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JUZGADO DE LO MERCANTIL
NÚM. 1 DE MADRID
S E N T E N C I A NÚM.
PRIMERO.- Que por la referida parte actora se dedujo demanda origen de los presentes
autos, en base a los hechos y fundamentos de derecho que estimaba de aplicación,
suplicando que, se tuviera por presentado dicho escrito con los documentos que
acompañaba y previos los trámites legales dictara sentencia por la que:
CUARTO.- En el acto del juicio se practicó toda la prueba admitida con el resultado que
obra en autos, concediéndose a las partes el correspondiente traslado para que
formularan sus conclusiones sobre los hechos controvertidos y sobre los argumentos
jurídicos en apoyo de sus pretensiones.
c) A principios del mes de agosto de 2008, la demandada anunció en su sitio web que en
fecha 11 de agosto de 2008 introduciría nuevos procedimientos para cancelar todas las
reservas de pasajeros realizadas a través de sitios web que utilizasen motores de
búsqueda del tipo empleado por la actora (lo que se denomina "screescraping"), noticia
que fue publicada en diversos periódicos españoles como El País, Cinco Días y El
Periódico.
Sobre los anteriores hechos existe plena conformidad de las partes (art. 281.3 LEC ), sin
perjuicio de la disconformidad sobre su calificación jurídica.
a) Por más que el tipo pueda contribuir a la protección de la reputación del agente
económico no debe olvidarse que el bien jurídico protegido no es la reputación en sí
misma considerada, sino la competencia económica. Aquélla se protege en la medida
que sea necesario para asegurar la racional formación de las preferencias y toma de
decisiones de mercado por parte de los consumidores.
b) Caen fuera del ámbito del precepto los meros juicios de valor u opiniones
(expresiones de un pensamiento que no resumen las valoraciones que merecen
determinados hechos), amparados por la garantía constitucional de la libertad de
expresión (art. 20 CE ) e inhábiles para soportar el control de veracidad (del que
depende en todo caso la deslealtad de la conducta), a diferencia de aquellos otros que
están vinculados a datos o circunstancias de carácter fáctico. Estos últimos son los
susceptibles del control de deslealtad como manifestaciones denigratorias.
e) Es preciso, además, que sean pertinentes para que queden fuera del reproche de
ilicitud. Esto es, que, en consideración a la naturaleza y características de las
actividades, prestaciones, establecimientos promocionados y a las particularidades del
círculo de destinatarios de las manifestaciones, sean adecuadas e idóneas para permitir
la formación de sus preferencias y la adopción de decisiones conforme al principio de
competencia por méritos (basada en la eficiencia de las propias prestaciones propias).
En sentido contrario, no son pertinentes si se refieren a extremos que no son relevantes
para la toma de decisiones en el mercado, tampoco si no están justificadas o son
desproporcionadas.
Por último, la norma configura la acción relevante como mera realización o difusión de
manifestaciones, por lo que es bastante para la apreciación del ilícito la simple puesta en
conocimiento de terceros, cualquiera que sea el alcance efectivo de la divulgación y el
medio empleado.
Como ya indicábamos en el auto que este Juzgado dictó el pasado 26 de mayo de 2009
en el trámite de oposición a las medidas cautelares adoptadas en este mismo
procedimiento con fecha 3 de septiembre de 2008, es difícil imaginar un caso más
flagrante que el presente, de actos realizados en el mercado y con fines concurrenciales
que sean más idóneos para menoscabar el crédito de un competidor que los que han
quedado reseñados en el punto e) del Fundamento Jurídico 1º de la presente resolución.
Con mayor cautela conviene examinar si concurren las condiciones de aplicabilidad del
art. 9 de la LCD para afirmar la deslealtad del acto en relación con las acusaciones
dirigidas públicamente por la demandada a la parte actora y a las agencias de viajes
online en general, en las que se afirma la aplicación al cliente final de comisiones y
sobreprecios superiores al 100% del valor de los billetes adquiridos. No nos hallamos
aquí ante expresiones simplemente destinadas a ofender o menoscabar la fama ajena,
por lo que la demandada ha podido oponerse a la declaración de ilicitud de la conducta
acreditando la exactitud, veracidad y pertinencia de tales afirmaciones.
Problemas similares aparecen en el caso del documento núm. 14 (al que le falta la p. 2
en la copia obrante en autos) y en el que se puede comprobar un precio distinto (y
superior) para un mismo vuelo el mismo día y a la misma hora según que el proceso de
compra se lleve a cabo a través de la web de Rumbo o de Ryanair. Ahora, bien la
circunstancia de que las operadoras por internet puedan efectuar continuos cambios en
el precio de los billetes en función de la hora de la consulta, la IP de origen, la ubicación
geográfica del comprador, el número de visitantes al sitio web, y otros factores no
permite alcanzar de nuevo conclusiones totalmente fiables respecto del precio de un
mismo billete adquirido en dos portales distintos. Es cierto y debe tenerse por
acreditado que el precio final tras la consulta en relación con un vuelo entre Girona y
Dublín para el día 10.9.2009 es distinto entre las impresiones de pantalla de Rumbo y
Ryanair, pero de ahí a colegir que la diferencia es atribuible a la aplicación de
comisiones o sobreprecios por parte de Rumbo dista mucho, siendo ello un hecho
dudoso o incierto, que esta sentencia por imperativo del art. 217 LEC no puede declarar
probado.
Una primera cuestión controvertida en el debate entre las partes ha sido si el precepto
restringe o no la legitimación activa al consumidor discriminado. Al respecto, cita el
demandado dos sentencias (S.A.P. de Murcia de 14 de octubre de 1996 y SJM núm. 1
de Sevilla de 28 de julio de 2005 ) y se apoya en la interpretación doctrinal de J.L.
PORFIRIO CARPIO, La discriminación de consumidores como acto de competencia
desleal, Madrid:Marcial Pons, 2003, p. 164-165, para afirmar que el demandante no
ostenta dicha legitimación.
En efecto, entre los ejemplos examinados por la doctrina para afirmar que la
discriminación podría considerarse justificada, se ha aludido al pago al contado o la
contratación de servicios conexos de mantenimiento (véase nuevamente J. Masaguer,
op. cit. p. 473). En el caso enjuiciado, consideramos que la discriminación está también
objetivamente justificada, ya que la compañía aérea se reserva el derecho a denegar el
embarque atendiendo a si el billete se ha comprado o no a través de su sistema de
distribución autorizado (en este caso, venta directa a través de la web). Ciertamente la
situación del comprador de un billete aéreo al margen del sistema de distribución
autorizado por la compañía demandada no es idéntico al del comprador a través del
sistema autorizado. Del mismo modo que no puede equipararse (ni de hecho se
equipara) al adquiriente de cualquier producto al margen del canal de distribución de un
fabricante y el adquirido en el distribuidor autorizado (en el caso de los llamados
"productos grises" o "importaciones paralelas") entendemos que tampoco aquí se
impone la equiparación de ambas categorías de consumidores. Si bien se mira, las
prácticas de reacción frente a una elusión del sistema de distribución exclusivo tienen de
hecho incluso reconocimiento legal, como así resulta por ejemplo del art. 2 del
Reglamento comunitario 123/1985, relativo a la aplicación del apartado 3 del artículo
85 del Tratado CEE a determinadas categorías de acuerdos de distribución y de servicio
de venta y de postventa de vehículos automóviles, que expresamente alude al
compromiso de un abastecedor de no garantizar el servicio de determinados productos
en un territorio convenido.
Del mismo modo que no puede considerarse que la discriminación entre consumidores
carezca de una justificación razonable cuando el fabricante del producto adquirido
rechaza la garantía del mismo por haber sido adquirido fuera del canal de distribución
autorizado (y es un hecho notorio que así acostumbra a reflejarse en muchas
condiciones generales: por ejemplo en el ámbito de la electrónica de consumo),
tampoco puede negarse que concurra una justificación objetiva cuando la compañía
aérea se reserva el derecho a embarcar a los pasajeros que hayan adquirido sus billetes
eludiendo el único sistema de distribución autorizado (en este caso, la venta directa).
Por consiguiente y a la luz de todo lo expuesto llegamos a la conclusión de que, en
relación con el art. 16.1 LCD , el tipo de la infracción no concurre.
Por desgracia, y a pesar de lo pretendido por la demandada, ello no fue lo que aconteció
aquí: según se desprende del documento núm. 13 bis del escrito de demanda (no
impugnado por la demandada), Howard Millar de Ryanair expresamente declaró que
"Ryanair introducirá el próximo lunes (11 de agosto) nuevos procedimientos para
cancelar todas las reservas de pasajeros hechas a través de webs de screenscraping". La
referencia a "todas las reservas" y no sólo a "las reservas que se realicen con
posterioridad a dicha fecha" convierte en claramente desleal la práctica de Ryanair. La
gravedad del acto se ve además potenciada por el hecho de que el anuncio se produjo
inmediatamente antes del mes vacacional por excelencia (agosto), lo que
indudablemente fue susceptible de generar una auténtica situación de psicosis entre los
pasajeros con billetes adquiridos bajo amenaza de cancelación, entrañando gravísimos
perjuicios para el crédito e imagen de la actora.
Recapitulando todo lo dicho, consideramos que el modo en que la buena fe exige que se
desarrollen las relaciones comerciales entre Ryanair y las agencias de vuelo on-line
podría resumirse en que, mientras Ryanair no sea capaz a nivel tecnológico de impedir
que terceros intervengan en Internet como intermediarios no autorizados
(probablemente mandatarios) de terceros en la compra de billetes aéreos, su reacción
consistente en anunciar la cancelación de billetes se ajustará a Derecho desde la
perspectiva de la prohibición de deslealtad por conculcación de la buena fe únicamente
si afecta a los que en el futuro puedan adquirirse a través de una determinada fecha. De
ese modo, la demandada no podrá sembrar el pánico en un modo claramente contrario a
las exigencias mínimas de dicha buena fe entre aquellos consumidores que hayan
venido adquiriendo sus billetes en el pasado en tales agencias. Ahora bien, tampoco
podrán las agencias de vuelos on-line "forzar" a Ryanair a mantener sus compromisos
contractuales adquiridos respecto de vuelos adquiridos con su intermediación bajo el
imperativo de la buena fe concurrencial, si continúan comercializando vuelos con
posterioridad a la fecha que la compañía aérea pueda fijar.
En un mercado en el que el propio sistema de venta que antes hemos criticado (una
especie de subasta sin publicidad ni posibilidad de comparación de precios, aplicaciones
informáticas que sortean los controles que impone un sitio web de una compañía que
sólo desea contratar con consumidores finales, etc.) propicia situaciones como la
presente, entretanto el Legislador o nuestros Tribunales no prohíban la práctica del
screescraping parece que deberán poder coexistir las actividades de la compañía aérea y
la de las agencias on-line, de tal modo que los consumidores que recurran a estas
últimas puedan saber de antemano cuáles son los riesgos exactos de los servicios de
transporte que están adquiriendo. Ello no ocurre si inopinadamente y sin previo aviso la
compañía aérea cancela los billetes que ya han sido vendidos por las agencias de viajes
on-line. Si lo hace respecto a los que puedan venderse en el futuro, será el consumidor
el que deberá decidir si opta por poder comparar el precio de los billetes de las
compañías que sí acceden a comercializar sus billetes a través de las agencias on-line o
bien directamente a Ryanair, que se marginará por propia decisión del mismo.
FALLO
Todo ello sin expreso pronunciamiento en cuanto a las costas causadas en esta instancia.