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Virtud es aquel poder interior que permite al hombre tomar y llevar a término las
decisiones correctas en las situaciones más adversas para cambiarlas a su favor, el
virtuoso es el que está en camino de ser sabio, porque sabe cómo llegar a sus metas sin
pisar las de los otros, porque pone a los demás de su lado y los lleva a alcanzar un
objetivo común. El virtuoso es el que "sabe remar contra corriente". Es el alma y el
espiritu el ser o el no ser de cada persona usando su corazón como el supremo
mediador.
Una virtud es una cualidad positiva de un ser, persona o cosa, exponiendo mediante
calificativos las ventajas de dicho ente. Es, también, una de las herramientas más
importantes para el éxito.
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Intelecto
Voluntad
Emoción
Sócrates nos dice que la virtud nos permitirá tomar las mejores acciones y con ella
podremos distinguir entre el vicio, el mal y el bien.
También dice que la virtud se puede alcanzar por medio de la educación fundamentada
en nuestra moral y en nuestra vida cotidiana.
Los estoicos sostenían que la virtud consistía en actuar siempre de acuerdo con la
naturaleza, que, para el caso del ser humano, concebido como ser racional, se identifica
con actuar siempre de acuerdo con la razón, evitando en todo momento dejarse llevar
por los afectos o pasiones, esto es, todo lo irracional que hay en nosotros, que no puede
controlarse y por tanto debe evitarse. Los estoicos consideraban que la virtud, como
facultad activa, era el bien supremo.
Virtudes cristianas
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Los autores cristianos, a partir de las virtudes filosóficas desarrollaron los conceptos de:
Fe
Esperanza
Caridad
Prudencia
Fortaleza
Justicia
Templanza
Siete días con María
Las siete virtudes de María
Chantal Crepey (según san Alfonso de Ligorio)
Primer día : Hacerse humilde como María
Cristo nos dio este mandamiento : Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu
corazón, y al prójimo, como a ti mismo. María cumplió este doble precepto.
Según san Bernardo, el amor de Jesús entró como una espada en el corazón
de María y lo atravesó de parte a parte para que ningún recoveco quedase
sin herida de amor. El corazón de María se hizo pues fuego y llama, fuego
por el amor que ardía en ella, llama porque resplandecía fuera ejercitando
la caridad. Cuando María llevaba a Jesús en brazos, bien podía decirse que
"era fuego llevando fuego".
Santa Catalina, que los dos corazones del reverso de la medalla me
recuerden el amor de Dios cuando se hace menos ferviente en mí, y el amor
al prójimo cuando me prefiero a los demás.
Oh María, Virgen inmaculada, Madre de Dios y Madre nuestra, como en
Caná, ruega a tu Hijo por mí y dile : « Ya no tienen amor », y dame la
gracia de practicar la caridad como tú.
Y acuérdate de... mi intención particular…
La Virgen María amaba tanto a Dios que se dio el título de sierva. Con
humildad vivió toda su vida conformándose a la voluntad de Dios. Cuando
alzando la voz dijo la mujer del Evangelio : « ¡Dichoso el seno que te llevó !
», contestó Jesús : « Dichosos más bien los que oyen la palabra de Dios y la
guardan ». En esto María es la primera discípula de su Hijo.
Santa Catalina tú que perseveraste con paciencia prosiguiendo tu misión, a
pesar de las contradicciones, ruega por mí.
Oh María, Virgen inmaculada, Madre de Dios y Madre nuestra, alcánzanos
de obedecer fielmente a la voluntad de Dios y de llevar las cruces en paz, y
de amar a Dios cada vez más.
Y acuérdate de... mi intención particular…
Virgen Santísima,
tú cuya oración fue continua y perseverante,
dígnate también alcanzar para mí
el amor de la oración y del silencio,
porque Dios se complace en hablar en el desierto,
como lo declara él mismo por la boca del profeta Oseas :
« Voy a llevarla al desierto, y le hablaré al corazón » ".
Por eso, por medio de la aplicación anticipada de los méritos de la Redención, la Virgen
María fue preservada, desde su concepción, del pecado original. Ese privilegio –
inaudito y único- Dios lo quiso para Aquella en quien su Verbo debía encarnarse,
“cuando llegó la hora de la plenitud de los tiempos”. María nació con la perfección de
los dones naturales en todos los sentidos dados por el Creador a su criatura antes de la
caída de Adán.
A sus dones naturales debemos agregarle las gracias del cielo! Y como en Ella ninguna
debilidad personal debida al pecado original, ni incluso ningún pecado venial, han
podido dificultar la recepción de la gracia de Dios, esos dones, en toda plenitud, van a
irradiar su cuerpo, su alma y su espíritu hasta “llenarla de gracias”.
“Llena de gracias” pero libre, María ha debido, como toda criatura, practicar las virtudes
morales y teologales
Sin embargo, María permanece libre como Adán y Eva en el Paraíso y el “Sí” que le da
a Gabriel, el mensajero de Dios, durante la Anunciación fue un “Sí” perfectamente libre,
elegido y voluntario. Dios le propuso y María habría podido decir no... Pero ella dijo
“Sí” , el sí de una obediencia absoluta (“que se haga según tu palabra”) ahí donde Eva,
por desobediencia provocó la caída del género humano...
Así, “llena de gracias” pero libre, María debió, como toda criatura, ejercer las virtudes
morales (es decir, naturales) y las virtudes teologales (es decir, sobrenaturales) (1) para
caminar fielmente por la ruta que Dios le proponía y mantenerse, costara lo que costara,
en esa fidelidad, a pesar de las inmensas pruebas que la llevarían hasta la crucificción de
su propio Hijo en el Calvario...
Es, entonces, por vitud personal, en una elección libremente aceptada, que María dijo sí
hasta el final de su vocación. En ese sentido, la Virgen María es, para cada uno de
nosotros que queremos responder fielmente al llamado de Dios, un modelo a imitar. Ya
que existe un plan de amor de Dios para cada uno de sus hijos... Y María, ella misma
mejor que nadie puede ayudarnos a responder con un “sí” a ese plan de amor de Dios.
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(1) Hay que distinguir las virtudes cardinales –o las virtudes naturales que son 4:
fortaleza, prudencia, templanza y justicia- de las virtudes teologales o sobrenaturales
que nos han sido infundidas por la gracia de Dios: la fe, la esperanza y la caridad.
A continuación se muestran algunas de las tantas virtudes que tuvo la madre Maria fiel
servidora de Dios quien siempre supo hacer lo que este le ordenaba, siempre se resigno
a sus decisiones aunque estas fuesen como fuesen.
-La humildad: Nuestra Madre fue siempre una mujer humilde, alguien que siempre
adoró la grandeza del padre, nunca se quejó.
La humildad es para el Consagrado la base de todo lo que Dios tiene planeado hacer en
su vida. María se identifica plenamente con su Hijo en la humildad de su Corazón.
- La Sencillez: Es aceptar todo sin exigencias, aceptar lo que Dios no depara para
nuestra vida, así como lo hizo nuestra Madre Maria quien nunca reprochó ni se quejó de
lo que Dios depuso para su vida.
Esta virtud es muy importante para la vida de los Consagrados debido a que sin esta no
estaremos listo para recibir lo que lleva consigo una vida de entrega, es por esto que
debemos ser sencillos si pensamos ser fieles consagrados.
- Fé, Esperanza y Caridad: Son las más ejemplares virtudes que tuvo nuestra Madre
Maria, ella aceptó todo lo que Dios le impuso sin dudar en ningun momento, nunca
exigió a Dios alguna prueba para justificar su fé, fue fiel devota hasta el día de su
muerte.
Para los Consagrados estas deben de ser las principales virtudes, las que todos debemos
de tener, ya que si no las aplicamos a nuestras vidas no podremos aplicar las demás
porque no creeremos en Dios que es el propulsor de todas las virtudes.
-La obediencia: Nuestra madre fue obediente a todos los mandatos de Dios, cuidó de su
hijo hasta el día de la muerte inculcándole la mejor educación y forma de vida posible
cumpliendo así con la voluntad de Dios quien le encomendó esta ardua tarea.
-La Mansedumbre: Maria fue una mujer mansa de corazón y espíritu, obedeció la
voluntad de su padre hasta en las más difíciles circunstancias y nunca dijo que no a sus
disposiciones, nunca fue una persona alardosa ni busca pleitos, dedicó toda su vida
simplemente a la devoción y entrega total a su Dios.
Los Consagrados deben de tener mansedumbre en su corazón para poder soportar lo que
la vida les brinde en su plena devoción por Dios.
-Respeto: Maria mostró respeto al Padre durante toda su vida incluso antes de recibir la
gracia de llevar su hijo en su vientre, siempre respetó a Dios, no por miedo sino por fé,
un respeto que manifestó obedeciendo todos sus mandatos sin nunca dudar en
cumplirlos.
Los Consagrados deben ser personas respetuosas que amen y acepten a todos con sus
defectos y que sepan tener control de sus acciones tanto para los humano como para
Dios.
-La Pobreza: Nunca se apegó a nada material siempre estuvo lista para recibir lo poco
o lo mucho que Dios le ofreciera, nunca se quejó de su vida de pobreza y fue obediente
en todo momento.
Los Consagrados han de llevar una vida de pobreza y entrega a la que deben estar listos
para soportar, ya que la vida de entrega no nos ofrece riquezas sino pobreza a la que
debemos estar listos a soportar.
Los Consagrados deben ser personas generosas y orgullosas de su Dios, que nunca
duden en ayudar si se les ofrece la oportunidad y tienen los medios para ayudar, ya que
debemos recordar que Dios dice que lo que hagamos por sus hijos se lo estamos
haciendo a él.
-Pureza: La Santísima Madre Maria fue siempre pura y virgen, amó a Dios como a
nadie más y obedeció todos sus mandamientos por fé. Llevó una vida de pureza a la que
nunca renunció, es por eso que hoy es ejemplo de todos y todas.
Los Consagrados deben llevar una tendrán que llevar a cabo una vida de total pureza,
sacando así todas las impurezas que lleva nuestro corazón, tratar de sacarlas aunque no
seamos perfectos, pero debemos tratar de serlo en la mayor manera.
-Disponibilidad: Nuestra Madre Maria siempre estuvo disponible para nuestro Dios
nunca dijo “NO” siempre escucho y obedeció lo que Dios le deparaba.
Los Consagrados deben ser personas disponibles que nunca duden de dar de su tiempo
para predicar o hacer algún bien a las personas que nos rodean.
Cuando nos Consagramos a María le entregamos también con nuestra vida todas
nuestras cosas y nuestros planes, nuestras preocupaciones, nuestras angustias, no con
temores sino con total seguridad de que Ella sólo nos pedirá lo que somos capaces de
dar y nos ayudará a dar lo que solamente con nuestras fuerzas podríamos; no nos pedirá
más ni tampoco menos porque nos quiere hacer crecer.
-La confianza: Para poder llevar una vida de entrega Maria tuvo que tener eterna
confianza en el Padre, a quien nunca dudó en servir.
El abandono total en María no es posible sin una inmensa confianza. Esta virtud es
fundamental en toda vida de Consagración, es clave del Consagrado.
Cuando nos ponemos totalmente en las manos de María es porque sabemos en quien
hemos confiado. Jamás aceptaremos dudar de su amor maternal y providencial, aunque
tengamos la tentación de la desconfianza.
Nuestra pequeñez está acentuada por nuestra condición de pecadores; sin embargo, si
tenemos humildad de corazón no caeremos en el desaliento sino que alimentaremos una
inmensa confianza en el Padre.
-El abandono: Así como nuestra Madre abandonó todo por seguir a Dios, su pueblo, su
familia, sus amigos así debemos de ser nosotros. La Consagración exigirá un abandono
total en las manos de María como el niño se abandona en los brazos de su madre y como
Jesús vivió en los brazos de María.
Ese es el modo de abandono que debemos tener: dejarnos llevar por María, dejarnos
tomar por nuestra Madre, dejarnos amar por Ella, sin angustias, ni pretextos.
-La pequeñez interior: Para entregarse a la vida de devoción Maria tuvo que sentir en
su corazón la virtud de la Pequeñez Interior que la ayudó a ser conforme con la vida que
la entrega a su señor le ofrecía.
La pequeñez interior es como dice la propia palabra, esa actitud profundamente humilde
por la que aceptamos ser queridos y conducidos por la Santísima Virgen por los
caminos que Ella haya marcado para cada hijo; es la intuición del corazón que se deja
amar por su Madre.
Continuación…
No es posible entregarse, abandonarse y confiar sin hacerse niños. También María nos
lleva por este camino a hacernos pequeños y pobres. El que se hace niño se deja
conducir, se deja instrumentar como parte de este designio providencial.
Sólo entiende a María quien la ama y el que la ama con un corazón de niño. Su misterio
estará oculto para quien no se haga como niño en sus brazos. De esta manera María se
convierte en admirable escuela de humildad y sólo los humildes y puros de corazón,
conocen los secretos del Padre. Así Ella puede reproducir a Jesús en cada uno de sus
Consagrados. Para María somos como niños recién nacidos que necesitan el amor, el
calor y el alimento de su madre. Ella pedirá de nosotros que nos hagamos pequeños e
interiormente humildes y entraremos así en su Corazón.
- La docilidad: Maria en su vida de devoción nos demuestra que fue una mujer dócil ya
que siempre estuvo lista y disponible para Dios y lo que este le ordenara.
La humildad del corazón nos hace necesariamente dóciles; si lo somos, nos dejaremos
instruir por Dios, nos dejaremos enseñar por los acontecimientos providenciales que nos
rodean, no forzaremos los tiempos de Dios ni intentaremos detenerlos cuando hayan
llegado.
Esta actitud interior nos hace especialmente capaces de responder a las exigencias de
quienes nos rodean, de aquellos a quienes estamos llamados a evangelizar, a ayudar, a
querer con un corazón de servidores.
El Consagrado que es dócil a Dios necesariamente se hace disponible para los demás.
-La fidelidad y la firmeza: Maria nunca dejó de creerle ni de obedecerle a Dios, nunca
dio muestra de adoración a otros Dioses.
Mantenerse fieles a las exigencias de la Alianza en el Corazón de María exige ser
perseverantes, ser fieles en los momentos difíciles, no dejarse vencer por los continuos
interrogantes que pueden aparecer en la vida.
-La vida de oración: La Madre llevó una vida de oración, esto demuestra una vez más
la fe que profesaba hacia Dios.
La oración debe ser continua, confiada, humilde, unida a una conversión de vida,
surgida desde el amor fraterno, porque no agradaría a Dios la oración de quien no vive
seriamente la unión con sus hermanos. Recordemos también el especial valor de la
oración comunitaria: "Donde hay dos o más reunidos en Mi Nombre allí estoy Yo".
Toda forma de oración agrada al Señor y en modo especial la oración litúrgica. De entre
las oraciones de la piedad privada María señala indiscutiblemente su preferencia por el
Santo Rosario que nos va llevando progresivamente a una gran unión con Dios, a
destrabar el alma de los obstáculos y conducirla a la santidad.
Hablando de las diversas exigencias de la vida del Consagrado sabemos que María
necesita de cada uno de ellos como expresión de su mucho amor, una vida ejemplar y
sacrificada, una vida entregada y humilde. El Consagrado "debe obrar de manera que
Dios siempre habite en él y no se verá jamás por El abandonado". Aquel que se ofrece a
María, también acepta y asume esa cuota más pequeña o más grande de sufrimiento; esa
cruz de cada día que el Señor pone sobre sus hombros.
El dolor del Consagrado debe ser vivido por amor a Cristo que murió en la Cruz por
todas las criaturas del mundo y prolonga en los miembros de la Iglesia su Sacrificio
Redentor.