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Como cualquier día regresando a casa después del gimnasio, de la escuela y del
trabajo cansado y agobiado por el estrés diario abrí la puerta de la entrada y después la
puerta de mi cuarto chiflando y aplaudiendo en espera de mi mejor amigo, esperando verlo
mover su colita y brincar para tratar de besarme, para que después fuera por su pelota
amarilla o por su pedazo de hueso de carnaza y con todas las energías del mundo me
pidiera jugara con él que le aventara por toda la casa sus juguetes para que pudiera correr y
traerlos de regreso , para mi esos eran los mejores minutos de todo el día algo que me
llenaba de felicidad.
Entre si recibir respuesta alguna, deje las cosas en mi cama como de costumbre y
di un vistazo rápido al piso para ver si no estaba escondido debajo de la cama, al no ver
nada camine al cuarto de mis padres y en eso lo encontré.
El cuerpo yacía inerte pero aun mostraba señales de vida, lastimosamente temblaba
al tratar de levantarse sin poder lograrlo. Me acerque a el y un leve ladrido escapo de su
pequeño pecho; sentí su dolor como si fuera mío.
-“Esta muriendo,” grite desesperadamente al aire esperando alguna respuesta o alguna
reacción.
Solté un leve llanto, suplicando por algo que solo un milagro podría ofrecerle, lo
mire voltear hacia mí y sentí sus ojos fijos pidiéndome, rogándome, que hiciera algo…y lo
tome en mis manos; con un grito de impotencia y desesperación estalle como nunca antes
lo había echo en mi vida.
No sabía el tipo de enfermedad que había contorsionado su pequeño y frágil
cuerpo, pero entendía que estaba en mal estado. Lo sentí tratar de escaparse de mis manos
que lo cubrían, pero difícilmente podía recaudar la fuerza necesaria para su intento de
escape. Mis lagrimas brotaban sin control alguno sentía el dolor que estaba sintiendo, mi
corazón se partía en pedazos, sin poder siquiera respirar. Ni poder hablar.
Estuve parado con el en mis manos sin saber como reaccionar, que paso a seguir,
como si con mi propias manos pudiera hacer un milagro y darle parte de mi vida para que
siguiera viviendo. Escuche un sollozo y voltie a mirarlo gritando su nombre y un
fuerte¡¡¡ NO TE MUERAS ¡¡¡
No se si es bueno ese nivel de sufrimiento y de estrés, con eso de que uno debe de
mostrarse fuerte y todo eso ante cualquier situación por el hecho de ser hombre . Lo que si
se es que sentí fue un dolor inmenso una perdida irreparable como si fuese mi hijo en ese
momento, sentí el dolor que viene de la frustración al no poder aliviar a un ser indefenso.
Lo mire y me miro, y esquivamos nuestras miradas, y no dije nada; respete su
dolor, y con silencio agradecimos que estábamos juntos en esta situación.
Después de un largo momento me atreví a hablarle como si fuera una persona,
como si fuera mi hijo:
-“Prepare una pequeña fosa para el” pensé mientras extendía los brazos para tomarlo y
llevarlo afuera.
Solo pude agradecerle con un débil, “Gracias, Monky”.
Salí con el en mis manos como si tuviera miedo de dejar caer un gran tesoro; mire
su rostro y note que no había más sufrimiento.
No tenia ánimos de salir, así que me quede sentado en las escaleras de mi cocina
mirándolo.
Mire a Monky envuelto en mi chamarra, y comencé a recordar todos los momentos
felices desde su llegada a mi casa lo vi correr brincar y jugar como si la memoria fuera en
esos momentos mi realidad. Viéndolo vivamente que hasta lo podía tocar.
Cuidadosamente abrí la chamarra y saque su cuerpo con mucha gentileza, como si
tuviera miedo de quebrarlo.
Lo mire y lo acaricie tiernamente. Y mientras mi dedo recorría su pelaje como en
forma de despedida, le agradecí todo su amor compañía y amistad que me brindo en 15
años de mi vida y toda la vida para el.
Mi perro se había convertido hoy en mi mejor recuerdo de vida. Hoy había tomado
una decisión filosófica, había tomado un paso que muchos no logran dar en todas sus vidas.
Me sentí triste por la pérdida…vacio al ver como mi amigo Monky quedaba en la
fosa, lloraba…y orgulloso me sentí porque tenía como mascota a un pequeño perrito que
me había dado felicidad hasta el último momento.
Lo enterré, y lo cubrí con tierra cuidadosamente, y no pare de llorar todo el tiempo
en que atendía mi labor. Me secaba los ojos lo mejor que podía con la manga de mi camisa,
pero nunca me detuvo.
Ya que termine de enterrarlo y poner su hueso encima de la tierra. Respete su
silencio, y le hice honor a su muerte sin decir palabra. Era su despedida.
Gracias Amigo.¡¡¡¡¡