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Los premios
Para que las conductas positivas de los niños aumenten (trabajar sentado, no cometer
errores, jugar sin pelearse, etc.), los profesores deben buscar formas de recompensar a sus
alumnos. Las recompensas materiales no son aconsejables en el contexto del aula. En primer
lugar, porque las recompensas sociales, como la felicitación del profesor o de los compañeros,
y la satisfacción del trabajo bien hecho suelen ser suficientes para incrementar estas conductas
y son mucho más naturales. En segundo lugar, porque la cantidad de chicos no permite costear
al profesor tal cantidad de refuerzos.
• Privilegios de clase como borrar la pizarra, cerrar con llave, repartir el material o hacer
recados.
• Dedicar especial atención a un alumno (a todos les gusta sentirse atendidos de forma
especial respecto del montón).
• Organizar autorregistros de rendimiento (el niño apunta en un registro cada vez que ha
conseguido un objetivo propuesto y sólo el hecho de que lo anote mejorará su
comportamiento).
• El reconocimiento público tanto ante los demás niños como ante los padres u otros
profesores.
Los privilegios de clase (borrar la pizarra, quedarse a recoger con el profesor, etc.)
deben utilizarse para situaciones especiales y puntuarse a elección del profesor: un niño que
lleva esforzándose mucho tiempo y que un día consigue un rendimiento especial, otro que se
siente marginado, aquel que debe ser motivado esta mañana para que cambie de actitud, otro
que está pasando por un mal trago emocional (una operación de su madre, el divorcio de sus
padres, el rechazo de los compañeros, etc.). No es aconsejable utilizar estos privilegios como
premio a una conducta que requiera un entrenamiento prolongado para un niño que gane
determinados puntos por trabajar. Son muchos los niños que conseguirán portarse bien y pocos
los privilegios a repartir. Por ejemplo, si Javi consigue 10 puntos por esforzarse en la letra y
desea canjear esos puntos para ser «encargado de borrar la pizarra» puede encontrarse con
que hay más niños que han elegido ese mismo premio y que deberá esperar más de un mes
para poder satisfacerlo. El profesor debe utilizar estas actividades no como premios
sistemáticos, sino como premios «comodín» que sirvan para reforzar comportamientos
puntuales en el aula.
La atención del profesor es uno de los refuerzos más deseados por todos los niños,
hasta el punto que muchos de ellos prefieren portarse mal para que el profesor les dedique
una atención especial («cada vez que me dice que me siente, mi nombre resuena en toda la
clase y si no lo hago, todos levanta la mirada hacia mí, eso siempre es mejor que pasar
desapercibido»). Si el profesor ignora las malas conductas y está atento a prestar atención a
las buenas conductas, sus alumnos mejorarán notablemente.
Algunas formas de reforzar con atención pueden ser: decir a un alumno que venga a
enseñarnos la tarea cada vez que termine un ejercicio, una sonrisa o un guiño de aprobación a
un chico que está trabajando, poner las manos en los hombros de un chico que está
atendiendo mientras explicamos, unas palabras de aliento por la mañana antes de empezar a
trabajar, una charla en privado, interesarnos por lo que está haciendo, pararse a observar el
trabajo que está realizando un niño mientras paseamos por la clase, etc.
Los puntos individuales. Los puntos permiten que el niño observe cómo va
consiguiendo un objetivo que antes le costaba mucho esfuerzo. Los puntos permiten al profesor
reforzar más específicamente las conductas de los niños. En el caso de la situación del aula, los
puntos no pueden ser canjeados por premios materiales (el profesor se arruinaría y organizarlo
sería una locura), pero sí permiten un refuerzo indirecto si el profesor comunica con una nota a
los padres el número de puntos que ha conseguido un niño. De esta forma, el niño obtiene una
recompensa y el profesor no se complica la vida.
• Conseguir que respeten el turno de palabra en una asamblea. Los alumnos deben recordarse
unos a otros que hay que levantar la mano y respetar al que está hablando. Si han procedido
correctamente el profesor puede anotar en un cartel un punto de grupo que será canjeado
por una actividad que les guste a todos.
• Conseguir que todos estén preparados con el equipo de gimnasia puesto antes de que
termine de sonar una canción.
• Silencio absoluto y seguir trabajando cuando entra otro profesor a hablar con el titular de la
clase.
Los autorregistros de rendimiento. Está demostrado que uno de los refuerzos más
poderosos para cualquier niño por pequeño que sea, es poder comprobar que controla o ha
aprendido algo que antes ignoraba. Es importante que el profesor pueda dar a los niños la
oportunidad de comprobar que han mejorado a través de un registro o comparando tareas
realizadas antes y después. Veamos algunos ejemplos:
• Guardar la primera copia realizada a principio de curso y repetirla tres meses después para
que comparen la calidad de la letra.
• Confeccionar un cartel para cada tabla de multiplicar y que los niños que ya se saben una de
ellas puedan escribir su nombre en el cartel correspondiente.
• Hacer que los niños confeccionen una lista con las palabras de ortografía que han escrito
mal en los últimos cinco dictados, hacérselas practicar en casa y dictárselas de nuevo unas
semanas después para que puedan comprobar que ya las conocen.
• Fabricar con cartulina un separador de libros en el que puedan ir apuntando todos los libros
que van leyendo a medida que los terminan.
• Autorregistros en los que puedan poner una cruz o colorear una casilla cada vez que realicen
la conducta que se han propuesto conseguir, (cada niño tendrá sus objetivos individuales),
por ejemplo, cuando «termino una tarea», «cada vez que llego a tiempo a clase», «cada vez
que no he tenido problemas en la cola del comedor», «cada vez que jugando al fútbol he
aceptado de buenos modos que me digan que he cometido una falta», «cada vez que he
jugado con alguien nuevo en el recreo», etc.
• Comentarios en privado cuando entra un profesor a clase con el niño presente (haciendo
como si no supiéramos que nos oye).
• Mostrar la tarea a una clase de niños más pequeños (un cuento bien escrito puede ser leído
a los pequeños).
• Una copia del cuento que inventé para que cada compañero se lo lleve a casa.
Para que las conductas negativas desaparezcan el profesor también puede utilizar: el
tiempo fuera de refuerzo positivo, la hipercorrección, la retirada de atención del profesor y
aplicar un castigo que sea una consecuencia negativa de la conducta.
El tiempo fuera de refuerzo positivo es una técnica de control de la conducta que sirve para
eliminar todos aquellos comportamientos negativos que están motivados por el deseo del niño
de llamar la atención del profesor. En este caso, el niño se porta mal porque recibe un premio:
la atención del profesor y de los compañeros (aunque esta atención sea en forma de regañina o
castigo público).
Antes de utilizarlo, debemos de asegurarnos de que lo que persigue el niño con su mal
comportamiento es que le prestemos atención. Después, y para realizarlo correctamente se
deben tener en cuenta los siguientes pasos:
1. El profesor planteará de antemano unas normas para toda la clase. Estas normas dictaminan
que «cualquier niño que haga tonterías o moleste en clase deberá salir fuera un rato hasta
que tenga ganas de trabajar.»
3. Pasados cinco minutos (no es necesario mucho más) el profesor dirá a otro niño que vaya
a buscarle y le ponga al día en la tarea que se esté realizando (de este modo el profesor
tampoco tiene que prestarle atención).
4. Una vez que el niño se pone a trabajar, el profesor le prestará atención discretamente. Se
paseará por las mesas y se parará un rato a ver lo que hace, le dirá que algo está muy bien, le
acariciará la cabeza mientras pasea, o le enviará a repartir el material. Esta última parte es de
vital importancia. Si negamos la atención a un niño que desea protagonismo pero no se la
damos cuando se porta bien, no tardará mucho en volver a portarse mal.
La retirada de atención debe aplicarse también en aquellos casos en los que el niño desea
llamar la atención del profesor de una forma inadecuada pero sólo en los casos en que al niño
no le importa la atención de sus compañeros. Es útil por ejemplo: cuando un niño desea ser el
primero en contestar a una pregunta y se levanta gritando «yo, seño, yo, yo...», cuando se
levanta constantemente sin terminar la tarea y pregunta tonterías que sabe, para que le hagan
caso, cuando trata de chirvarse de algo que ha hecho otro, cuando el profesor pregunta a un
compañero y él da la respuesta en lugar de callarse, etc. En estas ocasiones, el profesor puede
ignorar al niño sin necesidad de expulsarle de clase (no es necesario porque el niño sólo desea
atención del profesor) y presta la atención sólo cuando su comportamiento cambie. Por
ejemplo, si la consigna es «no vengas a mi mesa hasta que hayas terminado este ejercicio»
debemos actuar de la siguiente manera. Si el niño acude a la mesa antes de terminar, le
ignoraremos, es decir, no le miraremos, no le diremos que vuelva a su sitio, no le responderemos
a nada que nos pregunte, etc. Si, resignado, vuelve a su mesa y se sienta a trabajar, reforzare-
mos esa conducta prestándole atención, por ejemplo, paseándonos entre las mesas
observando su trabajo y el de los demás y animándole a continuar.
La práctica positiva
El niño problemático no suele ser reforzado muy habitualmente. Sus conductas (de
atención, comportamiento en clase, rendimiento, autocontrol, etc.) no alcanzan, en la
mayoría de las ocasiones, lo que el entorno considera normal para un niño de su edad. Sus
esfuerzos por controlar y corregir sus conductas, cuando los hay, suelen pasar desapercibidos
por los adultos y los compañeros y, por lo general, no se refuerzan. Como resultado se produce
una ausencia de refuerzo de las conductas positivas del niño, lo que unido al refuerzo de las
conductas negativas, conduce a un empeoramiento progresivo de su comportamiento en el
aula.
Los objetivos que perseguimos con esta actividad son los siguientes:
1. La tutora ayudará a los niños a hacer una lista de aquellas conductas en las que desean
mejorar, por ejemplo: colorear mejor, hacer mejor la letra, no pelearse en el recreo, obedecer
a su tutora, etc. La tutora se sentará con los alumnos para ayudarles a definir de forma
concreta cada una de las conductas de forma que puedan ganarse estrellas si consiguen
cumplirlas.
2. Una vez definidas las conductas los niños las pasarán a una hoja, con ayuda de su
tutora, que contendrá la siguiente información
b.El objetivo que desea conseguir: la conducta descrita debe estar definida
correctamente, en términos positivos (por ejemplo, «trabajar sentado 10
minutos» en lugar de «no levantarme de la silla en diez minutos») y ser lo más
específica posible (por ejemplo, «estar callado, sentado y trabajando con todos»
en lugar de «portarme bien»). Los objetivos a conseguir deberán tener un
carácter totalmente individual, se premia el esfuerzo realizado por cada uno.
Por ejemplo:
Todos los papelitos o cartulinas se irán incorporando a un gran cartel situado en una o
varias paredes de la clase, sobre el cartel figurará el mensaje: «voy a conseguirlo».
3. Cada vez que un niño ha conseguido cumplir su objetivo dibuja una estrella en su papel.
Cuando el niño ha obtenido las cinco primeras estrellas, el profesor le confeccionará una nota
de refuerzo para que la lleve a casa. Veamos un ejemplo:
Estoy muy contenta porque Juan ha conseguido cinco estrellas por trabajar concentrado en
clase.
(firma y fecha)
En casa celebrarán la llegada del mensaje. (Previamente, se habla con la familia para que
conozcan esta estrategia de modificación de conducta y los objetivos que se pretenden. Así la
familia, también podrá reforzar las conductas positivas del niño desde la casa).
4. Al día siguiente el niño tacha las cinco estrellas por las que obtuvo la primera nota y se
propone conseguir un número mayor para una segunda nota (por ejemplo, ocho estrellas). Tras
la segunda nota el niño necesitará 10 y luego 14 estrellas para conseguir las siguientes. De
este modo el refuerzo se distancia. En el momento en que el niño ya tiene que conseguir 30
estrellas se le hace razonar que ya ha adquirido la conducta y que no necesita un refuerzo por
ella. Se le propone, entonces, que piense en otra conducta en la que tenga dificultades y el
juego de las estrellas comienza otra vez. Para prever un posible deterioro de la conducta
conseguida por la retirada de los puntos, se pensará un castigo. El castigo tiene sentido porque
la conducta que se exige debe estar ya en el repertorio de respuestas del niño.
El niño problemático, como todos, obtendrá estrellas por inhibir aquellas conductas que en
clase resulten más perturbadoras. Las estrellas sólo podrán conseguirse por realizar
correctamente la conducta propuesta y no otra, y no se pueden utilizar como castigo bajo
ningún concepto. Puede ser muy tentador decir «si trabajas te ganas una estrella, pero si haces
el tonto en clase te la quito». El niño problemático comete tal cantidad de conductas
desajustadas que si siguiéramos esta regla nos acabaría debiendo estrellas. Las estrellas son
una forma de que el niño vea de forma inequívoca que mejora. Sirven para resaltar
comportamientos positivos no para reducir negativos. Si se produce una mala conducta
tomamos otra medida, pero no le quitaremos las estrellas conseguidas.
• Las estrellas ayudan a que nos demos cuenta de cuando hacemos bien aquello que nos
cuesta.
• Las conductas a anotar son tantas como el niño necesite y para cada una de ellas puede
ganarse una estrella.
• El autorrefuerzo positivo es voluntario. Todos los niños pueden mejorar en algo si así lo
desean, pero en el caso de que un niño considere que no necesita mejorar
específicamente en nada, no tiene por qué seguir este sistema. Tiene suerte de no
necesitar estrellas para hacer las cosas. No obstante, la mayoría de los niños quiere ser
reconocido por algo, en ese caso se les anima a participar porque siempre hay algo que
cueste esfuerzo: comer mejor en el comedor, acordarse de ceder el paso en las puertas,
decir por favor, ayudar a mamá, etc.
• El profesor no apunta las estrellas, cada niño debe hacerlo por sí mismo puesto que el
objetivo se lo ha marcado él mismo (por supuesto, cuanto más pequeños son más guía y
más ayuda van a necesitar de su tutora).