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Maris Belikov
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Maris Belikov
Capitulo 1
Ni siquiera me gustan los zoológicos. La primera vez que fui a una, casi me da un
ataque de claustrofobia al ver a los pobrecitos animales. No puedo imaginar a
ninguna criatura viviendo de esa manera. Algunas veces incluso me siento un
poco mal por los criminales, condenados a pasar su vida en una celda.
Ciertamente no espero nuca pasar mi vida en una.
Pero últimamente, la vida parece estar a punto de tirarme demasiadas cosas que
nunca hubiera esperado, porque aquí estaba, bajo llave.
- ¡Hey! - grite, agarrando las barras que me aislaban del mundo - ¿Cuánto
tiempo mas voy a estar aquí? ¿Cuándo en mi juicio? ¡No pueden mantenerme en
está mazmorra para siempre.
Luces fuorescentes hechas de metal destellaban en una forma que parecían casi
alegres con el escenario. Podía ver el hombro de un hombre rígidamente parado
en el lado de la entrada a las celdas, sabia que probablemente hubiera cuatro
guardianes mas en el pasillo fuera de mi vista. Sabia tambien que ninguno de
ellos iba a contestarme, pero eso no me había detenido para constantemente
exigir respuestas desde los últimos dos dias.
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La respuesta inicial era obvia: alguien me había acusado por un crimen que no
cometí. Y no era un crimen cualquiera. Era asesinato. Tuvieron la audacia de
acusarme de el mayor crimen un Moroi o dhampir pudiera cometer. Ahora, no es
como si dijera que no he matado antes. Lo he hecho. Tambien he cumplido mi
parte justa de la regla (e incluso ley) de ultima hora. Asesinato a sangre fría,
como fuera, no estaba en mi repertorio. Especialmente no el asesinato de una
reina.
Era cierto, la Reina Tatiana no había sido amiga mia. Ella había sido una
gobernante calculadora y fría de los Moroi—la raza de los vivos, usuarios
mágicos vampiros que no mataban a sus victimas por su sangre. Tatiana y yo
tuvimos una relación inestable debido a diferentes razones. Una era que yo
estaba saliendo con su sobrino-nieto, Adrián. La otra era mi desaprobación de sus
políticas en como pelear contra los Strigoi: malvados, no-muertos vampiros que
nos acosaban a todos.
Tatiana me había engañado varias veces, pero nunca la quise muerta. Alguien
aparentemente si, como sea, tenian evidencia que los condujo hacia mi, lo peor es
que tenian mis huellas dactilares por toda la estaca que había matado a Tatiana.
Claro que si, era mi estaca, asi que naturalmente tenía que tener mis huellas. A
nadie parecía pensar que esto fuera relevante.
Lissa era una Moroi, ambas compartíamos un lazo psíquico, uno que me permitía
estar en su mente y ver el mundo a través de sus ojos. Todos los Moroi ejercían
un tipo de elemento mágico. El de Lissa era el espíritu, un elemento ligado a los
poderes psíquicos y la curación. Era extraño entre los Moroi, quienes
normalmente usaban mas elementos físicos, y apenas entendíamos sus
habilidades—las cuales eran increíbles. Ella uso el espíritu para traerme de
regreso del mundo de los muertos algunos de años atrás, y asi fue como nuestro
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enlace surgió.
Un monarca muerto una gran cosa. Moroi y dhampirs—mitad vampiros como yo—
vendrían de todas partes del mundo para ver el espectáculo. Comida, fores,
decoraciones, incluso músicos… Negocio completo. Si Tatiana hubiera estado
casada, dudo que este evento hubiera sido tan elaborado. Con tanta actividad y
murmullo, nadie se preocupaba por mi ahora. En cuanto a la mayora de la gente
le preocupaba, yo estaba seguramente guardada e incapaz de matar de nuevo. El
asesino de Tatiana había sido encontrado. La justicia se había hecho. Caso
cerrado.
Antes de que pudiera tener una clara imagen de los alrededores de Lissa, una
conmoción que sacudió la carcel me trajo de vuelta a mi propia cabeza. Alguien
había entrado y estaba hablando con los guardias, preguntando si podía verme.
Era mi primera visita en dias. Mi corazón palpitaba, y salte a las barras,
esperando que fuera alguien que me dijera que esto había una terrible
equivocación.
Abe Mazur se paro frente a mi. Como siempre, era un espectáculo para la vista.
Estábamos en la mitad del verano—caliente y húmedo, como si estuviéramos en la
mitad de la rural Pensilvania—pero eso no lo detuvo para usar traje completo.
Era uno ostentoso, perfectamente adaptado y adornado con una corbata de seda
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brillante color púrpura y una bufanda a juego que sólo parecía excesivo. Joyas
de oro brillaban contra el tono oscuro de su piel, y parecía que había recortado
recientemente su negra barba. Abe era un Moroi, y a pesar de que no era de la
realeza, ejercía la sufciente infuenza como para serlo.
- Soy tu abogado - dijo alegremente - quien está aquí para darte consejo legal
por supuesto.
Era malo de mí parte. Abe —a pesar de no tener formación jurídica o lo que sea
—me había defendido en la audiencia. Obviamente, desde que había sido
encerrada para esperar por mi juicio, el resultado no había sido tan grande.
Pero, en toda mi soledad, me había dado cuenta de que había estado en lo cierto
acerca de algo. Ningún abogado, no importa lo bueno que fuera, me hubiera
librado de la audiencia. Tuve que darle crédito por dar un paso adelante para una
causa perdida, aunque teniendo en cuenta nuestra relación incompleta, todavía
no estaba segura de porque lo había hecho. Mis mayores teorías eran que no se
faba de la realeza y que sentía obligación paternal. En ese orden.
- Entonces, ¿qué estas haciendo aquí? Se que esto no es solo una visita paternal.
Nunca haces nada si no tienes una razón.
- Por supuesto que no. ¿Por qué hacer nada sin una razón?
Guiño un ojo.
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- Bien, bien - dijo - Vine a decirte que la fecha para tu juicio ha sido cambiada.
Al menos eso era lo que yo creia. Su expresión decía otra cosa. Lo ultimo que
escuche, mi juicio podría ser en meses. El solo pensar en eso—en estar en la
celda tanto tiempo—me hacia sentir claustrofobia de nuevo.
- Sí, pero debe de haber algo que podamos hacer, ¿verdad? ¿Encontrar evidencia
que me libere? - de repente tuve una buena idea de cual era el problema -
¿Cuado dijiste “cambiada” de que tan pronto estamos hablando?
Su tono era ligero, pero a medida que sostuvo su mirada oscura, tomé el
signifcado completo. Números sacudían mi cabeza.
- El funeral es está semana, y las elecciones son justo después… ¿Estas diciendo
que podría ir a juicio y ser condenada en, que, prácticamente dos semanas.?
Abe asintió. Volé hacia las barras de nuevo, mi corazón latía en mi pecho.
Cuando dijo que el juicio se había cambiado, me imagine que quizás seria en un
mes. Tiempo sufciente para encontrar nueva evidencia. ¿Cómo sacaría esto? No
me quedaba claro. Ahora el tiempo corría para mi. Dos semanas no eran
sufcientes, especialmente con tanta actividad en la corte. Momentos antes,
resentía el largo tiempo que podría tener. Ahora, tenía muy poco de este, y la
respuesta a mi siguiente pregunta podría hacer las cosas peor.
Aun seguía sin saber exactamente todo de saber lo que todo lo que había
heredado Abe, pero parecía claro que compartíamos un rasgo: la capacidad
inquebrantable de dar malas noticias.
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- Probablemente inmediatamente.
Porque así era—lo que había estado pasando por mi cabeza el momento que se
volvio claro que alguien había plantado sufciente evidencia para culparme. Las
personas que matan reinas no son enviadas a la cárcel. Son ejecutadas.
Pocos crímenes contra Moroi y dhampirs tienen esa clase de castigo. Tratamos de
ser civilizados en nuestra justicia, mostrando que somos mejores que los
sanguinarios Strigoi. Pero hay ciertos crímenes, a los ojos de la ley, que merecen
la muerte. Algunas personas la merecían tambien—por ejemplo asesinos traidores.
A medida que el impacto cayó sobre mí, me sentí temblar y con lágrimas
peligrosamente acercándose a derramar de mis ojos
- Dos semanas - repetí - ¿Qué podemos hacer en dos semanas? Quiero decir…
¿tu tienes algo cierto? O…o…¿puedes encontrar algo para entonces? Esa es tu
especialidad.
Estaba divagando y sabía que sonaba histérica y desesperada. Claro que era
porque me sentía histérica y desesperada.
Sabia acerca de los preparativos por estar viendo a Lissa. Había visto el caos
comenzando. Encontrar cualquier tipo de evidencia en este lío sería difícil. Se
podría decir que talvez imposible.
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- Esta es una lucha de clase - refexionó - Solo que no una fsica. Dos semanas
aun son dos semanas. ¿Es tan malo? Sí. Pero es mejor que una semana. Y nada es
imposible. Tal vez nueva evidencia salga. Simplemente tienes que esperar y ver.
- Claramente lo dudo - la expresión de Abe seguía siendo fría sin ningún signo
de simpatía. Amor duro - Has luchado sin miedo contra grupos de Strigoi, sin
embargo, ¿no puedes manejar una pequeña habitación?
- ¡Es mas que eso! Ahora tengo que esperar cada día en este hoyo, sabiendo que
hay un reloj acercándose a mi muerte y no hay casi forma de detenerlo.
- A veces la mayor prueba de nuestra fuerza son situaciones que no parecen tan
obviamente peligrosas. Algunas veces sobrevivir es lo más difícil de todo.
Dimitri.
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El peso de las atrocidades que había cometido como Strigoi aun atormentaba a
Dimitri. No podía perdonarse a sí mismo y juró que nunca podría amar a nadie
ahora. El hecho de que yo había comenzado a salir con Adrian no facilitaba las
cosas. Después de una serie de esfuerzos inútiles, había aceptado que Dimitri y
yo habíamos pasado. Seguí adelante, con la esperanza de que podría tener algo
real con Adrian ahora.
Suspiré.
- A veces, hablar contigo es como hablar conmigo misma: una maldita molestia
¿Hay alguna otra razón por la que estés aquí? ¿Además de entregar la terrible
noticia? Habría sido más feliz viviendo en la ignorancia.
Se encogió de hombros.
Sí, lo había hecho, me di cuenta. Los ojos de Abe siempre volvían a mí cuando
hablábamos; no había habido pregunta que llamara su atención. No había nada en
nuestras bromas a la preocupación de mis guardias. Pero de vez en cuando, veía
a Abe, la mirada grabando alrededor, teniendo en la sala, mi celda, y lo que otros
detalles que le parecía interesantes. Abe no había ganado su reputación como
zmey—la serpiente—por nada. Siempre estaba calculando, siempre en busca de
una ventaja. Parecía que mi tendencia hacia trazar locuras venia de familia.
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orientado. El libro era “El conde de Monte Cristo”. Lo levante, necesitando hacer
una broma, necesitando hacer cualquier cosa para hacer esto menos real.
- Tú realmente crees que no lo hice, ¿cierto? - por todo lo que sabía, él podría
creer que yo era culpable y estaba tratando de ayudarme de todos modos.
- Creo que mi dulce hija es capaz de asesinar - dijo al fnal - Pero no está vez.
- ¡Pero acabas de decir que se nos agotaba el tiempo! ¡Abe! - no queria que se
fuera. No queria estar sola con mi miedo - ¡No hay manera de arreglar esto!
Rose,
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con lo que otos habían planeado. Hay algunos Moroi que quieren obligar
a que todos los dhampirs a estar a su servicio, quieran o no, mediante el
uso de la compulsión.
Tatana Ivashkov
Las palabras no habían cambiado desde las otras cientos de veces que lo había
leído, ni tampoco habian resuelto la pregunta que siempre se disparaba. ¿La nota
era verdad? ¿Tatiana realmente la había escrito? ¿Había, a pesar de su actitud
hostil hacia el exterior—confado en mí con este conocimiento peligroso?
Había doce familias reales que tomaban decisiones para los Moroi, pero con
todas las intenciones, pudieron ser once. Lissa era la última de su línea, y sin
otro miembro de la familia de Dragomir, la ley Moroi decía que ella no tenía
poder para sentarse y votar con el Consejo para tomar decisiones.
Algunas muy malas leyes ya se había hecho, y si la nota era verdad, vendrian
más. Lissa podía luchar contra esas leyes—y algunas personas no les gustaría
esto, la gente que ya había demostrado su disposición matando.
Otro Dragomir.
Otro Dragomir signifcaría que Lissa podría votar. Otro voto en el concejo
cambiaria mucho. Podría cambiar el mundo Moroi. Podría cambiar mi mundo—
decir, como, si yo fuera encontrada culpable o no. Y ciertamente, podría cambiar
el mundo de Lissa. Durante todo este tiempo ella había creído que estaba sola.
Sin embargo… Me preguntaba con inquietud si daría la bienvenida a un medio
hermano.
Acepté que mi padre era un sin vergüenza, pero Lissa había mantenido siempre
al suyo en un pedestal, creyendo lo mejor de él. Esta noticia vendría como una
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sorpresa, y aunque había entrenado toda mi vida para mantenerla a salvo de las
amenazas físicas, estaba empezando a pensar que había otras cosas de las que
tenía que ser protegida también.
Pero primero, yo necesitaba la verdad. Tenía que saber si esta nota había llegado
realmente de Tatiana. Estaba bastante segura de cómo lo podría averiguar, pero
se trataba de algo que odiaba hacer.
Bien, ¿por que no? No era como si tuviera otra cosa que hacer en este momento.
Levantándome
de la cama, di la espalda a las barras y me quedó mirando la pared en blanco,
utilizándola como punto de enfoque. Preparándome, recordando que yo era lo
sufcientemente fuerte para mantener el control, saqué las barreras mentales
que siempre subconscientemente mantenía alrededor de mi mente. Una gran
presión se levantó de mí, como el aire que se escapa de un globo.
Traducción
Maris Belikov
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