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Unos límites que, como expresión de una debilidad histórica del movimiento obrero autónomo, no
pudieron superarse en su momento en la práctica, y que por lo tanto quedaron subdesarrollados a
nivel teórico. A esto contribuyó el que las consecuencias de ese subdesarrollo del movimiento se
expresasen también en los grupos teóricos y sus cabezas sobresalientes. Los límites no eran, sin
embargo, explicables solamente por la situación histórica de 40 años de dictadura fascista, sino que
fueron compartidos por la corriente ascendente de luchas proletarias a finales de los 60 y explican
tanto sus derrotas como el devenir posterior de la autonomía obrera como corriente definida. Y más
aún, estos límites, en lo tocante a su aspecto teórico, como el problema de desarrollar nuevas formas
organizativas permanentes, o el problema del papel de los grupos revolucionarios, no fueron
clarificados posteriormente, heredándose y manteniéndose de esa experiencia histórica creativa sobre
todo los tópicos y las generalizaciones vagas.
Si todo eso sucedió, hay que entender que fue posible porque las teorías revolucionarias
contemporáneas o anteriores no habían abordado consistentemente el problema y, por consiguiente,
no fueron un instrumento adecuado a las necesidades históricas. Ciertamente en la década de los 70
esto podía ser poco relevante, porque quizás aunque lo hubieran hecho no habrían podido ser
asimiladas por el movimiento, o más bien no con la suficiente rapidez para impedir la entrada en una
dinámica de reflujo general. Pero sí es indudable que si eso hubiera sido así las décadas siguientes no
habrían sido como fueron y la corriente de la autonomía obrera podría haber evolucionado, en lugar
de degenerar y vulgarizarse.
De manera que recuperar y estudiar hoy estos textos ha de servir para valorar de nuevo los
problemas planteados y perfilar soluciones mejores o más definidas. (Ya existen propuestas en este
sentido que responden precisamente a la necesidad de superar la herencia deformada del
autonomismo. Véase el Proyecto de programa de Cooperación Obreira, 2001-03.)
Roi Ferreiro
02 de enero de 2009
*
Véase también el monográfico de la revista Lucha y Teoría, nº 7, julio de 1976: Por una línea política de clase
hoy. Propiamente fue recogido para esta serie pero por motivos de versatilidad dado su tamaño lo hemos
publicado por separado.
Indice:
Presentación ............................................................................................................................................................... 1
Autonomía obrera como alternativa de clase ............................................................................ 3
Introducción: qué es la autonomía obrera ...................................................................................................... 3
Primero: es un movimiento real y una práctica de clase ........................................................................... 3
Segundo: una línea política de clase ................................................................................................................ 4
Tercero: cómo construir la autonomía obrera ............................................................................................... 5
Cuarto: el quehacer inmediato ........................................................................................................................... 5
La tendencia por la autonomía obrera .......................................................................................... 7
INTRODUCCIÓN .......................................................................................................................................................................................8
PROPUESTA DE ALTERNATIVA ..........................................................................................................................................................9
LAS COMISIONES AUTÓNOMAS: UNA ALTERNATIVA DE CLASE REVOLUCIONARIA..............................................10
Introducción: situación política actual ...................................................................................................................................10
Carácter de la democracia ...........................................................................................................................................................10
Pacto interclasista ...........................................................................................................................................................................11
Organización obrera .......................................................................................................................................................................11
Las luchas que canalizan los sindicatos .................................................................................................................................12
La capacidad de organizar a la clase de un sindicato .....................................................................................................12
Papel aglutinante y coordinador de los diferentes sectores de la producción que cumple un sindicato ..13
Grupo de militantes ........................................................................................................................................................................13
También los partidos políticos obreros hablan de la necesidad de la autonomía obrera. De que lo
importante es la voluntad de la base, etc. Pero al mismo tiempo, ellos se consideran representantes
de los intereses de la Clase, y de hecho canalizan y deciden la estrategia política que ésta debe seguir.
Veamos un poco la situación.
- Resulta que los partidos deciden que los trabajadores deben plantearse sus reivindicaciones
materiales (salarios, etc.) a través de los sindicatos pero que las reivindicaciones políticas están
reservadas a los Partidos Políticos. Es decir, se da una autonomía parcial (sólo para decidir parte de
los problemas) porque el Partido cede la cuestión táctica reivindicativa al Sindicato pero la tarea
fundamental de elaboración estratégica y toma del poder (es decir, las tareas de dirección de la lucha
a todos los niveles) quedan reservadas al Partido.
- Resulta que los Partidos y Sindicatos de los trabajadores, en nombre de los mismos, pactan
con los partidos y grupos burgueses. En este momento hipotéticamente se puede pactar de dos
formas: a) con una unidad organizativa o sindical, y b) con una división o pluralidad sindical. Esta
segunda postura se está confirmando, encajando en los planes de reforma política del actual Gobierno
como gestor del Capitalismo.
Todo ello supone entrar en una democracia burguesa de corte tradicional, donde está muy marcada
la división Partido-Sindicato con las características antes señaladas. En consecuencia esto significa
liquidar todo el movimiento unitario que se ha dado durante el Franquismo, intentando encajar estas
prácticas de lucha en el nuevo modelo de Democracia Burguesa, lo que supone liquidar todo
fenómeno de auto-organización que se ha dado hasta hoy. Una parte de este paso lo han conseguido
ya con el “referéndum”, y los Partidos Obreros aceptando de antemano la derrota, están más
predispuestos que antes al Pacto con el Gobierno. ¿Es esta la autonomía obrera de que hablan?
Creemos que los intentos de otras nuevas organizaciones sindicales, aunque más globalizadoras,
siguen admitiendo la división tradicional partido sindicato como LAB, tendencias troskistas y por otro
lado las insuficiencias respecto al poder, de la corriente anarquista, aunque en su seno existen
corrientes hacia el desarrollo de la autoorganización obrera.
Resulta pues, que todo esto que se dice, que se habla, de la autonomía obrera, en la práctica no
está claro que se haga.
Así, la autonomía existe cuando de forma organizada y permanente toda la clase decide y ejecuta sin
delegar en nadie el poder de decisión, sin techos políticos, sin división entre dirigentes y ejecutantes,
toda su estrategia de hecho cara al establecimiento del socialismo. Dicho de forma más sencilla,
cuando todo el poder de decisión está en la asamblea obrera, esta, dirige realmente la lucha y la lucha
tiene como objetivo, no reformar al Capitalismo, sino acabar con él, entonces existe la autonomía
obrera.
Pero además esta organización de la clase, no sólo debe ser una organización de lucha contra el
Capital en sus distintas formas de agresión, sino el edificio sobre el cual debe levantarse la
organización económica, social y política de la nueva sociedad SOCIALISTA. Y esto además quiere
decir que sólo si el proletariado es protagonista en su lucha contra el Capital, va a ser protagonista en
la construcción del Socialismo. Porque si es sustituido en su lucha por el Partido, seguramente que
también ha de ser sustituido por el Partido en la construcción y gestión de la nueva sociedad.
Esto es el camino hacia la autonomía obrera. Pero ya la autonomía obrera está en marcha. Así hoy,
la autonomía obrera es el movimiento real en que la Clase Trabajadora adquiere aunque sea
parcialmente, conciencia de ser protagonista del proceso revolucionario.
Este movimiento que nace de la contradicción entre Capital y Trabajo, entendido de forma global, es
decir, no sólo en el marco de la producción si no que se extiende a todas las esferas, consumo
(precios, equipamientos urbanos), formas de opresión nacional, de la mujer, enseñanza, etc., se
manifiesta de modo visible de múltiples maneras. Las asambleas no dirigidas, los comités elegidos y
revocables en todo momento, los piquetes de extensión de huelga, las comisiones representativas y a
otro nivel, el rechazo de los controles y las horas extras, a la cultura oficial alienante, al autoritarismo
venga de quien venga, etc. no son más que la expresión externa de ese movimiento, de la autonomía
obrera.
Así, en todo el Estado Español, y en Gazteiz como punto álgido, las formas de lucha autónomas han
alcanzado cotas importantes. Cuando los trabajadores eran verdaderamente los protagonistas de la
lucha, es decir, cuando la autonomía obrera era fuerte, la lucha se basaba en órganos de democracia
directa (asambleas, comisiones representativas, etc.) arrancando al Capital reivindicaciones
importantes en un enfrentamiento organizado y controlado por la propia clase. Cuando la burocracia
tenía peso los trabajadores eran meros espectadores tenidos en cuenta solamente para ser
informados por comisiones asesoras, o directamente por líderes. En Gazteiz y en Bizkaia
recientemente con la Coordinación de Fábricas la autonomía obrera ha demostrado la capacidad de
poder que adquiere la lucha cuando se auto-organiza: Por esto Gazteiz fue una experiencia histórica.
En el Baix-Llobregat (Cataluña) y la EMT en Madrid por ejemplo, los reformistas han frenado la
autonomía obrera y por tanto la posibilidad de que los trabajadores sean los protagonistas de la lucha.
Por esta razón las huelgas del Baix-Llobregat, y otras con su pacifismo legalista, sus gestiones a
través de la Organización Sindical, y su final con un pacto social que ha atado a la Clase, son una
tomadura de pelo colectiva.
Después de este ciclo de luchas que en la actualidad estamos viviendo, debe quedar claro para
todos: AUTONOMÍA OBRERA, INDEPENDENCIA DE CLASE Y AUTO-ORGANIZACIÓN, frente a
REFORMISMO OBRERO, POLÍTICA INTERCLASISTA Y SUSTITUISMO DE LA CLASE.
El Capital en el transcurso de la lucha de clases no sólo actúa frente a la Clase Trabajadora con una
línea política determinada que fundamente en su política de explotación económica, sino que abarca
además todos los aspectos sociales, política social, cultural, educativa, sexual, ideológica y de
Opresión Nacional creando un ente artificial “Estado Español”. En este sentido el Capitalismo necesita
desarrollar el Estado-Nación por razones de mercado, y esto lleva a imponer una uniformidad
liquidando todo tipo de identidad de pueblo. (También los planteamientos socialistas “clásicos” no han
prestado a este problema la profundización necesaria liquidándolo en la práctica con un universalismo
que ignora y elimina las personalidades de los pueblos).
En cada momento de la lucha de clases, la Burguesía impulsa el nivel más eficaz para controlar y
dominar a la Clase Obrera. Hoy se concreta bajo la forma de pacto social, “democracia” controlada,
nuevas instituciones políticas, inflación, integración de la Clase Obrera dentro de la “democracia”, etc.
La Clase Trabajadora también debe desarrollar su línea política, línea política de clase global, pues es
una respuesta-ataque a todos los niveles de opresión y dominación burgueses.
El reformismo obrero en el Estado Español, E. Italiano, E. Francés, etc. se ofrece al capitalismo para
planificar, no ya el desarrollo capitalista sino además para superar la crisis. Compromiso histórico en
el E. Italiano, ruptura pactada en el E. Español, programa común en el E. Francés, no son más que
variantes de un mismo proyecto represivo contra el proletariado: sujetarlo al Capital, someter su
autonomía como clase a las necesidades inmediatas de superación de la crisis.
La autonomía obrera entendida como línea política, o sea como conjunto de líneas de intervención en
los distintos frentes de lucha, no puede ser la invención de un grupo de militantes sino una síntesis
colectiva que recoja las más avanzadas experiencias de la lucha de clases. En este sentido está aún
por hacer, si bien existen ya elementos válidos como punto de partida.
Pensamos que una alternativa realmente anticapitalista no pasa hoy por administrar la crisis, lo que
en el Estado Español significaría pactar con el Gobierno, (es decir, sacar las castañas del fuego a los
Capitalistas). La autonomía obrera quiere profundizar la crisis, mantenerla abierta sin forzar
enfrentamientos totales, en los que la Clase Trabajadora saldría hoy perdiendo, pero sin caer en el
freno de estas luchas con el pretexto utilizado por el reformismo de un posible “golpismo” por la ultra-
derecha.
2.- De cara al Capital: construir niveles crecientes de poder obrero. Cuando estas formas de
auto-organización se basan en verdaderas relaciones comunistas, es decir, las asambleas no son
manipuladas, los comités son revocables etc., actúan frente al Capital como un nivel de poder obrero.
Impulsar niveles de Poder en la empresa, en los barrios, en las instituciones educativas, supone:
- Rechazar la sumisión a las leyes de la economía que la Burguesía presenta como algo natural. En
la práctica significa el rechazo del productivismo, del culto al trabajo alienante. Es decir, rechazo
del culto a la producción, al “desarrollismo” meramente económico que mata toda otra serie de
aspectos de desarrollo humano y hace del trabajo una mercancía que en lugar de desarrollar a la
persona, la aplasta y esclaviza.
- Enfrentar al Capital un poder de clase que nace de la lucha reivindicativa y crece en contenido
político, cuya ampliación debe conducir a la deteriorización del sistema capitalista y a la unificación
del proletariado.
Como tendencia histórica ha sido minoritaria en momentos no revolucionarios, pero cuando se abren
periodos de fuerte lucha de clases, siempre ha aparecido y se ha plasmado en realizaciones prácticas.
Con el nombre de Comuna de Soviets, de Consejos Obreros, de Comités... y en general de
Organización de la Clase, en París (1871), en Rusia (1905-1917), en cierto modo el Sindicalismo
Revolucionario, en Alemania (1918), en el E. Español (1936), en Polonia (1956-1970), y en Francia
(Mayo de 1968). En cierta forma, las Comisiones Obreras antes de ser dirigidas por el partido de
turno, los trabajadores se organizaban al margen de los sindicatos y partidos. La organización que
adoptan, la Organización de la Clase, se basa en la más pura democracia directa, en la no delegación
de funciones, contra toda garantía etc. y constituye el auténtico poder obrero capaz de echar por los
suelos la Sociedad Capitalista.
La autonomía obrera como tendencia histórica no sólo son unas realidades prácticas que abren el
camino hacia la liberación de la clase trabajadora y en general de toda la sociedad, sino también unas
realidades teóricas elaboradas por diferentes pensadores revolucionarios, asumiendo la práctica social
del proletariado en su tiempo.
El Marx no adulterado por Lenin, defensor y teórico de la emancipación de los trabajadores como
obra de ellos mismos; Rosa Luxemburgo cuando critica el carácter contrarrevolucionario de todo
partido dirigente, porque sustituye a la Clase y después la somete de nuevo; El Gramsci joven, teórico
e impulsor práctico de los Consejos Obreros de Turín; Korsch, Pannekoek, y muchos más que
defendieron teóricamente y en la practica una política de clase hecha por y para los trabajadores y por
lo tanto opuesta a toda dirección política externa. Y en otra dirección teórica también la más genuina
línea del anarcosindicalismo han defendido la autonomía de clase de los trabajadores.
Esta historia práctica y teórica nos confirma en que nuestra alternativa es posible. Pero también
tenemos que saber según nos señala la historia, que una debilidad de la Autonomía Obrera esté en
que en general, se ha dado sólo en momentos de fuerte lucha o conflicto abierto aunque ha habido
algunas organizaciones históricas de clase, que han impulsado de modo permanente fórmulas
cercanas a las que aquí defendemos.
Pensamos que las razones de que no se haya podido construir una organización permanente, estable
e integral de la clase, es decir, hacer permanente la Asamblea Obrera como fuente Real y Total de
poder, puede ser:
- La falta de conciencia en la Clase Obrera, que trae como consecuencia delegar todo en otros y no
responsabilizarse por sí mismos en la gestión de todos los problemas. Esto es debido a la propia
“inercia” que se tiene de “ceder' y “delegar” el poder de decisión en otros, fruto de la intoxicación
producida por la ideología capitalista dominante.
- La falta de todo un trabajo teórico sobre el contenido de la autonomía obrera.
- La poca importancia que se ha dado a la construcción de una auténtica conciencia de clase,
convencidos de que la construcción del Socialismo se basaba fundamentalmente en condiciones
“objetivas” sin llegar a ver que el Socialismo sólo será posible si todo el pueblo, toda la Clase
Obrera, LO DESEA NECESITA Y PROTAGONIZA.
- Los partidos y sindicatos, más que desarrollar el protagonismo de la clase, lo que han hecho ha
sido sustituirle, y por esto, en periodos de poca lucha se han cargado esta alternativa, y no ha
habido nadie que organizadamente haya adoptado como objetivo exclusivo revolucionario, la lucha
permanente por la autonomía obrera.
Por ello estamos convencidos de que hoy todos los que pensamos en Euskadi que la auténtica
alternativa revolucionaria que avanza hacia la construcción del socialismo recuperando en este
proceso nuestra identidad nacional popular pasa por la Autonomía Obrera, debemos unirnos, debemos
organizamos y luchar desde la clase para que la autonomía obrera no sea una lucha muy “maja” una
vez al año, sino la forma permanente de organización para que la asamblea sea el órgano permanente
de todas las decisiones. Organizamos, no para sustituir a la clase, sino para todo lo contrario: Para
que sea el proletariado y sólo él, auténtico motor organizado de la Revolución Socialista.
Que en Euskadi, todos los que desde unas posiciones de clase, revolucionarias, estamos en contra
del reformismo y el “dirigismo” de las “vanguardias” debemos dar un paso cualitativo que posibilite la
coordinación de la luchas y los esfuerzos organizativos dispersos en el marco de la Autonomía Obrera.
Es así como avanzaremos hacia la construcción de la Organización de la Clase.
INTRODUCCIÓN
La salida a la actual crisis de dominación política de la burguesía sobre la clase obrera pasa
necesariamente, para ellos, por un pacto político entre capital y reformismo (PCE, PSOE, PTE, etc.).
Las consecuencias de este acuerdo serán nuevas formas de control e integración: partidos políticos
reformistas y sindicatos, cada uno por su lado, se encargarán de dirigir y encuadrar a la clase
trabajadora, que una vez más quedará al margen de toda decisión y participación.
La alternativa política de la Autonomía Obrera para nosotros en estos momentos consiste en:
Esta práctica de clase se ha manifestado históricamente en todos los momentos en los que la clase
trabajadora ha sido la verdadera protagonista. La Comuna de París, los soviets en Rusia y más
recientemente los consejos obreros en Polonia, las iniciales Comisiones en Asturias, la “Asamblea de
Fábricas en Lucha” de Vitoria y la Asamblea de Delegados en la lucha de la construcción de Barcelona,
son ejemplos de ello.
Esta tendencia se plantea como una organización de militantes que, a consecuencia del análisis
anterior, surge para potenciar las formas de autoorganización obrera que se están dando, y a la vez,
para hacer frente al reformismo.
Habría que redefinir el concepto de proletariado. Buscando la base social real sobre la que
prácticamente se apoyaría este movimiento. Se apuntaron dos líneas da definición:
a) A partir del lugar que ocupa en la producción. Se llegaría a que el proletariado es el asalariado
amplio a nivel mundial.
b) Definición de proletariado como negación absoluta de la sociedad. El proletariado sería igual
conjunto de núcleos, capas, grupos que son negación y ruptura de la sociedad existente.
c) Debería buscarse una definición operativa: ¿sobre qué base sería dicho movimiento?
A.- Partiendo de un análisis radical de nuestra sociedad capitalista hoy, definir unas pautas mínimas
que incidan desde ahora como alternativa. Pautas que puedan ser anunciadoras ya de una nueva
sociedad (comunista). La mercancía, el poder, la propiedad privada, el trabajo asalariado, el
productivismo, el consumo, el sindicalismo, los medios de comunicación, la escuela, la política, todo
esto concretado hasta los mínimos niveles de nuestra vida.
B.- A partir de aquí hacer el esfuerzo de descubrir unas actuaciones prácticas de grupo que por sí
mismas hagan la crítica radical y sean una propuesta no sólo a nivel propagandístico, sino práctico.
Aunque de entrada habría que aceptar estas intervenciones a nivel minoritario, habrían de tener la
intención de incidir en el nivel masivo.
C.- Según cuales fueran las intervenciones a realizar exigirían un tipo de organización u otro. La
organización así sería incluso cambiante según el carácter de la actuación, del nivel en que se incide,
del lugar en que se intervenga (la fábrica, el barrio, etc.).
No habría el interés de centralizar, sino de desenvolver un movimiento; sí, había que asegurar la
interrelación de influencia tanto a nivel de análisis (más teórico) como a nivel de experiencia
(práctica). Posibilitar incluso el apoyo en las acciones cuando éstas lo exijan.
2.- Líneas que podrían tenerse en cuenta para que las realidades que se van a dar
prácticamente en las luchas (asambleas...) no queden englobadas en la perspectiva
reformista pactista, sino que recuperen todo su contenido revolucionario.
Realizar una postura abierta, no cerrada y completa. La ideología es la explicación de una sociedad
acabada. Implica represión e inmovilismo, implica no creación, no espontaneidad. Apoyar las
relaciones no alienadas:
- Espontaneidad protagonismo. Romper el papel que a cada uno le toca jugar. Crítica a la misma
izquierda que las actuaciones de la clase o de la burguesía las hemos ido interpretando desde un
esquema previo.
- Solidaridad: no la solidaridad vacía de contenido (cajas de resistencias), sino la solidaridad de
afirmarse como clase.
No aceptar mitos o programas políticos. Bajar la atención a las realidades sobre las que ahora y
nosotros podemos actuar. Ninguna clase de demagógica crítica al mundo político. Ir desenmascarando
la cultura burguesa-reformista a base de otra cultura típica de clase. En las luchas reales apoyar todo
lo que sea constituirse en grupo social solidario que se apropia por la lucha un espacio hasta ahora no
propio de él. No aceptar limitarse a dar unas ideas “objetivamente” buenas o necesarias según el
análisis de unos cuantos (partidos, sindicatos...)
Con esta 2ª línea no presentamos una alternativa institucional (al estilo UGT, CNT, CCOO) sino más
bien un proceso de desvelar la conciencia. Sería, pues, prácticamente una crítica al comunismo como
(conciencia desde fuera)*. Valorarlo.
3.- Esta línea de trabajo a nivel más global tendría como principal objetivo el evitar ser
colores o contra-corriente. Es decir, participamos en alguna lucha, intentamos este
contenido radical, mientras que todo (abramos el periódico, cualquier revista...) defiende y
populariza la postura reformista y pactista.
Sería ir creando una manera de analizar y comentar el momento actual desde esta perspectiva.
Perspectiva que sería puente de unión entre varias luchas aisladas. Nueva cultura revolucionaria
enraizada en las necesidades de clase, en las necesidades del pacto por la libertad o de la negociación
o de Democracia.
La tendencia la definiríamos como un grupo de militantes que impulsan estas líneas. Es a partir de
estas líneas u otras a las que se vaya llegando que podemos plantearnos la cuestión organizativa.
Carácter de la democracia
La democracia, como fórmula política en la que toda la población participe igualitariamente en los
asuntos colectivos, sólo podemos entenderla como algo real y posible en una situación en la que la
explotación de unas clases sobre otras haya desaparecido totalmente. En cualquier otra situación, de
lucha de clases, la democracia será siempre algo relativo: será la democracia para una clase (o parte
de ella) y la dictadura para los demás. Hoy por hoy la democracia sí tiene apellido: el de la clase social
que la utiliza como forma de poder y de dominación ideológica.
Una formulación tan simple, se convierte hoy en algo de constante necesidad de clarificación.
Necesidad fruto de la confusión creada por la propaganda reformista y pequeño-burguesa que están
presentando ante las masas una idea de democracia burguesa como objetivo final de toda lucha.
Confusión que no hace más que desmovilizar y despolitizar a las masas al presentarle un programa
político abstracto y desligado de sus necesidades reales.
Es necesario en este punto que efectuemos una definición a nivel estratégico: Rechazamos la lucha
por la consolidación de una etapa democrático-burguesa como camino necesario hacia el socialismo. A
nivel táctico unas consideraciones.
*
Los paréntesis son del original. Nota del CICA.
Hemos de valorar que el objetivo que persigue la burguesía con la “democratización”
(instrumentalizar y estabilizar ante circunstancias globales su poder político), necesita de unas reglas
de juego para que el proyecto pueda funcionar. Las libertades políticas son ese marco.
Para la burguesía este marco debe ser lo suficientemente amplio como para garantizar la función del
Estado, y lo suficientemente estrecha como para que no haga peligrar su poder, a través de riesgos
innecesarios. Para la clase obrera este marco de las libertades formales cumple dos objetivos
contradictorios. Por un lado son un instrumento de acción y organización de la clase que debe ser
aprovechado convenientemente, pero por otro es a la vez un freno que trata de impedir que la clase
desarrolle toda su fuerza si se limita a aceptar estas reglas de juego que se le conceden.
La contradicción debe ser solucionada no por simple negación de uno de los polos, sino por su
solución dialéctica.
La lucha por las libertades burguesas, limitadas, estrictas y reguladas, debemos convertirla en la
lucha por una libertad que no se limite al marco legal establecido, que no es abstracta sino concreta,
real y ligada permanente-mente a la conquista de las necesidades de la clase. Así, no se lucha por una
forma de participar en las decisiones, sino por tomar las decisiones; no se lucha por una determinada
forma da organización (partidos o sindicatos), sino por organizarnos como creamos conveniente para
decidir y para defender lo decidido. No luchamos, en fin, para que nos organicen la libertad sino para
ejercerla.
La lucha por la libertad y la democracia se convierte así en algo permanente que se enfrenta al
propio sistema capitalista (no sólo a una de sus formas de gobierno).
Pacto interclasista
La lucha por el ensanchamiento de los cauces del poder burgués no se conseguirá a través de la paz
social, sino a través de la radicalización de la lucha de masas que obliguen a la burguesía a ampliar el
marco político integrador.
Organización obrera
Las formas organizativas concretas y su aplicación no bastan por sí solas para entender y valorar la
realidad y el avance de la auto-organización de las masas. La auto-organización de los trabajadores
no puede reducirse nunca a fórmulas mecánicas que puedan aplicarse de forma rígida; ni la asamblea
ni la comisión representativa son, por sí mismas formas de auto-organización sino es en relación a la
combatividad y a la conciencia de los trabajadores que las utilizan.
Ni suponer de forma idealista que las condiciones para que se implanten masivamente las formas de
auto-organización están dadas en el movimiento obrero.
La construcción de la democracia directa, a niveles concretos (empresa, ramo, zonas, etc.) se mueve
hoy en la contradicción siguiente:
- Por un lado organización masiva de trabajadores con el nivel real de conciencia de la clase
- Por otro lado organización minoritaria que recoge los niveles más altos de conciencia revelados
por la lucha
Esta contradicción debe ser tratada impulsando los dos extremos, potenciando
3º) Coordinación de Comisiones reales, en la medida que estas vayan existiendo. Con métodos de
trabajo de abajo a arriba, respetando al máximo la autonomía de las comisiones (acuerdos no
vinculantes más que si son por unanimidad, respeto a la dinámica, nivel de conciencia y
combatividad en cada empresa, etc.).
La existencia de sindicatos, nos plantea hoy la necesidad de una postura clara ante ellos. La
valoración de tres elementos de los sindicatos nos permitirán la toma de postura respecta a ellos.
Difícilmente un sindicato puede salirse del marco da la lucha por las reivindicaciones inmediatas que
logren contrarrestar o disminuir el nivel de explotación en el seno de la empresa. Difícilmente puede
un sindicato abordar los problemas más globales, y por tanto poner en cuestión el sistema social
existente. El decir todo esto no significa en absoluto el desprecio por la lucha por objetivos
inmediatos. Sólo se recalca la forma como el sindicato puede enfocarla. Está clarísimo que este tipo de
lucha va a seguir siendo el punto de partida para lograr que se alcancen niveles de conciencia y
organización más altos, pero es preciso afirmar que no creemos que el sindicato sea el único canal
posible para este tipo de luchas, ni tampoco el más correcto.
La dinámica de lucha de un sindicato lleva consigo el reconocimiento del Pacto Social como única
meta alcanzable. Menos en un momento revolucionario, la clase deberá ir pactando en función de la
correlación de fuerzas alcanzada en cada momento, pero esto no quiere decir que deba reconocerse el
Pacto como único objetivo alcanzable.
Un sindicato a los únicos que organiza realmente es a los cuadros que después dirigirán a las masas
afiliadas y no organizadas, de una forma burocrática (decisiones tomadas en la cumbre de la
estructura sindical, con alianzas con otras fuerzas sindicales mediante acuerdos de las direcciones
etc.) Este aspecto es determinante en cuanto perpetúa la pasividad y el alejamiento de la toma de
decisiones características de le ideología burguesa.
En la medida en que un sindicato se convirtiera en la organización de los que luchan por la auto-
organización de la clase mediante unos métodos de trabajo democráticos y representativos, nunca
burocráticos, (¿se llamarían entonces, Sindicato?), podría ser interesante plantearse el trabajo en su
seno. (Ver CNT).
Este aspecto, quizás el positivo de un sindicato, dado el nivel de dispersión y desorganización actual
podría ser el único aprovechable no de la participación en un sindicato, sino de su utilización.*
Grupo de militantes
*
Subrayado en el original. Nota del CICA.
· unitarias como expresión de la necesaria unidad dentro de la clase y de la representación de
sus distintas ideologías. Unidad que no debe entenderse de forma mecánica e idealista sino dentro
de una dinámica que haga posible el funcionamiento y la lucha.
B) Por otro lado debe garantizarse el impulso de la conciencia más avanzada con:
I. ¿Qué es el sindicato?
Históricamente, el sindicato nació a mediados del siglo XIX como un intento de la clase trabajadora
por, defenderse organizadamente de la explotación a que estaba sometida por la burguesía.
1. - La defensa del trabajador y mejora de sus condiciones de trabajo, salarios, jornada laboral,
seguridad en el trabajo, etc.
2.- Conseguir la legalización de las asociaciones de trabajadores.
Sin embargo, el sindicato ha evolucionado de tal forma que en los actuales países democráticos, se
ha convertido en instrumento de pacto entre los trabajadores y el capital, y a través del sindicato el
capital integra y controla a la clase obrera.
2º.- Otra causa de que se llegue a esta situación ha sido la política que han seguido algunas
organizaciones obreras, que han utilizado el sindicato como “correa de transmisión” y como
plataforma de votos. Esto ha impedido que los trabajadores tomen conciencia de sus intereses
últimos como clase explotada, limitándose a una lucha por reivindicaciones económicas y sin
plantearse la necesidad de que al sistema capitalista hay que combatirlo en todos los frentes y que
ellos, como clase trabajadora, han de llevar a cabo esta lucha que en definitiva se reduce a un
solo objetivo: la destrucción del sistema capitalista y la construcción de una nueva sociedad.
Y volviendo al principio: ¿nos sirve el sindicato que nos proponen para conseguir nuestros intereses?
Evidentemente no. Quizás nos sirva para que nos paguen más o para dar alguna hora menos de clase,
pero, tal como se plantea, este sindicato no difiere de los sindicatos de las democracias occidentales,
analizados en el apartado I de este trabajo y por tanto, no nos sirve para conseguir nuestros
intereses últimos, sino todo lo contrario: el sindicato contribuirá a la mejor “gestión democrática” del
estado capitalista burgués.
No pretendemos la construcción de otro sindicato, sino una organización que supere la división
dirigentes-dirigidos y la parcelación de las luchas: el sindicato para lo económico, el partido para lo
político.
Ello se conseguiría con una organización de los enseñantes que tuviese las siguientes características:
AUTOGESTIONARIA en su funcionamiento:
- basada en las asambleas, de centro, y de zona, que serían los órganos máximos de elaboración,
gestión y decisión, con representantes de zona que formarían la coordinadora provincial.
- asamblea provincial, con representantes para la coordinación de Estado (o, en su caso, de las
distintas nacionalidades, regiones o países).
- los representantes, elegidos por las asambleas, serán revocables en todo momento y serán
simples portavoces de las respectivas asambleas.
- rechazo de la centralización y burocratización, en el sentido de que la coordinación provincial o
de Estado no pueden ser los órganos gestores por encima de las asambleas.
AUTÓNOMA, que entendemos como la no dependencia de ningún otro organismo ni instancia social
(partido, sindicato, Estado, patronal) que no sea ella misma, y con la autosuficiencia para elaborar
sus planteamientos y objetivos y los medios para llegar a ellos, constituyendo un núcleo de poder
de la clase obrera para hacer frente al poder de la clase burguesa. Organización que no necesita
sustancialmente a los partidos para existir, que no deja a ellos parcelas exclusivas de la lucha. Lo
cual no quiere decir que esa organización autónoma sea monolítica. En su seno puede haber toda
clase de tendencias, incluso organizadas, pero siempre presididas por la democracia autogestiva y
por el principio de la vinculación.
DE LUCHADORES, y no de simples afiliados que crean “cumplir” con pagar periódicamente una cuota;
con ello sólo se consigue una organización de votantes que:
- delegan su poder y protagonismo revolucionario en una capa de dirigentes que se otorgan a
sí mismos el carácter de ser conciencia y expresión de los intereses de todo el proletariado.
- se convierten en puros receptores pasivos de las consignas partidarias, negando desde un
principio la capacidad de los trabajadores de construirse como organización de clase
autónoma.
V. Aclaración.
Por último, conviene aclarar que no nos proponemos un objetivo idealista, una organización utópica
e irrealizable, en este sentido no nos consideramos originales, no hemos descubierto la pólvora. Por el
contrario, en mayor o menor medida, han tenido estas características las organizaciones que han ido
surgiendo a raíz de las distintas luchas y que, de convertirse en sindicatos, SERÍA UN PASO ATRÁS
para la consecución de nuestros intereses. NUESTRA ALTERNATIVA CONSISTE PRECISAMENTE EN
EVITAR ESTE PASO ATRÁS, CONSISTE EN POTENCIAR Y PERFECCIONAR LAS ORGANIZACIONES
ACTUALES (Goes, en Madrid) hacia este tipo de organización con las características expuestas, en
aquellas situaciones en las que sea posible y en las que no lo sea, porque lo existente es irreversible,
crear y desarrollar esta organización autónoma de los enseñantes.
(Autoría desconocida)
Nuestra postura ante el sindicato
Digitalizado a txt por el Archivo digital de la Autonomía obrera, fecha también desconocida (probablemente entre
mediados y finales de los 70).
[1. Introducción]
Durante las primeras décadas del siglo XIX, asistimos al proceso de expansión del modo de
producción capitalista, hasta hacerse predominante en las viejas formaciones sociales de Europa y de
América del Norte. La implantación del capitalismo supone la aparición de nuevas clases sociales:
burguesía y proletariado. El proletariado se forma a base de por una parte, campesinos que emigran a
las ciudades buscando mejores oportunidades de vida y, por otra, a base de artesanos que la
competencia del capitalismo deja sin trabajo. Esta nueva clase en razón de su novedad, inexperta y
desorganizada, queda desarmada en manos de la explotación burguesa.
Pronto surgen de entre los propios trabajadores intentos de mejorar sus condiciones de vida y
sacudirse el yugo de la explotación capitalista. Las primeras iniciativas parciales, de reducido ámbito y
alcance (tales como cajas de resistencia, mutuas, etc...) van cuajando en una alternativa de lucha
organizada de clase que arraiga bien entre los trabajadores y que se convierte en la primera
organización de clase, de masas, de la clase obrera: el Sindicato.
El Sindicato surge, pues, como el intento de la clase obrera de luchar organizadamente contra la
explotación capitalista, es una organización primordialmente defensiva, propia de una primera etapa
de la evolución del Movimiento Obrero. Es una organización fundamentalmente reivindicativa, limitada
al terreno de las condiciones de vida de los trabajadores, aunque puedan incidir a nivel político
presionando a los parlamentos burgueses.
Asistimos así a la creación de los partidos de clase, los partidos obreros. Hasta entonces la presión
“política” la habían ejercido los trabajadores desde los sindicatos y a través de los partidos de la
izquierda burguesa, que defendían en los parlamentos determinadas aspiraciones de los trabajadores
a cambio del apoyo electoral de los sindicatos. Pero esta era una intervención política indirecta,
mediatizada, insuficiente, en definitiva. Así empieza a propugnarse la intervención obrera directa en
política, mediante la creación de partidos autónomos (separados de la burguesía) de clase: los
partidos obreros. El intento que cuaja, con más éxito es el del partido social-demócrata alemán. A su
imagen van apareciendo partidos socialdemócratas y socialistas en todos los países conectándose
posteriormente a nivel internacional. Posteriormente ante el progresivo revisionismo y reformismo de
los partidos socialdemócratas, surgió un nuevo modelo de partido de clase, el partido bolchevique y
los partidos comunistas en general y que tomaron el relevo de los socialdemócratas en la lucha
revolucionaria.
Desde sus orígenes, los partidos obreros llevan en sí una tara: la fragmentación de campos que la
burguesía ha impuesto. El Movimiento Obrero ha escindido sus fuerzas en dos organizaciones de
clase, correspondientes a las dos parcelas fundamentales que la burguesía marca en toda formación
social: el ámbito de la producción y el ámbito del Estado y la gestión pública. Así queda consumada
prácticamente, y justificada teóricamente también, la tradicional parcelación organizativa entre
sindicato y partido aunque se abogue su unidad estratégica y su convergencia táctica. La práctica
lleva a imponer la necesaria unificación de ambas organizaciones, pero el marco teórico en que podría
hacerse no permitía la superación de la parcelación organizativa. Ello habría de conducir forzosamente
al sometimiento de una de las instancias a la otra. Quedó sometida la menos globalizadora, la menos
decisiva a la hora de lo fundamental en la lucha de clases: el sindicato se convirtió en apéndice del
partido, incluso en la correa de transmisión del partido a la clase obrera. Las consecuencias de este
hecho son muchas. De positivo tenemos el nuevo paso cualitativo en el proceso de crecimiento en
conciencia y organización que la aparición de los partidos de clase supone. Sería ocioso inventariar sus
éxitos a nivel de capacidad de encuadramiento de la clase obrera, a nivel de mejora general de la vida
de los trabajadores, a nivel incluso de creación de una sociedad de nuevo cuño como la que se
consiguió en Rusia y otros países, aunque en la práctica su carácter socialista sea más que dudoso.
Las insuficiencias de la alternativa no son menos fuertes. La clase obrera las ha ido descubriendo a
lo largo de décadas de lucha, de proceso revolucionario. Hoy va estando ya capacitada, para
formularlas y superarlas creando un nuevo enfoque del proceso revolucionario, tanto desde el punto
de vista de los objetivos como de la organización y los métodos de lucha.
a) Parcelación de la lucha, con lo que se pierde el sentido de totalidad, la práctica de totalidad, sin la
que la revolución no es posible, sin la que la clase obrera queda sometida al marco de la lucha que la
burguesía señala. La parcelación organizativa de la clase obrera en partido y sindicato, aparte de la
pérdida del sentido de totalidad, impide la incorporación de otros niveles a la lucha revolucionaria,
niveles que no caben de un modo pleno a niveles de partido o sindicato clásicos y que son
imprescindibles para el éxito de la tarea revolucionaria, tales como la necesaria construcción de la
comunidad revolucionaria, la tarea de transformación socialista de la conciencia de los trabajadores,
etc...
b) Imposibilitación de que la clase obrera se construya como sujeto revolucionario en cuanto tal
clase y sin mediaciones. En efecto, la escisión partido-sindicato consigue sentenciar la minoría de
edad política de la clase obrera. Las masas obreras se adscriben al sindicato y se autolimitan al juego
de leas reivindicaciones económicas, cediendo la gestión de su intervención política al partido
mediante sus vetos en las elecciones burguesas. Así, la clase obrera, se construye cotidianamente
como una clase que sólo aspira a la lucha reivindica. En el partido participa activamente una minoría
de la clase, sus élites, que se convierten en los gestores de los intereses de los trabajadores en la
región “política”. El sindicato queda sometido estratégicamente al partido por la mayor globalidad de
este, y en consecuencia, las masas obreras, la clase en cuanto tal median la gestión “política” de sus
intereses en el partido, en quien delegan convirtiéndolo en su propia vanguardia dirigente. De esta
forma, la clase obrera renuncia como tal clase a construirse como sujeto político, como sujeto del
proceso revolucionario.
c) Estas realidades cultivan la asimilación de la clase obrera por la cultura burguesa, su adaptación al
modelo burgués de sociedad. De rebote, los partidos, para no aislarse de las masas a las que han
abocado al economicismo forzoso, tienen que hacerse reformistas, pues dependen de esas masas
despolitizadas, adaptadas a la sociedad burguesa, mediante unos votos en unas elecciones burguesas.
La renuncia de la clase obrera a un protagonismo revolucionario cotidiano formulado y organizado por
los propios militantes obreros, la convierte en una masa amorfa sin conciencia de clase, sin
experiencia de organización y lucha revolucionaria, la hace renunciar a ser sujeto revolucionario, a sus
intereses objetivos y estratégicos de clase en definitiva, la derrota de antemano en la lucha de clases.
De esta forma, el parlamento se convierte en el concertador del pacto social entre la burguesía y
proletariado, en nombre del cual firman las organizaciones obreras reformistas, la propia clase obrera,
participa en la unificación de la política burguesa en el parlamento, en la racionalización de la política
y la economía burguesas. Las burguesías evolucionadas e inteligentes aceptan y fomentan este hecho.
Dejan de echar a los socialistas y comunistas a los leones, les permiten salir de sus catacumbas, les
apoyan, le miman, los subvencionan, incluso convierten su doctrina en la del estado, las
“constantinizan” en definitiva, a cambio de que dejen soliviantar radicalmente a los esclavos, a cambio
de que prediquen la reforma, pacífica y civilizada y el pacto necesario para ello.
Este nuevo enfoque de la organización y el método de lucha del proletariado partiría de la negación
de las formas caducas, del esquema dualista partido-sindicato. Sus insuficiencias bloquean de modo
insuperable el proceso revolucionario. En evolución, la excesiva adaptación al medio imposibilita para
el progreso cualitativo, éste avanza rompiendo por otros caminos. Así ocurre también en la historia
del proletariado en lucha. El nuevo salto cualitativo apunta por la superación de las tres insuficiencias
fundamentales del esquema anterior: fragmentación orgánica del proletariado y su consecuente
ruptura de la totalidad de clase, imposibilidad de que la clase obrera se construya como sujeto
revolucionario en cuanto tal clase, asimilación de la clase obrera a la cultura burguesa, su adaptación
a la sociedad burguesa y el consecuente reformismo de las organizaciones de clase a las que en sus
perspectivas les falta el salirse de ese marco fatal.
Nos negamos pues a trabajar a nivel de objetivos, a nivel de línea estratégica política por el
encuadramiento de la clase obrera en un sindicato de clase según los modelos clásicos. Y ello por muy
de clase, democrático... que se pretenda que sea. No se trata a estas alturas de evolución de la lucha
de clases de “reformar” el sindicato. Es una especie tan constituida, tan adaptada al medio que no
puede modificarse en sus perspectivas estratégicas, que es lo que realmente interesa. Un sindicato,
matiz más, matiz menos. Su asentamiento con garra en la clase obrera, su estabilización en un
régimen liberal burgués encuadrando a amplias masas de la clase obrera supondría el alejamiento por
muchos años de la posibilidad, de revolución proletaria.
Por todo ello nuestra consigna hoy es: ¡Por la construcción de la Organización de la Clase! y no ¡Por
la construcción del auténtico sindicato de clase!
Esto no quiere decir que la táctica inmediata absorba los principios, los objetivos a medio y largo
plazo, transformándose de camino, de opción coyuntural en meta, en postura permanente (aunque los
“principios” se mantengan en el nivel de la teoría, como un apartado del “programa”). Esto es lo que
ha sucedido a las organizaciones de clase que se convirtieron en reformistas, tales como los partidos
socialdemócratas, socialistas y comunistas y sus organizaciones sindicales. Y es un peligro que
siempre acecha a toda organización obrera que tiene una presencia real en la clase.
Hay que construir una táctica revolucionaria. No una mera táctica oportunista. Oportunismo sería
desvincularnos de nuestras posiciones estratégicas porque no van a implantarse en las fechas
próximas (lo que tampoco es matemáticamente exacto). Oportunismo es plegarnos a lo que las
“vanguardias”, e incluso las “masas” hoy mayoritariamente piden: un sindicato único, llevados de un
complejo de inferioridad, por nuestras postura contracorrientes. ¡Como si nosotros como organización
militante no estuviésemos contracorriente desde nuestros orígenes! ¡Como si nuestro sentido de
organización en la C.O.* no fuese precisamente el abrir un nuevo camino en la lucha de los
trabajadores, un nuevo camino necesariamente contracorriente hasta hacerlo comprender!
Otra cosa que repetimos es la táctica. El darnos cuenta que hoy no es momento de luchar por la
implantación inmediata de los consejos obreros y que tengamos que estar en lo que vaya surgiendo a
nivel de clase con unas posibilidades de transformarse o trascenderse en una organización de
consejos. Algo así como ahora estamos tácticamente en las asociaciones de vecinos, en Comisiones
reformistas.
Nosotros debemos apoyar cuando llegue el caso de la postura de Unidad Sindical. Pero la corriente por
la unidad sindical no es unitaria, al menos en sus intenciones. El PCE hace protesta de democracia
(declaraciones de Camacho, artículo de Sartorius en Triunfo), pero evidentemente aboga por la
construcción democrática del sindicato pensando en que lo va a “dominar” electoralmente. Hay otras
posiciones unitaristas con intencionalidad más realmente democrática de base, tales como USO, que
buscan la construcción de un sindicato autogestionario.
En este panorama, nosotros debemos apoyar la línea que busque con más decisión un sindicato
democrático y autogestionario, el que más posibilidades ofrece para, en un momento revolucionario
(de crisis revolucionaria), trascenderlo o transformarlo en la organización integral de la C.O. Nuestra
postura, en lo concreto, sería:
*
Comisiones Obreras en el sentido genérico, no confundir con CCOO como estructura sindical ordinaria. Nota del
CICA.
2.- En los contactos con organizaciones, con gente encuadrada y en los posibles contactos
orgánicos a nivel de comités de organizaciones para confluir en una postura unitaria cara a la
construcción del futuro sindicato de clase, defender su unitariedad y su constitución democrática:
convocatoria de un congreso de delegados de fábrica democráticamente elegidos, convocatoria
que hace un comité también democráticamente elegido no pactado desde arriba por UGT.,
CC.OO., USO y..., en base a una “proporcionalidad” de los grupos organizados. Esto exige,
evidentemente, la “ruptura sindical” y rescindiría la representatividad formal de los actuales
enlaces y jurados.
3.- Esto no se contrapone a seguir construyendo las comisiones y plataformas unitarias, según la
línea táctico-organizativa en la que estamos embarcados. En los documentos de constitución entre
nosotros de las plataformas, decíamos que eran organizaciones que no se transformarán
linealmente de la organización de la clase, sino que potenciarían la creación de consejos en el
momento de crisis revolucionaria, disolviéndose en ellos.
Pues bien, mientras los consejos no surjan, las plataformas se mantienen, hacen su táctica
sindical y son las que intervienen en la construcción democrática de ese sindicato único y
autogestionario. En orden a ello, seguir la tarea de aglutinar en plataformas el máximo de
organizaciones de la izquierda revolucionaria y de grupos autónomos.
(Autoría desconocida)
Crítica a la teoría de la organización de los COC
formulada en “El documento de Vigo”
Digitalizado a txt por el Archivo digital de la Autonomía obrera, fechado en diciembre de 1973. El llamado “Documento de
Vigo” (1973) consistía en una declaración fundacional del Comité Nacional de Círculos Obreros Comunistas (COC).*
En todo caso, una cosa es cierta, y el DOCUMENTO DE VIGO de los COC lo prueba: existe una
confusión total sobre conceptos tan importantes como “organización de clase”, “vanguardia”,
“partido”, así como sobre sus respectivas funciones y relaciones.
Los grupos que aceptan el marxismo-leninismo, tal como lo entienden los leninistas ortodoxos, no
tienen problemas. Lo dicho por el “maestro” hace 60 años sigue teniendo validez para ellos. Se han
convertido en unos repetidores mecánicos, con escasa incidencia en la realidad contemporánea
española, muy diferente de la rusa de principios de siglo.
Pero quienes están conscientes de tal aberración, como los COC (“estamos convencidos de que el
marxismo no es una teoría de dogmas”) se encuentran desamparados ante la magnitud de los
problemas que se les plantean. Y entonces, no se atreven a abandonar el leninismo, intentando
hacerle sólo algunas pequeñas reformas, en el sentido de otorgar mayor importancia que la concedida
por Lenin a las Organizaciones de Clase.
Pero los que tales hacen, creyendo respetar al leninismo, desprecian lo que, precisamente,
constituye su mayor mérito: su coherencia interna. La más mínima modificación invalida todo el
sistema. El leninismo, o se toma o se deja, en bloque.
Por eso, si cada vez son más los grupos, o los militantes, que no aceptan la intocable ortodoxia
leninista, sin apuntarse por ello al no menos tradicional anarquismo, creemos que se impone un serio
esclarecimiento teórico en el que participen tocios los militantes conscientes de que el problema que
tiene planteado el M.O. hoy es el de su organización, y que este problema está íntimamente unido con
el del origen de la conciencia de clase. De estos dos problemas derivan todos los demás.
Aprovechando uno de los textos teóricos de los COC, EL DOCUMENTO DE VIGO, proponemos a los
mismos COC que abran en sus publicaciones una Tribuna Pública en la que puedan ser expuestos con
toda libertad los diferentes puntos de vista originales sobre estas materias.
Creemos que esta iniciativa puede ser un paso importante que facilite el camino hacia la deseada
unidad. A condición de ser capaces de superar viejas rencillas, prejuicios y sectarismos...
*
En 1974 los COC pasaron a formar la Organización de Izquierda Comunista de España. Como tendencia estaban
inscritos en el comunismo de izquierda, sin romper nunca con el leninismo. La OICE vaciló sobre posturas
antisindicales, pero finalmente se orientó hacia el entrismo sindical en CCOO, aunque también en UGT o USO. En
1976 giró al estalinismo, purgando a los “circulistas”, y en 1979 se integró en el maoista Movimiento Comunista
de España. Nota del CICA.
Los COC se plantean explicar porqué ha surgido la lucha de Vigo, y llagan a una explicación
incompleta que no explica nada: “la ley del desarrollo desigual y combinado”. Esta ley ofrece unos
elementos útiles para explicar las acciones de masas, pero no invalida la espontaneidad creadora de
las masas; al contrario, la exige. Pero admitir la espontaneidad de las masas de forma crítica, es
decir, valorando todo lo que tiene de positivo, es algo imposible para un grupo leninista, ya que
rechazar el espontaneísmo es el primer paso necesario para asentar la función de la Vanguardia.
En efecto, una vanguardia “conoce” las leyes de la Historia (en nuestro caso la ley del desarrollo
desigual y combinado) y por lo tanto es capaz de prever y, por consiguiente, dirigir la lucha de las
masas. Si se admite el espontaneísmo como un elemento más que ayuda a explicar la dinámica de la
lucha de masas, el papel de la vanguardia no queda anulado, pero la élite leninista pierde su carácter
mítico y se convierte en algo contingente, susceptible de crítica. Esto es algo que la “élite” no admite.
Sin embargo, la ley del desarrollo desigual y combinado no permite explicar algo que los COC
reconocen como real e importante: “La amplia capacidad creadora y de acción de esas masas” (pág.
3) Ante esta evidencia, que las principales luchas de estos dos últimos años nos confirman, caben dos
posiciones:
- negarla, como haría un grupo leninista ortodoxo.
- admitirla forzadamente, como hacen los COC,
pues aceptar declaradamente el espontaneísmo (en lo que tiene de positivo) supondría una
“desviación” para los COC, a pesar de todo leninistas. Así pues, como por arte de magia los COC
transforman el espontaneísmo (motor de la lucha de las masas en unas condiciones objetivas
determinadas) en un estado de conciencia: “La memoria colectiva de las masas” (pág. 3). La
contradicción existente en este análisis de los COC conduce fatalmente a una incongruencia final, al
buscar afanosamente el papel que corresponde a la “vanguardia”:
“...como los revolucionarios saben interpretar el nivel real de conciencia de las masas para situarse un
paso adelante de ellos” (p. 3).
¡Ahora se entiende por qué los COC transforman el espontaneísmo en un estado de conciencia!
Quisieran explicar la creatividad de las masas y a la vez (al ser para ellos la espontaneidad una fase
de la conciencia), sería posible medirla y conocerla. Ese sería el papel de la vanguardia. La
incongruencia es demasiado clara, pero no hay otra alternativa: para un grupo leninista la
espontaneidad de las masas es algo negativo, y por lo tanto no pueden admitir sus valores positivos,
por más malabarismos que hagan.
La evolución del concepto “espontaneidad” según los COC, no acaba en su desfiguración por razones
“estratégicas”, sino que continúa hasta su negación completa. Volviendo fielmente a Lenin, nuestros
“desviacionistas” se hacen perdonar su pecado, ya que en nombre de “un aumento de la explotación y
un endurecimiento de la represión políticas con una dinámica ascendente de la lucha de masas en
nuestro país” (pág. 9) reniegan finalmente del espontaneísmo:
“Es por ello que decimos que no se puede hablar de espontaneidad... por ello, es falso y confusionista
hablar de espontaneidad” (pág. 9)
Los COC olvidan que el espontaneísmo no está en contradicción con la realidad objetiva, sino que es
un elemento más de ésta, aunque difícil de prever. Así, los COC pasan pues, de valorar el
espontaneísmo (y de modo acertado), a deformarlo y posteriormente a negarlo. No obstante, ya casi
al final del Documento, el espontaneísmo vuelve a recuperar parte de su sentido, aunque, claro está,
bajo la forma tímida y conservadora propia de un grupo leninista vergonzante; los COC, olvidándose
en la pág. 32 de los anatemas lanzados en la pág. 9, dicen:
“Pero lo que sí queremos es apuntar los peligros que se pueden avecinar cuando ante la espontaneidad
creciente de las masas y la radicalización combativa... no se encauza y dirige la lucha hacia unos
correctos y reales objetivos...(pág. 32)
Lo que equivale a decir: “Por desgracia tenemos que reconocer que existe una espontaneidad
creadora en las masas, pero ¡cuidado!, que si no se dirige... ¡¡nos sobrepasaría!!”
“En todo este proceso de luchas ha faltado y falta una clara y decidida actuación enérgica de las
vanguardias” (pág.32).
Si ellas lo dicen...
“Las masas necesitan verse protegidas por sus vanguardias más conscientes... necesitan encontrar en sus
dirigentes el entusiasmo creciente y apasionado que está permanentemente dispuesto a situarse en la
cabeza de cualquier lucha, dirigiéndola...” (pág.32)
Hermoso canto al dirigismo exterior a la clase. Pero, afortunadamente, no concuerda con la realidad,
pues las masas incrementan sus luchas cada vez más, sin esperar a verse “protegidas” por
“entusiastas y apasionados” dirigentes surgidos no se sabe de dónde. De las luchas cada vez más
radicales y violentas de las masas van surgiendo los elementos más conscientes que recogerán la
expresión colectiva para darle un contenido organizativo adecuado. Así fue como surgieron las
Comisiones Obreras, aunque luego, las “vanguardias” que se autoadjudicaron el papel de
“protectoras” y “dirigentes” de las masas destrozaron la incipiente organización, con consignas
lanzadas desde el exterior por burócratas “entusiasmados y apasionados”. Pero cuando la experiencia
de las masas se amplíe y multiplique, entrará en funcionamiento la famosa “memoria colectiva” que
recordará a los trabajadores que su emancipación sólo puede ser obra de ellos mismos. Para Marx, a
diferencia de Lenin, la organización es la expresión del proletariado en lucha. Por lo tanto, la
organización no puede ser algo previo a esa lucha.
Antes de entrar más a fondo en la cuestión organizativa, quisiéramos destacar otro punto muy
importante. Como estamos viendo, los COC son leninistas, pero a su manera. Ya hemos señalado que
esta postura encierra muchos peligros. El aprovechar elementos desligados de una ideología conduce
a los COC a múltiples contradicciones. El leninismo es demasiado perfecto en su lógica interna (lógica
formal y nada dialéctica), como para poder desmembrarlo sin que se venga abajo como un castillo de
naipes.
Para colmo de males, los COC tropiezan en un punto fundamental del marxismo, que no es una mera
divagación filosófica, ya que tiene una implicación sobre la cuestión organizativa. Nos referimos a la
unidad de la conciencia y el ser social. Los COC admiten esta unidad (pág. 9). Pero la desgracia es
que los leninistas consecuentes no la admiten, ya que para Lenin la conciencia no es más que un
reflejo de la realidad material, lo único real. (Teoría del reflejo de Lenin, parte importante de su
“metafísica” materialista). Ahora bien, para los marxistas revolucionarios, admitir la unidad de la
conciencia y del ser social significa admitir los elementos positivos del espontaneísmo. No hay que
olvidar que la unidad entre la conciencia y el ser social (realidad que es gran parte espontaneidad),
significa relación dialéctica. Esto quiere decir que entre la conciencia y la espontaneidad no hay una
separación absoluta. Sólo así se explica cómo a través de la lucha diaria se puede llegar a tomar
conciencia de clase.
Si entre la conciencia y la espontaneidad existiera una barrera, insalvable, como pretende Lenin, el
proletariado no tendría la posibilidad objetiva de alcanzar una conciencia de clase; la praxis
revolucionaria sería algo absurdo, ya que la teoría estaría separada para siempre de la práctica.
Resumiendo: los COC pretenden ser leninistas sin atreverse a serlo con todas sus consecuencias,
pues su inserción real en las masas le permite constatar algunas de las deficiencias del leninismo. Por
otra parte, tampoco pueden ser marxistas revolucionarios, ya que, como hemos visto, no comprenden
qué significa la unidad de la conciencia y el ser social.
Como era previsible, esta incomprensión se manifiesta aún más abiertamente en la teoría
organizativa. Al no comprender la unidad “conciencia-ser”, los COC la reducen a una dualidad: la
conciencia por un lado, el ser social por otro. Esta dualidad, que en Lenin ya existía, conduce
obligatoriamente a otra dualidad: lo económico por un lado y lo político por el otro. Y finalmente nos
lleva a su institucionalización: el sindicato y el partido como entes separados.
Los COC querrían que en la Org. de Clase no existiera separación entre lo político y lo económico:
“Hay que crear una organización que en su programa vertebre la unidad entre la lucha económica,
sindical y política, como un todo indivisible” (pág. 4)
Pero esto es teórica y prácticamente imposible para los COC, que no admiten las consecuencias que
se derivan de la unidad entre la conciencia y el ser social, y por consiguiente, entre la economía y la
política, el sindicato y el partido.
Analizar el problema organizativo en los COC, es una tarea ardua y dificultosa, ya que son muchas
las contradicciones, las repeticiones y los puntos oscuros.
La necesidad del Partido leninista es justificada por los COC por dos causas, que en realidad no son
más que una (pág. 6):
1º. Por la cuestión del conocimiento (el partido es la suma de la praxis social y de la praxis
científica)
2º. Por darse en el partido la unidad de la teoría y de la praxis.
Esto tiene una consecuencia inmediata: EL PARTIDO ES ALGO EXTERIOR A LA CLASE, lo cual
imposibilita que se de en él la unidad entre la teoría y la práctica. Captando esta incongruencia, los
COC se apresuran a añadir:
“Esto no significa dejar de afirmar el papel dirigente que han de asumir dichas Organizaciones de Clase
Anticapitalistas” (pág. 6).
Aunque esto pueda parecer una modificación importante en la teoría del Partido leninista, en realidad
no es más que una modificación formal, como luego vamos a tener que demostrar, que conduce a una
hipotética desvaloración del Partido en beneficio de la Org. de Clase. Pero entonces: ¿Para qué sirve el
Partido? Sólo hay una respuesta: para integrar orgánicamente a la pequeña burguesía.
Si del Partido los COC conservan sobre todo su fetichismo, su carácter mítico, de la Organización de
Clase sólo mantienen el nombre, ya que para ellos pierde todo su sentido clase. En efecto, los COC
niegan la necesidad de la unidad ideológica:
“No se puede pretender que la Org. de Clase llegue a una férrea unidad ideológica” (pág. _)
Esto equivale a decir que la Org. de Clase no puede ser verdaderamente una organización de la clase
obrera, sino una especie de organismo interclasista que se basa en un nuevo “pacto para la libertad”:
la unidad en torno a unos abstractos objetivos anticapitalistas, lo que permite mantener una ficticia
unidad político-organizativa.
Sin embargo, y esto es una verdadera “innovación teórica”, la Org. que tiene objetivos
anticapitalistas, no puede tener objetivos socialistas. Esta contradicción está justificada: es la única
manera de conservar la pequeña burguesía en la Org. de Cl. Para los COC esta contradicción tiene
otra justificación de orden táctico:
“(Los objetivos socialistas) les separarán de las Masas, convirtiendo a la Org. de Cl. en una secta aislada”
(pág. 6)
Queda tan poco clara la diferencia entre el Partido y la Org. de Cl. que los COC se refieren entonces a
unas misteriosas “tareas complementarias del Partido” (pág. 6)
Ya tenemos a los COC en el callejón sin salida. De ahora en adelante, todos sus malabarismos
verbales van a ir encaminados a buscar la salida imposible: COMO HACER PARA MANTENER LA
COEXISTENCIA DE LA ORG. DE CL. Y EL PARTIDO, SIN QUERER DESVALORIZAR UNO EN FAVOR DEL
OTRO.
“Por ello, creemos que hay que distinguir la función del partido y la función de la Org. de Cl; lo contrario
significaría obligar a que las Org. de Cl. asuman tareas que les separan de las Masas y las conviertan en
sectas aisladas”
De lo que parece deducirse que eso es lo que le sucede a los partidos. Pero sigamos leyendo:
“Ahora bien, eso no significa dejar de afirmar el papel dirigente que han de asumir dichas Org. de Cl., sino
que significa que no se deben confundir las tareas distintas y complementarias que en la lucha de clases
deben desarrollar los partidos y la Org. de Cl.” (pág. 6)
En el primer párrafo nos dicen que hay que “distinguir la función del partido y la Org. de Cl.” En el
segundo párrafo nos aclara esto diciendo que “no hay que confundir las tareas distintas y
complementarias”. ¡Sí, señores; Perogrullo (el que a la mano cerrada llamaba puño) no lo diría mejor!
Pero seguimos sin saber cuáles son esas “tareas distintas y complementarias” que justifican la
existencia de un Partido, sin negar el papel dirigente de la Org. de Cl.. Se pretende aclararnos, en
parte, al decir que: “Es al Partido de los Comunistas... a quien le corresponde la labor más elevada de
interpretación sintetizadora de la praxis de la lucha de clases”, con lo que volvemos a la distinción
entre los pensantes y los ejecutantes, la conciencia y el ser social. Pero no se nos aclara el porqué de
esta separación. Nosotros preguntamos:
- ¿Por qué la clase obrera, que ejerce la praxis de la lucha de clases, es incapaz da hacer “la labor
más elevada”(!) de interpretación sintetizadora?
- ¿Dónde queda la memoria colectiva de las masas, que “espoleaba constantemente a la Org. de
Cl. a reflexionar sobre su situación?” (pág. 3)
En todo lo que venimos diciendo acerca de la Org. de Cl. nos apoyamos, en gran parte, en el mismo
texto de Marx que los COC utilizan para justificar la existencia del Partido y de la Org. de Cl. Pero la
traducción no es la misma, y ese error de traducción tiene una importancia fundamental. En efecto,
dice Marx en el Manifiesto:
“Los comunistas no forjan un partido distinto (“besonder”, en alemán) ante los otros partidos obreros”
Los COC en vez de “distinto”, han traducido “opuesto” (pag. 6). Este cambio, sin importancia
aparente, transforma en realidad el sentido de la frase, invalidando la interpretación que de él hacen
los COC.
Es evidente que si los comunistas no forman un partido distinto de la Org. de Cl., no significa que no
estén organizados. Si así fuera, existiría una contradicción ya que el Manifiesto está firmado por “El
Partido de los Comunistas”. Esta contradicción se resuelve diciendo que los comunistas están
organizados como grupo avanzado en el interior de la Org. de Cl.. En el caso del partido leninista, esto
no es posible, porque ya de origen, por su propia concepción (independientemente de la buena
voluntad de sus componentes) es un grupo elitista exterior a la clase. (Los fundamentos teóricos que
convierten al Partido en un grupo elitista se encuentran en el Qué hacer de Lenin. Y los resultados
prácticos los ilustra la composición del 2º Congreso del partido bolchevique: sobre 50 participantes
sólo había 4 obreros).
7. En el confusionismo total
Quedando indefinida la relación Org. de Cl. - masas, los COC acusan de liquidacionista a todo el que
confunda la Org. de Cl. y el partido (pág. 6). El argumento es definitivo:
“Se pararía el auténtico desarrollo de la lucha de clases”. (pág. 6)
Pero ya hace tiempo que Marx demostró que el motor de la Historia es la lucha de clases, por lo que,
según los COC, ¡se estaría parando la Historia! A eso, Marx lo llamaba idealismo.
El confusionismo entre la Org. de Cl. y el Partido se acentúa aun posteriormente, al analizar las
enseñanzas derivadas de la Huelga general de Vigo:
“...han evidenciado la terrible ausencia de una potente y unitaria Org. de Cl. anticapitalista a escala
nacional, capaz de vertebrar estas luchas múltiples y dispersas tras una dirección... tras una correcta
dirección política.” (pág. 22)
Los COC no creen que esta función pueda realizarla la Org. de Cl.. Es necesario “el Partido
Comunista capaz de dotar de una correcta unidad política al amplio Movimiento popular” (pág. 23).
De aquí se deduce que la clase obrera necesita dos organismos para realizar la misma función. Pero
esto sería “liquidacionismo” según han advertido antes. Esta es otra de las contradicciones de los
COC: confundir el Partido y la Org. de Cl. contra su voluntad y en contradicción contra su primera
tesis que distinguía los dos organismos.
Pero supongamos por un momento que no existe tal contradicción, que la diferencia entre el Partido
y la Org. de Cl. es tan solo temporal, COMO parecen teorizar en otra ocasión:
“Es utópico pensar que las Org. de Cl. anticapitalistas, que aún están en periodo de formación, puedan
asumir una función de dirección... Por todo ello el Partido debe ser la síntesis teórica y política de la
estrategia global de la lucha por el comunismo.” (pág. 2)
De ser así, el partido sería previo a la organización de clase (lo cual es antimarxista, como ya hemos
indicado) y en consecuencia toda la táctica de los COC está equivocada, ya que ellas están por la
construcción de una Org. de Cl., no en un futuro, sino ahora mismo:
“Estamos convencidos, por ello luchamos, que debe trabajarse para la creación de una sólida, amplia y
disciplinada Org. de Cl. anticapitalista a escala nacional...” (pág. 21)
“Hoy ya es posible construir tal Org. de Cl. anticapitalista a escala nacional porque existen las bases.”
(pág. 22)
Entre estas “bases” no figura la existencia del partido del proletariado, que también está en periodo
de construcción:
“COC lucha por ser uno de los núcleos que debe integrar la base de este partido proletario” (pág. 35)
Entonces preguntamos: ¿Quién asume ahora las funciones de dirección? ¿Y luego, cuando la Org. de
Cl. exista? Y entonces ¿cuál será el papel del partido? Seguimos sin solucionar las mismas preguntas
de siempre.
Es tal la confusión de los COC que para disimularla recurren siempre a un conocido método: diluir el
problema central en consideraciones generales. Al hablar del partido y no encontrar argumentos para
apoyar sus tesis, empiezan por exponernos sin demostrarlo (ya que se limitan a transcribirlo, y
además incorrectamente), un fragmento del Manifiesto, que analizado de modo más profundo y
auténtico, ataca sus propias conclusiones organizativas. En otra ocasión dicen:
“No nos preocupa si la imagen que damos de esta larga lucha para construir el Partido no concuerda con
los cánones de la ortodoxia marxista, pues estamos convencidos de que el marxismo no es una teoría de
dogmas...” (pág. 23)
Frase digna de un Kautsky. Pero Kautsky era un revisionista consciente y decía qué puntos del
Marxismo debían de ser revisados y por qué. Los COC no lo tienen porque no lo saben. Intentan sólo
cubrirse de los posibles ataques de los puristas defensores de la ortodoxia. Y a este pretendido
revisionismo (que no vemos dónde está ni en qué consiste), hay que añadir la hermosa frase
antileninista:
“Se cree en la capacidad de las élites, se desconfía en la capacidad de la clase.” (pág. 34)
Ahora, de Kautsky hemos pasado a Rosa Luxemburgo. Pero la cosa no va más lejos. Los COC olvidan
sus atrevimientos teóricos y acaban sentando la cabeza. Es entonces cuando hacen profesión de su
credo leninista, con la frase que ya hemos citado más arriba:
“COC lucha por ser uno de los núcleos que debe integrar la base de este partido proletario.” (pág.35)
En esta sección de debates políticos nos ha parecido interesante el incluir a una de estas
organizaciones. La elección de LIBERACIÓN no ha sido en base al criterio de considerarla más
representativa que otras dentro de esta corriente, ni por ningún juicio de valor sobre su importancia;
sencillamente, hemos seguido un criterio pragmático. Y nos interesa hacer constar que esta corriente
que se puede definir como “asambleísta”, “consejista” o “autónoma”, ni empieza ni termina en
LIBERACIÓN, sino que, por el contrario, es muy rica en manifestaciones organizadas -en ocasiones
con diferencias muy acusadas- y aun en formas independientes de toda organización.
El debate se desarrolló entre un equipo formado por tres miembros destacados de LIBERACIÓN y
tres miembros de EQUIPO DE ESTUDIOS. El equipo de LIBERACIÓN lo componen Luis, Felipe y Pedro.
El de EDE, Ignacio, Pablo y Fernando.
Primer tema:
El concepto de clase obrera sobre el que se apoya Liberación
EDE. - Creemos que LIBERACIÓN se sitúa como una organización política para la lucha de clases, por
lo tanto pensamos que es un punto de partida necesario el conocer y el precisar el concepto que tiene
esta organización de la clase obrera.
En íntima conexión con este tema, o como aspecto importante del mismo, interesa conocer y
someter a debate la cuestión de si LIBERACIÓN se considera a sí misma como organización de la clase
obrera, o como organización de la clase obrera más un conjunto de clases trabajadoras, o quizá como
organización de un bloque de clases dominadas, un colectivo que puede llamarse clases populares,
pueblo o de cualquier otra manera.
En estos últimos casos sería interesante el conocer cómo se concibe este bloque o conglomerado de
clases y si se cree que dentro del mismo existe una ciase o capa de clase hegemónica y cómo ven
esta relación de hegemonía.
LUIS. - Sobre este tema, nosotros tenemos una concepción que se sale de los planteamientos más
comunes al respecto en el seno de las organizaciones obreras. Entendemos que no es posible, hoy,
hablar de clases en un sentido que podríamos denominar clásico, sino más bien de bloques sociales
compuestos por diversas clases y capas, con determinadas diferencias entre ellos, pero con un amplio
denominador común. Ese denominador común es el que permite hablar, por un lado, de un bloque
social articulado de clases y capas sociales dominantes, y, por otro lado, de un bloque social de clases
y capas sociales dominadas. El carácter de “dominante” o “dominado” no se establece sólo a nivel
económico, sino también -y al mismo tiempo- a nivel político e ideológico. Con ello intentamos, al
propio tiempo que una mayor precisión científica en el análisis de clases, superar la descripción
puramente economicista de ellas e introducir sus comportamientos en la lucha de clases también
como componente de su definición.
En el seno del bloque dominante, podríamos distinguir, en el plano económico, un núcleo
hegemónico que estaría formado esencialmente por la burguesía monopolista, tanto industrial como
financiera, por un lado, con una participación de importancia creciente del capital imperialista. A su
alrededor, y en un segundo anillo de poder, situaríamos a la burguesía no monopolista industrial,
agrícola, de servicios. En tercer lugar, situaríamos la que podríamos denominar capa externa de poder
en el bloque dominante, compuesta fundamentalmente por los rentistas con posibilidades de una
cierta acumulación de capital, tanto los rentistas mobiliarios como los inmobiliarios.
A nivel político encuadramos en el bloque dominante a toda la serie de familias políticas de la
burguesía española en este momento, unas con un arraigo en toda la historia franquista, otras de
ascenso más reciente, pero no por eso menos importante. Su enumeración alargaría esta
conversación innecesariamente. En general aquí incluimos todos los partidos y grupos de presión
política de la burguesía, desde la extrema derecha a los socialdemócratas confesos.
A nivel ideológico, situaríamos todas aquellas instituciones, organizaciones y grupos sociales que
intervienen, directa o indirectamente, en la producción y difusión de la ideología y de la cultura
burguesas. Sean intelectuales, instituciones culturales, prensa, sociedades, etc.
Hemos distinguido tres planos en el análisis del Bloque Dominante, el económico, el político y el
ideológico. La relación entre ellos no la entendemos de una manera mecánica. En el fondo, el plano
económico es el que determina el resto de los planos, pero, sin embargo, no lo determina de forma
mecánica, incluso en determinados momentos históricos el factor político puede jugar un papel
determinante en el desarrollo de una formación social concreta. Igualmente puede decirse del nivel
ideológico-cultural.
A nivel de bloque dominado, establecemos también una diferencia entre una serie de clases y capas
sociales, para cuyo análisis también usamos la descripción tanto en el nivel económico, como en el
político y en el ideológico.
A nivel económico, colocamos en el centro del bloque dominado al proletariado. No sólo al clásico
proletariado industrial, sino también al proletariado agrícola y de servicios. El proletariado agrícola, a
que nos referimos, no es identificable al campesinado tradicional, sino que se refiere al campesinado
que está en empresas agrícolas planteadas y planificadas como empresas industriales, el proletariado
de las grandes extensiones de viñedos, el proletariado de las instalaciones agropecuarias que suponen
una inversión de capital importante. Alrededor del proletariado como núcleo hegemónico del bloque
dominado se situarían el resto de las capas del propio bloque dominado, fundamentalmente el
campesinado tradicional, la pequeña burguesía urbana cuyos intereses pensamos que coinciden
estratégicamente, en buena parte, con los del proletariado, pero que, sin embargo, coyunturalmente
pueden jugar un papel a favor abiertamente del bloque dominante. En este sentido, ya como última
capa en la descripción económica del bloque dominado, colocaríamos a los pequeños rentistas que,
aunque su “renta” es el núcleo fundamental de su propia existencia económica, sin embargo, el nivel
de la misma no les permite alcanzar un grado de acumulación de capital como para salirse
definitivamente y adherirse al bloque dominante.
A nivel político, el bloque dominado está formado, a grandes rasgos, por todas las organizaciones
obreras y populares, tanto partidos, sindicatos y cualesquiera organizaciones específicas, como
organizaciones propiamente de base.
A nivel ideológico-cultural, situaríamos en el bloque dominado a todas aquellas instituciones y
colectivos que objetivamente actúan, en el terreno de conciencia subjetiva, en la línea de los intereses
de clase de los trabajadores. Entiéndase revistas, editoriales, centros culturales, asociaciones
populares...
IGNACIO. - Centrando la cuestión en el Bloque Dominado y dentro del mismo lo que habéis definido
como su núcleo central o proletariado, observo que existe una diferencia en vuestra caracterización de
este grupo con lo que tradicionalmente se considera como clase obrera. Por una parte en el concepto
de clase obrera tradicional sólo se considera de clase obrera a aquellos que están comprendidos en los
sectores tradicionalmente considerados como productivos, sector industrial y agrario, excluyéndose el
sector servicios por su carácter improductivo -lo cual tiene una cierta relación con la explotación o
extracción de plusvalía que sólo se considera existe en estos sectores- y por otro, se excluye también
del proletariado a determinadas categorías salariales bien porque realizan funciones de mando o de
control y participan en las decisiones a nivel de empresas, bien porque sus altas remuneraciones les
sitúan en formas de vida no proletarias.
Vosotros, por el contrario, incluís entre los proletarios al sector servicios y por otra no realizáis
ninguna distinción de categorías salariales en la definición del proletariado.
LUIS. - En relación con esto que planteáis, pensamos que la plusvalía no se extrae exclusivamente en
la producción directa de la mercancía, sino también en todo el proceso de distribución, en todo el
proceso de reciclaje del propio capital. Por tanto, el trabajo empleado a esos niveles hay que
relacionarlo con el trabajo directo de producción, y la extracción de plusvalía hay que analizarla desde
esa perspectiva de conjunto. En este sentido es en el que incluimos a los trabajadores de servicios, en
general, en el proletariado como núcleo central del Bloque Dominado, desde aquellos que participan
en la distribución de mercancías, hasta aquellos otros que participan en la reconstrucción de la fuerza
de trabajo (la sanidad) o en su cualificación (enseñanza).
FELIPE. - Refiriéndonos a la novedad de nuestro análisis de las clases sociales, lo más peculiar en él
sería el entender los bloques sociales no exclusivamente caracterizados por el nivel económico, sino
entenderlos como un efecto de conjunto de las relaciones sociales. En virtud de ello, un fascista,
aunque sea obrero asalariado, para nosotros, no pertenece fácticamente al Bloque Dominado, porque
la componente ideológica actúa en esta circunstancia como determinante, haciéndole defender
objetivamente los intereses del capital. En este sentido, y a efectos de la dinámica concreta de la
lucha de clases, ese obrero fascista no pertenece al Bloque Dominado, sino que pertenece al Bloque
Dominante.
FERNANDO. - Hay dos métodos de análisis de las clases: el estructural y el de las prácticas. Vosotros
mezcláis ambos a la hora del resultado, a la hora de definir a la clase. Esto me parece peligroso, pues
mezclar los enfoques metodológicos diferentes puede llevar a una impresión deformada del objeto de
estudio.
Ese obrero fascista del que hablabais no deja de ser obrero por el hecho de realizar una práctica
burguesa y antiobrera. El campo de la estructura define una posición material, objetiva. El campo de
las prácticas permite ver la conciencia. En este terreno juega la burguesía con su aparato de Estado,
su racionalidad productiva, la propaganda, etc., con la finalidad de desunir a la clase o para que
sectores del proletariado actúen de la manera que más conviene a la burguesía. El campo de las
prácticas sería para ese obrero fascista un reflejo deformado por el poder burgués de la posición
estructural de dicho obrero.
Nosotros creemos que las clases se definen por la estructura, y que hay Que lograr que en el terreno
de las prácticas el proletariado actúe en una dirección coherente con esa posición estructural: en una
dirección anticapitalista. Por eso estamos tan interesados en el desarrollo de las categorías marxistas
que permiten conocer la complejidad de la estructura social en su conjunto. ¿Con tanta ideología y
concepto caduco cómo va a lograrse la unidad orgánica del bloque de los trabajadores?
FELIPE. - Lo que en definitiva interesa para el desarrollo histórico son las prácticas sociales. Esta es,
entendemos, una auténtica posición materialista y dialéctica. Ahora bien, esas prácticas sociales no se
definen de una manera arbitraria en la historia, sino que vienen motivadas por el conjunto de las
relaciones sociales, montadas y desarrolladas a partir de la división social del trabajo y de la
explotación del hombre por el hombre en el hecho económico de la producción. Es decir, a la base de
las prácticas sociales están las relaciones de producción y las relaciones sociales en general. Lo que
intentamos decir es que no hay una determinación mecánica entre posición en el proceso de
producción (capitalista-asalariado) y las prácticas sociales (reaccionarios-revolucionarios).
IGNACIO. - Nosotros consideramos las clases como una relación social antagónica. La clase obrera es
uno de los términos de esta relación y no el “sujeto” de la historia. El estudio de las clases se realiza
sobre un campo objetivo de investigación en el que pueden encontrarse las relaciones sociales como
efectos de las posiciones de los grupos sociales que aparecen en otros campos de investigación de la
misma realidad social que es la estructura.
En el campo de la estructura social aparecen grupos en posiciones de explotados en lo económico,
en tanto que se les extrae plusvalía, de dominados en lo político-jurídico, en tanto que no detentan
efectivamente el poder, y de alienados en lo ideológico en tanto que no dominan sus condiciones de
trabajo y de producción y se relacionan con lo producido no como productores sino como
consumidores, y estas posiciones estructurales aparecen de forma independiente al hecho de que
quienes se encuentren en estos grupos conozcan o no la posición en la que se encuentran e
independiente también de las funciones estructurales que desempeñan, ya que de hecho se
encuentran explotados y dominados que realizan funciones estructurales de mando y de control en
tanto “delegados” de los detentadores de la propiedad y del poder, y existen explotados que lo
ignoran y que hasta creen que participan económicamente en la explotación, sin que sus funciones o
su falsa toma de conciencia cambien sus posiciones estructurales objetivas.
Cuando nos situamos en el campo de investigación de las clases sociales o de las relaciones sociales
como efectos de las posiciones estructurales, lo que tratamos de encontrar no es una modificación de
estas posiciones, sino, simplemente, la relación social realmente existente entre los grupos
estructuralmente dominadores y dominados, explotadores y explotados. Pensamos que el constatar
en este campo de investigación que hay obreros fascistas no puede llevarnos a modificar la posición
objetiva estructural de explotados de este grupo de obreros, sino a conocer los efectos parciales, pero
por ello no menos ciertos, que sobre los explotados tienen las prácticas de dominación que
constituyen una parte de la relación social antagónica, prácticas que se realizan por medios tan
variados y potentes como son los medios de comunicación de masas, la enseñanza, la represión de
todas las posturas y prácticas antagónicas etc. La existencia del obrero fascista es expresión de una
derrota de la clase obrera, por los términos brutales en los que se establece la relación social de
dominación; como sería expresión de una relación de fuerzas diametral mente opuesta la constatación
de la capacidad luchadora de los explotados en una huelga general revolucionaria u otra acción por el
estilo. El obrero fascista es un obrero derrotado, acabado por la práctica de dominación, pero... es un
obrero.
PABLO. - Creo que merece la pena insistir en este carácter contradictorio de la relación entre la
posición estructural de la clase, de un lado, y su práctica social de otro. En primer lugar, habría que
constatar un hecho: la práctica social “normal” del proletariado bajo el sistema capitalista no es una
práctica revolucionaria, de enfrentamiento a este sistema. Y yo diría más: la práctica “normal” del
proletariado bajo la dominación capitalista aunque esto pueda resultar escandaloso no es ni siquiera
una práctica “de clase”. Marx señala este hecho al advertir que la dominación de la burguesía
descansa en la concurrencia de los proletarios, en el enfrentamiento de todos contra todos que
impone la existencia del mercado de la fuerza de trabajo y en la condición de valor de cambio para
este mercado de cada trabajador. La posición estructural del proletariado no se define solamente por
su realidad de clase explotada, sino también por el hecho de que esta explotación se realiza a través
de los mecanismos propiamente capitalistas del mercado de fuerza de trabajo, mecanismos que
modelan el comportamiento del trabajador según su condición de valor de cambio para este mercado.
La clase, definida estructural mente atendiendo a este conjunto de elementos, debe forzosamente
desarrollar, en situaciones “normales”, una práctica social muy determinada: la lucha de cada
trabajador por procurarse individualmente la elevación de su propio valor de cambio: la lucha por el
ascenso en la “escala social”.
Ahora bien, en esta guerra concurrencial en que se hallan los trabajadores, pronto se hace evidente
la posibilidad y la necesidad de “pactos”, del establecimiento de “reglas de juego”, e incluso de
“treguas”. La huelga, por ejemplo, es una tregua en la concurrencia de los obreros, por la sencilla
razón de que, durante cierto tiempo, no acuden como todos los días a vender su fuerza de trabajo, y
así se desligan relativamente, durante unas semanas, del mercado que les opone como valores de
cambio. Pero el objetivo mismo de la huelga no es sino el incremento de estos valores de cambio, y
por lo tanto, el establecer nuevos lazos con este mercado. Se da así de hecho una situación
paradójica: la lucha de clase, la unidad obrera, aparece como un instrumento en el proceso de
desarrollo del valor de cambio de los trabajadores y, por lo tanto, del mantenimiento de la
concurrencia entre los mismos, es decir, de la base de la dominación del capital. Esta es la cruda
realidad. Más de un siglo de lucha sindical del proletariado no ha hecho “cesar la concurrencia entre
los proletarios”, como quería Marx, si bien ésta parece haberse “civilizado” y, en definitiva,
“racionalizado”.
Si el proletariado se presta al juego de la concurrencia es porque, a determinado nivel, se identifica
con su valor de cambio. Su salario -o lo que es lo mismo, las mercancías por las que lo cambia-
constituye su identidad social. De esta manera, el obrero es una auténtica contradicción viva. Por una
parte, se enfrenta al sistema que lo explota, pero, por otra, se reconoce en el instrumento de esta
explotación, que es su valor de cambio.
No tiene nada de extraño que un proletario obligado al enfrentamiento cotidiano con otros
proletarios, forzado a recurrir a sus propias fuerzas en una lucha individual, con unas perspectivas
determinadas de movilidad social, etc., resulte receptivo a diversos tipos de ideologías individualistas
burguesas, incluso a las más “reaccionarias”, y no es simplemente la influencia ideológica de la
burguesía el motivo de ello, sino su propia contradictoriedad estructural.
FELIPE. - Estamos sustancial mente de acuerdo. No hay contradicción, sólo que eso también se
puede formular desde otro punto de vista: desde el punto de vista de la lucha de clases directa, como
decíamos antes.
PABLO. - Hay una cuestión en vuestro planteamiento que me parece muy interesante, y es el
concepto de núcleo hegemónico del bloque dominado, y sobre todo, la forma dinámica como lo
entendéis. Esto me plantea el problema de la posibilidad del desplazamiento de este núcleo
hegemónico de unas capas a otras dentro de lo que entenderíamos por proletariado en sentido
amplio. Evidentemente, este desplazamiento del peso y la dirección del combate iría acompañado de
un cambio en el carácter mismo del enfrentamiento de clase. Yo pienso que, efectivamente, este
desplazamiento se ha venido produciendo a lo largo de la historia de la lucha obrera, según la
importancia relativa del proletariado agrícola tradicional, o de la gran industria, por ejemplo.
Asimismo, este desplazamiento del núcleo hegemónico de unas capas a otras ha condicionado el
carácter mismo del enfrentamiento de clase -es muy difícil imaginarse al proletariado andaluz de hace
sesenta años encuadrado en las estructuras y los usos políticos de la segunda internacional de la
época, por ejemplo. Pero estos desplazamientos del núcleo hegemónico de la lucha proletaria se
habían dado hasta ahora dentro de los límites de lo que llamaríamos clase obrera tradicional. El
problema aparece si, como pienso que de hecho está ocurriendo ya en la actualidad, el núcleo
hegemónico comienza a rebasar los límites de la clase obrera tradicional y comienza a bascular sobre
otras capas. Si esto fuera así, la teoría tradicional representaría un grave obstáculo, dada su definición
de clase, no sólo para determinar el núcleo de capas que efectivamente están dirigiendo con su lucha
el enfrentamiento general, sino, lo que es más importante, impediría entender el carácter mismo de
este enfrentamiento, lo achataría aplastando sus dimensiones nuevas y más ricas. Existe este peligro
y creo que de hecho la teoría tradicional se encuentra cada vez más fuera de juego respecto a una
serie de problemas y frentes de lucha nuevos -la lucha de la mujer, de la juventud, la irrupción de
nuevas formas de comportamiento social...- que se le escapan.
Segundo tema:
El proceso revolucionario: táctica y estrategia
PABLO. - En el primer tema de discusión habéis definido la base social del cambio revolucionario, el
bloque dominado. Ahora nos interesa que expliquéis la forma como entendéis el propio proceso
revolucionario: por dónde pasa en el momento actual, cuáles son sus fases previsibles, los objetivos a
alcanzar en cada fase y su relación con los objetivos finales. En definitiva, cuál es vuestra política,
vuestra táctica y vuestra estrategia.
FELIPE. - El tema que planteáis ahora es tremendamente extenso. Voy a intentar resumir, aún a
riesgo de esquematizar excesivamente nuestras posiciones estratégicas y tácticas.
Nuestra intervención política actual en la lucha de clases gira alrededor de tres ejes fundamentales:
En tercer lugar, estamos impulsando, junto con otras organizaciones políticas y grupos
independientes, la aglutinación de toda aquella militancia revolucionaria que esté contra el pacto
social y por la profundización de la crisis, contra la división de la clase y por la autoorganización
obrera, en un amplio movimiento por la autonomía de la clase para el que ya existe una aspiración
social objetiva, como lo manifiestan las luchas obreras más radicales, y del que se están poniendo en
marcha formas incipientes, aunque importantes, y, sobre todo, esperanzadoras.
PABLO. - Vamos a tratar de centrar nuestra posición. Desde nuestro punto de vista, el problema
fundamental que está por resolver es la forma de la transición del capitalismo al comunismo. La teoría
clásica entiende que la transición no puede realizarse sino a través de una fase intermedia, la fase
inferior del comunismo, en la que se crean las condiciones materiales del paso al comunismo, debido
al extraordinario desarrollo de las fuerzas productivas que en esta fase se produce. Esta fase inferior
del comunismo requiere un medio político adecuado: la toma del poder político por el proletariado y la
dictadura proletaria. A mi juicio la teoría clásica, tal como aparece formulada, por el ejemplo, en Marx,
no resuelve el problema fundamental: cómo unas fuerzas productivas todo lo desarrolladas que se
quiera, pero desarrolladas sobre el “derecho burgués”, vigente en la fase inferior del comunismo,
desarrolladas por lo tanto sobre la base de la desigualdad, se pueden transformar en fuerzas
productivas “comunistas”. ¿Se trata de un proceso mecánico, por el que en un determinado punto del
desarrollo de la riqueza material de la sociedad se produce el salto de la desigualdad a la igualdad? ¿Y
dónde se encuentra ese punto?
Por otra parte, ¿la dictadura del proletariado puede ser algo real en una situación en la que se
mantiene el “derecho burgués”? Aquí parece haber una contradicción: la dictadura del proletariado es
la que debe garantizar que el desarrollo económico se dirija efectivamente hacia el comunismo, pero
este desarrollo económico utiliza un método -el mantenimiento del “derecho burgués” de la
desigualdad- que necesariamente debe socavar la efectividad de esta dictadura.
A mi juicio, la teoría clásica constituye un intento de respuesta a una contradicción de la que Marx
mismo era consciente: por una parte, el comunismo exige el desarrollo más amplio de las fuerzas
productivas. Por otra, el capitalismo parece incapaz de operar este desarrollo, al menos en escala
suficiente como para que en su propio seno se generen directamente las bases de una economía
comunista. Al menos, ésta era la imagen que el capitalismo ofrecía de sus posibilidades en época de
Marx. La conciencia de esta contradicción es la que fundamenta todas las posiciones marxistas
revolucionarias: el capitalismo, freno al desarrollo de las fuerzas productivas; el capitalismo, incapaz
de “transformarse”. Por lo tanto: imposibilidad de las reformas en profundidad del sistema; necesidad
de la ruptura revolucionaria con el mismo para hacer posible este necesario desarrollo de las “fuerzas
productivas”.
Ahora bien, la realidad del desarrollo del capitalismo, sobre todo en los últimos decenios, parece
haber desmentido estos supuestos. El desarrollo de las fuerzas productivas se ha producido en una
escala impresionante. Las tareas históricas de la “fase inferior del comunismo” parecen haber sido
asumidas por el propio capitalismo. La alternativa revolucionaria, al menos en los centros del sistema,
ya no puede ser, si no quiere quedarse “fuera de juego”, la optimización del desarrollo de las fuerzas
productivas bajo el “derecho burgués”. Esta alternativa la asume al menos en buena medida el propio
capitalismo, y continuar reivindicándola constituye de hecho una actitud de promoción de la dinámica
propia de sistema, que es lo que hace el reformismo en todas sus variantes. Es necesario abordar el
problema que en la teoría clásica quedaba en la penumbra: el tránsito del “derecho burgués” a la
igualdad real. Lo que ocurre es que la vieja teoría, con sus clichés de “toma del poder”, “dictadura del
proletariado”, “Estado proletario”, etc., obstaculiza el planteamiento, real y en la práctica, de la
transición entre la actual estructura material y la estructura productiva comunista. Esto no se plantea,
se deja para el futuro y se sigue planteando un programa de transformaciones en la superestructura
jurídico-política que quizá ya no signifique, al menos en los centros capitalistas, una alternativa de
futuro en la estructura productiva, y que, por lo tanto, deja de aparecer como una “necesidad
histórica”.
LUIS. - Entiendo que con tu intervención aludes a un problema estratégico de envergadura. Planteas,
en definitiva, las condiciones para el tránsito al socialismo.
La estrategia del reformismo se ha basado en un mecanicismo desarrollista que ha privilegiado
enormemente las condiciones “objetivas” del desarrollo social, situando las posibilidades
revolucionarias a nivel de contradicción “objetiva”, sin más entre fuerzas productivas y relaciones de
producción. Esta posición motivaba una práctica centrada en la aceleración del desarrollo capitalista y
en la agudización de sus contradicciones, esperando el crack final del capitalismo, producido por su
propia dinámica interna, para la toma del poder.
La realidad es bien otra. El capitalismo ha superado sus crisis. Ello ha motivado que el reformismo
clásico se agotase teóricamente y se rindiera prácticamente.
En contrapartida, las revoluciones triunfantes se han producido en países de la periferia capitalista,
en los eslabones más débiles de la cadena.
En Rusia, China, Cuba, el marxismo-leninismo ha entendido la dictadura del proletariado, además de
como dictadura del partido -de sus dirigentes- sobre las masas, eliminando de raíz el motor central
del comunismo, como consumación de la revolución burguesa en lo económico, dedicándose al
desarrollo de las fuerzas productivas, a la acumulación de capital, por encima de todo lo demás. Estos
hechos han motivado que los países llamados “socialistas” no sean tales en lo esencial.
Las condiciones materiales generales para la transición están ya generadas, pues hoy el capitalismo
no es un conjunto de sistemas nacionales, sino que es un solo sistema unificado, como ha puesto de
manifiesto de una manera incontrovertible la última gran crisis económica internacional. La lucha de
clases se da actualmente a nivel planetario. Cualquier país está “maduro” para la revolución.
Hoy la revolución no tiene por qué pasar por una fase de capitalismo de Estado. Es posible la
producción autogestionaria unificada y centralizada. Fue posible, por ejemplo, en el 36-37 en las
colectividades agrícolas e industriales de Aragón y Cataluña. Hoy lo podría ser con más garantías.
La alternativa “capitalismo de Estado” “producción autogestionada y unificada”, no tiene sólo una
componente económica, de nivel de desarrollo de las fuerzas productivas. Tiene también una
componente de conciencia y práctica socialistas. Y aquí entra el otro factor determinante de toda
estrategia revolucionaria: ¿Quién hace la revolución? La sociedad que surge de la revolución depende
de quién la haga. Si la hace un partido jerarquizado, burgués en su forma interna de organización,
secundado por una masa espontaneísta, obtenemos una sociedad de capitalismo de Estado, donde no
es posible la autogestión porque ni las “masas” ni el “partido” la entienden prácticamente -otra cosa
es el programa teórico-. Si la revolución la hace la clase organizada autogestionariamente,
autónomamente, es posible una sociedad realmente socialista; es posible, al menos, porque quienes
la promueven saben, por su propia práctica de años de lucha, qué es la autogestión, qué es el
socialismo.
FERNANDO. - Dudo que potenciar corrientes socialistas en el seno de la clase se pueda circunscribir a
la defensa de aspectos formales de la organización de los trabajadores como es la asamblea en sus
diferentes facetas, la comisión representativa, o la asamblea de delegados. Vertebrar corrientes
socialistas va ligado además de a unas formas, a los contenidos de la política que se desarrolla. Habría
que partir de la contradicción que se da entre la propia condición de la fuerza de trabajo como trabajo
en general, y la negación de ésta como fuerza de trabajo enajenada. Entre la negación de la fuerza de
trabajo como mercancía y su afirmación en el mercado de consumo. Entre la enajenación que se
produce en el mercado de trabajo, y la relativización de la fuerza de trabajo al discutirle al capitalista
el reparto del capital variable. Esta contradicción está en la base del problema del pacto social.
El proletariado no ha desarrollado suficientemente su conciencia, su organización, su práctica social,
su materialidad, como para negarse a su enajenación, para negarse como proletariado; sin embargo,
el proletariado ha llegado a un nivel de consumo, de bienestar, que no está dispuesto a abandonar.
Puede que el proletariado no esté dispuesto a apretarse el cinturón, a que se resienta su nivel de
consumo y esto podría poner en dificultades un pacto social, pero no deja de ser cierto que esta
resistencia no puede equipararse a que el proletariado esté por la desestabilización, pues difícilmente
podrá gestar una alternativa si no está en condiciones de negarse como proletariado, si no desarrolla
una práctica anticapitalista tendente a resolver esa contradicción de la que hablábamos antes.
Por otra parte, también es evidente que una política de desestabilización caótica, aparte de ser un
poco utópica, podría llevar a una agudización de la crisis, con un aumento del paro, de falta de
inversión, etc., que puede colocar al proletariado en una situación difícil para seguir manteniendo el
nivel de vida alcanzado y, como reflejo de esto, ante la imposibilidad de gestar alternativa de
superación del sistema, que se cree una división en el seno de la clase trabajadora, a que sectores de
ésta apoyen políticas de estabilización drástica de la burguesía en un intento de recomponer su nivel
de consumo.
El problema se situaría, entonces, en comprender estos factores, y en actuar en una línea que no
sea salvar la economía capitalista, pero sin caer en una política de callejón sin salida. ¿Cómo se
desestabiliza? ¿En qué dirección? ¿Cómo se evitan los riesgos de división en el seno de la clase?
FELIPE. - Profundizar la crisis suporte bloquear el respiro económico que la burguesía pide y que está
a la base del pacto social que busca. Ese respiro que necesita la burguesía puede resumirse, por
ejemplo, en las actuales medidas económicas del Gobierno y en las que vendrán. La lucha, entonces,
consistiría, a nivel de tajo, en ir contra los topes salariales, por imponer la negociación colectiva, por
aumentos lineales, contra el despido libre, contra el paro por un salario garantizado, etc.
Mas allá de la empresa, profundizar la crisis significa no aislar los conflictos, no dulcificarlos, no
burocratizarlos, sino, al contrario, desarrollarlos, extenderlos, buscar la solidaridad de otras empresas,
sacarlos a la calle si es necesario, radicalizar en definitiva las formas de lucha de la propia clase.
Y desde otro punto de vista, defender la autonomía de clase en las formas organizativas: asamblea
de tajo, de zona, etc., y defender unas reivindicaciones muy concretas: defenderse del despido, de la
represión, e imponer la legalización de las formas obreras de combate: la asamblea, la comisión
representativa, los piquetes, etc. Todo esto formaría parte de una tarea para agudizar la crisis.
Hoy la burguesía a nivel económico no aguantaría un movimiento huelguístico de estas
características. Estamos ya hartos de que se frenen las luchas cuando se radicalizan, como en el
conflicto de la E.M.T., y en tantos otros, que teniendo garra suficiente como para atraerse la
solidaridad de toda la clase obrera madrileña, se frena por miedo a la represión (? ) y por intereses
superestructurales. Me parece que hay una diferencia clara, en cuanto a estas formas de lucha, entre
las posturas reformistas interclasistas y la posición revolucionaria autonomista.
Por otra parte creo que no debemos tener miedo a la amenaza de posible vuelta atrás en el proceso
de evolución política actual, lo que no debe suponer tampoco el obrar imprudentemente, sino
sabiendo calibrar qué riesgos pueden ser afrontados y cómo. De todos modos, la posible vuelta al
fascismo es algo inherente a la lucha de clases. Si rebajamos los contenidos de la lucha porque existe
una amenaza de involución fascista, porque las fuerzas armadas del capitalismo están con la estaca
levantada, entonces nunca empezaremos nada realmente serio, porque ese peligro es permanente.
Tercer tema:
La organización de la clase
FERNANDO. - En este punto, el tercero, se trataría de discutir sobre el carácter de la organización de
la clase. Analizar las categorías partido, sindicato, organización de la clase.
PEDRO. - Nosotros hemos hecho un análisis histórico de las condiciones que han provocado el
surgimiento de la propuesta vanguardista de organización de la clase, y de sus consecuencias
sociales. Hoy, creemos que se está en condiciones de hacer una crítica seria del esquema leninista de
organización y de provocar el surgimiento social de formas más plenamente democráticas y
revolucionarias de organización de los trabajadores.
La posición leninista en organización parte de un doble presupuesto:
De una parte, la afirmación de que la clase obrera, dejada a sus propios impulsos, no da de sí más
que aspiraciones y formas organizativas tradeunionistas.
De otra parte, la concepción, íntimamente ligada a la anterior, de que la historia tiene unas leyes de
desarrollo que pone de manifiesto el materialismo histórico y que, consecuentemente, sólo los
conocedores del materialismo histórico están en situación de actuar correctamente en la historia,
están llamados a organizarse en un partido que ha de dirigir la lucha de las masas e introducir en ellas
la conciencia de clase, a ser, en definitiva, la vanguardia de la clase.
Esta posición tiene una serie de consecuencias prácticas para la lucha revolucionaria que, en síntesis,
se reducen a la negación de la clase como sujeto revolucionario y a la frustración de la revolución.
Por una parte, se escinden los campos de lucha: para las masas la lucha reivindicativa en el marco
de un sindicato economicista; para la vanguardia, la lucha política, la dirección política de las masas, a
través de un partido.
Este hecho, además de forzar una recaída en la parcelación burguesa de la vida, supone, de hecho,
una alienación para la clase en tanto tal. En efecto, se fuerza a la clase a ceder la gestión global de
sus intereses al partido, a delegar en él la dirección global de sus aspiraciones, reservándole a los
trabajadores en tanto clase las tareas de ejecución cotidiana de las directrices del partido a través de
la correa de transmisión que es el sindicato. Se ha reproducido la escisión burguesa entre dirigentes-
ejecutantes, teóricos y prácticos.
La escisión organizativa partido-sindicato condena, necesariamente, a la construcción de un
proletariado reformista y, de rechazo, fuerza al propio partido de vanguardia a un viraje continuo a la
derecha, como la historia se ha cansado de demostrar, primero con los partidos socialdemócratas y
después con los partidos comunistas clásicos.
¿Por qué decimos que la posición bolchevique en organización provoca el reformismo en la clase?
Sencillamente porque, si somos consecuentemente materialistas, hemos de sostener que la conciencia
de clase está determinada por la práctica de la clase. Y una práctica cotidiana economicista,
reivindicativa, por parte de la clase, no puede provocar más que una conciencia reformista. Es decir,
la negación del proletariado como sujeto revolucionario, su destrucción como poder de clase.
Por otra parte, la famosa interacción y corrección dialéctica entre el partido y la clase, que se ofrece
como respuesta teórica a las objeciones al modelo leninista de organización, no es más que una
construcción teórica, una proyección idealista. Porque, en un correcto materialismo, no existe una
conciencia de clase abstracta que el partido puede “captar” y luego introducir en la clase. No existe
más que la conciencia que el propio partido genera e intenta introducir en la clase. Y desde el punto
de vista de la clase, ésta no puede “corregir” al partido en sus posibles errores, porque la clase, con
una práctica economicista, no posee una conciencia revolucionaria, sino reformista, y no puede
corregir al partido en sentido revolucionario.
Y, en este sentido, pensamos que la sistemática escisión por la izquierda en las organizaciones
marxistas-leninistas, buscando recuperar la visión revolucionaria “perdida” por aquéllos, intentando la
reconstrucción del auténtico partido revolucionario, aparte de la sincera buena voluntad que hay tras
ello, pensamos que no es solución organizativa para el momento de la historia del Movimiento Obrero
en que estamos, sino una parcial vuelta atrás.
Pero tampoco queremos caer en la alternativa absolutamente contraria a la leninista, en el
“seguidismo” de la conciencia de clase, es decir, en una posición que defendiera que la clase quiere el
socialismo ya hoy, porque lo lleva dentro, que tiene las bases necesarias para construir de por sí su
propia organización de clase, que no es necesario ninguna organización que impulse la
autoorganización obrera y la conciencia socialista de la clase, que basta con “estar” en la clase, con
luchar en la clase, con dejarse llevar por el sentido socialista de la propia clase.
Esta posición no es realista. Creemos que el socialismo es una tendencia, una aspiración histórica,
pero que hay que trabajarla constantemente, impulsarla permanentemente, y una forma coyuntural
de ello, hoy, es que los militantes que están en esta perspectiva se unan e intervengan con una
efectividad multiplicada.
FERNANDO. - Intentáis por tanto acabar con la dualidad partido-clase. Las organizaciones
tradicionales, sin embargo, han tenido capacidad en un momento dado para decir tal día huelga
general, para plantearse un objetivo y movilizar a la gente más que los movimientos asambleístas,
que sólo tienen capacidad de lucha a nivel de fábrica. Esa falta de globalidad en su lucha está ligada a
la debilidad organizativa, pero también a la práctica inmediatista que desarrollan. Había que superar
el inmediatismo de esa práctica radical para que la clase tenga una perspectiva global. ¿Cómo veis
esto y qué papel os adjudicáis como organización en la superación de ese problema? ¿Cómo se
relacionan los distintos núcleos para que la clase vaya levantándose de su nivel inmediato a un nivel
que la permita crear una sociedad socialista?
IGNACIO. - A mí me parece que la organización LIBERACIÓN como tal, aunque se piense que actúa
dentro de la clase, en tanto que organización de militantes que han llegado a un grado de conciencia
del problema, su actuación es de vanguardia dentro de la clase, porque se asigna unas funciones de
vanguardia. En último término se podría oponer a esa concepción teórica vuestra otra más
redundantemente asambleísta: el militante donde tiene su función es en la asamblea, no como ente
distinto, organizado y con objetivos determinados y fijados por esa minoría para trasladarlo al resto,
sino como un proceso colectivo de toma de conciencia y de organización que no es distinta a la propia
organización de las asambleas, de los comités, etc., a la organización de poder de la clase.
IGNACIO. - Yo lo que planteo es que creado como habéis dicho un consejo, una coordinadora o
cualquier tipo de organización de este orden, en definitiva el movimiento consejista o asambleísta
encarnado en una organización directa como puede ser la vuestra, lucha en unos términos muy
parecidos en lo concreto del desarrollo de la lucha a cualquier otra vanguardia, por ejemplo, tal
asamblea ha elegido delegados; CCOO, cinco; los otros, tres, y la corriente autonomista, uno; en la
elección en el fondo la lucha se establece entre vanguardias y el conjunto del colectivo que constituye
la asamblea resiente esto como lucha entre tendencias políticas organizadas y asimila la tendencia
asambleísta como una corriente organizada vanguardista en competencia con las tradicionales en
cuanto a sus objetivos. Yo no dudo del carácter asambleísta de vuestra organización desde un punto
subjetivo, lo que me planteo es su carácter objetivamente asambleísta, o sea, si ese tipo de
organización no contradice lo que habéis dicho.
PEDRO. - La cuestión hay que situarla, además, a un nivel previo a la celebración de una asamblea
concreta y al momento de las representaciones, de las comisiones. Si a ese nivel es mayoría la
tendencia asambleísta, mejor; pero es desde abajo desde donde hay que construir la asamblea para
que tenga una capacidad real de decisión. Nuestra tarea pasa por la construcción de ese tipo de
asambleas, que implica asambleas de taller, asambleas parciales, introducción en ellas de cualquier
tipo de debate político; pasa más, en definitiva, por la creación de la asamblea que por estar
representados. Ciertamente si no somos capaces de permanentizar las asambleas en el sentido de
darles solidez, periodicidad, el hecho de que en un momento determinado se tengan puestos en
determinadas coordinadoras puede provocar la reproducción de la rueda de sustituimos. Pero hoy por
hoy, no creemos que ése sea nuestro peligro.
IGNACIO. - Pero un movimiento asambleísta en sí mismo no podría ser algo distinto a la organización
de la asamblea. No se trata de una vanguardia cuyo objetivo sea lograr y trabajar en la asamblea sino
que la organización sea en sí misma la asamblea.
IGNACIO. - Yo estimo que cuando un grupo de obreros se plantea un objetivo concreto a conseguir,
la cuestión es organizarse para conseguir ese objetivo, no organizarse para que la clase cumpla ese
objetivo. Por ejemplo, una publicación, se puede concebir como una organización autónoma de la
clase que organiza su medio de comunicación o como un grupo distinto a la clase que en el fondo va a
interpretar o impulsar...
VV.AA.
Debate: Autonomía Obrera y CNT
Cuarta parte del Debate sobre la autonomía obrera publicado por Emancipación, Revista mensual por la Autonomía
Obrera, nº 5, marzo de 1978. Digitalizado en pdf codificado por el Cedall, centro de documentación para la difusión de la
memoria histórica antiautoritaria y libertaria del Estado español. Redigitalizado y maquetado por CICA.
Participantes: Chema Elizalde, Revista Bibicleta y CNT; Felipe Aguado, Revista Emancipación;
compañeros de la Revista Palante (Prensa Autónoma), unos en CNT y otros no; Ignacio Fernández
de Castro, Revista Teoría y Práctica; Manolo Tejedor, grupo autónomo de barrio de Vallecas
(Madrid)
FELIPE. - Para mí, CNT se tiene que aclarar primero en una cuestión: ¿quiere CNT ser una or-
ganización de la unificación de la Autonomía Obrera como práctica de la propia clase, o una
organización por la Autonomía obrera como línea política de clase? Es decir, una organización de la
clase en lucha o una organización que unificaría a los luchadores por la Autonomía de clase. Según se
incline por una u otra perspectiva cambiará el carácter, función y perspectivas de CNT. Pero este
planteamiento no lo tiene claro CNT. No se ha formulado el problema, al menos no se lo ha for-
mulado de forma correcta, y se mueve en una confusa ambigüedad. Por ejemplo, defender la
afiliación puede suponer el querer inclinarse porque CNT sea una organización de la propia clase, de
la práctica autónoma de la clase; en cambio, el hacer hincapié en aspectos más militantes, puede
querer decir que se afirma más en ser una organización unificadora de la línea política por la
Autonomía de clase.
Por otra parte, me parece que aún los que dentro de CNT están porque CNT sea la organización
que unifique la Autonomía Obrera como línea política de clase, hay también diversas posiciones,
que, a su vez, tampoco tienen claramente explícita la problemática que debaten- A mi entender,
CNT debía pronunciarse en la siguiente cuestión: si quiere ser una organización que unificara la línea
política por la Autonomía de clase, o se entendería sólo como una de sus comentes. Si la CNT se
entendiera como la organización que unificara la línea política por la Autonomía de clase, ne-
cesariamente tendría que aglutinar en su seno a todas las corrientes que defendieran la Autonomía
de clase, lo que exigiría unas variaciones fundamentales de planteamientos, hasta tal punto que no
podría definirse filosóficamente, por ejemplo, anarcosindicalista, porque inmediatamente se
rechazaría, de entrada, a todos los que, estando por la autonomía obrera, no fuesen
anarcosindicalistas. En cambio, si CNT se concibiera como una organización más de la línea política
por la Autonomía Obrera, perfectamente sería comprensible y aceptable que se definiera como
anarcosindicalista, porque no haría exclusión de otras tendencias que se definen en otro sentido
como, por ejemplo, marxistas-autónomos...
FELIPE. - Evidentemente, los diversos colectivos por la Autonomía Obrera están en un proceso.
Hay dos tendencias generales, o dos corrientes: una, más espontaneísta, que no entrará ni en CNT
ni en ninguna otra, que en cierta medida coincide con las posiciones del compañero de Teoría y
Práctica; y otra tendencia que busca realmente unificar estas corrientes militantes por la Autonomía
de Clase. De hecho esta corriente ya tiene pasos dados: asambleas locales constituidas, un
próximo Congreso general, etc...
En cuanto a la alternativa que se daría si CNT tira por la vía exclusiva anarcosindicalista,
evidentemente pues estos colectivos, me imagino, van a seguir su propia dinámica y el único
encuentro posible sería plantear una Asamblea de Convergencia, una unidad de acción, de inter-
vención, a algún nivel entre las distintas organizaciones por la Autonomía Obrera, en estos
momentos. Evidentemente, lo más positivo, desde el punto de vista, sena poder converger en una
organización única por la Autonomía de clase, pero entiendo que este problema no está
coherentemente formulado en gran cantidad de colectivos, y la CNT entiendo que no lo tiene claro;
no lo tiene claro teóricamente inclusive, es decir, no lo tiene formulado correctamente, quizá por su
propia historia, quizá por determinados pesos específicos, y, realmente, lo que podía ser, o podría
haber sido, una plataforma de unidad a este nivel, pues evidentemente no lo está siendo.
MANOLO. - Así, a este nivel, entendiendo la Autonomía como práctica de clase, puede haber más
unidad en nuestros criterios, más homogeneidad. Pero entiendo que al hablar de Autonomía como
movimiento político, aquí es realmente donde están las diferencias; aunque es cierto que las
tendencias por el Movimiento Autónomo como línea política no están realmente estructuradas,
partiendo de que se camina en ese sentido, de irlo estructurando, es claro que a nivel de esos
análisis, una cosa que parece que se va aclarando es que necesariamente, como ruptura a! propio
sistema capitalista, tiene que hacerlo el poder obrero, la organización propiamente de la clase, es
decir, la clase obrera organizada en sus fábricas, sus barrios, centros educativos... como ruptura
que quiere otros sistema y que, para ellos, es derribando el propio aparato de estado de la
burguesía y creando el estado de los trabajadores, dicho a grandes rasgos; esta seria la cuestión
esencial que nos diferenciaría un poco en la concepción política que el propio movimiento anar-
quista tiene. Propondría, en este sentido, que nos aclarásemos un poco.
FELIPE. - Volviendo a lo ante rior, sería bueno que alguno de los que militáis en CNT
explicaseis su momento interno.
CHEMA. - Dentro de CNT también hay una serie de polémicas muy intensas. La polémica
fundamental, a mi entender, que va más allá de la ideología, es la que tiende a oponer
asambleas/sindicato. Hay tendencias que opinan que la verdadera forma de poder de la clase son
las asambleas y que CNT debe ser un factor de dinamización de asambleas y que el movimiento
asambleario, sindical o no, es lo fundamental y de estar en CNT es porque es la que defiende la
asamblea y porque, de alguna manera, es la que las coordina y les da una perspectiva. Hay
también movimientos que se declaran ideológicamente anarquistas. Existe la corriente que
podríamos llamar sindicalista, que afirma el papel de los sindicatos y la necesidad de crear una
organización estructurada, responsable, con sus órganos en las empresas y ve el peligro de la
estrechez de las asambleas... En un seno hay también una enorme diversidad, desde el viejo
sindicalismo pestañista, un poco antipolítico, o reformista... que hay en CNT, hasta los grupos más
duros de la organización especifica que se están reconstruyendo y que consideran que la línea
sindical es la construcción del Sindicato, mientras que, al mismo tiempo, tienen una serie de
posiciones de tipo est rictamente anarquista. En la p rimera posición, la más asambleísta,
también habría desde movimientos muy espontáneos por la asamblea hasta posiciones más o
menos ideológicamente marxistas-consejistas... Es decir, realmente el espectro ideológico es
muy diverso. Luego, habría el intento de mucha gente de abarcar los dos frentes, asambleismo y
sindicalismo, que, hoy por hoy, es mayoritaria en la organización. Pero esto es un debate que está
sin definir, Además de éste hay una serie de debates desde la forma de organización misma
hasta cuestiones como las de nacionalidades... que están por definir y que dependen de un futuro
Congreso. Entonces, el debate está bastante abierto, el problema que yo veo es que si
consideramos que una organización sindical, aunque sea algo más que un sindicato, no es
suficiente, ¿qué tipo de organización aporta realmente el Movimiento por la Autonomía que sea
distinto de lo que haya habido hasta ahora y que tampoco sea la organización libertaria? Este es un
punto que yo no acabo de ver claro: entre el espontaneísmo, la organización de tipo marxista,
inevitablemente centralizada y política, y la organización libertaria con sus organizaciones
basadas en el federalismo, su autonomía organizativa interna, en fin, su modelo propio, ¿aporta
algo distinto la autonomía, es un intento de síntesis?
«PALANTE». - En cuanto a CNT hay un debate muy ideologista, que más que consecuencia de una
practica real, es un debate que arrastra las lastras y las insuficiencias históricas del Movimiento
Libertario en general y quizá por esto precisamente intentan unas y otras tendencias «ocupar»
ideológicamente el «espacio» de la CNT.
La CNT no es en estos momentos un intento de organización integral de los trabajadores desde el
momento que es un sindicato y tiene una contradicción fundamental en tanto que partiendo de un
funcionamiento y estructura sindical intenta dar un contenido revolucionario a sus actividades.
Porque ya sabemos de los presupuestos que parte el sindicato, entre otros, reproduce el
reformismo y el proceso de integración y también en CNT se está dando la contradicción
afiliado/militante, contradicción que le hace caer en una burocracia de base.
La Organización Revolucionaria debe partir de la intervención sindical. Esto es necesario, el
Movimiento obrero no se puede marginar de ella. Y en este sentido CNT ofrece una posibilidad
válida, dado que CNT intenta no burocratizarse y menos su práctica.
La CNT pues, no la considero la «panacea salvadora», sino un instrumento válido más, cuya
definición hay que superar, especialmente en lo organizativo, poniéndola en concordancia con
el momento de la lucha y no solo a nivel teórico. La CNT, en estos momentos, no es la organización
de la clase.
FELIPE. - Creo que tendríamos que centrar el debate en tomo a si CNT es una alternativa con
posibilidades de superar sus contradicciones antes señaladas.
Esas posibilidades, ¿son reales o son una «ilusión» de determinadas tendencias? ¿Cuáles son las
previsiones de cara a la evolución de la CNT? ¿Qué tendencia se impondrá? Dentro de CNT
existen grupos que defienden la autonomía, los consejos... pero ¿qué posibilidades tienen estos
grupos dentro de CNT? ¿Se impondrá la tendencia anarcosindicalista o la sindicalista reformista, o
las dos juntas frente a los autonomistas asambleístas, aunque, a su vez, aquellas sean contradicto-
rias entre si? Con ejemplos, ¿qué significa, cómo se valora la exclusión de CNT de ASKATASUNA de
Euskadi?
CHEMA. - Según me contaron a mí los compañeros vascos, parece más bien se ha ido esta revista
porque ha habido una especie de reacción -no conozco la versión por ambas partes, los que han
quedado y los que se han ido- a un intento de toma del poder por ASKATASUNA. Entonces,
partiendo de que, para CNT, todo lo que sea un intento de un grupo de tomar la orientación política
de CNT, por arriba, sin un debate de la afiliación y de la militancia, sino por intentar imponer
definiciones, esto provoca una reacción fuerte, también teledirigida por otros grupos que actúan
muchas veces como uno más, pero que al estar «bendecidos» por la ortodoxia anarquista, se les
permite muchas veces un tipo de manipulación que a nadie se le permitiría. Este es un peligro que
habría de vigilar y cuya superación está planteada en CNT. Pero, en fin, debido a las
agresiones del aparato de estado, a la necesidad de defender determinadas prácticas más o
menos incontrolables... de cerrar filas... se hace todo más difícil por esta actuación de grupos,
más o menos específicos, que han obligado a CNT a defenderlos y han creado un ritmo de defensa
de estos grupos que ha perjudicado de alguna manera... Pero, vamos, lo que yo quiero plantear es
que si, de alguna forma, los grupos y tendencias del Movimiento obrero que hoy están por una
nueva definición de la Autonomía de clase encuentran una forma de trabajar con CNT cara a su
próximo Congreso, no para repetir mecánicamente «Zaragoza-36», sino para dar una respuesta a
«España-78». Ahora bien, si esto se hace de una forma dirigista, la reacción va a ser todo lo
contrario... ya empieza a verse este problema, muchas veces, incluso, con verdaderos «fantasmas»,
es decir, incluso con personas que tienen antecedentes no libertarios... hay un verdadero rechazo
de cualquier cosa que no pueda parecerse a un intento de dar orientaciones... entonces esto es un
problema, a! hacer un debate que no sea ideologista, en absoluto, que sea auténtico y a fondo, y
no de forma dirigista, esto sería un desafío a los grupos más o menos organizados, que con una
elaboración propia sobre qué es la autonomía, podrían entrar en CNT, esto es lo que yo puedo decir
sobre el tema.
FELIPE. - ¿Cómo se puede materializar ese desafío? ¿Ese debate, la intervención de otros grupos au-
tónomos, cómo se plantearía?
CHEMA. - Los órganos de discusión en CNT son bastante conocidos: son los sindicatos, los
plenos cíe Federaciones Locales, regionales, nacionales...
CHEMA. - Exactamente, entonces se trata de afiliarse, trabajar en el ramo laboral de cada uno
y, a través de esa intervención, se puede llegar a definiciones globales, de abajo arriba.
CHEMA. - Ese es un problema que se planteaba respecto a la integración del Movimiento Obrero
Autogestionario (M.O.A.). Este grupo pidió la afiliación en conjunto, entonces la respuesta de CNT
fue que se afiliara uno a uno, eso es lo que yo conozco.
FE L IPE . - Mi postura personal en estos momentos no es de afiliación individual ni de integración
en grupo. Mi propuesta es la de abrir un debate con CNT y el problema es que con CNT no se puede
discutir nunca, porque no hay un órgano definido con el que se pueda entablar este debate amplio,
profundizando... Porque, ahora, charlando contigo, podemos coincidir en infinidad de cuestiones,
pero llego a mi barrio y resulta que charlando con otro compañero me salta con otras cosas
distintas; entonces ¿ese debate con colectivos y grupos que no están en CNT pero que llevan una
práctica por la autonomía obrera, eso cómo se materializaría? Por supuesto, sin que sea previa la
afiliación, pues podría resultar entonces esta exigencia algo sectaria y tal... ¿no?
Por otra parte, es necesario constatar que en una organización no pueden coexistir
permanentemente diversas concepciones sobre su propia identidad. La Historia está cansada de
demostrar eso. Entonces, en CNT, en sus diversas tendencias tan dispares, va a suponer, está su-
poniendo una lucha, más dirigida o menos dirigida desde cenáculos, más consciente o menos
consciente. Y habrá necesariamente un decantamiento hacia determinada imagen de identidad,
como en todo grupo social, humano. Esto es lo que quería plantear, ¿hacia dónde se dirigirá ese
decanta miento?
CHEMA. - Hombre, empezando la respuesta por atrás, lo que si es cierto es que los comités de CNT
no tienen pensamiento propio, sino que tienen que tener una serie de mandatos, otra cosa es lo
que te pueden decir personalmente. Entonces, como ideología propia, esos comités, aparte de los
viejos principios, (que esos sí tienen un cuerpo, precisamente por ser una organización histórica),
no tienen ninguna. Entonces, la gran cuestión, que está agudizando las polémicas ideológicas, es la
de que esta definición está prevista, proclamada y dedicada por la organización: es la preparación de
un Congreso, y él quien prepare ese Congreso, el Comité Nacional que lo prepare, no es cuestión
secundaria, lo que explica en parte las pugnas que están habiendo por controlar esa preparación.
Entonces, yo creo que el órgano fundamental para la definición va a ser el Congreso, en el cual
van a estar representados sindicato por sindicato con una delegación proporcional del número de
afiliados y que los órganos de los sindicatos de CNT se van a transformar en órganos de debate de
cara a ese Congreso.
El problema es que debatir desde fuera con CNT, estoy de acuerdo, es muy difícil, salvo en la
unidad de acción, en las prácticas concretas. De organización a organización, se puede y hay un
mandato y definiciones dentro de lo que la organización llama el Movimiento Libertario, y aún así no
se hace suficientemente; pero esta es la barrera que hay. En la definición del campo amplio, que
CNT se ha negado a reconocer oficialmente, pero que existe, entre lo que se puede llamar
marxismoleninismo con formas de partidos organizados, frente a los cuales hay un rechazo y que
muchas de las prevenciones para afiliaciones se trata de que estos «grupos» intentan dirigir la
organización (PORE, PCE-I...), que aspiran a ser la vanguardia de CNT reproduciendo el esquema
clásico de correa de transmisión. El problema es que, además de esto, existe un área muy amplia
y, en el caso español, muy influida por el marxismo en los años 60, por una serie de condiciones
históricas, que tienen posiciones de autonomía de clase y CNT no acaba de aceptar sin reservas,
superando los «clichés» o los sectarismos de los años 30 o de la guerra fría. Este es un problema
que estamos resolviendo a través de muchas polémicas... Por ejemplo, «Bicicleta», que intenta
ser un espacio de polémica dentro del Movimiento Libertario, en el cual quepan todos los
planteamientos que pueda haber y, claro, uno de los principales problemas que nos hemos
planteado es que, bueno, ¿dónde empieza lo libertario?... nosotros pensamos que todos los mo-
vimientos autónomos tienen este carácter, aunque algunos, confesionalmente, se proclamen de
ciertos marxismos, luxemburguistas, o los que sean,,, entonces nosotros pensamos que hasta ahí
llega el debate, dentro y fuera de CNT.