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israelgarciaplata@gmail.com
Putnam, por ejemplo, al reflexionar sobre si una hormiga que al andar sobre la
arena forma líneas que se asemejan a Winston Churchill, se pregunta: “[h]ow can
thought reach out and 'grasp' what is external?” (Cfr. BV2iiiv); la cuestión está entonces
orientada hacia el vínculo que hace posible aprehender lo externo, es decir, la realidad
objetiva. El pensamiento busca comprender y aprehender lo que está fuera. Por ello,
debemos partir de la reflexión sobre la estructura de nuestra mente y cómo opera al
experimentar los objetos por medio de las sensaciones. Sin embargo, esta pretensión del
autor por consolidar una epistemología que se acerque a lo externo, parece plantear en
primera instancia, un escepticismo insuperable.
“What is important to realize is that what goes for p hysical [objects] also goes
for mental images, and for mental representations in general; mental representations no
more have a necessary connection with what they represent than physical
representations do.” (Cfr. BV3iio). Así pues, ni los objetos físicos y ni las imágenes
mentales en sí mismas pueden decirnos algo sobre otra cosa, no cabe en ellas una
representación inmanente. Sin embargo, dice Putnam, la representación de ser posible,
tendría que pasar por una cierta intencionalidad: “[s]o it may seem that what is
necessary for representation, or what is mainly necessary for representation, is
intention.” (Cfr. BV2iiio). Y además, esta intencionalidad parece ser una atribución o
una dotación de la mente al objeto: “[t]houghts have the characteristic of intentionality -
they can refer to something else; nothing physical has 'intentionality', save as that
intentionality is derivative from some employment of that physical thing by a mind.”
(Cfr. BV2ivv). La mente “da uso”, “emplea” de manera determinada y persiguiendo
determinado fines el objeto, ahí pues radica su intencionalidad, y en razón de ello es
posible hablar de un fenómeno de representación o referencia. La hormiga que camina
sobre la arena y que dibuja por puro azar, de manera involuntaria y sin intención de por
medio la cara de lo Winston Churchill, no puede entonces ser una representación o
referencia de Winston Churchill en sentido estricto, pues la hormiga no persigue
intención alguna, se trata sencillamente de una casualidad. Ahora, que podamos afirmar
que lo que la hormiga ha dibujado por mero accidente se trate de la cara de Winston
Churchill, es prueba de la intencionalidad, del uso y empleo de una mente que encuentra
semejanza en el dibujo –que de hecho son las huellas del paso de la hormiga- con la
cara de un hombre. Ahora, que hayamos dicho “un hombre”, que sepamos a que hombre
se parece ese azaroso dibujo, es prueba ahora de que tenemos conocimiento de alguien
quien le es parecido el dibujo, ese acto es propia de una mente que asocia imágenes
mentales y diversos datos que le permiten encontrar relaciones y, en este caso, parecidos
físicos. Esta intencionalidad, asociación y causalidad de la mente refieren a atributos
facultativos de la estructura de nuestro pensamiento, que son independientes al mundo
externo y que por lo tanto, hace suponer a Putnam que la mente y los objetos físicos,
están constituidos por una naturaleza distinta: “[s]o thoughts (and hence the mind) are
of an essentially different nature than physical objects.” (Cfr. BV2ivm). Por una parte,
en los objetos físicos y en las imágenes mentales no hay intrínseca un intencionalidad,
causalidad ni referencia a cosa alguna; por otro lado, la mente parece asociar y ordenar,
encontrando relaciones y semejanzas en lo que hay en ella de forma causal e
intencionada. Esta es pues una característica esencial de la estructura de nuestra mente.
Para Putnam sin embargo, al afirmar que no hay conexiones intrínsecas en los
objetos físicos que remitan a una idea o a otra cosa, y tampoco en las imágenes
mentales, sobreviene al mismo tiempo una imposibilidad – igualmente insuperable
como su ejemplo sobre los cerebros en una tina-, de fundamentar la representación en
una realidad objetiva, independiente de nuestra mente. Las representaciones, según el
modelo de Putnam y strictu sensu, son lógicamente imposibles pues en ellas no hay
conexión alguna con el objeto al que refieren. No es posible erigir entonces una
comprobación de que efectivamente tengamos representaciones objetivas del mundo o
no –otra vez, como en el caso de los cerebros en una tina en donde dada la complejidad
de la alucinación colectiva, nos es imposible afirmar que “realmente” nos encontramos
en esa situación, como él mismo lo señala en el texto- puesto que nuestra posibilidad de
comprender tan complejo fenómeno (el en sí mismo), es precisamente la de valernos de
la información, las relaciones causales o asociaciones y la intencionalidad de nuestra
mente para comprender un fenómeno que al parecer, no puede, por imposibilidad
lógica, transcender el plano eidético.
Para Peirce, “[o]ur ideas have also a causal connection with the things that they
represent without which there would be no real knowledge.” (Cfr. ONS143o). Es decir,
debemos dar por sentado, en primer lugar, que la conexión entre la idea y la cosa a la
que refiere debe ser una conexión necesaria y además causal, pues de lo contrario,
caeríamos en la duda escéptica que plantea Putnam, a partir de la cual, tendríamos que
dudar si nuestras representaciones refieren a la esfera de lo real u objetivo o no, si se
trata de un conocimiento real del mundo o no. Por el contrario, decíamos que para
Peirce, esa conexión es intrínseca y además, necesaria. “There is to be such a physical
connection between every sign and its object. Take a painted portrait. It is the sign of
the person for whom it is intended.” (Cfr. ONS141ivv). Un fotografía pues, es ejemplo
de un signo que nos refiere una idea, o bien, la idea que nos produce alguna fotografía
es el signo de su objeto. Este hecho se prueba, según Peirce, por “aplicación
demostrativa” esto es, “[a sign] produces a certain idea in the mind which is the idea
that it is a sign of the thing it signifies and an idea is itself a sign, for an idea is an object
and it represents an object. The idea itself has its material quality which is the feeling
which there is in thinking.” (Cfr. ONS142im). Lo que parece probar que, los objetos, al
generar ideas en nuestra mente por medio de nuestras sensaciones, llevan implícito un
vínculo o una conexión que las liga a nuestro entendimiento de forma necesaria y
causal.
Ahora, en función del ejemplo sobre el chimpancé, ¿será posible llevar más lejos
esta reflexión, y sostener que existe incluso representación o signo en la realidad
objetiva, independientemente de una mente (humana al menos) que pueda interpretar
esos signos? ¿Es posible hablar de signos y representaciones fuera de la mente (humana
al menos) a la que éstas refieren? ¿De ser posible que un chimpancé reconozca su
reflejo en el agua podría afirmarse que el animal interpreta signos y se representa el
mundo, por consiguiente que está pensando y tal vez muestre rasgos de conciencia?
Estas suposiciones no parecen ser del todo absurdas, pues las investigaciones biológicas
parecen probar que, independientemente de la mente humana, algunas especies se
representan el mundo, interpretan signos (graznidos, cantos, danzas, etc.), lo cual
contribuye a sustentar la idea de que los signos y las cosas que representan, tienen una
conexión intrínseca necesaria y causal, la cual hace participar a la mente humana o
animal, si se permite la expresión, del mundo de las representaciones y las referencias.
Llegados a este punto, una vez abordados los dos primeros tipos de signos a los
que Peirce refiere, es necesario tratar el tercero que pertenece a una clase muy particular
y con la que encontramos cercanía con la teoría de Putnam. Tal es el signo general o el
símbolo, y que como hemos mencionado se relaciona con una noción importante en
Putnam como lo es el concepto. Es justo en este aspecto de ambas teorías en donde
encontramos la posible solución al problema de la epistemología cognitiva que busca
aprehender la realidad objetiva y que pretende, además un conocimiento real.
Bibliografía