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cajaregistradora
TROMPO CHILLADOR
'LADRILLO' VIAJERO DEL TIEMPO
El viaje imposible, recuperar la máquina del tiempo viajando al pasado donde la hemos dejado
olvidada. Lo natural, irresistible e inevitable para nosotros es viajar al futuro. Ayer teniamos diez años
hoy veinticinco. Hoy es domingo y mañana cuando despiertes será lunes. Hace un segundo, ese instante
se fue y seguimos avanzando sin detenernos. Este es el mundo en que nos tocó nacer. Siempre hacia
adelante, nunca un paso atrás. Dijo, cantando chepe – chepe: Ya lo pasado... ¡pasado!
Sólo la memoria, adminículo virtual venido de millones de años atrás, equipo estandard de nuestro
organismo, imperfecto y jugueton frente a la dura, exacta memoria electrónica digital sigue superándola
en cuanto a duración y riqueza en ir y volver del pasado en un santiamén. Todavia nuestra grasosas
circunvoluciones tienen probado soportar más años que las actuales a la venta en el departamento de
artículos electrónicos.
Algo lámpareados como venados a media carretera, con las novedades de la memoria electro –
cibernética, nos olvidamos que estamos rodeados de recuerdos grabados en multitud de soportes. Los
archivos de papel, todavía respaldan impasibles, estables, en buhardillas y bibliotecas muchos
recuerdos, que ya viajan por el ciberespacio, de donde podemos pescarlos, que para eso están, con
nuestros anzuelos, debidamente activados por pila o corriente ac.
Hace unos minutos, me traslade a una mañana de domingo. Los domingos por la mañana siempre había
sol, y puntual llegaba el periodiquero a dejar el Universal o el Excelsior a la casa. Y ahí comenzaba la
diversión a todo color. El resto de hojas de tinta negra no eran nada. Lo mejor, la única justificación
importante de la existencia de los periódicos, eran y siguen siendo los muñequitos, los monitos, las tiras
cómicas como agringadamente se les conocen ahora.
La mayoría sino es que la totalidad de la caricaturas, eran gringas traducidas al español. Me imagino
que ha un buen español, mexicano. El Esto, periodico tabloide en sepia, también llegaba por
temporadas a la casa o lo encontraba en casa de la tía Celia a unas seis cuadras de distancia, o si la cosa
se dificultaba, pues hasta la peluquería de Pablito, por el rumbo de Miraflores.
Ese suplemento era particularmente apreciado por las aventuras de Brick Bradford y el Trompo del
Tiempo, que era un máquina del tiempo, igualita a un globo de Cantoya, pero sólidamente construido
de alguna super resistente aleación metálica. Girando a gran velocidad, para eso era trompo, se movía
hacia el pasado y el futuro.
Notemos que la noción de qué moviéndose a gran velocidad se viaja en el tiempo también, aparece
muchos años después en Superman, coetáneo de Brick (Ladrillo).
LOS SUPER HÉROES TAMBIÉN MUEREN
'Ladrillo' Brick Bradford tenía su June, como Supermán su Loise, el Fantasma su Diana y Trucutrú su
Ulanita. Pero no tuvo la suerte de sobrevivir al siglo XX. Inexplicablemente se precipito a la nada del
tintero donde había nacido. Como todo super personaje, no nació hecho y derecho, que va, Rafael
Marín desde el sitio internetiano bibliopolis.org, nos cuenta:
“Durante mucho tiempo fue el tercero en liza, capaz de codearse con los clásicos por antonomasia del
género en las tiras de prensa, Flash Gordon y Buck Rogers. Cierto es que tardó lo suyo en abrazar el
destino al que inevitablemente sus aventuras le tenían abocado, la cienciaficción, pues el pelirrojo
héroe, ataviado en ocasiones con una camiseta que hoy nos recuerda al cinematográfico John McLane
de Bruce Willis, se presenta como acaudalado hijo de un multimillonario y piloto por más señas según
el ideal de exotismo imperante en los años treinta. La clarísima influencia pulp de sus historias y
dibujos y su relación con un erudito arqueólogo, el profesor Salisbury, y su bella y liberada hija June
casi nos lo emparentan con Indiana Jones y su periplo por civilizaciones perdidas, una constante de la
strip, bien en la Tierra o fuera de ella. Las suyas son unas aventuras trepidantes, quizá sin ton ni son, ni
falta que les hace, capaces de alargar una trama y dotarla siempre de atractivo: todavía faltaba mucho
para que los syndicates americanos encorsetaran la libertad de expansión de sus autores a las
inevitables ocho semanas de exposición, nudo y desenlace. Alguna de las más divertidas aventuras de
Brick Bradford llega a durar más de un año, lo cual permite a sus autores expandir el argumento y
alterarlo a placer: el gran atractivo de esta serie es que la propia inabarcabilidad de sus aventuras impide
cualquier intento de predecir cómo van a terminar las historias.
“Brick Bradford es noble y decidido, algo plano en su psicología de héroe puro y per se, pero no menos
que sus ilustres competidores y/o herederos. El dibujo nervioso de Clarence Grey lo enfrentará a
mongoles y piratas, a caníbales y vikingos enmascarados, improbables supervivientes todos de
civilizaciones más o menos ocultas en fortalezas remotas o imperios incas, siempre según las
entretenidas fabulaciones del guionista William Ritt (quien conoció por cierto al dibujante poco antes
de comenzar su colaboración). El componente de cienciaficción se alía con la fantasía heroica y el aire
de novela popular digno de un Bill Barness, de quien parece tomar las iniciales, y si bien las tiras
diarias mostraban más a un personaje heroico y apegado a lo terrestre, pronto las páginas dominicales
(quizá por el atractivo del color, que podía ayudar a presentar elementos más exóticos y donde
tradicionalmente los autores de prensa se esmeran más) se someten a la cienciaficción, aunque una de
las mejores (y por consiguiente más largas) aventuras del personaje, y quizá la que acabaría por
decantarlo hacia el fantástico cientifista fuera la juliovernesca e innovadora incursión del protagonista y
su amigo el profesor Kalla Kopack en el mundo atómico de una moneda de cobre de un centavo (¡desde
febrero de 1937 a enero de 1938!). Esta aventura, presentada día a día en la prensa con sus
civilizaciones perdidas y sus princesas enamoradizas, sus villanos de opereta y sus naves voladoras y
sus sistemas solares en miniatura, fue pomposamente titulada "Viaje al centro de la moneda (una
aventura en el Mundo del Átomo)".”
Con razón me traían de un ala, y ahora entiendo porque nunca pude verle el final a ninguna de sus
aventuras.
Pero volvamos a Marín, que tiene algo interesante que decirnos: “Como detalle curioso, las páginas
dominicales del personaje tuvieron en 1935 como topper (es decir, como tira aparte para conseguir así
el dominio de la página entera del periódico) unas aventuras paralelas de otros secundarios ya
introducidos en la serie, el Trompo del Tiempo (The Time Top). No pasó mucho antes de que ese
trompo del tiempo fuera asimilado a las aventuras del propio Bradford, quien a partir de entonces
saltaría ya sin remilgos a convertirse en una divertida serie de cienciaficción donde todos los tópicos
de la space opera y todos los momentos culminantes de la literatura de aventuras se dan cita, con
invasiones extraterrestres, robots gigantescos, viajes al centro de la Tierra, razas alienígenas que
recuerdan la fauna mutada de nuestro propio planeta, un segundo viaje en el tiempo que se alarga
durante diez años de continuidad y, ya en los cincuenta y de la mano del dibujante Paul Norris, los
inevitables encontronazos con los platillos volantes.
“Así era la aventura en los tebeos de antaño. Emoción no disimulada y el puro el placer de narrar:
sentido de la maravilla en la mejor acepción del término. Se nota que los autores se divertían y se
sorprendían tanto como los lectores con las andanzas de su héroe.”
Por lo visto 'Ladrillo' Bradford pertenece a la ida para no volver, época de oro del comic, que a mi me
tocó vivir y hoy revisite en mi trompo cien por ciento natural.
Para cerrar un detalle: En la canadiense ciudad de Vancouver, nuestra vecina si seguimos la playa
rumbo al norte por algunos miles de kilómetros, se encuentra una preciosa escultura en bronce del
Trompo del Tiempo, inaugurada apenas en 2006 en la pedregosa playa de una lengua de mar llamada
False Creek, a mano izquierda antes de pasar bajo el puente de la calle Cambie. Aja!