, 2002

(hemos hecho un corte sólo a los fines de nuestro trabajo). Es evidente que los
desbordes de unos hinchas de fútbol no sólo manifiestan particularidades del
grupo sino también otros hechos sociales, al igual que el alcoholismo y mucho
más las diversas adicciones a sustancias.

El antropólogo inglés Gregory Bateson (1971) hace ya algunos años aplicó la


teoría de los tipos lógicos de Russell y Whitehead a las ciencias sociales,
afirmando que la comprensión de un hecho debe hacerse en el nivel lógico al que
ese hecho pertenece. Según él, la confusión de tipos lógicos conduce a errores de
orden epistemológico (1977). La idea es que un hecho debe comprenderse en el
mismo orden de complejidad al que pertenece. Acordando con él, nosotros hemos
ubicado ciertas prácticas perniciosas para la salud en un contexto grupal,
relacionándolas con la identidad social y las representaciones sociales. Pensamos
que en el entresijo de estos elementos se comprende y actúa, se valora el riesgo
de ciertos comportamientos y las maneras de conducirse en situaciones
específicas. Lo proponemos como un nivel de observación que permita no sólo
comprender sino accionar sobre estas problemáticas.

Hemos mencionado, al pasar, la posibilidad de acciones preventivas, que creemos


serán más eficaces en tanto consideren el contexto que hemos propuesto. No es
la intención de este artículo ofrecer alternativas de abordaje, pero sí pensamos
que todo operación que se realice con intencionalidad de cambio sobre conductas
nocivas para la salud, que estén reafirmadas en un grupo, relacionadas con la
identidad social y validadas en una representación, debe considerar la amplitud de
este contexto. A nuestro entender, la representación social se imbrica con los
procesos de identificación, grupal e individual, y a través de ella se valoran y
significan hechos, situaciones y actos. Y la cristalización (o modificaciones) de los
comportamientos que manifiestan rasgos de identidad (social e individual), y
ocurren en ese contexto, cambiarán o no en tanto el contexto cambie o
permanezca igual.

Como ya hemos mencionado, una de las pautas de cualquier tratamiento con


adictos consiste en aislarlo de su grupo y ubicarlo en otro. La intención es trabajar
sobre la identidad social que reafirma la conducta adictiva. Sin embargo, muchas
de las terapias psicológicas que tratan no sólo con trastornos adictivos sino
también con alimentarios, violencia, conductas antisociales, etcétera, se limitan al
ámbito individual, grupal o familiar, desconsiderando territorios más amplios, y aún
menos las representaciones sociales dentro de las cuales se inscriben y significan.

Desde nuestro punto de vista, si no se considera la amplitud del contexto y no se


propicia una crítica sobre las representaciones sociales, en especial sobre su
núcleo central, para tratar de modificar las pautas cognitivas y relacionales de los
grupos y abrir cuestionamientos sobre actos y maneras de valorar el riesgo, la
eficacia de los abordajes será escasa o muy costosa. Y pensamos que lo mismo
puede ocurrir con muchos planes de prevención primaria organizados en derredor
de la información que, si bien es aceptada racionalmente por todos aquellos a los
cuales va dirigida, genera pocos cambios en sus comportamientos. Comprender

- 10 -
Representaciones sociales, identidad y cambio. Jorge Daniel Moreno y Teresa Moons
Redes 10, pp. 51-69. Diciembre, 2002

un hecho y actuar sobre él, considerando una porción del contexto, es, siguiendo a
Bateson, un error epistemológico que derivará en explicaciones parciales y no
producirá cambios (si esa también fuera la intención), o serán parciales. Si el
sistema conformado por las identificaciones y representaciones sociales de la
barra de un club de fútbol no se modifica hay pocas posibilidades de que se
modifiquen los comportamientos de sus miembros, de la misma manera que si la
representación social de la delgadez se asocia con la belleza o el alcoholismo
episódico agudo con la diversión. De igual modo las campañas preventivas contra
los hábitos alimentarios nocivos o el alcoholismo social tendrán poco efecto en los
grupos que las sostienen y las personas que los actúan.

Bibliografía

Abric, J. C. (1994) “L´organization interne des representations sociales: systeme


central, systeme peripherique” In Guimelli, C. (ed) Structures et
transformations des representations sociales. Neuchatel: delachaux et
Niestle´, 73-84.

Bateson, G. (1971) “The logical categories of learning and communication, and the
acquisition of world views”, en Steps to an ecology of mind. New York,
Chandler Publishing Company.

(1985b) “Las categorías lógicas del aprendizaje y la comunicación”, en Pasos


hacia una ecología de la mente. Buenos Aires. Carlos Lohlé.

Bateson, G. (1977). “Beyond the double bind”. Comunicación leída en un


Congreso llamado Más allá del Doble Vinculo el 3 y 4 de marzo de 1977.

Bateson, G. (1993) “El nacimiento de una matriz o doble vínculo y epistemología”,


en Berger, M., comp. Más Allá del Doble Vínculo, Barcelona, Paidós. pp 53-
77.

Berger, P., y Luckmann, T. (1989) La construcción social de la realidad. Buenos


Aires. Amorrortu. The social construction of reality. New York, Doubleday &
Company, Inc.

Breakwell, G. M. (1993) “Social representations and social identity”. Papers on


social representations, 2 (3) 198-217,

Calvez, M. (1992) “La selection culturelle des risques du Sida.” París, Universitè de
Bretagne Occidentale.

Calvez, M.; Paicheler, G.; Souteyrand, Y. (1994) Connaissances, représentations,


comportements. París, ANRS.

- 11 -
Representaciones sociales, identidad y cambio. Jorge Daniel Moreno y Teresa Moons
Redes 10, pp. 51-69. Diciembre, 2002

Doise, W. (1986) Les representations sociales: definition d´un concept. En Doise,


W, y Palmonari, A. L´etude des representations sociales. Delachaux et
Niestlé, París.

Francois, Ch.(1997) International encyclopedia of systems and cybernetics.


Munich, K. G. Saur.

Gergen, K. (1992) El yo saturado. Dilemas de identidad en el mundo actual.


Barcelona, Paidós.

(1991) The saturated self. Dilemmas of identity in contemporany life. New York,
Basic Books.

Gergen, K. (1996) Realidades y relaciones. Aproxomaciones ala construcción


social. Barcelona, Paidós.

(1994) Realities and relationships. Soundings in social construction. Mass. y


London. Harvard University Press.

Lax, W. (1996) “El pensamiento posmoderno en la práctica clínica”. En Mc Namee,


Sh., Gergen, K., La terapia como construcción social. Barcelona, Paidós.

Moscovici,S.(1984)“The penomenon of social representations”. En Farr, R. M. y


Moscovici, S., comps. Social representations. Cambridge, University Press.

Páez, D. (1991) “Los jóvenes y el consumo de alcohol. Un estudio sobre


representaciones sociales”. Univ. del País Vasco. Departamento de
Psicología Social y Metodología.

Pierce, W. B, Cronen, V.E. (1980). Communication, action and meaning: the


creation of social realities. New York, Praeger.

Rebolloso, E. (1996) Conducta colectiva. En Perspectivas actuales en Psicología


social. Morales, J. F. comp. Madrid, Mc Graw Hill.

Tajfel, H. (1984) Grupos humanos y categorías sociales. Barcelona, Herder.

- 12 -

You might also like