+Partamos, primero, de unas constataciones: |.Todas las oraciones
aportadas por los cuatroevangelios -con la sola excepcion del grito lanza
do en la Cruz, que no es sino la cita del Salmo 22,2- tienen en comin la
invocacién al Padre.
2, Sabemos, por otra parte, que dicha invocacién (Abba), no se encuentra
en las oraciones judias; es creacién de Jestis y una de sus pocas palabras
originales,
3, Practicamente todas las oraciones de la Misa van dirigidas al Padre por
mediacion de su Hijo, eso sI 4. No deja de ser cutioso, por contraste, que la
presencia del Padre sea tan exigua en la oracién privada.
‘= Comprobar todo esto nos llevan a la conclusion de que se hace preciso
redescubrir la presencia del Padre. Cuando Jesus ensefia a orar a sus dis-
los, es muy claro: «Cuando oréis, decid: Padre», Nosotros no debemos
jamés disimular 0 modificar esa direccién nica. Recordemos que nuestra
vocacién no es tanto la de terminar siendo cristianos, cuanto la de acabar
siendo hijos en el Hijo.
*uQué gana nuestra oracién con el redescubrimiento del Padre? Gana
mucho, Gana Evangelio.
La distancia que separa al Evangelio de cualquier otro libro sagrado,
incluido el Antiguo Testamento, es la distancia que media entre una oracion
dirigida a un Dios revelado como Padre, acogedor y acogido como Padre,
hecha escucha del Padre, y la dirigida o hecha escucha de cualquier otra
Vision de fa divinidaa.
Por lo demas, la divina figura de Jesucristo surge con rasgos
siempre nuevos cada vez que un corazén décil medita el
texto sagrado, Toma la Sagrada Escritura, lee, y hallaras al
Hijo en La medida en que el Padre te lo otorgue. Nadie
puede disefiarte la fisonomia del Sefior que se inclina
precisamente hacia ti, Has de contemplazle directamente y
no permitir que nadie te lo arrebate. El encuentro personal
con el Sefior es la gracia mas sublime que puedas llegar a
recibir. (Romano Guardini),
Leer, releer, orar y difundir
Evangelizar la Oracion
Oramos porque Jestis or6
Porque nos mandé orar
“El se fue solo a un monte a orar”
OREMOS COMO JESUS ORO
jSeiior, enséfianos a orar y enséfianos a ensefiar a orar!TESTIMONIO
Siguiendo al Maestro
Tenia hambre de la verdad, y por eso
estudiaba filosofia. Es mas: como muchos otros
jOvenes, buscaba la verdad y creia que la
indo. Pero he aqui una de las
icio de nuestra «divina
aventura», que comuniqué inmediatamente a mis
compafieras: «Para qué buscar la verdad
cuando ésta vive encarnada en Jesus, el hom-
bre-Dios? Si nos atrae la verdad, dejémoslo
todo, busquémoslo a él y
hicimos. Tomamos el Evangelio y lo leimos
palabra por palabra. Y nos parecié.
completamente nuevo. Irradiaba sabiduria en
cada pasaje. Cada Palabra de Jesus era un haz
de luz incandescente: jtotalmente divino! Me
parecié la respuesta a mi blisqueda anterior.
Las Palabras de Jesus en el Evangelio son
unicas, fascinantes, lapidarias, se pueden traducir
en vida, son luz para todo hombre que viene a
este mundo, es decir, son universales. Si las
vivimos, todo cambia: la relacién con Dios, con el
prdjimo, con los enemigos. Esas Palabras ponen
en su lugar todos los valores y desplazan todas
las cosas, incluido el padre, la madre, los
hermanos, el trabajo... para poner a Dios en el
primer lugar del coraz6n del hombre. Y por eso
contienen promesas extraordinarias: cien veces
mas en esta vida y la vida eterna.
CHIARA LUBICH
sélo en el sentido de que Cristo nos transmita la palabra del Padre, sino en
el de que El mismo es dicha Palabra. Cristo no tiene que repetir al orante
lo que el Padre dice, quiere, etc. Es el orante quien debe acercarse al Hijo
-conocerle, traducirle, seguirle adoptando sus aptitudes- y desde ahi elevar-
se en siplica, agradecimiento o alabanza al Padre.
En Jesis el Padre nos lo ha dicho todo. Y es en este Jestis, Dios y Hombre, en
@ que estan contenidos todos los tesoros de la sabiduria y de la gracia
+ Abundando en esta idea, recordaremos lo de Teresa cuando dice que
Jestis es el «Libro vivo...
de manera que no se pueda olvidar» (V 26,8). Como orantes, pues,
debemos ponernos ante este Libro y aprender a leer en El lo que Dios
nos dice. Y entra dentro de la evangelizacién de la oracién decir a los
‘orantes que leer a Cristo no es faci. Y que se debe asumir desde el principio
la molestia de ejercitarse a diario en el arte de esta lectura. Y que sin la luz
del Espiritu -volvemos al Espiritu- no entenderemos nada. Como tampoco
lo entendian los discipulos hasta Pentecostés.
Pero, no sélo hay que aprender a Jer a Cristo. Es preciso dar un paso mas
y aprender a leer en El-con sus criterios- la historia y todo lo que a diario
‘acontece a nuestro alrededor. Nadie como los grandes orantes han
interpretado a la luz de Cristo todos los signos de los tiempos. Orar el
Evangelio es el modo mejor de evangelizar la oracién.
Resumiéndolo todo en una sola frase direrios que debemos oran porque El or6,
‘como El or6 (dirigiéndose al Padre) y para lo que El oré (conocer su voluntad y
ccorrer @ cumpiia), movido siempre por el Espiritu
Oremos dirigiéndonos al Padre, por medio de su Hijo y en El, y
movidos por su Espiritu
EI Espiritu y el Hijo se saben conductores hasta ese Padre de quien
procede todo don perfecto. Los que quizas no lo sabemos somos nosotros,
los orantes. No sera, pues, en vano llamar brevemente la atencién sobre su
papel en la oracién cristiana.Un pianista, por ejemplo, puede ejecutar una famosa partitura musical;
ero muchas veces puede que se limite a eso: a e-je-cu-tar-la; es decir, a
destrozarla por haberse limitado a interpretarla mecanicamente, sin el
espiritu del genio que la compuso. Y lo mismo un actor cuando no logra
meterse en la piel del personaje. Y lo mismo cualquiera de nosotros
cuando repartimos besos a derecha e izquierda, no por amor, sino por
simple convencionalismo social. Para todo esto, se necesita espiritu
musical, se necesita identificacion con el personaje que interpretas,
carifio a quien estas besando,
‘Si comprendemos estas sencilas parébolas, estaremos un poco mas cerca
de caer en la cuenta de lo incapaces que somos por nuestras propias fuer-
zas de sentimos amados y de amar a ese Padre para decir |Abba! sin la
fuerza de su Espiritu
Oremos en Cristo Jestis y como El ord
Cualquier oracion cristiana tiene que hacer profesién expresa de la presencia
de Jesus en ella. En esto consiste propiamente evangelizar la oracién. Y en
relacion a esto vamos a hacer las siguientes precisiones:
1 Se habla de dos tipos de oraciones: ascendente y descendent; aquélla
€s la que nosotros dirigimos al Padre, ésta, la que El nos dirigb a nosotros.
Pues bien, en la oracién ascendente necesitamos la ayuda eas como:
mediador. Nadie va al Padre sino por el Hijo. Ni nadie le conoce sino El
y aquél a quien El se lo quiera revelar. Por eso, un buen aspecto de la
evangelizacion orante consistiria en recuperar esta mediacién que a veces
perdemos al orar en un afén infantil de querer tratar en directo con el
Padre sin necesitar de nadie, 0 acudiendo a mediaciones de eficacia inf-
nitamente menor.
+ Pero la oracién es, ante todo, descendente, porque orar no es tanto
hablar con Dios, como dejarnos hablar por El. Es Dios quien nos ora y
cuenta mucho més nuestro silencio acogedor que toda nuestra verborrea.
Tomar conciencia de que en la oracién el protagonista es Dios, resulta
fundamental. Ahora bien, la palabra de! Padre sélo la dirigié en directo a
su Hijo. A nosotros nos llega a través de El, También en la oracién. Y, no
Tomado y adaptado de la revista ORAR
éQué entendemos por evangelizar la oracion?
‘Significa el andlsis crioo de su préctica ala luz del Evangelo. Evangelizar la oracién
uiere decir dos cosas:
Primera: presentar la oraci6n como la Buena Nueva del Evangelio, como la
entrada de Dios en la vida del hombre. (Redencién, al fin y al cabo no es
un mero ajuste de cuentas, sino ante todo un encuentro con Dios en Cristo
Salvador, encuentro que tiene su expresi6n mas directa en la oracién),
Y segunda: Evangelizar la oracién es orar como Cristo nos ensefié. Cristo
or6 y ensefié a orar a sus discipulos convirtiéndose asi en lugar referen-cial
de toda oracién cristiana.
‘Tampoco aqui interesa si oramos mucho u oramos poco, sino en purificar
nuestra oracién de todos esos elementos ant -o no- evangéiicos que siempre
se cuelan en ella. Ante la sipica de los discipulos, Jesis podia haberies
‘aconsejado que orasen como los de Juan 0 como otros. Y basta. Pero no, les
ensefié El mismo a orar Y ese tipo de oracién, unicamente ése, es el que
tratamos de reproducir nosotros.
Por qué oramos?
Nos lo preguntamos y nos lo preguntan, Por qué somos orantes los que lo
somos 0 tratamos de serlo? {Por qué ese deseo, no sdlo de orar, sino de
ensefiar a hacerlo?
Evangélicamente la contestacién es bien sencilla: oro porque Cristo ord y
Porque nos mandé orar. Esto es incuestionable y podria bastarle a todo
cristiano para no basar su oracién en una posible moda, capricho, necesidad
pasajera, etc. Bien, esto podria bastarle y sernos suficiente, pero la
interrogante seguiria: ¢Y por qué ord Jesiis?La razén citima de la oracién de Jess es muy sencilla y a la vez muy profunda
Jestis or porque tenla necesidad de orar. Tomada la oracion como trato a
solas con el Padre, jesus necesita romper cuando fuese 0 como fuese la
barrera de los hombres. EI Hijo sin el Padre palpa su soledad. El Padre es di-
‘mension fundamental del Hijo. Releamos el texto de Lucas 5, 15-16: «Su
fama se extendia cada vez més y una numerosa mulitud aflula para oltle y ser
Curados de sus enfermedades. Pero él se retiraba a los lugares soltarios, donde
oraba». Advitamos la fuerza de esas palabras subrayadas: pero él... Jestis tiene
la experiencia de lo inutil que resulta sentirse atrapado por los hombres y de
Que ello no llena. Por eso necesita escapar a la soledad. Para vivir esa hondu-
ra solo posible a los dos, esa dimensién de filiacion que no puede encontrar
entre los hombres ya que éstos no son su Padre sino... sus hermanos, Y que
ningun espabilado tilde al Maestro de desencarnado, misantropo o cicatero en
su entrega a los demas.
El cristiano que no haya descubierto -y en la medida en que no lo haya
descubierto-, su dimension transcendente, no tendra oracién seria, no
sabré Justificar ante si y ante los demas por qué ora.
ePara qué oramos?
La finalidad definiiva de nuestra oraci6n deberd ser la de estar con Dios...
Asi de contundente, de claro y de sencillo. Y en pro de ella han ido y van los
‘mejores orantes. Jesiis no buscaba otra cosa sino estar con su Padre. Mil veces
repetiremos lo de que Teresa de Jestis define la oracién como "trato de
amistad estando muchas veces a solas con quien sabemos nos ama”. La teologla
de la gratuidad define la oracién como experiencia de gratuidad, entendida ésta
‘como trato entre amigos. Tedlogos poco sospechosos tienen el valor de escribir
ue en la oracién no ejercitamos el ser para sino el estar con.
No hay, pues, que tener reparo en decir: a la oracion voy a estar con Dios.
Es més, hay que decirlo con fortaleza -no con arrogancia-; basta con que
luego procuremos que en ese encuentro -en ese estar con Dios- no se nos
vaya todo en tonterias, sino en un didlogo fuerte y eal, o al menos, en un
querer estar, que diria la Santa, acosada tantas veces por esa mariposilla o
loca de la casa como lamaba a su imaginacion.
Debemos orar "movidos por el Espiritu"
Evangelizar la relacién entre Espiritu y oracién implica, al menos, estos tres
capitulos:
El hecho de la relacién Espintu-Oracién: Hay que comenzar por tomar conciencia de
que, desde un enfoque evangélico, Espirtu y oracién van inimamente unidos:
Las grandes oraciones del Nuevo Testamento las pronuncian personas
«llenas de! Espiritu Santon. Entre otras, Jests; tanto desde el gozo (Le 10,21),
como desde su dolor (Hb 9, 14).
La «relacion filly, tipica de la oracién cristiana, la grita en éste el Espiritu:
«No recibisteis un espiritu de esciavos..., antes bien, recbisteis un Espiritu
de hijos adoptivos que os hace griar: jAbbél
El Espiritu nos hace clamar jAbba! Y esto encierra una gama tan
extensa de posibilidades, que van desde la plenitud del gozo hasta la tra-
gedia del dolor. Ninguna situacién jueda fuera de ese paréntesis,
Lo hemos visto antes en Jestis,
El clamor que suscita en nosotros el Espiritu no es un acto gutural, ni
inconsciente, ni forzado... Es esponténeo y consciente a la vez. Cuando el
hombre, ensefiado por el Espiritu, entra en la entrafia de un
acontecimiento, lo normal es que en la alegria o en el dolor acuda a la
exclamaci6n. Y en ella el Padre es visto como la cercania de quien se
aproxima a la verdad, que conlleva libertad. Y en verdad y libertad -que
es aceptacién y entrega, visién y compromiso- el cristiano comienza su
oracién.
Y segundo, porque para decir Abbé! como lo decia Jestis, con el
‘convencimiento, con la dosis de amor con que lo decia Jest, se precisa de
todo el AMOR con que El pronunciaba esa palabra. Con un AMOR tan
tan eterno, tan de Dios como el de! Padre y el Hijo. Con un
‘al que lamamos.. Espiritu Santo!