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“Caminando los pasos de un género literario”

LA LEYENDA

Alumnos de 1º a 7º grado
ESCUELA Nº 702
“DOMINGO F. SARMIENTO”
COLONIA MORGAN-SAN GREGORIO
El regalo de la luna
Leyenda guaraní
Yací, la luna, se aburría en el cielo. A veces
conversaba con las estrellas; pero lo que más la
entretenía eran las historias sobre la tierra que le
contaba Araí, la nube.
-Es un mundo lleno de colores y sonidos- le decía
Araí.
-¿De verdad?-se admiraba Yací que sólo conocí el
silencio azul y blanco del firmamento.
-Sí –le explicaba Araí- .Y también lleno de aromas
que perfuman las tardes.
-¿Qué son esas estrellas que se encienden y se
apagan?-preguntaba Yací señalando la tierra.
-Son los isondúes, los bichitos de luz- respondía
Araí.
-¿Y aquel espejo enorme donde
se refleja mi rostro?-quería saber
Yací.
-Las aguas del río-contestaba
Araí.
-¿Y aquella luz que se filtra a lo
lejos?
-El fuego de una hoguera en la
aldea de los humanos. Deben
estar reunidos en torno a ella,
escuchando historias.
Yací suspiraba y se estiraba para
poder espiar la tierra maravillosa que
le describía su amiga. Pero estaba tan
lejos... Desde allí no podía sentir el
canto de los pájaros, ni el rumor de
las aguas del río, ni el perfume de las
flores, ni la voz de los humanos. Y
además, ella sólo salía de noche,
cuando las sombras inciertas del
follaje y la espesa oscuridad creaban
figuras difusas y los seres se
aquietaban a la tranquilidad del sueño
-Quiero ir a la tierra- le dijo Araí una noche.
-¿Cómo?-se sorprendió Araí-. Todos notarán tu
ausencia en el cielo y se alarmarán con tu presencia
en la tierra.
-Iremos al amanecer-le explicó Yací- cuando el sol se
asome en el horizonte y regresaremos al atardecer.
Para que nadie nos reconozca tomaremos forma
humana.
Y así hicieron .Con los primeros rayos del sol, Yací se
transformó en una hermosa joven rubia y Araí en una
muchacha morena. Y descendieron juntas a la tierra.
Yací quedó fascinada. La selva perfumada la envolvía
con sus fragancias. Los sonidos de los animales le
parecía la más maravillosa de las músicas
Tocaba la corteza rugosa de los árboles,
acariciaba los pétalos sedosos de las flores,
sumergía las manos en las aguas frescas de los
ríos, saboreaba los frutos silvestres, se endulzaba
con miel de los panales...Y no podía dejar de
admirar el corretear de los animales, el plumaje
multicolor de las aves, el brillo fosforescente de
los peces... Y así corrieron la selva, deteniéndose
aquí, acercándose allá, descubriendo sus
secretos y sus rincones. Tan entretenidas iban
las dos que no notaron al feroz yaguareté que,
agazapado entre el follaje, las acechaba.
Pero en el mismo instante en que la fiera se lanzó
sobre ellas, un viejo indio disparó contra él una flecha
que surco el aire en un zumbido sordo y lo hirió en el
costado. El yaguareté, enfurecido, se volvió hacia el
anciano para atacarlo, pero éste alcanzo a disparar
una nueva flecha que le atravesó el corazón. El viejo
indio buscó, entonces, a las indefensas muchachas,
pero éstas habían desaparecido.
Es que, luego de la sorpresa inicial, Yací y Araí
habían recobrado rápidamente su apariencia natural
y observaban la escena desde lo alto.
Esa noche, mientras el anciano dormía, Yací y Araí se
le aparecieron en sus sueños y revelaron su
identidad. Y Yací dijo:
-Queremos agradecerte lo que has hecho por
nosotras. Salvaste nuestras vidas arriesgando la
tuya. Eres bueno y valiente y mereces un regalo
digno de tu noble corazón. Haré nacer una nueva
planta a la que llamarás Caá. Deberás tostar sus
hojas antes de usarlas, pues de lo contrario serán
venenosas. La Caá será el símbolo de amistosa
hermandad entre los hombres y estrechará la unión
entre aquellos que bien se quieren.
Tendrá la virtud de tonificar a los enfermos, reconfortar
a los cansados y brindar compañía a las almas solitarias.
Cuando Yací terminó de hablar, su figura y la de Araí se
desdibujaron y el anciano despertó creyendo que todo
había sido un hermoso sueño. Pero entonces comprobó
con infinita alegría que todo era verdad al ver la nueva
planta que se erguía ante él, balanceándose su espeso
follaje con la brisa. Había nacido la yerba mate

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