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–Pero, ¿por qué para nada? ¿No resulta extraño que un maestro
como usted, el autor de El año de la muerte de Ricardo Reis,
Manual de pintura y caligrafía, Alzado del suelo, Casi un objeto,
Viaje a Portugal, Memorial del convento, La balsa de piedra,
Historia del cerco de Lisboa, El evangelio según Jesucristo, Ensayo
sobre la ceguera y Todos los nombres, afirme que la literatura no
sirve para nada?
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las camas. Pero también recuerdo las sonrisas de aprobación de
nuestros padres y abuelos cuando las piezas de esos objetos
descompuestos –y otras que diseñaba nuestro ingenio infantil- nos
servían para impulsar un tren nuevo con las hélices del avión en
ruinas, y para construir un pequeño barco que navegaba en la
alberca movido con la cuerda del carrito desbaratado.
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admiración viene también de esa raíz, junto con mirror, que en
inglés quiere decir espejo).”1
¿Otro juego? Pero éste para las niñas y profesoras. ¿De dónde
proviene la palabra cosmos? Si encuentran dificultad en
contestarme, les daré una pista: la palabra cosmética. Shampoos,
cremas, lociones y perfumes; limpiadores, tonificantes, mascarillas,
jabones, tinturas –¿se me olvida algo? Sí-, fijadores, sombras,
bases, delineadores de ojos y de labios, polvos compactos,
pestañina, lápices labiales, brillos, correctores, bálsamos, esmaltes
y quitaesmaltes, hacen parte del cosmos de la cosmética, de ese
mundo tan próximo a la estética que tiene que ver con el adorno,
con el arte de componer y hermosear. Qué maravilla. De nuevo
sonreímos con admiración al comprender que el cosmos, es decir el
mundo, además del de limpio y pulcro, tiene implícito el significado
de belleza, orden, equilibrio y armonía, pero nuestra sonrisa se
desdibuja y desbarata al constatar en qué desorden lo tenemos.
1
THOMAS, Lewis. “Siete maravillas”. En: GARDNER, Martin. Los grandes ensayos de la
ciencia. México: Nueva imagen, 1999. Pág. 391.
2
Ibid. Pág. 396.
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Leer para escribir quiere decir que asumimos los textos como
juguetes para divertirnos, es cierto, pero también para desarmarlos
y aprender cómo los construyen sus autores, de manera que, con
su ejemplo, podamos componer los nuestros.