You are on page 1of 4

Conocí al Postítulo en LIJ del CePA por dentro, como escritora invitada para la charla

de cierre de la segunda cohorte en el año 2004. Como llegué temprano, pude escuchar
las conclusiones del trabajo de una de las comisiones. Y con ese botón de muestra tuve
bastante: ahí, ante mis ojos y en mis oídos, había gente mostrándole a otra gente que las
personas podemos tener nuestras propias llaves hechas con materiales propios. Y que
podemos usarlas para abrir, abrir, abrir. No hizo falta más: quise anotarme, cursar el
Postítulo. Y el Postítulo, en uso de esas llaves, me abrió la puerta. La puerta, la cabeza,
la sensibilidad, la conciencia.

Con la llave del Postítulo pude ver hasta qué punto el conocimiento teórico se cruza con
las prácticas docentes. Que las teorías se desmoronan cuando las prácticas no las
sustentan. Y que, como contrapartida, los saberes docentes que provienen de las
prácticas necesitan volcarse en escritura para poderlos comunicar.

La llave del Postítulo en LIJ me ayudó a abrir, a problematizar las ideas muy instaladas,
a ponerlas sobre la mesa, a hacerme en relación con ellas, preguntas interesantes.

Y ya me apuro a pasar al plural porque todo lo que el Postítulo me dio, nos lo dio en el
intercambio, en la relación con otros, en el diálogo.

Nos ayudó a desconfiar de las definiciones precipitadas, a entrar en las ideas


cristalizadas con preguntas nuevas, a no tomar como incuestionables maneras de
entender que están naturalizadas, pero no son naturales. Nos invitó, como dice Marcela
Carranza, a “formas desprejuiciadas de leer”.

La llave del Postítulo nos dio acceso a un lugar donde se nos contagió el afán de
intervenir de otra manera en situaciones de lectura en grupo. Nos afinó el oído.

Nos mostró que algo nos pasa a las personas cuando la literatura está y nos confirmó
hasta qué punto la literatura es un objeto cultural potente. Y pudimos ver que si estamos
habitados por muchas historias es más fácil narrar la historia propia. Y que poder narrar
la propia historia puede funcionar como una tentativa de unir lo roto, de reparar
carencias.

La llave del Postítulo en LIJ nos ayudó a preguntarnos cuántos fracasos escolares
pueden relacionarse con las voces silenciadas de los chicos. Y a pensar cómo hacer que
la lectura se convierta en un vehículo para descubrirse y construirse. Y pudimos ver
que, con el acceso a los libros, está en juego nada menos que el acceso a los bienes
culturales, a esa frontera indómita, como la llama Graciela Montes. Así supimos que esa
frontera se angosta si no podemos habitarla. Y entonces educar en literatura (en arte)
pasó a ser para nosotros un asunto de tránsito y ensanchamiento de fronteras. El
Postítulo nos confirmó que el acceso desigual a los bienes culturales tiene un peso
decisivo en el presente y el futuro de las personas. Que la cultura no es un lujo para
gente rica, sino un bien para todos. Y que educar a un niño, a un adolescente, no
significa adaptarlo a la realidad que le toca, sino más bien acompañarlo a que él mismo
desarrolle sus posibilidades de autodefensa y transformación.

El Postítulo nos avisó que esa “gran ocasión”, de la que habla Graciela Montes, es la
escuela y que la escuela encuentra su posibilidad en la escucha. Y que escuchar no es
sólo oír, es también demorarse en oír. Nos ayudó a pensar la escucha como un ejercicio
donde nuestras ideas previas se callan, nuestra primera y personal lectura se acalla para
poder dejarse alcanzar por otras miradas, otras palabras, otras lecturas.

La llave del Postítulo nos habilitó el ingreso a un lugar desde donde mirar cómo leen los
diversos lectores, empezando por nosotros mismos. Escuché a una compañera declarar:
“yo quisiera que un día alguien diga: por esta maestra me hice lector”. Y el Postítulo
nos impulsó a ser esa clase de maestros porque puso en primer plano, justamente, la
cuestión de escuchar a los lectores.

Nos hizo ver en acción cómo, al escuchar lo que otros dicen, descubrimos lo que no se
nos hubiera ocurrido pensar a solas. Cómo nuestro pensamiento se une y se entrama con
el de los otros. Y cómo, de nuestro solitario “texto pensado”, que es un tejido, va
surgiendo el “texto conversado”, otro tejido que crece a lo ancho de la lectura en grupo,
a lo largo en el tiempo del encuentro, y que sigue creciendo en nuestro tiempo interno
cuando nos lo “llevamos puesto”.

La llave del Postítulo nos dejó ver que no es lo mismo responder a las preguntas que nos
hacen que decir en voz alta las preguntas que nos hacemos. Que no es lo mismo alguien
que pide que contestemos sus preguntas que otro que nos habilita para formular las
nuestras. Que mediar en la escuela, prepararse para ser un mediador, es capacitarse para
estar en el medio entre las personas y los libros, pero no a la manera de una medianera,
sino a la manera de un puente.

El Postítulo nos puso en situación de experimentar que son posibles y deseables las
escenas en que los lectores quedan “inquietos o en estado de pregunta”, como dice
Cecilia Bajour, en estado de incertidumbre y que esa incertidumbre tiene que ver con las
preguntas internas que generan la literatura, el arte, la vida.

Con esa llave, el Postítulo, a lo largo de sus cinco cohortes y sus más de ocho años de
continuidad, puso sobre el tapete las tan diversas concepciones de infancia y de
adolescencia. Y nos ayudó a pensar el estereotipo “palomita blanca, clase media, que
llega a una casa donde una madre espera con la leche y ayuda con los deberes”. De ahí
en más, la invitación, la urgencia, fue pensar la infancia (las infancias), la adolescencia
(las adolescencias) como problema, como enigma. Por esa llave supimos que las
infancias y las adolescencias no están en lo que decimos de ellas, sino en lo que ellas
nos dicen.

El Postítulo abierto, nos sirvió en su espacio mesas de libros y nos acompañó a leerlos y
a formar criterios propios. Nos ayudó a asumirnos, antes que nada, como lectores.
Como lectores sensibles y también agudos, de esos capaces de “leer bajo sospecha”,
como propone Gustavo Bombini, cambiando ingenuidad por cautela. Como lectores
críticos. Y nos mostró de qué manera el mercado editorial tiende a forjar docentes
pasivos, de los que esperan todo servido. Y que por eso importa andar buscando libros,
pero no un libro cualquiera, sino libros con miras al encuentro con nosotros mismos… y
recién después, al encuentro entre adultos y adultos, entre niños y niños, entre adultos y
niños. El Postítulo abierto nos puso en situación de leer y hablar, leer y decir y escuchar
decir, de decir y ser escuchados, de recibir palabras y devolver palabras, de dialogar y,
en el diálogo, de crecer acompañados.

El Postítulo nos mostró que los textos se leen y las imágenes también. Que leer un texto
no es sólo leer, también es detenerse y demorarse, es re-leer. Que mirar una imagen
también es re-mirar, leerla y re-leer-la.

La llave del Postítulo nos aportó teorías, las puso en contexto histórico y nos mostró que
ninguna teoría es neutra y que por eso hace falta contrastarlas todo el tiempo con las
prácticas.

El Postítulo abierto nos ayudó a mirar hasta qué punto somos profesionales, no
aplicadores de recetas. Nos invitó a documentar nuestras experiencias pedagógicas para
que crezca el campo de nuestra profesión, a escribir lo que vemos y escuchamos en
nuestras prácticas, a valorizar nuestras “anotaciones en papeles” que están muy lejos de
ser “papeluchos para descartar” cuando limpiamos el bolso, a sacarles fotos a los
pizarrones que nos muestran algo interesante, a combinar el deseo y la acción bajo la
forma de proyectos. A darnos cuenta de que, si uno no escribe, hay cantidad de cosas
que tampoco llega a pensarlas.

La llave del Postítulo nos puso en el brete de producir nuestros propios textos, de
encontrarnos con problemas de escritura y de buscarles soluciones diversas. Así
supimos que cada uno tiene una mirada propia y puede ponerse también a buscar la
palabra propia y la propia voz.

El Postítulo abierto nos confirmó que existe una formación específica en el marco de la
formación continua que nos hace falta más allá de la formación de base que tenemos
como docentes y también más allá de lo que los diseños curriculares contemplan. Nos
abrió paso a la formación como mediadores entre los libros y los chicos, entre el arte de
las palabras unido al arte de las imágenes… y los chicos.

Entonces esta llave que el Postítulo nos acompañó a forjar a todos y a cada uno con el
propio material del que estamos hechos, es una llave que abre y abre y abre.

Con el Postítulo abierto confirmamos que la literatura llamada infantil y juvenil es un


yacimiento de palabras e imágenes elegidas y combinadas con arte. Ésas que los artistas
que admiramos logran pescar al vuelo cuando pasan zumbando, y las limpian, las
pelan, las revuelven, las agitan, las trituran, las liberan, las emperejilan y nos las
sirven al plato como frutas, como algas, como ágatas, como aceitunas, así lo dijo Pablo
Neruda porque así son las imágenes y así son las palabras, así cantan. Cantan belleza
cuando no desafinan, cantan verdad cuando no mienten. Cuando no engañan, cantan la
justa.

Y como nos quedó tan clara esta cuestión de que la justa pide ser cantada, nos dejó
también en situación de jugarnos por nuestras propias ideas, de arriesgar opiniones a la
intemperie. Una intemperie como esta en que nos dejan quienes, con la misma llave,
resuelven cerrar.
Esa llave que abría tanto y para tantos, ahora es usada para cerrar.
Y este cierre nos dice que no importa, que no es prioritario seguir formando gente de
puertas abrir en el CePA, que en el Centro de Pedagogías de Anticipación precisamente
no es prioritaria justo la lectura. Pero cuando cierran el Postítulo en LIJ…

*Están cerrando una opción de excelencia con miras a la formación continua de quienes
están a cargo de los niños y adolescentes de la Ciudad
* Cierran la posibilidad de prestigiar nuestra profesión al pensarnos como productores
de saberes teórico-prácticos
*Le dan cierre a un espacio privilegiado para intercambiar experiencias y lecturas entre
colegas
*Están cerrando un lugar donde la formación de los docentes y los chicos como lectores
es prioritaria
*Cierran la posibilidad de seguir cultivando la mirada crítica
*Cierran el estímulo y las herramientas para transmitir la literatura como un objeto
cultural potente
*Están cerrando un lugar donde se hace foco en la problematización de las prácticas
*Le dan cierre a un espacio donde los docentes son estimulados a plantearse y plantear
preguntas interesantes
*Cierran la chance de desarrollar, entre pares, el oído fino para la escucha del otro
*Están cerrando la posibilidad de concebir y planear el abordaje de los fracasos
escolares desde una perspectiva que no sea la del déficit
*Cierra, justo cuando más hace falta, la opción de pensar, con especialistas reconocidos
y entre pares, otras infancias posibles, otras adolescencias que no haya que lamentar

Tanto cierre y cierre y cierre me está llevando a no querer cerrar estas palabras, a no
encontrar otra salida que una entrada. A que no quepa otra cosa que cerrar abriendo. A
reclamar, que para eso vinimos todos: a reclamar que la llave gire en sentido contrario.

You might also like